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¿Alguna vez te has visto envuelto en una situación donde haz hecho algo contrario

a tus creencias o valores? Si eres humano, seguramente tu respuesta sea sí.


Supongamos que para el 2016, como mucha gente, te habías planteado el objetivo
de ir al gimnasio cada semana pero esta última te ha dado pereza y no has ido.
¿Cómo te sentirías (o has sentido)?

Esa falta de sintonía entre lo que haces y lo que crees que debes hacer deja una
sensación de malestar que en psicología se conoce como disonancia cognitiva.

¿Qué es la disonancia cognitiva?


La disonancia cognitiva es la sensación de incomodidad que se produce cuando
aparece un conflicto entre lo que pienso y lo que hago. Para remediar ese estrés
producido por dicha sensación podemos hacer tres cosas:

 Cambiar nuestro comportamiento.


 Justificar nuestro comportamiento alterando el pensamiento o creencia.
 Justificar nuestro comportamiento añadiendo nuevas ideas al pensamiento o
creencia en cuestión.

A modo de ejemplo, imaginemos una persona fumadora que sabe que el fumar
tabaco conlleva un riesgo elevado de contraer cáncer de pulmón y está intentando
dejarlo. Como sabemos, este hábito es difícil de cambiar sin un plan de
tratamiento, así que supongamos que esta persona sucumbe a la tentación y se fuma
un cigarro. En ese momento, o quizás más tarde, aparecerá la disonancia cognitiva:
quiero dejar de fumar y me he comprometido a ello pero he fumado. ¿Qué es más
fácil para esa persona en ese momento? Cambiar su comportamiento pasado no es
posible y cambiar el hábito nada saludable de fumar le está resultando complicado,
por lo tanto decide cambiar sus ideas para poder justificar su conducta y aliviar
el estrés producido por dicho conflicto de intereses.
A todos nos sonarán excusas como “mi abuelo ha fumado toda su vida y está como
un roble”, “un cigarro más, un cigarro menos no me va a hacer nada”, “fumo hasta
que se acabe esta cajetilla y ya no fumo más”, etc. Lo mismo ocurre en el caso de
querer ir al gimnasio, empezar una dieta o estudiar un idioma nuevo.

El origen de la disonancia cognitiva


El doctor en psicología Leon Festinger fue el primero en proponer la teoría de la
disonancia cognitiva tras infiltrarse él mismo en una secta para investigar los
principios psicológicos de la misma. Los miembros de la secta creían que la
humanidad perecería a raíz de una inundación a nivel mundial, por lo cual la
mayoría dejó sus trabajos y vendió sus casas para centrarse en trabajar para la secta.
Una vez transcurrida la fecha de la supuesta inundación y al evidentemente no
suceder ninguna catástrofe, Festinger notó que los miembros menos fieles
admitieron que habían actuado de manera poco racional, aprendiendo la lección de
la manera dura. Sin embargo, los miembros más adeptos a la secta, en cambio,
alegaron que su fe y trabajo produjo un cambio en el destino de la humanidad,
salvándola del terrible desenlace. Según Festinger, los seres humanos
necesitamos de consistencia entre lo que pensamos y la manera en la que
actuamos. La creencia inventada por parte de los grupos más fieles de la secta es
fruto de la necesidad de eliminar esa disonancia. Además, la disonancia cognitiva
es más difícil de soportar cuando es nuestra propia imagen la que se ve afectada; en
este caso hablamos de la percepción de uno mismo como “estúpido” al haber creído
en esa profecía o al enfrentarse a la dura realidad de que todo lo que se ha hecho
por la secta ha sido en vano.

En un artículo publicado por mi compañera Elisabeth Rigo, se pone de ejemplo la


disonancia cognitiva como estrategia de afrontamiento en los casos de violencia
doméstica. Puedes echarle un vistazo haciendo click aquí.
Críticas a la disonancia cognitiva
Aunque se ha investigado mucho acerca de este fenómeno, lo cierto es que la
disonancia cognitiva tiene lugar en la mente del sujeto que la experimenta y luego
se traduce en comportamiento. Por esta razón, la parte cognitiva de la disonancia
es difícil de medir objetivamente. Debido a dicha dificultad a la hora de observar
físicamente la disonancia, alguno autores sostienen que este término es subjetivo y
que podría confundirse incluso con la culpa, ya que se desconoce si se trata de una
emoción, una percepción, o una interacción entre ambas cosas.

También existen diferencias individuales entre personas que no siempre responden


en función de lo que la teoría predice. En el caso de personas altamente ansiosas
parece ser que la teoría de la disonancia cognitiva explica muy bien su
comportamiento, pero por lo general las personas parecen ser capaces de afrontar
niveles normales de disonancia sin experimentar la ansiedad o incomodidad que
dicha teoría sostiene.

De todas formas es importante aclarar que la disonancia cognitiva, más allá de sus
implicaciones teóricas, es un mecanismo de afrontamiento frecuentemente
utilizado por las personas. Puede ser útil para pasar un mal trago, como puede ser
una ruptura en una relación de pareja, pero no debe ser nuestra principal estrategia
de toma de decisiones. Como todo en la vida, su abuso puede ser nocivo y por ello
es importante identificar cuándo estamos utilizando esta estrategia y evitar que se
convierta en un hábito que nos lleve al autoengaño, la mentira o la crítica negativa
constante.

¿Y tú que opinas de la disonancia cognitiva? ¿Tienes algún ejemplo real que te


haya ocurrido o sabes de alguien que se haya visto en esta situación? Déjanos un
comentario con tu opinión
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La Mente es Maravillosa

¿Conoces la disonancia cognitiva?

Gema Sánchez Cuevas 19 enero, 2013 en Psicología 172 compartidos

Rostro de mujer preocupada

¿Has experimentado la sensación de pensar una cosa y hacer otra, sin darte cuenta de que
mantienes dos ideas incompatibles?, ¿te generan estas situaciones tensión o malestar? Esta
sensación que experimentas tiene un nombre, se llama disonancia cognitiva.

En psicología, la disonancia cognitiva se conoce como la tensión o incomodidad que percibimos


cuando mantenemos dos ideas contradictorias o incompatibles, o cuando nuestras creencias no
están en armonía con lo que hacemos.

“La causa primaria del desorden en nosotros mismos es la búsqueda de la realidad prometida por
otros.”

-Krishnamurti-

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¿Qué hacemos ante la disonancia cognitiva?

Cuando experimentamos tensión o incomodidad por la existencia de dos ideas incompatibles,


trataremos de eliminarla o de evitar la situación e informaciones que puedan aumentarla. Es decir,
intentaremos reducir la disonancia que experimentamos. Para reducirla podemos hacerlo de
varias maneras como cambiar la conducta, alterar el ambiente o añadir nuevas informaciones y
conocimientos. Así, podemos encontrar que casi todos hemos caído en disonancias cognitivas.

Por ejemplo, cuando no vamos al gimnasio aunque sea nuestro objetivo de la semana, comemos
chocolate cuando estamos haciendo una dieta, deseamos algo y no lo podemos obtener,
criticándolo y quitándole valor, nos fumamos un cigarro cuando nos lo ha prohibido el médico o
cuando lo que acabamos de comprarnos no responde a nuestras expectativas.

En el caso de no ir al gimnasio, va en contra de nuestras creencias de “querer perder unos kilos” o


“llevar una vida saludable”. Ya no fuimos al gimnasio, por lo tanto, ¿qué es más fácil, cambiar algo
que hicimos en el pasado, un hábito o cambiar nuestras creencias?

La opción más fácil suele ser la última. Así que tenemos que añadir nuevas creencias, cambiar las
que tenemos o quitar importancia a las creencias incompatibles para eliminar la incoherencia. “Ir
al gimnasio es algo que se nota a largo plazo, no pasa nada porque no haya ido”, “por un día no se
notara mucho”, “ya iré la semana que viene”.

Podemos cambiar las creencias de muchas maneras pero manteniendo nuestro objetivo final que
sería dar más valor a la opción elegida, y restarlo a la alternativa no seleccionada. Y así sucede con
el resto de los ejemplos.

Cara de una mujer con flores alrededor saliendo de una caja

Primero actúo, luego justifico mi actuación

Como vemos, la disonancia cognitiva explica nuestra tendencia a la autojustificación. La ansiedad o


tensión que conlleva la posibilidad de que hemos tomado una decisión equivocada o de que
hayamos hecho algo incorrecto, nos puede llevar a inventar nuevas razones o justificaciones para
apoyar nuestra decisión o acto. No soportamos al mismo tiempo dos pensamientos
contradictorios o incompatibles, y justificamos dicha contradicción, aunque sea con nuevas ideas
absurdas.
Es importante señalar que la disonancia cognitiva solo se produce cuando los sujetos tienen
libertad de elección al realizar la conducta. Si nos obligan a hacer algo en contra de nuestra
voluntad, no se produce esta tensión. Aunque convencernos de que nos obligaron también puede
servir como autojustificación para reducir el malestar.

Pero, ¿es malo que reduzcamos la disonancia cognitiva?

En principio no, ya que es un mecanismo que utilizamos para nuestro bienestar. Lo importante es
ser conscientes de cuándo lo utilizamos para no caer en el autoengaño. Por ejemplo en las
rupturas de pareja, o en amores no correspondidos solemos justificarnos con frases como “ya
sabía yo que no iba a funcionar”, “no merecía la pena”, “no era lo que me esperaba”, cuando por
dentro sentimos dolor y nos cuesta admitirlo.

Incluso en personas que tienen baja autoestima también podemos observarlo, ya que son
personas que se quieren poco a ellas mismas y se intentan mentir para esconder lo que consideran
debilidades, creando corazas y máscaras que esconden lo que realmente sienten. ¿Y qué sucede?
Pues que a las personas las tratan como piensan que son, es decir, según la cara que les muestren,
en cambio en su interior se sienten incomprendidas. Por eso es muy importante, saber que
estamos utilizando el mecanismo de la disonancia cognitiva, para no llegar al autoengaño, la crítica
y la mentira.

El psicólogo estadounidense Leon Festinger (1919- ) desarrolló la Teoría de la Disonancia


Cognoscitiva. Su obra más conocida es precisamente The Theory Of Cognitive Dissonance (Teoría
de la Disonancia Cognoscitiva), publicada en 1957, donde caracteriza esta teoría.

Según Festinger, la disonancia cognoscitiva es esa sentimiento de incomodidad consigo mismo que
se produce cando hay una inconsecuencia entre lo que la persona conoce y lo que ha hecho.

La disonancia entre la información y el comportamiento puede ser demasiado molesta, por lo que
el sujeto trata de reducir su efecto mediante la exageración de aquellos aspectos de la situación
que sí concuerdan con sus actos. A estas relaciones las llamaremos relaciones disonantes.

Con base en ello, se podría decir que siempre que una persona tiene información o una opinión
que considerada en sí misma la conduciría a abstenerse de cierta acción, esta información u
opinión es entonces disonante con el hecho de haber realizado la acción. Cuando existe esta
disonancia, la persona tratará de reducirla modificando sus acciones o cambiando sus creencias y
opiniones.

Si esto es cierto, y si como resultado sigue un proceso de reducción de la disonancia, podría


esperarse que, después de una decisión así, a la persona aumente la justificación para su acción,
persuadiéndose así misma de que la alternativa que ha elegido es aún más atractiva de lo que
originalmente había creído. En otras palabras, después de tomar una decisión, las personas buscan
y encuentran, generalmente, formas de aumentar su justificación del propio comportamiento.

Se puede tener justificación adicional, modificando su opinión personal acerca del asunto. La
persona también será más sensible a aceptar las opiniones que apoyen la visión de su acción,
desechando las que no se ajusten a ella. Si puede encontrar bastante número de personas que
apoyen su visión o si puede persuadir a otros de ella, entonces podría adquirir suficiente apoyo
social, de manera que ella misma podría ahora aceptar la opinión como correcta y reducir así la
disonancia entre sus creencias y su comportamiento.

Una aplicación muy común de esta teoría, se ve reflejada en los anuncios publicitarios de
televisión, cuando en los comerciales nos resaltan las cualidades de un producto sobre otro o los
beneficios que tendremos al usar tal o cual producto.

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