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Apéndice a "la localización de la

experiencia cultural", 1967


'Me Location of Cultural Experience' (1967), en Playing and
Reality, Londres, Tavistock; Nueva York, Basic Books, 1971;
Penguin, 1974.

Desde que escribí el artículo "La localización de la experiencia cultural” fui sintiendo
gradualmente una necesidad imprevista de algo que correspondiese a la experiencia
cultural pero estuviese localizado dentro y no fuera. La redacción de este apéndice a
dicho artículo se basa en el material que me presentaron los pacientes, aunque al tratar
de ilustrar lo que quiero decir me fundo en mi experiencia personal.
Tal vez valga la pena mencionar que tengo una gran necesidad de sentarme sobre el
suelo, en un rincón oscuro de mi habitación, y quedarme dormido. Así sucedió mientras
trataba de averiguar qué era lo que yo quería formular. Me quedé dormido pensando que
quizás al despertar encontrase algún caso que pudiera ejemplificar en forma apropiada
el juego del garabato, y lo que resultó de esto me sorprendió. El sueño que tuve me dijo
qué era lo que yo intentaba formular, y al despertar, antes de abrir los ojos, estaba
convencido de que iba a estar mirando hacia la ventana; no obstante, supe desde luego,
tan pronto me puse a pensar, que estaba sentado mirando hacia el otro lado. Me concedí
un largo rato para obtener la sensación plena de esta experiencia especular.
A la postre, cuando sentí que ya había pasado el tiempo suficiente y lo supe con certeza
al sentir que si abría los ojos vería la ventana-, me di el lujo de la plena experiencia del
despertar, y me encontré mirando hacia el otro lado, de espaldas a la ventana.
Ahora tenía bien en claro a qué se refería lo que pasaba por mi mente, y me dirigí
enseguida al otro cuarto para dictar algo que lo formulase.
En mi artículo anterior enuncié la necesidad de un espacio potencial para localizar el
juego y la experiencia cultural en general. Deliberadamente quise dar la impresión de
que ese espacio potencial, en caso de existir, quedaría fuera de la línea divisoria entre lo
interno y lo externo. Ahora quisiera referirme al espacio potencial que queda dentro de
esa línea.
En el sueño que me ocupó intensamente durante el rato que me quedé dormido, yo
estaba viviendo una experiencia en una zona que llamo "mi club". Es algo que descubrí
hace poco. Apenas unos años atrás caí súbitamente en la cuenta de que durante muchos
años había estado viviendo en una especie de comunidad situada en el lado onírico de la
vigilia, pero que no era sin embargo material onírico. Una vez que recordé esta clase de
sueños pude remontarme hasta sus inicios, aunque hasta la fecha en que comencé a
recordarlos jamás los había traído a la conciencia.
Esta manera de soñar se inició quizá treinta o cuarenta años atrás, y la llamo "mi club"
por dos razones. Una es que por esa época yo dejé de pertenecer al [club] Ateneo y la
otra es que la clase de sueños a que me refiero siempre versaron sobre un club.
Recuerdo la época en que estaba soñando y viajé hasta la costa meridional y allí
descubrí, probablemente entre las colinas de las tierras bajas del sur, una gran casa que
parecía vacía, o al menos inaccesible para mí. Muy gradualmente, con el curso de los
años, este lugar de mis sueños se fue convirtiendo en una comunidad en la que pude
ingresar. Sus habitantes crecieron, desarrollaron relaciones, cambiaron, y en general este
club me dio un enorme sentido de estabilidad, que guarda gran correspondencia con el
uso que hace la gente de un club como el Ateneo.
Jamás intenté hacer uso de este material, salvo para aludir a él humorísticamente a veces
cuando alguien me preguntaba en qué había estado soñando, y yo respondía: "Estuve en
mi club". En la experiencia que tuve inmediatamente antes de dictar estas palabras,
corría una aventura sumamente vívida, en la que salía del club con amigos de toda clase
para visitar un lugar que quedaba fuera de él. La noche anterior había tenido un sueño
en el que íbamos en varios grupos, usando diversos automóviles, a otro
club donde presuntamente yo tenía que pronunciar una conferencia. No me gustó nada
comprobar que llegábamos tarde, y que se esperaba que concurriéramos vestidos como
para una velada nocturna y la anfitriona se lamentaba de mi andrajoso
aspecto.
Habitualmente la vida en el club y sus alrededores no es desagradable, pero en esta
oportunidad me puse contento de despertar, ya que mi conferencia ni siquiera iba a ser
buena teniendo en cuenta la confusión que rodeó los preparativos. La muy vívida
excursión en la que partíamos del club, experienciada antes de resolver escribir al
respecto, era en alguna medida continuación de lo acontecido en el club la noche previa.
Cuando reflexiono un poco sobre el asunto, veo que tiene cierta relación con el sueño
profundo; parecida a la que tiene lo que normalmente llamamos el fantaseo de los niños,
en especial porque ese soñar es hasta cierto punto manipulado, y por cierto jamás va a
contener las grandes excitaciones y angustias propias de un verdadero sueño.
En esta clase de soñar hay una muy definida continuidad temporal, y en -lo que
respecto- a su localización, debo situarlo, con respecto -a la línea que sepárala vigilia
del soñar, del lado del dormir. Sin duda, guarda relación con el mundo de fantasía en
desarrollo de un novelista.
Es como si merced a esta experiencia yo supiera cómo sería ser John Galsworthy
mientras La saga de los Forsyte se desarrollaba en, forma continua en su mente en el
curso de varios años, con personajes que tenían una personalidad y características, y aun
enfermedades, bien definidas. Y pude entender muy bien la necesidad de un autor de
escribir estas experiencias y publicarlas en forma de novela. Nuestro espíritu se
sobrecoge al pensar qué tipo de club, o algo que correspondiese- a un club, habrá
poblado la mente de un Tolstoy, y cuán grande debe haber sido la necesidad de escribir
de ese hombre, de modo tal que los personajes pudieran crecer y evolucionar y morir, y
no convertirse en un tremendo bloqueo de la vida psíquica del autor.
En mi caso, no hay ninguna riqueza particular ni nada que merezca ser escrito, y sin
embargo esta historia, por su continuidad misma y por las cosas sorprendentes que
suceden en ella, me brinda una novela permanente que puedo leer sin leer, o escribir
sin escribir. Noté que un exceso de té o de café intensifica mucho mi proclividad a vivir
en esa zona cuando me quedo dormido, con lo cual quiero decir que el sitio en que vivo
en relación con toda la gente de mi club y bien contento estoy de tenerlo- es el dormir
posible, pero sujeto a la amenaza del desvelo. Sé, no obstante, que debo dar cabida al
material onírico que sólo acude en un sueño verdaderamente profundo, cuando la mente
no tiene necesidad de estar activa y creativa y controlando, en la forma en que la ayuda
a restar la cafeína.
Pienso que esta idea no es de particular importancia para el analista, salvo en cuanto lo
haga abstenerse de analizar esta clase de sueños cuando le son comunicados, del mismo
modo que en el análisis de niños se abstiene de analizar el fantaseo, o la capacidad
infinita del niño para escribir historietas. Así pues, uno sabe que debe aguardar el
material proveniente de un estrato más profundo antes de usar, el material como une,
comunicación que viene de lo inconsciente.

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