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Y PSICOTERAPIA
Derechos Reservados.
Inscripción de Registro de Propiedad Intelectual Nº 95855, Marzo 1996.
ISBN 956-7403-02-3
Editorial Transformación
Fono: (569) 9222 2451
alejandrocelishiriart@gmail.com
www.transformacion.cl
Pie de foto Nº1: La Comisión Organizadora del Primer Encuentro Nacional de
Psicoterapeutas Humanistas y Transpersonales: los psicólogos Leonardo Villarroel,
Director de la Escuela de Psicología de la Universidad Central, la psicoterapeuta corporal
Marcela Araneda y Alejandro Celis, Presidente de la Comisión y miembro del Grupo de
Psicoterapeutas Humanistas.
Pie de foto Nº2: El Grupo de Psicoterapeutas Humanistas, formado con el fin de ofrecer
actividades psicoterapéuticas, Cursos de Postítulo y generar Encuentros profesionales. De
izquierda a derecha, la psicoterapeuta infantil Nadja Antonijevic y los psicoterapeutas de
adultos Paula Sepúlveda, Teresa Moreno, Marisol Susaeta, Alex Kalawski y Alejandro Celis.
Pie de foto Nº3: El Dr. Claudio Naranjo Cohen, autor del Prólogo y de los capítulos 3 y 8
de este volumen. El Dr. Naranjo es médico psiquiatra, y una de las figuras mundialmente
prominentes del enfoque Humanista-Transpersonal. En los años 60 estuvo presente en
California y en el Instituto Esalen, donde Fritz Perls lo nombró como uno de sus sucesores
en el enfoque guestáltico. Merced a su gran cantidad de intereses y a la diversidad de
ámbitos en los que ha incursionado -entre los que se cuentan la Terapia Guestáltica, la
meditación, el proceso Fischer-Hoffman, el Eneagrama y el neo-chamanismo- ha escrito
numerosos libros, entre los que se cuentan La Unica Búsqueda, Psicología de la
Meditación, El Viaje Sanador, La Vieja y Novísima Gestalt, La Agonía del Patriarcado, El
Niño Divino y el Héroe, Eneatipos en la Psicoterapia, Carácter y Neurosis y El Eneagrama
de la Sociedad.
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La Editorial Transformación, como su nombre lo indica, se interesa por transmitir
experiencias e ideas que nos ayuden a alcanzar estados de consciencia cualitativamente
superiores, como individuos y como Humanidad. En la astrología se representan, como
símbolos de transformación, el escorpión, el hombre y el águila. Esta última representa, en
esa simbología, el estadio más alto de evolución. De igual modo, en varias culturas indígenas
norteamericanas -entre las que se cuentan los Lakotas, los Sénecas, los Yaqui, los Cheyenne
y los Cherokees- el águila representa la conexión con lo divino; y sus plumas, las
herramientas de sanación más sagradas.
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Otras publicaciones de la Editorial:
Sirva esta anécdota para hacer presente que la palabra "humanista" aplicada a la
nueva psicología ha tenido un sentido diferente que la usual cuando se habla de
aquel humanismo nacido en el Renacimiento como antropocentrismo que se
opone a un teocentrismo. En contraste con la secularidad o "paganidad" del
espíritu greco-romano que se reafirmó desde el Renacimiento en la cultura y en
la educación, la "psicología humanista" (de la que Erich Fromm fue tal vez el
primero en hablar) es esencialmente una psicología que abarca el aspecto
espiritual del ser humano y se formula desde una perspectiva espiritual. Cuando
Maslow propuso la expresión para aludir a la "tercera corriente" que se hacía
más y más presente en las décadas que siguieron a la segunda guerra mundial,
ciertamente le daba a "humanista" una connotación que implicaba el
reconocimiento de lo transpersonal como la esencia y culminación de lo
humano; prueba de ello son los títulos de sus principales libros: Hacia una
Psicologia del Ser; Valores y Experiencias Cumbres; y el difícilmente
traducible Farther Reaches of Human Nature.
2
La Agonía del Patriarcado, por Claudio Naranjo, ed. Kairós, Barcelona, España, 1993.
3
La Vieja y Novísima Gestalt, por Claudio Naranjo, Ed. Cuatro Vientos, Santiago, Chile,
1989.
de extrañar que fuese en Chile -país de tanto talento- donde salte la chispa entre
el antiguo régimen y el fermento acuariano.
Claudio Naranjo
Berkeley, 3 de Julio de 1995
INTRODUCCION
Los días 12, 13 y 14 de Enero de 1995 se realiza en el país un evento -el Primer Encuentro
Nacional de Psicoterapeutas Humanistas y Transpersonales- destinado a convocar, por
primera vez, a todos aquellos que durante los treinta años anteriores, han trabajado en forma
relativamente aislada y/o anónima en el espíritu del movimiento Humanista y Transpersonal.
He oído muchas versiones de la forma en que este evento se gestó. Creo que muchos
soñaron, en su momento, con formar un Instituto, crear una filial de la AHP (Association
for Humanistic Psychology) norteamericana o convocar un evento en que nos reuniéramos.
Conozco iniciativas a este respecto que se remontan al menos a veinte años atrás y que no
perduraron, ya sea porque los tiempos no estaban maduros o ya sea por nuestros propios
estilos de funcionamiento. Pienso que lo que distinguió esta ocasión de momentos anteriores
fue que, al parecer, precisamente los tiempos estaban maduros, de modo que se dio una
sincronicidad que nos llevó, al Grupo de Psicoterapeutas Humanistas y a la Universidad
Central -a través del Director de su Escuela de Psicología, don Leonardo Villarroel Ilic-, a
catalizar un evento que, desde todo punto de vista, fue un éxito. Fue un éxito de asistencia,
un éxito de participación y de entusiasmo; sin embargo, creo que el punto más importante
fue que proporcionó un espacio en el que muchísimos individuos que hasta ese momento
trabajaban en forma relativamente anónima, sacaran a la luz sus enfoques y estilo de
trabajo.
Es posible que los lectores no calibren esto en toda su magnitud, por lo cual me extenderé
unas líneas al respecto. En el ámbito profesional y académico de la psicología, el peso del
paradigma que erróneamente llamamos “científico” tiene un peso enorme: lo esencial es lo
verificable, lo repetible, lo medible, lo comprobable y lo visible. Las ratas, los grupos control
y la estadística se adueñaron, durante mucho tiempo, de las publicaciones y Tesis de Grado.
¿ Y por qué digo que “erróneamente” llamamos científico a esto ? Porque el espíritu de la
ciencia -a mi entender- no son sus métodos, sino su curiosidad esencial por descubrir
nuevas verdades. Es así que, desde una posición de inferioridad y en un afán por
parecernos a la física o la química clásicas -y desconociendo las nuevas tendencias que se
han desarrollado en estas ciencias- los psicólogos hemos intentado disfrazarnos de lo que no
somos, y con eso nos hemos jibarizado -y a la vez, nos hemos criticado y descalificado
despiadadamente entre nosotros, especialmente a aquellos que no seguían los supuestos
principios de la ciencia-.
Siento como un gran honor que me haya correspondido ayudar a catalizar este primer
Encuentro, en el que -al menos en lo personal- me siento orgulloso heredero de la larga
historia del Hombre por encontrarse nuevamente con su Origen, tarea que en algún
momento asumieron curanderos, chamanes, druidas y Maestros espirituales -y en los
tiempos más oscuros de la Humanidad, personas que pagaron con su vida el atrevimiento
de emprender esta búsqueda fuera de los caminos establecidos por el Dogma reinante-.
Creo que todos hemos sentido, en un momento u otro, el temor a la crítica -de los pares o
de la sociedad en general- que implica explorar las zonas fronterizas de lo que es
socialmente aceptado. Leyendo biografías de personajes que actualmente la mayoría
respetamos -como Fritz Perls o Carl Gustav Jung- me entero de que se sintieron, en largos
períodos de sus vidas, obligados a transar y a darles a sus intuiciones y genialidades gran
cantidad de sesudo respaldo teórico, de modo que fuesen aceptadas por sus
contemporáneos.
Creo que los tiempos actuales no nos van a permitir ese lujo: quizás las Verdades deberán
ser pronunciadas sin contemplaciones, adornos ni anestesia. Quizás deberemos
arriesgarnos a ser malinterpretados por una mayoría para ayudar a unos pocos. A pesar
de los índices optimistas de la tecnología y de la economía, pienso que la Humanidad
atraviesa por una crisis, quizás la más profunda de su Historia. Creo que nunca antes el
vacío espiritual y de sentido ha sido tan pronunciado ni sus síntomas tan explosivos. Como
decía hace unos días el colega Humanista Henricus Reijmakers -quien trabaja en
Antofagasta-, "La Humanidad grita por más humanidad. Esperamos que el Siglo XXI sea
de humanización".
Creo que es importante reconocer a cada uno de aquellos que, en forma anónima o
colorida, han entregado claves de autoconocimiento a quienes las han buscado: sería
interminable mencionarlos a todos, pero cada uno de ustedes tiene a uno o a varios de
ellos muy cercano a su corazón. Creo que en Chile es importante, al menos para mí,
reconocer lo que la Editorial Cuatro Vientos -encarnada en su Editor, Francisco Huneeus-
ha aportado para que todos nosotros tengamos lenguajes y vivencias comunes. Sería, como
dije, muy largo -y tendría un inevitable sesgo de mi parte el hacerlo- mencionar a todos,
así que sólo quiero mencionar los nombres de dos personas fallecidas el año pasado, que
para mí y muchos otros fueron importantes: los colegas Héctor Fernández Provoste y
Salvador Cifuentes Gatica. Cada uno a su modo, dieron lo mejor de sí mismos y de sus
sueños para contribuír a iluminar el camino de otros.
Creo, como decía, que el mayor éxito del evento consistió en que muchos de nosotros, en un
ambiente de iguales que tuvo un muy honroso antecedente en el décimo Congreso Nacional
de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica -La Persona del Terapeuta-, nos atrevimos a
exponer abiertamente nuestras ideas, percepciones y sueños; y nos encontramos, no con la
crítica descalificatoria a la que estábamos acostumbrados en eventos de esta naturaleza, sino
que con un auditorio verdaderamente cálido y receptivo.
Previo al evento ya existía la idea de publicar un libro con lo que se dijese en las Mesas
Redondas. Dado, sin embargo, que se pensó en editarlo como un volumen introductorio al
conocimiento y/o enseñanza de la Psicoterapia Humanista y Transpersonal, es que se decidió
agregar capítulos extras. El primer Capítulo -La psicoterapia Humanista y Transpersonal:
orígenes y conceptos fundamentales-, escrito por Alex Kalawski, Paula Sepúlveda y por mí
mismo, intenta -como su nombre lo indica- ofrecer un panorama global del surgimiento de
estas dos corrientes, de sus conceptos centrales y líneas generales. Además, recopilamos -lo
más fielmente posible- la historia de estos movimientos en Chile.
El segundo capítulo -La tradición Humanista- corresponde a la primera Mesa Redonda del
Encuentro. Dada la naturaleza holística del enfoque Humanista, éste se ve reflejado en
múltiples ámbitos del quehacer humano. Es así que quisimos reunir expositores que nos
hablaran, tanto de la historia de la filosofía humanista como de las otras facetas -ajenas a la
psicología- en que este pensamiento se refleja. Los ilustres panelistas dieron cuenta de
algunas de estas facetas: el trabajo político, los derechos humanos, la ecología y la
educación. Y el concepto mismo de Humanismo también se vio cuestionado -y a mi juicio,
muy acertadamente por Sara Larraín -, proponiéndose una concepción más explícitamente
ecocéntrica.
Tanto el Prólogo como los Capítulos 3 y 8 corresponden al deseo de dar presencia en este
volumen a uno de los grandes precursores, en Chile y en el mundo, de la psicoterapia
Humanista y Transpersonal: el Dr. Claudio Naranjo. El Dr. Naranjo estuvo presente en el
momento del florecimiento de estos enfoques en la década de los 60, en California, Estados
Unidos, de modo que su testimonio histórico -ameno y clarificador- era imprescindible, a
nuestro juicio, en este volumen, a través del Capítulo 3 -Acerca de las fuentes de mis
aportes a la psicología- material amablemente cedido para su reproducción por la Sociedad
Chilena de Psicología Clínica.
El Capítulo 5 -La Psicoterapia Humanista en situaciones límite- fue la cuarta Mesa del
Encuentro y fue, como su nombre lo indica, una conversación basada en la experiencia de
cuatro psicólogos en territorios marcados cotidianamente por la experiencia límite -stress,
extrema pobreza, drogas, locura, muerte y violencia-, y tuvo el mérito de comunicar al
auditorio cómo el enfoque Humanista puede -y quizás con mayor razón- ser llevado a esas
áreas de la experiencia humana.
Otra de las sincronicidades que se dieron en torno al evento y a este volumen se hizo
presente cuando, en Junio de 1995, diversas agrupaciones de psicólogos y profesionales
Humanistas y Transpersonales chilenos decidieron realizar un homenaje al Dr. Naranjo, en
honor a su larguísima trayectoria y amplia productividad. El discurso pronunciado por el Dr.
Naranjo en esa ocasión -Una Formación Integrativa de agentes de cambio
Transpersonales- constituye el capítulo 8 de este volumen, y es un claro llamado a
reformular nuestras concepciones respecto a la formación de psicoterapeutas.
Con el fin de otorgar claridad y fluidez a este volumen, cada uno de los panelistas tuvo la
oportunidad de reexaminar -y eventualmente, corregir- su texto. Además, he escrito una
breve introducción antes de cada capítulo, la que espero ayude a contextualizar cada uno de
ellos.
Espero muy sinceramente que este volumen contribuya, no sólo a difundir las ideas de los
movimientos Humanista y Transpersonal y a unificar a sus exponentes, sino que, en lo
posible, entregue claves a cada lector que le faciliten su propio autodescubrimiento y auto-
aceptación, para el bien de todos.
Ps Alex Kalawski
Ps. Paula Sepúlveda
Ps. Alejandro Celis
La variedad de nombres que tomó la psicoterapia humanista no es azarosa, sino que es parte
de la definición de un movimiento semejante a la Hidra o "monstruo de muchas cabezas"
cuyos orígenes son diversos. Detrás de esta diversidad está la certeza de que los nombres
son limitados para describir su espíritu, ya que una parte del espíritu humanista es la
resistencia a las definiciones explícitas y las descripciones lógicas.
INICIOS
A partir de los años 60, en los principales paises de Occidente comienza a observarse un
fenómeno socio-cultural que adquiere expresión en las artes, la educación, la filosofía, la
política y la psicología. Es la época del amor libre, de cambios en la relación hombre-mujer,
del rechazo de los jóvenes a participar en la guerra de Vietnam, de protestas estudiantiles, de
reformas educacionales, en fin (Celis, A., 1990). Se vive, en Estados Unidos y algunos
países de Europa, un ambiente de búsqueda, de idealismo y revolución, que pretende
restaurar el espíritu humanista del Renacimiento al poner al hombre como centro de la
preocupación humana.
Los acontecimientos desencadenados en la década de los sesenta son captados y se
manifiestan en forma importante en la psicología y en la psicoterapia. La psicoterapia
Humanista surge como una verdadera revolución que responde al pulso cultural de la época,
y recoge las semillas plantadas en la década anterior. Su auge se manifiesta principalmente en
los Estados Unidos, y desde allí se difunde progresivamente a otros paises occidentales. El
Movimiento del Potencial Humano desborda, de muchas formas, los límites que hasta
entonces demarcaban el quehacer en psicoterapia.
En primer término, como decíamos al comienzo de este artículo, sus propuestas se basan
en un concepto diferente del hombre. El postulado humanista afirma que dentro de cada
persona está contenida la sabiduría necesaria para alcanzar un estado de salud óptima; que
todo ser humano tiene, dentro de sí, la capacidad de saber lo que necesita para activar y
realizar su potencial. Es lo que Rogers llamó valoración organísmica (Rogers, C.R., 1964),
una capacidad que tiene el organismo -la totalidad del ser humano: mente, cuerpo,
emociones, espíritu-, como un todo, de “valorar” cada experiencia como enriquecedora o no
enriquecedora para sí, en ese momento particular. Este reconocido autor rompe con el
autoritarismo que es herencia del modelo médico y que regía hasta entonces la relación
paciente-terapeuta. Encontramos huellas de este revolucionario planteamiento en el campo
de la educación en el currículum conocido como educación personalizada. Con el correr del
tiempo, éste será uno de los principios que caracterizará más nítidamente al enfoque
humanista en psicoterapia. Los terapeutas se concebirán a sí mismos como compañeros o
"comadrones" del proceso que está ocurriendo en sus pacientes, en lugar de sus causantes.
Si bien el Conductismo no había enfatizado lo patológico, tampoco habla del hombre sano o
realizado, ya que se coloca en una postura "objetiva", sin pronunciarse sobre diferencias
cualitativas que vayan más allá de lo adaptado o desajustado.
El mismo Perls, Will Schutz (Schutz, W., 1967) y también Carl Rogers (Rogers, C.R., 1970)
entre otros, hacen populares los grupos de encuentro y las maratones. Un número
considerable de "pacientes" se embarcan en ambas modalidades, en variadas experiencias de
transformación psicológica. En las maratones, la técnica de una sola gran sesión
-generalmente de todo un fin de semana- incorpora el elemento de intensidad y
concentración como herramienta de facilitación y potenciación del trabajo psicológico. Lejos
queda el modelo tradicional, que define a la psicoterapia como un proceso individual de
duración variable y que termina sólo por la remisión del síntoma o el abandono de la terapia
por parte del paciente.
Un último elemento que ahonda la brecha con la terapia tradicional es aportado por las
investigaciones de John Lilly (Lilly, J., 1972) y Stanislav Grof (Grof, S., 1975), entre otros,
quienes comienzan a utilizar sustancias psicotrópicas en la exploración y el trabajo
psicológico, precedidos por el ya mítico Timothy Leary. Quienes experimentan con estas
drogas -las que reciben diferentes nombres: psicodélicas, psicotrópicas o alucinógenas, e
incluyen el LSD, la mescalina, la psilocibina y el MDA entre las más importantes- descubren
la existencia de realidades diferentes a la realidad ordinaria, sin que se produzca la temida
dependencia física característica de otras sustancias -especialmente, los derivados de la
amapola-. Uno de los pioneros en trabajar el potencial de autodescubrimiento de estas
sustancias es el literato Aldous Huxley, quien ensalzó sus propiedades (Huxley, A. 1962a,
1982) e incluso pidió ser inyectado con LSD en sus últimas horas de vida, de modo de morir
en forma enteramente consciente (Huxley, L., 1968). El hecho de que la "realidad" no sea
"la" única realidad (Ornstein, R.E., 1979) constituye un aspecto fundamental del espíritu de
la época: muchos llegan a establecer que el concepto de responsabilidad -el que, como ya
dijimos, es central en la psicoterapia Humanista- refleja el hecho de que somos también
responsables por el tinte y la amplitud con el cual vemos el panorama interno y externo
(Celis, A., 1990, 1993).
Como hemos dicho, existe una gran diversidad de grupos, terapeutas, escuelas, estilos y
técnicas humanistas. Pero detrás de todo ello subyace un espíritu común que le otorga
unidad y que es a la vez fundamento de dicha diversidad (Kalawski, A., 1992).
La naturaleza humana expresa una sabiduría mayor, que es la sabiduría del Universo. El ser
humano -como expresión de ella- debe encontrar su lugar en el mundo, viviendo en armonía
con la totalidad de la que forma parte sin intentar controlarla, dominarla o explotarla. En el
campo de la psicoterapia, ello se expresa en que la actitud más importante que los terapeutas
intentan promover en ellos y en sus pacientes es una aceptación incondicional de lo que
somos para que en lugar de intentar ser lo que no somos nos permitamos ser cada vez
más lo que sí somos.
Como se dijo anteriormente, la conciencia que hasta ahora había sido considerada como la
"normal", comienza a ser reconocida sólo como un estado de conciencia posible, cuya
característica es la de filtrar, separar e inhibir el conocimiento de lo potencialmente
perceptible a una estrechísima franja de éste. La Psicología Humanista alienta, entonces, la
búsqueda y el cultivo de otros estados de conciencia hasta ahora descalificados por la
psicología tradicional, al considerárselos propios de estados de patología. Aquí, las
religiones Orientales y las disciplinas meditativas han significado un importante aporte a la
exploración de los límites de la conciencia, y han formado parte de la vertiente que nutre a la
Psicología Transpersonal o Cuarta Fuerza (Naranjo, C. y Ornstein, R.E., 1971).
Los últimos dos milenios de cultura judeo-cristiana han relegado al cuerpo a un plano
secundario; los descubrimientos científicos, por su parte, han contribuído a concebir el
cuerpo como poco más que una maquinaria manipulable a través de la tecnología. Esta
actitud debe ser contrarrestada para alcanzar los planos humanos superiores del espíritu, la
mente y el pensamiento racional. La división mente-cuerpo ha alcanzado niveles críticos, los
que tiñen nuestra cultura de otra serie de polaridades alienantes, como sexo-espíritu, animal-
humano, pecador-inocente, etc, y como consecuencia de ello nuestra experiencia emocional
se ha ido llenando de sentimientos tales como vergüenza y culpa relativas a las funciones
corporales.
Para el enfoque Humanista existe, por el contrario, una unidad fundamental mente-cuerpo.
Nuestra alienación, por lo tanto, también se expresa y puede ser modificada a través de
tomar conciencia de nuestro cuerpo como una fuente inagotable de información acerca de
cómo somos, qué sentimos, e incluso qué nos acontece más allá de nuestra conciencia.
Cada cultura define lo que es deseable y los marcos dentro de los cuales deben tener lugar
las expresiones de sus miembros. La nuestra, por ejemplo, favorece el desarrollo del
hemisferio lógico/izquierdo, desalentando al mismo tiempo la expresión del hemisferio
intuitivo/derecho. Prioriza lo externo y lo manipulativo en desmedro de lo interno, lo
receptivo y lo contemplativo; lo analítico por sobre lo sintético, lo racional por sobre lo
emocional, intuitivo o analógico.
Este énfasis no pretende disminuir la importancia del otro lenguaje. De acuerdo con el
espíritu Taoísta, el símbolo yin-yang es una magnífica ilustración de la forma en que la
psicología Humanista visualiza las polaridades:
cada una de ellas, si bien se halla separada de la otra, contiene la semilla del aparente
contrario. Es así que, a diferencia de como vemos en Occidente a las polaridades -como
opuestos irreconciliables: mal/bien, Dios/Diablo, etc- el Taoísmo las considera como
aparentes opuestos que, si bien se diferencian, danzan y se complementan armónicamente la
una a la otra. Una ocupación importante de esta psicología es la integración armónica de las
partes o polaridades, las que se conciben como inherentes a la naturaleza humana. Tal
integración no será de ninguna manera una búsqueda de homogenización, sino que una
aceptación y comprensión de todas nuestras facetas, de todo aquello que somos: lo
desconocido, lo olvidado, lo reprobado y aún lo vergonzoso.
La Psicología Humanista asume que los seres humanos tienden a convertir lo que perciben,
sienten, piensan o recuerdan en lo que las cosas son. Esto crea una barrera comunicacional
entre las personas, y también al interior de ellas. Por lo tanto, la psicoterapia busca
desarrollar la capacidad de comunicar las percepciones personales, reconociéndolas como
tales; y, al mismo tiempo, valorar y reconocer las del otro, aceptando su misma cualidad
subjetiva.
LA PSICOLOGIA TRANSPERSONAL
El gigantesco caldo de cultivo que fueron los años 60 permitió el florecimiento de una gran
cantidad de formas de terapia que se inspiraron en las mismas bases revolucionarias. Sin
embargo, algunos años después la Asociación de Psicología Humanista (A.H.P.) le quedó
estrecha a muchos buscadores cuyas inquietudes eran más radicales (Celis, A., 1990).
Las enseñanzas de los Maestros orientales ofrecían modelos del funcionamiento psicológico
completamente desconocidos en el mundo de la ciencia occidental. Estas enseñanzas son
conocidas hace miles de años en sus respectivas tradiciones, y el origen de algunas de ellas
se pierden en la nebulosa de los tiempos. Estos modelos psicológicos incluyen conceptos
tales como niveles de conciencia, niveles del ser, disolución de la identidad , ego y esencia,
mente, mecanicidad, totalidad, unidad cósmica, trascendencia, centros, chakras, energía,
etc., y muchos de ellos aluden a aspectos de la experiencia humana que escapan a los límites
estrechos del condicionamiento individual y cultural.
Sumado a lo anterior, las personas que se internaron en el camino de la meditación con
técnicas traídas del Oriente, que experimentaron con drogas psicodélicas o que se
sometieron a las disciplinas dictadas por las enseñanzas de diversas escuelas místicas
tuvieron experiencias que abrieron un horizonte nuevo en el conocimiento, la investigación y
la exploración interior: vivencias y percepciones de trascendencia, unidad cósmica y otros
fenómenos que cuestionaban en lo esencial la creencia de que cada individuo se halla
separado del resto. Tales experiencias habían sido descritas siglos antes por religiones
orientales como el Hinduísmo, el Budismo, el Taoísmo, el Zen, o la tradición Sufi (Celis, A.,
1990).
Actualmente, los principales expositores de esta línea dentro de la psicología académica son,
-entre otros- Frances Vaughan, Stanislav Grof, Charles Tart, Ken Wilber y el chileno-
norteamericano, Dr. Claudio Naranjo. Este último tiene gran importancia para nosotros, por
ser un inspirador de paternidad reconocida por la mayor parte de los terapeutas humanistas y
transpersonales de nuestro país.
Junto con la búsqueda instintiva de seguridad y predictibilidad con que nuestro cuerpo,
nuestra mente y emociones parecen venir programadas, parece existir en el ser humano un
afán por explorar, por aventurarse, por adentrarse en lo desconocido. Una vida cómoda,
segura y predecible no nos basta: como dice Octavio Paz, el Hombre tiene nostalgia de
infinito. Si bien esta tendencia no es enteramente consciente en los individuos -ni tampoco lo
es la búsqueda religiosa-, sí es una tendencia compartida la búsqueda de sentido en nuestra
vida. Según Oscar Ichazo, este anhelo es la expresión de la búsqueda espiritual en la psique
humana. Tenemos entonces que es posible que en alguien que se sienta enteramente ateo -al
no identificarse con ninguna de las religiones establecidas- sigue estando presente este deseo
de hallar sentido y significación a su propia existencia, el que puede hallar en su trabajo, su
relación de pareja o algún propósito trascendente que le otorgue a su vida.
Una perspectiva similar -y con la cual los psicoterapeutas se hallan más familiarizados- es la
de Víktor Frankl, creador de la Logoterapia. Frankl define la Logoterapia como "la
terapéutica mediante el Logos, mediante el sentido" (Frankl, V., 1982). En otra publicación,
señala: "La reflexión psicoterapéutica sobre el logos equivale a la reflexión sobre el sentido
y sobre los valores. La reflexión psicoterapéutica acerca de la existencia supone reflexión
sobre la libertad y la responsabilidad" (Frankl, V., 1987). Frankl está convencido de que
hay siempre un sentido de la vida en cuya búsqueda va el hombre. Depende de él emprender
la realización de este significado. El hombre tiene la responsabilidad de dar la respuesta justa
a una pregunta, de hallar el significado justo de una situación. Por esto la consciencia es la
gran guía, la guía más adaptada al comportamiento del hombre; de hecho, es la capacidad
intuitiva la que descubre el significado único y singular escondido en cada situación (Bazzi,
T. y Fizzotti, E., 1989).
(2) Un nuevo concepto de la neurosis: el eneagrama.-
El eneagrama es un modelo psicológico recibido de una escuela del Oriente medio cuyo
origen data de miles de años. Fue traído por primera vez a Occidente (y esta vez a Chile) por
Oscar Ichazo, fundador del Instituto Arica (Ichazo, O., 1972). Allí recibió la enseñanza el
Dr. Claudio Naranjo, quien con el correr de los años se ha transformado en el principal
estudioso y difusor del Eneagrama (Naranjo, C., 1990, 1994, 1995).
Las escuelas psicológicas tradicionales basan sus premisas en los datos que son aportados
por la observación, medición, análisis y comparación de los fenómenos del psiquismo que
son perceptibles. Estos fenómenos forman parte de la personalidad. El centro de la
personalidad es el ego o yo condicionado, que la psicología transpersonal define como una
parte del ser total que usurpa el lugar de la totalidad mediante la identificación selectiva.
Las psicologías tradicionales han dado un lugar central al estudio de la personalidad, y por lo
común se considera que la salud está vinculada estrechamente a una modificación de ella. La
perspectiva transpersonal más cercana a las prácticas meditativas budistas concibe a la
personalidad como uno de los aspectos del ser, estimándose que la salud implica
principalmente un apartamiento de la identificación exclusiva con ella, más que su
modificación.
El buscador cuenta para ello con técnicas propias de la "vía purgativa" (técnicas gestálticas
principalmente) y de la "vía unitiva". Entre estas últimas tenemos técnicas de meditación,
mantrams (sílabas sagradas provenientes de la tradiciones hindúes y sufis), los
psicocatalizadores, que serían las verdades divinas que hay debajo de cada fijación o pasión
(Ichazo, O., 1972) y las mudras o posiciones sagradas. Todas estas técnicas forman parte de
esta "vía dulce" que ayuda a transmutar la energía inferior en valores intrínsecos del ser.
Muchos occidentales han seguido los pasos de diversos Maestros, más allá del Maestro
Jesús. Desde principios de este siglo, cientos de miles de buscadores han seguido las
enseñanzas de maestros ya fallecidos físicamente, como Buda, Lao Tsé o Krishna; y también
vivos, como G. I. Gurdjieff, Ramana Maharshi, Paramahansa Yogananda, Satyananda, J.
Krishnamurti, Chögyam Trungpa, Maharishi Mahesh Yogi, Gurú Maharaji, Oscar Ichazo o
Bhagwan Shree Rajneesh. En los últimos años, el Dr. Claudio Naranjo ha denominado "neo
chamán" a un tipo de líder que reune en sí mismo la condición de sabio, guía espiritual,
terapeuta, sanador y educador.
La implicancia más importante de este supuesto es que la realidad que percibimos refleja el
nivel de conciencia de quien la percibe; y, consecuentemente, no se puede explorar la
realidad sin hacer al mismo tiempo una exploración de nosotros mismos -no sólo porque
somos, sino también porque creamos la realidad que exploramos- (Walsh y Vaughan, 1980).
La exploración puede ser realizada por el iniciado en técnicas meditativas, o bien por quien
mediante un profundo y disciplinado trabajo sobre su personalidad logra liberarla de
automatismos y alcanza niveles de conciencia cada vez más amplios y sutiles.
(6) La sabiduría es un don o una inspiración. Ella puede recibirse directamente o bien
puede ser facilitada al estar en contacto con un Maestro y someterse a la disciplina de
su enseñanza.-
Intentaremos hacer algo de historia -en el entendido de que, en este contexto, nuestra
recopilación no intenta ser final ni acabada-. Existen lagunas en la historia de nuestra
profesión en Chile que, aun cuando es reciente, depende de la memoria y de la perspectiva
de aquellos que la vivieron directamente.
Mario Morales, quien era profesor en la Escuela de Psicología a principios de los 60 y que
había conocido a Rogers a través de libros traídos por Fernando Acuña, comienza a
incorporar en sus clases de Orientación Vocacional las ideas de consejería no-directiva de
Rogers -enseñando, en realidad, las bases de la psicoterapia-. A inicios de los 70 se generan
los cursos experienciales de Técnicas no-directivas I y II para entregar herramientas de
trabajo con grupos, en el ámbito clínico y organizacional, los que también quedan a cargo de
Mario Morales. Este incorpora en estos cursos las enseñanzas de Truax y Carkhuff,
seguidores de Rogers que tienen gran importancia por su trabajo en el entrenamiento de las
habilidades terapéuticas.
También se implementaron en esa época los cursos de Relaciones Humanas I, II y III, con el
fin de formar facilitadores de grupos en el enfoque Humanista; inicialmente, éstos estuvieron
a cargo también de Mario Morales, quien después incorporó a Rafael Estévez y a Cecilia
Avendaño. En el año 1976, el profesor Morales incorpora el enfoque Rogeriano en la
educación -Perspectivas Rogerianas en la Educación-, en el Magister en Educación
ofrecido por la Universidad Católica.
5
Agradecemos encarecidamente el tiempo que nos brindaron los psicólogos Manuel Poblete Badal y Mario
Morales Vergara y el psiquiatra Arturo Mardones para ayudarnos a establecer esta cronología de eventos.
En el enfoque Humanista netamente clínico, la Escuela de Psicología de la Universidad
Católica contó en la década de los 70 con Jaime Boetsch en la enseñanza de la psicoterapia
centrada en el cliente. A partir de 1972, Alex Kalawski, profesor del curso de Introducción a
la Psicoterapia, crea los cursos de Psicoterapia Integral, en los que se entrega formación en
el enfoque Humanista mediante seminarios teóricos, grupos de encuentro y supervisión de
pacientes tratados en el Consultorio de la E.P.U.C. Se integran al equipo como ayudantes -y
posteriormente como profesores- Hernán Contreras, Virginia Espinosa, Frida Ringler, María
Inés Winkler y Carlos Zalaquett y, en un tiempo posterior, Verónica Bagladi.
Los profesores del equipo de Psicoterapia Integral dictan además otros cursos optativos,
como Psicoterapia Gestáltica y Técnicas de Imaginería en Psicoterapia; dirigen numerosas
Tesis, dictan cursos de extensión, participan en Congresos y escriben artículos. De esta
manera crean, dentro de la psicología académica (y durante los años de la dictadura), un
espacio importante para la enseñanza y el desarrollo de las diversas corrientes de la
psicología humanista.
En la Universidad de Chile, Psicología era, hasta 1960, un Departamento dentro del Instituto
Pedagógico, y el Jefe de este Departamento era don Manuel Poblete Badal, quien había sido
designado como tal por Resolución Nº5 del 16 de Noviembre de 1960, con firma del
entonces Decano del Instituto, Eugenio González. A principios de 1961, el Decano Eugenio
González llama a Manuel Poblete y le informa de que un proyecto largamente aspirado está
a las puertas de convertirse en realidad: el Departamento de Psicología puede convertirse en
la Escuela de Psicología, para lo cual se requiere que él asuma la Dirección. Don Manuel
pide reflexionar al respecto, pues sus proyectos incluían un viaje de perfeccionamiento a
Bélgica el año siguiente. Sin embargo, el Rector de la Universidad en ese tiempo, Juan
Gómez Millas, lo convoca y logra convencerle de que asuma el cargo. Fue así que, por
Decreto 8928 del 8 de Agosto de 1962, se nombró retroactivamente -desde Abril 1962- a
Manuel Poblete Badal en el cargo de Director de la Escuela de Psicología de la Universidad
de Chile, con la firma de Patricio Barros Alemparte, Ministro de Educación de Jorge
Alessandri Rodríguez.
El profesor Reyes mantuvo este puesto hasta 1995, centrando sus contenidos en los
desarrollos iniciales y recientes del enfoque centrado en el cliente -ahora llamado
Psicoterapia Experiencial, cuyo principal exponente es E.T. Gendlin-. A fines de los setenta
se incorpora a la docencia la Prof. Marta Nepomneschi, quien formó a varias generaciones
de estudiantes en el enfoque guestáltico. En 1979, tanto M. Nepomneschi como A. Iturra -y
cantidad de otros profesores- son despedidos por una Universidad intervenida por el
régimen, la cual desde entonces y por muchos años dificulta en extremo la realización de
cualquier tipo de Taller o Curso con metodología experiencial.
Tanto Gabriel Reyes como Alejandro Celis fueron también despedidos, pero lograron
revertir la medida. Desde sus inicios como docente, este último intenta integrar las otras
corrientes que conforman la <<Psicoterapia Humanista>>, dirigiendo Tesis de Grado y
Cursos que exploran las técnicas corporales y el enfoque Transpersonal. Quizás el primer
curso de este enfoque en una Universidad chilena fue un Taller de Psicología
Transpersonal, dictado por en el 2º semestre de 1977 por A. Celis, quien además dictó
cursos de Gestalt, Meditación y técnicas de trabajo corporal hasta su renuncia a la
Universidad de Chile, en Marzo de 1985.
Los psicólogos comenzaron a reunirse como gremio en los sesenta. Antecedente del actual
Colegio de Psicólogos de Chile (A.G.) es la Asociación de Psicólogos de Chile, en la cual
participaba gran cantidad de profesionales, y cuyo Primer Presidente fue Emilio Gómez
Sáez, y su Directiva estaba formada por don Luis León, Rogelio Benavente, Enrique
Valenzuela, Héctor Pauchard e Isidoro Neves. Recién el 9 de Diciembre de 1968 es
publicado en el Diario Oficial la constitución del Colegio de Psicólogos. El grupo de
profesionales que había trabajado por esa causa nombra a Héctor Fernández Provoste como
su primer Presidente y socio Nº1, en reconocimiento a su facilitación de esta gestión -a
través de su profesión de abogado y sus contactos con el Senador Musalem-. El socio Nº2 y
Vicepresidente fue Carlos Descouvieres y el Nº3, Manuel Poblete. El resto de la primera
Directiva del Colegio estuvo integrada por Salvador Cifuentes, Juan Iturriaga, Vera
Kardonsky, Jaime Oxley, Jorge Echeverría y Sergio Guzmán, y tuvieron su Sede en
Bellavista 185, casa de propiedad de Héctor Fernández.
Más adelante, Claudio organiza el grupo S.A.T. (abreviación de Seekers After Truth,
Buscadores de la Verdad)6, con algunas de estas mismas personas, más su propia madre,
Lola Hoffmann, Albert Steinberg, Ximena Sepúlveda, Vilma Hänig, Ruby Bindhof y otros.
El proceso de trabajo con el S.A.T. -como es de suponer- influye profundamente la cualidad
del trabajo que se realiza en la Clínica Psiquiátrica en esos años. La incorporación posterior
de los psiquiatras Héctor Bazán y Jorge Sapiaín -ayudados por el trabajo previo de los
demás- cataliza la creación del Hospital Diurno de la Clínica, con una orientación marcada
por estas influencias.
El primer libro de Fritz Perls (Sueños y Existencia) en publicarse en el país sale a la calle en
1970, con el sello de Cuatro Vientos Editorial cuyos socios fundadores fueron Adriana
Schnake y Francisco Huneeus. A la fecha, esta Editorial se ha convertido en la fuente más
importante de libros ligados al movimiento Humanista en el país, habiendo publicado
decenas de volúmenes referidos a Gestalt, P.N.L., ecología, uso razonable de los recursos y
cantidad de otros temas.
En el ámbito místico, los sesenta y los setenta fueron pródigos en movimientos que buscaban
recorrer sus propias vías de desarrollo. J. Krishnamurti visitó Chile en varias ocasiones, así
como Oscar Ichazo -quien formó el Instituto Arica precisamente en esa ciudad del Norte-;
paralelamente, la técnica de la Meditación Trascendental era enseñada a cientos, a miles de
personas que, de ese modo, tenían acceso al sabor de la técnica de trascendencia quizás más
antigua. También han estado presentes, desde muchos años atrás, las artes marciales
orientales -y en ciertos casos, también el espíritu original en que se basan-.
Se puede decir que, en el ámbito místico, los setenta estuvieron dominados por Silo (La
Comunidad), el Gurú Maharaji y el Instituto Arica; los ochenta, por el movimiento dirigido
6
El Dr. Naranjo describe con mayor detalle los orígenes del grupo SAT en el Capítulo 8 (Nota del Editor).
por el Maestro Bhagwan Shree Rajneesh; y al parecer, los noventa tendrán el predominio del
Budismo.
COMENTARIO FINAL
Hemos revisado los orígenes y los conceptos fundamentales que están a la base de la
Psicología Humanista y la Psicología Transpersonal. A ambas se las conoce como Tercera y
Cuarta Fuerza, respectivamente. Aunque sus teóricos y seguidores las definan como
movimientos diferentes, sus semejanzas son más notables que sus diferencias. A ambas las
une una concepción del hombre particular, y se caracterizan por buscar la integración
armoniosa a través de una expansión de los límites en que las psicologías tradicionales han
circunscrito al ser.
A nuestro entender, la Tercera y Cuarta Fuerzas se presentan con una concatenación casi
inevitable. Autores vinculados a lo transpersonal -como Wilber (Wilber, K., 1982)- han
planteado que la ciencia que hoy se conoce con el nombre de psicología es la más antigua de
las ciencias. Ha existido a través de los tiempos bajo diferentes nombres, y se ha manifestado
tanto en el arte como la religión. Para Ouspensky, la psicología es "el estudio de la posible
evolución del hombre". Con el concepto de evolución, la psicología transpersonal trae al
espíritu e ilumina con él el trabajo psicológico. La Tercera Fuerza, con su rebeldía respecto
de los modelos rígidos y su apertura a nuevas experiencias, prepara el terreno para que
luego, gracias a la sincronía con hechos políticos y sociales de orden mundial, se produzca
un matrimonio de ideas y algo más entre Oriente y Occidente. Algunos autores ven en este
proceso una manifestación más de lo que estaría ocurriendo a todo nivel en la humanidad. Si
los humanistas son los responsables de la "democratización" de la psicoterapia, los
transpersonalistas lo serían de su "espiritualización".
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Frankl, V. (1984) Man’s search for meaning. Washington Square Press, New York.
(Primera Edición en 1946).
Ichazo, O. (1972) The human process for enlightenment and freedom. Arica
Institute, New York.
Lilly, J. (1972) The Center of the Cyclone. Bantam Books, New York.
Naranjo, C. (1990) Enneatype Structures. Self-analysis for the seeker. Gateways &
IDHHB, California.
Orr, L. y Ray, S. (1977) Rebirthing in the New Age. Celestial Arts, California.
Rogers, C.R. (1964) Toward a modern approach to values: the valuing process in
the mature person. Journal of Abnormal and Social Psychology, 68, Nº2.
Rogers, C.R. (1970) Carl Rogers on Encounter Groups. Harper & Row, New York.
Rolf, I. (1977) Rolfing: the integration of Human Structures. Harper & Row, New
York.
Satir, V. (1972) Peoplemaking. Science and Behavior Books, Palo Alto, California.
Introducción al Cap. 2
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El movimiento Humanista se caracteriza, dada su concepción holística del ser humano, por
interesarse no sólo por su salud psicológica -la que de por sí, como ya sabemos, es
concebida en forma más ambiciosa que en otros enfoques-, sino también por otras áreas del
quehacer y expresión humanas. Por ejemplo, uno de los precursores del enfoque -Carl R.
Rogers- incursionó intensamente en el área de la Educación, especialmente desde 1969
-fecha en que publicó su libro Freedom to Learn, con una visión revolucionaria de lo que
debería ocurrir en la enseñanza-. También incursionó en la política, publicando artículos de
crítica social -mencionando, entre otros, los efectos negativos de la sobrepoblación mundial
y los peligros de la bomba atómica- y, también, facilitando la comunicación entre grupos en
conflicto racial, político o religioso, en Europa, Centro América y Estados Unidos.
¿ Qué duda cabe del grave estado del sistema educacional ? Se dice que, si un profesor del
siglo 18 fuese trasladado mágicamente a una sala de clases actual, le tomaría sólo unos
pocos minutos sentirse a gusto, y quizás los alumnos no notarían la diferencia -ni en los
contenidos de la enseñanza ni en la metodología-. Y, también, algunos psicólogos infantiles
aseguran que es en las escuelas donde se genera la mayor cantidad de las dificultades
emocionales y adaptativas que aquejan posteriormente al adulto.
En nuestros días, uno de los focos de nuestras inquietudes es la supervivencia del planeta. Se
ha dicho majaderamente que el tema ecológico resulta de extrema urgencia. Es escasa aún la
consciencia mundial -expresada por cada persona en forma cotidiana, en actos y actitudes-
respecto a la magnitud de la amenaza a la que nos enfrentamos; la preferencia que por lo
general los Gobiernos del mundo dan a los aspectos económicos por sobre los ecológicos
muestran que tampoco serán los dirigentes mundiales quienes resolverán el problema. En
Chile, la situación por la que atraviesan desde hace muchos años los habitantes de la ciudad
de Copiapó -enfrentados a problemas de salud extremadamente graves debido a la
contaminación producida por una empresa minera estatal-, o los problemas a que se ha
enfrentado el ecologista Douglas Tompkins ilustran esta ceguera.
Otros temas actuales en que los valores humanistas se ven desafiados son las dificultades
que los diferentes grupos étnicos y religiosos tienen para tolerarse entre sí; el resurgimiento
de los grupos fascistas y la intolerancia a los extranjeros en Europa es expresión de esto.
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CAPITULO 2
LA TRADICION HUMANISTA
Ps. Leonardo Villarroel: Cuando nos preocupamos de qué temáticas íbamos a cubrir en los
simposios de este evento, los organizadores coincidimos en la necesidad de que las primeras
palabras fueran de personas que, no estando ubicadas claramente en el ámbito de la
psicología, sí estuvieran claramente ubicadas en el ámbito del Humanismo. Esta idea se basó
en nuestra absoluta convicción de que el pensamiento Humanista tiene una presencia y una
vigencia -a través del tiempo histórico, y a través de las culturas y las edades- que,
naturalmente, trasciende, precede, al Humanismo en psicología.
Por eso es que invitamos a compartir una conversación a personas como Jaime Castillo
Velasco, quien es jurista y ha tenido una connotada y significativa participación en la
Comisión de Derechos Humanos. Hemos invitado a participar con nosotros a Pía Figueroa,
quien preside la Fundación Laura Rodríguez, y es una militante del Humanismo. Tenemos a
Sara Larraín, una connotada "militante" de las políticas ambientales- no sé si les gusta el
término, lo estoy usando en el mejor de los significados y sentidos-. Y a Eric Troncoso. Voy
a volver a usar el término "militante", en el sentido, tal vez, de lo que aludía Alejandro en su
discurso inaugural -que, de alguna manera, hemos aprendido a tener miedo de las
denominaciones-. Y cuando me refiero a Eric Troncoso, es un "militante" por la educación,
orientada hacia generar la libertad en el individuo, en un espacio de libertad.
La idea es conversar. La idea es que nos interrumpamos. La idea es que nos sintamos libres
de expresar nuestros planteamientos; sin embargo, hemos concordado que, en esta
conversación, en esta reflexión, quien inicie las primeras palabras sea don Jaime Castillo.
El tema del "Humanismo" es, evidentemente, una noción muy amplia. Y se me ocurre a mí
-aún cuando pueda ser mirado desde muchos puntos de vista- que convendría tratar de hacer
una brevísima explicación de tipo más amplio que el Humanismo visto desde un cierto punto
de vista particular. Eso significa que hay que recurrir a una cierta conceptualización
filosófica. Es decir, el Humanismo, en definitiva, se refiere al Hombre, a lo humano. Y sería
necesario tratar de definir un poco eso, porque si no, uno se expone a hablar así como se
habla, por ejemplo, de "modernidad" -y a veces no se sabe con exactitud lo que se quiere
decir, y el término se usa para sacar conclusiones-.
Aquí, yo entendería "Humanismo" como todo lo referente a lo humano. Pero lo humano es
interpretable, y ha sido interpretado por diferentes filosofías. Y en definitiva, se podría decir
que esas filosofías presuponen dos líneas de pensamiento. Una, en que el ser humano
aparece como "hacedor" -si la palabra se puede usar- de su propia historia. Lo humano es,
entonces, algo que estaría presente de antemano, antes de que transcurra la Historia. Hay
algo -una cierta naturaleza o esencia que hace al Hombre- y éste, a su vez, por eso mismo,
se despliega a través del tiempo, y hace su vida, es causa de su existencia, de su hacer.
La otra concepción parece suponer que lo humano se hace a través del tiempo. Y se hace,
más bien, como producto de circunstancias que explican al Hombre, y que no son
precisamente lo humano. Entonces, hay tendencias allí que pueden, evidentemente, chocar
en el ámbito de la discusión filosófica, y que traducen diferentes posiciones a través del
tiempo.
Pero, yo quisiera decir que, a pesar de esas interpretaciones -que pueden ser muy polémicas
y muy trascendentales- lo Humano, en última instancia, va a ser reconocer alguna
significación esencial. Posiblemente, el término de persona es lo que más permite acercarse
a la base, al fundamento de un Humanismo. Y esto se traducirá, inevitablemente, en
comportamientos. Es decir, el Humanismo será todo tipo de comportamiento humano que
permita a los hombres acercarse unos a otros: lo que llamaríamos la "proximidad", el ser
"prójimo", eso de que todo ser humano requiere el apoyo, la ayuda, la vinculación con otro.
Que eso se siente, que eso se vive; que traduce, entonces, todas las energías y virtudes
espirituales. Eso es, a la postre, estimular, vivir, compartir visiones humanistas. Y,
naturalmente, eso significará sobrepasar, precisamente, los términos conceptuales rígidos.
Sobrepasar las formas de vida que separan a los hombres unos de otros: lo que es guerra,
odio, diferencias sociales tenidas como permanentes, como válidas, como separadoras de
unos hombres frente a otros hombres. Todo eso sería "anti-humanismo".
Ps. Leonardo Villarroel: Pareciera ser que la tensión por ser humano implica esencialmente
el hecho que el Hombre como protagonista se realiza como persona en tanto que también
trabaja solidariamente. Pienso que el Hombre, entendido como protagonista de su propio
destino y de su propia historia -que siento que es lo que, en alguna medida, ha planteado don
Jaime- nos lleva a la pregunta de ¿ qué es lo que pasa entre los hombres que esto no
acontece ? Parece ser que es una tensión permanente de los hombres el poder construír una
sociedad solidaria, en donde el Hombre tenga cabida, en lo individual y en lo colectivo.
¿ Qué nos pasa ? ¿ Qué ha pasado ? ¿ Qué pasa con el Humanismo, enfrentado a lo que don
Jaime denominaba el "anti-humanismo" ?
Sra. Pía Figueroa: Tomo esta idea desarrollada por don Jaime de la virtud humanista,
comenzando por reconocer que el Humanismo se preocupa y se ocupa, como valor central,
del ser humano. Y dado que aquí, en esta sala, estamos entre tantos seres humanos, quiero
comenzar por saludarlos, y agradecer el hecho de que nos reunamos esta mañana en torno a
este tema tan criticado en distintas épocas -y también actualmente-, tan combatido en tantas
épocas y tan lejano a los intereses que priman hoy día en el mundo. Entre estas personas que
estamos acá, entre estos seres humanos, yo quiero expresar un particular afecto y un
agradecimiento para con Alejandro Celis, para con Alex Kalawski y también para con Sara
Larraín, para con Jaime Castillo: las personas que conozco un poco más.
En definitiva, tengo que reconocer que he venido hoy acá gracias a esos afectos. Porque el
ser humano, en toda la historia, cuando actúa en el mundo y se plantea desde una posición
humanista, reconoce motivaciones, las que muchas veces no son muy racionales, sino que
son una actitud emocional vinculada a un sentido de la vida. Vinculada, también, a otros
seres humanos y a esos lazos que nos hacen reconocer que, pese a las diferencias -y, más
bien, afirmando la diversidad de cada cual- hay una condición de igualdad básica que nos
hace decir, "podemos ser humanistas". Y desde esa afirmación de igualdad básica entre los
seres humanos es que puede surgir lo que don Jaime tan bien explicaba: gestos solidarios,
actitudes, incluso una construcción social, un proyecto de sociedad que dé lugar a la
dignidad humana y la acoja, en todas sus manifestaciones. Por eso podemos llegar a pensar
en la idea de construír un mundo nuevo, crear un momento histórico en que el Humanismo
sea la forma de relación social y también personal.
Pero nuestra historia ha estado llena de esos momentos, en mayor o en menor escala.
Nuestra propia historia personal: si nos preguntamos, ¿ cuáles son los momentos humanistas
de mi vida ?, les aseguro que, con un poco de contacto con uno mismo, van a poder
visualizarlos, rememorarlos, descubrirlos. Y encontrar la enorme energía y la enorme
potencia que esos momentos humanistas tienen en la propia vida. Así como los grandes
momentos humanistas de la Historia han hecho renacer a las culturas y expresar, tal vez, el
máximo de la creatividad y de la potencia humanas, afirmando que no hay nada que pueda
ser más creador, más capaz, más inteligente, que esa multiplicidad que lleva en sí el germen
de todo lo que en el universo hoy día está presente.
Sra. Sara Larraín: Muchas gracias, Pía. Y muchas gracias a ustedes por la invitación.
Oyendo las palabras inaugurales y, anteriormente, las palabras de Alejandro, la verdad es que
yo espero que con este Encuentro realmente se tome y se conserve la energía suficiente para
que ustedes sigan actuando como un cuerpo super coordinado y militante -que es lo que hoy
se necesita-. A pesar del valor inconmensurable que tiene cada uno como individuo, la
verdad es que coordinados tenemos muchas mayores posibilidades de hacer que esa energía
se multiplique.
Cuando me invitaron a venir hoy día, pensé cuál podría ser el aporte, desde el trabajo que yo
hago, a toda esta reflexión sobre el Humanismo. Y la verdad es que dándole vuelta me di
cuenta de que lo único que verdaderamente yo podría aportar es la sospecha que tengo
sobre el concepto de Humanismo. Creo que he ido descubriendo esa sospecha en la última
época en que nos ha tocado vivir. Es una sospecha sobre la raíz de este concepto, y respecto
de dónde parte y cómo se construye. Desde el trabajo que yo he hecho y desde la opción
que yo he tomado -porque finalmente, cada uno ha tomado alguna opción-, la crítica más
fundamental, la sospecha más profunda que yo podría hacer a lo que se plantea como
Humanismo, es sobre su base, que proviene de una concepción claramente antropocéntrica.
Desde allí es que comenzamos a perdernos, en relación a lo que es realmente el Humanismo.
En muchos de los métodos que practican hoy los psicólogos humanistas...-por ejemplo, en
ciertas visualizaciones- se ubica a la persona en un espacio. Se intenta que esa persona se
sienta en ese espacio, perciba qué la rodea, perciba el silencio, perciba toda la serie de cosas
que puede percibir. Curiosamente, cuando la persona se va ubicando en relación a esa serie
de puntos de referencia, algo le pasa: se ubica, se conforma, se siente, se autopercibe y le
pasa otra cosa en relación a lo otro. Es decir, al ubicarse en relación a estos puntos de
referencia, se ubica a sí misma, ubica a los otros y descubre las relaciones con lo otro, con
los otros; pero, desde un nuevo percibir, un nuevo sentir de lo que es ella misma, también.
Yo creo que desde un punto de vista micro, pequeño, del individuo, y desde un punto de
vista grande, de la especie humana en el Universo, en el Cosmos y en este planeta, creo que
verdaderamente eso nos ofrece enormes posibilidades de realmente vivir de una forma
humana. De percibir de una forma humana. El problema es que no estamos percibiendo,
siento yo, de una forma humana, porque estamos absolutamente descontextualizados. Y creo
yo que el poder partir de esta visión, de esta percepción ecocéntrica, posibilitaría no
solamente ubicarse en el microcosmos de cada uno y en el ambiente en que cada uno se
mueve -en la sociedad en que está inserto- sino también ubicarnos como especie humana y
percibir nuestro destino y nuestro camino en el planeta.
Ahora bien: yo creo que la concepción antropocéntrica ha provocado que nosotros no
percibamos nuestro lugar en el mundo -ni en la sociedad, por supuesto-. Ha provocado que
nosotros no vivamos ni el tiempo ni el espacio real del universo, del Cosmos, o de la
pequeña sociedad en la cual estamos. Eso mismo nos ha impedido captar de una forma
horizontal la diversidad de la cual está compuesta el mundo natural, el mundo humano y
nosotros mismos. Y en ese sentido, creo que esto también nos ha impedido relacionarnos de
una forma enriquecedora con esa diversidad de lo otro, el medio en general, y también con
"los otros".
Finalmente, creo que también es esa concepción la que no nos ha permitido -como especie-
relacionarnos de una forma adecuada con el medio ambiente. Y de una u otra forma, hemos
llegado a situaciones como las actuales, en las cuales -en una forma increíble- estamos
destruyendo justamente el contexto que nos sustenta. Entonces, creo que éstas son cadenas
lógicas que hacen que, en muchos niveles, nuestras concepciones culturales, nuestras
concepciones espirituales, nuestras concepciones económicas, nuestras concepciones de
sociedad, sean contradictorias entre sí. Lo que es absurdo y no debiera ser. Nuestras
concepciones debieran ser absolutamente coherentes, desde una visión, desde una
percepción, desde una relación, que permitiera que todas estas construcciones de la especie
humana -como son, la cultura, la espiritualidad, la religión y la economía- sean coherentes, y
no contradictorias y autodestructoras como están siendo hoy día.
Entonces, para empezar, quise plantear en esta primera reflexión mis sospechas en relación
al Humanismo -de cómo ha sido percibido, desarrollado y vivido-, porque aunque la especie
humana ha vivido algunos valores humanistas, la verdad es que yo no sé si el conjunto de
éstos constituye un Humanismo.
Ps. Leonardo Villarroel: Creo que es interesante lo que plantea Sara: esta tensión entre una
visión antropocéntrica y una visión ecocéntrica. Pero algo pasa con el Hombre -sin que esto
implique, necesariamente, asumir los planteamientos de Sara- que ha llegado a plantearse
que él es el centro del Cosmos y del Universo. Y que, al transformarse en Señor del
Universo, ha podido dañarlo del modo como lo ha dañado, a partir del supuesto de que lo
conocía a través de la ciencia, de la tecnología. Y sin embargo, la suprema expresión de la
razón humana -la ciencia y la tecnología- es exactamente aquello lo que se ha vuelto contra
el Hombre. Eric, ¿ algo ha pasado en el modo cómo hemos construído al Hombre ?
Sr. Eric Troncoso: En primer lugar, quiero agradecer a los organizadores de este evento. Y
hoy estoy aquí, frente a un grupo de selectas personalidades dedicadas a la psicoterapia. Yo
vengo del campo de la Educación, que es mi campo de batalla. Y mientras escuchaba las
palabras de don Jaime, las palabras de estas dos distinguidas damas -a quienes no tenía el
agrado de conocer, y ahora estoy empezando a conocer-, me venía a la mente algo que
empezó a hacer eco en mí cuando era adolescente, y que es parte de un poema de Francisco
Aldana, autor del siglo XV, que dice:
Estas palabras, desde luego, hicieron eco mucho antes de que yo decidiera ser maestro.
Mucho antes de que estuviera inmerso en el sistema educacional, que no conocía, y que
sigue siendo la voz prevalente de la "cultura" de nuestro tiempo. Una educación que es una
colonización de la mente de los niños. Una educación en donde los jóvenes de hoy -ayer
mismo lo veía en televisión-, no están haciendo otra cosa que poner en evidencia lo que han
sido las culturas de las escuelas tradicionales: se están tatuando por fuera, cuando ya habían
sido tatuados por dentro. Una educación, en consecuencia, que no tiene ningún respeto por
la originalidad del ser humano. Una educación basada exclusivamente en el predominio de
un mundo adulto -muchas veces, más interesado en otras conquistas, que en la conquista de
la interioridad del ser humano-.
La escuela, distinguidos señores y señoras. Creo que la escuela es la única institución que va
quedando que no busca al ser humano como cliente. Todas las demás instituciones lo buscan
como adherente interesado. La escuela, en consecuencia, tiene la obligación ética y moral,
de asumir al ser humano, no solamente por los contenidos de la cultura, sino que también
por lo que el ser humano trae en su naturaleza misma.
Sin embargo, hemos visto que, conjuntamente con esto, estamos permanentemente
moviéndonos dentro de los centros creados por el Renacimiento, sin siquiera cuestionar una
concepción que fuera anterior al Renacimiento, o que en este momento está volviendo a
emerger. Por eso, entonces, es que me interesa tanto este contacto con psicólogos. Porque
llega el momento en que Carl Rogers se da cuenta que psicoterapia y educación son dos
momentos de un mismo proceso, y que la gran mayoría de la gente sufre por no haber
aprendido a vivir. Y que por un tiempo excesivamente largo, las escuelas solamente han
estado matriculando la inteligencia, dejando al margen la afectividad, dejando al margen
todas las otras dimensiones del llegar a ser persona.
Vivimos una crisis, es cierto. Pero la crisis mayor que vivimos es la de no despertar aún de
una de las tragedias mayores que ha sufrido la humanidad en este país. Hemos puesto un
velo de olvido sobre lo que no se puede olvidar. Y llamamos "perdón" lo que simplemente es
"omisión". El trabajo que la educación, en este momento, tiene con las nuevas generaciones,
es enorme, porque involucra a toda la sociedad. En un acto profundo de reparación, no
solamente con las nuevas generaciones, sino con la naturaleza, con el Cosmos, con la
sociedad de nuestro tiempo.
No me voy a extender sobre mis dudas acerca de la concepción cartesiana del conocimiento,
y mi interés cada vez mayor acerca de las conquistas de la nueva física hacia la teoría del
conocimiento. Pero creo que hay signos alentadores, que nos permiten albergar la idea de
que, no a breve andar, pero sí tal vez en el próximo siglo, van a surgir luces potentísimas que
van a dejar atrás esta noche oscura y siniestra que nos ha tocado vivir. Muchas gracias.
Ps. Leonardo Villarroel: A pesar del daño que le hemos hecho a la naturaleza, a pesar del
daño que nos hacemos a nosotros mismos al cubrir nuestra historia personal y social con el
olvido, a pesar del daño que nos hacemos con el modo como criamos a nuestros hijos y
resolvemos nuestros problemas, Eric nos señala que, a pesar de todo -y, quizás, porque hay
antecedentes a lo largo de la historia del Hombre- siempre han habido elementos
esperanzadores. Es decir, pareciera ser que hay una constante -que señalaba Pía, al hacer
alusión al libro- de que en todas las culturas, en todos los ámbitos y en todas las épocas, hay
algo que hace que aquellas cosas a las cuales alude Eric no sean tan terribles, si de alguna
manera se presentan alternativas. Y creo que Pía algo quería decir al respecto.
Sra. Pía Figueroa: De hecho, me parece que todos constatamos -los que estamos acá, o los
que somos humanistas- que el mundo hoy se ha vuelto muy extraño y muy difícil para mucha
gente. Que el mundo hoy no considera, por ejemplo, lo que tantas mujeres pensamos.
Incluso, no se habla de ser humano, sino que de Hombre. Pero no es sólo el lenguaje: son las
actitudes las que no consideran la posibilidad de que las mujeres estemos, con nuestra
intencionalidad, presentes en cualquier ámbito. Pero también se discrimina fuertemente a los
jóvenes -en gestos, en miradas, en el lenguaje y en toda una conducta social-: se les
considera como caricaturas, bosquejos de seres en formación. Y se les margina y se les
discrimina, y se les impide el acceso a los diferentes espacios. No solamente a través de las
leyes, sino que en la educación misma se da hoy un autoritarismo muy fuerte.
Y por último, uno diría: "Bueno, al cumplir cierta edad, tendrán plenos derechos como seres
humanos". Pero no es así, porque en la tercera edad vuelve a considerarse que esta persona
-que ya no produce dinero- es desechable y no es necesaria en la familia. Es más bien
incómoda para la familia. Y empieza un problema serio: ¿ cómo seguir considerando ser
humano a estos viejos -que cada día son más en el mundo entero, y que además, no tienen
nada más qué perder- ? Dado esto último son -cuando lo son- tremendamente
revolucionarios, y capaces de cuestionarlo todo.
Sr. Jaime Castillo Velasco: Yo quisiera comentar lo que se ha dicho con una muy breve
reflexión. Yo diría que el concepto de "Humanismo" incluye la comprensión y explicación de
los "anti-humanismos", porque, evidentemente, no es una forma de vida que históricamente
se da en forma absoluta. Todo lo contrario: es explicable que la Humanidad avance de a
poco, que tenga visiones parciales; que muchas veces ocurra que aspectos fundamentales no
sean comprendidos adecuadamente por una sociedad entera, o por un período histórico
entero, y así sucesivamente. Porque, en verdad, se trata precisamente de eso: de comprobar
que las cosas se arman de un modo más o menos parcial, y que hay que ir superándolo. Hay
que ir tanteando, hay que ir transformándose hacia esa visión que permanece -allá en el
fondo- como válida, y que hay que realizar. Por eso digo que el Humanismo presupone ser
hacedor de humanidad. Y eso se está haciendo permanentemente. Y quizás, se puede
comprobar que, en alguna forma, a pesar de todos los cambios, de todas las deficiencias, de
todos los relativismos, se puede decir que ciertas cosas nunca desaparecen.
También yo podría decir esto del amor, de la piedad, de la caridad, del sentido afectivo:
nunca han dejado de existir. Pueden haber épocas muy crueles, inhumanas: civilizaciones
basadas en la dureza, en formas de desconsideración, de desprecio de un ser humano a otro
ser humano. Diferencias profundas de orden social, político, económico; pero ciertas formas
de amor están siempre presentes.
Se hablaba aquí de una personalidad chilena como fue el Padre Hurtado. Bueno,
permaneciendo en el terreno religioso, cristiano, San Francisco de Asís es de otra época,
pero también su expresión es la bondad del amor. O sea, lo humano es que ciertos valores,
ciertas conciencias, ciertas presencias, pueden estar o están siempre, de alguna manera. Y es
en función de eso, entonces, que se pueden ampliar las concepciones. Es posible que
partamos, por ejemplo -como ha dicho Sara- de una visión demasiado antropocéntrica. No
nos damos cuenta, precisamente, de en qué tipo de espacio estamos. Llegamos a saberlo con
el tiempo, con el avance de la ciencia, del conocimiento, etcétera. Pero esa posibilidad está,
y yo creo que esa posibilidad es la que nos define, en el sentido que llamamos Humanista. Y
eso mismo implica la capacidad de que, a lo largo del tiempo, seamos cada vez más
profundamente humanos. Y ésa es la tarea del Hombre: la del ser él mismo, cada vez más sí
mismo.
Ps. Leonardo Villarroel: Pareciera ser que, no obstante los signos adversos, podríamos
encontrar en las instituciones y distintas culturas que el Hombre ha ido creando, algunas
expresiones de que el Hombre es capaz de ir superando etapas en las que atentaba contra su
persona. Don Jaime señalaba algunas. Es decir, quienes estamos presentes tal vez
coincidimos en ese supuesto de la bondad básica, que no sólo es un supuesto básico para
quienes estamos aquí, sino también en otras culturas. Tal vez este supuesto y el
enfrentamiento entre lo humanista y lo anti-humanista deban ser sometidos a análisis y
escarmenados por quienes nos acompañan en este panel; analizar esta perfectibilidad de la
sociedad humana, producto de esta dialéctica de la que hablaba don Jaime, esta dialéctica
que permite confrontar estas fuerzas que implican evolución y progreso. O que implican, en
última instancia, la destrucción del Hombre, de la sociedad y del entorno.
Sra. Sara Larraín: Cuando uno habla de estas cosas, es bastante importante el volver a
examinar las raíces. Por ejemplo, cuando don Jaime decía, "En el Humanismo se junta
también la definición del anti-humanismo", y cuando se hablaba acá de las mayorías y de las
minorías. Yo creo que hay claramente un elemento del lenguaje que ha sido construído a
través de los siglos. O sea, blanco/negro, mayorías/minorías, y humanismo/anti-humanismo.
Pero aún quedándonos en ese lenguaje, yo diría que si avanzamos en términos de una
perspectiva realista, como hoy día se plantea que debe ser el realismo -es decir, lo que
hablan los medios de comunicación, desde el sistema que sustenta al poder-, la verdad es que
estamos ante la globalización de un sistema absolutamente anti-humanista -o por lo menos,
basado en ese tipo de valores anti-humanistas-. Y yo diría que eso no es manejado o
jineteado por los medios de comunicación, sino por la estructura que ha ido tomando el
ejercicio de la realidad del poder: la economía mundial, el mercado.
En este momento, son justamente los valores anti-humanistas los que están globalizando a la
especie o la aventura de la especie humana en este planeta. Y se supone que ésta es decisión
de la mayoría, porque se supone que las personas que están en el poder son elegidas por la
mayoría, se supone que están sustentadas por un sistema político. Por lo tanto, se supondría
que la mayoría de los seres humanos es la que quiere esta globalización en torno a valores
absolutamente inhumanos. Hoy, a través de la globalización de los mercados, a través del
intercambio de productos generados por los seres humanos, la concepción y definición de
los seres humanos ha cambiado, se ha empobrecido, se ha aniquilado. Hoy ni siquiera se le
define o considera como recurso humano -como era considerado en la década del setenta-
como mano de obra vaciada de contenido. Peor aún, el ser humano es hoy día definido como
consumidor.
Creo que, mirado desde esa perspectiva -desde la perspectiva oficial, desde la perspectiva
del poder, desde la perspectiva del mercado- el panorama es bastante complicado. Hay que
reconocer que ésa es la utopía, aparente o real, de un gran sector que está jineteando este
proceso. Ahora, ¿ qué es lo que pasa por el otro lado con nosotros ? Por el otro lado,
muchos de nosotros estamos contribuyendo a esta tendencia inhumana y de globalización de
lo anti-humano. Y la verdad es que los que estamos tratando de ir al interior de nosotros
mismos, obviamente tenemos claridad de lo que queremos, y no es eso lo que queremos.
Ahora bien: ¿ cómo es que tradicionalmente se ha tratado de lograr lo que se quiere ? A
través de la obtención del poder, se intenta imponer las utopías, los deseos, los sistemas
económicos, las ideologías. Y bueno, ésa ha sido la tradición: imponer cultura, la venida de
los españoles a América, las revoluciones en América Latina de los sesenta y los setenta.
Y, sin embargo, cuando uno empieza a ver los distintos fenómenos que están pasando hoy en
día... si miramos solamente el caso de México, por ejemplo: pareciera que México,
oficialmente, está integrado a esta globalización. Está dentro del NAFTA, pasó a ser de la
OSD. Es decir, “Vamos para allá, estamos en esta cosa económica que nos involucra a
todos; cumplimos con los requisitos del mercado, nos aceptaron. Somos de este mundo
absolutamente global, porque generamos valores y cumplimos requisitos financieros, blá,
blá, blá”. Se supone que es la mayoría de México la que está detrás de ese proyecto... y sin
embargo, aparece el fenómeno de los zapatistas, un sector que justo el día en que empieza a
regir esta globalización a través del mercado, plantea exactamente la dirección contraria.
Ps. Leonardo Villarroel: Pareciera ser que recorre el mundo un fantasma con forma de
Mall, de un gran supermercado. Y nos fascina vitrinear. Sara nos está invitando a tratar de
defender nuestras ferias libres, defender nuestros espacios naturales y nuestra cultura. En
última instancia, nos está invitando a persistir en la construcción de nuestro ser y de nuestra
existencia de acuerdo a lo que nosotros somos. Nos está invitando a no caer en las modas.
Nos está invitando a ser militantes en la defensa de los Derechos del ser Humano. Y creo
que esto se empata con lo que decía Pía; porque creo que si hay algo de lo que tenemos
conciencia los terapeutas humanistas, es que somos un grupo segregado. Cuando
comentábamos que queríamos este evento, aparecieron algunas narices arriscadas, porque se
sorprendían al saber que lo que íbamos a tener aquí, no era exactamente una serie de
ponencias, en donde cada uno de nosotros iba a hacer lucimiento de sofisticados diseños
experimentales. Sino que por el contrario, lo que aquí iba a ocurrir iba a ser que nos íbamos
a arriesgar a ponernos a los ojos de los demás para que compartiéramos aquello que
sabemos hacer en la cotidianeidad de nuestro trabajo.
Pero el tema de este panel no somos los terapeutas. El tema de este panel es, ¿ de qué
manera, desde distintos pensamientos, desde distintos haceres, es factible plantearse el
problema de generar condiciones para que el Hombre desarrolle su existencia en la plenitud
de sus potencialidades ? Pienso que lo que han dicho Eric, Sara, Pía y don Jaime, les da
elementos a cada uno de ellos para intervenir en los minutos finales que nos quedan.
Sr. Eric Troncoso: Sí, yo quisiera no concluír esta participación, que agradezco muy
sinceramente. No es habitual que los educadores estén presentes en estos eventos. Tampoco
han estado presentes en el plasmar los acuerdos que darían un nuevo estatuto docente. En
este momento existe todo un ambiente de efervescencia con respecto a esta situación.
Muchos de ustedes, psicólogos, son hijos de profesores o los conocen muy de cerca. Y
saben de la angustia que significa ser un profesor, vivir en un hogar de profesores, y estar
permanentemente sometido a restricciones económicas debido a la gran brecha existente
entre lo que sus padres hacen y nadie reconoce, y lo que les gustaría hacer y no pueden
hacer.
Sin embargo, a mi modo de ver, este planteamiento de este ejército de hombres y mujeres
dispersos por el mundo que trabajan, muchos de ellos, hasta caer extinguidos en las aulas, es
el que da el sustento a estos otros elementos, y que permite que los jóvenes, desde muy
pequeños, tengan contacto, con algún profesor al menos, que hace huella en ellos. Sólo
profesores hacen profesores. Y esto es así en lo que a mí respecta. Con respecto a esto
mismo, creo, al mismo tiempo, que existe la necesidad imperiosa de tener presente, cuando
menos, dos puntos, frente a toda la discusión que nos espera en el año 95 con respecto a la
futura reforma educacional. El primero: la familia no puede estar ausente de las reformas
educacionales que se pretende establecer. No es, en consecuencia, una verdadera reforma
educacional aquella que implemente a los establecimientos educacionales sólo de televisores
y de computadoras.
Exigimos una filosofía del ser humano para poder dar nuestro consentimiento a cuál será la
formación que recibirán nuestros hijos. Eso tenemos derecho a exigirlo, en todas las aulas y
en todos los establecimientos educacionales en donde ustedes estén y donde tengan hijos. En
segundo lugar -y esto, tal vez, a nivel personal y a nivel de universidades-, no podemos
seguir aceptando que los profesores sean formados exclusivamente por bibliografías. Esto es
dañino para la formación de los maestros. Ellos no son así. Y se comete, entonces, un acto
de violencia al sacarlos del ambiente social para que conozcan, desde los primeros años, cuál
es la realidad psicológica, socioafectiva y cultural que afecta a la juventud de nuestro
tiempo.
Por último, quisiera hacer una síntesis muy breve del efecto de renovación gradual de la
educación secundaria. Dice este decreto: "Considerando que nuestros liceos siguen, en
gran parte, dominados por conceptos tradicionales, de acuerdo a los cuales la función
única de la segunda enseñanza es preparar para el ingreso a la Universidad" -me voy a
saltar muchas cosas- "Que nuestros liceos no satisfacen ya las necesidades, intereses y
capacidades de los adolescentes; que la opinión pública, aunque reconoce la gran obra
que el liceo tiene a su haber en la formación de clase media y clase dirigente, no está
plenamente satisfecha de la educación que éste imparte” -sigo- "Que el liceo actual, desde
el punto de vista de su estructura, mantiene la uniformidad obligatoria del plan de
estudio" -continúo- "Que esta uniformidad obligatoria de los estudios del liceo está en
pugna con los intereses colectivos; que nuestro liceo, en su forma actual, desenvuelve
preferentemente su acción como si el dominio de materias de enseñanzas fuera el objeto
final de la educación". Etcétera, etcétera. Viene el decreto correspondiente, firmado el 3 de
mayo de 1945. 1945.
En consecuencia, señores, señoras, no va por ahí el análisis de la educación. Ahora le
estamos agregando computadoras. El problema fundamental, a mi modesto entender, es ir a
las raíces mismas del hecho cultural: si las universidades no se atreven, no pueden o no
quieren ingresar un cuestionamiento íntimo de la concepción cartesiana sobre la teoría del
conocimiento; si no están en condiciones de poder establecer qué nos trae la nueva física; y
si no estamos todavía en condiciones de poder establecer que los aprendizajes no existen de
por sí, sino que tienen tendencia a ocurrir; si las condiciones sobre las cuales se desempeña
la función docente, y las condiciones sociales y culturales lo permiten, vamos a estar en esto,
cuando menos doscientos años más hablando de estas mismas cosas.
En consecuencia, se hace necesario que las universidades -sobre todo, las Facultades que
forman profesores- entren a cuestionarse, no tanto si la mercadería la vamos a cambiar de
este estante a otro estante. O si aquí vamos a poner cinco o seis horas, siete para acá, y
hartos idiomas extranjeros. O, si para mantener el control de la educación vamos a tener
exámenes nacionales llamados SIMCE en cuarto básico; exámenes nacionales llamados
SIMCE en octavo básico, exámenes nacionales llamados SIMCE en segundo medio, y
Prueba de Aptitud. Y después vamos a publicar en el diario y en todos los establecimientos
educacionales, para que los cincuenta o sesenta que tienen los más altos puntajes sean
considerados como en la gloria, cuando los demás en el purgatorio, y los demás en el
infierno.
Desde luego que una situación así es hasta risible, si no fuera trágica. Porque si las cosas no
son manejadas con sensatez, nos espera una población flotante de niños que no van a ser
aceptados en ningún establecimiento educacional, porque no le dan prestigio al colegio. Y
entonces, olvídense de todos los niños con dificultades de aprendizaje. Olvídense de una
serie de situaciones, porque ya se está viendo que los establecimientos educacionales...
Repitente. “Mire, lo siento, repitente no, nosotros no aceptamos repitentes”. ¿ Ciegos ? “No,
ciegos no”. ¿ Sordos ? “Sordos tampoco”. Niño que ha pasado por un psicoterapeuta: "No,
fíjese que nosotros no nos arriesgamos".
Entonces, ¿ qué es educación ? Para nosotros, en The Angel's School, es fundamental que
los profesores sean y tengan una formación de terapia de desarrollo personal, tan intensa y
profunda que permita unificar la concepción rogeriana, que hace posible que la cultura y el
desarrollo personal vayan unidos muy de la mano. No podemos seguir pensando
exclusivamente en el profesor de Ciencias Naturales, el profesor de Castellano, el profesor
de Historia, exclusivamente para enseñar los tiempos verbales. Cuando dejé de ser profesor
de inglés, lo hice porque consideraba inimaginable estar toda mi vida con el do, el does y el
did. Consideraba que mi vida podría tener un mejor destino en otro lado.
No estoy en contra de los profesores de Inglés, ni en contra de la gramática, pero creo que
cuando las cosas se radicalizan para llegar a extremos tan absurdos, hemos perdido el norte
en la educación, y habría que cerrar las escuelas y decir "Inventemos algo nuevo, porque
esto no está sirviendo". Para terminar: creo que este Encuentro, tan valioso, podría implicar
un signo de alerta; y podría, también, dar por terminado el anonimato con que muchos
vivimos, como la voz del que clama en el desierto. Eso no es verdad. Y no es verdad, porque
recién hace algunos meses, en Brasil, se acaba de celebrar el Congreso Mundial del Enfoque
Centrado en la Persona para los países latinos. Y acá está una de las personas, la
psicoterapeuta Virginia Moreira, que es una de las organizadoras de ese evento. Y este año
se va a volver a reunir el Congreso Mundial -ya un poquito lejos de nosotros- en Grecia.
Pero si logramos aunar voluntades, podríamos llegar a constituír una expresión, que con la
modalidad que cada cual le dé, ponga al ser humano como centro. Gracias.
Ps. Leonardo Villarroel: Un breve comentario. No tenía pensado decirlo, pero creo que es
pertinente señalar que este evento que está ocurriendo aquí, originariamente no iba a ser
aquí, sino que en otra casa de estudios superiores, la que sin embargo, al enterarse de que
era un evento de psicoterapeutas Humanistas, prefirió negarle el espacio. Creo que lo dicho
por Eric o lo dicho por los otros panelistas, puede alentar la participación de don Jaime, o de
Pía o de Sara.
Sra. Pía Figueroa: Efectivamente, tratamos con Alejandro de realizar este Encuentro en
otra Universidad. Cuando se nos dijo que no era posible hacerlo porque se trataba de un
encuentro que llevaba la palabra "Humanista", y que, siendo yo del Partido Humanista,
podía ser interpretado como una asamblea política Humanista, renunciamos a llevar adelante
este evento en esa institución. De manera que no tengo ninguna dificultad en hacer públicas
estas dificultades organizativas. Hay humanismos formales y hay humanismos reales. Hay
instituciones de verdad pluralistas, y hay instituciones en que “ser pluralista” es sólo un
asunto de mercado. Es muy cómodo vestirse de pluralista.
En la práctica, se ve que ser humanista no es la tendencia de hoy día, cualquiera sea la ruta
que tomemos. Sea que seas un psicólogo, sea que seas un político, sea que seas un escritor o
un educador. Cualquiera sea el campo ocupacional que tome tu filosofía, si ella es humanista
y tú eres coherente, lo más probable es que encuentres obstáculos. Lo más probable es que
no sea lo que está más en boga, lo que mejor se paga, lo que tiene créditos y todas estas
cosas que son como los beneficios de la nueva religión del dinero. Ser humanista es poner al
ser humano como el valor central, tal como lo decían recién, y lo hemos dicho todos los
expositores esta mañana. Y eso hoy día es algo que abre compuertas y relaciona -como decía
Sara- a los zapatistas y a la base social de todas partes. Eso está presente en Rusia. Y la
semana pasada han venido a Chile algunos amigos rusos, a contarnos cómo es que se está
gestando una nueva concepción del ser humano en un sistema que creía haberlo controlado
todo. Bueno, no era así.
Políticamente, es claro que el Humanismo no va hoy día con la corriente que prima. No tiene
nada que ver con estos llamados Nuevos Tiempos. Nosotros no creemos que este modelo
vaya a resultar, ni tampoco que vaya a resultar en Chile. Creemos que va muy mal
encaminada la dirección de la democracia chilena, tan formal y tan subyugada a los intereses
económicos. Creemos que es necesario construír una pequeña puerta de escape, sin
pretensiones, en caso de que las cosas no resulten como pareciera que todos creen que van a
resultar.
Esa puerta de escape, esa alternativa distinta, está en los barrios. Está organizándose entre
vecinos muy normales que han generado pequeñas publicaciones, diarios de barrio, radios de
barrio, locales pequeños, muy humildes. Para terminar, quiero exhortarlos a ustedes,
psicopedagogos y terapeutas humanistas, a hacer un aporte. Porque creo que es muy
necesario mirar el fenómeno social también con una perspectiva interna. Y lanzar preguntas,
como las que ustedes saben hacer: ¿ cuál es el sentido de la vida ?, ¿ Es de verdad que
quiero vivir ? ¿ En qué condiciones quiero vivir ? Porque si soy coherente con esas
condiciones en las que quisiera vivir, algo tengo que hacer. Por mí, por los otros, por la
gente más cercana que me rodea; y si puedo, también un poco más allá. Yo creo que una
psicología humanista puede cumplir un rol importantísimo en el ámbito, justamente, de esas
preguntas más existenciales que son las que dan fuerza a la acción social, y que dan fuerza a
una rebelión profunda que busca construír un mundo que, algún día, sea humano. Muchas
gracias.
Sr. Jaime Castillo Velasco: Personalmente, yo quisiera sacar una conclusión. Lo que creo
que hemos dicho aquí es que hay que hacer Humanismo. Eso significa estar haciendo y
rehaciendo constantemente, cambiando las limitaciones que se oponen al desarrollo
profundamente humano. Pero eso es, justamente, política. La política es hacer el bien
general. Y hacer Humanismo es hacer el bien general de la humanidad. La política no es
solamente el orden de la dirección del Estado, de algunos sectores o posiciones, sino que es
de toda la sociedad, es de todos los sectores. Y por eso mismo es que esa política, a mi
juicio, sin ser utópica, tampoco puede ser estacionaria, conservadora: cifrarse en lo que
existe y nada más. La política tiene que ser capaz de cambiar de una etapa a otra, avanzar,
realizar además profundamente los valores.
Y en ese sentido, me parece que su propósito será siempre estimular las conductas o
comportamientos de sentido humano profundo, y no descansar eso solamente sobre alguna
concepción. En todas las concepciones hay, en el fondo, una posibilidad de converger para
estos santos fines. Y si se trata del caso de Chile, en este momento, yo diría que no debemos
aceptar todo lo que existe porque existe, porque parezca la etapa del momento. Creo que
tenemos que tener la fuerza suficiente, siempre, de adentrarnos más a fondo, para que ese
atisbo -que puede ser producto de un momento determinado, que es el predominio del
interés económico e individualista- deba ser transformado, dentro de nuestro país, dentro de
nuestra democracia, y con el apoyo, precisamente, del sentido Humanista fundamental. Y
creo que todos estamos en la obligación de abordar esa tarea.
Sra. Sara Larraín: Yo, para terminar, quería también reafirmar los mismos elementos, tal
vez con otro lenguaje o desde otra perspectiva. A mí todavía la palabra "humanista" me
complica: creo que habría que tratar que la gente le pusiera distintos nombres, el que le
acomode más, y creo que ésos pueden ser muchos.
En otro plano, se me vienen a la mente dos cosas. Primero, y principalmente por el papel y el
lugar privilegiado en que están ustedes -en donde están permanentemente formando
personas, curando personas, orientando personas-: creo que una primera cosa es una
vocación fundamental por el realismo. Y el realismo no es lo que aparece en los diarios. No
es necesariamente lo que pasa en el Parlamento o en el sistema político. El realismo es mi ser
y mis puntos de referencia. Es también lo absurdo y la evidencia de lo absurdo. El realismo
incluye, por ejemplo, un titular maravilloso del diario La Epoca: El nuevo tigre no tiene
dónde depositar sus desperdicios -aludiendo al problema de la basura de Santiago y de todo
el país-. Esto obviamente representa una situación absurda y esquizofrénica: no calza con los
tigres, que son animales esencialmente limpios por definición, y a los cuales no les ocurriría
esto de no tener dónde depositar sus desperdicios. Nosotros tenemos una vocación por el
realismo, por ayudar a que las personas tomen en consideración los diferentes aspectos de la
realidad y no se sientan marginados y en la obligación de auto-censurarse por no calzar en lo
que el sistema quiere.
Que ustedes sean, por lo tanto, capaces de ayudar a cuestionar el sistema de educación -el
que obviamente es un adiestramiento, en general, para entrar a la Universidad, para obtener
puestos de poder o de prestigio, etc-. Yo creo que ustedes tienen la posibilidad de ayudar a
la gente que están formando o tratando, presentándoles puntos de referencia verdaderos y
permanentes para que cada persona se pueda plantear la situación con el mayor realismo
posible, desde el punto de vista de la diversidad de la verdad. Yo diría que ése es un camino
para construír esta realidad en que se pueda vivir -y no sólo sobrevivir, que es lo que
estamos haciendo ahora-.
Un segundo punto es tomar en cuenta a esa persona que tenemos al frente como “un
centro”. La verdad es que lo único que uno tiene es lo que tiene adentro; y lo que uno tiene
adentro es lo que puede sentir, las utopías que uno pueda tener. Y muchas veces uno se
desgasta tratando de obtener el poder para llevar adelante una forma de mundo con esa
utopía, pero la verdad es que esas utopías se pueden desarrollar a partir de la propia
persona. Y si ustedes pudieran ayudar a que cada persona tuviera un proyecto absolutamente
personal, basado en lo que ella es y en buenos puntos de referencia, y ayudarlo a que fuera
lo más militante posible, creo que sería bastante distinta la cosa. Porque las fuerzas del
adiestramiento que nos llevan a continuar con esto que no queremos y que va en una
dirección que obviamente no nos interesa, es atroz. Y si uno realmente le otorga un valor a
eso, uno se autocensura y se automargina; y por lo tanto, creo que más bien hay que darle
un valor a la persona. Y esto se hace, creo yo, partiendo de lo que esa persona es; y
segundo, tratando de relativizar -”realidad” también tiene que ver con “relativizar”- la
realidad que presentan los medios oficiales, que no es la realidad.
Ps. Leonardo Villarroel: Creo expresar el sentimiento de quienes estructuramos este Panel,
respecto a que necesitábamos una visión que no fuera la nuestra; porque algo extraño
acontece con nosotros los psicólogos: somos testigos de la Historia, tal como ésta se
interna en cada circunstancia personal e individual. Probablemente, si alguna vez
aunáramos los contenidos de lo que sucede en nuestras consultas, en nuestras sesiones
terapéuticas, podríamos dar cuenta de la sociedad en que estamos viviendo.
Sin embargo, cuando nos juntamos, damos cuenta de nuestras técnicas; o sea, damos cuenta
de nosotros, pero no de “los otros”. Damos cuenta de nuestras disputas epistemológicas; es
decir, de cómo mirar al otro, pero no del otro. Creo que a lo que hoy don Jaime, Sara y Eric
nos han invitado es, exactamente, a que estemos atentos al otro en su circunstancia, en su
historia, en su momento. Tal vez lo que nosotros debiéramos tener presente es que no somos
psicólogos; el ser psicólogo es una circunstancia de nuestra existencia -pero original y
primariamente, somos personas; y trabajamos con personas y vivimos las mismas
circunstancias y tenemos la misma historia-. Les invito a que agradezcamos a nuestros
panelistas su presencia y les comprometamos para eventos futuros, que espero que los
tendremos.
Introducción al Cap. 3
****
El siguiente capítulo constituye un testimonio invaluable del Dr. Claudio Naranjo, testigo y
participante directo de los años de ebullición, florecimiento y nacimiento institucional de
nuestros enfoques, los que se plasmaron en la Association for Humanistic Psychology
(A.H.P.) y la Association of Transpersonal Psychology, la que luego dio lugar a la
International Transpersonal Association. Ambos organismos generaron rápidamente
revistas que siguen publicándose hoy -el Journal of Humanistic Psychology y el Journal of
Transpersonal Psychology, respectivamente-. Uno de los más grandes epicentros de esta
ebullición fue California; y se focalizó en forma más precisa en el Instituto Esalen, donde
Fritz Perls comenzó a ser realmente conocido, valorado y admirado por su trabajo.
El Dr. Naranjo estuvo en Berkeley y estuvo en Esalen, donde el propio Fritz Perls le dio una
beca para asistir a sus grupos y luego, más adelante, lo nombró como uno de sus sucesores.
El Dr. Naranjo se resta mérito en sus hallazgos y en su participación en momentos clave; sin
embargo, muy bien puede asegurarse de él que tiene la muy rara habilidad de haber estado
en el lugar correcto, en el momento justo. Uno de los méritos de este testimonio es que su
autor se expone enteramente -sin cuidar su imagen-, comentando los trastabillones y
aparentes casualidades que se dieron en su camino. Esto resulta alentador para los futuros
psicoterapeutas que están recién formándose, pues es la experiencia de muchos de nosotros
el no haber tenido nada claro en el momento de egresar de una Escuela universitaria, y
haberse dejado llevar por la intuición o por hechos sincrónicos para trazar un camino que, a
posteriori, se descubre en toda su pedagógica sabiduría.
Pienso que era imperativo incluír el presente testimonio en este libro, pues a mi parecer
constituye un documento histórico de los orígenes de la psicoterapia Humanista y
Transpersonal, nada menos que de primera mano, entregado por uno de sus actores directos.
****
CAPITULO 3
ACERCA DE LAS FUENTES
DE MIS APORTES A LA PSICOLOGIA7
Claudio Naranjo C.
Los organizadores del Congreso me sugirieron que hablara de las cosas que he contribuído a
la Psicología y, cuando me pidieron un título, me pareció de perogrullo llamarlo de esta
manera, aunque podría ser más interesante que el título reflejara la esencia de mis hallazgos
a través de esta exploración. He querido ya tener, al comenzar a hablar, cierta conclusión de
cuál sea la clave de mi creatividad: estuve tentado de dar un título de fondo, pero me
parecería como escribir una novela policial diciendo de partida quién es el asesino. Así que
hay un título secreto de esto: se los voy a dar al final, más bien.
Ya expliqué ayer cómo mi llegada a la psicoterapia fue una llegada por carambola; no fue un
decir "Lo que yo quiero es ser psicoterapeuta", sino que pensé que quería ser científico:
llegué a la Escuela de Medicina, no me encontré, estuve a punto de salirme, de irme a
estudiar Física a los Estados Unidos cuando estaba en el Cuarto Año. Me quedé al descubrir
la Psiquiatría porque me servía a mí, y porque vi que había un lugar para algo más
especulativo. Les conté también de mi incomodidad en mis primeros años de ejercicio de la
profesión; pero también cómo -dentro de la torpeza del aprendiz-, podría empezar, ya en
esos años, a hacer una historia de cierta creatividad. Y expliqué un ejemplo de lo que
aparentemente es un accidente, pero creo que muchas de las historias de la creatividad en la
ciencia son accidentes, y tal vez la diferencia entre una persona creativa y otra un poco
menos creativa es que uno sabe aprovechar mejor los accidentes. Es como una selección
natural: ciertos accidentes sobreviven y otros no sobreviven. Hay accidentes que pasan a la
historia: al cultivo de bacterias de Fleming le cae ahí un hongo que produce penicilina, y
Fleming se da cuenta que no es simplemente cosa de esterilizar mejor las placas e impedir
que caigan hongos, sino que se da cuenta de que aquí hay una posibilidad útil. Yo creo que
esto es algo muy general en la vida: creo que todos tenemos adversidades, obstáculos, pero
hay gente que aprende más de las adversidades, de los obstáculos. Hay gente que tiene más
una actitud de aprendizaje en la vida, y hay personas que más bien se empecinan en que de
los obstáculos hay que hacer un enemigo, sin derivar tanto beneficio de ellos.
Para retomar desde allí, podría, tal vez, contar un episodio más. En general, lo que me
propongo hacer hoy es ir enumerando algunos de mis fortuitos o afortunados aportes y ver
cómo se originaron, para ver si -después de examinar una serie de asuntos- llego a alguna
conclusión general. Espero que llegue a la misma que ya conozco, porque si no, me asustaría
mucho (risas).
Les contaba de una sesión de psicoterapia que resultó, por accidente, sumamente efectiva;
hay otro caso semejante que me permitirá ir un poco más al detalle. Mi primer trabajo fue en
7
Conferencia dictada el Viernes 24 de Junio de 1994 en el XI Congreso Nacional de Psicología Clínica,
Momentos Creativos en Psicoterapia, y publicada en el Vol. V (1), Nº21, 1994 de Terapia Psicológica
(revista oficial de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica). Reimpresa en el libro Humanismo,
Espiritualidad y Psicoterapia editado por Celis, A., (Editorial Transformación, Santiago, 1996) por
autorización especial.
el Servicio de Medicina Psicosomática en el Hospital del Salvador -no sé si existirá todavía,
fue creado por el Dr. Torreblanca- y yo aún no me recibía de médico, pero había hecho el
curso de Psiquiatría y estaba haciendo mi Memoria en Hipnosis, en un tema sumamente
poco interesante, enteramente fisiológico. Esto requería, sin embargo, hipnotizar a la gente
para hacer las mediciones de temperatura en la piel, ver cómo era este proceso por lo demás
conocido: que se puede variar la temperatura de la piel por sugestibilidad hipnótica. Yo
estaba investigando ese mecanismo fisiológico; y, porque hipnotizaba a la gente, pasaban
otras cosas, y a mí me interesaba ya la psicoterapia, y el Dr. Torreblanca confió
suficientemente en mí para pedirme que viniera a aportar algo a este Servicio.
Entonces, allí estaba un día hipnotizando a una mujer que tenía eclamsia -ustedes conocerán
el síndrome de vómitos en el embarazo, que pueden a veces ser fatales, hay gente que
realmente muere de desnutrición o deshidratación, complicaciones de esta forma tan
exagerada de los síntomas molestos del embarazo-. Y para esta mujer, esta eclamsia había
comenzado después de la muerte prematura de su marido, recién casados. Poco después de
la luna de miel, muere el marido y ella empieza a vomitar, a vomitar, y está allí viniendo a
este Servicio de Medicina Psicosomática. Yo la hipnotizo y durante un tiempo traté de
reemplazar los síntomas -es una de las estrategias de cura sintomática de la hipnosis-. Traté
de cambiarle los vómitos por dolor de cabeza, por dolores de toda índole, y eso duraba unas
horas pero no se engaña al inconsciente por mucho tiempo cuando hay una cosa muy
importante.
En aquella época, yo había aprendido la técnica del ensueño dirigido de Desoille, que usaba
Lola Hoffman -quien había llegado a la Clínica un par de años antes que yo, bastante de
aficionada en esa época- y que había aprendido en Europa este método, que se usa tanto en
Estados Unidos ahora con otros nombres: Guided Imagery. El trabajo con imaginería, en
que uno puede desenvolver gran creatividad en cómo colabora con esa situación, cómo uno
supervisa ese proceso de la fantasía de otro. Y en una fantasía, yo le sugiero a esta mujer
que se encuentre con su marido -era de perogrullo sentir que había algo inconcluso allí, que
esta eclamsia no es casual, sino que tiene algo que ver con la pérdida del marido-. Pero,
¿ qué es lo que tiene que ver ? ¡ Vaya uno a saber ! Podría uno especular: "Tal vez ella quiere
morirse para reunirse con él", en fin.
Para mí ésta fue una gran experiencia de aprendizaje: que pudiera pasar una cosa así, que en
un trance hipnótico ligero, nada tan espectacular, sin emociones intensas, sin drama, sin
llanto, sin insight siquiera, por un acto mágico -comerle el estómago al marido- se terminan
sus vómitos. Hasta hoy, no puedo decir que entienda la dinámica de esto -debe haber alguna
dinámica, algún pensamiento inconsciente, alguna fantasía inconsciente que curó la otra, la
que estaba produciendo el síntoma-. Pero si miro retrospectivamente cómo ocurre un acto
creativo así -además de ser una casualidad- qué hay un poco más allá del accidente feliz, yo
diría que algo así como el colaborar con el impulso del otro, "colaborar con el impulso
organísmico" lo llamaría Perls, el impulso creativo, el impulso sanador del inconsciente
ajeno. Es como si yo hubiera buscado, dentro de mi propia impasse, de mi propia limitación,
de mi propia falta de visión -en primer lugar, a través de la hipnosis- obtener un estado de
facilitación del acto creativo ajeno; y luego, dentro de esa hipnosis, saber oír: "Ah, surgió
ese pensamiento de comerle el estómago al otro", y lo demás era una fe, una fe en que eso
es curativo, una fe de que fue más importante eso que el seguir los moldes de lo que dice tal
libro, de lo que yo ya entiendo, ir más allá de lo entendido.
Dejémoslo allí como punto de partida. En general, yo diría que mi primera fase de
aprendizaje en la psicoterapia fue muy poco apoyada. Por ejemplo, Carlos Whiting, mi
supervisor en psicoterapia analítica, me reprochaba el uso del humor. Sentía que las cosas
más interesantes que yo decía las decía en forma de chiste. Con el tiempo y con perspectiva,
tengo la convicción de que iba por mal camino ese supervisor (risas). Con el tiempo, ahora
ya es vox populi, ya se han hecho hasta maratones sobre el uso del humor en psicoterapia, y
creo que le contaba a algún grupo ayer que uno de los elogios más acertados que he recibido
como terapeuta fue algunos años atrás: alguien en España me decía que yo había
desarrollado una técnica especialísima de interpretación por supositorio -que es una forma
muy suave de decir las cosas en que la persona no se da cuenta de la bomba que se le está
metiendo al cuerpo y que tiene efecto retardado-.
Creo que en esa época yo era muy tímido, pero tenía buena percepción. He observado eso
en Kierkegaard: pero él tiene un humor, una ironía continua que creo que es el resultado de
una percepción aguda que, si se expresara directamente, sería muy hiriente, con un carácter
dulce. Y el decir cosas fuertes dulcemente, da como resultado químico -y no hay otra forma-
el decirlo con humor. El humor es la resultante de esa situación. Yo era un carácter tímido y
en terapia necesitaba confrontar al otro con sus verdades. Entonces resultaba esta forma
irónica, o "como quien no quiere la cosa". Y, sistemáticamente, "eso no estaba en los libros,
eso no era una forma de intervención sancionada por el uso": como ejemplo de obstrucción
de lo creativo en psicoterapia, como una cosa que me salta a la vista, lo que era el ambiente
de esa época en la Clínica en que yo trabajaba.
Resultado de todo este ambiente poco estimulante -más bien inhibidor- es que busqué en
otras partes. Lo que yo buscaba en la psicoterapia era mi propia curación; pero lo que
buscaba no era necesariamente curación, era algo más amplio: yo buscaba todo, como todos
nosotros buscamos todo, aunque le pongamos distintos nombres y a veces los miremos de
una manera o de otra. Así que en mi sed de algo que me faltaba, busqué por caminos más
bien espirituales: conocí a algunos Hombres de Conocimiento -como los llama Castaneda-.
Tótila Albert fue el más importante en esa época, también David Rosenman -un poeta
chileno que publicó poco y que luego se fue del país- fue otra persona que influyó en mí, que
me motivó a escribir por primera vez; la influencia de Gurdjieff fue muy fuerte, aunque a
través de los libros en esa época -en fin, estaba yo absorbiendo de diversas fuentes-.
Y de estas fuentes el resultado fue que sentí que necesitaba un Maestro, que necesitaba a
alguien que supiera algo que no sabían las personas con quienes tenía contacto. Tótila Albert
era alguien que había hecho la Gran Travesía, que estaba en la otra orilla, pero no era un
Maestro, no era un botero, no era alguien que lo lleva a uno a la otra orilla. Era un poco
como Krishnamurti, de quien siempre pensé que sabía muy bien decir cómo era la cosa al
otro lado, pero no lo llevaba a uno al otro lado. Y de esa manera, me fui de viaje. Me fui
primero a la Costa Este de Estados Unidos, pensando que buscaba algo más en el terreno
intelectual; pero como que buscaba una atmósfera nueva, un ambiente nuevo. Me fui a
Harvard, y tuve una experiencia -que tuvo que ver con mi desarrollo, porque me dio mucha
confianza-. Esta experiencia fue sin quererlo -yo estaba en un curso de música, estudiando
con un gran pianista y compositor americano, un gran maestro diría yo, que me hizo desistir
de la música-. Yo era estudiante de música en esa época y me costaba, me costaba escribir
música, y no sabía por qué me costaba tanto. Y allí me di cuenta: era porque no había tenido
maestros de categoría, y allí supe lo que era la enseñanza de la música.
Pero había un compañero de curso en este Curso de Composición de León Fleischer, que
había estudiado con Schoenberg, con Stravinsky, que era uno que sabía la artesanía de la
música -pasarla-. Yo sentía que esto ya estaba como al margen: en realidad, yo había ido a
Estados Unidos por un estudio de valores y no por la música. Un compañero, al saberme
Psiquiatra -aunque yo estaba allí en la Escuela de Psicología-, se interesó mucho en
hablarme: el que una persona pudiera estar en la música y en la psicología al mismo tiempo
le impresionaba mucho-. Me habló con más y más intimidad, y esta conversación tuvo un
resultado terapéutico: me transformé en algo así como el terapeuta, sin pretenderlo. Fue una
experiencia muy útil: entender cuándo se podía hacer psicoterapia desde una posición no
profesional. Surgió espontáneamente, y este hombre era paciente de Maslow, y en el
contacto conmigo se fue abriendo a su locura -podríamos decirlo- pero en una forma no
negativa.
Después vi -a través de mi contacto con Ronnie Laing, quien era un experto en lo mismo, le
pasaba lo mismo- que si uno entiende, si uno no trata al otro como a un loco, el otro no se
porta tanto como un loco -así que como origen de material para ilustrar el pensamiento
esquizofrénico, esto fue un fracaso-. Pero me sirvió a mí para sentirme un poco más a mis
anchas en eso que era nada más que una admiración por el psicótico. Yo siempre sentía que
algo me faltaba y que los locos tenían: como si la mente normal fuera la amputación de un
pensamiento que ellos tienen más desarrollado. Y que hay una capacidad poética en las
psicosis que nosotros no tenemos en la misma medida. Entonces, esta admiración natural
siempre me hizo no ponerme por encima de los psicóticos, sino ponerme como un aprendiz.
Y así ocurrió con este amigo, que tenía algo que ni siquiera podría llamarse un brote
psicótico, sino que uno de esos estados que, cuando se reflejan en el Rorschach, son
diagnosticados como regresión en servicio del yo.
Y para mí fue una gran sorpresa cuando Maslow intervino, diciéndole que se cuidara y que
mejor dejara de juntarse conmigo, porque se estaba volviendo loco (risas). Fue para mí una
gran desilusión de Maslow, que estaba ya publicando cosas que parecían de vanguardia, de
avanzada: me sirvió para sentir que yo no me quedaba corto, cuando en el ambiente de aquí
me sentía un nadie, muy amedrentado con las autoridades. Fue como un pequeño gesto del
destino, que me hizo sentirme un poco más en confianza: "¿Cómo es posible? Este Maslow,
que escribe con tanta libertad y tan pionero, resulta que en su práctica psicológica, ante un
paciente determinado, se está comportando como los mismos psicoanalistas que yo
conozco, allá en Chile -que son tan ceñidos al cánon-". Así que eso me hizo llegar a
California, que fue mi etapa siguiente, con más "cancha", con una cierta libertad, por
sentirme menos amedrentado ante las autoridades. Y llego a este oasis que es California,
donde estaba brotando toda clase de cosas: toda una nueva cultura, la revolución sexual, la
revolución universitaria, la revolución Humanista, la revolución psicodélica, en fin...era un
momento de gran liberación y un momento de salto de consciencia. Era un gran caldo de
cultivo para un buscador, porque era un oasis de buscadores.
Me sentí por primera vez en casa, como si nunca me hubiera sentido en casa en Chile, como
si me hubiera sentido como huérfano en casa ajena, algo así. Y llegar a California fue como
“¡ Ah !”, un algo muy familiar. Estaba el Zen en la atmósfera: yo iba a California un poco en
la duda si me voy a Japón o me voy a California -a esas alturas de la vida ya me estaba
cuestionando-, pero las becas para Estados Unidos eran más fáciles de conseguir que las
becas para el Japón: así que fue una gran suerte que estuviera en el aire el Zen. De eso se
sabía poco, se estaban publicando los primeros libros, a través de Alan Watts y de Suzuki
-no el Maestro Suzuki Roshi, sino el filósofo-. Así que me encuentro con personas que
realmente venían de vuelta de Japón: California era una cosa maravillosa, porque poder oír
de primera mano las experiencias de gente que había estado en los templos, que había estado
meditando...
Y entre las muchas influencias, diría que hay dos cosas que tuvieron importancia para mí:
una es que siempre llevaba un diario de ideas en Santiago. Había sido estimulado por alguien
que ya les mencioné -David Rosenman, este poeta, que me decía, "Escribe, escribe, todos
los días: sea lo que sea"-, y efectivamente me estaba sirviendo para tener más consciencia de
lo que pasaba por mi mente, escribía de mis experiencias, escribía de mis ideas. Empecé a
descubrir cosas: y esto era como algo oculto, como algo inmostrable cuando estaba en
Chile. Y resulta que todas estas ideas con las cuales me iba poniendo en contacto, las cosas
que iba entendiendo, me transformaron en California en una influencia: comencé a sentirme
oído. La gente quería saber más de esto, más de aquello: las cosas que aquí necesitaba
ocultar, allá brillaban. Y eso me dio más confianza: todo lo que había sido mi mundo de
buscador era, de pronto, válido.
Y la segunda influencia fue mi primera experiencia psicodélica importante -lo digo así
porque yo había sido conejillo de Indias aquí en la Clínica Psiquiátrica: en una ocasión fui
inyectado con ácido lisérgico (LSD) -una dosis no demasiado grande, 75 microgramos-, y
puesto en una cámara oscura que se había construído para experimentos en deprivación
sensorial con perros (risas). Pero en fin, era una aproximación a una situación de mínimos
estímulos y había tenido una experiencia de interés filosófico. Por ejemplo, había muchas
espirales, todo era espiral, y estas espirales me parecían fascinantes, y tuve muchos
pensamientos sobre las espirales. O, si estaba alerta, si estaba mirando mi pensamiento, no
ocurría nada, no había nada de que pudiera hablar. Pero si no me ponía a mirar, pasaban
muchas cosas, pero después no recordaba nada. Eso me dio mucho que pensar... cosas un
poco intrascendentes, desde el punto de vista de lo que puede ser la experiencia con uno de
estos alucinógenos fuertes.
Entonces, eso me había motivado: era algo interesante, pero no había sido una experiencia
transformadora. Y aquí me encuentro con un gran terapeuta, especialista en el manejo del
ácido lisérgico: Leo Zeff, que se había venido de la clínica de Menninger. Un Junguiano de la
clínica de Menninger -claro que ése es esencialmente un lugar de Freudianos- y un hombre
que no publicaba ni le interesaba publicar, un hombre de gran corazón, y era un verdadero
maestro en el manejo de este recurso terapéutico. Eran las postrimerías de mi tiempo allá en
la Universidad de California: estaba allá, como digo, en un estudio sobre valores, haciendo
análisis factorial de los valores y de las preferencias estéticas -cosas muy de la psicología
clásica-. Me encuentro con este hombre -me impresiona-, un hombre que tenía además la
formación de rabino, un hombre muy religioso; y era una coyontura de mi vida en que tenía
que tomar una decisión en relación con mi vida amorosa. Pienso, "Esto va a ser muy
importante", le pido una sesión, y esa sesión fue una experiencia muy profunda que me dejó
conectado con otro nivel de mí mismo: fue un efecto sanador muy extraordinario.
Esa única inmersión en mí mismo tuvo su paraíso y su infierno. Es algo que a la salida me
dejó con una nueva confianza en mí mismo, con una sensación que yo expresaba diciendo
que "había puesto el pie en el camino": y es que no sabía más, pero sabía que a cada paso
sabría lo suficiente para poner el pie en el siguiente paso. Es como una confianza de caminar
un paso a la vez, confianza en mis propios recursos; y desde ese momento, desde la salida,
desde el día siguiente de esa única experiencia, supe que yo podía servir para la psicoterapia
"y antes sabía y había probado que no servía: es decir, de vez en cuando me salía por
casualidad", como he explicado. Entonces, supe intuitivamente que ahora, este estado
interior de más contacto conmigo mismo y con mi intuición, era algo que me permitía dar
algo.
Y eso se combinó con la aventura siguiente en mi vida: ya había organizado una expedición
al Putumayo -un río que es un afluente del Amazonas, que corre entre Colombia y Ecuador-,
porque me había interesado en el yagé, que es una planta alucinógena de los indios. Este es
un interés que ya venía siguiendo a través del libro de un explorador, Cunningham, que había
escrito un libro que se llamaba Yo también fui cazador de cabezas. Fue alguien que fue
adoptado por una tribu de cazadores de cabezas, que casó con varias de las mujeres de la
tribu -porque son polígamos- y atravesó la iniciación de los guerreros: y allí le dieron este
brebaje extraño y tuvo una experiencia...esencialmente, de heroísmo. En la ceremonia de
iniciación de los guerreros se usan los azotes; y, al ser azotado, él desplegó una actitud de
desafío ante el dolor, que a mí me llamó la atención -porque yo he sido muy sensible al dolor
físico y psíquico-. Era un sentimiento de invulnerabilidad en que le decía al personaje
disfrazado, alado, al demonio -pero claro, encarnado por un iniciador- que lo azotaba,
"¡ Dame más !¡ Dame más !", como queriendo probar su ir más allá del cuerpo.
Y yo, como cobarde constitucional, porque fui siempre un conejo de nacimiento -es una
cosa biológica eso de ser conejo- (risas) ¡ Probado! Más adrenalina, más reacción de huída-.
Pensé, "Qué buena sería una droga que a uno lo haga más heroico", aunque fuera como para
aprender qué es eso. Y me propuse llegar hasta a arriesgarme entre los cazadores de cabezas
para conseguir ese remedio contra la cobardía (risas). Y con Humberto Maturana tuvimos un
proyecto de ir a cazar un insectívoro raro por ahí en la selva, como pretexto para conseguir
una beca que nos permitiera llegar donde estos cazadores de cabezas (risas). Total, no
resultó eso, pero muchos años después, cuando estaba en el Museo Botánico de Harvard,
veo un rótulo que dice, Exposición especial: Botánica Económica -no sabía que existiese
ese ramo- pero veo distintas plantas con sus productos. Allí está el opio con sus cuarenta
alcaloides en distintos frasquitos, está la planta de la coca con su alcaloide, muchas de las
plantas medicinales -el curare, la digitalis-.
Y entre tantas plantas, veo una liana retorcida y un pequeño apartado que dice "La
naturaleza botánica de los narcóticos malpigiáceos de Sudamérica" y en él, una fotografía
de indios azotándose, con lo cual supe que la planta que yo buscaba ya estaba identificada
botánicamente. Me propuse hablar con el curador del Museo Botánico, y resultó que él
mismo era el autor de ese apartado: había estado doce años haciendo trabajos de campo en
Colombia y otros países Sudamericanos. Ya tenía aclarado mucho: me puso en contacto con
los indios que le ayudaban a recolectar plantas...así que a la vuelta de mi beca a Estados
Unidos, me fui a conocer a estos indios y conseguir algo de yagé. El yagé es algo que se
usaba en la formación de chamanes. Cuando yo hablaba con los chamanes en castellano
-porque algunos de los indios ya estaban bastante españolizados, no se necesitaba siquiera
intérprete- hablaban de estudiar medicina: "Se usa el yagé para estudiar medicina". "¿ Y
cómo se estudia medicina ?". "Bueno: hay que aprender a entender los propios sueños".
El yagé tiene mucho que ver con el desarrollo de la intuición: se puede decir que es un
alucinógeno, en un sentido muy amplio de la palabra, pero no produce alucinaciones. Lo que
pasa es que, a ojos cerrados, se facilita mucho ese tipo de fantasía que se maneja,
justamente, en la fantasía dirigida: una fantasía en que uno está plenamente consciente, sin
trastornos de la identidad ni diferencia en la actitud emocional ni cambio de juicio: es un
mundo simbólico muy exaltado, pero muy espontáneo. Y a través de ese mundo simbólico se
pueden aprender cosas: se puede contemplar este mundo e incluso entender cosas de uno
mismo y de la realidad. Los indios dicen que ésa es su manera de aprender sobre las plantas,
sobre la naturaleza, sobre los animales. Lo usan en la cacería, para desarrollar capacidades
parapsicológicas. Así que me entusiasmó bastante el mundo del yagé, y cuando regresé a
Chile planteé una investigación que usaba, en forma comparada, el yagé y la mezcalina, que
era otro alucinógeno conocido. Venía, sin embargo, de mi apertura interior a una capacidad
terapéutica, y me había encontrado con personas en estados de consciencia más libres, más
fluidos, de una gran potencialidad terapéutica: estados en que es como si se disolviera el ego
transitoriamente, y se pudiera recomponer un poquito diferente. Empecé entonces a hacerme
psicoterapeuta, por primera vez de veras. Empecé a nadar en este territorio nuevo.
Entonces pensé, "¿ No será que ésta es una historia que parte de la vivencia subjetiva de la
transformación del chamán en animal ? Porque así me parece que fuera el caso en Colombia,
en Venezuela, en Brasil, en lugares donde se consume el yagé: las personas dicen
transformarse en jaguares. Ahora, cuando yo tomé, no me transformé en jaguar: vi un tigre
dibujado por Draco Maturana, un amigo con un gran talento para dibujar. Hacía unos
dibujos muy simpáticos, un poco a la Rousseau -pero un poco más sofisticados, en realidad-.
Me había regalado un tigre de mucho colorido: cuando fui mi propio conejillo de Indias para
probar el extracto de la planta, lo que vi era un tigre de caricatura. Estaba muy lejos mi
instintividad de ser tan sana como para poder sentirme tigre: veía al tigre de lejos. Los indios
recorren todo un proceso; y también, cuando iban blancos a curarse de cosas tan diversas
como el asma o la estitiquez -porque vienen por enfermedades psicosomáticas, sobre todo-
muchas veces, los indios -que conocen a los blancos y cuán lejos están de su mundo
instintivo- los amarran a un árbol, porque si no salen corriendo cuando se encuentran con los
tigres y las serpientes.
En todo caso, cuando yo le cuento esto a este Cónsul, él me cuenta la historia de los
africanos y, naturalmente, me interesé por ver qué sustancia pudiera ser; y después de poco
leer, me doy cuenta de que hay un producto en la planta que se llama iboga que se supone
que produce un estimulante similar al café y que los indios usan para sus bailes. Yo pensé,
"Creo que ese estimulante es un poquito más que el café: tal vez los blancos piensan eso,
pero lo que ellos están sintiendo con eso debe ser un poco más". Así que me informé en la
literatura y vi que había estudios sobre la ibogaína -este alcaloide- solamente en la vagina de
la rata y en el intestino del conejo. Así que fui mi conejillo de Indias una vez más para ver si
en la corteza cerebral del hombre intacto producía la ibogaína algún efecto subjetivo,
además de los efectos que se sabía que tenía en el músculo liso. Entonces, tomé ibogaína y
ahí fue mi acto creativo de tirarme al abismo, creyendo en mi intuición que estaba frente a
algo ya conocido por los indios por centenares de años.
Tuve una experiencia en que todo el mundo giraba en órbitas perfectas: la armonía de las
esferas, todo era una gran danza, todo era un Gran Homenaje a lo Divino; y en esta danza,
en esta Gran Celebración que era el Universo, había un punto negro al centro -que era yo-
que no se movía (risas); y yo estaba allí como queriendo saber algo, pero sin meterme. Y es
como si se me hubiera dado la libertad de tocar el interruptor e incorporarme a esa danza.
Tenía las palabras mágicas en la boca -"Hágase tu voluntad"-, y con esa entrega a la
voluntad cósmica yo lo estaría pasando mejor, pero había la posibilidad de que la voluntad
divina fuera que yo no fuera nada, que fuera polvo: y no me atreví (risas). Y tuve como tres
minutos de libertad para tener la mano en este interruptor, y después fue un bad trip (mal
viaje): fue una película tipo Walt Disney, con conejitos, con cosas intrascendentes. Pero le
tomé mucho respeto a la ibogaína, y cuando se me invitó a la Primera Conferencia Mundial
sobre Alucinógenos, organizada por la Universidad de California, -una gran conferencia
interdisciplinaria, en que había una antropóloga, un profesor de religión comparada
-Houston Smith-, el poeta Allen Ginsberg, Tim Leary -que después produjo tanto escándalo-
y Alpert y otros; en fin, los pioneros del ácido lisérgico en ese momento. Se me invitó a eso
y yo no presenté nada sobre el ácido lisérgico, sino que mi descubrimiento en ese momento
fue la ibogaína, planteando que era -así como del ácido lisérgico se decía que era un
facilitador del aquí y ahora-, yo dije que la ibogaína era un facilitador del allí y entonces: una
gran posibilidad de redigerir escenas de la infancia.
Había descubierto dos alucinógenos -también la armalina, pues aunque los indios
conocieran el yagé, me tocó descubrir que este alcaloide en particular funcionaba en
distintas combinaciones-. Se me ocurría que el sistema nervioso estaba lleno de caminos
distintos; y que este estado interno de flexibilidad, de posibilidad, de mayor maleabilidad,
podía ser facilitado en distintas direcciones. En Estados Unidos se había hecho tabú el
asunto de los alucinógenos, porque hubo todo un fenómeno social de abuso que fue el
resultado de la reacción a este clima prohibicionista que ha habido allí ya desde el intento de
prohibir el alcohol. Se produjo una criminalización creciente de todo este ámbito, así que yo
me encontré con una posibilidad muy especial aquí en Chile, con las manos libres, auspiciado
por la Universidad de Chile para trabajar en una serie de productos que Schulgein -un
químico de gran talento para la síntesis con quien me topé en Estados Unidos, y que ahora
se está haciendo muy famoso- estaba sintetizando en el laboratorio.
Así que hubo un período en que me dediqué a esto, que fue otro estímulo para mi
exploración de formas de psicoterapia e integración de las cosas que iba recibiendo en
California. Así que fue, por una parte, investigación psicofarmacológica: ver qué fármaco
produce tal cosa en los seres humanos en una situación experimental; pero, por otra parte,
era investigación terapéutica -cómo puede manejarse el estado mental que produce esto, que
produce aquello-. El más importante de los fármacos que encontré en esa época fue el
MDA, que fue el precursor de uno que ahora circula con el nombre de éxtasis, que es la
misma cosa pero con una pequeña modificación química que lo hace menos tóxico. Creo
que tiene un gran, gran potencial terapéutico; y en Suiza y en otras partes se está
investigando, se está reabriendo la investigación en Estados Unidos después de una época en
que el establishment norteamericano se cerró rotundamente, confundiendo una cosa con
otra, confundiendo los alucinógenos mayores con estos fármacos derivados de la
anfetamina, que son en realidad muy inofensivos y de un potencial terapéutico que es una
vergüenza menospreciar.
¿ Cuál fue la clave de mi creatividad en este asunto ? Que me topé con Schulgein en el
momento oportuno, que no viví en un país en que la cosa estaba tan prohibida; pero, sobre
todo, que me interesé vívidamente en algo que a mí me servía. Y creo que ya puedo empezar
a anticipar la clave de casi todo lo que he hecho de útil para los demás: todo lo que he
producido que sirva es algo que me sirvió a mí; y lo descubrí porque andaba buscando algo
que me sirviera a mí, porque bebiendo en las fuentes que había me quedaba corto, buscaba
más. Siento que hay clarividentes que tienen una clarividencia que pueden usar para los
demás pero no para sí mismos; que tienen grandes inspiraciones -le pueden decir a otro lo
que le va a pasar, o lo que pasó o qué pasa con tal o cual persona en su vida- pero es un
tabú, es como una ley que no pueden leerse a sí mismos, que no pueden verse. Solamente
pueden ver, pueden tener esta impresión extraordinaria con respecto a los demás, a expensas
de no ver lo que les pasa a ellos mismos.
Pero, además de hacer estas dos cosas -Gestalt y meditación- empecé a desarrollar un
territorio intermedio entre la meditación y el encuentro con el otro, a través de ejercicios
psicológicos. Venía desarrollando estos ejercicios para ayudarme a mí mismo entre mis
amigos, y ahora empecé a formalizarlos más; y fueron un punto de partida de algo que se
transformó en otra de mis especialidades. Un poco amparado en la idea tradicional del
trabajo en uno mismo -que no es que uno trabaje en otro, sino que en uno mismo- empecé a
ver cómo se podían encarnar ciertos principios de la psicoterapia en estructuras relacionales,
en juegos -podría decirlo, en un sentido no despectivo de la palabra- que se acercaran un
poco a lo que los americanos llaman fool proof -a ser a prueba de tontos-. Cuando uno le
dice a dos personas que conversen en la forma más conduciva a conocerse, a terapizarse o lo
que sea, el problema es que al hacerlo como mejor uno puede, uno hace demasiadas cosas
que son interferencias, sobre todo al querer hacer de terapeuta: si uno no tiene mucha
experiencia, invade al otro o narcisísticamente interfiere porque uno quiere ostentar la propia
comprensión, en fin.
Entonces, había que crear situaciones que le pusieran cortapisa al mal terapeuta que hay en
todos nosotros, y que favoreciera el trabajo en uno mismo de la persona que está de turno,
poniéndole al terapeuta intervenciones muy específicas que no puedan dejar de ser útiles.
Entonces, allí comencé a producir todo un repertorio. Una de éstas ahora se ha hecho muy
famosa: en aquella época me tocó conocer el mundo de Ramana Maharshi, este gran santo
de la India que fue una de las figuras más importantes de comienzos de siglo, cuyo leit
motiv, cuya inspiración básica era el conocimiento del Yo profundo. Naturalmente, eso no es
solamente Ramana Maharshi: todos los caminos se encuentran en eso, en el descubrimiento
de ese fondo del ser que está más allá de la personalidad. Pero su acercamiento era muy
directo: a través de la pregunta, "¿ Quién eres ?". Cuando vino Paul Brunton a
entrevistarlo y a conocerlo, se queda tan impresionado con él que le dice, "¿ Es necesario
que yo me haga tu discípulo ?". Ramana Maharshi sólo le contesta, "¿ Quién hace esta
pregunta ? Si tú te preocupas de saber quién hace esta pregunta, no necesitas otra cosa".
Toda, toda la interacción con él giraba en torno a eso; entonces era muy lógico que yo
juntara esto con la técnica de la pregunta repetida en que estaba trabajando en esa época con
motivos psicológicos. Así como el mantram repetido o la letanía repetida es un acto
psicológico que lleva muy lejos, porque parece que juega con la intermitencia de la atención:
si uno intenta tener la atención continua sobre algo, se distrae y se cansa, se olvida; pero si
uno mira un asunto y lo deja, lo mira y lo deja, lo mira y lo deja -rítmicamente-, con ese
ritmo puede llegar muy lejos. Es como un invento que se puso en uno de los puentes de
Nueva York: un aparatito chiquitito que creaba un ritmo, sincronizado con el ritmo de la
longitud de onda del puente mismo. Poco faltó para que derribara un rascacielos -porque
empezó la onda a sentirse en toda la ciudad-. Se puede, con un ritmo, llegar a una
intensificación, a una amplificación gradual; y así, psicológicamente, me entusiasmé con esa
técnica de la pregunta repetida, que fue originada fuera de la psicología clásica, por Ron
Hubbard, el padre de la Dianética.
Este tenía tan mala fama -en fin, sería una historia larga explicar la mala fama-, pero (risas)
había algunas buenas ideas dentro de esto, y a mí me impresionó el caso de Hubbard, que
después de un accidente de guerra se rescató a sí mismo psicológicamente, de modo que en
su inspiración original estaba ofreciendo algo como los chamanes, que curan con aquello que
les sirvió para curarse a sí mismos. Entonces, empecé a trabajar con el "¿ Quién eres ?",
llevando a una situación interpersonal la pregunta repetida, y veía que, realmente, en forma
intensiva -horas de preguntar, de atención- esto producía ciertos momentos de mini-satori,
intuiciones metafísicas, aproximaciones a esa vivencia de fondo que es tan apreciada en los
caminos espirituales. Cuando regresé a California después de esa temporada en que empecé
a usar esa técnica, la utilicé una vez en una situación pública en un centro de crecimiento, y
me llegó una carta diciéndome que esa técnica estaba patentada y que no debía seguir
usándola. Se formó un Instituto llamado Enlightenment Intensive (Intensivos de
Iluminación) -muy americano, iluminación en un fin de semana-. Pero había algo de verdad:
realmente es una de esas técnicas que llevan a un salto cuántico, a un "¡Ahá!" -una
experiencia que no será el fin del camino, pero sí que puede ser una semilla, una gran
inspiración, un punto de referencia importante-.
Cuando estuve en Chile después de mi primer contacto con Esalen, quise crear aquí algo
similar: Instituto de Desarrollo Humano se iba a llamar, y el Senado me ofreció una
Comisión para apoyarlo; y esto tuvo un comienzo en que traje a Charles Brooks -que con
Charlotte Selver había instituído lo que se llama sensory awareness (consciencia sensorial),
y quise crear una situación tipo Esalen en que un grupo de personas tuviera impactos
diversos en un currículum integrativo -un currículum ecuménico podría llamarse-, con
experiencias provenientes de la psicoterapia y de las tradiciones espirituales. Y ese sueño
quedó un poco abortivo porque me volví a California, dejé el proyecto en manos de Héctor
Fernández Provoste, que después hizo algo más bien diferente en su Instituto de Psicología
Aplicada, pero ese sueño quedó en mí. Incluso, en el catálogo de Esalen de ese tiempo había
referencia a Esalen in Chile, y me llegaron cartas hasta de Turquía preguntando sobre eso.
Y existió un grupo aquí que fue mi primera experimentación con una Escuela psicológica:
que tuvo un currículum en que había Gestalt, en que había estos ejercicios psicológicos que
iba produciendo, había esgrima -porque me pareció que, más que traer una de las luchas
japonesas de las cuales no conocía a ningún especialista en ese momento, un buen maestro
de esgrima podía hacer eso del trabajo de la atención-, había expresión corporal de mimos,
había una serie de cosas. Me reuní con un grupo de personas que complementaran lo que
hacía, leíamos ciertas cosas de los Upanishads, el Tao te Ching, sobre la naturaleza de la
experiencia espiritual... mis comienzos de enseñar meditación, muy como aficionado -aunque
eso fue validado en Esalen, porque venía la gente de los discípulos de Suzuki a mis cursos
de meditación, y me sentí muy halagado con eso-. Y la razón de eso era que lo que estaba
proponiendo yo no era solamente la meditación que había aprendido con Suzuki, sino que
esta "cafetería" de meditación en que había distintos sabores: la exploración de las distintas
variantes, desde la meditación predominantemente del parar, del detenerse, hasta la
meditación del dejarse ir -la meditación más tipo chamanístico, que es una invitación a ser
poseído por el Espíritu Santo, dejarle cabida a algo que lo mueve a uno de más allá-.
Creo que para mí eso fue muy fundamental posteriormente, porque aunque tuve
experiencias de posesión, de ser movido en lo que llaman glosolalia en psicología, y que los
Evangelistas llaman "hablar en lenguas", esa expresividad inspirada...¿ saben a qué me
refiero ? (pronuncia palabras ininteligibles) yo lo hago en ruso, en tártaro. Los evangélicos
ahora lo hacen hasta en las prédicas, en ciertas bendiciones. Entonces, se me empezó a soltar
la lengua, empecé a bailar -y esto fue, al comienzo, a nivel corporal. Pero tuvo una
consecuencia, que fue la escritura automática: todo eso que empezó en el cuerpo se me fue
internalizando, y fue el punto de partida para que en otro momento posterior de la vida
pusiera el lápiz en el papel y me salieran cosas que no había pensado y que parecían no venir
de mí mismo. No cabe duda de que el fenómeno existe, ya se interprete como que eso es el
self profundo, que es el ángel de la guarda o que es un guía interno o que es otra cosa -yo
no me meto en cuál sea la naturaleza del proceso, pero que eso existe y que personalmente
he aprendido más de esa fuente que de ninguna de las fuentes externas, doy fe-.
Una de las cosas que pasó por ese canal fue todo lo relativo al Eneagrama. El Eneagrama es
algo que viene de una tradición del Medio Oriente: a mí me llegó a través de Oscar Ichazo.
El no había formulado esto en palabras: apuntaba a la gente y decía, "Tú tienes esto, tú
tienes eso: tu defecto principal es tal o cual" -a mí me tocó ponerle palabras a eso-. Esto me
parecía muy obvio en la época en que lo estaba haciendo; pero ahora que hay guerra de
copyrights y que Ichazo mismo se está atribuyendo la paternidad de eso...con cierta razón,
aunque no fuera quien lo puso en palabras; porque la forma como se lo ha pasado por alto
-o, más bien, el espíritu de robo de escribir libros de mucha gente que no originó esa
información y sí se apoya en eso, me parece de mal gusto. Así que creo que Ichazo hizo bien
en apuntar con su dedo a ese fenómeno más o menos generalizado. Pero la verdad es que
mucho de eso llegó por escritura automática: me llegaron cosas no sólo del Eneagrama, sino
otras; y durante un tiempo estuve guiando un grupo.
Me he saltado todo eso de la experiencia con Ichazo, que fue un salto, una luna de miel
espiritual; y a la salida de eso me sentí con la fuerza, con la posibilidad de empezar a enseñar
en una forma más ambiciosa que como lo había hecho en mi época de Esalen, en que era
guestaltista innovativo, digamos. Aquí era medio filósofo, medio guestaltista, medio teólogo,
medio guía espiritual. Y era un guía guiado: tenía inspiraciones de cómo manejar la
situación, no sabía de un día a otro lo que iba a hacer. Fue una experiencia de un año y
medio, más o menos, nada más: el año posterior a mi regreso de Arica a California, pero
muy continuo y con noventa personas. Yo diría que uno de mis grandes aportes fue no
dejarme manipular. Si pienso cómo hice bien a la gente con quien estaba, es que en este
vínculo tan profundo que se produjo -se producían muchos intentos de llevarme para acá y
para allá, las necesidades de las personas con quienes trabajaba eran muy intensas:
necesidades de atención, necesidades de figurar, intentos de que yo hiciera esto o lo otro-,
logré mantenerme en equilibrio, simplemente resistir a estos embates.
Y el choque de todos esos impulsos contra esta neutralidad fue tal vez el acto creativo más
importante que tuve: pienso que eso lo aprendí -el germen de eso- de Perls. Cuando yo
describía la actividad de Perls al comienzo, siempre decía que tenía una mirada en que
parecía decirle al drama humano, "So what ?" ("¿ Y qué ?") y yo lo llamaba la Yqueidad de
Perls. Era una mirada como la de Bodhidharma, como se le representa al patriarca que trajo
el Budismo a China: con unos ojos muy despiertos. Tenía Perls esa mirada, que no se
enganchaba con los juegos egoicos de la persona que tenía al frente.
De las cosas que he producido en la vida están una forma de trabajar con grupos, en un
programa integrativo de muchos elementos que fue de inspiración Gurdjieffiana: la idea del
Cuarto Camino, un trabajo que tiene por centro la atención, y que tiene como componentes
un aspecto activo, un aspecto emocional, un aspecto cognitivo. Esa fue la idea inspiradora,
pero la he desarrollado a mi modo, con mis aprendizajes. He producido una serie de libros
-hace algunos años conté veinticuatro entre los publicados y los por publicar o terminar-.
Mis libros son el eco de las cosas que he ido haciendo: es como si quisiera cerrar una etapa
de mi vida haciendo un testamento. Siempre he tenido un sentido de deuda con lo que he
aprendido, con lo bien que me ha tratado la vida, con las muchas cosas buenas que me han
llegado, y no quiero morirme sin haberlo traspasado. Y siento que con el escribir libros
termino de traspasar algo, porque queda algo fijo que no es llevado tan fácilmente por el
viento, aunque sea menos intensa la transmisión.
Entonces, por ejemplo, ahora se está publicando en Rusia el último mío, sobre el viaje
interior a través de las grandes epopeyas. El camino interior ha existido siempre, y la primera
historia de este trayecto es Sumeria. Llegó un momento en mi propio trayecto en que
empecé a entender los mitos. Y en los últimos años tal vez sea eso lo que más me ha
interesado espontáneamente: me gusta leer material simbólico, material mitológico, porque
he descubierto que lo entiendo -no como antes, intuitivamente; sino que ahora me resulta un
lenguaje claro de cosas que he vivido o que he ido viviendo-. He estado decodificando los
grandes testimonios, como La Odisea, el Fausto de Goethe y parte de las ideas que estoy
dejando es eso. La Agonía del Patriarcado es uno que está saliendo en Chile -también está
saliendo en ruso este año: tengo grandes esperanzas de que en ese mundo vaya a ser bien
recibido, ya que están en esa crisis en que de pronto parece no ser válido lo de Marx-. Creo
que Marx fue muy, muy válido en lo que negó pero no tan válido en lo que propuso -como
Freud-. Se dio cuenta de por dónde no era la cosa: tuvo una consciencia de la neurosis
universal, pero lo que propuso de positivo fue más bien un comienzo, y no lo definitivo.
Allí empezó nuestra conversación, nuestra amistad, y mamé mucho de esa fuente: era un
hombre que era desoído de su ambiente, y yo me transformé en su oído. Así me ha tocado
con varios: me tocó con Bob Hoffman -del proceso de la Cuadrinidad, como se llama ahora
el Fischer-Hoffman-; lo traje a mi grupo en California, porque él estaba haciendo esta terapia
individualmente y con muy pocas personas, no se le conocía. De pronto salió a luz. Así que
yo diría que una de mis funciones ha sido ésta de sacar a luz valores ocultos, y es la misma
cosa: tener olfato de lo que a mí me sirve, de lo que a mí me interesa, y eso pasarlo en
adelante. Así que si quiero sacar una conclusión de cómo ha funcionado mi creatividad, la
imagen que me queda es que mi mérito fundamental ha sido estar en el lugar propicio en el
momento adecuado, y no desperdiciarlo. Es estar allí donde alguien me pasó un dato,
encontrarme con una gran persona; pero tener los ojos abiertos, porque tenía la boca abierta
-porque quería comerme eso-. Tener el olfato para pescar eso, porque vitalmente me
interesó.
Hace poco, en la AHP (la Asociación Humanística Americana) antes de una conferencia, se
pasó a los asistentes un cuestionario sobre su vocación. Y yo puse, "Músico", porque hasta
hace pocos años pensaba que ésa era mi única vocación verdadera y frustrada, y que algún
día tal vez vuelva a eso; pero que esto que estoy haciendo, que es psicoterapia, no es mi
vocación. Ahora diría que mi vocación fue buscador; pero de esa vocación resultó por
añadidura, por rebalse, todas las cosas que he ido produciendo. Y la clave de que haya sido
creativo es que nunca traté de ser creativo, que nunca quise decirle al mundo "¡ Miren qué
creativo soy !" -sino que quise comerme ciertas cosas y tuve la oportunidad de invitar a
otros a mi mesa-.
(Aplausos)
Sobre el título, pensé que esto se podría llamar, "Estar en el lugar preciso en la actitud
justa". Me tocó irme a California en el momento justo en que estaba allí todo brotando,
antes que se deteriorara- porque California ahora se ha convertido en una especie de
supermarket espiritual: no es lo que era, ese oasis de buscadores-. Me tocó encontrarme con
Castaneda, con Perls, con Suzuki.
Una participante: ¿Qué posibilidad hay de que formes una Escuela aquí en Chile?
Dr. Claudio Naranjo: El corazón me dice que con mucho gusto; la agenda la tengo llena
para el año próximo y el subsiguiente. Acabo de comprometerme en Montevideo para
comenzar algo para la gente de Buenos Aires, Brasil; y podría alguna gente llegar allá, por
una semana -que es lo que creo que va a ser el primer año-. Así que yo diría que mi
contraoferta sería, "Tal vez comenzamos por allí". A más plazo, yo estoy en un momento de
la vida queriendo liberarme de compromisos, para estar abierto a lo que aún no sé. Pero
puede ser que eso que no sé, entrañe una cabida; pero no quiero programarme a dos años
plazo. Es probable que sí, que termine volviendo a mi lugar de origen: sería estético, suena
matemáticamente elegante...(risas).
Ps. Alejandro Celis: Tú decías algo respecto a que las distintas sustancias psicodélicas
habían sido metidas en el mismo saco con otras cosas -como las drogas “pesadas”,
obviamente más peligrosas-. (Sí.) Y que eso se está revirtiendo...
Y ahora se está dando vuelta eso, gracias sobre todo a que el jubilado Albert Hoffman
-descubridor accidental del ácido lisérgico- desde su jubilación está tomando una posición
más activa con los terapeutas de Suiza. Suiza hizo excepción a esa recomendación de la
OMS de drogas prohibidas; dijeron, "No, nosotros queremos investigar un poco más. Aquí
hay metilendioxianfetamina que parece que hace bien a la psicoterapia, está aquí la ibogaína,
que hay que conocerla más, y hay esto y lo otro". Y entonces hay una serie de drogas en
estudio; y Estados Unidos está empezando, también; sólo que la burocracia que hay que
atravesar para llegar a poder tener un estudio aprobado es tan desagradable que yo,
personalmente, no lo haría.
Ps. Luz María Alliende: ¿ Estás optimista con esta Humanidad ? ¿ Hacia dónde crees que
va?
Dr. Claudio Naranjo: Siento que, así como citaba que en matemáticas un criterio de buena
demostración es la elegancia -aunque no podemos saber el futuro-, sería elegante pensar que
esta gran construcción que es la evolución de la Vida no va a terminar en nada. Toda esta
evolución de la Humanidad es una evolución, por una parte, y una regresión por otra. Es una
evolución acoplada a la evolución de un parásito, que es la neurosis colectiva. Paralelamente
ha habido una evolución de la cultura y de la enfermedad. Entonces, yo diría que el árbol de
la Vida es, socialmente, un árbol que no ha llegado a dar fruto, a florecer como Humanidad.
Somos un árbol retorcido que ha podido sobrevivir su propia miseria: ese clima permanente
de injusticia, de empobrecimiento del terreno, de esto y lo otro. No suena como un bonito
plan del Arquitecto Divino que esto termine en una explosión, así que tiendo a pensar,
mesiánicamente, que a medida que va muriendo la cultura milenaria patriarcal -el espíritu de
la civilización, tal como la hemos conocido- está naciendo otra cosa que no va a ser un
aborto.
No podemos saberlo, pero hay que actuar como mejor se puede. Y actuar como mejor se
puede es una cosa compleja: sería tema para toda una conferencia. No es actuar como si
supiéramos lo que tenemos que hacer, tampoco. Hay una muy buena frase de Max Neef: él
decía, "Derivar en estado de alerta; unir con lo que está pasando creativamente, sin que
nuestros planes y nuestros conocimientos supuestamente interfieran en forma excesiva con
lo que nos va presentando el momento -con creatividad y con benevolencia-". Lo que más
falta, yo diría, es la transformación individual, porque ya se sabe que lo político no basta; las
transformaciones sociales han sido, hasta ahora, todos abortos. Los políticos nunca han
podido dar lo que han prometido: el sistema no permite que se pueda hacer un cambio desde
fuera. Aunque los marxistas decían, "Necesitamos a un Hombre Nuevo para un Mundo
Nuevo", se descuidó eso en la práctica. El espíritu militante activista es un espíritu muy poco
psicológico.
Así que yo creo que una sociedad sana sólo puede ser constituída de individuos sanos, y que
el mayor acto político del momento es el acto de auspiciar, de fomentar el cambio individual.
Una especie de alfabetización en el sentido de saber qué hay que hacer, para entender lo que
pasa y para entenderse a sí mismos, como punto de partida.
Ps. Ana María Puga: Escuchándote en relación al uso y a la prohibición del uso de los
alucinógenos, quiero preguntar tu opinión en torno al legítimo y legal uso de otros fármacos
que se usan de una manera extendida para producir experiencias tranquilizadoras, que de
alguna forma están, sí, legitimadas...
Dr. Claudio Naranjo: ¡ Claro ! Todo lo que disminuya la consciencia es permitido, todo lo
que aumente la atención es prohibido, eso es claro. El alcohol está permitido; todos los
fármacos que producen una lobotomía funcional que disminuya los problemas disminuyendo
el campo de consciencia están permitidos. Ha habido movimientos de querer contrarrestar
eso: toda la Antipsiquiatría fue un movimiento en ese sentido. Para poder no acudir a los
fármacos depresores o los antipsicóticos, hay que dar mucho más cuidado, mucha más
consciencia, mucha más atención. Toma mucho más trabajo, así que hay un problema
económico involucrado, muy delicado: no querría meterme en eso. Pero ciertamente que la
legislación está muy inclinada a un lado de la balanza, y yo creo que con consecuencias
graves.
Así que hay una promesa en que la legislación vaya cambiando; y yo aprovecharía este
momento para decir que, si las autoridades chilenas toman la iniciativa de plantearle a la
Organización Mundial de la Salud una iniciativa semejante a la de Suiza, harían un gran
favor a este país. Esta es una cosa absolutamente de circunstancia política de presión del
Gobierno americano -con su actitud "liga Antialcohólica", actitud prohibicionista,
sobreprotectora, controladora: toda la medicina americana es excesivamente
sobreprotectora, por motivaciones económicas secundarias, no por verdadero cuidado-. Eso
está en el espíritu con el cual eso pasó a la ONU y luego al mundo: algo completamente
arbitrario. Así que se beneficiaría enormemente Chile si se tomara la autonomía a nivel de
Gobierno para usar estos recursos e investigarlos y explorarlos más. Además, fueron
lanzados al mundo por un chileno: me tocó descubrir como veinticinco psicodélicos. Están
publicados en Nature, en Science, en revistas famosas; pero están en un lenguaje tan
químico y tan poco cotidiano que nadie se ha fijado todavía; pero están allí los experimentos
animales, los estudios de toxicología, así que se puede dar el paso siguiente.
Dr. Claudio Naranjo: A veces sí...a veces, un poco de dinamita hace lo que no puede hacer
la pala. Depende de la persona. Conozco a Hanscarl Leuner, psiquiatra de una Universidad
europea que se ha dedicado a trabajar en las neurosis de guerra, neurosis post-traumáticas,
gente que ha estado en campos de concentración, gente que ha estado en las trincheras, y
quedado muy dañada. Hay gente que no ha logrado salir con nada...y salen con ácido
lisérgico, porque se derrumban las estructuras, ¡ incluso la neurosis ! Eso se quiere hacer con
electroshock, con shock insulínico; pero se lo hace tanto mejor y con tanto menos daño con
esta experiencia, que dura unas pocas horas y que tiene tanto beneficio: la persona contacta
su espontaneidad profunda y sale con una nueva inspiración.
Una participante: Deseaba preguntarle por el uso de estos alucinógenos en personas que
puedan tener una predisposición o un bajo umbral para crear una psicosis...
Dr. Claudio Naranjo: Sí, yo creo que eso valdría la pena investigarse. Se dice que hay un
riesgo alto de psicosis en personas con tendencias psicóticas. Puede ser que eso sea cierto en
los alucinógenos clásicos: la mezcalina, el ácido lisérgico, la dimetiltriptamina, algunos de
ellos. No sé si eso sea cierto para los policíclicos como la ibogaína, o para los derivados
anfetamínicos. Yo le he dado MDA (metilendioxianfetamina, la que introduje en la década
del 50) a algunos psicóticos del patio de crónicos de aquí, y me parecía que salían de las
vivencias psicóticas transitoriamente. Esto no es lo que uno diría; "porque son locos, esto les
va a hacer mal". Depende de qué sustancia, para qué persona. No se ha investigado. Ese ha
sido un tema demasiado tabú (aplausos).
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Introducción al Cap. 4
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Los niños -seres en extremo vulnerables, al cuidado de nosotros los adultos- son quienes
sufren las consecuencias de nuestro actual modo de vida, en muchos casos inconsciente y
destructivo. Según datos de Unicef, el 63 % de los niños chilenos son víctimas de maltratos
de parte de sus padres, y el 34 % recibe agresiones graves -incluyendo abuso sexual-. La
visión romántica e idealizada -e irresponsable- de la maternidad/paternidad imperante en
nuestro país contrasta con la escasa capacidad que mostramos como facilitadores efectivos
del desarrollo autónomo de nuestros niños. Les sometemos a un sistema educativo
institucionalizado en que son más deformados que formados en sus emociones, sus
relaciones sociales, su visión de sí mismos y del mundo. La psicoterapeuta Nadja Antonijevic
-una de las expertas en clínica infantil de nuestro país- hace un claro llamado a tratar a los
pequeños “pacientes” como personas dignas de respeto: La mayoría de los adultos miramos
a los niños como unos seres más chicos que no saben, no entienden, que hay que dirigir,
entrenar y enseñar para que lleguen a ser adultos soportables. Y luego sugiere: ...cuando
uno puede encuclillarse y mirar al niño a los ojos, se encuentra con el primer evento
terapéutico en la vida de ese niño.
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CAPITULO 4
CUERPO, NIÑOS Y COMUNIDAD
Ps. Marcela Araneda: Toda sociedad, toda cultura, marca un “modo de construír” el
cuerpo, y esto ocurre en un momento histórico determinado (gestualidad, sexualidad,
modelos, etcétera). En culturas como la China, por ejemplo, la visión del Hombre es que el
Hombre es una réplica del Universo. Tienen todo un sistema de funcionamiento, de visión de
la enfermedad, de visión de la salud, que se refiere a eso. Muy distinto, por supuesto, a
nosotros.
Son entonces, los factores socioculturales los que configuran las imágenes del cuerpo. Y en
este sentido, hay sociedades que generan esto en forma más colectiva y social que otras. Las
culturas primitivas, por ejemplo, a través de los mitos, de los ritos de iniciación, todo el
trabajo que se hace con la muerte, gestan una dinámica entre la corporalidad y la cultura, y
la relación entre la comunidad.
Sin embargo, nosotros vivimos en una sociedad que, básicamente, niega este diálogo. No
consideramos este vínculo tan estrecho que existe entre el cuerpo y lo social. Por ejemplo,
es representativo lo que pasa con la educación: nuestro sistema educativo separa el
aprendizaje intelectual del aprendizaje emocional y experiencial. Entonces, lo más propio del
niño -sus movimientos, su expresión, su cuerpo- queda relegado, con toda suerte, al recreo:
es decir, que en el recreo el niño se mueva, que grite, que el niño sea niño. Y en la sala de
clases, que esté tranquilito y que piense. Entonces, aprendemos desde niños a suprimir las
emociones intensas, a regular las relaciones y los vínculos a través de un “acorazamiento
aprendido”. Aprendemos a ocultar lo vulnerable, a encerrar nuestro mundo interno, a
adaptarnos con un falso yo, como si fuera el verdadero; y, más adelante, sentirnos
inauténticos será un buen motivo para empezar una psicoterapia.
Así, tempranamente domesticados, recreamos una y otra vez una sociedad que descarta lo
propiamente humano como un valor. Tecnifica y niega la muerte y el nacimiento, rechaza la
vejez y la enfermedad; con todo esto, fragmenta al individuo, relegando su espiritualidad a
los templos y sus religiones, dejando lo cotidiano despojado de la transitoriedad, de lo
misterioso, de lo profundo, del sentido de la propia vida.
En esta Mesa, entonces, se hablará de distintos ámbitos en que esto se refleja y en relación a
lo cual la Psicología Humanista y Transpersonal tiene algo que decir. Estos ámbitos son,
primero, el trabajo comunitario, en el cual tenemos aquí a dos especialistas: el Dr. Luis
Weinstein y el psicólogo Jorge Gissi; el segundo ámbito es el trabajo con niños, del cual
hablará la psicoterapeuta infantil y psicóloga educacional, Sra. Nadja Antonijevic; y el tercer
ámbito es el trabajo corporal, del que hablaré yo misma. Comienza esta rueda el Dr. Luis
Weinstein.
Dr. Luis Weinstein: La comunidad, el trabajo comunitario, palabra de tanto trajín ligero,
instrumental, que llegan a parecer anodinas, a provocar recelo, a suponérselas ajenas a las
búsquedas de profundización en lo humanista, en lo espiritual, en lo que nos convoca aquí y
ahora. Hay trabajo comunitario y existe también ese esmog, ese ruido que obedece a la
misma denominación.
Hay necesidades vivenciadas que quedan abiertas, sin satisfactor. Una de ellas es la de no
morirse, o que no exista la muerte. Una exigencia interna, una vivencia de carencia
lacerante, nunca en paz, satisfecha, es la de aprehender plenamente el sentido de la tensión
entre la individualidad y la pertenencia, el ser y el ser parte.
Al mismo tiempo, están siempre presentes la tendencia al poder, los prejuicios, las barreras,
la necesidad profunda de dejar a un lado el egocentrismo y los narcicismos de grupo, el
poder desapegarse, el camino de trascender lo personal. La necesidad de comunidad es, en
síntesis, una forma de expresión de la necesidad de sentido básico en nuestra condición
humana de seres capaces de darnos cuenta del ser -al mismo tiempo- diferenciados e
integrados. El trabajo comunitario como camino y como meta traduce, tiende a satisfacer
esa necesidad profunda.
Para ello, no puede entendérselo como un mero hacer “en” o “con” una población. Es una
“práctica” de la fraternidad, punto de encuentro de lo personal y lo transpersonal, del
compromiso y del desapego, del desarrollo del yo y del paso al “nosotros” (aplausos).
Ps. Marcela Araneda: Gracias, Dr. Weinstein. En el mismo ámbito del trabajo Comunitario,
sigue don Jorge Gissi con su intervención.
Ps. Jorge Gissi: Son tantos los temas que nos convocan en esta Mesa y en estos días que
-como bien decía Marcela hace un rato atrás- uno tiene que escoger. De manera que voy a
escoger algunas cosas que, supongo, pueden servir para algunos de los presentes.
En primer lugar, quisiera proponer una tesis original, de inicio: que la psicología comunitaria
-que es algo que nos interesa aquí- tiene una necesaria relación con la psicoterapia. O sea,
que no hay buena psicología comunitaria sin manejos psicoterapéuticos. Esta tesis no es muy
corriente en la psicología comunitaria norteamericana. Pero yo creo que esta tesis es
imprescindible. Y supone, por tanto, que las tales terapias son, necesariamente,
predominantemente grupales. Y que los grupos comunitarios idealmente son, pueden ser, y
deben ser, además, grupos de gente heterogénea y representativa de las diversas
organizaciones de cualquier comunidad. En ese sentido, se puede hacer un trabajo de terapia
de grupo con diez personas, en que las diez personas fueran, por ejemplo, un pedagogo, un
presidente de un centro de apoderados de un colegio, un director de otro colegio, el
párroco, el pastor protestante de la comunidad "x", y otras cuatro o cinco personas, con ese
grado de influencia y representatividad. Y que, por tanto, ese grupo -siendo de diez- es
evidentemente comunitario: es decir, tiene un efecto multiplicador latente muy alto.
No obstante, de inmediato se nos ocurre que si nosotros invitamos a terapia a gente así, van
a decir, probablemente, “No necesitamos terapia", o "No queremos". De modo que en ese
sentido, la necesidad del trabajo es: con teoría y técnica psicoterapéutica, pero simplemente
orientada a grupos de discusión. O sea, nosotros no vamos a invitar “a terapia” a esta gente,
pero sí la vamos a invitar a higiene mental comunitaria. Entonces sí, eso les va a interesar a
todos. Pero, para que la tal higiene mental no sea un cursillo que le vamos a dar a esta gente
-porque el cursillo no serviría- tenemos que hacer un manejo semi terapéutico, en rigor, de
tales horas de trabajo con esta gente.
Luego, creo que, además, necesariamente habría que tener una perspectiva de psicología
latinoamericana -estando en Latinoamérica-, y, más particularmente, nacional; y, aún más
particularmente, de la ciudad, región y comunidad específica en la cual estemos. Tal
diagnóstico empírico es imprescindible. En ese sentido, las comunidades tienen una historia
y una cierta identidad local específica que marca fuertemente lo bueno y malo que hay en
cualquier comunidad.
Esto, a modo de introducción. Quisiera, además, dar un par de datos, por si a alguien
pudieran serle útiles. Lucho Weinstein -que acaba de hablar- publicó el año 74, en Buenos
Aires, en la Editorial Ecro, un libro llamado Salud Mental y Proceso de Cambio. Ese libro
cae directamente sobre algunos puntos que interesan a muchos de nosotros, como ustedes
ven. Y el hecho de que ese libro tenga veinte años, por una parte le da un valor relevante y
excepcional, porque permite que nosotros veamos cómo veía Lucho esto veinte años atrás.
Libro que, además, él escribió en buena medida en Buenos Aires durante el 74: o sea,
inmediatamente después de los procesos de transición "agudos" de nuestro país. Y entonces,
yo quiero que, sobre todo la gente más joven -que probablemente no sabe que existe tal
libro- vaya a él, lo use, y lo critique, por supuesto, en todo lo que quiera: para eso son todos
los libros.
También quisiera informar que aproximadamente dos años y medio atrás, se hizo un
seminario en CPU, el que luego se publicó en un libro con el título Educación Superior en
Salud Mental. En ese seminario, hay diversas cosas de prevención primaria, de psicología
comunitaria -con ópticas diversas también-, entre las cuales hay un artículo mío que se llama
Psicoterapia y Psicología comunitaria. Creo que éste es un artículo útil, y creo que tiene
algunos puntos importantes. Creo que es importante informar esto, porque el título
Educación Superior en Salud Mental es algo que incumbe a casi todos nosotros, y además,
desgraciadamente, el título no está muy a la vista. Como sabemos, tenemos déficit de
información en nuestro país.
Lo otro -también a nivel de datos- es que en relación con lo humanista en particular, algunos
de los principales psicólogos humanistas del mundo son los dos mexicanos Juan Lafarga y
José Gómez del Campo: ellos han publicado ya cinco tomos con el título Desarrollo del
Potencial Humano, compilación que está en Editorial Trillas (*)8. De éstos han llegado -que
8
(*) Tuve el gusto de dialogar con ambos en la Universidad Iberoamericana (Ciudad de México), durante el
curso- taller que dicté para Doctorado, justamente sobre relaciones entre psicología comunitaria, psicología
clínica y psicología latinoamericana (Agosto 1992).
yo sepa- sólo dos a Santiago, pero se pueden conseguir los otros. Se trata de una amplia
compilación de múltiples artículos sobre diversos temas, entre los cuales la óptica común es
humanista, en el sentido genérico. De hecho, ambos han sido discípulos de Rogers y de
otros autores de la línea. Y además tienen la cualidad -esencial para nosotros- de que hacen
traducciones para México y para América Latina. Luego, tienen la otra cualidad esencial
-particularmente, los trabajos de José Gómez del Campo- de que hay varios artículos suyos
en estos cinco tomos que son de la perspectiva humanista aplicada a la psicología
comunitaria en particular. La experiencia mexicana es, en ese sentido, amplia y ya larga.
Hace bastante tiempo que hay talleres de psicología comunitaria en varias escuelas de
psicología de las más importantes, en diversas ciudades mexicanas. De modo que en ese
sentido, nosotros tenemos mucho que aprender de ellos.
En lo que sigue me cambio de nivel. Quiero ahora hacer una alusión, un poco más genérica y
teórica, al campo de la filosofía de la cultura. Y es que la crisis de las comunidades -en
particular, la nuestra- o de la cultura occidental, de las grandes ciudades, o lo que se ha
llamado "la semi desaparición de las comunidades en las grandes metrópolis" -como
Santiago-, es una crisis reconocida por todas las fuentes, desde hace un largo tiempo, y está
en general en visos de expansión, no de disminución. Sabemos que en ese sentido, cualquier
trabajo comunitario, focal y concreto, tiene que tener en mente a América Latina y a nuestro
país; pero también, para muchos efectos, los problemas de la crisis de la cultura occidental.
Muchos de los problemas de drogas, familia, stress -para mencionar tres de los problemas
occidentales más masivos y recurrentes- se dan en todo el mundo occidental; y nos rebotan,
de hecho, aquí a nosotros. Entonces, quería decir que frente a eso, hay un problema en
discusión, hace bastante tiempo ya -en términos de filosofía social- que tiene cercanas
implicancias con la psicología humanista, transpersonal, con las concepciones ecológicas
-sistémicas o no-, neoespiritualistas, y con las convergencias oriente-occidente, etcétera, en
gran medida californiana. Y sobre eso, quisiera decir un par de cosas breves.
Por un lado, la llamada "crisis de las utopías". Es un ambiente en el cual estamos nosotros, y
que afecta a cualquier comunidad concreta: joven o vieja, pobre o clase media, o rica. Y
sobre eso, quisiera repasar tres o cuatro frases específicas. Se refieren a que la llamada
"crisis de las utopías" es, en verdad, grave, aguda y masiva en los últimos años, en las
últimas décadas, pero tiene una historia relativamente larga. Primero hay una crisis de la
utopía cristiano católica, la cual es violentamente golpeada por el Cisma protestante,
concretamente cerca de 1500. Y esto hace que la mayor parte de Europa pase de ser católica
durante 1200 años, a ser protestante. Y luego, por la expansión de Europa a la mayor parte
de Estados Unidos de Norteamérica.
En segundo lugar, la crisis del mismo protestantismo. Los datos que, por ejemplo, daba E.
Dürkheim en el siglo pasado, apuntan a que hay más suicidios en la anomia de los
protestantes que entre los católicos, debido a que las iglesias protestantes son múltiples, son
más pequeñas. Y también por la correlación entre los países protestantes y de más desarrollo
capitalista, lo que también ha complicado la vida a tales países. Toda la llamada
"secularización": o sea, la menor influencia del protestantismo y del catolicismo en el
Occidente contemporáneo. Por supuesto que, no obstante lo anterior, el protestantismo fue
una gran utopía, y aún sigue siéndolo.
Tercero, la utopía racionalista -que es la del iluminismo- y que se expresa después,
políticamente, en las revoluciones francesa y norteamericana, y en particular, en el ideario
liberal democrático -que es muy importante, lo era y lo sigue siendo-. Pero esta utopía
racionalista -esto es, que gracias a la razón vamos a ordenar al mundo- está en crisis aguda,
por supuesto, durante todo el siglo XX, y también ahora. Nadie cree que gracias a la razón
solamente, alguien va a ordenar el mundo -ni siquiera su casa-. A todos nos consta que no
ordenamos la casa estudiando psicología, como a veces, nos preguntan nuestros amigos,
¿ no ?
Entonces tenemos justamente la utopía en términos más socio políticos -lo liberal
democrático- de lo cual somos también herederos nosotros, y que también está en crisis.
Porque, como sabemos, el liberalismo se ha degenerado en cierta medida. Sobre todo, el
liberalismo se ha degenerado en términos de un manejo más bien fantasioso de la libertad;
frecuentemente regresivo, narcisista, autista, etcétera. Y lo democrático -que todos sabemos,
es una necesidad política- es una utopía no realizada en ninguna parte del mundo; y, mucho
menos, realizada en América Latina que en Europa Occidental o que en Estados Unidos.
Sabemos que es necesaria, pero que no existe; que es un invento, una “utopía” en rigor, y
que tenemos que apuntar a ello. Hay mucha gente, sin embargo, que cree poco en esa
utopía, en nuestro propio país, o que no sabe muy bien en qué consiste esa utopía.
Y luego tenemos la utopía marxista, que también era una gran utopía y que influyó
poderosamente, como sabemos, fácilmente a la mitad de nuestro propio país. Fácilmente, a
la mitad de la población mundial. Y que está también caída, costaleada.
Frente a eso, el sentimiento difuso, también en las comunidades particulares, es que “no se
puede creer en nada”, por decirlo de manera algo simplista. Y frente a eso hay que
contraproponer una nueva utopía que existe en todas esas raíces, pero que hay que
manejar críticamente. Esa nueva utopía -que está ya formulada- se relaciona, por una parte,
con la crisis de la secularización, y la crisis del cristianismo en Occidente: el ecumenismo
religioso. O sea, el diálogo Oriente-Occidente y el aprendizaje recíproco de las religiones
y de las culturas del mundo. Eso es condición sine qua non de arreglar las comunidades, y
también en Santiago, como primera condición -no en orden de importancia-.
Como segunda condición o núcleo de esta nueva utopía sintética y crítica está, por otra
parte, la democratización; no sólo en términos de democratización política, sino que
también de tendencia a la democratización económica, de la cual todos sabemos que
estamos tan tremendamente lejos. Y también, la tendencia a la democratización psicosocial,
de la cual estamos todavía mucho más lejos que de la democratización económica
-lejísimos-. No obstante, sabemos que si no hay democratización psicosocial, simplemente
no hay democratización. O sea, aunque tuviéramos una buena democratización económica,
si no hay democratización psicosocial seguiremos siendo dominantes y sumisos, en distintas
relaciones. Y la mayoría de nosotros piensa que eso no es pertinente ni legítimo. Y la
tradición existencial y humanista piensa también que eso no es pertinente ni legítimo para la
condición humana.
En ese sentido, los psicólogos nos podemos dar cuenta -mejor que los economistas,
obviamente- de las dificultades de la democratización psicosocial, y debemos enseñarlo a las
comunidades. Junto con esto, y para terminar, la tarea de la disminución de prejuicios
racistas, clasistas y etnocéntricos es una utopía vigente, que tenemos que defender y usar.
Estamos llenos de prejuicios, en ese sentido, ahora como hace mil años atrás.
Como tercera condición o núcleo, la nueva utopía recupera, por último, los valores de las
utopías de las revoluciones democrático burguesas: libertad, igualdad y fraternidad. Es
claro el hecho de que la libertad está, en gran medida, más lograda. De que, aunque falta
mucho por hacer en eso, la igualdad está semi lograda en algunos de los países centrales y
nada en toda América Latina -ni en el nuestro-. Y la fraternidad no está lograda en el
Occidente en general. Ni en Estados Unidos ni en Europa Occidental ni entre nosotros. En
ese sentido, nosotros vemos que la palabra "libertad" fue defendida por el liberalismo, y la
palabra "igualdad" por el socialismo. Nosotros somos herederos -y debemos serlo- de ambas
defensas. Pero debe expandirse la divulgación de la palabra "fraternidad", que es mucho más
antigua, y que tiene que ver con las religiones universales clásicas y con la psicología
concreta contemporánea. Y de hecho, eso afecta, en la práctica concreta, también a
cualquier comunidad particular, y además a cualquier persona concreta. Esto permite
integrar la psicología comunitaria con la psicología humanista transpersonal, terapéutica y
latinoamericana (aplausos).
Ps. Marcela Araneda: Gracias a don Jorge Gissi. La colega Nadja Antonijevic, quien se ha
especializado en el trabajo Humanista con niños, será quien se dirigirá a ustedes a
continuación.
Ps. Nadja Antonijevic: Mi tema, que es el trabajo con niños, aparece bien difícil de plantear
en una discusión tan elevada y relevante como es hablar de espiritualidad, comunidad,
cultura. El tema de los niños es como llegar a una discusión de hombres interesantes con
mamaderas y pañales. En general, es tema molesto; parece un tema infantil, irrelevante. Y mi
intención sería poner a los niños en su justa dimensión, en un ambiente de adultos. Creo que
el libro de Françoise Dolto, de defensa de los niños, es un libro precioso. Y mi devenir
profesional me ha hecho pasar desde una alianza total con los niños a una convicción de que
los humanos son los niños y los padres también, y una alianza cada vez mayor con los padres
-o al menos, una doble mirada-.
Creo que cuando uno habla de niños, habla en simultáneo de familia, niños y escuela. El
discurso de Eric Troncoso, ayer, me pareció interesante. Creo que hay varias de las cosas
que él planteó a las que adscribo. No me gustaría meterme mayormente -por razones de
tiempo- en el tema de la escuela. Pero tengo dos patas, claramente: tengo un pie muy claro
en la psicología educacional y un pie muy claro en la clínica infantil. Ambos pies me han
hecho sentir la necesidad absoluta de integrar en lo que hacemos los adultos -en la
enculturación de los niños- y lo que tenemos que hacer los adultos por liberar a los niños de
esa enculturación.
Siento que, a veces, trabajar en educación es como dar la mamadera por un lado y quitarla
por el otro. Domesticar a los niños por un lado, y liberarlos por el otro. Me ha hecho sentir
-como en carne propia- la paradoja del tratamiento de los niños en la cultura. Y he llegado a
un par de ideas gordas; en éstas y en muchos detalles de lo que hago en la terapia y en mi
contacto con los niños, puedo reconocerme como humanista, más que haber tenido un
entrenamiento humanista. Ese par de ideas gruesas tienen que ver, en primer lugar, con el
respeto al niño en su ser persona. La mayoría de los adultos miramos a los niños como unos
seres más chicos que no saben, no entienden, que hay que dirigir, entrenar y enseñar para
que lleguen a ser adultos soportables.
Creo que el respeto por la persona del niño es el primer punto básico. En realidad, yo
aprendí a hacer terapia cuando aprendí a encuclillarme. La mayoría de las mamás que llevan
a los niños se mueren de la risa, porque yo hago terapia en cuatro patas. Y creo que es
cierto. Pero cuando uno aprende a no imponer al niño que necesariamente “suba” al lenguaje
adulto, sino cuando uno puede encuclillarse y mirar al niño a los ojos, se encuentra con el
primer evento terapéutico en la vida de ese niño. El ver quién es el niño que uno tiene al
frente es, para mí, la experiencia emocional correctiva más importante: el que el niño sienta
que uno lo ha mirado a los ojos, y le ha preguntado quién era -en lugar de preguntarle cómo
le fue en el colegio, si hizo las tareas, si se lavó las manos, si se lavó los dientes y anda
limpio-. Siento que ésta es la primera experiencia emocional correctiva. Y creo que el que el
niño entre a la sesión de terapia, sintiendo que entra a un lugar donde un adulto lo mira es,
de hecho, la experiencia más terapéutica que existe.
Llegué a esto de maneras curiosas, en realidad. Los papás llegan con los niños con una
libreta pesada de acusaciones. Presentando a un niño... a una serie de perversos, a los que
Freud llamaba los "perversos polimorfos"... Llegan, habitualmente, con una serie de quejas
de lo que los niños no hacen, de lo que los niños hacen mal, etcétera. Así llegan los niños a
terapia. Y una se encuentra, debajo de eso, con unos ojitos brillantes, con una capacidad de
sonreír, con una creatividad extraordinaria y con un cuestionamiento feroz de lo que somos
los adultos a su alrededor. En términos de experiencia personal, la mirada de los niños ha
hecho más por mi trabajo personal -en cuanto a ser un poco más auténtica, lo que me ha
costado bastante-, que ocho años de terapia. El hecho de que un niño mire y diga, "Tía, ¿qué
está diciendo? ¿Qué está haciendo? ¿Quién soy?". Y creo que a la mayoría de los adultos nos
cuesta mucho tolerar eso. Es decir, creo que parte de nuestro disciplinamiento de los niños
pasa por el problema de que son un espejo demasiado nítido, en el cual nos vemos. Creo,
entonces, que el respeto y la dignidad por la persona del niño es un punto central.
Y el otro punto que siento importante tiene mucho que ver con el primero, pero creo que es
más nítido: tiene que ver con la valoración de la diferencia. O sea, los niños son diversos. Yo
siempre digo, “Basta ver una camada de gatitos para ver la diversidad de colores que pueden
tener”. En los niños no lo miramos así. Tenemos un ideal, una imagen de cómo debería ser
un niño. Y tendemos a psicologizar, pedagogizar, sociologizar, y poner una serie de títulos a
lo que es normal, lo que no es normal, lo que deberían hacer, lo que deberían aprender,
cómo deberían hacerlo, cómo deberían aprenderlo. Y los niños son tremendamente diversos.
Siento que el peso más grande que tenemos los terapeutas infantiles es la exigencia de
normalizar al niño -cuando uno siente que el valor de ese niño está, justamente, en el ser
diverso-. Y esa exigencia es la mayor tensión. Yo creo que los presentes que trabajen en
psicología infantil podrán ver la angustia que provoca el no saber si adaptar o permitir ser.
¿Cuál es el movimiento? ¿Acepto la diversidad? ¿No la acepto? ¿Cómo la acepto? ¿En qué
dimensiones ? Y creo que, si el polo de la diversidad es el polo más relevante, uno tiene que
trabajar tanto con los padres como con los hijos.
Entonces, creo que para mí, las dos "patas" básicas de la terapia infantil tienen que ver con
el respeto al niño como persona, creerle, saber que el niño sabe. Es como el permitir que el
niño crea lo que ve, crea lo que siente, se crea a sí mismo. Parte de la problemática en ese
sentido, es cuando uno le dice al niño, "Póngase el chaleco" -porque uno tiene frío-. O,
"Coma" -porque uno tiene hambre-. O, "No puedes tener celos de tu hermano, lo tienes que
querer". Creo que ése es el cuestionamiento -como decía la Marcela- desde muy temprano a
lo que el niño es, y que le va creando un falso "yo". Este es un punto central.
Como les decía, el niño está inserto en un contexto. Hace uno terapia infantil al estilo
psicoanalítico -de cinco años- para revincular al niño. Hace uno una terapia de choque de un
par de sesiones, para orientar a los padres. Creo que ambos polos son válidos. Y que uno
tiene que ver dónde se ubica, en términos de sus propias teorías y de sus propias técnicas.
Creo que hay momentos en que basta que el niño vaya con los padres para que se sane. A
veces, basta con que el niño llegue a la consulta agarrado por un lado de la mano de la
mamá, y del otro de la mano del papá. Que sienta esa preocupación. Que lo lleven a tomarse
una Coca-Cola después de la consulta, para que el niño se mejore -sin que uno haga nada-.
Uno puede hacer unas siete mil evaluaciones, da lo mismo. O sea, el niño se mejora por el
hecho de sentirse único y ver una preocupación particular. Hay veces en que uno necesita
dos años para que un niño logre salir de su profundo encierro y se comunique. Creo que el
decir que las terapias largas valen o no valen, depende mucho del tipo de problema que el
niño tenga.
Otros dos elementos centrales... uno es la relación entre terapia sistémica y terapia infantil.
Creo que nadie puede ser terapeuta infantil sin saber teoría de sistemas. Pero creo que eso
no basta. En algún momento, en una reunión del CPU, planteé que los que nos hemos
metido a tratar de entender lo que es la terapia sistémica pensando que la solución a los
niños y a la familia va por ahí... se nos han escapado los niños entre las piernas. Es mucho
más fácil discutir de adulto a adulto, nos es mucho más cómodo el lenguaje adulto.
Entonces, tendemos a relacionarnos con los adultos, y a tratar de resolver los problemas de
los niños desde los adultos -que nos parecen interlocutores válidos-. El primer paso, siento
yo, es el inverso: uno tiene que aprender a comunicarse con los niños.
En un taller de formación de terapeutas que hicimos alguna vez, me acuerdo que nos
pasamos el semestre completo aprendiendo a pelear con espadas, a construír torres de
cubos, a mirar a los niños, a dibujar, a hacer títeres, a hacer plasticina. O sea, creo que el
lenguaje de acceso es claramente muy diverso al lenguaje en que los adultos nos sentimos
cómodos. Creo que, en ese sentido, la perspectiva humanista tiene mucho que dar al
acercamiento al niño, desde la perspectiva de los sueños, los cuentos, las plasticinas... todos
esos elementos (aplausos).
Ps. Marcela Araneda: Gracias, Nadja. A continuación, quisiera hablar de la dimensión del
cuerpo en la terapia.
Podemos comenzar a hablar del cuerpo haciendo historia, y partir desde Adán y Eva, que
sintieron vergüenza de su desnudez y de la evidencias de sus sexos. Podemos seguir con los
griegos, quienes hablaron de “soma” -que para nosotros significa cuerpo- para referirse al
cuerpo de los cadáveres; es decir, a lo que quedaba después que el alma trascendía. Es en la
Edad Media donde se difundió la idea de que el cuerpo era sólo una prenda, un ropaje con el
cual había que llegar muy limpio ante la muerte.
Es Wilhelm Reich quien en definitiva investiga y plantea la identidad funcional de los estados
emocionales y los estados musculares: la unidad psicofísica. Trabaja entonces, por primera
vez, directamente con el cuerpo, con las tensiones musculares crónicas o “corazas
musculares” como manifestaciones de bloqueos emocionales. Reich detecta zonas
específicas del cuerpo donde la persona detiene el movimiento y la emoción, perdiendo
plasticidad; logrando esto, básicamente, a través de la restricción de la respiración, con el
consecuente retiro de la conciencia corporal y psicológica.
El aporte de Reich es aún difícil de entender y de asumir. Marca una huella en un camino
complejo. Ver al hombre en su totalidad, trabajar con la unidad psicofísica...¿ cómo ? Desde
nuestra visión y formación terapéutica, donde cuerpo y mente están separados o son materia
de distintos especialistas, se nos plantean algunas temáticas que me interesa abordar:
(1) Trabajar con la unidad psicofísica significa que el terapeuta participa en una
relación donde el cuerpo existe como una realidad inmediata, válida y comunicante. En la
práctica clínica, podemos desconocerla, ignorarla, temerle. También está la posibilidad de
observar esta realidad sin tocarla o interpretarla, o decidir conscientemente integrarla y
trabajarla como una dimensión compuesta de múltiples significados.
Por estos motivos, el terapeuta puede preferir ignorar su propia corporeidad, molesta e
inoportuna, o inhibirla en algún grado tranquilizador para él. La relación terapéutica se
enriquece y se vitaliza cuando el terapeuta es consciente de su corporeidad y de sus
bloqueos, y de cómo éstos se entrelazan en espejo con el otro que requiere nuestra ayuda.
El cuerpo es presente en movimiento, y esta realidad inmediata es, por lo general, más
abordable, más trabajable que nuestras sólidas y duras estructuras mentales. Yo creo que la
terapia es una reparación del modo de vincularse hacia adentro consigo mismo; y, por ende,
hacia afuera con los otros, reconociendo en todos los niveles (corporal, emocional,
intelectual y espiritual) cómo se gesta esa estructura interna. Este reconocimiento ocurre en
y a través de un vínculo terapéutico donde puede experimentarse el ser persona, individuo;
es decir, no dividido, no separado o fragmentado.
El cuerpo refleja la pérdida de esta unidad: se rebela, recuerda, acusa, se enferma, señala, se
congela, se resigna, se muere y vuelve a nacer, se fortalece... se mueve. El cuerpo, asiento
de las emociones, del deseo y del dolor, es también el lugar donde habita el “ser”. Desde esta
perspectiva, incorporar en la terapia la corporalidad es integrar directamente la dimensión de
lo trascendental, entendiendo lo trascendental como lo más auténtico, vital y, por lo tanto,
libre que hay en cada persona, y que se manifiesta en un continuo presente atemporal. Estos
son algunos de los motivos por los que considero necesario poner atención al cuerpo en los
procesos terapéuticos.
Finalmente, quiero agregar algunos comentarios, a modo de conclusión de esta Mesa donde
se han expuesto temas diversos y donde justamente, nos hemos referido a estos temas
comunes y colectivos de una manera personal y propia; sin embargo, por eso mismo, se
produce una suerte de sintesis o integración que no se busca a voluntad, sino que ocurre
espontáneamente, un destello de unidad.
De tal modo que parece ser que estamos en este Congreso encontrándonos con esta nueva
utopía tan colectiva y tan individual a la vez. Con esto finaliza esta Mesa Redonda.
Agradezco su participación al Dr. Luis Weinstein y a los colegas Jorge Gissi y Nadja
Antonijevic, y a ustedes su asistencia (aplausos).
Introducción al Cap. 5
****
En los círculos académicos, existe un mito que asevera que esta línea terapéutica se aplica
sólo a los niveles socio-económicos acomodados, y siempre y cuando la dificultad
psicológica vivenciada no sea grave. Paulo Egenau expresó muy bien este prejuicio social.
Según él, históricamente, en Chile, “Prácticamente en ningún lugar -de tratamiento de
jóvenes drogadictos- se consideró la posibilidad de generar espacios reales, humanos,
terapéuticos, de encuentro, de autoconocimiento, de introspección. De trabajar en los
dolores, de trabajar en las historias, de conocerme a mí mismo, que es lo que hemos
venido hablando nosotros durante estos dos días. Era como si eso perteneciera a otro tipo
de gente; tal vez más inteligente, tal vez más evolucionada, tal vez más especial. Creo que
es una historia que hoy continúa vigente”. Lo expresado por los panelistas fue un enérgico
desmentido, que incluso sorprendió a algunos de los más incondicionales del enfoque.
Del testimonio de los panelistas se desprendió, una vez más, que los representantes de este
enfoque no nos basamos, a la hora de sugerir estrategias de tratamiento, en fulgurantes
técnicas. La respuesta sigue siendo, frente a la angustia del moribundo, de la extrema
pobreza o de la psicosis, una sola: un encuentro real, personal y aceptador, con el otro. Un
encuentro amoroso, reparador, transformador; que, sorprendentemente, no constituye una
actitud ingenua frente a las fuertes situaciones que viven estas personas y a la fuerza de sus
estructuras defensivas, sino una herramienta sanadora para paciente y terapeuta.
¿ Sorprendentemente simple ? En cierta forma, sí; pero todos los que lo hemos intentado
sabemos que no es fácil aceptarse enteramente -y que ésa es la única forma de poder aceptar
a otro y tener ese encuentro verdadero-.
Por otra parte, ¿ de qué sirven las técnicas y la careta de psicólogo impersonal frente a
personas que están dejando este mundo o viviendo día tras día en situaciones extremas,
muchas veces inimaginables para nosotros ? Personas en esas situaciones “no están para oír
cuentos”: sólo puede serles útil la verdad, descarnada -sólo la verdad libera-. Sólo podremos
ayudarles a pacificarse si estamos dispuestos a tener un encuentro, en la verdad, con ellos.
En las palabras de los expositores no faltó la denuncia social. Los ámbitos en que ellos
trabajan les obligan a enfrentarse a los prejuicios e insensibilidad de las estructuras sociales:
la legalidad vigente y -lo peor- las estructuras mentales. La mayoría de nosotros preferiría
ignorar la presencia de la locura y la muerte, por ejemplo: fantasmas que nos enfrentan a
nuestros temores más recónditos. Nuestras estructuras sociales reflejan esta resistencia:
negamos la muerte, luchamos en su contra, sometemos a los enfermos terminales a
situaciones indignas y humillantes en sus últimos momentos -porque no queremos enfrentar
esa muerte que tanto nos asusta-.
Negamos la locura: escondemos a los “locos”, les gritamos en la calle, les administramos su
vida, los dopamos, los tratamos como objetos, les quitamos su libertad -y negamos y
ocultamos cualquier vivencia personal que nos huela a “locura”-. Preferiríamos tapar con
"tupidos velos" las imágenes de la extrema pobreza, llevando nuestra solidaridad y
sensibilidad sólo hasta los márgenes en que esas imágenes no invadan el mundo aséptico en
el que nos refugiamos.
Los testimonios que siguen están cargados de vitalidad, intensidad y humanidad. Les invito a
dejarse tocar por ellos.
****
CAPITULO 5
LA PSICOTERAPIA HUMANISTA EN SITUACIONES LIMITE
Ps. Paula Sepúlveda: En estos días del Encuentro, hemos estado incursionando, desde el
Humanismo, en una visión del Hombre. Hemos visto la relación entre lo humanista y lo
trascendente; y, también, los grandes temas que ocupan a la terapia humanista. Hoy día
vamos a abordar otro gran tema, que es lo Humanista frente a situaciones límite. Una
situación límite es aquella en la que la persona siente desesperación o impotencia, por
ejemplo, respecto a la muerte, el dolor físico o el abuso; desintegración de su ser psíquico,
como en el caso de la locura; o de su ser social y moral, como es el caso de la violencia o
abuso impuesto por otros. Y también el abuso de sustancias, como el caso de las drogas.
Incluímos aquí también al stress como resultado de situaciones límites crónicas, y también
como causa, en el tiempo, de una gran crisis, o de una experiencia de situación límite.
Entonces, la reflexión es, ¿ qué tiene que decir la terapia humanista respecto de esto ?
¿ Existe una forma particular de concebir a las crisis y a las situaciones límites que es quizás
distinta de otras corrientes ? Y en ese caso, ¿ en qué se basa, desde el punto de vista de los
humanistas, el abordaje terapéutico ?
Vamos a saber cuál es el abordaje de cada uno de los psicólogos clínicos que está aquí. Y
quizás, también recibiremos algunas proposiciones acerca de qué puede hacerse a nivel
global -educación, políticas de salud-.
Hoy están con nosotros cuatro psicólogos clínicos: la primera persona que hablará hoy día
será Ursula Sternsdorff. Ella es psicóloga de la Universidad de Chile, con formación en
Psicología Social. Tiene estudios en la York University de Canadá, y su experiencia laboral
cubre atención a inmigrantes de habla hispana en Toronto. En Venezuela, programas de
planificación familiar y educación sexual; en la Universidad de Los Andes de Mérida,
docencia y atención de estudiantes con dificultades psicoacadémicas. En Venezuela también
fue facilitadora de grupos con el enfoque de cibernética social, y psicoterapeuta con un
enfoque holístico. Tiene experiencia docente en psicología social, en psicología de la
comunicación y en cibernética social.
Teresa Huneeus, psicóloga clínica de la Universidad de Chile. Premio Sergio Yulis 1993, por
su trayectoria clínica y, específicamente, por su trabajo con psicóticos. Ha buscado la forma
de realizar un tratamiento alternativo que no los aísle y que los reinserte en la sociedad. Fue
una de las fundadoras del hospital diurno del Hospital Psiquiátrico, y dirigió la comunidad
terapéutica Melinka para pacientes psiquiátricos. Simultáneamente, trabajó con víctimas de
la represión política del Gobierno Militar y con la problemática femenina. Actualmente
trabaja en la comunidad terapéutica Peñalolén para pacientes psicóticos de extrema pobreza,
de la cual es su Directora y una de las fundadoras.
Y Gloria Nadal, psicóloga titulada en la Universidad Católica, con una permanencia de ocho
años en Estados Unidos, que inclinó su orientación hacia el área de la crisis y el sufrimiento:
violencia doméstica, abuso de mujeres, SIDA, refugiados, familias disfuncionales y rescate
de adolescentes víctimas de la droga y la prostitución en las calles. Entre los años 92 y 93
recibió un entrenamiento con la doctora Elizabeth Kübler-Ross, para trabajar con pacientes
terminales y dolor en general.
Ps. Ursula Sternsdorff: Buenos días. Básicamente, yo voy a enfocar el problema del stress
en las dos áreas en las que tengo experiencia y he estado trabajando. Una es el área de la
Salud, que tiene bastante relación con lo que vamos a hablar ahora. Y la otra área en la que
he trabajado por bastantes años es el área académica, estudiantil: el problema del stress en el
rendimiento académico en Educación Superior. Viví 18 años en Venezuela y trabajé en estas
dos áreas: en Salud con un psiquiatra y una médico internista, y en Educación Superior, con
un equipo de psicólogos, orientadores y asistentes sociales.
Para entender cuál es el enfoque que yo y estos grupos le hemos dado al trabajo con el
stress, me gustaría definir este término, para así saber cuál es la base particular del enfoque
terapéutico que nosotros le damos. Voy a definir el stress como una reacción individual que
se manifiesta como un estado de tensión corporal y emocional, que aparece frente a
estímulos psíquicos y/o ambientales, que exigen de la persona adaptaciones para enfrentarlos
exitosamente. En esta definición, no estamos hablando del stress como algo malo o
negativo. Esta definición permite hablar del stress como un continuo entre la tensión
adecuada, normal, para que todos nosotros podamos funcionar, y el stress como carga de
tensiones inadecuada.
Todos nosotros necesitamos cierto grado de stress para poder funcionar, actuar: si no,
estaríamos en la abulia y en la inactividad absoluta. En el enfoque que yo le doy, también
hablo de este stress positivo -que permite al individuo actuar, funcionar, pensar, crear,
movilizarse-. Pero cuando las demandas y las exigencias que vienen tanto del exterior como
del interior del individuo sobrepasan su capacidad de responder en forma adecuada -tanto
física como psíquicamente-, empezamos a hablar de stress negativo. Y, obviamente, en
psicoterapia trabajamos con este último, aquél que produce importantes alteraciones
psicofísicas en el individuo.
En general, me gustaría hablarles de cómo se trabaja este problema a nivel de la salud, y
también de la experiencia que tuvimos con los estudiantes de la Educación Superior. Trabajé
en Venezuela en lo que se llama Servicio de Atención al Estudiante, donde, de los 35 mil
estudiantes que tenía la Universidad de Los Andes, acudía un alto porcentaje a nuestro
servicio por problemas de stress, problemas de desadaptación académica, bajo rendimiento.
Y con este otro equipo -el psiquiatra y la internista- que tenía relación con el servicio médico
de la Universidad, recibíamos a toda la población -profesores, empleados y estudiantes- que
estaban en crisis de tipo, básicamente, psicofísica. Estos problemas los detectábamos
nosotros mediante un diagnóstico previo; eran originados, fundamentalmente, en un mal
manejo de las situaciones, tanto emocionales como ambientales.
¿ Por qué esa Universidad le dio tanta importancia al manejo del stress ? Bueno, hay algunas
estadísticas a nivel mundial que plantean que, más o menos las dos terceras partes de las
enfermedades que sufre la población tienen su origen en el stress. Y el costo económico que
significa el manejo de estas enfermedades es altísimo. Leía en un estudio que actualmente en
Estados Unidos se gastan 300 mil millones de dólares al año para enfrentar enfermedades
originadas en el stress.
En el enfoque que yo manejo, considero que casi todas las enfermedades son originadas en
el stress, porque éste baja las defensas del organismo, de modo que éste queda expuesto
directamente a recibir cualquier tipo de influencias negativas ambientales que afectan su
salud. En Alemania hay otras estadísticas que indican que se gastan 39 mil millones de
dólares anuales para enfrentar enfermedades de este tipo. Entonces, yo creo que
paulatinamente la sociedad se ha ido sensibilizando, por los costos económicos y el bajo
rendimiento laboral que significa el stress. Ahora se habla muchísimo de esto a nivel popular,
no solamente a nivel científico, en revistas especializadas o libros.
Un ejemplo respecto a la experiencia que tuvimos con el manejo del stress en salud: se
supone que la artrosis es un enfermedad prácticamente incurable. Nosotros teníamos un
grupo de enfermos de artrosis que, por medio de un tratamiento integral -incluído el manejo
del stress- mejoraban en un alto porcentaje. En la experiencia a nivel de los estudiantes de la
Educación Superior es también impresionante el problema del stress. En este momento, sigo
trabajando con este problema en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Allí
atiendo a los alumnos que acuden al servicio de psicología con problemas de rendimiento y
problemas emocionales: veo casos de estudiantes que están a punto de graduarse, y que no
lo hacen por pánico a los exámenes, pánico a las pruebas, a enfrentarse a comisiones, a dar
las pruebas orales. Y eso genera un problema, también importante, de convivencia y de
desacomodo del estudiante en su rendimiento estudiantil. Eso lo veíamos en Venezuela
permanentemente, y también es un aspecto solucionable a través de un manejo adecuado del
stress.
Ahora, ¿ cuál es la situación límite que plantea el problema del stress ? Como decía Paula,
hay dos formas de llegar a una situación límite: una, con una situación estresante, fuerte,
traumática. Por ejemplo, la muerte de un ser querido, o el cambio de residencia, el cambio
de país, cambios importantes en los hábitos, cambios laborales, etcétera; todas estas
experiencias pueden ser causantes de una baja importante de la capacidad de adaptación del
individuo, que no está preparado para ese tipo de cambios. Entonces se entra en una crisis,
con serias consecuencias psicofísicas.
A todos nos ha pasado que de repente nos pasa algo, nos bajoneamos, y nos da una gripe o
un resfrío muy fuerte. Esto es casi automático, es lo más común. Y se dice, "Sí, me bajaron
las defensas". Pero nos bajaron las defensas en relación casi directa con situaciones que nos
han pasado previamente, una situación que nos ha afectado en forma importante.
Y dos, otra situación límite es la que se produce como resultado del stress crónico. O sea,
pequeñas cuotas de stress en forma permanente, durante mucho tiempo, en nuestra vida.
Conozco el caso patético de una señora que lleva, más o menos, cinco años tratando de
rescatar la quiebra de un hijo suyo. Esto produjo, obviamente, el desbande de la familia y
problemas con los hijos, y ella ha ido asumiendo esta quiebra: pagar las deudas, ayudar a la
familia, a los niños, etcétera. Y el año pasado cayó con un cáncer de bastante gravedad, y
estuvo en coma. Ha salido, afortunadamente, adelante. Pero la interpretación que hacíamos
con el médico era que este proceso de cinco años permanentes de stress produjo el colapso
del año pasado. Y, realmente, el cáncer es el colapso más fuerte que uno puede tener a nivel
orgánico. Pero, así como ese stress mantenido, crónico, puede llevarnos a una crisis de ese
tipo, nos puede llevar a otras crisis, como una enfermedad mental, fuertes depresiones o
pérdida importante de nuestra capacidad de rendimiento -a todo nivel-.
Ps. Paulo Egenau: Hola, buenos días. La verdad es que ha sido muy difícil poder decidir
qué compartir con ustedes hoy día. Me han pasado varias cosas. Entre otras, momentos de
rabia. El pensar en estar aquí hoy día me ha significado echar para atrás la memoria varios
años y tratar de resumir, desde ahí, lo que me interesaría compartir. Yo trabajo en el Hogar
de Cristo, en una Comunidad Terapéutica, con jóvenes y adultos jóvenes, drogadictos y
alcohólicos, personas que han tocado fondo. Jóvenes que han acumulado historias de vida
cargadas de dolor y desesperanza. Con vivencias que parecieran extraídas de la fantasía, por
traumáticas y brutales. Vivencias que, desde muy temprano en la vida, han puesto a la
persona en el límite. El hambre como límite, el abandono como límite, la cárcel como límite,
la calle como límite, la desesperanza como límite. Vivencias que a menudo llevan a la
persona a vislumbrar el suicidio como solución. Entre un 38% o un 40% de las personas que
llegan a las Comunidades Terapéuticas han intentado suicidarse. Comunidades que están
sobrepasadas en su capacidad de atención. Durante este año, dos personas que estaban en
esta lista de espera se suicidaron, y no pudimos atenderlas.
Creo que el poder expresar aquí lo que es una situación límite, a mí se me hace muy, muy
difícil. Todos nosotros, cada uno de los que estamos acá, por diversas situaciones de nuestra
vida, hemos tenido momentos afectivos, en que nos hemos acercado o hemos palpado la
angustia, la desesperanza, el dolor, la pena. Inclusive, algunos, en algún minuto, la pérdida
del sentido de la vida. Sin embargo, la mayoría de las personas que estamos acá contamos
con ciertas redes de apoyo, de protección. Contamos con historias más o menos positivas,
con familia, con esperanza, en fin: con recursos que nos han permitido salir de esos dolores;
elaborarlos, trabajarlos, enfrentarlos.
En el mundo juvenil, en el Chile pobre, las situaciones límite, creo yo, comienzan a
estructurarse desde el momento de la gestación. Cuando el niño nace ya está enfrentando
situaciones límite: la alimentación deficiente, familia con carencias y dolores, educación
deficitaria, seguridad física vulnerada por un entorno conflictivo, seguridad psicológica
postergada por necesidades impostergables.
Creo que el encuadre humanista -más allá de los acuerdos y desacuerdos- involucra
fundamentalmente ciertos valores, cierta ética, que en definitiva, tienen que ver con el amor.
Como lo definamos; el amor como una preocupación genuina y absoluta por el otro, por el
que está mal, por el que sufre; con aceptación, con incondicionalidad. Una serie de palabras
que son parte de lo que aquí nos reúne, estos días.
Desde esta perspectiva, creo que el joven pobre, que se encuentra desligado de su sentir, ya
sea a través del camino de la delincuencia, de la drogadicción, -niños y niñas prostituídos-
pertenecen a un mundo, a un país, cuyo ordenamiento jurídico, económico y social niega en
gran medida lo que el humanismo, en esencia, ampara. Creo que para ninguno de los que
aquí nos encontramos es difícil aceptar que el ordenamiento jurídico en Chile ejerce un trato
profundamente diferenciado respecto de personas que provienen de distintos sectores: a
igual delito, distintas sanciones.
Recién en septiembre de 1994 se inaugura, por primera vez en Chile, un centro de reclusión
exclusivamente para menores de edad, lejos de los centros de privación de libertad de
adultos, donde estábamos violando todas las normativas internacionales existentes en el día
de hoy, que habían sido ratificadas por el Presidente Aylwin en la firma de la Convención
Internacional de los Derechos de los niños y los jóvenes. Este nuevo ordenamiento jurídico
va a plantear, necesariamente, ciertas exigencias para nosotros los psicólogos, en la labor
que ejercemos en el trabajo directo con estas personas. Implica realizar un gran giro para
empezar a hacer lo propiamente nuestro en la ayuda a las personas.
No me cabe duda que muchos de ustedes acá están en contacto, o trabajan con personas
jóvenes que son consumidores de drogas. Tampoco me cabe la menor duda que la mayoría
de los que estamos acá, no sabemos que la nueva ley de drogas firmada ayer por Eduardo
Frei que, supuestamente, va a promover muchos avances en relación a la ley anterior, ha
aprobado la penalización del consumo en lugares públicos, y no así en lugares privados. Yo
creo que la penalización del consumo no resuelve el problema de fondo; más aún, considero
que criminaliza y estigmatiza con selectividad a aquellas personas que por su condición de
pobreza se encuentran vulnerables. Sobre todo en países con profundas desigualdades
sociales como Chile. La penalización del consumo y porte en "lugares públicos", provoca
una serie de problemas de carácter social y jurídico. En primer lugar, la distinción entre vida
en lugares públicos y privados es diferente entre los sectores acomodados de la sociedad y
los habitantes del mundo de la pobreza. Estos últimos -en especial los jóvenes- realizan su
vida en la calle -situación que es ampliamente conocida- exponiéndose a ser castigados por
sus carencias. No tienen el dormitorio, el patio de atrás, en donde llevar a cabo un consumo
"privado". Y necesariamente, esos jóvenes -ya marginados, ya desprotegidos, ya
maltratados- van a ser, por un ordenamiento jurídico insensible a su realidad, sometidos al
circuito de administración de justicia, dañándolos.
Los jóvenes de sectores con recursos no se verán expuestos a ser sometidos a tales
situaciones límite a pesar de haber incurrido en la misma conducta. Esa historia se viene
arrastrando en Chile por muchas, muchas décadas. Y ha planteado ciertas formas de trabajo
con estos niños y niñas, jóvenes, hombres y mujeres, que han estado centradas,
fundamentalmente, en el control conductual.
Si hacemos una historia, no sólo de las cárceles, sino de los diversos sistemas de internado,
de todos los sistemas de administración de justicia chilenos, por muchas décadas hacia atrás,
nos vamos a encontrar con que los psicólogos, que han estado o estuvieron involucrados en
estos sistemas, cumplían fundamentalmente funciones de evaluación. Evaluaciones rápidas,
insensibles, muchas veces con instrumentos que no correspondían -ni fueron creados para
eso- ni fueron sensibles a la realidad de estos jóvenes. Administrando diversos tipos de
fichas, vales y cosas para controlar o modificar la conducta del "joven problema", y así
"rehabilitarlos".
Desde esta perspectiva -que yo creo sigue vigente- se pasó a una perspectiva del trabajo:
una función laboral necesaria, urgente, importante; y sin embargo, marginal. Con pequeños
talleres, donde el niño aprendió a hacer alguna cosita en cuero, macramé, algo de mueblería.
Con el trabajo, más estos pequeños esfuerzos, el niño iba a cambiar. Iba a cambiar una
historia que tiene que ver con marginación, que tiene que ver con soledad, que tiene que ver
con violencia, tiene que ver con postergación, con dolor, con vivencias verdaderamente
traumáticas y brutales.
La primera vez que yo ingresé a la cárcel de menores de Puente Alto, me marcó. Me marcó,
como si ingresara a un establecimiento zoológico, con olor a zoológico, con ruidos de
zoológico. Y ahí se evaluaban niños. Ahí se les pasaban diversos tests para informar a los
tribunales respecto de su salud mental, respecto de su inteligencia, respecto de sus "rasgos
psicopáticos" -en un ambiente en el cual el que no potencia sus "rasgos psicopáticos" se ve
expuesto a los peores abusos y daños-. Ese era el rol del psicólogo, parte en una suerte de
complicidad pasiva. Una suerte de desesperanza, de desgano, de estar ahí, de ser parte de un
sistema, de ser un funcionario en una oficina de dos por dos, llenando papeles y firmando.
Tenemos el doloroso testimonio de la comunidad Tiempo Joven, que fue un sueño durante
mucho tiempo. Que se estructuró, se pensó, yo diría que, si bien con una buena motivación,
con una metodología que todavía está arraigada en esta realidad. La historia concluye
costando la vida de tres niños. A no más de dos meses de haber sido inaugurado un centro
nuevo, tres niños murieron quemados. En un centro nuevo, donde había cortinas,
cubrecamas, buena comida, lugar para deportes, talleres, no había carencias, no había
necesidades básicas insatisfechas, no había niños muriéndose de hambre, no había frío, había
duchas calientes... todo lo que ustedes puedan pensar como lo necesario para estar
cómodos. Sin embargo, sin un trabajo profundo, básico y necesario para que todos esos
talleres, para que todos esos lugares verdaderamente pudieran gravitar en algún aprendizaje
real, o en el mejor de los casos, donde no se les dañara más de lo que ya estaban.
Eso pasaba, creo yo, por trabajar con la intimidad, eso pasaba por trabajar en grupo, eso
pasaba por hacer psicoterapia, por estar con ellos, por generar espacios de confidencialidad,
de amor, de acogida. De no enjuiciamiento respecto ni de sus historias de vida ni de su
intimidad. Concluyó trágicamente. Hoy día, el centro vuelve a asumir una postura un tanto
rígida, de control, alejada de la intimidad y la profundidad de la persona que duele.
La Comunidad Terapéutica es una unidad residencial en donde los jóvenes son gestores de
su propio cambio. Se trabaja en modalidad grupal, donde los "terapeutas", entre comillas,
somos fundamentalmente facilitadores. Donde se confía en la intimidad del otro. Donde nos
hemos acostumbrado a compartir experiencias que, para muchos de nosotros, eran muy
distintas.
Antes de terminar esta intervención, quisiera dejarles planteada, en una oración, cuál es la
filosofía. Es, en el fondo, una filosofía de relación, que está cargada de símbolos que para
nosotros son importantes. La filosofía de la comunidad terapéutica dice así, es muy breve:
"Estamos aquí porque no existe refugio alguno donde escondernos de nosotros mismos.
Mientras la persona no se confronte en los ojos y en el corazón de los demás, está
escapando. Mientras no comunique sus secretos, no hallará reposo. El hombre que teme
ser conocido no puede conocerse a sí mismo ni conocer a los demás; está solo. Fuera de
nuestros puntos comunes, ¿ dónde más podemos hallar tal espejo ? Reunidos aquí, la
persona puede a fin de cuentas manifestarse claramente a sí misma, no como el gigante de
sus sueños ni el enano de sus temores, sino como un hombre, parte de un todo, con su
contribución para ofrecer. Sobre este terreno todos podemos echar raíces y crecer; no ya
solos como en la muerte sino vivos para nosotros mismos y para los demás".
Creo que, independiente de las historias de vida, de daños, de experiencias carcelarias, de los
delitos que puede haber cometido esta persona, ha sido para nosotros una maravillosa
experiencia ver que cuando se abren honestamente esas puertas, estas historias muestran un
cambio que se hace realidad. Gracias.
Ps. Teresa Huneeus: Yo le agradezco a Paulo por hablar de un límite que yo me iba a saltar
-el de la extrema pobreza-, porque yo iba a hablar de otro, y no quería hablar de dos límites
al mismo tiempo. Yo también trabajo en ese sector. Trabajo con personas que viven, o han
vivido, la situación límite de la psicosis, y en el sector límite de la extrema pobreza. Como
acabamos de escuchar tan elocuentemente, es un límite que cambia mucho todas las
situaciones.
Para mí, la persona que se psicotiza es alguien que no ha podido tolerar la realidad interna,
más la externa. Para poder resistirla, se vuelve loco y hace un quiebre con su vida real e
inventa o crea otra: delira, escucha voces, se pone paranoico. Aparecen todos los síntomas
conocidos de la psicosis. No es que yo niegue las posibles causas, acepto todas las teorías: el
Yo frágil, la falta de identidad, el factor genético, la familia disfuncional en la cual el enfermo
es el señalado para manifestar la patología de ésta; la madre o el padre simbiótico, el doble
vínculo psicotizante, el factor biológico o morfológico -que se refiere a cierta deformación
de los lóbulos frontales de los pacientes esquizofrénicos-. Todo esto no quita que la persona
que se psicotiza es una persona que vive su crisis de una manera diferente, que sufre, que es
especialmente vulnerable, y que necesita ayuda.
Se sabe que las crisis psicóticas están, en su mayoría, relacionadas con eventos vitales. El
límite entre la cordura y la locura es muy tenue: eso lo sabe cualquiera que se haya metido
consigo mismo profundamente. Si ha tenido grandes sufrimientos: algo que no pueda o
quiera aceptar, una infancia difícil, un abandono, una separación dolorosa, la muerte de un
ser querido, una terapia profunda, una experiencia con drogas. Algunos lo reconocen, la
mayoría no. A esto se debe el gran temor a la locura: nos confronta con la propia, lo cual nos
aterra. Los psicóticos no se tienen miedo entre sí, porque saben de qué se trata.
Consecuentemente con esto, mi abordaje terapéutico consiste en tratar a una persona que
sufre un trastorno psicológico severo, en primer lugar, como un ser humano integral,
haciendo algo similar a un acompañamiento guiado de lo que sea que le está pasando. No
como lo hace la psiquiatría tradicional -en que se mira al enfermo parcialmente, como
alguien al que hay que curar, o modificar de ciertas maneras esquemáticas-; medicar, aislar,
inactivar de alguna manera. Porque si ustedes se fijan, siempre el tratamiento de la psicosis
lleva al paciente a la inactividad, sin ningún cuidado por la totalidad de la persona. Nosotros
no ponemos la distancia terapeuta/paciente. Escuchamos al enfermo y tomamos en cuenta
sus deseos y opiniones.
Ps. Gloria Nadal: Me referiré a mi trabajo con pacientes terminales, o que se encuentran en
riesgo de muerte y a la aproximación que tengo a esa experiencia. En nuestra cultura
occidental, el proceso de la muerte está muy ligado al proceso del dolor físico y psíquico.
Por ello, la intervención del terapeuta puede ser considerada valiosa para el paciente.
Nos hemos olvidado de que la vida y la muerte son sólo un continuo. Entonces, el término
de la existencia y la desintegración física son concebidas como una situación límite o final,
como un atentado, como una amenaza. Sería, en algún sentido, similar a otra experiencia
también considerada límite: la pérdida de la razón. Así, para nosotros los occidentales, la
desintegración física (muerte) y la desintegración psíquica (locura) representan los mayores
miedos y amenazas que pueda sufrir un ser humano. La paradoja de esto es que esta máxima
amenaza es precisamente lo único cierto que tenemos al nacer. Efectivamente, la única
certeza con que contamos al nacer es que vamos a morir: no hay nada más que sea
absolutamente seguro. El cómo y el cuándo eso nos ocurrirá no están determinados y no
tenemos posibilidad de saberlo.
Tal vez eso mismo, el no poder predecirlo y anticiparlo, es lo que nos hace carecer de una
conciencia constante de nuestra mortalidad. Más bien, la olvidamos y la relegamos a un
lejano rincón en nuestro espacio psíquico; entonces, la negamos y nos vivimos como
inmortales. No nos surge espontáneamente el pensar nuestra propia muerte; más bien,
acostumbramos a imaginarla como algo que le sobreviene a otros, pero nunca como una
experiencia personal. Nos decimos, por ejemplo, "Yo no me voy a contagiar de SIDA", o
"Puedo correr en carretera a cualquier velocidad, sin que nada me suceda". Y cuando nos
descuidamos y, por ejemplo, contraemos el virus o sufrimos un accidente, reaccionamos
generalmente con un "¿ Y por qué a mí ? ¿ Por qué ahora ?”
La tarea del terapeuta puede ser realmente muy importante y relevante. Puede estimular el
trabajo personal, para que la persona logre revisarse y abandonar actitudes y creencias viejas
e inicie nuevos procesos. Podemos ver cómo el paciente va elevando gradualmente su nivel
de consciencia o va abriéndose a nuevas formas de comunicación con los otros. A veces, el
paciente empieza a permitirse entrar en contacto con experiencias de su historia personal
que estaban reprimidas o relegadas por dolor o miedo, y comienzan a liberarse de ellas,
descargándolas. Esto puede aportarle toda la liberación, la calma que requiere para abrirse a
nuevos campos, a nuevas áreas de comunicación, y expresar afectos guardados; y hasta
iniciar un camino de apertura hacia la comunicación con lo divino, que hasta ese momento
no tenía, no quería o no podía experimentar.
La función del terapeuta con el paciente terminal tiene el claro propósito de ofrecerle una
nueva propuesta filosófica de vida. Esta consiste en llevarlo a un despertar de una nueva
actitud viviente, a la creación de un nuevo concepto de vida. El terapeuta puede conducirlo
desde su estado actual terminal con consciencia de su próxima separación de esta realidad,
hacia un compromiso nuevo con su vida presente. Puede ayudarle a vivir el momento, por
breve o prolongado que sea, no como un período de transición en espera de la muerte, sino
como un continuo que va desde una forma de ser a otra forma de ser. Se trata de despertar,
en esta experiencia nueva e inédita, la chispa creativa y vital para que viva su muerte.
Ps. Paula Sepúlveda: En este panel, la modalidad va a ser que cada uno de ellos responda
ahora, ¿ cómo hace lo que hace ? Y ellos están particularmente interesados en que, a
continuación de esto, el público participe haciendo preguntas directas o por escrito, según lo
deseen. Entonces, Ursula, ¿ cómo haces lo que haces ?
Ps. Ursula Sternsdorff: ¡ Con harto stress ! Bueno, la verdad es que con el enfoque integral,
holístico, con el que yo manejo el problema del stress, obviamente tengo que trabajar en
forma también integral. Si yo veo al individuo que está estresado en función de eso -su
problemática tanto emocional como psicosocial- tengo que abordar todos los ámbitos, de
alguna manera.
Es por eso que, generalmente, a mí me gusta trabajar en equipo, con médicos sensibilizados
en esta área, con psiquiatras, trabajadores sociales, etcétera. No es tan fácil aquí, fue más
fácil en Venezuela. Pero en todo caso, para mí el enfoque debe ser integral. Desde la
cosmovisión que tiene el individuo hasta sus hábitos alimenticios, porque todo confluye en
una calidad de vida y en un manejo adecuado de las situaciones de vida a las que nos
enfrentamos todos. Tenemos familia, tenemos un hogar, tenemos que trabajar. Tenemos un
ámbito geográfico, tenemos un clima. Tenemos una ciudad o un pueblo en donde nos
desarrollamos: todo confluye para que nosotros tengamos una calidad de vida determinada.
Con lo que he visto aquí en Santiago en los tres años desde que regresé a Chile, obviamente
que la calidad de vida la encuentro bastante difícil, como para que nosotros pudiéramos
decir, "Bueno, voy a trabajar, voy a disfrutar de las cosas de la vida". Es un permanente
correr, una permanente lucha por la sobrevivencia. Veo que en casi veinte años en que he
estado ausente, las cosas han cambiado bastante en relación a este aspecto. La
contaminación ha aumentado, y eso es parte de lo que es una calidad de vida.
Contaminación de ruidos, además de la contaminación de lo que nosotros respiramos.
Entonces, ¿ qué es lo que hacemos ante esta situación ? ¿ Qué es lo que hago yo en este
momento y cuál es el enfoque ? Primero que nada, hay que revisar cómo la persona se ve a
sí misma y cómo interpreta las cosas que le suceden. A todos nos suceden cosas; pero las
cosas que nos suceden tienen una interpretación diferente. Entonces, es importante revisar
cómo cada uno interpreta su vida e interpreta los estímulos que vienen de su alrededor.
Cómo se ve a sí mismo y cuáles son las expectativas que tiene respecto a su vida y a su
situación.
Los otros aspectos que hay que ver son las situaciones de vida de la persona. ¿ Tiene
estabilidad laboral ? ¿ Tiene familia ? ¿ Cuál es su relación con la vida familiar ? ¿ Cuáles son
sus hábitos alimenticios, hábitos de consumo ? ¿ Consume mucho café ? ¿ Fuma ? ¿ Toma ?
¿ Con qué frecuencia ? Todos estos elementos tienen que ver con una visión que yo debo
tener acerca de la persona. Y, obviamente, la persona debe tomar conciencia también de
hasta dónde ciertos hábitos, hasta dónde ciertas formas de manejar estas situaciones, hasta
dónde ciertas interpretaciones que él hace de las situaciones de la vida diaria lo están
afectando para entrar en situaciones de stress crónico, permanente.
Entonces, ¿ qué es lo que yo hago, habiéndome formado una idea y hecho un diagnóstico de
la situación de la persona ? Empiezo a trabajar con ella, o en grupo -me gusta mucho
trabajar en grupo, porque se refuerzan mutuamente las experiencias-, esos diferentes
aspectos, con técnicas específicas. Desde meditación, relajación, respiración, masaje,
cambios de la cosmovisión, visualizaciones, imaginería. Hasta, de repente, el uso del I Ching
como forma de interpretar ciertas realidades. O sea, yo ahí acumulo toda mi experiencia
humanista -las técnicas terapéuticas humanistas-, para darle una salida a cada individuo
dentro de su propia realidad.
Ps. Paula Sepúlveda: Ya que estamos viendo ¿ cómo hace lo que hace ?, voy a aprovechar
de introducir una pregunta que se le hace a todos los participantes de la mesa, que es:
“¿ Cómo se protegen ustedes al trabajar las situaciones límites ?”, para que la incorporen
en sus respuestas, si es posible.
Ps. Paulo Egenau: A ver...¿ cómo hacemos lo que hacemos ? Quiero insistir en lo que
planteaba hace unos minutos atrás: para nosotros el problema no es la droga. El problema
no es la drogadicción; si bien, obviamente, desde un punto de vista físico, hay ciertas
consecuencias. Depende mucho de la cantidad de consumo, el tipo de drogas, la vía de
ingestión, van a generar procesos de desajuste físico, abstinencia, etcétera.
Para nosotros, la experiencia ha sido que la cosa no va por ahí, para nada. El problema es la
persona. El problema es su historia. El problema son sus experiencias de vida: eso es lo
difícil de trabajar. La abstinencia se resuelve. Si es muy compleja, se apoya con
medicamentos. Sin embargo, lo que queda es la crisis existencial. Es la dependencia
psicológica. Es la dependencia existencial que se establece entre el sujeto y la droga, es el
estilo de vida. Lo que se ha acumulado durante décadas, durante años, son las pérdidas, las
crisis, los dolores, las cosas que ya no se pueden recuperar. Aquellas otras que se puedan
recuperar, hay que trabajarlas mucho y muy profundamente. El cambio personal, el reto de
empezar a ser de una manera distinta, a ubicarse de una forma distinta frente a la propia
existencia. Ese es nuestro camino.
Ahora, ¿ cómo hacemos eso ? De la misma manera que todos los que estamos sentados acá.
Es el mismo tema. Tiene apellidos distintos, pero es exactamente el mismo tema. Es el tema
del hombre que se ha desencontrado. Es el tema del hombre y de la mujer infeliz. De los
dolores de la existencia. Ahora, esto, obviamente, cargado de vivencias críticas, en una
situación límite. Una persona no llega a una Comunidad Terapéutica porque está iniciándose
en el consumo de drogas. Llega pidiendo ayuda, a menudo planteando que es su última
alternativa, mostrando un largo proceso de tocar fondo. Generalmente, ha habido numerosas
y fallidas incursiones en la desesperada búsqueda del cambio, numerosas atenciones
privadas, clínicas, enfoques más/menos médicos, más/menos psicológicos, en donde ya los
espacios, entre comillas, de "vida en sociedad", se hicieron críticos. Y la persona opta por
esta última alternativa. Efectivamente, nosotros trabajamos con aquellas personas que están
en una situación límite.
Aquí hay muchos puntos comunes. Aquí hay historias que son de dolor y trauma. Aquí se
expresan, con todos los sentimientos, historias de vida que no se exponen a la luz pública
comúnmente. Es lo mismo que pasa en las terapias. Dolores y todo lo que viene de la más
profunda y honesta intimidad de la persona. Aspectos que son rechazados en la conducta:
homicidios; violaciones sufridas y ejercidas; robo; golpizas, mal trato, humillaciones.
Vivencias de cárcel, de calle. Diversos dolores. En un ambiente de puntos comunes, estamos
aquí todos, éste es el espejo. Los seres humanos que estamos en ese círculo, compartimos
eso.
Cuando una persona empieza a estar mal, empieza este proceso en la Comunidad
Terapéutica: es tan difícil arrancarse de uno mismo cuando se está rodeado de otros que te
reflejan tu realidad. Uno está ahí permanentemente. Finalmente, la persona se muestra tal y
cual es. Bota la máscara y con ella todas las fachadas que mantenían ocultas las vivencias y
dolores arrastradas por años. Surge el “aquí se puede”. Es posible hablar de uno mismo sin
sorprender o escandalizar a otro. Aquí todos entienden que parece no haber límite para las
experiencias límite. Tarde o temprano la persona se atreve a mostrarse con todo su pasado.
Se atreve a enfrentarse consigo misma, con esas vivencias fuertes que creía olvidadas por los
años de negación, pero que indudablemente llevaba consigo donde fuera. La persona acepta
que efectivamente no existe refugio donde esconderse de uno mismo.
Yo me atrevería a decir que los sentimientos son la base fundamental de todo el trabajo que
hacemos nosotros aquí. La afectividad, lo emocional. Es un lugar en el cual la cotidianeidad
de la vida en Comunidad está mediada por los sentimientos. Es donde las personas
aprendemos a expresarnos, aprendemos a llorar. Yo aprendí a llorar en la Comunidad
Terapéutica. Yo tengo algunos momentos en mi vida de profundo dolor. Desde hace algunos
años ya, en relación a mi padre. Verdaderamente, me di cuenta que elaboré ese dolor a partir
del dolor de los niños, de los jóvenes. Me hice más sensible. Aprendí a tocar, a abrazar, a
besar. A tranquilizar un poquito mis temores con mi intimidad, con mi cosa íntima de
distancia, con mi vulnerabilidad física, psicológica. Me pasaron todas esas cosas, y me
siguen pasando. En la Comunidad Terapéutica encontré un lugar en donde las personas se
relacionan íntimamente, con mucho respeto, con mucho cariño: una relación bien
extraordinaria, confidencial. Podemos ser nosotros verdaderamente: no hay nada que no se
pueda trabajar. Nos hemos visto enfrentados a situaciones en las cuales, muchas veces,
hemos caminado por el borde de la legalidad. De repente, ser cómplices. Eso es verdad, es
así. Ser cómplices de una información que tiene que ver con dolor y con muerte, y está ahí.
Y esa complicidad es parte de lo que uno tiene que trabajar.
¿ Cómo nos protegemos ? Yo creo que ...¿ saben lo que me pasa a mí ? Lo que me ha
pasado, y quiero compartir eso con los compañeros con los que yo trabajo. Algo nos pasó
en la Comunidad Terapéutica, como proceso de ser terapeuta, a todos nosotros. Nos dimos
cuenta que habíamos vivido la vida protegiéndonos. Y aprendimos a dejar de protegernos. Y
eso nos hizo mucho más felices. Empezamos a vivenciar y a disfrutar mucho más con los
pequeños aspectos de lo cotidiano. Del amor, de los hijos, de la familia, de las cosas
mínimas, del tocar, del darnos cuenta de una mirada de cariño. El aprender a abrazarnos, a
expresarnos cariño y decirnos las cosas pasadas, como son. Expresando sentimientos
negativos también, nuestra rabia. Pero con eso, aprendimos a protegernos mucho más que
antes, en que supuestamente estábamos protegidos, pero estábamos insensibles a lo que
estaba ocurriendo. Para mí ha sido una experiencia, desde ese ámbito, profundamente
constructiva.
Ps. Teresa Huneeus: Yo les voy a contar de la comunidad que tenemos desde hace cuatro
años en los cerros de Peñalolén, en un sector de extrema pobreza. Una comunidad
terapéutica diurna para pacientes psicóticos o personas que sufren trastornos psíquicos
severos. O, como los llaman ahora en el Ministerio de Salud, "discapacitados de causa
psíquica". Formamos un equipo multidisciplinario que consta de dos psicólogas -una soy yo,
que soy la Directora-, un psiquiatra, una asistente social y tres terapeutas ocupacionales.
Atendemos a treinta personas que asisten todas las mañanas, de nueve y media a una y
media, a diversas actividades programadas, algunas por ellos mismos. La mayoría tiene
diagnóstico de esquizofrenia.
Esto lo hacemos aplicando una ideología comunitaria, que consiste en: responsabilidad
compartida, horizontalidad en las relaciones, comunicación abierta y grupal, democracia en
la toma de decisiones, permisividad, respeto y aceptación. De este modo, se hace surgir al
máximo la iniciativa y capacidades personales de cada miembro de la comunidad. Se trata de
que los pacientes vayan responsabilizándose de su propio tratamiento, de sus propias vidas,
recuperando así la autoestima y su autonomía, que están -casi siempre- muy severamente
dañadas.
Es fundamental incorporar al tratamiento a la familia del usuario, pues hemos visto que, sin
la colaboración de ésta, es poco lo que podemos hacer. Tenemos una agrupación de
familiares activa y organizada, que nos apoya muchísimo. Ellos ya tienen personalidad
jurídica, la que nosotros todavía no tenemos: son más organizados que nosotros. También
tenemos familiares que no participan, y esto nos pone, a veces, en situaciones sin salida.
Lo más violento que me ha pasado a mí en todos estos años fue que un cabro de 14 años,
que tenía un trastorno de Gilles de la Tourette -que es una psicosis infantil-, me escupió en
la cara. Yo, en realidad, lo había retado de manera agresiva -lo reconozco-; cosa que nunca
hago, porque como son tan perceptivos y vulnerables, pueden sobrereaccionar. Si, por
ejemplo, yo me doy cuenta de que un paciente está paranoico con respecto a mí o a otro
miembro del equipo, nos avisamos mutuamente y evitamos confrontarlo, sin dejar de ser
cariñosos y aceptantes.
¿ Cómo me protejo ? La verdad es que me gustó lo que dijo Paulo, porque no nos
protegemos mucho. Lo que a nosotros nos ayuda, nos apoya y nos hace sentir bien, es lo
bien que están la mayoría de nuestros pacientes, la mayor parte del tiempo. Llegar a la
comunidad es un placer. Siempre están alegres, nos besuquean, nos abrazan, nos reciben con
mucho cariño, están muy contentos. No sé si eso es protección, pero es lo que nos ayuda a
estar bien a nosotros.
Quien elige trabajar con pacientes terminales lo hace desde una motivación profunda hacia
esa tarea. Se precisa de una inclinación espontánea y natural hacia esta realidad para
desempeñarla adecuadamente; haberse hecho algunas preguntas sobre la muerte y también
sobre la vida. Para algunos, lo que los mueve será la atracción por ese más allá, pero además
de eso deberán tener una vocación de servicio y una inquietud por acompañar al otro en el
momento de la desesperanza, del temor y del dolor y sentirse capaz de proveer algo que esa
persona necesita para tolerar, atravesar o trascender esas circunstancias.
Cuando decidí abocarme a esta tarea, ingresé a entrenamientos con la Dra. Elizabeth Kübler-
Ross en Estados Unidos, para aprender a trabajar con personas en estas situaciones. Pero
una vez más tuve que comprobar que no hay verdadero conocimiento sin experiencia.
Entonces, lo primero que me dijeron fue, “Empieza por ver tus propios miedos, dolores y
situaciones no resueltas en tu vida”. Principalmente me motivaron a incursionar en el espacio
del dolor, lo que estanca e impide que la vida siga su curso creativo, bloquea el fluír natural
de la energía. El entrenamiento consistía principalmente en la liberación de “emociones
negativas” provenientes de factores históricos. Externalizar hasta el límite que fuera posible
todas las emociones y experiencias contenidas en el niño interno adolorido.
Esta era una experiencia grupal en la que se hallaban algunos pacientes terminales, lo que me
dio la oportunidad de constatar que todos somos iguales y que el dolor es uno solo. Aunque
sus escenarios hayan sido diferentes, la cualidad de la experiencia es similar; sea un duelo,
una violación, un abandono, un fracaso, etc. Entonces, el entrenarse para trabajar con
pacientes terminales consistía en aprender a externalizar las emociones dolorosas, sean rabia,
miedo, celos, envidia, resentimiento, etcétera, sacarlas fuera de verdad, hasta que en lo
posible no quede nada que interfiera su fluír. Llegar a ese punto es prácticamente una tarea
de toda la vida, pero el intento es lo importante. Tuve la sensación de que morí y nací allí
varias veces, frente a personas que se encontraban en situación terminal, compartiéndolo con
ellas.
El terapeuta que ha logrado liberarse de una parte importante de sus emociones negativas se
encuentra en mejores condiciones para enfrentar con paciencia, serenidad y amor
incondicional al enfermo que atraviesa por el pánico, la confusión y la ira. Tendrá menos
posibilidades de identificarse con el paciente y de angustiarse o bloquearse en momentos
críticos. Para que todo esto ocurra, es preciso ofrecer un ambiente, un espacio de absoluta
seguridad y confiabilidad que promueva la apertura y garantice la profundidad de la
incursión interna del paciente.
Resulta muy útil tener la información sobre las etapas que recorre la persona que padece una
enfermedad terminal o que está enfrentándose a una pérdida. Es una guía que a veces orienta
sobre el momento que está atravesando el paciente. Sabemos que inicialmente la persona
hará una negación, la que puede ser burda y que indicará que la persona no quiere aceptar
-ni siquiera concebir- lo que le está sucediendo. Luego sentirá miedo, más tarde una gran
rabia por las intensas y numerosas frustraciones a las que se encuentra sometido. Proyectará
esta agresión a veces indiscriminadamente al avanzar en su proceso y no serle posible
esquivar su realidad, y sobrevendrá depresión, que puede manifestarse con clara necesidad
de aislamiento. Finalmente, y si sus condiciones personales y las de su medio le han
facilitado el hacer este natural recorrido, podrá llegar a vivir la aceptación de su estado y su
destino como una vivencia de quietud interior y paz, lo que no todos logran. Este último es
un momento verdaderamente privilegiado para el terapeuta, por la solemnidad y profundidad
alcanzada por el paciente.
Es innegable que, aún contando con una vocación de servicio, con una facilidad para
desplazarse en los espacios del dolor del otro, de tener herramientas técnicas y conocer un
marco teórico que explique el proceso de un enfermo terminal, de haberse forjado una sólida
formación filosófica y de contar con apoyo de concepciones espirituales... a pesar de contar
con todo esto, nada de esto resuelve el problema. Tanto paciente como terapeuta tienen la
interrogante de la muerte. Ambos se encuentran en la ignorancia, no saben en qué consiste
realmente esa experiencia. La inocencia de ambos -paciente y terapeuta- ante este proceso
nuevo, es la que facilita el continuar avanzando en el recorrido, profundizar en la experiencia
y el despertar de la conciencia hacia una nueva forma de ser.
El moverse en el espacio del desamparo, del dolor, hace pensar a algunos que tendríamos
que protegernos de eso. La experiencia que he recogido me indica que no es necesario
protegerse de lo de afuera. El peligro viene solamente desde dentro. En la medida en que el
terapeuta no haya resuelto en medida importante sus experiencias negativas de dolor o
miedo, será vulnerable a caer en la identificación y querrá rescatar o salvar a otros. En la
medida que tenga fantasías omnipotentes de pelear contra la enfermedad y la muerte y cada
paciente que fallezca sea un fracaso, se encontrará fácilmente en riesgo de depresión, culpa y
desesperanza.
Ps. Paula Sepúlveda: Me han hecho llegar una gran cantidad de preguntas. Por razones de
tiempo, cada uno de los participantes va a elegir una pregunta y responderá sólo ésa.
Ps. Ursula Sternsdorff: Aquí hay una pregunta muy linda que casi se responde por sí misma.
Dice: "Hay situaciones límite que, por su gravedad, hay que detener, como en el caso de
los enfermos psiquiátricos, en los casos que Paulo nos estaba hablando. Sin embargo, hay
otras situaciones que contienen una gran oportunidad de transformación. ¿ Qué valor le
das al stress en este sentido ?"
Yo creo que está respondida en sí esta pregunta. Una situación límite de stress le da una
oportunidad a una persona de revisarse a sí misma: ¿ qué me está pasando ? ¿ Hasta dónde
quiero seguir mi vida de esta manera ? ¿ Qué es lo que yo quiero de aquí en adelante ? Si me
enfermo y me doy cuenta de que es por un mal manejo de mi stress, ¿ qué puedo hacer para
poder manejarlo mejor ? Y ahí está el momento del crecimiento. Si me reviso a mí misma en
mi cosmovisión, en cómo yo enfoco las cosas, en mis hábitos y en cómo enfrento la vida en
relación a mi rendimiento y soy capaz de redireccionarla para realmente mejorar mi calidad
de vida, ¡ viva el stress !, y vamos teniendo hartas crisis más para poder crecer en ese
sentido.
Y creo que esto es lo que le pasa a los estudiantes que vienen a mí. Tuve un estudiante en
Derecho que se había retirado antes de su carrera, porque no se atrevía a enfrentar un
examen con un profesor a quien le tenía pánico. Ese profesor era, para él, una imagen
monstruosa. Trabajamos la situación y el muchacho se está graduando en este momento.
Entonces, creo que estas situaciones de crisis le permiten a la persona revisarse y salir
adelante, y creo que todos lo hacemos de una u otra manera. Si estamos conscientes de que
estamos cometiendo errores en nuestra manera de vida: alimentación equivocada... me
refiero a gastritis, a problemas digestivos, a dolores... Si nos damos cuenta de que nos
equivocamos en ese sentido, bueno, tomamos otra dirección.
Así que es una pregunta realmente interesante, porque así podemos mejorar algún aspecto
de nuestra calidad de vida.
Ps. Paulo Egenau: Hay varias preguntas, pero yo quise quedarme con ésta: "Los pobres en
Chile son una realidad; muchas veces ignorada, negada, suavizada, mirada desde lejos.
Desde lo que ustedes han vivido, conocido, amado, sufrido desde ese lado de la ciudad,
¿ cuál es el llamado que quisieran hacernos a nosotros, profesionales y estudiantes, que
estamos aquí hoy ?".
Lo que yo he podido observar y vivenciar respecto a este tema en los últimos años, es que
nosotros los psicólogos somos un poco testigos del silencio: creo que tenemos una gran
cantidad de información. Leonardo Villarroel decía ayer acá, que si nosotros nos pusiéramos
a hablar de lo que recibimos como información de parte de la gente con la que trabajamos,
habría una visión tanto más real acerca de lo que es Chile hoy día. Creo que eso tiene que
ver con esto: somos personas que trabajamos desde la intimidad, pero actuamos sólo en
emergencias. Cuando hace unos años atrás, en Chile se quiso disminuír la edad del
discernimiento entre los 16 y los 18, a los 14 y 16 años, nos juntamos personas que
trabajamos con jóvenes -fundamentalmente los jóvenes pobres-, que es el grupo que se ve
afectado por estas medidas legislativas.
Nos juntamos muy rápidamente en el Colegio de Psicólogos tres, cuatro personas. Teníamos
elementos contundentes que aportar, una gran cantidad de antecedentes que aportar con lo
cual poder contribuír a una legislación más justa. Se ganó la batalla y nos replegamos a
nuestros espacios privados. Probablemente hasta que surja nuevamente algún tema que, por
su irracionalidad, requiera de nuestra apresurada participación. Creo que los psicólogos y las
personas que trabajamos en este ámbito: psiquiatras, trabajadores sociales, educadores,
formadores, tenemos, de una vez por todas, que asumir y entender que se está legislando
sobre la intimidad de las personas. Nos guste o no nos guste. Cuando se legisla sobre el
consumo de drogas, eso no es algo que queda en el aire: es algo que afecta, en un sentido
final y último, a una persona en su intimidad, en la forma en la cual esa persona va a terminar
viviendo su vida interiormente.
Para todas las cosas que tienen que ver con lo humano, ésa es una realidad. Nuestro
quehacer tiene que ver con la intimidad: fundamentalmente con el mundo interior, con lo que
nos pasa adentro como seres humanos, con los sentimientos, con las emociones. Este
modelo de trato diferenciado permite que esta forma de legislar desde lo humano -en
términos de que se está legislando sobre la intimidad, con un discurso distinto- afecta, casi
con exclusividad, a los más desprotegidos y a los más pobres, porque ese trato diferenciado
existe, y es una realidad. Por lo tanto, creo yo que nuestra participación está en que cada
uno -desde su ámbito de especialidad o interés- denuncie, participe, colabore, haga ver
cuando efectivamente no se ponga el acento en lo humano.
El escritor José Donoso habla mucho de los "tupidos velos" refiriéndose a una suerte de
ceguera colectiva, de manto suavizador que impide ver el Chile real, el Chile de las personas
reales con problemas reales. Creo que vivimos en una sociedad en la que al momento de
revelar alguna realidad humana, primero se le da un buen baño de eufemismo o se le reviste
con "tupidos velos". Creo que nosotros tenemos un privilegio, y ese privilegio consiste en
que los seres humanos con los que trabajamos nos dan la oportunidad de pasar y ver más
allá de ese velo, y allí hay contenidos que son fundamentales, que tienen que ver con un
ordenamiento social, fundamentalmente desde el mundo de las personas que en Chile no
tienen voz y que no tienen derechos.
Es una realidad que sigue ocurriendo hoy día, es parte de lo que nosotros hacemos y cómo
trabajamos. Por lo tanto, en la medida en que nosotros permitamos que se siga legislando,
única y exclusivamente, con un criterio económico, con un criterio de control social, con un
criterio macro-social en términos de ordenamiento, y no pongamos nosotros la dimensión de
la vivencia humana, vamos a estar perdiendo y, obviamente, dejando en desprotección a
aquellos que, ya por sus condiciones de vida, están más desprotegidos.
Ps. Teresa Huneeus: Hay hartas preguntas interesantes, pero quiero enfatizar que lo que
nosotros hacemos es política. Todo lo que nosotros hacemos como psicólogos es política, a
menos que no queramos ver eso. Sacar al paciente mental del Hospital Psiquiátrico y
ponerlo en la calle implica un cambio de actitud que implica, a su vez, un cambio en la
política de un país; y es muy frustrante trabajar en esta política, porque hasta este momento,
la política de Salud Mental está en manos de los médicos. Y llega un psicólogo -o una
psicóloga, que es peor- a meterse, a catetear, como yo lo hago, y dicen, “Bueno, ya”. Pero
el hecho es que nuestra Comunidad está siendo financiada, ha sido financiada ya por cuatro
años, y va a seguir siendo financiada -y parece que ahora el convenio va a ser a
permanencia- por el Ministerio de Salud. Esto implica un trabajo de pasillo, un trabajo en el
Hospital Salvador, un trabajo de conversar con el abogado...ustedes no se pueden imaginar
la paciencia que eso requiere.
Pero requiere de una convicción, y siempre que uno hace una revolución...aunque llamar a
esto “revolución”, después de que ha pasado hace treinta años en otras partes del mundo, es
un poco altruísta. ¡ Pero es una revolución ! Y todas las revoluciones requieren una manera
de lucha, ¿ no ? Y a veces voy al Hospital Salvador y me siento en el pasillo, y la secretaria
me dice, “No, si no está”. Yo le respondo, “Lo voy a esperar”. Finalmente, aparecen las
personas con que yo tengo que hablar. ¿ Por qué ? Porque hago una especie de sitting,
¿ no ? O sea, si ustedes quieren participar, tienen que hacer esto, tienen que armarse de
paciencia, leer cosas como “Cómo ganar amigos” y llegar sonriente frente a la secretaria,
sobre todo. Conquistarse a la secretaria, eso es lo primero; y después, a los doctores, a los
abogados y a todas las personas que tienen que hacer esto.
Ahora se está legislando en Chile sobre la enfermedad mental: hay una comisión bastante
bien encaminada. A mí no me invitaron a participar, pero me avisaron que eso está pasando,
y me han pedido alguna participación indirecta. Así que yo les he mandado las leyes de Italia,
Dinamarca, todas las leyes que he conseguido, y las tienen ahí. Así que aunque sea por fuera,
alguna influencia uno está teniendo. La pregunta que estoy contestando dice, "Parto de la
base que nosotros los psicólogos somos agentes de cambio. Quiero preguntarle, y
preguntarle a mi grupo: ¿ cómo es que no nos hemos organizado, que aún no tenemos gran
ingerencia en las políticas gubernamentales ? Paulo y Tesi, ¿ cuáles son sus experiencias
concretas con los organismos estatales ? ¿ Qué sugerencias prácticas y alcanzables
podrían proponer, a partir de las experiencias encontradas en torno a ese ámbito ?”.
Las sugerencias prácticas ya las di: paciencia y el cateteo persistente, insistente (risas), y
creyendo que lo que uno hace funciona. Y eso uno lo cree porque lo hace y ve los resultados
en los pacientes, y porque se hace en otros países. Estamos completamente avalados por
Italia, Estados Unidos, Inglaterra; y ahora, Dinamarca. Me encontré, por casualidad, que en
Dinamarca trabajan exactamente de la misma manera como trabajamos nosotros. Sin
embargo, aquí hace poco tiempo hubo un encuentro sobre la reforma psiquiátrica: a mí no
me invitaron, ni siquiera a estar. Invitaron a una doctora que estaba en Jerusalén, y que hacía
exactamente lo mismo que estamos haciendo nosotros, en una comunidad de cuatro años.
Entonces, bueno, es un refuerzo de una cierta manera, bastante especial, ¿ no ?
Ahora, lo que se necesita en Chile son instituciones intermedias para pacientes mentales; lo
que significa crear centro diurnos, crear comunidades terapéuticas, hogares protegidos y
talleres protegidos. Y para esto, se necesitan psicólogos que trabajen en estas cosas, de
manera distinta al modelo médico.
Ps. Gloria Nadal: Yo también voy a contestar una pregunta, que tiene algo que ver con
denuncia, con reclamo, con ganas de que las cosas sean un poco distintas. Y se refiere a la
participación de los médicos en el proceso de la muerte.
Con esto, muchas veces provocan una prolongación innecesaria del sufrimiento físico y
psicológico del paciente y los suyos. Es posible que todos hayamos experimentado el dolor y
la impotencia de ver a personas sometidas a enormes horrores físicos en aras de la
mantención de la vida. Del mismo modo como luchamos por lograr dignidad para un
paciente psicótico o drogadicto o perteneciente a un medio socio-económico bajo, así
también es preciso reclamar dignidad en la muerte, el derecho de morir en dignidad cuando
el paciente así lo requiere. La intervención médica que lleva a una prolongación innecesaria
de la vida tan sólo dificulta el proceso de abandono de esta realidad e interfiere el devenir
natural de espacios y dimensiones hacia las que se está dirigiendo. Los efectos de sedantes y
drogas muchas veces entorpecen el fluír natural de la consciencia que se va enfocando hacia
otros espacios íntimos y sutiles y obscurece su luz interna, donde podría encontrar todo el
sentido de la experiencia de su muerte. Se ha observado la paradoja que una vez que se llega
a ese punto, puede desaparecer totalmente el dolor físico.
Ante todo esto, es más evidente que nunca para el terapeuta la necesidad de estar presente
frente a una experiencia que lo sobrepase, donde impera la trascendencia y lo transpersonal y
nos hace reconocer que nos estamos moviendo en espacios muy sutiles que nos conectan
con la grandeza y humildad de nuestro ser.
Ps. Paula Sepúlveda: Con esto terminamos. Agradezco a Gloria, a Teresa, a Paulo y a
Ursula, y a ustedes por su presencia aquí. Gracias.
Introducción al Cap. 6
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El capítulo que sigue -Segunda Mesa del Encuentro- presenta diversos intentos personales
por unir los mundos de la psicología profesional y el de la dimensión espiritual. El intento no
es, por supuesto, novedoso; sin embargo, es de importante actualidad, dada la creciente
sensación, en muchos psicólogos, de la necesidad de incluír en su trabajo tanto sus propias
concepciones y vivencias de índole espiritual como las de las personas con quienes trabajan.
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CAPITULO 6
DIVERSAS PERSPECTIVAS DEL ENFOQUE TRANSPERSONAL
Ps. Alejandro Celis: Buenos días. Hoy vamos a empezar con esta Mesa que alude a la unión
de mente y alma: actualmente, es la Psicología Transpersonal la que se ocupa de esto en
nuestra disciplina. La psicología transpersonal nace en los años sesenta, aunque tiene
antecedentes en Jung, Frankl y otras personas que incursionaron en el campo espiritual antes
que ellos. Obviamente que esto se refiere a los psicólogos, porque como interés humano, el
campo espiritual existe desde siempre.
Hemos reunido hoy día a cinco personas que tienen diferentes recorridos. Para empezar, a
mi izquierda, Consuelo Undurraga, psicóloga; viene junto con el doctor Eugenio Urrutia.
Ellos trabajan juntos en el Servicio de Salud Mental de la Cámara Chilena de la
Construcción, donde llevan a cabo un proyecto del que quieren hablar. Sigue en el orden,
Luz María Alliende, quien ha tenido importantes incursiones en el terreno de los
movimientos espirituales. Después, a mi derecha, está Tom Heckel, quien tiene un título
profesional de Economista que dejó olvidado hace mucho tiempo, porque a lo que se ha
dedicado en los últimos años es a “canalizar”. Probablemente, ustedes lo conocen por sus
habilidades psíquicas, por su capacidad de tender un puente entre esta dimensión y las otras,
y con eso ayudar a la gente. Y finalmente, Gonzalo Pérez, psicólogo, también incursionador
de terrenos límites como la astrología, como Jung, como disciplinas no tan aceptadas.
Entonces, el propósito de esta mesa es que cada una de estas personas se pregunte, “¿ Qué
es para mí la dimensión espiritual ? ¿ Qué propósito tiene el trabajo que realizo ?, y ¿ Cómo
lo realizo ?”, en la forma más concreta posible. Vamos a tener diez minutos para que cada
uno exprese lo que desee en relación a este tema, y luego vamos a recibir preguntas de
ustedes, de modo de jugar y discutir un poco con ellas. Entonces, podemos comenzar con el
Dr. Eugenio Urrutia.
Dr. Eugenio Urrutia: Lo que aquí yo espero escuchar corresponde a un terreno enorme
-por empezar a definir algo-. Que nos estemos preocupando hoy un grupo de profesionales
de traer un tema como es el alma, la mente y el espíritu aquí, es lo menos novedoso que hay.
Esto se ha estado planteando desde que el Hombre reflexiona. Pero lo interesante hoy es
hacer al menos un recuento de esos 5000 años, hablar y contextualizarse en esta cultura en
la que estamos y en las condiciones en que estamos; y desde ahí, ver cuál es el enfoque de lo
transpersonal y espiritual que tenemos en nuestra actividad. Yo quisiera ampliar el ámbito
-desde lo psicoterapéutico- a lo clínico, o a lo médico o a los sanatorios... lo más amplio
posible. A toda aquella gente que pretende ayudar -y en lo posible curar- trastornos de la
mente, el alma, el espíritu y el cuerpo. A mí me hubiera encantado escuchar primero a mis
colegas, porque el planteamiento que nosotros vamos a hacer es lo menos, entre comillas,
aparentemente "espiritual": es lo más aterrizado que hay.
Un grupo de gente de distintas corrientes que había trabajado lo espiritual en sus vidas y que
nunca se había encontrado antes, desarrollamos en el año 92 un proyecto de Servicio de
Salud Mental en Chile asociado a la empresa privada, con el fin de hacer un trabajo clínico
en el campo de la psiquiatría, de la psicología, de la salud mental y que fuese permeado por
lo espiritual. Como ustedes comprenden, lo espiritual generalmente se asocia a incienso, a
meditación, a chakras, a iluminación, a salirse del cuerpo, a encarnaciones. Y entonces, se
trataba de traer eso a la realidad cotidiana. Por eso digo que tal vez nuestra exposición sea
mostrar lo más básico de lo que consideramos espiritual, lo más relevante de lo que
consideramos mente. Yo diría que ambos constituyen el problema básico del ser humano hoy
día en el mundo.
El planteamiento pareciera ser que hay cosas que el Hombre puede hacer para estar mejor. Y
a mi juicio, ése es el primer intento de querer ser transpersonal y espiritual. Hay algo que el
Hombre puede hacer para estar mejor de lo que está. Psicología y psiquiatría se han
ocupado, fundamentalmente, de la neurosis y de la psicosis. Se han preocupado bien poco de
la auto observación y del auto desarrollo. Y menos, todavía, de lo que hemos oído
mencionar como "iluminación". Entonces, vamos a dividirnos el tiempo con Consuelo: yo
voy a hacer la parte más femenina y receptiva -hablar de cosas vagas- y ella va a hacer lo
más varonil, aterrizado y concreto.
En las grandes discusiones filosóficas desde los griegos, los presocráticos -después los
doctores y los cristianos-, nunca nos hemos podido poner claramente de acuerdo respecto a
las distinciones entre alma y espíritu. Ocupan espacios parecidos y similares. Daría la
impresión, generalmente, que alma es algo más personal. Es como un hálito, es como un
fuego. Algunos dicen, “Es esta cosa de tener algo adentro que reconocemos como el ‘yo
soy’", pero que no tiene nombre ni tiene apellido. Es la misma cosa desde que uno nació.
Esa alma perturbada por los ruidos, sensible, pareciera distinta al espíritu, que parece que es
algo colectivo.
Pareciera ser que los niños, lo único que tienen es alma -al mirarle sus ojos-; o, dicho en
términos más esotéricos, están iluminados, son pura luz, no tienen pensamiento. A un
hombre, viejo, o sabio, o maduro, uno lo puede mirar y reconocer en él si está limpio de
corazón, con la mente clara; iluminado, despierto, consciente, real. Ambos hacen una
diferencia enorme a lo que vivimos el común de los seres humanos, día a día.
Entonces, el reto es: primero prepararse, se puede ser distinto a lo que somos. No es
necesario estar neurótico, psicótico. Y hay muchos caminos y muchos modos de poder llegar
a ser un Hombre evolucionado, por lo menos; con buen corazón, con el alma limpia, con el
espíritu despierto, transparente. Todas estas palabras están hoy día de moda, y las
conocemos. Aparte de todo lo que pueda hacer el individuo por sí mismo, del modo -por
llamarlo- esotérico, o sea practicar el Budismo Tibetano, el Budismo Zen, el Sufismo, el
cristianismo -cualquier camino individual que apunte hacia acercarlo a lo espiritual-
pareciera ser que los hombres también pudiéramos hacer cosas juntos, a través de lo que
hacemos todos los días, que nos pongan en contacto con ciertos valores, que hacen recordar
algo espiritual: para qué se está viviendo.
Y esa cosa enorme esotérica de meditar, ayunar, conocer su cuerpo, trabajar cada parte de
su organismo, llevar la conciencia a cualquier parte del cuerpo, despertar los poderes auto
curativos, mejorarse de un cáncer: todo eso está ocurriendo. Hay cosas que van más allá,
como decía la Vimala Thakar hace varios años aquí en Chile; decía, “Conocer lo que hoy día
le pasa al ser humano, le tomaría a un hombre inteligente, en dedicación exclusiva, 700 años;
conocer lo que no se conoce tomaría, más o menos, 1400 años. Y después de eso, viene lo
incognoscible”.
En el trasfondo de esta definición, se percibe al hombre como parte del Universo, llamado a
vivir en armonía con él, orientado hacia la trascendencia humana que conduce más allá del
aquí y el ahora. La vida es una unidad integradora de lo físico y de lo espiritual; forma parte
de la energía universal, y la humanidad se constituye en la relación con los otros.
Asumimos esta concepción como un ideal por alcanzar, esforzándonos por contribuír a la
“utopía” de creer que toda persona y todo grupo humano es capaz de asumir su vida con un
sentido de interiorización, comunicación y solidaridad con sus semejantes y con la
naturaleza.
Ps. Alejandro Celis: Muchas gracias, Eugenio. Sigue la colega Consuelo Undurraga con su
primera intervención.
Ps. Consuelo Undurraga: Lo que queremos compartir con ustedes es un desafío que
sentimos importante: pasar de lo privado -de nuestras consultas, de nuestras experiencias
que nos comprometen individualmente, de a dos, o de a grupos que son relativamente
homogéneos en el pensar y en el sentir- a una propuesta de servicio a sectores que no tienen
acceso a este tipo de consulta privada. Yo creo que eso hay que saberlo. Estamos en una
propuesta en la cual los pacientes que vienen a vernos son pacientes que vienen o por
Fonasa o por las Isapres. Ese es el contexto. Pero en ese contexto de servicio, nosotros
queremos también darle cabida a lo desconocido, a la humildad y al servicio con
trascendencia. ¿ Cómo estamos intentando hacerlo ? No tenemos respuestas dadas; éste es,
simplemente, un desafío de un grupo que lleva ya algunos años.
Primero: hemos trabajado dentro de un marco, una cierta declaración de principios, sobre lo
que concebimos como el ser humano. Una declaración que implica tener a la trascendencia
como un eje. Me permito leer dos o tres frases de nuestra Declaración de Principios:
"Percibimos al Hombre como parte del Universo, llamado a vivir en armonía con él,
orientado hacia la trascendencia humana que conduce más allá del aquí y del ahora". Esto
implica que los terapeutas -psiquiatras y psicólogos- que vienen a trabajar en este servicio
adhieren a esta declaración -la que puede parecer bastante obvia en este contexto-; pero en
un contexto de corporativismo, de defensa de territorio, con el que nos encontramos muchas
veces, no lo es o no nos parece que lo sea.
Frente a estos desafíos, tenemos dificultades bastante grandes, pero que no nos impiden
funcionar. Primero, el peso de lo administrativo. Un Servicio en el que, hasta ahora, se han
atendido más de tres mil personas, necesita tener un cierto funcionamiento y un cierto
lenguaje común con otros Servicios de Salud que no están en esta misma perspectiva. Esto
pesa; y de repente hace también que muchas veces se pierdan las dimensiones.
El segundo punto es el peso de los enfoques terapéuticos. Yo creo que los psicólogos somos
bastante miedosos en términos de las adhesiones a los enfoques. Nos protegen y nos
mantenemos en ellos. Y estas adhesiones a los enfoques muchas veces significan barreras
que nos hacen perder la dimensión global.
El tercero -y por qué no mencionarlo- son las dificultades corporativas. La defensa de los
territorios: en concreto, la tensión entre psicólogos y psiquiatras. Con eso tenemos que
lidiar. Y a esto tenemos que mirarlo y aprender a mirarlo, desde una perspectiva espiritual.
Desde una perspectiva que va más allá del aquí y del ahora. Esto es trabajo de todos los
días, pero significa una voluntad férrea por mantener esta dimensión holística que no
implique, en el fondo, la pérdida de contexto, que es muchas veces la tentación de los que
trabajamos en esta profesión.
El segundo aprendizaje es que es difícil mantener esta apertura si no hay una formación
permanente y una oferta permanente de posibilidades de revisión dentro del equipo
terapéutico. Y no solamente de posibilidades de revisión en lo concreto -ligado al acto
terapéutico-, sino dar posibilidades de apertura, para respirar un aire distinto que sitúe y
resitúe en un contexto más amplio.
Y tercero -relacionado con lo anterior-, esta apertura significa, por parte del equipo
terapéutico, el trabajar sus miedos. El dejarse interpelar por lo que no sabemos, por lo que
se nos impone, por lo que nos sobrepasa y por lo que nunca podremos manejar. Ese es, hoy
día, nuestro desafío. No voy a decir que lo cumplimos a cabalidad. Pero estamos logrando
tener un trabajo en el cual podemos explicitar estos miedos, podemos explicitar estas
debilidades. Y donde tiene cabida la dimensión trascendente de cada uno de nosotros, y de
cada una de las personas que vienen a requerir los servicios, sin que ello signifique que haya
una sola expresión de la trascendencia, que haya una sola visión de lo que creo interpretar
de la trascendencia. Un Servicio que se pretende eficiente, pero que se reclama de una
profunda humildad. Eso es lo que queremos hacer, o tratar de hacer.
Ps. Alejandro Celis: Vamos a tener la oportunidad de discutir todo esto después. Sigue Luz
María Alliende con su participación.
Ps. Luz María Alliende: Quisiera dividir mi participación en esta Mesa en dos aspectos
principales, y que son los que considero que puedo aportar aquí. Uno, es entrar en lo que
para mí es lo espiritual o ser espiritual o, dicho de otra manera: cuál es mi camino espiritual.
Y después entroncar eso con la labor terapéutica: cómo se puede llevar esto a la práctica
con los pacientes en la consulta. Por supuesto, parto de la base que hay tantos caminos
espirituales como personas hay en este mundo. Es decir, no estoy pretendiendo de que éste
sea el camino: solamente es mi camino, lo que a mí me ha servido y me sirve.
Ser espiritual es vivir en un permanente contacto con el centro de uno mismo, es vivir
permanentemente un sentido. Y... ¿ dónde encuentro ese sentido de la vida ? Lo encuentro
en el caminar, en el darme cuenta de que esta vida no tiene una meta, sino que simplemente
lo que tengo que hacer es dar un paso tras otro. Y el sentido de la vida está en eso: en el
aprender a vivir la vida y navegarla de una manera gozosa. Ahora, siento que también la vida
-como alguien dijo en gerundio- no es vivir sino que es viviendo. Es un permanente flujo en
el que uno va inserto; tiene que darse cuenta de que va en permanente cambio.
Alguien me entregó una vez un papel en el que se decía que la vida sería como dos ríos
paralelos. No sé si habrá aquí quienes ya estén despiertos e iluminados; pero los otros
estaríamos dentro de uno de los ríos, en que somos simplemente una gota que sube, que
baja, que va con el curso de la corriente y que no tiene poder de decisión sobre el fluír del
río. Entonces, ¿ qué es lo que podemos hacer dentro de esa corriente ? Simplemente, estar
alertas para poder aprovechar cualquier palito que esté en el camino, la espuma que se
produce, los recovecos de este río, para poder saltar hacia el río de al lado. En ese río
paralelo van quienes ya despertaron, como podría ser Jesús, Buda, San Francisco de Asís y
otros Maestros espirituales. Entonces, de ahí la importancia, la primordial importancia en mi
vida y en lo que hago también en la consulta, del hecho de estar alerta.
Para mí, lo espiritual, lo religioso, pasa siempre por esta expansión de consciencia que se
produce al estar alerta. Esta tendría dos alas principales: primero, frente a los propios
procesos internos, estar consciente de qué es lo que me está pasando a mí. Ver mis propias
motivaciones, ver mi sombra y también ver mi luz. Y, al mismo tiempo, percibir lo que pasa a
mi alrededor, estar alerta a lo que sucede; y, sobre todo, estar alerta al fluír de la vida, para
no ir en contra de esa corriente, sino que aprovecharla lo más integralmente posible. O sea,
ir con la existencia.
Yo creo que gran parte del sufrimiento humano proviene de ahí, de cuando nos resistimos a
una fuerza que es mayor a la de uno. Creo que un ser consciente, espiritual, va con la vida.
Y claro, un ser verdaderamente consciente no necesita un terapeuta. Es por esto que cuando
procuro ayudar a las personas que a mí acuden a ser más conscientes, es precisamente por
esto. Porque yo sé que al ayudarlos a hacerse más conscientes, los ayudo a hacerse más
sanos.
Alguna gente cree que las personas, al centrarse en adquirir más consciencia, eluden el
preocuparse de virtudes tradicionalmente espirituales, tales como el amor, la compasión, la
humildad, la generosidad, etcétera. Pero tal como yo lo veo, el estar preocupado de estar
alerta y estar consciente conlleva todas las demás. Porque el vivir la vida de una manera
consciente y alerta es vivir de una manera meditativa. Y al vivir de una manera meditativa, lo
que viene en seguida -de todas maneras- es lo amoroso. Entonces, no hay peligro de que
uno no sea amoroso porque está preocupado de estar consciente.
Tomemos, por ejemplo, la humildad: ¿ cuál es la verdadera humildad ? Creo que la única
humildad verdadera es mirarse honestamente con defectos y virtudes, y después ser
simplemente uno mismo. No me parece humildad el que yo me crea una persona
maravillosa, inteligentísima y fuera de serie; y después, en aras de la humildad, me comporte
como una pobre persona, del montoncito nada más. Eso no me parece humildad, sino
falsedad.
Otro aspecto importante: para mí, vivir de una manera espiritual es vivir la vida como una
aventura. Porque eso es: no tenemos certezas ni las tendremos jamás. Es aventura estar aquí
sentados en esta Mesa Redonda, hablando frente a todos ustedes, a quienes en general no
conozco. No sé con qué actitud están oyendo: probablemente se estarán preguntando una y
otra vez, "¿ Estoy de acuerdo, o no estoy de acuerdo ? ¿ Tiene razón o no tiene razón ?".
Pero yo estoy simplemente hablándoles de mi verdad, de algunas de las cosas más
importantes de la vida para mí... cual es, mi ser religioso. Esto es peligroso: ¿ cómo sé yo
qué harán ustedes una vez que yo me haya mostrado ? No sé cómo lo van a tomar, no sé si
van a tirar mis tesoros por la ventana. Para mí, eso es una aventura.
Ahora, ¿ qué pasa con mi forma de estar en esta Mesa ? ¿ Cómo podría estar yo siendo
espiritual aquí ? Estando atenta a mis propios procesos internos: atenta a mis miedos, mi
vanidad, ¿ celos profesionales ? Atenta a si acaso alguien -algún miembro de esta Mesa- no
me recibe o me critica. Cómo eso me produce sensación de impotencia, o rabia si me
malinterpretan, o me va a hacer sentir así o asá. O sea, éste es mi trabajo permanente como
forma de ir expandiendo la consciencia.
Pasando a otro punto: el ser espiritual es también, para mí, un individuo que es amo de sí
mismo. No es víctima de sus pasiones, es él quien maneja sus estados de ánimo. Es alguien
que ha ido evolucionando desde planos primarios y básicos a planos más y más sutiles. Un
ser espiritual quiere aprender, ha comprendido que esta vida es una escuela y que hay que
haber aprendido una lección para pasar a la siguiente, y que siempre hay lecciones por
aprender.
Recogí algunas reglas básicas fundamentales -son sólo ocho, y con esto voy a terminar esta
parte de mi intervención-. Las llamo Reglas Básicas para Aprender, para aprovechar la
Experiencia de Estar Vivos:
1.- Estar alerta es la primera, ya que es condición previa a todas las demás.
2.- Atreverse, a pesar del miedo. Hay que recordar que el valiente no es el que no
tiene miedo, sino el que atraviesa el miedo: a verse tal como uno es, a enfrentar una y otra
vez situaciones desconocidas, a abandonar lo conocido que ya no sirve.
3.- Dejar de creer que uno SABE.
4.- No resistirse. Ir con las fuerzas de la existencia; aprovecharlas, no pelearlas. Hay
momentos de la vida en que tendremos que entregarnos a su fuerza, tendremos que dejar
que sus olas nos lleven a alta mar, para después depositarnos en otra playa, y eso requiere de
un tremendo coraje.
5.- Vivir en el presente. Y por supuesto que para esto se requiere estar
permanentemente alerta. Que mi experiencia sea ahora, no soñando con lo que podría ser, o
añorando lo que fue.
6.- Tener paciencia y no empujar el río. Cada cosa tiene su tiempo, y está bien así.
7.- Tener sentido del humor.
8.- Mantener contacto con las fuerzas angélicas y espirituales que nos rodean.
Respecto de este punto ocho, quiero aprovechar de decirle a Tom, aquí presente, que tú
fuiste una de las personas que me empujó a eso. Una vez que me hiciste una lectura, me
dijiste algo así como: "Bueno, está listo esto para que pidas la ayuda de los ángeles en tu
trabajo". Y yo dije, "Pero, ¿¡ cómo se hace !?" Y él, con santa paciencia, me fue diciendo
cómo se hace. Bueno, creo que lo voy a dejar hasta ahí, y después volvemos con algo más
concreto.
Ps. Alejandro Celis: Gracias, Luz María. Siguiendo la primera rueda de intervenciones, es el
turno de Tom Heckel.
Sr. Thomas Heckel: Hola. Mi intención aquí hoy día, es un poquito diferente a la de las
otras personas en esta Mesa, y casi toda la gente en esta sala. Yo nunca fui entrenado de una
manera profesional, ni racional, para ser consejero de otras personas. Entré en este camino
más que nada desde una perspectiva espiritual, y luego tratando de entender racionalmente,
tratando de integrar mi perspectiva universal con los problemas de la gente en la vida diaria.
Sería fantástico que yo pudiera decir una palabra, o explicar exactamente qué es esta
dimensión espiritual. Pero en realidad, ésta existe más allá de nuestra racionalidad. Y debe
existir como un misterio. Y este misterio no es para entenderlo; es más para aceptar que
existe un nivel de energía, armonía, unidad, que nuestra mente racional no puede penetrar.
Entonces, para incorporar el nivel espiritual en nuestro trabajo, tenemos que tomar este nivel
como un misterio que siempre va a dar respuesta a los problemas si podemos, de una u otra
forma, formar un contacto, una interacción con este nivel. Básicamente, en cualquier
situación que podamos encontrar, hay dos aspectos de espiritualidad. Uno es su propia
espiritualidad. Esto es, creer que hay un nivel de unidad, un nivel de sabiduría, un nivel de
claridad, inspiración, alegría, paz. Y el otro es la espiritualidad de su paciente. Este puede
ser totalmente opuesto a la espiritualidad de ustedes. Esta persona puede tener creencias
totalmente diferentes de sus creencias; o, quizás, ninguna creencia en el camino espiritual.
Para mí, la espiritualidad se refleja en la manera en que podemos tener esperanzas respecto a
un milagro de realización. Una manera en que podamos tener confianza en que exista
inspiración, información, ayuda que pueda pasar por nosotros e influenciar la vida de alguna
otra persona. Y esto no es racional: no hay ninguna manera en que yo pueda decir que “Sí,
eso va a pasar si tú haces A, B, C”. No. Creo que hay, quizás, ciento cincuenta personas en
esta sala, y deben ser ciento cincuenta diferentes maneras de canalizar su espíritu.
Básicamente, mi enfoque hoy día es, ¿ cómo integrar su espiritualidad en su trabajo ? Veinte
años atrás, no había mucho espacio para la espiritualidad en el trabajo terapéutico, porque
estábamos tratando de entender todo este misterio. Pero hoy día, después de veinte años de
investigación, la espiritualidad sigue siendo un gran misterio, y tenemos la oportunidad de
salir de nuestro entrenamiento racional y tratar de incorporar este espíritu en nuestro trabajo.
Mi manera de hacerlo es fácil, y voy a exponer un poco mi proceso para dar una idea. Pero
mi proceso es mi proceso; y cada uno tiene que inventar su propio proceso -a través de sus
creencias- para traer el espíritu en su trabajo, para activar su energía, para dar esta claridad
que es necesaria.
Yo empiezo todos los días con veinte minutos -o más, si hay tiempo- de relajación, de
meditación, y un cierto afinamiento con las energías en mi sala. En ese momento, yo tengo
un pequeño ritual de prender una vela y un incienso en mi oficina; enfocado,
específicamente, en traer ayuda, claridad, inspiración, para toda la gente que va a entrar por
la puerta. Y estos veinte minutos me sirven mucho para calmar mi mente; pero también para
sentir la presencia de algo diferente. Sentir que, “Sí, hoy día va a pasar otro milagro”.
Entonces, cada día, estoy esperando un milagro; no para mí, sino para la persona que va a
entrar en la oficina.
Y la tercera parte es la de pedir ayuda desde los niveles no conocidos. De mis hermanos los
angelitos o los Maestros o pura sabiduría e inspiración. Entonces, la tercera parte también es
de reconocer que hay fuerzas, más allá de mi mente racional, que también van a influír en
esta sesión. Hay ciertas energías de luz y sabiduría y perspectiva más amplia que van a entrar
en esta sesión. Entonces, en estos tres pasos, estoy incorporando mi espiritualidad en cada
sesión. Y la última cosa es que, al final de mi día y antes de apagar la vela en mi oficina, yo
siempre hago una oración, por la oportunidad de ayudar a cada persona que entró en mi
oficina. Y trato de formar una imagen de esta persona, dando gracias por esta oportunidad.
Entonces, no es muy complicado. Para mí, es algo necesario de hacer. Estoy dando este
dato, no por insistir en que cada persona deba seguir estos pasos. No. Yo inventé estos
pasos en estos veinte años trabajando con personas. Y mi consejo es, realmente, jugar con
sus creencias espirituales y tratar de inventar un pequeño proceso que tú puedas armonizar
con tus experiencias y tus capacidades. Y entonces, tratar de afinar este proceso a través de
los años, hasta que te sientas muy cómodo con tu capacidad de llamar al espíritu, de sentir el
espíritu, y de poner el espíritu en canalización.
Y realmente, mi presencia aquí hoy día es una indicación de que la dimensión espiritual debe
ser esencial en una persona que realmente quiera desarrollar su capacidad de sanar y ayudar
a otras personas. Yo entré a esto sólo con las ganas de ayudar a otras personas, sin ningún
entrenamiento, e incorporando mi espíritu en el proceso. En muchos, muchos años de
experiencia con las personas, he logrado el estado de un consejero, un consejero que puede
solucionar variados problemas psicológicos y físicos también. Es así que incorporar al
espíritu en su trabajo -en forma muy práctica- puede ser una manera de tener mejores
resultados.
Siempre estoy tratando de crear ejercicios que puedan poner a los pacientes en contacto con
su espíritu, sin decirles que son ejercicios espirituales -para no producir un rechazo de la
persona-. Casi nunca sugerir meditar, porque la meditación tiene una connotación de ser
muy difícil, y de ser para gente que quiere alejarse del mundo. Pero la relajación, que es casi
lo mismo... mucha gente puede tomar la relajación así: "¡ Ah !, Relajación es rico !"
Entonces, en vez de usar la palabra meditación, siempre sugerir relajación, o respiración.
Una de mis favoritas para la gente que yo creo que no van a hacer nada, es un baño de tina
con música muy relajada. Entonces dicen, "¡ Oh ! Eso está rico, un baño de tina, qué rico".
Y de repente, la gente entra en contacto con la relajación, en un contacto con su espíritu.
Es importante entender, como terapeuta, que este mundo está cambiando muy rápido. Y las
soluciones de los problemas de nuestros pacientes deben tomar un nuevo enfoque. Y este
nuevo enfoque puede ser el de "dimensión espiritual". Esto depende mucho de sus propias
creencias, y de sus propias inclinaciones hacia este nivel espiritual. Pero no es suficiente
solamente tomar un curso racional sobre los diferentes problemas y enfermedades, y pensar
que tú puedes solucionar problemas. No, es importante su actitud de servicio, de ser un
canal para energías más allá del nivel racional, su capacidad de esperar un milagro en cada
sesión. Y, también, su actitud de servir como canal de luz y sabiduría, más allá de su
potencial, pueden ser aspectos muy importantes de su desarrollo -y de su capacidad,
realmente, de ayudar y sanar-.
No puedo decir con certeza que la dimensión espiritual es la única dimensión que va a servir.
Pero desde mi experiencia, de cualquier manera que uno incorpore esa dimensión espiritual
en su trabajo, esto va a ser un salto de su capacidad. Va a ser una manera de afinar su
trabajo, una manera de dar una nueva perspectiva. Y una manera, realmente, de participar de
los milagros en canalización, porque este mundo está cambiando rápidamente; y de paso, la
terapia también está cambiando rápidamente. Es nuestra responsabilidad el buscar nuevas
maneras de expresar nuestra espiritualidad a través de nuestro trabajo.
Y la última cosa que quiero decir es: no es difícil trabajar con el espíritu. Es el aspecto más
fácil de hacer. No necesitas recordar nada; no hay ninguna palabra que sea esencial. Es una
energía que pasa entre tú y el paciente. Es un enfoque en la energía que hay más allá de lo
racional. Entonces, en vez de tratar de entender y de buscar la palabra específica, de guiar a
la persona para resolver este problema, puedes tener confianza de que cada sesión, con
ayuda del espíritu, va a ser una sesión completa. Vas a mostrar a tu paciente que sus
capacidades están en sí mismo. Y tú no necesitas esforzarte tanto, porque hay una energía
extra trabajando aquí. Hay una energía que puede mostrarte que sí, el mundo no es
solamente racional. Hay otra dimensión que está jugando en cada sesión. Y no necesita... -y
esto puede ser el aspecto más importante de esta charla- no es necesario entender el
proceso espiritual. Es más importante confiar que sí, hay una dimensión espiritual
influenciando cada sesión. No gastes mucho tiempo tratando de entender cómo puede
trabajar este milagro, porque el espíritu debe seguir siendo un misterio, por siempre. Y
nosotros debemos inventar maneras de enchufarnos en este misterio, y compartir este
misterio en cada sesión. Gracias.
Ps. Gonzalo Pérez: En realidad, es notorio que los tiempos han cambiado. Que en un
encuentro profesional como éste usemos la palabra "misterio", a cada rato, y con tantas
ganas, es algo muy nuevo. Hace diez años, todavía era imposible. Y de hecho, que seamos
aquí como doscientos ya, francamente es impresionante, y como para que lo celebremos.
Ya lo han dicho todo, por cierto. Eso es lo rico de ser el último; los demás ya lo dijeron,
entonces hay una libertad de transmitirlo de una forma super personal, que es en realidad,
como mejor me siento. Voy a usar puras palabras que han usado mis compañeros de la
Mesa, por supuesto: "misterio", "aventura". Y recordé que a los 21 años, cuando estudiaba
psicología y buscaba con un romanticismo fanático mi felicidad, busqué en distintos lugares
y conocimientos. Y en un trabajo de índole -justamente- espiritual, me enseñaron una
afirmación, una frase para repetir interiormente, un mantra, como se llama tradicionalmente
en la India, que constituye una especie de bomba atómica: la repetición de la frase "No sé
nada". "No sé nada". Simplemente, repetir esta frase. Contemplarla con suficiente tiempo,
produce un efecto bien raro, al comienzo, al menos. Porque justamente lo que yo quería era
saber. Averiguar las claves de la felicidad. De qué se trata la vida. ¿ Cómo es ?, ¿ Qué hay
que hacer para ser feliz ? Yo quería saber, y la frase decía "No-sé-na-da".
Y Tom lo acaba de decir. Cuando uno llega a un punto en que dice "No sé nada", cambia la
cosa, porque se suspende el intento racional de entender y controlar lo que está pasando, y
se abren las dimensiones no conocidas de nuestro ser. Y -voy a usar otra palabra ya clásica-
nos convertimos en un "canal" de energías trascendentales. Entonces, no saber nada fue,
para mi locura de los 21, un alivio muy grande; una relajación interior que me permitió,
justamente, conectarme con dimensiones interiores de paz, de entrega a la vida, y de
verdadero interés por los otros seres humanos.
El otro viejo increíble es Fritz Perls. La Gestalt, toda la locura maravillosa del experimento
creativo: el aquí y el ahora, el presente. Psicoterapia Humanista es, por supuesto, eso
mismo. Entonces, el Humanismo nos abre este respeto inmenso al ser del otro. ¿ Cuál es el
descubrimiento del Humanismo ? -descubrimiento que no es ninguna novedad, en realidad,
pero que sí fue una inmensa novedad en las Ciencias Sociales-. El descubrimiento de una
naturaleza, de una esencia, de un ser adentro de la persona. Una esencia que es, en sí misma,
feliz, creativa, sanadora, sabia. Y toda terapia, entonces, como un trabajo de despeje de todo
lo que hay encima, adquirido, para que la esencia pueda desarrollar su sanación y su
evolución hacia la plenitud. Es demasiado importante esta distinción entre una esencia
trascendental, cósmica, natural, y una personalidad adquirida, cultural, predecible y enferma
de lo que está enferma la cultura que la creó.
El Humanismo -Rogers, Perls- nos liberó de la obsesión teórica, de la necesidad de saber las
cosas y controlarlas. La enseñanza de los dos viejos es una enseñanza sobre la forma de
hacer terapia, no sobre el contenido de lo que ahí ocurre. El contenido de lo que ahí ocurre
se respeta absolutamente, así como la sabiduría del ser que está en ese proceso.
Cuando estuvo en Chile, al Dalai Lama le preguntaron, “¿ Por qué hay distintas religiones ?
¿ No debería ser una sola religión para toda la humanidad ?”. Y el respondió, “Todas las
religiones, en esencia, son iguales. Las religiones son distintas en su teoría respecto de la
realidad. Pero la esencia de toda religión es el amor y la compasión”. Es decir, un amor
impersonal -o, mejor dicho, transpersonal- que va hacia el otro a favorecer su felicidad, a
ayudar en el dolor, a acompañar en el paso de la vida. Compasión es acompañar en la
pasión. ¿ Qué es lo que es la pasión ? La vida. Y es ahí entonces que históricamente -y
también en lo personal- llegamos a otro espacio de descubrimiento: ¿ qué es lo que llamamos
"transpersonal" ? Nos vaciamos con el "no sé nada", con la relajación, con las maravillosas
técnicas corporales -que, justamente, nos llevan a descubrir lo mismo: que el cuerpo es
sabio-. Descubrimos que el cuerpo está lleno de tensiones y de miedos; pero en la medida en
que lo calmamos y vamos soltando toda su historia dolorosa, el cuerpo sabe hacernos
felices. En la medida en que nos vamos vaciando, va aflorando -desde el misterio- esta
aventura fascinante de irnos completando, de irnos haciendo plenos. Y en esa aventura
increíble, en ese viaje lleno de sorpresas, hay mapas, hay descripciones; la mayoría de ellas,
por supuesto, artísticas, literarias.
No puedo dejar de saludar al tercer viejo increíble: Carlos Gustavo Jung. A él, como a
muchos de nosotros, le pasan estas experiencias de consciencia, en que se le abre la
revelación del proceso humano. Tal como Jung, entramos en lo transpersonal, nos abrimos a
una receptividad en que recibimos, primero que nada, el tesoro de la humanidad: toda esa
memoria inconsciente que está en la profundidad de cada uno de nosotros. Y luego, la
expansión y revelación del universo mismo.
Indudablemente, todo parte del "no sé nada". Si no hago vacío dentro de mí, si no calmo
esta emisora cultural de opiniones, pensamientos y comentarios que todos tenemos prendida
adentro, el espíritu y el misterio no pueden arribar a nuestra consciencia. La terapia es, para
nosotros, parte central de esta aventura de descubrimiento de quiénes somos, y de este
movimiento -cada vez más artístico- hacia una plenitud, una belleza y una libertad. Gracias.
Ps. Alejandro Celis: Bien, vamos a interactuar un poco más con la Mesa ahora. Hay una
concepción que es usual dentro del mundo espiritual: la de un cierto tipo de sacerdocio. El
sacerdote es concebido como un intermediario con las fuerzas divinas, con las fuerzas
espirituales; y por lo tanto -desde un cierto punto de vista- puede ser considerado como
superior al común de los mortales. Y esa trampa del ego -de creernos superiores por tener
algún tipo de contacto- ha sido muy frecuente en la historia de la humanidad. Entonces, ya
que se ha hablado aquí de humildad, yo quisiera preguntarles a los miembros de la Mesa,
¿cómo la conciben? ¿En qué forma sienten que logran evitar la trampa de creerse superior al
otro, porque incursionan en la dimensión espiritual?
Ps. Consuelo Undurraga: Me llaman mucho la atención los puntos de acuerdo entre las
distintas presentaciones, porque justamente estamos tratando de llegar a algo que no se
encierra tan fácilmente en las palabras, no se encierra en los conceptos racionales. Me llama
la atención, por ejemplo, que el término humildad es enfocado desde distintos ángulos, y
que damos distintas pinceladas. Como, por ejemplo, el aceptar que no se sabe, el intentar no
controlar. El no intentar hacerse cargo, el ser canal. El ubicarse como un otro que busca
sentido. A mi juicio, ésas son distintas pinceladas que nos permiten ver, de una manera u
otra, este concepto, esta virtud, que nos parece tan central.
El otro punto que me parece está dicho de distintas maneras en todas las presentaciones, es
la importancia del presente -e implícita, quizás, la capacidad de asombro-. Para mí, es un
elemento esencial la disponibilidad al asombro en el espacio que se produce en el encuentro.
Este asombro puede llamarse también ser canal, puede llamarse capacidad amorosa, puede
llamarse capacidad de compasión. Asombro por lo que pasa o por lo que pueda pasar. Otros
puntos en que me sorprenden las coincidencias son el tema de los rituales y el de la
búsqueda espiritual en el trabajo. El tema del sufrimiento, el de pedir ayuda -visto desde
distintos ángulos: pedir ayuda a niveles no conocidos o dejarse interpelar por otros, que ven
la realidad desde otro punto-.
Ps. Luz María Alliende: Quisiera referirme a otro tema: pareciera que hemos dejado la
impresión de que la cosa terapéutica tradicional no era tan útil...y yo soy partidaria de usar la
tradicional -la que aprendimos en la Universidad- y la otra y las demás para hacer un todo
armonioso, porque todas estas cosas están ahí para servir.
Después tenemos, qué se yo... todo el inmenso aporte de la teoría psicoanalítica, con su
explicación de la relevancia de los problemas de la infancia, por ejemplo. Tenemos todo lo
que trae la terapia conductual, con las tareas para la casa -que son tan importantes, porque
después que la persona hace conciencia de lo que tiene o de lo que le pasa, tiene que llevar a
la acción nuevas conductas-. O sea, hacer que su insight se concrete. Y por supuesto, la
teoría gestáltica, la terapia gestáltica es como una maestra para enseñar a la gente a estar en
el presente, a conectarse con los sentimientos y con el desagrado. A no tenerle miedo a lo
que estoy sintiendo: “¿Qué estoy sintiendo aquí y ahora? ¿Qué me trae esa sensación?”.
Bueno, estoy sólo nombrando algunas de las que primero se me ocurren. En mi experiencia:
si puedo conectar mi conocimiento de terapias, de técnicas, de líneas ideológicas -que puedo
usar dependiendo de quién tengo al frente; por ejemplo, Terapia Racional-Emotiva con un
ejecutivo joven-, y permitir al mismo tiempo que entre y que yo pueda ser canal de cualquier
otra posibilidad que esté alrededor mío, y que las hay y que las llamo, y que vienen, bueno,
entonces la potencialidad de mi ayuda es mucho mayor. Porque estoy usando todo lo
concreto y práctico, más todo lo espiritual que me pueda ayudar... si estoy atenta y presente,
se puede hacer. A esto sumamos esos momentos misteriosos de que también se hablaba aquí,
que de repente pasan, simplemente pasan. No ocurren porque yo los esté produciendo, sino
que es algo energético que se produce entre el paciente y yo y la ayuda que llega en ese
momento y que permite que de repente, sin saber por qué, la persona se abra, la persona
entienda, la persona haga un cambio fundamental en su vida.
Ps. Alejandro Celis: Varias personas han mencionado cómo entienden la dimensión
espiritual. Todos han hablado de cosas muy cotidianas, siendo Eugenio y Consuelo quienes
han hablado de lo más cotidiano: de valores como humildad, como servicio, como una cierta
forma de trabajar que lleva lo espiritual a su vida cotidiana, alejando un poco la imagen de
que lo espiritual significa necesariamente irnos a los Himalayas. Nos acercamos, entonces, a
la posibilidad de que lo espiritual sea, quizás, una forma de vida, un algo que se nota en la
vida.
Sr. Thomas Heckel: Qué buena pregunta...Básicamente, el sexo es energía, y hay muchas
maneras de sentir esta energía, jugar con esta energía, canalizar esta energía. Pero el proceso
de convertir esta energía en algo que pueda expandir tu consciencia y producir un contacto
con tu espíritu, que pueda dar algo maravilloso a tu vida consiste en, básicamente, dedicar tu
sexualidad a tu desarrollo espiritual. Tratar de no separar las dos cosas. En mi trabajo, el
problema más grande se presenta debido a un simple concepto presente en las religiones más
activas en este país: la idea de que hay una separación entre la sexualidad y la espiritualidad.
Esa es, básicamente, una creencia antigua, y es nuestra responsabilidad como seres humanos
pensar, buscar y abrirnos a otra realidad: repensar esto.
Repensarlo: ¿ crees realmente que tu sexualidad no tiene nada que ver con tu espiritualidad ?
¿ En el momento del orgasmo, te sientes fuera de tu espíritu o dentro de tu espíritu ? ¿ Qué
sientes cuando hay una unidad tan profunda con otro ser humano: es algo fuera de tu
espiritualidad ? No creo. Seguramente no es el momento de entregar técnicas o datos de
cómo poder ayudarse a conectar ambas cosas; eso es, quizás, tema de otra charla. Pero lo
que quiero decir sobre esto es que cada uno puede experimentar con otra verdad posible:
que su sexualidad es su espiritualidad, es una manera de conectarse con el Universo, con el
amor eterno. Y mi consejo personal es tratar de unir su sexualidad con su espiritualidad,
dedicando este acto a su expansión, a su iluminación, a su sanación, y convertir el sexo en
algo sagrado en vez de algo sucio. Gracias.
Ps. Gonzalo Pérez: Quería agregar algo sobre el tema, desde otro lado. Por supuesto,
coincido totalmente con Tom, pero quería confirmar algo para muchos de ustedes.
Justamente en el proceso de activación interior, en el proceso de despertar espiritual gradual
que queremos favorecer, en ciertas etapas aflora a la consciencia una increíble intensidad
erótica y una simbología sexual desatada. Muchas personas muy espirituales, que se han
entregado a la oración, a la meditación, han llegado a veces a mí muy asustadas, porque
después de un par de años de misticismo pacífico, sublime, de pronto aparece una pasión
sexual. O simplemente sueños, diurnos y nocturnos, llenos de toda la crudeza primitiva de la
imaginería sexual.
Entonces, el tema es realmente crucial. Desde una perspectiva de plenitud espiritual, sin
duda que el gran tema es la integración, la unión de sexo y corazón. Cuando podemos
experimentar, vivenciar, en forma absolutamente integrada, corazón y sexo, estamos
accediendo a otro estado. Y termino con un comentario psicológico: el otro viejo increíble
sin el cual no estaríamos aquí -Sigmund Freud-, descubrió lo que descubrió. Y sus
descubrimientos son incalculables, de un valor que transformó todo: el inconsciente y su
funcionamiento. Pero ¿ dónde llegó ? A concebirnos a nosotros, seres humanos, en un
proceso constante de sublimación de la calentura. Porque ésa es su visión: machos y
hembras reprimidos, que desarrollan cultura simplemente porque no pueden expresarse en la
libertad del impulso -una concepción biologicista del ser humano y del inconsciente-.
Su discípulo rebelde, Jung, examinó aún más profundamente los mismos fenómenos del
inconsciente: los sueños y todas las experiencias irracionales. Y sobre todo, a él le pasaron
montones de cosas, y concluyó que el sexo es, también, símbolo espiritual, trascendental. El
falo y la vagina son símbolos primarios de las energías mismas del Universo. Y lo comprobó,
por supuesto: estudió todas las mitologías, todo el arte. Los dos símbolos centrales de todas
las culturas son la copa -o cáliz- y la espada -o falo-. O sea, toda esta presencia en nuestro
interior de imágenes con la crudeza corporal del sexo es una conexión con energías vivas de
nuestro ser, pero es también un llamado a desarrollar en nosotros la energía receptiva de la
copa y la energía activa de la espada. Sexo y espíritu tienen todo que ver.
Ps. Consuelo Undurraga: Yo simplemente quería ilustrar, a través del lenguaje, cómo se da
esa conexión en algunas culturas. A mí me encanta la expresión francesa para referirse al
orgasmo: la petite mort -la pequeña muerte-, como el momento privilegiado de un pequeño
paso hacia el más allá, hacia lo desconocido, hacia lo que queda por saber. No creo que en
castellano tengamos todavía -por lo menos en esta subcultura- una expresión tan decidora de
esta relación estrecha entre sexo y espíritu.
Ps. Gonzalo Pérez: En Chile hay una: a nivel popular, en el momento del orgasmo, dicen:
“¡ Vi a Dios !”.
Dr. Eugenio Urrutia: Bueno, yo creo que el sexo -como todos los temas a los que nos
hemos referido- soportan cualquier cantidad de lecturas. Yo también me voy a permitir una.
En Chile hay una expresión aún más popular, en que dicen “acabar” -y la idea queda muy
clara, aunque no en forma tan poética-. Recuerdo algo que decía Rajneesh: “La diferencia
entre los orientales y los occidentales es que, para hacer sexo, los occidentales invocan al
amor; y los orientales hacen el amor invocando al sexo”. Ese traspaso de esa pequeña
información produjo una gran liberación; produjo otros problemas, pero al menos produjo la
separación del tabú sexual. Se empezó a resquebrajar esta cosa de lo pecaminoso, de lo
terrible, de lo sórdido, en fin.
Y una vez más, yo creo que la razón ayuda aquí: si el sexo -y yo concuerdo con Tom y los
demás- si el sexo está ligado al amor, no hay ningún problema; si el sexo se desprende del
amor, se va a la lujuria, y ése es el problema que generó tanto conflicto con la religión.
Ahora el nuevo paso, creo yo, es el reconocimiento de que una cosa tan objetiva para todo
el mundo -como es su sexualidad- es una energía -de éstas de las que hablábamos un ratito
atrás- persistente, permanente, de la humanidad, que se puede usar de diferentes maneras.
En todas las culturas hay diferentes rituales: la iniciación, la abstención -no moral, sino
espiritual-, toda la tradición hindú de la kundalini, el despertar de los chakras. ¡ Claro que se
puede jugar con eso ! Y hay información suficiente y se cambian los estados de consciencia:
por algo se planteaba que los sacerdotes fuesen célibes.
Pero lo que yo quería apuntar es a lo siguiente: que uno de los problemas que yo veo en la
cultura contemporánea -en que nos estamos abriendo de nuevo a este mundo desconocido-,
es que sabemos un montón de cosas de las que no sabemos si son ciertas o no, y
desgraciadamente tenemos que acudir a experiencias personales, lo que a mi juicio no valida
nada.
Hay otra pregunta que tampoco quiero dejar fuera que dice: "¿ Qué hacemos por tener más
ingerencia en decisiones estatales; asesorías, Congreso, etcétera, y/o extender a otros
estratos sociales la ayuda terapéutica ? Y hago la observación, que no es necesario
siempre el contar con un maestro espiritual, guía o viejo (siempre se va en camino)".
¿ Quién desea comentar ?
Ps. Consuelo Undurraga: Yo creo que la experiencia nuestra es un esfuerzo en ese sentido:
incorporar esta dimensión en un Servicio que pretende atender a gente que no tiene acceso a
las consultas privadas. Ahora, es un desafío, porque se encuentra uno con dificultades
bastante grandes: dificultades a nivel administrativo, dificultades en términos de difusión.
Pero lo que hemos hecho hasta ahora es intentar acompañar a tres mil personas en el
proceso en que están. Yo creo que somos, la mayoría que estamos aquí, psicólogos,
psiquiatras, pero también somos ciudadanos. Yo creo que podemos influenciar a través de
nuestras organizaciones, a través de los partidos políticos -los que participan activamente- y,
bueno, no creo que me corresponda a mí opinar en ese sentido. Pero me parece que no
tenemos que concebirnos solamente como terapeutas, sino que, también, como participantes
de una comunidad, como ciudadanos.
Dr. Eugenio Urrutia: Yo quisiera agregar, que, además, la realidad está hoy planteando
problemas nuevos: por ejemplo, la droga. El problema de la droga hoy día, creo que es
como que la gente se pone una iglesia lo más cercana posible. La gente que usa la droga está
buscando, obviamente, algo espiritual. Está desesperada, y eso es lo que tiene la droga; ésa
es su pequeña iglesita.
Así es que la sociedad está dando avisos de que estamos en una crisis espiritual más o menos
importante. Algo nos falta. Algo grande nos falta. Uno de los intentos psicoterapéuticos...
nosotros creemos mucho más en un esfuerzo pedagógico, de prevención, de enseñar y de
aprender junto con los otros, rápidamente, a sobrellevar las dificultades que esta cultura
contemporánea nos está poniendo. Lo que yo quiero decir es que no es lo mismo cómo se
usa la droga hoy día, que cómo se usaba hace mil años atrás, quince años atrás. En los años
veinte, en los años treinta, en los años sesenta -cuando surge el mito-, es realmente una cosa
liberadora, una apertura de consciencia, y a mucha gente le cambió la vida con eso. Pero
resulta que hoy día, la gente joven es polidrogadicta en forma violenta. No están
expandiendo su consciencia, sino que se están tirando a partir, a reventarse. Yo creo que es
un problema realmente espiritual.
Ps. Luz María Alliende: Aquí hay una pregunta que parece ser una afirmación. Dice: "No es
necesario siempre contar con un maestro espiritual, guía o viejo (siempre se va en
camino)". Si es pregunta, yo estoy de acuerdo: no es necesario contar siempre con un
maestro espiritual, guía o viejo. Ahora, mi experiencia ha sido la siguiente: he caminado
trechos del camino sola y otros con mi Maestro, y tengo que decir que sin Maestro espiritual
habría muchas instancias experienciales, muchas verdades a las que nunca habría accedido
sola, por la sencilla razón de que están más allá de lo que yo habría podido imaginar o intuír.
Sr. Thomas Heckel: Hay ciertos peligros al poner demasiada importancia en las creencias
de otra persona. Específicamente, un maestro, o una persona -digamos- iluminada, porque
es tan personal. Y las creencias son, más bien, limitaciones. Entonces, cada vez que tú entras
en contacto con alguien que puede tener más sabiduría, experiencia o madurez, y comienzas
a tomar las creencias de esta persona, sin sentirlas, sin formar un real contacto íntimo con
estas creencias, tú estás aceptando una limitación. Y mi sugerencia es, realmente, escuchar a
todos, pero siempre tener su corazón, su verdad. Y necesita el coraje de tener una verdad
que es un poquito diferente a la de la persona que está a su lado. Una verdad diferente a la
de un maestro, un guía, a la de una persona que yo pienso que está iluminado.
Es, simplemente, recordar que es necesario, para poder encontrar tu propia espiritualidad,
ser diferente, tener confianza en lo que tú sientes y formar tu propia verdad en tu corazón.
Porque finalmente, toda esta dimensión de espiritualidad, es nada más que una formación de
creencias. No son verdades: son creencias, no más. De modo que finalmente, las creencias
son limitaciones. Y tenemos que liberar todas las creencias. Pero igual hay varias creencias
que pueden servir para ayudar a formar su sendero y encontrar su felicidad. Pero, por favor,
tengan cuidado con este fenómeno de aceptar cualquier creencia de otra persona, porque las
creencias son, finalmente, limitaciones.
Ps. Alejandro Celis: Hay una última pregunta para Tom: “En una charla dijiste que el
cambio en el planeta iba a provenir de los empresarios y luego de los políticos. ¿Cómo?”.
Sr. Thomas Heckel: Lo primero: eso es mi creencia, no es una verdad. Pero mirando el
desarrollo espiritual de los últimos veinte años, podría decirse que primero se incorporó la
gente más receptiva, la que tuvo la visión de rechazar todos los patrones y creencias de la
sociedad: básicamente, los hippies en los 60. Se produjo una cierta perspectiva de que
estamos en una unidad, que somos todos hermanos, que somos seres de luz, que estamos
aquí para compartir amor. Luego, en los 70, un segundo grupo -las mujeres- incorporaron
mucho de este conocimiento. Ellas tuvieron su consciencia muy abierta; estaban muy
aburridas de lo que estaba pasando en este mundo de destrucción y adoración del
dios/dinero, y pensaron buscar diferentes formas de expresar su espiritualidad, su amor, su
unidad. Y este grupo realizó un gran esfuerzo por echar a andar el movimiento espiritual en
el planeta.
Y por supuesto, en los 80, con la inspiración de los hippies y las mujeres, esta energía se
focalizó, más que nada, en una categoría de gente -jóvenes, buscadores- que no había
formado sus propias creencias sobre este mundo: gente que buscaba algo diferente. Ellos
formaron una unidad con los hippies y las mujeres para generar una ola de transformación
en este planeta.
Y ahora, los últimos van a ser los políticos, los científicos y los negociantes; ellos han estado
muy alejados de su sendero en sus creencias, en sus verdades. Ellos vienen manejando esta
sociedad, y ahora nos estamos acercando a un punto crítico: es obvio que necesitamos
cambios de perspectiva en nuestra consciencia, nuestra manera de pensar y compartir. Y de
repente, como una luz, están despertando los más densos: los negociantes, los científicos y
los políticos. Así que para mí, ellos no son los primeros, pero están en una tendencia en que
nos estamos realmente acercando a un punto en que podemos entrar en otra realidad
colectiva y espiritual.
Ps. Alejandro Celis: Bien; queda solamente agradecer a Eugenio, Consuelo, Luz María,
Tom y Gonzalo su participación, y a ustedes por su presencia. Gracias.
****
Introducción al Cap. 7
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El siguiente capítulo fue la última Mesa Redonda del Encuentro; y, como tal, fue tanto un
testimonio de recorridos personales como la ocasión para evaluar el desarrollo del evento.
La Mesa reunió a cinco psicoterapeutas de adultos, moderados por Marisol Susaeta: los
psicólogos Soledad Gatica, Marta Huepe, Alex Kalawski y Alejandro Celis, y el Médico
Psiquiatra, Dr. Arturo Mardones.
Vio que se trataba de un joven; y que el joven no bailaba, sino que se agachaba para
recoger algo y suavemente lanzarlo al mar. A medida que se acercaba, saludó: “¡ Buen día
! ¿ Qué está haciendo ?”
El joven hizo una pausa, se dio vuelta y respondió: “Arrojo estrellas de mar al océano”.
“Supongo que debería preguntar, ¿ por qué arroja estrellas de mar al océano ?”, dijo
Eiseley.
La respuesta sorprendió al hombre; se sintió molesto y no supo qué contestar. Por lo tanto,
dio media vuelta y regresó a la cabaña a escribir. Durante todo el día, mientras escribía, la
imagen del joven lo perseguía; intentó ignorarlo, pero la imagen persistía.
Finalmente, al caer la tarde, se dio cuenta de que a él, el científico, él el poeta, se le había
escapado la naturaleza esencial de la acción del joven: se dio cuenta de que el joven había
elegido no ser un mero observador en el Universo y dejar simplemente que pasara ante sus
ojos, sino que elegía participar activamente y dejar su huella en él. Se sintió avergonzado.
Esa noche se fue a dormir preocupado.
A la mañana siguiente despertó sabiendo que debía hacer algo. Se levantó, se vistió y fue a
la playa, y encontró al joven; y junto a él pasó el resto de la mañana arrojando estrellas de
mar al océano.
Concluye Barker: Las acciones del joven reflejan algo especial en todos y cada uno de
nosotros. Todos tenemos la capacidad de contribuír algo al Universo; y si, como ese joven,
descubrimos ese don, lograremos, con la fuerza de nuestra Visión, definir nuestro destino.
Ese es vuestro desafío; y es mi desafío. Cada uno debe encontrar su estrella de mar; y si
arrojamos nuestras estrellas bien y sabiamente, no tengo dudas de que el siglo XXI será un
lugar maravilloso.
Recuerda: una visión de futuro sin acción es simplemente un sueño; una acción sin visión
de futuro carece de sentido; una visión de futuro puesta en práctica, puede cambiar al
mundo.
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CAPITULO 7
SER TERAPEUTA HUMANISTA Y TRANSPERSONAL, HOY
Ps. Marisol Susaeta: Estamos en la Mesa final de este Encuentro, y estoy super bien
acompañada de antiguos -no por viejos, pero sí antiguos- terapeutas humanistas y
transpersonales. Las preguntas de las que se pensaba hablar en esta Mesa tienen que ver con
¿ qué significa para cada uno de ellos ser terapeuta humanista y transpersonal?, y ¿cuáles son
los actuales intereses y preocupaciones en el quehacer terapéutico desde la perspectiva de la
corriente que ellos están viviendo?
Marta Huepe, psicóloga clínica, también de la U. Católica. Ella es una de las pioneras en el
trabajo corporal en Chile, y ha tenido una fructífera relación con Claudio Naranjo.
Actualmente, trabaja como terapeuta Fischer-Hoffman.
Bueno, la verdad es que yo terminé la Escuela hace 21, 22 años -me recibí mayor- y para mí
esa frase de que no sabía nada, era una certeza. No era algo que yo tuviera que repetirme.
Más bien, yo tendría que haberme repetido la frase inversa. Y en esa ansiedad y esa angustia,
junto con otras situaciones vitales mías, fui a dar donde una maravillosa mujer que,
claramente, cambió mi vida. Gonzalo hablaba ayer de los grandes "viejos" en la psicología.
Luz María, en un momento, habló de su Maestro. Yo no me atrevería a hablar de "mi
maestro", porque creo que aquí mismo vendría la Lola y me pegaría si yo me atreviera a
hablar de ella como mi maestra. Nada le parecería peor. Y sin embargo, para mí y para
muchos de nosotros, Lola Hoffmann fue, claramente, una marca en nuestras vidas.
Con la ansiedad de haber salido de una Escuela, y de estar segura de que yo no sabía nada,
partí y golpeé puertas, y hablé con Lola. Y desenrollando mis propios rollos personales, le
pedí, literalmente, que por favor me diseñara un plan de estudio. Una especie de bibliografía,
como Psicoterapia I, Psicoterapia II, Psicoterapia III: que me enseñara esto de lo cual yo me
sentía tan carente. Y la Lola, con la sabia sencillez y profundidad que ya tenía, me respondió
en forma muy simple: "Soledad, tú tienes que leer lo que contigo resuena. Lo que contigo
resuena va a ser tu propia vida, va a ser tu instrumento para contactarte contigo, y para
poder contactar con otros". Lo que con uno resuena...
Muy impactada, yo escuchaba hoy día, en la Mesa redonda anterior, las cuatro melodías
distintas, y claramente resonaba con cada una de esas personas. Y cómo esas melodías los
habían llevado a búsquedas tan fuertes, tan violentas, tan importantes, en las cuales cada uno
estaba comprometido. Yo les pediría que estén atentos a lo que con ustedes resuene de lo
que yo voy a decir. Nada más tiene ninguna importancia. Lo que vamos a fijar en nosotros, a
la larga, es lo que con nosotros resuena.
Bueno, con Lola iniciamos un camino de muchos, muchos años. Esto debe haber empezado
hace unos 18, 19 años, hasta que ella murió. Y junto con mi terapia individual, fuimos
haciéndonos amigas, junto con un grupo de personas. Y participamos en muchos, muchos
grupos. Participamos con Ruby Dussaillant, Virginia Espinosa, Martita Hermosilla, Viola
Espínola, en fin; se me escapan personas, muchas psicólogas de todos ustedes conocidas.
Aventuras larguísimas, talleres de sueños. Por esa época se publicó la traducción de Lola del
I Ching. Aprendimos con ella, en muchos talleres de I Ching. Estudios, grupos de estudio.
Estudiamos el Evangelio según San Juan -fue el último trabajo que hicimos, cuando ella ya
estaba bien enferma.
Y en una de estas "voladas", le pedimos a Lola que por favor nos hiciera aquello que los
jóvenes hoy día llaman "asesoría". Vale decir, que tuviéramos reuniones clínicas con ella,
donde nos ayudara a entender estos procesos que estábamos viviendo con los pacientes.
Lola se resistió un poco. Ella tenía la sensación de que su intuición terapéutica estaba con la
persona que tenía al frente. Pero finalmente accedió, y empezamos a tener una reunión
semanal -ella vivía aún en la calle Pedro de Valdivia-, para contarle y contarnos nuestros
casos -me carga hablar de la palabra "caso"-, la situación que estábamos viviendo con
pacientes, y a buscar su sabiduría para que nos iluminara.
Y fue en una de estas reuniones donde se inició para mí todo un proceso, que es el que
quisiera hoy día con ustedes compartir. Recuerdo una reunión donde yo planteé una
situación terapéutica que estaba viviendo, en la cual me sentía bien empantanada. Yo sentía
que, desde mi perspectiva, yo había tratado de hacer y de comprender, y de usar todas las
variables que me habían sido enseñadas, y claramente no pasaba nada. Preparé -como buena
alumna y lo mejor que pude- una presentación, una buena anamnesis, estructura de
personalidad del paciente, personalidad pre mórbida, aparición de síntomas, evolución de
síntomas, etcétera, etcétera. Todas aquellas cosas que sabía, las dije tratando que tuvieran
peso. Lola me escuchó en silencio, con el respeto con el que ella siempre escuchaba. Y al
finalizar mi presentación, me dijo: "Oye Soledad, ¿ tú amas a ese paciente ?" De golpe y
porrazo, todo lo que había sido mi presentación fue claramente cambiada de foco. Todo este
pensamiento de segmentar, dividir, analizar, entender, fue cambiado a un polo infinitamente
más receptivo, más profundo, más holístico, que es esa pregunta hecha hace alrededor de
veinte años atrás: "¿ Tú amas a ese paciente ?"
Con los años, elaborar lo que significa "amar" a ese paciente, y unirlo claramente a la
posibilidad de sanación en una situación terapéutica, para mí es una experiencia día a día,
cada vez más válida, más importante y más tangible. Y es un gran desafío -que me tomo muy
en serio- cuando trato de ayudar a alguien. Ahora bien: "Esto no puede ser, no es cierto; yo
entro, pongo cara de, acojo a, me voy y cambio". ¿ No ? Yo tengo la sensación de que en
una psicoterapia como la que hemos hablado aquí, como la que hablaba ayer Luz María, es
algo que permea nuestra vida. Es una actitud de vida. No sólo es una forma, una técnica, o
un rol que yo asumo cuando estoy frente a otro.
Como actitud básica, siento que este amor del cual estoy hablando, es bien exigente. Por un
lado, tiene una gran exigencia conmigo en la situación terapéutica, en cuanto a ser capaz,
con humildad, de reconocer mi verdad. Yo quisiera, en el desarrollo de mi vida, poder llegar
a amar a muchas más personas de las que he podido. Pero la verdad es que sería una mentira
decir que lo hago. No es así: no amo a todo el mundo. Y esto va mucho más allá de las
simpatías o de las antipatías. Puede haber una persona tremendamente antipática para mí y
que yo ame profundamente, aunque sea insoportable; y sin embargo, puedo amarla.
Pero esta exigencia de verdad conmigo misma hace que yo tenga que tener mucha claridad
con quiénes puedo, y con quiénes no puedo trabajar en situación terapéutica. Si en lo
profundo de mi ser, yo no tengo una apertura a este amor, que no es sensible, que no es esta
cosita rica, de caramelo, sino que es saber que no puedo abrir-me para recibir al otro,
simplemente -en una forma muy respetuosa- tengo que sugerirle a la persona que yo no soy
la persona indicada para ayudarla, que hay muchas más personas que pueden trabajar
profundamente con ella e indicarle caminos. Ser verídica conmigo, dejar la omnipotencia de
lado y saber, y conocer, y tratar de hacerme amiga de mis limitaciones. Pero partir de la base
que las tengo, y no creerme el juego de la omnipotencia que todo lo puede, porque
claramente no es así. Ese es mi primer paso en esta búsqueda, en esta exigencia de "amar al
paciente". Exigencia de un profundo respeto por el gran tesoro que es la persona que llega a
buscarnos.
"No perder la capacidad de asombro", decía alguien ayer. Cada persona que llega a vernos
llega muy asustada. Llega recontra asustada a hablar sobre sí misma. Yo atiendo desde lolas
de 22, 23 años y, fundamentalmente, hombres y mujeres adultas. Es un gran tesoro que se va
a abrir frente a nosotros. Amar al otro significa una tremenda actitud de respeto que no está
en los contenidos. La persona puede llegar entrampada en situaciones domésticas, hasta en
situaciones que, en teoría, podrían ser mucho más profundas. Y sin embargo, el nivel de
dolor y de dificultad con que llega es exactamente el mismo. Acoger ese gran tesoro tiene
que ver con el amor.
Yo creo que el proceso de ayuda al otro se genera en esta instancia de acogida, de amor.
Hay algunos momentos de la terapia -de los que he leído mucho-, que yo llamo "un gran
encuentro". Pareciera ser que hay muchas cosas que preparan ese momento. Quizás uno ha
estado hablando de cine, de películas, del tiempo, de lo que apareció en los diarios; de
cualquier cosa. Y sin embargo, esta corriente sumergida, que es lo que realmente está
transformando el proceso en un proceso terapéutico, con o sin técnica, produce momentos
de apertura, donde se encuentra algo muy profundo del paciente con algo muy profundo,
también, del terapeuta. Y es en esos momentos de encuentro donde algo mágico sucede. Y
esto mágico, claramente, alivia, da un insight, ilumina al paciente. Pero yo creo que debería
decir -y ésta es mi experiencia-, que re-crea al terapeuta por igual. O sea que esta
iluminación en teoría va para allá, pero esta energía vuelve para acá también. Y ambos
salimos recreados por una expansión del campo de conciencia y con una energía distinta, de
estos grandes momentos de encuentro que se dan en el proceso terapéutico.
Para lograr todo esto -estoy muy de acuerdo con lo que hablaba ayer Luz María-, creo que
este amor también se manifiesta en un compromiso con tutti con la persona que nos llega a
consultar. Este compromiso significa que si, para contactarnos, tengo que gastarme no sé
qué cantidad de tiempo viendo una teleserie que yo no he visto nunca en la vida... lo hago,
no me importa. Mi labor es tratar de buscar todas las formas posibles para contactar ese
mundo, ese tesoro que viene a abrirse delante mío. Y para eso creo que no hay que hacerle
asco a ninguna técnica, a ninguna forma. Tengo una orientación clara, una forma de mirar la
situación que se me viene a presentar, que va en la línea Junguiana, por haber pasado varios
años estudiando Jung. Mi trabajo es generar esta corriente profunda en que la persona se
sienta comprendida, entendida, y que yo realmente la entienda. Esto no es un juego. Y aquí
me da lo mismo por dónde llegaremos al tronco.
Muchas veces, la persona que viene a consultarnos llega como a una posta de primeros
auxilios. Ya el agua le llegó al cuello, y obviamente eso es lo que busca. Busca una ayuda en
estos primeros auxilios, como nosotros vamos a urgencia en la noche, cuando algo nos duele
mucho. Eso es muy respetable, tremendamente respetable, y eso lo buscamos en una primera
instancia. Pero no creo que trabajando con personas adultas -desde mi perspectiva-, no
tengamos la obligación, en forma muy respetuosa, en forma muy dulce, en forma muy seria,
de abrir una ventana hacia algo que vaya más allá del metro cuadrado en que se mueve la
persona que nos está consultando. La persona puede tomarlo o dejarlo, no importa. O, a lo
mejor, lo deja ahí y lo retoma diez años después. Y se encuentra con uno en la calle y dice
"Oye, Soledad, lo que hablamos esa vez, no te escuché pa'ná, pero después me acordé".
Siento que cuando trabajamos con personas adultas no podemos dejar, de alguna manera, de
tocar aquello que podríamos llamar "la trascendencia", aquello que podríamos llamar
"espíritu": abrir una ventana de lo que va más allá de lo inmediato, de lo que la persona
busca -legítimamente- solucionar. ¿ Qué sería el espíritu para esa persona ? El espíritu sopla
donde quiere para cada uno. Pero yo creo que es, justamente, un respeto por el amor, abrir
un camino que vaya a conducir a un Amor, con mayúscula, que finalmente es como yo
concibo lo que es realmente espiritual en el ser humano.
Siempre he pensado que en este mundo hay dos grandes sesgos: la persona que hace muchas
cosas, que nunca se responsabiliza de ellas, y que luego nunca siente culpa, y las personas
que nos responsabilizamos tanto de todo, y luego nos sentimos muy culpables de todo.
Bueno, éstos son los que consultan. De ahí es que yo creo que el trabajo terapéutico también
pasa, para poder llegar a este ámbito amoroso, por el perdón. El perdón de nosotros con
nosotros mismos, y el ayudarnos juntos a irnos perdonando todo aquello que ha sido parte
de nuestra historia, para poder así amar.
Y termino repitiendo un verso de alguien que todos conocemos, pero que para mí ilustra
muy bien lo que quiero decir, y quisiera que juntos pensáramos con Violeta Parra cuando
ella dice lo siguiente:
Gracias.
Ps. Marta Huepe: Quiero compartir con ustedes que he sido fóbica toda mi vida a esta
situación, y que no entiendo por qué estoy aquí. Supongo que algún día lo entenderé, como
pasa con todas las cosas de mi existencia: de pronto voy fluyendo en espacios que no
conozco, sin comprender nada, y sigo, llevada como por un dedo; y finalmente llego adonde
quiero llegar, donde he buscado llegar, desde siempre.
Quiero pedirles disculpas también, porque tengo un resfriado, una gripe, que no sé si es
psicosomática o somatopsíquica 9(risas). Pero tengo bastante tos; por favor, discúlpenme. Y
por la misma razón, quiero ser bien breve. No solamente por mi resfriado, sino además
porque comparto la misma experiencia de todos nosotros: ¿ de qué hablo, si ya se ha dicho
todo ? Hablaba con Arturo y le decía "Arturo, no tengo nada qué decir". Bueno; creo que el
estar aquí, también tiene que ver con una edad. Con haber pasado por la vida, con haber
tenido experiencia, con estar en la posición de entregar y contar lo que uno considera
importante. Lo que yo considero importante decir en una situación como ésta.
Salí de la Escuela de Psicología en la misma situación que dice la Sole, pero con una
angustia, no sé si mayor. ¡ Yo tiendo a pensar que es mayor que cualquiera ! Pero el asunto
es, ¿ qué hacer con esto ? La idea que se me transmitió es la de la terapia vertical, en la que
yo tenía que saberlo todo, y había una persona adelante que no sabía nada: ¡ un enfermo !
Bueno, esto simplemente me alejó de mi vocación irrenunciable por muchos años. Me fijé en
los niños, que eran más fáciles. En definitiva, terminaba con los padres: o sea, no había otra
alternativa. Me fui a buscar en la sicología social. Me fui a México, exploré. Y finalmente, en
los cambios de mi propia vida, aterricé en lo que siempre supe que era mi misión: trabajar
con otros ayudando en el camino hacia la sanación.
¿En qué consiste este cambio? Básicamente, para mí, es la transición desde una condición
dormida a otra condición despierta. A un despertar de la conciencia. Desde un "yo" interior
condicionado, que habitamos habitualmente, automáticamente, la mayor parte de los
seres en este planeta -un "yo" egótico, un "yo" automático-, a un "yo" superior. A esa
"esencia" de la que hablaba Gonzalo Pérez, que es el ser que realmente somos. Entonces,
transitar desde la personalidad neurótica o el carácter neurótico hacia la Esencia, es el
9
Alcance humorístico referido a una pregunta del público del día anterior (Nota del Editor).
trabajo que yo hago. En ese sentido, me siento como "partera". No tengo que hacer nada yo:
realmente, es como estar ahí, con la apertura necesaria, la intuición, la inspiración, para
hacer lo que esa persona necesita en el proceso de "parirse a sí misma".
El tránsito es, entonces, desde la experiencia dolorosa de la falta de ser hacia ese espacio de
ser que todos anhelamos. Yo soy básicamente optimista, y esta esperanza parece ser
compartida por muchos. Hay muchos signos, desde hace bastante tiempo, en el planeta. Está
el Movimiento del Potencial Humano, está toda esta cosa de la Nueva Era. Y entonces, yo
quiero detenerme un instante a agradecer que estemos todos juntos aquí; porque en realidad,
nos estamos juntando los pájaros de las mismas plumas, para identificarnos como parte de
un movimiento, de una contra-cultura. Le agradezco al Universo, a la vida, que esto esté
pasando.
Hace unos dos años atrás, en una mesa de un café con Alex, hablábamos de la necesidad de
juntarnos los terapeutas humanistas transpersonales. Entonces, quiero expresar mi gozo
infinito de que esto esté finalmente pasando, porque durante muchos años muchos nos
sentíamos como "Toribio el náufrago", en una soledad total, no solamente condicionada por
lo que pasó en este país, sino por lo que estaba realmente pasando en el planeta. Entonces,
ahí vamos. Tengamos esperanza, tengamos fe. Podemos hacer cosas.
Este Renacimiento del cual percibimos algunos signos, esta búsqueda que está dado frutos,
siento que está centrada en una revolución de la conciencia. En una búsqueda de lo espiritual
y en una sanación en lo psicológico. Una sociedad sana como la que necesitamos está hecha
de individuos sanos. Entonces, siento que nuestro papel como terapeutas, como agentes de
cambio, es simplemente enorme. En fin, realmente, no quisiera dejar pasar la oportunidad de
que reflexionemos un instante en la profundidad de la tarea, en la urgencia de la tarea. En la
emergencia de nuestro actuar. Entonces, como psicoterapeutas, tenemos un gran papel.
Podríamos pensar, entonces, que un terapeuta humanista transpersonal hoy, tendría que ser
un individuo sano. Y aquí quiero hablar de una experiencia muy personal mía, que también
me mantuvo lejos de mi vocación irrenunciable. Y es esta idea de ser sanos. Si yo tuviera
que ser sana, no podría haber hecho terapia nunca: ser perfecta, o ser sana, es una situación
que va y viene. Yo quiero decir esto como consuelo a la gente que empieza en el camino,
porque podemos ayudar a otros sólo por haber dado el primer paso en el camino. Entonces
podemos ser, en una situación absolutamente horizontal, como hermanos mayores que
pasamos un ratito antes por ahí. Y podemos ir alumbrando con una lamparita por aquí, por
acá, y mostrando, de tal manera que la gente pueda contactar con su propia esencia y sea
capaz de desarrollar su propia capacidad terapéutica para caminar en la vida.
La idea de trabajar lo psicológico es poder llegar al matrimonio interior, que es, finalmente,
el comienzo del amor. En este momento, me viene la imagen de una escultura de Tótila
Albert, en la que está representada de una manera increíblemente bella la unión de lo
masculino y lo femenino al interior de la psiquis de hombres y mujeres. Y él dice a
continuación, "el nacimiento del "yo" es el comienzo del amor". Entonces, claro, el amor es
algo que todos buscamos, pero ¿ cómo se hace ? Yo tengo el convencimiento fundamental
de que la admonición de ser amoroso no funciona porque sí. Hay un camino que hay que
seguir para restaurar la capacidad amorosa. Y eso pasa por aclarar el pasado.
Por mucho tiempo, dudé si realmente era necesaria la terapia psicológica -o si uno podía
simplemente, a través del camino espiritual, seguir avanzando y estar amorosamente consigo
mismo y con los demás en el mundo-. Todavía no tengo la respuesta, pero sí pienso que para
un terapeuta el camino de la limpieza de lo psicológico es fundamental. Y con respecto a
eso, yo adscribo a un método muy eficiente, que muchos de ustedes conocen -y necesito
hablar de eso como terapeuta Fischer-, y es el método Fischer-Hoffman. Yo hice este
Proceso en cuatro meses. Muchos lo hicieron en seis meses. Y Claudio Naranjo, que le dio
la forma original de trece semanas, lo hizo y lo ha estado haciendo en España, en México y
en muchos países, en una forma sintética en un proceso de cuatro días. Que, créanme, es
extraordinariamente poderoso y eficiente. Se puede trabajar la limpieza de lo psicológico
con esa rapidez, con esa eficiencia -que es la que exige, por lo demás, la urgencia de los
tiempos y la vertiginosidad en la que va todo-.
Me falta una cosa muy importante, que es lo comunitario. Ayer eché de menos haber
escuchado más las experiencias de Weinstein, de Gissi, con respecto a lo comunitario. Pero
hay algo que dijo Gissi que quiero tomar. Dijo "No podemos hablar de terapia", y yo digo,
¿ por qué no podemos hablar de terapia en una comunidad, si el sufrimiento es de todos
nosotros ? ¿ No somos acaso, todos los seres humanos, víctimas del propio predicamento,
que es el predicamento humano ? Entonces, pienso que más y más, nosotros los terapeutas
deberíamos encontrar la manera fácil de hacer terapia a nivel comunitario.
Y por último, lo chamánico. En la formación de los terapeutas, quiero mencionar lo
chamánico como la primacía de la creatividad individual, más allá de la tradición: estar
abierto a recibir la inspiración, y hacer cosas más allá de las que hemos aprendido, o de las
que hemos leído en los libros. Entonces, estar abiertos a eso; teniendo siempre presente, a
propósito de lo chamánico, que lo importante en lo que hacemos es el contagio o la
transmisión de conciencia. Eso es todo. Gracias.
Ps. Alejandro Celis: Quiero ser breve. Me siento muy contento de que esto haya pasado,
que nos hayamos juntado todos. Que nos hayamos metido en todos los temas en que nos
hemos metido. Que todos hayan hablado de las cosas que realmente hacen, sin adornarlas
con lenguaje académico. Estoy muy satisfecho por eso, porque estemos todos juntos aquí,
los que nos conocíamos de antes y los que no. Quiero agradecer también a los alumnos, que
han trabajado muchísimo durante estos tres días. A Leonardo Villarroel, Director de la
Escuela de Psicología, por todo el apoyo que logró extraer de la Universidad Central.
Muchísimas gracias, Leonardo (aplausos).
Bien; me gustó muchísimo la Mesa anterior, la de las “situaciones límite", porque sentí que
las personas que participaron vivían personalmente una situación límite. El hecho de estar
viviendo en situaciones extremas con otros seres humanos los hacía a ellos especialmente
intensos. Y cuando nos preguntamos qué es lo que es ser psicoterapeuta humanista
transpersonal hoy, yo recuerdo esa misma intensidad que ellos trajeron a esta Mesa, y diría,
"intensidad". Intensidad, no sé si necesariamente en los temas que ellos trajeron. Ellos se
reflejan en sus temas; pero en lo que uno elija hacer, lo que sea lo de uno: intensidad. Eso es
lo que yo creo que resume, para mí, lo que es ser psicoterapeuta humanista transpersonal.
Muchas veces nos quedamos en la crítica pasiva, en denunciar cosas desde afuera: en decir,
“las cosas deberían ser mejores”. Y nos quedamos en eso, no le agregamos el ingrediente de
participar en lo que nosotros estamos criticando, metiéndonos hasta el cuello en la realidad
que queremos cambiar. Entonces, ya sea en la consulta, ya sea en el trabajo con drogas, ya
sea en el trabajo con alcohólicos, en la muerte o donde sea, siento que nos hace falta
intensidad.
Ahora bien: otra manera de decirlo es que creo que todos hemos sido criados en una actitud
fóbica con respecto a la vida. Evitamos. Evitamos la intensidad. Evitamos hablar de la
muerte. Evitamos hablar de nuestras emociones. Evitamos hablar del dolor. Evitamos casi
todo lo que vale la pena, creyendo que nos va a remover excesivamente, que no vamos a ser
capaces de manejarlo. La verdad es que creo que la mejor escuela que cada uno tiene es su
propia vida. Y las cosas que uno vive: separaciones, dolor, muerte -o las que sean, puede
ser menos dramático que eso-: si uno se atreve a vivir intensamente, en profundidad, lo que
le está pasando, tendrá la mejor escuela para aprender a vivir.
Creo que muchos de los que estamos acá nos hemos sacado la cresta en la vida. Hemos
vivido lo que teníamos que vivir; cuando la vida nos ha mostrado cosas o nos ha traído
sorpresas que no esperábamos -como suele ocurrir-, hemos tratado de digerirlo lo mejor
posible, y enfrentarlas. Y, aún a posteriori, a veces años después, uno viene a elaborar algo
con lo cual, en su momento, no supo qué hacer, se vio sobrepasado. Pero es importante
procesar eso, cerrar esa gestalt, porque si no, vivimos en la anestesia. Y no tenemos esta
intensidad, que yo considero que tan importante.
Quisiera mencionar brevemente otros dos temas que me parecen importantes. Yo estoy
sumamente inquieto por la formación de los psicólogos en este momento. Siento que es
generalizada la idea de que los psicólogos se forman con bibliografía. Todos los alumnos
gritan al unísono, diciendo "¡ Queremos otra cosa !". Ellos no saben lo que quieren, porque
cuando uno les ofrece esa otra cosa, resulta que también alegan, y no les gusta. Ahora,
nosotros somos cómplices de eso también. Les estamos rellenando la cabeza con
bibliografía, y cuando no les damos bibliografía, ellos lo sienten poco serio -la verdad es que
la docencia universitaria no me está resultando muy gratificante ahora último-. Pero sin
embargo, los que llevamos algún trecho en esto, sabemos que lo que ellos necesitan
realmente, a la salida de la Escuela, es otra cosa, no bibliografía.
Pero de momento, seguimos siendo cómplices. ¿ Cómo ? Por nuestro propio temor de no
ser aceptados, de no poder justificar en forma racional -el idioma aceptado universalmente-
lo que hacemos, cómo lo hacemos y qué intentamos al hacerlo. Seguimos intentando
explicar o justificar en términos matemáticos la inmensidad del espíritu humano, sus
profundidades insondables...aún cuando todos los grandes fundadores de religiones nos han
dicho que ésa es una experiencia incomunicable en términos lógicos. Entonces, seguimos
dando bibliografía, seguimos investigando con las premisas del paradigma Newtoniano-
Cartesiano, seguimos intentando parecer “razonables” y “medidos” frente a nuestros
colegas: no queremos ser tildados de chiflados o de charlatanes.
Quisiera hacer un llamado para que tratáramos de cambiar eso. Porque en realidad, todas las
Escuelas siguen funcionando con esa mentalidad. Y los psicólogos que salen, salen
prácticamente aferrados al biberón: no tienen idea de lo que es la vida. Y no estoy hablando
con eso, de... qué sé yo, que no han visto correr sangre. Estoy hablando de que no saben lo
que es la vida, las cosas reales: no saben enfrentarse con su propia angustia ni con la del
otro, no saben enfrentarse a su dolor, no saben expresar lo que realmente sienten, sin
tapujos, en honestidad... para qué hablar de expresarlo; yo diría que la gran mayoría no tiene
idea de lo que es su mundo interior -y de eso somos todos responsables-. Entonces, como
no tienen idea, se refugian en hermosas teorías -mientras más complicadas, mejor- que no les
sirven de nada en el terreno práctico, concreto, de la vida real, en el enfrentamiento con otra
persona y consigo mismos.
El hecho que a uno lo inviten a hablar sobre un tema nos obliga a reflexionar sobre ese tema;
y eso es bueno. Y yo lo agradezco, porque me ha permitido clarificar lo que estoy haciendo
como psicoterapeuta. Necesariamente, en un tema que es tan amplio, y en tan poco tiempo,
hay que dar sólo unos brochazos. Cada uno, así, da los brochazos que le parecen; y yo voy a
dar los míos.
Yo comencé mi trabajo de psiquiatra con la idea que la psicoterapia era la búsqueda de una
cierta felicidad, un superar sufrimientos mentales-emocionales-psíquicos. Y con este fin, una
persona recurría a otra para que la ayudara; y a lo que ocurría entre las dos se le llamaba
psicoterapia. He recorrido algunas escuelas que consideran que lo más importante en la
psicoterapia es la técnica: “lo importante es saber qué hay que hacer, qué hay que decirle al
paciente”. Y tal vez el ejemplo más claro de esta postura es el diván psicoanalítico; con el
psicoanalista sentado detrás del paciente, para evitar un contacto personal. Algo semejante
ocurre en las corrientes conductuales: la relajación, la aproximación progresiva en imágenes
o las imágenes tranquilizadoras en las fobias. Allí, lo más importante es también la técnica.
Luego, he visto aparecer una tendencia distinta, en la cual lo más importante es la persona
del terapeuta, en el sentido de su calidez, su capacidad, su evolución o todo eso. Yo diría
que esto es lo que predomina en la corriente humanista. Es distinto hacer Gestalt con Perls
que con Pérez. Obvio. Perls tenía una capacidad única: podía ver los juegos y defensas de
sus pacientes. Así, si en la primera corriente predomina la técnica, en la segunda predomina
la persona del terapeuta.
En una tercera corriente -que forma parte de la transpersonal- el acto terapéutico pasa a ser
un acto mediúmnico, psíquico, en el cual se transmite, a través de la persona del terapeuta,
“la energía sanadora del universo o de la creación”, como quieran ponerlo. Es decir, el
terapeuta es un canal. Lo único que hace es abrirse como un canal a esa energía. Esta
experiencia es muy parecida a la escritura automática. Uno podría decir que la experiencia
de terapia, en este estado, equivale a un “hablar automático”. Es tal vez lo que Tom Heckel
habló ayer acá, porque ése es el tipo de terapia al que yo aludo.
Las dos primeras tendencias enfatizan un mayor equilibrio interno entre las partes neuróticas
y las partes sanas, o entre el intelecto y las emociones. El conflicto está dentro del ser
humano. Y yo diría que parte de una visión valórica en la cual se prioriza las necesidades de
liberación, tanto de las emociones como del cuerpo. En la tercera corriente aparece la
vertiente espiritual: el mundo valórico, el mundo de lo que va más allá de la persona. Ya no
se trata de un equilibrio interno con uno mismo, sino que se trata de un equilibrio con algo
distinto de uno mismo. La sanidad o la ausencia de sufrimiento se busca en este equilibrio.
Simultáneamente, aparece la búsqueda de un estado de conciencia distinto: conciencia
superior, hiperconciencia, que permitiría manejarse mejor en la vida, funcionar mejor. Y en
último término, la búsqueda de la “iluminación”. Esta tercera corriente es la que yo llamaría
la transpersonal.
Finalmente, la palabra "hoy". Es tan difícil ponerse de acuerdo en lo que está pasando, ¿ no
es cierto ? Pero pareciera ser que, de todas las instituciones humanas que el hombre ha ido
creando a lo largo de su existencia, la que más ha perdurado y predomina hoy, es esa
institución que se llama "el mercado". De tal modo que ser un psicoterapeuta transpersonal
hoy día, y hablar a un paciente de valores, implica que uno se puede encontrar con que la
otra persona está pensando en los valores de la Bolsa de Comercio y no en términos
valóricos superiores (risas). Y ¿ qué significa esto ? Significa que ser un psicoterapeuta
transpersonal hoy día es pertenecer a un grupo marginal. ¡ Marginal ! (risas) Y eso puede
conducir a la depresión (risas). Por lo tanto, uno de los peligros de ser un terapeuta
transpersonal hoy día es deprimirse. Y esto se acentúa por la falta de éxito económico, por
estar más bien pobres. Ya que en este mundo de las terapias transpersonales, uno invita a los
otros a mi cosa y ellos lo invitan a uno a la cosa de ellos (risas). Nos “terapeamos” entre
nosotros. Estamos fuera de las necesidades que el mundo está exigiendo.
El otro aspecto peligroso de ser un terapeuta transpersonal es el “fenómeno Jim Jones” -que
es su manifestación más exagerada, pero con muchas variables intermedias-. O sea, formar
su propio grupo de desarrollo y olvidarse incluso de la psicoterapia. Y pasar francamente a
intentar guiar espiritualmente o desarrollar las conciencias de otros individuos. A veces,
teniendo cierta capacidad para hacerlo y a veces, no. Ese es el otro peligro que yo veo.
Bien; concuerdo que Lola Hoffmann ha sido la primera psiquiatra transpersonal, o
psicoterapeuta transpersonal de este país. Concuerdo. En forma un poquito más personal,
para mí han sido muy importantes, en un largo camino recorrido, tantas personas que
realmente no se las puede nombrar a todas. Pero, evidentemente, hay dos que no quiero
dejar de nombrar: una es Yakzán, quien nos trajo las danzas Sufi, que es una manera de abrir
el corazón directamente, con el canto y el baile. Fue un gran elemento, importantísimo en
este país, en un momento en que se necesitaba de reflexión, de apertura. Y el otro es mi gran
Maestro, el Mullá Nasrudín. Nasrudín es este personaje del siglo X -de la época de
Jelall’udin Rumi- a quien le pasan todas las cosas, y que tiene una anécdota para todo.
Entonces, yo los invito a escuchar una que me pareció atingente a esta situación.
Dice lo siguiente: Nasrudín era, en el pueblo, un hombre medio sospechozón. Se decía que
era espiritual, pero nadie sabía qué hacía. La conducta era media rara, errática, hacía cosas
que nadie más hacía. Entonces, la comunidad religiosa establecida decide hacerle una
pequeña trampita, y lo invitan a que vaya a dar la charla de la ceremonia semanal. Como
decir hoy día, "Te invito a predicar en la misa de doce en la Catedral". Entonces, estaba toda
la comunidad allí esperando, y llega el momento de la prédica. Se para Nasrudín, avanza, se
sube al púlpito -o adonde quiera que fuera- los mira a la cara y les dice: "¿ Saben ustedes de
qué les voy a hablar ?" Y entonces el público dice: "¡ No !, ¡ no !, ¡ no !" Nadie sabía.
"¡ Ah !", dice, "Yo no quiero estar con gente que ni siquiera sabe de qué voy a hablar. El
nivel de ignorancia de ustedes me impide estar aquí hoy día". Y se va.
Ps. Alex Kalawski: Quiero hablarles desde dos lados. La primera mitad...
Ps. Alex Kalawski: Ahora, en serio. Hay una parte que tiene que ver con contarles del
Grupo de Psicoterapeutas Humanistas. Y la segunda mitad, intentar responder a la
pregunta, “¿qué significa ser un terapeuta humanista hoy?”.
Durante mucho tiempo, en conjunto con el equipo con el que trabajábamos en la Escuela,
estuvimos pensando crear una formación de postítulo en el área humanista, pero algo pasó
que finalmente la iniciativa no cuajó.
Sin embargo, en este momento sí estamos, junto a un grupo, embarcados en esa empresa.
¿ Qué pasó entre esos intentos infructuosos y éste que sí está dando frutos ? Me parece que
el elemento fundamental que nos hizo finalmente dar a luz, fue el pasado Congreso de la
Sociedad Chilena de Psicología Clínica, cuyo tema fue La persona del Terapeuta. Al
empezar a organizarlo -y mucho más después, al llevarlo a cabo- nos quedó a todos claro
que sufríamos un mismo mal: soledad y aislamiento. De hecho, lo que me llevó a posponer
ese tema y a organizar el Congreso fue mi experiencia después de haber tenido un infarto
hace cinco años. Me di cuenta que mi infarto estaba muy ligado al cansancio propio de este
trabajo en que ayudamos a la gente a contactarse con ellos mismos y con otros, sin dejarnos
nosotros -paradójicamente- ese espacio.
Y bueno, justamente en esa comida surgió la idea de este Encuentro. Y hemos estado
hablándonos, desde ese tiempo hasta ahora, y hemos contado con la colaboración de la
Universidad Central.
Quisiera hablar ahora del otro lado. En términos más generales, de qué significa ser un
psicoterapeuta humanista hoy.
Jaime Castillo decía que uno "hace el humanismo", que no es algo hecho. Y eso es un
proceso constante. Yo tengo la sensación de que -a lo mejor- durante generaciones y
generaciones la humanidad va a seguir más o menos igual. Pero creo que va a seguir más o
menos igual, si hacemos un esfuerzo para mejorarla. Y que si no hacemos este esfuerzo, las
cosas se van, sin duda, a empeorar, e incluso la vida en este planeta se puede terminar.
Hay una frase muy bonita de Lucien Engelmajer, “el patriarca”, que dice: El amor sin
esfuerzo es vano, y el esfuerzo sin amor es perjudicial. Yo tengo la sensación de que esta
mezcla de amor y de esfuerzo es fundamental. ¿ Qué es lo que nos pasó a nosotros en Chile,
por ejemplo ? Durante mucho tiempo, luchamos para cambiar la situación en este país; y
finalmente, gracias a ese esfuerzo, ganamos. No ganamos todo, pero ganamos mucho.
Ahora tenemos que ser capaces de mirar lo que conseguimos con amor, junto con perseverar
en nuestros esfuerzos para tener una sociedad no sólo con más libertad, sino que más
solidaria.
Como lo mostraban muy bien las personas en la Mesa inaugural, el movimiento humanista es
parte de un movimiento de lucha de muchos años, de muchas generaciones, con otros
nombres; y que ha tenido que ver, fundamentalmente, en los últimos tiempos, con la
constatación de que una realidad fundamental de la vida que nos rodea es la opresión. La
opresión de ricos sobre pobres, de hombres sobre mujeres, de adultos sobre niños, etcétera.
Creo que hemos obtenido claros avances en la lucha contra la opresión. Dentro de la
psicología, los Humanistas hemos actuado en el mismo sentido, favoreciendo relaciones
entre las personas más igualitarias y menos opresivas, como asimismo ayudando a liberarnos
de nuestras propias dictaduras internas. Sin embargo, el problema no está resuelto del todo:
sigue en muchas formas más sutiles de opresión. Pero creo que es un logro, por ejemplo, el
que nos horrorice pensar en la esclavitud. Y durante mucho tiempo eso fue lo normal.
Pero el problema que tenemos ahora no es el de la simple opresión. Hay otras formas de
violencia que a lo mejor son mucho más difíciles de reconocer, y que tienen que ver con lo
que yo planteaba a propósito de este encuentro del Congreso de terapeutas. El problema
hoy es la soledad y el aislamiento: se ve hasta en el ordenamiento social. Antes, la gente que
oprimía a otra vivía en una gran casa, en un fundo. Trataban mal a los oprimidos, pero ellos
comían y vivían en ese mismo espacio. Ahora no hay esos espacios: lo que hay es distancia.
Y en esto que ocurre, también los psicólogos humanistas tenemos una cierta
responsabilidad: uno empuja para un lado y se le olvida el otro lado. En el énfasis en la
libertad -que es tan importante- se nos olvida la otra cara. Decimos: "Nuestros hijos no
deben ser domesticados"; yo diría, “No deben ser domados, oprimidos, pero domesticados
sí, porque los seres humanos somos animales domésticos por excelencia”. Necesitamos
existir con otros; y entonces, necesitamos atravesar por este proceso de la relación con
otros. Necesitamos tocar, que nos toquen. Entonces, ocurre que uno encuentra muchas
veces que de repente, cuando alguien tiene estos vacíos de contacto, busca una persona que
lo oprima. Uno dice, “¿Cómo? ¿Una persona que lo oprima?” Aunque sea un contacto
opresor, ese contacto es mejor que nada -que el vacío, que la indiferencia-.
Creo que los terapeutas humanistas tenemos hoy una responsabilidad distinta, que no es lo
mismo que tuvieron otros terapeutas humanistas en otras generaciones. Por ejemplo, el
asunto de la droga: no es lo mismo la droga como liberación a la droga como falta de
contacto, como algo que aumenta la falta de contacto. Ahora bien: ¿ qué solución hay ? No
hay solución. ¿ Qué quiero decir con esto ? Que es fundamental que seamos capaces de
querer algo, aunque no esté. Que seamos capaces de querer hacer algo para que haya más
contacto, y persistir en la tensión entre eso que tenemos que no está, y el momento en que
aparezca.
Bueno, para terminar -y retomar con las preguntas y proposiciones-, nosotros hicimos algo.
Nos juntamos un grupo de personas y descubrimos -y eso es muy importante- que tenemos
muchos más recursos que los que aparentemente tenemos. Podríamos habernos puesto en
una situación de auto exclusión: "No, si los psicólogos nunca", o no sé qué. Y dijimos, “No,
esto se puede, probemos, hagámoslo”. Podemos sumar a otra gente, ¿ por qué ? Porque
también si uno ve las cosas que opina Maturana -por ejemplo- a propósito del patriarcado,
son muy parecidas, con otro lenguaje. Entonces, hay mucha gente; y creo que entonces,
podemos asumir distintas identidades en vez de quedarnos presos en la trampa de una
identidad única para establecer redes y buscar alguna manera de construír ambientes
humanos, espacios humanos, en los cuales podamos vivir como tales.
Creo que esa palabra, “espacio”, por lo menos a mí me ha dado cada vez más vueltas.
Ahora, fundamentalmente, un espacio vacío, porque creo que la terapia es eso. Por
desgracia, la tecnología tiene una cierta manera de pensar, que hace que no haya casi
espacios vacíos. Si yo voy a una universidad, se me va a decir: "¿Cuál es el programa?
¿Qué es lo que va a enseñar usted?" Yo no puedo decir, "Mire, no sé lo que voy a enseñar,
vamos a verlo ahí". "No, yo tengo que saberlo de antemano". Pero si sé de antemano todo
lo que voy a decir, ése es un pseudo movimiento. Todos vamos a juntarnos a seguir una serie
de pasos, se guía una instrucción. Pero nunca vamos a poder inventar algo nuevo. Ahora, la
vida siempre es nueva. Entonces, espacios no explotados, espacios que sean contenidos y
abiertos a la vez, es lo que vamos a tener que, entre todos, buscar maneras de inventar.
Ps. Marisol Susaeta: Vamos a abrir un espacio de preguntas y comentarios, a viva voz. Allá
hay una mano.
Ps. Alejandro Celis: Mientras llega el micrófono a su destino, yo quiero agradecer a otras
personas que se me olvidaron. Y son todas aquellas personas que, bastante tímidamente,
trajeron aquí lo que hacen en psicoterapia y lo mostraron en Talleres o en Mesas. Los
psicólogos no somos gente especialmente compasiva con nuestros colegas, a quienes
destrozamos. Y siento que algunos realmente tuvieron valor al mostrar lo que hacen. Y estoy
muy contento de que hayan venido, y les quiero agradecer su honestidad, su valentía, su
atreverse, que nos hizo bien a todos.
Dr. Arturo Mardones: Esta crítica, planteada como pregunta, apunta a un aspecto bien
importante, que es ¿ en qué estarían los movimientos de psicología humanista transpersonal
en este momento ? Mi impresión es que estarían conservando alguna forma de conciencia
mayor, alguna forma de valores. O sea, como el I Ching, cuando habla de la "retirada",
cuando prima "el hombre inferior”. No está mal concentrar energías en el espacio propio.
Pero, ¿ por qué quiero decir esto ? Porque en ese terreno, la hermandad no está dada con
otras tendencias psicológicas, sino que está dada, más bien, con movimientos ecologistas.
Hay una necesidad muy grande de defender el planeta, defender el bosque nativo; y también
hay movimientos esotéricos que apuntan en esta dirección. Así es que lo que ha dicho
nuestro amigo me parece muy atingente.
Ps. M. Cristina Gaete: Yo quería comentar que, para mí, el venir para acá realmente ha sido
un respiradero. He venido aquí a respirar. Yo me desempeño en la Salud Pública, y tengo
actividad política directiva. Tengo la habilidad personal de realmente hacer congruentes
todas estas cosas, pero no es sencillo. Y digo que ha sido un respiradero, porque en más de
una ocasión, -de hecho en las instancias en donde yo participo- me he sentido simplemente
marciana. Tal como vamos, el centro de todo este progreso y este desarrollo al que estamos
llegando, no es el hombre, sino que son las cosas. En la medida en que eso persista, creo que
no solamente vamos a un derrumbe ecológico, sino sencillamente a un derrumbe de lo que
es ser persona, ser hombre, ser mujer, ser niño, etcétera. Personalmente puedo sonar
catastrofal. Aún así, insisto en que yo veo a los psicólogos con un rol realmente importante.
Nos hemos automarginado de instancias que son importantes: yo deseo sinceramente que el
Humanismo crezca, y que ojalá de este grupo salga un diputado o un senador.
Insisto en que nosotros debemos tener un espacio dentro de lo que es la actividad política de
este país. El sistema, tal como va, va. Difícilmente, nosotros como grupo, naciente,
pequeño, o aislado, vamos a modificar lo que son las filosofías o el planteamiento básico que
imponen determinados sistemas o modelos económicos. Si nosotros no humanizamos esto,
nadie lo va a hacer.
Yo les planteaba acá a mis colegas, a compañeros estudiantes: “Pregúntense ¿ cuáles son las
profesiones que en este momento predominan entre los legisladores de nuestro país ?,
¡ Abogados, geólogos, economistas, geógrafos, médicos ! -uno que otro médico-. El
planteamiento que da el ser psicólogo... creo que este auto marginarnos de lo que es esta
instancia de poder no es bueno. Creo que, así como somos capaces de ayudar a otros -en
esta relación íntima, personal, individual- a transitar mejor por esta vida, creo que también
debemos ser capaces, tenemos la responsabilidad de meternos en lo que es el ámbito
público, la macrosociedad. Nosotros también hacemos falta en sectores tremendamente
deprivados. Y realmente hay gente que clama por nuestra presencia.
Estoy totalmente de acuerdo con los planteamientos que acaban de hacer todos, todos los
miembros de la mesa. Y me doy cuenta de lo que han luchado, por ejemplo, Alex Kalawski,
tratando de juntar gente, o Alejandro Celis -porque yo también me he sentido a veces,
juntando gente como quien arrea moscas- (risas). Yo lo dejo planteado; creo que ha llegado
el momento de que alguien plantee que debemos meternos en el ámbito público. Porque lo
que nosotros no hacemos, lo hacen otros. Y lo pueden hacer peor aún.
Dr. Eduardo Cohn: Yo quiero agradecer, desde el fondo de mi corazón, este evento. Me ha
sorprendido muchísimo ver tantas caras amigas, conocidas, en una universidad, hablando de
estos temas. Me parece increíble y fantástico. Y en el grupo nuestro, que se formó entre los
seis, surgió la posibilidad de hacer una agrupación chilena de terapeutas humanistas. Lo
planteo para que el grupo de ustedes tome el desafío, porque hay muchos humanistas que no
son terapeutas y muchos terapeutas que no son humanistas. Yo no soy psicólogo ni soy
psiquiatra. Soy médico y no trato pacientes, y muy amigo de un abogado aquí presente, que
somos parece los dos únicos representantes de estos gremios tan raros. Entre los sueños que
surgieron acá en el grupo era que mis colegas, los médicos, se hicieran una terapia mínima
de tres años para que aprendan a tratar personas, y no cuerpos humanos. Que los psicólogos
se hicieran una terapia obligatoria que fuera parte del currículum de toda universidad. Que
los políticos se hagan terapia antes de llegar al Congreso. Y que la psicología Humanista sea
aceptada como una cátedra en todas las escuelas de psicología del país.
Lo último que quiero decir es que el ser Humanista no es una postura ante la vida, sino que
es un modo de vida. Uno no puede ser un terapeuta humanista, si antes no te has
humanizado tú. Muchas gracias.
Ps. Laura Moncada: Yo era una de esas psicólogas desoladas que sentía que había un
cambio radical entre lo que había sido estudiar psicología y ser psicóloga. Cuando yo
estudiaba psicología, vivíamos en el Instituto Pedagógico, un ambiente fantástico de unidad,
de solidaridad, de comprensión, de mirarse a los ojos, etcétera. Cuando me recibí,
empezaron los primeros encuentros de psicólogos -los primeros en Chile-. Y realmente, lo
que yo vi ahí fue algo que me escandalizó, una competencia entre los psicólogos: cuál hacía
la mejor ponencia, una descalificación de unos con otros. Me dije, “Si para esto sirve llegar a
ser psicólogo, yo francamente, a este gremio no quiero entrar”. Y no entré. Decidí ser
rebelde y no estar en el Colegio de Psicólogos. Y cuando después de haber estado en el
extranjero viviendo cuatro años, asistí al Congreso de La persona del Terapeuta, la visión
me cambió mucho. Me dije, “Si realmente los terapeutas nos atrevemos a hablar sobre
quiénes somos, qué nos pasa, cuáles son nuestras debilidades, etcétera, entonces, quiere
decir que el gremio cambió”. Me fui al micrófono y dije, "¡ A este grupo sí que quiero
pertenecer !", y fui y me inscribí en el Colegio de Psicólogos.
Aún tenía ese vacío respecto a lo que eran los Humanistas. ¿ Dónde estaban los
Humanistas ? Sabía dónde estaban algunos, pero sabía que había muchos más. Y qué diablos
pasaba, que nunca nos organizábamos. Entonces, participé en uno de los primeros talleres
del Grupo de Psicoterapeutas Humanistas. Por fin hay un espacio. Y por fin un espacio en
que nos reconozcamos, nos busquemos, y solidaricemos y nos ayudemos a enseñar a los que
quieren hacer esto, a nosotros a resolver nuestras dudas, etcétera.
Entonces, encuentro tremendamente congruente que aquí se haya abierto el espacio para
preguntarnos, ¿ quiénes somos ?, ¿ y qué nos está pasando ahora ?, ¿ y cuáles son nuestros
sueños ? A lo mejor, éste es un primer paso. Así es que gracias a los organizadores oficiales.
Ps. Alejandro Celis: Quiero hacer un par de comentarios respecto a cosas que han dicho. El
comentario de las botellas me parece muy atingente. Cuando hablé de intensidad, intensidad
para mí es algo que te toma toda la vida, no solamente una hora a la semana o solamente
cuando tenemos al paciente sentado delante: es algo de toda la vida. Si queremos salvar al
planeta, son cosas cotidianas que tenemos que cuidar. Eso es lo que es intensidad. A los que
estaban en la Mesa anterior, probablemente su trabajo les toma también sus horas de
descanso.
Ps. Ursula Sternsdorff: Yo quisiera hacerme eco de las palabras de María Cristina Gaete: es
una experiencia parecida. Viví 18, 19 años fuera de Chile, y el mismo año en que yo regresé
se hizo el Congreso de Psicología Clínica que me reconcilió con el gremio; hasta tal punto,
que no solamente me instó a inscribirme en el Colegio, sino que me postulé para la directiva.
Y los invito a todos estos entusiastas: si quieren trabajar por que los psicólogos seamos más
reconocidos y respetados, que participen en las actividades de la Sociedad y en el Colegio de
Psicólogos.Y lo que he visto hoy me encanta, me siento realmente interpretada, y he visto
una coyuntura de hermandad, de hablar suelto, de no hablar en difícil, sino que desde
nosotros.
Quisiera hacer presente un antecedente histórico quizás no conocido por todos ustedes.
Recién en el año 1964 se logró admitir como asignatura, en el currículum de la Escuela de
Psicología de la Universidad de Chile, el ramo de Técnicas de Tratamiento Psicológico. No
quiero hacer historia de conflictos, pero lo que sí quiero señalar es que en el año 1994,
psiquiatras y psicólogos se han puesto de acuerdo en señalar que la psicoterapia es una
actividad profesional con formación específica distinta de la de psiquiatra y de la de
psicólogo. Treinta años después hemos llegado a acuerdo, sin que en esta conversación entre
psiquiatras y psicólogos haya mediado nada que pudiera empañar la valoración que cada
profesión está haciendo de la otra. Creo que es importante hacer presente que el Colegio de
Psicólogos ha obtenido un logro -el que a través de las prestaciones en Fonasa, la población
tenga acceso a la psicoterapia-. Y cuando nos preguntamos qué posibilidad tenemos los
psicólogos de incidir, lo único que falta es que estemos dispuestos a ganar la poca plata que
significa recibir un paciente con un bono de Fonasa. Y ésa es una respuesta específica,
porque desde los años de la dictadura y de la democracia anterior, los psicólogos sistemática
y persistentemente intentamos incorporarnos a Sermena y luego a Fonasa. Ahora que lo
ganamos, no vaya a suceder que los psicólogos no estemos dispuestos a trabajar por poca
plata. Creo que ése es un modo real de proyectarse, y tenemos la posibilidad.
Para terminar, quisiera señalar que, para mí, lo más valioso e importante ha sido brindar un
espacio académico para una orientación que es en el mundo académico donde más se
desvirtúa, y es en el mundo académico donde más se generan resistencias a su respecto.
Creo que llenar los espacios académicos es lo que legitima, muchas veces, posiciones
valóricas que si no, van a seguir siendo inorgánicas, van a seguir siendo, entre comillas,
“descomprometidas, informalizadas”.
No hemos intentado hacer lucro de este evento para la Universidad. Los docentes de esta
Universidad participaron simplemente como docentes. Estoy orgulloso de la participación de
Verónica Guzmán, Paulo Egenau y Gabriel Reyes en este evento. Simplemente hemos
puesto un espacio: lo que aquí salga no necesariamente va a ser ganancia para la Universidad
-espero que sea una ganancia para la sociedad-. Pero cuenten con la Universidad y con mi
disposición personal para futuras actividades que den a la psicología Humanista y
Transpersonal y a sus diferentes expresiones un espacio académico para obtener un mayor
reconocimiento social.
Ps. Alejandro Celis: Dos brevísimos alcances. sería importante reconocer también el papel
de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica en el logro de que los psicólogos estemos en
Fonasa; y lo otro es que lo que salga de ganancia económica de este Encuentro -algo que
era una posibilidad totalmente incierta cuando nos lanzamos en este proyecto- se invertirá en
un libro: creo que es importante que las cosas que se han dicho aquí lleguen a la mayor
cantidad posible de público (aplausos).
Ps. Luz A. Harb: Me parece que es bueno asumir algo, así que yo me haré cargo de formar
la Agrupación de Profesionales Humanistas y Transpersonales (aplausos).
****
Introducción al Cap. 8
En el homenaje que le fue brindado en Junio de 1995, el Dr. Claudio Naranjo escogió muy
adecuadamente el tema de su discurso, centrándolo en la formación de los agentes de
cambio transpersonales. Para empezar, no se limitó a la formación del psicólogo o del
psiquiatra, sino que se refirió, a mi entender, a la formación de todos aquellos que puedan
colaborar a crear un mundo mejor: un mundo más consciente y humano -y quizás, también,
ecocéntrico-. Y, además, fue una invitación a implementar un nuevo tipo de formación de
psicoterapeutas.
Para nadie es un misterio que el actual sistema educativo -no sólo el Universitario- se halla
en crisis. Existe consenso respecto a que nuestros métodos de enseñanza no han variado, en
lo fundamental, en los últimos dos siglos. Sin embargo, no existe igual acuerdo respecto a
las soluciones que se proponen, las que en general apuntan a cubrir los vacíos actuales con
"más de lo mismo": más cursos, más horas de clase, más bibliografía, mayor carga horaria.
Esta tendencia ha seguido sin modificaciones visibles, a pesar de publicaciones de
connotados docentes como Carl Rogers, quien en su libro Freedom to Learn (1969)
realizaba un descarnado análisis del sistema docente en boga. Rogers se planteaba que, si lo
que la educación persigue es el desarrollo de la persona con iniciativa, originalidad y
responsabilidad, el proceso educacional debería tender a una mayor madurez en la
personalidad del estudiante. Sin embargo, a la luz de estos fines, la realidad concreta
presentaba, según él, un aspecto diferente.
Creo que toda persona observadora de su entorno social concordará con que vivimos en una
sociedad escindida, que acepta y favorece casi exclusivamente el aspecto intelectual de sus
miembros, que dificulta la expresión emocional, sexual y de la opinión que se aleja de lo
habitual. He sido profesor de psicoterapia en Escuelas de Psicología por los últimos veinte
años, y he tenido la insistente impresión de que, tal como es actualmente la formación de los
psicólogos, estamos replicando esa situación. ¿ Es acaso lógico ese estado de cosas ? ¿ No
es dable suponer que los psicólogos debiéramos constituír un cuerpo de “agentes de
cambio” ?
Nuestro currículum de estudios está lleno de información -cuando no de deformación- y
muy escaso de formación. ¿ Y qué es la formación ? Ayudar a la persona a conocerse a sí
misma, a no temerle a sus emociones, a su sexualidad y a sus complejos estados internos, a
saber reconocer qué siente, a saber desarrollarse y evolucionar, a equilibrar raciocinio e
intuición -a abrirse al "no sé", a lo nuevo, a lo desconocido-, a superar sus temores -que la
limitan y la hacen buscar "autoridades" externas-. Las Escuelas de Psicología no nos enseñan
a ser individuos autónomos, con pensamiento independiente, a confiar en nuestras
percepciones internas, a ser congruentes con nosotros mismos, a no basar nuestro auto-
aprecio en la aprobación social.
¿Qué fue lo que se quiso hacer al crear la carrera de Psicología? Supuestamente, garantizar
que quien egresase fuera realmente un profesional capacitado para ser compasivo -es decir,
para resonar con el dolor y el sufrimiento ajenos-, para poder aceptar en la forma más
incondicional posible la individualidad de la persona que tiene al frente y, naturalmente, estar
capacitado para captar empáticamente cuál es la cualidad de la vivencia que experimenta
esta persona. Pero, como bien expresa Gloria Nadal en relación a su propia
experiencia, ...una vez más tuve que comprobar que no hay verdadero conocimiento sin
experiencia. ( ) El terapeuta que ha logrado liberarse de una parte importante de sus
emociones negativas se encuentra en mejores condiciones para enfrentar con paciencia,
serenidad y amor incondicional al enfermo que atraviesa por el pánico, la confusión y la
ira.
Educar viene del latín educare, y tiene dos significados: uno, extraer algo de ti, sacar a la luz
aquello que se encuentra en tu interior, actualizar tu potencial, tal como sacas agua de un
pozo. El segundo, llevarte de la oscuridad hacia la luz. En los Upanishads -antiguo texto
místico de la India- dicen, Señor, guíanos desde la oscuridad hacia la luz: necesitamos
mayor nivel de consciencia, no más temas o años de estudio en sí. Claudio menciona algo
que dijo Fritz Perls cuando alguien lo felicitó en una ocasión: “Tengo ojos y no tengo
miedo”. Mediante una formación vivencial en la que se enfrente y familiarice con su mundo
interno, debemos ayudar al psicólogo y especialmente al psicoterapeuta, a adaptarse a la
cultura en que vive pero trascenderla -no ser un sujeto pasivo del momento o del lugar en
que le tocó vivir, sino ser capaz de cuestionar dicha cultura, no en un afán de rebeldía inútil,
sino en busca de formas superiores de existencia humana-; ayudarle a contrarrestar sus
propias actitudes fóbicas de evitación respecto de sus emociones y sensibilidad y de las
situaciones que las detonan; enseñarle a no evitar la experiencia y a no buscar
compulsivamente la seguridad, viviendo lo que la vida trae como enseñanzas cotidianas, y a
desarrollar el sentido del humor, que evita la exagerada rigidez.
Esto resulta especialmente necesario en estos tiempos, en los que un mundo en rápido
cambio no nos permite recurrir a respuestas pre-establecidas. Se hace cada vez más
necesario ser capaces de responder con creatividad e intuición a situaciones que difieren de
todo lo que hemos conocido previamente.
Ahora diría que mi vocación fue la de buscador; pero de esa vocación resultó por
añadidura, por rebalse, todas las cosas que he ido produciendo. Y la clave de que haya
sido creativo es que nunca traté de ser creativo ( ) sino que quise comerme ciertas cosas y
tuve la oportunidad de invitar a otros a mi mesa.
****
CAPITULO 8
Y es una ocasión muy significativa para mí que la Universidad de Chile haya prestado este
Salón. Hace unos quince años estuve en el Salón de Honor de otra Universidad -la de
Campinas -y recuerdo muy distintamente haber pensado, “¿Llegará el día en que la
Universidad de Chile me haga un reconocimiento así?”. Y resulta que desde entonces he
estado en muchas Universidades -hasta en la de Bologna, más antigua que Oxford y Notre
Dame, recibiendo de algunas a veces algún diploma o medalla -pero hasta ahora la
Universidad de Chile no me ha invitado a dar una charla en la Escuela en que me formé, de
modo que el efecto de contraste para mí es muy feliz. (aplausos)
Muy agradecido me siento, hacia los colegas extranjeros que han venido a este homenaje y
muy especialmente hacia aquellos a quienes no he visto, días atrás, en el curso del Congreso
Internacional de Gestalt en Buenos Aires. Este homenaje fue programado justamente para
estos días en vista de que se esperaba que aquellos que llegasen de paises lejanos con motivo
del Congreso de Gestalt pudiesen viajar desde Buenos Aires inmediatamente después. Ha
resultado, sin embargo, que el Congreso de Gestalt no atrajo a tantos europeos como se
esperaba, y en cambio más de media docena de ellos han viajado de España únicamente para
hacerse presentes durante estas horas.
Por último, tengo que darle gracias muy especiales a una persona que se ha movido mucho
por todo esto; persona que es quien mejor conoce -entre los chilenos- mi trabajo en el
extranjero, y que ha dado tiempo y atención a tantos quehaceres cómo se hacen necesarios
para que se realice un evento como éste: Marta Huepe (aplausos).
Fue Marta quien me llamó por teléfono a Brasil hace un par de semanas, para decirme que
se esperaba que yo dijera algo, y pidiéndome un título con el cual se pudiera anunciar mi
charla. En ese momento me surgió la idea de hablar de un trabajo que vengo realizando
desde hace muchos años, y que he descrito a veces como formación de terapeutas, otras
veces como formación específica de guestaltistas, otras como formación de educadores,
pero que más propiamente podría describirse como formación de “agentes de cambio,”
gente que sirve de facilitador de ese proceso de transformación que está entre nuestras
potencialidades. Una formación de tipo “transpersonal,” especifiqué -para hablar en el
lenguaje de moda (ya que tanto se ha abusado de la palabra “espíritu”): una formación de
terapeutas -o formación de educadores- en que el factor espiritual es prominente, y también
una formación “integrativa” -no sólo en el sentido de “ecléctico,” con respecto a diversos
aportes de la psicología-, sino en el de integrar aportes de culturas diferentes y de ámbitos
diferentes del quehacer humano que tienen que ver con el desarrollo.
No puedo decir que éste fuera un propósito mío y que me haya dicho: “ahora voy a formar
agentes de cambio de una manera integrativa y transpersonal”. Es más bien algo que me fue
resultando poco a poco: fui descubriendo lo que iba haciendo, y fue definiéndose mi trabajo
sin que me lo hubiera propuesto como una meta explícita. Pienso que así ocurre, por lo
demás, muchas veces, con las mejores cosas.
Hace poco, en una conversación, estaba recordando lo que escribe Dalí en uno de sus libros
más inconseguibles -lo compré aquí en la librería de la Universidad de Chile hace tal vez
cuarenta años: lo presté, nunca me lo devolvieron y nunca lo he podido volver a encontrar
en el mundo entero, aunque se lo he encargado a muchos libreros: “Veinte Secretos Mágicos
para Pintar”, uno de esos secretos es: “Cuando tengas bien concebido tu cuadro, y sepas
lo que vas a representar y cómo lo vas a representar, y qué colores vas a usar, y hasta qué
pinceles vas a emplear, no lo pintes”. (risas). Más o menos la misma idea que en la Escuela
de Medicina le oí alguna vez expresar al Dr. Cruz Coke, uno de mis maestros más queridos.
El decía, “Estoy seguro que si se encuentra la solución al cáncer, no va a ser en ninguna de
las instituciones que tan encarnizadamente la buscan, en los muchos Institutos para la
investigación del cáncer”.
Ocurre muchas veces que las cosas se desarrollan orgánicamente, y es como en los cuentos
de hadas: el que está demasiado empecinado con el lugar al que tiene que llegar, no ve lo
que ocurre en el camino. Y sólo el príncipe más joven entre los tres hijos -en algunas
versiones- es el que está suficientemente atento a esos animales que le salen al encuentro o
ese gnomo -en fin-, que le va a dar el pase o la información secreta.
Tras estos preliminares, me propongo contarles un poco acerca de cómo ha sido mi trabajo
con grupos; trabajo que poco a poco ha ido tomando un matiz integrativo y transpersonal, a
la vez que revelando su utilidad en relación con profesiones diferentes.
Para mí todo comenzó con un factor de vocación: alguien se refirió a que de vocación fui,
más que nada, un buscador; pero para mí la búsqueda estuvo polarizada, durante muchos
años, en dos vertientes. Por una parte, la vertiente espiritual, que entró en mi vida con
alguien a quien llamaban el “loco” Valdés- que era compañero de curso de mi padre en sus
años de educación secundaria. Mi padre lo llamó a nuestra casa, en la época en que vivíamos
en Quilpué, para que se viniera como preceptor a vivir con nosotros, y a prepararme para los
exámenes, después de haber perdido yo buena parte del año en un viaje. Luz Concha, que
está aquí, estaba presente en ese barco, el California -que ahora está en el fondo del Océano
Pacífico, en que acompañé a mi padre en un viaje a Méjico. Carlos Valdés fue mi primer
amigo de verdad y tenía muchísimos años más que yo -incluso más que mi padre, en
realidad. Lo llamaban el “loco” por su interés en la Teosofía y en otras cosas “raras”. Fue el
primer hombre a quien le llamó la atención Krishnamurti, cuando Krishnamurti visitó el país
por primera vez, en gira mundial desilusionado y ofendiendo a los Teósofos que lo habían
esperado como el Mesías, y a quienes predicaba la necesidad de saber escuchar al fondo de
sí mismo y el peligro de encantarse con guías espirituales. Era un hombre inusual, de quien
aprendí las primeras cosas, y me puse a leer a Vivekananda. No sé cuántos de ustedes lo
conozcan: un gran representante de la escuela de Ramakrishna, que fue invitado al Congreso
de Religiones que se celebró - por primera vez en el mundo- en Chicago a fines del siglo
pasado. Vivekananda me tocó, y de ahí que me interesara en otros libros de contenido
espiritual. Cuando visitaba librerías orientalistas, salía cargado de libros; pero era una
espiritualidad de salón, y mi interés se hizo un poco más efectivo cuando conocí a algunas
personas que habían llegado a algo, que conocían algo más que libros.
El más importante ha sido ya mencionado, Tótila Albert. Un iniciado muy particular, de ésos
que no fue iniciado por nadie; o que, como se dice, ha recibido iniciaciones internas. Un vate
-como llamaban los romanos a los hombres de conocimiento que hablan en poesía.
Esa era una de las vertientes de mi vocación de buscador; la otra era la psicología, que me
empezó a interesar ya bastante más tarde, cuando empecé a sufrir más conscientemente.
Pensé que tal vez el psicoanálisis era la manera de “arreglarme la cabeza”; llegué a la clínica
del Dr. Matte, un ambiente en que se hablaba tan abiertamente de ciertas cosas íntimas, que
ello me impresionó y me dió esperanza. Empecé mi análisis didáctico, y recibí unas cuantas
influencias. Tal vez la más poderosa fue la de una persona que no estaba en la Universidad
-Héctor Fernández Provoste- era un gran entusiasta de Karen Horney, pues había
atravesado, a través de su estímulo, por una considerable transformación. Posteriormente su
influencia fue determinante en la formación de la Escuela de Psicología de la U. de Chile,
como una Escuela separada del Instituto Pedagógico de la cual había sido antes parte.
Era yo, entonces, alguien que estaba con un pie en cada campo, y tuve mucha consciencia de
cómo esos campos eran dos cosas separadas, en que cada uno hablaba con poco aprecio de
los del otro lado. Para los psicoanalistas, tener intereses espirituales es un síntoma de
angustia (risas); y para los espiritualistas, el psicoanálisis es una actividad preparatoria para
la gente muy enferma, antes de entrar en un trabajo interior serio. Y contribuyó esa
separación externa de los campos -en el tiempo de mi formación-, en que fuera yo
interesándome en su integración. A través de mi experiencia, para mí era muy obvio que lo
psicológico y lo espiritual eran dos extremos del mismo palo, y poco a poco me fui
dedicando a ponérselo en claro a los que no lo veían así.
Un estímulo importante fue la visita al Instituto Esalen, en Estados Unidos, que fue el
prototipo de centenares de Centros de esta naturaleza que surgieron después. Un tipo de
institución que se llamó Centro de Crecimiento, en que convergían lo educacional con lo
terapéutico y con el arte, y en que se escuchaba a gente como el pintor alemán Fritz Faiss o
a Alan Watts (que era una especie de embajador del Taoísmo en esa época), o a Perls o a
Will Schutz -uno de los creadores de los grupos de encuentro. Importante en su gestación
había sido la inspiración de Aldous Huxley, quien había hablado de las “humanidades no
verbales”, caminos de experiencia que apuntan al hecho de que no somos seres que habiten
solamente un mundo: pues somos más bien anfibios que tenemos una vida intelectual, una
vida emocional, una vida perceptual, una vida sensorial, una vida espiritual -todas
importantes de educar.
Todos estos mundos son partes del hombre total que uno tiene la posibilidad de llegar a ser,
y que normalmente no se cultivan, sino que se ven eclipsados por aquello en que se ha
transformado la Educación: una venta de información para pasar exámenes. Llegué a Esalen
en el momento en que había mucha sed de aquello que estaba ofreciendo, pues ese ambiente
no se lo encontraba en otra parte; y cuando regresé a Chile después de ese encuentro, quise
hacer algo semejante. Y quise incluso hacer un poco más que eso, porque Esalen es un lugar
a donde va gente por un fin de semana, por cinco o por quince días, tal vez, y luego viene
otro grupo a otra cosa; pero no es la misma gente la que está expuesta a una o u otra
disciplina, de modo que no se produce sistemáticamente el encuentro de las distintas
disciplinas en las mismas personas. Pensé, entonces, en un programa en que un grupo de
estudiantes se haría depositario de la enseñanza de diversos maestros de distintas disciplinas
hasta ahora no integradas -como la gestalt, la educación de la conciencia sensorial, el baile
terapéutico, etc.
Acá veo entre los asistentes al escultor Abraham Freifeld, quien fue una de las personas que
recluté en aquella época para que enseñara esgrima en aquel grupo, constituído en el año 67
-y aparecía en el catálogo de Esalen como Esalen in Chile. Estaba también Trudy
Scheuman, que enseñaba expresión corporal. Yo hacía gestalt e introduje una serie de
ejercicios psicológicos, empecé a enseñar meditación (que había aprendido a través de
Suzuki Roshi y otros) y leíamos algunos textos de la literatura del misticismo universal.
Luego incluso recibí por iniciativa de una comisión del Senado algunos fondos para invitar
especialistas extranjeros. Se invitó a Charles Brooks, por ejemplo, una de las dos personas
que introdujo lo que ahora se conoce como sensory awareness en Estados Unidos; y quedó
entonces esbozada la idea de un Instituto para el desarrollo humano. Esto fue para mí el
laboratorio de algo que realizaría después: una primera implementación de la concepción
integrativa y transpersonal que he ido perfeccionando con el correr de los años. Muchas
veces se habla de mí como de un pionero de la psicología transpersonal, y en realidad fue
durante este trabajo mío en Chile que llevé a cabo el primer experimento de juntar concreta
y prácticamente recursos de la psicología con recursos espirituales -especialmente la
meditación.
Ya había empezado a formarme en Esalen, y luego Perls me dio una especie de beca
permanente -como estudiante pobre chileno; poco después el mismo Esalen me abrió las
puertas para que hiciera lo que quisiera, trabajando a mi manera. Fue naturalmente un gran
privilegio trabajar en un Instituto al que venía gente de todo el mundo -y gente de mucha
calidad. Me vi ahí en la situación de elaborar mejor mi propia síntesis, refinando un poco
algo que había comenzado en Chile. El formato de mis talleres de esa época -especialmente
porque se me conocía principalmente como Gestaltista- era uno en que alternaba Gestalt con
meditación e incluía también un laboratorio interpersonal que ya en Chile había comenzado a
desarrollar como puente entre estos dos polos: entre la disciplina muy interna de la
meditación y la disciplina muy confrontativa de la Gestalt. Empecé a explorar eso de ser uno
mismo ante otro, en la relación humana, y de ahí surgieron muchos ejercicios psicológicos,
que se tornaron una especialidad mía desde entonces y un componente de trabajos diversos.
Esalen fue un importante estímulo, como digo, sobre todo porque venían los discípulos de
Suzuki, el gran maestro Zen que instaló su monasterio no muy lejos de allí; y era un gran
halago saber que gente que trabajaba con un maestro tan importante se interesaba en mi
síntesis novedosa de meditación con psicoterapia.
La siguiente influencia importante en mi trabajo fue el aprendizaje con Oscar Ichazo en Arica
durante 1970. Curiosamente, fue precedida esta temporada por una breve conversación con
el Presidente de la República, Eduardo Frei Montalva, que almorzaba acompañado del
ministro Hales, en la mesa vecina a aquella que compartía yo con Ichazo en un restaurante al
aire libre. Es como si hubiera recibido una especie de implícito -no deliberado pero
providencial- apoyo institucional en este momento de entrar en una cosa muy loca. Ichazo
venía de Bolivia, no era conocido, planteaba cosas un poco raras -como una profecía según
la cual constituiríamos el gérmen de un nuevo mundo. Para mí constituyó una validación
muy inesperada el que durante mi primer encuentro con Ichazo tenía este mi informe al
Instituto SRI (Stanford Research Institute) sobre recursos para el desarrollo humano que
después se transformó en este libro La Unica Búsqueda. En este planteo la integración de
Cuatro Caminos o especialidades en torno a un propósito común: el camino del
conocimiento, el del amor, el de la acción y el de la atención o consciencia pura. No sólo me
elogió Ichazo por este trabajo, sino que confirmó la visión integrativa y ecuménica allí
planteada a través del trabajo que realizó prácticamente poco después con el grupo al que
me tocó reunir y del cual fui partícipe. Fue esta una original integración de prácticas e ideas
de distintas escuelas y culturas en torno a un ideal de complementación de los “Cuatro
Caminos.”
Para mí fue muy importante la experiencia de casi un año en Arica, pues salí de ella con más
capacidad, más fuerza, más posibilidades de ayudar al crecimiento ajeno. Antes de regresar a
Berkeley estuve unos meses en Santiago, y fue aquí que se me presentó la ocasión de hacer
algo de mayor envergadura que en épocas anteriores de mi vida. No sé cuántos terapeutas o
líderes espirituales tienen el privilegio de trabajar con sus madres; pero mi madre, que
siempre se había interesado -como yo-, en las cosas espirituales (pero en esa actitud que he
caracterizado como “de salón”), quiso ahora hacer algo más concreto y seguir mis pasos. Yo
pensé que no podría ayudarla solo; necesitaba un grupo, así que se formó un grupo con
algunas amigas de ella y personas que ya habían tenido alguna formación conmigo. El grupo
fue secreto, por razones diversas entre las cuales estaba el que optase por trabajar con el
secreto como un factor intensificador de la experiencia. Estaba en este grupo la Dra.
Hoffman, que al poco tiempo dio un gran salto interior, entrando en su fase carismática, y
contribuyó ésta a que me sintiera útil en Chile -a pesar de mi ausencia- a través de lo mucho
que ella pudo hacer. Había también alguna gente de la Clínica Psiquiátrica, como Pedro
Politzer y Arturo Mardones -que está aquí. Albert Steinberg venía de Arica, y estaban
también Ximena Sepúlveda y Ruby Bindhof, aquí presentes. Durante un par de meses me
reuní varias horas al día con el grupo, y luego continuamos en contacto a distancia cuando
regresé a California.
Yo había estado en contacto con Idries Shah, un gran Sufi que durante algunos años había
dirigido desde la distancia un grupo en el que participé en Estados Unidos. A través de esa
experiencia había adquirido yo algo del arte de hacerlo. Una vez más, este grupo chileno fue
algo como el laboratorio de lo que vendría a refinar posteriormente en Estados Unidos.
Llegué allá sin proyectos, pero después de una charla en la Universidad de California se me
acercó mucha gente. Estaba en lo que llamo mi “período carismático”, altamente
contagioso- y mucha gente me preguntaba, “¿ Y cómo se puede aprender más de ti ?” Yo
contestaba, “Bueno, dame tu dirección y si hago algo te lo haré saber”. Luego me invitaron
a la Universidad de Stanford y pasó algo semejante: después de un curso de verano allá,
organizado por Robert Ornstein, había más gente interesada, y así se constituyó un grupo
bastante numeroso -como noventa personas, con el que trabajé de semana en semana, sin
programa.
En mi carta de invitación advertía que yo no sabía lo que iba a hacer, que lo único que podía
ofrecer eran mis capacidades y años de formación. Incluso pedía que la gente firmara un
contrato, en el que se especificaba que lo que yo enseñase sería para su uso personal, no
profesional. El motivo inicial de esto fue el que había elementos de lo que había aprendido
de Ichazo que no estaba autorizado a enseñar públicamente; pero también había el deseo de
seleccionar personas animadas por una motivación pura, por una motivación más íntima que
la de “aprender cosas”. Y nuestro contacto se fue prolongando: el contrato era originalmente
por tres meses, pero se reanudaba con el paso de las estaciones, de modo que terminó
durando dos años y medio. Después del primer año se constituyó un instituto, una non profit
corporation educacional, y ya que la inscripción oficial requería de un nombre, le puse SAT
-abreviación de Seekers after Truth -buscadores de la verdad- grupo al que había
pertenecido Gurdjieff, pero también una palabra sánscrita que significa “ser” y “verdad”;
además de un feliz simbolismo fonético alusivo a la visión trinitaria de las cosas que estaba
en el centro de mis intereses desde que conocí a Tótila Albert, con su “mensaje del tres veces
nuestro” (como llamaba a su visión trinitaria del hombre y la sociedad).
Después de que se estableció legalmente el Instituto, lo que había comenzado como una
improvisación cristalizó en un currículum, con un programa multifacético de meditación,
ciertas componentes terapéuticas (que incluían mi desarrollo del protoanálisis), prácticas de
atención como las que me había familiarizado durante el contacto con la escuela de
Gurdjieff, el panorama mental aportado por los libros de Idries Shah y una componente
psico-corporal que incluyó la psicocalistenia y la “kinerritmia” que había aprendido de
Ichazo. Personas familiarizadas con mi trabajo luego me secundaron, dirigiendo según mis
indicaciones otros grupos en tanto que yo, asumiendo un rol específicamente directivo, y de
“diseñador de procesos”, decidí retomar el sueño de una escuela ecuménica y trans-sistémica
como había concebido en Santiago. Tuve la suerte de contar con notables colaboradores: el
ilustre rabino Zalman Schachter, el maestro Indonesio budista de meditación Dhiravamsa, a
quien atraje desde su centro en Inglaterra, Chu Fang Chu, discípulo del último patriarca
Taoísta y maestro de meditación y artes marciales chinas que venía llegando de Taiwán, Sri
Harish Johari, gran médico, artista y maestro tántrico hindú.. Me cayeron las cosas
providencialmente en las manos; todo me resultaba, cada vez que hablaba con alguien,
aceptaba venir y enseñar. Y se formó algo extraordinariamente inusual. Constituyó este un
gran experimento, aunque difícil para los que participamos en él. Fue para nosotros una
especie de peregrinaje sedentario: sin movernos de California, venía gente de distintas partes
del mundo a transmitirnos enseñanzas poco accesibles.
A medida que yo me iba retirando y trabajando más bien por delegación, a través de algunos
que se habían formado conmigo (sin pretenderlo) en los primeros años, llegó un momento en
que pensé que había tenido una especie de parto social: había puesto en marcha algo en lo
que no era necesario que siguiera involucrado personalmente. Muchos entre mis alumnos
iniciaron otros grupos, o participaron en la formación de otras escuelas. El Instituto de
Cuadrinidad -por ejemplo-, fue integrada originalmente por gente de SAT, y también fue en
gran parte gente de SAT la que constituyó el Instituto Nyingma de Berkeley, cuando
Tarthang Tulku, todavía desconocido, empezó a hacerse presente. Yo cerré el instituto por
un tiempo, pero años después lo reabrí, cuando alguien me interesó en ofrecer su programa
especificamente a educadores. Tenía sentido la propuesta, ya que lo que había generado era
justamente lo complementario a lo que se enseña en las escuelas de educación. En ellas se
necesita algo más vivo en materia de capacidades terapéuticas -específicamente un destilado
de la corriente humanista, y particularmente el entrenamiento de una capacidad general de
lidiar con la verdad emocional y de tener encuentros directos, así como la de trabajar con
grupos con flexibilidad. También la componente espiritual o transpersonal que nuestro
programa integraba en forma tanto viva como transcultural ha quedado fuera de la provincia
de los educadores desde los tiempos de su secularización.
Hace ya casi diez años que empezaron los programas SAT en España. Fueron originalmente
concebidos como temporadas de un mes al año: tres módulos de un mes, en que condensé lo
que en Berkeley había hecho a través de un contacto semanal a largo plazo. Parece que con
la experiencia de la vida, mientras más pasa el tiempo más puede uno decir en menos
palabras, y a medida que he podido hacer más con menos mis programas se han ido
miniaturizando. Ultimamente no se compone de módulos de un mes, sino que apenas de diez
días. Y me he sentido enormemente gratificado de trabajar con la comunidad de gestaltistas
españoles, no sólo por lo muy apreciado que he sido sino porque he tenido claras
indicaciones de que mi labor y la de mis colaboradores ha dado buen fruto, elevando la
calidad de la psicoterapia en España a escala nacional. Pero no sólo con gestaltistas he
trabajado, ni sólo con terapeutas, sino con educadores y con personas a quienes les interesa
saber ayudar mejor, aunque su profesión no sea exactamente la de ayuda psicológica. Un
psicoanalista norteamericano del Washington School of Psychiatry -Leon Lurie - me decía:
“Tu curso se podría llamar “Entrenamiento para la Amistad”; y con razón, porque la gente
aprende a oír mejor, a desarrollar una actitud más benévola, a hacer lo que sea necesario
ante el ego del prójimo. Y ciertamente el mosaico de recursos que he reunido y desarrollado
para este programa eminentemente práctico y conciso refleja mi convicción de que para ser
psiquiatra no se necesita leer muchos libros -como se supone en las escuelas profesionales; y
que la interpretación no necesita apoyarse en Melanie Klein o en Lacan o en Winnicott
cuando el terapeuta a través del conocimiento de sí ha llegado a ver directamente al otro.
Decía Perls como explicación a alguien que lo felicitó una vez: “Tengo ojos y no tengo
miedo”. Creo que la formación del psiquiatra o psicólogo necesita principalmente eso: saber
ver lo que pasa, atreverse, e interesarse por el otro; lo que implica que aprender a hacer
psicoterapia puede ser cosa mucho más práctica, mucho menos teórica de lo que es hoy en
día. Creo que el mundo académico ocupa muchas palabras para suplir la falta de práctica; y
es claro que la gente sale de las universidades sin saber hacer mucho. Mis clientes son
precisamente los que salen de la universidad y no saber qué hacer. Una vez le oí al Decano
del Instituto Pedagógico hace años citar a Bernard Shaw: “El que sabe, hace; el que no sabe,
enseña”. Y decía él que quería poner como lema del Instituto Pedagógico, en el frontis del
viejo edificio en la Avenida Macul, “El que sabe, hace; el que no sabe, enseña; y el que
menos sabe, enseña a enseñar” (risas).
Bueno, con el pasar del tiempo yo creo que todos nos damos cuenta de lo problemático que
está el mundo, y yo personalmente me he dado cuenta creciente de lo importante que es el
factor humano, tanto en la problemática como en lo que se ha llamado la “resolútica”.
Cuando años atrás en Santiago di una charla a la que llamé de La Agonía del Patriarcado
(ahora integrada como capítulo de un libro del mismo nombre) decía: “Si hubiera un
Gobierno sabio con posibilidad de acción tendría que reconocer el valor político de la
transformación individual; y, por lo tanto, auspiciar las instituciones pertinentes” (había un
candidato potencial a la Presidencia entre los asistentes, y por haberlo reconocido dije
aquello). Pero me quedé corto al no haber planteado: ¿ qué se puede hacer con el hecho de
que las “instituciones pertinentes” han perdido relevancia ? La medicina se ha contaminado
tanto del mal del sistema que sólo ofrece una psiquiatría al servicio de la adaptación, ya no
una psiquiatría al servicio de la realización interior. Las religiones están ya patriarcalizadas
desde hace muchísimo tiempo. Uno de mis grandes apoyos entre los líderes espirituales
actuales ha sido quien escribe el prólogo de la versión americana del ya citado libro, La
Agonía del Patriarcado, el archidiácono en la Catedral de San Francisco. Hace poco
estuvimos Suzy y yo comiendo con él, y nos dijo, “Ya no abunda la Gracia en las iglesias”.
Desgraciadamente, no es allí donde hay que buscar, como en los antiguos tiempos. Sobre la
educación, ya no necesito entrar en mayores detalles. Entonces, si uno dice que hay que
fomentar a las instituciones habría que preguntarse, ¿ cómo renovarlas, cómo darles nueva
vida, cómo importar los factores que se han desarrollado, por la inercia del sistema,
justamente fuera de ellas, en la contracultura o en los intersticios entre las instituciones?
Tomando consciencia de esto, me he venido dando cuenta que lo que ha surgido de esta
labor -espontáneamente evolutiva, más que deliberada - que vengo desarrollando, es
justamente un método brevísimo y muy eficiente de inyectar vida allá donde más falte -en
grupos educacionales, religiosos o terapéuticos.
Ya los Jesuítas y los Benedictinos, en Estados Unidos, han integrado mi presentación del
Eneagrama como parte de su formación regular, y muchos centros de formación de
terapeutas en Europa han enviado gente a nuestros programas, que también han sido
avalados por la Asociación Europea de Psicoterapia, y comprenden una síntesis terapéutica-
espiritual sólidamente anclada de una visión teórica pero máximamente económica en cuanto
al tiempo que se dedica al discurso conceptual. Creo que son los educadores los que van a la
zaga, porque aunque hay educadores muy bien intencionados en todo el mundo, y se discute
mucho de reformas de currículum, parece que el sistema es tan grande que la inercia
burocrática se los come. No sé yo cuáles son las soluciones, pero me parece importante
entender cómo funciona esto de la fosilización institucional y cómo obstaculiza la vida.
Con mucha satisfacción, entonces, me doy cuenta de que he terminado por crear una
metodología que está siendo útil en la formación de terapeutas y (por ahora) personas
aisladas en el ámbito educacional, pero que promete ser mucho más útil aún allí donde
interese la transformación individual, desde escuelas a situaciones de dirección espiritual, y
cuya presencia seguramente será favorable a la transformación social en que nos vemos
inmersos -pues como ha dicho el Dalai Lama un “nuevo orden mundial” no es cosa de
ajustes económicos o políticos sino de una reorientación motivacional -y ya decía Erich
Fromm que sólo podría crearse una nueva sociedad si ocurre un cambio profundo en el
corazón humano. Y ahora lo que empezó en España está haciéndose en Méjico, en Brasil y
en Italia. Y comenzamos el año próximo en Montevideo. El año pasado me preguntaban,
con mucha vehemencia, algunos de los asistentes a mi charla en el Instituto Goethe:
“¿ Cuándo vienes a Chile ?”. Dije, “No creo que pueda muy pronto”, y la verdad es que
estoy más bien cerrando esta etapa de mi vida, en ánimo de dedicar mis últimos años a la
música o a algo que desconozco, y sin querer hacer promesas a largo plazo.
APENDICE
Conductores del Primer Encuentro Nacional de Psicoterapeutas
Humanistas y Transpersonales (Santiago, Enero 1995)
GILDA ACEITUNO MORENO. Psicóloga y Licenciada en Psicología de la
Universidad Católica, 1978. Investigadora y Docente del Depto. de Fisiología y Biofísica
de la Facultad de Medicina U. de Chile (1978-1980). Psicóloga del Servicio de Agudos del
Hospital El Peral (1981-1985) Durante cinco años participó en diferentes instancias de
trabajo en Psicología Comunitaria, haciendo talleres de formación y capacitación en
desarrollo personal, relaciones humanas, sexualidad y trabajo corporal con mujeres y
jóvenes pobladoras. Redactora en revista de Educación popular “Qué hacemos”. Docente
en Instituto Carlos Casanueva en talleres de desarrollo personal. Actualmente, docente en
Universidad Arcis (Escuelas de Psicología, Trabajo Social y Danza). Desde 1985, miembro
del centro de meditación Shambhala; instructora de meditación. Formación en programa
de Psicología Contemplativa del Instituto Naropa (Boulder, Colorado). Conductora del
Taller de Meditación Budista, junto con la Ps. Verónica Guzmán.
Estos enfoques no sólo dan respuesta a los interesados en cómo hacer psicoterapia, sino
que orientan valóricamente nuestro quehacer en áreas tan diversas como la ecología, la
educación, la política, las relaciones humanas y la salud. Puesto que puede decirse -con
toda seguridad- que nuestra época se caracteriza por la incertidumbre, el sin sentido de
nuestras vidas y una importante crisis valórica, este libro puede ser un aporte, no sólo
para el estudioso de la psicología y la psicoterapia, sino para todo aquél que desee
responder sus legítimas inquietudes respecto al sentido de nuestra vida actual.