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Compañía de Jesús: 450 años al servicio de la justicia social

Para empezar, desde 1568, con la llegada de la Compañía de Jesús al

Perú, la misión jesuita gira entorno a un objetivo: evangelizar a los pueblos

nativos de cada lugar. Lo primero que hicieron fue intentar romper la barrera

entre los españoles y los indígenas, el idioma; esforzándose mucho por llegar a

entender los idiomas de los nativos para poder comunicarse con ellos y

evangelizarlos. Al llegar, debieron adaptarse y adaptar sus costumbres y

creencias europeas a las creencias y culturas del “nuevo mundo” donde iban a

instalarse.

El método de evangelización jesuita distaba mucho de los métodos usados

anteriormente: ellos consideraban necesario entender primero la cultura del

grupo en el que se involucraban, para después lograr la evangelización del

mismo. Posteriormente, la orden jesuita fue expulsada de los territorios de la

Corona, para volver muchos años después, hasta convertirse en lo que es ahora:

una Orden al servicio de la población, con iglesias, colegios y universidades en

donde conviven la fe, la educación y el sentido de justicia. Se hallaron frente a

situaciones que no conocían: desde los rituales y la cotidianidad indígena, hasta

la explotación por parte de los occidentales hacia los aborígenes. No podían,

desde luego, ser indiferentes ante esta situación de abuso, por lo que podemos

decir que el concepto de justicia social estuvo presente siempre en sus

principios. De aquí se desprende nuestro primer argumento, y es necesario ,

entonces,, citar las palabras del SJ Juan Dejo Bendezú: “A nivel espiritual, los

jesuitas desarrollaron una sensibilidad de vida religiosa distinta a la europea, ya

que vivieron su relación con lo divino a partir de su relación con la población


aborigen. La cercanía con aquellos que eran vistos como marginados,

desplazados y a veces abusados por el sistema político del conquistador, les

hizo acentuar sus políticas de protección e inducción en los valores cristianos

como una manera de paliar las deficiencias del sistema colonizador. Para

muchos, vivir al lado de los indígenas significó una profunda experiencia

espiritual, un real encuentro con Dios” (Dejo. 2008: 255-256)

La relación entre los miembros de la Compañía de Jesús y los ciudadanos

más necesitados es el eje clave para el desarrollo de su misión de justicia y fe,

porque ¿quiénes mejores que los jesuitas, quienes desde hace varios siglos se

han involucrado con las comunidades andinas y amazónicas, para entenderlos

y lograr que se sientan protegidos bajo su fe y, también, salvaguardados por la

justicia que muchas veces no encuentran en las instituciones? Es, si lo vemos

de cierto modo, una manera de edificar su fe católica en base a proyectos

sociales que a su vez velen por la calidad de vida de cada población.

Cuando hablamos de educación en valores, nos referimos a ejemplos

concretos dentro de la misión jesuita; esta labor, en el Perú, si bien se erige

desde la educación cristiana, los programas sociales que dirigen bajo la dirección

de la Compañía de Jesús inculcan los valores cristianos, además, sobre todo en

su trabajo con niños y jóvenes de los lugares más alejados del país. Los valores,

de esta manera, se convierten en parte del segundo argumento de este ensayo.

Así, podemos citar lo mencionado por Vicentello respecto a la solidaridad en los

trabajos jesuitas: “La solidaridad es, pues, más que ayuda, una cooperación; más

que paternalismo, una fraternidad; más que dar, compartir; más que una meta,

un camino; más que adultez, juventud y más que sentimentalismo, una pasión

razonable por el hombre y su desarrollo pleno. Creemos que esta vivencia se


fortalece y consolida con las siguientes variables: acompañamiento dedicado

(personal y grupal), asentado en cuatro pilares: saber escuchar, ayudar a

discernir, hacer presencia, saber educar; un acompañamiento que le permita

reconocerse como sujeto, querido y parte de un proyecto mayor; que le ayude a

tomar las mejores decisiones para su vida en un serio discernimiento comunitario

simbólico y significativo, para vivenciar un espacio integrador de las dimensiones

fraccionadas de su existencia , y la configuración de su Mapa Vital (colectivo y

personal) con sentido y horizonte, que se plasme en nuevos y novedosos

proyectos de vida (personal) y proyectos comunes (colectivo). (…) Esta es la

perspectiva del voluntariado Magis, promovido por la Compañía de Jesús en el

Perú desde 2005” (Vicentello. 2012: 51-52) Bajo los valores cristianos, a

semejanza de Jesús, en este caso con la solidaridad, los jesuitas logran trabajar

con los niños y jóvenes, a quienes toman más en cuenta en sus programas, para

que estos sigan el camino de sus enseñanzas. Porque ¿quién más, sino los

jóvenes, son, como muchas veces hemos escuchados “el futuro del país”? En

este caso, serían el futuro de la misión jesuita. Es por ello que la visión de la

Compañía de Jesús siempre estuvo ligada a la educación, porque tenían en claro

que desde allí, con los más chicos, podían lograr las transformaciones que

buscaban para la sociedad. En esta transformación, a través de la educación y

los valores, destaca también el concepto de justicia social. Esto, en el sentido

de que, históricamente, los jesuitas siempre han luchado porque los más pobres

tengan una calidad de vida digna, oportunidades para educarse, conocer la fe,

el camino, y vivir plenamente sus derechos y su relación con Dios; tomamos

dicha lucha como nuestro tercer argumento.


Así lo entendemos, en palabras del SJ Josep Rambla: “Una serie de

elementos relativos a la pobreza de la Compañía y a la dedicación a los pobres

y personas en situación de indigencia humana que fundamentan la extensión de

esta espiritualidad hacia una opción preferencial por los pobres y la lucha por la

justicia. (…) Por lo tanto, hay que pasar de la letra al espíritu y destacar estos

elementos de la tradición ignaciana original que favorecen este paso hacia

adelante: la primacía absoluta del servicio de la fe, pero que incluye una especial

sensibilidad hacia los pobres en sus diferentes formas de pobreza y siempre para

ayudarlos.” (Rambla. 2015: 12)

Si bien todos somos hijos de Dios, y todos merecemos encontrar el camino

hacia Él, son las personas que se encuentran en pobreza quienes más lo

necesitan. Enfoquémonos, entonces, en los peruanos con menos oportunidades,

los cuales solo tienen la posibilidad de hallar oportunidades y encontrarse con

su fe, precisamente, en los programas que imparten los jesuitas en los distintos

lugares del país. La pobreza está ligada a la injusticia, y esta injusticia responde

al abandono del Estado y los diferentes gobiernos, frente a los reclamos justos

de las comunidades que parecen invisibles para ellos.

Podemos afirmar, entonces, que el trabajo de la Compañía de Jesús en el

Perú, desde hace cuatrocientos cincuenta y cinco años viene realizándose para

los más necesitados, porque en el país siempre existieron, llámense esclavos,

indios, campesinos, obreros explotados o comunidades ignoradas por sus

gobernantes. La Compañía de Jesús es una orden clave para entender la

relación de las poblaciones nativas con la fe católica; y cómo dicha fe ha logrado

que estas comunidades se sientan representadas bajo ella, además de encontrar


la justicia social que antes les era negada, por estar invisibilizadas para el Estado

y las instituciones oficiales.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

1. Dejo Bendezú, Juan. S.J. (2008) La mística de la acción de los primeros

jesuitas: Introducción a una historia de la espiritualidad colonial. Tesis

para optar por el grado de Magíster. Lima: PUCP. Recuperado de:

http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/handle/123456789/4756

2. Rambla, Josep. SJ. (2015) Espiritualidad ignaniciana y justicia social. En

Promotio Iustitiae. N° 119. 2015/3. Recuperado de:

http://www.sjweb.info/documents/sjs/pj/docs_pdf/PJ_119_ESP.pdf

3. Vicentello, Ze Everaldo (2012) Somos voluntarios. En Anuario 2012,

Jesuitas del Perú. Recuperado de:

http://www.jesuitas.pe/documentos/Anuario2012.pdf

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