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EL COLOQUIO DE LOS SANTOS

Sucedió no hace mucho tiempo, que sobre una inmensa blanca nube flotante en el cielo, oculta de la mirada de
los hombres de la tierra, se reunieron cómodamente sentados en blanquísimos copos de nimbos pequeños que
hacían de sillones, unos doscientos santos de diversos lugares del mundo para tratar asuntos que les competían
y les preocupaban grandemente, a saber: que los santos foráneos a la iglesia católica, aquéllos no autorizados
por ella, día a día se iban agigantando en el amor y en la devoción de los hombres, y decididos a frenar este
crecimiento, la invasión de falsas creencias, el tema a tratar era porqué y cómo corregir tamaña anormalidad.
Los fieles católicos, y los no tan fieles, como ciegas manadas y en desbandada, se iban tras cualquier tontería,
tras cualquier devoción ilusa y fantasiosa creada por el vulgo, antes que dar crédito a santos verdaderos
creados por las santísimas devociones salidas de las mentes brillantes del Vaticano.
En efecto, santos apócrifos inventados por la ignorancia popular como el Gaucho Gil o la Difunta Correa, o
verdaderos pergeñados por inteligencias de la curia como San Valentín o San Jorge y el Dragón, aunque no
insertos en el devocionario se acrecentaban día a día en la devoción de los fieles, a tal punto de que siendo
cualquiera de ellas fantasiosas leyendas, las tenían por ciertas y verdaderas.
Esto hacía a todas luces que las verídicas devociones a santos reales reconocidos y confirmados por el papa, se
perdieran en el olvido y en la oscuridad de los antiguos tiempos.
¿Qué se hizo de San Antonio, por ejemplo, al cual las mujeres le pedían un novio y posterior esposo, y como
contrapartida debían pasar caminando descalzas sobre las llamas y las brasas ardientes en su día festivo?
¡Ya nadie ponía en la mesita de luz su santísima imagen cabeza abajo para conseguir un esposo!
Nadie hacía aunque más no fuera una fogatita en su honor, y las mujeres, por no sufrir sus avatares ni
quemarse los pies, huían de las bodas tradicionales prefiriendo más bien el repulsivo concubinato por dos o
tres efímeros meses como prueba, antes que la esclavitud eterna del casamiento, el cual a veces duraba un día
de felicidad y otras veces mil años de penurias, sin catar que tanto en uno como en otro estado el secreto del
éxito estaba en la compartida convivencia y en la aceptación de los defectos del otro.
¿Y qué de San Ramón Nonato, santo protector de los burros, abandonado junto con ellos cargados hasta las
verijas de pesadas bolsas o leños, sin tenerles la más mínima compasión, hasta que cayeran al suelo
desfallecidos de voluminosas cargas; de San Roque, aquél de las heridas en las piernas, furioso amigo y
defensor de los perros, desde que uno de ellos lo alimentara llevándole un pan en la boca cuando el santo
estaba enfermo, fieles animalitos que ya no cuentan con la devoción del católico olvidadizo, y son hoy
cercenados cruelmente de sus patitas, hincados con agujas, quemados con hirvientes aguas, arrastrados atados
a un auto o abandonados en sótanos para que mueran de hambre y sed?
Sin la devoción vigente y palpable a San Roque, desaparecida y olvidada, los perros, los burros y los caballos,
hoy están perdidos y a merced de la despiadada maldad del hombre.
¿Y qué de San Jorge, aquél que con su fuerte brazo venciera en descomunal batalla al dragón hambriento que
devoraba doncellas y blancas ovejas, y aterrorizara a todo un pueblo?
¿Nadie más que el recopilador de “Los Verdaderos Santos Católicos” de Lutero, en una entretenida y amena
biografía lo recuerda amorosamente, sin la cual nadie lo conociera íntimo y verdadero?
¿Y qué de aquél otro San Francisco que bautizó y dio la hostia a un lobo feroz que comía a niños y animales
domésticos de un despavorido pueblo que no podía salir a la calle en las noches oscuras por miedo y terror de
encontrarse con tan despiadado animal?
Francisquito, con su ternura y bondad, le habló pacientemente para que determinara no hacer más daños a
niños ni animales, a cambio de que el pueblo le daría las sobras de las comidas del almuerzo de todas las
mesas en una bolsa, al ahora cristiano y pacífico lobo.
¡Ay, cómo hace falta que regresen estas tan santísimas devociones y ésos tiempos en que sobraban las comidas
del almuerzo en cada mesa!
No hay hoy ni sobras ni comidas para nosotros mismos, menos sobras para un lobo.
En fin, toda la pléyade de santos, beatos, venerables y honorables hombres y mujeres que en vida fueron
inmaculados en sus comportamientos y bondades hacia el prójimo, fueron citados a reunión a fin de que con su
presencia y opinión, se encontrara la solución para el intrincado problema de perder día a día la vigencia que
deben tener los santos verdaderos en el vulgo, en vez de asentarse en santos apócrifos, duendes milagrosos y
gauchos rotosos que andaban por caminos alejados y fuera de la ley.
Todo en la reunión era de un blanquísimo color tan reluciente que cualquier humano que asistiera sería
indudablemente encandilado: las alas de los santos eran como si fuesen copos de algodón y sus rostros
brillosos y resplandecientes, semejaban a la piel del armiño. Los bancos parecían ampos de nieve, y las paletas
de los ventiladores colgados del azul cielo semejaban blanquísima azúcar refinada.
El celeste cielo sobre la santísima concurrencia resaltaba el suelo de blanca nieve, y los muebles en rededor
que servían de archivos de muchísimos expedientes de santos, y el mismo estrado que se levantara para las
autoridades que presidían la reunión, parecían hechos de blanquísima harina por escultores celestiales, traídos
de la Bienal de Resistencia, Chaco, ya fallecidos.
Detrás del estrado, los sillones de blancos algodones, de cómodas lanas de corderitos sus respaldos, estaban
infinitos doctores de la Iglesia: San Basilio Magno, San Efrén, San Antonio de Padua, Santo Tomás de Aquino,
San Pedro Damián, San Anselmo, Benedicto XVI (que aún vivía en la tierra), San Juan Crisóstomo, Santa Teresa
de la Cruz, San Gregorio Magno, Santa Teresita del Niño Jesús, San Gregorio Nacianceno, Santa Catalina de
Siena entre otros, y todos formaban un amplísimo tribunal de serios y circunspectos rostros que eran
resaltados por los brillosos halos que flotantes sobre sus cabezas los iluminaban cual si fuesen lámparas.
No era para menos, la preocupación de perder adeptos y devotos preocupaba grandemente a los conductores y
guías de la Iglesia Católica.
El vulgo necio e ignorante abandonaba sin compasión a los verdaderos santos confirmados por la iglesia para ir
descocadamente tras santos apócrifos inventados por el ignorante populacho.
¡Tantos esfuerzos pergeñados a través de los siglos para resaltar las verdaderas historias de Santa Rita, de
Santa Bárbara, del padre Pío Petralcina, de San Jorge y muchos otros, se derrumbaban estrepitosamente día a
día como los hielos del glaciar Perito Moreno!
Las creencias y fábulas pueblerinas que hacían santos milagrosos a cualquier cantor cuartetero o cantora de
cumbias que murieran en accidentes viales, o niñas que salieron borrachas de una bailanta y fueron violadas y
asesinadas antes de llegar a casa, se multiplicaban constantemente en cada pueblito de todo el mundo católico.
Hoy por hoy, cualquiera podía ser santo popular así fuera asesino, homosexual, degenerado, adúltero, ladrón o
despiadado, siempre que después de morir concediera tres milagros a quienes se arrodillaran ante su
estampita. Cualquiera, bueno o malo, que tuviera una muerte violenta ante la policía, o apuñalado por una
horda salvaje, o aplastado por un camión, podría ser santo popular solamente con que alguien dijera que en el
mismo día le pidiera un milagro y fuera concedido por el muerto.
¡Maldita la inclinación del hombre de seguir las creencias apócrifas de los necios desechando las verdaderas
enseñadas y emanadas de los sabios concilios!
¡Para qué entonces la Congregación para la Causa de los Santos en el Vaticano, que la componen veintitrés
miembros de la alta jerarquía eclesiástica, más un promotor de la fe, seis relatores y setenta y un consultores
(médicos de distintas especialidades, historiadores y canónicos) que estudiaron científicamente y jurídicamente
las pruebas sobrenaturales de los verdaderos santos católicos, y avalaron su santificación con la aprobación de
los dos tercios del Cabildo!
Y sobre esto, la aprobación definitiva y final del papa, si es su voluntad.
¿No se necesita acaso un milagro comprobado para ser declarado venerable, dos para ser beato, y tres para ser
declarado santo?
¡Tantas investigaciones minuciosas tiradas a la basura sin provecho alguno, aplastadas por la ignorancia y la
estupidez del vulgo que corre tras santos apócrifos para su salvación!
¡Oh, santa credulidad, inmensa es tu debilidad y flaqueza ante el poder de persuasión que tienen los farsantes
con su labia y que se aprovechan de la ignorancia de la gente ilusa!
¿Por qué aferrarse a los santos apócrifos, que no son otra cosa que personas que simplemente no demostraron
el grado de virtud necesario para ser ejemplos, pero que conceden milagros increíbles a través del demonio?
¡Eran siempre asesinos, ladrones o borrachos, que jamás inspiraron a vivir el Evangelio de Jesucristo!
Los santos falsos se deben distinguir de los verdaderos y los verdaderos no deben ser mezclados con
supersticiones, ya que ellos nada tienen que ver con esas cosas, dice la iglesia católica.
Y lo más vergonzoso para ella era que las iglesias evangélicas lejos estaban de ésas hecatombes, que antes que
seguir a San Expedito en largas procesiones, van firmes tras el Jesús de las bendiciones recibidas en el sermón
de la montaña, lo que los libra de tan inútil trabajo, y dan muy malos ejemplos de seguir empecinadamente
solamente al Salvador, desechando a la Madre María y a los santos.
Todos éstas labores de investigación se estaban viniendo al suelo con la fútil convicción de que cualquier
gaucho rotoso acribillado por las balas de la policía, no moría si antes no le extraían una medallita de San la
Muerte bendecida por un sacerdote, incrustada debajo de la piel, para considerarlo santo milagroso de ahí en
más, como sucediera con el asesino correntino, el alzado gaucho Lega.
Una piedra dura y brillosa, adorada y venerada, da mejores y más milagros que una frágil estatua de yeso, pues
la mente del ignorante siempre es de la misma condición: dura y a la vez frágil.
No comprenden estos necios que la bendición de una estampita católica autorizada, tras la cual se oculta una
medallita de San La muerte, no es válida ni extensiva para el apócrifo, sin entender que el sacerdote, si no tiene
la intención de bendecir lo escondido, no queda bendecido. El Diablo, escondido tras la cruz o tras una
estampita, no se cura de su maldad, por más bendiciones y agua bendita que le echen.
Se oyeron entonces el sonar de unas suaves campanillas que a pesar de ser de nieve, sonaban estridentes y
angelicales, como si fueran aquéllas de los jardines de infantes, que hicieron acallar los murmullos de abejas
de todos los santos verdaderos presentes, que en silencio respetuoso se pusieron de pie, pues se iniciaba la
sesión.
Vieron entonces entrar, o más bien emerger de entre las nubes, ya que el recinto no tenía puertas ni paredes
sólidas alguna, a quien sin duda presidiría la asamblea.
Emergió de entre el azúcar de las nubes, digo, San Agustín de Hipona, o en latín Aurelius Augustinus
Hipponensis, santo, padre y doctor de la Iglesia católica, apodado también el “Doctor de la Gracia”, que en vida
escribiera varios libros de teología, siendo “Confesiones” y “La Ciudad de Dios” sus obras más destacadas.
Su madre fue Santa Mónica, quien le enseñara de niño los principios básicos de la religión cristiana.
Todos los santos y demás doctores se pusieron de pie, y luego, sentándose él, los demás hicieron lo mismo en
sus blondos asientos de nubes. Tomó San Agustín un micrófono de blanca azúcar refinada, y con voz tranquila
y suave se dirigió a los presentes con éstas palabras:
-Sres. doctores, santos, venerables y beatos presentes: estamos reunidos hoy porque nuestra santísima
iglesia católica, única y verdadera, se está cayendo en pedazos, desarmándose por los cuatro vientos, por culpa
de tantos santos apócrifos que inventa el pueblo, por los continuos degeneramientos de sacerdotes pedófilos y
por la porfía de seguir enseñando a los niños historias soñadoras de santos y santas tan inverosímiles que no
las cree ni quien las imparte, a tal punto que ni siquiera Nuestro Dios Javé ni su Santísima Madre María saben
qué hacer para enderezarla y volverla al camino que tenía en tiempos evangélicos de Marcos, Juan, Mateo y
Lucas, aquí presentes. La falsedad e hipocresía se han transformado en las enredaderas que asfixian las paredes
de nuestros templos. Aunque la cara visible de la iglesia es santidad y obediencia debida, todo en sacrosantas
armonías vistas desde fuera, es interiormente una iglesia de corrupción, avaricia y degeneramientos. Nadie
enseña a sus hijos, como mi madre santa Mónica lo hiciera conmigo de niño, los principios básicos de la
religión católica, ni hay sacrificios, meditaciones ni oraciones constantes. Si los padres no creen en fantasías,
¿cómo podrán transmitirlas a sus hijos? Hay hoy más santos falsos inventados por el vulgo que verdaderos
salidos del Vaticano. Los Evangelios se desvirtuaron con nosotros, se volvieron corruptos y desconocidos
porque la gente sigue más la roja bandera del Gauchito Gil antes que el vestido celeste de María. Porque
borramos el II Mandamiento de Dios que bien nos habla de las imágenes y de las idolatrías prohibiéndolas.
Porque no enseñamos al hombre a tener el temor respetuoso a Dios, haciéndolo pasar como un viejo gordo,
barbudo y bonachón con el cual convivimos como sentados en una mesa comiendo asados y tomando vinos en
franca amistad y borrachera. Dios, de tan bueno, es igual a nosotros y no merece respeto alguno. Sin embargo,
Dios fulminó a tres mil judíos que adoraron el becerro de oro mientras Moisés estaba en la cumbre del monte
de Sinaí. Ya sabéis que es inflexible cuando se enoja, y destructivo en el castigo. Es pues muy necesario que
agitéis vuestras mentes dormidas y lacias y expongáis las soluciones o caminos convenientes para enderezar a
nuestra única y verdadera iglesia católica.-
Pero, ¿qué méritos tenía éste Agustín para presidir la Asamblea de los Santos? Su madre de niño le enseñó los
principios básicos de la religión cristiana, pero al llegar a la adolescencia se volcó al sanguinario ruedo de
toros, la carrera de caballos, a ser asiduo a los lupanares entre prostitutas y mancebos degenerados, a los
juegos de cartas, a los circos donde luchaban a muerte los gladiadores, a comilonas y borracheras, lo que
producía gran dolor a su madre, de quién él decía “ser hijo de las lágrimas de su dolida madre”.
Un día, ya con diecinueve años, según cuenta el mismo Agustín, en el jardín con su amigo Alipio, oyó la voz de
un niño de una casa vecina que decía: “Tolle y lege” que en español significa “toma y lee” y entendiéndolo
como una invitación divina, cogió la Biblia, la abrió por las cartas de san Pablo y leyó el pasaje de Romanos
13,13, que dice:
“Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y
envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer
sus concupiscencias.”

En vez de seguir la Palabra, se juntó con una mujer cuyo nombre se ignora y tuvo un hijo: Adeodato.
Siguió siendo rebelde al cristianismo y deambulaba por cientos de escuelas filosófica que enseñaban miles de
tonterías insustanciales para la salvación del alma. Transitó por años en el maniqueísmo, donatismo,
pelagianismo y arrianismo. Lo cual lo desconcertaba y lo tenía dubitativo para encontrar una religión que en
verdad lo acercara a Dios.
Y lo que más le preocupaba era la teoría de la Santísima Trinidad, es decir tres dioses insertados en uno solo, y
la comunión e intercesión de los santos para el pedido de milagros pedido por los hombres.
Una leyenda dice que Agustín vio un día a un niño jugando junto al mar, al cual veía correr hacia el mar y
luego llenar un cubo de agua, y volver donde estaba antes y vaciar el agua en un hoyo. El niño hacía esto una y
otra vez, hasta que Agustín, sumido en una gran curiosidad, se acerca al niño y le pregunta:
-¿Qué haces? - Y el niño le responde:
-Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo-
-¡Pero, eso es imposible! – dijo Agustín, a lo que el niño le respondió:
-Más difícil es que llegues a entender el misterio de la Santísima Trinidad.
Bien, es el caso que Agustín se hizo católico en el 385, siendo bautizado por el obispo Ambrosio en la ciudad de
Milán, y hoy presidía la reunión de los Santos sobre las nubes, sentado cómodamente en una larga mesa a
cuyos lados le hacían compañía otros dos santos que ejercían uno el cargo de secretario y el otro de tesorero.
-Bien así es – dijo uno de barba sentado a su derecha, que era san Gregorio Magno, elegido tesorero por su
gran honestidad. – Que aunque nos entre mucho dinero de donaciones y ofrendas de los ilusos devotos de los
santos apócrifos que el populismo llenó el mundo y nuestra iglesia católica, la fantasía veraz de nuestras
convicciones, María ante todas las cosas y Jesús detrás de sus pasos, se va diluyendo en medio de las
detergentes aguas que borran y disuelven la convicción de la fe puesta únicamente en el verdadero santuario
católico. Nuestros santos verdaderos están, como el peso argentino, en caída libre. El falso dólar de las fábulas
apócrifas sube día tras día y su valor es más fuerte que las monedas reales. Hoy, cualquiera cree cualquier
cosa. Un muerto, con conceder un deseo a alguien, ya es santo milagroso, aunque no se medite de dónde viene
el milagro. Es pues, muy necesario saber por qué llegamos a esta situación de descontrol desmedido. Qué
destruyó por nuestros malos comportamientos a que nuestra sagrada iglesia se desmorone día a día y cada día,
los que antes fueron fervientes católicos y cristianos, con un celo tal que mandaban a la hoguera a los de
pensamientos distintos, hoy en día sean acérrimos ateos y odien infinitamente a nuestros sacerdotes hombres
de Dios. Pido pues al atento senado cualquier opinión que sea beneficiosa y necesaria para que nuestra iglesia
torne nuevamente por el buen camino que antes tuvo…
-Nunca lo tuvo- dijo un santo que estaba sentado allá en los fondos, que era san Efrén -

Nombrados Agustín, Gregorio Magno Efre´n

¿Qué podemos aprender de la confusión en la que vive nuestro pueblo?


La imperativa de la nueva evangelización. Nuestro pueblo sufre en la ignorancia porque pocos enseñan la
verdad. No debemos despreciar a quienes están confundidos pues son nuestros hermanos. Debemos recordar
que una de las obras de misericordia es instruir al ignorante.
La importancia de conocer los verdaderos santos. Ellos son ejemplos de fe.

Martirologio Romano: Memoria de san Gregorio I Magno, papa y doctor de la Iglesia, que siendo monje ejerció
ya de legado pontificio en Constantinopla y después, en tal día, fue elegido Romano Pontífice. Arregló
problemas temporales y, como siervo de los siervos, atendió a los cuidados espirituales, mostrándose como
verdadero pastor en el gobierno de la Iglesia, ayudando sobre manera a los necesitados, fomentando la vida
monástica y propagando y reafirmando la fe por doquier, para lo cual escribió muchas y célebres obras sobre
temas morales y pastorales. Murió el doce de marzo (604).

(EPHREM, EFRAÍN)
Nacido en Nísibe, entonces bajo dominio romano, a primeros del Siglo IV;
muerto en Junio de 373. El nombre de su padre se desconoce, pero era un
pagano, sacerdote de la diosa Abnil o Abizal. Su madre era originaria de
Amid. Efrén fue instruido en los misterios cristianos por Santiago, el
famoso obispo de Nísibe, y se bautizó a la edad de dieciocho (o veintiocho)
años. Desde entonces se hizo más íntimo del santo obispo, que se valió de
los servicios de Efrén para renovar la vida moral de los ciudadanos de
Nísibe, especialmente durante los asedios de 338, 346, y 350. Uno de sus
biógrafos cuenta que en cierta ocasión maldijo desde las murallas de la
ciudad a los ejércitos persas, tras lo cual una nube de moscas y mosquitos
cayó sobre el ejército de Sapor II y le obligó a retirarse. La aventurera
campaña de Juliano el Apóstata, que durante un tiempo amenazó Persia,
terminó, como es bien sabido, en desastre, y su sucesor, Joviano, se pudo
dar por satisfecho con salvar de la aniquilación algunos restos del gran
ejército que su predecesor había conducido a través del Éufrates. Para
lograr incluso tanto el emperador tuvo que firmar un tratado desventajoso,
por cuyos términos Roma perdió las provincias orientales conquistadas a
fines del Siglo III; entre las ciudades devueltas a Persia estaba Nísibe
(363). Para escapar a la cruel persecución que se desencadenó entonces en
Persia, la mayor parte de la población cristiana abandonó Nísibe en masa.
Efrén se fue con su gente, y se estableció primero en Beit-Garbaya, luego
en Amid, finalmente en Edesa, la capital de Osroene, donde pasó los
restantes diez años de su vida como un eremita notable por su severo
ascetismo. Sin embargo se tomó interés en todos los asuntos que se
relacionaban estrechamente con la población de Edesa. Varios autores
antiguos dicen que era diácono; como tal podía haber sido autorizado para
predicar en público. En esta época había unas diez sectas heréticas activas
en Edesa; Efrén se enfrentó vigorosamente con todas ellas, notablemente
con los discípulos del ilustre filósofo Bardesanes. A este periodo
corresponde casi toda su obra literaria; aparte de algunos poemas escritos
en Nísibe, el resto de sus escritos--sermones, himnos, tratados exegéticos –
datan de su estancia en Edesa. No es improbable que fuera uno de los
principales fundadores de la teológica “Escuela de los persas”, llamada así
porque sus primeros estudiantes y sus maestros originarios eran cristianos
persas refugiados de 363. A su muerte San Efrén fue llevado sin pompa al
cementerio “de los extranjeros”. Los monjes armenios del monasterio de
San Sergio de Edesa pretenden poseer su cuerpo. Los hechos antedichos
representan todo lo que es históricamente seguro referente a la carrera de
Efrén (ver BOUVY, “Les sources historiques de la vie de S. Ephrem”, en
“Revue Augustinienne”, 1903, 155-61). Todos los detalles añadidos más
tarde por biógrafos sirios son en el mejor caso de valor dudoso. A esta
clase pertenecen no sólo los rasgos legendarios y ocasionalmente pueriles
tan caros a los autores orientales, sino también otros aparentemente fiables,
vg., un supuesto viaje a Egipto con una estancia de ocho años, durante los
cuales se dice que confutó públicamente a ciertos portavoces de los herejes
arrianos. Las relaciones de San Efrén y San Basilio se narran por autores
muy fiables, vg., San Gregorio de Nisa (¿el Pseudo?) y Sozomeno, según
el cual el ermitaño de Edesa, atraído por la gran reputación de San Basilio,
resolvió visitarlo en Cesarea. Fue cálidamente recibido y fue ordenado
diácono por san Basilio; cuatro años después rehusó tanto el sacerdocio
como el episcopado que San Basilio le ofrecía mediante delegados
enviados con ese propósito a Edesa. Aunque Efrén parece haber sido
bastante ignorante del griego, este encuentro con San Basilio no es
improbable; algunos buenos críticos, sin embargo, tienen la evidencia por
insuficiente, y por tanto la rechazan, o al menos niegan su adhesión. La
vida de San Efrén, por tanto, ofrece no pocos problemas oscuros; sólo un
esbozo general de su carrera nos es conocido. Es seguro, sin embargo, que
mientras vivió fue muy influyente entre los cristianos sirios de Edesa, y
que su memoria fue reverenciada por todos, ortodoxos, monofisitas y
nestorianos. Le llaman el “sol de los sirios”, la “columna de la Iglesia”, el
“arpa del Espíritu Santo”. Aún más extraordinario es el homenaje que le
rinden los griegos que raramente mencionan autores sirios. Entre las obras
de San Gregorio de Nisa (P.G., XLVI, 819) hay un sermón (aunque no
reconocido por algunos) que es un auténtico panegírico de San Efrén.
Veinte años después de la muerte de este último San Jerónimo le menciona
como sigue en su catálogo de ilustres cristianos: “Efrén, diácono de la
iglesia de Edesa, escribió muchas obras [opuscula] en siríaco, y se hizo tan
famoso que sus escritos se leen públicamente en algunas iglesias después
de las Sagradas Escrituras. He leído en griego un volumen de la suya sobre
el Espíritu Santo; aunque era sólo una traducción, reconocí en ella el genio
sublime del hombre” (De viris illustr., c. Cxv). Teodoreto de Ciro también
alabó su genio poético y conocimiento teológico (Hist. Eccl., IV, xxvi).
Sozomeno pretende que Efrén escribió 3.000.000 de versos, y da los
nombres de algunos de sus discípulos, algunos de los cuales siguieron
siendo ortodoxos, mientras que otros cayeron en la herejía (Hist. Eccl., III,
xvi). De las Iglesias Siria y Bizantina la fama de Efrén se extendió entre
todos los cristianos. El Martirologio Romano le menciona el 1 de Febrero.
En sus menologios y synaxaria los griegos y los rusos, jacobitas, caldeos,
coptos, y armenios honran al santo diácono de Edesa.

3700 casos de abusos sexuales en Alemania

Gregorio = Vigilante o aquel que está siempre preparado, es de origen griego.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas
para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que
tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la
Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

GREGORIO MAGNO, DE LA FAMILIA DE LOS ANICIOS

Familia profundamente cristiana de la que ha llegado a los altares; sus padres y sus dos tías, Társila y Emiliana.
En este ambiente de religiosidad se desarrolló su espíritu mientras Roma llegaba a lo más bajo de la curva de
su caída. Cuando el poder imperial fue restablecido en Roma, en manos ya de Constantinopla, Gregorio
comienza su formación cultural. No sobresale en la literatura, pero sí en los estudios jurídicos, donde
encuentra una magnífica preparación para sus futuras actividades. Terminada su carrera de Derecho, acepta del
emperador Justino II el cargo de prefecto de Roma, con todas las funciones administrativas y judiciales.

GREGORIO MONJE
Pero su corazón aspiraba a cosas más altas, y tras una desgarradora lucha interior, que manifiesta en una carta
a su amigo San Leandro de Sevilla, Roma ve un día cómo su prefecto cambia sus ricas vestiduras por los
austeros hábitos de los campesinos que San Benito había adoptado para sus monjes. Su mismo palacio del
monte Celio fue transformado en monasterio. Gregorio es feliz en la paz del claustro, aunque pronto será
arrancado de ella por el mismo Sumo Pontífice, que le envía como Nuncio a Constantinopla. De aquí en adelante
añorará siempre aquellos cuatro años de vida monacal.

EL MONJE GREGORIO, PAPA

En 586, llega a Roma cuando las aguas del Tíber se desbordan y siembran la desolación. Personas ahogadas,
palacios destruidos, hambre y la peste. Una de las víctimas de la peste es el Papa Pelagio II. Y Gregorio es
elegido Papa para suceder a Pelagio, quedando apartado de la soledad que buscaba en el monasterio. Ya no
vivirá más la paz de la vida monacal, pero la espiritualidad de aquellos hombres entregados a la oración le
marcará para siempre. En su fecundo Pontificado, destaca su celo por la liturgia, la organización definitiva del
canto litúrgico, que se conoce aún con el nombre de "canto gregoriano". Era el “Psalite sapienter” del salmo y
de San Benito, cuyo estilo y estética litúrgicos, ha heredado también Benedicto XVI, a más del nombre del
Fundador de los Monjes de Occidente y Patrono de Europa: San Benito.
Gregorio es el pastor auténtico, que quiere lo mejor para sus ovejas que viven en la unidad del mismo Amor.
No ahorrará para ello trabajos ni sacrificios. Su voz se levanta potente y su pluma escribe sin descanso; el que
no había sobresalido en sus estudios literarios nos ha legado un tesoro inagotable en sus escritos, de estilo
sencillo y cordial. Y no se contenta con las ovejas que ya están en el verdadero redil; su corazón se lanza a la
conquista de Inglaterra, ganándola para el catolicismo. Para todos es el padre amante, cuyas preocupaciones
son las de sus hijos. Su honor es el de la Iglesia universal y su grandeza el ser y llamarse "Siervo de los siervos
de Dios", título que pasarán a utilizar desde entonces todos los Papas.

VIRTUDES DEL PASTOR


"Importa que el pastor sea puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, discreto en el silencio,
provechoso en las palabras, compasivo con todos, más que todos levantado en la contemplación, compañero de
los buenos por la humildad y firme en velar por la justicia contra los vicios de los delincuentes. Que la
ocupación de las cosas exteriores no le disminuya el cuidado de las interiores y el cuidado de las interiores no
le impida el proveer a las exteriores", escribe San Gregorio Magno en su "Regla Pastoral", y éste fue el
programa de su actuación. Genio práctico en la acción, fue ante todo el buen pastor cuya solicitud se extiende a
toda su grey. No es tan sólo Roma la que merece sus cuidados, sino todas las Iglesias España, Galia, Inglaterra,
Armenia, el Oriente, toda Italia, especialmente las diez provincias dependientes de la metrópoli romana. Fue
incansable restaurador de la disciplina católica. En su tiempo se convirtió Inglaterra y los visigodos abjuraron
el arrianismo.

EL CULTO Y LA CARIDAD
Renovó el culto y la liturgia y reorganizó la caridad en la Iglesia. Sus obras teológicas y la autoridad de las
mismas fueron indiscutidas hasta la llegada del protestantismo. Dio al pontificado un gran prestigio. Su voz era
buscada y escuchada en toda la cristiandad. Su obra fue curar, socorrer, ayudar, enseñar, cicatrizar las llagas
sangrantes de una sociedad en ruinas. No tuvo que luchar con desviaciones dogmáticas, sino con la
desesperación de los pueblos vencidos y la soberbia de los vencedores.
La obra realizada por San Gregorio Magno fue inmensa; aunque con su gran humildad, había procurado por
todos los medios no aceptar el mando supremo de la Iglesia. Pero una vez elegido Papa por el clero, el senado
y el pueblo fiel, y bien vista su elección por el emperador, se entregó a aquella tarea para la que toda su vida
anterior había sido una providencial preparación.

JUAN PABLO I SE PROPUSO IMITARLE

Al tomar posesión de la Catedral de San Juan de Letrán, pronunció estas palabras Juan Pablo I: “En Roma,
estudiaré en la escuela de San Gregorio Magno, que dice: «Esté cercano el pastor a cada uno de sus súbditos con
la compasión. Y olvidando su grado, considérese igual a los súbditos buenos, pero no tenga temor en ejercer,
contra los malos, el derecho de su autoridad. Recuerde que mientras todos los súbditos dan gracias a Dios por
cuanto el pastor ha hecho de bueno, no se atreven a censurar lo que ha hecho mal; cuando reprime los vicios,
no deje de reconocerse, humildemente, igual que los hermanos a quienes ha corregido y siéntase ante Dios
tanto más deudor cuanto más impunes resulten sus acciones ante los hombres » (Reg. past. parte II, 5 y 6).
Murió el 12 de marzo de 6
Martirologio Romano: Memoria de los santos Basilio Magno y Gregorio Nazianceno, obispos y doctores de la
Iglesia. Basilio, obispo de Cesarea de Capadocia (hoy en Turquía), apellidado “Magno” por su doctrina y
sabiduría, enseñó a los monjes la meditación de la Escritura, el trabajo en la obediencia y la caridad fraterna,
ordenando su vida según las reglas que él mismo redactó. Con sus egregios escritos educó a los fieles y brilló
por su trabajo pastoral en favor de los pobres y de los enfermos. Falleció el día uno de enero de 379. Gregorio,
amigo suyo, fue obispo de Sancina, en Constantinopla y, finalmente, de Nacianzo. Defendió con vehemencia la
divinidad del Verbo, mereciendo por ello ser llamado “Teólogo”. La Iglesia se alegra de celebrar
conjuntamente la memoria de tan grandes doctores.
Basilio = Aquel que es un rey, es de origen griego.

LOS CUATRO PADRES DE LA IGLESIA LATINA


"Doctor/a de la Iglesia" es un título que la Iglesia (el Papa o un concilio ecuménico) otorga oficialmente a
ciertos santos para reconocerlos como eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos.
De los ocho Doctores originales, cuatro eran “Padres del Occidente”, (San Agustín, San Ambrosio, San Gregorio
Magno y San Jerónimo) proclamados Doctores en el 1298 y cuatro eran del Oriente (San Atanasio, y San
Gregorio Nacianceno) proclamados Doctores en el 1568.
En la actualidad hay 33 Doctores, entre ellos tres mujeres (Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena y
Santa Teresa de Lisieux). Los cuatro primeros (San Agustín, San Ambrosio, San Gregorio Magno y San
Jerónimo) son los que nos encontramos en las iglesias del municipio de Elburgo. El número de cuatro se
adoptó por analogía con los evangelistas, de acuerdo con las correspondencias tan queridas de la Edad Media
(REAU L – OP.CIT., TOMO 2, VOL. 3, P.391) Su culto fue instituido por Bonifacio VIII en 1298, hecho que se
tradujo en su representación conjunta a lo largo del medievo, para cobrar importancia a partir del s. XV y
alcanzar su máximo apogeo, por lo menos en tierras vascas, durante la decimosexta centuria.
Fueron figurados frecuentemente asociados a los cuatro evangelistas.

SAN AGUSTIN
Nació en Tagaste en el año 354, cerca de Hipona. Durante su juventud vivió desordenadamente, se aferró con
obstinación a la herejía de los maniqueos y estudió la filosofía neoplatónica, hasta que las plegarias de su
madre Santa Mónica y los consejos de San Ambrosio propiciaron su conversión en Milán. Regresó a África,
donde vendió todas sus riquezas, se ordenó sacerdote y formó una pequeña comunidad, regida por lo que se
conocerá como Regla de San Agustín. Fue consagrado obispo de Hipona en elaño 395. Murió en el año 430
dejando importantes documentos escritos de carácter teológico. Viene a ser representado como obispo, con la
mitra y el báculo, aunque alguna vez también lo podemos ver con el hábito de agustino.
Sus atributos más conocidos son el corazón inflamado atravesado por varias flechas, basado en un pasaje de sus
“Confesiones”, y un niño que se empeñaba en vaciar el mar con una concha cuando él meditaba sobre la
“Santísima Trinidad”. Sin embargo lo más frecuente es encontrarlo con un libro o mostrando la maqueta de
una iglesia (Iconografía de los santos –FERNANDO ROIG,J.) tal y como podemos encontrarlo en nuestras iglesias
(Hijona, Arbulo…) aunque este dato nos invita a confusión con San Ambrosio que se nos aparece con parecidos
atributos.

SAN AMBROSIO
Nació en Trévelis en el año 340. Fue elegido obispo deMilán en el año 374 donde murió en el año 396. Conocido
por su firmeza ante el Emperador Teodosio en el año 390, a quien le prohibió el acceso a su iglesia por las
matanzas de Tesalónica. San Ambrosio fue también quien bautizó a San Agustín. Sus atributos más conocidos
son el enjambre, un niño en la cuna, unos huesos y un látigo de tres colas, sin embargo y al igual que hemos
señalado en los atributos o formas con las que nos podemos encontrar a San Agustín, San Ambrosio suele
aparecer en nuestras iglesias como un obispo, con el libro y la maqueta de una iglesia.

SAN GREGORIO MAGNO


Nació en Roma en el año 540 en el seno de una familia acomodada si bien abandonó este tipo de vida mundana
a la muerte de su madre Santa Silvia. Transformó el palacio familiar en un monasterio benedictino del que
llegó a ser abad. Fue elegido Papa contra su voluntad en el año 590 y murió catorce años después. Se le
atribuye la virtud de aliviar los sufrimientos de las ánimas del purgatorio y también es venerado como patrón
de los sabios, los músicos y los cantores. Fue invocado contra la peste, porque se dijo que puso fin a la peste
que asoló Roma con sus plegarias. Lo podemos encontrar representado con los hábitos de un papa, mostrando
el libro característico y la maqueta de la iglesia.

SAN JERONIMO
Nació en Estridón (Dalmacia) cerca de Venecia en el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado a la edad de
19 años. Abrazó la vida ascética, marchó al Oriente y fue ordenado presbítero. Volvió a Roma y fue secretario
del papa Dámaso. Fue en esta época cuando empezó su traducción latina de la Biblia. Promovió la vida
monástica. Más tarde, se estableció en Belén a la muerte del papa, tras haber acabado la raducción de la
Vulgata. Permaneció en Belén donde murió el año 420.
Los 33 DOCTORES DE LA IGLESIA
En orden Alfabético con fechas y referencias son: San Agustin 4-430).
Obispo de Hippo. Uno delos cuatro doctores originales de la Iglesia Latina. "Doctor de la Gracia". Aclamado
doctor el 20 de septiembre, 1295 by Bonifacio XIII. San Alberto Magno 00-1280). Dominico. Patrón delas
ciencias naturales; llamado "Doctor Universallis" "Doctor Expertus". Aclamado doctor el 16 diciembre, 1931
por Pío XI.

San Alfonso Ligorio (1696-1787). Patrón de confesores y moralistas.


Fundador de los redentoristas. Aclamado octor el 7 de julio, 1871 por Pío IX. an Ambrosio: (340-397). Uno de
los cuatro tradicionales Doctores de la Iglesia latina. Combatió el arrianismo en el Occidente. Obispo de Milán y
mentor de San Agustín. Aclamado doctor el 20 de septiembre, 1295 by Bonifacio VIII.
San. Anselmo (1033-1109). Arzobispo de Canterbury. Padre del Escolasticismo. Aclamado doctor el 3 de
febrero, 1720 por Clemente XI. San Antonio de Padua (1195-1231). Fraile franciscano. Doctor Evangélico.
Aclamado doctor el 16 de enero, 1946 por Pío XII.
San Atanasio (296-373). Obispo de Alejandría (Egipto). Principal opositor al arrianismo. Padre de la Ortodoxia.
Aclamado doctor el año 1568 por Pió V. an Basilio Magno (329-379). Uno de los tres Padres Capadocios. Padre
del monasticismo del Este. Aclamado doctor en 1568 por Pío V. an Beda el Venerable (673-735). Sacerdote
benedictino. Padre de la Historia inglesa. Aclamado doctor el 13 de noviembre, 1899 por León XIII. San
Bernardo de Claraval (Clairvaux) (1090-1153). Cisterciense. Llamado "Mellifluous Doctor" por su elocuencia.
Aclamado doctor el 20 de agosto, 1830 por Pío VIII.
San Buenaventura (1217-1274). Teólogo franciscano. "Doctor Seráfico".
Aclamado doctor el 14 de marzo, 1588 por Sixto V.
Santa Catalina de Siena. (1347-1380). Mística. Segunda mujer doctora de la Iglesia. Aclamada doctora el 4 de
octubre, 1970 por Pablo VI. San Cirilo de Alejandría (376-444). Patriarca. Combatió el nestorianismo.
Hizo contribuciones claves a la cristología. Aclamado doctor el 28 de julio, 1882 por León XIII.
San Cirilo de Jerusalén (315-387). Obispo opositor del arianismo en el Este. Aclamado doctor en 28 de julio,
1882 por León XIII.
San Efrén de Siria (306-373). Exegeta de la Biblia y escritor eclesiástico.
Llamado "el harpa del Espíritu Santo. Aclamado doctor el 5 de octubre, 1920 por Benedicto XV.
San Francisco de Sales (1567-1622). Obispo y lider de la contrareforma.
Patrón de los escritores y la prensacatólica. Aclamado doctor el 16 de
noviembre, 1871 por Pío IX. an Gregorio Magno(540-604). Papa. Cuarto y últimode los cuatro originales
Doctores de la Iglesia Latina. Defendió la supremacía del Papa y trabajó por la reforma del clero y la vida
monástica. Aclamado doctor el 20 de septiembre, 1295 por Bonifacio XIII.
San Gregorio Nacianceno. (330-390). Llamado el Demóstenes cristiano por su elocuencia y, en la Iglesia
Oriental, "El Teólogo". Uno de los tres Padres Capadocios. Aclamado doctor en 1568 por Pío V.
San Hilario de Poitiers (315-368). Obispo. Llamado elAtanasio del Occidente. Aclamado doctor en 13 mayo, 1851
por Pío IX.
San Isidoro de Sevilla (560-636). Arzobispo, teólogo, istoriador. Reconocido como el hombre mas sabio de su
época. clamado doctor el 25 abril, 1722 por Inocente XIII.
San Jerónimo (343-420). Uno de los cuatro Doctores originales de la Iglesia Latina. Padre de las ciencias
bíblicas y traductor de la biblia al latín. Aclamado doctor el 20 de septiembre, 1295 por Boniface XIII.
San Juán Crisóstomo (347-407). Obispo de Constantinopla. Patrón de los predicadores. Llamado "boca de oro"
por su gran elocuencia. Aclamado doctor en 1568 por Pío V.
San Juán Damasceno (675-749). Teólogo griego. Aclamado doctor el 19
agosto, 1890 por León XIII.
San Juán de la Cruz. (1542-1591). Cofundador de los carmelitas descalzos. Doctor de la teología mística.
Aclamado doctor el 24 de agosto, 1926 por Pío XI.
San León Magno (400-46l). Papa. Escribió contra las herejías del
Nestorianismo, el Monofisismo, el Maniqueismo y el Pelagianismo. Aclamado doctor el 15 de octubre, 1754 por
Benedicto XIV.
San Lorenzo de Brindis (1559-1619). Vigoroso predicador de gran influencia en el período pos-reformación.
Aclamado doctor en 19 de marzo, 1959 por Juan XXIII.
San Pedro Canisio. (1521-97). Teólogo Jesuita. Líder de la Contrareforma. Aclamado doctor el 21 de mayo, 1925
by Pío XI.
San Pedro Crisólogo (400-50). Obispo de Ravenna. Llamado "Palabra de Oro". Aclamado doctor el 10 de
febrero, 1729 por Benedicto XIII.
San Pedro Damián (1007-72). Benedictino. Reformadoreclesiástico y clerical.
Aclamado doctor el 27 de septiembre, 1828 por León XII.
San Roberto Belarmino (1542-1621). Jesuita. Defensor de la doctrina
durante y después de la Reforma Protestante. Escribió dos catecismos.
Aclamado doctor el 17 de septiembre 17, 1931 por Pío XI.
Santa Teresa de Avila. (1515-82). Española, fundadora de las carmelitas
descalzas, mística. Primera mujer Doctora dela Iglesia. Aclamada doctora el 27 de septiembre, 1970 por Pablo
VI.
Santa Teresa de Lisieux. (1873-1897) Religiosa francesa carmelita. Autora de "La Historia de un Alma".
Aclamada doctora el 19 de octubre, 1997 por Juan Pablo II.
Santo Tomás de Aquino. (1225-74). Filósofo dominico y teólogo. Llamado "Doctor Angélico". Autor de la Suma
Teólogica, obra insigne de teología. Patrón de las escuelas católicas y de la educación. Aclamado doctor el 11
de abril, 1567 Santa Teresa de Lisieux. (1873-1897) Religiosa francesa carmelita. Autora de "La Historia de un
Alma". Aclamada doctora el 19 de octubre, 1997 por Juan
Pablo II.
Recordemos que sólo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, tiene la facultad de proclamar la santidad de una
persona. Cuando popularmente se tiene a un difunto como santo que no ha sido reconocido por la Iglesia,
puede ser que:

1. La devoción de la gente acierte y años más tarde el difunto sea oficialmente reconocido por la Iglesia como
santo.

2. Puede que el difunto sea santo pero que nunca sea reconocido canónicamente.

3. Puede que la gente se equivoque. La gente se identifica con quien tuvo luchas, sufrimientos y tragedias. Pero
no es suficiente sufrir para ser santo, hace falta vivirlo todo con heroico amor y fidelidad a Jesucristo. La
devoción a los verdaderos santos está orientada a imitarlos en su total obediencia a Dios.

La Historia es una página en blanco, que los hombres pueden llenar como les plazca.
He aquí algunos "santos" NO RECONOCIDOS:

"La difunta Correa", mito sanjuanino. Argentina y Chile


En el transcurso del año 1835 un criollo de apellido Bustos fue reclutado en una leva para las montoneras de
Facundo Quiroga y llevado por la fuerza a La Rioja. Su mujer, María Antonia Deolinda Correa, desesperada
porque su esposo iba enfermo, tomó a su hijo y siguió las huellas de la montonera. Luego de mucho andar -
cuenta la leyenda- y cuando estaba al borde de sus fuerzas, sedienta y agotada, se dejó caer en la cima de un
pequeño cerro. Unos arrieros que pasaron luego por la zona, al ver animales de carroña que revoloteaban se
acercaron al cerro y encontraron a la madre muerta y al niño aún con vida, amamantándose de sus pechos.
Recogieron al niño, y dieron sepultura a la madre en las proximidades del Cementerio Vallecito, en la cuesta de
la sierra Pie de Palo.
Al conocerse la historia, comenzó la peregrinación de lugareños hasta la tumba de la "difunta Correa". Con el
tiempo se levantó un oratorio en el que la gente acercaba ofrendas. La difusión de sus milagros ya tradicionales
se ha extendido por todo San Juan: los poetas y cantores populares le dedican sus coplas y canciones, los
hombres de campo le piden protección para sus cosechas, los arrieros, con quienes tiene una deuda, la
consideran su protectora, hacen sus peligrosos viajes a través de las serranías y quebradas bajo su amparo, las
madres que por su debilidad carecen del necesario alimento para sus pequeñuelos, elevan sus oraciones
fervientes a ella para que nutra sus pechos escuálidos

"El Gauchito Gil", de la Pcia. de Corrientes, Argentina

De su historia hay distintas versiones. Mientras unos lo tienen por un "Robin Hood" correntino, que robaba a
los ricos para darle a los pobres. Unos dicen que lo mató la policía en una emboscada, otros que murió en un
duelo entre gauchos, mientras aun otra versión alega que se negó a alistarse o desertó del ejercito durante las
guerras internas de Argentina y entonces lo fusilaron (esto es lo que arrojaron las investigaciones mas
recientes).
El hecho es que algunos lo tomaron por santo y, a pesar de que han pasado muchos años, hay gente que lleva
una cinta roja, la cual es su símbolo, y ponen imágenes de él junto a las de María Santísima y los santos. La
gente que frecuenta sus "santuarios" se considera católica y se creen que es un santo más de nuestra Iglesia.
La razón de su popularidad no se origina en la santidad sino, quizás, en que la gente, inconscientemente, ve en
él una víctima de la injusticia y de los conflictos humanos que ellos también sufren. El Padre Julián Zini, ha
hecho un estudio antropológico e histórico respecto a esto.

María Lionza

En Venezuela se encuentran muy extendidas las creencias animistas; especialmente en el estado Yaracuy, en la
montaña de Sorte, se le rinde culto a MARIA LIONZA. Una leyenda sobre una indígena que huyendo de los
conquistadores españoles se interna en la selva y se convierte en una especie de Diana cazadora dominando a la
naturaleza como una diosa, en sus orígenes sería un culto a las fuerzas de la naturaleza y la fertilidad que se ha
convertido en todo un culto satánico, con sacerdotisas que se dirigen a las llamadas "cortes" y efectúan todo
tipo de brujerías y encantamiento, incluso realizan una especie de festival anual todos los once de octubre en el
que invocan a los espíritus ,y hacen toda clase de ritos ocultistas es muy conocido y recibe visitantes
extranjeros especialmente de las Antillas que están muy próximas, lo que es mas escandaloso es que todo esto
recibe apoyo gubernamental y se promueve como expresión de cultura popular. (Contribución de Glorimar
Gallo)
"Santa Buena Muerte", "San La Muerte":

El culto surge posteriori de la expulsión de los jesuitas de sus misiones en el noreste de la Argentina y
Paraguay en 1767. Cuando la Iglesia habla de prepararse para la "buena muerte", algunos, por error, han
pensado que se trata del nombre de un santo llamado "San La Muerte" o "San Buena Muerte" a quién veneran,
por sincretismo, el Viernes Santo y el Día de todos los Muertos. Se trata entonces de un santo que no existe
pero que se venera predominantemente en las provincias argentinas de Corrientes, El Chaco, Misiones y
Formosa.
Otra manifestación de sincretismo es el buscar la bendición de un sacerdote para el amuleto de "San la
Muerte". A quién sí debemos conocer es a Jesucristo, a quien se le da el título de "Señor de la Buena Muerte",
porque quien muere en El tendrá vida eterna.

La Niña Blanca

En México se ha extendido mucho el culto, de origen incierto, a una imagen de la muerte denominada "Santa
Niña Blanca", "La Flaquita" o "Martita".
Esta falsa devoción la permite, favorece y promueve una agrupación no-católica que se autonombra "Iglesia
Católica Tradicional MÉX-USA, Misioneros del Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús". Es un grupo
tradicionalista, que se opone a las reformas del Concilio Vaticano II y a la autoridad del Papa. Este grupo
religioso no está en comunión con la Iglesia Católica ni con la Santa Sede, como podría desprenderse del
nombre que ostenta. Ni tampoco son una congregación religiosa católica, como parece sugerir el nombre
“Misioneros del Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús”. Sus ministros de culto no son sacerdotes católicos, y
el arzobispo David Romo Guillén -lider del grupo- no es reconocido por el Papa Juan Pablo II. Hasta este
momento ignoramos si son válidas sus ordenaciones sacerdotal y episcopal y quién las realizó.
Los fieles católicos no deben dejarse sorprender por templos o ministros de culto, que tienen la apariencia de
ser católicos.

Muchos de estos templos tienen éxito porque no exigen la preparación catequética, que se solicita en
parroquias católicas, y por tolerar prácticas claramente supersticiosas (devoción a la Santa Muerte). (Extracto
del artículo de Jorge Luis Zarazúa Campa, publicado en periodismocatolico.com)

El cantante Rodrigo, Argentina y Uruguay


Tras su muerte, se empezaron a construir santuarios dedicados a su persona y estampitas con su imagen y
"Oraciones místicas". En Uruguay se difundió una aparente imagen de ese mismo cantante que decían que
lloraba.
NOTA: Aunque el demonio no puede hacer milagros, no es de extrañar quiera imitarlos con el fin de confundir.
Es una manera de desacreditar a lo que es auténtico.
La Santería, Cuba

Es un sincretismo de las religiones africanas y la fe católica. Los santos auténticos son transformados en dioses
que recuerdan la religión africana.
"Santo" Jesús Malverde. Estado de Sinaloa, México

Solo se le conoce por tradición oral y no hay seguridad de que existiera. Se dice que fue un ladrón o un
narcotraficante que se hizo famoso por repartir parte de su botín con los pobres, que murió asesinado el 3 de
Mayo de 1909. Cada día 3 de mayo su capilla en Culiacán se cubre de flores y de una multitud de devotos.
También hay devoción en Colombia, especialmente en Cali.
Los devotos de Jesús Malverde suelen considerarse católicos ya que hacen un sincretismo de su devoción con la
fe en Jesucristo y la Virgen María. Su capilla es notoria por contener agradecimientos de narcotraficantes y
personas al margen de la ley, incluso de quienes se proponen recurrir a la violencia. Esto demuestra una
inmensa ignorancia y la gran necesidad que hay de evangelizar. Los verdaderos santos solo interceden ante
Dios por lo que es justo y bueno. Debe quedar claro que la Iglesia católica no reconoce a Jesús Malverde como
santo.

Hay muchos más...

Dante, en La Divina Comedia, describe con precisión la Cruz del Sur, constelación invisible en el hemisferio
norte y que ningún viajero de su tiempo pudo haber descubierto. Swift, en el Viaje a Laputa, da las distancias y
el período de rotación de los dos satélites de Marte, desconocidos en su época. Cuando el astrónomo americano
Asaph Hall los descubre, en 1877, y advierte que sus mediciones concuerdan con las indicaciones de Swift,
presa de una especie de pánico los denomina Pobos y Deimos: miedo y terror.1 En 1896, un escritor inglés, M.
P. Shiel, publica una novela en la que aparece una banda de monstruosos criminales que asolan Europa, matan
a las familias que consideran perjudiciales al progreso de la Humanidad, y queman los cadáveres. Titula su
novela: Las SS.
«La ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma.» Rabelais

San Antonio
En Portugal, Brasil, Perú, interior de Argentina y otras partes de Hispanoamérica es reconocido como el santo
de los matrimonios, los que buscan pareja y los novios. El día de su fiesta (el 13 de junio) las muchachas
solteras tienen la costumbre de comprar una pequeña imagen del santo y pedirle su intercesión para conseguir
novio; cuando esto no ocurría se colocaba al revés la imagen como castigo hasta que por fin se encontrara un
buen partido. Esta curiosa tradición ha sido retratada muchas veces en la cultura popular portuguesa e
hispanoamericana, aunque la Iglesia católica la considera «superstición», las muchachas solteras tienen la
costumbre de comprar una pequeña imagen del santo y pedirle su intercesión para conseguir novio; cuando
esto no ocurría se colocaba al revés la imagen como castigo hasta que por fin se encontrara un buen partido.
Esta curiosa tradición ha sido retratada muchas veces en la cultura popular portuguesa e hispanoamericana,
aunque la Iglesia católica la considera «superstición».

Se carece de documentación fidedigna sobre los detalles de la vida San Ramón. He aquí lo que hemos podido
recoger de la narración de Alban Butler y otras fuentes.
San Ramón nació de familia noble en Portell, cerca de Barcelona, España en el año 1200. Recibió el
sobrenombre de non natus (no nacido), porque su madre murió en el parto antes de que el niño viese la luz.
Con el permiso de su padre, el santo ingresó en la orden de los Mercedarios, que acababa de fundarse. San
Pedro Nolasco, el fundador, recibió la profesión de Ramón en Barcelona.
Progresó tan rápidamente en virtud que, dos o tres años después de profesar, sucedió a San Pedro Nolasco en
el cargo de "redentor o rescatador de cautivos". Enviado al norte de Africa con una suma considerable de
dinero, Ramón rescató en Argel a numerosos esclavos. Cuando se le acabó el dinero, se ofreció como rehén por
la libertad de ciertos prisioneros cuya situación era desesperada y cuya fe se hallaba en grave peligro. Pero el
sacrificio de San Ramón no hizo más que exasperar a los infieles, quienes le trataron con terrible crueldad. Sin
embargo, el magistrado principal, temiendo que si el santo moría no se pudiese obtener la suma estipulada por
la libertad de los prisioneros a los que representaba, dio orden de que se le tratase más humanamente. Con
ello, el santo pudo salir a la calle, lo que aprovechó para confortar y alentar a los cristianos y hasta llegó a
convertir y bautizar a algunos mahometanos. Al saberlo, el gobernador le condenó a morir empalado, pero
quienes estaban interesados en cobrar la suma del rescate consiguieron que se le conmutase la pena de muerte
por la de flagelación. San Ramón no perdió por ello el valor, sino que prosiguió la tarea de auxiliar a cuantos
se hallaban en peligro, sin dejar escapar la menor ocasión de ayudarlos.
San Ramón encaró dos grandes dificultades. No tenía ya un solo centavo para rescatar cautivos y predicar el
cristianismo a los musulmanes equivalía a la pena de muerte. Pero nada lo detuvo ante el llamado del Señor.
Conciente del martirio inminente, volvió a instruir y exhortar tanto a los cristianos como a los infieles. El
gobernador, enfurecido ante tal audacia, ordenó que se azotase al santo en todas las esquinas de la ciudad y
que se le perforasen los labios con un hierro candente. Mandó ponerle en la boca un candado, cuya llave
guardaba él mismo y sólo la daba al carcelero a la hora de las comidas. En esa angustiosa situación pasó San
Ramón ocho meses, hasta que San Pedro Nolasco pudo finalmente enviar algunos miembros de su orden a
rescatarle. San Ramón hubiese querido quedarse para asistir a los esclavos en Africa, sin embargo, obedeció la
orden de su superior y pidió a Dios que aceptase sus lágrimas, ya que no le había considerado digno de
derramar su sangre por las almas de sus prójimos.
A su vuelta a España, en 1239, fue nombrado cardenal por Gregorio IX, pero permaneció tan indiferente a ese
honor que no había buscado, que no cambió ni sus vestidos, ni su pobre celda del convento de Barcelona, ni su
manera de vivir. El Papa le llamó más tarde a Roma. San Ramón obedeció, pero emprendió el viaje como el
religioso más humilde. Dios dispuso que sólo llegase hasta Cardona, a unos diez kilómetros de Barcelona,
donde le sorprendió una violenta fiebre que le llevó a la tumba. El santo tenía aproximadamente treinta y seis
años cuando murió el 31 de agosto de 1240. Cardona pronto se transformó en meta de peregrinaciones. Fue
sepultado en la capilla de San Nicolas de Portell.
El Papa Alejandro VII lo incluyó en el Martirologio Romano en 1657.
San Ramón Nonato es el patrono de las parturientas y las parteras debido a las circunstancias de su nacimiento.
La comisión nombrada por el Papa Benedicto XIV propuso suprimir del calendario general la fiesta de San
Ramón por la dificultad de encontrar documentos fidedignos sobre su vida.

Hechizo Tapa Boca


Ideal para callar las habladurias de gente entrometida.
Se necesita:
Papel estraza.
Veladora se San Ramón Nonato
En un papel se escribirá el nombre de la persona que nos molesta 7 veces de manera vertical y 7 veces de
manera horizontal.
Haga rollito el papel y se hace un hoyito en la pared y ahí se mete en el papel y se tapa con con parafina, y se
hace la siguiente afirmación: "Con dos te miro, con tres te ato, la sangre te bebo y el corazón te parto"
NOTA: También se puede meter eI papeI en un frasco oscuro con agua y meter a congeIar.
Después se prende la veladora con ceriIIos de madera y se repite la siguiente oración tres veces:
¡Oh Dios!, te suplico por tu gran piedad que me escuches y por los méritos de San Ramón Nonato, cuyo
nacimiento fue milagroso, te suplico me favorezcas en esta pene que me aflige y te ruego me protejas de las
personas que traten de hacerme daño. Así como enterré ese pergamino, así ato los malos pensamientos, el
rencor y las malas intenciones de (se dice el nombre de la persona a callar) y sera dominado por las fuerzas de
San Ramón Nonato, cuyos labios con candado cerro la malicia loca; por la espada de San Miguel, así no podran
llegar sus malos pensamientos ni el veneno de su boca, Amen, Amen, Amen

SAN CUCUFATO LOS HUEVOS TE ATO.

Agustín se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega
clásica y poseía gran elocuencia.[7] Sus primeros triunfos tuvieron como escenario Madaura y Cartago, donde
se especializó en gramática y retórica.[6] Durante sus años de estudiante en Cartago desarrolló una irresistible
atracción hacia el teatro. Al mismo tiempo, gustaba en gran medida de recibir halagos y la fama, que encontró
fácilmente en aquellos primeros años de su juventud. Durante su estancia en Cartago mostró su genio retórico y
sobresalió en concursos poéticos y certámenes públicos. Aunque se dejaba llevar por sus pasiones, y seguía
abiertamente los impulsos de su espíritu sensual, no abandonó sus estudios, especialmente los de filosofía.
Años después, el mismo Agustín hizo una fuerte crítica sobre esta etapa de su juventud en su libro Confesiones.

A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el espíritu de
especulación y así se dedicó de lleno al estudio de la filosofía, ciencia en la que sobresalió. Durante esta época
el joven Agustín conoció a una mujer con la que mantuvo una relación estable de catorce años y con la cual
tuvo un hijo: Adeodato.

En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasó de una escuela filosófica a otra
sin que encontrara en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abrazó el maniqueísmo
creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió
esta doctrina y finalmente, decepcionado, la abandonó al considerar que era una doctrina simplista que
apoyaba la pasividad del bien ante el mal.[7]

Sumido en una gran frustración personal decidió, en 383, partir para Roma, la capital del Imperio romano. Su
madre quiso acompañarle, pero Agustín la engañó y la dejó en tierra (cf. Confesiones 5,8,15).

En Roma enfermó de gravedad. Tras restablecerse, y gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma,
fue nombrado magister rhetoricae en Mediolanum, la actual Milán.

Agustín, como maniqueo y orador imperial en Milán[8] era el rival en oratoria del obispo Ambrosio de Milán.
Conversión al cristianismo[editar]Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de la conversión de
Agustín al cristianismo.

Empezó a asistir como catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de
sus prédicas y su corazón. Fue Ambrosio de Milán quien le hizo conocer los escritos de Plotino y las epístolas
de Pablo de Tarso. Por medio de estos escritos se convirtió al cristianismo.

Entonces decidió romper definitivamente con el maniqueísmo.

Esta noticia llenó de gozo a su madre, que había viajado a Italia para estar con su hijo, y que se encargó de
buscarle un matrimonio acorde con su estado social y dirigirle hacia el bautismo. En vez de optar por casarse
con la mujer que Mónica le había buscado, decidió vivir en ascesis; decisión a la que llegó después de haber
conocido los escritos neoplatónicos gracias al sacerdote Simpliciano. Los platónicos le ayudaron a resolver el
problema del materialismo y el del mal.

Agustín El obispo Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la Biblia
la fuente de la fe. Por último, la lectura de los textos de san Pablo le ayudó a Agustín a solucionar el problema
de la mediación -vinculado al de la Comunión de los Santos- y al de la Gracia divina. Al llegar al final de esta
frase se desvanecieron todas las sombras de duda.

En 386 se consagró al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. Renunció a su cátedra y se retiró
con su madre y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán, para dedicarse por completo al estudio y a la
meditación.
El 24 de abril de 387, a los treinta y tres años de edad, fue bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya
bautizado, regresó a África, pero antes de embarcarse, su madre Mónica murió en Ostia, el puerto cerca de
Roma.

Monacato, sacerdocio y episcopado Cuando llegó a Tagaste, Agustín vendió todos sus bienes y el producto de la
venta lo repartió entre los pobres. Se retiró con unos compañeros a vivir en una pequeña propiedad para hacer
allí vida monacal. Años después esta experiencia fue la inspiración para su famosa Regla. A pesar de su
búsqueda de la soledad y el aislamiento, la fama de Agustín se extendió por todo el país.

En 391 viajó a Hipona para buscar a un posible candidato a la vida monástica, pero durante una celebración
litúrgica fue elegido por la comunidad para que fuese ordenado sacerdote, a causa de las necesidades del
obispo Valerio de Hipona. Agustín aceptó, tras resistir, esta elección, si bien con lágrimas en sus ojos. Algo
parecido sucedió cuando se le consagró como obispo en el 395. Entonces abandonó el monasterio de laicos y se
instaló en la casa episcopal, que transformó en un monasterio de clérigos.

La actividad episcopal de Agustín fue enorme y variada. Predicó y escribió incansablemente, polemizó con
aquellos que iban en contra de la ortodoxia de la doctrina cristiana de aquel entonces, presidió concilios y
resolvió los problemas más diversos que le presentaban sus fieles. Se enfrentó a maniqueos, donatistas,
arrianos, pelagianos, priscilianistas, académicos, etc. Participó en los Concilios regionales III de Hipona del
393, III de Cartago del 397 y IV de Cartago del 419, en los dos últimos como presidente y en los cuales se
sancionó definitivamente el Canon bíblico que había sido hecho por el papa Dámaso I en Roma en el Sínodo del
382.

Ya como obispo, escribió libros que lo posicionan como uno de los cuatro principales Padres de la Iglesia
latinos. La vida de Agustín fue un claro ejemplo del cambio que logró con la adopción de un conjunto de
creencias y valores.

Fallecimiento
Tumba de san Agustín en la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro, en Pavía. Agustín murió en Hipona el 28 de
agosto de 430 durante el sitio al que los vándalos de Genserico sometieron la ciudad durante la invasión de la
provincia romana de África.

Su cuerpo, en fecha incierta, fue trasladado a Cerdeña y, hacia el 725, a Pavía, a la basílica de San Pietro in Ciel
d'Oro, donde reposa hoy.

La leyenda es usada en muchos lugares como verdadera; sin embargo, se trataría de una invención sin
fundamento histórico, pero que se inspira al menos en la actitud de Agustín como estudioso del misterio de
Dios.

Doctrina Razón y fe
Detalle de San Agustín en una vidriera por Louis Comfort Tiffany en el Lightner Museum.San Agustín, a los
diecinueve años, se pasó al racionalismo y rechazó la fe en nombre de la razón. Sin embargo, poco a poco fue
cambiando de parecer hasta llegar a la conclusión de que razón y fe no están necesariamente en oposición, sino
que su relación es de complementariedad.[16] Según él, la fe es un modo de pensar asintiendo, y si no existiese
el pensamiento, no existiría la fe. Por eso la inteligencia es la recompensa de la fe. La fe y la razón son dos
campos que necesitan ser equilibrados y complementados.

Esta postura se sitúa entre el fideísmo y el racionalismo. A los racionalistas les respondió: Crede ut intelligas
(«cree para comprender») y a los fideístas: Intellige ut credas («comprende para creer»). San Agustín quiso
comprender el contenido de la fe, demostrar la credibilidad de la fe y profundizar en sus enseñanzas.

Interioridad Agustín de Hipona anticipa a Descartes al sostener que la mente, mientras que duda, es consciente
de sí misma: si me engaño existo (Si enim fallor, sum). Como la percepción del mundo exterior puede conducir
al error, el camino hacia la certeza es la interioridad (in interiore homine habitat veritas) que por un proceso
de iluminación se encuentra con las verdades eternas y con el mismo Dios que, según él, está en lo más íntimo
de la intimidad.

Las ideas eternas están en Dios y son los arquetipos según los cuales crea el Cosmos. Dios, que es una
comunidad de amor, sale de sí mismo y crea por amor mediante rationes seminales, o gérmenes que explican
el proceso evolutivo que se basa en una constante actividad creadora, sin la cual nada subsistiría. Todo lo que
Dios crea es bueno, el mal carece de entidad, es ausencia de bien y fruto indeseable de la libertad del hombre.

Agustín también reflexiona sobre el tiempo desde la perspectiva de la conciencia subjetiva. El interior del
hombre, dotado de memoria, está disperso entre el pasado y el futuro y anhela lo imperecedero. Es a través del
examen de la propia trayectoria existencial y la introspección en la propia alma, donde Agustín expresa sus
convicciones.

Ciudad de Dios En la historia coexisten la Ciudad del Hombre, volcada hacia el egoísmo, y la Ciudad de Dios que
se va realizando en el amor a Dios y la práctica de las virtudes, en especial, la caridad y la justicia. Ni Roma ni
ningún Estado es una realidad divina o eterna, y si no busca la justicia se convierte en un magno latrocinio. La
Ciudad de Dios, que tampoco se identifica con la Iglesia del mundo presente, es la meta hacia donde se
encamina la humanidad y está destinada a los justos.

Ciudad de Dios Ciudad del Hombre


Amor a Dios Amor a sí misma
Comunidad mística formada por fieles Sed de poder y de conquista
Prefiguración de la Jerusalén celestial Persecución de la riqueza material
Ciudadanos de todas las razas y todas las lenguas Veneración de ídolos y dioses falsos

Lucha contra las herejías Desde el que Agustín nació, no pasaron ni cincuenta años desde que Constantino I
legalizase el culto al cristianismo. Tras la implantación de este como religión oficial del imperio por Teodosio
el Grande, se requiso de fundamentar los principios básicos para ser cristiano. Durante el s.IV y comienzos del
V surgen múltiples interpretaciones de los evangelios. Según Agustín, la herejía es la mala comprensión de la
fe, por lo que es un problema de carácter racional, aunque no todo error lo es. En su tratado "Herejías"
distingue 88, pero las principales que tuvo que lidiar fueron: maniqueísmo, donatismo, pelagianismo y
arrianismo.

El angel del cielo y el demonio con cartas a la asamblea

La afinidad del juez con la Iglesia y las artes retóricas de San Agustín, llevó a la ilegalización del donatismo en
412 «San Agustín y los donatistas» Charles-André van Loo. La lucha contra la doctrina de los maniqueos ocupa
una parte importante dentro de sus obras apologéticas porque muchos creyeron las enseñanzas de Mani
arrojaban luz sobre la Escrituras. Con la cantidad de evangelios apócrifos hizo que muchos cristianos
mantuviesen un dualismo entre estas dos creencias. Agustín redactó uno de sus principales textos anti-
maniqueos al obispo Fausto. Agustín replica a la doctrina diciendo que representaba una distorsión de origen
exterior al mensaje cristiano.
El donatismo consistía una amenaza interior. Tras el Edicto de Tesalónica, un grupo de creyentes arropados por
el obispo Donato se separaron de la Iglesia por ser condescendiente con los lapsi. Esta lucha era prioritaria por
razones doctrinales y político ya que el carácter beligerante ponía en riesgo a la Iglesia Católica del norte de
África. El donatismo sería un exceso de fe. Agustín no admite a los que en las persecuciones renegaron de la fe
separando la institución de los seguidores. La Iglesia está constituida por hombres, los cuales son imperfectos,
lo cual no pierde validez los sacramentos. Propones la creación de una Iglesia Pura de creyentes que buscan
perfección, lo cual reprocha la arrogancia donista de haberla conseguido. También abogó por la acogida y el
perdón pese a usar medidas represivas. La tensiones altas, como con los circuncisiones, llegó a su prohibición
en Cartago con un imperial cristiano llamado Marcelino en 411.
A diferencia del donatismo, no logró vencerlo en vida, aunque su aportación fue decisiva durante el concilio de
Efeso un año después de su muerte. El pelagianismo da un problema de interpretación racional acerca del valor
de las acciones realizadas por el creyente y como mérito para ganarse la salvación. Agustín acusa al
pelagianismo de no creer en el amor gratuito de Dios. La salvación para él no es un merecimiento del hombre
por sus buenas obras, sino pura gracia.
Ética El amor agustino se basa en el amor a Dios. Este amor libera al ser humano permitiéndole hacer lo que él
quiera. Ello, en tanto tiene como base el amor a Dios.

Para san Agustín el amor es una perla preciosa que, si no se posee, de nada sirven el resto de las cosas, y si se
posee, sobra todo lo demás.
San Agustín también dijo:
Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti.
Para el santo, Dios creó a los seres humanos para Él, y por ello los seres humanos no van a estar plenos hasta
que descansen en Dios.
Como para otros Padres de la Iglesia, para Agustín de Hipona la ética social implica la condena de la injusticia
de las riquezas y el imperativo de la solidaridad con los desfavorecidos.
Las riquezas son injustas o porque las adquiriste injustamente o porque ellas mismas son injusticia, por cuanto
tú tienes y otro no tiene, tú vives en la abundancia y otro en la miseria. salmos 48
Agustín de Hipona defendió asimismo el bien de la paz y procuró promoverla
Acabar con la guerra mediante la palabra y buscar o mantener la paz con la paz y no con la guerra es un título
de gloria mayor que matar a los hombres con la espada. Epístola 229
San Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia más activos contra el priscilianismo. San Agustín tiene
gran importancia en la historia de la cultura de Europa. Sus Confesiones suponen un modelo de biografía
interior para muchos autores, que van a considerar la introspección como elemento importante en la literatura.
Concretamente, Petrarca fue un gran lector del santo: su descripción de los estados amorosos enlaza con ese
interés por el mundo interior que encuentra en san Agustín. Descartes descubrió la autoconciencia, que señaló
el inicio de la filosofía moderna, copiando su principio fundamental (cogito ergo sum/pienso luego existo) no
literalmente pero sí en cuanto al sentido, de san Agustín (si enim fallor, sum/si me equivoco, existo: De civ. Dei
11, 26). Por otro lado, San Agustín va a ser un puente importante entre la antigüedad clásica y la cultura
cristiana. El especial aprecio que tiene por Virgilio y Platón va a marcar fuertemente los siglos posteriores.
Dos son las principales escuelas del pensamiento filosófico y teológico católico: la platónico-agustiniana y la
aristotélico-tomista. La Edad Media, hasta el siglo XIII y el redescubrimiento de Aristóteles, va a ser platónica-
agustina.
Agustín y la ciencia Según el científico Roger Penrose, san Agustín tuvo una «intuición genial» acerca de la
relación espacio-tiempo, adelantándose 1500 años a Albert Einstein y a la teoría de la relatividad cuando
Agustín afirma que el universo no nació en el tiempo, sino con el tiempo, que el tiempo y el universo surgieron
a la vez. Esta afirmación de Agustín también es rescatada por el colega de Penrose, Paul Davies.
Agustín, quien tuvo contacto con las ideas del evolucionismo de Anaximandro, sugirió en su obra La ciudad de
Dios que Dios pudo servirse de seres inferiores para crear al hombre al infundirle el alma, defendía la idea de
que a pesar de la existencia de Dios, no todos los organismos y lo inerte salían de Él, sino que algunos sufrían
variaciones evolutivas en tiempos históricos a partir de creaciones de Dios.
Obras San Agustín fue un autor prolífico que dejó una gran cantidad de obras, elaboradas desde el 386 hasta el
419, tratando temas diversos. Algunas de ellas son:

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