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INICIACION FILOSOFICA
Curso Universitario
EDITORIAL ARICA S. A.
LIMA PERU
Primera edición, 1963
Segunda edición, 1964
Tercera edición, 1967
Cuarta edición, 1969
A U G U ST O S A L A Z A R B O N D Y
I M P R E S O E N E L P E R U - P R I N T E D IN P E R U
A mis colaboradores en la cátedra
de Introducción a la Filosofía de la
Universidad N acional Mayor de
San Marcos, en testimonio de agra
decimiento y amistad.
PROLOGO A LA PRIMERA EDICION
A. S. B.
Lima, m n v n d e 1961
A. S. B.
A. S. B.
André Malraux
G. E. Moore
Martin Heidegger
K ant.
El arte, dice Malraux, nace del arte. Lo mismo ocurre con
la filosofía, según la experiencia personal de quienes la hacen.
No hay filosofía que haya surgido de la nada, como producto
de una meditación sin ejemplos y sin influencias intelectuales, es
decir, sin contacto con una filosofía ya formulada y actuante.
La idea de una reflexión “ natural” , obra de un pensador aisla
do, eñ contacto puro con el cosmos, es ilusoria. Así como hay
siempre una mediación entre el artista y la naturaleza, una ma
nera pictórica o poética de ver el mundo, que es aprendida y
que da testimonio de la preexistencia de la pintura o la poesía,
así también entre el pensador y el mundo sólo se establece un
contacto filosófico a través de la filosofía que ya han hecho otros
hombres. Por estar implícito en todo filosofar un contacto con
los filósofos, un diálogo con ellos, un proceso abierto de asimi
lación, provocación y trasmisión de inquietudes, dudas y convic
ciones acerca de los problemas de la existencia, la filosofía re
mite a la histeria. Por lo mismo, nadie sabe quién fue el primer
filósofo, ni interesa mucho saberlo, y seguramente no tiene sen
tido el tratar de determinarlo como un personaje singular de lo
historia. En efecto, nos apercibimos de la existencia de la filo
sofía cuando ya está en obra por largo tiempo un diálogo ra
cional y se ha producido una evolución ideológica que enlaza,
la meditación inteligente de unos hombres con la de otros. Di
cho de diferente modo, la filosofía que encontramos en la histo
ria hunde sus raíces en una tradición reflexiva. En cualquier
casó, su origen hubo de estar en una mediación inicial gracias
a la cual una cultura nueva surgió dialécticamente de un pensar
anterior.
* * *
Federico Nietzsche
Hay una p a ra d o ja — y no es la única— de la filo sofía que
consiste en que tod o el mundo cree saber lo que es la filosofía
y, en cam bio, los filósofos no están seguros de poder d a r una
definición cabal de ella, pese a que entre sus principales afanes
está el esclarecer el concepto de filosofía. Esto tiene que ver
directam ente con la clase de actividad que desenvuelve el f i
lósofo, de ta l manera que podría decirse que lle g a r a entender
en qué consiste la filosofía es lle g a r a entender por qué es d i
fícil y hasta im posible definir exactamente el com etido del filó
sofo. En efecto, la filosofía se ofrece históricamente com o una
actividad desarrollada p or ciertos hombres de m odo tan m últi
ple y va ria d o que, si bien en cada coyuntura concreta puede a l
guien singularizar a un filósofo, no es fácil y seguramente nunca
faena plenamente cum plida el com prender la filosofía.
Lo que aquí hemos llam ado reflexión crítica po d ría ser de
signado tam bién con otros nombres, como análisis lógico y lin
güístico, definición de conceptos, indagación de categorías, in
vestigación de los datos últimos y los principios de toda expe
riencia, fundam entación del conocim iento o la acción, esclare
cim iento de métodos y supuestos, etc. Es lo que hacía Sócrates
cuando, a través del d iá lo g o , buscaba la definición general y
las relaciones de los conceptos; Aristóteles al tra z a r el cuadro
de las categorías y al estudiar sistemáticamente la lógica, la re
tórica, la ética o la p o lítica; Bacon al fundam entar el método
inductivo; Descartes en el Discurso del m étodo, Locke en el En
sayo sobre el entendim iento hum ano, Mach en el Análisis de las
sensaciones y Husserl en las Investigaciones lógicas. Y es por
cierto tam bién lo que Kant, d irigiendo la m irada crítica en todas
las direcciones de la actividad humana, ofreció com o fundam en
tación de la ciencia, la m o ra lid a d y el arte en sus tres Críticas
famosas. Estos son sólo algunos casos ejemplares que ilustran el
sentido de este aspecto del filosofar.
* * *
DE LA FILOSOFIA
Hegel
Xavier Zubiri
Se acostumbra situar en Grecia, hacia los primeros decenios
del siglo VI a. C., el período inicial de la filosofía. Los orígenes
históricos son siempre indeterminados y oscuros porque sólo de
jan huellas firmes las formas ya constituidas; se comprende que
sea más difícil aún fijarlos en el caso de la filosofía, cuyo con
cepto, según hemos visto, no se libra todavía hoy de una cierta
ambigüedad y más bien parece por esencia llamado a estar en
constante mutación. Es posible, en verdad, encontrar en el O rien
te, especialmente dentro de los círculos culturales de la China y
la India, formas de actividad espiritual que ofrecen algunas ana
logías con la reflexión griega y que influyeron indudablemente
en ésta. Pero, aparte de que es siempre riesgoso aplicar cate
gorías de una cultura a otra — y la categoría de filosofía es. un
producto típico de la tradición occidental— , en las colonias
griegas del Asia Menor, y más precisamente en la Jonia, es don
de por primera vez aparecen, en la época señalada, manifesta
ciones bien definidas de un pensamiento que busca independi
zarse de los motivos heredados del pasado religioso y propone
una explicación de la naturaleza y la vida sobre bases raciona
les. Por cierto que la cuna de esta reflexión es ese pasado re
ligioso, las antiguas mitologías en que se expresaban hasta en
tonces la inquietud cognoscitiva más universal y el deseo de com
prender el sentido de la existencia. Pero con la filosofía se pro
duce un cambio de signo en estas representaciones, por el cual
ellas resultan al mismo tiempo conservadas y superadas. En
efecto, de la conciencia mística toman los primeros filósofos
griegos elementos sustanciales de aquellas concepciones que
exponen y defienden, prolongando así un esfuerzo anterior de
la mente humana. En este vínculo profundo pensaba Aristóte
les cuando ponía cerca del filósofo al amante de los mitos. Pe
ro al aparecer la filosofía hay una mudanza de actitudes, un
paso a otra forma de pensar, que lleva consigo una seculariza
ción del mito. Los filósofos afirm an los derechos de un pensa
miento librado a sus propias fuerzas y que se nutre de la obser
vación de la naturaleza, de la praxis del trabajo y de la activi
dad social, filtradas por la razón, lo cual es extraño a la menta
lidad anterior.
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G ilbert Ryle
3— La filosofía medieval (del siglo V al siglo XV). La diso
lución del Imperio romano señala el fin de la edad antigua y
con él una crisis profunda de la cultura y la vida de Occidente.
La filosofía sufre el efecto de este cambio decisivo. En los siglos
que siguen inmediatamente al derrumbe del poder imperial se ha
perdido memoria de las grandes realizaciones del pensamiento
grecolqtino. Apenas si, por obra de Boecio, a quien ha hecho
famoso su Consolación de la filosofía, se salva del naufragio
parte de la lógica aristotélica y el Isagoge del neoplatónico Por
firio. Al lado de las obras de San Agustín, este legado fra g
mentario ha de tener una influencia enorme en la construcción
de la nueva cultura, la propiamente medieval, que se delinea
claramente hacia el siglo X. Entretanto, en un mundo caótico,
en el que lentamente se iban reconstituyendo los cuadros de la
vida europea y se establecían nuevos principios de ordenación
política y social, el quehacer intelectual se refugia en los conven
tos y abadías y allí, a partir de comienzos muy rudimentarios
y simples, prospera con los siglos. Las escuelas conventuales y
catedralicias son de este modo la matriz de la nueva filosofía,
la llamada escolástica, que ha de florecer a partir del siglo X.
En ella encuentra su más cabal expresión teórica el espíritu del
hombre medieval. Antes de ese siglo, en el período que suele lla
marse pre-escolástico, puede señalarse como nombre importante
en filosofía, a Juan Escoto Erígena (muerto hacia 804), cuya re
flexión intenta una síntesis del neoplatonismo con las doctrinas
cristianas.
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TEMAS Y DISCIPLINAS
Théodore Jouffroy
Kant
La historia de la filosofía nos pone en contacto con multitud
de pensadores y obras filosóficas. Aristóteles, Descartes, Spinoza,
Hume, Comte, Husserl son algunos nombres de filósofos famosos.
La Metafísica, el Discurso deí método, la Etica demostrada según
el orden geométrico, el Tratado sobre la naturaleza humana, el
Discurso sobre el espíritu positivo y las Investigaciones lógicas son
obras típicamente filosóficas. ¿De qué se han ocupado en ellas
sus autores?, ¿qué temas son de la competencia de los filósofos?
Bastará revisar sólo estas obras para com probar la enorme va
riedad de asuntos que reclaman la atención del filósofo, variedad
que en principio no tiene límite, pues, a decir verdad, éste puede
hacer suyo cualquier problema. Pero quien las revise no dejará
de com probar al mismo tiempo la reiteración de ciertos temas cen
trales, verdaderos pivotes de la reflexión de todos los pensadores
a través de los siglos, que aseguran la unidad del pensar filosófico.
* * *
RELIGION Y ARTE
Ludwiq Wittgenstein
Claude Bernard
* * *
Bertrand Russell
Benedetto Croce
N icolai Hartmann
Ludwig Wittgenstein
Como ya vimos, Platón y Aristóteles caracterizaron al filo
sofar como una reflexión que nace del asombro. El origen de
la filosofía es la adm iración, pero no una admiración que para
liza o sobrecoge al punto de cegar, sino una vivencia lúcida cu
yo resultado es la conciencia de un problema. Irónicamente po
dría decirse que el filósofo es aquel hombre que se complica la
vida y se hace problema de las cosas que para los demás hom
bres son naturales, normales, comprensibles. Explicar algo es
hacerlo normal, quitarle extrañeza, darlo por supuesto. En la
medida en que la filosofía nace de la admiración, resulta que
para el filósofo, a diferencia de las demás gentes, hay ciertas
cosas que no son comprensibles de suyo, que no ocurren nor
malmente como parece suponerse, sino que requieren explica
ción, están menesterosas de una razón suficiente. Para los de
más, por obra de la experiencia, de los hábitos de la vida coti
diana, de la tradición, de la religión y de las creencias, resultan
muy normales. Al filósofo le extraña su falta de fundamento.
Según esto, la filosofía es, de una parte, un echar de menos algo,
una búsqueda, la conciencia de un problema que hay que resol
ver y, de otra, una indagación de razones y de fundamentos.
* * *
Francis Bacon
M. Merleau-Ponty
G ilbert Ryle
El conocimiento se configura y objetiva en el lenguaje. To
da indagación de la estructura, bases y límites del conocimiento
supone, por tanto, un análisis de los sistemas lingüísticos que sir
ven para determinarlo y comunicarlo. Esto vale especialmente
para la investigación del conocimiento científico. Toda ciencia,
como sistema de conocimientos, se sustantiva en un cuerpo lin
güístico, sujeto a reglas de formación y transformación de pro
posiciones y a procedimientos de prueba. La indagación de las
condiciones y bases del conocimiento científico, tal como es asu
mida por la filosofía, remite al examen de ese cuerpo de enun
ciados, pero no en el modo de la gramática o la lingüística po
sitiva, sino en el de una investigación de principios y condicio
nes de validez.
2 Los lingüistas hablan de un sentido contextual, que es el que cobran las pa
labras en la estructura de una oración o discurso. Por otra parte, en semió
tica se llama sentido sintáctico a aquel que. en los sistemas no interpretados,
poseen los signos sólo en tanto y en cuanto forman parte de un sistema y
están conectados formalmente con los demás elementos de éste. Cuando se
formaliza un lenguaje, los Bignos no se refieren a nada concreto y determina
do (por lo cual se dice precisamente que no están Interpretados en uno u otro
sentido específico); no puede afirmarse, sin embargo, que carecen por com
pleto de sentido. Lo tienen, en verdad, pero determinado únicamente por su
función dentro del sistema.
S Nótese que escribimos la oración entre comillas simples. Procedemos asi pa
ra indicar que estamos hablando de la oración, a diferencia de lo que ocurre
corrientemente, cuando empleamos dicha oración para hablar de otras cosas.
Como se dijo, el sentido es, pues, fundamental. Pero esta eviden
cia no impide reconocer la existencia de un nudo problem ático
que afecta a la función semántica de las palabras. Ella ha sido
largamente debatida en el curso de la evolución filo s ó fic a .y lo
es vivamente todavía hoy. Sin entrar en este debate ni preten
der tampoco examinar en detalle la cuestión de* la significación,
conviene poner de resalto algunos hechos esenciales.
1 Cabe usar estas denominaciones para designar diferentes modos o formad es
peciales de la función que queremos resaltar. En el nivel en que aqui nos si
tuamos esto no es, sin embargo, necesario.
2 Es frecuente unir las formas 2* y 3* aquf distinguidas, designándolas con
juntamente con el nombre de sentido emotivo. En este caso, se contrasta e'
uso cognoscitivo del lenguaje con aus usos no cognoscitivos, como vamos a ve>
a continuación. Algunos autores distinguen otros sentidos. Hay, vg., quienei
separan la provocación de reacciones propia del sentido emotiva, de la direc
ción de la conducta que caracterizaría un sentim iento directivo.
Señalado esta diferenciación, conviene anotar ahora que
cuando adquirimos y comunicamos conocimientos, la primera fo r
ma del sentido desempeña el papel principal. En efecto, sólo en
la medida en que enunciamos algo, afirm ando o negando la exis
tencia o la posibilidad de hechos, cualidades, relaciones, esta
dos, etc., pueden los demás recibir de nosotros información sobre
el mundo y acrecentar su saber efectivo; correlativamente, sólo
en la medida en que una persona afirm a o niega, es decir, enun
cia algo sobre las cosas, puede transmitir los conocimientos que
posee. Y esa posibilidad de indicar algo o de referirse a hechos,
de negarlos o afirmarlos, depende del significado de las oracio
nes. En cambio, el sentido expresivo y el operativo no cumplen
propiamente esta función. M ediante ellos no se habla de nada,
no se significa o formula verbalmente ningún objeto. Considera
do desde el punto de vista expresivo y operativo, el lenguaje ma
nifiesta vivencias, provoca sentimientos y altera la conducta de los
demás sujetos, lo cual es muy im portante como función lingüística,
pero pertenece a un orden diferente al de la formulación y trans
misión de conocimiento.
Aristóteles
W iíliam James
Adam Schaff.
Según hemos visto, para que una oración o proposición pue
da contener un conocimiento y ser calificada de verdadera o fa l
sa, es necesario que tenga sentido referencial o enunciativo. Sólo
por la enunciación, en efecto, nos dice algo del mundo y puede
aceptársela'O rechazársela como vehículo de .información. La ver
dad o falsedad no concierne, por tanto, a la función expresiva y
operativa del sentido, sino a la significativa.
t
I Cul>ep ciertamente otras definiciones de la verdad, tanto nominales, cuanto
reales (es decir, referentes a la naturaleza o esencia de la verdad). Sobre
el tema de la definición, véase la bibliografía al final del capítulo.
Definir nominalmente ‘roja y esférica' es determinar cómo se
usan dichas palabras, establecer su sentido como términos del
lenguaje. De otro lado, cuando decimos ‘Lima está al sur de An-
cash' es verdadera, estamos usando la palabra ‘verdadera’ tam
bién con fines de calificación. Como las otras dos, verdadero es
un predicado que puede ser definido nominalmente, a saber, fi
jando su uso, determinando su sentido. Pero hay una diferencia
importante entre el primero y el segundo caso. Al definir 'ro jo' o
'esférico', se trata de establecer su significado como palabras que
se aplican a cosas, esto es, como predicados que designan pro
piedades o estados de ciertos objetos. En efecto, ‘ro jo ’ significa
un cierto color, y 'esférico' una cierta forma geométrica, justamen
te las propiedades que poseen las cosas de que estamos hablan
do, la manzana, en un caso, y la pelota, en el otro. En cambio,
cuando definimos 'verdadero' aplicado a 'Lima está al sur de
Ancash', hemos de establecer el sentido de una palabra que habla
de otras palabras, pues 'Lima está al sur de Ancash', escrito así
entre comillas simples, se refiere a una proposición, o sea, a una
estructura de palabras. 'Verdadero' es, en consecuencia, un pre
dicado referente a palabras y no a cosas. Ahora bien, como sa
bemos, el examen de los signos lingüísticos es del resorte de la
semiótica, una de cuyas ramas es la semántica. La definición de
'verdadero', puesto que se refiere a instancias del lenguaje, con
cierne a la semiótica y a la semántica. Por eso la llamamos defi
nición semiótica o semántica de 'verdadero'.
X es verdadera si y sólo si p
y en el caso de ‘no verdadero' o ‘falso’:
X no es verdadera si y sólo si -p
* * *
Descartes
David Hume
Decimos que una proposición es verdadera cuando es satis
fecha por todos los objetos y falsa en caso contrario. Como hemos
visto, esta caracterización de la verdad de una proposición se
relaciona estrechamente con su sentido enunciativo, es decir, con
lo que ella asevera y comunica. Así, la verdad de la proposición
'Esta mesa es de m adera’ no es nada ajeno a su significado, sino
que tiene que ver directamente con la referencia bien determ ina
da que en ella se hace a una mesa y a su característica de ser
de madera. Esto ocurre con todas las proposiciones. De aquí se
sigue que, si bien hay una noción general de verdad, el ser o no
verdadero corresponde a cada enunciado de modo particular, lo
cual permite decir que existen tantos casos de verdad o verdades
singulares cuantas proposiciones cumplidas hay. Por lo mismo, no
se podrá saber si una proposición es verdadera o falsa sin aten
der a su significado propio, sin considerar qué es lo que dice y
cuál es en cada caso su pretensión enunciativa.
* * *
EL ESTABLECIMIENTO DE
LA VERDAD (continuación)
Edmund Husserl
Max Planck
Bertrand Russell
Hemos distinguido dos tipos de proposiciones y dos maneras
de establecer la verdad o la falsedad. Frente a un enunciado
cualquiera y a su pretensión de valer como conocimiento, cabe,
según lo anterior, proceder a clasificarlo en uno u otro grupo.
Podría quizá pensarse, en consecuencia, que también en el caso
de los filosofemos y del método filosófico, debería intentarse esta
reducción, con la esperanza de encontrar una respuesta satisfac
toria al problema del sentido del conocimiento filosófico. Propo
siciones como La realidad es duración' (Bergson), 'La materia se
muevé en un ciclo eterno' (Engels), Las condiciones de posibi
lidad de la experiencia en general son al mismo tiempo las dé la
posibilidad de los objetos de la experiencia' (Kant) o ‘Considera
bien quién eres. Ante todo, un hombre, es decir, un ser para el
que nada existe más importante que su propia capacidad de op
ción' (Epicteto), que, pese a sus diferencias mutuas, son ejemplos
muy típicos de filosofemos, habrían de resolverse en una de las
dos clases señaladas. Basta un examen breve para convencerse,
sin embargo, de que ellas no puedan ser consideradas sin más
analíticas o empíricas. Ninguna de ellas consiste en enunciados
que son verificables lógicamente, es decir, cuya verdad depende
del mero sentido de las palabras; ninguna tampoco puede ape
lar a la observación en demanda de una prueba suficiente.
Tenemos finalm ente-el caso (n): 'Por dos puntos puede tra
zarse una recta', que es, como se sabe, un axioma geométrico.
Los axiomas o postulados matemáticos y lógicos son principios
de la demostración. Gracias a ellos se establece formalmente
la verdad de los teoremas, que son las proposiciones derivadas.
Siendo así, ellos mismos no pueden demostrarse. N o cabe, por
tanto, pensar en una verificación lógica de la proposición a rri
ba mencionada, ni en su asimilación al grupo de los enunciados
analíticos. Si nos atenemos a la alternativa que estamos exa
minando, habría que pensar en una verificación perceptiva.
Esto es justamente lo que sostienen las teorías empiristas, que
han sido propuestas para explicar la naturaleza del conocimien
to matemático, como, por ejemplo, la form ulada por Stuart M ili
en su famoso tratado de lógica. La acepta Spencer, que quiere
explicar la evidencia matemática como un producto hereditario,
y también Engels, que com parte el punto de vista spenceriano
y considera que los axiomas tienen base experimental. Estas te
sis, sin em bargo, son muy objetables. N o es difícil mostrar que,
si bien desde el punto de vista psicológico-genético los axiomas
están ligados, como cualquier contenido mental, a la percepción,
la validez que poseen en el cuerpo de la matemática y los re
ferentes de que ellos hablan no conciernen al mundo natural.
El matemático postula entidades sin consideración de las exis
tencias reales. N o hay, por lo demás, hecho observable que
alcance la universalidad de los enunciados axiomáticos, y tam
poco un hecho es nunca prueba pertinente contra la verdad de
tales enunciados. En efecto, a nadie se le ocurrirá negar ple
na validez a la afirm ación ‘Por dos puntos se puede trazar una
recta' en vista de que no se han observado aún todas las rectas
o porque en el espacio real que nos rodea no hay rectas caba
les.
* * *
Ivon Belaval
Karl Jaspers
El examen que hemos realizado en el capítulo anterior, ai
librarnos de la estrecha dualidad analítico-empírico, ha despeja
do et camino para la comprensión del sentido de la verdad en
filosofía. Que la filosofía exija ser entendida como una forma
de conocimiento estricto y que los' enunciados filosóficos puedan
ser*verificados, sin que ello implique una ruptura de los cuadros
normales de la verdad y el conocimiento, es cosa que a h o ra -p o
demos considerar plausible y hasta suficientemente asegurada.
Conviene, además, señalar que en ciertos casos, como veremos,
la posibilidad de hablar de una verdad filosófica y la existencia
de un procedimiento de verificación de filosofemos presenta quizá
menos dificultades que en otras formas de conocimiento.
1 Loa tres métodos hasta aquí estudiados tienen machos elementos en común y
en la práctica st dan frecuentemente unidos. Cuando se habla de filosofía
d) M étodo crítico-trascendental. Esta denominación remite
en primer lugar al método kantiano de filosofar, en cuanto es
una investigación de las condiciones de posibilidad del conoci
miento y la praxis válidos a priori. Sin em bargo, aunque con
venga en sentido restringido al modo de filosofar que practicó
y propuso el filósofo de Koenigsberg, puede ser entendido como
un método crítico de más am plia aplicación. Desde este punto
de vista, es un proceder teórico que, a diferencia del conoci
miento psicológico, no se aplica a la indagación de los hechos
anímicos sino que atiende al origen, principios y fundamentos
de la ciencia, la m oralidad, las objetivaciones estéticas y, en ge
neral, de todos los productos y sistemas de la cultura. En este
sentido am pliado corresponde tanto al filosofar kantiano y neo-
kantiano, cuanto a las investigaciones epistemológicas de las
más variadas suertes, desde la teoría de la ciencia de Bolzano
hasta las tesis de corte escéptico, pasando por el idoneismo de
Gonseth, el racionalismo aplicado de Bachelard, el instrumenta-
lismo de Dewey, la metafísica del conocimiento y la axiología de
Hartmann o la teoría del derecho de Kelsen.
* * *
George Berkeley
Théodore Jouffroy
Stephen Koerner
Hemos visto en el capítulo anterior que, si bien tiene sentido
el hablar de verdad y de método de verificación a propósito de
la filosofía, no puede postularse la existencia de una m etodolo
gía filosófica única y universalmente aplicable, ni de una verdad
form ulada de modo abstracto y genérico, porque en la práctica
del pensar filosófico es decisivo el momento de individualidad per
sonal de cada filósofo. Cuál sea en cada caso el sentido de la
verdad que sostienen un pensador, qué método haya seguido en
su meditación y cómo resultan verificables los filosofemos, es cosa
que hay que decidir en última instancia por remisión a la situa
ción concreta del pensar. Podemos ciertamente hablar, con ma
yor o menor grado de abstracción e impersonalidad, de formas
genéricas, como hemos hecho en el caso de los tres tipos de fi
losofar que nos han servido como esquema orientador y también
en el de los catorce subtipos metodológicos esbozados. N o obs
tante ello, si tenemos en cuenta las combinaciones y fusiones que
se producen de hecho en la práctica de la reflexión filosófica y,
sobre todo, si reparamos en que éstas provienen de la gravitación
propia de la psicología y la situación cultural de cada pensador,
se hace claro que la comprensión y la decisión de la verdad de
un filosofema, de una secuencia discursiva y, en general, de la doc
trina entera de cualquier filósofo, exigen un tratam iento individual.
* * *
FILOSOFIA Y ANTIFILOSOFIA
Tomás de Kempis
Francis Bacon
El filósofo, el hombre que se inquieta por el conocimiento
radical, que recorre el mundo en todas las direcciones afanándo
se por saber — para recordar el lenguaje de los primeros docu
mentos históricos de la tradición filosófica— parece ocupar ,un
alto puesto en la jerarquía humana y merecer el reconocimiento
y respeto de todos. Hay innumerables testimonios que podrían adu
cirse para probar una valoración positiva de la filosofía en nues
tra cultura, que son secuela de un constante recurso a ella y tra
ducen una necesidad de filosofar en el hombre occidental. De allí
que decir filosofía, como, cualquiera puede juzgarlo sin que im
porte la diferencia en el nivel de educación, en la mayoría de los
casos es hablar de una actividad digna, seria, difícil seguramen
te, pero con una importancia y prestigio innegables.
Ludwig Wittgenstein.
En sus pretensiones más altas y radicales, la filosofía es qui
zá un quehacer imposible, pero es también inevitable. El pro
yecto de una crítica universal exenta de supuestos y capaz de
hacer transparente todo lenguaje, todo pensar y todo acto; la
aspiración a un saber integral que revele sin residuo el universo
en toda su riqueza y la decisión de aceptar sólo una norma de
vida y una praxis sujeta al control de la reflexión universal, es-
to$ propósitos fundamentales del filósofo, tomados en su cabal
exigencia, parecen sin duda desbordar las posibilidades concre
tas de un hombre y hacer de su esfuerzo un vano empeño. Por
que, en verdad, lo que el filósofo ha buscado siempre, a través
de la pluralidad de las escuelas y las doctrinas, por el expedien
te de los métodps más diversos y ensayando unos tras otros plan
teos y soluciones siempre insuficientes, es poseer la verdad abso
luta (o la clave absoluta de la verdad, que resulta lo mismo), es
decir, estar definitivamente en el ser por una conciencia radical
que sea a la vez una autorealización total. Pretende así susti
tuirse al ser (y no ya sólo pensarlo o imaginarlo), dejándolo, no
obstante, intacto y conservando él mismo su cabal identidad per
sonal. Pero esto pone ciertamente al filósofo en contradicción
con su finitud de hombre y, puesto que la humanidad prevalece
como hecho prim ario y fundamental, lo convierte en un perenne
constructor de absolutos ideales, de paraísos artificiales que ha
cen de él un ser perturbado.
A Bain 72
Baldwin, J. M. 22
Abbagnano, Nicola ■ 22, Baraes 177
42 Barth, P. 53
Abelardo 59 Baumgartner, M. 53
Abentofail 59, Bayer, R. 89
Agripa 51 Becker, C. L. 70
Alain 89 Beiaval, Yvon 159,
Alarco, Luis Felipe 89 177
Alexander, Samuel 75 Benda *
■ 70
Ampére : 29 Benrubí, J. +
• 77
Anaxágoras 45 Bense, Max 197
Anaxímandro 44 Bergson, Henri * 40
Anaxímenes 44 72, 77, 89, 100, 103, 125
Antístenes 46 147, 163, 167, 170, 179
Aranguren, J. L. 88 Berkeley, George *
1%
Arístipo 46 65, 67, 170, 181
Aristóteles %• 16, Bemard, Claude 91
• 23, 28, 30, 33, 44, 47, 49, Besteiro, Julián 145
50, 58, 59, 81, 85, 89, 107, Biran, Maine de •* 69,
127, 133, 134, 168, 169, 178, 72
i
179 Birlan, A. G. •
• 89,
Aster, E m st von . *
• 43, 102
76 Black, Max 75
Astrada, Carlos ■ 73 Blanché, R. * 88
Austin, J. L. ** 75, Bloch, E m est 73,
* 166 74
Autrecourt, Nicolás de 59 Bloomfield 125
Averroes 59 Blumenfeld, Walter 125
Avicebrón 59 Bobbio, N. J/ 78
Avicena 59, Bochenski, J. M. * 19,
60 76, 77, 88, 125, 134, 135,
Ayer, Alfred J. *■ 75, 145, 158
77, 87, 135 Bodin, Jean 62
Azcárate, Patricio 2 49, Boehme, Jacobo 62
50 Boecio 57
B Bolzano 167
Boíl, Marcel 135
Bacon, Francisco : 63, Bollnow, O. F. 78
•65, 66, 115, 125, 189, 196, Bonaparte, Napoleón 29,
Bacon, Roger ■
* 30, 63
59 Bosanquet, B. •
V 89
Bachelard, Gastón * • 75, Bradley, F. H., *
71,
167, 177, 202 - 75, 169
Bréhier, Emile 42, Collingwood, R, . C. ; 25,
• 44, 55 177
Brentano, F. 49, Comte, Augusto t 65,
72, 178 71, 73, 81, 168, 197
Brouwer 154 Condillac ; 68,
Brucker, Johan 38 125
Brugger, Ilse 23 Condorcet •
• 69
Brugger, Walter 22 Conger, C. Pr *
* 44
Brun, J. 49, Copémico * 61,
•
50 62
Bruno, Giordano *, 62, Copi, Irving •
# 88,
63 125, 135
Brunschvicg ; 67 Copleston, F. C. 60
Buber, Martin 75, Cortés Pía 63
89 Crefcson, André 53
Büchner *
171 Crisipo 50
Bunge, M. •
• 87, Croce, Benedetto 76,
88, 125, 134, 145, 157, 158 89, 100, 105
Buridán, Juan 59 Cruz Hernández, M. * . 60
Bum et, J. 48 Cusa, Nicolás •
62,
Bu se, Ludwig 66 63
Cuvillier, A.. 22
c CH
Charron, Pedro : 62
Calicles : 191, Chartier, Emile : 179
192, 193, 197
Chartres, Bernardo de : 59
Calonge Ruiz, Julio 197
Calvez, Jean-Ives . 73 D
Campanella 62
Capelle, Wilhelm 48 D'Alembert 68,
Carnap, Rudolf 27, 70
75, 87, 136, 145, 158, 165, D’Holbach : 68,
166 171
Carrol, Lewis 199 Daval, S. : 87
Carritt, E. F. . 89 De Broglie : 172
Cassirer, E. 63, Delgaauw, R. : 43
66, 70, 71, 72, 74, 77, 87 Demócrito : 46
Celms, Th. 78 Dem’pf, A. : 60‘
Cervantes, M. 29 Descartes, Renato : 30,
Cicerón 33, 65, 66, 67, 68, 81, 89, 91,
51 103, 134, 137, 158, 161,
Cleanto : 50 169, 171, 173, 178, 179
Cohén, H. : 74, Desttut de Tracy : 68
88, 145 Dewey, John : 34,
Cohén, Morris : 125 77, 167, 178
Diderot • 68,
■
• Fichte *
71
70, 171 Filón de Alejandría 4
51,
«.
Dies, Augusto •
* 49 53
Dilthey, W. •
21/ Fischer, Kuno •70
•
•
H J
Jacobi : 69
Haeckel, Th. 71, Jaeger, W. : 48,
73 50
Hahn, H. 75 James, William : 20,
Hales, Alejandro de 59 74, 77, 113, 127, 188, 197
Hamelin, D. 67 Jaspers, Karl : 21¡
Haré 166 *75, 159
Hartmann, E. von 71 Jenófanes de Colofón : 45
Hartmann, Nicolai 20, Jenofonte : 49
32, '41, 75, 87, 89, 105, 113, Joad, C. E. M. : 19,
167 168 87, 88, 89, 145, 158
Hazard, Paul 70 Jodl, F. : 66
Hegel 31, Jolivet, R. : 22,
35, 38, 71, 72 73, 77 179, 89
195, 196, 197 Jouffroy, Thédore : 79,
Heidegger, Martín 13, 181
23, 25, 75, 89, 91, 125 166, Julio César : 29
170, 179, 197 Jung, C. G. : 103
Heimsoeth, Heinz 55,
61, 63 66
Helvetius 68 K
Hempel, C. * 145
Heráclito 45 Kant, Emanuel : 13,
Herder 69 17, 18, 19, 20, 30, 39,* 69,
Herodoto 28, 70, 71, 73, 77, 79, 81, 89,
33 91, 141, 145, ;149, 158, 178,
Hessen, J. 34, 197
87 88 Kelsen : 167
Hilbert, David 154, Kempf Mercado, M. : 77
165 Kempis, Tomás de : 189,
Hipias 46 192, 197
Hirschberger, J. 42, Kepler : 62
43 Kierkegaard, Soeren 72
Klages 75, Locke, John 30,
170 65, 67 115
Koemer, Stephen 171, Lucrecio 51
177 Ludz, Apel 22
Konstantinov, V. 77 Lukacs, G. 74
Koyré, Alexandre 49, Lukasiewics, J. 133
- 133 Lulio, Raimundo 59
Kropp, Gerhard 158
Kuhn, H. 89 M
Külpe, 0 . 19, Mac Gregor, Felipe 43
.70 87, 89 Mach 30,
T
72 172
L
Maimónides 59
Labrousse, R. 60 Malebranche 66,
Lacroix, Jean 104 169
Lactancio 51 Malraux, André 13,
Laercio Diógenes 28, 15 16
33 53 Mann, Heinrich 73
Lahr 89 Maquiavelo 62
Lalande, André 22, Masson - Oursel 44
89 Marcel, Gabriel 75
La Mettrie 68, Marco Aurelio 50,
70 53
Landsberg, Paul 49 Marechal, J. 71
Larroyo, Francisco 34, Marías, Julián : 21,
188 42, 43, 49, 50, 52, 53 60,
Lavelle, Louis : 75 63, 68, 70, 72, 89, 103 104
Leblanc 88 Maritain, Jacques 21,
Lefebvre, H. 74, . 74
77 Martínez Gómez, Luis 23
Lehmann, R. 19, Marx, Karl 27,
72 89 72, 73, 168, 179, 188 195,
Leibniz t 39, 197
66, 67, 68, 69, 137 141, Mauriac, Frangois : 67
145, 169, 171 May, Eduard 102
Leisegang, H. 19, Mejía Valera, M. . 77
177 Menedemo 46
Lenin 74 Menzer, P. 70
León 28 Mercier, D. 72,
Le Senne, René 21, 74 89
75 170 Merleau-Ponty, Maurice 75,
Lessing 69 115
Leucipo 46 Messer, Augusto 42
Levy Bruhl 67 Meumann, E. 89
Lewis, C. I. • 74 Micelli, Ricardo' 77
Lipsio, Justo 62 Miró Quesada, Francisco: 22,
Littré - 72 78, 87, 88, 145 158
Mondolfo, Rodolfo •■ 22, Pasteur 29
41, 48, 49, 50, 52 63, 73, Pater, Walter 49
177, 188 Peñaloza, W. 158
Montague, Pepperell W. : 87 Perelmann, Ch. 176,
Montaigne, Miguel de • G2, 177
63, 173 Perojo, José del 70
Montesqieu ¡ 69 Perry 172
Moore, G. E. l 13, Petzall, Ake 67
75, 78, 104, 165, 166, 178 Pfaender, A. 73,
Moreno, Rafael * 103 75, 88
Moro, Tomás # 62, Pico de la Mirandola 62
63 Pirrón de Elis 51
Morris, Charles 88, Pitágoras 28,
117, 119, 125 45
Mounier, E. •t 75, Planck, Max . : 94,
78 103, 147, 171, 180
Müller, Aloys ■
* 19, Platón : 16,
33, 87, 89, 103, •177, 188 18, 23, 28, 33, 46, 49, 58,
100, 104, 107, 115, 124, 134,
N 154, 158, 159, 168, 169, 197,
179, 189, 191
N agel, Ernst : 155, Plotino : 27,
157, 158 31, 51, 53, 170, 179
Natorp, Paul 74, Poincaré, H. 155
77 Politzer, Georges 21
Newman, R. 158 Pomponazzi, Pietro 62
Newton 69 Porfirio 57
Nohl, Hermán 88 Porrée, Gilberto de la 59
Northrop, Eugene P. 135 Posidonio 50
Pródico 46
O Protágoras 46
Proust 29
Occam, Guillermo de : 59 Prziwara, P. 53
Olbretchs-Tyteca, L. : 176 Pucciarelli, E. 77,
Ortega y Gasset : 21,
88
25, 34, 40, 42, 61, 63, 73,
75, 77, 102, 113, 168
Ostwald 87 Q