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Para Vera Esquivel “En nuestro tiempo, el clima está cambiando, y lo está haciendo de manera muy
rápida y alarmante. La causa, como se ha mencionado acertadamente son las actividades humanas y
en particular la utilización constante por parte del ser humano de combustibles fósiles”. (2011) Entre
las actividades humanas más contaminantes podemos encontrar el sistema alimentario, el transporte,
la minería, etc.
Cabe señalar que “el uso reiterado de estos combustibles han creado modificaciones en el planeta de
manera muy rápida lo que ha generado condiciones peligrosas para la viabilidad de nuestro mundo”.
(Vera Esquivel, 2011); así como este elemento tan esencial para el desarrollo de las actividades
humanas causa tantos efectos negativos, otras actividades también logran generar los mismos efectos
pero en un menor porcentaje.
Es notable la presencia del fenómeno del calentamiento global en nuestros días, de esta manera el
autor Vera Esquivel señala lo siguiente: “Las demostraciones fácticas las vemos cada día: veranos
más largos en el hemisferio sur, adelgazamiento o desaparición de los nevados, huracanes, tsunamis,
descongelamiento de zonas polares; son incontables los casos con los que se puede demostrar que el
clima está modificándose cada vez más”.
Aunque para Vera Esquivel “es importante definir en este punto cuales son los gases que producen el
cambio climático que origina el calentamiento global del planeta. Estos gases son los denominados
“gases de efecto invernadero” (2011), los gases de efecto invernadero no siempre son negativos, ya
que tenemos que tener en cuenta que el efecto invernadero es un fenómeno natural que permite que
el planeta tierra mantenga una temperatura adecuada para el mantenimiento de vida en la biósfera, es
así que García Fernández define de la siguiente manera a los gases de efecto invernadero:“ aquellos
componentes gaseosos de la atmósfera, tanto naturales como antropogénicos, que absorben y
reemiten radiación infrarroja. Hablamos del vapor agua, dióxido carbono, óxido nitroso, metano y
clorofluorocarbonos (CFCs)”. (2011)
De todos ellos el más relevante es el dióxido de carbono. Este gas es liberado a la atmósfera
principalmente como consecuencia de actividades humanas llamadas “antropogénicas”. Está
demostrado que ello ocurre fundamentalmente cuando se produce la quema de combustibles fósiles
o cuando, por ejemplo, se deforestan los bosques naturales, ya que estos son espacios de la naturaleza
que actúan como sumideros de carbono, atrapándolo en la atmósfera.
Veamos lo que dice al respecto la Secretaría del Cambio Climático sobre el dióxido de carbono en el
documento “Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Los diez primeros
años”. Allí se señala que “los últimos datos confirman que el gas de efecto invernadero predominante
es el dióxido de carbono, por lo que los resultados relacionados con el determinan en buena medida
la tendencia global. En el caso del dióxido de carbono, la principal fuente fu la quema de
combustibles, que representaba el 95% de las emisiones”.
En tal sentido, basado en las opiniones precedentes, es el dióxido de carbono el principal gas de efecto
invernadero, causante del calentamiento global del planeta. Este concepto es muy importante tenerlo
presente, sobre todo en las negociaciones internacionales sobre el tema de Cambio Climático.
Lo que también es interesante preguntarse en esta parte, es si hay alguna relación entre el crecimiento
económico y el calentamiento global. Es decir, a mayor crecimiento económico (vale decir, mediante
la utilización de gases de carbono), hay mayor calentamiento global. Esta, es una cuestión sobre la
que no hay, hasta la fecha, conclusión firme.
Luego del primer lugar ocupado por Honduras y Bangladesh, el país sudamericano ocupa el tercer
lugar, hecho que afecta, de igual manera, a su sociedad y economía. Los peruanos saben que algo
anda mal, la actitud esquizofrénica del clima y los desastres naturales que son pan de cada día no son
productos del azar.
América Latina y el Caribe son zonas débiles de manera especial contra las inclemencias de la
naturaleza. Esto se explica por ser áreas con una serie de climas extremos y variados en sus territorios.
El Perú, específicamente, es vulnerable por tener en sus tierras grandes fenómenos hidra-
meteorológicos como los huaycos, sequías, lluvias torrenciales, heladas, granizadas, entre otros; o
formaciones orogénicas determinantes de su clima como la Cordillera de los Andes, además de la
Amazonía, pulmón del mundo. Ambos son lugares estratégicos a nivel mundial para el mantenimiento
de la vida. (Sara, 2015)
Por otro lado, posee una gigantesca gama de climas: 27 de los 32 a nivel mundial. Dicha condición
lo hace un país rico en ecología y recursos naturales, pero frágil ante el calentamiento global.
Según el Ministerio del Ambiente (MINAM), los fenómenos antes mencionados se han incrementado
seis veces desde el año 1997 al 2006. No olvidemos que el Fenómeno del Niño es una constante
dañina que nos visita con más intensidad cada año, igual que los llamados “friajes”.
El Minam ha declarado que estas son las siguientes consecuencias para la nación peruana frente a la
imbatible transformación del clima: la pérdida del 22 por ciento de los glaciares, que significan el 71
por ciento de glaciares tropicales para el mundo.
La pérdida de la fauna y flora amazónica, como de los cultivos clásicos en la mesa de las familias
peruanas, arroz, papa, maíz. Además, habrá un deterioro importante de las carreteras del país debido
a que un 89 por ciento son vulnerables al cambio climático.
El agua es un pilar en la problemática ambiental. En 40 años el Perú poseerá solo el 60 por ciento de
lo que tiene ahora. Recordemos que la escasez del recurso hídrico, sumada a las altas temperaturas,
atiza los incendios forestales y la expansión de plagas en el territorio nacional. Los ciudadanos más
pobres son los más afectados. Estudia en particular los efectos del cambio climático sobre los recursos
hídricos en el Perú, concluyendo que lo más crítico son las crecientes amenazas de eventos
hidrometereológicos extremos. (Galarreta, 2012)
Estos últimos efectos demuestran una incidencia en la dinámica socio-económica del país. Los seres
humanos destruimos nuestro hogar. Tanto así que mientras pase el tiempo y el clima cambie, muchas
zonas no serán aptas para muchos animales. Así se producirá una migración de comunidades
biológicas sin precedentes.
Igualmente, esto ha sido reconfirmado por un informe del Banco Mundial solicitado por el entonces
Consejo Nacional del Ambiente (CONAM), en donde se sugería que el estrés hídrico se producirá y
en sierra del país donde hay menos cantidad de agua. El informe de los expertos del Banco Mundial
señala que la mayor cantidad de agua de nuestro país se encuentra en el oriente peruano, por lo que
para enfrentar este problema habría que trasvasar las fuentes de agua o desplazar parte de nuestra
población a esas zonas.
El Perú es un país de clima variado y gran biodiversidad en un territorio que comprende la región
subtropical costera, los Andes y la Amazonía. Sin embargo, el país es altamente vulnerable a los
impactos del cambio climático. Dentro del marco del Programa de Cambio Climático, se han
determinado las seis áreas priorizadas para la evaluación de la vulnerabilidad y propuestas de
adaptación, tomando como referencias el mapa de índice de Desarrollo Humano. Las Zonas de mayor
Agro biodiversidad y el mapa de peligros climáticos. (Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas,
2009)
Con una población de 13 millones de habitantes (de los cuales el 78% habita en áreas urbanas), el
Perú podría verse fuertemente afectado por situaciones como inundaciones, estrés hídrico, olas de
calor y cambio en las enfermedades transmitidas por vectores, como la malaria y el dengue.
La Organización Mundial de la Salud presentó en 2015 el Perfil de País para el Perú acerca de la
relación entre el clima y la salud. Según este documento, se estima que bajo un escenario de emisiones
altas “Business as Usual”, la temperatura anual aumentaría en 5.3°C en promedio entre 1990 y 2100.
En cambio, si las emisiones decrecen rápidamente, el aumento de la temperatura de limitaría a un
1.6°C.
Bajo un escenario de emisiones altas, sin inversiones significativas en adaptación, se estima que al
menos 58,000 personas se verán afectadas por inundaciones entre el 2070 y 2100. Por el contrario, si
las emisiones se reducen rápidamente y existe una mayor preparación para los desastres, la población
afectada podría limitarse a 100.
En el informe “GEO Perú 2002-2004” esto se mencionaba muy bien, al hacer referencia a la
comunicación nacional sobre Cambio Climático del 2001 que el Perú remitió, siguiendo los
compromisos adoptados bajo la Convención del Cambio Climático y el Protocolo de Kioto,
ratificados un año después.
Aquello nos convierte, de acuerdo a este mismo informe, en un país vulnerable a las consecuencias
adversas del cambio climático, cuyas manifestaciones son la constante recurrencia de desastres
naturales y el incremento de las pérdidas materiales, de vidas humanas y población que derivan,
poniéndonos, como ya hemos mencionado, en el tercer lugar dentro de los países más riesgosos con
relación a eventos climáticos. Esto expone a amenazas naturales a los sectores más vulnerables de
nuestra población. De ello se desprende la necesidad de considerar estos peligros para que sean
tomados en cuenta dentro de las políticas de desarrollo sostenible.
Sin embargo, unidos a los temas de la vulnerabilidad y la adaptación, cuando hablamos de cambio
climático en el Perú, no debemos perder de vista los dos temas macro en el tema ambiental como son
la lucha contra la pobreza y la búsqueda del desarrollo.
El representante de la diplomacia peruana remarcó en esa misma reunión el hecho de que al ser el
cambio climático un fenómeno provocado por el hombre, es él quien debe asumir la labor de
revertirlo. Y en este contexto el Perú debe preocuparse aún más, dado que su población está
distribuida en una gran diversidad de ecosistemas que lo expone, por ejemplo, a inundaciones y
sequías derivadas del Fenómeno del Niño, o escasez de agua, o a repercusiones negativas a las
reservas de biodiversidad de nuestra Amazonía. Por ello la importancia de la acción concertada con
la comunidad internacional basándonos en todos los instrumentos jurídicos adoptados, en especial el
principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas.
2.1.1.1. Causas
Empecemos por el principio. El efecto invernadero es un proceso natural que permite a la Tierra
mantener las condiciones necesarias para albergar vida: la atmósfera retiene parte del calor del Sol;
sin el efecto invernadero, la temperatura media del planeta sería de 18 0C bajo cero.
La atmósfera está compuesta por diversos gases que, en la proporción adecuada, cumplen su
cometido. El problema está cuando las actividades del ser humano aumentan la emisión de gases de
efecto invernadero a la atmósfera y ésta retiene más calor del necesario, provocando que la
temperatura media del planeta aumente y se produzca lo que popularmente llamamos calentamiento
global.
2.1.1.2. Consecuencias
¿Cómo nos afecta el cambio climático? Este aumento global de la temperatura trae consecuencias
desastrosas que ponen en peligro la supervivencia de la flora y la fauna de la Tierra, incluido el ser
humano. Entre los impactos del cambio climático destacan, el derretimiento de la masa de hielo en
los polos, que a su vez provoca el aumento del nivel del mar, lo que produce inundaciones y amenaza
los litorales costeros –incluso pequeños estados insulares están en riesgo de desaparición-.
El cambio climático también aumenta la aparición de fenómenos meteorológicos más violentos,
sequías, incendios, la muerte de especies animales y vegetales, los desbordamientos de ríos y lagos,
la aparición de refugiados climáticos y la destrucción de los medios de subsistencia y de los recursos
económicos, especialmente en países en desarrollo.
La Conferencia intergubernamental de La Haya, convocada por Francia, Noruega y los Países Bajos,
que reunió a representantes de veinticuatro Estados desarrollados y en vías de desarrollo, durante los
días 10 y 11 de marzo de 1989, adoptó la llamada Declaración de La Haya que reconocía “el deber
de la comunidad de naciones para con las generaciones presentes y futuras de hacer todo lo posible
para controlar la calidad de la atmósfera”. Los Estados participantes se comprometían a promover “el
principio de desarrollar, dentro del marco de Naciones Unidas, una nueva autoridad institucional,
encargada de adoptar medidas contra el calentamiento, con la finalidad de conservar la atmósfera,
recurriendo a procedimientos de toma de decisiones eficaces” y cuya garantía de respeto y aplicación
efectiva estaría sometida al control del Tribunal Internacional de Justicia.
El 6 de diciembre de 1989, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó por consenso la
Resolución 43/53 sobre la protección del clima global para las generaciones presentes y futuras. La
resolución reconoce que el cambio climático es un interés común y constituye una preocupación
común de la Humanidad (... is a common concern of mankind...) en tanto en cuanto es condición
esencial para el mantenimiento de la vida en la Tierra. Sobre la base de esta resolución, la Asamblea
General estimuló la celebración de diversas conferencias, a nivel nacional, regional o global, a fin de
que la comunidad internacional tomara conciencia de la necesidad de adoptar a tiempo medidas
eficaces, en relación con todos los aspectos del cambio climático.
La IIª Conferencia mundial sobre el clima se celebró en Ginebra entre los días 29 de octubre y 7 de
noviembre de 1990, con la participación de ciento treinta y siete Estados, de Organizaciones
internacionales, de organizaciones ecologistas y de grupos de presión de las industrias afectadas. La
base de la discusión científica Fue el informe preparado por el IPCC, que establecía claramente la
relación causal entre el CO2 y el calentamiento global del planeta y formulaba la necesidad de
estabilizar, e incluso de reducir, inmediatamente las emisiones de dióxido de carbono y de otros gases
de invernadero. La fase interministerial de la Conferencia, sin embargo, fue incapaz de adoptar
compromisos concretos. Con todo, la Declaración final de la Conferencia subrayaba la conveniencia
de negociar cuanto antes, bajo los auspicios de Naciones Unidas, una Convención marco sobre el
cambio climático, formulando varias recomendaciones que reflejaban un consenso de base sobre
ciertos elementos que, más tarde, se convertirían en señas de identidad de la futura Convención.
Estos elementos de consenso eran los siguientes:
1) La responsabilidad predominante de los países industrializados;
2) la necesidad de transferir recursos financieros y tecnológicos a los países en desarrollo;
3) el principio precautorio, y
4) la importancia de los bosques en cuanto sumideros.
Más tarde, la Asamblea General integró los problemas relativos al cambio climático en el programa
preparatorio de la Conferencia de Río de 1992 sobre el medio ambiente y el desarrollo, convocada
mediante la Resolución 42/282, de 22 de diciembre de 1989. En la misma fecha, mediante la
Resolución 44/288, la Asamblea general creó un Comité preparatorio de la Conferencia de Río que,
en marzo de 1990, encargó a su Grupo de trabajo I los temas relativos a la protección de la atmósfera.
El 21 de diciembre de 1990, la Asamblea General de la ONU adoptó la Resolución 45/212, por la que
estableció un Comité intergubernamental para la negociación de la Convención marco sobre el
cambio climático.
Por invitación del Presidente de los Estados Unidos, las negociaciones comenzaron en Washington,
en febrero de 1991, celebrándose seis sesiones a lo largo de quince meses.
En el seno del Comité intergubernamental de negociación se constituyeron diversos grupos de
Estados, en función de sus distintos intereses: la Comunidad Europea y los países miembros de la
EFTA (Austria, Finlandia, Islandia, Liechtenstein,
Noruega, Suecia y Suiza) eran partidarios de una Convención que incluyera obligaciones sustantivas,
especialmente en relación con las emisiones de CO2; Estados Unidos propugnaba una Convención
marco, con posibilidades de futuro desarrollo pero sin compromisos específicos, especialmente en
relación con el CO2; la mayor parte de los Estados en desarrollo, que enfocaban las negociaciones
desde el punto de vista del desarrollo más que desde el punto de vista ambiental, estaban a favor de
una Convención sustantiva, con compromisos concretos, siempre que fueran diferenciados para los
países desarrollados y para los países en desarrollo, a cambio de recibir transferencias financieras y
de tecnología de los Estados desarrollados.
Los países productores o exportadores de petróleo cuestionaban la necesidad de reducir o de
estabilizar las emisiones de CO2 y los pequeños Estados insulares o con zonas costeras bajas, que se
consideraban especialmente amenazados por la subida del nivel del mar, apoyaban la postura de la
Comunidad Europea.
La Convención fue adoptada por el Comité intergubernamental de negociación el 9 de mayo de 1992,
abriéndose a la firma en la Conferencia de Río (donde firmaron ciento cincuenta y tres Estados y la
Comunidad Económica Europea) y posteriormente en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York,
del 20 de junio de 1992 al 19 de junio de 1993.32 La Convención entró en vigor el 21 de marzo de
1994 y actualmente son Partes en la misma 192 Estados y la Unión Europea. (Ruíz, 2013)
2.3.2. Objetivos y principios
La Convención marco de las Naciones Unidas sobre cambio climático, tal como indica su propio
título, trata de establecer un marco normativo e institucional para afrontar el problema de que se trata,
dejando para más tarde la adopción de medidas más concretas a tal efecto. Se trata, pues, de una
“Convención marco”, que establece las bases acordadas por las Partes para combatir el cambio
climático, pero cuyo contenido normativo concreto es limitado (y relativamente impreciso), aunque
contiene algunas obligaciones mínimas.
El objetivo de la Convención, se enuncia en su Art. 2, que dice así:
El objetivo último de la presente Convención y de todo instrumento jurídico conexo que
adopte la Conferencia de las Partes es lograr la estabilización de las concentraciones de gases
de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas
peligrosas en el sistema climático. Ese nivel debería lograrse en un plazo suficiente para
permitir que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, asegurar que la
producción de alimentos no se vea amenazada y permitir que el desarrollo económico prosiga
de manera sostenible.
Como puede observarse, los objetivos contemplados son relativamente modestos e
imprecisos, pues solo tratan de “estabilizar” las concentraciones de gases de efecto
invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en
el sistema climático “en un plazo suficiente” para permitir la adaptación al cambio climático
que se produzca.
Las medidas que adopten las Partes para lograr este objetivo deben inspirarse en una serie de
principios, que recogen varios de los pronunciamientos esenciales de la Declaración de Río
de 1992, y se enuncian en el Artículo 3.
Los principios que deben guiar a las Partes incluyen diversos elementos importantes tales como la
protección del sistema climático en beneficio de las generaciones presentes y futuras, las
responsabilidades comunes pero diferenciadas de las Partes, la aplicación del principio de precaución,
el derecho al desarrollo sostenible y la promoción de un sistema económico internacional abierto y
propicio de tal modo que las medidas adoptadas para combatir el cambio climático no deberían
constituir un medio de discriminación ni una restricción encubierta al comercio internacional. En esta
prolija enumeración se echa en falta una referencia al principio de “internalización de los costos
ambientales” o de que “quien contamina paga”, así como al uso de instrumentos económicos y de
mercado, ya que estos elementos económicos juegan un papel importante en la aplicación de la
Convención y sus instrumentos jurídicos conexos, especialmente en lo que concierne a los
“instrumentos de flexibilidad” contemplado en el Protocolo de Kioto.
2.3.3. Obligaciones diferenciadas de las Partes
Los compromisos de las Partes se enuncian en el artículo 4 de la Convención, cuyo texto ilustra
paladinamente las dificultades encontradas para conciliar las divergencias existentes entre los Estados
negociadores. La Convención, en aplicación del principio de las responsabilidades comunes pero
diferenciadas, y tal como habían hecho ya otros Tratados anteriores, establece un régimen asimétrico
de obligaciones y derechos formulando compromisos diferenciados para las diversas categorías de
Partes.
En nuestra opinión, son tres los principios fundamentales en el estudio de la Convención Marco del
Cambio Climático. A saber, ellos son:1) el Principio de Responsabilidades Comunes pero
Diferenciadas; 2) El Principio de Desarrollo Sostenible; 3) el Principio Precautorio.
Sin duda alguna los países que contaminaron más el medio ambiente (por ejemplo, en caso del cambio
climático, los Estados que han generado más carbono por sus modelos de industrialización) están
llamados a aportar más en la solución de estos problemas. Vale decir a contribuir financiera y
tecnológicamente más en estos temas. Aunque hay que reconocer que la solución es global y que sin
el apoyo de los países en desarrollo no se podría enfrentar adecuadamente la amenaza del Cambio
Climático.
La CMNUCC (1992) reconoce este principio en su artículo 3.1 cuando señala “Las Partes debería
proteger el sistema climático en beneficio de las generaciones presentes y futuras, sobre la base de
la equidad y de conformidad con sus responsabilidades comunes pero diferenciadas y sus respectivas
capacidades. En consecuencia, las partes que son países desarrollados deberían tomar iniciativa en lo
que respecta a combatir el cambio climático y sus efectos adversos”.
Este principio nos dice que todos tenemos responsabilidades que asumir sobre los problemas de
contaminación y deterioro ambiental, pero también que el tipo y magnitud de dichas
responsabilidades es diferente entre nosotros. No todos hemos contribuido en la misma proporción ni
por los mismos motivos. Las exigencias de protección del medio ambiente, defendidas principalmente
por los países desarrollados, frente a las necesidades de los países en vías de desarrollo encuentran su
equilibrio mediante el reconocimiento jurídico de la distinta contribución de los Estados a la
degradación del medio ambiente mundial, especialmente la de los Estados desarrollados por las
presiones que sus sociedades ejercen en el medio ambiente mundial y de las tecnologías y los recursos
financieros de que disponen.
El principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas comprende dos elementos
fundamentales. El primero hace referencia a la responsabilidad común de los Estados en la protección
del medio ambiente, o partes de éste, en un contexto nacional, regional o global. El segundo se refiere
a la necesidad derivada de las diferentes circunstancias, particularmente de la contribución de cada
Estado a la evolución de un determinado problema y su habilidad para prevenir, reducir y controlar
sus repercusiones sobre el medio ambiente. La responsabilidad común describe no sólo la
contribución de los Estados, en diferente medida a la degradación ambiental, sino también las
obligaciones compartidas entre dos o más Estados con el objetivo de proteger un determinado sector
ambiental de interés común. La responsabilidad común se aplica en el ámbito de un recurso
compartido, que no se encuentra bajo el control o bajo la jurisdicción soberana de algún Estado, pero
que representa objeto de un interés especial entre la generalidad de Estados, como la biodiversidad,
en términos de interés común de la humanidad. (CERDA, 2016)
La responsabilidad diferenciada se dirige más a promover la igualdad sustancial entre los Estados
desarrollados y en vías de desarrollo en un determinado ámbito ambiental, que el logro de la igualdad
formal. El objetivo es asegurar que los Estados en vías de desarrollo puedan cumplir, a largo plazo,
con sus compromisos jurídicos internacionales en materia de protección del medio ambiente. No
obstante, la responsabilidad diferenciada se concreta en obligaciones jurídicas diferentes. De entre las
técnicas disponibles en la responsabilidad diferenciada se incluye la posibilidad de establecer plazos
temporales más amplios en el cumplimiento de los objetivos o el cumplimiento tardío u objetivos
menos exigentes en relación con los demás Estados.
Se habla al respecto de las ¨dimensiones¨ del desarrollo sostenible. Una de las comprensiones básicas
de la discusión sobre desarrollo sostenible es que para conceptuar y poderlo realizar es imprescindible
un enfoque estratégico integral de las diferentes dimensiones. Enseguida se explican algunos
elementos de las dimensiones mencionadas.
La dimensión social
En la dimensión social de la sostenibilidad se trata de definir los principios para crear relaciones y
condiciones sociales justas en un país o en una sociedad. En el centro del enfoque se encuentran los
bienes sociales básicos que son vistos como imprescindibles para una sociedad justa. Entre ellos se
encuentran bienes individuales, como la vida misma, la salud, la satisfacción de las necesidades
básicas (alimentos, vestido, vivienda, derechos políticos elementales), y recursos sociales, como son
la tolerancia, la solidaridad, la capacidad de integración social, la orientación hacia el bien común, el
sentido de derecho y justicia y las condiciones para una vida digna individual; son descritos
ampliamente como derechos humanos. La satisfacción de las condiciones básicas de la vida permitiría
al individuo desarrollar sus capacidades para diseñar activa y productivamente una vida segura, digna
y autónoma (Kopfmüller et al., 2001).
La dimensión económica
El sistema económico es uno de los sistemas parciales de la sociedad. Está compuesto por los actores
principales (hogares, empresas y el Estado). Su objetivo y función es la producción de bienes y
servicios, de permitir con los ingresos la satisfacción de las necesidades materiales de los miembros
de la sociedad, de asegurar la existencia de una sociedad y de contribuir al bienestar de la población
y de la sociedad como un todo. El proceso económico es determinado por las condiciones y normas
de un sistema económico específico (economía de mercado o planificada, por ejemplo), la
combinación de los factores de producción (trabajo humano recursos naturales capital creado por el
hombre conocimientos), la distribución de los recursos e ingresos entre los actores y las condiciones
específicas del tamaño de la población (geográficas y climáticas de un país o de una región). Con
respecto al desarrollo sostenible, el principio económico (en la economía de mercado) dice que la
producción se debe realizar con el mínimo de insumos y costos; bajo criterios ambientales se debe
evitar despilfarros de insumos, un postulado importante conocido como “eco-eficiencia”.
En lo relativo al Cambio Climático, esto también ha sido reconocido en la “Declaración del XVI
Comité Andino de Autoridades Ambientales “ reunidos en Santa Cruz (Bolivia), el 30 y 31 de marzo
de 2007 cuando señala que “El Cambio Climático es uno de los problemas más importantes del siglo
XXI, que sin duda agrava las condiciones de pobreza en las que viven más de la mitad de nuestras
poblaciones, condición que nos obliga a actuar para enfrentar los retos del Cambio Climático a través
de las iniciativas que contribuyan a la erradicación de la pobreza y la promoción del desarrollo
sostenible”
El elemento central en este concepto es el de anticipación, “reflejando una necesidad por hacer
efectivo las medidas ambientales basadas sobre acciones que se toman a largo plazo y las cuales
podrían predecir cambios en las bases de nuestros conocimientos científicos”
No se trata pues de cualquier tipo de impacto ambiental negativo, son actividades que nos confrontan
con posibles situaciones límite de las que, muchas veces, no hay retorno, como la extinción de alguna
especie, hábitat o ecosistema; o la interrupción, alteración o modificación de los procesos ecológicos
esenciales. Todo lo cual pone potencialmente en severo riesgo el equilibrio de los hábitats, los
ecosistemas o la propia biosfera.
Las medidas que se adopten para conjurar o mitigar los potenciales riesgos se adoptarán previa
evaluación del impacto en términos económicos, sociales, ambientales y de salud. Es decir, debe
evaluarse en cada uno de estos campos los costos y los beneficios que supondría aplicar tales medidas
prohibitivas o restrictivas; así como los que se derivarían de la inacción.
En ello está implícito que la restricción o prohibición de actividades potencialmente riesgosas no debe
suponer afectaciones a bienes superiores. Un caso que permite entender esta dimensión es el reclamo
que los países del Sur de África (Zimbabue, Namibia y Botsuana) han realizado en la COP - 9 de
CITES respecto al traslado de sus poblaciones de elefantes del Apéndice I (que prohíbe
completamente el comercio de especies listadas) al Apéndice II (que permite el comercio dentro de
parámetros especificados); mientras CITES ha establecido que en aplicación del principio precautorio
los elefantes deben seguir en el apéndice 1, estos países alegan que los temas de la sostenibilidad y
bienestar humano necesitan ser colocados en primer plano. El reclamo entonces parece ser que CITES
no ha realizado un adecuado análisis costo- beneficio, pues una saca controlada de elefantes
contribuiría a solucionar los agudos problemas económicos, y por ende sociales, de las comunidades
que comparten territorio con la población de esta especie.
Las medidas deben ser equiparadas con el nivel de protección deseado. Así, en ciertos casos una
prohibición total sería la única respuesta posible; en otras situaciones medidas menos radicales
resultarían más apropiadas, como por ejemplo exigir mayor investigación o informar al público de
manera inequívoca acerca de los posibles riesgos.
Las medidas deben estar sometidas a revisión científica y si de tal examen se concluye que el peligro
de daño no es grave o irreversible, la prohibición o restricción debe ser levantada o, en su caso,
modificada. De igual modo, si los indicios sustanciales indican un riesgo mayor, la adopción de
medidas más severas se hará en consecuencia.
Del mismo modo, con el propósito de poder llevar a cabo las metas establecidas en este protocolo, se
han establecido tres mecanismos que contribuirán a la reducción de las emisiones de los GEI´s los
cuales son:
De estos tres mecanismos el MDL es el único que tiene aspectos muy interesantes para los países en
desarrollo- incluido el Perú- sobre todo, por su posible contenido de inversiones y financiamiento
futuro en medio ambiente
Sobre el protocolo de Kioto, no se equivocaba Geoffrey lean, cuando menciono que “el mundo estaba
dando los primeros pasos (en temas ambientales) con el protocolo de Kioto”, documento que trata de
los temas del cambio climático, también denominado “efecto invernadero”. No debemos ocultar, que
en la elaboración del protocolo de Kioto hubo duros enfrentamientos entre la unión europea, los
estados unidos de américa y Japón por el tema de los mecanismos y medidas que deberían
implementarse.
Este motivo que, en el texto final del protocolo, se recogieran metas que, aunque moderadas
implicaban tocar directamente intereses industriales e involucrar a estos- sobre todo a las empresas
multinacionales- en la reducción de las emisiones de gases de “efecto invernadero”. En particular,
cuando está demostrado que el “efecto invernadero” tiene como causas principal la industrialización
y los patrones de consumo insostenibles de muchos países desarrollados.
Esto debería ser tenido siempre en consideración en el momento de negociar acuerdos ambientales
relativos al cambio climático.
Pero no solo los estados industrializados son los que han venido provocando el calentamiento de la
tierra, porque: “las emisiones de dióxido de carbono se dispararon en los países en desarrollo entre
1990 y 1995: un 28% en china y en india; y un 39% en indonesia”. En general, “el cambio climático
se está dando a un ritmo muy rápido, con un aumento en la temperatura global promedio de 0.4 grados
Celsius en los últimos cuarenta años”.
Por ello como ya hemos mencionado, el protocolo fue muy claro en establecer un compromiso por el
cual los países industrializados “ se comprometen a reducir, para el periodo de 2008-2012, el total de
sus emisiones de gases de efecto invernadero por lo menos en un 5 % en relación con los niveles de
1990”, aun cuando se sabe que: 2 de cumplirse los compromisos del protocolo, podría haber una
contracción en la demanda internacional y una consecuente reducción de precios( de los
combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas natural)
De otro lado, permite a los estados y organismos internacionales enfocarse en otro factor tan
perjudicial como “la pobreza (que) golpearía de manera más dura a los más pobres y profundizara las
desigualdades”, porque el cambio climático: “afectara la distribución de ecosistemas y en circuito de
retroalimentación negativa, contribuirá a la reducción de la cobertura forestal lo cual a la vez
aumentara la liberación de carbono a la atmosfera”
Aquí tanto el norte industrializado como el sur en desarrollo tienen “responsabilidades comunes pero
diferenciadas”. Más aun, como reconoció John Prescott MP, Vice primer ministro y secretario de
estado para medio ambiente, transporte y las regiones del reino unido, el mundo desarrollado en
responsable de la situación en que nos encontramos hoy: “debemos dar ejemplo en limpiarlo”. Según
el, por ejemplo.” Reducir las emisiones de las empresas también contribuirá a hacer más eficiente la
industria en el reino unido, creará nuevos empleos y abrirá mercados nuevos”.
No obstante, el protocolo de Kioto no ha previsto ningún sistema de sanción para los países que lo
incumplan. Asimismo, este documento no cuenta, por ahora, con el respaldo de los mayores emisores
de gases invernadero en el mundo, especialmente los estados unidos. Quien inicialmente suscribo el
acuerdo, pero que luego retiro su firma del documento, señalando así su oposición a este, y
enfatizando su respaldo a algunas industrias energéticas del país del norte. Aunque debemos
reconocer que esta postura ha sido modificada por el actual presidente de los estados unidos, al lanzar
un plan para el cambio climático en ese país.
Con pocos o muchos intereses de por medio, el protocolo de Kioto, tendría que ejecutarse cabalmente
para que los planes de desarrollo sostenible global tengan un sustento real y contundente. Igualmente,
para que al menos se muestre un interés de la comunidad internacional para solucionar este problema.
No podemos hablar de eliminar la pobreza cuando sobre la tierra se ciernen diversas amenazas, entre
ellas, la de calentamiento global.
Del mismo modo las reuniones en Kioto demostraron que el desarrollo industrial y económico puede
ir de la mano de medidas tendientes a velar por la conservación del medio ambiente. Cuando las
p0otencias industrializadas trat5aron de obviar esto, apareció en la arena internacional un nuevo actor
que ya se conocía, pero cuyo verdadero poder recién se estaba dando a conocer: la sociedad civil, que
ha obligado a los estados desarrollados a adoptar medidas en beneficio del planeta y para mitigar el
cambio climático.
Los mecanismos que establece el protocolo de Kioto para la reducción de gases de efecto invernadero
son tres:
1. Comercio de emisiones
2. La implementación conjunta
13.2. CONCEPTO:
Para evitar que las partes vendan en exceso los diferentes tipos de unidades, y se vean
imposibilitados para cumplir los compromisos de Kioto, cada una de las Partes del Anexo I tiene la
obligación de crear lo que se conoce como Reserva del Período de Compromiso, esta consiste en:
“mantener un nivel mínimo de unidades de emisión, que quedan excluidas del Comercio de
Emisiones” (Aires, 2003). Si alguna de las Partes incumple con esta reserva, se le prohibirá vender
unidades hasta que restaure, en un plazo de 30 días, los niveles exigidos.
Las cuotas de emisión asignadas por Kioto (sólo en caso de que hayan cumplido su objetivo).
Emisiones procedentes de la Aplicación Conjunta y de los Mecanismos de Desarrollo Limpio.
Bajo este régimen, los países parte del Protocolo, o aquellas personas jurídicas a las que éstos
hayan autorizado, pueden intercambiar en el mercado, los distintos tipos de unidades contables
reconocidos por el Protocolo de Kioto, es decir: p
Los países que emitan por debajo del límite impuesto por el Protocolo de Kioto pueden vender su
excedente de unidades de carbono a aquellos países que lo excedan. Este mercado tiene su apertura
oficial prevista para el 1 de enero de 2008. Sin embargo, ha empezado ya a funcionar un mercado
paralelo en el ámbito de la UE el 1 de enero de 2005, a través del Sistema Europeo de Comercio de
Emisiones ("European Trading System" o ETS).
Sin embargo, se estima que, a mediados de 2004, a pesar de no haber entrado en vigor el ETS, ya
se habían comercializado más de 2,5 millones de derechos de emisión (cada uno de ellos equivalente
a una tonelada de emisiones de gases CO2), a precios de entre 3 y 13 dólares por tonelada, y la cifra
previsiblemente se duplicará este año. Ello sin contar con las unidades de carbono comercializadas
fuera del ETS, es decir aquellos dados en contratos bilaterales o bajo los sistemas organizados por
otros países.
Por tanto, países como el nuestro, deben aceptar que el carbono es un negocio seguro y entender
que es tiempo de involucrarnos al Protocolo de Kioto, porque estamos obligados a reducir las
emisiones de gases causantes del efecto invernadero y este acuerdo internacional permitiría conseguir
beneficios económicos e inversiones para el desarrollo económico y social de nuestro país.
13.4. OBJETIVOS:
El uso de este mecanismo, contemplado en el Protocolo, tiene diferentes objetivos como:
13.4.1. Permitir a las partes que integran el Protocolo de Kioto adquirir créditos de otras para alcanzar,
de forma eficiente, desde el punto de vista económico, los compromisos adquiridos en Kioto. De esta
manera, los países que reduzcan sus emisiones más de lo comprometido podrán vender los créditos
de emisiones excedentarios a los países que consideren más difícil u oneroso satisfacer sus objetivos.
13.4.2. Evitar las ventas en exceso, de esta forma cada parte incluida en el anexo I debe mantener un
nivel mínimo de créditos en todo momento, en la cual se hace referencia a la llamada “reserva
correspondiente al período de compromiso” (Benito, 2005).
13.4.3. Permitir que los países industrializados puedan llevar a cabo proyectos de reducción de
emisiones en países que no tienen fracciones de cantidades atribuidas (países en vías de desarrollo),
si es que los proyectos se orientan hacia el desarrollo sostenible y si son adicionales y aumentar las
emisiones y el uso de las reducciones procedentes de un país sin obligaciones.
CAPÍTULO XIV:
IMPLEMENTACIÓN CONJUNTA
14.2. CONCEPTO:
La aplicación conjunta es un programa previsto en el Protocolo de Kioto que permite a los países
industrializados cumplir parte de sus obligaciones de recortar las emisiones de gases de efecto
invernadero pagando proyectos que reduzcan las emisiones en otros países industrializados. En la
práctica, ello significará probablemente la construcción de instalaciones en los países de Europa
oriental y de la antigua Unión Soviética, es decir las economías en transición, pagadas por países de
Europa occidental y América del Norte (Serra, 2010).
Debemos tomar en cuenta que el Protocolo de Kioto tiene su versión española oficial en la
normativa publicada en el Diario Oficial de la Unión Europea, sin embargo, se ha preferido mantener
las siglas inglesas pues, al tratarse de valores que se negociarán en mercados financieros, es probable
que la implantación de mercados sea la inglesa.
Entonces, la aplicación conjunta se refiere a que un país desarrollado invierte en otro país
desarrollado en un proyecto que implique una reducción de emisiones o un aumento de la absorción
de los sumideros. Se debe tomar en cuenta que:
14.3.1. El país inversor: Obtiene certificados para reducir emisiones a un precio menor del que le
habría costado en su ámbito nacional.
14.4. CARACTERÍSTICAS:
14.4.1. Los gobiernos patrocinadores recibirán créditos que podrán aplicar a sus objetivos de emisión;
las naciones receptoras obtendrán inversión extranjera y tecnología avanzada. Este sistema presenta
ventajas, como la flexibilidad y la eficiencia. Muchas veces es más barato realizar obras de eficiencia
energética en los países en transición, y conseguir mayores recortes de las emisiones de esa manera.
La atmósfera se beneficia independientemente del lugar donde ocurran estas reducciones.
14.4.3. Una fase piloto iniciada en 1995 permitía a los países conseguir experiencia en la cooperación
e intercambio de tecnología. La mayor parte de los numerosos proyectos piloto llevados a cabo no se
traducirán en créditos en el marco del Protocolo, pero los planes iniciados después del 1 de enero de
2002 que reúnan todos los requisitos pueden registrarse en el marco del programa de aplicación
conjunta.
14.4.4. Si los países industrializados no han establecido todavía registros aprobados y sistemas de
inventario de los gases de efecto invernadero, pueden realizar proyectos de aplicación conjunta en el
contexto del proceso de “segundo nivel” que supone una mayor supervisión internacional. Esta
supervisión, que puede asignarse a empresas privadas, garantizará que las emisiones se reduzcan de
hecho, y certificará hasta qué punto lo consigue.
En 1992 las Naciones Unidas reconocieron que existe evidencia de que la actividad humana está
afectando la temperatura del planeta, debido al incremento en la concentración de gases de efecto
invernadero (GEI) en la atmósfera, y para intentar frenar este problema se estableció la Convención
Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC), de la cual el Perú es miembro.
En reuniones posteriores se firmó el Protocolo de Kioto (PK), por medio del cual los países
desarrollados y economías en transición se comprometen a reducir las emisiones de GEI en un
promedio de 5.2% con respecto a 1990 para el periodo de compromiso 2008-2012. Para lograr este
objetivo, se crearon mecanismos de mercado que aminoran el costo de implementación de las
medidas. Uno de estos es el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), el cual permite que los países
con metas de reducción de emisiones de GEI, puedan adquirirlas de proyectos ejecutados en países
en desarrollo. Perú ha ratificado el Protocolo de Kioto, por lo que se puede beneficiar de este
mecanismo.
El Protocolo de Kioto estableció tres mecanismos flexibles, uno de ellos es el MDL, para ayudar a
los países a cumplir con sus compromisos cuantificados de limitación y reducción de las emisiones
contraídas, ayudar a los países no incluidos en el Anexo I de la CMNUCC a lograr un desarrollo
sostenible y contribuir al objetivo último de la CMNUCC.
Por consiguiente, MDL, es un mecanismo que habilita a un país que está considerado en el Anexo I
de la CMNUCC a financiar proyectos para reducir emisiones de GEI en los países no considerados
en el Anexo I o países en vías de desarrollo para que alcancen sus objetivos de reducción de emisiones.
Permitiendo la creación, adquisición y transferencia de Certificados de Reducción de Emisiones
(CERs).
El MDL, trae consigo beneficios tanto para el país inversor como para el país anfitrión; así el primero,
adquiere créditos de emisión a través de proyectos en los países no considerados en el Anexo I; y, el
segundo, recibe inversiones extranjeras y transferencia de tecnología más eficiente y avanzada que la
propia.
La entidad encargada de supervisar el correcto desarrollo del MDL, es la Junta Ejecutiva (JE), que
está bajo la autoridad y directriz de la COP/MOP. La JE brinda recomendaciones a la COP/MOP
sobre las futuras modalidades y procedimiento para el MDL; además tiene la potestad entre otras de
aprobar nuevas metodologías relacionadas a la identificación y determinación de la línea de base y el
diseño de los planes de monitoreo; revisar las disposiciones sobre proyectos de pequeña escala;
acreditar a la Entidad Operacional Designada (EOD); desarrollar y mantener el registro del MDL y
aceptar formalmente como proyecto MDL a una actividad validada y registrada. Todas las actividades
detalladas relacionadas a la Junta Ejecutiva, así como decisiones, procedimientos, metodologías y
normas se pueden descargar de la página web de la CMNUCC.
CONDICIONES DE ELEGIBILIDAD
Todo proyecto que desee ser calificado como MDL requiere cumplir con las siguientes condiciones:
Se debe alcanzar reducciones de GEI reales (CO2, CH4, N2O, SF6, PFC y HFC23), que se puedan
medir.
Para ello es necesario establecer la Línea Base de una actividad de proyecto MDL, la cual es el
escenario que razonablemente representa las emisiones de GEI que hubieran ocurrido en la ausencia
de la actividad de proyecto propuesta.
El promotor del proyecto debe demostrar que dicho proyecto se desarrolla en forma voluntaria.
El país anfitrión, país donde se desarrolla el proyecto MDL, se beneficia al recibir inversiones
extranjeras y transferencia de tecnología más eficiente y avanzada que la propia.
El proyecto deberá tener un periodo de acreditación limitado, teniendo dos opciones: i) renovable,
teniendo tres periodos de siete años y; ii) mixto, por un periodo de diez años.
Los principales organismos y entidades que dan la calificación de MDL a un proyecto son:
Ente de las Naciones Unidas, encargado de la supervisión de toda actividad de proyecto MDL. Dentro
de sus funciones esta:
Organismo designado por un país que ha ratificado el Protocolo de Kioto, que en el caso del Perú es
el Ministerio del Ambiente, con la responsabilidad de supervisar y aprobar toda actividad relacionada
con el MDL que sea llevada a cabo en dicho país.
Certifica que la participación del país inversor es voluntaria y, en el caso de los países donde las
actividades serán implementadas (país anfitrión), que estas actividades contribuyen a su desarrollo
sostenible.
En el Perú, existen dos instituciones principales que trabajan en el tema MDL: el Ministerio del
Ambiente (MINAM), el cual fue creado el 14 de mayo de 2008, mediante el Decreto Legislativo N°
1303 como la entidad rectora del sector ambiental nacional, que coordina acciones con el gobierno
central, los gobiernos locales, regionales; y el Fondo Nacional del Ambiente (FONAM), creado por
Ley N° 26793 en el año 1997, como entidad promotora y de apoyo al financiamiento de las
inversiones ambientales, que incluye la promoción del MDL.
Ambas entidades tienen un rol principal en el desarrollo y consolidación del MDL en el Perú.
Dado que contamos con una institucionalidad con roles claramente definidos, muy bien capacitada,
ágil y promotora, el país ha sido calificado como uno de los principales países destino para invertir
en la ejecución de proyectos MDL.
Existe a su vez una red de actores involucrados en el desarrollo del MDL en el Perú, los cuales generan
sinergias con el MINAM y el FONAM para la difusión, identificación, promoción y ejecución de
proyectos MDL en el país.
OBJETIVOS PRINCIPALES
Ayudar a los países desarrollados (Anexo I) a cumplir sus metas de reducción de emisiones de GEI.
Las reducciones de emisiones de GEI provenientes de los proyectos se miden en toneladas de CO2
equivalente, y se traducen en certificados de emisiones reducidas (CERs), los cuales pueden ser
vendidos en el mercado de carbono a países industrializados, a fin de contribuir a que estos últimos
cumplan con parte de sus compromisos de reducción y mitigación de las emisiones de GEI, y al
mismo tiempo contribuyan al desarrollo sostenible en los países en vías de desarrollo.
El país donde se realice el proyecto debe tener una Autoridad Nacional Designada para el MDL.
La reducción de las emisiones debe ser adicionales a las que se producirían en ausencia de la actividad
del proyecto certificada.
El flujo de ingresos provenientes de la venta de los CERs permite mejorar la rentabilidad del proyecto
y sus estados financieros.
Se logra el acceso a fondos verdes o de responsabilidad social, que están buscando oportunidades de
inversión en Latinoamérica.
Cumplir con todas las exigencias que demanda la Junta Ejecutiva del MDL.
.
CONCLUSIONES
PRIMERA: El calentamiento global supone cambios graves en el planeta, como el aumento del nivel
del mar, fenómenos atmosféricos extremos, deforestación, desaparición de especies… Pero como
individuos podemos poner en marcha pequeñas acciones más sostenibles dentro de nuestra
comunidad que ayuden a frenarlo y a cuidar el medio ambiente.
SEGUNDA: El fenómeno del cambio climático, resultante de un proceso de calentamiento global
que resulta incrementado por las emisiones antropógenas de gases de efecto invernadero, representa
un desafío que afecta gravemente el futuro de la humanidad.
TERCERA: Los efectos probables de este fenómeno resultan especialmente temibles no solamente
por la envergadura de sus impactos sino por el carácter relativamente indeterminado y aleatorio de
los mismos. Se trata pues de un problema pendiente, global y grave cuya solución interesa a todos los
miembros de la Comunidad internacional.
CUARTA: Ante semejante desafío, el Derecho internacional ha tenido que reaccionar buscando
soluciones solidarias e imaginativas que respondan a los nuevos problemas globales con instrumentos
y mecanismos jurídicos adaptados a esta realidad.
QUINTA: Dado que contamos con una institucionalidad con roles claramente definidos, muy bien
capacitada, ágil y promotora, el país ha sido calificado como uno de los principales países destino
para invertir en la ejecución de proyectos MDL.
SEXTA: Si no reducimos los gases de efecto invernadero de manera inmediata, sobrepasaremos
nuestra capacidad de adaptación al cambio climático en la segunda mitad de este siglo. El IPCC ha
dejado claro que la adaptación por sí sola no será suficiente. Si seguimos por este camino, en 2050
los riesgos en la seguridad alimentaria de muchos países superarán “la capacidad adaptativa prevista”.
Esto implica que poco se puede hacer para prevenir los daños irreversibles en la producción de
alimentos o en el acceso a los mismos por parte de la población.
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