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PROTESTANTES

Historia, curiosidades y personajes

Mario Escobar
Copyright © 2017 Mario Escobar
Todos los derechos reservados.

“Si no se me convence con testimonios bíblicos o con razones


evidentes y si no se me persuade con los mismos textos que yo
he citado, y si no sujetan mi conciencia a la Palabra de Dios,
yo no puedo ni quiero retractar nada por no ser digno de un
cristiano hablar contra su conciencia. Heme aquí; no me es
dable hacerlo de otro modo. ¡Que Dios me ayude! ¡Amén!”
Martín Lutero
“Si la teología protestante ha alcanzado el punto en que se
cierra al desafío del ateísmo, entonces ha dejado de ser la
vanguardia intelectual del cristianismo.”

Thomas JJ Altizer, Hacia un nuevo cristianismo (1967)

“Y yo me siento protestante, en lo más íntimo del


protestantismo (Harnack, Ritschl, Hermannn, etc. me han
convencido de ello… Y yo, se lo repito, me siento con alma de
luterano, de puritano o de cuáquero, el ideocratismo latino y
su idolatría me repugna, me repugna su adoración a la forma
y su tendencia a tomar la vida como una obra de arte y no
como algo formidable y serio. Y mi alma es luterana.”

Miguel de Unamuno (carta a J.E.Rodó, 1900)

“Me gustaba ese sentido protestante de la responsabilidad


personal, tan ajeno a quien se ha educado en un país católico
y autoritario, en el que la mejor razón para cumplir una
norma es sentir en la nuca los ojos del que puede castigar, y
en el que la trapacería picaresca se ha celebrado con más
júbilo que la honradez.”

Antonio Muñoz Molina (Escritor)

“Lo propio y específico de la Reforma, en contraste con la


concepción católica, es haber acentuado el matiz ético y
aumentado la primacía religiosa concedida al trabajo en el
mundo, racionalizado en profesión.”

Max Weber

“…en Trento los españoles metimos la pata hasta el


corvejón. O, mejor dicho, nos equivocamos de Dios: en vez
de uno progresista, con visión de futuro, que bendijese la
prosperidad, la cultura, el trabajo y el comercio -cosa que
hicieron los países del norte, y ahí los tienen hoy-, los
españoles optamos por otro Dios con olor a sacristía,
fanático, oscuro y reaccionario, al que, en ciertos aspectos,
sufrimos todavía”.

Arturo Pérez-Reverte (Escritor)

“Mi abuela inglesa, era de tradición protestante,


predicadores metodistas. Ella sabía de memoria la Biblia.
Ud. le recitaba un versículo cualquiera y ella le decía, sí,
Libro de Job, capítulo tal, versículo tal y seguía adelante.
Entre los protestantes hay mucha gente que conoce de
memoria la Biblia. En los hoteles, por ejemplo en Inglaterra,
en Escocia y en Nueva York también, siempre en el cajón de
la mesa de luz hay una Biblia. Y además las citas bíblicas que
serían pedantescas en castellano, son comunes en inglés. La
gente continuamente está citando versículos de la Biblia o
frases bíblicas, y eso no resulta pedante. En cambio, en los
países católicos resultaría forzado. De modo que mi abuela
era muy religiosa, metodista.”

José Luis Borges (Escritor argentino)


A mis padres, que me enseñaron el valor de las cosas y el
sacrificio.

Contenido
Copyright © 2017 Mario Escobar

Introducción

1ª Parte: El comienzo de todo


1.1. Antecedentes

1.2. La Reforma de Lutero levanta la voz: El poder de la Gracia

1.3. La Reforma de Calvino conquista Europa: La primera agencia


misionera
1.4. La Reforma en España y América: Su casi total destrucción

1.4. La llegada de los Peregrinos: El protestantismo conquista América del


Norte

La iglesia de los fieles: El triunfo de las iglesias congregacionalistas

Hasta lo último de la Tierra: El movimiento misionero del siglo XIX y la


evangelización de América
El origen de la liga anti alcohol y el sufragio femenino Movimiento de
Santidad en los Estados Unidos

El origen masón de las sectas del siglo XIX: Disidentes y sectas


protestantes

La teología entra en escena: El intento de fundamentalismo y liberalismo

El viento del Espíritu: El nacimiento del movimiento pentecostal


El último avivamiento: La expansión por los Estados Unidos y
Latinoamérica

Un continente se convierte: El protestantismo en América Latina y España


en el siglo XIX y XX.
2. Parte: Las transformaciones que ha producido la Reforma

2.1 El núcleo fundamental de la sociedad: El papel de la familia en el


protestantismo

2.2 Una escuela en cada esquina: La educación universal

2.3 La voz del otro 50%: El papel de la mujer en el protestantismo


2.4 Un hombre, un voto: El sufragio universal y las iglesias protestantes

2.5 Forjadores de hombres: Del estudio de la Biblia a las universidades


más prestigiosas del mundo: Harvard, Yale, Princeton…

2.6 Una fe con ética: capitalismo, el pensamiento, lucha sindical y la ética


del trabajo
2.7 Libertad de cátedra: Contribución al desarrollo de la ciencia

2.8 Los Derechos y la imagen de Dios: derechos humanos, abolición de la


esclavitud, lucha contra la segregación y protestantismo

3ª Parte: Una Reforma con mucho arte: Aportes a la literatura y las artes

3.1.En toda lengua: La Biblia como base de la formación de los idiomas


modernos
3.2 Artes: Los protestantes y su aporte a la música, la pintura y el arte en
general

3.3 Los hombres del libro: Los protestantes y la literatura


3.4 Las ondas de la fe: Los protestantes y los medios de comunicación

4ª Parte: Las raíces de los protestantes de habla hispana

4.1 En su propio idioma: protestantismo autóctono criollo

4.2 El fin de la invisibilidad: Explosión del protestantismo en América


Latina

4.3 Del púlpito a la tribuna: Influencia del protestantismo en la política

4.4 Caminando entre dragones: protestantismo hispano


4.5 Artistas de los nuestros: El protestantismo y arte en América Latina y
España

5ª Parte: Una casa allá en el cielo: el futuro del protestantismo en un mundo


globalizado

5.1 Los retos del próximo siglo


5.2 Conclusión

Bibliografía
Introducción
Hubo un momento en el mundo en el que la sociedad se dividía entre los que
“oraban”, “luchaban” y trabajaban. Una sociedad estamental que
inmovilizaba al hombre, desde su nacimiento hasta su muerte, en un estado
civil, económico y religioso que le aprisionaba hasta convertirlo en un simple
peón en la partida de ajedrez del mundo. El ascenso de la burguesía urbana,
el surgimiento de la revolución cultural que supuso el Renacimiento y una
grave crisis demográfica y económica, cambió por completo las condiciones
sociales, religiosas y políticas de Europa. Estaba a punto de nacer el “hombre
moderno”.
El 31 de octubre 1517, fecha en la que se conmemora que Martín Lutero
colocó sus tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg, no se produjo solo
el paso del hombre medieval al hombre moderno, ni el descubrimiento del
individualismo, el sistema capitalista, el ascenso de la burguesía, el
nacimiento del nacionalismo o la democracia moderna, sino que fue el
humilde intento de diálogo de un monje agustino, profesor de Biblia,
indignado por los abusos de las “indulgencias”, y sobre todo conmovido por
su descubrimiento de un Dios personal, de una salvación gratuita y la
liberación del peso del pecado y la culpa. Los aportes del protestantismo al
mundo fueron las consecuencias de la aplicación de esas verdades a las
diferentes artes y áreas sociales.
El historiador Bernard Coster, en su libro Unidad y diversidad de la
Historia de la Iglesia, definió la reforma protestante como una refundación
del cristianismo. Para Coster, el protestantismo al emanciparse del papado
estaba superando un condicionante igual a la separación de los primeros
cristianos del judaísmo.
El protestantismo renunció a la unidad para conformar las iglesias
nacionales, dejó a un lado la autoridad de Roma para someterse únicamente a
la Biblia. La ruptura del cristianismo occidental supuso una crisis política,
filosófica y social, pero en menos de cien años, el protestantismo había
creado su propia cosmovisión del hombre, del mundo, de Dios y de la
sociedad.
Las guerras religiosas, que asolaron Alemania y especialmente Francia
durante el siglo XVI, no lograron frenar el espíritu de la Reforma que
terminaría provocando un progreso científico, social, económico y espiritual
sin precedentes hasta ese momento.
El arranque rupturista y la fragmentación lograron formar las primeras
comunidades plurirreligiosas y pluriconfesionales, que ayudaron a conformar
el espíritu de tolerancia que daría a luz durante los siglos XVII y XVIII.
Las congregaciones libres y la igualdad conformada por la participación
voluntaria en las confesiones religiosas darán lugar al parlamentarismo
moderno; las libertades conseguidas paulatinamente favorecerán el comercio
y el desarrollo científico; perseguirán la igualdad legal, el derecho de reunión,
la libertad religiosa, las mejoras sociales y el progreso tecnológico.
La paulatina emancipación de la mujer comenzará en grupos de mujeres
protestantes unidas en un primer momento con el objetivo de acabar con el
consumo de alcohol; pero más tarde con el propósito de conseguir el voto
femenino y la equiparación legal de las mujeres a la vida civil.
Las empresas sociales y los sindicatos cristianos ayudaron durante los siglos
XIX y XX a reivindicar los derechos laborales en Inglaterra y en otros
territorios protestantes, denunciaron los escesos de la Revolución Industrial y
ayudaron a la abolición de la esclavitud en América.
Los descubrimientos geográficos muchas veces se dieron por el esfuerzo
misionero en África y Asia; el progreso de la alfabetización se vigorizó para
poder comprender las Sagradas Escrituras; la contribución en el terreno de la
pedagogía, las mejoras en las cárceles y la lucha por los más desfavorecidos,
transformaron la sociedad que muchas veces vivía en un protestantismo
nominal, como era el caso de la Inglaterra del siglo XVIII.
Los grandes “avivamientos” o “despertares” animaron a la emancipación de
las trece colonias, conformando una unidad religiosa más allá de la
procedencia y el idioma.
El protestantismo es el movimiento cristiano que más crece, se desarrolla y
cambia dentro del panorama religioso del mundo. América Latina, África,
Asia y Europa del Este han sufrido una verdadera mutación religiosa. En
muchos países latinos o africanos, a principios del siglo XX apenas había
minorías protestantes que no llegaban al 1%, en la actualidad muchos de
estos países tienen grupos protestantes que superan el 20 o el 30%. El
crecimiento de los protestantes en China, la India y Rusia supondrá un
crecimiento sostenido que puede llevar a mediados del siglo XXI a traspasar
la barrera de los 1.000 millones de protestantes en el mundo. En el 2017 se
celebra el 500 aniversario de la fundación oficial del protestantismo.
En el mundo hispano el protestantismo ha supuesto la mayor
transformación religiosa de los últimos 100 años. Lo mismo está sucediendo
en África y Asia, lo que supone el mayor crecimiento protestante en estos
quinientos años de historia.
1ª Parte. El comienzo de todo
1.1 Antecedentes
La Edad Media había llevado al papado a convertirse en un estado secular y
al papa en el monarca que controlaba un amplio territorio de Italia. La caída
del Imperio romano, la falsa donación de Constantino a los papas y la crisis
general llevó a los reinos a aceptar el papel del papa como árbitro de la
situación política y a considerarlo como último destello del poder del
desaparecido imperio. La consolidación de los reinos de Europa Occidental
vino a cuestionar este poder papal, lo que condujo al intento del poder secular
de controlar la Iglesia por parte del poder secular.
Las luchas dentro de la Iglesia católica entre los siglos XIV al XVI, con
varios papas y antipapas, habían desprestigiado aún más la institución.
Algunos intentos de reforma habían fracasado. La orden de los franciscanos
había denunciado en numerosas ocasiones los abusos del papa y la curia,
llegando a llamarle anticristo, pero nada había cambiado en Roma durante
siglos.
El enfrentamiento entre el papa Bonifacio VIII y el rey de Francia Felipe IV
por el dominio del sur de Italia llevó al sometimiento del primero al poder
real francés. La sede papal se trasladó a Aviñón para que el monarca lo
pudiera controlar con mayor facilidad. Se produjo en este tiempo la paradoja
de que estuvieran en la silla de San Pedro varios papas y antipapas. Los
intentos por cambiar la situación por parte del movimiento conciliar fracasó y
la llegada al papado de los Médici en el siglo XVI, produjo una de las épocas
más oscuras de la historia de la sede romana.
La Iglesia se encontraba tan corrompida, alejada de su labor y propósito,
que fueron muchos los que cuestionaron su legitimidad moral. Uno de los
críticos más destacados fue el teólogo y filósofo John Wycliffe.

John Wycliffe
John Wycliffe, filósofo escolástico, traductor bíblico, profesor de Oxford y
teólogo, criticó duramente el poder temporal de los papas, el lujo de las
iglesias y las ceremonias alejadas de la sencillez evangélica.
En 1374 acompañó a una comisión real a la ciudad de Brujas para discutir
con los representantes del papa Gregorio XI las desavenencias entre el rey
inglés y el pontífice. Tras regresar a Inglaterra el teólogo escribió varios
tratados criticando el poder de la Iglesia, las indulgencias y la simonía.
Después publicó un tratado titulado De civii Dominio (El Dominio Civil) en
el que afirmaba que las posesiones de la Iglesia debían pasar al Estado y que
Dios quería una iglesia pobre.
El papa Gregorio XI condenó sus ideas, pero el teólogo no se retractó. Se
citó a Wycliffe a que se presentara ante el obispo de Londres, cuando este
quiso retenerlo, la presión popular le obligó a que lo dejara partir. La
protección real impidió que fuera juzgado pero fue excomulgado por la
Iglesia de Roma.
El teólogo desarrolló varias líneas argumentales que condenaban a la Iglesia
católica, afirmando que una iglesia invisible verdadera se encontraba dentro
de la iglesia oficial. Condenó al papado, el monacato y defendió la pobreza
de la Iglesia. Su mayor aportación fue la traducción de la Biblia al inglés. En
esta labor fue ayudado por varios colaboradores como Nicolás de Hereford.
Tras su muerte, en el Concilio de Constanza el 4 de mayo de 1415, Wycliffe
fue declarado hereje. Sus restos fueron desenterrados y quemados, pero su
legado continuó, preparando el terreno para la reforma que llegaría un siglo
más tarde a Inglaterra.

Juan Huss
Juan Huss, un sacerdote, filósofo y profesor en la Universidad de Praga,
recibió la influencia del trabajo de John Wycliffe y tradujo algunas de sus
obras a principios del siglo XV a pesar de la prohibición que había sobre ellas
por parte de las autoridades eclesiásticas. Desde el púlpito de la capilla de
Belén en Praga, Huss criticó la doble moral de sacerdotes y obispos. Al
principio el arzobispo Zbynêk Zajíc apoyó al teólogo, pero finalmente los
requerimientos del papa Inocencio VII le pusieron en su contra.
En aquel momento se produjo un nuevo cisma, con el papa Gregorio XII en
Roma y Benedicto XIII en Aviñón. El rey Wenceslao apoyó al primero, para
conseguir el reconocimiento como emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico.
En el Concilio de Pisa de 1409 se nombró a un nuevo papa llamado
Alejandro V pero los otros dos papas no dejaron su cargo, por lo que el nuevo
papa fue declarado antipapa en el Concilio de Constanza de 1418.
La llegada del papa Juan XXIII, declarado sucesor de Alejandro y antipapa,
llevó a Huss a la ruptura definitiva con la iglesia oficial. El nuevo papa
autorizó indulgencias para una cruzada que estaba realizando en el sur de
Italia contra Ladislao de Nápoles. Huss condenó el poder secular de los papas
y las indulgencias plenarias. Muchos ciudadanos rechazaron las indulgencias
en Praga y fueron ejecutados por el poder civil. Nacía el movimiento husita
que sobreviviría hasta el siglo XVI y recibiría con agrado la llegada de los
nuevos predicadores protestantes que inundarían Praga con sus enseñanzas.
Segismundo de Hungría pidió a Juan Huss que acudiera al Concilio de
Constanza para terminar con la disputa, prometiéndole su seguridad por
medio de un salvoconducto. Al poco de llegar a la ciudad fue encarcelado,
Segismundo pidió la liberación pero los obispos le dijeron que la palabra
dada a un hereje no tenía que cumplirse. El 6 de julio de 1415 fue condenado
ante la asamblea en la catedral de la ciudad. El teólogo se negó a retractarse y
tras quitarle sus órdenes sacerdotales y ponerle un gorro de papel con el título
de “líder de los herejes” fue quemado en la hoguera.
Antes de morir Juan Hus afirmó:
Dios es testigo de que las cosas por las que me acusan, nunca he
predicado. En la misma verdad del Evangelio la que he escrito,
enseñado y predicado, basándose en los dichos y las posiciones de los
santos doctores, estoy dispuesto a morir hoy[1].
La muerte de Huss no impidió la formación del movimiento husita. Los
bohemios se enfrentaron al papa por la muerte del teólogo y el papa Martin V
emitió una bula que autorizaba la matanza de todos los defensores de las
ideas de Huss y Wycliffe. Tras la victoria de los husitas se llegó a un acuerdo
pacífico con ellos, permitiéndoles practicar su fe.
En Italia, muy cerca del centro de la Iglesia católica, también hubo críticos
que desearon reformar la iglesia. Uno de los más destacados fue Girolamo
Savonarola, un fraile dominico y predicador de la ciudad de Florencia.

Girolamo Savonarola
Girolamo nació en Ferrara el 21 de septiembre de 1452. Su abuelo había sido
médico y un notable pensador. Desde niño tuvo vocación religiosa y escribió
numerosos poemas en los que hablaba de su pesar por el estado de la Iglesia.
El 25 de abril de 1475 ingresó en el convento de San Doménico de Bolonia,
perteneciente a la Orden de los Predicadores. Tras realizar sus estudios
teológicos y ser nombrado sacerdote se convirtió en predicador itinerante.
En 1490 Savoranola es nombrado predicador en la catedral de San Marcos
en Florencia, al parecer recomendado por el príncipe Giovanni Pico della
Mirandola, que le había escuchado predicar. Desde el principio el fraile se
mostró un crítico contumaz, proclamándose profeta. La primera de sus
predicciones se cumplió, ya que la llegada de Carlos VIII de Francia pareció
representar al rey que vendría a destruir a los corruptos príncipes italianos,
profetizado por el monje.
El rey de Francia destituyó a Pedro II de Médici y permitió a Savoranola
gobernar la ciudad. El fraile impuso leyes muy estrictas y proclamó un estado
teocrático. El papa Alejandro VI le pidió que fuera a Roma, pero ante la
negativa del fraile terminó excomulgándolo. Con la ayuda de un ejército
papal los Médici recuperaron el poder, condenaron a Savoranola por herejía y
fue quemado el 23 de mayo de 1498.

Algunos movimientos anteriores


A los movimientos discrepantes de Italia, Inglaterra y Bohemia les había
precedido el valdense en Francia. En 1176, un rico burgués de Lyon llamado
Pedro Valdo experimentó una transformación personal que le hizo cambiar
de vida de manera radical. Valdo dejó sus extensas posesiones y se dedicó a
una vida de pobreza. Enseguida otros se unieron a su causa, haciéndose
llamar “los hermanos pobres”. Valdo pidió que se tradujesen algunos textos
del Nuevo Testamento al francés y envió predicadores por toda la región.
Al principio el movimiento se recibió con agrado, sobre todo en el Concilio
de Letrán del año 1179, pero más tarde el obispo de Lyon les prohibió
predicar. Tras su ilegalización el movimiento se hizo mucho más crítico con
la jerarquía eclesiástica, sobre todo debido a la riqueza de la Iglesia, la
corrupción y la adoración a las imágenes.
En el IV Concilio de Letrán, que estaba a punto de declarar su cruzada
contra los cátaros, también se incluyó a los valdenses en la persecución
religiosa, a pesar de tener ideas muy opuestas.
Los valdenses lograron sobrevivir y organizarse en comunidades llamadas
“sociedades” y se nombraron con los títulos de “hermanos” y “hermanas”,
para los más consagrados y el título de “amigos”, para los simpatizantes.
Los valdenses se extendieron rápidamente por Francia, el norte de Italia,
Flandes, Alemania y Bohemia. Sus cultos eran sencillos, consistían en una
lectura bíblica y una breve predicación. Tras su llegada a España fueron
duramente perseguidos por el rey de Aragón Alfonso II. La persecución
terminó con la matanza de 114 valdenses en Gerona, también se encontraron
algunos focos valdenses en las ciudades de Urgel, Castellón y León.
Los husitas, valdenses y los lolardos (seguidores de Wycliff) lograron
aguantar durante algo de tiempo todavía, pero las continuas persecuciones y
cruzadas contra ellos debilitaron el espíritu de reforma y casi se extinguieron.
El siglo XVI comenzaba con un claro retroceso de los movimientos
reformados. Los husitas apenas tenían unas pocas congregaciones en la zona
de Bohemia; los valdenses habían logrado refugiarse en zonas apartadas de
los Alpes franceses e italianos, mientras que los lolardos se habían extinguido
casi por completo en Inglaterra.
La Reforma del siglo XVI era deudora, en parte, de los movimientos que la
habían precedido, ya que encontró una predisposición, en ciertos lugares de
Europa, a aceptar el mensaje de Lutero.
En Inglaterra aún quedaban rescoldos de los escritos heterodoxos y el
impacto de la famosa Biblia de Wycliff; en Bohemia los husitas se unieron
rápidamente a la iglesia luterana y en Suiza los valdenses no tardaron mucho
en integrarse en la iglesia reformada de Suiza.
La Iglesia de Roma continuó corrompiéndose, logrando reformarse solo en
unos pocos lugares como es el caso de los Reinos de Castilla y Aragón,
gracias al esfuerzo de la reina Isabel y de su confesor el cardenal Cisneros.
El esfuerzo del cardenal Cisneros y la reina Isabel la Católica propició la
renovación y reforma de las órdenes religiosas masculinas y femeninas.
Cisneros implantó en Alcalá de Henares una universidad dedicada al estudio
de la Biblia, que terminaría produciendo la Biblia Políglota, pero su
influencia no logró una profunda renovación espiritual, ni se extendió a más
territorios. El erasmismo, en cambio, lograría una renovación intelectual y
espiritual de mucho más calado en todos los territorios hispanos.
El siglo XVI comenzaba lleno de temores y esperanzas. El descubrimiento
de nuevas tierras, la evangelización de un vasto continente, el progreso del
comercio y la estabilidad demográfica y social abrirían las puertas a una
nueva etapa de la historia de Europa.
1.2 La Reforma de Lutero levanta la voz: el poder de la
Gracia
El proceso que terminó con el nacimiento de la reforma protestante
únicamente se hubiera podido producir en la Europa Occidental. La Iglesia
ortodoxa de Oriente, más que una entidad monolítica y una monarquía
terrenal como la Iglesia de Roma, era la unión de varias iglesias
semindependientes. Todos los ortodoxos reconocían al patriarca de
Constantinopla, pero este no ejercía sobre el resto de iglesias un poder
absoluto. Los antiguos patriarcados estaban unidos de una manera ecuménica,
pero el papa de Roma se consideraba el único y directo heredero del apóstol
Pedro y cabeza de la Iglesia.
El siglo XVI arrancaba con la expansión de Europa occidental al mundo. Ya
fuera por la ruta portuguesa que rodeaba África o por la ruta que Colón
pretendía encontrar por el Occidente.
El Renacimiento de los siglos XIV y XV había permitido un desarrollo
económico, artístico y cultural sin precedentes. El descubrimiento de los
escritores clásicos romanos y griegos, que habían sobrevivido en gran parte
debido al interés que habían despertado en la cultura musulmana, fue uno de
los principales impulsos de esa época de esplendor. La escuela de traductores
de Toledo logró devolver al occidente cristiano varios siglos de conocimiento
perdidos por la destrucción del Imperio romano u olvidados en el interior de
los conventos esparcidos por toda Europa.
El invento en Europa de la imprenta, que ya había sido utilizada siglos antes
en China y Corea, facilitó la transmisión de las viejas ideas, que venían a
avivar el debate filosófico, político y religioso.
Los antiguos movimientos reformadores habían fracasado al intentar
difundir su mensaje, ahogados por las persecuciones del trono y la Iglesia
católica, pero la imprenta permitió que las ideas corrieran más rápidamente
que las espadas y las hogueras de los siglos precedentes.
En el norte de Europa, donde las ideas grecolatinas no tenían tanto asiento,
se produjo un acercamiento a los textos bíblicos. Erasmo de Rótterdam, uno
de los estudiosos más importantes del siglo XVI, buscó en la Biblia la fuente
de renovación que necesitaba la Iglesia, sobre todo a través del estudio de las
Sagradas Escrituras. Aunque la reforma que proponía el holandés era más
moral que doctrinal, puso las bases a la posterior Reforma Protestante,
gracias a su texto revisado en griego.

Erasmo de Rótterdam
Erasmo de Rótterdam, de humilde origen holandés, sacerdote católico,
humanista, maestro, teólogo y crítico social, era un hijo natural, criado por
los clérigos de la iglesia de San Lebuin. Educado en una de las famosas
escuelas de los Hermanos de la Vida Común, enseguida destacó por su
brillantez e inteligencia. Tras convertirse en canónigo regular de la canonjía
de Stein y sacerdote a la edad de 25 años, Erasmo continuó su formación en
París. De allí pasó por las universidades de Lovaina, Inglaterra, Turín y
Basilea. Fue en Oxford, de la mano del profesor y humanista John Colet,
quien ayudó a Erasmo a entusiasmarse con las Sagradas Escrituras, donde
encontró su vocación bíblica. John Colet había aprendido algunas de sus
ideas de las enseñanzas de Savonarola y se las transmitió a Erasmo. Así
despertó en su discípulo holandés la necesidad de una reforma moral de la
Iglesia basada en la Biblia.
Cuando regresó Erasmo al continente, comenzó su proyecto de una nueva
traducción latina de la Biblia, basada en la Vulgata de San Jerónimo, pero
que fuera más veraz que esta y más cercana a los eruditos de su tiempo. Le
comentó a su profesor inglés que “tenía todas las velas desplegadas hacia la
literatura sagrada”.
En 1514, un grupo de eruditos que trabajaban en Alcalá de Henares terminó
la primera edición de su Nuevo Testamento en griego, ordenado por el
cardenal Cisneros. Esta edición es anterior al texto de Erasmo, pero ya que el
cardenal Cisneros quería completar la traducción del Antiguo Testamento
antes de su publicación, la versión de Erasmo salió antes a la luz y se
convirtió en una de las herramientas más importantes de los traductores y
posteriormente de los reformadores protestantes.
La decisión de unir el texto griego y latino de la revisión que Erasmo hizo
de la Vulgata de San Jerónimo facilitó una herramienta adicional para la
traducción de la Biblia a los idiomas nacionales.
Erasmo de Rótterdam fue mucho más que un estudioso de la Biblia en su
famoso Enchiridion Militis Christiani (Manual del soldado cristiano)
publicado en 1503. El humanista describía cómo debía vivir su fe el hombre
de su tiempo. Lo más revolucionario era que el volumen no estaba dirigido a
religiosos, sacerdotes o monjes, su intención era aleccionar al pueblo, para
que practicara un cristianismo más próximo a los valores morales y éticos de
las Sagradas Escrituras. Su obra más crítica fue sin duda el Elogio a la
Locura, en el que el humanista condenaba las prácticas oscurantistas y
paganas de la sociedad, la doble moral del clero, además de los abusos de
nobles y príncipes de la Iglesia.
Erasmo fue además mentor del príncipe Carlos V, el que se convertiría poco
después en el hombre más poderoso de la Tierra.
El terreno preparado por Erasmo, los cambios sociales, el invento de la
imprenta en Occidente lo que abarataría la difusión de libros y la rapidez para
producirlos unido a las mejoras en las comunicaciones, el progreso
económico de las expansiones comerciales de España y Portugal, pondrían
las bases para la Reforma que se avecinaba.
El historiador Thomas Carlyle, uno de los más reconocidos investigadores
del siglo XVI, consideró que sin Martín Lutero y los acontecimientos que
rodearon su vida, no solo no se hubiera producido la reforma protestante,
tampoco la Revolución francesa, la Revolución inglesa, la Revolución
americana o los principios básicos de democracia moderna, como la libertad
de expresión o el sentido nacionalista de los estados.
Pero ¿Quién era Martín Lutero?

Martín Lutero
Durante siglos, el monje agustino de origen alemán se describió en los países
católicos como un demonio lujurioso, mentiroso y borracho; mientras que en
los países donde triunfó la Reforma se le ha considerado padre del
protestantismo y alma de la independencia de las naciones nórdicas y
alemanas. Naturalmente, ninguna de las dos posturas se ajusta a la realidad.
Martín Lutero nació el 10 de noviembre de 1483 en la localidad de Eisleben
en Sajonia. Alemania era en aquel momento un complejo tapiz de
principados, condados, ducados, obispados y ciudades bajo la autoridad
nominal del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que había
nacido bajo el auspicio de Carlomagno en el año 800. A finales del siglo XV
el norte de Alemania era una zona alejada del centro político, económico y
cultural del mundo.
Los padres de Martín eran una pareja de agricultores que habían logrado
mejorar su situación convirtiéndose en propietarios de una mina. Más tarde,
su padre Hans había sido nombrado concejal.
La educación de Lutero comenzó en la ciudad de Mansfeld, pero quedó
marcado por la formación recibida por los llamados Hermanos de la Vida
Común, como le había sucedido a Erasmo. Este grupo religioso se había
creado poco tiempo antes. Su deseo consistía en llevar la devoción al pueblo,
utilizando la educación como un medio para formar a las masas ignorantes y
supersticiosas. El primer nexo de unión entre Erasmo de ROtterdam y Martín
Lutero y muchos otros miembros de su generación fue esta visión de la
educación: la importancia del conocimiento para barrer la superstición y que
la Biblia llegara a la gente sencilla.
Erasmo de Rótterdam lo expresó muy bien al decir que Cristo desea que sus
misterios se publiquen lo más abiertamente posible…añadiendo que él
quisiera que incluso las mujeres más bajas leyeran los Evangelios y las
Epístolas de Pablo…que pudieran leerlas y entenderlas; no solamente
escoceses e irlandeses, sino también turcos y sarracenos…que el agricultor
cantara algunas porciones de ellas al arar… que todas las conversaciones de
los cristianos se deriven de esa fuente.
En la escuela parroquial de San Georgen, en Eisenach, Lutero aprendió
latín. En aquel momento el antiguo idioma del Imperio se había convertido en
lengua vehicular en la que escribían, se expresaban y aprendían los hombres
cultos de la época.
En 1501, a petición de su padre, Martín ingresó en la Universidad de Erfurt,
comenzó su primer curso en artes liberales, que era el paso previo al estudio
de una carrera, ya que su intención era convertirse en abogado. Tras
conseguir el título de Maestro de Artes en 1505, al poco tiempo de comenzar
en la Facultad de Derecho, una fuerte tormenta le hizo encomendarse a Santa
Ana y prometerle que se haría monje. Otros añaden el episodio de que
viajando de nuevo hacia su casa se hincó una daga y comenzó a desangrarse,
lo que hizo recordar su anterior promesa.
Martín Lutero entró, por decirlo de alguna manera, de forma inesperada en
el monacato. El 17 de julio de 1505, en abierta oposición a la voluntad de su
padre, ingresó en el convento de Agustinos Ermitaños de Erfurt y dedicó el
resto de su vida a Dios.
El convento de Erfurt era muy estricto en el cumplimiento de la regla
agustina, pero Lutero parecía adaptarse bastante bien a aquella vida rigurosa
y austera, recibiendo la ordenación como monje y más tarde como sacerdote.
La llegada, aparentemente fortuita de Lutero a la religión, no impidió que
buscase dentro de la Iglesia el consuelo y el perdón que siempre había
anhelado. Se obsesionó con la justicia de Dios hasta el punto de realizar todo
tipo de actos de penitencia para ganarse su favor, pero cuanto más obras
hacía más lejos parecía sentirse del perdón. Ni la confesión, ni los castigos a
la carne, unidos a las oraciones y los ayunos, parecían satisfacer su alma
atormentada y su profundo deseo de agradar a Dios. Tal vez, veía en el
Creador, al severo juez que había sido su padre, del que tampoco se sentía
digno.
La experiencia y el consejo del teólogo y monje Johann von Staupitz le
servirían de consuelo. Johann le recomendaba al joven monje que se centrara
en el estudio de la teología y para ello le envió a estudiar a Wittenberg. En la
universidad, el joven Lutero leería a Guillermo de Ockhan, teólogo que
centró sus estudios en libre albedrio y la libertad de Dios. En 1509, Lutero se
convirtió en profesor de Biblia. Desde ese momento tuvo libre acceso a la
Palabra de Dios, un privilegio que muy pocos alcanzaban y que terminaría
por influir en su pensamiento y en su obra posterior.
Entre el año 1510 y 1511 viajó a Roma con un compañero de la orden y
quedó impresionado por la vida disoluta de los clérigos en la ciudad y el
abuso a los peregrinos, aunque no le produjo una gran crisis espiritual.
Martín Lutero se convirtió en profesor de Biblia en la Universidad de
Wittenberg tras la muerte de su mentor Staupitz y poco después en vicario
provincial de la orden. Aquellos cargos no aliviaron su sentimiento de culpa y
su temor a la justicia divina, hasta que sus estudios de las epístolas de Pablo
le llevaron hasta la Gracia, declarada por el apóstol en sus escritos.
El ambiente espiritual de finales del siglo XV era muy diferente al de siglos
anteriores. Después de la represión de los movimientos reformadores cien
años antes, la nueva generación parecía dispuesta a asumir de nuevo un
cambio de espiritualidad.
La religión medieval basada en imposiciones, temores y supersticiones ya
no satisfacía a los estudiosos de la época, a la pujante burguesía urbana ni a
una buena parte de la nobleza.
Martín Lutero pertenecía a la Orden de los Agustinos justo en el momento
en el que se recuperaban muchas de las ideas de su fundador, superando al
tomismo que había reinado buena parte de la Edad Media. La Orden le
permitió, dentro de la tradición de su fundador, profundizar en la Biblia y sus
enseñanzas.
En la época antigua los centros de influencia del pensamiento cristiano se
habían situado en Atenas, Alejandría, Antioquía y Cartago, a finales del siglo
XV se encontraban en París, Oxford, Canterbury y Colonia. Aunque la gran
influencia en Lutero y los hombres de su generación fue el deseo de una vida
espiritual más auténtica, más que la futilidad de la especulación filósofica. El
misticismo parecía ser la respuesta a una religión demasiado formal y
externa, pero la teología era necesaria para crear su marco racional.
Escritores como Dionisio, Bernardo de Claraval, Gerson y Buenaventura
influyeron en el pensamiento de Lutero. De hecho, cuando comenzó a
interpretar las Sagradas Escrituras, en especial las epístolas de Pablo, Lutero
utilizó como clave hermenéutica la espiritualidad de estos hombres.
En 1516, Lutero encontró un compendio de sermones de Tauler y un par de
años más tarde otra obra mística que publicó bajo el título Una teología
alemana.
En la primavera de 1513 Lutero estaba preparando las clases que impartiría
ese verano sobre los salmos, cuando encontró en el Salmo 31 la frase
“Líbreme en tu justicia”. En su búsqueda de la palabra “justicia” en la Biblia
dio con la Epístola de los Romanos, capítulo 1 y versículo 17 la frase:
“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como
está escrito: Mas el justo por la fe vivirá[2]”.
Al principio Lutero no comprendió la frase, la interpretaba a la luz de las
enseñanzas escolásticas. Entendía la justicia como punitiva, insalvable para el
hombre, hasta que se dio cuenta de que el apóstol Pablo estaba diciendo
justamente lo contrario el hombre puede salvarse por la fe o confianza en
Dios, no por sus propios méritos. Lutero continuó la lectura indagando las
consecuencias de la “Gracia”, hasta que se dio cuenta de que Cristo actuó
para salvar al hombre del castigo merecido, y pudo experimentar una especie
de alivio espiritual. Entonces Lutero afirmó:
Cuando me di cuenta de esto, me sentí como si hubiera nacido otra
vez. Las puertas del paraíso se habían abierto de par en par y yo había
entrado. Entonces allí toda la Escritura tomó otro aspecto para mí[3].
Desde ese momento Lutero comenzó a construir su teología de la Gracia.
Era consciente de que la Iglesia católica se había alejado del ideal evangélico
y, lo que es más preocupante, del centro mismo de las ideas de Cristo.
Lutero descubrió que la Iglesia no era una institución, la verdadera Iglesia
era una comunidad de creyentes. Poco a poco el profesor comenzó a criticar
la actitud de los poderosos, que parecían ignorar estas verdades e incluso
rechazarlas. Primero criticó a Julio II, al duque Jorge, al arzobispo Alberto y
hasta a su protector el príncipe Federico de Sajonia, que poseía la mayor
colección de reliquias de Alemania y quería convertir Wittenberg en una
ciudad de peregrinación.
Las reflexiones de Lutero parecían poco a poco ir calando en la comunidad
estudiantil. En 1515, Matianus escribió sobre él a Lange, un monje
benedictino que en esos años escribía la lista de los profesores más eminentes
de Alemania, allí aparece el agudo y joven predicador alemán llamado Martín
Lutero.
En la corte de Federico de Sajonia, su predicador Spalatino le elogiaba ante
los nobles. Cuando Lutero propuso terminar con el tomismo en la universidad
y fundar las nuevas cátedras de Griego y Hebreo, Spalatino le apoyó. Por
tanto, antes del caso de las indulgencias, el joven profesor ya era muy
conocido en Wittenberg y estaba intentando promover una reforma teológica
de calado.
Cuando el predicador Johann Tetzel llegó a la zona predicando sobre las
indulgencias, el prestigio de Lutero era ya notable. El arzobispo de Mainz,
Alberto, había enviado a los predicadores por toda la diócesis para poder
pagar sus deudas con los Fugger, unos poderosos banqueros y satisfacer los
deseos del papa, que necesitaba dinero para terminar las obras de la basílica
de San Pedro en Roma.
En el mes de septiembre Lutero había colocado unas tesis en contra del
escolasticismo, por eso cuando el 31 de octubre de 1517 expuso sus 95 tesis
sobre las indulgencias todos lo vieron como un episodio normal, para nada
trascendente, pero sin saberlo, el profesor alemán había chocado directamente
con los intereses económicos del papa y del arzobispo.
Philipp Melanchthon, que terminaría siendo la mano derecha de Lutero,
afirmó que el joven profesor efectivamente puso las tesis en la puerta de la
catedral, que no se trató de una leyenda, como posteriormente muchos
historiadores han afirmado. Además le mandó una copia escrita al arzobispo
Alberto y a otros estudiosos de teología, lo que demuestra que el documento
fue creado en ese momento.
Alberto de Maguncia fue nombrado cardenal y al encontrarse en Roma dejó
que Tetzel escribiera unas antítesis para rebatir al monje.
En abril de 1518 Lutero defendió sus tesis ante la Orden de los Agustinos.
Allí ganó varios seguidores para su causa, que después se constituirían en
grandes reformadores como es el caso de Martín Bucero, Sebastián Franck,
Johannes Brenz o Erhard Schnepf.
Federico de Sajonia se puso del lado de Lutero y cuando este fue convocado
a la Dieta de Augsburgo de 1518, para que le interrogara el cardenal
Cayetano, Roma sabía que no podía deshacerse del monje agustino sin
enfadar a uno de los electores más importantes de Alemania, justo cuando el
nuevo emperador Carlos debía ser ratificado como nuevo emperador.
El cardenal Cayetano le ordenó adjurar de sus ideas, pero Lutero alegó que
sí no le convencía con la Palabra de Dios no lo haría. Cuando mandó
detenerle, Lutero logró escapar y regresó a Wittenberg. Allí esperó la bula de
excomunión, pero estaba convencido de tener la razón y no estaba dispuesto a
retractarse. Lutero nunca había pretendido abandonar o dividir la Iglesia, pero
el papa terminó por expulsarle, pensando que de esa manera nadie se
atrevería a darle protección civil y podría terminar fácilmente con sus ideas,
pero estaba equivocado.
Federico decidió proteger al profesor, aunque eso le enemistase con el papa.
Juan Eck, uno de los polemistas más importantes de Alemania, retó a
Lutero a defender su teología, aunque realmente había retado al profesor
Carlstadt, que era mucho menos hábil, pero Lutero decidió representar a la
Universidad en el debate.
En la Disputa de Leipzig de 1519, Eck consiguió que Lutero rechazara
públicamente los concilios, al defender las ideas de Huss; después logró que
condenara la figura del papa y al terminar el debate, Lutero afirmó que el
hombre debía escuchar a su propia conciencia y a la autoridad de las
Sagradas Escrituras como única fuente de fe y doctrina, aunque esto
supusiera desobedecer a las instituciones superiores.
La bula de excomunión llegó el 15 de junio de 1520, tenía un plazo de
sesenta días para retractarse o sería expulsado de la Iglesia y convertido en un
proscrito.
La elección del nuevo emperador permitió a Federico pedir a Carlos V que
Lutero defendiera su causa en la Dieta de Worms. El príncipe prometió al
joven emperador que un papa más débil permitiría un emperador más fuerte.
El 17 de abril de 1521, después de un largo viaje en el que Lutero fue
recibido en cada pueblo de Alemania como un héroe, el monje entró a la
ciudad bañada por el Rin. En cuanto llegó le ordenaron que rechazara sus
escritos e ideas, pero Lutero pidió que le permitieran una noche para meditar
el asunto. Al día siguiente se negó a retractarse si no le demostraban a través
de las Sagradas Escrituras que estaba equivocado. Sus palabras finales fueron
muy elocuentes:
[Porque] mi conciencia es cautiva de las palabras de Dios, no puedo y
no voy a retractarme de nada, porque es peligroso e imposible de hacer
nada contra la conciencia. Dios me ayude. Amén.
Con este sencillo acto Lutero estaba anteponiendo su conciencia al dictado
de poderes civiles o eclesiásticos, lo que le convertía en el primer hombre que
usaba su conciencia como elemento de autoridad. La Reforma se apoyaría en
esta idea del respeto a la conciencia, más tarde se uniría progresivamente a
este principio la libertad de prensa y publicación, la libertad religiosa y la
tolerancia.
Lutero tenía un salvoconducto del emperador, por lo que logró salir de
Worms, pero desde ese momento su vida no valía nada. Cualquiera que se
cruzara con él podía capturarle. Se prohibía la lectura de sus escritos y libros,
además ya no podría impartir clase ni predicar.
Federico de Sajonia urdió un plan para secuestrar al joven profesor, lo
ocultó en el castillo de Warburg con una identidad falsa y la esperanza de que
las cosas terminarían por calmarse.
La etapa en el castillo, con la identidad falsa del caballero Jorge, fue una de
la más duras de su vida. Acosado por las dudas, atormentado según él mismo
narró más tarde por el propio Diablo, decidió dedicar su tiempo a la
traducción del Nuevo Testamento al alemán. Utilizando el Nuevo Testamento
de Erasmo y caminando entre la gente sencilla de la región, Lutero escribió
una obra cercana al pueblo y al mismo tiempo puso las bases del alemán
moderno.
Mientras Lutero permanecía oculto, uno de los profesores llamado Carlstadt
comenzó a aplicar algunas de las reformas religiosas que defendía Lutero. Se
cerraron monasterios, se prohibieron las oraciones de sacrificio y comenzó a
darse el cáliz con el vino consagrado también a los laicos.
El movimiento se radicalizó y el visionario Nicolás Storch y un antiguo
estudiante de Lutero llamado Thomas Müntzer predicaron el bautismo de
adultos y medidas más radicales, para desposeer a los ricos y los nobles.
Lutero regresó a la ciudad y con sus famosos ocho sermones, apaciguó los
ánimos, proponiendo una reforma más moderada.
La llegada de Catalina de Bora junto a un grupo de monjas cistercienses en
la Pascua de 1523, propicio que en el verano Lutero se casara con ella,
rechazando el celibato y quitando el sacramento del matrimonio, que a partir
de ese momento sería una ceremonia civil bendecida por Dios. Lutero tuvo
seis hijos con ella, permitiendo que los sacerdotes pudieran formar sus
propias familias.
La rebelión de los campesinos en 1925 hizo que Lutero apoyara a los nobles
a pesar de haber defendido algunas de sus reivindicaciones poco tiempo
antes. Lutero temía que la violencia terminara con la Reforma, pero la
violencia contra los campesinos hizo que se arrepintiese de su postura años
más tarde.
En la segunda Dieta de Espira revocó la cierta tolerancia que había en
Alemania, permitiendo a los evangélicos practicar su fe únicamente en
algunos principados y ciudades. Los nobles protestaron en medio de la
reunión y desde ese momento comenzó a conocérseles con el nombre de
“protestantes”.
Melanchthon, que era más moderado que su amigo Lutero, intentó a través
de la conocida Confesión de Augsburgo reconciliar a católicos y protestantes,
pero no fue posible el acuerdo.
Antes de su muerte se arrepintió de la persecución a los “anabaptistas” y
comentó que estaba en contra del Espíritu Santo quemar a los herejes.
Falleció durante un viaje pastoral el 18 de febrero de 1546, sin pretenderlo
había logrado que prendiera una llama que incendiaría toda Europa y la
transformaría por completo. El nacimiento del protestantismo terminaría por
dinamizar el norte de Europa, cambiar las bases económicas del continente y
elevar a la burguesía al punto más alto de su historia.
Lutero había puesto cuatro bases sólidas y sencillas sobre las que sustentar
toda su teología, los famosos cuatro solos:
Sola La Gracia.
Sola La Fe.
Sola La Biblia.
Solo Cristo.
La Reforma luterana tenía la peculiaridad de adaptarse a la perfección a los
diferentes ambientes de Europa. Los cambios, aunque en algunos casos eran
litúrgicos, eran sobre todo de paradigma. Ya no había una Iglesia, había
muchas iglesias nacionales.
En Bohemia en 1523, Lutero instó a los evangélicos de la ciudad a que
asumieran el control de la iglesia. Poco a poco, ciudad tras ciudad, los nuevos
creyentes comenzaron a escoger a sus pastores. Los principados más
importantes de Alemania se unieron a la Reforma, lugares como Hamburgo,
Núremberg, Augsburgo o Estrasburgo. Hubo el caso de algunos principados
episcopales como los de Bremen y Magdeburgo, también Prusia, que estaba
dirigida en gran parte por la orden teutónica, que se unieron también a la
Reforma, dejando sus privilegios eclesiásticos.
Los primeros reinos en pasarse a la Reforma fueron Letonia y Estonia, poco
después lo hicieron Suecia y Finlandia, Dinamarca, Noruega e Islandia. La
Reforma se extendió por el oeste a Austria, Suiza, Hungría y Chequia.
También se popularizó en el Reino de Polonia y en los Países Bajos. Su
influencia llegó en menor medida a Francia, Italia, España, Portugal e
Inglaterra.
Europa se dividió en dos grandes bloques, uno se mantenía fiel a la Iglesia
de Roma, aunque muchos reyes pedían cada vez más poder y autoridad sobre
sus iglesias locales; el otro se separaba de la Iglesia de Roma configurando
un conglomerado de iglesias nacionales, que poco a poco crearían su propia
idiosincrasia, su forma de culto, la ordenación de sus propios pastores y la
formación de un pueblo cristiano más educado y preparado que transformaría
Europa y el resto del mundo.
1.3 La Reforma de Calvino conquista Europa: la primera
agencia misionera
La ciudad de Zúrich no era muy importante a principios del siglo XVI. La
mayoría de los suizos se dedicaban a la ganadería, la agricultura y sobre todo
a la guerra. Durante siglos los suizos se habían vendido como mercenarios
para poder completar su economía pobre y prácticamente de subsistencia. De
manera simultánea a la Reforma en Alemania, Suiza comenzó un lento
proceso de transformación social y económica.
Ulrich Zwinglio, humanista reconocido y admirador de Erasmo de
Rótterdam, había profundizado durante años en las ideas del holandés. Tras
leer la Biblia se dio cuenta de la profunda contradicción que había entre la
Iglesia de Roma y la descrita en los Evangelios y propuso a la ciudad de
Zúrich un cambio en las instituciones. Zwinglio al principio no intentó que se
produjera una transformación en la predicación o en la elección de los
pastores, sus ideas eran más humanistas que evangélicas, pero la influencia
de Lutero le llevó a algunos cambios doctrinales.
Zwinglio no comprendía la importancia de la figura de Cristo en la doctrina
de Lutero. Poco a poco, Zwinglio comenzó a introducir la idea de la Gracia,
la Fe y las Sagradas Escrituras. Más tarde apoyó el movimiento iconoclasta
en la ciudad. Zwinglio murió en el campo de batalla en Kappel, luteranos y
católicos suizos nunca lograron aunar sus diferencias.
Suiza continuó con su reforma, aunque fueron otros los que la lideraron.
Bucero en Estrasburgo siguió con los cambios religiosos; Farel lo hizo en
Neûchatel y en la ciudad de Ginebra y Bullinger en Zúrich, aunque sería la
impronta de un joven Juan Calvino, la que daría impulso a una segunda
oleada de reformadores que consolidarían el protestantismo y cambiarían
Europa en la segunda mitad del siglo XVI.
Juan Calvino
Un joven estudiante francés, un hombre en apariencia poco llamativo,
motivó la mayor ola evangelizadora de su tiempo. Sistematizó el evangelio de
Lutero y, en buena medida, logró formar una fe secular, que no necesitaba
apoyarse en un estado para fructificar.
Juan Calvino fue el gran reformador de la ciudad de Ginebra, aunque él no
era suizo. Había nacido en la ciudad de Noyon, Francia.
Calvino no tenía el carácter explosivo de Lutero, tampoco su capacidad de
defender con tanta vehemencia sus ideas, pero fue un hombre providencial.
En muchos lugares el protestantismo se encontraba en serio retroceso,
demasiado sometido al poder civil. Roma, después de años sin dar una
respuesta contundente a la Reforma, logró reorganizarse y con el Concilio de
Trento y por medio de los jesuitas intentó derrotar a los protestantes.
Juan Calvino nunca ejerció ningún cargo público en la ciudad, se limitó al
púlpito de la catedral, la formación de la Academia, desde la que enviaría
miles de pastores a todo el mundo, y a sus cartas, con las que intentaba
prender sus ideas en lugares en principio hostiles a la Reforma.
Su capacidad de sintetizar las doctrinas, su exégesis cuidadosa y la iglesia
de Ginebra como modelo para construir pequeñas “ginebras” a lo largo y
ancho del continente fueron sus únicas armas.
Juan Calvino nació en una pequeña ciudad al noroeste de Francia en 1509.
Su padre era notario de la catedral, su madre falleció siendo él muy pequeño.
A los doce años, viendo la capacidad del joven primogénito, el obispo de la
ciudad le contrató con la intención de que se dedicara a la carrera eclesiástica.
Calvino fue enviado al colegio de la Marche en Paris. Tras aprender latín
ingresó en el colegio de Montaigu como estudiante de Filosofía. En 1525 se
inscribió en la Universidad de Orleans para estudiar Derecho.
En 1529 el joven estudiante se trasladó a la Universidad de Bourges, allí
aprendió entre otras cosas griego, que en el futuro le ayudaría en sus estudios
del Nuevo Testamento.
En 1533 Juan Calvino sufrió una transformación religiosa que él mismo
describió en su Comentario al libro de los Salmos al explicar:
Inmediatamente me sentí inflamado por un deseo intenso de progresar
en mi nueva fe, y aunque no abandoné del todo mis otros estudios, ya
no los seguía con el mismo entusiasmo[4].
Juan tenía poco más de veinte años cuando dio este paso a la conversión. Al
poco tiempo, Nicolás Cop, el rector de la Universidad de la Sorbona en París,
pronunció un discurso en la apertura del año escolar que impresionó a toda la
comunidad académica. En el discurso Cop defendía la salvación por los
méritos de Cristo, sus ideas tenían claras influencias luteranas y erasmistas.
Cop fue acusado de hereje poco después y tuvo que defender sus ideas ante el
Parlamento. Entonces comenzó a rumorearse que el mismo Calvino había
ayudado al rector en la redacción de su discurso. La situación se agravó aún
más por el tema de los pasquines. La ciudad de París se había llenado de
folletos protestantes y uno había sido introducido en la misma cámara del
Rey.
En enero de 1535 Juan Calvino escapó a Basilea, donde ya estaba refugiado
su amigo Cop. En ese momento la ciudad estaba siendo pastoreada por Juan
Ecolompadio.
En marzo de 1536 Calvino publicó la primera edición de su libro Institutio
Christianae Religionis, una obra a la que dedicó toda su vida y que fue
ampliando paulatinamente. El libro contenía una amplia defensa de la fe y las
doctrinas reformadas, al mismo tiempo deseaba que el compendio fuera un
libro de texto para los nuevos convertidos.
Tras dejar Basilea Calvino pasó por Ferrara en Italia. Regresó después a
París, pero tras el edicto de Coucy, por el que los súbditos franceses tenían un
periodo breve para renegar de su fe, se exilió a Estrasburgo, pero tuvo que
desviar su camino hasta la ciudad de Ginebra, algo que cambiaría su vida
para siempre.
Juan llegó a Ginebra con la intención de quedarse tan solo una noche, pero
su amigo Farel, que era predicador en la ciudad, le suplicó que se instalase en
la ciudad con él para echarle una mano.
Al poco tiempo Calvino ya era pastor y lector de la Biblia. Tras un arduo
trabajo de dos años, cuando los pastores pidieron al consejo que todos los
ciudadanos juraran la confesión de fe, fueron expulsados de la ciudad.
Después de tres años en el exilio, en el año 1541, Juan Calvino retornó a
Ginebra. El hombre que regresa ya no es el tímido joven que había llegado
unos años antes. Durante su estancia en Estrasburgo había conseguido cierto
prestigio y fama, en especial por su participación en los debates organizados
por el emperador entre protestantes y católicos.
El modelo de Calvino en Ginebra sería muy complejo. En parte imitaba al
luterano, permitiendo que lo civil y lo religioso se mezclasen, pero es más
radical en sus reformas sociales y morales que los anteriores reformadores.
Calvino no gobernó la ciudad, pero sin duda tuvo una gran influencia en sus
decisiones. Tuteló moralmente a Ginebra e impuso las costumbres más
estrictas, lo que produjo que una parte de la élite libertina abandonara la
ciudad por el ambiente asfixiante de la misma.
Juan dedicó su tiempo a la predicación y la formación de la Academia. Si
Lutero ya había prestado mucha atención a la formación de los creyentes, en
especial a la alfabetización, Calvino intentó profundizar aún más en esta idea
y crear una universidad reformada.
Además de estrictas leyes morales, se fomentó el trabajo como un valor
positivo, se permitió el préstamo, lo que animó el comercio y la
productividad económica. La austeridad y la sobriedad de la sociedad
ginebrina se convertirían más tarde en el modelo social protestante más
difundido. Tanto los hugonotes franceses, como más tarde los puritanos y los
primeros colonos de América utilizarían esas señas de identidad para definir
qué era ser protestante.
El caso de Miguel Servet, reformado aragonés, vino a enturbiar el ideal de
ciudad protestante que para muchos supuso Ginebra. La Inquisición en
España llevaba años persiguiendo a Servet por sus doctrinas sobre la
Trinidad. Servet tuvo que vivir con una identidad falsa, pero eso no impidió
que le expulsaran de varios lugares, entre ellos Basilea. En 1553, en su libro
Restitución del cristianismo, Miguel Servet desafió de nuevo a la cristiandad
tanto católica como protestante negando abiertamente la Trinidad. El
aragonés abandonó Vienne en Francia, donde fue quemado por la Inquisición
en efigie y buscó un nuevo refugio.
Miguel Servet visitó Ginebra, algunos afirman que de paso, a otro lugar
para pedir asilo, otros creen que buscando refugio allí. Asistió a una de las
predicaciones de Calvino y al poco tiempo fue encarcelado. Moriría en la
hoguera como hereje, a pesar de que Juan Calvino pidió una condena menos
dura. Su muerte manchará la obra de Calvino, que no supo o no quiso
respetar la vida de Servet. La condena civil no dependía de él, pero su
influencia en la ciudad era innegable, lo que hubiera podido evitar su muerte.
A raíz de estos acontecimientos, el profesor y ex rector del Colegio de
Ginebra, Sebastián Castellio, desterrado por discrepancias con Calvino por
algunos temas menores, escribirá su famoso libro De Herreticis (1534), un
ensayo donde defiende la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa. El
caso Servet permitió al menos despertar las conciencias en el mundo
protestante y abrir paso a la tolerancia de los siglos XVII y XVIII.
En aquel momento la fama de Calvino no se vio mermada por esta decisión,
de hecho tras la muerte de Servet logró el control total de la ciudad. La
llegada de muchos de sus partidarios franceses y la huida de sus opositores le
permitió establecer sus ideas sociales y religiosas en Ginebra.
En los últimos años de su vida se centró en unir a los reformados. Le
escandalizaba la profunda división entre las diferentes iglesias y confesiones.
Llegó a un acuerdo con Bullinger y acercó las posturas con la iglesia en
Zúrich. Cuando el arzobispo de Canterbur, Thomas Cranmer, propuso la
celebración de un concilio de todas las iglesias protestantes, apoyó la idea,
aunque la reunión nunca se llevó a cabo.
Tras las persecuciones a los protestantes de la reina María en Inglaterra,
Calvino permitió la llegada de reformados ingleses a la ciudad. Construyeron
una iglesia de habla inglesa pastoreada por ellos mismos. Dos de ellos, John
Knox y William Whittingham regresarían a Escocia e Inglaterra para
extender el movimiento calvinista en la isla. Los dos tendrían un notable
éxito, aunque la inestabilidad política en Escocia favoreció que el primero
lograra convertir a casi todo el reino a la fe calvinista, mientras que el
segundo lo conseguiría a medias.
En 1559 Calvino abrió un colegio en la ciudad. La llegada de Teodoro de
Beza ayudó a dinamizar la escuela. Además del colegio se construyó la
Academia que terminaría siendo una universidad protestante.
Juan Calvino murió el 27 de mayo de 1564, pero se ocultó la ubicación de
su tumba para evitar que pudiera rendírsele culto. Murió como vivió,
austeramente, intentando que sus obras no eclipsaran su mensaje.
La labor de Juan Calvino se extendió durante su vida y después de su
muerte a las lejanas colonias de América, también a Francia, los Países Bajos,
Inglaterra, Escocia, Hungría y Transilvania. Su teología sistemática ayudó a
la formación de toda una generación de líderes y creyentes. Su forma de
organizar la iglesia inspiró a diferentes denominaciones e iglesias nacionales.
Las ideas de Calvino también influyeron en el luteranismo y en el
catolicismo. La Compañía de Jesús, enfocada en buena parte en la
destrucción de la Reforma, no pudo evitar adoptar ciertas formas e ideas de
Juan Calvino. Del mismo espíritu bebieron otros grupos católicos como el
jansenismo o el Opus Dei.
Uno de los casos más curiosos fue el acercamiento a la Reforma de la
Iglesia bizantina, por medio del patriarca de Constantinopla Kryllos Lukaris.
El patriarca publicó una confesión de fe en Ginebra claramente protestante.
La jerarquía de la Iglesia ortodoxa intentó parar las reformas apoyada por los
jesuitas tras la denuncia ante el sultán, el patriarca fue destituido y asesinado
poco después.
Una de las mayores contribuciones del calvinismo al protestantismo fue la
sacralización de la vida cotidiana. El creyente no necesitaba hacer actos
religiosos para agradar a Dios, su vida civil realizada con los principios
correctos era tan espiritual y ascética como la del ministro más consagrado de
la iglesia.
A pesar de la intolerancia de Calvino hacia los disidentes de su ciudad, sus
seguidores fueron de los primeros en aplicar la tolerancia en la práctica de
otras confesiones protestantes, también a judíos y católicos, en países como
Holanda y más tarde en los Estados Unidos de Norteamérica.
El capitalismo moderno se popularizó entre los reformados calvinistas de
Holanda, que veían en el comercio y el préstamo de capital una actividad
totalmente lícita, aunque realmente nació en Italia en el siglo XIV.
El calvinismo nunca llegó a ser predominante en ninguna nación, si
exceptuamos Escocia, lo que le permitió adaptarse a ideas más abiertas de
tolerancia y respeto a las minorías.
El nacimiento del absolutismo chocó de frente con las ideas calvinistas, que
rechazaban el poder total de los monarcas.
Las guerras de religión desangraron a Europa, sobre todo durante los siglos
XVI y XVII. En muchos casos el bando protestante no actuó hasta verse
acorralado por el poder estatal, pero muchas veces respondió con inusitada
violencia. La guerra en muchos casos fue más que entre dos confesiones, fue
sobre todo entre dos concepciones del mundo. Una de ella absolutista e
intolerante y la otra en defensa de los derechos civiles de conciencia, reunión
o igualdad.
La guerra de Flandes (1568-1648) contribuyó a la supervivencia del
protestantismo en dichos territorios, en España la misma monarquía católica
había exterminado todo conato de protestantismo.
La guerra de religión en Francia terminó con la llegada al poder de un rey
de origen protestante, Enrique IV y la proclamación del Edicto de Nantes,
que terminó con la persecución religiosa e impuso una frágil tolerancia.
La Revolución Gloriosa (1689) frenó la lenta inclinación de la monarquía
inglesa al catolicismo, imponiendo una república puritana que, si bien
dinamizó la sociedad, terminó por imponer sus posiciones sectarias y crear
una seudo monarquía puritana bajo la mano de hierro de Cromwell.
La guerra de los Treinta Años en Alemania rompió el equilibrio conseguido
durante el siglo XVI, pero la Paz de Westfalia (1648) devolvió a los alemanes
las leyes tolerantes de un siglo antes.
La Francia de 1570 estaba profundamente dividida entre protestantes y
católicos. La monarquía parecía a punto de conceder ciertos derechos a los
primeros, pues el almirante Gaspar de Coligny era uno de los protestantes
más influyentes en la Corte. El matrimonio del rey de Navarra, Enrique y
Margarita, hermana del rey de Francia, parecía ser el colofón al acuerdo de
estado con los protestantes, pero Catalina de Médicis temerosa de una
intervención española y la merma de su propio poder, planificó el asesinato
de más de 50.000 hugonotes y del propio Coligny tras la boda, la noche de
San Bartolomé del 23 al 24 de agosto de 1572.
Mientras que la Reforma se estancaba en Francia, en Escocia triunfaba a
pesar de la oposición de la dinastía Estuardo. Juan Knox, reformador
calvinista logró aunar a todos los protestantes en contra de la monarquía y
crear la Iglesia Nacional de Escocia.
La llegada de los Estuardo al trono de Inglaterra conllevó un nuevo intento,
por parte de la monarquía, de controlar a la Iglesia de Escocia. Se intentó
imponer el episcopado, pero la guerra de los Obispos (1639) terminó con la
victoria de los reformados. La guerra civil inglesa de 1642 ayudó a consolidar
el poder de los protestantes en Escocia, mientras que en Inglaterra permitiría
la llegada de la República y más tarde la dictadura de Oliver Cromwell
(1648-1660).
El calvinismo fue sin duda una fuerza transformadora sin precedentes.
Logró avivar la reforma luterana, que comenzaba a flaquear, constituir una
iglesia más dinámica y mejor adaptada a los nuevos retos del mundo.
Consolidó el avance económico de Europa, fomentó la colonización de
América, ayudó a la formación de las economías modernas basadas en el
libre comercio, a la acumulación de capitales, a la dignidad del trabajo físico,
la austeridad y la tolerancia. El Siglo de las Luces llevaría al protestantismo a
una nueva transformación: tuvo que enfrentarse al reto del deísmo, la
masonería y la paulatina separación del cristianismo de algunas de las mentes
mejor preparadas de Europa.
Juan Calvino, con sus contradicciones, fue el eje sobre el que giró la
Reforma y logró convertirse en una religión capaz de adaptarse a diferentes
regímenes políticos, sociales y culturales. Durante siglos, ese mundo plural,
ayudaría a construir la sociedad moderna y los valores de Occidente, que
cambiarían por completo la faz del planeta.
1.4 La Reforma en España y América: su casi total
destrucción
La herejía o la heterodoxia suele surgir del anhelo de trascendencia del
hombre, de esa búsqueda desesperada de lo eterno. Esa religiosidad nos lleva
a las palabras de Américo Castro cuando nos dice que el español prefirió
entender el mundo desde su creencia, y no mediante su pensamiento[5]. Por lo
tanto, no es extraño que la religión haya estado siempre presente en la
historia de España y América, llenando cada parcela social, política y cultural
del mundo hispanohablante. Muchas veces desde la mayoría, dentro de los
márgenes señalados por la religión oficial, pero otras muchas desde la
ilegalidad clandestina o directamente la heterodoxa. Nieto habla de ello en su
libro El Renacimiento y la otra España, llegando a afirmar que:
no menos significativo es el hecho de que mi meditación (la de las dos
Españas) ha sido concebida y estructurada fuera de España. Esta
vivencia tiene profundos nexos hermenéuticos con los otros españoles
que en el Siglo de Oro se tuvieron que alejar de España para siempre[6].
El historiador Nieto apoyaba la tesis de que hubo una prereforma tanto
dentro como fuera de la religión católica, pero por otro lado atemperó la
influencia de Erasmo en España, comentando diferentes autores y
movimientos españoles que cuestionaron a la Iglesia en España y a la
jerarquía católica. Werner Thomas siguió los pasos de Nieto en su libro La
Represión del protestantismo en España, desechando como factor principal
para el fracaso de la Reforma protestante en España, la Reforma católica. La
posición intermedia se encuentra en los libros de García Cárcel, que aunque
reconocía la influencia erasmista, intentó integrar los movimientos
heterodoxos, sobre todo el de los Alumbrados, dentro del movimiento
reformado.
Menéndez Pelayo en su obra Historia de los Heterodoxos españoles no
puso en duda la heterodoxia y el protestantismo de personajes como Juan de
Valdés, pero minusvaloró el aporte de la mayor parte de los heterodoxos a la
cultura española, considerándolos antiespañoles. Américo Castro, Sánchez
Albornoz e intelectuales, como Unamuno y Ortega, no hicieron apenas
mención en sus obras a los aportes culturales y religiosos de los heterodoxos.
Bataillon, así como gran parte de la historiografía hasta nuestros días, ha
identificado la Reforma o el intento de Reforma como el resultado de
influencias exteriores, ya fueran erasmistas o luteranas. Otros autores como
De Castro y su Historia del protestantismo en España y su persecución por
Felipe II; Tellechea en su Tiempos recios; Van Lennep, en su libro La
Historia de la Reforma en España en el siglo XVI, han valorado la
importancia de la Reforma protestante, en muchos casos aislándola de su
contexto cultural. Manuel Fernández Álvarez tan solo ha tocado el tema de
soslayo, pero sin duda ha contribuido a recuperar la figura de los alumbrados
y luteranos, como también lo hizo Antonio Márquez en su libro Los
Alumbrados, uniéndose en este intento Nieto con su obra Juan de Valdés y
los orígenes de la Reforma en España e Italia.
España y Reforma protestante parecen dos palabras antagónicas. España
está inevitablemente unida a la idea de Contrarreforma hasta el punto de que
la Historia en los últimos siglos se ha leído con esa especie de antítesis entre
España y Reforma protestante.

La reforma de Cisneros
La Reforma de Cisneros sí ha sido estudiada y elogiada por los historiadores
modernos. Desde la reina Isabel la Católica, la reforma de la Iglesia estuvo
entre los primeros proyectos de los Reyes Católicos. Cisneros fue el hombre
elegido para llevarla a cabo. Sus deseos de reformar la orden franciscana, que
tanto esfuerzo le supuso, le convirtieron en el hombre idóneo para dicha
misión. Pero la Reforma cisneriana fue limitada ya que, aunque afectó al
clero regular, el clero seglar continuó viviendo en la ignorancia y
concubinato, en gran medida. Como arzobispo de Toledo impuso ciertos
cambios en su diócesis, pero el poder de cada obispo y arzobispo en su
diócesis era tal que Cisneros siendo primado de España no podía cambiar las
condiciones de las otras.
De mayor calado fue su reforma cultural que a la postre favorecería la
expansión de iluminados y erasmistas. El fomento de las lenguas bíblicas
como el hebreo y el griego, la creación de una nueva universidad: la
Complutense, enfocada a los estudios teológicos y a la formación de una élite
intelectual, frente a la que estaba Nebrija, colocó a Castilla a la cabeza de la
cultura cristiana.
No brilló tanto su labor con los moriscos granadinos, donde impuso mano
dura, ni su periodo de inquisidor general. Su reforma tuvo un resultado muy
desigual. Era difícil terminar con el espíritu de cruzada de muchos prelados,
que eran más soldados que hombres de iglesia por otro lado, la educación
superficial en los dogmas católicos de la población fomentaba la superstición
y la brujería. La riqueza de la Iglesia, la práctica de la simonía y el
absentismo de los obispos de las diócesis siguió siendo un freno para una
transformación profunda de la institución. Por otro lado, la Reforma
cisneriana era, ante todo, una respuesta moral. No hubo críticas al dogma, a la
jerarquía ni al sistema religioso. Por todo ello, España, aunque estaba más
preparada para una reforma profunda que el resto de reinos y repúblicas, se
encontraba en una situación parecida a la de otras iglesias de su entorno. Aun
así, los esfuerzos de Cisneros dieron como fruto la creación de la Biblia
Políglota y la generalización de los libros espirituales. Ambos aportes unidos
formaron a un hombre nuevo que estaba tan interesado en lo espiritual como
preocupado en lo intelectual. De las aulas de Alcalá salieron reformados
como Juan de Valdés, Egidio, Vargas, Constantino Ponce de la Fuente entre
otros. Allí aprendieron las nuevas ideas de Erasmo y Lutero, pero también
heredaban, en algunos casos, vivencias espirituales de grupos como el de los
dexados de Alcaraz.
Mientras, fuera de España, autores como Francisco de Enzinas, Juan Díaz,
San Román o Alfonso de Valdés, participaban directamente en las disputas
teológicas de una Reforma protestante que comenzaba a dar sus primeros
pasos. Pero Reforma y España tenían raíces más viejas. El grupo de Durango,
estudiados por Carriazo, a finales del siglo XV, mantenían las enseñanzas de
los fraticelli, también de los cátaros y albigenses de siglos anteriores,
buscando una iglesia más cercana al pueblo, una práctica sencilla y la
búsqueda de la pureza. A estos se unieron los esfuerzos de Huss entre los
checos y Wycliff en Inglaterra. Un deseo de reforma extinguido muchas
veces por métodos violentos.
El grupo de Durango junto a las ideas reformadas de Pedro de Osma
sirvieron de introducción a una nueva forma de concebir el cristianismo. El
fomento de una reforma, pero esta vez no impulsada por la jerarquía sino
comenzada por el pueblo y los intelectuales. Los iluminados son herederos de
estos movimientos espirituales del siglo XV. Muchos de ellos judíos
conversos que no se conformaban con la religión superficial de la mayoría
del pueblo. Pronto se les persiguió, anatemizó y condenó, viendo en ellos
prácticas judaizantes en un principio y luteranas después. Pero la palabra
reforma llamémosle heterodoxa, de base, seglar o popular no fue una cosa tan
ajena a la sociedad española bajomedieval peninsular. Reforma y
protestantismo no surgen de factura extranjera a pesar de que es indudable
que las ideas de Lutero y Erasmo pergeñaron las mentes de los reformados
españoles. Son estos los inicios, el movimiento de una maquinaria pesada,
que se mueve tan levemente que apenas podemos percibirlo.

Los alumbrados o dexados de Toledo


Las doctrinas alumbradas han sido, posiblemente, de las más controvertidas
de la historia Moderna española. Por un lado, la gran diversidad de grupos
que se han incluido en esta denominación, con creencias y prácticas diversas,
han dificultado más su estudio. Menéndez Pelayo en su Heterodoxos, hizo un
acercamiento global, sistemático, pero incompleto. La amplitud del tema le
impidió profundizar y conectar los movimientos heterodoxos entre sí y con
los grupos reformados de mediados del siglo XVI.
Uno de los procesos a alumbrados mejor estudiado es el llamado proceso a
María de Cazalla escrito por Ortega[7]. También es importante el aporte de
Antonio Márquez[8], sobre todo en la recuperación de los alumbrados. Nieto
en su libro Juan de Valdés y los orígenes de la reforma en España e Italia,
profundiza en las creencias de los Dexados y su relación con la reforma
protestante.
Los iluminados han sido relacionados con los fraticelli, llamados en España
herejes de Durango, considerando a la herejía decana en el siglo XVI, época
en que recibió un nuevo impulso propiciado, según Menéndez Pelayo, por el
nacimiento de la Reforma. De esta forma no queda claro, si los movimientos
precedentes propiciaron la Reforma protestante o si dicho impulso se ha dado
a lo largo de la historia de forma general y con diferentes nombres.
Nieto defiende[9] que por lo menos en el caso de los dexados muchos
alumbrados evolucionaron hasta el protestantismo, entre ellos Juan de Valdés
o la familia Cazalla. La misma idea la repite el propio inquisidor Fernando de
Valdés en su correspondencia, cuando al escribir a Paulo IV, relaciona a
dexados y luteranos, comentando que los primeros son raíz de los segundos.
Nieto cree que el origen de los iluminados, especialmente de los dexados, hay
que buscarlo en la reforma de Cisneros y su énfasis en la espiritualidad, no
tanto en el protestantismo.
Uno de los primeros alumbrados perseguidos por la Inquisición fue Fr.
Antonio de Pastrana, un franciscano de Ocaña, al que el custodio de la
provincia de Castilla, en carta a Jiménez de Cisneros, llama por primera vez
alumbrado con las tinieblas de Satanás, de donde se tomó la denominación
de alumbrado. Al parecer había ciertos grupos, de parecida doctrina en Italia,
a quienes se denominaba iluminados.
En 1529 se descubrió en Toledo una secreta congregación de alumbrados o
dexados, según Menéndez Pelayo personas sin letras en su mayoría. El
cronista Alonso de Santa Cruz dejó una relación de sus creencias. Según
Menéndez Pelayo una mezcla de luteranismo y de iluminismo fanático.
Realmente algunas de sus creencias tenían similitud con las creencias
luteranas, pero en contra de lo argumentado por Menéndez Pelayo, las
doctrinas de los dexados penetraron en algunas personas cultas y de la
nobleza castellana, que para nada eran tontas o incultas. Alcaraz, uno de los
líderes del grupo, era predicador laico del Marqués de Escalona; de él
aprendió Juan de Valdés, según cree Nieto, a diferencia de las tesis de
Bataillon, para poder escribir después su Diálogo de Doctrina Cristiana.
Márquez[10], por otro lado, Nieto ha realizado un estudio profundo de la base
sobre la que se sustentaban las doctrinas de los dexados, llegando a la
conclusión de que tenían una importante formación bíblica.
La persecución hacia los que parecían alumbrados continuó en Andalucía,
donde se encarceló a Juan de Ávila[11], aunque poco después fue liberado por
el inquisidor Manrique.

Ignacio de Loyola
Las sospechas recayeron también sobre varios jesuitas, siendo el principal
sospechoso el propio fundador de la Compañía y de sus Ejercicios
Espirituales. Las sospechas de herejía acompañaron siempre a Ignacio de
Loyola, comenzando en su época universitaria en Alcalá, en 1526, donde se
inició un proceso contra él; llegó a sufrir cárcel por un tiempo. Se le rebajó
luego su condena a la prohibición de hablar sobre temas de la fe al pueblo,
por un periodo de cuatro años. Ignacio también, perseguido en Salamanca,
fue acusado en esta época de ser alumbrado y moverse por espíritu fanático y
creer que tenía revelaciones del Espíritu Santo. Un grupo de dominicos
terminó por delatarlo e Ignacio volvió a la cárcel. Un jurado examinó la
ortodoxia de sus doctrinas en su libro de los Ejercicios. Cuatro jueces le
absolvieron y le pusieron en libertad. Se cree que huyendo de los estrictos
rigores de su patria, Ignacio fue a estudiar a la Sorbona de París, y allí
prosiguió con su mensaje a los estudiantes, sobre todo a los españoles. Sus
perseguidores le denunciaron ante el inquisidor general Mateo Ory. Pero el
inquisidor le consideró inocente de todos los cargos. En Italia las cosas no
iban tan bien para él, ya que en la ciudad de Venecia le acusaron de hereje
iluminado y fanático, fugitivo de España, donde le habían quemado en
estatua, y preso también en París. La persecución continuó en Roma en
1538.
Llorente nos relata brevemente todo el proceso contra San Ignacio de
Loyola defendiendo que el viaje a Francia no fue por causa de su
persecución, ya que después del proceso de París regresó a España donde
permaneció un año para pasar más tarde a Roma.

Francisco de Borja
Francisco de Borja[12], tercer general de la Orden, tampoco se libró de ser
procesado como hereje, debido a las declaraciones de algunos reformados de
Valladolid que dijeron seguir sus enseñanzas. Otro ilustre religioso español
fue acusado de iluminismo, Fray Luis de Granada, al encontrarse envuelto en
un escándalo por culpa de una supuesta santa portuguesa, sor María de la
Visitación, priora del Convento de La Anunciada.

Santa Teresa de Jesús


Santa Teresa fue perseguida por la Inquisición, aunque no condenada, a pesar
de que lo niegue Menéndez Pelayo[13]. Cuando comenzaba la fundación del
convento de San José de Ávila, vinieron a decir a Santa Teresa que andaban
los tiempos recios, y que podría ser que la delatasen a los inquisidores.
A mí me cayó esto en gracia y me hizo reír… y dije que de eso no
temiesen, que harto mal sería para mi alma si en ella hubiese cosa que
fuese de suerte que yo temiese la Inquisición; que si pensase que había
para qué, yo me la iría a buscar, y que si era levantado, que el Señor
me libraría y quedaría con ganancia[14].
Pero al final fue procesada, el libro de su Vida fue secuestrado, después de
que la princesa de Éboli la delatara ante la Inquisición de Toledo. El libro fue
examinado por Fray Fernando del Castillo y otros teólogos, que no
encontraron nada malo.
La persecución de 1578 contra las Carmelitas Descalzas de Sevilla,
discípulas de Santa Teresa, continuó bajo la acusación de alumbradas. La
acusación de alumbrado se convirtió en una manera común de acusar a todos
los reformadores del Carmen. San Juan de la Cruz fue delatado tres o cuatro
veces a las inquisiciones de Toledo, Sevilla y Valladolid; pero jamás
encarcelado ni molestado por el Santo Oficio.
Muchos otros padres fueron perseguidos por la Inquisición como: San José
de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías; el ilustre místico jesuita Baltasar
Álvarez y el Beato Patriarca de Valencia, D. Juan de Ribera y Don Juan de
Palafox.
También fue conocido el caso de los alumbrados de Llerena. Cuyos líderes
fueron Hernando Álvarez, vecino de Barcarrota, y el Padre Chamizo. Su
doctrina consistía en larga oración y meditación sobre las llagas de Cristo
crucificado, que les llevaba a un estado de éxtasis, comenzándoles sudores y
desmayos, dolor de corazón, sequedades y disgustos, que ellos denominaban:
derretirse en amor de Dios. Una vez alcanzado el éxtasis, el alumbrado se
convertía en puro. Fueron acusados de abusar de las beatas que les seguían y
de justificar sus encuentros sexuales como producto del amor de Dios.
No se puede considerar a los alumbrados en bloque como iniciadores de la
Reforma en España, tan solo están relacionados con ella algunos grupos,
como el grupo de dexados de Toledo, cuyas creencias tienen una gran
similitud con las ideas de la Reforma europea, como precursores de la
Reforma en España. Márquez ha encontrado numerosas conexiones entre los
reformados españoles y los dexados de Toledo, comenzando con la relación
que hace el propio inquisidor Fernando de Valdés en su carta al Papa, que
mencionamos anteriormente. Melchor Cano reconoció repetidamente las
coincidencias de algunos grupos de alumbrados con lo que ellos llamaban
luteranos. Bataillon también reconoció las coincidencias entre iluminismo y
luteranismo al afirmar que la solidaridad del iluminismo con la revolución
religiosa europea es algo que no deja lugar a la más pequeña duda[15]. Otras
de las acusaciones contra los dexados fue el haber leído e interpretado las
Sagradas Escrituras[16]. Pero además en las confesiones de Alcaraz hay
opiniones como la inutilidad de las indulgencias y ritos externos, incluida la
confesión. Los vínculos familiares entre luteranos y alumbrados son claros,
por lo menos en el caso de Cazalla, cuya tía María Cazalla fue condenada por
iluminada y su tío el obispo Cazalla fue sospechoso de lo mismo. El otro
vínculo claro, del que hemos hablado, fue la relación de Juan de Valdés con
Alcaraz.
Con todo lo dicho es factible afirmar que si bien los alumbrados,
especialmente los dexados no eran luteranos, algunos evolucionaron hacia las
mismas posturas, convirtiendo a los dexados, junto a otros personajes y
grupos estudiados, como antecedentes de la Reforma en España. Una
Reforma autóctona, con cierta influencia foránea, como veremos a
continuación.
La poca repercusión historiográfica que han tenido figuras como la de
Constantino Ponce de la Fuente o el Egidio, personajes por otro lado
significativos en la Corte de Carlos V y Felipe II, dificulta su estudio. John
Foxe, en su obra El libro de los mártires[17], los menciona brevemente.
Aunque la base y fuente de estos escritores y muchos otros es el comentario
de González Montano en su libro Artes de la Inquisición Española, en el que
se narra parte de la vida de Constantino Ponce y del Egidio. Por tanto, este
libro es una fuente fundamental de información, con todos los rigores sobre la
posición partidista de su autor que podamos tomar. Junto a él, le iguala en
importancia el de Cipriano de Valera, Los dos tratados del Papa i de la Misa,
en él se narran brevemente los acontecimientos de Sevilla, la vida de Rodrigo
Valer, del Egidio, Constantino y otros.
En la correspondencia del inquisidor general Fernando de Valdés, editada
en el segundo tomo de Novalín[18], se da información precisa del proceso de
Egidio y Constantino. Uno de los pocos estudios monográficos sobre
Constantino Ponce de la Fuente fue escrito por el historiador Klaus
Wagner[19], aunque la obra se centra sobre todo en los libros de la biblioteca
de Constantino. También el libro de Mª Paz Aspe Ansa, Constantino Ponce
de la Fuente: El hombre y su lengua, aunque esta obra se centra en la
producción literaria y apenas comenta la obra heterodoxa del autor.

Rodrigo de Valer
En el año 1540 Sevilla era una de las ciudades más grandes de la Península
Ibérica, puerto de unión con las colonias de América y centro económico del
Reino. En esta ciudad populosa nació Rodrigo de Valer. Este joven comienza
a leer las Sagradas Escrituras y a recogerse en la oración y la meditación. De
ello nos da noticia el propio libro de González Montano, al referirse al
acercamiento de Egidio al estudio de la Biblia y la predicación pública.
La afición de Rodrigo a las Sagradas Escrituras y las discusiones con
algunos clérigos le hacen sospechoso ante la Inquisición, que le llama a
declarar. Ante ellos declara la justificación por medio de la fe y es tenido por
loco; se le confiscan sus posesiones pero recupera la libertad.
Pasados unos años, la Inquisición vuelve a procesar a Rodrigo, al que toman
otra vez por loco, obligándole a penitencia perpetua con sambenito y recluido
en un monasterio de por vida, donde murió a la edad de cincuenta años. Nieto
comenta el origen de la fe de Rodrigo, la coincidencia en el tiempo y en las
ideas con los dexados de Pedro de Lerma en Toledo, con los que coincide en
creencias como la libre interpretación de la Biblia y la oposición a los
sacramentos y a la confesión[20]. A pesar de todo, Cipriano defiende que
Valer no había aprendido su fe de nadie, tan solo de la lectura de las Sagradas
Escrituras[21]. Nieto intenta descifrar los escasos datos de Montano, situando
el ministerio de Valer entre los años 1525 hasta 1540. Estas fechas coinciden
con el descubrimiento de los cenobios alumbrados de Toledo y la condena de
Juan López de Celaín, dirigente del grupo Doce Apóstoles de Medina de Río
Seco, lo que hace pensar en la posible relación de los tres grupos, que
confirmaría una vez más la conexión entre alumbrados y protestantes.
La vida espiritual de Rodrigo no fue estéril, pues el lunático sevillano,
como se le conocía, transmitió a otros su contagiosa locura; entre ellos está,
Juan Gil, conocido también por doctor Egidius o Egidio. Egidius realizó
estudios en Alcalá de Henares, finalizados hacia el 1531. En 1537, siendo
profesor en Sigüenza, recibió la noticia de su promoción a canónigo en
Sevilla. Allí conoció a Rodrigo que lo ganó para su causa, posiblemente hacia
el año 1536. El doctor Egidius usó su púlpito para predicar sus nuevas
creencias, trascendiendo estas las fronteras de Andalucía y llegando a los
oídos del mismo Emperador Carlos V, por lo que este lo promocionó al
obispado de Tortosa, pero un grupo de rivales denunció a Egidius a la
Inquisición, impidiendo así su nombramiento. Las acusaciones versaban
sobre las doctrinas de la justificación por la fe, el trato que daba a las obras, el
Purgatorio, la seguridad de la salvación y el culto a las imágenes. En la cárcel
escribió el canónigo su apología, exponiendo bíblicamente la justificación
por la fe.
La causa fue juzgada por un grupo de teólogos, Egidius propuso para su
defensa a Constantino Ponce de la Fuente y a Carranza, pero estos dos
hombres pertenecían al servicio del Emperador y estaban fuera del país, por
lo que se le asignó a García-Arias que, aunque era secretamente reformado,
prefirió mantener una actitud ambigua en el proceso.
El dictamen fue finalmente encomendado a fray Domingo Soto, que tras
intentar convencer al acusado de sus errores, pretendió confundirle
haciéndole creer que compartía sus inquietudes. Le animó a ponerlas por
escrito, con el fin de leerlas en la iglesia ante todos; Egidius cayó en la
trampa y escribió una declaración, aunque, al parecer, fray Domingo leyó
otro documento, cuyo contenido no era otro que su abjuración.
Desconocemos si este hecho es cierto o Egidius en el último momento
flaqueó, el caso es que fue retenido durante un año en la prisión de Triana. Su
liberación fue obra del inquisidor Corro, tío del reformador Antonio del
Corro, del que hablaremos más adelante. Según las propias palabras de
Montes, Corro sabía de la piedad de Egidius e intercedió para su liberación.
Una vez liberado, Egidius volvió a colaborar con la comunidad reformada
existente en Sevilla, muriendo dos años antes de la persecución del año 1559.
La vida de este canónigo sevillano no pasó desapercibida en las altas esferas
de la política y la religión. El futuro arzobispo de Sevilla y más tarde
Inquisidor general Fernando de Valdés comenta en varias cartas dirigidas al
emperador los detalles del proceso de Egidius. A su labor pastoral hemos de
añadir la creación de varios comentarios bíblicos: Comentario del Génesis, de
algunos Salmos, el Cantar de los Cantares y la carta de Pablo a los
Colosenses. Egidius fue quemado en imagen en el Auto de Fe de Sevilla en el
año 1560.
Al lado del canónigo hubo hombres de la talla de Vargas y el doctor.
Constantino Ponce de la Fuente. Vargas murió poco después que Egidius, por
lo que no fue procesado por los inquisidores. Este grupo de predicadores de
la catedral de Sevilla componían un grupo enfrentado a otro movimiento más
conservador, según nos explica el propio Montes[22]. El bando conservador
era apoyado por el arzobispo de Sevilla Fernando de Valdés. Los tres
predicadores, Vargas, Constantino y Egidius, llegaron casi a la vez al
ministerio de predicadores de la catedral de Sevilla. Egidius tomó posesión
de su cargo en 1536; Francisco de Vargas un poco antes y Constantino
llevaba en Sevilla desde 1533. Los tres comprendían el frente reformado,
educados en las tesis erasmistas y potenciados en el estudio de las lenguas
clásicas.
Constantino Ponce de la Fuente fue uno de los reformados españoles más
ilustres de su época. Nacido hacia el 1502, en San Clemente, perteneciente a
la diócesis de Cuenca. Su linaje seguramente provenía de judíos conversos.
Cursó estudios superiores en la Universidad de Alcalá junto a sus amigos y
correligionarios, Vargas y Egidius. En dicha Universidad, el joven
Constantino publica unos versos latinos. Sus estudios previos de gramática
debieron encaminarle poco después a la facultad de Artes.
Las enseñanzas de Erasmo encontraron una gran acogida en la Universidad.
Tenían el aporte crítico de la nueva generación, pero también proponían una
renovación espiritual y eclesial. Los jóvenes que llenaban aquellas aulas
fueron más tarde impulsores de una renovación espiritual. En el bando
ortodoxo estaban: Juan de Ávila, Ignacio de Loyola, Diego Laínez, Martín
Pérez de Ayala y Pedro Guerrero. Del lado reformado: Agustín Cazalla, Juan
Gil (Egidius), Juan de Valdés y Francisco Vargas. Con esta lista podemos
imaginar el nivel intelectual de la Universidad, gente con la que seguramente
convivió Constantino.
Constantino abandona repentinamente sus estudios y se marcha a Sevilla.
Al frente de la Iglesia en dicha ciudad estaba el arzobispo e inquisidor
general Alonso de Manrique, al que hemos hecho referencia antes, hombre
inclinado a la reforma de la Iglesia y a una mayor instrucción de los
cristianos. Puede que el arzobispo invitara a Constantino para predicar y esta
fuera la causa de su repentina partida de Alcalá de Henares.
Sevilla vivía en aquellos tiempos una gran expansión urbanística y cultural.
En esta época se crea el colegio de Santa María de Jesús y la Universidad de
Sevilla (1505), se abren varias casas benéficas para niños pobres y se
celebran torneos poéticos. Constantino es nombrado predicador de la iglesia
catedral, compaginando su oficio con los estudios en la Universidad de
Sevilla, donde consigue el título de Teología. En 1535 es nombrado
presbítero, la oportunidad de Constantino está aún por llegar. En la
celebración de las exequias a la emperatriz Isabel, muerta en 1534,
Constantino predica en la ceremonia, alcanzando, desde ese momento, fama y
prestigio. Invitado a predicar varias veces en Portugal por el cardenal
Cisneros, rechazó su proposición para quedarse en Portugal. También declinó
la oportunidad de convertirse en canónigo de Toledo[23].
Los años sevillanos van a dar a luz su primer libro, Suma de Doctrina
Cristiana, publicado en 1543. En él recoge los principios básicos de la fe. La
obra se vende con éxito, produciéndose varias reediciones. En la edición de
1545, el autor añade el “Sermón del Monte”, incluyendo unos breves
comentarios sobre el mismo. Más tarde publica sus “Predicaciones del Salmo
primero”. Además de las obras ya citadas debemos destacar: Confesión de un
pecador y Catecismo Cristiano.
En el año 1548 es invitado por el Emperador para acudir a la Corte, lo que
le permitirá recorrer países como: Italia, Alemania y los Países Bajos[24],
convirtiéndose en predicador de la corte, así como en hombre de confianza de
Carlos V. También acompaña al príncipe Felipe en su viaje de presentación,
recorriendo con él buena parte de sus futuros reinos. Ya en los Países Bajos,
regresa al lado del Emperador asistiendo a la Dieta de Augsburgo y de vuelta
a España pasa por Trento donde se está celebrando el Concilio. Constantino
permanecerá con la Corte algunos años más, ejerciendo su oficio de
predicador, para volver después a Sevilla.
En 1553 es nombrado nuevamente predicador de la catedral, aunque poco
tiempo después vuelve a la Corte para acompañar a Felipe II en su viaje a
Inglaterra y Bruselas[25]. Siendo testigo de excepción de la abdicación del
anciano Emperador.
Su retorno a Sevilla, en el año 1553, tras la muerte de Egidius, se centra en
su labor pastoral. Pronto encuentra oposición en los jesuitas de la ciudad que
le acusan de hereje. Sus libros son cuestionados. El inquisidor general,
Fernando de Valdés, hombre implacable, estaba tras la pista de los grupos de
reformados esparcidos por el territorio. A pesar de ello, Constantino fue
nombrado canónigo, escapando de la férrea oposición de sus detractores, para
poco después ser depuesto y encarcelado. Una vez liberado, pudo defenderse,
aunque no públicamente, sí por escrito, ya que su salud era delicada. El caso
llegó hasta Roma donde se resolvió a su favor (1557), los jesuitas lo
vigilaban muy de cerca, buscando la ocasión de prenderle en alguna herejía.
Los procesos iniciados en Sevilla en el año 1558 vuelven a abrir las
sospechas contra el canónigo. En agosto de ese mismo año es encarcelado.
Unos escritos suyos encontrados en casa de una viuda, unida al grupo de
reformados, en los que Constantino critica al Papa[26], habla sobre el
Purgatorio y otras doctrinas, son presentados como pruebas en su contra. Tras
dilatar su confesión se declara autor de dichos manuscritos. Algunos autores
han dado por válida la narración de Montano referente a la existencia del
episodio del hallazgo de los libros prohibidos, pero han dudado de la
confesión de Constantino y la existencia del libro manuscrito que le acusaba.
Constantino Ponce de la Fuente murió poco después en la cárcel; se
desconoce la fecha exacta de su muerte, aunque seguramente fue en el mismo
año de su encarcelamiento o no más tarde de 1560.

Jaime y Francisco de Enzinas


Francisco y Jaime de Enzinas eran hijos de un comerciante burgalés. Jaime
era el menor y junto a su hermano cursó sus estudios en la universidad de
Alcalá de Henares[27]. Entre el personal docente se encontraba su tío Pedro de
Lerma, que por sus ideas luteranas tuvo que huir años más tarde a Francia[28].
Jaime fue enviado a los Países Bajos para seguir sus estudios. Al principio lo
hizo en Lovaina, donde su hermano Francisco había ido a estudiar en junio de
1539[29], y posiblemente fue en esta universidad donde entró en contacto por
primera vez con gente reformada, pero dejó la ciudad porque sus padres le
aconsejaron que marchara a París. En una de sus cartas hablaba de los precios
prohibitivos de la ciudad y de la falta de interés en profesores y alumnos, mas
lo que terminó de desengañar a Jaime, fue la enconada persecución a los
protestantes. Al parecer fue testigo del asesinato y tortura de un joven
llamado Claude le Peintre, cuyo sufrimiento debió ser terrible ya que, tras ser
repetidas veces castigado con el potro, le cortaron la lengua y después lo
quemaron. En París, también conoció a Juan Díaz, otro reformado del que
hablaremos más adelante. Jaime deja la ciudad y vuelve a Lovaina,
marchando poco después para Amberes donde editará su Catecismo en legua
española. Sus padres, queriendo alejarle del protestantismo, le envían a
Roma, desde donde escribe una carta a Jorge Cassander, amigo de Lovaina.
En ella comenta su disgusto con la ciudad y afirma que únicamente le retiene
en ella el respeto por sus padres, también alude a un esperanzador concilio
que cambie la lamentable situación en la que se encuentra la Iglesia.
El padre de Jaime siempre había deseado que su hijo se dedicara a la vida
religiosa pero la “Ciudad Eterna” no era ciertamente el mejor sitio para un
“hereje”. Antes de regresar a los Países Bajos, otro español que se encontraba
en Roma, al conocer su filiación protestante le denuncia a las autoridades.
Desde Roma, Jaime escribe a un amigo:
En las Sagradas Escrituras dice que el que añada o quite alguna cosa o
distorsione algo, poniendo de él mismo, es una gran impiedad, el buen
cristiano tiene que sufrir, y llanamente entregar su vida.
El juicio contra Jaime de Enzinas levantó mucho revuelo en Roma. Tras una
larga disputa el español fue conminado a retractarse y ante su negativa fue
procesado y ejecutado el 20 de enero de 1547[30]. Melanchton escribió a
Francisco lamentando la muerte de su hermano el 23 o 27 de enero, Calvino
también escribió una carta a Francisco el 14 de abril del mismo año.
Francisco de Enzinas debía tener unos veinte años cuando se matriculó en la
universidad de Lovaina, corría el año 1539. Parece que allí entra en contacto
con las ideas reformadas. La amistad con Cassander[31] fomentó que
Francisco se moviera en los círculos protestantes de la ciudad[32]. Su padre
deseaba que dejara el estudio de los libros e ingresara en la carrera militar,
pero su hijo nunca accedió a ello. El deseo del joven burgalés era dedicar su
vida al servicio de Dios y con este fin desea encaminarse a Wittenberg[33], la
cuna y fuente del protestantismo en aquella época. Antes de su partida, pide
cartas de recomendación a Juan Lasco[34] y emprende su viaje, pasando por
París con la intención de ver a su tío, Pedro de Lerma que morirá ese mismo
verano de 1541[35]. Después Enzinas habla de la causa del exilio forzoso de su
tío en París, que él relaciona con proposiciones bíblicas, mencionando el caso
de otros profesores perseguidos por la Inquisición como: Juan Vergara,
Mateo Pascual y que, otro tanto les hubiera pasado a Alfonso y Juan de
Valdés de permanecer en España[36].
Francisco se matriculó en la universidad de Wittenberg el 27 de octubre de
1541, convirtiéndose en el primer español matriculado en la universidad cuna
del protestantismo y vivió durante un tiempo en la casa de Melanchton[37].
Durante este periodo el joven estudiante se dedicó a traducir el Nuevo
Testamento a la lengua castellana de su griego original. Al terminar la
traducción se encamina a Flandes con la intención de publicar su obra en el
año 1543.
Su primer paso fue visitar a Juan Lasco, su antiguo amigo; luego visita a
Alberto Hardenberg al que convence para que deje el convento y se dirija a
Wittenberg. Después se dirige a Lovaina e intenta sin éxito que algunos
profesores de la universidad revisen su traducción del Nuevo Testamento,
pero el desconocimiento de la lengua castellana de los profesores y la ola de
persecuciones hará imposible que se cumplan sus deseos. Tan solo unos días
antes los magistrados de la ciudad mandaron apresar a 28 vecinos acusados
de herejía. Francisco fue testigo de la suerte que corrieron la mayor parte de
estas personas, algunas de ellas quemadas y en el caso de las mujeres se les
concedía la merced de ser enterradas vivas.
En otoño de 1543 la edición del Nuevo Testamento ya estaba terminada. En
el prólogo se incluye una dedicatoria al Emperador, donde le exhortaba a
defender a sus súbditos evangélicos y a aceptar la verdadera religión. Las
esperanzas puestas en Carlos V se desvanecieron cuando este mandó
secuestrar la edición. La actitud del burgalés fue valiente y decidió ir al
encuentro del Emperador que había llegado hacía poco tiempo a sus
territorios flamencos.
El 24 de noviembre de 1543 Francisco de Enzinas se encuentra frente a las
murallas de Bruselas. El problema ahora es cómo acercarse al Emperador. Su
primer paso es pedir audiencia al obispo de Jaén, Francisco de Mendoza, que
muestra su simpatía tanto por el proyecto, como por el osado joven que
quiere llevarlo a cabo. El camino hasta Carlos se ha abierto milagrosamente.
Al día siguiente el joven burgalés fue recibido, podemos imaginarnos su
estado de ánimo, los nervios por la calidad de la misión y de la persona con la
que tiene que enfrentarse. Por si esto fuera poco, tuvo que estar presente en el
almuerzo real, al terminar este, el obispo se dirigió al Emperador
introduciendo el caso que le había traído allí. El burgalés comentó con
entusiasmo su proyecto ante Carlos, el cual, según contaría más tarde el
propio Francisco, no entendía que el libro del que hablaban era una porción
de las Sagradas Escrituras. La ignorancia regia le desanimó al principio,
llenándole de indignación, ya no tanto hacia el Emperador, como hacia sus
consejeros espirituales que le mantenían en la ignorancia. Carlos le pregunta:

¿Quién es el autor de este libro? A lo que él contestó: El Espíritu


Santo, Majestad Imperial, es el autor, por cuya inspiración los santos
apóstoles han escrito en lengua griega estos divinos oráculos de nuestra
salvación para todo el género humano; yo soy únicamente un siervo y
débil instrumento que ha traducido el libro del original a la lengua
española. ¿Al castellano?, preguntó Carlos; sí, Señor, a nuestro
castellano; y ruego a Vuestra Majestad quiera ser el defensor y
favorecedor de esta obra. El Emperador respondió: Sea como deseáis,
siempre que en el libro no haya nada sospechoso[38].
Después de retirarse a una habitación contigua y ojearlo, el Emperador
aprueba que se edite el libro tras una revisión de sus asesores. Carlos dio a
leer a su confesor, el dominico Pedro de Soto[39], el ejemplar del Nuevo
Testamento. Soto tenía una gran influencia sobre su señor, ya que por su
cargo estaba muy cerca de los pensamientos y debilidades de Carlos,
aprovechando su privilegiada posición. El religioso, contrario a la Reforma,
ideó un plan para impedir la edición del libro y secuestrar al autor; por ello
simula estar de acuerdo en su publicación, pero antes desea hablar con el
propio traductor. Francisco volvió a la ciudad y al dirigirse al monasterio de
los dominicos para verle, tras una larga espera, fue informado de que Soto
estaba con Granvela y que no podía recibirle.
A la mañana siguiente vuelve a visitar al confesor real y esta vez consigue
verlo. El dominico se comporta de forma amigable y le pide que regrese por
la tarde. A las tres vuelve Enzinas al monasterio y escucha una lección de
Soto sobre el libro de Hechos, capítulo 1. El burgalés se queda sorprendido
de la ignorancia del confesor y de la mala calidad de su latín. Soto no le
recibirá a la hora convenida, haciéndolo esperar nuevamente. La situación
empieza a extrañarle y decide marcharse, pero en ese momento llega el
dominico y le ruega que vaya con él a su celda. La pequeña habitación es un
verdadero altar, las paredes están llenas de imágenes de todo tipo y Francisco
se siente asfixiado en ambiente tan ajeno a su experiencia religiosa[40]. El
dominico toma de una vieja estantería un volumen muy usado, se lo extiende
al joven y le indica una página para leer Enzinas tiene entre sus manos una de
las obras de Alfonso de Castro. Las páginas que ha señalado Soto son una
disertación sobre el terrible “daño” producido por la lectura de la Biblia en
lengua vulgar y un elogio de los reyes españoles por no haber permitido esta
“desgracia” en tierras hispanas. Después de esta atragantada lectura, la
situación se hace aún más violenta. Empieza a recriminar su imprudente
actitud y las malas compañías que frecuenta. Le echa en cara su estancia en
Wittemberg y su amistad con Melanchton.
Tras la desagradable entrevista con Soto, Enzinas desea salir del convento
lo antes posible. Cuando cruza la última puerta se cree a salvo, pero está
equivocado. En ese mismo instante, varios hombres se abalanzan sobre él y
lo toman preso. El joven burgalés termina en la cárcel de Vrunte.[41]
Su experiencia en la cárcel no fue del todo negativa. La narración que hace
de esos meses en sus Memorias, nos describen un trato humano por parte de
los carceleros; entre otras cosas, se le permitía recibir visitas de varios
familiares, del criado del obispo de Jaén y de dos caballeros, uno borgoñón y
otro español.
En sus Memorias, Francisco narra con gran viveza su caso y el de otras
personas perseguidas por la Inquisición. Sus conversaciones con los dos
caballeros anteriormente citados son una rica fuente de información sobre la
vida de San Román, Alfonso y Juan de Valdés, Juan de Vergara, Pedro de
Lerma (tío suyo) y Roque. Estos reformados ocupan las líneas de su libro
mostrándonos sus desgracias y desvelos y haciendo un análisis de la salud
social de España que se completa aludiendo a otros personajes de rasgos más
negativos que los anteriormente citados, como pueden ser: el arzobispo de
Compostela, don Gaspar de Ávalos, los inquisidores y la monja cordobesa,
Magdalena de la Cruz.
De repente un suceso inesperado va a liberarle. Un día, estando Francisco
en la cárcel, al apoyarse en la puerta de su celda vio que esta cedía. Salió con
cierto recelo y con la misma facilidad atravesó las otras dos puertas sin
encontrar a nadie que le detuviera. Había logrado escapar de manera
milagrosa. Después de pedir ayuda a un amigo, abandona la ciudad. En el
camino deberá sortear otro peligro insospechado: al parecer viaja en una
carroza que le conduce a Amberes, junto a uno de sus perseguidores, Luis de
Soto, que había estado reuniendo testimonios para acusarle.
El joven burgalés huyó a Wittenberg y durante un tiempo vivió con
Melanchton. Rápidamente se dictaron órdenes de captura contra él. Las
presiones de sus padres le hicieron partir para Italia en el año 1545, ya que
Soto se había preocupado de confiscar sus bienes y poner en peligro los de su
familia, pero su amigo Juan Díaz le hace desistir de tan arriesgado proyecto:
el viaje no había sido en balde, pues ha conocido a personajes como Bucero y
Bullinger. Bucero le ayudará a imprimir dos libros: uno narra la trágica
muerte de Juan Díaz, que había perdido la vida pocos días después de su
encuentro; el otro es una dura crítica contra el Papa y el Concilio de
Trento[42]. En esta época, su hermano Jorge muere asesinado por la
Inquisición en Italia.
Tras casarse, Francisco y su esposa parten para Inglaterra, él enseñará
durante algún tiempo en la Universidad de Cambridge, sobre todo gracias a la
recomendación de Melanchton a Crammer y al rey Eduardo. En el año 1549
vuelve al continente y publica tres libros (traducción de libros de Livio,
Plutarco y Luciano) ayudado por Bucero.
Tras una breve estancia en Ginebra, muere a causa de la peste junto a su
esposa, Margaret Elter, el 30 de diciembre de 1552.

Juan de Valdés
Al principio de este capítulo hemos hablado de los estrechos lazos que hubo,
por lo menos en un principio, entre los reformados españoles y los seguidores
de Erasmo[43]. En algunos casos la simbiosis fue total, hasta el punto de que
algunos erasmistas terminaron por separase de la línea ambigua, que tomó el
Holandés frente a Lutero, y su negativa a unirse a las filas de los reformados.
Uno de esos hombres era conquense, estudiante en Alcalá de Henares y
ciudadano del mundo. Se llamaba Juan de Valdés.
Juan fue uno de los primeros españoles en abrazar la fe reformada, aunque
sea difícil encasillarlo en cualquier tipo de dogmatismo. Tal vez, esta
negativa a encasillarse ha creado mayor dificultad; por ello algunos
historiadores han puesto en duda sus ideas reformadas protestantes,
queriendo asociarlo a los diferentes grupos de reformistas moderados que
surgieron dentro de la Iglesia romana.
Los Valdés provenían de una familia conversa de Cuenca, con precedentes
de apoyo a la revuelta de los comuneros a favor del marqués de Villena[44]. El
padre de Juan se llamaba Hernando y trabajaba bajo las órdenes de otro judío
converso, el primer marqués de Moya, Andrés de Cabrera. Esta unión con los
marqueses de Moya permitió a la familia Valdés prosperar bajo su sombra.
Cuando los marqueses se pusieron durante la Guerra Civil de 1475 al lado de
la entonces princesa Isabel, no podían ni imaginar los beneficios que esto iba
a reportarles. De ser unos nuevos nobles, pasaron a ocupar una posición
importante en la Corte castellana. Hernando, por su parte, recibió la vacante
de regidor de Cuenca. El padre de Juan se casó poco después con María de
Barrera que procedía como él de familia conversa.
La pareja tuvo doce hijos de los que solo nueve llegaron a la mayoría de
edad. Por no enumerar a todos destacaremos a Andrés de Valdés, el
primogénito, que ocupó el regimiento conquense del padre; Diego, arcediano
de Villena y canónigo de Cartagena; Francisco, maestre sala del marqués de
Moya y Alonso, secretario del emperador Carlos V. Los Valdés habían
alcanzado en muy pocas generaciones un gran prestigio social que hizo
olvidar durante algún tiempo sus orígenes judíos. Alonso, por ejemplo, había
llegado al escalón más alto dentro del sistema burocrático de su tiempo.
La única forma de ascender socialmente para un burgués en aquel momento
era el ejército, la religión o la administración real. La carrera de Alonso no
fue fácil, pero la ayuda de sus hermanos y del marqués de Moya, le allanaron
el camino.
Juan, que es la figura central de este capítulo, nació en 1501, vivió alejado
de la Corte, seguramente preparándose para ser sacerdote seglar o secular.
Sus primeros estudios debió recibirlos en el patrocinio capitular existente en
Cuenca, aunque poco se sabe de su vida en dicha ciudad. De allí marchó a
Escalona hacia el 1523 para entrar a trabajar en la casa de don Diego López
Pacheco[45]. La vida de Juan debió ser tranquila ya que el Marqués, de
avanzada edad, pasaba sus últimos años en un apacible retiro alejado de las
pasiones mundanas. Según algunos procesos inquisitoriales, don Diego tenía
a su cargo a un predicador acusado años más tarde de alumbrado, llamado
Pedro Ruiz de Alcaraz. El marqués, sus siervos y familiares escuchaban
atentamente sus enseñanzas y fue, con toda seguridad, el primer maestro
espiritual de Juan. Este primer contacto con temas espirituales le debió
marcar profundamente, arrepintiéndose del tiempo perdido leyendo y
viviendo mundanamente, preocupado en lecturas de caballería, como él
mismo confiesa en su libro Diálogo de la Lengua.
En el año 1527 entró en la Universidad de Alcalá de Henares, para estudiar
griego y posiblemente también hebreo, teniendo como maestro a Francisco de
Vergara. Durante dos años asistió a clase, donde pudo observar por primera
vez cómo corrían verdaderos vientos de reforma erasmista en las aulas
alcalaínas. Joven amigable y de gran facilidad para el estudio, se ganó la
simpatía de profesores y compañeros convirtiéndose en pocos años en un
verdadero erudito de lenguas clásicas como el griego, el hebreo y el latín. En
el dominio del castellano se le consideraba un verdadero genio.
Las inquietudes espirituales que Juan llevó a Alcalá, fruto de su conversión
en Escalona, le hicieron reflexionar sobre la incapacidad del hombre para
alcanzar la salvación por sus propias fuerzas. No se sabe a ciencia cierta, si
estas ideas del pequeño grupo de la casa del marqués de Villena ahondan sus
raíces en las tierras de la Reforma alemana, pero por el número de obras de
Lutero que circulaban en ciertos medios sociales y culturales, bien podían ser
estas las inspiradoras de las prédicas de Alcaraz. El mismo Juan debió tener
acceso a dichas obras por medio de su hermano Alonso.
Las vivencias espirituales de Valdés, unidas a las lecturas anteriormente
citadas, en un ambiente abierto y receptivo, como la universidad alcalaína,
dieron a luz su libro: Diálogo de doctrina cristiana[46]. Sería un error creer
que la voz de Juan era una gota en un océano de indiferencia, ya que sus
inquietudes eran compartidas por un gran número de profesores y alumnos.
El Diálogo de doctrina cristiana fue impreso por Miguel de Eguía y vio la
luz el 14 de enero de 1529. Juan prefirió no darse a conocer y la obra salió
con autor anónimo. El libro armó un gran revuelo y fue entregado a una
comisión de la Inquisición para ser examinado, la cual dictaminó que con la
revisión de algunos textos confusos era suficiente para darle el visto bueno y
permitir su difusión, dejando dormir tranquilo a nuestro protagonista. Con
este catecismo Valdés se anticipaba a los de Lutero, que aparecieron en abril
y mayo de ese mismo año.
Aunque el juicio del Diálogo de la doctrina cristiana puede parecernos
benigno, hemos de añadir que en una carta dirigida a los tribunales de distrito
de la Inquisición desde la Suprema, órgano máximo de dicha institución, con
fecha 27 de Agosto de 1529, su lectura quedó prohibida. Bataillon lo
redescubrió en Lisboa, lo que nos habla de su difusión más allá de las
fronteras castellanas. Entre los lectores afamados está el inquisidor de
Navarra, Sancho Carranza de Miranda, que encantado con la obra la
distribuyó por su diócesis.
Otros proyectos de Valdés, como la traducción de algunos libros de Lutero
y Escolampadio, pusieron a la Inquisición tras su pista. La protección que
rodeaba a Valdés por parte de los profesores erasmistas no podía frenar por
más tiempo el brazo inquisitorial. En este periodo tan temprano a Valdés ya
se le consideraba luterano, así lo defiende Llorente en su libro, aportando un
documento de la Inquisición que dice:
(sus ideas) consideradas como luteranas y su autor declarado
formalmente hereje. No se le pudo meter en prisión porque se había
marchado de España[47].
Sus perseguidores fueron estrechando el cerco y Juan decidió salir del país
antes de que la cosa llegara a mayores. Nuestro protagonista tuvo que dejar
su amada Alcalá, ya que las nubes de la intolerancia y la represión
empezaban a nublar el cielo hispano.
En 1529, Juan de Valdés marchó a Italia siguiendo a la Corte, que poco
antes había embarcado para Génova, aunque no hay noticia de que llegara a
Roma antes de agosto de 1531. En Roma buscó hacer carrera como clérigo.
Apoyado por su hermano Alfonso y Juan Ginés de Sepúlveda fue nombrado
camarero del papa Clemente VII, pero la vuelta de la corte imperial dos años
después, le animó a recurrir nuevamente a su hermano para conseguir algún
puesto mejor. La muerte de este en Venecia a causa de la peste supuso un
duro golpe emocional y material para Juan. No olvidemos que su cabeza
pendía de un hilo en España y su única protección era la privilegiada posición
de su hermano Alfonso. Juan, que había pedido al Papa un salvoconducto
para ir a ver a su hermano, nunca volvió a verle con vida.
En un primer momento se pensó en sustituir a Alfonso por algunos de sus
hermanos en la secretaría, mas al fin se optó por suprimir su cargo. La Corte
romana empezó a ser peligrosa para una persona investigada por la
Inquisición española. La ascensión al papado de un Farnesio, Alejandro
Farnese, ponía a todos los colaboradores del anterior Papa en peligro. La
muerte de su otro hermano Diego desahogó su precaria situación económica,
dado que las rentas de este fueron a parar a su persona.
El destino elegido para “alejarse” de Roma fue Nápoles en el 1535. El retiro
en el sur de Italia produjo una pérdida de influencia en los teatros principales
de la política de su tiempo, aunque mantuvo una intensa relación epistolar
con personajes como Granvela y Cobos. De hecho ostentó un cargo oficial,
veedor de los castillos de Nápoles, informando a Cobos, secretario del
Emperador, de asuntos políticos en Nápoles. Juan vivió en Nápoles hasta el
fin de sus días. En esta hermosa ciudad logró una importante influencia
social, colaborando activamente con el virrey don Pedro de Toledo, y lo que
es más importante, dedicó su vida al estudio y a la predicación de su fe.
El amigable estudiante de Alcalá de Henares, admirado y amado por sus
compañeros y profesores supo ganarse el afecto de la cerrada sociedad
napolitana. A todos ellos llegó con su sencillo mensaje de los “beneficios de
Cristo”. Los cultos domésticos estaban repletos de personas de alta alcurnia,
religiosos e intelectuales: Isabel Breñizo[48], la condesa de Fondi, Bernardino
Ochino, el agustino Pietro Martire y el humanista y noble marqués de Vico
Galeazzo. La congregación de Nápoles siguió manteniendo sus hábitos
religiosos, tal vez a la espera de que un concilio cambiara el curso de la
Iglesia romana.
Aunque Juan fue siempre un hombre moderado en sus ideas, no cabe negar
que su labor contribuyó a la implantación del primer grupo de evangélicos en
Italia. De las salas de la casa de Valdés, en Nápoles, salieron algunos mártires
y líderes religiosos ilustres del protestantismo europeo. Juan no estableció
una iglesia jerarquizada ni formal; no hubo constitución de pastores y
ordenanzas. Las reuniones se celebraban en la casa de Valdés y parece ser
que también ejercía él la labor de dirección del grupo. Se calcula que Valdés
consiguió reunir y adoctrinar a más de 3.000 personas, la mayor parte de ellas
pertenecían a la nobleza y a las clases pudientes de la ciudad.
El ilustre español realizó paralelamente a su labor pastoral una extensa obra
literaria. El más conocido de sus libros es Diálogo de la lengua, aunque
realizó otras obras de igual valía: Alfabeto Cristiano, Comentario a los
Salmos, Comentario de la Epístola de San Pablo a los Romanos y la I a los
Corintios, Las ciento diez divinas consideraciones, entre otras. La mayor
parte de sus libros fueron impresos después de su muerte. Algunos de ellos
traducidos por discípulos suyos y difundidos en italiano y castellano.
Juan de Valdés muere en el año 1541, poco después, la persecución se
desata sobre sus hermanos en la Fe. La bula del 8 de enero de 1542, reforzaba
el poder de la Inquisición italiana. Los rigores de la nueva inquisición italiana
obligaron a exiliarse a seguidores de Valdés como Pierpaolo Vergerio,
obispos de Capodistria, o Bernardo Ochino, general de los capuchinos.
Valdés, hombre prudente, había mantenido ciertos lazos con la iglesia
oficial para evitar así la persecución de la incipiente reforma italiana. De otro
modo, como sucedió más tarde, la Inquisición romana habría desecho en mil
pedazos al pequeño grupo de reformados italianos. Desde el año 1536,
coincidiendo con la visita de Carlos I a Nápoles, se habían promulgado varios
decretos contra las ideas reformadas, imponiendo penas de excomunión y
muerte a todo aquel que se alineara a dichas doctrinas. La dispersión de sus
seguidores y la represión de la jerarquía dieron al traste con este primer
intento de reforma en este país. Algunos de los seguidores de Valdés fueron
ajusticiados y otros huyeron a tierras favorables a sus ideas.

Alfonso de Valdés
Parece claro que Alfonso de Valdés nació en Cuenca, como su hermano Juan.
Se cree que estudió en Alcalá, pero no se sabe a ciencia cierta. Aunque no
sería extraño, ya que la mayor parte de los personajes más destacados de este
tiempo estudiaron allí. Posiblemente de Alcalá le venga a Alfonso su afición
por el humanismo y, en especial por Erasmo. Alfonso, por su supuesta
ortodoxia, se ha librado del ostracismo realizado contra los reformados
españoles.
En los últimos años, algunos autores han visto en la mano de Alfonso al
escritor de la segunda parte de El Lazarillo de Tormes. Wiffen nos dice de él
que fue discípulo de Pedro Mártir y mantuvo correspondencia con él. En el
índice de su obra Cartas de Erasmo[49] Menéndez Pelayo duda de que Valdés
estudiara en el Colegio Español de Bolonia y fuera clérigo.
Valdés empezó su servicio al Emperador seguramente como escribano, a las
órdenes de Mercurino Gattinara. Estuvo en la coronación de Carlos V en
Aquisgrán y en la Dieta de Worms.
Alfonso de Valdés, un gran viajero debido a su profesión, se dedicó en alma
y cuerpo al servicio del Emperador. Escribió Alfonso algunas de las cartas
más importantes de Carlos V[50]. Pero Alfonso de Valdés fue más que un
amanuense de la Cancillería, su relación con ilustres reformados y miembros
de la Iglesia católica, especialmente con Erasmo, lanzaron su vida hacia la
teología y las humanidades. Se desconoce cuándo Alfonso trabó amistad con
Erasmo, pero ya en 1525 su compañero, Maximiliano Transylvano, le elogia
por tomar la defensa y patrocinio de los asuntos del de Rotterdam, que
resplandece como una estrella, y le pide que interceda ante Carlos V, para
que este dé una pensión al holandés. La intervención tuvo éxito, ya que en
una carta de Erasmo a Gattinara, agradece Erasmo al canciller pro diplomate
impetrato.
El apoyo de Alfonso al humanista no se detuvo en lo meramente
económico, el 12 de febrero de 1527, Alfonso de Valdés escribe desde
Valladolid a los teólogos de la Universidad de Lovaina para que no digan
nada contra Erasmo (varón benemérito de la república cristiana), por ser esto
contra el edicto del césar, que quiere que florezcan los estudios y vuelva la
cristiandad a sus antiguas fuentes[51]. El Dr. Pedro Gil o Egidio[52], en una
carta, de cumplimientos y pretensiones, fechada en Amberes el 27 de marzo
(¿de 1527?), llama a Valdés Erasmici nominis studiosissimum. Erasmo
reconoció los servicios de Alfonso de Valdés en su carta del 31 de marzo de
1527. En ella Erasmo dice de Alfonso de Valdés ornatissime iuvenis y le
agradece su admiración. Maximiliano Transylvano dejó escrito a Valdés los
hechos de la Junta en Valladolid sobre los libros de Erasmo. Maximiliano
critica a los enemigos de Erasmo con insultos como fratérculos, gingolfos y
asnos.
Pero Alfonso de Valdés no es solo defensor de Erasmo, también lo es
incondicionalmente de Carlos V y su política europea. Su admiración por el
Emperador llega hasta tal punto, que elogia el saqueo de Roma por las tropas
imperiales, a pesar de que se levantan voces críticas contra la actuación de
Carlos V, aun dentro de España.
Alfonso de Valdés, el amigo de Erasmo como le gustaba llamarle a
Menéndez Pelayo, aprovecha las críticas a Roma, para escribir un libro donde
se cuestionaba abiertamente al Papa y a los curas. Utiliza el diálogo, un estilo
muy extendido en la época, imitando a su maestro Erasmo en los Coloquios.
Nieto[53] afirma que Alfonso usa el libro como un púlpito para criticar a la
Iglesia católica.
Valdés pretende también reclamar la celebración de un concilio general,
esto también era el deseo de otros reformados españoles como Jaime y
Francisco de Enzinas, al igual que Melanchton y otros protestantes alemanes.
De hecho, Alfonso de Valdés traduce al castellano por orden de Carlos V, la
Confesión de Augsburgo[54], escrita por el profesor alemán. A estas críticas
añade otras como la mala vida de los cardenales y obispos; la simonía; el
despilfarro de Roma; el culto a los santos y de las reliquias.
En 1529 salió de España Valdés acompañando a la Corte imperial. En
Bolonia fue testigo de las reuniones entre Clemente VII y el Emperador, y en
Alemania, estuvo en la Dieta de Ratisbona. El 21 de septiembre de 1530
estaba en Augsburgo, después Colonia, Bruselas y Ratisbona.
En la Dieta de Augsburgo profundiza en su amistad con Melanchton, amigo
a su vez de otro español Francisco de Enzinas. Melanchton, oídas las
explicaciones de Valdés en nombre del césar, formuló por escrito las
creencias luteranas en la famosa Confesión de Augsburgo. Valdés la leyó
antes de presentarse a la Dieta y, por orden de Carlos V, la tradujo al
castellano[55]. Boehmer, atribuye a Alfonso el libro Pro religione Christiana
res gestae in comitiis Augustae Vindelicorum habitis. Anno Dni. MDXXX
Cum privilegio Caesareo, aunque Menéndez Pelayo duda de la autoría de
Valdés, ya que en el libro se critica mordazmente a los luteranos.
Alfonso de Valdés murió, según se cree, de peste en Viena, a primeros de
octubre de 1532. Así consta en una cédula de Carlos V. El 20 de octubre
escribía al rey de Inglaterra, Enrique VIII, el embajador en Viena, que de la
gran infección de peste habían muerto algunos de la casa del. Otro agente
secreto inglés llamado Agustín escribía a Tomás Cromwell desde Bolonia en
14 de octubre de 1532: Una de las causas de la rápida partida del césar
desde Viena a Italia fue la peste, de la cual murieron muchos hombres
oscuros, y a la postre, el secretario Valdés.

Grupos protestantes en Castilla


Los reinos cristianos de la Península, en aquellos años, era uno de los
territorios más dinámicos de Europa, en todos los terrenos. En el terreno
político, se consiguió una estabilidad que otros países como Francia tardarían
aún bastante en alcanzar. En el ámbito social, los disturbios comuneros y los
de las germanías habían sido controlados. En el campo religioso, se logró una
de las reformas eclesiásticas más profundas de la época[56].
España vivió en los últimos años abierta al mundo de par en par. Los libros
que circulaban por el resto de Europa también se leían aquí. Todas las
corrientes de pensamiento circulaban por las mentes bien pensantes y en la
Iglesia había, como hemos visto, un debate apasionado entre los defensores
de las ideas innovadoras de Erasmo y las mentes más conservadoras. Las
tesis que abrazaba la Reforma protestante estaban más cerca de lo que
muchos creían.
Carlos, escarmentado de la situación religiosa en Alemania, advirtió en
algunas de sus cartas a su hijo de los peligros de las herejías y novedades
alemanas[57]. Este último debía de ser un defensor de la causa católica. El
testamento y la acción de Carlos V[58], ponen en duda su supuesta tolerancia.
El joven rey, que en ese momento se encontraba fuera de España, debió de
recibir con gran estupor el descubrimiento de grupos de protestantes en la
península. Las palabras de su amado padre se hacían reales y la infección
herética había llegado a sus reinos del sur. El Rey tendría que actuar como
venían haciéndolo en los Países Bajos desde hacía décadas[59].
No podemos decir que esto moviera al rey a abandonar sus territorios del
norte y correr hacia las costas hispanas, pero seguramente le hizo adelantar su
viaje. La evidente preocupación de Carlos V, recluido en Yuste y a punto de
morir, reflejada en las cartas a su hija y al inquisidor Fernando de Valdés, en
las que los apremiaba a actuar contundentemente.
Grupos de luteranos se reunían en la casa del Dr. Cazalla, personaje
conocido por el mismo monarca, ya que, además de ser una de las personas
más respetadas de Valladolid, capital del reino, fue durante nueve años
predicador[60] de la corte de su padre. Entre los reformados de esta ciudad
destacaba la familia del Dr. Cazalla, Carlos de Seso, Domingo de Rojas, Ana
Enríquez, Catalina de Castilla, María de Rojas y varias monjas del
monasterio de Belén. De este movimiento nos da noticia Alonso Fernández
de Madrid, arcediano y conocido traductor de algunas obras de Erasmo. El
arcediano dice:
…y algunos muy principales, están pressos en las cárçeles de la
Inquisición, y en Valladolid mas de çincuenta hasta agora, ni
sentençiados ni penitençiados[61].
Estos nombres puede que no nos digan nada, pero para la sociedad
vallisoletana de la época fue todo un escándalo que gente tan culta, tan noble
y tan fervorosa, fuera partícipe de tan “horrorosa herejía”. La sorpresa era
normal. Un elevado porcentaje de los evangélicos eran eclesiásticos y
religiosas. En el caso estaban además implicados, un hijo del marqués de
Pozas, una hija del marqués de Alcañices y un famoso predicador como
Cazalla.
Cazalla, en sus viajes por Europa junto a Carlos I, tuvo la oportunidad de
conocer las ideas de Lutero y de otros reformadores, además su biblioteca
delata un buen número de obras de reformadores y biblias en castellano.
Cazalla era un hombre formado[62] que había estado expuesto al luteranismo,
al que, en un principio combatió. Su vida recuerda a la del propio
Constantino Ponce de la Fuente.
Los reformados vallisoletanos se reunían en una sala de la casa de los
Cazalla. Si pudiéramos introducirnos en una de sus reuniones con la
imaginación, podríamos seguir a un caballero, como hizo por desgracia la
mujer de uno de ellos poniendo a la Inquisición tras la pista, y ver cómo
envuelto en su capa, se dirige con pasos rápidos a la casa de los Cazalla.
Mirando tras de sí, como si le persiguieran, golpeando más tarde en el
portalón de la casa. Susurrando la contraseña para entrar.
Uno de los miembros más destacados de los protestantes vallisoletanos era
Constantino Ponce de la Fuente. Prolífico escritor y exégeta, que escribió
varios comentarios bíblicos como Confesión de un pecador ante Jesucristo,
Summa de doctrina cristiana y sobre la doctrina de la fe, entre otros. Este
hombre era profundamente respetado en su época. Capellán del emperador y
uno de los compañeros de viaje de su hijo Felipe, cuando este hizo su gira por
los territorios que iba a heredar. Al regresar a España se instaló en Sevilla
donde fue nombrado canónigo magistral. Allí fue apresado años más tarde
acusado de hereje.
La caída y prisión del grupo hay que buscarla seguramente en la
imprudencia de Padilla, uno de los responsables de los evangélicos de Toro.
Sus manifestaciones públicas en contra de la Iglesia pusieron tras la pista a
los inquisidores. Alonso Burgos[63] hace una detallada descripción de los
acusados de luteranismo en Valladolid y otras ciudades cercanas.
Las conexiones con Europa existieron. Uno de los contactos fue el propio
Juan Pérez, que residía en Ginebra, desde que las investigaciones sobre
Egidius le hicieron huir de Sevilla[64]. Desde allí Juan Pérez trabajó
activamente en la traducción al castellano de las Sagradas Escrituras con el
fin de enviarlas clandestinamente a España. También imprimió algunos libros
de Juan de Valdés. Su colaborador más fiel, Julián Hernández, conocido
como Julianillo, le ayudó a introducir estos libros. De ello quedó constancia
en una memoria que presentó, en 1558, a sus jueces, el arzobispo Carranza
que había observado que en Flandes:
tiénese por cierto que allá hay alguna gente dañada, particularmente en
Andalucía y Aragón, e así lo confesó un hereje que quemaron el año
pasado en Brujas, que en España tenían también ellos iglesia, aunque
oculta[65].
A finales del siglo XVI, Cipriano de Valera pidió ayuda para la difusión de
la Biblia en castellano y su infiltración en España, que ya habían intentado
Francisco de Enzinas, Antonio del Corro y Casiodoro de Reina, a la propia
reina Isabel I de Inglaterra. En los siglos XVII y XVIII el apoyo exterior a la
Reforma se vería casi totalmente extinguido.
En tercer lugar, las conexiones entre los reformados en la Península también
están demostradas. Constantino Ponce de la Fuente participó tanto en los
grupos reformados de Valladolid, como en los de Sevilla. El mismo Carranza
era amigo de Constantino Ponce de la Fuente y de Egidius, que pertenecían al
grupo de reformados de Sevilla, pero también conocía a Francisco de Rojas y
Carlos de Seso, según ellos mismos declararon a la Inquisición. Teniendo en
cuenta estas conexiones personales, debió existir algún tipo de comunicación
entre los grupos de reformados, ya fuera por medio de correos o cartas.
Egidius hizo varios viajes a Valladolid, después de su proceso, según nos
señala Nieto[66]. El propio Cazalla retaba a los inquisidores hablando de la
gran extensión de la Reforma en España con estas palabras:
Si esperaran cuatro meses para perseguirnos, fuéramos tantos como
ellos, y si seys, hiziéramos de ellos lo que ellos de nosotros[67].
Nuestra disertación se había detenido justo en el momento en el que los
inquisidores hacen acto de presencia en esta historia. Si bien ya se habían
producido algunos procesos inquisitoriales como el de Rodrigo de Valer o el
Dr. Egidio. También el procesamiento de Francisco de San Román es
anterior, ya que data de 1540. Thomas ha estudiado otras sentencias por
luteranismo, situando la primera condena a muerte en 1523, tras la condena
de Gonsalvo, un pintor mallorquín.
Sepúlveda, el cronista real, nos relata brevemente los hechos ocurridos en
Valladolid. Cipriano de Valera comenta también lo acontecido en la ciudad.
Alonso Burgos investigó los archivos de Valladolid y nos habla del
testimonio del arcediano de Alcor, Alonso Fernández de Madrid. La
correspondencia del inquisidor Valdés y Carlos V[68], al igual que los
procesos inquisitoriales conservados en la Biblioteca Nacional, que ratifica
todo lo narrado por Montes.
El procesamiento del grupo de Valladolid, el apresamiento del Dr. Cazalla,
de sus dos hermanas y sus dos hermanos, Pedro Sarmiento y su esposa, Ana
Enríquez, Luis de Rojas, Antonio Herrezuelo y su esposa entre otros, deshizo
este conato de iglesia reformada en Castilla. Además de los ya citados hubo
otros apresados. Dos de ellos fueron Carlos de Seso[69] y fray Domingo de
Rojas, capturados de camino a Francia. El primero, corregidor de Toro, había
luchado en las guerras de Italia y fue allí donde entró en contacto con la causa
luterana. Fue uno de los precursores del grupo de protestantes de Valladolid.
Este ilustre protestante dejó para la posteridad una declaración de fe,
reproduzcamos brevemente algunas de sus palabras:
E digo e concluyo que en solo Jesucristo espero, en solo en él confío
en él e a él adoro, con él me abrazo, a él tengo por único tesoro mío; he
puesto mi indigna mano en su sacratísimo costado, voy, por el valor de
su sangre, a gozar las promesas por él hechas a sus escogidos[70].
Además de los ya citados, también se apresó al alcalde de Logroño que al
parecer les había ayudado en su desesperada huida.
El primer auto de fe se celebró en Valladolid el 21 de mayo de 1559[71]. Se
organizó en la Plaza Mayor de dicha localidad[72]. Como era costumbre, toda
la escenografía la protagonizaba el patíbulo, que estaba situado justo enfrente
del Ayuntamiento. Una fila de bancos estaba destinada para los acusados.
Enfrente de esta había dos púlpitos, desde uno se hacía la prédica y desde el
otro se leían las sentencias. Parece ser que el temor a un atentado contra las
instalaciones del auto de fe había obligado a tenerlas constantemente
vigiladas con un grupo de soldados. El día del auto de fe se produjo la
macabra procesión. A los treinta acusados se unían más de sesenta sacerdotes
de la Inquisición.
Cuando todos los detenidos se encontraron sentados, Melchor Cano[73], un
dominico, predicó a la concurrencia sobre Los falsos profetas. Después de la
predicación, el inquisidor general, arzobispo Valdés tomó juramento a las
autoridades y a todos los congregados. La multitud seguía con curiosidad y
seguramente, celebrando el acto, como si de una verdadera fiesta se tratase.
Todas aquellas personas, vistiendo sus sambenitos, habían cometido el delito
de pensar y creer de manera diferente a sus conciudadanos. Muchos de ellos
demacrados por las malas condiciones de los últimos meses. Las autoridades
que presidían el acto: la representante del rey, Juana, el hijo de Felipe II,
Carlos, gobernadores y nobles, las autoridades municipales; asistió lo más
granado de la sociedad vallisoletana. También los familiares de los
condenados que tenían que acompañar a estos en su último viaje, los soldados
con sus lustrosos uniformes. Todo un teatro, una comedia humana llena de
dramatismo. En medio de este drama, de esta tragedia, la voz de un sacerdote
lee las sentencias y se produce el silencio. El Dr. Cazalla es condenado a
muerte junto a uno de sus hermanos y una de sus hermanas. Alonso Pérez,
Juan García, Cristóbal de Padilla… Los nombres resuenan en la plaza y
chocan contra sus paredes. Apenas se hacen comentarios, según cuenta
Sepúlveda, tan solo Cazalla afirma su culpabilidad.
Los reconciliados son devueltos a sus celdas[74]. Los condenados a
muerte[75] son entregados a las fuerzas civiles, todos son quemados, aunque a
la mayoría se les asesina primero con el garrote vil, rebajando su condena por
su retractación en el último momento. El único que se mantiene firme hasta el
final es Antonio Herrezuelo[76].
El segundo auto de fe en Valladolid el 8 de octubre de 1559 es aún más
solemne. A él asiste Su Majestad Felipe II. Parece ser que los inquisidores
reservaron a algunos de los procesados para este auto inquisitorial. Querían
que fuera más deslumbrante que el primero y sabían que al monarca le
agradaría ver cómo eran exterminados los herejes luteranos. Aquel día se
reunieron en la plaza y en las inmediaciones más de 200.000 personas[77].
Junto a Felipe está Juana su hermana, su hijo el príncipe Carlos, varios
embajadores, el ilustre arzobispo de Sevilla, obispos y lo más granado de la
aristocracia. Esta vez los ajusticiados a muerte son trece y hay dieciséis
reconciliados[78]. Entre los condenados a muerte está el párroco de Pedrosa, el
presbítero Domingo Sánchez, Carlos de Seso, del que ya hemos hablado, y
Domingo de Rojas, entre otros. Felipe II estaba en la tribuna observando el
terrible espectáculo. Cuenta la leyenda que cuando Carlos de Seso pasó
delante de él, increpándolo por su crueldad, el rey le respondió:
Yo mismo traería la leña para quemar a mi hijo si fuera tan perverso
como vos[79].

Grupos protestantes en Sevilla


Algunos años antes de los hechos descritos, Rodrigo de Valer, vecino de
Sevilla, descubría un secreto en la soledad de su aposento. Meditando por sí
mismo en las Sagradas Escrituras llegó a la conclusión de que muchas de las
enseñanzas católicas no se ajustaban a ellas. A Rodrigo sus ideas le depararon
el destierro, la pérdida de sus bienes y la cárcel perpetua. Murió en el
convento de Nuestra Señora, en Sanlúcar de Barrameda a donde había sido
desterrado[80].
Todo pudo acabar aquí, ya que, una vez neutralizado Rodrigo, sus
seguidores se dispersarían y desaparecerían. Durante diez años parecía que
los inquisidores habían logrado dar al traste con el movimiento, pero lo que
realmente había ocurrido era que los seguidores de Rodrigo habían preferido
hacer clandestinas sus opiniones. Entre estos destaca en este primer momento
el Dr. Egido, canónigo magistral de Sevilla.
Años más tarde, el Dr. Egido fue detenido y sufrió un largo proceso de más
de 3 años. El 21 de agosto 1552 se dictó sentencia de culpabilidad, por lo que
el procesado prefirió abjurar. Algunos miembros de este primer grupo de
protestantes sevillanos tendrán más suerte, logrando escapar al extranjero.
Entre los exiliados[81] destaca, Julián Hernández, Juan Pérez y Diego de Santa
Cruz.
Un nuevo grupo se forma y a mediados de 1557 es descubierto por las
autoridades. Se calcula que más de ochocientas personas fueron investigadas
por esta causa[82]. Al igual que pasara en Valladolid, muchas de las personas
detenidas eran nobles, como por ejemplo el hijo del duque de Medina
Sidonia, llamado Domingo de Guzmán.
Prácticamente todo el monasterio de San Isidoro del Campo, que pertenecía
a la orden de los Jerónimos, aceptó las tesis evangélicas[83]. Entre las paredes
del monasterio corrieron las palabras protestantes con total libertad, lo que
provocó una ávida lectura de las Sagradas Escrituras. De este monasterio
salieron figuras destacadas del protestantismo español, entre ellas Casiodoro
de Reina y Cipriano de Valera. Afortunadamente para ellos, un grupo de unos
doce logró escapar antes de producirse todo el proceso inquisitorial y otros
siete pudieron huir cuando ya estaba en marcha[84]. El monasterio de San
Isidoro seguramente influyó en la fe evangélica de otros muchos monjes y
monasterios que dependían de este[85]. Aunque no hay mucha abundancia de
datos a este respecto.
Parece ser que lo que desencadenó el proceso fueron unos libros
descubiertos a Julián Hernández[86]. El cargamento estaba oculto en unos
barriles con doble fondo. La mayor parte de los libros eran Biblias y Nuevos
Testamentos en castellano. La acusación vino de un sacerdote, que por error
había recibido una carta que iba dirigida a un miembro de la comunidad de
Sevilla. También se habla de la denuncia de una criada del Licenciado Zafra.
El reformismo protestante de este grupo también era indudable. Además de
mantener contacto con el grupo de Valladolid, también coincide con este en
alguna de sus lecturas. Tenían libros de todos los reformadores: Lutero,
Calvino, Bullinger, Zwinglio y Melanchton. Entre estas obras también se
encontraron varias de Juan de Valdés.
En la comunidad de Sevilla, al igual que en la de Valladolid, los convertidos
protestantes eran personas de posición acomodada y en algunos casos
algunos provenían de la nobleza[87]. Como ya hemos comentado, es increíble
la profusión de religiosos y religiosas en las filas evangélicas. Esto no es
difícil de comprender, si ponemos en consideración la necesidad de ciertos
conocimientos básicos de lectura y escritura para comprender el mensaje
bíblico. Esto no quiere decir que las ideas reformadas solo calaran entre una
élite o un único estrato social, había igualmente albañiles, calceteros,
taberneros y otros trabajadores de baja cualificación. También el grupo estaba
nutrido por estudiantes, médicos, impresores y muchos marineros y
comerciantes, algunos de ellos extranjeros. Había bastantes mujeres entre los
protestantes y algunas de posición bastante acomodada.
La extensión de la Reforma en el sur de España parece notablemente mayor
que en el norte. Se cree que existían comunidades pequeñas en Cádiz capital,
Jerez, Dos Hermanas, Santiponce y Écija. Así como en algunos pueblos de
Huelva y Extremadura[88].
En Sevilla también hubo dos autos de fe. El primero se celebró el 24 de
septiembre de 1559, en la Plaza de San Francisco. No pudo estar el Rey, pero
asistieron autoridades civiles, eclesiásticas[89] y gente de la nobleza sevillana.
Los procesados eran más de 100 personas. Veintiuno de ellos fueron
condenados a muerte y unos ochenta reconciliados. Para asegurar el éxito del
evento un mes antes era anunciado por toda la comarca, con el fin de tener
una buena asistencia, no olvidemos que una de las pretensiones de la
Inquisición, era que el auto sirviera como advertencia a todos aquellos que
pensaran en alejarse de la Santa Madre Iglesia. Se celebraban varias
procesiones para la reconciliación de los acusados. También se llevaba la
cruz verde de la Inquisición con una procesión hasta el sitio donde se iba a
realizar el acto.
La celebración del 24 de septiembre se acompañó por la predicación de
Gonzalo Millán, inspirada en el libro de Cantares, utilizando el famoso texto
que habla de las zorras que echan a perder las viñas. Los inquisidores habían
hecho levantar dos tablaos, uno para ellos y las autoridades y otro para los
penitentes. En la lectura de las sentencias se alternaban las voces de varios
secretarios, tal vez para romper con la monótona repetición de cargos y
castigos. A los acusados que pertenecían a la Iglesia se les quitaba sus
enseñas sacerdotales. Después eran entregados al brazo secular que los
llevaba al “quemadero”.
Entre los condenados destacaba una mujer, Isabel de Baena. En su casa se
hacían los cultos protestantes y por ello fue arrasada, para testimonio a la
vecindad de los peligros de la herejía[90]. Otra mujer de gran entereza fue
María de Bohorques, que se negó a abjurar en todo momento, ya que no se lo
permitía su conciencia.
El segundo auto de fe se produjo el 22 de diciembre de 1560. Condenaron a
muerte a Julián Hernández (más conocido por Julianillo), Juan Sastres,
Francisca Chaves y algunos hombres y mujeres más. También se ajustició a
un inglés. Parece ser que los grupos de protestantes, como ya hemos dicho,
no solamente se encontraban en Sevilla y Valladolid. En Murcia, Barcelona,
Toledo, Zaragoza y otras ciudades había comunidades más pequeñas. En
estas se sucedieron varios autos de fe pero con un número de protestantes
menor que en los cuatro ya mencionados. A alguno de ellos asistió el mismo
rey Felipe II, como al de Toledo donde se ajusticiaron a cuatro luteranos, en
el año 1560[91].

Exiliados reformados hispanos


Hasta aquí hemos hablado, al referirnos a reformados hispanos en Europa, a
los españoles que se convirtieron en protestantes mientras vivían en el
extranjero. Todos ellos personas educadas, de una cultura considerable, y
pertenecientes a la incipiente burguesía española. Los personajes de los que
vamos a hablar a continuación, el otro grupo o generación del 59, lo
constituye el contingente de exiliados forzosos, aquellos que lograron escapar
a los autos de fe de Valladolid y Sevilla.
Esta, denominada por nosotros, “Generación del 59” tiene sus hermanos
mayores; Juan y Alfonso de Valdés, Francisco de Enzinas, Constantino
Ponce de la Fuente, Vives, Ignacio de Loyola y Miguel Servet. Juan Pérez es
el hombre puente con la generación anterior, que se desarrollaron en la
primera mitad del siglo XVI. Esta generación del 59 estaría compuesta
principalmente por Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera, Antonio del
Corro y Fray Luis de León. Algunos permanecieron dentro de la ortodoxia a
duras penas, como el caso de Vives, Alfonso y Juan de Valdés; Ignacio de
Loyola también tuvo sus problemas con la Inquisición, pero fueron menos
graves. Otros, como Constantino Ponce de la Fuente, Francisco de Enzinas o
Miguel Servet, se convirtieron en herejes perseguidos por Roma. En el caso
de Vives, los hermanos Valdés, Enzinas y Servet, Nieto[92] resalta su espíritu
tolerante, algo muy raro en plena Edad Moderna. Ignacio de Loyola fue
radicalizando su posición. En la generación del 59, la tolerancia constituirá
uno de los pilares básicos de los reformados españoles, junto a su entrega a la
causa religiosa, su interés por el estudio y promoción de las Sagradas
Escrituras, su negativa a alienarse con una línea reformada concreta[93] y su
gran calidad literaria.
Los destinos escogidos para exiliarse fueron variados: en Francia, los
reformados aragoneses y castellanos y en los Países Bajos e Inglaterra, el
resto. Aunque muchos sintieron preferencias por Ginebra, como señala
Cipriano de Valera[94]. En la ciudad de Amberes se formó la primera iglesia
protestante de refugiados españoles. Antonio del Corro fue su pastor[95]. La
invasión del Duque de Alba en el año 1568 deshizo la comunidad y algunos
huyeron. Los evangélicos españoles que se refugiaron en Francia se
concentraron en las proximidades de Lyon. Uno de los líderes en este país fue
Juan Pérez. Ginebra fue otro de los destinos elegidos por los exiliados. Allí se
refugiaron gran parte de los frailes del monasterio de San Isidoro de Sevilla.
Los españoles se reunían en la iglesia italiana de la ciudad[96]. En Inglaterra
también se formaron varias congregaciones españolas, tal vez estaban
compuestas por parte del séquito que acompañó a Felipe II en su viaje y al
convertirse al protestantismo decidieron quedarse.

Casiodoro de Reina
Nacido en Montemolin[97], en el año 1520; Según Menéndez Pelayo era de
origen morisco. Desde muy joven dedicó su vida a la religión. Cursó estudios
en Salamanca y fue destinado por su Orden al convento de San Isidoro en
Sevilla. El monasterio pertenecía a los jerónimos, una comunidad dedicada al
estudio de la Teología y las Sagradas Escrituras. Tal vez por su carácter
“intelectual” atrajo a gran número de hijos de conversos judíos, que
encontraban en el estudio una forma de escapar de la exclusión social a la que
estaban sometidos. Casiodoro convivió durante varios años con un reducido
grupo de religiosos, sin que nos haya llegado noticia de que su
comportamiento fuera en ningún momento desleal o inmoral. El convento
estaba gobernado por un abad amable pero rígido, amigo personal de
Constantino Ponce de la Fuente y Egidio, su nombre era Garci- Arias[98]. El
rigor[99] que aplicaba a su propia vida este hombre, lo exigía de sus hermanos,
mas supo acompañarlo del estudio bíblico, de la esperanza redentora en
Cristo y del consuelo de la Gracia. El ambiente no podía ser más propicio
para profundizar en las creencias llamadas heréticas por la Inquisición, pero
que en los corazones de los monjes jerónimos de San Isidoro tomaron forma
de Verdad. Al estudio de la Biblia hemos de añadir un número indeterminado
de libros protestantes traídos del extranjero por Julianillo[100].
El sueño de una reforma sevillana se escapó de golpe cuando la Inquisición
encarceló a dos decenas de evangélicos. El exilio, la muerte o la ocultación
de la fe eran las únicas salidas para los protestantes españoles. Una docena de
monjes de San Isidoro optó por el exilio[101], ya que veían inminente su
encarcelamiento y condena. Entre los huidos destaca el mismo Casiodoro y
dos amigos suyos, Cipriano de Valera y Antonio del Corro.
El viaje debió ser, cuando menos peligroso, pues los inquisidores les
pisaban los talones[102], y sus hábitos delataban su condición religiosa y su
vulnerabilidad ante asaltadores de caminos y bandidos. Los espías imperiales
vigilaban algunos de los caminos más importantes. Kinder ve la implicación
de la Corona y del rey Felipe II en la captura de reformados españoles
expatriados[103].
La ciudad elegida fue Ginebra, lo que nos habla de que los exjerónimos
tenían más tendencias calvinistas que luteranas, como defendían sus
acusadores. La ciudad de Calvino era en aquel momento la punta de lanza del
protestantismo europeo; en las aulas ginebrinas se fraguaban los futuros
líderes de Francia y otros países, produciendo una nueva generación de
evangelistas que extendieron rápidamente las ideas reformadas.
Al llegar a la ciudad, el grupo se deshizo, cada uno buscó una salida a su
precaria situación. No olvidemos que este grupo de compatriotas nunca había
vivido fuera de las tapias de un convento y nunca se habían tenido que
procurar su propia manutención. Casiodoro, por su parte, se unió a la Iglesia
italiana de la ciudad. Entre sus primeros proyectos, vemos el de unir a todos
los creyentes hispanos de la ciudad en una comunidad nueva. Por aquel
entonces, Casiodoro pasaba los treinta años y sus fuerzas, aún intactas,
llevaron con éxito la empresa, pero al poco tiempo dejó la ciudad para
dirigirse a Fráncfort[104] (1558) donde se unió a la Iglesia calvinista francesa.
En la ciudad alemana su situación económica empeoró y decidió emprender
un nuevo viaje, esta vez hacia Inglaterra. El reino se había abierto a los
evangélicos del continente, ya que las nuevas reformas emprendidas por la
reina Isabel favorecían las creencias protestantes y la libertad de cultos[105].
Su llegada a la isla parecía ser un paso acertado; allí fue bien recibido por
compatriotas y por los hermanos de la iglesia calvinista de la ciudad de
Londres. Empezó a congregarse en la iglesia de habla francesa. En la capital
de Inglaterra había un pequeño grupo de evangélicos españoles repartidos
entre la iglesia francesa e italiana, por ello decidió formar una iglesia
nacional[106] con sus compatriotas. La luna de miel entre los calvinistas
francófilos y Casiodoro estaba a punto de terminar[107]. El español escribió
una Confesión de fe con el fin de dar una base doctrinal al grupo que estaba
formando, pero esta sería usada más tarde para acusarle de heterodoxo y
difamar su persona. Menéndez Pelayo le llega a acusar de espía[108] de la
Reina, justificando la renta que recibía de esta. Ignoramos el interés que
podría tener la propia Reina en que espiara su propio territorio, tampoco
ningún documento corrobora este dato.
Casiodoro decide dejar la isla y regresar al continente, la situación queda sin
resolver y las acusaciones de sus enemigos lo seguirán durante toda su vida.
Nos cuestionamos el origen de esta decisión. Algunos han querido ver en su
huida la justificación de su culpa, mas esta fue impulsada por otro hecho
diferente. El español se había unido en matrimonio y temía que la Reina le
quitara su favor, ya que esta no estaba a favor del matrimonio de los
pastores[109]. Nuestro protagonista sabía que sus enemigos podían fácilmente
poner en su contra al poder civil.
Al principio se instaló en Amberes, para luego dirigirse a Fráncfort. A
comienzos de 1565 fue propuesto para el pastorado en la Iglesia Calvinista de
Estrasburgo; la oferta era muy ventajosa, ya que en el corazón de Casiodoro
había un gran deseo de dedicarse a tiempo completo al ministerio de la
palabra, pero varios teólogos calvinistas dieron al traste con sus esperanzas,
acusándolo de heterodoxo y esgrimiendo las acusaciones de sus hermanos
londinenses. Es difícil ponerse en el lugar de Casiodoro y de la gente de su
época. El dogmatismo imperante en los bandos católico y protestante
provocaba la marginación de todos aquellos que no compartieran sin
discusión todos los dogmas de fe. Nuestro protagonista no encajaba muy bien
en este engranaje uniforme y su discrepancia doctrinal era anatema.
Casiodoro escribió una defensa para contestar a sus acusadores, pero su
declaración fue manipulada y retorcida, por lo que tuvo que escribir una nota
(1566) a la iglesia de Estrasburgo para explicar sus puntos más claramente. El
resultado final fue la declinación de la oferta y su vuelta a Fráncfort.
Después de este fracaso, Casiodoro se centrará en un proyecto que hacía
tiempo que maduraba, la traducción de la Biblia completa al castellano[110].
Nuestro protagonista, al igual que muchos de sus compatriotas evangélicos,
veía en la divulgación de las Sagradas Escrituras el medio para llegar a la
sociedad española y convertirla a la fe evangélica.
Tras un arduo trabajo de investigación tradujo el Antiguo Testamento y lo
llevó a la imprenta de Oporinus en Basilea[111], mas la repentina muerte de
este vino a retrasar su publicación. Casiodoro recibió el apoyo de otros dos
amigos luteranos, Simón Sulzer y Huldrich Köchlein.
En el otoño de 1568 se publicaba el Antiguo Testamento; a principios del
año siguiente se imprimía la primera Biblia completa en castellano (además
de la traducida en época de Alfonso X el Sabio y las ediciones judías de los
sefardíes). La primera edición se agotó rápidamente a pesar de las
prohibiciones acerca de la lectura y posesión de la Biblia en lengua vulgar. La
introducción corrió a cargo de otro amigo de Casiodoro, Sturm, quien, a
petición del traductor, dedicó el trabajo a la Reina Isabel de Inglaterra,
seguramente con la intención de recibir su apoyo económico y logístico, para
una más amplia y eficaz distribución de la obra.
Casiodoro volvió a Fráncfort con el placer del deber cumplido, aunque su
situación económica no era muy buena. Ya no era aquel joven decidido que
salió de España, ahora tenía a su cargo a varios niños y a su esposa. Para
ganarse la vida tuvo que hacer de mentor de algunos niños de las ricas
familias judías. Se mantuvo fiel a su confesión calvinista asistiendo a la
Iglesia que esta tenía en su ciudad, pero al gran número de detractores que
tenía se unió Beza, el sucesor de Calvino y uno de los hombres más
poderosos del movimiento protestante francés. Este pidió repetidas veces que
se expulsara a Casiodoro de la congregación, pero el consistorio de la Iglesia
se negó a hacerlo.
La década de los setenta supuso un periodo de paz y tranquilidad, las cosas
marchaban mejor e incluso recibió la oferta de ser pastor en una iglesia en
Polonia, oferta que declinó. En 1578 se le ofreció la posibilidad de pastorear
una Iglesia en Amberes. Tras aceptar la oferta de pastorado, Casiodoro
decidió viajar a Londres, para aclarar su situación. Seguramente la decisión
vino determinada no tanto por su futura congregación, dado que esta era
luterana, sino con el fin de tener buenas relaciones con las iglesias calvinistas
de la ciudad donde iba a pastorear. En Inglaterra se creó una comisión que
investigó el caso y determinó que era inocente de herejía. En estos momentos
difíciles recibió el apoyo de un viejo amigo Cipriano de Valera.
De vuelta en Amberes se enteró de que sus viejos enemigos de la Isla no
aceptaban el veredicto. Su nueva congregación le aceptó de buen grado,
aunque hubo un pequeño grupo que le acusó de ser ocultamente calvinista. La
entrada de Parma en el año 1585 a la ciudad obligó a los evangélicos a tomar
el camino del exilio, entre ellos estuvo la familia de Casiodoro.
Las últimas palabras que conocemos de Casiodoro son su declaración de fe
luterana en el año 1593, de hecho estos habían sido los únicos que le habían
aceptado tal y como era. Tras su muerte el pastorado pasó a manos de su hijo.
Su vida fue una interminable carrera de obstáculos, escapando
constantemente de enemigos y detractores. Su nombre fue difamado e incluso
tuvo que sufrir el olvido en su propia versión de la Biblia, pues en posteriores
ediciones no aparece. Hasta hace pocos años Casiodoro no estampó su
nombre junto al de Cipriano de Valera, que a lo sumo solo repasó su versión,
viviendo en el anonimato para varias generaciones de compatriotas. En la
actualidad la Biblia Reina–Valera es la más leída y vendida en los países de
habla hispana.

Cipriano de Valera
Cipriano nació en Sevilla en el año 1531. Realizó estudios de Dialéctica y
Filosofía en su ciudad. Cipriano se había convertido a la fe evangélica y tuvo
que huir junto a los personajes referidos en los dos capítulos anteriores a
Ginebra. Él mismo nos relata su huida en el libro Dos Tratado del Papa y la
Misa[112], donde nos cuenta que junto a otros monjes escapó de la mano de
los inquisidores. Entre estos se encontraban el prior, el vicario de San Isidoro
y el prior de Écija; con respecto a los que decidieron quedarse nos dice que
algunos lograron escapar de la muerte y salir absueltos de sus cargos.
Cipriano pasó unos meses en la ciudad de Calvino para viajar más tarde a
Inglaterra atraído por el nuevo viento de reforma que soplaba en la Isla.
Nuestro protagonista, a diferencia de Casiodoro y Antonio, no se relacionó
con la nobleza y la alta sociedad. Cursó estudios en las universidades de
Oxford y Cambridge[113]. Contrajo matrimonio en Londres, donde ejerció un
trabajo literario y un ministerio pastoral. Al parecer su matrimonio le hizo
perder un cargo de profesor en Cambridge, lo que no le impidió seguir
desarrollando su ministerio en otras áreas de la Iglesia.
El sevillano tuvo que acudir a la enseñanza privada para poder sostener a su
familia, convirtiéndose en el mentor de los hijos de varias familias pudientes
de la ciudad. En el año 1568 Valera pasó de la Iglesia calvinista francesa a la
italiana. Después del altercado de Casiodoro con los franceses, muchos
españoles prefirieron reunirse con los italianos. Valera estuvo del lado de sus
hermanos españoles, especialmente de Casiodoro, pero en 1570 se enfrentó a
Antonio del Corro. Al parecer en el enfrentamiento medió el antiguo prior de
los dos, llamado Francisco Farias, que terminó dando la razón a Antonio y
amonestando a Valera por su ambición desmedida por el pastorado. Al final
se produjo una reconciliación. La situación económica y social de Cipriano
fue mejorando progresivamente.
Una de las aficiones de Cipriano era la escritura, a la que dedicaba gran
parte de su tiempo, aunque también se ocupó de otras tareas como la
asistencia espiritual a los prisioneros españoles, capturados en la batalla
contra la Armada Invencible. En el 1602 se traslada a Holanda, al parecer con
la intención de editar su revisión de la Biblia de Casiodoro de Reina. Primero
intentó realizar su empresa en Ámsterdam, donde después de algunas
vicisitudes logró coronarla con el éxito.
Valera fue, ante todo, un pensador y un escritor, dedicó buena parte de su
vida al estudio, su concepto doctrinal siempre fue ortodoxo dentro de los
estrechos conceptos calvinistas, tal vez por ello siempre recibió el apoyo de
estos y su ayuda. Algunas de las obras más significativas del sevillano son:
Los dos tratados del Papa i de la Misa, Enjambre de falsos milagros, Aviso
a los de la Iglesia Romana sobre Jubileos e introdujo el libro El Español
Reformado[114] y la traducción al castellano de la Institución Cristiana[115] de
Calvino.
La obra por la que es más conocido es su versión de la Biblia al castellano.
Esta se publicó en Amberes en 1602 y es una revisión de la traducida por
Casiodoro de Reina. Cipriano apenas modifica nada de la Biblia de Reina. En
Los dos tratados del Papa i de la misa (1588), Valera afirma que lo que le
impulsa a escribir es el deseo de que un día haya en España libertad de
conciencia. En el libro se relata la vida de todos los papas hasta Clemente
VIII, el tema está tratado de una manera un tanto partidista, ya que entre
muchas verdades el autor mezcla algunos rumores e historias imaginarias que
divulgaba la gente común.
En el año 1597, aparece la traducción de la Institución Cristiana de Juan
Calvino. El libro lo dedica a todos sus compatriotas, que siguen viviendo bajo
el yugo de la Inquisición. Coincidiendo la celebración del año jubilar del
1600, Cipriano escribe un libro titulado Aviso a los católicos romanos sobre
jubileos. Su revisión de la Biblia no añadió nada muy significativo a la de
Casiodoro, pero consiguió que esta fuera de nueva sacada a la luz y que
algunos españoles, sobre todos los que residían en el extranjero, disfrutaran
de ella.

Protestantes en otras áreas geográficas de la Península


Menéndez Pelayo incluyó algunos reformados en su capítulo Nuestros
protestantes expatriados[116], como Ardían Saravia, al parecer de padres
españoles pero nacido en Flandes; Juan Nicolás y Sacharles, del que se duda
si realmente existió; Fernando de Tejada, que sale de nuestro cuadro
cronológico del siglo XVI, al igual que Melchor Román y Ferrer y Aventrot,
junto a otros. Al igual que hizo De Castro en su libro Historia de los
Protestantes Españoles perseguidos por Felipe II [117]. Llorente añade la
persecución de reformados en Portugal, América, Sicilia y Nápoles, los
Países Bajos y otros territorios bajo dominio del rey de España[118]. En el
tomo tres de su Historia Critica de la Inquisición en España, incluye los
procesos contra teólogos como: Don Pedro Guerrero, Don Francisco Blanco,
Don Francisco Delgado, Don Andrés Cuesta, Melchor Cano; soberanos y
otros príncipes y santos españoles. Pero un número importante de reformados
anónimos, con mayor o menor conocimiento de las ideas fundamentales
protestantes, murió en numerosos autos de fe en la Espaaña y América. Del
norte al sur de España, decenas de ciudades fueron testigos de la persecución,
tortura y muerte de decenas de evangélicos durante el reinado de Felipe II. La
tendencia de gran parte de los investigadores ha sido, durante años,
minimizar el número de protestantes españoles y su supuesta relación con los
reformados de otros países.
En la década de 1560 a 1570, fueron numerosos los evangélicos ajusticiados
en España, en los numerosos autos de fe celebrados, siempre había uno que
era condenado de practicar las doctrinas protestantes[119].
En la región de la actual Castilla-La Mancha, la Inquisición se había
instalado en 1478. El primer tribunal fue el de Guadalajara, seguido por el de
Ciudad Real (1483). Lo más lógico hubiera sido que el tribunal principal se
hubiera ubicado en Toledo, pero la presión de los poderosos conversos de la
ciudad lo impidió. Las tres zonas en las que se dividían las jurisdicciones y
que ocupan la región de Castilla-La Mancha, eran: Cuenca, Toledo y Murcia.
Los tribunales de esta última región se encargaron principalmente de casos
contra moriscos, conversos y todo tipo de acusaciones secundarias, durante
las dos primeras décadas del siglo XVI. Después del año 1521, la atención de
los inquisidores se empieza a centrar en los posibles protestantes. El papa
León X avisa a los nuncios españoles del peligro luterano en la Península y
Adriano de Utrecht ordena la entrega de todos los libros protestantes. En el
año 1523 se registra el primer caso de “luteranismo”. El acusado es Luis
Vega, vecino de Alcaraz, detenido por defender ideas luteranas sobre la
confesión y la salvación. El prisionero fue liberado al contraer una
enfermedad y escapó misteriosamente. Tan solo se produce un pequeño
número de casos hasta la década de los cuarenta, multiplicándose a partir de
esta. En el año 1545 se juzga a Francisco del Río, de profesión panadero, que
afirmaba que si Lutero viniera a España todos se harían luteranos. En estos
años se puede destacar al alemán Pedro Pul, un tal Juan de Flandes, pero
hasta la década de los cincuenta no se van a encontrar grupos organizados. En
Cuenca y Toledo se abren varios procesos.
En la década de los sesenta un buen número de los acusados son
extranjeros, especialmente franceses. En Toledo también hubo persecución
contra numerosos evangélicos. En la ciudad se produce la detención de
Claudio Bisson (1564) en cuya casa se encontró una pequeña congregación
luterana, compuesta en su mayoría por extranjeros, aunque en realidad debía
ser calvinista, ya que se encontraron varias obras de Calvino en su poder. En
total fueron procesador 128 protestantes y se desconoce el número de
personas que pudieron practicar la fe protestante sin ser descubiertos.
Uno de los autos de fe presididos por Felipe II y su familia[120] fue el
acontecido el 25 de febrero de 1560 en Toledo. Al año siguiente en esta
misma ciudad fueron condenados cuatro frailes a ser quemados en la
hoguera, mientras otros diecinueve fueron reconciliados. En el 1565 murieron
algunos protestantes en la ciudad.
En Zaragoza el número de protestantes fue preocupante para las
autoridades, los hugonotes que se introducían por la península producían un
buen número de seguidores. La mayor parte de estos protestantes franceses se
dedicaban al comercio, lo que les facilitaba la entrada al país.
En las provincias vascongadas y Navarra hubo varios casos de luteranismo.
En Logroño sobrevivió durante un tiempo un pequeño grupo de evangélicos,
creado por Carlos de Seso. La Inquisición actuó reprimiendo al grupo de esta
ciudad, por medio de un auto de fe, celebrado en 1593. Aunque desde 1540
eran corrientes la denuncias por luteranismo de algunas de las personas
investigadas. En 1564, fue detenido un evangélico significativo en la zona,
Diego Jiménez de Enciso, que había mantenido relaciones con los
protestantes de Valladolid. La investigación en los puertos de mar de las
Vascongadas produjo la detención de numerosos extranjeros que profesaban
doctrinas reformadas. En el auto de fe de 1570, diez de los cuarenta y dos
procesados lo eran por sus ideas protestantes; en 1571, eran ocho de cuarenta
y ocho.
En el área mediterránea, en ciudades como Valencia, en el año 1572 se
reconciliaba a un cartujo, que había sido acusado de protestante. Las primeras
muestras de luteranismo aparecen hacia el año 1524, año en el que la
Inquisición detiene al mercader Blay, pero el primer español procesado en
este tribunal es Martín Sanchis.
En Murcia también los rigores de la Inquisición persiguieron a moriscos,
conversos y protestantes. Establecido el primer Tribunal de la Inquisición en
el año 1488, en 1506 se unifican los tribunales de Cuenca y Cartagena. En
esta región fueron procesadas más de 75 personas por el tribunal de Murcia,
extendiéndose los procesos desde 1560 a 1597, lo que demuestra que el
protestantismo español sobrevivió a los autos de fe de los años cincuenta. Al
parecer los autos de fe en Murcia fueron muy frecuentes y en ellos perecieron
numerosas víctimas. En los años sesenta fueron procesadas 49 personas. De
todos los procesados, 32 eran naturales de Murcia.
En Cataluña, en el año 1481, el embajador español en la Santa Sede solicitó
la autorización para implantar varios tribunales de la Inquisición en los reinos
de Aragón. En Barcelona hubo una feroz resistencia a que dicha institución se
implantara en su territorio, pero el 3 de Julio de 1487entra en la ciudad el
primer inquisidor. En la primera mitad del siglo XVI hubo un intento de
penetración protestante bastante intenso desde el sur de Francia. El paso de
libros luteranos y calvinistas era algo muy común. Un proceso de 1561
terminó con la vida de 21 protestantes de origen francés, también hubo
catalanes acusados de luteranismo. De hecho, el mismo Felipe II escribió a
virrey de Cataluña, para prevenirle del peligro evangélico que se estaba
introduciendo por la frontera. Al parecer, uno de los métodos usados por los
hugonotes para atraer a la población era realizar una serie de cenas llamadas
“gracia de los hugonotes”, que tuvieron gran aceptación en algunas zonas
fronterizas, en ellas además de comer se hablaba de temas bíblicos. Además
de los franceses, los marineros ingleses también sufrieron gran persecución
por sus creencias. En el siglo XVI se procesaron en Cataluña unas 338
personas. La capital de Cataluña, Barcelona, vivió un auto de fe presidido por
el mismo rey Felipe II, en el año 1564, donde murieron quemados ocho
evangélicos y el resto enviados a galeras (la mayor parte de ellos eran
franceses).
En las islas Baleares se encontraron a protestantes españoles y extranjeros.
Mallorca es una isla abierta a la cultura mediterránea, cuna de muchas
culturas y escala de multitud de viajeros, recibe al extraño con afecto y
curiosidad, sin contagiarse demasiado por sus ideas. En Mallorca las causas
contra luteranos o evangélicos fueron pocas, pero sin fijarse tanto en el
número, lo que más llama la atención es la disparidad de lugares donde se
produjeron procesos inquisitoriales.
En las islas Canarias también llegaron a convertirse al protestantismo
algunas personas. Si bien los casos de protestantismo aparecieron más
tardíamente que en otras zonas de España (1557) hubo un buen número de
ellos.
Algunos datos apuntan que durante todo el siglo XVI más de 1.995 personas
fueron acusadas de protestantismo en España, de ellos 335 eran nacionales y
el resto extranjeros[121]. En datos de Werner Thomas estas cifras ascienden a
3.117 personas acusadas de luteranismo, 2.557 extranjeros y 560 españoles,
pero él extiende su estudio hasta 1648, casi medio siglo más del periodo que
nosotros hemos estudiado.
Es indudable que el número de extranjeros es muy alto, pero también
debemos destacar dos cosas principales que han sido discutidas en los dos
últimos siglos por estudiosos e historiadores. En primer lugar, que el
protestantismo español se extendió por toda la geografía nacional[122] y en
segundo lugar, niega la erradicación de las comunidades en los procesos de
Sevilla y Valladolid, que cronológicamente podemos verlo desarrollarse
durante todo el siglo XVI. Por otro lado, el número de españoles convertidos a
la fe protestante fuera del país es difícil de determinar, aunque puede estar
cerca del millar de personas.

Las posesiones españolas en América


La llegada de los españoles a América el 12 de octubre de 1492 inició una
nueva era en el mundo moderno. La búsqueda de los castellanos de una
nueva ruta a Asia por occidente provocó el descubrimiento de un continente
que había estado aislado del resto del mundo conocido durante cientos de
años.
La conquista de América fue una empresa económica, Cristóbal Colón,
descubridor y gobernador del Nuevo Mundo, necesitaba rentabilizar el
descubrimiento. Además, la intención de los Reyes Católicos, continuando su
espíritu de cruzada, era cristianizar a sus nuevos súbditos.
El primer encuentro entre españoles y la población americana fue un
verdadero choque de civilizaciones. Al poco tiempo la mayor parte de la
población de las Antillas había muerto por hambre, enfermedades o los
rigores de los españoles, que los maltrataban y sobreexplotaban.
Junto a los adelantados y militares españoles, amortiguando en parte la
violencia de la conquista, llegaron algunos monjes que intentaron proteger a
los indios, como Bartolomé de las Casas. En la Península, ante la denuncia
constante por los abusos de los encomenderos, supuesto catequistas de los
indios, se establecieron leyes de protección para la población. El humanista
Francisco de Vitoria ayudó a conformar unas leyes de Indias que perseguían
la protección de los indígenas y la formación de una iglesia indígena,
reformista y humanista.
En la segunda mitad del siglo XVI España se cerró a las ideas y libros
extranjeros, lo que terminó repercutiendo también en sus colonias.

Los protestantes llegan a América


Al norte del continente americano comenzaron a establecerse pequeñas
colonias protestantes, algunas bastante próximas a las españolas, como la de
hugonotes en Florida. Al mismo tiempo, la Inquisición y la Casa de
Contratación de Indias expurgaron a todo español o extranjero que intentara
establecerse en América, en un intento desesperado de que la “herejía”
protestante no se extendiera en el Nuevo Continente.
La llegada de los puritanos al poder encabezados por Cromwell en
Inglaterra impulsó de nuevo el envío de colonos a América. Los ingleses se
establecieron en Jamaica en 1655.
A medida que españoles y portugueses se extendían por América, las ideas
protestantes tomaban más fuerza en Europa y amenazaban con invadir
España.
Tras el triunfo de los ingleses en Jamaica, franceses y holandeses se
arriesgaron a probar suerte. Aunque la primera colonia establecida en el
continente sería oficialmente autorizada por la corona de España.
Los Welser, unos famosos banqueros de Augsburgo, recibieron la
autorización del emperador Carlos V para establecerse en América y explotar
las costas de la actual Venezuela (1528-1546). En 1526 Carlos V intentó
pagar una deuda producida por la boda con su prima Isabel y pagó a los
banqueros con algunas concesiones en América. Los banqueros pasaron sus
poderes a dos comerciantes llamados Ambrosio Alfinger y Jorge Ehinger.
Los alemanes desembarcaron en las costas de Venezuela en 1529, su
intención era buscar minas de oro, pero a pesar de sus esfuerzos no las
encontraron. Fundaron una ciudad y le dieron el nombre de Maracaibo. Se
dedicaron a capturar indios y venderlos como esclavos a la isla de Santo
Domingo, muy falta de mano de obra. En la colonia convivían españoles y
alemanes, que vieron como poco a poco empeoraban las relaciones entre
ambos. El historiador luterano Lars Qualber afirmó que hacia 1532 la
mayoría de la colonia era luterana, especialmente de origen alemán. Desde
España se reaccionó prohibiendo la llegada de alemanes a las colonias.
Los hugonotes se instalaron en la bahía de Guanabara a mediados del siglo
XVI (1555-1560)
Jacques Cartier intentó desde 1534 establecer colonias en la parte norte de
América. La mayoría era tierra por explorar y lejanas para los intereses
españoles o portugueses. Al mismo tiempo, comerciantes hugonotes llegaban
a Brasil para hacerse con madera y otras mercancías. En 1550, para
promocionar la conquista de América, se organizó una fiesta brasileña en
Francia, delante del rey Enrique II, con la presencia de medio centenar de
indígenas americanos.
La persecución de los hugonotes en Francia animó a muchos a probar
fortuna en alta mar. El almirante Nicolas Durand de Villegaignon organizó
una expedición para fundar una colonia en Brasil. El proyecto recibió el
apoyo del almirante Gaspar Coligny y de Juan Calvino.
La primera expedición llegó a las costas de Brasil el 11 de octubre de 1555,
estaba compuesta por 600 personas, entre ellos había católicos y protestantes.
En la bahía de Guanabara fundaron una ciudad, enfrente de la actual Río de
Janeiro. Meses más tarde, en la isla de Seregipe construyeron el fuerte de
Coligny. Tras el éxito de la expedición y la firma de un acuerdo con los
indígenas, el almirante Durand pidió a Coligny más hombres y más pastores a
Juan Calvino. Los nuevos colonos llegaron en 1557, uno de ellos se llamaba
Jean de Léry y escribió un relato sobre su viaje a Brasil. Al final la mayoría
de hugonotes regresó y sus pocos intentos de evangelizar a los indios se
vieron frenados por los portugueses, que persiguieron a los hugonotes de la
colonia. El ideal de establecer una tierra de libertad religiosa en América de
Coligny y Calvino había fracasado.
Tras el fiasco de la colonia hugonota en Brasil, Coligny hizo un nuevo
intento en Florida. Envió en 1562 a Jean Ribault que fundó Chalesfort. En
1564, Coligny mandó un nuevo refuerzo al mando de René Goulaine. El
fuerte estaba próximo a lo que en la actualidad es Cabo Cañaveral.
En 1565 el capitán español Pedro Méndez de Avilés decidió terminar con la
colonia hugonota. El capitán Goulaine logró escapar con un pequeño número
de hombres, el resto de hugonotes al no querer renegar de su fe fueron
asesinados por los españoles, aproximadamente un millar de personas.
Los holandeses intentaron también establecerse en Brasil. Mientras que
franceses e ingleses insistían en sus intentos de formar colonias duraderas.
Los ingleses lo habían intentado en Virginia (1580-1586), pero los únicos que
tuvieron un relativo éxito fueron los disidentes puritanos que, escapando de
las persecuciones religiosas, establecerían colonias en América.
Los holandeses ocuparon los puertos de San Eustaquio, Curaçao y
Pernambuco, en la costa noroeste del Brasil portugués entre los años 1624 y
1630.
La independencia de Holanda contribuyó a fomentar el espíritu colonial del
nuevo estado. Guillermo de Orange, con su política de tolerancia, atrajo a
todos los disidentes del continente. La expansiva flota inglesa y holandesa
buscaba nuevos mercados y materias primas, para ello no dudaría en usar a
los disidentes, que buscaban libertad y nuevas tierras, para construir su
paraíso en la tierra.
Los holandeses establecieron una colonia en la bahía de San Salvador, que
antes había pertenecido a los españoles. Los españoles recuperaron la plaza y
los holandeses se trasladaron en Pernambuco. En 1630 extendieron su
influencia a otros puertos y ciudades, hasta ocupar siete de las catorce más
importantes de los portugueses en Brasil.
En 1640 la colonia de Pernambuco ya tenía unos 90.000 habitantes, un
tercio de ellos eran de origen holandés, el resto esclavos y portugueses. El
príncipe de Nassau ordenó organizar la iglesia reformada en América y se
crearon unas 22 congregaciones. Se permitió la práctica religiosa a judíos y
católicos. Las colonias católicas en América nunca habrían permitido esa
diversidad religiosa.
La Inquisición española juzgó y persiguió a los corsarios y piratas
protestantes. Según cálculos de Báez Camargo, desde el siglo XVI hasta el
siglo XVIII se procesó a 310 personas, la mayoría de ellos franceses,
holandeses e ingleses. Se ejecutó a 27 por herejía y el auto de fe más
espectacular celebrado en el Nuevo Mundo fue en la capital de Nueva España
en 1574.

La consolidación de las colonias protestantes


Los protestantes lograron consolidar sus colonias en el Caribe y las
Guayanas. El capitán Sussex Cammock fundó la compañía de las Islas
Sowers y se estableció en las Bermudas en 1625. Después se instalaron en la
isla de Providencia y San Andrés. Se estableció comercio en la Costa de los
Mosquitos, en Centroamérica, en la desembocadura del río Belize y más de
30.000 ingleses se establecieron en Barbados. En 1655 la toma de Jamaica
consolidó la posición inglesa en la zona, reforzada además por la llegada de
los holandeses que escapaban de Pernambuco. A las Antillas llegaron un gran
número de cuáqueros, bautistas y metodistas perseguidos por los anglicanos
en Inglaterra.
Varios misioneros metodistas, bautistas y moravos evangelizaron a los
esclavos negros consiguiendo la conversión de la mayoría de la población de
Jamaica. Lo mismo sucedió en las demás posesiones inglesas del Caribe.
La bula Altitudo divini consiliii (1537), del papa Paulo III prohibió la
llegada de herejes protestantes a América. Ni las bulas ni los tribunales
inquisitoriales pudieron impedir la llegada de algunos protestantes. El primer
luterano acusado en las posesiones españolas en América fue Andrés
Alemán, un comerciante moravo acusado en 1536 de difundir las ideas
luteranas. La mayoría de acusados fueron de origen extranjero. La
persecución se extendió a los libros sospechosos de herejía.
Las prohibiciones y persecuciones impidieron la expansión del
protestantismo en América española en el siglo XVI y XVII, pero tras la
independencia y la formación de las nuevas repúblicas latinoamericanas, el
protestantismo conseguiría el caldo de cultivo propicio para su expansión por
el Nuevo Mundo.
1.5 La llegada de los Peregrinos: el protestantismo
conquista América del Norte
La Iglesia anglicana nunca consiguió reunir a todos los creyentes ingleses
bajo su seno. Muchos veían en ella la continuación de la Iglesia de Roma y
creían que su origen se debía más a un asunto político que religioso. Algunos
cristianos creían que la Reforma en Inglaterra debía continuar hasta
transformar por completo la iglesia oficial. Los puritanos e inconformistas
intentaron renovar la Iglesia de Inglaterra desde dentro, pero cuando vieron
que era imposible, comenzaron a crear grupos separados.
Los puritanos querían que se reformasen algunas doctrinas ambiguas que no
habían terminado de desprenderse de la tradición religiosa católica. Al mismo
tiempo surgió un movimiento que pretendía restaurar las relaciones con
Roma y que, en muchos casos estaba apoyado por la nobleza, la jerarquía
anglicana y hasta por la monarquía.
Durante casi cien años, desde 1565 hasta 1662, los puritanos se unieron en
un frente religioso y político. Su intención era purificar la iglesia y eliminar
cualquier cosa que no se sometiera a la Palabra de Dios.
Los puritanos se separaron de la Iglesia anglicana y crearon sus llamadas
profecías, reuniones libres donde podían expresar su espiritualidad. La
Universidad de Cambridge se convirtió en uno de los centros de difusión del
puritanismo inglés.
Los puritanos se inspiraron en la reforma de Suiza para ir transformando
paulatinamente su movimiento. El estado y la jerarquía eclesiástica se
opusieron a los cambios y los puritanos se radicalizaron. La respuesta
puritana fue desistir en la reforma de la Iglesia anglicana, los fieles se
reunieron en nuevas comunidades formando lo que se conocería como el
congregacionalismo. Las nuevas iglesias reconocían como único jefe de la
misma a Jesucristo, no aceptaban ningún tipo de episcopado, los creyentes
elegían por votación a sus pastores y ministros. En los cultos cualquier
creyente podía expresarse libremente y celebraban sus propios ritos.
El Estado comenzó a perseguir a las iglesias congregacionalistas y muchos
decidieron refugiarse en los Países Bajos. A partir de 1580 la persecución se
generalizó y los puritanos tuvieron que buscar una residencia permanente,
donde se les permitiera practicar su fe.

Los Padres Peregrinos


En 1620 los llamados Padres Peregrinos salieron hacia Nueva Inglaterra para
poder practicar libremente su fe. Los congregacionalistas configuraron por
primera vez en su historia una mayoría, sin las trabas del Estado y la iglesia
oficial. Además de los puritanos ingleses muchos otros movimientos no
conformistas viajaron a América desde los Países Bajos, como es el caso de
los anabaptistas, que más tarde se transformarían en el movimiento menonita.
El anabaptismo había sido perseguido durante décadas, pero muchas
congregaciones lograron sobrevivir y terminaron por moderarse, sobre todo
de sus doctrinas mileniaristas y de reforma radical de la sociedad. La derrota
de Münster en 1535 hizo que el movimiento se reorientara hacia tendencias
más pacíficas. Menno Simons, uno de los líderes menos radicales, logró que
el anabaptismo se convirtiera en una opción respetada en muchos territorios.
Menno era un ferviente pacifista, abogaba por una ética del trabajo estricta y
una gran libertad de de culto y religión. Algunas comunidades se
concentraron en el norte de Alemania, Prusia, Rusia y los Países Bajos, pero
otros muchos optaron por probar suerte en las colonias.
En Inglaterra se estaban formando las iglesias bautistas, que terminarían por
crear un modelo independiente del resto de iglesias reformadas. Una de las
ramas había surgido de la unión de puritanos y menonitas en los Países Bajos.
Ambos habían llegado allí escapando de las persecuciones. Tras la fusión de
ambas ramas, los puritanos adoptaron el bautismo de adultos y la doctrina de
la expiación general, como base principal de sus creencias.
La segunda rama del bautismo inglés surgió entre los llamados bautistas
particulares que mezclaron algunas doctrinas menonitas y calvinistas. En
1689 se constituyeron como confesión en Londres, aceptando las ideas de la
Confesión de Westminster menos el bautismo de infantes y la relación con el
estado.
La llegada de los Estuardo al poder en Inglaterra complicó aún más las
cosas. Aunque la dinastía había aceptado al calvinismo escocés, el aumento
de su poder les hizo reconsiderar su postura con respecto a la religión. Jacobo
Estuardo tenía convicciones protestantes, pero no aceptaba las ideas más
radicales de los puritanos ingleses. Defendía las tendencias absolutistas de su
época y prefería una iglesia episcopal que pudiera controlar con más
facilidad. Uno de los puntos en los que primero chocó con los puritanos fue
en la sacralización del domingo y la prohibición que estos exigían de trabajar
el primer día de la semana.
Carlos I, su sucesor, se aproximó aún más a las tesis episcopalianas e
intentó acercarse a la Iglesia católica. Los puritanos respondieron prohibiendo
en el Parlamento el episcopado y se convocó una asamblea en Westminster
para establecer una nueva confesión de fe. La intención era cambiar el
sistema episcopal por otro presbiteriano. El rey se opuso a los cambios y
estalló la guerra civil en el Reino Unido (1642-1648).
Los puritanos ganaron la guerra, ejecutaron al Rey por traidor y
proclamaron la república. Dentro de los puritanos los congregacionalistas
eran los más radicales, su líder Oliver Cromwell consiguió plenos poderos
como Lord Protector, tutelando y después controlando plenamente a la
república. El nuevo líder puritano dio libertad religiosa, aunque los
episcopales, católicos y unitarios continuaron siendo perseguidos durante la
república.
La muerte de Cromwelll en 1660 y el regreso de la Iglesia anglicana supuso
la derrota de los puritanos. Después de este intento político el puritanismo se
dividió en cientos de pequeños grupos, la mayoría de ellos mileniaristas,
ajenos a la sociedad y apenas relevantes en el terreno político. El Estado
reprimió a las iglesias congregacionalistas, por ello muchos puritanos
terminaron en la cárcel o escapando al Continente o América.

Juan Bunyan
Juan Bunyan es un claro ejemplo de la represión contra los puritanos.
Bunyan, pastor y escritor, pasó doce años en la cárcel por negarse a obedecer
las leyes que impedían la predicación y formación de congregaciones
puritanas. Su famoso libro El progreso del Peregrino se transformó en un
símbolo de la resistencia pacífica de los puritanos a partir de ese momento,
pero también su falta de interés por lo que sucedía en el reino y su
ensimismamiento les impidió ser el grupo transformador de la sociedad que
había sido en siglos anteriores.
Los Estuardo no se conformaron con rearmar la Iglesia de Inglaterra,
realmente tenían un plan de recatolizar el país. Durante la segunda mitad del
siglo XVII la tensión fue en aumento y el Parlamento se alió con los obispos
para impedir la recatolización del país. La tensión terminó con la destitución
del Rey y la petición del Parlamento a un príncipe protestante de que ocupase
su lugar. El príncipe holandés Guillermo de Orange, nieto de Carlo I y yerno
de Jacobo II, respondió a la petición, mantuvo los privilegios de la Iglesia
anglicana, pero dio libertades religiosas a los inconformistas y disidentes. Se
mantuvieron algunas discriminaciones hacia los disidentes, ciertos cargos y
profesiones vedadas, pero Inglaterra y los Países Bajos se unieron en la
misión de proteger los intereses de los protestantes en el ámbito
internacional.
En el continente se preparaba un ataque directo contra el protestantismo
después de varios decenios de paz. Luis XIV de Francia, el nieto de un
protestante, estaba intentando destruir a la minoría hugonota de su país y
terminar con casi cien años de relativa tolerancia. América sería otro de los
destinos de los perseguidos hugonotes franceses.

América y los puritanos


El puritanismo y el congregacionalismo no fueron únicamente una corriente
teológica o una práctica religiosa, constituyeron ante todo un nuevo modelo
de ciudadano, trabajador y piedad personal. Su influencia marcó a Inglaterra,
Holanda y con el tiempo el carácter y la forma de ser de los colonos
anglosajones en Norteamérica.
Tras el intento de convertir a la sociedad inglesa en un pueblo presbiteriano
y terminar con las jerarquías religiosas, el puritanismo se cerró en sí mismo
creando una iglesia congregacionalista e independiente. Los puritanos
desistieron en la idea de una teocracia de protestantismo reformado, al estilo
de Juan Calvino. Una de las primeras consecuencias fue la diversidad
confesional que terminaría con la total libertad religiosa.
La libertad religiosa se consiguió primero en las colonias. El número de
inconformistas siempre fue superior al de los miembros de la Iglesia
anglicana. Los puritanos americanos, cansados de las persecuciones que
habían sufrido en el viejo continente decidieron dar un paso a la tolerancia
religiosa. La única colonia puramente anglicana era Virginia. Poco después,
las colonias de Maine, Massachusset, New Hampshire y Connecticut dieron
plena liberta a los congregacionalistas puritanos. El estado de Maryland
estuvo dominado por los católicos, Pennsylvania era un feudo cuáquero y
Rhode Island tenía mayoría bautista.

William Penn
El primer estado en adoptar la plena libertades religiosas fue Pennsylvania.
William Penn fue un empresario, noble y filósofo muy conocido. A pesar de
provenir de una familia aristocrática se hizo cuáquero, grupo perseguido por
el rey Carlos tras la restauración de los Estuardo. A pesar de los intentos de
su familia Penn no dejó el grupo y se enfrentó a la corona y todos los que
veían en los grupos religiosos disidentes una amenaza para la nobleza
inglesa. En 1668 fue encarcelado y encerrado en la Torre de Londres. Al final
Penn propuso el rey Carlos II que permitiera a los cuáqueros instalarse en
América. Algunos ya habían huido a las colonias, pero allí también eran
perseguidos por anglicanos y puritanos al mismo tiempo.
Penn compró la colonia de Nueva Jersey, de inmediato unos doscientos
cuáqueros emigraron y fundaron la ciudad de Burlingyon. Penn consiguió
que ampliaran el territorio destinado a los cuáqueros y poco a poco se fueron
instalando en los territorios entre Nueva Jersey y Maryland. En la nueva
tierra se respetó la religión de todos los ciudadanos. En ella podían habitar
libremente judíos, católicos, todo tipo de denominaciones y nacionalidades,
sin que el gobierno les persiguiera por sus creencias religiosas
Las colonias en América fueron creciendo a medida que las persecuciones o
la pobreza arreciaba en una parte u otra de Europa o el Reino Unido.
Llegaron a las colonias hermanos moravos, pietistas luteranos, presbiterianos
escoceses o hugonotes franceses, configurando un crisol de nacionalidades y
credos distintos, pero con el denominador común protestante.
Cuando se produjo la Revolución americana, que daría lugar a la
independencia en 1776, la mayoría de los colonos era de origen puritano. La
democracia consolidó la libertad religiosa y la separación de religión y
estado, convirtiendo a los Estados Unidos en un modelo para las futuras
revoluciones.
Los valores de justicia, libertad e igualdad entre los hombres fueron los
principios sobre los que se construyeron las colonias y más tarde la nueva
nación. A pesar de la dureza de la tierra, la oposición de los indios, los
intentos de control de la corona o las propias contradicciones, el puritanismo
logró que la sociedad prosperarse sobre unas bases de mayor igualdad. Para
los norteamericanos la prosperidad tenía como fundamento no solo sus
ideales de trabajo y prosperidad, se sentían un pueblo elegido por la
Providencia. Este pensamiento contribuyó siglos más tarde la configuración
del Destino Manifiesto del pueblo norteamericano y su misión en el mundo.
1.6 La iglesia de los fieles: el triunfo de las iglesias
congregacionalistas
El congregacionalismo fue ocupando su lugar progresivamente en la historia
del protestantismo. Las iglesias de carácter estatal perdieron su hegemonía en
los países protestantes. Se cumplía el principio básico de que la Iglesia
reformada siempre reformada es. Al igual que el movimiento puritano
intento reformar y hacer más bíblica a la Iglesia anglicana, algo similar
sucedió en las iglesias luteranas y calvinistas.
El pietismo nació en Alemania en el siglo XVII y fue extendiéndose hasta
bien entrado el siglo XVIII. El pietismo tenía algunos rasgos parecidos al
puritanismo, pero a diferencia de este se centraba más en la fe personal que
en un intento real de transformar a la iglesia luterana en su conjunto. El
movimiento y sus ideas podemos decir que eran más un fenómeno
interconfesional que el avivamiento de la iglesia luterana. Grupos similares
surgieron en el mundo católico con el quietismo, el hasidismo o la piedad
judía del siglo XVIII.
El florecimiento de la piedad protestante, después de tantas guerras y
enfrentamientos, afectó por igual a luteranos y calvinistas. El pietismo fue la
prueba de que en los lugares en los que la Reforma protestante había llegado
al corazón del pueblo y no se había quedado en una mera construcción
estatal, volvía a brotar la piedad personal.
El pietismo tuvo un marcado carácter laico, buscaba la extensión misionera
y la mejora social y espiritual de sus comunidades. El nuevo movimiento no
se conformaba con la racionalización de la fe, buscaba una verdadera
transformación personal, que construyera dentro de cada individuo un nuevo
hombre. Los pastores pietistas diferenciaban entre los creyentes verdaderos,
los simpatizantes, los superficiales, hipócritas o los endurecidos.
Los pietistas buscaban la separación del mundo, una mayor consagración a
Dios, pero este movimiento no logró salir del ensimismamiento, nunca buscó
ni consiguió una verdadera transformación social. Ni siquiera se molestaron
en transformar a la iglesia luterana de su tiempo, se limitaron a celebrar sus
propias reuniones, lo que permitió que la iglesia estatal continuara su lento
declive y superficialidad, que le llevaría a una profunda crisis en los siglos
posteriores.
A pesar de no convertirse en un elemento vertebrador ni de transformación
espiritual de Alemania, el pietismo sí influyó en la cultura y la sociedad.
Philipp Jakob Spener, padre del pietismo alemán, centró su labor en devolver
el protagonismo perdido a la Biblia, la formación de los pastores, la
evangelización.
August Hermannn Francke a finales del siglo XVII creó una serie de
instituciones dedicadas al cuidado de la infancia, la educación y la
erradicación de la pobreza. Francke ayudó también a la construcción de una
red misionera que evangelizara más allá de las tierras de mayoría luterana.
El pietismo se extendió por Suecia, Noruega y Dinamarca. En el caso de
Noruega, el regreso de unos 30.000 refugiados que habían sido retenidos por
los rusos, se transformó en un verdadero avivamiento en el país. La iglesia
nacional sueca persiguió el pietismo, lo que propició una ruptura interna de la
iglesia. Muchos jóvenes desengañados se apartaron de la iglesia inclinándose
hacia el racionalismo y más tarde hacia la ilustración, produciendo las bases
para un estado secular y antirreligioso.
En Dinamarca, por el contrario, la monarquía apoyó la renovación religiosa
que suponía el pietismo. El mismo rey Cristian VI apoyó al movimiento
renovador (1730-1746), fomentó la espiritualidad, prohibió el trabajo en
domingo y obligó a sus súbditos a asistir a la iglesia. Desde Dinamarca
salieron misioneros a diferentes colonias y territorios como la India, El
Caribe o Groenlandia. Los misioneros pietistas daneses actuaron
independientemente de las autoridades políticas de las colonias y en algunas
ocasiones en abierta oposición a las prácticas explotadoras que estas
empleaban.

Los hermanos moravos


Surgieron algunas iglesias pietistas separadas de las iglesias oficiales en
especial los conocidos como hermanos moravos. Su fundador fue el conde
Nikolas Ludwig von Zinzendorf (1700-1760). El noble unió a diferentes
grupos pietistas con los moravos (Bohemia), herederos de los husitas que
desde la guerra de los Treinta Años se habían ocultado en Sajonia. La nueva
iglesia mezcló algunas ideas pietistas, con otras reformadas y husitas. Los
moravos se volcaron en la evangelización y las misiones, desarrollando una
amplia labor misionera durante el siglo XVIII, cuando las otras ramas del
protestantismo aún estaban empezando a desarrollar sus programas
misioneros fuera de Occidente.
Tras los turbulentos años de la República de Cromwell el protestantismo
inglés sufrió un profundo decaimiento. Los intentos de los Estuardo por
devolver a la iglesia a la autoridad del papa y el desgaste de los puritanos,
que en muchos casos terminaron emigrando a América, dejó el país
totalmente alejado de una renovación espiritual.
El propio obispo anglicano George Berkeley lo describió muy bien al decir:
Ambas, la moralidad y la religión en Inglaterra, se encuentran en un
estado de decadencia como nunca antes en ningún país cristiano.
¿Qué había sucedido?
Además de la emigración puritana, la nobleza inglesa no reflejaba los
valores de la Reforma protestante. Los nobles se centraban en mantener sus
privilegios, aunque fuera a costa de la pobreza e ignorancia del resto del
pueblo. Se descuidó la alfabetización, se desprotegió a la infancia, se
fomentaron leyes injustas que terminaban con los más humildes en las
cárceles por pequeñas deudas. El alcohol y la inmoralidad destruyeron a las
familias que intentaban adaptarse a las grandes ciudades cada vez más
deshumanizadas.
A pesar de las dificultades de las iglesias, algunos puritanos se habían
mantenido dentro de la Iglesia anglicana y por medios de sus sociedades
religiosas mantuvieron vivo cierto espíritu reformado dentro de la iglesia
oficial. Justo de estos grupos piadosos nacería el metodismo, que renovaría la
Iglesia de Inglaterra, provocaría un avivamiento en América e influiría en
otros movimientos protestantes del siglo XVIII.

El metodismo
El metodismo surgió en uno de los llamados clubes o sociedades religiosas
universitarias. Los hermanos John y Charles Wesley crearon un grupo de
estudiantes en Oxford que buscaba la piedad empleando un método definido.
El metodismo nació en un momento oscuro de la historia del Reino Unido.
Cuando la Iglesia anglicana recuperó el poder expulsó a más de 400 clérigos
que consideraba demasiado cercanos al puritanismo. Los pastores se habían
negado a prestar juramento a Guillermo de Orange, nuevo rey del país y eso
supuso su destitución inmediata.
Los siglos XVII y XVIII fueron nefastos para el protestantismo en Europa,
mientras que las clases más preparadas y los intelectuales se inclinaban al
deísmo y la religión natural, los pocos fieles restantes eran de condición
humilde y escasa preparación.
El deísmo configuró la idea de un Dios lejano, ajeno a la creación y poco
interesado en el hombre. Además, los deístas negaban la inspiración de la
Biblia y la sociedad avanzó hacia el ateísmo, escepticismo y el descreimiento
generalizado.
La nueva reina Ana vivía rodeada de cortesanos completamente inmorales,
que perseguían disfrutar de sus privilegios a pesar de las duras condiciones en
las que vivía el pueblo. En Oxford y Cambridge se relajaron tanto las
costumbres, que las universidades y los colegios apenas tenían alguna
reminiscencia cristiana.
Por el tratado de Utrecht de 1713 los ingleses se habían quedado con el
monopolio del tráfico de esclavos. El comercio de personas alimentaba la
codicia y la corrupción del sistema. Durante el siglo XVIII la esclavitud se
extendió y con ella todas las injusticias que llevaba pareja.
A mediados del siglo XVIII el primer ministro Robert Walpole reflejaba
mejor que nadie cómo el más alto representante del Estado estaba
completamente corrupto. Por casusa de la pobreza y las deudas miles de
personas eran encarceladas, algunas terminaban en la horca o eran enviadas
como esclavos a las colonias, en especial a Australia.
La mortalidad infantil llegó a alcanzar cifras escalofriantes, tres de cada
cuatro niños no pasaban de los cinco años. La pobreza obligaba a muchos
padres a abandonar a sus hijos en hospicios o a su suerte en la calle.
El alcohol hacía mella en la sociedad, el historiador William Lecky habla de
una verdadera “maldición maestra de la vida de Inglaterra entre 1720 y 1750,
donde la ginebra hacía estragos a la sociedad”.
El juego de azar y las peleas de animales, con los que se hacían verdaderas
tropelías, además de las peleas con garrote y el boxeo, eran las aficiones más
comunes de los ingleses. Se generalizó la prostitución, la pornografía y por
las calles de Londres se podían conseguir todo tipo de hombres y mujeres
dispuestos a vender sus cuerpos por apenas unos peniques.
La educación era casi nula, lo que impedía el acceso a la Biblia de la gente
sencilla. Lo único que paliaría la ignorancia y el analfabetismo generalizado
sería, décadas más tarde, la creación de las escuelas dominicales en las
iglesias, que cumplirían la función de alfabetización que el Estado se negaba
a cubrir.
La inseguridad y la delincuencia crecían cada año, los caminos no eran
seguros y el comercio estaba seriamente afectado. La situación de este
imperio con pies de barro cambiaría radicalmente con la llegada de un
hombre providencia. John Wesley llegaría como una corriente de aire puro en
medio de la corrupción de su mundo.

John Wesley
Nacido en 1703 en Epworth, cerca de la ciudad de Lincoln. Su padre era
rector en Epworth y se había graduado en Oxford. La madre de Wesley era
hija de un clérigo disidente. Sus padres eran muy devotos y pertenecían a la
Iglesia de Inglaterra. Los padres de Wesley se ocuparon de su educación.
Enseñaban tanto a sus hijos como a sus hijas a leer y las asignaturas
esenciales. John fue enviado a la escuela de Chartenhouse, donde ampliaron
su formación y le animaron a continuar creciendo en su espiritualidad, ya que
la institución era cristiana. Se graduó en la Universidad de Oxford, allí leyó a
Tomás de Kempis y Jeremy Taylor, dos de los escritores cristianos más
conocidos de la época. La lectura del libro La perfección cristiana de
William Law le animó a consagrar su vida a la santidad, haciéndose muy
estricto en sus prácticas religiosas. En 1726 fue elegido como compañero de
Lincoln College en Oxford y se convirtió en profesor de griego.
Regreso a Epworth para ayudar a su padre en la iglesia y se ordenó ministro
de la Iglesia anglicana.
En Oxford su hermano Charles creó un club cristiano con algunos
compañeros, su cometido era poder compartir la fe y mantenerse alejados de
las tentaciones de la vida estudiantil. Sus compañeros llamaron al grupo El
Club Santo para burlarse del rigor de los miembros del pequeño grupo.
Comenzó a llamarse al grupo los Metodistas de Oxford, por sus normas
rigurosas.
El 14 de octubre de 1735, los hermanos Wesley se dirigieron a las colonias
para intentar evangelizar el Nuevo Mundo. Llegaron a Savannah en Georgia,
para colaborar con James Oglethorpe. En el viaje John conoció a los
hermanos moravos. Le sorprendió su fe sencilla y sincera. En el viaje se
rompió el mástil de la nave por una tormenta y, mientras que la mayoría de
los pasajeros lloraban aterrorizados, los hermanos moravos cantaban
tranquilamente himnos y oraban.
Los hermanos Wesley deseaban evangelizar a los nativos, pero ante la
escasez de pastores en las colonias, tuvieron que atender a los colonos
ingleses. En 1737 Wesley regresó a Inglaterra tras un desengaño amoroso.
Tras volver a su país comenzó a relacionarse con los hermanos moravos, en
especial con un misionero llamado Peter Boehler. John asistió a una de sus
reuniones y quedó impactado por la predicación. En la reunión, mientras el
pastor predicaba de la Epístola a los Romanos, John experimentó una
profunda conversión.
John comenzó a predicar en su iglesia la salvación por medio de la muerte
de Cristo, la fe personal y la necesidad de arrepentimiento.
En 1738 Wesley viajó a Alemania para formarse en la sede morava en el
país. Tras su regreso creo un sistema llamado “bandas” para fomentar
reuniones informales en las iglesias. Las iglesias anglicanas no se fiaban del
cambio producido en John y le cerraron las puertas.
George Whitefield, uno amigo de la Universidad de Oxford, había
experimentado algo parecido a Wesley, pero también le habían cerrados las
puertas de las iglesias oficiales. Desde ese momento comenzó a predicar al
aire libre, especialmente ante los duros mineros de Kingswood. Whitefield
pidió ayuda a Wesley y, tras convencerle, John predicó por primera vez al
aire libre cerca de Bristol en abril de 1739. Para John era un gran paso, ya
que hasta ese momento creía que era sacrílego predicar fuera de un templo.
A finales de 1739 se separó de los moravos y formó la Sociedad Metodista
de Inglaterra. La Iglesia de Inglaterra persiguió al grupo, acusándolos de
herejía y de permitir que predicaran ministros no ordenados por la iglesia
oficial.
Wesley abrió algunas capillas en Bristol, Londres y otros lugares. La
sociedad creció rápidamente y se fue separando poco a poco de la iglesia
oficial.
Los seguidores de Wesley fueron de los primeros en oponerse abiertamente
a la esclavitud. John era amigo de John Newton, un antiguo negrero que se
había convertido y dejado todo para hacerse pastor, también del político
William Wiberforce.
Al final de su larga y fructífera vida Wesley había predicado más de 40.000
sermones y recorrido más de 250.000 millas. Había ayudado a abrir escuelas,
orfanatos, capillas y clínicas, transformando profundamente a una nación
entera.
Wesley falleció el 2 de marzo de 1791, a los 87 años de edad, logrando un
cambio radical en la sociedad inglesa y galesa, también en algunas de las
colonias de Norteamérica. Su movimiento crecería hasta ser uno de los más
importantes del siglo XIX, contribuyendo al Primer Gran Despertar y al
Movimiento de Santidad de mediados del siglo XIX.
John Wesley escribió numerosos libros y contribuyó a la alfabetización de
la sociedad con el fomento de las publicaciones y difusión de la lectura.
Wesley criticó la corrupción política de su tiempo, las injustas leyes
penitenciarias, que poco después serían modificadas gracias a cristianos
como John Howard y Elisabeth Fry. Creó una sociedad de préstamos para
ayudar a los más pobres. Su hermano Charles, que tenía un gran talento
literario, compuso muchos himnos que inspiraron las iglesias de su tiempo.
El metodismo configuró la forma de culto actual de las iglesias
congregacionalistas, dando mucha importancia a la adoración y alabanza.
También ordenó la forma de recaudar donativos, y desarrolló la predicación
expositiva, realizó las primeras campañas evangelísticas masivas y el
llamamiento a la conversión enfocadas en el nuevo nacimiento.
La influencia de Wesley llegó hasta las clases altas. La conversión de
William Wilberforce, Lord Shaftesbury y otras personas notables permitió
que se formara el famoso grupo de Santos de Clapham. Un grupo de
políticos, empresarios, banqueros y gobernantes de las colonias que
intentaron crear leyes más justas para los súbditos ingleses y los colonos.
Del avivamiento metodista surgieron nuevas voces literarias como William
Blake, William Wordworth o Lord Tennyson, demostrando una vez más el
poder transformador del protestantismo bíblico.

El metodismo en América
George Whitefield llevó el avivamiento metodista a las colonias americanas.
El metodismo se instaló en América como una confesión independiente de la
Iglesia anglicana. Durante los años 1776 a 1850, el metodismo se convirtió
en el movimiento protestante más importante de América.
El Gran Avivamiento o Despertar comenzó en 1726 y duró hasta 1734 entre
las iglesias presbiterianas y congregacionalistas de Nueva Jersey. Su mayor
exponente fue el pastor Jonathan Edwards.
La predicación del evangelio y las campañas que se desarrollaron por todo
el territorio constituyeron el primer punto en común de las Trece Colonias,
que hasta ese momento habían vivido su realidad por separado.
El Gran Despertar fomentó la idea de igualdad entre los hombres, incluso
llegó a muchos esclavos del sur, que de esa manera fueron más conscientes
de sus derechos.
Además de Edwards y Whitefield, la labor de Samuel Davies, ministro
presbiteriano y presidente de la Universidad de Princeton, hizo que los
esclavos de Virginia hizo se convirtieran en masa. Davies fomentó la
alfabetización de los negros y defendió que estos eran igual de capaces que
los blancos.
Las mujeres también recibieron el avivamiento con entusiasmo: por primera
vez se permitía a las mujeres expresar su fe, aunque fuera en principio en
reuniones exclusivas de damas.
El Gran Despertar también pondría las bases de la Revolución americana y
el sentido de nación que propició la primera constitución del mundo y la
primera democracia moderna, basada en principios cristianos que aún
perduran en los Estados Unidos de Norteamérica y que inspiraron a la
mayoría de las democracias modernas.
1.7 Hasta lo último de la Tierra: el movimiento misionero
del siglo XIX y la evangelización de América
Los siglos XVI y XVII fueron periodos de persecución, lucha y consolidación
del protestantismo. La mayoría de las iglesias protestantes se habían
constituido como iglesias nacionales, dependientes del estado o eran
congregaciones independientes sin estructura jerárquica. La evangelización
de nuevas tierras al principio fue lenta, ya que las misiones protestantes se
centraron en la evangelización de sus propios países u otros de Europa. La
Contrarreforma supuso además un duro golpes en muchos países
protestantes. Polonia, que hasta finales del siglo XVI había tenido una
comunidad protestante bastante fuerte, a principios del siglo XVII
prácticamente se había quedado sin iglesias evangélicas, lo mismo sucedió en
Austria, parte de Hungría, Francia y algunos territorios del sur de Europa, que
habían frenado la Reforma de sus países cuando apenas comenzaba.
Los jesuitas, fundados por San Ignacio de Loyola, habían logrado a través
de sus escuelas y métodos pedagógicos influir en las élites de muchas de
estas naciones, fracasando únicamente en el caso de Inglaterra. Mientras el
protestantismo congregacionalista, que en el siglo XVII era el más activo,
escapaba a América, las iglesias más tradicionales comenzaban una tímida
evangelización de las colonias que sus estados tenían en África o Asia.
España y Portugal habían desplegado un gran esfuerzo misionero en
América, aunque bien es cierto que en algunas ocasiones las conversiones
fueron forzosas, pero a finales del siglo XVI la mayoría de los pueblos de
América habían recibido una influencia católica.
Al principio el protestantismo había visto la necesidad de llegar a los países
católicos, ya que para ellos el cristianismo de estos países no era válido al no
estar centrado en la Biblia.
La Paz de Westfalia de 1648 logró cierta estabilidad religiosa en Europa, lo
que facilitó que en muchos estados e iglesias se hiciera un esfuerzo de
evangelización transcultural. En el caso de Inglaterra la estabilidad llegó tras
la Revolución Gloriosa de 1689 y el final de las luchas de la monarquía por
restablecer el catolicismo.
Otro de los problemas para organizar agencias misioneras era que el
protestantismo no tenía una institución como las órdenes religiosas, que
rápidamente organizaban a sus misioneros. Además, debía desplazar al pastor
y a toda su familia, ya que en el protestantismo no existía el celibato, lo que
hacía la empresa más costosa y difícil.
En la teología protestante del siglo XVI no se percibía la urgencia de la Gran
Comisión de predicar el Evangelio a todo el mundo. Un caso excepcional era
el del teólogo protestante de origen español Hadrianus Saravia, que había
ayudado en la evangelización en Inglaterra y Holanda. Saravia creía en la
vigencia de la Gran Comisión y la necesidad de predicar hasta las tierras más
lejanas del globo.
Lutero apuntó la necesidad de evangelizar cuando organizó un plan para
llegar al pueblo turco que amenazaba militarmente a Europa; de hecho se
enviaron algunos misioneros al Imperio turco, pero sin mucho éxito.
Los holandeses fueron los primeros en establecer algunas misiones e
iglesias en Asia. Apoyados en el trabajo previo católico, los holandeses
establecieron iglesias en las Molucas y Ceilán. La falta de evangelización en
Asia permitió la expansión del islam en el sureste asiático y las islas del
Pacífico durante los siglos XVI y XVII.
Uno de los pocos lugares en los que holandeses establecieron misiones
duraderas fue en Formosa (Taiwán), donde la colonia neerlandesa de 1627 a
1662 evangelizó activamente al pueblo indígena. La destrucción de la colonia
por piratas chinos abortó la misión y dificultó la creación de modelos
similares en otros lugares de Asia.
La llegada de los ingleses a la India tampoco facilitó la creación de agencias
misioneras. Los avariciosos comerciantes no estaban interesados en la
población indígena, por eso hasta principios del siglo XIX apenas hubo un
esfuerzo misionero constante.
En América, el modelo de colonización fue excluyente. Los colonos
percibían a los indígenas como peligrosos, no se mezclaban con ellos y en
contadas excepciones los evangelizaron. Los únicos grupos que hicieron
esfuerzos en este sentido fueron los cuáqueros y algunos grupos menonitas.
La llegada del avivamiento del siglo XVIII y la labor de hombres como
Jonathan Edwards ayudaron a crear una mayor conciencia misionera.
Los hugonotes se habían establecido en América en época de Calvino, pero
tampoco se habían distinguido por la evangelización a los indígenas. Las
comunidades hugonotas que llegaron a Sudáfrica, donde los holandeses ya se
habían establecido, apenas evangelizaron a la población.
El puritanismo no había tenido en cuenta el esfuerzo misionero, más
preocupado por la profundización en la fe de los propios ingleses. El pietismo
en los países calvinistas y luteranos se centró en la fe personal y la
espiritualidad, pero no fue muy activo en la evangelización. La llegada del
movimiento metodista cambiaría esta visión tan individualista y conformista
de la fe.
El metodismo coincidió en el tiempo con el Gran Despertar, de hecho, en
parte fue uno de los elementos que lo propició.
El metodismo además había logrado adaptarse, mejor que ningún otro
movimiento, a los cambios que producía la modernidad, por eso fue de los
primeros en organizarse y buscar nuevas tierras de misión.
El territorio más dinámico para la expansión del Evangelio fue la joven
nación de los Estados Unidos de Norteamérica. El siglo XIX traería una visión
renovada de la Gran Comisión y potenciaría las misiones protestantes por
todo el mundo.
El mundo protestante a comienzos del siglo XIX se dividía en varios estados
luteranos y varios grupos de reformados de carácter calvinista. Durante los
siglos anteriores se habían producido varias escisiones, rompiendo el
monopolio religioso en muchos estados. Junto a los dos grandes grupos de
luteranos y calvinistas, permanecían los hermanos moravos, los menonitas y
los unitarios. En Escocia el calvinismo presbiteriano se había dividido en
varias iglesias. En Inglaterra la Iglesia anglicana continuaba siendo la
mayoritaria, pero en los siglos anteriores habían surgido muchos grupos
disidentes y, aunque algunos habían huido a América y otros lugares por la
persecución y presión del Estado, otros muchos habían permanecido en el
territorio. Los grupos configuraban un amplio abanico de iglesias
congregacionalistas, presbiterianas, bautistas, metodistas y cuáqueras.
Las iglesias disidentes comenzaron a mostrar una serie de rasgos comunes
que los llevarían a configurar las iglesias evangélicas modernas.
Los movimientos evangélicos del siglo XIX fueron los más dinámicos tanto
dentro como fuera de sus países y contribuyeron a la expansión del
protestantismo por todo el globo. Por un lado, las nuevas iglesias
consiguieron separar al protestantismo de la tutela del estado, en especial en
los Estados Unidos de Norteamérica, donde desde su fundación se prohibió
que hubiera una religión estatal.
Los evangélicos crearon una amplia red social, asistencial y misionera. En
muchos casos tenían que suplir las necesidades que el estado no cubría.
El término evangélico siempre fue la fórmula común para denominar a los
miembros de la Iglesia luterana, aunque a partir del siglo XVIII comenzó a
utilizarse para referirse a los miembros de la Iglesia anglicana avivados. La
mayoría tenían una teología calvinista, aunque permanecían bajo la
supervisión de la iglesia oficial.
Curiosamente el movimiento evangélico en Inglaterra partía de lo que se
llamaba oficialmente la “iglesia baja” o “low church”, que en muchos
sentidos estaba enfrentada a la “alta iglesia”, más ritualista y jerarquizada.
El Parlamento inglés retiró en 1828 la obligación de sus miembros a
pertenecer a la Iglesia anglicana, al mismo tiempo la propia iglesia se
modernizó y dinamizó. Aunque una parte de sus miembros en el denominado
Movimiento de Oxford prefirieron regresar a los ritos y costumbres anteriores
a la Reforma y muchos de ellos se convirtieron al catolicismo.
Los evangélicos anglicanos estaban más próximos al resto de
congregacionalistas y presbiterianos, pero esto no supuso la unión de los
diferentes los grupos. Los evangélicos, como comenzó a llamarse a todos los
grupos congregacionalistas, crecieron durante todo el siglo XIX en Inglaterra,
hasta formar el grupo disidente más numeroso.
Algunos de los miembros más destacados del movimiento fueron Charles
H. Spurgeon y Martin Lloyd Jones.

Charles H. Spurgeon
Charles Spurgeon fue un pastor y evangelista inglés. Su influencia trascendió
a su propia denominación, convirtiéndose en un referente de los evangélicos
del siglo XIX. Nacido en Kelvedon, Condado de Essex, en el seno de una
familia anglicana a los 15 años, en 1850, se convirtió en una iglesia
metodista. Se trasladó a Cambridge y ayudó en la iglesia como profesor de
escuela dominical. En 1850 fue nombrado pastor bautista en una iglesia en
Waterbeach. Siendo muy joven, con apenas 19 años, fue nombrado pastor de
la capilla New Park Street de Londres. La iglesia era la más grande de la
denominación y un verdadero reto para un hombre tan joven.
La iglesia creció hasta alcanzar una media de 10.000 asistentes, la prensa le
atacó duramente, pero eso no impidió que se convirtiera en el predicador más
famoso de Inglaterra. Se casó con Susannah Thompson, con la que tuvo
varios hijos.
Spurgeon fundó un colegio de pastores en 1857. Además, escribió
numerosos libros, recopiló sus sermones y compuso algunos himnos. Amigo
de James Hudson Taylor, uno de los misioneros más notables del siglo XIX
que creó una agencia misionera para China, siempre estuvo interesado en las
misiones.
Spurgeon fundó un orfanato, imitando la labor de George Müller, uno de los
más destacados cristianos en la obra social con la infancia. El famoso
predicador también se opuso a la trata de esclavos, pidiendo a los bautistas
del sur de los Estados Unidos que reprobaran esa práctica a sus miembros.
Murió el 31 de enero de 1892 en Niza, mientras intentaba recuperarse de
sus numerosos achaques, pero su legado influyó tanto dentro como fuera del
Reino Unido durante décadas.

Las Iglesias de los Hermanos y el Ejército de Salvación


Las iglesias de los Hermanos de Plymouth fueron creadas por J. N Darby, un
ministro anglicano que criticaba públicamente la laxitud de la iglesia oficial.
Darby abogó por el regreso a la sencillez de la Biblia y la simplicidad en los
cultos, en los que cualquier varón podía participar libremente.
Otro de los movimientos del siglo XIX fue el Ejército de Salvación. Este
grupo fue fundado en 1856, sus miembros provenían del metodismo y
decidieron dedicar sus vidas a los más desfavorecidos. En otros lugares como
Escocia nació el movimiento apostólico, sus miembros procedían de la
Iglesia presbiteriana de Escocia y defendían la vigencia de los dones del
Espíritu Santo y las lenguas descritas en Hechos de los Apóstoles.
En los Estados Unidos el movimiento evangélico siguió creciendo. La
llegada de emigrantes italianos, la mayoría católicos, rusos y de otros países
ortodoxos e irlandeses católicos supuso un reto para las iglesias evangélicas
del siglo XIX.

El Segundo Gran Despertar


El Segundo Avivamiento supuso un despertar religioso en los Estados
Unidos, precisamente cuando la secularización se extendía rápidamente,
sobre todo por las ideas importadas de la Revolución francesa. Mientras en
Europa la modernidad descristianizaba a la sociedad, en América se
conseguía que las iglesias evangélicas se adaptaran mejor a la modernidad,
sobre todo al no influir directamente en el estado.
El avivamiento duró casi treinta años de 1800 a 1830. La mayoría de las
iglesias afectadas fueron las bautistas y las iglesias metodistas. El
avivamiento llegó hasta las tierras de frontera, permitiendo que en muchos
lugares se fundaran escuelas relacionadas con las nuevas iglesias que se
habrían en el oeste. También ayudaron a humanizar la dura vida de frontera y
la violencia de las zonas salvajes del oeste.
Durante este periodo se crearon muchas sociedades de apoyo social y
religioso, que contribuyeron a la extensión del avivamiento y pusieron las
bases de las instituciones misioneras del siglo XIX. Entre otras muchas se
fundó la Sociedad Bíblica americana, que ayudaría a la difusión de la Biblia
tanto en los Estados Unidos de Norteamérica, como al resto del continente
americano.

Tercer Gran Despertar


Un Tercer Avivamiento comenzó en 1859 y se prolongó algunos años.
La división social y cultural en los Estados Unidos se acrecentó en estos
años. Los grupos evangélicos criticaban en su mayor parte la esclavitud,
aunque algunas iglesias del sur la apoyaban. Algunas misiones bautistas y
metodistas crearon varias sociedades para convertir a los esclavos.
Los esclavos formaron sus propias iglesias, en especial tras la guerra civil
(1861-1865), convirtiendo su fe en un elemento de lucha por sus derechos.
En los Estados Unidos se había creado la cultura del avivamiento, que
ayudó a la reforma constante de la iglesia y una mayor compresión de la
“gran comisión” que desembocaría en una frenética actividad misionera
norteamericana en los siglos XIX y XX.
Uno de los mayores componentes del avivamiento norteamericano fue
Charles G. Finney, que contribuyó con sus predicaciones al llamado Tercer
Avivamiento.

Charles G. Finney
Finney había nacido en Warren, Connecticut, dentro de la tradición calvinista
(1792-1875), pero unió a estas ideas algunos métodos y formas adoptadas de
los metodistas. De pequeño había asistido a una iglesia avivada de tipo
bautista. Desarrolló su ministerio en la ciudad de Nueva York, pero su
influencia se extendió a otros países, en especial al Reino Unido. Fundó un
colegio de evangelización en Ohio, convirtiéndose en un experto en este
sentido. Finney creó un ministerio centrado en las ciudades, que poco a poco
comenzaban a poblar el paisaje del país, hasta ese momento
fundamentalmente rural.
Finney también fue un activo abolicionista, profesor en la Universidad de
Oberlin de la que terminó siendo presidente. Esta universidad fue la primera
que aceptó mujeres y personas negras entre su alumnado, adelantándose más
de cien años a los criterios racistas y machistas de la mayoría de instituciones
educativos del país. Falleció en 1875 después de haber realizado una extensa
labor como evangelista.
Otro de los más famosos predicadores norteamericanos fue Dwight L.
Moody.

Dwight L. Moody
La iglesia evangélica se encontraba agotada después de la sangrienta guerra
civil, un país dividido y herido que debía reconstruirse. El avivamiento previo
a la guerra se había terminado y la sociedad estaba dividida, tras la cruenta
guerra fraticida, pero la llegada de un nuevo despertar cambiaría de nuevo los
Estados Unidos.
Las iglesias bautistas y metodistas se habían aburguesado poco a poco al
mejorar la vida de sus fieles, las clases populares apenas asistían a la iglesia y
necesitaban su propio avivamiento. Moody fue uno de los impulsores de la
evangelización de las clases bajas que sufrían las consecuencias de la
industrialización. Uno de sus colaboradores más estrechos fue Ira D. Sankey.
Moody había nacido en Northfield, Massachusetts, hijo de unos granjeros se
quedó huérfano de padre muy pronto. Su madre se apoyó en la Iglesia
unitaria para poder mantener su fe y sustentar a su extensa familia. Con
diecisiete años Moody se trasladó con su tío a Boston, este le aceptó como
trabajador con la condición de que se congregara en la iglesia
congregacionalista de Mount Vernon. Allí se convirtió, tras la lección en una
clase de escuela dominical. Se negó a participar en la guerra civil por razones
de conciencia, pero sirvió de voluntario en el ejército, en el cuerpo de
YMCA, una organización cristiana de jóvenes que ayudaba a los heridos.
En 1862 se casó con Emma C. Revell y abrió una iglesia en Chicago,
Illinois. Tras el gran incendio de la ciudad tuvo que reorganizar la iglesia y
ayudar a la mayoría de los feligreses que lo habían perdido todo. Comenzó a
hacerse un predicador conocido. En verano organizaba conferencias para
pastores y evangelistas de todo el mundo, en esos cursos se formaron muchos
misioneros y pastores. Fundó una escuela para mujeres y otra para hombres.
También dedicó muchos recursos a obras de beneficencia y ayuda a los
marginados.
Moody predicó varias veces en el Reino Unido, apoyando a los grupos
evangélicos locales. Aunque su mayor aporte al evangelismo misionero fue
su famoso libro titulado Libro sin palabras. Una metodología de colores para
predicar a otros pueblos, sin la necesidad de conocer el idioma.
Falleció el 22 de diciembre de 1899, después de dedicar toda su vida a la
evangelización.
Europa también sufrió un “gran despertar” en el siglo XIX. El avivamiento
en Europa coincidió con la etapa de romanticismo, muchas personas se
fijaron en el pasado para intentar reorientar su vida. Se recuperó a figuras
como Calvino, Lutero y los movimientos reformados del siglo XVI y XVII.
El avivamiento en Europa se produjo entre los hablantes de la lengua
francesa. El movimiento comenzó en Ginebra, que se había apartado de su
tradición calvinista desde mediados del siglo XVIII. El mismo Voltaire, que
había residido en la ciudad, comentó en sus obras la fe racionalista de los
ministros ginebrinos, que apenas creían en algo difuso, que se identificaba
más con el deísmo que con el cristianismo.
Algunos grupos como los hermanos moravos se habían establecido en la
ciudad a finales del siglo XVIII, manteniendo viva la tradición puritana y
congregacionalista. También un escoces llamado Robert Haldane de origen
congregacionalista había formado una sociedad para la evangelización de
Europa. Los moravos crearon en 1810 una sociedad de amigos para difundir
el estudio de la Biblia. Las autoridades prohibieron la sociedad de amigos y
la predicación a los jóvenes pastores que habían recibido la influencia de
Haldane. Los nuevos predicadores fundaron iglesias libres en la ciudad o se
dirigieron a otras partes de Francia con su mensaje de avivamiento.
Robert Haldane se trasladó a París en 1824 y fundó una escuela para
preparar misioneros. Muchos de los predicadores formados por Haldane
terminaron en las iglesias hugonotas, que llevaban siglos de persecución,
muchas de ellas habían caído en el neo-protestantismo, más cercano al
deísmo que al cristianismo. Tras el avivamiento los franceses mandaron
misioneros a varias partes de Europa, incluida España.
En Alemania el estudiante Jean H. Merle d’Aubigné, que había estudiado
con Haldane en Ginebra, se convirtió en pastor de la Iglesia valona en
Hamburgo. En otras zonas del país como Berlín, Halle o Renania continuó el
avivamiento, que llegó hasta el mismo Káiser de Prusia, Federico Guillermo
IV.
El movimiento alemán nació justo con la celebración del 400 aniversario de
la Reforma en Wartburgo (1817). Cuando muchos luteranos volvieron a las
bases de su fe.
En los países nórdicos también llegó la influencia del avivamiento. En
Dinamarca la predicación de Sören Kierkegaard llevó a muchos compatriotas
a las antiguas prácticas luteranas. En los Países Bajos la figura de Abraham
Kuyper, periodista, político y teólogo fundó una nueva iglesia al margen del
calvinismo tradicional, más cercano a la teología liberal.
Fuera de Europa el avivamiento también se extendió a otros continentes. El
imperialismo produjo muchos desajustes e injusticias, pero en algunos casos
fue acompañado de misioneros que querían favorecer la situación de los
indígenas. Muchos misioneros criticaron la explotación que suponía el
imperialismo y el mal ejemplo para los pueblos que pretendían evangelizar.
Algunos países abrieron sus fronteras para la evangelización por la presión
militar y política de las metrópolis. Los misioneros pudieron predicar en la
India a partir de 1813 y en China y Japón a mediados del siglo XIX. En
algunos países se habían mantenido iglesias cristianas tradicionales, muchas
de ellas se dividieron ante la llegada de los misioneros, que en muchos casos
no comprendían su idiosincrasia.
El movimiento misionero fue de marcado carácter laico e
interdenominacional. Las iglesias no confiaban en las iglesias estatales
demasiado vinculadas con el poder.
William Carrey (1761-1834) fundó la primera agencia misionera bautista
llamada Asociación Bautista para la Misión. Poco a poco, en casi todos los
países protestantes surgieron misiones. También nacieron muchas sociedades
bíblicas para la difusión de la Palabra de Dios en diferentes idiomas.
En los Estados Unidos el providencialismo y el sentido de elección del país
se identificó con la evangelización del mundo y favoreció el envío de
misioneros.

William Carrey
En 1768 William Carrey, que había ejercido varias profesiones antes de
convertirse en pastor bautista, publicó su Investigación sobre la obligación de
los cristianos de usar medios para la conversión de paganos. Tras fundar una
asociación misionera salió como el primer misionero en 1792 para
evangelizar la ciudad de Calcuta. Tuvo que dejar la ciudad e intentar la
misión en la colonia danesa de Serampore; desde allí tradujo muchos folletos
a los idiomas de la región, convirtiéndose en un experto en lenguas hindúes.
Apoyó varios proyectos para la mejora de la vida de los campesinos hindúes
y logró la conversión de muchas personas.
Otros misioneros como Robert Moffat se centraron en África. A pesar de la
oposición del gobierno británico, logró fundar una iglesia indígena y traducir
la Biblia a su idioma. David Livingston o James Hudson Taylor llevaron el
Evangelio a lugares muy apartados, logrando resultados espectaculares en
África y Asia.
Desde Alemania se envió a Ludwin Ingwer Nommensen para evangelizar
Indonesia. Logró ganarse la confianza de sus habitantes a pesar de los
desmanes de los gobernadores de la colonia.
El esfuerzo misionero no supo construir iglesias autóctonas fuertes. Estaban
más preocupados por la evangelización inmediata y no se pararon a formar
líderes locales ni crearon una mínima infraestructura que pudiera resistir si
faltaban los misioneros.
La Gran Guerra terminaría con el sueño misionero, unido a la
descolonización, el aumento del nacionalismo en las antiguas colonias y el
rechazo a todo lo relacionado con Occidente.
Los logros de los misioneros persistieron en parte. Su lucha contra la
enfermedad, el analfabetismo, la supresión de costumbres inhumanas o la
transmisión de valores universales ayudaron al progreso de muchos países.
1.8 El origen de la liga anti alcohol y el sufragio femenino.
Movimiento de Santidad en los Estados Unidos
El Movimiento de Santidad surgió a finales del siglo XIX como una respuesta
a la secularización progresiva de las iglesias y la sociedad norteamericana. La
inspiración del movimiento fue claramente metodista y de él serían herederos
más tarde el pentecostalismo y el carismatismo.
John Wesley había enseñado la importancia de la santidad tras la conversión
y que esta podía ser completa buscando un corazón perfecto y la
transformación personal. Algunos llamaron a la experiencia de santificación
la “segunda bendición”. John Fletcher, un estrecho colaborador de Wesley, la
denominó por primera vez como bautismo del Espíritu Santo, aunque él no lo
relacionó con los dones del Espíritu Santo o el hablar en lenguas.
Uno de los primeros en relacionar la segunda bendición y la glosolalia fue
Asa Mahan, sucesor de Finney. Mahan comentó la importancia del Espíritu
Santo y la necesidad de que los cristianos lo recibiesen.
Moody en el Reino Unido promovió lo que él llamaba el perfeccionamiento
radical, una idea parecida a la segunda bendición.
En 1875 se comenzó a hablar de la santificación pentecostal y el poder
pentecostal antiguo. Comenzó un avivamiento en los Estados Unidos. En
1886 se produjo un avivamiento en Tennessee y Carolina del Norte surgiendo
la Iglesia de Dios.
Entre los años 1904 y 1905 se produjo otro avivamiento en Gales, en
especial entre los mineros y la gente más sencilla. Evans Robert un sencillo
joven fundó un movimiento que se extendió por Gales y otras partes del
Reino Unido.
Algunos piensan que el nacimiento del Movimiento de Santidad surgió en la
ciudad de Nueva York. Un matrimonio llamado Palmer comenzó a celebrar
reuniones en su casa en el año 1835. Tras varios años de reuniones, que
habían comenzado sobre todo con grupos de mujeres, muchos pastores
metodistas comenzaron a participar y el movimiento se extendió a varias
iglesias.
El periódico metodista La Guía de la perfección cristiana propagó
rápidamente las nuevas prácticas. A las reuniones informales por las casas
comenzaron a unirse miembros de otras denominaciones.
Iglesias calvinistas en Inglaterra, como la de Asa Mahan, comenzó a
practicar las mismas doctrinas que los metodistas norteamericanos.
William Boardman promovió con campañas evangelísticas por toda
América las ideas del Movimiento de Santidad. Publicó una revista llamada
La vida Cristiana Superior que llegó a miles de lectores en todo el país.
La cuáquera Hannah Smith fue otra de las difusoras del nuevo movimiento.
Hasta ese momento las mujeres habían participado de manera muy activa en
un avivamiento.
En Canadá el pastor James Caughey promovió un gran avivamiento en
Ontario, que se extendería más tarde al resto del país.
Muchas de las reuniones de santidad se celebraban en el campo o en carpas
en las ciudades. La gente acudía en masa a las celebraciones normalmente
animadas, amenizadas con música y una predicación fervorosa. Se creó la
conocida Asociación Cristiana de Santidad, que tenía carácter
interdenominacional. Se celebraron encuentros en los que participaban hasta
25.000 personas a la vez.
El movimiento metodista se dividió formando primero la Iglesia Metodista
Wesleyana (1843) y después otro grupo fundó la Iglesia Metodista Libre
(1860). Otros grupos comenzaron a aparecer por todos lados.
Los menonitas también participaron en el Movimiento de Santidad. Se
crearon nuevos grupos como Iglesia Misionera de los Estados Unidos. Los
“hermanos de Cristo” se originaron tras salir del luteranismo pietista en
Pensilvania. Los cuáqueros o el mismo Ejército de Salvación recibieron una
renovación espiritual a través del Movimiento de Santidad.
El Movimiento de Santidad se desarrolló en Gran Bretaña, sobre todo en las
ciudades de Brington, Oxford o Keswick. El movimiento se extendió a
Escocia y otras partes de la isla.
En 1874 Albert Benjamín Simpson fundó la Alianza Cristiana y Misionera
que ejercería una gran influencia en América Latina, extendiendo el
Evangelio a numerosos países.
BF Haynes fundó en aquella misma época la llamada Iglesia del Nazareno,
que también tendría un fuerte enfoque misionero.
El Movimiento de Santidad también contribuyó a profundos cambios
sociales. Primero se creó la Sociedad Americana de la Templanza en 1826 y
que llegó a contar con más de 1.250.000 miembros. Este tipo de
organizaciones también se crearon en Irlanda e Inglaterra, Nueva Zelanda y
Australia.
Unos años más tarde se fundó la Sociedad Antialcohólica de la Abstinencia
que además luchó por el voto de sufragio universal masculino. Con ella se
intentó demostrar a las élites que la clase obrera era suficientemente
responsable como para participar en las decisiones políticas del país.
El movimiento por la abstinencia se concentró a mediados del siglo XIX
para defender el voto femenino. El movimiento de la templanza se había
convertido en un movimiento de masas y había descubierto su propia fuerza
para cambiar las cosas. En los siguientes años el movimiento conseguiría
revindicar derechos sociales y civiles para las clases más desfavorecidas y las
mujeres, poniendo las bases para el movimiento sufragista femenino y los
derechos de los trabajadores.
1.9 El origen masón de las sectas del siglo XIX: disidentes
y sectas protestantes
Es muy grande el número de sectas que surgieron directa o indirectamente de
la masonería, pero dos de ellas surgieron en pleno movimiento santidad en el
siglo XIX. Muchas de ellas están muy extendidas en la actualidad y son
ampliamente conocidas, otras permanecen ocultas al gran público, pero todas
ellas han conservado en alguna medida la impronta masónica de sus
fundadores.
La rama de la masonería más esotérica permitió que de su seno surgieran
todo tipo de sectas místicas, unas seudocristianas y otras más abiertamente
ocultistas.
Algunas de las características de estos grupos son comunes a otras sectas.
Entre sus rasgos principales están su autonomía de otros grupos mayoritarios,
el ser muy proselitistas, su liderazgo altamente jerarquizado, la obediencia a
las enseñanzas de un líder y sus sucesores, la añadidura de una interpretación
especial de las Sagradas Escrituras o la creación de otros libros sagrados.
La creación de sectas entre los masones no ha sido intencionada en muchos
casos, pero tal vez su ambiente de misterio, rituales secretos y nuevas
revelaciones atraen al tipo de gente capaz de crear una nueva secta, al recibir
una especie de «revelación» propia u original.
Además del surgimiento de sectas entre los masones, los masones han sido
los impulsores de nuevos ritos y religiones, especialmente las de carácter
oriental. De esta manera la influencia de la masonería en el movimiento
teosófico y en Helena Blavastsky a la postre supuso la importación de todo
tipo de ideas orientales tales como el yoga, la meditación, las gemas y todo
tipo de ritos. Esas ideas ocultistas evolucionaron en muchos casos hasta
convertirse en nuevas oleadas de esoterismo, como sucedió en el caso de la
Nueva Era, que era una versión actualizada de la Teosofía del siglo XIX y
principios del siglo XX. La Nueva Era influyó a toda una generación y
promovió, en alguna manera, muchas de las ideas y prácticas religiosas
actuales en Occidente.
Pero el verdadero semillero de nuevas sectas fue el siglo XIX. Muchas de
ellas aprovecharon lo que en Estados Unidos se conoció como “nuevo
despertar”, un movimiento de avivamiento cristiano, para proliferar y
extenderse por todo el mundo.
Otras sectas han surgido por el impulso de ciertas logias. Son las sectas
“paramasónicas”, suelen estar compuestas fundamentalmente por masones,
aunque oficialmente no están bajo ninguna obediencia.
Una de las sectas paramasónicas más grandes es la Orden Antigua Arábiga
de los Nobles del Santuario Místico, que tiene más de 700.000 miembros en
Estados Unidos, México, Canadá y Panamá, todos ellos masones. Sus obras
benéficas son muy importantes y sus rituales simbólicos son musulmanes.
Otra de las sectas de este tipo es la Gran logia Rockefeller, en la que solo
pueden ingresar personas iniciadas en los grados más altos de la masonería y
con un elevado nivel económico. La corriente de este grupo es luciferina. Su
sede principal estaba en el centro de Nueva York, frente al Rockefeller
Center, ahora está a las afueras de la ciudad.
Una de las familias más curiosas de este esoterismo masónico son los
Rockefeller. Pertenecen al grupo de judíos sefardíes expulsado de España en
1492. En el siglo XIX la familia logró un alto estatus económico y en la
actualidad es una de las sagas más ricas e influyentes en los Estados Unidos.
Otra de las organizaciones que controlan es el Concil on Foreign Relations,
al que han pertenecido altos cargos de la administración de varios gobiernos
desde la época de los Kennedy hasta Bush padre.
Se ha creído siempre que la familia Rockefeller está detrás de lo que se ha
denominado “Nuevo Orden Mundial” y que conspira contra la Iglesia
católica y para extender el poder de los Estados Unidos y el suyo propio.
Otras de las sectas masónicas son la Orden de la Luz, secta creada por
Maurice Vidal Postman a finales del siglo XIX. La Societas Rosicruciana in
Anglia, una secta ocultista fundada en 1866, que solo permite la entrada a
masones de tercer grado y está presente en casi toda Europa y Sudamérica. Se
cree que este grupo y el anterior crearon la secta satánica el Alba Dorada.
Una secta rosacruciana norteamericana es la Sociedad Rosacruciana en los
Estados Unidos, fundada por masones rosacrucianos en 1880. Otro grupo
rosacruciano es el fundado por Arthur Edward Waite llamado la Fraternidad
Rosa Cruz, fundado en 1915 e integrado por masones y rosacrucianos.
Este tipo de sectas masónicas son muy numerosas y sus ideas suelen ser
ocultistas, no es abiertamente proselitista e intenta que sus actividades sean lo
más discretas posibles, pero existen sectas más conocidas que han nacido en
el seno de la masonería y algunas de ellas tienen millones de seguidores.

Los Testigos de Jehová


Es curioso e irónico que los Testigos de Jehová, fundados por Charles Taze
Russell, tengan prohibido pertenecer a cualquier tipo de organización, y en
especial a la masonería, cuando su fundador fue masón. Muchos han
afirmado que el creador de los Testigos de Jehová pertenecía a la masonería,
en concreto a los Knights Templar (Caballeros Templarios), un grupo
masónico que utiliza el Rito de York.
El joven Russell debió ingresar en la masonería siguiendo el ejemplo de su
padre, un pequeño comerciante de Pittsburg.
Desde el comienzo de sus predicaciones, Russell utilizó expresiones
masónicas. Además, en su predicación titulada Poder conocer los secretos de
Dios, comenta que él no pretende atacar ni desprestigiar a la masonería.
En la primera etapa de los T. J., cuando se denominaban “Los Estudiantes
de la Biblia” (1913-1931), ofrecían la pertenencia a la “Orden secreto de
Melquisedec”, que consideraban superior a la masonería. En esta Orden se
pasa de grado a grado como en la masonería hasta llegar a la “Orden secreto
del Señor”. Su similitud con la masonería es evidente.
Los T. J. utilizan muchos símbolos masones como el disco solar alado (es
un símbolo mesopotámico que tenían culturas como los persas, asirios y
egipcios), que en la masonería representa el grado 33. La corona real con una
cruz latina y hojas de laurel era otro símbolo masónico que se reproducía en
los números antiguos de la Atalaya (revista oficial de los T. J.). Este símbolo
también se llevaba en el ojal de las chaquetas. Uno de los ejemplos más
claros de la influencia masónica en Russell es su propio mausoleo. El
pequeño monumento está construido en forma de pirámide, Russell estuvo
durante toda su vida obsesionado con el secreto de la Gran Pirámide y el
Antiguo Egipto. El símbolo de la corona, la cruz y el laurel destaca sobre la
piedra negra. Ambos símbolos claramente masónicos. Además Russell
utilizaba con asiduidad palabras masónicas como gran maestre, para definir a
Cristo; al jehovismo le denominaba orden secreta y, al futuro, edad dorada.
Otra de las preocupaciones de Russell fue descubrir el verdadero nombre de
Dios, lo mismo que los masones con la famosa Palabra Perdida.
Russell participó del movimiento adventista49 de finales del siglo XIX. En
1870 ingresó en el grupo de Allegheny, un grupo adventista dirigido por
Jonah Wendell. El testimonio de Nelson H. Barbour, otro adventista, impactó
tanto a Russell que decidió unirse al grupo. El adventismo dio varias fechas
para el posible fin del mundo y Russell siguió perteneciendo al movimiento a
pesar de las continuas profecías fallidas.
Russell y Barbour utilizaron la interpretación de Miller, el primero en dar
fechas fallidas del regreso de Jesucristo y, como él, interpretaron que desde
1874 Jesús estaba presente en la Tierra, aunque no se manifestaba
plenamente. Los adventistas además enseñaban que en 1914 serían destruidos
todos los gobiernos y las iglesias. Los T. J. actuales creen que el tiempo del
fin comenzó en 1914, no en la fecha de 1874, como afirmó en su juventud el
propio Russell. Para él 1914 era el punto final de ese proceso, pero como en
1914 no se terminó el mundo, a pesar de la Gran Guerra, los T. J. rectificaron
sus creencias. El propio Russell lo afirma en el volumen VII de sus
estudios50: “Los Tiempo de los Gentiles o su periodo de dominio acabarán
totalmente en 1914 d.J.C. y en ese tiempo serán derribados y el Reino de
Cristo será plenamente establecido…”. Poco después, en el capítulo
siguiente, Russell menciona el año 1874 como el inicio del fin o, como él lo,
llama “Tiempos de la Restauración” y del regreso de Nuestro Señor. Para los
más escépticos diremos que al año siguiente vuelve a afirmar las mismas
ideas51:
Mientras las profecías temporales apuntan hacia 1874 y armonizan con
que es la fecha de la segunda presencia de Nuestro Señor,
asegurándonos el hecho con matemática precisión, nos encontramos
abrumados por la evidencia de otro carácter; por ciertos signos
peculiares, predichos por el Señor y los apóstoles y los profetas que
iban a predecir su venida, están siendo ahora claramente reconocidos
como cumpliéndose realmente.
Una vez más, el propio Russell, temiendo que la espera hasta 1914 se
hiciera un poco larga, anunció que en 1878 los T. J. serían arrebatados. Los
russellistas se vistieron con túnicas blancas para la fecha señalada y esperaron
la venida del Señor sobre el puente de Pittsburgh, pero esperaron en vano.
En 1879, Russell abandonó la sociedad con su antiguo amigo y mentor
Barbour y fundó la “Sociedad Wachtower”, anunció la fecha de 1881 para un
nuevo arrebatamiento, pero tampoco sucedió nada.
Un grupo capitaneado por Paton abandonó la secta. La única forma que
Russell tuvo para salvarse de la extinción fue afirmar que solo él podía
interpretar la Biblia y poner el 1914 como fecha definitiva para el fin del
mundo.
Sus seguidores rindieron verdadero culto al líder, se escribieron todo tipo de
elogios, algunos rozando la idolatría. Sus enseñanzas se pusieron a la altura
de la Biblia y nadie podía contradecirlas o ampliarlas. Algunos de sus
seguidores afirmaban que la Biblia no podía leerse sin la Atalaya y que, de
hecho, aunque se dejara de leer por completo la Biblia, la Atalaya sería
suficiente para que el seguidor no se apartara de Dios.
La vida de Russell no fue un desecho de virtudes. Su matrimonio con Mary
Frances Ackley fracasó, su mujer le acusó de adulterio y malos tratos. Su
esposa le culpó de mantener relaciones con su secretaria y la criada. Russell
fue condenado a pesar de apelar en varias ocasiones. El fundador de los T. J.
se negó a pagar la pensión a su esposa, por eso cambió la sede de Pittsburg a
Nueva York, para que la corte no le embargara sus bienes.
Otro de los escándalos del fundador fue el llamado “trigo milagroso” que
vendía a sus seguidores y que, tras ser destapado por el Brooklyn Daily
Eagle, tuvo que dejar de vender a precios desorbitados. Russell denunció al
periódico, perdió, volvió a recurrir y al final tuvo que pagar las costas del
juicio.
El caso más escandaloso fue el del juicio contra el pastor evangélico Ross,
que había escrito un folleto denunciando las prácticas de Russell. Este le
denunció y el líder de los T. J. cometió varias veces perjurio para justificarse.
El abogado de Ross le preguntó a Russell que si sabía griego y este dijo que
sí, cuando el abogado sacó un Nuevo Testamento en griego no pudo leerlo y
reconoció que no conocía ni el alfabeto de este idioma.
Después de perder el juicio Russell se radicalizó más, su grupo se separó de
todo contacto con otros movimientos, solo ellos podrían llegar al Cielo y eran
los elegidos de Dios. Si alguien se enfrentaba a su líder, estaría fuera de la
única religión verdadera y quedaría excluido de la salvación.
A medida que la fecha de 1914 se acercaba, los T. J. hicieron una
impresionante labor de proselitismo y publicaron más de diez millones de
ejemplares del tratado Fin del mundo en 1914. En el folleto Russell hace
afirmaciones como:
En 1914, el Señor tendrá el control pleno. El gobierno gentil será
derribado; el Cuerpo de Cristo será glorificado; Jerusalén dejará de ser
pisoteada; la ceguera de Israel desaparecerá: una anarquía mundial; y
el Reino de Dios sustituirá a los gobiernos del hombre.
Curiosamente Russell no llegó a algunas de las fechas del fin del mundo a
través de la Biblia. Para la fecha de 1874 utilizó un cálculo de las medidas de
la Gran Pirámide52. Los orígenes de las pirámides y sus misterios han sido
un tema muy recurrente de los masones.
En un discurso pronunciado en 1913, Russell parece admirar a los masones:
“Estoy muy contento de tener esta oportunidad particular de decir unas
palabras en relación con algunas cosas en las que estamos de acuerdo
con nuestros amigos masones, porque estamos hablando en un edificio
consagrado a la masonería, y porque además nosotros también somos
masones. Yo soy un masón libre. Soy un masón libre y aceptado, si
puedo llevar el asunto a sus últimas consecuencias, porque eso es lo
que a nuestros amigos masones les gusta decirnos, que ellos son
masones libres y aceptados. Es su manera de presentar las cosas. Así
que yo soy un masón libre y aceptado. Confío en que todos lo somos.
Pero no únicamente según el modelo de nuestros hermanos masones
con los que no tenemos nada que discutir. No voy a decir ni una sola
palabra contra los masones libres porque, de hecho, algunos de mis
más queridos amigos son masones, y puedo apreciar que tienen ciertas
verdades preciosas que han sido conservadas, en parte, gracias a
nuestros amigos masones. He tenido ocasión de hablar con ellos
algunas veces y me dicen: “¿Cómo es que Ud. sabe tanto sobre todo
esto? Pensábamos que nadie sabía nada de estos asuntos excepto los
que tenían acceso a nuestra logia más alta”. Les dije que yo tuve una
conferencia con el Gran Maestro Artesano, el Señor mismo, y que
tenía esas informaciones secretas gracias a su dirección a través del
Espíritu Santo en relación con lo que la Biblia nos indica y que
contiene toda la verdad en todo lo que dice, según creo.
Discurso del Pastor Russell en San Francisco, California (Gira de 1913)
NOTA
Aunque en el mismo discurso afirmó no ser masón.
La Guerra de 1914 supuso un importante avance para los T. J. por su
coincidencia con las fechas señaladas, por ello Russell se animó a anunciar
nuevos fines del mundo, uno en 1915 y otro en 1918, los dos sacados de los
cálculos de la misma pirámide. Tras su muerte, y a pesar de los repetidos
fracasos, la secta ha seguido creciendo y extendiéndose por el mundo, se
calcula que hay más de 7.000.000 de T. J. en todo el mundo.
Los Mormones
El caso del mormonismo es aún más espectacular. Al parecer, su fundador,
John Smith, tuvo una experiencia mística en 1820 mientras oraba debajo de
una arboleda, cuando apenas contaba con 14 años de edad. Tras un resurgir
religioso en su ciudad, el adolescente, ante la gran diversidad de iglesias, se
preguntaba: ¿cuál es la verdadera? Dios padre y Jesucristo se presentaron
ante él para responderle.
Al parecer, el contexto familiar de Smith no era idílico, un padre bebedor y
una madre que practicaba algún tipo de hechicería y que decía tener visiones
criaron a un joven muy impresionable. El padre de John se dedicaba a buscar
tesoros por encargo, una profesión algo extraña. Dos años antes, su padre se
había iniciado en la masonería y llegó a pertenecer al tercer grado, su
hermano también entró en la logia de Palmyra en Nueva York.
La visión de John sucedió, como dijimos antes, en la soledad de un bosque
cercano a su casa. Mientras oraba se le aparecieron dos varones y uno
señalando al otro dijo: “Este es mi Hijo amado, escúchalo”. John Smith tenía
una pregunta que le inquietaba, ¿cuál era la religión correcta? Uno de
aquellos personajes le contestó que todas las religiones estaban equivocadas.
No quedó constancia durante muchos años de esta aparición, de hecho hasta
1842 no se la describe en ningún sitio. El primer relato habla de un ángel
llamado Moroni que le dio las tablas en las que Smith se basó para escribir su
Libro de Mormón. Durante años circularon dos versiones de esta primera
visión entre los mormones, pero James B. Allen aún habla de una tercera
versión del mismo hecho. El propio Smith publicó a lo largo de su vida
diferentes versiones de la misma visión. Las diferencias en distintas versiones
de “las visiones” son muy significativas. En 1834 y 1835 publicó una versión
diferente a la de 1842, que es la que se considera oficial. En las versiones del
34 y 35, John Smith tenía 17 años y no 14 como en la oficial; en la oficial la
aparición es de un ángel y no de Dios Padre y Jesucristo. Tampoco estaba
claro en las distintas versiones el nombre del ángel, en una se llamaba Nephi
y en otra Moroni. Al final, Smith dijo en su libro La Perla de Gran Precio
que Dios y su Hijo se le habían aparecido.
El libro de Mormón es el resultado de unas placas de oro que el ángel
Moroni le mostró a John Smith, según describe este en La Perla de Gran
Precio. Junto a las placas, Smith encontró unas gafas que traducían las placas
del egipcio al inglés. Tras la traducción de Smith, tanto las gafas como las
planchas desaparecieron por arte de magia.
No describiremos el método de traducción para no dañar la sensibilidad
racional de los lectores, pero, según Smith, el libro original fue escrito entre
los años 421 y 384 a.C. por Mormón, el padre de Moroni. Hubo tres
supuestos testigos en todo el proceso: Oliver Cowdery, David Whitmer y
Martin Harris. Aunque los tres testigos nunca vieron las placas de oro,
prácticamente todos estos testigos se marcharon de la secta y los propios
hijos de Smith le abandonaron para formar una rama nueva del mormonismo.
Años más tarde Smith dijo traducir varios rollos de papiro y compró
algunas momias, de aquellos rollos sacó su libro Libro de Abraham, una de
las personas que había visto los textos envió un facsímil a varios egiptólogos
que desmintieron la supuesta traducción de Smith.
El propio John Smith se inició en la masonería el 15 de marzo de 1842,
ascendiendo rápidamente en la logia. En aquel entonces ya funcionaban tres
logias masónicas llamadas “logias mormonas”, con 150 mormones que eran
masones.
Lucinda, la esposa del famoso Morgan secuestrado por masones en 1826,
junto a su segundo esposo, que era masón, se unieron a los mormones en
1834. Se cree que ellos animaron a John Smith a hacerse masón.
La relación de los mormones con la masonería se acrecentó con el paso del
tiempo. La Gran Logia de Illinois fue fundada por un conocido mormón
llamado James Adams, de aquella surgieron otras compuestas exclusivamente
por mormones. Los primeros cinco presidentes del mormonismo fueron todos
masones de la logia Nauvoo.
El propio Smith comparó sus enseñanzas con las de la masonería en un
discurso poco antes de su muerte. Las similitudes entre algunos ritos
mormones y masones son muy evidentes. Como entre el ritual de tercer grado
o maestro masón y la señal del clavo o primer signo del sacerdote de
Melquisedec, el grado supremo en el mormonismo.
Al parecer la ruptura entre masones y mormones se precipitó cuando los
últimos introdujeron la poligamia entre sus prácticas. La separación entre
masones y mormones continuó en el estado de Utah hasta 1984
John Smith se presentó como candidato a la presidencia de los Estados
Unidos, naturalmente no lo consiguió. En 1843, recibió una nueva revelación
en la que se permitía la poligamia. Smith llegó a tener más de ochenta
mujeres, entre esposas y amantes.
El final del fundador de la secta sería trágico. Smith y algunos de sus
seguidores fueron detenidos por poligamia, estafa y otros delitos en la ciudad
de Carthage, después del arresto una multitud enfervorecida asaltó la cárcel y
ahorcó a varios de sus miembros y a su líder. Al parecer, Smith hizo varios
gestos masones para intentar que sus hermanos de logia le salvaran, pero no
logró aplacar a la multitud.
Le sucedió en el cargo Brigham Young, otro masón que llevó a los
mormones hasta su particular “tierra prometida”, en el valle de Salt Lake. Allí
fundaron una ciudad y un estado independiente hasta ser anexionados por los
Estados Unidos.
El mormonismo creció de manera importante a lo largo del siglo XIX y en la
actualidad hay más de 10 millones de mormones en todo el mundo. Su peso
político, sobre todo en los Estados Unidos, social y económico es muy
importante.

El Adventismo del Séptimo Día


El adventismo fue fundado por William Miller, que al estudiar la Biblia y las
profecías del profeta Daniel llegó a la conclusión de que el advenimiento de
Jesucristo se produciría para el año 1843. Tras la gran decepción, muchos
partidarios de Miller le abandonaron, pero las visiones de una de sus fieles,
Ellen G. Hamon, más conocida como Ellen White, mantuvo al movimiento
vivo. Ellen tuvo más de 2.000 visiones diferentes durante el tiempo que
gobernó la Iglesia adventista. El artífice de estas visiones fue su “ángel
acompañante” como ella lo llamaba, en otros casos era el mismo Espíritu de
Dios. Fue Ellen la que tuvo la visión de los 144.000 salvados, que luego
adoptaron los Testigos de Jehová, que provenían del adventismo.
Muchos acusaron a Ellen de plagiar sus obras que tocaban los temas más
variopintos. En 1980 una comisión adventista reconoció que sus plagios
estaban extendidos a casi todas las obras y en una cantidad significativa.
Muchos colaboradores cercanos denunciaron el fraude de sus escritos.
Ellen admitió las aportaciones de algunos masones a su pensamiento. Entre
ellos destacaba Bates, también el primer maestro de la logia de Foxcrof,
James Stuart Holmes. Se cree que Ellen perteneció a la masonería y practicó
el rito escocés Antiguo y Aceptado.
En la actualidad, el adventismo cuenta con más de 15.000.000 de
seguidores de sus enseñanzas y en muchos países han sido aceptados como
una denominación protestante más.

La Ciencia Cristiana
Ann Baker Hedí fundó esta secta. Ann fue una mujer enfermiza que en 1866
afirmó haber descubierto el principio divino que había usado Jesucristo para
sanar a la gente. Sus ideas quedaron expresadas en su libro Ciencia y salud
con Clave de las Escrituras, publicado en 1875. En su libro habla de que el
principio divino de la curación se comprueba en la experiencia personal de
cualquier investigador sincero de la Verdad. En 1879 fundó su propia iglesia
y la llamó Iglesia de la Ciencia Cristiana.
No se puede decir que la Ciencia Cristiana sea cristiana, ya que niega
principios básicos como la Trinidad, la divinidad de Jesucristo, la
resurrección de los muertos, el Infierno, el sacerdocio universal, entre otras
creencias. Tampoco es muy científica, sus postulados más bien son esotéricos
y ocultistas.
Ann se casó con un masón, fue amiga íntima de otro masón, Henry Steele
Olcott, que junto a madame Blavatsky fundó la Teosofía. Ann publicó parte
de su obra en la revista mensual de masones. Además, Ann permitía que los
miembros de su organización pertenecieran a la masonería. Varios
presidentes de la Ciencia Cristiana fueron masones y algunos de sus activistas
más importantes, así como el editor de la revista Christian Science Monitor,
George Channing, y varios de sus colaboradores.
Ann consiguió muchos adeptos y construyó una impresionante catedral en
Boston, sus seguidores comenzaron a llamarla “madre María”.
Las ideas de Ann afirmaban que la enfermedad y el pecado no existen, son
un reflejo de la mente. Para curar esos males se usa la fe y la oración. Ann
defendía la igualdad de la mujer y apoyó el movimiento feminista de su
tiempo.
1.10 La teología entra en escena: el intento de
fundamentalismo y liberalismo
En la época de la Ilustración (siglo XVIII) se produjo una paulatina separación
de la filosofía, la ciencia y las artes de las creencias cristianas, en especial en
Europa. En cierto sentido la Ilustración fue una victoria del humanismo sobre
el cristianismo. El movimiento de la ilustración abogaba por la emancipación
del ser humano de Dios, ideas que ya se habían apuntado durante el
Renacimiento, pero que el protestantismo había logrado retrasar.
El proceso de secularización comenzó cuando la teología, que hasta el siglo
XVII había pertenecido al ámbito de la Iglesia comenzó criticar las prácticas
cristianas y a la Biblia. El paulatino desinterés de las clases altas por la
religión hizo que esta saliera de la mayoría de las universidades, obras
culturales y filosóficas. Por último, los estados absolutistas tendieron a
perseguir a todos los disidentes que no se sometían a las iglesias estatales.
Los reinos llegaron a tener un férreo control sobre las iglesias, lo que las
desprestigió, al vincular el poder violento del estado con la complicidad de la
iglesia.
Emanuel Kant, filósofo alemán de origen protestante, vio la Ilustración
como el fenómeno de emancipación de su ingenuidad voluntaria. Creía que la
razón era la clave para explicar todas las cosas, necesaria para escapar del
“sueño dogmático”. Kant proponía la razón como una herramienta para
luchar contra el absolutismo y una iglesia autoritaria, que imponía las
creencias a los demás.
La Ilustración llegó en un momento de agotamiento religioso, cuando tanto
la fuerza del protestantismo como del catolicismo parecían agotadas. Surgió
principalmente en los países en los que había más libertades políticas como
Inglaterra, los Países Bajos o Escocia.
Para los ilustrados la sociedad podía progresar, eran optimistas en cuanto
los avances del hombre, mientras que la religión era pesimista. No creía en la
capacidad del hombre para mejorar el mundo. La Ilustración se mantenía muy
escéptica frente a las creencias cristianas y tenía una agenda de reformas
sociales y políticas profundas.
Los ilustrados creían en una cosmovisión naturalista, centrada en tres
elementos: la naturaleza, la razón y la historia. La verdad tenía que buscarse a
través del empirismo, el racionalismo y el escepticismo. La historia era una
ciencia crítica que cuestionaba las creencias, la autoridad de la Biblia y la
religión. La filosofía ya no buscaba en el cristianismo la verdad, ni para la
politología Dios era fuente de derecho, hasta la teología perdió su anterior
significado para centrarse en una especie de estudio de las religiones, dando
explicaciones naturales a las ideas trascendentes del cristianismo.
La libertad de imprenta, por la que tanto habían luchado los protestantes, se
convirtió en el instrumento para secularizar la sociedad. En los Países Bajos
surgieron algunos de los pensadores más contrarios a la religión. Uno de los
más conocidos fue el católico René Descartes, criado por los jesuitas, pero
que en su Discurso del método ponía las bases para el escepticismo. Todo lo
que no podía ser medido y estudiado debía desecharse como camino hacia la
verdad. Baruch Spinoza, judío sefardí, escribió un libro de ética racionalista,
que prescindía de la religión como paradigma moral. El hugonote Pierre
Bayle publicó un libro que criticaba las supersticiones y las creencias
religiosas.
En Inglaterra el movimiento ilustrado no fue tan radical, creó un deísmo que
convertía la divinidad en un demiurgo desinteresado por su creación. Algunos
deístas desmitificaron la Biblia, intentando convertir en cristianismo en una
religión racionalista y natural. En los Estados Unidos e Inglaterra el deísmo
no llegó a las clases populares y algunos intelectuales se mantuvieron fieles a
su fe cristiana. David Hume intentó demostrar en Inglaterra que el
cristianismo era tan solo un intento desesperado del hombre por aliviar su
angustia existencial.
Uno de los lugares donde la Ilustración se impuso de manera más
contundente fue en Francia. Filósofos como Voltaire o Rousseau negaron el
valor de la religión y lo sobrenatural. Sus ideas se propagaron rápidamente a
través de la Enciclopedia, gracias a los divulgadores Diderot y d’Alembert.
La razón crítica de Kant pretendía sustituir la religión tradicional por una
mezcla de racionalismo y empirismo. Para él toda idea debe rendir cuentas en
el tribunal de la razón, por eso la religión tradicional debe ser desechada. Esto
no quiere decir que Kant fuera ateo, más bien creía que la fe y la inmortalidad
surgen de una moral racional.
En el mundo católico se persiguió las ideas ilustradas, pero en el mundo
protestante la libertad impedía que se condenara a nadie por sus ideas o
creencias. Los países protestantes sufrieron de una manera más contundente
el impacto de la Ilustración.
El clero protestante en general fue educado en el deísmo y el escepticismo,
lo que fomentó que en el siglo XVIII surgieran grupos cristianos disidentes,
que no apoyaban las creencias racionalistas de las iglesias estatales.
En el mundo protestante se formaría en el siglo XIX una corriente de
pensamiento llamada neoprotestantismo que intentaría aunar el racionalismo,
la fe cristiana y la cosmovisión científica de la época. A pesar de que hubo un
neoprotestantismo moderado, la mayoría de los defensores de estas ideas
defendían un cristianismo moralista, sin temor de Dios, sin misterio
sobrenatural ni espiritualidad. Para estos grupos Jesús era un humano justo y
un maestro moral, pero nada más que eso.
La burguesía y la nobleza adoptaran las nuevas ideas, dejando de lado las
creencias doctrinales básicas del cristianismo.
El neoprotestantismo del siglo XIX se extendió rápidamente entre las
iglesias luteranas, reformadas y anglicana. Desecharon algunos de los
principios básicos de la Reforma protestante como la sola Biblia o solo
Cristo.
El neoprotestantismo dividió a muchas iglesias reformadas, pero no logró
formar un movimiento, ya que el descreimiento que predicaba terminaba por
destruir las iglesias en las que se introducía.
El neoprotestantismo se extendió rápidamente por los Países Bajos, de
hecho fueron los más afectados por sus ideas. Sus ideas fueron derivando del
supranaturalismo a la teología idealista y de esta a la teología liberal.
El fundamentalismo fue la respuesta a las teologías liberales y las teorías
darwinistas sobre la evolución. Curiosamente el fundamentalismo se apropió
de algunas ideas supranaturalistas, utilizando métodos de la propia ciencia.
Aunque la diferencia entre uno y otro es que supranaturalismo adapta la
revelación a la ciencia, mientras que el fundamentalismo pretendía adaptar la
ciencia a la revelación.
La teología idealista fue desarrollada especialmente por Hegel. Este filósofo
defendía que como la realidad consistía en ideas, estas eran realmente los
trascendente, no existía en sí mismo, sino en las propias ideas. Curiosamente
sus ideas fueron interpretadas de manera diferente, para muchos las ideas se
convirtieron en materialismo histórico, surgiendo el marxismo y el ateísmo.
Por otro lado algunos cristianos las usaron para explicar la estabilidad de las
ideas y su defensa de las tradiciones históricas.
El pastor y teólogo Schleiermacher quería luchar contra la Ilustración y su
idea meramente racional, pero también contra la espiritualidad avivada de su
tiempo, al creer que el fundamentalismo tendía a aislarse del mundo y la
cultura. El teólogo logró que la religión se tomara de nuevo en serio en la
filosofía y el mundo de la cultura, pero igualó a todas las religiones, hablando
de su contenido de verdad, que tenía más que ver por el descubrimiento de la
piedad, que por la revelación divina.
Karl Barth cuestionó la teología idealista, que descristianizaba al
cristianismo.
Por otro lado, la teología moderna o liberal utilizó toda su masa crítica para
cuestionar la Biblia y al cristianismo. Por medio de la crítica histórica
desacreditó las enseñanzas bíblicas, su historicidad y todo aquello que se
enfrentara a la razón. Ernst Troeltsch creo el método crítico, usando la crítica,
la analogía y la correlación para hacer su interpretación teológica. Para él
todos son mitos y leyendas, no existen los milagros ni lo sobrenatural.
Los teólogos liberales como Ferdinand C. Baur, David F. Strauss y Julius
Wellhausen construyeron a un Jesús maestro moral, diferenciando los hechos
y los mitos de su vida. Los teólogos que les siguieron ahondaron en la
desmitificación del cristianismo hasta reducirlo a una serie de enseñanzas
morales.
Algunos, ahogados por el racionalismo, se volcaron en la obra social,
intentando traer el Reino de Dios a la tierra.
La respuesta de la iglesia a la teología y la ciencia fue el fundamentalismo.
Desde Princeton se insistió en una teología de la infalibilidad divina. La
teología de Charles Hodge habló de la vigencia de la Biblia, dada por Dios a
los hombres.
El movimiento fundamentalista se centró en las iglesias bautistas y
presbiterianas. Su base eran cinco fundamentos inamovibles: la infalibilidad
de la Biblia, el nacimiento virginal de Jesús, la expiación sustitutiva, la
resurrección de Cristo y la segunda venida.
Otra de las tendencias fue el dispensacionalismo. Creía que como la llegada
del milenio y la segunda venida de Cristo eran inminentes, la iglesia debía
centrarse en predicar el Evangelio y separarse del resto de las cosas. De los
grupos dispensacionalistas surgieron las iglesias pentecostales y carismáticas.
Ambas posturas tendieron a proteger la fe de las iglesias y de los creyentes,
pero al separar el cristianismo de la modernidad permitió que el secularismo
avanzara y el cristianismo comenzara a ser irrelevante en muchos países de
Europa y América. La secularización dejó un gran vacío moral que ocuparon
ideas como el marxismo, el fascismo o el nazismo, con consecuencias
terribles para la humanidad.
1.11 El viento del Espíritu: el nacimiento del movimiento
pentecostal
Era una fría madrugada del último día del siglo XIX cuando un pequeño
grupo de estudiantes se reunió para orar. Charles Parham, el director del
seminario, preparó la sala de reuniones de la Escuela Bíblica Bethel en
Topeka (Kansas) y esperó a que llegaran el resto de estudiantes. Cuando
todos estuvieron sentados comenzaron a cantar algunos himnos sencillos y
tras unas breves palabras de Parham se pusieron a orar. Después de varias
horas de oración, Angess Ozman les pidió que oraran por ella para recibir el
bautismo en lenguas. Llevaban varios días estudiando el tema y la mujer
quería recibir el bautismo en el Espíritu Santo. Parham oró por ella y la
escuchó hablar en algún idioma extranjero.

Charles Fox Parham


Charles Fox Parham era un pastor metodista que se había convertido tras
atravesar una larga enfermedad. Al principio pensó en estudiar para
convertirse en médico, pero al final decidió hacerse pastor. Después de un
tiempo en su iglesia, Parham dejó la congregación en la que se había criado y
se convirtió en predicador itinerante sin mucho éxito. Al final se estableció en
la ciudad de Topeka y fundó su famoso centro Escuela Bíblica Bethel.
Parham fue el primero en desarrollar algunas de las doctrinas que con el
tiempo terminarían en convertirse en la piedra angular del movimiento
pentecostal. La más conocida fue la doctrina de que el bautismo del Espíritu
Santo se manifestaba siempre a través de las lenguas espirituales. Otra de las
afirmaciones de Parham fue que el bautismo de lenguas era para todos los
creyentes y que era necesario ser bautizado por el bautismo del Espíritu Santo
como experiencia para la madurez cristiana.
Las bases doctrinales de Parham se extenderían más tarde a todo el
movimiento pentecostal, en especial al surgido en el avivamiento de la calle
Azusa en Los Ángeles (California).
California creció a golpe de fiebre del oro, pero cuando el metal amarillo
dejó de aparecer en los ríos del estado, se empezó a crear la muy próspera
industria del cine. Los Ángeles y San Francisco siempre fueron ciudades sin
ley, de hombres y mujeres que habían atravesado todo el país en busca de
oportunidades. La tolerancia del estado permitió que las minorías raciales
fueran mejor tratadas que en otras partes, pero a principios del siglo XX ser
negro en los Estados Unidos continuaba siendo un verdadero problema.
Cuando William Joseph Seymour llegó a la ciudad no era más que un
humilde predicador negro, que poco podía hacer para influir en la rica y
próspera ciudad del pecado, como muchos conocían a Los Ángeles, pero algo
estaba a punto de cambiar el rumbo del país.
Los avivamientos en Topeka y Houston parecían algo normal en regiones
de por sí muy religiosas, en las que otros movimientos cristianos habían
triunfado, pero nadie podía imaginar que algo así pudiera suceder en una
ciudad como Los Ángeles.
Todo comenzó cuando un pastor bautista llamado Joseph Smale, que había
nacido en Inglaterra y se había formado en el Spurgeon’s College de Londres,
escuchó de un gran avivamiento en Gales. El pastor pidió permiso a la
congregación y viajó de inmediato a las Islas Británicas. Smale quedó
impresionado por la sencillez y profundidad del avivamiento de Gales. Un
año antes, en 1904, un estudiante humilde de la Biblia llamado Evan Roberts
había acudido a su pequeña iglesia con un mensaje sencillo, pero que atrajo a
miles de personas al estar revestido de un poder extraordinario. Las iglesias
se llenaron y el movimiento traspasó sus fronteras, atrayendo a gente de
medio mundo.
Smale regresó a Los Ángeles con el deseo de que el mismo avivamiento se
repitiera en su ciudad. Smale comenzó haciendo reuniones por las casas de
los feligreses más fieles, pero en poco tiempo las reuniones de avivamiento se
extendieron al resto de la iglesia y durante dieciséis semanas se pidió por un
gran despertar en la ciudad. Las reuniones eran libres, sin apenas liturgia ni
control y se permitía a personas de todas las denominaciones dar un
testimonio o predicar. Los ancianos de la iglesia no estaban de acuerdo con
los derroteros que estaba tomando la congregación y reprendieron al pastor.
Smale dejó la iglesia y fundó una nueva llamada Primera Iglesia del Nuevo
Testamento. Un año más tarde, el avivamiento iba surgir en otra iglesia de la
ciudad, la que de una manera silenciosa había ido formando el joven pastor
negro, William Joseph Seymour.

William Joseph Seymour


Seymour había nacido en Luisiana, de padres esclavos, algo muy común en la
mayoría de la población negra en aquel entonces. Seymour se convirtió en
una reunión metodista, cuando era muy joven. Vivió en Indianápolis y
después se trasladó a Indiana, donde fue ordenado como pastor en la Iglesia
de Dios de Anderson. Esta iglesia estaba inmersa en el Movimiento de
Santidad, en concreto en los llamados “santos de la luz vespertina”. En 1905
Seymour viajó a Houston y una mujer llamada Lucy Farrow le ofreció el
pastorado de su iglesia. Al parecer, en esta ciudad conoció a Parham, que le
infundió su pasión por el bautismo del Espíritu Santo.
Seymour fue invitado por la hermana Hutchins a su congregación en Los
Ángeles y el joven predicador sintió un llamamiento espiritual para dirigirse
allí y enseñar su reciente experiencia espiritual. Cuando Seymour llegó a la
ciudad, comenzó a predicar en la pequeña capilla, sin que al principio se
vieran demasiados resultados. Entre los primeros sermones de Seymour
estuvo una serie de comentarios al libro de los Hechos, capítulo segundo,
haciendo especial énfasis en que la manifestación en lenguas era la prueba de
la llenura del Espíritu Santo. Nadie le dijo nada al joven predicador, pero al
día siguiente encontró las puertas cerradas: la congregación le había invitado
a marcharse.
Un pequeño grupo de familias de la iglesia se unió a Seymour y este fundó
con ellos una nueva congregación. Al principio se hicieron reuniones en
casas, primero en la de un irlandés miembro de la congregación y después en
la casa de unos hermanos bautistas. En las primeras reuniones únicamente
acudieron “lavanderas negras”, gente humilde como el propio Seymour. Unas
semanas más tarde se unieron varios pastores blancos que estaban deseosos
de escuchar sobre el bautismo del Espíritu Santo. Al poco tiempo el grupo
creció, pero muy lentamente. Seymour decidió pedir ayuda a su mentor
Parham y este les envió a dos hermanas para que le ayudaran en sus labores
pastorales.
La casa de la calle Bonnie Brae se llenó de gente, sobre todo a partir del
bautismo en lenguas del propio Seymour.
La conversión de muchas personas y la llegada de creyentes de todas las
denominaciones obligó a la congregación a buscar un lugar en el que
reunirse, y al final encontraron un viejo local en el segundo piso de la calle
Azusa, en una de las zonas más pobres de la ciudad.
Nadie podía imaginar que la pequeña congregación de la calle Azusa iba a
convertirse en menos de un año en el foco de atención de toda la ciudad de
Los Ángeles. El avivamiento pentecostal se había producido por fin.
Azusa únicamente fue el principio. De aquella modesta capilla en una de las
zonas más pobres de Los Ángeles surgieron un gran número de iglesias,
pastores y denominaciones.
James Alexander fundó dos iglesias en la ciudad, y también el pastor W. F.
Manley, por solo mencionar a dos de los líderes de los albores del
movimiento pentecostal moderno. Las iglesias pentecostales se extendieron
por la ciudad y más tarde por otras partes del país como Chicago, Memphis,
Columbia, Dunn o Cleveland.
Algunos de los predicadores más destacados e influidos por el avivamiento
de Azusa fundaron denominaciones que aún perviven en los Estados Unidos
y otros países. Uno de los más importantes es el fundador de la denominación
Iglesia de Dios en Cristo, Charles H. Mason. Este pastor negro fue el
precursor también de la que luego se llamaría las Asambleas de Dios. Otro de
los miembros destacados de este grupo fue el pastor bautista Gastón B.
Cashwell que, tras separarse de su denominación, fundó la Iglesia Bautista
Pentecostal del Libre Albedrío. A Cashwell se le denominó el “apóstol del
sur” por extender las doctrinas pentecostales por el sur de los Estados Unidos,
especialmente en Carolina del Sur.
A estas primeras denominaciones se unieron otras muchas como la Iglesia
de Dios de Cleveland, la Iglesia de Dios y la Asamblea Pentecostal del valle
del Mississippi, pero el movimiento no se quedó simplemente en algo
exclusivo de los Estados Unidos; muy pronto se extendió por Europa, el resto
de América, Asia y África.
Los últimos años del siglo XIX habían mostrado el declinar de las agencias
misioneras internacionales. Estados Unidos había tenido hasta ese momento
un modesto papel en el campo misionero, pero en países como Reino Unido
las misiones comenzaban a desaparecer. En la famosa reunión de Edimburgo
en 1910 el panorama misionero no era muy optimista. Muchas misiones
colaboraban unidas, pero su falta de visión y fuerza era evidente. El
movimiento pentecostal iba a cambiar de manera radical esta tendencia.
Uno de los primeros lugares en recibir el impacto del movimiento
pentecostal, y que más tarde influiría en el pentecostalismo español y latino,
fue Noruega. El pastor Thomas Ball Barrat fue uno de los primeros en llevar
el mensaje del avivamiento de Gales propiciado por Evan Roberts a su país,
aunque también intentó extenderlo por India y Palestina. Este misionero
pentecostal creó la Misión de Oslo, que rápidamente se extendió por África y
Asia.

Pentecostalismo fuera de los Estados Unidos


En Inglaterra, el reverendo Alexander A. Boddy, después de visitar Gales y
ver con sus ojos lo que estaba pasando allí, comenzó un movimiento
evangelístico de gran alcance. Líderes de otros países extendían el mensaje
pentecostal rápidamente, como Jonathan Paul, uno de los más importantes de
Alemania, o Lewi Pethrus en Suecia; también es importante el papel de
Douglas R. Scott en Francia.
En Inglaterra se fundó en 1909 la Unión Misionera Pentecostal por los
llamados ”Siete de Cambridge” bajo la inspiración de Barrat. Enseguida
surgieron otras misiones como la Sociedad Misionera Pentecostal Holandesa
o la Misión Evangelística del Congo.
Mientras la ciudad de Oslo sufría su primer avivamiento, las iglesias
pentecostales comenzaban a extenderse por Alemania, Suecia y Finlandia.
Las críticas de las iglesias más clásicas no se hicieron esperar. En Alemania
se produjo la famosa Declaración de Berlín de 1909 que condenaba al
movimiento pentecostal; en Noruega también se expulsó a los pentecostales
bautistas de sus denominaciones, lo que propició la creación de una nueva
denominación llamada Iglesia Filadelfia en la ciudad de Estocolmo.
La entrada del movimiento pentecostal en Rusia y los países del este no se
hizo esperar. Primero, con la llegada de una mujer inglesa llamada Eleanor
Patrick, que viajó desde Alemania para crear la primera iglesia pentecostal en
Riga, Letonia. Después la misionera Patrick viajó al sur de Rusia, a Saratova,
ciudad en la que se abrió una iglesia para la población alemana. Los
misioneros llegaron al poco tiempo a lugares tan distantes de Europa Oriental
como Bulgaria, Ucrania o Rusia central.
Uno de los grandes difusores del pentecostalismo en Rusia fue Iván
Voronaev, exsoldado del zar en el ejército cosaco, que tras convertirse se hizo
pastor bautista. Iván se mudó a Nueva York y dirigió una congregación en la
ciudad. Al poco tiempo su hija recibió el bautismo del Espíritu Santo, lo que
le produjo una conmoción. Voronaev, igual que muchos rusos, desconfiaba
de las manifestaciones sobrenaturales, en especial de la glosolalia, porque una
secta rusa llamada Molokon había escandalizado el país con sus excesos
macabros. Cuando Voronaev fue a la iglesia de su hija él también recibió el
bautismo de fuego. Una profecía en aquella misma iglesia le invitó a regresar
a Rusia, que acababa de convertirse en la Unión Soviética, para predicar el
evangelio en su país.
Voronaev regresó a Rusia en 1920, pasando antes por Bulgaria, donde el
misionero logró iniciar algunas iglesias. En cuanto Voronaev pisó suelo ruso
le fueron confiscadas sus posesiones y sufrió severos interrogatorios. Tras ser
liberado, el misionero recorrió todo el país, llegando hasta la ciudad de
Leningrado. En 1927 se creó en Rusia la Unión de Cristianos de Fe
Evangélica de la que fue presidente Voronaev. El misionero fue detenido dos
años más tarde, acusado de colaboracionismo con Estados Unidos y tras un
intento de fuga fue asesinado.
En Australia había una larga tradición de pastores carismáticos y
pentecostales. El polémico y megalómano predicador John Alexander Dowie
era australiano y había extendido su Iglesia Apostólica Zion por todo el
mundo, incluida Australia y Nueva Zelanda. Otros misioneros y evangelistas
como E. A. Torrey y Wilbur Chapman también extendieron el mensaje
pentecostal en el país. Uno de los lugares en los que el avivamiento cuajó fue
en Melbourne, gracias a la predicación de una mujer llamada Janet Lancaster.
Unos años más tarde fueron los australianos los que enviaron misioneros a
los aborígenes, pero también a África y Asia, para extender el mensaje del
evangelio en otras culturas.
Los misioneros pentecostales llegaron a China, Japón, Sri Lanka o India.
Muchos de ellos murieron en el intento, ya que los pioneros llegaban a
lugares remotos desconociendo el idioma, las costumbre y la religión del
país. Las enfermedades y las agresiones terminaron con la vida de muchos,
pero otros lograron establecer iglesias y consolidar grupos misioneros que
hoy en día perviven. Es el caso de la Alianza Cristiana y Misionera o la
Asociación de Jóvenes Cristianos en Ceilán.
En India actuaron muchas agencias misioneras, produciéndose rápidamente
un avivamiento. El caso de Bombay es uno de los más notables, donde se
produjeron miles de conversiones. A principios del 1907 los pentecostales
habían llegado a muchas ciudades de India y tenían más de mil seguidores,
muchos de ellos misioneros de varias agencias.
1.12 El último avivamiento: la expansión por los Estados
Unidos y Latinoamérica
Una de las características de las misiones pentecostales es que vieron
América Latina como tierra de misión. Algunas agencias protestantes para no
enfrentarse a la Iglesia católica, habían prestado poca atención al sur del
continente, pero las nuevas denominaciones pentecostales iban a lanzar un
ambicioso plan de evangelización en toda América del Sur.
Dos italianos serían los primeros en evangelizar. Giacomo Lombardi y
Luigi Francescon se convirtieron tras el ministerio de William H. Durham. El
primero regresó a Italia para crear la primera iglesia pentecostal en ese país,
mientras que el segundo se convertiría en el fundador de iglesias en
Sudamérica.
Francescon viajó poco después a Argentina y Brasil, estableciendo iglesias
en varias ciudades; después viajó a Valparaíso en Chile. El pastor metodista
Dr. Willis Hoover invitó al italiano a su iglesia y se produjo un rápido
avivamiento en la ciudad.
El avivamiento entre los metodistas de Valparaíso se hizo famoso en todo el
mundo y miles de personas se unieron a la iglesia.
Brasil se convirtió al poco tiempo en uno de los países que antes aceptaron
el pentecostalismo y en el que el movimiento creció con más fuerza. A la
obra de Francescon se unió la de los misioneros suecos Daniel Berg y Adolf
Gunnar Vingren.
Berg había nacido en una familia cristiana, pero había emigrado a los
Estados Unidos por razones económicas. Tras regresar a su país recibió el
bautismo del Espíritu Santo. Vingren llegó casi al mismo tiempo para
estudiar en la Facultad de Teología de la Universidad de Chicago. Los dos
amigos y compañeros se conocieron en una conferencia organizada por la
Iglesia Bautista Sueca en Chicago. Vingren comenzó a pastorear poco
después una iglesia cercana, pero al recibir un mensaje profético decidió ir a
ver a su amigo Berg para pedirle consejo. Los dos suecos buscaron la
situación geográfica de la ciudad que habían profetizado a Vingren: se trataba
de Pará, en la costa noroeste de Brasil. Ambos amigos se fueron a
Sudamérica. Comenzaron su predicación en la iglesia bautista de la ciudad,
pero tras ser expulsados continuaron su misión con un pequeño grupo. Sin
saberlo, los dos amigos suecos habían fundado las Asambleas de Dios en
Brasil.
En los próximos capítulos profundizaremos en la evangelización mundial
que los pentecostales realizaron en poco más de un siglo, pero antes
adentrémonos en la historia de una de las denominaciones más importantes
del mundo pentecostal: las Asambleas de Dios.

La Iglesia de Dios en Cristo


Una de las denominaciones pentecostales más grandes de los Estados Unidos
ha sido la “Iglesia de Dios en Cristo”. La denominación ha estado compuesta
principalmente por gente negra, aunque no siempre fue así. Una de las
características del pentecostalismo frente a otros grupos y movimientos es
que surgió con una dinámica interracial, cosa que no solía verse en otras
denominaciones. Seymour, el primer pastor pentecostal, era negro, y él
mismo ordenó y supervisó a pastores blancos, algo inaudito en aquella época.
La Iglesia de Dios en Cristo podría ser la mayor denominación pentecostal
del mundo de no haber surgido una serie de diferencias en su seno al poco
tiempo de su nacimiento que la llevaron a dividirse.
En el año 1897 un grupo de pastores bautistas expulsado de sus iglesias
fundaron un nuevo grupo. Los dos dirigentes principales eran Charles Priece
Jones y Charles Harrison Mason. Los dos pastores negros hacían mucho
énfasis en algunas ideas del Movimiento de Santidad, que era más estricto en
lo moral y más propenso a experiencias sobrenaturales.
Muchas iglesias evangélicas del siglo XIX consideraban el Movimiento de
Santidad como herético. El movimiento enseñaba que tras una experiencia
especial el creyente quedaba completamente libre del pecado gracias al poder
del Espíritu Santo.
Mason predicó en muchas iglesias de Mississippi, influido por las
enseñanzas de la evangelista metodista Amanda Berry Smith.
Jones y Mason habían predicado las enseñanzas de santificación con gran
éxito. En 1896 se había producido un gran avivamiento en la ciudad de
Jackson, en Mississippi, pero las autoridades bautistas no veían con buenos
ojos estas prácticas.
Los dos pastores convocaron la primera reunión de iglesias en 1897 bajo el
nombre de Iglesia de Dios, pero ante la avalancha de iglesias que adoptaban
un nombre parecido al final optaron por el más largo de Iglesia de Dios en
Cristo.
Cuando las iglesias se empezaron a unir al movimiento, Jones fue
nombrado supervisor general y el propio Mason se proclamó obispo de
Tennessee; otro de los miembros, J. A. Jeter, fue elegido supervisor de
Arkansas.
Cuando el avivamiento comenzó en Azusa, Mason se dirigió a California
para ver con sus propios ojos lo que se denominaba derramamiento del
Espíritu Santo o bautismo del Espíritu Santo. A los pocos días recibió el
bautismo del Espíritu Santo y regresó a su ciudad. Mason intentó enseñar
sobre la doctrina de Azusa en las iglesias de su denominación, pero algunos
miembros se le opusieron poniéndose del lado de Jones, el otro líder del
grupo.
Al parecer, durante la ausencia de Mason un predicador blanco proveniente
de Azusa había predicado sobre el bautismo del Espíritu Santo; algunos
miembros habían recibido el bautismo de fuego, pero otros muchos no lo
aceptaban y la iglesia estaba dividida.
En 1907 se discutió el tema en la asamblea nacional de la denominación en
Jackson, Mississippi. La mitad de los ministros siguió a Mason, pero la otra
mitad se quedó con Jones. Dos años más tarde Mason pudo volver a utilizar
el nombre de la denominación para su grupo de iglesias. Había nacido la
Iglesia de Dios en Cristo pentecostal.

El germen de Asambleas de Dios


La denominación creció muy rápidamente por todo el país, aunque la base
principal seguía en el sur de los Estados Unidos. Muchas iglesias de blancos
comenzaban a unírseles y estas consideraban a Mason como el líder de toda
la denominación.
Mason era un gran organizador. Cada diócesis era dirigida por un obispo;
luego esta se dividía en otras partes más pequeñas. La denominación tenía
una forma de gobierno episcopal y cuatro departamentos muy activos: el
departamento Femenino, la escuela Dominical, el departamento de Misiones
y el departamento de Jóvenes.
La Iglesia de Dios en Cristo era trinitaria. No había sucumbido a la
controversia del año 1913, cuando otras iglesias pentecostales se habían
hecho unitarias.
Otra de las características de la denominación era su pacifismo, que había
llevado a los miembros de las congregaciones a no aceptar el servicio militar
en pleno conflicto bélico. Mason fue encarcelado en 1918 por defender su
postura antibelicista.
La cuestión racial fue el problema más grave al que la joven denominación
tuvo que enfrentase. Mason creía que las iglesias no debían ser raciales, pero
la mayoría de la sociedad presionaba justo en el lado contrario. Las iglesias
pentecostales, desde su fundación habían sido multirraciales, pero la presión
de los grupos racistas no dejaba de atacar a esta visión plural.
Algunos de los pastores pentecostales blancos de la organización
comenzaron a organizar reuniones solo para blancos, temiendo que el
movimiento no llegara a esta parte de la población, más reacia a mezclarse
con otras razas. Mason aceptó, pero algunos pastores blancos no veían que
esto solucionara mucho el asunto. Por eso decidieron crear una organización
aparte compuesta exclusivamente por iglesias de blancos.
Las Asambleas de Dios se formaron en abril de 1914. La mayoría de los
pastores de la primera convención en Hot Springs, Arkansas, habían
pertenecido a la Iglesia de Dios en Cristo. Mason y algunos ministros negros
fueron invitados formalmente a asistir al encuentro, pero Mason fue el único
pastor negro que acudió a la cita.
Mason predicó la noche del jueves en la convención. En aquella reunión se
estaban separando, en cierto sentido, la iglesia pentecostal blanca de la negra.
Años más tarde, tras los cambios de la década de los 60, las iglesias volverían
a ser interraciales, pero se perdieron casi cincuenta años de unidad racial.
Las grandes migraciones producidas por la Gran Depresión favorecieron la
extensión del pentecostalismo en las zonas urbanas. Campesinos pobres
blancos y aparceros negros llegaron a Nueva York, Detroit, Chicago, Los
Ángeles o San Francisco con el mensaje pentecostal, permitiendo que el
movimiento creciera rápidamente.

Las Asambleas de Dios


La sala de la Grand Opera House de Hot Springs (Arkansas) estaba
abarrotada. La mayoría de los rostros eran de hombres blancos, pero un rostro
negro destacaba entre todos. Charles Harrison Mason comenzó a sudar
mientras subía al púlpito. Era abril, pero aquella sala parecía sofocante. Los
trescientos delegados y pastores le miraron con atención. La mayoría de ellos
le conocían y sabían hasta qué punto el ministerio de aquel hombre les había
influido. Aquellos pastores y delegados representaban a cientos de iglesias
repartidas por todos los Estados Unidos. Algunas de estas congregaciones
habían sufrido el rechazo de las denominaciones a las que pertenecían, otras
eran nuevas o compuestas por creyentes de diferentes grupos. El movimiento
pentecostal se movía rápidamente y llegaba hasta el rincón más remoto del
país.
Las bases de aquella nueva denominación estaban creadas por cuatro
hombres que nunca pertenecieron a ella. Uno era William H. Durham, que
formuló la doctrina de la obra consumada, diferenciando a las Asambleas de
Dios de otras denominaciones pentecostales más cercanas a la idea del
Movimiento de Santidad de la segunda obra. Para las Asambleas de Dios la
conversión comprendía la obra completa de santificación y no hacía falta una
segunda experiencia de santidad. Otro era Willian J. Seymour, el dirigente de
la iglesia de la calle Azusa en donde comenzó el movimiento pentecostal
moderno. También estaba A. B. Simpson, que formó en muchos el espíritu
misionero a través de su movimiento Alianza Cristiana y Misionera. Por
último, el gran teórico de la teología pentecostal Charles Parham, que con su
doctrina de la evidencia inicial del bautismo del Espíritu Santo a través de las
lenguas construía la que sería la doctrina más importante de las Asambleas de
Dios.
Los padres fundadores de este nuevo movimiento no fueron ninguno de los
hombres mencionados. El primer presidente y el primer superintendente
general fue Eudorus N. Bell. Bell había sido pastor bautista en el estado de
Texas y en ese momento pastoreaba una congregación en Malvern, Arkansas.
El presidente había estudiado en el Seminario Bautista de Louisville en
Kentucky y se había graduado también en la Universidad de Chicago. En
contra de lo que muchos han asegurado, muchos de los líderes de esta
primera ola de las Asambleas de Dios tenían una sólida formación teológica y
académica. Bell no procedía de la tradición de los movimientos de santidad,
pero al recibir el bautismo del Espíritu Santo, con su manifestación de
lenguas, decidió unirse al nuevo movimiento.
Las Asambleas de Dios nacieron con una impronta más bautista que
metodista. Las congregaciones tendrían un peso similar al de las iglesias
bautistas y su culto sería muy parecido en las formas externas.
El secretario general fue J. Roswell Flower, un hombre de veintisiete años.
Roswell fue uno de los miembros de la primera junta que durante más años
sirvió en las Asambleas de Dios, hasta su jubilación en 1959. En la última
etapa, Roswell ocupó de nuevo la secretaría general.
En unos años las iglesias de las Asambleas de Dios estaban en todos los
estados del país. Las ciudades, que habían comenzado a secularizarse,
recibieron al nuevo movimiento de manera progresiva, pero la élite política y
económica se resistió a esta nueva oleada de avivamiento. Sería después de la
Segunda Guerra Mundial cuando las Asambleas de Dios crecerían de manera
más rápida, sobre todo gracias a las campañas de sanidad que promovieron
por todos los Estados Unidos.
Uno de los secretos de este éxito fue la novedosa forma de organización y la
independencia de las congregaciones a la hora de abrir nuevas iglesias. Las
Asambleas de Dios se organizaron en concilios de distrito. Los grandes
departamentos (misiones, enseñanza, evangelismo y mujer) se organizaron
rápidamente y vertebraron la organización.
En 1914 se habían logrado reunir a más de 300 representantes de iglesias.
Apenas tres años más tarde, en 1917, el departamento de misiones ya logró
recaudar más de 10.000 dólares.
En 1918 se habían creado 16 concilios locales y un año más tarde se
nombró al primer secretario para dirigir el departamento de misiones. En ese
mismo año, las Asambleas de Dios ya apoyaban a 206 misioneros en muchos
países del mundo.
A partir de 1920 las Asambleas de Dios construyeron escuelas, hospitales e
instituciones benéficas. Abrieron obras, orfanatos y escuelas en países de
África y Asia.
Etta Calhoum organizó el primer concilio misionero de mujeres. Las
mujeres tomarían un papel importante en la denominación casi desde el
principio. En 1914 ya había 142 mujeres misioneras y evangelistas.
A pesar de la división entre la Iglesia de Dios en Cristo y las Asambleas de
Dios, algunos pastores negros se incorporaron a la segunda, teniendo un
importante papel. Entre ellos destacó la labor de Garfield Thomas Haywood,
que tenía una de las iglesias más grandes a principios de siglo XX.
Las Asambleas de Dios enseguida destacaron por su defensa de las minorías
y las mujeres, en un mundo en el que imperaba el racismo y el machismo,
aunque de esto ya hablaremos en capítulos posteriores.
Entre los grupos étnicos alcanzados destacó enseguida el de los hispanos,
que contribuiría al posterior desarrollo de las Asambleas de Dios en
Hispanoamérica. Se crearon distritos latinos para fomentar la creación de
iglesias en lengua española y el evangelio creció rápidamente entre
mexicanos, puertorriqueños y otras nacionalidades.
La organización también se abrió a Europa y a las conferencias
pentecostales en el viejo continente, lo que favoreció el crecimiento de las
Asambleas de Dios en muchos de sus países.

La Iglesia de Dios Pentecostal


En 1919, John C. Sinclair y George Brinkman fundaron esta nueva
denominación que surgía de un cisma de las Asambleas de Dios. Los dos
fundadores de la denominación habían estado en el germen de las Asambleas
de Dios, pero cuando la denominación adoptó una declaración doctrinal
decidieron salirse y crear su propio grupo.
El espíritu libre del primer pentecostalismo tenía una marcada tendencia
antidogmática. No olvidemos que muchos de los componentes de las
primeras iglesias pentecostales eran personas rechazadas en sus propias
denominaciones.
Sinclair era pastor en Chicago y presbítero ejecutivo de las Asambleas de
Dios. Algunos pastores de la zona le conocían como el primero en recibir el
bautismo del Espíritu Santo en la ciudad. Brinkman era el director del famoso
periódico Pentecostal Herald. Los dos hombres habían sido dos pesos fuertes
dentro de la denominación, pero no durarían mucho en ella.
Cuando las Asambleas de Dios tomaron la decisión de no adoptar en 1914
una declaración doctrinal conjunta, muchos de los fundadores pensaron que
eso podía ocasionar problemas. Dos años más tarde, la primera doctrina que
se quiso introducir en las Asambleas de Dios fue en unitarismo, como ya
hemos mencionado anteriormente. Las Asambleas de Dios veían con
preocupación a estos grupos y decidieron aprobar en 1916 una declaración
doctrinal conjunta llamada Declaración de Verdades Fundamentales. Sinclair
y Brinkman decidieron separarse del grupo y formar en Boston las
Asambleas de Pentecostales de los EE.UU. La nueva denominación adoptó el
periódico de Brinkman como su medio de comunicación común. La nueva
denominación era muy parecida a las Asambleas de Dios en sus doctrinas
generales y se extendió rápidamente por todo el país. En 1922 la
denominación cambió el nombre por el de Iglesia de Dios Pentecostal y en
los años treinta añadieron al nombre el de América. En 1934 creó su editorial
Messenger Publishing House en Kansas City.
En 1933 la Iglesia de Dios Pentecostal en América adoptó su propia
declaración de fe, muy similar a la de las Asambleas de Dios, con el fin de
evitar precisamente el movimiento unitario.
La denominación se extendió por todo el país hasta alcanzar en el año 2000
unas 1.237 congregaciones. Fuera del país tiene unas 8.000 iglesias
extendidas por África, Europa y Asia. El evangelista T. L. Osborn ha sido su
máximo exponente, logrando la conversión de miles de personas en la década
de los años 50.

La Iglesia Internacional del Evangelio Cuadrangular


Una de las peculiaridades de esta denominación es que la fundó una mujer.
Aimee Semple McPherson fue una pionera cristiana y una mujer adelantada a
su tiempo. “La princesa de las predicadoras” era capaz de visitar los
suburbios más bajos de la ciudad y charlar con prostitutas y mendigos sin
perder su aire de muchacha inocente.
Aimee nació en el seno de una familia en el ojo del huracán de las críticas.
Su padre, James Morgan, y su madre, Minnie, se sacaban casi 35 años de
diferencia. Además, su madre había sido la enfermera de la convaleciente
primera esposa de James, convirtiéndose poco después de la muerte de esta
en su segunda mujer.
Minnie era un miembro ferviente del Ejército de Salvación y desde el
principio inculcó en su hija Aimee uno sólidos principios cristianos. Desde
muy pequeña la niña acompañó a su madre a las reuniones y colaboró en los
repartos de folletos y en las salidas evangelísticas del Ejército de Salvación.
Aimee sufrió una profunda crisis de fe en la adolescencia. No podía
entender la vigencia de un cristianismo que había renunciado a lo
sobrenatural y que, en muchos casos, se comportaba como un club social o
benéfico. Esa crisis le llevó a profundizar en sus creencias. Unos días más
tarde pasó cerca de una carpa donde el evangelista irlandés Robert Semple
estaba predicando. Nunca había entrado en una reunión pentecostal. Tan solo
sabía de ese movimiento que eran unas personas que se caían al suelo y
hablaban en lenguas desconocidas.
Aimee asistió al culto de Semple y su predicación directa y agresiva la
turbó. Al poco tiempo recibió su llamado a través de un sueño en el que una
voz le decía: “Conviértete en una ganadora de almas”.
Unos meses después, en la primavera de 1908, Robert Semple le propuso
matrimonio y seis meses más tarde se casaron. Los jóvenes esposos tomaron
la decisión de ir de misioneros a China, pero antes Semple fue ordenado por
el pastor Durham en Chicago. Semple trabajó con Durham durante un
tiempo.
En 1910 la familia Semple partió para China. El choque cultural fue muy
fuerte, especialmente para Aimee, pero las cosas se complicaron mucho más
cuando Robert contrajo la malaria. La joven esposa estaba aterrorizada. Su
esposo estaba enfermo y ella lejos de su hogar, en un país tan diferente y sin
saber qué hacer. Dos meses más tarde Robert fallecía y la dejaba sola de
nuevo.
Aimee experimentó un intenso dolor tras la pérdida de su marido, sobre
todo al enterarse de que estaba embarazada.
Al final su madre le envió dinero para que regresara a casa. Parecía que la
aventura misionera de Aimee había terminado en tragedia, pero en realidad
no había hecho sino empezar.
Entre los años 1917 a 1923 Aimee recorrió más de cien ciudades a lo largo
y ancho de los Estados Unidos. Sus reuniones se caracterizaban por ser muy
animadas y por la oración por los enfermos. En 1922 Aimee inauguró su
grandioso templo con capacidad para 5.000 personas. En julio de ese mismo
año refundó su iglesia con el nombre de Iglesia del Evangelio Cuadrangular.
La Iglesia del Evangelio Cuadrangular tenía su base en la profecía de
Ezequiel 1:4-28. Aimee vio en los cuatro símbolos del pasaje (el hombre, el
león, el buey y el águila) las cuatro doctrinas fundamentales de la iglesia. El
evangelio perfecto estaba en esos cuatro elementos. El hombre era Jesús
como Salvador, el león era Jesús como dador del Espíritu Santo, el buey
simbolizaba a Jesús como Sanador y el águila a Jesús en su segunda venida.
Las doctrinas de la nueva iglesia eran exactamente iguales a las de las
Asambleas de Dios. El grupo se consideraba pentecostal. Las ideas de Aimee
no eran originales, ya las había expuesto el fundador de la Alianza Cristiana y
Misionera A. B. Simpson.
La iglesia creció rápidamente, sobre todo en California. En 1928 ya había
más de cincuenta iglesias por todo el estado. La iglesia de Aimee se convirtió
en el centro de todas las miradas. Muchas estrellas de Hollywood la visitaban
y mantuvo una estrecha amistad con Charles Chaplin. Además Aimee abrió
la primera emisora cristiana de la historia y fundó una escuela bíblica.
En septiembre 1944 Aimee moría en Oakland, donde había ido a dedicar
una nueva iglesia. Su controvertida vida llegaba a su fin, pero las 1.600
iglesias que había fundado continuaron con su labor.
Su sucesor fue su hijo Rolf. Cuando él tomó la denominación ya había unas
500 iglesias por todo el país. En los años 60 y 80 la denominación
experimentó un avivamiento, aunque esto supuso una importante influencia
carismática en su culto y sus doctrinas.
Una de las iglesias más destacadas es la del pastor Jack Hayford en Van
Nuys, California. En el año 2000 la denominación ya tenía 2.000 iglesias en
los Estados Unidos, superando los 2.000.000 de miembros en todo el mundo.

La Iglesia de la Biblia Abierta


La denominación pentecostal la Iglesia de la Biblia Abierta nació en 1935 por
la fusión de dos denominaciones más pequeñas: la Iglesia de la Biblia y la
Asociación Evangelística Biblia Abierta.
La denominación había surgido de dos grupos fundados por mujeres. La
primera tenía su origen en la Iglesia de la Fe Apostólica, fundada por
Florence Crawford en la ciudad de Portland, Oregón. Esta mujer había
pertenecido a la iglesia de Azusa y había sido una de las colaboradoras de
Seymour durante un tiempo. Florence había fundado y ayudado a publicar la
revista Apostolic Faith. Al llegar a Portland fundó su propia denominación,
pero después de un tiempo algunas iglesias se independizaron al considerar
las normas de la denominación muy estrictas.
La Asociación Evangelista Biblia Abierta fue creada en 1932 por John R.
Richey, un pastor de la Iglesia Cuadrangular. Richey se separó del grupo en
el año 1926, cuando Aimee desapareció misteriosamente.
La nueva denominación tenía doctrinas y una forma de organización muy
similar a las Asambleas de Dios, que sirvió de modelo para casi todas las
denominaciones pentecostales.
En el año 2000 la organización ya poseía unas 382 congregaciones por todo
el mundo.

Iglesias pentecostales de corte unitario


Los unitaristas eran una corriente muy débil dentro del cristianismo
norteamericano a principios del siglo XIX, pero en 1819 el pastor William
Ellery Channing fomentó el movimiento unitario norteamericano. Algunos de
estos unitarios tuvieron bastante importancia en el primer Gran Despertar,
apoyados en algunos casos por figuras como Thomas Jefferson, que debido a
su idea deísta de la religión aceptaba como más razonables las doctrinas
unitarias.
A mediados del siglo XIX los unitaristas norteamericanos se dividían en dos
grandes grupos. Uno estaba liderado por el reverendo Ralph Waldo Emerson,
pastor en Boston. Emerson predicó un famoso discurso en la Universidad de
Harvard titulado The Divinity School Adress, que pondría las bases de las
ideas unitaristas modernas. Emerson estaba influido por ideas extraídas del
hinduismo y el romanticismo alemán. Muchas de estas ideas están en la base
de lo que luego se daría en llamar la religión secular del estado. Una especie
de credo común a todos los norteamericanos, en el que todos se sintieran
cómodos, incluidos los agnósticos y ateos. Estas ideas de Emerson fueron
conocidas como trascendentalismo y causaron una fuerte división dentro del
unitarismo. El otro grupo de unitaristas, los llamados bíblicos, no aceptaron
estas ideas.
En el siglo XX los unitaristas seguirían abriendo iglesias de credo cristiano,
pero otros muchos comenzaron a abrir iglesias sin ningún tipo de dogmas,
formando grupos unitarios y universalistas, que mezclan todo tipo de ideas
orientales y de otras religiones con el cristianismo.
Durante mucho tiempo se llamó a estos grupos los “Solo Jesús”. Para ellos
el único bautismo válido era únicamente el realizado en nombre de Jesús, por
eso rechazaban el bautismo trinitario. Otra de sus doctrinas más
controvertidas era la de la necesidad de hablar en lenguas como señal de
salvación. Los unitarios rebautizaron a miles de personas, a las que
enseñaban estas doctrinas. Se introdujeron en las Asambleas de Dios tras su
fundación, pero fueron expulsados poco después. Los miembros que salieron
de las Asambleas de Dios fueron sobre todo los pastores del estado de
Luisiana, pero una de las congregaciones más fuertes estaba en Indianápolis,
pastoreada por un pastor negro llamado Garfield Thomas Haywood, que
arrastró a los pocos pastores negros que quedaban dentro de las Asambleas de
Dios hacia el movimiento unitario.
Una de las primeras denominaciones que surgió de este grupo fue las
Asambleas Pentecostales del Mundo. La nueva denominación creada en
1916, en California, por el pastor J.J. Frazee, comenzó como una
denominación trinitaria, pero se convirtió en unitaria poco después. La sede
principal se trasladó a Indianápolis, a la iglesia del pastor Garfield Thomas
Haywood. Varios pastores blancos también se unieron a la denominación
convirtiéndola en la mayor denominación unitaria de los Estados Unidos.
La denominación unitaria se dividió en 1924, dando lugar a otra nueva
llamada Iglesia Pentecostal Unida, con mayoría de pastores blancos.
La Iglesia Pentecostal Unida surgió de la división de los pastores blancos
que en 1921 habían creado la Conferencia Bíblica del Sur, en la que se
excluía a las iglesias negras. La gran presión social había terminado con la
unidad de blancos y negros en esta denominación pentecostal.
Uno de los grupos que surgió fue la Iglesia Pentecostal Internacional en
Tennessee. Otro fue las Asambleas Pentecostales de Jesucristo. Ambos
grupos se unirían años más tarde con el nombre de Iglesia Pentecostal Unida.
Esta denominación es la más grande de todas las denominaciones unitarias
del mundo.
1.13 Un continente se convierte: el protestantismo en
América Latina y España en el siglo XIX y XX.
La llegada de los Borbones al trono de España supuso el primer intento de
apertura de las colonias americanas. Carlos III expulsó a los jesuitas de
España y América, controló el tribunal de la Inquisición y el poder de la
Iglesia católica, pero eso no significó mayor tolerancia ni libertad religiosa.
El protestantismo continuaba viéndose como una amenaza a abatir, ya que
los piratas ingleses y la competencia comercial se percibían directamente con
la lucha religiosa y cultural entre dos potencias.
Durante el siglo XVIII continuaron los procesos contra protestantes en
América, en especial contra marineros capturados o soldados extranjeros en
el ejército español. Únicamente se juzgó a un español en esa época por ideas
protestantes, fue Francisco Laxe, acusado de anabaptismo.
Entre los años 1790 y 1820 se condenó a 38 personas por ideas protestantes
en las colonias americanas. La mayoría eran marineros, pero había personas
que ejercían otras profesiones.
La persecución hacia las ideas fue aún más férrea que hacia las personas.
Felipe V promulgó en 1707 un Reglamento, mandato y advertencias contra
los libros herejes. Entre los libros prohibidos estaba la Biblia. A medida que
avanzaba el siglo la llegada a las colonias de escritos reformados se
acrecentó.
La falta de libertad impidió que la Ilustración triunfase en España, también
las ideas de tolerancia, libertad religiosa, libertad de imprenta o de
conciencia.
El escritor Octavio Paz lo expresó muy bien al comentar que
no tuvimos Ilustración porque no tuvimos Reforma ni un movimiento
intelectual y religioso como el jansenismo francés. La civilización
hispanoamericana es admirable por muchos conceptos, pero hace
pensar en una construcción de inmensa solidez, a un tiempo convento,
fortaleza y palacio, destinada a durar no a cambiar. A la larga, esa
construcción se volvió un encierro, una prisión.
La independencia de las colonias americanas llevó consigo la desaparición
de la Inquisición. Los nuevos países se otorgaron unas constituciones
inspiradas en los valores norteamericanos de clara factura protestante.
La Iglesia católica al principio se opuso a la independencia de los estados
latinoamericanos, aunque en algunas partes hubo sacerdotes que encabezaron
las revueltas contra la corona de España.
Las jóvenes repúblicas fomentaron la alfabetización, el desarrollo y la
tolerancia, aunque en todos los territorios el catolicismo continuó siendo la
religión oficial, se percibió una tibia apertura a la tolerancia religiosa.
La llegada de algunos misioneros aprovechando la apertura de los países,
estimuló la formación de las primeras comunidades protestantes.

James Thomson
Uno de los misioneros más conocidos fue el escocés James Thomson (1781-
1854). Enviado por la Sociedad Bíblica británica, durante 20 años influyó en
las clases políticas de Hispanoamérica.
Thomson Llegó a Buenos Aires en agosto de 1819 y enseguida recibió el
apoyo del presidente Bernardo Rivadavia, que quería reformar el catolicismo
de su país y creía que la Biblia era un elemento fundamental para lograrlo. El
misionero también representaba un nuevo sistema pedagógico creado por la
Real Sociedad Lancasteriana. Este sistema había sido creado por el cuáquero
Joseph Lancaster y consistía en el aprendizaje mutuo, en el que los alumnos
mayores enseñaban a los más pequeños.
Thomson recorrió en pocos años Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Santo
Domingo. En todos los lugares fue recibido por los presidentes o altos
mandatarios. Llegó a México en 1827 y allí dejó a un representante de la
Sociedad Bíblica llamado José María Luis Mora.
Otros misioneros como William Morris, agente de la Sociedad Bíblica de
Nueva York difundió ideas parecidas en Centroamérica. Frederick Crowe,
pastor bautista, abrió una iglesia en Guatemala. Lucas Matthews agente de la
Sociedad Bíblica británica extendió la Biblia por Ecuador y Colombia. Otros
hicieron lo propio en Argentina, Chile Brasil o Uruguay.
La mayoría de estos misioneros se centraron en difundir la Biblia, apenas
abrieron lugares de cultos, tuvieron conversos o consolidaron iglesias. Esta
primera prospección abrió la puerta a los misioneros, bien acogidos por los
gobiernos liberales, que admiraban sus sistemas pedagógicos y creían que la
Biblia podía ayudar al desarrollo de sus países. La cosa cambió con la llegada
de nuevos misioneros que sí buscaban convertidos entre los ciudadanos de las
reciente repúblicas.
En casi todas de las constituciones se reconocía la tolerancia religiosa, en la
mayoría de los casos esta tolerancia buscaba una mayor relación con países
protestantes y la llegada de comerciantes e ingenieros protestantes a sus
países.
Vicente Rocafuerte, que llegó a ocupar la presidencia de Ecuador entre los
años 1835 y 1839, colaboró con la Sociedad Bíblica americana y la Sociedad
Lancasteriana. Ayudó a la llegada de agentes protestantes y la creación de
escuelas protestantes.
Los protestantes comenzaron a construir los primeros templos y
cementerios para sus fieles en Brasil y otra parte de América a partir de 1825.
Otros países como Chile y la República Dominicana favorecieron el
establecimiento de los protestantes en sus territorios.
En México la libertad de cultos de 1826 fue muy limitada, centrada
únicamente en los extranjeros y practicada de forma privada de los
mexicanos.
En Río de Janeiro se construyeron las primeras iglesias luteranas,
metodistas y anglicanas del continente. En Buenos Aires se abrieron las
primeras capillas en 1824, instalándose en la siguiente década templos
anglicanos, presbiterianos y metodistas.
En 1856 se abrió la primera iglesia en Chile y en 1868 se fundó la primera
iglesia integrada por chilenos. Las ciudades más comerciales como Caracas,
Montevideo, Lima o San José abrieron templos protestantes a mediados del
siglo XIX.
En 1834 los metodistas comenzaron a trabajar con los negros de la
República Dominicana, teniendo un éxito formidable.
La primera constitución en América que reconocía la libertad religiosa a sus
súbditos fue la de Brasil en el año 1824. Eso facilitó la llegada de alemanes a
la parte sur del país, hasta alcanzar la cifra de unos 150.000 protestantes.
En algunos países como México o Perú se identificó el catolicismo como
parte de la identidad nacional. En cambio, en Argentina se posibilitó la
llegada de extranjeros protestantes garantizando la libertad de cultos, aunque
en 1895 apenas un 1 % de los argentinos era protestante. En Uruguay se
formó una comunidad valdense de origen italiano, el grupo llegó a extenderse
por algunas partes de Argentina. La iglesia metodista creció rápidamente en
Chile. Mientras que en Norteamérica, la Revolución mexicana convirtió al
país en el primer estado secular de Hispanoamérica. A México siguieron
países como Guatemala, Chila o Uruguay, que separaron iglesia y estado.
En el último cuarto del siglo XIX se establecieron en México y Brasil
muchas misiones congregacionalistas y presbiterianas. Poco a poco los
protestantes lograron atraer a las clases obreras de las ciudades. Crearon
mutuas para proteger a los obreros y lograron difundir su mensaje de manera
generalizada.
En Argentina el intelectual Faustino Sarmiento apoyó la expansión del
protestantismo en su país. En los barrios obreros de Buenos Aires se abrieron
las primeras iglesias metodistas. En Cuba varios intelectuales como el
exsacerdote Fuentes y Betancourt o Jesús Medina se convirtieron al
metodismo, enseguida se sumaron al antiesclavismo y deseo de
independencia de España.
En Colombia el presidente Tomás Cipriano de Mosquera pidió al pastor
William McLaren que enviara más misioneros presbiterianos al país para
abrir iglesias y escuelas. Lo mismo sucedió en Guatemala y algunas zonas de
México como Puebla o el estado de Tabasco. La llegada a Chile de David
Trumbull fomentó el crecimiento de las iglesias en el país.
Al poco de instalarse los misioneros en muchos países de América Latina
surgieron algunos grupos de creyentes autóctonos, de inspiración protestante
pero criollos. Miguel Viera Ferreira fundó la Iglesia Evangélica Brasileña. En
México se fundó la Iglesia de Jesús, los dos primeros intentos de fundar
iglesias puramente latinoamericanas.
En Estados Unidos surgieron durante la primera mitad del siglo XIX
numerosas agencias misioneras. Muchos de esos misioneros se habían
formado en las más prestigiosas universidades de los Estados Unidos como
Princeton, Yale o Harvard. Además de la predicación del Evangelio
transmitían los valores del Destino Manifiesto y creían que su civilización era
superior a la hispana, por lo que intentaban difundir sus propios valores
anglosajones y en algunos casos despreciaron los autóctonos.
La guerra civil en Norteamérica frenó en parte la expansión de sus
misiones. Mientras que las sociedades latinas evolucionaban hasta convertirse
en estados más modernos, donde se formó una pequeña oligarquía muy
próspera, a la que no le interesaba el progreso del pueblo ni su educación.
El protestantismo comenzó a crecer en México, América Central y El
Caribe. En los países andinos el despegue fue muy lento, en Uruguay y
Paraguay llegaron muy pocos misioneros. La libertad de culto influyó mucho
en el número de conversiones y el crecimiento de las iglesias de cada país.
La mayoría de las agencias misioneras que operaban en América eran de los
Estados Unidos, hasta el siglo XX no llegaron los primeros misioneros de
Europa. Uno de los pocos territorios con iglesias procedentes de Europa fue
en las Islas Malvinas y, poco después, en Argentina.
Las Iglesias de Hermanos se establecieron en México y Perú, cuando desde
Edimburgo se vio la necesidad de enviar misioneros al Nuevo Mundo.
El hecho de que la mayoría de los misioneros fueran norteamericanos
influiría en la configuración de las iglesias, su liturgia y costumbres.
Normalmente los pastores además de su formación teológica desempeñaban
algún oficio de carácter asistencial. Muchos de ellos eran pastores,
enfermeros, maestros igual que las mujeres.
Los misioneros pensaban que el catolicismo en Latinoamérica había
enseñado un falso cristianismo y esa era la causa de su retraso económico y
las enormes injusticias sociales, por eso creían que el progreso de su propio
país se debía a su fe, su estilo de vida y las creencias fundamentales del
protestantismo.
Durante el siglo XIX el protestantismo se había instalado en México con
muchas dificultades. En la mayoría de los casos fueron proyectos pioneros,
favorecidos por los gobiernos liberales, pero fuera de las ciudades la
persecución y la presión a los nuevos conversos era muy alta.
El protestantismo prosperó más en las zonas industrializadas y urbanas,
encontrando en las zonas rurales el rechazo de los terratenientes, que no
querían que se despertara a las comunidades que trabajaban para ellos en
forma de semiesclavitud.
Las misiones solían incorporar justo al lado una escuela, lo que permitió
que muchos hijos de campesinos y obreros accedieran a la educación. De
hecho la mayoría de las personas convertidas provenían de las capas sociales
más humildes. Algo parecido sucedió en otros países como en Argentina
donde se evangelizó antes las zonas urbanas y a las clases obreras que las
zonas rurales y a la población campesina. Muchos niños estudiaban en las
escuelas protestantes de Buenos Aires. También algunas clases medias
urbanas se convirtieron al protestantismo y los obreros convertidos
ascendieron socialmente al adquirir nuevos hábitos que permitían a sus hijos
acceder a la educación.
En el caso de Brasil la tendencia fue diferente, el Evangelio llegó a muchas
zonas rurales, en especial a las grandes plantaciones de café.
En Colombia hubo persecuciones esporádicas de protestantes y liberales.
Una de las épocas más sangrientas fue el periodo entre los años 1948 y 1958.
Ecuador tuvo una aceptación desigual, la costa y la zona de Guayaquil
aceptó el protestantismo de manera más abierta que la zona de la sierra, que
persiguió a misioneros y fue muy poco evangelizada.
Tras varias décadas de libertad religiosa durante el siglo XIX, la Iglesia
católica recuperó parte de su poder en muchos lugares. La Santa Sede
desarrolló una serie de medidas para no perder sus privilegios en América
Latina. Gregorio XVI reorganizó la iglesia en América y creó varios
seminarios para la preparación de sacerdotes.
León XIII, a finales del siglo XIX y durante los primeros años del siglo XX,
apoyó la formación de sociedades y círculos católicos. Firmó varios acuerdos
de estado con países como México y Colombia.
La Iglesia católica intentó crear organizaciones asistenciales como el
Círculo Católico Nacional y partidos políticos de marcada ideología católica.
Mientras Colombia o México ponía leyes más restrictivas a la libertad de
culto, en los países andinos se proclamaban leyes más liberales, en las que se
permitía la predicación y la implantación de iglesias. La libertad de cultos
llegó a Ecuador en 1895, a Bolivia en 1906 y a Perú en 1915.
A pesar de los intentos asistenciales de la Iglesia católica, el protestantismo
ya había creado una extensa red de escuelas por toda Hispanoamérica. Entre
los años 1880 y 1920 se consiguió que hubiera escuelas protestantes en las
ciudades más importantes del continente. La mayoría de las escuelas eran
presbiterianas, cuáqueras, bautistas y congregacionalistas. México, Cuba y
Brasil fueron los tres países donde más escuelas se abrieron.
En algunos casos los gobiernos pidieron ayuda a las misiones protestantes
para organizar su sistema educativo o extender las escuelas del estado. En
México en 1919, el presidente Salvador Alvarado contrató al misionero
presbiteriano Blanche Binine para que se encargara de la educación femenina
del estado de Yucatán.
Los protestantes escribieron libros de texto, que más tarde usarían las
escuelas públicas, como en el caso del libro Historia Patria, escrito en 1904
por el metodista Guillermo Sherwwell.
Emilio Fuentes y Betancourt fundó junto a Heinrich Rebsamen la revista
pedagógica México Intelectual en 1887. Algo similar sucedió en el caso de
Cuba, donde la educación protestante gozaba de un excelente prestigio.
En Argentina, Juan Paula Manos de Noronha, miembro de la Iglesia
anglicana, inspiró la política educativa de Sarmiento y fundo numerosas
escuelas y bibliotecas.
En la zona andina los metodistas fundaron escuelas secundarias en muchas
ciudades y extendieron su influencia educativa.
A los pocos años de establecerse las misiones algunas iglesias se dividieron
y fundaron denominaciones autóctonas.

Pentecostalismo en América Latina


El surgimiento del pentecostalismo a principios del siglo XX iba a cambiar
radicalmente el enfoque y realidad social del protestantismo. Uno de los
primeros países en experimentarlo fue Chile, donde la Iglesia metodista se
dividió por la llegada del avivamiento pentecostal.
Mientras las denominaciones clásicas sufrían un paulatino
aburguesamiento, el pentecostalismo crecía entre los ciudadanos más
humildes. Además el pentecostalismo estaba más cercano a las formas de
expresión latina. No era un movimiento elitista, más bien estaba en contra de
las élites liberales y su visión del Evangelio.
A partir de 1914 las diferentes organizaciones misioneras comenzaron a
colaborar juntas para aunar esfuerzos. Se fundó el Comité de Cooperación
para Latinoamérica con sede en la ciudad de Nueva York.
Las sociedades protestantes importaron modelos pedagógicos anglosajones,
también algunas modas y formas norteamericanas. La inversión extranjera y
la creación de empresas de origen estadounidense motivaron la difusión de
estos valores. Las élites latinoamericanas fueron las primeras en sufrir las
influencias, ya que podían viajar a los Estados Unidos y comprar los mismos
productos que un norteamericano.
La política de los Estados Unidos comenzó a ser determinante en la zona, a
veces por medio de la presión pacífica y otras por la intervención armada
directa. Por un lado, la Doctrina Monroy (1823) de “América para los
americanos” y más tarde el plan Roosevelt Corollary (1902). Una de estas
acciones militares fue la ocupación del puerto de Veracruz en México, por los
marines en 1914. Aunque los pastores condenaron la invasión, incluso
muchos misioneros intercedieron a favor del gobierno mexicano, algunos
mexicanos relacionaron las acciones militares y el intento de cambiar la
cultura a través de la evangelización.
Los años 30 del siglo XX trajeron profundos cambios en la política del
continente. Los gobiernos liberales que habían apoyado a los misioneros
dejaron paso a los populismos, mucho más nacionalistas y reacios a todo lo
extranjero. Además de la presión política, la Crisis de 1929 acentuó aún más
el descenso de misioneros.
Algunos grupos protestantes se pusieron del lado de los populistas,
enfrentándose a las oligarquías, pero esto no impidió que las iglesias
protestantes siempre estuvieran bajo sospecha de servir al gobierno
norteamericano o a intereses extranjeros.
Otros de los varapalos en la evangelización de América fue la Conferencia
Misionera Mundial de Edimburgo 1910, en la que se decidió que el Nuevo
Mundo no era tierra de misión, ya que supuestamente el continente ya era
cristiano. Los únicos que se opusieron a esta visión fueron los misioneros
norteamericanos, que intentaron convencer a los europeos de la necesidad de
continuar con su labor. Uno de los misioneros más decididos a desoír los
consejos de la conferencia fue John R. Mott, que encabezó a un grupo de
misioneros que consideraba que millones de latinoamericanos no conocían el
verdadero Evangelio. Los misioneros norteamericanos convocaron una
conferencia misionera para América en Nueva York en 1913.
La Revolución mexicana también supuso un problema para la difusión de
las agencias misioneras. Las diferentes organizaciones que operaban en el
país se comprometieron a dividirse el territorio para no duplicar esfuerzos.
En 1916 se reunió un nuevo congreso para la Evangelización de América
Latina en la ciudad de Panamá. En él participaron tanto misioneros como
pastores autóctonos. Se conmemoraban 40 años del esfuerzo misionero. Se
valoraron los grandes avances durante este periodo de tiempo y se plantearon
los retos que aún debían afrontar. Se crearon comités regionales de
cooperación y se centró el trabajo en la obra social y educacional.
En 1925 el número de protestantes en Latinoamérica ya ascendía a 712.000
personas, sin contar un número parecido de simpatizantes. La mayoría de los
protestantes habitaban en zonas urbanas, buena parte eran extranjeros
emigrados a Argentina y otros países, aunque la mayoría eran autóctonos. Ese
mismo año se celebró el Congreso de Montevideo, organizado por Robert
Speer y Samuel G. Inman. Se constató que a pesar de la indiferencia de las
élites y los ataques de algunos sectores del catolicismo, el protestantismo
continuaba creciendo en el sur del continente, en casi todos los países y
permeando a todas las clases sociales. Uno de los retos era extenderse
también a las zonas rurales y en los pueblos indios, que necesitaban
educación y ayuda sanitaria.
En los años 30 se nacionalizaron las propiedades de las misiones y las
denominaciones tomaron fuerza.
En 1929 hubo un nuevo Congreso en la Habana, pero en este caso la
organización y la asistencia estuvo dirigida por protestantes latinoamericanos.
En esta época la secularización comenzaba a amenazar las iglesias y por eso
aquel fue uno de los temas a debatir, presidió en congreso Gonzalo Báez
Camargo, periodista y profesor de la escuela metodista en México.
La inestabilidad política en Centroamérica fue otro de los problemas a
enfrentar en los años 20 y 30. El intervencionismo norteamericano, tanto de
las grandes empresas como del gobierno, creaba problemas sociales y
generaba violencia. La intervención estadounidense en Nicaragua en 1926
dificultó la labor de los misioneros. Los Estados Unidos comenzaron a
apoyar dictadores con tal de proteger sus intereses económicos. En algunos
países como El Salvador, los indígenas se convirtieron en gran número, al
poco tiempo pastores y feligreses reclamaban sus derechos frente al gobierno,
lo que se tradujo en un baño de sangre. El gobierno de El Salvador asesinó a
más de 10.000 indígenas durante aquella década.
En Perú, la unión de la Iglesia católica y del presidente Augusto Leguía
(1919-1930) obligó a que los protestantes se rebelaran. En las zonas rurales
los indígenas comenzaban a convertirse y a reclamar el reparto de tierras,
impidiendo que sus propiedades continuaran siendo esquilmadas por
terratenientes y el gobierno.
El movimiento de militares democráticos de Brasil que promovió la
revolución de 1922 a 1932, estaba compuesto en parte por jóvenes metodistas
y por exalumnos del colegio presbiteriano. Algo similar sucedió en Cuba,
cuando pastores y laicos se unieron al partido de oposición contra el dictador
Gerardo Machado Morales.
Los misioneros también llevaron a los países su moral puritana.
Desaprobaban los bailes, el alcohol, el juego, las peleas de gallos y otras
costumbres. A veces este cambio moral benefició a las comunidades que
dejaron hábitos perjudiciales que les debilitaban, pero en otras ocasiones
terminó con costumbres y tradiciones propias.
Los misioneros fueron cambiando paulatinamente, tanto en su visión como
en su estrategia. La llegada de muchos pastores pentecostales cambió el
énfasis social en una predicación más directa, centrada en la salvación de las
almas. Los misioneros pentecostales solían ser más conservadores y menos
propensos a participar en política o en temas sociales.
En México surgió en 1926 un grupo autóctono pentecostal llamado La Luz
del Mundo, formado por Eusebio Joaquín González. El general Lázaro
Cárdenas apoyó al Movimiento Independiente de Iglesias Pentecostales. Algo
similar pasó en lugares como Argentina con Juan Domingo Perón y su
relación en 1954 con el predicador pentecostal Thommy Hicks, en plena
crisis del peronismo.
Esta afinidad entre populismo y pentecostalismo no siempre se produjo.
Algunos populismos fueron marcadamente católicos, lo que excluía cualquier
tipo de acuerdo o colaboración entre gobierno y pentecostales.
En 1949, en la ciudad de Buenos Aires se fundó la Federación Evangélica
Latinoamericana. Aunque esta organización excluyó a las misiones e iglesias
no tradicionales, supuso un intento de aunar esfuerzos y crear un sistema de
colaboración mutua.
Los movimientos pentecostales y las iglesias renovadas habían llegado a
Latinoamérica en los años 20 del siglo XX, aunque su influencia no sería
determinante hasta los años sesenta. En 1921 Harry Strachan fundó en Costa
Rica la Misión Latinoamericana. En 1948 la creación de la Alianza
Evangélica de Costa Rica provocó la implantación de iglesias de manera
masiva.
Las grandes campañas evangelísticas, que llevaban realizándose desde hacía
más de un siglo en los Estados Unidos, comenzaron a importarse a América
Latina. El predicador Billy Graham fue uno de los primeros en extender su
misión a la mayoría de los países en la década de los 50. También hubo
predicadores autóctonos como Juan Isaías, Eliseo Hernández o Israel García.
En este mismo periodo se fundaron numerosas radios cristianas para
intentar llegar a las masas como Radio Faro del Caribe, Radio Voz de los
Andes o la TONA en Bolivia. En 1955 se fundó la organización Literatura
Evangélica para América Latina.
En Argentina la predicación del misionero norteamericano Theodore Hick
en 1954 puso las bases para fundar las Asambleas de Dios en el país.
No todo fueron parabienes, en 1959, el régimen castrista comenzó a
perseguir a la iglesia en Cuba. También sufrieron represión y matanzas los
protestantes en Guatemala, México y Colombia.
Durante el gobierno de Alfonso López Michelsen (1930-1946) la
persecución a los evangélicos en Colombia fue despiadada. En aquel
momento los protestantes en el país eran algo más de 100.000 personas, la
mayoría presbiterianos y bautistas. Entre los años 1946 y 1948 muchos
protestantes, como otros colombianos, fueron asesinados por el gobierno del
dictador Gustavo Rojas Pinilla (1953). Además se cerraron 270 escuelas y 60
iglesias, se asesinó a 126 protestantes destacados. Los jesuitas condenaron a
los protestantes en Colombia calificándoles de comunistas para que el
gobierno justificara su represión.
En Cuba en los años 50 el protestantismo ya había alcanzado el cuarto de
millón en una población de unos 6.000.000 de habitantes. Los protestantes
tenían un centenar de escuelas, el régimen castrista terminaría con este
legado. Al principio muchos protestantes apoyaron a Fidel Castro al creer que
llevaría la democracia a la isla. Algunos incluso fueron miembros del primer
gobierno, pero después la represión hizo que muchos escaparan a los Estados
Unidos o terminaran en las cárceles del régimen. En los años 70 más del 80%
de los pastores y muchos feligreses abandonaron la isla presionados por las
autoridades.
Las iglesias pentecostales crecieron mucho en la década de los 70, 80 y 90.
En 1960 el porcentaje de evangélicos en América Latina no superaba el 7%
de la población total, a excepción de Chile y Haití donde ya se encontraba en
el 10%. En la década de los 80 en Chile, Guatemala y Puerto Rico ya
suponían un 17%, en Brasil un 10%. La zona de menor presencia protestante
se centra en los países andinos, Cuba, Venezuela y Uruguay.
En la actualidad el número de protestantes en Brasil supera el 26%, algunos
hablan de cifras mucho más altas. En Chile es un 17%, mientras que en
Guatemala los porcentajes son de un 41%. Nicaragua y el Salvador tienen
porcentajes de 41% y 40% respectivamente. En Puerto Rico ya son el 33% y
en Uruguay el 15%.
En toda Latinoamérica el número de protestantes es del 20%, mientras que
el catolicismo se ha reducido hasta el 69%.

El protestantismo en España entre los siglos XIX y XX


En la segunda mitad del siglo XIX cabe destacar algunos intentos de
introducir biblias en España y la conversión de ciertas personas de gran valía
como: George Borrow, José María Crespo Blanco-White, Julio Vizcarrondo,
Manuel Matamoros o el propio Luis Usoz y Río, que rescató la memoria de
los protestantes españoles del siglo XVI.
Varios historiadores y pensadores extranjeros habían contado la historia de
los protestantes españoles, pero fue Adolfo de Castro el primero que escribió
su historia en España, lo que casi le cuesta la marginación y exclusión de los
ambientes intelectuales de su tiempo. Después don Marcelino Menéndez y
Pelayo intentó desprestigiar a los evangélicos en su libro Historia de los
heterodoxos españoles, que tuvo gran influencia en el mundo académico
hasta los años 70 del siglo XX.
La proclamación de la Primera República española permitió la predicación
libre del evangelio durante seis años, tiempo que se aprovechó para abrir las
primeras iglesias. Se fundaría en muy poco tiempo la Iglesia Evangélica
Española, que terminaría dividiéndose en una parte episcopaliana y otra
metodista.
A comienzos del siglo XX la situación de la libertad religiosa no había
mejorado mucho. Tras la restauración borbónica, la Constitución de 1876 se
limitaba a una mínima tolerancia. La Iglesia católica seguía siendo la del
estado y la única que se podía expresar públicamente.
Tras la Gran Guerra, España se encontraba en una situación económica
envidiable. Su [NA1]neutralidad le había servido para desarrollar más su
industria, crecer y modernizarse.
La población había crecido rápidamente. En 1920 había aproximadamente
algo más de 21.000.000 de españoles. A pesar de todo, los índices de
alfabetización eran muy bajos y la mortalidad mucho más alta que en el resto
de Europa. En aquel periodo se estaban produciendo los primeros éxodos de
campesinos y las ciudades comenzaban a poblarse, en especial Madrid,
Barcelona, Bilbao, Zaragoza, Sevilla y Valencia.
En 1921 había unos 20.000 protestantes españoles en la península y las islas
Baleares y Canarias. No llegaba ni al 0,06% de la población. La
denominación mayoritaria en ese momento era la de las iglesias reformadas,
en especial la Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE) y la Iglesia
Evangélica Española (IEE). Seguían las iglesias de Asamblea de Hermanos y
después las iglesias bautistas.
Tras el estallido de la Guerra Civil muchas cosas iban a cambiar en España.
El golpe de estado pilló en pleno verano de 1936. Esto supuso que muchas
familias quedaran divididas, ya que era muy frecuente en aquella época que
la familia saliera a veranear mientras el padre iba y venía de su trabajo en la
ciudad. Muchos ya no pudieron encontrarse con sus familias hasta el final de
la guerra; otros nunca más.
España se dividió en dos bandos irreconciliables, pero lo peor de todo fue
que en ambos bandos se produjo la persecución a los evangélicos, aunque fue
mucho más virulenta en el bando nacional o rebelde.
Cuando Indalecio Prieto, antiguo alumno del colegio evangélico de Bilbao,
lamentaba por entonces en un mitin socialista que no existieran en España
mayor número de protestantes, sin duda pensaba en ellos como en un
conveniente contrapeso a la omnipotente Iglesia de Roma y sostenía la
creencia de que el protestantismo era menos tendente a aliarse con el poder y
más propenso a fomentar el progreso [NA2]por medio del esfuerzo.
Algo parecido vino a decir Miguel de Unamuno al afirmar:
Creo que la desgracia es no haber tenido un Lutero nuestro, español; la
Inquisición ahogó en germen la castiza Reforma española que hubiera
brotado del movimiento místico, del impulso de aquel estupendo San
Juan de la Cruz, acaso el más soberano poeta y el más profundo
pensador de raza castellana. Y como no hemos pasado por Lutero, no
podemos llegar a Kant, y seguimos presos al realismo vulgar. Aún no
ha comprendido el castellano lo de la vida es sueño. Me llaman
protestante y algo hay de ello. La concepción de la fe que doy en
tercero de mis Tres ensayos en el fondo es genuinamente luterana”.[123]
El progreso de los protestantes en los dos primeros años de la República no
fue tan grande como se esperaba. En el libro The Republic of Spain se hablan
de 6.259 miembros en las diferentes confesiones, 21.900 creyentes, incluidos
extranjeros, y 166 iglesias atendidas por 123 misioneros, 48 pastores y 94
evangelistas.[124] Otro de los grandes logros fue el de las escuelas evangélicas,
que se extendían a lo largo y ancho de todo el país, que tenían escolarizados
aproximadamente a unos 7.459 niños.
E 82% de los protestantes españoles se dividía en cuatro denominaciones
principales. El movimiento pentecostal era muy pequeño en aquellos
momentos. La primera era la Iglesia Evangélica Española (IEE), la más
antigua, ya que sus orígenes son del final del reinado de Isabel II y el
comienzo del Sexenio revolucionario. La IEE fue el resultado de la unión de
presbiterianos y metodistas, con algunos elementos luteranos y
congregacionalistas. La IEE contaba con el 30% de los cristianos protestantes
en España, repartidos principalmente entre Andalucía, Madrid, Baleares y
Cataluña.
La segunda denominación más importante era la Iglesia Española
Reformada Episcopal (IERE), fundada en 1880 tras la ruptura de la antigua
Iglesia Evangélica Española. En aquel entonces contaba con 24
congregaciones y el 8% de los protestantes españoles. En 1936 tenía iglesias
en Andalucía, Cataluña, Madrid y Castilla y León.
El resto de confesiones provenían de misiones extrajeras. Dos de las más
importantes eran la Unión Evangélica Bautista Española (UEBE) y las
iglesias de las Asambleas de Hermanos. La UEBE se había constituido en
1928, pero en ese momento representaba el 17% de los evangélicos
españoles. Las iglesias de Hermanos de Plymouth, al ser el resultado de un
grupo interconfesional disidente de las denominaciones más conservadoras
en Gran Bretaña, estaba mucho más fragmentada. La mayoría de las iglesias
de los Hermanos estaban en Levante, Cataluña y Galicia, siendo
aproximadamente el 27% de los protestantes españoles.
El resto de iglesias componían el 18% que quedaba. Entre ellas solo la
Iglesia Pentecostal, la Iglesia Cristiana Adventista del Séptimo Día y la
propia Iglesia de Inglaterra tenían cierto arraigo.[125]
En el periodo anterior a la Guerra Civil el protestantismo español seguía
siendo dependiente de las ayudas externas de las casas misioneras de las que
formaban parte. Las iglesias dependían del exterior tanto en su liderazgo
como en su sostenimiento económico. Pero no únicamente de manera
económica, también debido a la alta incidencia misionera. Al comienzo de la
Guerra Civil más de la mitad de los misioneros extranjeros que trabajaban en
España eran británicos. Siendo las otras dos nacionalidades más comunes las
de alemanes y norteamericanos. Había además algunos misioneros suecos,
franceses y suizos. La Guerra Civil obligó a que líderes nacionales tomaran
las riendas de las diferentes denominaciones protestantes del país,
demostrando que las organizaciones nacionales estaban maduras para dar este
paso decisivo.
Los evangélicos españoles estaban del lado republicano, que les había traído
una libertad religiosa inédita desde la Primera República. El golpe de estado
militar del general Franco en julio de 1936 representaba los valores del
conservadurismo neocatólico del que los protestantes deseaban escapar.
Además, se dio la circunstancia de que en los primeros años de guerra la
mayor parte de los evangélicos españoles vivían en territorio controlado por
el gobierno republicano.
En algunos periodos de la República y el inicio de la Guerra Civil se
produjeron violentos ataques anticlericales. Esto también afectó a la casi
totalidad de capillas protestantes, que fueron cerradas en los territorios de
ambos bandos. Los creyentes dejaron de reunirse, esperando a que las cosas
se calmaran. Algunas iglesias abrieron poco tiempo después, pero cesaron los
cultos públicos. Era mejor mantener un perfil bajo y discreto.
Una de las comunidades que se mantuvo activa, aunque con muchos
problemas fue la iglesia bautista de Madrid de la calle General Lacy[NA3]:
La guerra empezó cuando el pastor estaba ausente y la membresía de la
iglesia desapareció totalmente, referirá un testigo. Algunos de los
miembros fueron a la guerra, otros buscaron refugio en el campo; y
algunos cristianos débiles se asustaron de tal forma que trataron de
convencer a la Sra. Fernández, la esposa del pastor, para que cerrase la
iglesia y escondiese las Biblias y los himnarios que ellos habían traído
de sus casas. Pero a pesar de todo, durante la guerra se celebraron
cultos, aunque las bombas caían cerca de la iglesia. Eran tan pocos los
que asistían que se celebraban en el vestíbulo. A menudo las reuniones
se veían bendecidas por el testimonio de algún joven que estaba con
permiso.[126]
Las congregaciones evangélicas en la ciudad de Madrid no sufrieron actos
violentos, pero en otras zonas en las que el poder central no tenía fuerza, las
cosas fueron muy distintas. En muchos casos se cerraron iglesias y se
encarceló a líderes. Por ello, al poco del comienzo de la guerra la casi
totalidad de las iglesias habían sido cerradas y los cultos suspendidos. Una de
las zonas que más tiempo tardó en normalizar esta situación fue Cataluña,
donde había un ambiente más anticlerical, sobre todo por la fuerza de los
grupos anarquistas.
Se asaltó el local “de los alemanes”, de la Misión Evangélica Alemana en
L’Hospitalet. La iglesia de Pueblo Nuevo, a las afueras de Barcelona y la
recién inaugurada iglesia bautista en Badalona. El resto de iglesias de
Cataluña lograron salvarse en los momentos más críticos poniendo la bandera
de los países de las misiones que representaban, como fue el caso de los
misioneros de los Estados Unidos y Gran Bretaña. En la ciudad de Rubí, por
ejemplo, “grupos incontrolados intentaron saquear e incendiar nuestra iglesia,
cosa que pudo evitarse al contar con el apoyo de ciertos sectores moderados
de la villa, y ser los edificios de propiedad británica”.[127]
Tras las primeras semanas de confusión, se reanudaron las reuniones en en
Manresa, Sabadell, Terrassa y Villafranca.[128]
En los primeros momentos de la guerra los miembros de las iglesias
evangélicas se sintieron confusos. A la ausencia de muchos feligreses se
sumaba la movilización militar de la mayor parte de sus pastores, y la
repatriación de los misioneros extranjeros, lo que dejó a las iglesias
protestantes descabezadas.
Muy pocos extranjeros permanecieron en España. Un caso excepcional fue
el de la familia misionera Fliedner, una familia de origen alemán instalada en
Madrid desde el siglo XIX, aunque se puede decir que estos misioneros eran
prácticamente españoles. De hecho, los hermanos Fliedner[129], a pesar de
haber nacido en Madrid, no tenían la nacionalidad española. Cuando las cosas
se pusieron difíciles en la capital rechazaron el ofrecimiento de repatriación
del gobierno nazi, prefiriendo permanecer en el país. Desde el principio la
familia Fliedner ayudó a los pobres y damnificados con toda su red de
asistencia.
Manuel Irujo consiguió ciertas mejoras en la práctica religiosa en el bando
republicano tras su paso por el Ministerio de Justicia entre el 17 de mayo y el
11 de diciembre de 1937.
En el consejo de ministros, celebrado por el gobierno Negrín, el 24 de
febrero de 1938 con asistencia del presidente don Manuel Azaña, se
consideró la posibilidad del restablecimiento del culto público y la apertura
de algunos templos “como medio único de poder acreditar ante el mundo que
la República respeta la libertad del culto católico”. Negrín, el 30 de abril del
mismo año, publicó sus famosos Trece puntos[130] entre los cuales se
encontraba “la libertad de conciencia y el ejercicio de sus creencias y de sus
prácticas religiosas”.[131] Mientras, en el bando franquista se perseguía con
saña a todos los heterodoxos, en especial a los protestantes.
A medida que la guerra avanzaba, la movilización a finales de 1937 llamó a
filas a muchos más hombres. Esto afectó aún más a las iglesias evangélicas,
que se quedaron sin hombres jóvenes ni pastores. Ante la situación injusta,
los pastores evangélicos mandaron un comunicado dirigido al ministro de
justicia pidiendo la exención del servicio de armas y su sustitución por
destinos más compatibles con sus funciones pacíficas, apoyándose en lo que
ya había hecho el gobierno de Euskadi a los sacerdotes de las diferentes
confesiones religiosas. La solicitad decía:
Los hospitales, los abastecimientos, las oficinas, los servicios, etc., un
lugar sea en vanguardia o en retaguardia, el que el Gobierno de la
República crea más conveniente según sus necesidades y nuestras
aptitudes. Un lugar donde al ser llamados, podamos ofrecer el amor y
el consuelo, y nos sea posible a la vez coadyuvar a la obtención de la
victoria sin tener necesidad de empuñar las armas.[132]

En la primavera de 1938[133] se produjo una nueva orden ministerial, que


estableció que los centros de reclutamiento, movilización e instrucción militar
“destinarán a servicios de Sanidad a quienes prueben su condición de
religiosos, sea cualquiera la religión profesada”.
Tras la concesión de la petición, los pastores fueron enviados a los más
variados servicios, sobre todo los relacionados con la salud y atención a
heridos. Muchos han reconocido su encomiable labor, desplegada sin
distinción de credos ni ideologías, por los hambrientos, enfermos y
perseguidos de la guerra.
En diciembre de 1938 se estableció un nuevo Comisariado General de
Cultos, dependiente de la Presidencia del Consejo de Ministros. La misión
principal del comisariado consistía en reglamentar y proteger el ejercicio libre
de cualquier religión, de acuerdo con la Constitución, que había sido
suspendida [NA4]por la guerra. La reacción fue demasiado lenta y una mayor
libertad religiosa hubiera significado un apoyo más decidido de algunos
países a favor de la República, como en el caso del Reino Unido o los
Estados Unidos de Norteamérica. Pero la Iglesia católica estaba tan bien
posicionada en contra de la República que poco se podía hacer para apaciguar
los ánimos anticlericales de la población. Por el contrario, los evangélicos se
acogieron fácilmente a esa y otras disposiciones en materia religiosa, y por lo
general a instancias de Prieto, fueron promulgadas por el régimen en la fase
final de la guerra.
El cambio en las autoridades republicanas permitió que se realizaran
algunos programas de ayuda espiritual a la población. La Bible Society
londinense logró distribuir mucha literatura evangélica en Madrid, Aragón,
La Mancha, Cataluña, y sobre todo en Levante. La agencia, desde sus
oficinas centrales situadas en la madrileña calle de Flor Alta, logró repartir
muchas biblias, aunque tras la victoria franquista miles de ellas fueron
quemadas por las autoridades eclesiásticas. También se apoyó de manera
interesada la salida de pastores protestantes al extranjero para activar la ayuda
internacional a los refugiados. Muchas asociaciones evangélicas extranjeras
introducidas en la zona republicana durante esta época realizaron una gran
labor filantrópica y evangelizadora, como por ejemplo la New Testament
Missionary Union, y sobre todo las comunidades menonitas. En la
retaguardia el clima de inseguridad existente dificultaba mucho la labor
continuada de las iglesias evangélicas, que en muchos casos permanecieron
cerradas hasta después de la guerra.
Los evangélicos que estuvieron desde el principio en el bando rebelde
soportaron la represión de forma sistemática. Fueron muy numerosos los
casos de cristianos evangélicos que sufrieron asaltos, detenciones, violencias
y asesinatos. Las persecuciones prácticamente dispersaron y casi acabaron
con el movimiento evangélico. Tan solo la heroicidad de muchos cristianos
logró mantener viva la llama del Evangelio.
El franquismo persiguió con crueldad a los protestantes españoles a los que
consideraba, junto a judíos y masones, culpables de todos los males de
España. Los peores crímenes tuvieron lugar en los meses iniciales de la
guerra. Muchos de estos casos se produjeron en Andalucía, donde existía un
mayor número de protestantes en las zonas controladas por los rebeldes.
Entre los muchos casos de esa represión estuvo el de Salvador Íñiguez,
pastor de Granada, y el del joven pastor Miguel Blanco, ambos fueron
fusilados. Otras víctimas fueron el exsacerdote García Fernández y su mujer.
Pero el caso más triste fue el de una joven maestra [NA5]de Jerez de la
Frontera también ejecutada, por defender en público sus creencias, algo que
podía costarte la vida en la España franquista incluso hasta bien entrados los
años 40 del siglo XX.
Otros pastores lograron huir, esconderse o salvarse de manera milagrosa,
como Antonio García, pastor de Córdoba, cuya iglesia y casa fueron
asaltadas, pero él logró escapar a la ciudad de Gibraltar. No fue el único que
se refugió en la colonia inglesa, otros evangélicos lograron refugiarse allí
como había sucedido casi cincuenta años antes con las persecuciones de
Isabel II y más tarde, bajo el reinado de su hijo Alfonso XII. Los restantes
pastores evangélicos andaluces se ocultaron o fueron encarcelados.
No sería hasta mediados de la guerra, ante la presión internacional, que
muchos líderes evangélicos fueron puestos en libertad bajo vigilancia, o bien
se les permitió abandonar el país. Las iglesias corrieron igual suerte, aunque
la mayoría permanecieron cerradas durante todo el conflicto.
En Castilla-León uno de los casos más conocidos fue el del pastor Atilano
Coco, natural de Salamanca, fusilado el 9 de diciembre de 1936[134]. Su
dramática historia se mezcló con la heroica resistencia de Unamuno en la
Universidad de Salamanca a la violencia militar franquista.
Se cuenta que Miguel de Unamuno, que en un principio había apoyado el
alzamiento militar, se horrorizó ante las atrocidades que se cometían en la
retaguardia. En un discurso pronunciado para la apertura del curso académico
de 1936, Unamuno arremete contra todos aquellos profesores que por temor o
desvergüenza no dijeron nada en contra de lo que estaba sucediendo. Allí, en
mitad del paraninfo de una de las universidades más vetustas de España, un
viejo y tembloroso Unamuno se puso en pie. Su antecesor en el discurso, José
María Pemán, había hablado encendidamente contra Cataluña y el País
Vasco, llamando a estas regiones el cáncer de España, siendo, según sus
palabras, el fascismo la medicina que necesitaba el país. Millán-Astray, uno
de los fundadores de la Legión, gritó emocionado “¡España una, grande y
libre!”, seguido por un coro de voces de apoyo. Mientras tanto, Unamuno
tomaba apuntes en silencio en el sobre de la carta que le había mandado la
esposa del pastor Atilano Coco, su amigo. Unamuno se puso en pie, ya que
como rector era él quien daba como iniciado el curso escolar y dijo:
Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy
incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale
a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia.
Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún
modo, del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Se ha
hablado aquí de la guerra internacional en defensa de la civilización
cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es solo una
guerra civil. Vencer no es convencer, y hay que convencer sobre todo,
y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión.
Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión
contra los vascos y catalanes llamándoles anti-España; pues bien, con
la misma razón pueden ellos decir lo mismo. El señor obispo, lo quiera
o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, y aquí está para
enseñar la doctrina cristiana que no queréis conocer. Yo mismo, como
sabéis, nací en Bilbao y llevo toda mi vida enseñando la lengua
española, que no sabéis...[135]
Millán-Astray interrumpió al profesor y quiso hablar cuando uno de los
hombres de Millán-Astray [NA6]gritó: “¡Viva la muerte!”.
Miguel de Unamuno logró retomar la palabra y decir:
Acabo de oír el necrófilo e insensato grito de “¡Viva la muerte!”. Esto
me suena lo mismo que “¡Muera la vida!”. Y yo, que he pasado mi
vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las
comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta
ridícula paradoja me parece repelente. Como ha sido proclamada en
homenaje al último orador, entiendo que va dirigida a él, si bien de una
forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un
símbolo de la muerte. El general Millán-Astray es un inválido. No es
preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de
guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como
norma. Desgraciadamente en España hay actualmente demasiados
mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me
atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las
normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la
grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un
superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido,
como he dicho, que no tenga esta superioridad de espíritu es de esperar
que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los
mutilados a su alrededor. El general Millán-Astray desea crear una
España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y
por eso quisiera una España mutilada.
El militar Millán-Astray gritó: “¡Muera la intelectualidad traidora! ¡Viva la
muerte!”.
A lo que replicó Unamuno:
¡Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote!
Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido,
diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis,
porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para
convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os
falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que
penséis en España. He dicho.
Este enfrentamiento tenía de fondo la muerte de todos aquellos que no
pensaban igual, de los evangélicos que, perseguidos en los dos bandos, eran
extranjeros en su tierra esperando otra mejor, como los héroes de la fe del
libro de Hebreos.
Los años que siguieron fueron muy duros. En muchos lugares de España la
persecución arreció a medida que avanzaba la guerra. Todos los profesores de
universidad y catedráticos de bachillerato de religión evangélica fueron
expedientados en su totalidad. Uno de ellos, Germán Araújo[136], catedrático
de matemáticas, fue ejecutado por los franquistas en Teruel[NA7].
En lugares como Navaluenga, provincia de Ávila, tras la toma de la
localidad por los franquistas un pobre hombre acusado de haber ayudado en
sus tareas evangelistas al pastor inglés Thomas Rhodes, titular de la Misión
de los Hermanos en la madrileña calle de Trafalgar, fue fusilado.
Otro de los grupos más perseguidos fue el de los colportores, o vendedores
ambulantes de biblias y literatura evangélica. Muchos de ellos quedaron
atrapados en la zona franquista al comienzo de la guerra. De las penalidades
sufridas dan fe casos como los de Cignoni y Carreras en Sevilla, Alfonso
Gómez en Palencia, Sotero Basterra en Zaragoza, Luis Martínez en Badajoz,
Federico Gray en Valladolid, etc. Fueron motejados de agentes comunistas, y
se les confiscaron y destruyeron sus “pretendidas biblias” con la complicidad
de la autoridad católica.
El pastor de Jaca, Salvador Ramírez, que dirigía las escuelas de la Misión
Francesa del Alto Aragón, falleció al ver la destrucción de toda la obra
misionera. Meses más tarde, las iglesias de Cataluña, Murcia y Levante
correrían la misma suerte. A medida que los rebeldes avanzaban, el
protestantismo español comenzaba casi a extinguirse.
En el bando rebelde serían contados quienes defendieran a los evangélicos,
que sufrían todo tipo de atropellos. El periodista de La Voz de Galicia y
encargado del archivo de la iglesia evangélica de Marín[137], Marcos Gago
Otero ha realizado varias investigaciones sobre la situación de los
evangélicos durante y después de la Guerra Civil.
Gago Otero afirmaba en una entrevista que eran “un objetivo a atacar por el
régimen de Franco”, que los metía en el mismo saco que comunistas,
republicanos, masones y sindicalistas, “a pesar de que tenían un credo, eran
pacifistas y, por supuesto, no estaban al dictado de ningún gobierno
extranjero”. La contienda supuso “un freno en seco en la fase de expansión
de la Iglesia Evangélica, iniciada en los últimos años de la Segunda
República”.
El investigador continúa explicando:
Se desterró a los dirigentes gallegos de la iglesia; se persiguió y se
puso en lista a unos cuantos, que consiguieron salvarse del
fusilamiento por distintas circunstancias, aunque hay por lo menos
uno, casado con una marinense, que lo fusilaron en Verín.
Muchas de las escuelas evangélicas abiertas durante el periodo desde la
Primera República hasta la Segunda fueron cerradas, terminando de esa
manera casi con 50 años de educación evangélica.
En 1939 se cerró la escuela evangélica de Marín, que venía funcionando
desde 1883 y a la que acudían tanto católicos como evangélicos “porque la
enseñanza era de calidad y, además, gratis”. El profesor de la escuela era
Jonatan Medinilla, que “se salvó de ser fusilado porque un alto cargo de la
base naval —aún no existía la Escuela Naval— lo avisó de que iban a por él y
le dio tiempo a marcharse para Argentina”. Su único delito fue negarse a que
los alumnos cantaran el himno de España con la letra fascista, como le habían
mandado. En su lugar, “elaboró unas estrofas en las que se pedía paz para
España, y al día siguiente se cerró la escuela”.
Gago Otero también habla en sus charlas y escritos de la censura sufrida,
incluso en las publicaciones internas para uso propio: “hasta nos censuraron
las biblias”. Además, los evangélicos marinenses también padecieron una
represión generalizada, “con acusaciones en falso, rape de pelo para las
mujeres y santas unciones”.
El día a día de los evangélicos no fue nada fácil bastante después de
terminada la guerra. Tenían problemas en todos los ámbitos: en los colegios,
al negarse a dar las clases de religión, para casarse (pues no existía el
matrimonio civil) e incluso a la hora de enterrarse.
Teníamos que enterrar a nuestros muertos en la zona civil, pues se
había vuelto a construir el muro de separación, que permaneció hasta la
década de los 80 del siglo pasado”. Y en la mili, “algunos evangélicos
se pasaron largas temporadas en los calabozos al negarse a arrodillarse
en las misas durante la consagración”.
En la década de los 60 del siglo pasado la cosa comenzó a ir un poco mejor,
según cuenta Marcos Gago, pero no fue hasta la promulgación de la
Constitución cuando se normalizó. “Entonces, dejamos de ser ciudadanos de
segunda para tener plenos derechos”.
A pesar de todos los inconvenientes, la iglesia evangélica de Marín fue la
única de Galicia que se mantuvo abierta, “un poco como propaganda de la
tolerancia del régimen”.
Pero las desgracias sobre las iglesias no se produjeron únicamente en esta
pequeña localidad de Galicia. Muchas iglesias fueron saqueadas, quemadas o
incautadas. Tanto en un bando como en el otro. Por ejemplo, el diario de
operaciones del cuerpo de bomberos de Barcelona registró el 19 de julio de
1936, a las 5:49 horas, cuando empezaban a salir de sus cuarteles los
rebeldes, una llamada de aviso de incendio de la iglesia evangélica y sus
escuelas anexas de la calle de la Internacional (hoy llamada de la Nació),
número 24-26, en el barrio del Clot. No había ardido aún ninguna iglesia
católica. Uno de los testigos, Estanislau Torres, que en aquella era época aún
era niño y alumno de las escuelas, cuenta que cuando gente de otro barrio
prendió el fuego, los vecinos corrieron a avisar a los bomberos y colaboraron
en la extinción del incendio.
Este hecho y muchos más sobre los protestantes durante la Guerra Civil
pueden leerse en el interesante de Federico Vázquez Osuna, Les esglésies
evangèliques històriques de Barcelona (1876-1978). Allí se cuentan más
casos de templos protestantes destruidos, siempre por confundirlos con los
católicos.
Un grupo de incontrolados estaba a punto de quemar la capilla bautista de
Terrassa cuando alguien les dijo: “Estos no tienen santos ni confesonarios, y
van contra los curas; no les hagáis nada”. Dada la alteración d[NA8]el orden
público, durante los primeros meses de la revolución los protestantes, por
precaución, suspendieron el culto, pero después lo reanudaron, por ejemplo,
en la capilla de la calle Aragó número 51. En la feria del libro [NA9]de 1938
montaron un puesto de venta de biblias en las ramblas sin ningún problema.
La Guerra Civil fue un duro golpe para los evangélicos españoles. Tanto en
la zona nacional como en la republicana supuso su retroceso. Tras un lento
pero seguro proceso expansivo en el primer cuarto del siglo XX, la guerra
mermó las filas evangélicas, ya fuera por muerte o por emigración de
numerosos creyentes, además de producir la desarticulación de sus líderes o
la pérdida de gran parte de su patrimonio, que a la larga impidió su
funcionamiento con normalidad hasta los años 60.
Los evangélicos se quedaron sin gran parte de sus lugares de culto. Los
municipios con iglesias se redujeron de las 147 localidades a las 33 iglesias
de después de la guerra[138].
Sus miembros, 22.000 protestantes en 1936, habían quedado reducidos
apenas a la mitad, unos 7.000. En total, en los años 40 apenas quedaban unas
10.000 personas[139] de la obra protestante[140]. La situación fue tan mala que
tendrían que pasar tres lustros antes de volver al número de miembros
evangélicos del año 1936. Aunque fue aún peor sufrir otros 40 años de
aislamiento y marginación, que mantuvieron a los evangélicos en un gueto
del que les ha costado mucho salir.
En España el cambio más profundo se produce cuando en 1975, tras la
muerte del dictador en su cama, toma el mando el rey don Juan Carlos I.
España pierde sus últimas colonias en África y comienza a aspirar a unirse al
Mercado Común Europeo.

El ámbito evangélico de los años 70 del siglo XX


En España los evangélicos siguen siendo una minoría muy pequeña. Desde
finales de los 60 se goza de una cierta tolerancia, refrendada por la ley de
libertad religiosa de 1967, aunque la Iglesia católica sigue teniendo trato
preferente y casi el monopolio de la religión en el país.
Mientras la libertad comenzaba a abrirse paso en España, la sociedad
entraba en una profunda transformación. Los procesos de laicismo
comenzaban a dar sus primeros frutos. La Iglesia católica intentaba
reformarse y el cardenal Vicente Enrique Tarancón se mostraba abierto a los
nuevos cambios democráticos.
La Iglesia católica en los últimos años del franquismo había rebajado su
perfil derechista. En muchos barrios populares surgía la figura del cura
obrero, como pasaba en el Pozo del Tío Raimundo con el padre Llanos, pero
la desafección de buena parte de la población se haría más evidente a finales
de los años 70 y principios de los años 80.
El anticlericalismo español se hacía presente de nuevo tras 40 años de
dictadura. Los cambios sociales llevaban a la generación más joven a
experimentar lo que no encontraban en las tradiciones del país con las drogas,
las tribus urbanas y la música.
La sociedad pasó de conservadora y religiosa a ser más plural, de tal forma
que quería acercarse a Europa. Fenómenos como la movida madrileña tenían
detrás a la contracultura, que cuestionaba con la naciente postmodernidad los
parámetros morales y éticos de la anterior generación.
Las ilusiones por el nuevo régimen democrático estaban divididas, ya que
muchos creían que el rey don Juan Carlos no terminaría del todo con la vieja
oligarquía que continuaba dominando en el terreno económico.
El Opus Dei tenía a muchos de sus seguidores en puestos claves del
funcionariado, la economía y la política. La izquierda era antirreligiosa y la
derecha estaba muy unida al catolicismo. Los evangélicos no sabían dónde
encajar. Acostumbrados durante décadas a vivir en un gueto religioso, les
costaba asimilar aquellos cambios tan vertiginosos. Por otro lado, seguían
siendo una fuerza muy minoritaria. En 1980 apenas había 100.000
evangélicos en el país y su crecimiento no era tan fuerte como en otros países
latinos.

La nueva constitución y la creación de la FEREDE


La nueva realidad política parecía animar las esperanzas de los evangélicos
españoles. Uno de los pocos momentos en la historia de España en los que
había habido una cierta libertad y tolerancia había sido en 1868, con la
Primera República. El gobierno provisional concedió la libertad de culto por
primera vez en 1869, apoyado en el artículo 21 de la Constitución de aquel
mismo año.
Durante la restauración borbónica la libertad fue de nuevo limitada,
favoreciéndose de nuevo a la Iglesia católica, hasta que la Constitución de
1931 le devolvió la libertad a las confesiones no católicas. La Constitución de
la Segunda República por primera vez declaraba al estado aconfesional,
permitiendo la total libertad de cultos.
La persecución desatada por el gobierno de Franco después de la Guerra
Civil no cesó hasta los años 60 y la Ley 44/1967, que dejaba cierta tolerancia
a las reuniones cerradas sin expresiones externas.
La Constitución de 1978 era la primera desde hacía algo más de 40 años
que garantizaba la igualdad ante la ley de todas las confesiones, aunque se
mantuvieran ciertos privilegios con la Santa Sede, como la renovación del
Concordato en 1979.
El propio rey de España, en su discurso de toma de posesión del cargo, dijo
acerca de la libertad religiosa: «El respeto a la dignidad de la persona que
supone el principio de libertad religiosa es un elemento esencial para la
armoniosa convivencia de nuestra sociedad».[141]
En el artículo 16 de la Constitución de 1978 se garantizaron ciertos
derechos por los que los evangélicos llevaban peleando más de 40 años:
1.- Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos
y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la
necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2.- Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o
creencias.
3.- Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán
en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las
consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás
confesiones.[142]
Estos cambios permitieron a los evangélicos entrar en una década de
libertades sin precedentes.
El protestantismo español debía modificar su estrategia y cambiar su
Comisión de Defensa Evangélica por una federación moderna que
reivindicara el cumplimiento de las leyes y la normalización de la religión en
España. Por ello se vio la necesidad de crear la Federación de Entidades
Religiosas Evangélicas de España (FEREDE).
La Ley de Libertad Religiosa se promulgó en 1980, un año después de los
acuerdos del Concordato católico, para que estos no se vieran afectados por la
misma. La nueva ley no gustó a los protestantes, porque seguía discriminando
a las confesiones no católicas, pero al menos abría la puerta a un futuro
acuerdo con el Estado. La ley de libertad religiosa estaba muy poco
desarrollada y dejaba demasiadas lagunas, que con el tiempo se manifestarían
en limitaciones de la libertad religiosa.
La Comisión de Defensa Evangélica se planteó su disolución y una de las
denominaciones, la IEE, abandonó la organización. La UEBE también
amenazó con retirar el apoyo a la organización y las iglesias de Hermanos se
mantuvieron divididas, aunque muchas de ellas acabaron saliendo también.
Para acabar con las tensiones se aprobó convocar una gran asamblea
nacional, pero algunas denominaciones, como la IEE, se oponían.
La década de los 80 produjo un gran cambio en la sociedad española.
Después de cuatro décadas de casi total aislamiento, el país comenzaba a dar
pasos hacia la democracia, la libertad y la integración en el resto de Europa.
Don Juan Carlos I, rey de España, en su famoso discurso de investidura de
1975 prometía que gobernaría para todos los españoles. A pesar de que el
dictador había delegado en el rey la jefatura del estado, don Juan Carlos
desde el principio tuvo la idea de disolver las cortes y convocar un
referéndum que aprobara una constitución a la altura de los países de su
entorno.
El primer presidente de la nueva democracia sería Adolfo Suárez, que tuvo
que lidiar en los primeros años de su gobierno con el ejército, la ultraderecha
y el terrorismo. Los años 80 comenzaban con una grave crisis económica que
rebajaba el nivel de vida de los españoles por primera vez desde los años 60.
El índice de emigrantes españoles en Europa se mantenía alto, pero la
apertura democrática permitió el regreso de muchos disidentes políticos.
Durante los 60 y 70 en algunas ocasiones coincidieron en las cárceles
franquistas disidentes políticos y líderes evangélicos. La transición política
había comenzado, pero como veremos la transición religiosa se hizo a
medias.
España intentaba acercarse a Europa para ingresar en el Mercado Común y
la ONU, aunque tardaría todavía más de cinco años en conseguirlo. La Iglesia
católica seguía teniendo un gran poder a principios de los años 80. El 86% de
la población se declaraba católica. Los evangélicos españoles apenas
superaban el 0,2% de la población, unas 100.000 personas. En 20 años los
evangélicos habían doblado su número, pero aún era una cifra muy pequeña.
El tanto por ciento de pentecostales era muy pequeño en aquel momento.
La ley de libertad religiosa de 1982, aunque muy breve, garantizaba la
libertad de cultos. Parecía que todo comenzaba a estar a favor de los grupos
minoritarios, pero las cosas no iban a ser fáciles.
Las denominaciones eran pequeñas y débiles; aún las históricas habían
sufrido un fuerte retroceso tras 40 años de intolerancia. La UEBE
(denominación bautista mayoritaria) era la denominación más grande, junto a
las iglesias de Hermanos.
En el caso de las Asambleas de Dios de España, al principio de la década de
los 80 había 24 iglesias; diez años más tarde se llegaba a las 57. Cifras aún
muy pequeñas para tener un impacto significativo.
La Iglesia católica mantenía muchos de sus privilegios. Tenía amplia red de
colegios, medios de comunicación, universidades y poder. La mayoría de las
fiestas públicas eran católicas, las autoridades apoyaban muchos actos
religiosos y los protestantes no eran tomados en cuenta como colectivo
religioso.
Al comienzo de la democracia los evangélicos andaban algo divididos
mientras intentaban ponerse de acuerdo sobre la política a seguir frente al
Estado. La Comisión de Defensa Evangélica tuvo que transformarse en una
superestructura que pudiera negociar con el Estado los acuerdos que
aseguraran algunos servicios básicos como la asistencia espiritual en cárceles,
los cuarteles militares, hospitales y cementerios civiles. La educación
religiosa en las escuelas sería otro tema candente esa década, así como el
ingreso de los adventistas en la futura FEREDE.
Aunque las leyes eran favorables a los evangélicos, como minoría todavía
tendrían que superar varios problemas. En primer lugar, los evangélicos
habían vivido en un gueto durante 40 años y no sería fácil que volvieran a
integrarse en la sociedad. En cierto sentido habían creado una subcultura que
desconfiaba de lo que la política, la cultura o la sociedad misma pudieran
ofrecerles. Los evangélicos tenían su propia música, libros, reuniones y jerga.
En cierto sentido, el espíritu fundamentalista de principios del siglo XX, por
el que muchos evangélicos se habían apartado de la sociedad, estaba
doblemente reforzado en el ámbito protestante español. La sociedad veía en
los protestantes o evangélicos algo foráneo, aunque desde 1869 hubiera
iglesias y denominaciones establecidas en el país. La propaganda
antiprotestante de la Iglesia católica y el régimen franquista habían terminado
de inmunizar a una sociedad que desconfiaba de lo extranjero y que estaba
muy cerrada en sí misma.
La diversidad y la falta de unidad del pueblo evangélico era otro de los
problemas. Denominaciones muy pequeñas, iglesias de menos de 50
miembros, decenas de pueblos sin testimonio evangélico y dispersión de
objetivos eran las trabas más importantes de los protestantes.
El crecimiento en Hispanoamérica de las minorías evangélicas perjudicaba
más que ayudaba al crecimiento de los evangélicos españoles, ya que desde
los medios de comunicación y la Iglesia católica se trataba a los grupos
evangélicos como sectarios y se les relacionaba con la extrema derecha
norteamericana. La sociedad española era muy antinorteamericana, lo que
agravaba más el problema.
El crecimiento de los Testigos de Jehová durante esa década creó aún más
confusión en una sociedad con una gran incultura religiosa; pero lo peor sin
duda era la irreligiosidad de la mayor parte de la población que había sido
obligada durante 40 años a practicar el catolicismo.
La imposibilidad de acceder a los medios de comunicación de los
evangélicos y su pequeño tamaño tampoco ayudaban a mostrar una cara
visible ante la sociedad.
La diversidad religiosa en la España de los 80 era casi simbólica. A los
100.000 evangélicos había que sumar unos miles de judíos, Testigos de
Jehová y musulmanes.
La FEREDE se constituyó finalmente en 1987, pero aún habría que esperar
cinco años para firmar los primeros acuerdos con el Estado español.
En 1987, en uno de los primeros actos de la FEREDE, se dirigió un escrito a
las autoridades pidiendo un trato más justo a las minorías. Este texto sería el
punto de partida de los acuerdos con el Estado.
Las diferentes denominaciones evangélicas no tenían mucha relación entre
ellas; en el mejor de los casos simplemente se ignoraban, lo que convertía a
los evangélicos en una minoría muy débil, divida y fragmentada.
En el siglo XXI, tras una época de crisis económica a mediados de la década
de los 90, España comenzó a crecer de manera exponencial. En el terreno
político, la sociedad parecía conformarse con el crecimiento económico y no
se fijaba en los pelotazos urbanísticos ni en la red de corrupción en todos los
niveles políticos.
El crecimiento económico y varias crisis en Hispanoamérica atrajeron a
varios millones de inmigrantes al país. Si a principios de los 80 los
inmigrantes en España no llegaban a los 200.000, en 2000 ya se acercaban al
millón de personas. En la primera década del siglo XXI el número de
emigrantes estaba cerca de los 6.000.000, lo que suponía el 12% de la
población. Estas cifras son las de los inmigrantes censados, pero se calcula
que había casi otro millón de personas en situación ilegal.
España a lo largo de su historia ha sido un país que mandaba emigrantes a
otros países, por eso la recepción de cinco millones de personas en menos de
una década, con diferencias religiosas, culturales y raciales, creó cierta
tensión. No olvidemos que la falta de libertades y el pluralismo social y
político creó una sociedad monocorde, que poco a poco comenzó a cambiar
en la década de los 80. En un país sin minorías étnicas ni culturales desde el
siglo XVI, los cambios iban a ser bruscos.
La concentración de esos inmigrantes en algunas zonas del país, como las
grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Bilbao, Zaragoza y Valencia), la costa
y algunas capitales de provincia, hacía que las concentraciones en algunos
lugares se aproximaran al 20% de la población.
Para que nos hagamos una idea, desde 2000 España ha experimentado una
de las mayores tasas de inmigración del mundo, superando en porcentaje
cuatro veces la que soportaba Estados Unidos y ocho veces la que tenía
nuestro vecino Francia. La comunidad inmigrante más grande del país eran
los rumanos, con 809.409 personas, seguido por los marroquíes con 766.187
personas. Después los ecuatorianos, con 478.894 personas, 392.577
británicos y 372.541 colombianos.
En algunas localidades como San Fulgencio, en Alicante, se dio el caso que
el 77,58% de sus habitantes eran extranjeros. Alicante es la provincia con
más extranjeros del país, seguida de Madrid y Cataluña. En Madrid en 2005
se encontraba el 34% de ecuatorianos del país.
El porcentaje de hispanoamericanos inmigrantes era del 36,21% en 2006,
seguidos por un 34% procedente de la Unión Europea. Muchos de esos
emigrantes eran protestantes o se hicieron evangélicos en el país. Muchos de
los ciudadanos de origen alemán, británico y holandés eran protestantes, pero
también un alto índice de rumanos, ecuatorianos, argentinos, mexicanos,
colombianos o brasileños.
Una de las consecuencias de la llegada de inmigrantes fue el cambio en el
mapa religioso del país.
El número de católicos en la primera década del siglo XXI bajó hasta el 70%
de la población, con una práctica religiosa de apenas el 17%. Los
musulmanes ascendieron en la primera década del siglo XXI de un porcentaje
apenas simbólico a superar el millón de fieles, lo que supone el 2% de la
población. Los ortodoxos ya superan el 2%, la mayoría de ellos de origen
rumano, pero también de otros países del Este de Europa.
Los protestantes superaron a finales de la primera década de este siglo el
3% de la población.
Según datos de FEREDE, en España en la actualidad hay 1.200.000
protestantes, pasando en una década, sobre todo la segunda mitad, de 350.000
protestantes a casi cuadruplicar el número de evangélicos en España.
Los protestantes españoles son aproximadamente 400.000 personas, unidos
a unos 800.000 habitantes europeos, de los que 700.000 serían de la Unión
Europea.
La mayoría de los evangélicos se concentran en ciudades con más de 15.000
habitantes, en la zona de la costa, Madrid, Cataluña, Galicia y Andalucía. De
estos 400.000 protestantes españoles, 150.000 son de etnia gitana.
Según el Observatorio del Pluralismo Religioso en España, la mayor parte
de los evangélicos españoles son pentecostales, siendo la primera
denominación del país la Iglesia de Filadelfia (de etnia gitana), seguida de las
Asambleas de Dios de España
2. Parte. Las transformaciones que ha
producido la Reforma
2.1 El núcleo fundamental de la sociedad: el papel de la
familia en el protestantismo
Uno de los pilares principales de la sociedad es la familia. Desde el origen de
la humanidad es la unidad básica donde el individuo se formaba, adquiría un
oficio y recibía la afectividad que necesitaba para desarrollarse como
persona.
En la antigüedad clásica la figura del padre era el centro mismo de la
autoridad. En Roma el padre dominaba toda la casa, incluidos esclavos y
mantenía su autoridad hasta la muerte. En China, Egipto y Asiria se llegó a
divinizar algunas familias, como la del faraón, permitiendo todo tipo de
aberraciones para mantener a la dinastía reinante, como el incesto o el
matrimonio entre hermanos.
En el mundo clásico era lícito el asesinato de los hijos que salían mal
formados, el repudio a la mujer o incluso el asesinato de algún miembro de la
familia, ya fuera por una falta de honor o de respeto al padre.
En la tradición judeocristiana algunos roles dentro de la familia cambiaron
con respecto al mundo clásico. Una de las cosas que cambió radicalmente fue
la poligamia, que el cristianismo abolió, dando más derechos a la mujer, que
ya no tenía que compartir marido y exponerse a ser repudiada por otra mujer
más joven. También el divorcio se limitó y en muchas épocas fue muy difícil
formalizar una separación legal.
La familia dentro del protestantismo también sufrió una gran
transformación. La condena de la Iglesia católica del sexo y la exaltación del
celibato, pusieron al matrimonio en un segundo plano dentro del cristianismo.
La relación entre el hombre y la mujer se vio como una simple forma de
cumplir el mandamiento divino de crecer y fructificar. La mujer se convirtió
en la Edad Media en un ser de segunda categoría, se dudó sobre si tenía alma
o una capacidad mental similar a la del hombre. Legalmente dependía de su
padre hasta el casamiento y más tarde de su marido y, si este fallecía, de los
hijos varones adultos o de algún familiar varón.
La Reforma protestante cambió la visión de la familia. Martín Lutero y
otros reformadores defendieron el matrimonio como el mejor estado para el
hombre y el siervo de Dios. De esta manera, por primera vez en mucho
tiempo, los pastores podían dar ejemplo con sus familias a los feligreses e
intentar educar a sus hijos.
El celibato no fue algo exclusivo de la Iglesia católica, también se practica
en otras religiones como el budismo.
A pesar de que la Biblia nunca aprobó el celibato, a no ser que este fuera
voluntario y surgiera naturalmente del pastor o sacerdote, la Iglesia lo
impuso. La mayoría de los primeros apóstoles y líderes cristianos estaban
casados y, si bien Jesús no se casó, no fue por su rechazo al matrimonio, más
bien porque su misión era más importante en ese momento que la formación
de una familia.
Los ermitaños y los ascetas fueron los primeros en practicar el celibato,
aunque no apareció como práctica reglada hasta el Concilio de Elvira del año
305. San Jerónimo también defendió el celibato voluntario en el siglo V,
además afirmaba que los apóstoles habían renunciado a sus familias tras el
llamado de Dios. San Agustín, que había tenido una vida licenciosa hasta su
conversión al cristianismo entre los siglos IV y V, condenó las relaciones
sexuales y en especial a la mujer, a la que culpabilizó de los deseos ilícitos
del hombre. En los cánones de la Constitución apostólica en el siglo III se
permitió el matrimonio de ayudantes de los sacerdotes, pero se prohibió a
diáconos, párrocos y obispos.
Bajo el Decreto de Graciano se prohibió a las mujeres dirigir, enseñar o ser
testigos en la iglesia, lo que puso más barreras entre hombres y mujeres. Las
órdenes religiosas también fomentaron el celibato, poniendo el énfasis en la
pureza sexual como una prueba de santidad y la castidad como una virtud
superior a la familia.
A pesar de las limitaciones y los decretos los sacerdotes continuaron
casándose. El Concilio de Letrán (1123) se prohibió de manera generalizada.
Muchos sacerdotes se resistieron a la imposición y el segundo Concilio de
Letrán se reiteró la prohibición, el celibato obligatorio fue ratificado en el
Concilio de Trento (1545-1564), para responder al matrimonio de pastores
reformados e impedir que la práctica se trasladase a la Iglesia católica.
La Reforma rechazó todas estas ideas. Los pastores y los obispos se podían
casar. En algunas comunidades luteranas y anglicanas se aceptan algunos
grupos que han elegido el celibato voluntario, pero estos grupos son muy
reducidos.
Martín Lutero se casó con Katharina von Bora el 17 de junio de 1525, una
ex monja que se presentó con sus hermanas en Wittenberg tras el comienzo
de la Reforma. Muchos de sus compañeros reformados, entre ellos
Melanchton, no vieron con buenos ojos su matrimonio, pensaban que la
Iglesia católica utilizaría aquel hecho para desprestigiar a la Reforma y no les
faltaba razón, ya que muchos acusaron a Lutero de lujurioso y carnal.
Lutero reaccionó riéndose de las acusaciones y refiriéndose al Papa, obispos
y otros miembros de la Iglesia como colaboradores del Anticristo.
Lutero residió en su antiguo monasterio con su familia y ayudó a otros
exsacerdotes, exmonjes y exmonjas a formar sus propias familias.
La naturalización del matrimonio ayudó a crear una visión más positiva de
la sexualidad y la mujer. Alexis de Tocqueville realizó un viaje a América a
principios del siglo XIX y se sorprendió de la posición de la mujer en la
sociedad estadounidense.
Tocqueville en su conocida obra La democracia en América, describe la
gran libertad de las mujeres en la sociedad norteamericana comparada con
Europa. En el libro se observa cómo en los países protestantes las mujeres
tenían más autonomía y control sobre sus vidas que en el mundo católico. En
Inglaterra en aquella época podían vivir de una manera independiente. En los
Estados Unidos la educación y el respeto a las personas habían favorecido la
progresiva emancipación de la mujer. Además, observó la importancia que se
daba al matrimonio y lo bien considerado que estaba por todos los
ciudadanos.
Los valores de los protestantes se sustentaban en la Biblia. El principio de
creación divina, de que tanto los hombres como las mujeres han sido creados
a imagen de Dios, la unión carnal y la limitación del divorcio a escasas
excepciones, daban a las mujeres especialmente una estabilidad que no
habían gozado en otras épocas de la historia, en las que se las podía repudiar
por casi cualquier cosa, lo que constituía su total ruina.
La monogamia era otro de los factores a tener en cuenta. Durante la época
de Reforma hubo algunos grupos que defendieron la poligamia, pero fueron
rápidamente condenados. El cristianismo extendió la monogamia a muchos
países que continuaban practicando la poligamia. El protestantismo igualó la
condición y dignidad de la mujer.
No podemos dudar que los valores que transmite muchas veces la Biblia
son patriarcales, pero al mismo tiempo, a la luz de las enseñanzas de Jesús y
el Nuevo Testamento, se infería la igualdad intrínseca e inherente de la mujer.
El machismo fue un fenómeno social que tuvo mucha fuerza, que afectó a la
Europa moderna y contemporánea. Podemos leer afirmaciones que hoy nos
parecería aberrantes de autores como Voltaire, Rousseau y otros filósofos.
Aunque en algunas iglesias continúa cierta discriminación a la mujer, en
ninguna de ellas se dudaría la igualdad de hombres y mujeres, hechos ambos
a la imagen de Dios.
La paulatina conquista de América favoreció que las mujeres pudieran
realizar funciones y tareas que en otra época le estaban vedadas, el acceso a
la cultura pudo demostrar que la capacidad e inteligencia era igual a la de
cualquier hombre.
El cristianismo contribuyó sin duda a una mayor igualdad entre hombres y
mujeres, aunque hubiera épocas oscuras donde la mujer fue marginada y
maltratada. A pesar de que en la Biblia se prohibió el maltrato a las esposas,
el asesinato, se limitó el repudio y se fomentó el vínculo del amor. Las viudas
no eran presionadas para que se volvieran a casar, ya que era un estatus
respetado por los cristianos. Además, en los primeros siglos del cristianismo
las viudas cristianas conservaban sus bienes y ejercían funciones de liderazgo
en las iglesias. Siglos más tarde no se respetaron estos principios bíblicos.
El cristianismo también aumentó la edad a la que las mujeres podían
casarse. En el Imperio romano la edad media era de doce años, mientras que
la mayor parte de las hijas de cristianos no se casaban hasta mucho tiempo
después.
Por desgracia el matrimonio con niñas era una práctica habitual en el mundo
pagano, también en algunos grupos extremistas musulmanes, algo que abolió
el cristianismo.
En las sociedades paganas la prostitución sagrada y la permisividad frente al
adulterio creó familias desestructuradas y una lenta decadencia moral y ética.
Al final del Imperio muchos jóvenes no se querían casar, ya que podían
satisfacer todos sus apetitos sin el compromiso del matrimonio, lo que hizo
que las autoridades consideraran la obligatoriedad del matrimonio.
Los índices de abortos e infanticidios en el periodo pagano eran altísimos.
La falta de métodos anticonceptivos, unidos a la promiscuidad, el temor de
muchas mujores a ser repudiadas las animaba a abandonar a las criaturas
recién nacidas.
El papel de la mujer en el cristianismo fue devaluándose. Gran parte de la
Iglesia católica se hizo misógina y prácticamente sacó a la mujer de la vida
pública, condenando su feminidad. Lo mismo sucedió con el sexo, pero la
Reforma terminaría con esta tendencia.
El historiador Roland Baiton defendió el papel fundamental de la Reforma y
la figura de Lutero en la dignificación del matrimonio, la sexualidad y la
relación de pareja. Lutero defendió estas ideas en su libro La cautividad
babilónica de la Iglesia, afirmando que las leyes de los hombres no podían
anular el mandamiento de Dios de casarse. En su Discurso a la nobleza
alemana, Lutero criticaba la castidad obligatoria de los sacerdotes y cómo
esta había llevado al pecado y la hipocresía.
La actitud en el protestantismo ante los hijos cambió también de manera
radical con respecto a la iglesia medieval. Mientras que en Europa el derecho
romano convertía a los hijos y a la esposa en personas sometidas a los
patriarcas, aún tras el matrimonio de los hijos, en lugares como los Estados
Unidos se fomentaba que los adultos se gobernaran a ellos mismos sin la
supervisión constante del padre. Además la libertad de expresión y opinión
propiciaba un debate entre los miembros de la familia.
La educación de las hijas fue otra de las grandes diferencias. Mientras en la
mayoría de los países católicos la educación a las mujeres era muy poco
habitual hasta la segunda mitad del siglo XX, en los países protestantes se
educaba a hombres y mujeres. Esa libertad de las hijas se vio en la elección
de sus maridos y a mediados del siglo XIX en muchos lugares las mujeres
podían ejercer algunas profesiones y vivir sin la supervisión de un varón.
La Biblia constituyó un elemento liberador, pero mantuvo unos principios
morales y en algunos casos los impuso. La libertad sin moral lleva al hombre
a ser esclavo de sus instintos, ya que no puede haber ética sin moral, ya que
la segunda es la que nos dicta lo que está bien y lo que está mal.
2.2 Una escuela en cada esquina: La educación universal
En ninguna época de la historia se buscó la instauración de la educación
universal. La cultura y la escritura siempre se han considerado una fuente de
poder y un arma peligrosa para las élites del mundo. El conocimiento es
capaz de abrir las mentes y cuestionar los valores, principios e instituciones
de cada momento.
La escritura se desarrolló hacia el 3500 antes de Cristo, los primeros
jeroglíficos datan del 3400 antes de Cristo y el primer alfabeto jeroglífico
data aproximadamente del año 200 antes de Cristo. En la mayoría de las
culturas la escritura pertenecía al ámbito de lo sagrado y estaba prohibido que
cualquiera supiera saber y escribir.
En casi todas las culturas la actividad pedagógica consistía en la enseñanza
de un oficio que tradicionalmente se transmitía de padres a hijos.
En la mayoría de civilizaciones antiguas se crearon escuelas de escribas,
donde se formaban los futuros funcionarios y sacerdotes. Por ejemplo, en
Egipto, en sus tres milenios de historia nunca se superó el 1% de
alfabetización de la población.
Curiosamente, Israel fomentó una religión que obligaba a todos los varones
a tener la capacidad de leer la Ley, pero a pesar de los esfuerzos y la
obligatoriedad de leer la Torá, nunca se superó el 3% de alfabetización de los
varones.
En Grecia y Roma la educación estaba en manos privadas, siendo Esparta la
única ciudad estado en la que la educación era de carácter público. En
Atenas, la ciudad más culta de su tiempo, mandaban a la mayoría de los
varones libres a la escuela al menos por cuatro años. Aunque nunca se pensó
en la idea de educación universal. La mayoría de las clases pobres apenas
aprendían a leer y escribir.
En Roma surgieron las primeras escuelas a mediados del siglo IV antes de
Cristo. En el primer periodo de la cultura latina apenas había un 1% o 2% de
la población masculina alfabetizada. Durante el periodo de la República y el
Imperio la educación se reguló, llegando a niños y niñas. A pesar de todo la
alfabetización masculina nunca superó el 10%.
La caída del Imperio romano trajo consigo un deterioro de la vida urbana, el
comercio y la educación. La mayoría de los nuevos reinos mantuvo niveles
mínimos de enseñanza, mientras surgían las lenguas romances.
El monasterio se convertirá en el centro de educación por antonomasia. Las
escuelas monásticas y algunos preceptores para reyes y nobles fueron los
únicos que impartieron el conocimiento clásico a una minoría selecta.
En la época de Carlomagno en el siglo VIII hubo un resurgimiento de las
letras y la cultura, el imperio utilizó los monasterios para expandir este
renacimiento cultural y hacer copias de las obras que habían sobrevivido de
la antigüedad.
En el Tercer Concilio de Letrán (1179) se pidió a los sacerdotes que
ofrecieran educación gratuita a sus feligreses, pero en muchos casos ni los
propios sacerdotes sabían leer ni escribir.

La Universidad
A partir del siglo XII las cosas comenzaron a cambiar, se formaron las
primeras universidades en Francia e Inglaterra. Se estudiaba normalmente
Artes, Historia, Derecho y Teología.
El modelo de universidad medieval fue el utilizado para crear el sistema de
educación en Europa. Una de las universidades más importantes fue la de
París, fundada en el 1160, junto a la de Bolonia, que abrió sus puertas en
1088. En el 1179 se ordenó que todas las iglesias enseñaran a los niños
pobres, aunque estos no pudieran pagar ninguna cuota.
La Reforma fomentó y divulgó la educación de toda la sociedad. En Escocia
ya en 1561 se estableció por ley que debía haber un maestro de escuela por
cada iglesia, además de asegurarse la educación gratuita a los pobres. Esto
consiguió que la educación, que nunca había superado el 10%, entre los
siglos XVI a XVIII se volviera más generalizada.
Martín Lutero defendió desde el principio la necesidad de universalizar la
educación, pidió que se abriesen escuelas en todas los pueblos y ciudades.
También quería un cambio radical en los estudios universitarios. No
olvidemos que la Reforma protestante nació en las universidades, entre los
profesores y los alumnos que deseaban cambiar espiritualmente su tiempo.
Lutero afirmaba que la felicidad del pueblo se conseguía a través de la
educación tanto de hombres como de mujeres. El reformador pidió que en
cada ayuntamiento se organizara una escuela y que la asistencia fuera
obligatoria. Planteó una escuela de tres grados, según el avance de los niños,
el estudio de las matemáticas, el catecismo y el resto de artes.

La Pedagogía
Philipp Melanchton, la mano derecha de Martín Lutero, es considerado el
padre de la pedagogía alemana. Fue el primero que afirmó que se necesitaba
una base antropológica para una acción pedagógica. Fundó la “escuela
protestante”, de carácter universal y enciclopédico, reformó las escuelas de
Sajonia. En su libro Instrucción para los visitantes, expuso su visión de la
educación en tres niveles: Primaria, Secundaria y Terciaria.
Juan Calvino también promocionó la educación popular, creando escuelas
gratuitas en Ginebra y fomentando otras donde llegaban sus misioneros.
Impulsó la creación de niveles de secundaria y conformó una de las primeras
universidades protestante llamada la Academia en 1559. En ella se impartían
Leyes, Medicina, Letras y Teología.
Uno de los defensores de la educación universal fue el profesor protestante
Comenio. Este filósofo, pedagogo y teólogo pertenecía a los hermanos
moravos. Se le considera el padre de la educación moderna.
Comenio fue el primero en introducir las ilustraciones en los libros de texto
y usar el idioma natural en lugar del latín. También desarrolló el
conocimiento gradual, adecuando la educación a la edad del alumno.
Fomentó el pensamiento lógico, en lugar de memorización. Apoyó la idea de
la igualdad de oportunidades sin importar la clase o el sexo de los alumnos.
El pedagogo desarrolló su trabajo en Lituania, Transilvania, Inglaterra,
Hungría, Suecia y Holanda. Extendiendo su visión a diferentes países,
principalmente protestantes.
Tras escapar de Bohemia se instaló en Leszno, Polonia, donde dirigió una
escuela. Viajó en 1638 a Suecia, a petición de las autoridades, para organizar
el sistema educativo del país. En 1641 viajó a Inglaterra para realizar una
tarea similar.
Comenio influyó en la pedagogía moderna y fue precursor de filósofos
como Rousseau o Pestalozzi.
En 1770 se creó la cátedra de Pedagogía en la Universidad de Halle en
Alemania, mucho antes que en otros países de mayoría católica u ortodoxa.
Johann Heinrich Pestalozzi fue un importante pedagogo suizo. Su familia se
había refugiado en este país escapando de las persecuciones en su tierra natal
de Locarno. Tras completar sus estudios en Zúrich, Pestalozzi viajó con su
abuelo, que era pastor protestante, por Suiza y se compadeció del
analfabetismo de las zonas rurales.
Además de su labor pedagógica, el filósofo creó la Sociedad Helvética, con
otros veinte pensadores, para fomentar las libertades en su país.
En 1798 el gobierno suizo pidió a Pestalozzi que se hiciera cargo de un
orfanato, ya que tras la invasión francesa hubo un gran número de niños
huérfanos. Allí desarrolló todas sus teorías. Combinó la educación física, las
destrezas manuales y la teoría. La influencia de Pestalozzi se difundió por
toda Europa. Inspiró a los hermanos Charles y Elisabeth Mayo a la creación
de una escuela para educar maestros infantiles en Inglaterra.

Método Lancaster
Otro de los promotores protestantes de la pedagogía moderna fue el cuáquero
inglés Joseph Lancaster. Nacido al sur de Londres en 1778, con apenas 20
años fundó una escuela y creó un plan educativo conocido como enseñanza
mutua, por la que los alumnos mayores y aventajados enseñaban a los
menores.
Lancaster escribió el libro Mejoras en la educación en 1803. Viajó a los
Estados Unidos para promover su sistema. Inició una escuela con su sistema
pedagógico en Filadelfia y en 1808 se creó la Sociedad para la Promoción del
Sistema Lancasteriano. Lancaster fue expulsado de la organización por
algunas discrepancias, pero su sistema fue utilizado por la Iglesia anglicana
para formar un plan educativo en Gran Bretaña.
La influencia de Lancaster llegó desde Canadá hasta Venezuela, pasando
por Francia y la mayoría de los países de América Latina. Simón Bolívar le
apoyó abiertamente en su país. De hecho Lancaster vivió en Caracas y
después difundió su método por Colombia, Ecuador y Perú.
Los lugares donde triunfó la Reforma hicieron un gran esfuerzo para educar
a la población. Una de las pocas excepciones fue Inglaterra, que tuvo que
esperar al siglo XVIII y el movimiento metodista para plantear una reforma
pedagógica a gran escala.
Mientras que los hugonotes en Francia tenían una altísima tasa de
alfabetización ya en el siglo XVII, los católicos seguían sin alfabetizar. La
visión católica, sobre todo los jesuitas, se centró en la educación de las élites,
incluso en países protestantes, mientras otras órdenes se centraron en los más
desfavorecidos, pero nunca lograron la universalización de la educación hasta
el pleno siglo XX.
El caso de los cuáqueros es significativo, ya que en el siglo XVII sus índices
de alfabetización eran casi del 100%.
En América Latina la relación entre protestantismo y educación fue
fundamental. Las redes escolares fueron uno de los mayores aportes a las
nacientes repúblicas en Hispanoamérica. Desde 1880 a 1920, el número de
escuelas protestantes se multiplicaron, sobre todo en naciones como Brasil,
Cuba y México. La mayoría de estas instituciones fueron creadas por
misioneros.
Guillermo Thomson fue uno de los misioneros de las Sociedades Bíblicas
que más ayudó a difundir modernos sistemas pedagógicos en América Latina.
Salió de Liverpool en 1816 y recaló en Argentina en 1818, donde el gobierno
de la ciudad de Buenos Aires le nombró director general de Escuelas. El
método Lancaster que promovía fue un éxito y le llamaron para que
desarrollara el sistema educativo en países como Chile, Uruguay, Perú,
México y El Caribe. En la última etapa de su vida intentó evangelizar España,
fundando en 1855 la Sociedad Española de Evangelización.
Guillermo Sherwell, pastor metodista, creó el manual titulado Historia
Patria, utilizado por la Revolución mexicana de 1917.
Emilio Fuentes, un intelectual reconocido, fundó en 1887 la revista
Mexicano Intelectual, que pretendía que se abriera un diálogo entre los
pensadores católicos y protestantes del continente.
Un protestante, Andrés Osuna, organizó la educación pública durante los
años 1916 y 1918. Unos años más tarde, el presbiteriano Moisés Sáenz, que
había sido director de una escuela preparatoria, asumiría la dirección de la
educación pública en México entre los años 1924 y 1928. Fundó además el
Instituto Indigenista Iberoamericano en 1940.
En los países andinos hubo una amplia influencia protestante, a pesar del
retraso en permitir la libertad religiosa. En Cochabamba se fundó el Instituto
Americano de la Paz. El misionero escocés John A. Mackay creó el colegio
anglo-peruano, en Lima.
Argentina fue otro país influido por los pedagogos y educadores
protestantes. Juan Manso, perteneciente a la Iglesia anglicana, fue el
consejero del presidente Domingo F. Sarmiento, que diseñó el sistema
educativo de Argentina.
La llegada de los populismos a partir de los años 30 junto al auge del
pentecostalismo frenó en muchos países los avances protestantes.
En España la influencia de los pedagogos protestantes y la creación de
escuelas en el siglo XIX fue una de las señas de identidad del protestantismo
español.
Durante la Regencia de María Cristina en 1833 se permitió la llegada a
España de los primeros representantes de la Sociedad Bíblica. George
Borrow y James Graydon se dedicaron a la traducción, adaptación y
distribución de biblias.
El misionero William H. Rule, de origen metodista, abrió en Cádiz la
primera escuela evangélica de España. En Gibraltar, colonia británica y la
única parte de la Península con libertad de cultos, se fundó la Wesleyan
Mision School, con capacidad para 400 alumnos.
Tras la llegada al gobierno del general Prim, las misiones extranjeras
pudieron instalarse en España. Misioneros como el catalán bautista Ricardo
P. Cifré fundó en Hospitalet una iglesia y una escuela en 1877. José Eximeno
Colorado fundó una iglesia y una escuela en Zaragoza en 1870. En Mallorca
ya existían cuatro escuelas evangélicas hacia 1876, fundadas principalmente
por misioneros metodistas.
España a finales del siglo XIX continuaba siendo un país mayoritariamente
analfabeto. El 71,4% de los españoles era analfabeto y el 55,7% de los
hombres. En 1887, poco más de una década de cierta tolerancia religiosa ya
había 112 escuelas protestantes, con más de 60 maestros varones y 78
maestras. Se atendía a casi 5.000 niños, siendo el porcentaje de niños algo
superior al de las niñas.
Las iglesias de Hermanos también abrieron muchas escuelas por España.
Jorge Müller, un pedagogo y misionero inglés, ayudó a fundar muchas
escuelas entre 1870 y 1892. Se formaría a más de 20.000 alumnos.
El misionero alemán de origen luterano Federico Fliedner también dedicaría
su vida a la educación. A principios de siglo la Iglesia católica reaccionó
abriendo escuelas para frenar la influencia del protestantismo en la
educación, ya que había implantado un sistema pedagógico muy avanzado.
En 1909 se atendía a 4.891 niños y niñas en las escuelas evangélicas. La
llegada de la Segunda República daría un gran impulso a la educación en
España, pero la Guerra Civil y la dictadura cerraría la mayoría de escuelas
protestantes del país.
2.3 La voz del otro 50%: El papel de la mujer en el
protestantismo
Ya hemos comentando cómo la Reforma dignificó de nuevo el matrimonio,
dejó de ver a la mujer como una persona de segunda clase, se preocupó por
educarla y, a pesar de que durante mucho tiempo el sistema patriarcal
continuó limitando a las mujeres, fue en los países protestantes donde antes
consiguieron sus derechos y libertades.
Uno de los factores que ayudaron a la mejora de las mujeres en el ámbito
protestante fue la educación. Su acceso permitió que las mujeres pudieran
mostrar a los hombres sus habilidades, su capacidad y lograran desempeñar
múltiples oficios.
La escritora Rosemary Radford Ruether en su libro Mujer nueva, tierra
nueva comenta que en las sociedades protestantes a las mujeres les costó 100
años liberarse, pero en las católicas el proceso fue mucho más lento, llegando
en muchos casos hasta bien entrado el siglo XX.
El protestantismo es muy diverso, por eso se ha producido en algunas
ocasiones la paradoja de que mientras en algunos países y algunos grupos el
papel de la mujer comenzó a desarrollarse desde muy temprano, en otros
ambientes fue mucho más lento.
Desde el principio hubo muchas mujeres que pudieron encontrar en la
Reforma una forma de expresar sus ideas y revindicar su identidad. La
primera en hacerlo fue Argula von Grumbach, que en 1523 escribió una
defensa enfrentándose a la Inquisición, siendo uno de los primeros tratados
teológicos escritos por una mujer.
También está el caso de Isabel de Brunswick que escribió un tratado sobre
el matrimonio a mediados del siglo XVI.
Las mujeres anabaptistas fueron las primeras en recibir un estatus de
igualdad frente a los hombres. Muchas de ellas ejercieron de maestras y
predicadoras, como Isabel Dirks, que fue acusada por la Inquisición en 1549.
En lugares como Italia surgieron mujeres reformadoras que brillaron por su
inteligencia como Vittoria Colona, Isabel Bresegna y Olimpia de Morato.
Una de las mujeres más brillantes de la Reforma del siglo XVI fue la reina
Margarita de Navarra (1555-1572) que defendió el protestantismo en sus
territorios y apoyó a numerosos intelectuales y reformó a su reino. Su hijo
Enrique fue el rey de Francia, que propició el Edicto de Nantes y la paz entre
protestantes y católicos. Escribió varias obras literarias como Heptamerón, el
Diálogo de la visión nocturna y el poema Espejo del alma pecadora.
En Alemania Dorothea von Velen que defendió la libertad religiosa en el
Palatinado (Alemania) y la igualdad de las mujeres, defendiendo los derechos
legales con respecto a los maridos. En Suecia, un país de mayoría protestante,
en el siglo XVIII se permitió el voto femenino limitado entre los años 1718 y
1772, aunque después fue prohibido de nuevo.

El derecho al voto femenino


En 1756 se permitió votar por primera vez a una mujer llamada Lydia Taft,
en la colonia de Massachusetts. En Uxbridge, en el mismo estado, se incluyó
el voto de las mujeres en tres votaciones. En Nueva Jersey las mujeres
solteras pudieron votar para tomar algunas decisiones entre los años 1776 y
1807.
Las bases para la defensa del derecho al voto surgieron en la Convención
Mundial contra la Esclavitud en Londres, cuando Elisabeth Cady Stanton y
Lucretia Mott protestaron al denegarles asiento en la convención por ser
mujeres. A partir de ese momento se centraron en buscar la igualdad entre
hombres y mujeres. Ambas eran protestantes y apoyaban el Movimiento por
la templanza. En 1851 apoyaron a mujeres trabajadoras de Nueva York para
que formasen un sindicato, ya que los hombres no les permitían entrar en los
masculinos. Otras de las activistas fue Susan B. Anthony. Susan, maestra
cuáquera, como delegada del Congreso Nacional del Trabajo en 1868 pidió el
apoyo para el voto de la mujer.
En Wyoming las mujeres tuvieron el derecho al voto en 1869. En algunas
islas pertenecientes al Imperio británico como la Isla de Man o Franceville
fueron de los primeros territorios en reconocer oficialmente el derecho al
voto de las mujeres.
La lucha contra la esclavitud en los Estados Unidos, pero sobre todo el
movimiento de la templanza que comenzó en Connecticut (Virginia), y que
logró limitar el consumo de alcohol en muchos estados fue el inicio de un
periodo de reivindicaciones sociales por parte de los grupos cristianos. La
Sociedad Americana de la Templanza fue una de las organizaciones más
fuertes fundada en 1826 en Boston y con 170.000 miembros, estaba
compuesta en su mayoría por mujeres cristianas.
En 1902 se permitió el voto en Australia a las mujeres adultas, en 1906 el
primer estado de Europa en permitirlo fue Finlandia y en 1907 se eligieron en
el mismo país las primeras 19 mujeres como representantes en un
parlamento.
Poco antes de la Primera Guerra Mundial muchos países como Noruega o
Dinamarca cambiaron sus leyes y aumentaron los derechos femeninos y la
participación en las elecciones; antes de terminar la guerra ya se había
reconocido en Canadá, Alemania, Rusia y Polonia. En el Reino Unido el
reconocimiento al derecho al voto fue en 1918; más tardío que en otros
países.
El primer documento colectivo en defensa de la mujer se leyó en la iglesia
metodista en el estado de Nueva York el 19 de julio de 1848 por Elisabeth
Cady Staton, la conocida como Declaración de Seneca Falls:
La historia de la humanidad es la historia de las repetidas vejaciones y
usurpaciones por parte del hombre con respecto a la mujer, y cuyo
objetivo directo es el establecimiento de una tiranía absoluta sobre ella.
Para demostrar esto, someteremos los hechos a un mundo confiado. El
hombre nunca le ha permitido que ella disfrute del derecho inalienable
del voto. La ha obligado a someterse a unas leyes en cuya elaboración
no tiene voz.
Le ha negado derechos que se conceden a los hombres más ignorantes
e indignos, tanto indígenas como extranjeros. Habiéndola privado de
este primer derecho de todo ciudadano, el del sufragio, dejándola así
sin representación en las asambleas legislativas, la ha oprimido desde
todos los ángulos.
En España hubo un gran número de mujeres que apoyaron sus derechos y
destacaron en la sociedad civil y en la Iglesia. Algunas de ellas salidas de las
escuelas protestantes para niñas y mujeres como: Sara, Alicia, Elena y
Rosalía Araújo, Esther e Isabel Alonso, Sara Marqués. Algunas de estas
pioneras fueron maestras y directoras de colegio como: Magdalena Lliurat,
Dolores Ortiz o Antonia Serra. La farmacéutica Caridad Rodríguez o Elfride
Fliedner que fue directora del colegio El Porvenir de Madrid.

Pastorado femenino
La primera mujer en ejercer el cargo de pastor fue Phebe A. Hanaford en
Nueva Inglaterra. Phebe conocía perfectamente el latín, hebreo, griego y la
historia.
El pentecostalismo fue uno de los pioneros en la ordenación de las mujeres
como pastoras y predicadoras. El papel de las mujeres en la historia del
pentecostalismo ha sido fundamental. Desde la primera iglesia en la calle
Azusa, mujeres predicadoras, evangelistas, maestras, misioneras y fundadoras
de denominaciones han protagonizado la extensión del mensaje pentecostal.
Ya hemos mencionado a Aimee McPherson, pero otras muchas ocuparon un
lugar destacado en el evangelismo y el campo misionero, como María
Woodworth-Etter o Kathryn Kuhlman, que entraron en el mundo de las
predicaciones en masa y fueron el centro de todas las críticas.
Las mujeres desde la Segunda Guerra Mundial han logrado derechos y un
reconocimiento como nunca antes en la historia de la humanidad. Mientras
que en el mundo occidental de origen cristiano estos derechos están
reconocidos y se han desarrollado hasta la plena emancipación de la mujer,
en países árabes, hindúes o de religiones animistas las mujeres aún están
luchando por sus derechos.
2.4 Un hombre, un voto: el sufragio universal y las iglesias
protestantes
La Reforma contribuyó más que otros movimientos sociales a fomentar la
igualdad entre los ciudadanos. La sociedad estamental dependía de tres
estados, separados entre sí, con sus propios jueces y leyes. El Tercer Estado o
Estado Llano era el que soportaba la mayor carga fiscal y el que menos poder
e influencia tenía, mientras que el Estado Nobiliario y Eclesiástico estaban
casi completamente exentos del pago de impuestos y ejercían la mayor parte
de cargos políticos y administrativos.
La igualdad jurídica no llegaría al continente europeo hasta la Revolución
francesa, pero en Inglaterra lo haría mucho antes.
¿Cuáles fueron las razones para que en los países protestantes se
reconocieran ciertos derechos?
Durante el reinado de Enrique III el Gran Consejo del reino se convirtió en
el Parlamento de Inglaterra. Los nobles presionaron para adquirir más poder
y el rey nombró a quince consejeros para que le ayudaran a tomar las
decisiones de gobierno. En 1264, Simon Monffort convocó por primera vez
el parlamento. Estaba compuesto por obispos, abades, arzobispos, dos nobles
de cada comarca y dos burgueses de cada municipio.
En 1295 se terminó el modelo parlamentario bajo el reinado de Eduardo I y
a los burgueses que asistían comenzó a llamárseles “Comunes”. Su sucesor
Eduardo II fue depuesto por el parlamento, al no respetar su autoridad.
En 1341 los Comunes se reunieron por separado del resto del parlamento,
formando las dos cámaras actuales. La confrontación entre John Wycleff y el
papa Gregorio XI bajo el reinado de Enrique III aceleró la secularización y
democratización del estado inglés. Las doctrinas de Wycleff y el descontento
con Roma se extendieron rápidamente, preparando el terreno para la reforma
protestante. La llegada de los Tudor al poder debilitó de nuevo el poder del
parlamento, pero serían años más tarde la extensión de la Reforma y el poder
de los puritanos cuando devolverían el poder al pueblo.
En 1628 la cámara de los Comunes se enfrentó a Carlos I, pidiendo la
restauración de las libertades. El Rey disolvió el parlamento y gobernó en
solitario durante 10 años. John Pym, un líder puritano, desautorizó al Rey por
ir en contra de las tradiciones del país. Como líder de la oposición declaró al
rey traidor. Además Pym pidió la abolición del episcopado y una reforma
más profunda de la Iglesia anglicana. La ejecución del rey Carlos I en 1649
condujo a la república y al gobierno de Oliver Cromwell.

La República puritana
La República puso de manifiesto el poder del pueblo sin la necesidad de un
monarca. Fomentó la igualdad legal y terminó con los privilegios de la
nobleza y la Iglesia. El regreso de Carlos II a Inglaterra y su proclamación
como rey puso en un serio aprieto a los puritanos.

Los Padres Peregrinos


Muchos grupos de disidentes religiosos escaparon a Holanda por temor a las
represalias de la monarquía. Uno de estos grupos era el presidido por el
pastor Richard Clyfton, de la ciudad de Badworth. Uno de los miembros de la
iglesia de origen holandés llamado William Brewster les recomendó que
viajaran a Holanda.
Los intentos de uniformidad de la Iglesia anglicana en 1559 ilegalizaron
todas las congregaciones disidentes, a sus ministros e impusieron la
obligatoriedad de la asistencia a la iglesia oficial. Se multaba a los que no
asistieran a las iglesias del estado, pero las sanciones podían conllevar cárcel
o ejecución por sedición.
El arzobispo Mateo Hutton no quería imponer aquellas penas tan severas a
los puritanos y había intentado intermediar con el secretario de Estado de
Jaime I. El arzobispo decía que, aunque los puritanos diferían en algunos
puntos, creían fundamentalmente lo mismo que la iglesia oficial. La llegada
del rey de origen escocés al trono parecía un punto de inflexión en la política
hacia los puritanos, ya que la Iglesia de Escocia era muy parecida a la de
estos, pero en la Conferencia de Hampton Court de 1604 se negaron las
peticiones de los puritanos excepto la traducción de la Biblia al inglés.
La muerte de Hutton en 1606 fomentó la persecución a los puritanos en su
diócesis. El pastor Brewster comenzó a hacer cultos en las casas, pero las
multas los asfixiaron y el temor a penas más duras hizo que emigraran a
Ámsterdam. El pastor se llevó consigo a su rebaño y se instalaron en Leiden,
una ciudad grande pero menos bulliciosa que la capital. Brewster comenzó a
dar clases de inglés en la Universidad y comenzaron a integrarse en la
sociedad, pero a los puritanos le parecía la cultura holandesa demasiado
libertina. La congregación comenzaba a dispersarse por la necesidad de
encontrar trabajo y los adultos envejecían rápidamente. El pastor Brewster
tomó la decisión de buscar un lugar mejor para vivir.
Al principio se barajaron varias opciones. Por un lado la Guayana, después
la colonia de Virginia, pero la London Company les ofreció instalarse en la
desembocadura del Hudson, mucho más al norte de la colonia. Para la
comunidad era un lugar ideal, al estar alejado de la autoridad gubernamental
y la Iglesia de Inglaterra.
La comunidad envió a John Carver y Robert Cushman para negociar con la
compañía, al final les concedieron la patente de las tierras el 19 de junio de
1619.
Al parecer en la Corte no vieron con buenos ojos el establecimiento de una
colonia puritana al norte de Virginia, pero no hicieron nada para impedirlo.
Preferían quitarse de encima a los molestos puritanos. Poco tiempo después
los holandeses decidieron instalarse en la misma zona, aunque no lo hicieron
hasta 1624. Por ello el Consejo de Plymouth para Nueva Inglaterra accedió a
instalarse dentro del territorio controlado por la colonia de Virginia.
A pesar de los inconvenientes la congregación decidió continuar el viaje.
Una parte hizo un primer viaje, mientras que otra esperaba un segundo
transporte. Robinson, uno de los líderes, se quedó con la congregación
holandesa, mientras el pastor Brewster se llevaba a la parte más grande. Los
puritanos compraron el barco Verónica, que les llevaría primero a Inglaterra y
desde allí a América. La compañía tenía el Mayflower, en el que llevaban las
mercancías y a otro grupo de colonos.
En julio de 1620 partió el Verónica en dirección a Hampshire para reunirse
con el Mayflower, pero fallos en el Verónica obligaron a abandonarlo y viajar
en una única nave.
El barco partió con 120 pasajeros, de ellos unos 28 adultos eran miembros
de la congregación puritana. Partieron el 6 de septiembre de 1620. La travesía
fue muy dura y avistaron tierra el 9 de noviembre de 1620. Intentaron
desembarcar al sur del río Hudson, pero no pudieron, al final lograron anclar
en puerto de Provincetown.
Aquel no era el lugar concedido por la compañía, por eso decidieron hacer
un escrito que sirviera como nuevo contrato. Para formalizar el contrato
constituyeron el cuerpo civil, con derecho a tomar las decisiones por
votación. Eligieron a John Carver como primer gobernador de la colonia.
Con la Declaración o Pacto del Mayflower del 11 de noviembre de 1620,
los puritanos y el resto de colonos se concedían a sí mismos el gobierno de
aquellas tierras. De esta manera organizaban un gobierno secular, elegido por
los ciudadanos libres, dando el primer paso a la democracia moderna.

La Revolución americana
La Revolución americana sería otro de los hitos para la formación de la
democracia moderna. Tras la rebelión de las trece colonias, en el Segundo
Congreso Continental, los representantes reunidos en Pensilvania el 4 de julio
de 1776 firmaron su declaración de independencia.
Thomas Jefferson había compuesto el documento base, corregido y
enmendado por otros cuatro representantes. Thomas Jefferson había sido
criado en una escuela presbiteriana escocesa, después continuó su formación
con el ministro anglicano James Maury, que provenía de una familia
hugonota establecida en Dublín. Jefferson se dedicó a la abogacía, defendió
varios casos de liberación de esclavos.
Thomas Jefferson adujo en la Declaración el hecho de que todos los
hombres habían sido creados iguales y que su Creador les dotaba de ciertos
derechos inalienables como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
La base principal de la Declaración y más tarde de la Constitución era el
derecho divino y la dignidad humana dados por Dios a toda criatura.
¿De dónde nacía esta idea de democracia moderna?
Sin duda la influencia del parlamentarismo inglés estaba latente en las ideas
de los fundadores. También las ideas de libertad del mundo clásico, todo ello
unido a los principios protestantes que dignificaban a la persona, y que
terminaban con las distinciones de clases y otorgaban a cada ciudadano
derechos y deberes individuales.
El fundador del York Tribune lo explicó muy bien al argumentar que era
imposible esclavizar mentalmente y socialmente a un pueblo que leía la
Biblia. Los hombres hechos a imagen de Dios tenían una dignidad máxima,
inalienable y que les otorgaba derechos que ningún rey podía pisotear.
Esta idea sobre el hombre no es extensible a otras culturas que no tienen en
el ser humano depositado tanto respeto y consideración. Para la cultura
occidental moderna, determinista y reduccionista, somos meros animales
evolucionados. En cambio, el hecho de ser hechos a imagen de un Creador
nos convierte en creadores, transformadores de la realidad, en definitiva,
seres especiales que gobiernan el mundo y se pueden gobernar a sí mismos.
En las iglesias congregacionalistas, puritanas y presbiterianas de Nueva
Inglaterra, donde los fieles elegían a sus pastores, se estaba forjando la idea
de que cada ciudadano era valioso, tenía derecho a elegir su gobierno y no
debía ser tratado de manera diferente según su origen o clase.
Los norteamericanos adoptaron el lema “En Dios confiamos”, poniendo las
bases del primer estado sin religión oficial, pero curiosamente sujeto a las
leyes divinas y a la enseñanza de la Biblia.
En la Constitución de los Estados Unidos se introdujo por primera vez la
división de poderes, para que unos pudieran controlar a los otros, la elección
directa, el periodo de vigencia de cada mandato y otros rasgos básicos de la
democracia.
El voto o sufragio universal masculino y más tarde el femenino tardó en
llegar. A pesar de la Declaración de Independencia y su alegato sobre la
igualdad universal de los hombres, los padres fundadores eran burgueses que
defendían los derechos de propiedad. Los esclavos continuaron sin derechos
al voto, lo mismo que judíos, católicos y cuáqueros y se limitó la libertad en
los estados del sur a los negros.
2.5 Forjadores de hombres: del estudio de la Biblia a las
universidades más prestigiosas del mundo: Harvard, Yale,
Princeton…
En varias ocasiones a lo largo de este libro hemos hablado de las
implicaciones que tuvo la Reforma protestante a nivel educativo y
pedagógico, pero la Reforma además contribuyó a la creación de prestigiosas
instituciones educativos y excelentes universidades.
La universidad es un invento cristiano, sin duda en la época clásica existió
la famosa Academia de Atenas. Platón erigió un lugar de aprendizaje para los
más jóvenes, cerca del templo de Atenea, diosa de la sabiduría. El filósofo
impartió clases hacia el año 387 antes de Cristo. Años más tarde, Aristóteles
creó el Liceo, ejerciendo su magisterio sobre la siguiente generación de
Atenas. En todas las culturas siempre hubo escuelas o academias de
enseñanza superior, como la academia Imperial en Nanjing en China, las
academias budistas en India o Pakistán. Lo mismo sucedió con hindúes y
musulmanes, pero la universidad cristiana tendría una serie de características
que la harían única.
Tras la caída del Imperio romano y su división en diferentes reinos, muchas
de las artes y ciencias clásicas decayeron.
Los padres de la iglesia y otros eruditos cristianos intentaron desarrollar
escuelas de pensamiento que sirvieron de germen de las universidades.
Figuras como San Agutín de Hipona (354-450), Anicio Manlio Severísimo
Boecio (480-524) o Flavio Magno Aurelio Casiodoro (490-585) fomentaron
el estudio e inspiraron a muchos monjes, que terminarían fundando escuelas
cercanas a sus conventos.
San Agustín, que había sido maestro de oratoria y un erudito, defendió en su
libro De doctrina cristiana la necesidad de enseñar el pensamiento clásico y
el resto de las artes como la Lengua, Gramática, Historia, Ciencia y Lógica.
El maestro Casiodoro, en su libro Aprendizaje Divino y Secular, apoyó las
ideas de San Agustín e incorporó al estudio de la Biblia el de las ciencias
seculares.
Entre los siglos XI y XIX se abrieron universidades, normalmente,
vinculadas a monasterios en diferentes reinos y tierras como Italia, Inglaterra,
España, Portugal y Francia.
Aunque las universidades se crearon con una importante inspiración
religiosa, casi desde el principio su búsqueda de la verdad las llevó a ejercer
su independencia frente a los poderes políticos y religiosos. Ya en el siglo XII
la Universidad de Bolonia se otorgó una Constitución o Carta Académica,
que garantizaba los derechos del profesor la plena libertad para garantizar la
educación, lo que en la actualidad se conoce como libertad de cátedra.
Las primeras universidades surgieron de las escuelas catedralicias y de las
escuelas monacales. Debido a esto la mayoría de los profesores solían ser
religiosos.
El primer caso de una universidad adscrita a una catedral fue la de París.
Enseguida los monarcas fundaron universidades en ciudades como
Salamanca, Colonia, Erfurt, Praga o Nápoles. Las tres primeras universidades
en abrir sus puertas fueron Bolonia (1088), la Universidad de París (1088) y
la Universidad de Oxford (1167).
El latín era la lengua de la universidad y en este idioma se impartían las
enseñanzas y se escribían las obras académicas.

La Reforma protestante y la universidad


La Reforma protestante nació en las universidades, muchos de los primeros
líderes fueron profesores o estudiantes universitarios, por eso fue algo natural
que los primeros protestantes promovieran los estudios y la alfabetización del
pueblo.
El Renacimiento en Italia y el sur de Europa llevó a los eruditos al estudio
de los libros clásicos de Grecia y Roma; en el norte y centro de Europa se
estudió la Biblia en sus idiomas originales. Los 66 libros que componen la
Biblia comenzaron a recuperar una notoriedad que no habían tenido en
cientos de años.
Lutero pidió a académicos y gobernantes que la Biblia volviera a ocupar su
papel central en la universidad, ya que la filosofía clásica, en especial la de
Aristóteles, había desplazado a la Biblia del centro de la cultura en Europa.
Además defendió la implicación del estado en la educación de sus súbditos, y
no dejarla únicamente en manos de la Iglesia.
En España, bajo el auspicio del cardenal Cisneros, se construyó la
Universidad Complutense, centrada en los estudios bíblicos. Uno de los
pocos casos católicos en los que se dio prioridad a la Biblia.
Una de las primeras universidades protestantes surgiría en Ginebra de la
mano de Juan Calvino, él mismo había sido estudiante en la Universidad de
París, donde se había aproximado a las ideas reformadas. El reformador la
denominó la Academia y la fundó en 1559. Juan Calvino tenía el deseo de
formar a una nueva generación de pastores, maestros y médicos cristianos.
Calvino se inspiró en la Academia de Lausana fundada en 1537 por las
autoridades de Berna. Tras un conflicto de Beza en la Universidad de
Lausana, el académico ayudó a Calvino a organizar y fundar su universidad.
También tomó algunas cosas del modelo de Academia de Zúrich creado por
el reformador Zwinglio.
El documento de fundación fue el Leges Academiae genevensis y se
impartía Teología, Retórica, Dialéctica, Hebreo y Griego. También se
impartía Derecho y Medicina.
John Dewey, pedagogo y filósofo puso en marcha la educación secular
moderna en los Estados Unidos, reconoció el gran aporte del puritanismo
norteamericano al desarrollo de la educación y la ciencia. Se había criado en
una iglesia congregacional, defendió el Evangelio Social. A pesar de todo,
muchos le consideran el intelectual que separó la religión y la ciencia en el
siglo XX. Elogió la ayuda de los puritanos a la alfabetización, la
democratización de la sociedad y su apoyo a causas como la abolición de la
esclavitud o la democracia social de Roosevelt.
Robert K. Merton defendió la idea de la correlación entre desarrollo
científico y protestantismo. El sociólogo defendió la tesis de que la ciencia
experimental recibió un impulso fundamental del protestantismo.
El siglo XVII fue el momento clave en el desarrollo de la ciencia moderna.
La sociedad inglesa se interesó por la ciencia y su popularización contribuyó
a su avance. La creación de la Royal Society, compuesta en su mayoría por
puritanos y otros protestantes como Francis Bacon o Sir Robert Moray.
Entre los científicos más destacados estuvo William Bola, astrónomo
interesado en el planeta Saturno; Robert Boyle, escritor y químico, que al
mismo tiempo apoyó la evangelización en Oriente; William Brouncker,
matemático; Alexander Bruce, inventor; William Petty, economista o John
Wilkins, pastor anglicano y filósofo de la naturaleza son tan solo algunos de
los protestantes y científicos que apoyaron la Royal Society.
Merton defendía que el pietismo alemán y el puritanismo del siglo XVII y
XVIII ayudó de manera preminente al desarrollo de la ciencia. Muchos de los
protestantes utilizaron la ciencia como una manera de acercarse a Dios.
Naturalmente hubo científicos católicos como Copérnico, Descartes o
Galileo, pero la persecución a las ideas por parte de la Inquisición, la
prohibición de la lectura de los libros escritos por protestantes, la
imposibilidad de estudiar en países protestantes y el peso de las ciencias
aplicadas más que las teóricas, en España y Portugal terminó por retrasar el
avance científico en los países católicos.
El sociólogo Gerharda Lenski en cambio afirmó que la relación entre
desarrollo científico y puritanismo no era tan evidente, pero que la ética
protestante del esfuerzo, la persistencia y el trabajo sí había influido en cierta
manera. Lenski sí creía que mientras el protestantismo animaba al
pensamiento independiente, en el mundo católico se enseñaba la obediencia a
la Iglesia.
Harriet Zucherman hizo un estudio en el que se contemplaba que el 71% de
los premios Nobel estadounidenses eran de origen protestante. En otro
estudio de 2005 se comprobó que 65,4% de los premios se concedió a
cristianos, de los que 32% fue a parar a protestantes, que apenas suponen el
13% de la población mundial.
El gran número de estudiosos protestantes también se debió a una
alfabetización más exitosa y la creación de instituciones y universidades en
los siglos XVII y XVIII.
El uso de las lenguas vulgares en las universidades protestantes favoreció su
desarrollo y creatividad. Las universidades de Halle o Gotinga fueron las más
avanzadas del siglo XVIII en Alemania. En Norteamérica los puritanos
fundarían las universidades más dinámicas y prestigiosas del mundo actual.

La Universidad de Harvard
Una de las universidades más famosas creadas por protestantes fue la de
Harvard. La universidad se fundó en 1636 en Cambridge, Massachusetts,
convirtiéndose en la institución de educación superior más antigua de los
Estados Unidos.
La Universidad de Harvard se creó para formar pastores puritanos en
América. La llegada a Nueva Inglaterra de 17.000 puritanos hacía
imprescindible su atención pastoral.
Uno de los impulsores de la Universidad fue el pastor John Harvard, que
había donado 779 libras para la creación de una universidad en la colonia.
John Harvard había nacido en Inglaterra, estudió en Cambridge. Tras casarse
se trasladó a Nueva Inglaterra y se convirtió en pastor de la iglesia de
Charlestown.
El primer presidente de la Universidad, Henry Dunster, dejó el puritanismo
y se hizo bautista. La ciudad no admitió su nueva fe y tuvo que exiliarse a
Plymouth. Su sustituto, el presidente Increase Mather, intentó centrar más la
institución en la ortodoxia puritana, además de crear un estricto reglamento
de conducta a los alumnos.
En el siglo XVIII adquiriría más independencia de la iglesia puritana y tuvo
a su primer presidente que no era ministro ordenado. En el siglo XIX dio un
gran paso con la incorporación de Louis Agassiz de origen suizo, como uno
de sus mentores. Fue poco a poco secularizándose sobre todo a principios del
siglo XX, con personajes como Charles W. Eliot, que querían que las
universidades se enfocaran más a la ciencia y la tecnología.

La Universidad de Yale
La Universidad de Yale fue fundada por la iglesia congregacionalista en 1701
en la colonia de Connecticut. Es la tercera más antigua de los Estados
Unidos.
El origen de la Universidad fue similar al de la Universidad de Harvard. La
colonia de Connecticut quería formar a nuevos pastores para atender la
demanda de fieles en su zona. Diez iglesias congregacionalistas se unieron
para formar la nueva escuela. Todos los pastores que fundaron la institución
habían estudiado en Harvard. Fue bautizada con el nombre de Collegiate
School, en la ciudad de Killingworth y su primer rector fue Abraham Pierson.
En 1716 la universidad se trasladó a New Haven.
Recibió un nuevo impulso en 1718 cuando el rector Samuel Andrew y el
gobernador Gurdon Saltonstall pidieron, por la intermediación de Cotton
Mather, ayuda al rico hombre de negocios Elihu Yale para construir un
edificio mayor. Años más tarde se descubrió que Jeremías Dummer había
hecho más para la consolidación de la universidad, ya que buscó
patrocinadores y el apoyo de personajes como Isaac Newton o Richard
Steele, pero el mérito se lo había llevado Yale.
Uno de los alumnos más ilustres fue Jonathan Edwards que se convertiría
en uno de los predicadores más conocidos de Nueva Inglaterra.
Yale recibió la influencia de la Ilustración y el Gran Despertar. Su director
Thomas Clap intentó aunar espiritualidad y conocimiento. Durante el siglo
XIX los planes de estudio avanzaron con especial énfasis en las ciencias
sociales y la economía.
En el siglo XX las aportaciones de la familia Rockefeller impulsó su
excelencia y se convirtió en una de las mejores en el estudio de la Biología.

La Universidad de Princeton
La Universidad de Princeton nació en la ciudad de Elizabeth en 1746.
Primero se llamó Universidad de Nueva Jersey y tenía la intención de formar
a los ministros presbiterianos. Al trasladarse a la ciudad de Princeton tomó el
nombre de esta hasta la actualidad.
Uno de los presidentes más importantes de la Universidad fue John
Witherspoon, cuya presidencia cubrió la segunda mitad del siglo XVIII, y que
cambió la filosofía de la institución, ya que no debía únicamente facilitar
ministros, sino también formaría a los futuros gobernantes de las colonias. En
1802 se creó el Seminario Teológico de Princeton, para no interrumpir la
tradición teológica de la universidad.
A partir de 1868 la universidad se centró en el estudio de las ciencias, en la
actualidad es una de las más prestigiosos del país.
Estos son algunos casos de las universidades fundadas por protestantes en el
Nuevo Mundo. En total fueron 123 las instituciones evangélicas, todas ellas
imparten en la actualidad materias seculares y están entre las más prestigiosas
del mundo.
La Biblia configuró el mundo académico en los Estados Unidos, pero
también en otras naciones donde el protestantismo fue mayoritario.
2.6 Una fe con ética: capitalismo, el pensamiento, lucha
sindical y la ética del trabajo
Uno de los temas más recurrentes y controvertidos en referencia al
protestantismo ha sido la creación del capitalismo moderno. El hecho de que
el capitalismo naciera en los países protestantes y fueran los que más lo
desarrollaron no significa nada en sí mismo, aunque en algunos casos se ha
relacionado el protestantismo con la codicia, la explotación o la opresión de
los pueblos.
El capitalismo es un sistema económico basado en la propiedad privada, la
búsqueda del beneficio y los medios de producción. El capitalismo nació
antes que el protestantismo, muchos sitúan su comienzo en el conflicto entre
señores y siervos en el siglo XIV. Justo en este momento la agricultura
medieval llegó al punto álgido de su producción, pero una serie de malas
cosechas produjo una hambruna que coincidió con la extensión de la peste
negra. La presión de los señores para continuar dominando a los siervos
aumentó y esto hizo que muchos se refugiaran en las ciudades como única
forma de alcanzar una vida más justa. Esto obligó a que los señores
contratasen trabajadores libres y tuvieran que mejorar las condiciones de
trabajo del campesinado. Karl Marx denominó a este periodo la prehistoria
del proto capitalismo.
En el sistema romano se desarrollaron formas de comercio muy avanzadas,
pero no generó el capitalismo. El mercantilismo nacería en las pequeñas
ciudades estado de Italia que habían florecido en los siglos XIV y XV. Por eso
los primeros sistemas mercantilistas se dieron en ciudades como Génova,
Pisa o Venecia. Inglaterra sería el primer país de tradición protestante en
unirse a este nuevo sistema.
Sí es cierto que el capitalismo moderno nació en el siglo XIV y que se
desarrolló primero en las ciudades estado de Italia, ¿qué quiso decir el
sociólogo alemán Max Weber al afirmar que existía una estrecha relación
entre capitalismo y protestantismo?
Max Weber pertenecía a una extensa familia de liberales alemanes. Nacido
en Prusia, hijo de padre luterano y madre hugonota. Estudió en la
Universidad de Heidelberg, para después trasladarse a la Universidad de
Berlín. Weber se había unido al Congreso Social Evangélico en 1890, un
organismo que buscaba mejorar las condiciones de vida de los más
desfavorecidos. Weber se encontraba en la línea del neokantismo, basado en
las ideas del famoso filósofo alemán Immanuel Kant. De alguna manera se
oponía a las corrientes del darwinismo social que explicaban la evolución
social a través de la lucha de los más fuertes y de la que bebieron tanto el
fascismo y nazismo como el comunismo. Para Weber había una distinción
especial en la sociedad occidental, que procedía del cristianismo y
posteriormente del protestantismo, que había posibilitado el progreso, el
avance tecnológico y económico.
Su libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo se publicó en
1905, pero su éxito más contundente se produjo al ser traducido al inglés por
Talcott Parsons en 1930.
El libro plantea la tesis de que el capitalismo se desarrolló en el norte de
Europa gracias a la ética de los puritanos y sus ideas. Según Weber, el
capitalismo moderno tendría implícitos los valores y principios de los
disidentes protestantes de los siglos XVI y XVII.
Para el sociólogo los primeros puritanos acumularon dinero por su mezcla
de prudencia y austeridad. Por otro lado, el protestantismo aprobó el
préstamo, dignificó el trabajo secular hasta afirmar que se podía servir a Dios
sin necesidad de hacerse sacerdote. Por eso, cualquier trabajo hecho con
excelencia se podía consagrar a Dios y ser un acto religioso en sí mismo.
Otro de los factores fue la ética del trabajo. La honradez, el trabajo bien
hecho, el cumplimiento de la palabra dada y otros rasgos del protestantismo
favorecían los negocios.
El protestantismo no elogiaba a la pobreza como una virtud, de hecho veía
en la riqueza una bendición de Dios. Ya no era pecado buscar beneficio ni
acumular riquezas, aunque el puritanismo condenaba la ostentación, el
despilfarro y el lujo.
Weber explicó algunos de los principios que rigen el capitalismo moderno
en las ideas de hombres como William Petty, Henry Thomas Buckle o John
Keats, que ya había relacionado el comercio y el protestantismo.
Una de las razones que crearon la diferencia entre los países católicos y
protestantes fue la libertad de conciencia. En los países católicos el control
era externo, ya fuera la iglesia o el estado, el que reprimía las conductas
consideradas malas, mientras que en el protestantismo era la propia
conciencia. Una especie de autocontrol, mucho más efectivo que la vigilancia
de instituciones o la promulgación de leyes. Aunque el luteranismo consiguió
que se aplicase la libertad de conciencia y desacralizó la fe, fue el calvinismo
el que más aportó en la configuración de la ética protestante según Weber.
Aunque algunas de estas ideas son acertadas no siempre se cumplió un
desarrollo capitalista en zonas de influencia puritana o calvinista. Debían
darse varios factores para que el capitalismo se desarrollara, de hecho en
Escocia, uno de los reinos más calvinistas de Europa, no se desarrolló el
capitalismo, mientras que en Francia, país católico, sí lo hizo.
Es aún más interesante la visión del teólogo Ernst Troeltsch, que también
utilizó la religión para explicar los procesos sociales. El teólogo afirmó en
1896 que la cultura occidental comenzaba a tambalearse. Para él la
secularización progresiva terminaría por destruir Occidente. Dividía la
historia de Europa en tres periodos: Antiguo, Medieval y Moderno.
Gerhard Lenski hizo un estudio de las diferencias entre protestantes y
judíos, frente a católicos en los Estados Unidos. Concluyó que no había
apenas diferencias en el siglo XX, pero que en los siglos anteriores la ética
protestante sí había podido tener consecuencias indirectas. Lo mismo sucedió
con el metodismo, que ayudó a la mejora social y económica de los lugares
en los que se implantó.
Sociólogos como Peter L. Berger y David Martin han interpretado el
cambio religioso de Latinoamérica hacia el protestantismo como una
búsqueda de mejora social y prosperidad.
En los Estados Unidos algunos cristianos protestantes estuvieron en la
génesis del movimiento obrero. A finales del siglo XIX muchos cristianos
querían paliar los abusos laborales.
Uno de los pensadores protestantes más influyente en la lucha por la justicia
social fue Thomas Davidson. Criado en un hogar presbiteriano en Escocia.
Fue profesor en varias instituciones, después en Canadá, terminando
finalmente en los Estados Unidos. Viajó por Europa y estudió la arqueología
de Grecia y la filosofía italiana. Regresó a los Estados Unidos y creó la
Alianza para la Educación en Nueva York.
Davidson desarrolló un pensamiento social y fundó la Comunidad de la
Nueva Vida. Al grupo se unió un gran número de intelectuales, políticos y
artistas. Defendían la mejora personal, el pacifismo y la vida sencilla.
Davinson influyó en futuros primeros ministros del Reino Unido.
El metodismo también influyó de manera determinante en la lucha por las
clases más desfavorecidas. Luchó a favor de la abstinencia del alcohol, educó
a las familias más humildes y favoreció la estabilidad familiar.

La creación de los sindicatos


Los cristianos fundaron los famosos Trade Unions, los primeros sindicatos de
la historia moderna. El propio Karl Marx y su colaborador Engels los
criticaron y dijeron de ellos que estaban llenos de “reaccionarios” al no poder
atribuirse el marxismo la fundación de los órganos sindicales y la temprana
lucha obrera.
Los sindicatos, además de la influencia metodista, también adoptaron
algunos principios liberales de John Stuart Mill y Jermy Benthan. Mill
pertenecía al grupo de los inconformistas contrarios a la Iglesia de Inglaterra
y fue el que formuló las tesis sobre autoridad y libertad, puso las bases para la
lucha contra la tiranía y promovió la libertad social.
Los socialistas científicos, más conocido como comunistas, criticaban a los
sindicatos protestantes considerándolos místicos, conservadores y contrarios
a la lucha de clases. A pesar de las críticas las Trade Unions participó en la
Primera Internacional de 1864.
El Partido Laborista Independiente se fundó en 1893. La intención del
partido era dar voz a la clase obrera en el Parlamento para que consiguiera
sus reivindicaciones. El partido había sido fundado por socialistas cristianos.
Su fundador fue John Ruskin, nacido en Londres de una adinerada familia.
Su madre Margaret le introdujo en los valores cristianos y la lectura de la
Biblia. Comenzó sus estudios en la Universidad de Oxford en 1836. En 1858
en una visita a Turín se convirtió al escuchar una predicación sobre la Reina
de Saba. A partir de ese momento dejó sus estudios de Arte y se dedicó a la
lucha por los más desfavorecidos. En su libro Hasta que esto dure, desarrolla
su pensamiento cristiano y la economía social. Su pensamiento influyó en
Gandhi y otros pacifistas posteriores.
Los socialistas marxistas no apoyaron al Partido Laborista Independiente
porque no entendían la unión entre burgueses y obreros, ya que los cristianos
sociales no creían en la lucha de clases. Cuando desde Moscú, tras el triunfo
de la Revolución comunista, se pidió al laborismo inglés que participase en la
Tercera Internacional, Ramsay MacDonald, perteneciente a la Iglesia de
Escocia y líder del Partido Laborista, y el aristócrata laborista Snowden se
negaron a participar.
El secretario general del Partido Laborista declaró en 1950 Morgan Phillips
declaró que el partido debía más metodismo que a Marx.

Lucha por la pobreza y Evangelio Social


En los Estados Unidos uno de los defensores de los trabajadores fue el obispo
episcopal de Utah Franklin Spencer Spalding. Nacido en Pennsylvania en
1865, era hijo del rector de la Iglesia Episcopal de St. Paul. Se graduó en
Princeton y en el Seminario de Teología General Episcopal de Nueva York.
La llegada a la ciudad le impactó, sobre todo la extrema pobreza de los
obreros. Le impresionó que las iglesias urbanas apenas hicieran nada para
terminar con la marginación y la desigualdad.
En 1905 se convirtió en obispo de la Iglesia Episcopal en Utah. Desde su
puesto defendió la ayuda a los desfavorecidos, la protección de los obreros y
buscó cambios sociales profundos. Defendía un Evangelio social de raíces
bíblicas.
Walter Rauschenbusch nacido en Rochester, Nueva York en 1861, tras una
etapa de rebeldía se convirtió con diecisiete años. Después de estudiar en el
seminario se dirigió a Berlín para matricularse en la Universidad de
Economía. En Inglaterra entró en contacto con la Sociedad Fabiana y los
cristianos del Evangelio Social. Fundó en 1892 la Hermandad del Reino. Esta
organización fue muy importante en la defensa de los derechos de los más
desfavorecidos. Uno de sus miembros, el pastor bautista Rochester Leighton
Eilliams, fundó la American Economic Association y Samuel Zane Batten fue
el miembro fundador de la Convención Bautista del Norte.
Tommy Fallot, pastor luterano, nació en Francia en 1844. Su abuelo, un
empresario cristiano de Alsacia, le influyó en su pensamiento a favor de los
más desfavorecidos. Estudió en Estrasburgo y su tesis fue Los pobres y el
Evangelio.
Tras ser enviado como pastor a París dedicó sus esfuerzos a evangelizar a
las clases más pobres de la ciudad. Le influenció el pastor Robert Whitaker
McAll y el movimiento Réveil de la Iglesia Reformada Suiza, que había
producido el avivamiento de los protestantes suizos. Fundó la Liga Francesa
para la Rehabilitación de la moralidad pública. Luchó contra la prostitución,
la pornografía y el alcohol.
En 1887 Fallot y el economista Charles Gide fundaron la Asociación
protestante de estudios prácticos de las cuestiones sociales, que pretendía
defender un Evangelio social.
En Francia hubo otros protestantes que influyeron en los cambios sociales
como Jacques Martin, Henri Roser o Paul Ricoeur.
En gales Griffith Jones luchó por los más desfavorecidos y fundó escuelas
de caridad. Encontró mucha oposición, pero la predicación de Emrys ap
Iwam titulada Las dos vocaciones llamó la atención de la necesidad de aplicar
el Evangelio de manera práctica en la justicia social.
El Partido Socialdemócrata Galés fue fundado por el creyente Plaid Cymru
y el teólogo John Edward Daniel.
La influencia del protestantismo en el mundo moderno y la formación del
capitalismo fue importante, pero también en la lucha de los excesos de ese
mismo capitalismo. Son muchos los ejemplos de los protestantes que
defendieron los derechos de los trabajadores, las minorías o las mejoras
salariales y laborales de los empleados.
2.7 Libertad de cátedra: contribución al desarrollo de la
ciencia
En los capítulos anteriores ya vimos cómo el cristianismo primero y el
protestantismo más tarde influyeron en la creación de las universidades. A
partir del Renacimiento y en especial de la Reforma protestante, pudo
desarrollarse el estudio de la naturaleza y el mundo de una forma más
rigurosa.
El siglo XVI estuvo salpicado por las luchas de religión, el poder de la
Inquisición en los países católicos y la falta de tolerancia en muchos estados
protestantes, lo que retrasó en parte el gran salto hacia la Ciencia. Surgieron
varias polémicas y en muchos casos los hombres de ciencia fueron
perseguidos.
Uno de los casos más significativos fue el del astrónomo Nicolás
Copérnico. Nacido en el límite entre Polonia y Alemania en 1573. Criado por
su tío en Polonia, estudió con su hermano Andrés en la Universidad de
Cracovia. Sin terminar sus estudios se reunió con su tío Watzenrode que
había sido nombrado obispo y príncipe de Warmia. Copérnico se incorporó a
una canonjía, pero antes de tomar posesión su hermano y él viajaron a
Bolonia para estudiar Derecho Canónico. Tras regresar a Warmia dedicó el
resto de su vida al estudio de los planetas. En su artículo Comentariolus
escribió por primera vez su teoría de que la Tierra giraba alrededor del Sol.
Al principio sus teorías se recibieron en Roma con agrado. Desarrolló su
teoría heliocéntrica en su libro Revolutionibus Orbium Coelestium. Un
dominico llamado Giovanni Maria Tolosani denunció que las teorías de
Copérnico eran contrarias a las Sagradas Escrituras, pero la muerte del
científico pareció parar la controversia. No fue hasta seis décadas más tarde
que la Iglesia católica actuó contra las ideas de Copérnico. Varios sacerdotes
católicos refutaron las ideas del científico, entre ellos Tommaso Caccini o
Francesco Ingoli. En el bando protestante también defendían algunos
reformadores que la Tierra estaba en el centro del Universo y que todo giraba
alrededor de ella. Lutero y Calvino no creían en las teorías heliocéntricas
basándose en textos de la Biblia. Aunque el teólogo protestante John Owen sí
estuvo de acuerdo con las teorías de Copérnico.
Galileo Galilei, astrónomo y físico italiano, defendió las ideas de
Copérnico. El científico había observado con su telescopio que la teoría era
cierta. El padre Niccolò Lorini condenó la defensa que hacía el científico de
las ideas de Copérnico, acusándole de protestante por contradecir el dictamen
del Concilio de Trento. Se introdujo el libro de De Revolutionibus en el
Índice de Libros Prohibidos y se prohibió a Galileo defender el
heliocentrismo. La llegada al pontificado de Urbano VIII, amigo de
Copérnico, animó a este a escribir un libro sobre el tema, pensando que no
sería condenado por la Iglesia. Fue llamado a Roma para defender sus
escritos en 1633 ante el inquisidor Vincenzo Maculani. Tuvo que retractarse
y negar su teoría.
A pesar de todo, a Galileo se le consideró el padre de la ciencia moderna.
La idea de que la ciencia únicamente se desarrolló en el bando protestante
no es acertada, los dos científicos que hemos citado eran católicos, pero lo
que sí es verdad es que el ambiente de apertura en los países donde había
triunfado la Reforma influyó en el posterior desarrollo de la ciencia.
El siglo XVII dio algunos grandes científicos católicos como Pierre
Gassendi, Anton Maria de Rheita o Nicolas Steno, que se convirtió al
catolicismo. Aunque a medida que avanzaba el siglo el número de científicos
protestantes comenzó a superar a los católicos.

Científicos protestantes
Algunos de los primeros científicos protestantes fueron Otto Brunfels,
teólogo y botánico alemán, y William Turner, padre de la Botánica en
Inglaterra. Turner fue perseguido por sus ideas no conformistas y se le
expulsó de la Catedral de Wells perdiendo su título de decano.
Francis Bacon fue un científico, estadista, filósofo y jurista inglés que
influyó al pensamiento del siglo XVII. Padre del empirismo, fomentó la
observación como herramienta para la investigación científica. Creó el
método Bacon, que desechó el método de Aristóteles y puso las bases de la
ciencia moderna. Bacon apoyó el razonamiento deductivo, muchos
científicos reformados siguieron esta premisa y consiguieron un desarrollo
espectacular de la ciencia.
Muchos historiadores como Drothy Stimson, Robert Merton o Richard
Foster han defendido que hubo una estrecha relación entre el puritanismo y el
desarrollo de la ciencia.
Otros grandes científicos del siglo XVII fueron Isaac Barrow, Seth Ward o
Robert Boyle. Este último afirmó que la ciencia podía mejorar la gloria de
Dios, fue un gran apologista cristiano y uno de los químicos más importantes
de la historia.
Isaac Newton es sin duda una de las figuras más sobresalientes de la historia
de la ciencia. Nacido en el año 1643 cerca de Lincolnshire. Su padre había
fallecido unos meses antes y tuvo que criarlo su madre, hasta que contrajo
matrimonio con un pastor. Tras la muerte de su padrastro tuvo que ayudar a
su madre a regentar una granja, pero él odiaba aquella vida. Al final estudió
en el Trinity College de Cambridge. Sus estudios impresionaron al profesor
Isaac Barrow. Al poco tiempo Newton ingresó en la Royal Society. Investigó
en muchos campos como las matemáticas, la óptica, la gravitación y la
mecánica. A partir de 1690 comenzó a publicar varios tratados religiosos
sobre la Biblia.
La popularidad de Newton contribuyó a que la ciencia se divulgara de
manera espectacular durante el siglo XVII y XVIII.
Johannes Kepler fue un astrónomo y matemático alemán, que influyó en la
política y el pensamiento de su tiempo. Dedicó su vida a la ciencia y la
teología, tuvo que dejar Praga y las posesiones imperiales cuando el clima de
intolerancia religiosa creció en el Imperio austrohúngaro.
En el siglo XVIII destacaron muchos científicos protestantes como John
Ray, botánico que creía que la sabiduría mostraba la obra de la creación.
Otros grandes científicos fueron Gottifried Leibniz, físico y matemático;
Albrecht von Haller, anatomista suizo; Leonhard Euler, matemático y físico,
apologista e hijo de un pastor luterano; Herman Boerhaave, médico y
botánico o John Michell.
En el siglo XIX hubo científicos como Joseph Priestley, descubridor del
oxígeno; Isaac Milner, pastor anglicano y químico; Mary Anning,
paleontólogo y descubridor de numerosos fósiles; el geólogo William
Buckland que era pastor anglicano; Edward Hitchcock era geólogo,
paleontólogo y pastor congregacionalista.
Benjamín Silliman fue químico y profesor en Yale. Consiguió destilar
petróleo y fundó la revista American Journal of Science. Michael Faraday fue
anciano de una iglesia y estableció la teoría electromagnética. Son
únicamente algunos ejemplos de las decenas de científicos protestantes en
todas las áreas de la ciencia.
En el siglo XX también ha habido numerosos científicos cristianos, de hecho
el 65,4% de los premios Nobel eran cristianos practicantes. Entre ellos
mencionar a John Halle Gladstone, químico y presidente de la Sociedad
Física; George Stokes, presidente de Royal Society; Enoc Fitch Burrm
astrónomo y pastor; Lord Kelvin que formuló las leyes de la termodinámica;
William Röntgen, ingeniero y físico alemán, descubridor de la radiación
electromagnética; el norteamericano George Washington Carver, botánico
inventor y educador; Charles Glover Barkla, físico británico; John Ambrose
Fleming, ingeniero eléctrico y físico; Max Born, físico. La lista es muy
numerosa y comprende todas las áreas de la ciencia, también hay muchos
científicos católicos y algunos ortodoxos.
En el siglo XXI destacan Sir Robert Boyd, vicepresidente de la Real
Sociedad Astronómica; Richard Smalley, premio Nobel de Química; Charles
H. Townes, premio Nobel de Física.
En la actualidad hay científicos de la talla de Werner Arber, microbiólogo;
Robert J. Asher, paleontólogo; Robert Bakker, paleontólogo y predicador
pentecostal; Francis Collins, exdirector del Instituto de Investigación
Nacional del Genoma Humano en Estados Unidos; John Gurdon, biólogo y
premio Nobel; James Tour, químico.
La ciencia y el cristianismo nunca se han dado la espalda a pesar de que
muchos hayan querido proyectar esa imagen, aunque es cierto que desde el
siglo XIX muchas áreas del cristianismo se han aislado del mundo, para evitar
ser influido por él, otros muchos han continuado contribuyendo a la ciencia,
nacida en el seno del cristianismo y desarrollada especialmente por el
protestantismo durante siglos.
La búsqueda de la verdad, principio básico de la Reforma, contribuyó al
desarrollo de la ciencia. Durante 500 años los avances han sido numerosos,
pero todavía el protestantismo tiene mucho que aportar en la sociedad y la
ciencia en general.
2.8 Los derechos y la imagen de Dios: derechos humanos,
abolición de la esclavitud, lucha contra la segregación y
protestantismo
La cosmovisión que aportó el cristianismo al mundo permitió el desarrollo de
los derechos humanos tal y como los entendemos en la actualidad. El
protestantismo recuperaría algunos de esos valores perdidos como el de
tolerancia, la centralización de las Sagradas Escrituras, el modelo de
comportamiento de Cristo y la conciencia como medida del comportamiento
humano.
Durante el periodo medieval se perdieron muchos de los valores aportados
por el cristianismo al Imperio romano. El cristianismo rechazó la muerte
cruenta para diversión de los espectadores y el maltrato de las fieras. Muchos
cristianos habían sido asesinados para divertimento del pueblo, ya fueran
devorados por animales o asesinados por gladiadores. Tertuliano en el siglo II
condenó las prácticas en los circos y templos romanos. También criticaron la
prostitución, en muchos casos sagrada, que denigraba a la mujer. San Juan
Crisóstomo condenó que muchos cristianos asistían a los juegos y
espectáculos paganos.
Las luchas entre gladiadores cesaron cuando el 1 de enero del 404, el
emperador Honorio, impresionado por la muerte de varios monjes que se
habían arrojado para parar la lucha entre gladiadores, decidió prohibir para
siempre las luchas. Algunos relacionan el cese de las luchas de gladiadores
con la muerte de Telémaco, un monje asceta que intentó parar la lucha y fue
atravesado por el puñal de un gladiador.
¿Por qué estaban los cristianos en contra de estas prácticas?
Por un lado los juegos y las luchas se hacían en honor a los dioses, pero por
otro constituían un principio de falta de respeto por el ser humano. Los
cristianos creían que los seres humanos estaban hechos a la imagen de Dios,
Jesús pidió a sus discípulos que amaran al prójimo como a ellos mismos,
incluso se debía amar a los enemigos. El asesinato como mera diversión
estaba muy alejado de los principios cristianos.
La superstición de la Edad Media trajo consigo un mundo violento, en el
que se cometían atrocidades contra los débiles, los deformes o los
extranjeros. Por no hablar de la servidumbre, que era una forma de
esclavitud, práctica que los cristianos habían logrado erradicar del Imperio
romano.
Algunos cristianos medievales habían deseado devolver la dignidad perdida
al hombre, como es el caso de Inocencio III en el siglo XII, pero no fue hasta
el Renacimiento cuando el hombre adquirió de nuevo un valor, que parecía
haber perdido en los siglos anteriores.
Muchos han relacionado al humanismo con la recuperación del valor del
hombre, aunque no fue así. Ya San Francisco había defendido la
inviolabilidad de la dignidad humana y el respeto a los animales y la
naturaleza.
Los humanistas buscaron en el mundo clásico la inspiración para desarrollar
la sociedad, pero se encontraron en las obras clásicas con la paradoja del
desprecio a la mujer, la división de los humanos en libres y esclavos, nobles y
plebeyos.
Petrarca y otros humanistas vieron en la idea bíblica del hombre hecho a
imagen de Dios la base para formar sus teorías sobre la dignidad humana.
El pensador renacentista Coluccio Salutati se apoyó en la idea cristiana del
hombre para formular sus opiniones acerca del libre albedrío, la dignidad
humana y la providencia de Dios. Pico della Mirandola en el siglo XV
escribió su libro Discurso sobre la Dignidad Humana, que se apoyaba en las
ideas de San Agustín y la Biblia. Además, la encarnación de Cristo, Dios
hecho hombre, dotó al ser humano de una dignidad aún mayor, ya que el
Creador del Universo se hacía humano por amor a los hombres.
Petrarca utilizaría la encarnación como argumento principal para defender
la dignidad humana. Poco a poco se intentará desligar la dignidad humana de
la creencia cristiana, atribuyéndola a la filosofía secular y más tarde a la
psiquiatría, pero su origen fue meramente cristiano.
En la época de la Reforma el concepto de dignidad humana se recupera.
Martín Lutero se aferra a su propia conciencia y al libre albedrío para no
sujetarse a las órdenes del papa y del emperador.
A pesar de que la Reforma fue un movimiento teológico y no jurídico, sus
principios terminaron por influir en el ámbito de las leyes, la filosofía, la
sociología y el arte.
La conciencia individual construyó la mentalidad y la forma actual del
mundo moderno. El individuo y no los estados o las etnias tiene derechos y
debe asumir obligaciones. Por eso, cuando las autoridades ponen normas
contrarias a la Ley natural o la Ley de Dios, los cristianos reformados pueden
eludirla sin ningún tipo de remordimiento de conciencia.
La Reforma puso de relieve el Derecho divino, que no se sujetaba al
Derecho romano que era la fuente principal de las leyes en la Edad Media y
la Edad Moderna. Por eso la Reforma buscó una nueva fuente de derecho
fundamentada en la razón. De esta idea surgió el Derecho racional y el
Derecho positivo.
El énfasis en la libertad religiosa fue el punto de partida de los derechos
humanos. Lutero afirmaba que la fe era una obra del Espíritu Santo y no
podía ser obligada por nadie. Los no conformistas como los anabaptistas y
más tarde los hugonotes, perseguidos por sus creencias, pidieron la
separación entre iglesia y estado.
Algunos de los primeros defensores de las libertades en el siglo XVII fueron
los bautistas John Smyth y Thomas Hewys, que escribieron a favor de la
libertad religiosa. Poco a poco este tipo de pensamiento fue calando en la
sociedad inglesa e inspiró los escritos de John Milton y John Locke sobre la
tolerancia.
John Milton fue un filósofo y funcionario de la corona bajo la República de
Oliver Cromwell. Tras la muerte del Lord Protector escribió Un tratado del
poder civil, en el que abogaba por la separación total entre estado e iglesia.
La idea de tolerancia comenzó a fraguarse gracias a personajes como el
bautista Roger Williams, el cuáquero William Penn y el congregacionalista
Thomas Hooker en las colonias de Rhode Island, Pennsylvania y
Connecticut, donde se incluyó en sus sus constituciones la libertad religiosa.
Los mismos principios fueron aplicados en la Declaración de Independencia
de los Estados Unidos de Norteamérica y su Constitución. Así se convirtió en
el primer estado en el que los derechos civiles, la igualdad de los ciudadanos
y la libertad fueron por primera vez una realidad.
En algunos estados se dictaron diferentes declaraciones de derechos
humanos anteriores a la más famosa de la Revolución francesa. Una de ellas
fue la Declaración de Derechos de Virginia de 1776. Su autor fue George
Mason y estaba compuesta por diez artículos. Entre los derechos que
defendía estaban el de elegir a los gobernantes, el derecho a la búsqueda de la
felicidad, la igualdad de los ciudadanos, el derecho a una defensa justa, la
libertad de prensa o la libertad de conciencia y religión.
El protestantismo en su inmensa mayoría apoyó la declaración de derechos
y la Independencia de los Estados Unidos. La Constitución de Francia y su
revolución se inspiraron en la americana; el marqués de Lafayette, que había
luchado en la contienda americana, fue uno de los inspiradores de la
constitución francesa y puso la impronta de la Constitución de los Estados
Unidos en esta. Tanto la posterior Declaración de los derechos del Hombre
escrita en Francia, como la Declaración de las Naciones Unidas y la
Declaración Universal de Derechos Humanos, recibieron la misma
influencia cristiana y protestante.
Algunos de los principios normativos que ahora consideramos
fundamentales y sobre los que se sustentan nuestras libertades también
recibieron inspiración de filósofos, juristas y teólogos protestantes como: la
teoría del contrato social, la separación de poderes, la separación entre estado
e iglesia, la libertad religiosa.
Entre los principales filósofos protestantes del siglo XVI, XVII y XVIII
estuvieron hombres ingleses, holandeses, alemanes, suizos o escoceses de
profundas convicciones protestantes como: John Locke, David Hume,
Thomas Hobbes, Christian Wolff, Gottfried Wihelm Leibniz o Immanuel
Kant. Hasta el famoso Jacques Rousseau venía de tradición protestante, ya
que su tatarabuelo había sido un conocido impresor evangélico que se había
refugiado en Ginebra tras la persecución desatada en Francia. La madre de
Rousseau era sobrina de un pastor calvinista. Bautizado por la iglesia
calvinista se quedó huérfano de madre muy pronto. El filósofo asistía con
regularidad a la iglesia y de joven quiso ser pastor, escapó de Ginebra por el
maltrato del notario para el que había comenzado a trabajar. Llegó a Saboya
donde le ayudó un sacerdote católico que tenía como misión devolver a los
protestantes al catolicismo. Vivió en Turín un tiempo, viajó más tarde a
Francia donde con el tiempo se convertiría en uno de los filósofos más
influyentes del siglo XVIII. En 1754 regresó a Ginebra y se convirtió al
protestantismo de nuevo, allí escribió su Discurso sobre la desigualdad. Se
separó de la generación de enciclopedistas que defendía el materialismo y
escribió sobre el origen espiritual del alma humana. En el Emilio, una de sus
obras más conocidas, intentó defender la idea de la necesidad de la creencia
religiosa.
Se reunió con Voltaire en la corte de Federico el Grande de Prusia, donde se
estableció por un tiempo. Tras regresar brevemente a Suiza fue a Inglaterra
invitado por Hume. Su vida polémica y sus disputas le acompañaron durante
toda su vida, pero siempre defendió la importancia del calvinismo en las
libertades civiles y las leyes modernas.
Lo filósofos protestantes fueron los primeros en defender la igualdad de
géneros. Locke desarrolló esas ideas de igualdad basándose en la Biblia y en
la creación del hombre en igualdad, sin importar género o raza.
Poco a poco fueron imponiéndose ciertas libertades y derechos por todo el
mundo protestante. En Prusia se impidió la tortura a prisioneros a partir de
1740.

La esclavitud y el protestantismo
La trata de esclavos se regularizó en los países europeos desde el siglo XV. La
necesidad de mano de obra barata en las colonias de América animó a los
españoles y portugueses a utilizar esclavos africanos. Los primeros en
transportar y vender esclavos fueron los portugueses.
En las colonias inglesas los esclavos fueron registrados como “sirvientes
contratados” o “aprendices de por vida”. El trato a los esclavos fue nefasto,
además de ser de por vida, los hijos y descendientes de estos mantenían su
esclavitud, el maltrato, la violación e incluso el asesinato eran frecuentes.
Thomas Kitchin afirmó en 1778 que tan solo en el Caribe se habían
transportado en los últimos años a más de 52.000 esclavos. Algunos estudios
hablan de que durante el tiempo que duró la esclavitud pudieron morir en la
travesía o al llegar entre 1,2 millones de personas y 2,4 millones. Unos 12
millones de esclavos fueron llevados a América entre los siglos XVI y XIX,
sin contar otros 6 millones para Asia y otros 8 millones en la misma África.
Muchos de los estados de Norteamérica basaban su economía en la
esclavitud, al igual que muchas colonias británicas.
Los primeros en luchar contra esta lacra social fueron los cuáqueros gracias
a la Sociedad Religiosa de los Amigos.
Se intentó prohibir la esclavitud en Georgia cuando James Oglethorpe hizo
una condena de las prácticas esclavistas por razones humanitarias. Sus
amigos Hannah More y Granville Sharp continuaron su labor de condena.
Todos ellos eran miembros de diferentes iglesias protestantes. Los
abolicionistas formaron un grupo llamado Clapham Sect. Este grupo tenía
como función realizar reformas sociales en la Iglesia de Inglaterra. Su
fundador fue John Newton, antiguo mercader de esclavos que se había
convertido al protestantismo.
John Newton (1725 -1807), nacido en las cercanías de Londres, hijo de un
capitán de barco, tras pasar varios años como comerciante de esclavos sufrió
una profunda conversión, llegando a ser pastor anglicano más tarde.
Además de las actividades antiesclavistas fundaron la ciudad de Freetown
en Sierra Leona para devolver a los esclavos liberados. Tras luchar durante
décadas al final consiguieron la Ley de Comercio de Esclavos de 1807, que
prohibía el comercio de esclavos, más tarde en 1833 lograron la Ley de
Abolición de la Esclavitud. Tras su victoria crearon sociedades antiesclavistas
en otros países, apoyadas normalmente en las iglesias y los miembros
protestantes de dichas naciones. Uno de esos países fue España, donde los
protestantes ayudaron a la abolición de la esclavitud en los territorios de
Cuba y Puerto Rico.
William Wilberfoce, parlamentario inglés, dedicó la mayor parte de su vida
a la libertad de los esclavos y el final de la trata.
En los Estados Unidos de Norteamérica la esclavitud continuó a pesar de la
prohibición en algunos estados y los derechos vertidos en su constitución.
Los cuáqueros lucharon en la defensa de los esclavos desde antes de la
Independencia.
El primer político importante en intentar abolir la esclavitud una vez que
comenzó a andar el país fue Thomas Jefferson, miembro de la Iglesia
anglicana. Fue miembro de la Sociedad de Pensilvania para la Abolición de la
Esclavitud. Mientras que en los estados del norte se iba liberando
paulatinamente a los esclavos, en los del sur se continuó con la esclavitud.
Crearon en Filadelfia una sociedad para ayudar a los esclavos e intentar
extender sus ideas. Cristianos como Moses Brown o Benjamín Rush lucharon
contra la esclavitud en el siglo XVIII.
Tanto los cuáqueros como los moravos convencieron a muchos dueños de
esclavos para que los liberasen. Uno de los más activos liberadores de
esclavos fue Robert Carter III, ciudadano de Virginia.
Se creó un grupo que liberaba a los esclavos en el sur y los ayudaba a llegar
al norte, donde podían vivir en libertad. Se intentó limitar las zonas
esclavistas hasta el río Missouri. A partir de 1830 la postura de los esclavistas
comenzó a radicalizarse. En el norte, cada vez más grupos cristianos y cívicos
luchaban en contra de la esclavitud. Destacaron hombres y mujeres como
Abby Kelley, Susan B. Anthony y Lucy Stone.
Algunos de estos grupos fundaron el estado de Liberia (1821-1822) para
llevar a algunos de los esclavos liberados. El Segundo Gran Despertar influyó
en la causa abolicionista, al considerarse pecaminoso el tener esclavos.
En 1863, Abraham Lincoln proclamó la emancipación de los esclavos, lo
que produjo la rebelión de los estados del sur. Tras la guerra se prohibió la
esclavitud en todo el país, pero las secuelas de tantos años de injusticia
persistieron.

La segregación racial
En 1954 se creó un movimiento de derechos civiles para defender desde el
derecho al voto de los negros y acabar con la discriminación que seguían
sufriendo en muchos estados del sur. La segregación racial había limitado el
avance de la gente negra.
Un hecho simbólico: la detención de la mujer Rosa Parks, en Montgomery,
Alabama, por negarse a ceder su asiento a un blanco, desencadenó un
movimiento de protestas sin precedentes. Un joven pastor bautista llamado
Martin Luther King lideró el movimiento y consiguió que la voz de los
negros fuera escuchada en Washington.
El proceso fue muy lento y doloroso, desde la integración en las escuelas,
institutos y universidades, hasta el derecho al voto o el final de la segregación
en locales, transportes o lugares públicos.
Martin Luther King simbolizó la lucha de los cristianos negros por su
libertad. Nacido en Atlanta, hijo y nieto de pastores bautistas, se dedicó al
pastorado y la defensa de los derechos civiles. Fue además padre del
movimiento no violento que contribuyó a reformar leyes y a cambiar la
mentalidad de toda una generación de americanos. Fue asesinado por un
francotirador en Memphis en 1968 y nunca se descubrió a los inspiradores
del atentado.

La Cruz Roja
Los protestantes inspiraron también la fundación de la Cruz Roja. Fundada
por el abogado protestante Gustave Moynier en Ginebra tras leer el libro de
Jean-Henri Dunant, en el que se hablaba de los horrores de la guerra y la
necesidad de crear una institución que ayudara a los heridos en campaña.
Moynier presentó una propuesta en la Sociedad de Ginebra sobre el bienestar
público para crear un organismo de atención y fue aprobado. Nombraron a la
organización Comité Internacional de Socorro de Heridos (1863).
Se celebró también en Ginebra la conocida Convención de Ginebra (1864),
que marcó algunas directrices sobre el trato a prisioneros de guerra o heridos.
En 1876 se adoptó el nombre de Comité Internacional de la Cruz Roja.
La enfermería moderna fue creada por una mujer llamada Florence
Nightingale que, tras asistir como ayudante de médico en la guerra de
Crimea, estableció la primera escuela de enfermeras.
En 1864 Theodor Fliedner había creado en Alemania un cuerpo de
diaconisas, que además de atender las demandas espirituales, se dedicaron a
la asistencia social. Fueron el germen de los grupos de enfermeras de los
siglos XIX y XX. En los Estados Unidos Guillermo Passavant, pastor luterano,
organizó a estos grupos para desarrollar un intenso movimiento social.
Isabel Fedde, formada en Noruega, estableció varios hospitales en los
Estados Unidos. Lucharon también por la mejora de los emigrantes.
Ayudaron a las mujeres, solteras y con hijos, en la lucha contra la explotación
infantil.
El Evangelio social fue también una máxima presbiteriana. Pastores como
Washington Gladden defendió los derechos de los trabajadores y el derecho a
organizarse.
Jane Addams abrió casas para ayudar a los pobres a salir de la marginación.
Thomas Uzzel, metodista, promulgó la necesidad de que las urgencias en
los hospitales fueran gratuitas.
El pastor presbiteriano Mark A. Mattherws luchó contra la corrupción
política, creó oficinas de empleo, academias para la formación de
desfavorecidos, entre otras actividades.
El New Deal, creado tras la Gran Depresión, fue inspirado por la obra de
pastores y líderes protestantes como Will Alexander, Mary McLeod o Harry
Hopkins.
El trabajo social ha sido una constante dentro del cristianismo. Desde la
legalización del cristianismo por Constantino en el siglo IV los cristianos
comenzaron a abrir todo tipo de instituciones de ayuda como orfanatos,
hospitales y hogares para necesitados.
Una de las primeras respuestas a las necesidades de la industrialización y las
desigualdades que esta producía fue le creación de la Sociedad Organizada
para la Caridad en 1869. La sociedad nació en Elberfeld, Alemania y llegó
rápidamente a varios países, sobre todo a los Estados Unidos.
Las órdenes monásticas eran de las pocas organizaciones que atendían a los
pobres, tras su supresión en los países protestantes se hizo necesario atender a
la gente necesitada. La primera Ley para alivio de los pobres nació en
Inglaterra en 1597, que creó un sistema de ayuda a nivel de iglesias locales.
La primera casa para ayuda a marginados la crearon los cuáqueros en
Filadelfia en 1713, después surgieron otras en Nueva York, Nueva Orleans y
otras ciudades.
Helen Bosanquet, hija de un pastor, casada con el filósofo Bernard
Bosanquet, fue una de las personas más influyentes en Inglaterra que ayudó a
la creación de leyes que ayudaran a los más desfavorecidos.
Octavia Hill fue una reformadora social en la ciudad de Londres. Hizo una
gran labor en la planificación de viviendas más dignas para la clase
trabajadora. Mary Stewart fue la primera asistente social en un hospital.
William Beveridge fue un importante reformador que puso las bases del
estado del bienestar en Europa. Su madre era miembro de una iglesia unitaria.
Se licenció en Derecho, pero pronto su vocación se inclinó al trabajo social.
Durante el mandato de Winston Churchill desde la presidencia de la Junta de
Comercio crearon la pensión por vejez, las comidas escolares gratuitas y el
sistema nacional de desempleo.
La labor del protestantismo en los derechos civiles y las labores sociales fue
ingente. Durante más de 500 años se han mantenido todo tipo de instituciones
y se han fomentado movimientos para la mejora de la sociedad.
3ª Parte. Una Reforma con mucho
arte: aportes a la literatura y las artes
3.1 En toda lengua: la Biblia como base de la formación de
los idiomas modernos
La Biblia y su traducción a los idiomas modernos supuso una verdadera
revolución cultural. A lo largo de los siglos también constituyó el germen de
idiomas de países asiáticos y africanos que no habían tenido nunca un soporte
escrito o estaban compuestos de un sinfín de dialectos, pero sobre todo
supuso la construcción de una identidad cultural occidental y un instrumento
eficaz para la transmisión del conocimiento.
Un libro como la Biblia siempre ha influido y transformado las sociedades
en las que se ha publicado y leído. A diferencia de otros libros sagrados como
el Corán, cuya traducción ha sido prohibida y que según su tradición ha de
ser leído en árabe, la Biblia supuso un despertar espiritual, cultural y
lingüístico sin precedentes.
La Biblia fue escrita originalmente en hebreo, arameo y griego. Realmente
es un compendio de libros divididos entre Antiguo y Nuevo Testamento. El
Antiguo Testamento fue escrito y recopilado por los israelitas; los cristianos
se apoyaron en su versión griega llamada Septuaginta para difundir sus
doctrinas y compusieron el Nuevo Testamento. Para judíos y cristianos la
Biblia es un compendio sagrado que describe la revelación y el testimonio de
lo que Dios quería dar a conocer al hombre.
El Nuevo Testamento fue escrito en griego koiné, ya que los discípulos y
evangelistas vivieron y desarrollaron su ministerio principalmente en las
regiones de habla griega.
San Jerónimo tradujo la Biblia al latín en el siglo V y durante más de 1.000
años fue uno de los libros más influyentes en Europa, sirviendo de
inspiración en el arte, la pintura, los himnos o la arquitectura. San Jerónimo
tenía la intención de llevar la Biblia al idioma del pueblo, pero la Iglesia
católica impidió que se vertiera a los idiomas romances y adoptó la versión
latina llamada la Vulgata como la única permitida.
Los renovados intentos de traducción de la Biblia al idioma del pueblo no
llegaron hasta la época de la Reforma. Si bien se habían hecho algunas
traducciones parciales como la del Evangelio de Juan al inglés por San Beda
en el siglo VIII, o el Evangelio de Mateo al alemán, o la traducción de Cirilio
y Metodio al eslavo de parte de la Biblia. También en inglés hacia el siglo X
aparecieron parte del Antiguo y Nuevo Testamento, pero el papa Inocencio
III prohibió la traducción de la Biblia ante la expansión de valdenses y
cátaros.
La traducción de Wycliffe en 1383 fue la única que se hizo de la Biblia
completa en inglés, pero fue prohibida por el Sínodo de Oxford en 1408.
También aparecieron partes del Antiguo Testamento en castellano, húngaro y
valenciano.
Ninguna de estas traducciones, exceptuando la de Wycliffe trascendió de
círculos reducidos de eruditos o grupos sectarios, lo que impidió la
transformación del idioma, la cultura y la sociedad como lo conseguirían las
traducciones de Biblia.
La Biblia en época de la Reforma trascendió las barreras nacionales, aunque
más tarde ayudaría a formar el espíritu patriótico y el sentido de nación de
muchas de ellas. Fue durante casi dos siglos el idioma común que hablaron
ingleses, escoceses, holandeses, franceses, españoles, alemanes y otros
muchos reinos, construyendo alrededor de la Biblia su cultura, tradición,
leyes, principios y cosmovisión.
También hemos hablado de la gran influencia que tuvo la Biblia en la
alfabetización, convirtiendo a sociedades ignorantes y supersticiosas en más
cultas, capaces y avanzadas.
La educación medieval se daba en latín, lo que formaba una élite cultural
sin relación con el resto del pueblo. Los monasterios y algunas escuelas
catedralicias tenían el monopolio de la educación. Hasta el culto católico se
impartían en latín, lo que impedía que la gente aprendiera de la Biblia.
Apenas les quedaban las imágenes de las iglesias, que más que ayudarles a
entender el mensaje de la Biblia se convirtieron en un objeto más de idolatría.
El interés por los escritos bíblicos no hubiera sido el mismo sin la figura de
Erasmo de Rótterdam. Muchos eruditos comenzaron a leer de nuevo la
Biblia, pero no sería hasta la llegada de Lutero que ese estudio formal se
convertiría en una verdadera revolución social y teológica.
Martín Lutero tenía una pasión inusitada por la Biblia, como agustino
seguía la tradición del fundador de su orden, dando al estudio de la Biblia una
gran importancia. La Biblia comenzó a ser una asignatura importante en
muchas universidades donde se estudiaba como fuente del derecho o como
asignatura teológica. De Wittenberg hasta Alcalá de Henares, se
multiplicaron las cátedras dedicadas a su estudio, pero el peligro de que se
tratara de una nueva moda académica no desapareció hasta que el texto
sagrado comenzó a traducirse a las lenguas vulgares.
Lutero tradujo el Nuevo Testamento al alemán durante su encierro en el
castillo de Wartburg en 1521. El reformador puso el texto de la Biblia en
alemán común, ya que su deseo era que cualquier persona pudiera leerlo y
entenderlo. La de Lutero no era la primera traducción al alemán, pero sí fue la
más accesible y leída en este idioma.
El invento de la imprenta en Europa, permitió que los libros y en especial la
Biblia completa o en fragmentos llegara a casi cualquier rincón del
continente.
La traducción de Lutero fue alabada por personajes tan distintos como el
poeta alemán Goethe y el filósofo Nietzsche.
La Biblia de Lutero se expandió con rapidez, Hans Lufft, el impresor de
Wittenberg imprimió 5.000 ejemplares entre los años 1534 y 1574. La Biblia
llegó por primera vez en siglos a la gente común. Un importante humanista
de la época llamado Johann Cochlaus se quejaba de que, desde un zapatero a
un sastre, cualquier persona en Alemania tenía un ejemplar de la Biblia. Por
ello las Sagradas Escrituras dejaron de ser un objeto de lujo de uso exclusivo
de intelectuales y religiosos para convertirse en una verdadera herramienta
para difundir cultura, valores, ideas y pensamiento crítico.
Una de las primeras consecuencias que produjo la Biblia en alemán fue la
unificación de dialectos, en muchos casos incomprensibles entre sí. De esa
forma a pueblos enteros comenzó a darles un sentido de identidad que no
habían tenido hasta ese momento. Su influencia en la formación de una idea
de lo alemán y un sentido de nación es muy poderosa.
Otro de los efectos de la Biblia fue la desaparición de la distinción entre una
élite que accedía a la cultura y una gran masa ignorante. Se daba al individuo
el derecho a tener un pensamiento, un alma y una razón individual,
impidiendo que otros pensaran por él. El efecto liberador de la Biblia se
observó en muchas áreas de la vida. Los estamentos y la procedencia
comenzaron a tener menos importancia, convirtiendo a cada hombre en un
ciudadano. De una forma más lenta también fue poco a poco deshaciendo las
barreras entre hombres y mujeres, gracias a la educación universal que
comenzó a aplicarse a los estados de mayoría protestante.
La Biblia además trajo una serie de modelos morales, éticos y sociales que
marcaron nuevas reglas de juego, poniendo a la conciencia y el libre albedrío
como piezas fundamentales de lo protestante.
La traducción de la Biblia a cada lengua y dialecto permitió que muchos
pueblos no alcanzados hasta ese momento por el cristianismo se fueran
cristianizando. El cristianismo, tras siglos convertido en una religión oral,
volvió a convertirse en la religión de la palabra y del libro.
En Inglaterra, la Biblia de Wycliffe consiguió un efecto parecido más de un
siglo antes, pero cuando la Reforma floreció en Europa, mucho de este efecto
se había perdido por la implacable persecución de la Iglesia católica.
Seguramente la falta del invento de la imprenta impidió una difusión rápida y
masiva de la Biblia en inglés. En el siglo XVI llegaría una nueva versión de la
Biblia en inglés gracias al párroco de Oxford William Tyndale.

William Tyndale
William Tyndale había nacido en 1494, estudió en Oxford y se convirtió en
subdiácono. Comenzó sus estudios en Teología y más tarde de las Sagradas
Escrituras. Cuando llegó al texto bíblico se quejó de que nadie pudiera leerlas
y estudiarlas hasta haber cumplido ocho años de estudio, cuando su mente ya
estaba totalmente atrofiada por la filosofía imperante en aquel momento.
Muy pronto comenzó a ser perseguido por opiniones muy parecidas a las de
Lutero. Al final en 1523 decidió viajar a Londres para obtener un permiso
para traducir la Biblia al inglés. El obispo Cuthbert Tunstall, al que había
pedido apoyo, se negó a dárselo y al final fueron los comerciantes de la
ciudad quienes patrocinaron su empresa. Antes de comenzar la traducción
viajo a Wittenberg, donde se cree que comenzó a traducir el Nuevo
Testamento, labor en la que le ayudó el fraile William Roy.
El Nuevo Testamento fue publicado en Worms en 1525 e introducido
clandestinamente en Escocia e Inglaterra. Poco tiempo después el cardenal
Wolsey condenó como hereje a Tyndale. El traductor viajó a Amberes para
continuar la traducción del Antiguo Testamento. Enrique VIII pidió su cabeza
cuando Tyndale se atrevió a negar su derecho al divorcio de la reina Catalina.
Fue apresado cerca de Bruselas y quemado como hereje.
Cuatro años más tarde el rey permitió la publicación de la Biblia al inglés,
basada en gran parte en los trabajos de Tyndale.
La versión original King James de 1611 era en un 90% obra de Tyndale. El
rey Jacobo VI, de origen escocés y formación calvinista, aprobó la versión
traducida de la Biblia. En muchos sentidos fue la versión que usaron los
inconformistas y puritanos, ya que las anteriores no eran tan fidedignas. La
Iglesia de Inglaterra intentó limitar la influencia de la Biblia al principio,
impidiendo que hubiera notas al margen y no dejando que trabajaran en ella
inconformistas. La Biblia de Ginebra, que hasta ese momento era la que leían
la mayoría de los protestantes ingleses, fue perseguida por las notas que
llevaba.
La King James fue la versión oficial de los párrocos y las iglesias
anglicanas, aunque llevó unos 30 años desbancar a la Biblia de Ginebra.
A pesar de que el estado pilotara la versión de la Biblia, su influencia en el
inglés moderno, la cultura y las costumbres sociales fue evidente. Se necesitó
la reevangelización del metodismo en el siglo XVIII, para que la Biblia
entrase en cada hogar de Gran Bretaña, se reformasen muchos de los valores
de la sociedad y se produjera la alfabetización de la mayor parte de la
población. Aun así, la Biblia influyó en el sistema parlamentario inglés. Si
bien no lo creó, ayudó a que poco a poco el peso de los comunes fuera
determinante en la política inglesa. También procuró la extensión del
comercio y la prosperidad, a la mentalidad emprendedora de los ingleses y su
visión entre tradición y libertad.
Aunque ya hablaremos más detenidamente de la versión en castellano de la
Biblia, sin duda la conocida como Reina Valera, traducida por los monjes
convertidos al protestantismo Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, ha
sido la que más ha influido en el protestantismo de habla española.
En el siglo XIX hubo un nuevo auge en la publicación y traducción de la
Biblia a otros idiomas. Los avivamientos del siglo XVIII animaron las
misiones y se crearon numerosas sociedades cuyos fines era la publicación de
la Biblia a todos los idiomas del mundo.
En 1710, el Instituto Bíblico Castsein creó un formato de Biblia asequible
para llegar a las grandes masas. Karl von Hildebrand, un noble alemán, con la
colaboración de Philipp Spener y August Hermann Francke, fundó el instituto
de la ciudad alemana de Halle, Prusia. Gracias a los nuevos modelos de
impresión el instituto consiguió imprimir 100.000 nuevos testamentos y
40.000 biblias.
En 1779 se creó la Sociedad Bíblica, principalmente para llevar la Palabra
de Dios a soldados y marineros. En 1804 se fundó la Sociedad Bíblica
británica y extranjera, cuando un grupo de cristianos vio las pocas biblias que
disponían los creyentes en Gales. La institución fue ecuménica desde su
fundación, incluyendo los libros apócrifos, pero la Iglesia católica y en
especial el papa Gregorio XVI, condenó su labor en una encíclica en 1844.
Esta institución llevó biblias a todo el mundo y favoreció su traducción a
numerosos idiomas. Intentó especialmente trasladar el texto sagrado a los
idiomas colonizados por Gran Bretaña, pero también hizo una gran obra de
difusión en América y África.
En los Estados Unidos se fundaron varias sociedades como la American
Bible Society o la Sociedad Bíblica Internacional. Aunque la más antigua es
la Sociedad Bíblica de Pennsylvania, fundada en 1808.
La American Bible Society se extendió rápidamente, publicando la Palabra
de Dios en más de 83 idiomas. Su versión inglesa primordial fue la King
James.
Los países católicos, sobre todo las repúblicas hispanoamericanas, vieron en
la Biblia una de las causas del progreso de las sociedades anglosajonas y en
un principio animaron a su lectura y difusión.
Thomas Jefferson afirmó que la Biblia siempre haría mejores ciudadanos,
padres y esposos, demostrando su poder a la hora de transformar la sociedad.
Napoleón Bonaparte afirmó que si más generales leyeran la Biblia estaría
más seguro del éxito de su nación. El político norteamericano John Quince
Adams fue más allá al afirmar que la Biblia era el único libro que merecía la
atención universal. El primer presidente de los Estados Unidos George
Washington decía siempre que era imposible gobernar correctamente una
nación sin la Biblia.
Muchos otros políticos y pensadores vieron en la Palabra de Dios un agente
transformador de la sociedad, las palabras de Abraham Lincoln, que era
asiduo lector de la Biblia, no pueden ser más elocuentes cuando afirmó que
era un regalo de Dios para los hombres, ya que les ayudaba a distinguir el
bien del mal.
3.2 Artes: los protestantes y su aporte a la música, la
pintura y el arte en general
La Reforma protestante produjo un intenso cambio en la forma de entender el
arte. Durante más de 1.000 años la pintura, la escultura y la arquitectura
habían estado al servicio de la Iglesia. Los grandes artistas del Renacimiento,
aunque en ocasiones se inspiraron en la mitología pagana para realizar
algunas de sus obras, normalmente lo hicieron en la rica iconografía de la
Biblia y la tradición católica. Durante siglos muchos de los clientes más
poderosos fueron obispos y monasterios, más tarde la corte papal y la
monarquía se convirtieron en los principales mecenas del Arte.

La pintura
El protestantismo, especialmente en la primera Reforma, rechazó en gran
medida las representaciones pictóricas y esculturales, ya que fue
fundamentalmente iconoclasta. Los reformadores veían en las imágenes una
incitación a la idolatría y la superstición.
Al mismo tiempo, el Renacimiento producía poco antes algunas de las obras
más importantes de la humanidad. Personajes como Leonardo da Vinci,
Miguel Ángel, Rafael o Bramante hacían obras inmortales por su perfección
y realismo.
El comercio de las especias y otros productos creó una serie de ciudades
estado que progresaron enormemente durante los siglos XV y XVI. Muchos de
estos autores miraron en el pasado, para encontrar la perfección artística
perdida en los primeros tiempos de la Reforma. Si bien es cierto que el
desarrollo del Románico y del Gótico fueron geniales, no lo es menos, que el
regreso a las formas clásicas hizo que Europa llegara a una de las cimas
culturales más altas de la Historia.
La construcción en Roma de la basílica del Vaticano y los palacios papales
fue en parte la causa primera de la Reforma protestante. La necesidad de
cobrar indulgencias para pagar los cuantiosos gastos de las obras del
Vaticano empujó a muchos reformadores a denunciar las prácticas abusivas y
muy poco piadosas de la Iglesia católica. Es por eso normal que la primera
reacción hacia el arte fuera negativa, ya que muchos protestantes
identificaban el arte con el derroche, la vanidad y la idolatría.
El Arte creado por la Reforma protestante tuvo en principio una utilidad
práctica y sus señas de identidad fueron la austeridad y la sencillez.
En el siglo XVI la primera oleada de iconoclasia destrozó numerosas piezas
de arte sacro. Aunque los grabados y las ilustraciones en los libros sí se
permitió, ya que se entendía que el acompañamiento de la palabra explicativa
evitaba el peligro de convertir un simple dibujo en un objeto de adoración.
Mientras que Juan Calvino y Zwinglio fueron más radicales en la
destrucción u ocultación de las imágenes sacras, Lutero mantuvo algunas
debido a su interés didáctico. Algunos artistas protestantes amigos de Lutero
realizaron algunas obras sagradas como es el caso de La última cena de
Lucas Cranach el joven.
El cierre de muchos conventos y monasterios, además de la retirada de
imágenes de muchas catedrales, hizo que se destruyera un importante
patrimonio artístico en los países del norte y centro de Europa.
El calvinismo también fue contrario a los retratos y las estatuas de los
nobles o burgueses, afirmando que era una forma de exaltar a los hombres.
En Inglaterra sucedió algo parecido, sobre todo durante la República y el
mandato de Cromwell, aunque la monarquía y la Iglesia anglicana
mantuvieron la mayor parte de las figuras y pinturas religiosas.
A medida que avanzaban los siglos el ambiente se fue relajando y surgieron
artistas como Daniel Hisgen, que en Hesse realizó obras magníficas en las
que se representaban historias de la Biblia.
Una de las artes en las que sobresalió el protestantismo fue el grabado. Se
utilizó el dibujo para llevar la teología a la gente, ya que aunque cada vez
había más personas que podían leer y escribir, el índice de analfabetismo era
muy alto.
Otra de las manifestaciones del arte estuvo en las estampas populares, que
intentaban defender la Reforma o demonizar al contrario. Dibujos satíricos,
en algunos casos ofensivos y de mal gusto, pero realizados con gran maestría.
Entre los mejores autores de grabados destacaron pintores como Cranach el
Viejo y el Joven y Holbien.
Se persiguió también las representaciones clásicas salidas de la mitología, y
el arte se centró en los paisajes, escenas de la vida cotidiana y algunos
retratos muy austeros.
Uno de los más conocidos pintores de la época fue el flamenco Peter
Bruegel, que hizo muchos cuadros de escenas costumbristas. También un
gran pintor de paisajes. Otro paisajista famoso fue Jacob van Ruisdael.
Otro de los grandes artistas de la época fue Lucas van Leyden, que realizó
numerosos grabados.
La ciudad de Amberes fue uno de los referentes en la composición de
grabados para libros y uno de los pocos lugares donde el arte continuó
desarrollándose sin trabas. La imprenta de Hieronymus Cock dio a luz a
numerosas y bellísimas obras del arte del grabado.
Mientras tanto, en el bando católico sucedía justo lo contrario. En el
Concilio de Trento se defendió y potenció la representación pictórica y
escultural de obras sagradas. Surgió un nuevo estilo de arte llamado
manierismo y se utilizó el Arte como una forma de expandir las ideas y las
doctrinas de la Iglesia católica.
El siglo XVII holandés en cambio dio un inusitado impulso al arte
protestante: la naturaleza muerta, el retrato burgués, el paisaje, los cuadros
históricos…
Uno de los grandes autores luteranos fue Philipp Otto Runge, que en el
siglo XVII destacó por su gran obra dedicada a sus padres, representados con
un estilo sobrio, que pretendía representar los valores formales de la Reforma
y su austeridad. La prosperidad económica trajo consigo una inusitada obra
pictórica, en 20 años se fabricaron más de 1,3 millones de cuadros. Los
burgueses estaban ávidos de arte, retratos y esculturas. Entre los pintores
destacaron Vermeer, Rembrandt y Frans Hals, pero hubo otros muchos que
tuvieron un gran éxito entre los burgueses del siglo XVII.
Además de los retratos a burgueses y los paisajes, comenzaron a pintarse
escenas de la Biblia y algunas partes de la vida de Cristo. También se puso de
moda el retrato colectivo, ya fuera de gremios, sociedades o en fiestas, como
el de Bartholomeus van der Helst del Banquete de la Guardia Cívica de
Ámsterdam. También hubo algunas mujeres artistas como Judith Miense
Molenaer.
En Inglaterra destacaron los artistas de la corte de los Tudor, muchos de
ellos eran de origen holandés o tenían una gran influencia de las escuelas
holandesas. Algunos de estos pintores eran extranjeros.
Isaac Oliver, de origen hugonote fue un gran retratista en la corte de la reina
Isabel de Inglaterra. Además pintó los retratos de numerosos caballeros y
damas de la corte. Destaca su gran retrato de la reina Isabel I. Destacaron
otros como Rowland Lockey o Sir William Segar.
Durante el siglo XVII se desarrolló un arte más bien paisajístico,
continuando con los retratos, pero el siglo XVIII la influencia holandesa tras el
Acto de Unión de 1707 fue cada vez más evidente.
Uno de los pintores holandeses que fue a Inglaterra fue Peter Lely, famoso
por sus retratos de corte; William Aikman, también retratista y Allan
Ramsay, escoces y retratista.
La dinastía de los Hannover trajo algunos gustos nuevos a la corte en 1714.
Uno de los artistas más famosos fue William Hogarth, uno de los mejores
retratistas de costumbres de la sociedad protestante.
John Wootton destacó por sus pinturas sobre actos deportivos de la época.
En 1754 se fundó la Sociedad para el Fomento de las Artes, Manufacturas y
el Comercio. Dicha organización ayudó a los artistas a exponer sus
principales obras. Richard Wilson destacó por sus cuadros históricos.
En el siglo XIX la llegada del Romanticismo enfocó la pintura hacia temas y
valores muy distintos de los protestantes. Hasta la llegada del arte victoriano
no se regresó a un arte más austero de temas más formales y cotidianos.

La música
Si el arte pictórico y escultórico fue rechazado en un principio por la
Reforma, la música destacó como una de las maneras de expresar el amor de
Dios.
Martín Lutero fue un compositor de himnos como la mayoría de los
reformados protestantes. La Reforma recuperó el canto sacro para el pueblo,
ya que en la época medieval únicamente los monjes podían cantar en el culto.
Lutero escribió sus himnos en lengua vernácula para que los fieles pudieran
entonarlos, también el empleo de la música para acompañar a la adoración.
Algunos músicos como Velntin Bapst y Hohan Walther le ayudaron a
componer y mejorar algunas de sus obras.
El protestantismo creó las primeras corales, pero sobre todo dio una nueva
dimensión a la música sacra y puso las bases de la música clásica moderna.
Muchos protestantes compusieron música e himnos, uno de los más
destacados del siglo XVII fue Paul Gerhardt. De origen alemán, de fe luterana,
estudió en Wittenberg. Allí conoció a Paul Röber y Jacob Martini, que le
enseñaron la importancia de la música para transmitir conocimiento.
Paul Gerhardt trabajó en Berlín como preceptor, compuso varios poemas e
himnos que llamaron la atención de Johann Crüger, que en ese momento era
el organista de la Nicolaikirche. En cuanto los himnos de Gerhardt
comenzaron a escucharse en la iglesia, cosechó un gran éxito.
En 1652 Gerhardt recibió su primer puesto como pastor en una pequeña
ciudad a las afueras de Berlín. Durante el resto de su vida compuso muchos
himnos que se convirtieron en canciones cotidianas de la Iglesia luterana en
Alemania.
En Inglaterra el músico más famoso de los primeros tiempos de la Reforma
fue George Wither. Nacido en 1588 en Bentworth, estudió en Oxford. Pasó
un tiempo en Irlanda y comenzó a hacerse famoso por sus escritos satíricos y
sus críticas a la nobleza y a la monarquía. También dedicó buena parte de su
vida a componer himnos y dar música a salmos de la Biblia.
Isaac Watts, además de sus tratados de filosofía y teología, compuso
numerosos himnos. Se le considera uno de los padres de la himnología
inglesa. Sus canciones tenían la intención de llegar al corazón de los oyentes
y conmoverlos.
Charles Wesley, hermano de John Wesley, fue un gran compositor de
himnos y música en el siglo XVIII. Utilizó la letra de los himnos para
comunicar doctrinas cristianas, su influencia trascendió el metodismo y
modeló muchas de las creencias y formas cúlticas de las iglesias protestantes
en la actualidad.
Por último, como gran himnólogo está William Cowper. Nacido en
Inglaterra en el siglo XVIII. Estudió en la Escuela de Westminster. Su
tendencia a la depresión le apartó de su carrera política. Tras su recuperación
vivió con un pastor llamado Moerley Unwin, gracias a él conoció a John
Newton. El antiguo famoso esclavista animó a Cowper para que le ayudara
en un himnario que estaba componiendo.
Cowper escribió poesía e himnos, pero tuvo varias crisis emocionales y
trastornos nerviosos. Continuó escribiendo himnos hasta su muerte.
El compositor alemán Heinrich Schütz fue el compositor más importante
anterior a Johann Sebastian Bach. Trabajaba en la posada de sus padres
cuando el aristócrata Mauricio de Hesse-Kassel le escuchó cantar. El niño
estuvo en la coral de Kassel y más tarde estudió en Marburgo la carrera de
Derecho. Después viajó a Venecia para estudiar música y regresó en 1612.
Fue compositor en la corte del elector de Sajonia en Dresde. Dedicó el resto
de su vida a componer y enseñar a otro, influyendo en toda una generación de
músicos alemanes. Compuso muchos temas, pero la mayoría los dedicó a los
Evangelios, sobre todo la Pasión de Cristo.
Uno de los músicos protestantes más conocidos de la Historia fue Johann
Sebastian Bach. Nacido en el ducado de Sajonia-Eisenasch de una familia de
músicos. A muy temprana edad ya dominaba el violín y el clavecín. En 1700
se inscribió en la escuela de San Miguel en Lüneburg. Tras su formación fue
nombrado músico de la corte para la capilla del duque Johann Ernst III en
Weimar. Johann Sebastian Bach compuso algunas de las obras más bellas del
mundo como la Pasión según San Mateo y la Pasión según San Juan.
Otro de los grandes músicos de la Historia fue Georg Friedrich Händel. De
origen alemán, pasó la mayor parte de su carrera en Londres. Compuso
oratorios, himnos, óperas y conciertos para órgano. Su Mesías es una de las
mejores composiciones escritas jamás.
Henry Purcell, nacido a mitad del siglo XVI, fue un compositor inglés. De
una familia de músicos, estudió en Westminster. Escribió himnos para la
Capilla Real. Se convirtió en organista de la abadía de Westminster y
compuso obras de carácter religioso.
Johannes Brahms, nacido en Hamburgo en el seno de una familia luterana
en 1833, fue un famoso compositor y pianista. Sus maneras de interpretar y
componer le proporcionaron gran fama en su época. Realizó varias sinfonías,
conciertos para violín, su famoso Réquiem, apoyado en textos de la Biblia de
Lutero.
Felix Mendelson, pianista y compositor alemán. Nació en Hamburgo de una
importante familia judía. Su familia se convirtió a la fe reformada siendo él
muy pequeño. Se le consideró un niño prodigio. Tras hacerse muy conocido
en su país, vivió durante un tiempo en Gran Bretaña. Realizó muchas
composiciones para piano, varias sinfonías.
Música y Reforma siempre estuvieron unidos. La música fue el alma del
culto protestante y continúa siendo en la actualidad.
3.3 Los hombres del libro: los protestantes y la literatura
La Biblia ha sido una de las mayores fuentes para la literatura occidental de
todos los tiempos. Nuestra forma de entender, de narrar o describir el mundo
continúa influida por los valores, ideas y principios cristianos. Naturalmente
la literatura ha recibido otras influencias muy notables de la literatura clásica.
Homero es considerado el padre de la literatura europea, la mitología griega
nos dio una visión dramática del mundo, pero sobre todo la figura del héroe
sanguinario que se enfrenta a los dioses, caprichosos y malévolos. La
literatura romana fue mucho más realista, centrada en los asuntos políticos y
el prestigio de sus líderes, pero también en la sátira descarnada de una
sociedad decadente y violenta.
Algunos de los escritos cristianos más antiguos son La vida de San Antonio
del siglo IV, las obras de San Jerónimo sobre La vida de Paulus, el primer
ermitaño, La vida de San Hilarión, La vida de Malco. Aunque una de las
obras cumbres será Las confesiones de San Agustín, donde describe el
proceso de su conversión.
Podríamos enumerar muchas obras de inspiración cristiana entre los siglo IV
al XIV, pero la obra que destaca entre todas es La Divina Comedia de Dante
Alighieri. El famoso autor florentino utilizó las formas de la literatura clásica
para hacer una mordaz crítica social, utilizando el infierno y el cielo de forma
simbólica.
La llegada de la Reforma protestante produjo un auge en la escritura y la
lectura, que llevó a publicar miles de títulos de los más diversos temas. La
alfabetización de la población en las zonas protestantes y el uso del idioma
vulgar facilitó la expansión de la literatura y en cierto sentido la universalizó.
Si bien es cierto que durante el siglo XV y en la primera mitad del XVI en
los países católicos hubo numerosas obras literarias, de las que España es fiel
muestra, no lo es menos que el siglo XVII, sobre todo la segunda mitad, y el
siglo XVIII en los países católicos la literatura decayó mucho, sobre toda
acosada por la Inquisición.
Los reformadores, tanto Martín Lutero como Juan Calvino, fueron
escritores infatigables. Utilizaron un estilo directo y un vocabulario sencillo
para llegar al mayor número de lectores.
Durante el siglo XVI el autor por excelencia de la zona protestante fue
William Shakespeare. Las creencias del genial dramaturgo siempre han
estado rodeadas de polémica. Se había criado bajo la Iglesia anglicana a la
que pertenecía por nacimiento, aunque muchos han afirmado que su familia
fue ocultamente católica, no hay pruebas determinantes. Lo que sí es cierto es
la profusión de texto y citas bíblicas en sus obras. Sir Frederick Beilby
Watson y Frederick Dan Huntington desarrollaron dos investigaciones, donde
se defendía el protestantismo en la obra del dramaturgo. En su testamento
Shakespeare se encomienda únicamente a Jesucristo y sus méritos
suficientes. Sus obras desprenden una lucha eterna entre el bien y el mal, la
búsqueda de la verdad y la justicia, demuestran ciertos principios cristianos,
que podrían provenir tanto del catolicismo como del protestantismo.
John Milton, poeta, polemista y político inglés, actuó bajo el mandato de
Cromwell y escribió el famoso poema de El paraíso perdido en 1667. Nacido
en una familia burguesa, su padre era compositor de música. Su padre fue
desheredado por su abuelo al convertirse al protestantismo. John se crió en
Londres. Educado por Thomas Young, un profesor presbiteriano de gran
prestigio. Estudió en Cambridge. Tuvo algunos problemas con el obispo y
tutor William Chappell,por la tendencia puritana del alumno.
John Bunyan fue un pastor bautista, escritor y predicador. Nacido en
Inglaterra en 1628, en una familia humilde. Sirvió en el ejército y tras
licenciarse se casó. Su esposa era muy religiosa, aunque él no parecía muy
interesado en esos temas. Un domingo en el que estaba jugando escuchó una
voz interior que le llamaba al arrepentimiento. Comenzó una lucha interna
que terminaría con su conversión poco después. En cuanto se adscribió a la
iglesia inconformista comenzó a escribir. Fue encarcelado por su fe en 1660,
para pasar en prisión doce años. Leyó en la cárcel el famoso libro de John
Foxe, El libro de los mártires. Escribió su libro más importante El progreso
del peregrino, que salió publicado en 1678. En el libro se describe un viaje a
modo de alegoría de un cristiano por la vida.
John Donne fue un famoso poeta y metafísico del siglo XVI. Miembro de la
Iglesia de Inglaterra escribió numerosas obras religiosas entre las que
destacan los poemarios. Otro de los grandes poetas ingleses fue John Dryden,
que influyó en la vida intelectual de la Inglaterra de la Restauración.
Daniel Defoe nació en Londres en 1659, educado en el internado del pastor
James Fisher, sus padres eran presbiterianos. Estudió más tarde en la
academia disidente de Newington Green en Londres. Se dedicó al mundo de
los negocios, aunque no fue un gran comerciante. Apoyó el reinado de
Guillermo III y se hizo agente secreto. Escribió teoría política, poesía, temas
sobre teología y defensa de los inconformistas. Defendió la tolerancia
religiosa y la libertad de cultos. Su obra más conocida fue Robinson Crusoe.
La historia de este náufrago inventado le sirvió para reflexionar sobre el
mundo y ser crítico con la sociedad del siglo XVIII.
Otros de los grandes autores protestante del siglo XVIII fue Jonathan Swift.
Un escritor anglo-irlandés, poeta y decano de la catedral de San Patricio en
Dublín. Escribió numerosos libros, folletos y poemas. Fue predicador en la
catedral y miembro de la Iglesia de Inglaterra. Su libro más famoso fue Los
viajes de Gulliver, en el que el autor analiza las contradicciones de su época,
de una forma irónica y simbólica.
En Alemania el gran poeta Johann Wolfgang von Goethe fue uno de los
intelectuales más respetados de su tiempo. Sus escritos trataron temas tan
diversos como la política, la botánica, la anatomía o la poesía. Criado en la
iglesia luterana, no era practicante y criticó duramente la teología cristiana,
aunque resaltaba la figura de Cristo. Llamó al cristianismo la religión
definitiva y no ocultó su admiración por Martín Lutero y la Reforma. A pesar
de todo se alejó de las ideas y doctrinas cristianas, poniendo las bases para
pensadores posteriores como Nietzsche, que se opondría abiertamente al
cristianismo.
Su obra más conocida fue Los sufrimientos del joven Werther, donde se
describen las dudas existenciales del protagonista, alter ego del autor. La
novela provocó una oleada de suicidios y fue prohibida en varios lugares. Es
sin duda el ejemplo de una filosofía alejada de los principios cristianos. Su
obra Fausto, que trata sobre un sabio que había vendido su alma al Diablo,
describe las luchas de los hombres modernos ante el vacío de la fe y el
mundo de la ciencia.
Friedrich Schiller, un famoso poeta, médico, historiador y filósofo alemán.
Amigo de Goethe. Se crió en una familia cristiana muy devota y pasó toda su
infancia y juventud leyendo la Biblia. Estudió Medicina y comenzó a escribir
muy joven. Gran dramaturgo y poeta. Fue acusado de masón, aunque él
siempre lo negó. Pasó a la historia como el autor más importante del teatro
clásico alemán.
Friedrich Gottieb Klopstock fue un escritor alemán. Le impresionó desde
joven El Paraíso perdido de Milton e intentó reproducir la misma literatura
cristiana épica. Su obra más famosa fue El Mesías.
Samuel Taylor Coleridge fue uno de los creadores del movimiento
romántico en Inglaterra.
Friedrich Scheleiermacher, filósofo, teólogo y escritor intentó reconciliar la
Ilustración con el protestantismo. Fue el padre de la Neo Ortodoxia que
desembocaría más tarde en la teología liberal. Criado en el pietismo moravo,
dejó el movimiento para unirse al cristianismo racionalista tan en boga en las
universidades alemanas del siglo XVIII. Se hizo pastor luterano y enseñó
Teología en la Universidad de Halle. Su obra más famosa fue La fe cristiana.
Edward Alan Poe era hijo de dos actores de origen irlandés. Nacido en
Boston. Criado en la Iglesia episcopal, estudió en la Universidad de Virginia.
Abandonó los estudios tras un desengaño amoroso, se trasladó a Boston,
malviviendo de artículos y escritos. Se alistó en el ejército en 1827, ese
mismo año comenzó a escribir una serie de poemas.
Tras dejar el ejército se fue a vivir con su tía María Clemm a Baltimore. Allí
escribió nuevos poemas. Estudió en West Point, pero tuvo que dejar la
academia. Se dirigió a Nueva York y publicó otro libro de poemas. Su
primera novela titulada La narración de Arthur Gordon Pym salió a la luz en
1838. Trabajó como editor en varias publicaciones. Su inclinación a los temas
oscurantistas le hizo perder la cabeza y morir prematuramente.
El escritor suizo Conrad Ferdinadn Meyer, criado en el calvinismo, dedicó
su vida a la Historia. Fue un gran escritor de novelas históricas. Escribió
muchas novelas de la historia del protestantismo como El amuleto, que
describe la matanza de San Bartolomé.
Otros escritores protestantes del siglo XIX fueron Theodor Fontane, alemán
de origen hugonote; Washington Irving, poeta y diplomático de origen
presbiteriano; Robert Browning, poeta victoriano de origen anglicano; Emile
Dickinson, escritora norteamericana, se convirtió en 1845, aunque nunca fue
una cristiana convencional; Emile Han Brontë y sus hermanas Charlotte y
Emily, todas fueron escritoras muy famosas en el siglo XIX, hijas de un pastor
anglicano, sus obras constituyeron una gran aportación a la literatura como es
el caso de Cumbres Borrascosas.
Charles Dickens merece mención aparte. Autor británico de origen
anglicano. De niño asistió a las reuniones de una iglesia bautista. No fue muy
practicante, criticó fuertemente la hipocresía de su tiempo. Le atrajo la forma
de practicar la religión en los Estados Unidos, en especial la separación entre
iglesia y estado. Cuando fue padre escribió una versión simplificada de los
Evangelios para educar a sus hijos. Todos sus libros reflejan su búsqueda de
la verdad y la defensa de los valores cristianos. Sus obras fueron muy
populares, entre las que destacó Oliver Twist y Cuento de Navidad.
Nathaniel Hawthorne, descendiente de una de las primeras familias
puritanas en llegar a América, trabajó de editor en varias revistas, se integró
en el movimiento Trascendentalista iniciado en Harvard, basado en el
unionismo (negación de la Trinidad) y con influencias orientalistas. Su obra
más influyente fue La letra escarlata, un juicio muy duro a la sociedad
puritana y el cristianismo.
T. S Eliot fue un escritor e intelectual estadounidense muy influyente.
Criado en la Iglesia unitaria. Estudió en Harvard y tras vivir varios años en
Inglaterra se convirtió a la Iglesia anglicana. Gran poeta y ensayista, dedicó
muchos de sus libros a la defensa del cristianismo. Su libro más famoso fue
Ben-Hur, que fue llevado al cine en el siglo XX.
Lewis Wallace fue un autor cristiano estadounidense que escribió
principalmente novela de temática cristiana.
Otros escritores protestantes fueron John Galsworthy, un prolífico novelista;
Thomas Mann perteneciente a la Iglesia luterana. William Faulkner,
estadounidense, venía de familia presbiteriana y bautista. De adulto entró en
la Iglesia episcopaliana en Oxford, Mississippi, donde asistía con regularidad.
Su obra más significativa fue El ruido y la furia. John Updike, escritor y
poeta, mostró la vida cotidiana de los protestantes norteamericanos y la
importancia del cristianismo en la sociedad.
George MacDonald, escritor escocés que influyó en muchos autores de
literatura fantástica y ciencia ficción como W.H. Auden, C. S. Lewis, J.R.R.
Tolkien y en la obra de Lewis Carroll.
Uno de los escritores protestantes más importantes del siglo XX fue C. S.
Lewis. Clive Staples Lewis fue un escritor, ensayista académico y teólogo
cristiano. Nacido en Irlanda del Norte, su madre era anglicana. Se quedó
huérfano de niño. Estudió en la Universidad de Campbell. En su juventud
dejó el cristianismo y se convirtió en ateo. Se trasladó a Inglaterra y estudió
en Oxford, sirvió en el ejército durante la Primera Guerra Mundial.
Lewis fue ateo hasta una edad avanzada. Las lecturas de G.K Chesterton,
que había dejado el ateísmo para convertirse al cristianismo, pero sobre todo
la amistad con Tolkien, que era uno de sus colegas de Oxford y católico
practicante, le devolvió su fe de la infancia. En su libro Sorprendido por la
alegría describió ese proceso de conversión.
Escribió todo tipo de artículos, ensayos, novelas, libros de teología y fue un
gran apologista. Tenía un programa en la radio. Obras de ficción como las
Crónicas de Narnia es de los libros más leídos de género fantástico.
Algunos de los autores protestantes del siglo XX y XXI han creado novelas
de temática cristiana como Randy Alcorn, Ted Dekker, Steven James o Andy
Andrews entre los escritores de fantasía y ciencia ficción. En historias sobre
amish destaca Beverly Lewis. En temas bíblicos Max Lucado, Lynn Austin o
Francine Rivers. En temas de novela contemporánea esta Don Brown,
Melody Carlson, Robert Jordan, entre otros muchos. En temas históricos
Joyce Fox, Janette Oke, Tamera Alexander o Tim LaHaye.
Otros autores que se confiesan cristianos protestantes, aunque sus libros no
suelen tener temática cristiana son John Grisham, convertido en la edad
adulta y Stephen King, criado en una iglesia metodista.
La influencia del protestantismo en la literatura es y sigue siendo muy
importante. Los valores, principios y temas fundamentales de la Reforma
siguen vigentes en muchas novelas, ensayos y obras literarias. La influencia
del posmodernismo no ha logrado acallar la voz de la literatura escrita por
cristianos y los temas fundamentales de la civilización occidental.
3.4 Las ondas de la fe: los protestantes y los medios de
comunicación
Desde el principio la Reforma utilizó los medios más modernos a su alcance
para difundir su mensaje. El propio Martín Lutero fue un maestro en este
sentido. El invento de la imprenta dio un impulso imprescindible a la
Reforma.
La imprenta fue inventada en Europa en 1450, se extendió rápidamente a la
mayoría de las ciudades de Europa. En 1517 ya había más de 200 ciudades
que tenían imprenta, lo que permitía una rapidez en la expansión de las ideas
inédita hasta ese momento. La mayoría de las imprentas apoyarían las ideas
de la Reforma, aunque algunas se pusieron al lado del bando católico.
Las ideas reformadas se transmitían a través de libros, pero para el pueblo
se creó un sistema más rápido, barato y accesible. Por medio de pasquines,
folletos, panfletos, la impresión de Evangelios, el Nuevo Testamento o partes
de la Biblia se llegó a decenas de miles de lectores, que a su vez leían a otros
que no sabían hacerlo.
Los folletos solían ser muy cortos, entre ocho y diez páginas. Su tamaño era
pequeño, para abaratar sus costes y que fuera más fácil de ocultar de las
autoridades. Miles de estos folletos partieron a todos los puntos de Europa y
en algunos casos llegaron al Nuevo Mundo. De Londres a Berlín, de Lisboa a
Constantinopla, las ideas de la Reforma se expandieron de una manera
absolutamente inédita hasta ese momento.
La intención de los folletos era influir en la opinión pública, que hasta ese
momento había sido un actor casi pasivo de la sociedad. Algunos transmitían
doctrinas de la iglesia, reflexiones o testimonios. Otros eran más satíricos e
hirientes.
Una de las características de estos folletos era que solían acompañarse de
grabados, por un lado, para facilitar la lectura y por otro, para hacerlos más
atractivos a los lectores. La mayoría de los folletos se centraban en temas
espinosos como poner en cuestión la autoridad de la Iglesia católica, la figura
del Papa, o algunas doctrinas como las indulgencias.
Otros folletos daban a conocer doctrinas cristianas, dando al pueblo la
autoridad para poder interpretar la Palabra de Dios, que hasta ese momento
había estado prohibido. Los folletos fueron también una manera de expandir
el conocimiento en las lenguas vernáculas, lo que supuso el desarrollo de los
idiomas nacionales y el final del dominio del latín.
Los folletos se producían muy rápido y era más fácil que eludieran la
persecución de la autoridad civil y religiosa. La Iglesia católica reaccionó al
principio con cierta indiferencia, ya que pensaban que los laicos no debían
opinar sobre ese tipo de temas. En muchos folletos católicos se rebatían las
ideas de la Reforma, lo que facilitó aún más su conocimiento por parte del
pueblo. Algunos folletos católicos culpaban de las revueltas populares a las
ideas luteranas, como en el caso de la rebelión de los campesinos de 1525.
Entre los propagandistas más destacados del bando protestante se
encontraron el propio Lutero, pero también Urbano Rhegius, Philipp
Melanchthon o Andrea Bodenstein.
En 1530 ya se habían publicado más 2.200 escritos de Lutero y el autor
continuó haciéndolo hasta casi mitad del siglo XVI.

La prensa moderna
En cierto sentido Europa estaba asistiendo al nacimiento de la prensa
moderna. Curiosamente el primer periódico nació en una ciudad de mayoría
católica como era Venecia. Aunque la ciudad se caracterizó siempre por ser
una de las más libres de Europa, la Iglesia católica continuaba teniendo una
gran influencia. El primer ejemplar de periódico se produjo en 1556, era
mensual y se titulaba Scritte Notizie, costaba una gazetta, una moneda
veneciana. Al final el nombre del pago terminó siendo utilizado para
denominar al periódico como Gazetta.
En Inglaterra, España y Francia comenzó a publicarse a principios del siglo
XVII una serie de publicaciones periódicas llamadas Relaciones.
En Alemania el primer periódico apareció en 1600, uno de las más
populares comenzó en Estrasburgo en 1604 llamada Colección de Noticias
distinguidas y memorables. En seguida nacieron otros periódicos en
Fráncfurt, Hamburgo y Berlín.
El primer periódico moderno, parecido a la prensa actual, se publicó en
Francia en 1632, se llamaba Gazetta de Francia. Su editor fue Teofrasto
Renaudot, médico real, que pidió a Luis XIII su patrocinio. Renaudot
pertenecía a una familia hugonota, pero tras las persecuciones religiosa se
hizo católico. El cardenal Richelieu la presentó al Rey y este le nombró su
médico personal.
A lo largo del siglo XVII surgieron muchas publicaciones en el país como
Mercurio de Francia, de carácter literario.
Uno de los mayores periodistas de Francia en el siglo XVIII era protestante.
Jean-Paul Marat, nacido en el principado prusiano de Neuchâtel, era hijo de
un hugonote. Su padre se había convertido al calvinismo en Ginebra. Marat
viajó a Francia en su juventud y recorrió varias ciudades hasta llegar a París.
Después se trasladó a Londres, allí comenzó a escribir varios libros sobre la
libertad y en contra de la esclavitud. Participó en la Revolución francesa, de
la que llegó a ser un destacado líder. Apoyó el bando más radical, pero
cuando Robespierre ya no le necesitó lo mando asesinar. Como periodista fue
uno de los editores más prominentes de su época.
En Inglaterra se produjo una verdadera avalancha de pequeños escritos
impresos durante el siglo XVI. La monarquía intentó controlar su flujo a
través del monopolio del papel. Eduardo VI los prohibió, al creer que
minaban su gobierno y difundían rumores falsos.
A mediados del siglo XVII comenzó a regularse la publicación de
periódicos. En poco tiempo hubo unos 300 títulos vendiéndose en el
mercado. La Restauración monárquica frenó la libertad de prensa que había
reinado durante la República puritana.
En 1665 nació la Gaceta de Oxford, uno de los periódicos más serios de la
época. Fundado por Henry Muddiman, protestante inconformista, sufrió la
censura tras la restauración monárquica. Enseguida se comenzaron a publicar
gazettas en las colonias.
El periodismo del siglo XVIII inglés dio un gran número de excelentes
redactores. Uno de los que ya hemos hablado fue Daniel Defoe, pero hubo
otros como Jonathan Suwitf, Richard Steele, Samuel Johnson, Henry Fielding
o Joseph Addison. Todos ellos eran protestantes, la mayoría puritanos o de
iglesia congregacionalistas.
En el siglo XIX, nació el prestigioso periódico The Times, fundado por John
Walter, miembro de la Iglesia anglicana. William Howard Russell fue el
primer corresponsal de guerra moderno, contratado por The Times, abriendo
una tradición que llega hasta la actualidad.
En Alemania Johann Carolus fue el primer editor de un periódico. Su
publicación surgió en 1605 y es considerada una de las primeras de la
historia. En el siglo XIX surgieron numerosos periódicos en Alemania.
Los grandes despertares en Estados Unidos propiciaron la creación de
muchos revistas y periódicos protestantes y favorecieron los ministerios de
gente como Jonathan Edwards, George Whitefield, Samuel Davis.

La radio
La invención de la radio en el siglo XIX supuso un nuevo avance en la
predicación y conversión de las masas. Casi desde el principio muchos
pastores utilizaron las ondas para llegar a muchos ciudadanos que llevaban
décadas sin pisar una iglesia. Guglielmo Marconi en 1895 hizo la primera
emisión en código morse en una estación provisionar.
Las primeras emisoras en los Estados Unidos fueron fundadas por
periódicos, que temían que la radio terminara con su negocio. Desde el
principio se vio como un instrumento de educación y propaganda.
A partir de la década de 1920 comenzaron a surgir emisoras cristianas en
los Estados Unidos o algunas existentes comenzaron a dar espacio a
predicadores famosos. Los misioneros también comenzaron a utilizar la radio
para llegar a países donde estaba prohibida la predicación o a zonas distantes,
a las que era muy complicado llegar. Surgieron entidades como Family
Radio, La Red de Difusión de la Biblia o HCJB (La Voz de los Andes).
La Gran Depresión produjo un gran avivamiento en los Estados Unidos, por
eso en la década de los 30 surgieron nuevos predicadores o evangelistas,
sobre todo en el Medio Oeste y el Sur de los Estados Unidos, donde la crisis
golpeó a campesinos y pequeños burgueses. Los predicadores recorrían
ciudades predicando y se sostenían de las pequeñas donaciones de los fieles.
Muchos de estos predicadores comenzaron a tener programas de radio,
expandiendo su campo de influencia.
Uno de los primeros predicadores en tener un programa fue S. Parkes
Cadman en 1923, al que los fieles podían escuchar todos los domingos por la
tarde en la NBC. Cadman era un pastor y periodista nacido en Inglaterra. Hijo
de mineros, se convirtió en un gran lector. Comenzó de predicador en la
iglesia metodista a la que asistía con tan solo dieciocho años. Logró realizar
estudios universitarios. Tras graduarse en el seminario se convirtió en pastor
metodista en la ciudad de Nueva York. En 1901 fundó una nueva iglesia en
Brooklyn. En 1923 comenzó sus programas de radio que escuchaban
millones de personas. Fue elogiado por el New York Times por su oratoria.
También escribía una columna en el New York Herald Tribune.
Otro de los grandes comunicadores cristianos fue Ralph Washinton
Sockman. También fue pastor en la ciudad de Nueva York y siguió los pasos
de Cadman en la NBC. New York Times comentó que el predicador recibía
cada semana más de 4.000 cartas.
Una de las primeras mujeres en utilizar este medio fue la predicadora Aimee
Semple McPherson. Aimme era realmente canadiense, su madre ayudaba en
el Ejército de Salvación. La joven se convirtió en 1907, tras una predicación.
Tuvo un programa a nivel nacional entre los años 1920 y 1930.
A estos pioneros siguieron otros como Bon Jones, Lowman o Charles E.
Fuller. Los programas protestantes se convirtieron en algo popular con
millones de oyentes.
La llegada de la televisión revolucionó de nuevo el mundo de las
comunicaciones. Las primeras emisiones comenzaron en 1930, pero no se
utilizó por el protestantismo hasta 1950.
Dos de los pioneros fueron los antiguos evangelistas de radio Percy Crawfor
y Jack Wytzen, que vieron las posibilidades de un medio que combinaba
imagen y sonido.
Percy Crawford era originario de Canadá. Viajó a Portland en Oregón, tenía
planeado estudiar más tarde en Los Ángeles, pero se convirtió y se preparó en
un seminario. En 1931 comenzó una serie de programas de radio orientados a
los jóvenes. Fue durante un tiempo pastor presbiteriano, pero después ejerció
un ministerio independiente. Fundó una universidad de artes cristiana y más
tarde se dedicó a la radio, teniendo el primer programa de radio cristiana de la
costa Oeste.
Jack Wyrtzen era de Nueva Jersey, pasó a la radio en la década de los 40 y
poco después a la televisión.
Otro de los conocidos predicadores televisivos fue Rex Humbard. Natural
de Arkansas, fue un famoso predicador pentecostal. En su programa se
ofrecía música góspel y su éxito hizo que se transmitiera en otros países.
Oral Roberts comenzó a emitir en los años 50. Natural de Oklahoma, hijo
de un pastor. Fundó una iglesia pentecostal y tras su éxito llegó a fundar una
universidad.
Uno de los mejores comunicadores cristianos del siglo XX fue Billy
Graham. Nacido en Charlotte, Carolina del Norte, en una familia de
granjeros. Se crió en la Iglesia reformada presbiteriana. Lector empedernido,
se convirtió tras una campaña evangelística a la edad de 16 años. Estudió en
la universidad, pero dejó los estudios para ir al Instituto Bíblico de Florida.
Regresó a la universidad tras casarse y comenzó a dirigir una iglesia. En 1944
se hizo cargo de un programa de radio cristiano que estaba a punto de
cerrarse. Desde ese momento comenzó a hacer campañas evangelísticas por
todo el mundo, convirtiéndose en uno de los predicadores más influyentes de
su tiempo. Luchó a favor de la integración de los negros en los Estados
Unidos y continuó su ministerio hasta finales del siglo XX.
En el siglo XXI han destacado evangelistas como Benny Hin, Eddie Long o
Paula White, algunos de ellos han sido acusados de difundir la teología de la
prosperidad, que tiene doctrinas muy alejadas de los principios bíblicos.
El protestantismo siempre ha estado muy interesado en llegar al mayor
número de personas y cumplir la “Gran Comisión”, por eso siempre ha usado
las últimas tecnologías y los avances en medios de comunicación. En la
actualidad internet es uno de los sistemas más novedosos para predicar y
llegar con el mensaje de Cristo al mundo. Muchos países que limitan o no
tienen libertad religiosa, están siendo evangelizados gracias a este medio.
Desde Lutero hasta Billy Graham, el protestantismo ha sido siempre pionero
en llevar sus principios e ideas hasta las mentes y los corazones de cientos de
millones de personas a lo largo de la Historia.
4ª Parte. Las raíces de los protestantes
de habla hispana
4.1 En su propio idioma: protestantismo autóctono criollo
Uno de los grandes secretos de la expansión del protestantismo en América
Latina fue su componente criollo. Podemos decir que, en el siglo XXI, en un
continente en plena mutación religiosa, mientras que en Europa o Estados
Unidos el ateísmo y el agnosticismo ganan adeptos, en Latinoamérica el
protestantismo crece de manera exponencial. Es cierto que no lo hace al
mismo ritmo en todos los países, pero sí lo es que crece en todos y que en
muchos ya constituye una minoría significativa. La Iglesia católica está en
claro declive en América, a pesar de que continúa creciendo en África y Asia,
donde compite de una manera más eficaz con el protestantismo.
Ya hemos comentado en parte los orígenes del protestantismo en América:
las primeras fases de asentamientos coloniales holandeses, ingleses y
franceses en los siglos XVI y XVII; la conquista de algunas islas antillanas del
siglo XVIII; la gran expansión de las Sociedades Bíblicas y los sistemas
pedagógicos protestantes en las incipientes repúblicas hispanoamericanas; las
primeras leyes de libertad religiosa y la llegada de emigrantes protestantes.
La segunda mitad del siglo XIX fue una etapa de consolidación del
protestantismo, la formación de escuelas e instituciones, que permitieron
formar e influir en las clases medias y bajas de países como Argentina, Chile,
Ecuador, México o Cuba.
En el siglo XX, la llegada de las iglesias pentecostales produjo un cambio
drástico en el crecimiento del protestantismo en América Latina. Las iglesias
pentecostales se expandieron rápidamente entre las clases populares, lo que
unido a los modernos sistemas de comunicación permitió que en muchos
países el crecimiento fuera muy acusado. La evangelización de las zonas
rurales y los pueblos indígenas hizo que en zonas como Centroamérica el
protestantismo superara el 40 % de la población. Otro de los países que más
tiene mayor número de protestantes es Brasil.
¿Puede ser América del Sur y América Central el escenario adecuado para
que se produzca una transformación social como la que hubo en el siglo XVI
en Europa?
La pluralidad del protestantismo, la falta de jerarquías cerradas, la mayor
identificación del pentecostalismo con la cultura de los diferentes países
latinoamericanos ha impedido que frenara ese crecimiento.
La diversidad del protestantismo también tiene una parte negativa como es
la formación de sectas y grupos ajenos a las doctrinas protestantes.
El catolicismo estuvo asociado a la conquista de América y la formación de
las élites políticas que han gobernado el continente durante 500 años. La
primera oleada del protestantismo se apoyó en el liberalismo para
introducirse en los países. Las libertades, la flexibilidad del comercio, el final
de las oligarquías y los monopolios eran imprescindibles para la expansión
del protestantismo. En el siglo XX y sobre todo en el siglo XXI, los
protestantes constituyen las capas más conservadoras de la sociedad en la
mayoría de los países, con notables excepciones. Aunque el protestantismo
continúa contribuyendo a la mejora de la población, muchas funciones
básicas como educación y sanidad las ha asumido el estado.
No olvidemos tampoco que América es Occidental, tiene valores
judeocristianos y su cosmovisión es muy parecida a la de Europa.
Naturalmente las sociedades americanas tienen también un horizonte cultural
precolombino, que en las últimas décadas se ha revindicado especialmente,
pero en países como Argentina, Chile, Uruguay o Cuba, el pasado
precolombino es muy escaso.
La mutación que se produjo desde los años 60 del pasado siglo, de un
protestantismo progresista, enfocado en la formación y los temas sociales,
dejando paso a un protestantismo más centrado en la evangelización, sin
buscar de forma consciente la transformación social y cultural de los distintos
países.
Los cambios de los últimos 50 años tienen como origen la transformación
de los distintos países hispanoamericanos en el siglo XX. La llegada a las
ciudades de grandes masas de campesinos, la incipiente industrialización, las
grandes diferencias económicas ente la élite y las clases más humildes han
conformado un nuevo perfil de ciudadano.
En Latinoamérica el proceso de conversión de las democracias oligárquicas
en democracias verdaderamente representativas ha sido muy largo, además,
los populismos de los años 40 y los del siglo XXI han creado sociedades muy
polarizadas, injustas y violentas.
El protestantismo en Latinoamérica en 1960 apenas representaba en 7 % de
la población de la mayor parte de los países. Los únicos que superaban ese
tanto por ciento eran Chile y Haití con un 10 %. En los años 80 en algunos
lugares el protestantismo ya alcanzaba el 20 % y en pleno siglo XXI, en
territorios como Brasil, Guatemala o El Salvador son más del 40 %.

Protestantes indígenas
En muchos países, en especial en los centroamericanos, el crecimiento se ha
producido especialmente en las zonas indígenas.
En el siglo XIX comenzó la labor con los pueblos indígenas del continente.
Los pueblos indígenas habían estado marginados durante décadas, apenas
cristianizados y viviendo en un sincretismo que no les permitía encontrar su
identidad nacional ni religiosa.
Durante el siglo XVIII y XIX hubo varios conatos de rebelión contras las
élites criollas y la Iglesia católica. La oligarquía robaba paulatinamente sus
tierras, mientras que la Iglesia católica les imponía el diezmo.
En algunas zonas de Ecuador, de mayoría indígena, la pobreza era
endémica. En 1902 llegaron los primeros misioneros protestantes a la zona.
Apenas 50 años más tarde, la zona del Chimobrazo fue cambiando de manera
drástica. Las iglesias permitieron que los indios recuperaran la dignidad
perdida, se organizaran, recibieran formación y pudieran revindicar sus
derechos de manera conjunta.
Algo similar sucedió en Argentina en la zona del Chaco y Formosa. En
1931 el misionero John Church comenzó a predicar a los indios, más tarde
llegó su colaborador John Dring. Unos años más tarde la formación de la
población permitió que revindicaran sus tierras perdidas y pudieran tener un
mejor nivel de vida. Podríamos hablar de casos similares en la Patagonia de
Chile, Chiapas en México, etc.
En los países en los que ha triunfado los sistemas populistas o el llamado
“socialismo del siglo XXI”, se ve con malos ojos a los protestantes, siempre
sospechosos de ser agentes de los Estados Unidos de manera encubierta.
Algo similar sucedió en los años 80, cuando la teología de la Liberación
conectaba con parte del pueblo latinoamericano y al mismo tiempo se
convertía en enemiga de la expansión del pentecostalismo, al que veían como
una especie de anestesia contra la revolución social.
Otra de las razones para que el protestantismo latinoamericano tuviera un
marcado carácter criollo fue el gran sacrificio con el que logró penetrar y
permanecer en la sociedad.
En México se produjeron numerosos asesinatos de protestantes entre los
años 1848 y 1953. Uno de los artífices de esta persecución fue el arzobispo
Luis María Martínez, pero ni en el caso de México ni en otros muchos, se
logró frenar el ascenso del protestantismo.
En los años 60 del siglo xx, en Cuba, la presión del régimen de Fidel
Castro dejó sin líderes a las iglesias y provocó la salida de la isla de miles de
protestantes cubanos. también mencionar las persecuciones en Perú y en
especial en Colombia, donde los protestantes de las zonas rurales fueron
perseguidos o expulsados a las ciudades.
¿Por qué triunfó el protestantismo a pesar de todas las limitaciones y
persecuciones sufridas en el siglo XIX y XX?
El primer factor que influyó en la consolidación del protestantismo fue las
condiciones políticas y económicas del continente.
Los estados latinoamericanos que ya no dependían de España necesitaban
crear lazos de amistad y comercio con países protestantes, lo que obligaba a
una política de tolerancia para atraer capitales y mano de obra cualificada.
Esto afectó al monopolio religiosa católico. Además, como el catolicismo en
América Latina no había tenido competencia durante siglos, se había
dedicado especialmente a las clases altas, nunca había tenido como objetivo
la mejora de la población, ya fuera por medio de la educación, la igualdad o
un sistema sanitario universal.
En las diferentes ciudades se establecieron capillas, iglesias, escuelas,
algunas vinculadas a las embajadas o las empresas extranjeras. En principio
su misión era atender a los extranjeros protestantes, pero fueron la base para
la llegada de misioneros a lo largo del siglo XIX.
El segundo factor fue de carácter social y demográfico. Muchos políticos
comparaban sus naciones con los protestantes, que siempre eran más
prósperos y ricos, por eso creyeron que el protestantismo traería progreso y
desarrollo a sus países. La llegada de colonos e inmigrantes de los países
protestantes para ocupar zonas despobladas de América propiciaría el
aumento de la diversidad religiosa.
El tercer factor fue cultural y sociológico. La secularización de las
sociedades encajaba mejor con el protestantismo que con el catolicismo que
tendía a convertirse en religión nacional y estaba vinculada al poder. Muchos
pensadores latinoamericanos creían que el protestantismo favorecería el
progreso, al permitir a la ciencia avanzar más rápidamente sin las trabas de la
religión. Se facilitó la llegada de docentes y pedagogos protestantes, muchos
de ellos tutelaron la formación de los primeros planes de estudios en muchas
repúblicas y la organización del sistema educativo.
El cuarto factor tuvo un carácter espiritual. Las clases medias no encajaban
bien en el catolicismo, que tenía prácticas externas y no daba respuesta a las
necesidades espirituales de una población más culta y preparada.
El protestantismo era la religión del libro, llevó cientos de miles de
ejemplares a todos los rincones del continente, loa que facilitó que la Palabra
de Dios estuviera al alcance de un gran número de personas.
Educadores como Diego Thompson introdujeron la Biblia y los modernos
sistemas educativos en la mayoría de los países. Otros misioneros, como
Andrés Murray Milne, se centraron en la expansión de la Palabra de Dios y la
evangelización de los indígenas, llevando parte de la Biblia a muchas de sus
lenguas. Otro de los pioneros fue Francisco G. Penzotti que llevó la Biblia a
muchos países. Penzotti fue pionero en la predicación a la gente sencilla y a
la formación de predicadores indígenas, principalmente en Perú.
Las primeras iglesias anglicanas se establecieron en el siglo XIX en Brasil,
Nicaragua, Chile, Argentina y otros países del cono sur. En Río de Janeiro se
construyó en 1815 el primer templo anglicano de América. En Nicaragua se
evangelizó a los miskitos, una de las tribus del país entre 1740 y 1894. En
Valparaiso se establecieron anglicanos y se formó la primera iglesia en 1869.
Los presbiterianos también establecieron muchas iglesias, desde Colombia,
Chile y otros lugares de América. Uno de los pioneros fue Henry B. Pratt,
que formó la primera iglesia presbiteriana de Colombia en 1861. En Chile,
David Trumbull comenzó a atender a marineros y después a chilenos a partir
de 1840 y estableció la primera iglesia en 1847.
Los bautistas se establecieron a partir del siglo XIX en el Caribe, también en
las Honduras británicas. En 1832 se fundó la Sociedad Misionera Bautista
Americana Doméstica para evangelizar el continente. Robert Williams abrió
la primera iglesia bautista en Argentina en 1881. Después abrió una iglesia en
Buenos Aires. En Cuba se abrió la primera iglesia bautista a finales del siglo
XIX. En este caso el misionero era Jesús Díaz Navarro de origen cubano.
Las iglesias luteranas se establecieron en Brasil a partir de 1824, el
misionero alemán Federico O. Sauerbronn llegó para atender a la comunidad
alemana de Río de Janeiro, pero terminó evangelizando a los brasileños.
También se extendieron rápidamente por Chile.
Los metodistas llegaron a Perú en 1859 para pastorear a los extranjeros de
la zona. En el Callao, Perú, se formó la primera iglesia metodista del país. La
llegada del obispo William Taylor y su hermano Archibaldo en 1877
contribuyó a la formación de un metodismo peruano. Los metodistas fueron
muy activos en México, la mayoría de ellos provenientes de los Estados
Unidos. Su llegada en 1873 tenía como propósito fundamental la difusión de
la Biblia en el país.
La mayoría de estas denominaciones se aliaron a los movimientos
transformadores de los países latinos. Con los liberales compartían ideales de
desarrollo y libertad, lo que permitió que encontraran un lugar en el complejo
sistema social latinoamericano.
El protestantismo se convirtió en un marco moral en muchos países. Un
ejemplo de honradez y altruismo, en sociedades violentas y desiguales.
La formación de los líderes autóctonos tardó en llegar, algunos países como
Ecuador, Bolivia y Perú fueron los más impermeables hasta los años sesenta
del siglo XX. Hasta 1952, el protestantismo en Bolivia no había llegado sino a
algunas ciudades. Justo en esos años comienza un proceso de relevo de
líderes extranjeros a nacionales en la mayoría de las denominaciones y países
de América Latina.
Los colegios protestantes formaron a buena parte de la clase media de
muchos países, creando simpatizantes o conversos entre muchos de los que
formarían la clase política o formarían parte del tejido empresarial o cultural
de dichos países.
En los años 80 del siglo pasado las campañas masivas llegaron a toda la
sociedad, lo que dio visibilidad al protestantismo, convirtiendo al movimiento
en generalizado y reconocible.
4.2 El fin de la invisibilidad: explosión del protestantismo
en América Latina
Si en 1900 aproximadamente había unos 50.000 protestante en toda
Latinoamérica, en 1916 la cifra ya era de casi 500.000, aunque un buen
número de estos vivían en colonias británicas o eran inmigrantes extranjeros.
En 1925 el número de protestantes ya ascendía a 750.000, aunque los
latinoamericanos eran unos 122.000. A pesar de las dificultades y el estigma
social que significaba convertirse en protestante en la mayoría de los países,
en la década de 1930 a 1940 el número de evangélicos llegó hasta los
2.400.000 miembros. El crecimiento continuó, en 1960 se pasó a los
10.000.000 y en 1972 a los 20.000.000 de protestante en Latinoamérica.
El crecimiento durante los años 60 era de un 15 % por año, mientras que la
población crecía a un 3 %. En 1960 Kenneth Strachan desarrolló en casi
todos los países de Latinoamérica el programa llamado Evangelismo a
Fondo. Este sistema hizo que el Evangelio llegara casi a cualquier rincón del
continente.
Evangelistas como Luis Palau realizó campañas masivas a todo el
continente al estilo de Billy Graham en los Estados Unidos. Nacido en
Buenos Aires en 1934, quedó huérfano de padre en la adolescencia. Fue al
colegio anglicano de San Albano en Buenos Aires. En 1946 se convirtió al
protestantismo. Pensó en convertirse en abogado para ayudar a los más
necesitados, pero tuvo que dejar su sueño y ponerse a trabajar.
En 1957 realizó la primera campaña en Buenos Aires. Después viajó a
Estados Unidos para estudiar teología y completar su formación. A partir de
ese momento y tras casarse, comenzó a predicar por toda América Latina,
comenzando en Bogotá, en 1966.
Otros evangelistas como José Joaquín Ávila Portalatin, más conocido como
Yiye Ávila, de origen portorriqueño, nacido en 1925, estudió en el Instituto
Politécnico Ciencias Naturales con la intención de hacerse médico. Se dedicó
al profesorado de ciencias en un instituto. Era un gran deportistas y jugador
de béisbol. Se iba a presentar a las olimpiadas de 1956, pero una enfermedad
se lo impidió. Una grave artritis le tenía postrado, se convirtió al
protestantismo en busca de sanidad física. Tuvo una curación milagrosa y
dedicó su vida a la predicación del Evangelio. Dejó la educación y se dedicó
a evangelizar a tiempo completo desde 1967. Tras fundar una iglesia creó una
emisora de radio y televisión. Falleció a los 87 años, vivía en una casa
humilde, la misma que tenía cuando comenzó su ministerio.
Estos y otros evangelistas llegaron en una etapa difícil para América Latina.
Después de una etapa de crecimiento, los años 70 significaron un retroceso
económico y social, inestabilidad política y desarraigo. El crecimiento del
protestantismo hasta convertirse en una fuerza relevante debe entenderse en
ese contexto social y económico.
El pentecostalismo había nacido a principios del siglo XX y muchos
vaticinaron que, en los años 60, su rápido crecimiento se habría detenido, al
ser un movimiento poco organizado, con una base teológica limitada y con
tendencia a la desfragmentación. Justo a pesar de ese momento su expansión
fue aún más considerable y rápida.
Las primeras iglesias se establecieron en Brasil por los misioneros suecos
Daniel Berg y Gunar Vingren, en el norte del país en el estado de Paná. Un
italiano llamado Luigi Francescon fundó en 1910 la Congregación de Cristo
de Brasil para atender a los italianos, pero en la actualidad es una de las
denominaciones más grandes del país.
Chile fue uno de los primeros países de habla española en recibir el
movimiento pentecostal. Un misionero metodista norteamericano, llamado
Willis C. Hoover, que llevaba varios años en Valparaiso, quedó impactado
por el avivamiento pentecostal en Los Ángeles y lo importó a Chile en 1909.
El misionero fundó la Iglesia Metodista Pentecostal, la primera denominación
autóctona de América Latina. Al proco tiempo llegaron otros grupos
pentecostales a Brasil como la Iglesia Evangélica Cuadrangular. Otras
muchas comenzaron en Brasil como Iglesia Nueva Vida, Casa de Bendición
o Iglesia Metodista Wesleyana.
El pentecostalismo aceleró su proceso criollo más que ningún otro
movimiento protestante. En pocas décadas se convirtió en parte habitual de
los barrios desfavorecidos de todas las ciudades de América Latina y de
extensas zonas rurales. Sus formas se acoplaban perfectamente a la
expresividad religiosa de los latinos y sus creencias sobrenaturales.
El pentecostalismo devolvió la esperanza y la fe a millones de personas en
todo el continente, ayudándolos a luchar y poniendo en ellos un deseo de
prosperar, en medio de la desolación y la pobreza. Ha tenido una presencia
activa en el cambio social que está experimentando Latinoamérica.
Richard Shaull, teólogo de Liberación que se hizo pentecostal, observó que
las iglesias pentecostales ayudaban a sus miembros a rechazar la pobreza y
librarse de su vida anterior. El abandono del alcoholismo, la unión familiar, el
estudio de los hijos hace que los miembros de las iglesias pentecostales
asciendan socialmente en una o dos generaciones. Aunque muchos han
acusado a los pentecostales, que son el 80 % de todos los protestantes de
Latinoamérica, de no estar interesados por la política, están transformando
barrios y comunidades con ayuda a los marginados, la lucha contra la droga o
la prostitución. Las iglesias son verdaderas oficinas de asistencia social, con
apoyo escolar, comedores, escuelas, guarderías o construcción de casas para
los más desfavorecidos. Las iglesias no ofrecen estos servicios como una
beneficencia que mantiene la desigualdad, ya que ofrecen a sus miembros
una nueva dignidad.
4.3 Del púlpito a la tribuna: Influencia del protestantismo
en la política
Durante el siglo XIX el protestantismo en América Latina estuvo activo en la
acción política aunque de manera indirecta: influyendo en los partidos
liberales como un ejemplo de progreso y desarrollo. Pero desde finales del
siglo XX es una minoría a tener en cuenta en las elecciones y en países como
Colombia, Chile, Brasil, Guatemala o Puerto Rico, con políticos y partidos de
corte evangélico.
El protestantismo del siglo XIX, a pesar de algunas ideas conservadoras, fue
un viento de transformación en los ambientes cerrados y oligárquicos de las
diferentes repúblicas latinoamericanas. Las misiones contribuyeron a la
alfabetización, la escolarización y la crianza de las clases medias, lo que
contribuyó más tarde a la paulatina apertura social y política. Las minorías
protestantes europeas normalmente vivían en zonas aisladas, pero poco a
poco comenzaron a abrirse e integrarse en la sociedad. Aún quedan algunos
grupos menonitas y amish que mantienen su separación del resto de la
sociedad, pero la mayoría de las denominaciones e iglesias están
perfectamente integradas.
Durante el siglo XIX la masonería y los partidos liberales fueron los únicos
foros en los que los protestantes podían integrarse. La masonería británica y
norteamericana no era tan antirreligiosa como la francesa, por eso se daba el
caso que misioneros anglicanos, presbiterianos e incluso metodistas pudieran
compaginar su fe con ciertos valores de tolerancia o amor a la razón, que
predicaba la masonería en los siglos XVIII y XIX.
Después de la primera oleada liberal, tras el nacimiento de las repúblicas
latinoamericanas, la segunda oleada fue mucho más conservadora. Además,
la Iglesia católica en algunos países se identificó como cómplice de la
metrópoli. Muchos religiosos y sacerdotes regresaron a España tras la
derrota, aumentando aún más la falta de líderes que se dedicaran a cuidar a
los católicos.
Muchos liberales intentaron que se produjera una reforma del catolicismo,
que las iglesias nacionales apoyaran el nuevo proyecto de estado, pero la
jerarquía católica se mantuvo fiel a Roma y su proceso de transformación fue
muy lento. Algunos partidos liberales optaron por favorecer directamente al
protestantismo, con la idea de que un pueblo más culto y laborioso sería
capaz de transformar la sociedad.
El conflicto entre la Iglesia católica, que quería mantener su poder social y
las repúblicas, que querían secularizar el estado y las jóvenes naciones, no se
hizo esperar. Los registros civiles, el control de los cementerios o de los
matrimonios hizo que el estado e iglesia se enfrentasen.
La segunda generación de políticos liberales fue mucho más radical. Buscó
por medio de los cambios institucionales una separación más efectiva entre
iglesia y estado, además de terminar con sus privilegios y su monopolio
religioso.
El liberalismo del siglo XIX se encontró con un deterioro económico, donde
los ideales de la independencia no se correspondían con la realidad social y
productiva de las repúblicas. Necesitaban abrir nuevos mercados y atraer
inversiones, para eso la relación con los países protestantes era
imprescindible, ya que eran más avanzados y sus economías en expansión
buscaban materias primas y nuevos mercados en los que vender sus
productos manufacturados.
Las ideas de los Estados Unidos comenzaron a calar en las clases políticas
criollas. Tras la guerra civil los norteamericanos decidieron unirse como
nación y buscar en su desarrollo y expansión la idea del famoso “Destino
Manifiesto”. Se consideraban adalides de las libertades y con una misión
providencial para el resto del continente.
Los misioneros fueron llegando paulatinamente, según los vaivenes
políticos y las políticas tolerantes de cada país. Para muchos América Latina
se convirtió en el continente de la oportunidad. Muchos historiadores quieren
asociar la llegada de misioneros con el oportunismo norteamericano y su
deseo de controlar política y económicamente América, pero las misiones
actuaban de forma autónoma y muchas de ellas fueron muy críticas con el
intervencionismo militar estadounidense, especialmente en América Central y
México.
Muchas misiones buscaban ayuda de comerciantes establecidos en la zona o
en empresas norteamericana, pero su misión no era de mero acompañamiento
colonialista, simplemente buscaba una mejora de la vida de los
latinoamericanos, desarrollando una moral, educación y política más elevadas
que paliaran en parte las grandes diferencias de clase y las injusticias
económicas.
Algunas mujeres también se destacaron en la labor educativa como Juana
Manso, que inspiró la reforma educativa de Domingo F. Sarmiento. Muchos
intelectuales latinoamericanos fueron criados en las escuelas y universidades
protestantes como es el caso de Pablo Neruda o el sindicalista Vicente
Lombardo Toledano.
La influencia protestante fue menguando a comienzos del siglo XX, muchas
misiones clásicas perdían fuerza y los gobiernos ya habían formado su red de
escuelas públicas.
El protestantismo también influyó en la configuración democrática de las
nuevas naciones. En primer lugar, inspirando las mismas constituciones, ya
que la mayoría de estas vieron como modelo la Constitución de los Estados
Unidos de Norteamérica.
Algunos protestantes tuvieron cargos políticos ante de la década de los 30
como es el caso de Cuba, donde Faustino Pérez fue ministro de Recuperación
de bienes malversados, Manuel Ray fue ministro de Obras Públicas y José
Aguilera fue subsecretario de Educación.
Durante los años 1920 a 1930 los protestantes siguieron apoyando los
gobiernos liberales, pero la llegada en la década de los 30 del populismo
comenzaría a minar las bases del protestantismo, aislarlo socialmente y
perseguirlo.
Muchos de los partidos populistas utilizaron la uniformidad como vehículo
para conseguir verdaderas identidades nacionales. El populismo persiguió a
las minorías, ya fueran religiosas os raciales, como fue el caso de los pueblos
indígenas.
Los protestantes comienzan a identificarse como extranjero o asociarse con
los intereses norteamericanos. Las acciones militares de los Estados Unidos
en Centroamérica y México y la explotación de muchos latinoamericanos por
multinacionales anglosajonas sirvió para desprestigiar aún más a los
misioneros y los protestantes en general. Los protestantes crearon en
Edimburgo (1910) el Comité de Cooperación en América Latina para apoyar
cambios en la forma de trabajo e intentar conseguir sueldos más justos y
situaciones menos duras.
Los gobiernos y las élites se enfrentaron al protestantismo, lo utilizaron
como chivo expiatorio de sus propios errores e incongruencias, apoyados por
la jerarquía católica. A pesar de que cuando se produjo el Congreso de
Montevideo de 1925, gran parte de los dirigentes de las iglesias ya no eran
extranjeros. En este congreso se abordó además los excesos producidos por el
capitalismo y la necesidad de crear un Evangelio de carácter social.
En el Congreso de la Habana de 1929, el peso criollo ya era muy superior al
extranjero, pero eso no impidió que los gobiernos siguieran atacando a sus
minorías protestantes.
Tras las persecuciones de los años 30 y 40, la Segunda Guerra Mundial, la
creación de la ONU y la Guerra Fría influirían en la presión primero y
paulatina tolerancia, más tarde, de las minorías protestantes.
Algunos historiadores han comentado que el cierre de China en los años 40
a los misioneros hizo que algunos vieran en América su campo de misión.
El protestantismo no es ni nunca ha sido uniforme. Esta es una idea simple,
pero difícil de entender en algunas sociedades de tradición católica, donde la
Iglesia se ve como un todo. En la década de los 60 y 70 hubo grupos
protestantes que apoyaron la Revolución de Cuba en su primera fase, antes de
que se convirtiera en una dictadura comunista, pero al mismo tiempo hubo
sectores más conservadores en otros países que se callaron o apoyaron a
dictadores de derechas.
La región de Centroamérica fue una de las que sufrió más presión durante
los años de la Guerra Fría. La polarización de la sociedad, las crisis
económicas de los años 70, la inclinación de parte de la Iglesia católica hacia
la teología de la Liberación y, sobre todo, el agotamiento espiritual y
emocional de la población, que abandonaba el campo a causa de la pobreza y
las guerrillas, trajo a gran cantidad de personas a las ciudades donde
malvivían entre miseria, droga y delincuencia. Este movimiento demográfico
contribuyó al crecimiento de las iglesias pentecostales en todo el continente.
La dispersión del protestantismo de los años 60 y 70 produjo confusión en
la población, por eso hubo varios intentos de unidad. El logro más sólido fue
la CLADE en 1969. Se buscó una misión integral, que no tuviera la
influencia comunista de otros movimientos de Iglesia Social que se estaban
experimentando por católicos y en algunos casos por sectores del
protestantismo.
A partir de la década de los 70, tras casi 50 años sin mucha presencia
política, algunos grupos, sobre todo en Brasil, quisieron dar ese salto a los
parlamentos y otras instituciones. Para ese entonces en algunos países los
protestantes ya constituían un número importante y querían influir
socialmente. Entre estos intentos destacaron algunos en Perú, en Brasil y en
Guatemala, donde se apoyó al presidente Efraín Ríos Montt, bajo cuyo
mandato se hicieron violaciones contra los derechos humanos y matanzas.
Una de las introducciones más espectaculares de los protestantes en la
política brasileña fue en las elecciones de 1985, cuando participaron un gran
número de líderes pentecostales y otras denominaciones y consiguieron 33
diputados, 17 de ellos pentecostales. En las elecciones locales de 1988, el
número de protestante electos fue aún más espectacular. En Río Grande do
Sul de los 70 candidatos, 69 eran pastores de la Iglesia Cuadrangular. En
Minas Gerais las Asambleas de Dios consiguieron 50 concejales.
En 1989 la mayoría de protestantes se integraron en el Partido del
Movimiento Democrático de Brasil. Aunque tras las elecciones los
protestantes se dividieron en diferentes grupos de apoyo a distintos
candidatos. En 1992 se confirmó la tendencia cuando se eligió a 29 diputados
de la Asamblea Nacional Evangélica.
A principios de los años 80 desde Bogotá se formó la Alianza Nacional
Patriótica, que después se llamó el Partido Cristiano Nacional. En Argentina
se fundó en 1991 el llamado Movimiento Cristiano Independiente. También
en ese año en Nicaragua se fundó el Movimiento Político Cristiano. En el
Salvador se creó el Movimiento de Solidaridad Nacional y el Movimiento de
Unidad. En México surgió la asociación evangélica Asociación Político
Nacional para influir en los distintos partidos políticos.
En 1987 en Venezuela se apoyó al candidato evangélico Godofredo Martin
con el partido Organización Renovadora Auténtica. En Perú y Guatemala los
evangélicos también se organizaron. En el primero apoyaron al candidato
Fujimori frente al escritor Mario Vargas Llosa. En esas elecciones varios de
los diputados y senadores eran evangélicos.
La llegada de los populismos desde el gobierno de Hugo Chávez, pasando
por Evo Morales, Rafael Correa Lula o Fernando Lugo cambió la política en
los países latinoamericanos agotados por las formulas neoliberales. Algunos
de estos candidatos fueron apoyados al principio, pero cuando sus ideas se
tornaron en sistemas neocomunistas, como es el caso de Venezuela, las
iglesias dejaron de dar su apoyo. Chávez se ganó el favor de los evangélicos
criticando públicamente a la Iglesia católica.
En la actualidad la influencia de los evangélicos en los distintos países no
hace sino crecer. Desde el plebiscito para la paz en Colombia, pasando por el
parlamento de Brasil, donde los diputados evangélicos ya superan a los del
Partido de los Trabajadores, en Chile ya se celebra el día de la Reforma y los
evangélicos están en muchas instituciones.
En Brasil el número de evangélicos es del 22 %, con más de 42,3 millones
de miembros. Cada año se abren 14.000 iglesias nuevas en el país. Donde ya
hay 90 diputados electos de fe evangélica.
En Perú hay varios partidos evangélicos como el Partido de Restauración
Nacional con varios miembros en el parlamento.
La participación en política y el número de partidos fundados por
protestantes sigue creciendo y extendiéndose a un gran número de países. De
una influencia indirecta se pasó a la persecución y en la actualidad a un
intento directo de transformar la política latinoamericana.
4.4 Caminando entre dragones: protestantismo hispano
En España la Inquisición logró borrar el brote protestante del siglo XVI, hasta
el punto de que el protestantismo desapareció casi totalmente durante los
siglos XVII y XVIII. La decadencia del Imperio español hasta la ocupación
francesa por Napoleón y la entronización de José, su hermano, mostró hasta
qué punto las élites y la Iglesia católica estaban completamente desorientadas
y no sabían hacia dónde dirigir su vasto imperio. El pueblo español pudo
librarse con la ayuda inglesa de Napoleón, pero la mayor parte de las
naciones hispanoamericanas se independizaron en 1808, ahondando aún más
en la decadencia y parálisis del país.
Las misiones protestantes comenzaron a fijarse en España, hasta el famoso
arzobispo anglicano de Dublín, Richard Trench, soñaba con derrocar al
déspota Fernando VII y permitir que por fin el Evangelio llegara a España,
para beneficio de los españoles. Se intentaron algunos esfuerzos de las
Sociedades Bíblicas en la etapa liberal de Isabel II, pero no sería hasta 1868,
con la Revolución Gloriosa, cuando llegó por primera vez al país la libertad
religiosa. La llegada de misioneros no fue tan masiva como se esperaba. El
campo de misión se extendía a varios continentes y para muchos España
estaba evangelizada, aunque fuera a la manera católica.
La evangelización de España nunca estuvo coordinada, fueron esfuerzos
individuales de diferentes instituciones. Misioneros como George Borrow o
Diego Thomson hicieron pequeños esfuerzos para extender la Biblia y la
enseñanza en escuelas protestantes.
Uno de los primeros líderes nacionales fue Juan Calderón, exsacerdote
liberal que se convirtió a través de la lectura de la Biblia y algunos libros
protestantes. Regresó a España bajo el gobierno de Espartaco en 1842, donde
hubo cierta apertura y libertad religiosa. No tuvo el éxito que esperaba, tan
poco muchos de los misioneros que vieron en el pueblo español una nación
descreída y cansada de religión. Tras los intentos de Guillermo Rule de abrir
iglesia en Cádiz, desde su base en Gibraltar, la oposición de las autoridades
religiosas y políticas fue feroz. La libertad religiosa de 1868 tampoco produjo
una avalancha de misioneros.
Juan Bautista Cabrera, pastor de la Iglesia Española de Gibraltar en ese
momento, entró en España con el permiso del general Prim. En 1 de enero de
1869 se hizo el primer culto protestante libre en la ciudad de Sevilla y del 26
de julio al 7 de agosto se convocó una asamblea general del protestantismo
español para aunar y coordinar fuerzas para la evangelización del país. Se
creó una única denominación, para no confundir a la sociedad española con el
pluralismo protestante, que englobaba metodistas, luteranos, presbiterianos y
congregacionalistas.
Antes de terminar el año ya había comunidades en Sevilla, Madrid,
Córdoba, Cartagena, Ciudad Real, Málaga, Cádiz y La Coruña. Pastores
como Francisco de Paula Ruet o Antonio Carrasco estaban recorriendo la
península sembrando iglesias.
En 1872 se celebró la segunda asamblea protestantes, se intentó mantener el
espíritu de unidad, pero surgieron un grupo presbiteriano y otro episcopal,
Juan Bautista Cabrera se convirtió en el primer obispo de la Iglesia Española
Reformada Episcopal. Por el otro lado la Unión Ibérica-Evangélica pasó a
llamarse Iglesia Evangélica Española.
La llegada de Guillermo I. Knapp hizo posible el establecimiento de la
primera iglesia bautista en España. Otros bautistas como el dr. Everett Gill
permitió la implantación de iglesias en varias ciudades y la zona de la costa
mediterránea.
Las Iglesias de Hermanos también se extendieron por España. En 1834,
Robert Chapman visitó la península con varios misioneros para comenzar la
obra en el país. La primera iglesia se abrió en Madrid en 1872 por el
misionero Charles Faithfull. En 1878 George Müller también visitó España,
donde el movimiento de los Hermanos creció rápidamente.
El misionero Percy J. Buffard estableció en 1917 a la Misión Evangélica
Española en Valdepeñas (Ciudad Real). Nacieron iglesias en Jaén y Granada,
que unidas a la de Tarrasa del pastor Samuel Vila fundarían la FIEIDE, una
federación de iglesias de corte bautista.
Las Asambleas de Dios llegaron a Gijón en 1925 por los suecos Julia y
Martin Wahlsten, después se abrió una iglesia en Madrid.
A partir de la Restauración borbónica se limitó de nuevo la libertad religiosa
y no hubo plena tolerancia hasta la Segunda República española en 1931.
Durante el periodo republicano hubo un notable crecimiento, pero la
dictadura del general Franco frenó la expansión del protestantismo, cerró la
mayoría de las iglesias y escuelas, instaurando un régimen nacional-católico.
La mayoría de los misioneros salió del país y la iglesia con pocos líderes,
algunos muertos y otros encarcelados, entró en un lento declive.
En 14 de mayo de 1956 se creó la Comisión de Defensa Evangélica
Española para pedir un mínimo de libertad y respeto por la comunidad
protestante en el país. La comisión estuvo compuesta por Santos Molina, José
Flores, Francisco García Navarro y Juan Luis Rodríguez. La llegada de José
Cardona como secretario Ejecutivo fue la que dio un impulso definitivo a la
organización, que durante décadas negoció con los diferentes gobiernos.
En 1964 el pastor y periodista Juan Antonio Monroy fundó el Movimiento
Restauración.
La democracia devolvió a las iglesias evangélicas sus libertades. Se produjo
un crecimiento sostenido durante los años 70, 80 y 90. Se crearon varias
misiones para la ayuda a toxicómanos, se abrieron iglesias en todas las
capitales de provincia y las principales ciudades. La llegada a España de casi
un millón y medio de latinoamericanos durante la primera década del siglo
XXI facilitó el crecimiento de las iglesias. En la actualidad hay más de
1.500.000 evangélicos en España, de los que 400.000 son autóctonos y el
resto son ciudadanos de la Unión Europea o latinoamericanos. La mayoría de
las iglesias están unidas en la llamada Federación de Entidades Religiosas
Evangélicas de España.
4.5 Artistas de los nuestros: el protestantismo y arte en
América Latina y España
En España surgieron muchos intelectuales y escritores en la llamada
Segunda Reforma.
Destacamos a Juan Calderón, hijo de un médico, nacido en 1791 en
Villafranca de los Caballeros. Quiso ser religioso de joven, luchó en la guerra
de Independencia. Comenzó a volverse deísta, fue profesor en Alcázar de San
Juan. Tras escapar a Francia por sus ideas liberales, en Bayona conoció al
pastor protestante Henry Pyt, con el que se convirtió. Se trasladó a Burdeos
donde escribió varias obras literarias. Se trasladó a Londres para predicar a la
comunidad española de la ciudad. Escribió El cristianismo neto y El Examen
Libre, para poder explicar a los españoles el protestantismo.
Luis Usoz y Río fue otro de los grandes intelectuales españoles, nacido en
Chuquisaca en la provincia de Charcas en el virreinato del Perú en 1805.
Vino con su hermano Santiago a España y estudió en la Universidad
Complutense. Conoció a los hermanos Wiffen en Inglaterra y se convirtió.
Dedicó el resto de su vida a reunir y traducir los escritos de los protestantes
españoles del siglo XVI. Su hermano se convirtió en catedrático de griego en
Salamanca. Luis colaboró con varias revistas y perteneció al grupo de
escritores denominados “castizos”, su protestantismo le alejó de la vida
académica y mundana.
Otros de los iniciadores fueron José Vázquez Gutiérrez, convertido al
protestantismo por Diego Thomson, profesor de lenguas modernas en Sevilla.
Margarita Barea, ex monja convertida a principios del siglo XIX, se hizo
polemista; junto a su esposo pastoreó la iglesia de Cádiz. Joaquín Serra
Asensio, natural de Barcelona, militar de profesión, llegó al título de capitán.
Integrado en el movimiento socialista fue fusilado por rebelión el 26 de
agosto de 1857. Ramón Montsalvatge Nogué nació en Olot en 1815. Ex
monje, luchó contra los franceses y más tarde a favor de los carlistas. Se
trasladó a Francia donde se convirtió. Llegó a ser obispo evangélico en
Estados Unidos y recorrió buena parte de Hispanoamérica. Ángel Herrera de
Mora, nacido en una familia sobresaliente en España, quiso ser monje, fue
nombrado presbítero en Madrid. Se exilió en Burdeos donde se convirtió.
Intentó predicar en España, pero fue detenido en un convento, escapó y se
marchó a Londres; después a los Estados Unidos, donde pastoreo la Iglesia
Episcopal de habla hispana de Nueva York. Regresó a España en la última
etapa de su vida para predicar a sus compatriotas.
Uno de los intelectuales más importantes protestantes españoles fue José
María Blanco Crespo más conocido por Blanco White. Sevillano de
ascendencia irlandesa, quiso ser sacerdote, reclamado por Godoy dirigió un el
colegio pestalozziano en Madrid. Escapó a Inglaterra tras las invasiones
borbónicas. Allí entró en una Iglesia anglicana y se convirtió. Colaboró con
las Sociedades Bíblicas y escribió varios libros. Su inclinación hacia el
unitarismo le alejó del ambiente anglicano y de su cátedra en Oxford.
El misionero William Ireland Knapp, del que ya hemos hablado, fue un
pastor y escritor muy reconocido en su tiempo. Estudió en la Universidad de
Nueva York. Además de fundar numerosas obras en toda España escribió
muchas obras de teología. Fue profesor de Lenguas Modernas en la
Universidad de Yale y más tarde fue profesor de la Universidad de Chicago.
Juan Bautista Cabrera, además de ser el primer obispo de la Iglesia
Española Reformada Episcopal, fue un estudioso e intelectual. Tradujo
numerosos libros al castellano y compuso otros muchos.
Algunos de los protestantes más relevantes del siglo XX fueron Carlos
Araújo Carretero, pastor, pedagogo, escritor y poeta. Natural de Sevilla,
ayudó a la traducción del Nuevo Testamento de 1912 a 1918. Realizó tres
libros de versos, libros de texto, colaboró en varias publicaciones como El
liberal o Esfuerzo Cristiano, de la que fue director.
Francisco Lacueva Lafarga fue profesor en varios seminarios ingleses y
escritor de numerosos libros y diccionarios.
El poeta Rodolfo Loyola Loyola de origen cubano, misionero de la Biblia
Abierta, escritor y poeta. Antonio Martínez Conesa, escritor, pastor y
presidente de la FIEIDE. El pastor José María Martínez Martínez, pastor y
escritor de numerosos libros de teología e historia. Juan Antonio Monroy,
escrito, pastor y periodista; uno de los escritores más prolíficos y periodistas
más reconocidos en el ámbito evangélico. Pablo Martínez Vila, psiquiatra y
escritor evangélico. Stuart Park, misionero británico y escritor. Alfonso
Ropero Berzosa, escritor, pensador y director editorial de CLIE. José de
Segovia Barrón, pastor, escritor y conferenciante. Cesar Vidal Manzanares,
escritor, historiador, periodista y polemista. Samuel Vila, autor, editor y
pastor reconocido en España y América Latina. El escritor José Luis Navajo
que ha tenido varios éxitos con sus libros devocionales y juveniles. El escritor
gallego Jaime Fernández, especializado en temas de deporte y devocionales.
En España hay numerosos cantantes cristianos, aunque el más conocido
internacionalmente es el pastor Marcos Vidal, presidente de la denominación
Salem. Otras cantantes son Francesca Patiño, Alex Sampedro, Mireia Gordo,
Dani Reus, Sammy Planes o Mingo Fuillerat. La lista es muy grande y crece
cada año un poco más.
Algunas artes como la música clásica, la composición, la pintura y escultura
tienen más casos de artistas protestantes.
En Latinoamérica después de más de 200 años de protestantismo el número
de escritores, intelectuales y artistas es muy elevado. Antonio Cruz, biólogo,
escritor y conferenciante de temas de ciencia y fe.
Entre los pioneros mexicanos se encuentran Agustín Palacios, Juan Amador
o, el cubano exiliado en México, Emilio Fuentes y Betancourt. También
Francisco Isla, un decidido defensor de los indios.
América Latina ha sido una tierra muy fecunda para escritores y poetas
protestantes. Entre los poetas destacan Laura Jorquera, Sante Uberto,
Gonzalo Näez-Camargo, Ángel Mergal, Francisco Estrello y Luis D. Salem.
Las poesías de Estrello son conocidas en muchos países de América. Báez-
Camargo fue el primer evangélico en convertirse en miembro de la Academia
Mexicana de la Lengua. Otro gran escritor de origen protestante fue Carlos
Mondragón, que dejó su iglesia en la adolescencia, pero que continuó
luchando por las minorías durante el resto de su vida.
En Brasil uno de los primeros intelectuales fue el pastor Julio César Ribeiro
Vaughan, uno de los fundadores del Partido Republicano a finales del siglo
XIX. También los hermanos Luis y Vieira Ferreira, que fundaron el Club de la
Reforma en 1869.
En Cuba, el poeta Tristán de Jesús Medina o el intelectual Emilio Fuentes y
Betancourt, que ya hemos comentado que se exilió en México.
En Montevideo destacó la pedagoga metodista Cecilia Gielfi; en Cuba el
pedagogo Medardo Vitier; en México Ignacio M. Altamirato; en Perú Luis
Alberto Sánchez y Raúl Porras Barrenechea.
En la actualidad hay escritores como Jorge Enrique Gómez Montealegre de
origen colombiano, que fue senador, pero se vio envuelto en un escándalo
económico. Lucas Leys de origen argentino, pastor, conferenciante, director
de la editorial Vida durante unos años, escritor de numerosos libros
dedicados a los jóvenes principalmente. El escritor Darío Silva de origen
colombiano, que ha escrito numerosos libros devocionales y estudios
bíblicos. Hernán Rivera Letelier, de familia evangélica, uno de los escritores
más conocidos de Chile. El escritor Francisco Ortega, también de familia
evangélica, otro autor chileno de renombre.
El escritor Samuel Escobar de nacionalidad peruana, teólogo y pastor, es
uno de los intelectuales y pensadores más importantes del siglo XX en
América Latina. René Padilla es teólogo, escrito y conferenciante. Vive desde
hace décadas en Buenos Aires. Plutarco Bonilla de origen canario ha
dedicado su vida a la traducción de la Biblia. El doctor Samuel Pagán,
escritor, teólogo y conferenciante.
Los protestantes latinos siempre han destacado en la música. En la
actualidad el cantante más popular es el mexicano Jesús Adrián Romero. El
mexicano de origen estadounidense Marcos Witt es otro de los cantantes más
conocidos y seguidos. Marcela Gándara y Lilly Goodman son dos de las
cantantes más conocidas dentro del ámbito cristiano.
5ª Parte. Una casa allá en el cielo: el
futuro del protestantismo en un mundo
globalizado
5.1 Los retos del próximo siglo
Los retos del protestantismo para en el próximo siglo son numerosos y serán
un verdadero desafío para las generaciones presentes y futuras.
Estos retos los hemos dividido en:
- El reto de la pluralidad.
- El reto de la secularización.
- El reto de la política.
- El reto de la deserción del protestantismo en Occidente.
- El reto de la ortodoxia.
Los retos son al mismo tiempo una oportunidad o un problema si no somos
capaces de conseguirlos.
Los primeros reformadores, los continuadores, los cristianos y líderes de
estos cinco siglos tuvieron que enfrentarse en su época al reto de una
sociedad religiosa, supersticiosa y reacia al Evangelio, así como a una Iglesia
católica opresiva, que intentó frenar el avance del Evangelio. En muchos
países vivieron en una sociedad monocorde, sin libertad, atemorizada por el
fantasma de la Inquisición y la persecución de las iglesias estatales a los
disidentes. Los primeros misioneros debieron superar el reto del choque
cultural y una misión transcultural, en una época en la que evangelio y
cultura caminaban de la mano. Los primeros pastores e iglesias lucharon por
sobrevivir sin recursos, perseguidos.
El reto de los protestantes ante la esclavitud, la discriminación, la lucha
obrera, la liberación de la mujer, la segregación o el voto supuso un esfuerzo
enorme.
¿Estaremos a la altura de los retos sociales, políticos, espirituales y
doctrinales de nuestro tiempo? ¿Qué legado dejaremos a la próxima
generación? ¿Cómo se enfrentará el cristianismo a la mayor etapa de
persecución que ha conocido la Historia? ¿Seremos capaces de mantener
vivos los principios de la Reforma protestante? ¿Sobreviviremos a la
secularización forzosa de la sociedad?

El reto de la pluralidad en un mundo cambiante


El protestantismo se mueve en un mundo cada vez más plural. En la mayoría
de las naciones conviven, además de varias religiones y filosofías, una
multiplicidad de culturas, donde, aunque la población continúe confesándose
cristiana, sin duda vivimos en una etapa poscristiana. El poder del
posmodernismo, el reduccionismo científico, el despreció por la Biblia o su
mitificación pondrá a prueba el cristianismo del siglo XXI.
Dentro de esa diversidad religiosa en la que viven los países occidentales se
pueden encontrar hoy día personas de religiones animistas, hinduistas,
budistas, sij, todo tipo de religiones orientalistas de la Nueva Era, espiritistas,
santeros, confucionistas, taoístas, judíos, musulmanes de diferentes tipos,
cristianos ortodoxos griegos o rusos o de los países del Este y también
ortodoxos de todos los grupos minoritarios del Medio Oriente y el norte de
África.
En la Europa o los Estados Unidos de los años 50 la mayor parte de la
población era cristiana. Muchos países del norte de Europa, el Reino Unidos,
Canadá o Australia tenían significativas mayorías protestantes, mientras que
los países mediterráneos o los países latinoamericanos eran católicos; en la
actualidad la variedad religiosa nos obliga a conocer al menos las ideas y
creencias de los demás. Debemos tener un relato argumentado del Evangelio
para explicarlo en todos estos contextos y a tipos muy diferentes de personas.

Diversidad racial, social, cultural y religiosa


Muchos de los miembros de las iglesias tienen una tradición y unas
costumbres muy distintas a las de la sociedad en la que viven y debemos
servir de puente de diálogo entre las dos culturas, la de partida y la de
recepción. La diversidad cultural y étnica también es un reto para este nuevo
siglo. La gran variedad cultural hispanoamericana se mueve desde las
culturas andinas, pasando por las españolas e italianas de los países del cono
sur y las culturas criollas y caribeñas. Las iglesias son cada vez más
plurinacionales, con una gran diversidad cultural y racial.
Las culturas orientales son cada vez más numerosas, como las comunidades
de pakistaníes, hindúes, chinas, africanas y árabes en las grandes ciudades,
por no hablar de algunas comunidades más pequeñas de coreanos y otros
países de Asia. Una parte no tiene tradición cristiana, no comparte los valores
de Occidente y mucho menos cristianos o protestantes.
Las culturas musulmanas componen el grupo étnico peor integrado en la
mayoría de países tradicionalmente cristianos y son de los grupos más
herméticos al mensaje del Evangelio. Se debe luchar por crear una pastoral
para los musulmanes y su cultura, para poder llevarles el Evangelio. Sobre
todo en el cima de violencia y desconfianza que ha creado el terrorismo. En
países como Francia, que lleva 200 años de tolerancia a las minorías, entre
ellas al protestantismo, la población se está radicalizando y cerrándose a todo
lo exógeno y supuestamente no francés. Algo parecido está sucediendo en los
Estados Unidos de Norteamérica, Gran Bretaña, Holanda, Suiza o Australia.
Países de tradición protestante, que fueron los primeros en conseguir canales
de diálogo, respeto y tolerancia, les cuesta desde sus sociedades
secularizadas, buscar fórmulas de integración y modelos de respeto ante la
diversidad actual.
También existen las culturas ortodoxas de países del Este. En Rusia se está
viviendo un nuevo periodo de ultranacionalismo, limitando la libertad
religiosa, de expresión y manteniendo estrechamente vigiladas a las minorías,
entre ellas a las protestantes.
Sin embargo, tal vez el desafío mayor es el de la pluralidad dentro de las
propias iglesias y en el liderazgo. La iglesia no ha de buscar nunca la
uniformidad, sino un modelo en el que todos puedan sentirse a gusto. Crear
un protestantismo diferenciado para cada país, que responda a los retos y
dificultades de la nación en la que se desarrolla.
Las iglesias protestantes, como hemos visto en este libro, han sido siempre
un modelo de integración social, racial y cultural. Siempre a la vanguardia en
una pastoral para minorías étnicas despreciadas por la sociedad. El caso más
evidente es el de la lucha contra la esclavitud, el analfabetismo o la
segregación racial, hitos que convirtieron al protestantismo en el paradigma
de integración de una minoría étnica o social a través del Evangelio y los
principios de la Reforma.
Los cuáqueros y menonitas fueron los primeros grupos de cristianos en
integrar a minorías raciales o predicar a grupos totalmente marginales. Su
visión sobre la tolerancia y el respeto al prójimo se convirtieron en modelos
para las generaciones futuras.
El gran triunfo del protestantismo en América Latina ha sido crear un
liderazgo nacional que adapta su cultura al Evangelio. Buena parte de estos
logros los ha producido el pentecostalismo, más adaptable a la cultura latina.
Cheryl Johns dijo lo siguiente frente al racismo:
La presencia activa del Espíritu Santo llamaba a la igualdad racial de
blancos y negros, hombres y mujeres, ricos y pobres… Así, el
pentecostalismo se alzaba como un contraste en el orden dominante de
su tiempo. Fue un movimiento subversivo y revolucionario, que no se
basaba en una ideología filosófica, ni tampoco enteramente en una
reflexión crítica. Era un movimiento que experimentaba a través del
Espíritu Santo la liberación divina de Dios[143][NA10].

La integración de las mujeres


Uno de los grandes aportes del protestantismo fue la integración de la mujer
en la iglesia y en la sociedad, animando y vigorizando los ministerios
femeninos. Es cierto que en la actualidad aún quedan grupos y
denominaciones que no aceptan el ministerio de la mujer, pero el
protestantismo contribuyó a su integración de forma generalizadas. Hay
ministras en las denominaciones más clásicas como las iglesias luteranas de
Noruega, Alemania o Dinamarca, pastoras anglicanas en el Reino Unido,
pastoras presbiterianas o pentecostales en casi todos los países del mundo.
Muchas pioneras abrieron iglesias, crearon denominaciones o fueron de
misioneras a diferentes partes del mundo. Mujeres como Agnes Ozman,
María Woodworth-Etter, Ami Semple McPherson, Kathryn Kuhlman,
Marilyn Hickey o Joyce Meyer, pero también Francisca de Blaisdell, Nellie
Bazán, Blaisdell Francisca o Chonita Morgan Howard. Mujeres que solas o
con sus esposos llevaron adelante obras sociales, grupos de hogar, cultos e
iglesias enteras.
También los grupos de mujeres cristianas fueron fundamentales para
conseguir el voto, la igualdad legal, los derechos de la mujer, la lucha contra
la trata de mujeres en la actualidad o intentaron hacer de sus sociedades
lugares menos violentos o peligrosos.

Integración social
En una sociedad de clases en la que las diferencias sociales cada vez son más
acuciantes, el protestantismo siempre fue un grito de esperanza a los más
pobres. Desde la ayuda a los necesitados de las primeras iglesias protestantes.
La idea de la virtud del trabajo, la recuperación de la dignidad social que trajo
el metodismo, el Ejército de Salvación, la creación de la Cruz Roja, de los
sindicatos cristianos del siglo XIX y XX, los protestantes han luchado por la
igualdad de oportunidades, la igualdad ante la ley y la libertad en general.
Los misioneros abrieron escuelas, lucharon por los desfavorecidos en todo el
mundo e intentaron paliar los abusos, primero del colonialismo y más tarde
de las grandes multinacionales que explotaban a los ciudadanos de los países
del Tercer Mundo. El protestantismo ha creado multitud de ONG´s,
sociedades altruistas, fundaciones, que han ayudado al descubrimiento de
fármacos, la creación de hospitales o la generalización de ciertos hábitos
higiénicos o el acceso al agua potable. El protestantismo ha suplido en sus
diferentes etapas muchas de estas necesidades sociales. Apoyando a mujeres
maltratadas, niños huérfanos, alcohólicos, toxicómanos, ludópatas.
Protegiendo a los ancianos, creando todo tipo de instituciones de ayuda y
refugio.
¿Cuáles son los problemas de nuestra sociedad? La generación de jóvenes
sin estudios ni trabajo, el problema de las bandas, las dificultades de las
chicas que se quedan embarazadas en la adolescencia, la droga entre los
jóvenes, el alcoholismo juvenil, la marginación, las personas sin hogar, la
explotación sexual. Todos estos son campos de misión. Pidamos a Dios
hombres y mujeres capaces de darse a todos estos colectivos. Como lo fueron
los orfanatos creados en el siglo XVIII y XIX por Müller, las iglesias
metodistas y otros muchos cristianos, que vieron en la infancia la oportunidad
para crear un mundo mejor.

La cultura como vehículo de comunicación del Evangelio


Tal vez uno de los puntos en los que más ha fallado la generación anterior de
protestantismo ha sido en utilizar la cultura como un vehículo de expresión
del Evangelio. Hemos creado libros y música para cristianos, pero nos ha
costado crear arte impregnado de cristianismo y valores cristianos, pero
enfocado a la sociedad. La evangelización de la cultura es uno de los retos del
siglo XXI. El protestantismo entre los siglos XVI y XIX tuvo la valentía de
crear un arte excelente para la gloria de Dios. Rompió la barrera entre lo
sacro y lo profano. Devolvió al trabajo manual su dignidad, permitió el
desarrollo de una cultura secular rica, formando algunas obras de arte
maravillosa y que inspiraron a la sociedad. El fin último del arte y la cultura
es la muestra de la belleza, que da gloria a Dios en sí misma.
Las culturas del norte de Europa nos dieron algunos de los mejores
compositores de la Historia; la cultura anglosajona, los escritores más
importantes entre los siglos XVIII y XX. En el siglo XXI son muy numerosos
los músicos cristianos, también hay grandes actores y está surgiendo un cine
de temática cristiana. Diferentes pueblos indígenas de todo el mundo han
aportado sus sonidos y formas al culto protestante. En el caso de España, por
ejemplo, la cultura gitana ha logrado introducir elementos de su folclore en la
iglesia y hacer un evangelio identificable para el resto de su comunidad. Son
necesarios más escritores, músicos, pintores, poetas o directores de cine
cristianos trabajando en el mundo secular y llevando los principios cristianos
a la cultura. No se necesitan más libros cristianos, se necesitan más libros
hechos por cristianos que transformen el mundo de las ideas, la filosofía, la
política y la antropología.
El Evangelio y el protestantismo son globales, están llamados a llegar a los
hombres y mujeres de todas las culturas. Ese es el mandamiento de la Gran
Comisión.
Los protestantes, en cierto sentido, ha llevado sus valores a muchas
naciones sin tradiciones protestantes, valores de tolerancia, igualdad, respeto
por la ley o libertad de expresión. También es cierto que en las últimas
décadas el protestantismo ha recibido una influencia muy importante del
pentecostalismo, en cierto sentido se ha pentecostalizado al resto del
protestantismo y al catolicismo, aunque lo importante es que no se pierda la
esencia de los valores de la Reforma.

¿Cuáles son los medios para superar este reto de la pluralidad?


Un buen uso de los medios de comunicación de masas, ya sea radio, prensa
escrita, TV, Internet. No hay nada más patético que una radio o una televisión
tan meramente religiosa que no sirva para que la gente no cristiana la vea o la
escuche. Los medios cristianos o fundados por cristianos deben hablar en un
idioma que entienda la gente, sin la típica jerga evangélica. Es cierto que en
algunas culturas como la latinoamericana se ha conseguido que algunas
palabras evangélicas se generalicen, pero eso es la excepción más que la
regla.
La metaculturalidad, unos principios protestantes y un Evangelio que se
sabe adaptar a cada cultura para conservar su mensaje principal: el Evangelio
predicado por Cristo está enfocado en el hombre, no en la cultura hebrea,
occidental, anglosajona o hispana.
La formación y la educación como instrumentos para desarrollar una
teología articulada y clara para la sociedad y la iglesia. Desde el principio la
educación ha tenido un papel fundamental en el protestantismo. No solo para
que la gente pueda leer la Biblia, también para hacerles más libres y que
puedan basar mejor su fe personal.
Es fundamental un gran esfuerzo cultural. El apoyo a las artes y las ciencias
desde nuestras iglesias, llevando a la sociedad un mensaje sencillo y claro,
que pueda impactar a un mundo alejado de los valores absolutos y que ya no
conoce el sentido del mensaje del Evangelio.
La creación de asociaciones sociales, culturales y de defensa de los
derechos fundamentales, para estar en la vanguardia de los movimientos
sociales de los distintos países. Los protestantes siempre estuvieron a la
vanguardia de la lucha de los derechos de los más desfavorecidos. No pueden
alinearse ahora a los que persiguen a las minorías, ya sea por ideas políticas,
religiosas, raza o nacionalidad. En la Segunda Guerra Mundial, tanto la
Iglesia Confesante en Alemania, como muchos protestantes en Holanda,
Francia ayudaron a los judíos perseguidos y otros refugiados que escapaban
del terror nazi.
El reto del protestantismo en el próximo siglo es muy ambicioso y está lleno
de obstáculos. Vivimos en un mundo en el que miles de cristianos mueren
cada año, sin que casi nadie haga nada. En el último siglo ha habido más
mártires que en toda la historia de la cristiandad. El protestantismo ha de
devolver la dimensión espiritual al hombre moderno, sacándola del ámbito
privado y haciéndola visible en la sociedad. También de usar la historia como
un instrumento que nos impulse a seguir construyendo sobre la base sólida de
los que nos precedieron, buscando la contextualización de nuestro mensaje,
dentro de nuestra propia tradición protestante. Influyendo y revitalizando al
cristianismo en general, pero sobre todo mostrando una visión unida y clara a
un mundo occidental lleno de confusión, que ha comenzado una lenta
decadencia.

El reto de la secularización
El reto de la secularización no es nuevo, especialmente en los países de
tradición protestante. Aunque es cierto que en algunos sitios como los
Estados Unidos el proceso ha sido mucho más lento, ya que ninguna religión
fue oficial o estaba favorecida por el estado. El secularismo más radical, si
exceptuamos el comunista de la Revolución rusa de 1917 o el de la
Revolución francesa de 1789, nace de la tradición republicana francesa de
1905, tras el caso Dreyfus. El gran debate nacional de principios del siglo XX
llevó a crear una ley de libertad religiosa respetuosa con las minorías, pero
profundamente laicista, condenando a la religión a la esfera privada,
convirtiendo a la sociedad en algo meramente laico.
En los países de mayoría católica, la Iglesia de Roma ha tenido un gran peso
en el siglo XX que ha impedido una normalización de las relaciones entre
religión y estado. Es cierto que en América Latina la realidad ha sido distinta
dependiendo del país, ya que algunas constituciones adaptaron pronto el
derecho de libertad religiosa como Argentina, Brasil, Chile o Puerto Rico. En
los países andinos esas libertades tardaron mucho en llegar.
En el caso de la Unión Europea la paulatina secularización está cercando a
las diferentes iglesias, limitándolas al ámbito de lo privado y en algunos
casos persiguiendo judicialmente si las iglesias o sus líderes opinan en
materias como la adopción por parte de homosexuales, el matrimonio entre
personas del mismo sexo y otros temas controvertidos.
En el ámbito de las izquierdas se quiere cada vez un modelo más parecido al
francés y el de otras partes de Europa, en el que la religión viva de forma
marginal sin casi expresión social.
Los protestantes nacieron en el contexto del modelo norteamericano de
relación con el estado, en el que la libertad confesional es total, se defiende
en la constitución y ninguna iglesia puede recibir ningún tipo de privilegios.
El modelo estadounidense es el más acorde con el protestantismo, con
pluralidad religiosa, participación de las iglesias en la vida pública, ya sea de
forma social, cultural o propiamente religiosa.
La secularización en el resto de Europa debe estar pareja a los derechos de
libertad religiosa, derechos de expresión, derecho de prensa y reunión. En los
países protestantes como Suiza, Holanda o el propio Reino Unido, la
secularización está marginando al protestantismo y el resto de confesiones
cristianas.
Para superar el reto del secularismo no hay recetas sencillas. Pero ¿cuáles
son los medios que están a nuestro alcance?
Perder la invisibilidad a la que la sociedad y especialmente el estado
pretende llevar al cristianismo. Por eso es importante hacerse presentes en los
grandes eventos por medio de nuestros representantes nacionales,
comunitarios o locales.
Es necesario la participación en la vida social del país, apoyando causas
solidarias o morales. No únicamente con temas sobre el derecho a la vida o la
oposición a la equiparación del matrimonio de personas del mismo sexo. El
protestantismo debe estar del lado de los desfavorecidos, luchar por la paz, la
igualdad, contra la pobreza y ayudar a los refugiados, denunciar la
persecución a los cristianos en países árabes, comunistas o hinduistas.
El protestantismo debe denunciar con voz profética todas aquellas
injusticias de la sociedad, tanto morales como éticas, sin importar lo
aceptadas que estén socialmente.
La iglesia debe rechazar los privilegios de unas religiones frente a otras.
También la discriminación por cuestiones religiosas.
Los protestantes tienen que defender sus derechos como corriente del
cristianismo, por medio de nuestra historia, tradición, legado y obras
presentes.
No se puede permitir que se cierren lugares de culto, se pisoteen derechos
constitucionales y derechos humanos por problemas administrativos o
prejuicios personales. Que se persiga a protestantes en países de mayoría
católica, musulmana o secularizados.
Se debe entrar en el debate social dando nuestra opinión como iglesia, por
medio de los instrumentos de comunicación que posee el protestantismo de
una forma clara, concisa, unida.
El protestantismo tiene un gran desafío frente a la secularización. En países
como Francia o Italia los protestantes han luchado contra la secularización
que se produce dentro de las propias denominaciones e iglesias, aunque
algunos grupos protestantes tradicionales apoyan la secularización, las
iglesias evangélicas congregacionalistas, pentecostales y renovadas no están
de acuerdo con sacar del escenario público a la iglesia. En buena parte del
protestantismo europeo se ha asumido la secularización como inevitable, pero
no lo es. Es necesario sacar a Dios a la luz pública y demostrar lo relevante
del Evangelio para combatir la corrupción, la degeneración moral del ser
humano y todos aquellos valores con los que podemos impregnar la sociedad.
La lucha de los primeros protestantes a favor de los derechos
fundamentales, basados en los principios cristianos como son el pacifismo o
la lucha por los derechos civiles, deben verse reflejadas en el protestantismo
del siglo XXI. De otra forma, el protestantismo volverá al mismo gueto en el
que ha estado en estos últimos cien años. Las tendencias al autoaislamiento,
ya sea con posturas fundamentalistas o con posturas dispensacionalistas, que
ante la inminencia de la segunda venida de Cristo, creen que no es útil
malgastar el tiempo en la transformación social, deben invertirse para animar
a sus fieles a ser modelos transformadores, conscientes de que el Reino de
Dios ya está en la Tierra, aunque no sea en su plena manifestación.
El protestantismo tiene que alzar su voz, por medio de la prensa, la
literatura y cualquier otra forma para seguir influyendo en la sociedad del
siglo XXI, como la ha hecho en sus 500 años de historia.

El reto de la política
La política es otro de los retos del protestantismo a nivel mundial. El
protestantismo siempre ha estado como modelo de transformación social.
Lutero influyó en crear la sociedad alemana de su tiempo, pero su influencia
fue indirecta, permitiendo que las enseñanzas de la Biblia y la educación
mejorasen la sociedad. Juan Calvino, en cambio, intentó imponer los dogmas
de su iglesia y modificar las costumbres y leyes de Ginebra. Los puritanos del
siglo XVII asaltaron el poder con la esperanza de la libertad religiosa y
cayeron en el nepotismo y la violencia. El protestantismo, igual que el resto
del cristianismo, ha de ser sal que impida que la carne se pudra, pero nunca
debe crear un estado o una sociedad netamente protestante. Los países no son
protestantes, son los individuos, de otra manera se impondrían valores y
principios cristianos a personas que no lo son, obligándolas a aceptar formas
de vida que no han elegido de una manera personal. Hay diferentes modelos
de participación. Algunos han demostrado sus fallas a lo largo de la historia
del protestantismo, por eso en este punto hay que ser especialmente
cautelosos.
Lo primero que debemos hacer es dar importancia y poner en valor la
participación de los protestantes de manera individual en el sistema
democrático. Como ciudadanos, los protestantes tienen unos deberes que
cumplir frente al estado, desde el pago de impuestos, la obediencia a las leyes
(a no ser que estas atenten contra la libertad o enseñanzas de la Biblia), la
resistencia pacífica y la participación en el juego político.
Las iglesias nunca deben implicarse en política de manera directa,
respetando la pluralidad dentro de su seno. En países como Venezuela y
Brasil, los cristianos se han criticado mutuamente por apoyar a partidos
diferentes.
El teólogo pentecostal J. Rodman Williams es uno de los defensores del
sometimiento total al estado, según la interpretación de Romanos 13, pero
también defiende que los cristianos sean “ciudadanos activos”, sirviendo en
cargos públicos y en el ejército. Dentro de la tradición pentecostal, el
pacifismo fue uno de sus referentes. Las Asambleas de Dios en los Estados
Unidos tuvieron problemas en este aspecto durante la Segunda Guerra
Mundial, al objetar. ¿cuál ha de ser la postura del protestantismo ante este
debate? La respuesta es la libertad de conciencia.
En los Estados Unidos algunos líderes pentecostales y carismáticos han
mezclado política y fe. Es el caso de Pat Robertson, un bautista carismático
que ha utilizado sus medios de comunicación cristianos para intentar en
varias ocasiones llegar a la presidencia de los Estados Unidos.
El propio presidente de las Asambleas de Dios en los Estados Unidos en
2003 declaró que John Ashcrofr, fiscal general de George Bush, era el hijo
predilecto de la denominación.
Un claro ejemplo de mala práctica a la hora de mezclar política y fe fue los
miles de dólares que obtuvo César Castellanos en la campaña política en
Colombia. Su esposa también fue senadora hace cuatro años, pero la iglesia
no puede ser un instrumento para que pastores consigan puestos políticos.
El protestantismo debe reflexionar sobre el modelo de participación política
de sus líderes, ya que en los próximos años habrá muchos evangélicos que
ocupen cargos públicos. ¿Cuál ha de ser el papel de la iglesia en este
proceso? ¿Qué debe hacer la denominación?
Otro de los grandes debates es: ¿Debe haber partidos netamente
evangélicos?
En 1986 una mujer llamada Benita Da Silva fue la primera mujer negra en
convertirse en diputada en Brasil, y pertenecía a las Asambleas de Dios. El
deseo de que cristianos ocupen cargos políticos es algo bueno, ya que pueden
aportar mucho a la sociedad, pero nunca se han de utilizar las iglesias para
hacer campaña, los ministerios para recaudar fondos o las estructuras
religiosas para aupar a un candidato o a un partido.
El teólogo pentecostal Eldin Villafañe comenta sobre el poco peso social
que ha tenido hasta la actualidad el pentecostalismo, la fuerza protestante
mayoritaria en América Latina:
Mientras que es cierto que el pentecostalismo ha sido reconocido como
una fuerza poderosa en la evangelización, las misiones mundiales y el
crecimiento de la iglesia y la espiritualidad, es igualmente cierto que
sus servicios y voces proféticas contra las estructuras sociales
pecaminosas y en nombre de la justicia social, han brillado por su
ausencia.[144]
¿Cuál ha de ser la estrategia política de los protestantes?
En primer lugar, estar vigilantes ante la utilización política que quieran
hacer de nosotros como denominación.
Por otro lado, es necesario reivindicar el derecho como minoría protestante
y estar del lado de los más desfavorecidos. También denunciar las injusticias
sociales y ser una voz profética ante la corrupción, la inmoralidad o la
desigualdad.
En segundo lugar, fomentar y apoyar la participación de miembros
individuales en la política a través de la educación cívica y ciudadana de
todos los creyentes, pero de alguna manera debe ser incompatible los cargos
y ministerios de pastorado con cargos políticos, mientras estos duren.
El protestantismo no debe inclinarnos como movimiento ni ninguna
denominación a favor de una fuerza política concreta, permitiendo que cada
miembro tenga sus propias ideas y tendencias.
En tercer lugar, no se debe alentar la creación de partidos políticos
netamente evangélicos o protestantes. Esto no quiere decir que miembros,
como personas seculares puedan crear partidos con una ética cristiana, pero
hay que animarlos a que sean plurales y nunca sectoriales ni sectarios.
El comienzo de una nueva era en la que la política comenzará a entrar en las
iglesias es imparable, sobre todo en América Latina, donde la representación
de los evangélicos en países como Brasil, Colombia, Chile, El Salvador o
Guatemala ya es una realidad hace décadas; lo más importante es buscar la
manera de participar de manera equilibrada y no perder nunca la
independencia del protestantismo frente a la política. La época de aislamiento
y segregación en muchos países ha terminado. En algunos por el peso del
catolicismo, en otros por la paulatina secularización o la marginación de lo
religioso. Los protestantes deben estar activos en la sociedad y dar una
respuesta a los grandes retos, en especial en momentos en los que la crisis
política, económica, ética y social está golpeando a muchos países en el
mundo. El protestantismo tiene que ser la voz profética de Dios en medio de
la sociedad, influyéndola con la sal y la luz del Evangelio.

El reto del crecimiento ante las deserciones


Occidente está profundamente necesitado de Dios. La sociedad se ha
secularizado en los últimos años, pero esto no cambia la realidad de las
necesidades espirituales del hombre. Nuestra labor es saber suplir esas
necesidades y presentar de una manera clara el Evangelio.
El apóstol Pablo describe muy claramente en su primera carta a los corintios
que el crecimiento de las iglesias lo produce Dios. Puede que unos plantemos
y otros reguemos, pero es el Espíritu Santo el que hace la obra en el alma de
las personas. El protestantismo tiene la misión de anunciar el mensaje de
Cristo. Naturalmente, no es sencillo hacerlo en una sociedad totalmente ajena
a Dios que no entiende ni sabe casi nada sobre el mensaje cristiano.
Para conseguir el crecimiento numérico y cuantitativo debe haber un
cambio cualitativo. Las iglesias han de ser focos de avivamiento que
transforman la sociedad en la que están. ¿Cómo la transforman? Aplicando
los principios del Reino de los Cielos, siendo ejemplo de amor a Dios y al
prójimo.
La base histórica de fe que hemos tratado en este libro, así como la de los
protestantes que en el siglo XVI dieron sus vidas por amor al Evangelio;
aquellos cristianos en el siglo XIX abrieron las primeras iglesias y los que
durante el siglo XX sufrieron penurias y humillaciones, nos cubren de razones
para intentarlo y para conseguirlo.
En la lucha espiritual que existe en la sociedad, los cristianos debemos
influir con el poder y la autoridad que Dios nos ha dado, convenciendo,
argumentando y orando con todo aquel que nos demande una explicación del
evangelio que predicamos.
Debemos superar los complejos de minoría aislada durante cuatro lustros y
salir a la sociedad con la fuerza de aquellos que están respaldados por el
Espíritu Santo.
Dentro del mundo evangélico debemos ser un ejemplo de perseverancia que
estimule a otros a imitarnos. Es cierto que el pentecostalismo es muy variado
en nuestro país y que no camina en una única dirección, pero FADE puede
convertirse en un referente para otras denominaciones e iglesias
independientes, que vean en nuestro proyecto de crecimiento y desarrollo un
referente para el suyo propio.
Hay mucho trabajo por hacer. Aún son muy numerosas las ciudades en las
que no hay ninguna iglesia o en las que apenas tienen una mínima
representación los evangélicos. En el plan Alcance Visión 2020 se especifica
en qué localidades no tienen iglesias o la presencia de creyentes es mínima.
Para llevar a cabo este ambicioso plan de crecimiento hay que tener una
visión clara, evangelizar, fomentar la manifestación de los dones del Espíritu
Santo y estar comprometido con las necesidades espirituales de nuestro país.
Ante el reto del crecimiento debemos plantearnos los siguientes puntos de
referencia:
1. ¿Qué mensaje estamos transmitiendo a la sociedad? ¿Es un mensaje
contextualizado y relevante?
2. ¿Cuáles son los grupos sociales menos alcanzados? ¿Qué regiones o
pueblos son más propicios? ¿Cuáles son más resistentes? ¿Qué clases
sociales son las menos abiertas al Evangelio?
3. ¿Qué estructuras tenemos preparadas para un aumento tan grande en tan
poco tiempo?
4. ¿Cuál es el perfil de las personas que queremos alcanzar? Nacionales,
inmigrantes, jóvenes, ancianos, familias, etc.
5. ¿Cuáles van a ser los métodos empleados? Campañas masivas,
testimonio personal, grupo de hogar, Internet, cursos online, actos culturales,
actos cívicos, ayuda social, apoyo social, etc.
6. ¿Cómo podemos crear un plan progresivo de evangelización que no tenga
fecha de caducidad? Es cierto que necesitamos metas para estimularnos y
evaluar, pero eso puede hacer que después del esfuerzo y pasada la fecha nos
relajemos.
7. ¿Qué vamos a hacer para que jóvenes y otro tipo de personas no se
sientan excluidos de nuestras iglesias y las abandonen? ¿Qué vamos a hacer
para comprometer a los que ya están, pero no apoyan a la iglesia?
El crecimiento es uno de los retos mayores de nuestro tiempo, ya que nunca
antes en la historia habíamos estado tan cerca de conseguirlo. Pero debemos
aprender de la experiencia de otros países como los de Hispanoamérica que el
crecimiento extensivo sin el cuidado intensivo puede llevar a cristianos
nominales y a iglesias a alejarse totalmente del mensaje del evangelio.

El reto de la ortodoxia
El protestantismo siempre se ha caracterizado por su diversidad. Si bien es
cierto que nunca ha habido un marco ortodoxo, sí las diferentes
denominaciones e iglesias reformadas se han suscrito a los principios básicos
de la reforma, los cinco conocidos “solos”. Dentro del protestantismo se
disfruta de un amplio marco de libertad. Las Sagradas Escrituras son la
medida de la fe de la Iglesia, inspiradas por el Espíritu Santo, que es la
persona de la Trinidad utilizada por Dios Padre para infundirnos esa clase de
libertad, pero sin duda hay límites puestos por Dios mismo para que la
libertad no se convierta en una excusa para hacer lo malo.
La palabra ortodoxia puede sonar a trasnochada, como el viejo himno de las
iglesias oficialistas que han perseguido a los creyentes por cosas parecidas
por las que en otro tiempo se persiguieron a otro tipo de disidentes o
inconformistas; sin embargo, la ortodoxia no es nada más que el marco
bíblico en el que la fe se expresa. La Biblia es nuestro referente. De ella debe
manar toda doctrina, es la que da la vida espiritual, y sirve de orientación al
creyente. El sacerdocio universal, por el que cada creyente es su propio
sacerdote, responsable ante Dios y puede interpretar su palabra a la luz del
resto de la Biblia.
La Biblia comenta que los ciegos que guían a ciegos caen en el hoyo y
arrastran a sus congregaciones detrás de ellos. En la llamada “Tercera Ola” se
han introducido doctrinas como la de la “superfe”, la teología de la
prosperidad, los movimientos heterodoxos como el G12 o los movimientos
apostólicos, proféticos y otro tipo de modas pasajeras que deben de sujetarse
a los principios de la Biblia.
En todo el mundo surgen cientos de iglesias independientes que predican
ese tipo de cosas. Puede que durante un tiempo eso les dé un leve
crecimiento, pero siguiendo el consejo del apóstol Pablo a Timoteo en su
epístola primera,
Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que, conforme a las
profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena
milicia, manteniendo la fe y buena conciencia. Por desecharla, algunos
naufragaron en cuanto a la fe.[145]
El protestantismo es el marco que los reformadores y sus continuadores se
dieron para estar unidos, aunque tengamos diferentes énfasis y pensamientos.
La unión implica sometimiento mutuo, que debe llevar a la práctica del amor,
la humildad y la paciencia. Ser y estar debe llevar a convertir de nuevo al
protestantismo en una fuerza renovadora, capaz de llamar a las cosas que no
son como si no fueran. Las palabras de Abraham referidas en la epístola a los
Romanos tienen que ser durante el próximo siglo el lema del protestantismo:
“Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas
naciones, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia”.[146]
Hace 500 años que comenzó la Reforma con la intención de regresar al
Evangelio del siglo I. El camino no ha sido fácil, los cristianos siempre se
sienten extranjeros en cualquier etapa de la Historia, caminando hacia el lugar
celestial que Dios tiene preparado para los que se mantengan fieles hasta el
fin. La mejor manera de honrar a los pioneros de la Reforma es
transformando esta generación, formando un ejército que lleva el apresto del
Evangelio de la Paz. Infatigables y unidos por el amor de Cristo, sumergidos
en el río del Espíritu Santo, para que el mundo vea las obras de Dios en
aquellos que se llaman cristianos evangélicos o protestantes. Hoy es un buen
día para hacer historia, empezando a escribir los próximos capítulos de una
Reforma que nunca tiene que terminar del todo.
5.2 Conclusión
Medio milenio puede parecer poco ante la perspectiva de la Historia, pero
ante aquellos que vaticinaron tantas veces que la Reforma no prosperaría, que
el protestantismo sería una simple anécdota en la larguísima andadura de la
Iglesia, el movimiento protestante sigue gozando de buena salud. Con más de
900 millones de miembros, casi el 40 % de los cristianos de todo el mundo.
Se calcula que hay unos 300 millones en África, en especial la zona
subsahariana; unos 260 millones en América; 100 millones en Europa; 2
millones en Oriente Medio y 140 millones en Asia y Pacífico.
Aunque es cierto el declive del protestantismo en Europa, como es el caso
de los países nórdicos, el Reino Unido, los Países Bajos, Alemania o Suiza.
El protestantismo está creciendo en Francia, Portugal, España o Italia.
También en Rusia y otras repúblicas del Este. La secularización y el
comunismo fueron las dos grandes causas del decrecimiento en Europa, pero
la llegada a países como Reino Unido u Holanda de protestantes de otros
continentes está permitiendo que las iglesias comiencen un nuevo despegue.
Durante el siglo XX el protestantismo se extendió rápidamente por África,
Oceanía, Asia o América Latina. El peso del protestantismo europeo no deja
de decrecer, pero los porcentajes son más realistas. En muchos países
“protestantes” el cristianismo nominal era muy alto, aunque oficialmente
continuaran siendo miembros de iglesias luteranas, calvinistas o de otros
movimientos clásicos.
Se da la paradoja que en la actualidad hay más protestantes en la India que
en Alemania o el Reino Unido, siendo el país con mayor porcentaje de
protestantes del mundo Estados Unidos seguido de cerca por Brasil.
También en los últimos años ha cambiado el panorama de las
denominaciones. El pentecostalismo es en la actualidad el movimiento
protestante más numerosos con el 10,8 % del total, seguido del anglicanismo,
el luteranismo y las iglesias bautistas. Aunque realmente las cifras son
difíciles de calcular, ya que mientras que cada día nacen nuevas iglesias
pentecostales, se cierran las de otras denominaciones. Aunque en los Estados
Unidos el protestantismo continúa siendo muy fuerte, en el último siglo se ha
reducido de un 48 % de la población a un 20 %. Únicamente están creciendo
las minorías hispanas y negras, además de algunas denominaciones
pentecostales.
En el 2050 se prevé que el protestantismo sea el 50 % del cristianismo total,
el movimiento protestante, a pesar de sus vicisitudes, es el movimiento
religioso más dinámico del planeta y para mediados del siglo XXI será la
fuerza expansiva del cristianismo más potente. La Reforma parece gozar de
muy buena salud, aunque sin duda deberá enfrentarse a muchos retos en los
próximos años. Los aportes de los protestantes a lo largo de todos estos años
han cambiado la faz del mundo, pero aún queda mucho por hacer, ya que
cada generación tiene que comenzar de nuevo a construir el mundo que
dejará a sus hijos mañana.
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[1] Schaff, David Schley, John Huss: su vida, sus enseñanzas y la muerte,
después de quinientos años, (Charles Scribner Sons, de 1915), p. 257

[2]
Versión Reina Valera de 1960.
[3]
Introducción a la edición latina, Wittenberg 1545 (W. A. 54, 186).
[4]
Thea B. Van Halsema, Así fue Calvino, 2da. ed. (Gran Rapids: Libros
Desafío, 1998), 9.

[5]
Castro, Américo, Origen, ser y existir de los españoles, Taurus, Madrid,
1959. P 11.

[6]
Nieto, José C., El Renacimiento y la otra España, Librairie Droz, Genève,
1997. P 26.

[7]
Ortega Costa, Milagros, Proceso de la Inquisición contra María de
Cazalla, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1978.
[8]
Márquez, Antonio, Los alumbrados, Madrid, 1972.

[9]
Leer el capítulo dedicado a las relaciones de Valdés con Alcaraz. NIETO
José C. , Juan de Valdés...Op cit..

[10]
Márquez, Antonio, Op ci.
[11]
Llorente, Juan Antonio, Historia de la Inquisición, Tomo II, P 34.

[12]
Nieto, José C., El Renacimiento...Op cit, P 301. Nieto relaciona la
persecución de este y Luis de Granada, por su profundo paulinismo.

[13]
Menéndez y Pelayo, Marcelino, Op cit, Tomo II,. Capítulo VI. Sección
VI.
[14]
Capítulo 33 de su Vida.
[15]
Bataillon, Marcel, Erasmo y España, FCE, México, 1966, p 185.

[16]
Otra de las máximas fundamentales de la reforma protestante es las
Sagradas Escrituras como única regla de fe y conducta. (N. del A.)

[17]
Foxe, John, El libro de los mártires, CLIE, Barcelona, 2003. pp 99-101.
Traducción del libro inglés Book of Martyrs, editado en 1554 en Inglaterra.

[18]
Novalín, José Luis G., El Inquisidor general Fernando de Valdés, Cartas
y Documentos, Universidad de Oviedo, Oviedo, 1971. Sobre todo la
correspondencia de los años 50 y 60 del siglo XVI.

[19]
WAGNER, Klaus, El doctor Constantino Ponce de la Fuente. El hombre
y su biblioteca, Dip. Prov. Sevilla, Jerez de la Frontera, 1980.

[20]
Nieto, José C., El Renacimiento y la otra España, DROZ, Genève, 1997,
p 173-178.

[21]
De Valera, Cipriano, Los Dos tratados del Papa i de la Misa, Tomo VI
RAE, LDGF, Barcelona, 1981, p 246.
[22]
Gonzáles de Montes, Op. Cit. pp 262-265.

[23]
González de Montes, R., Artes de la Inquisición española, RAE Tomo V,
Librería Diego Gómez Flores, Barcelona, 1981. p 309.

[24]
De Montes hace referencias a estos viajes cuando excusa la presentación
de Constantino en la defensa de Egidius. P 297. Muerto Vargas, i hallándose
Constantino en Béljica con el Cesar, de quien era predicador i confesor...

[25]

[26]

[27]

[28]
Boehmer, Edward, Bibliotheca Wiffeniana, Spanish Reformers of the
Two Centurias, First Volume, London, 1874. Pp 131.

[29]
Ibídem, p 134.
[30]

[31]

Cassander era un conocido reformado de la Universidad de Lovaina.


[32]
Boehmer, Op cit, First Volume, pp 134.
[33]
[34]

[35]
De esta visita habla el propio Enzinas en sus memorias. De ENZINAS,
Op cit, Tomos II, p 45.

Ibídem. 39-41.

[36]
Ibídem. 39-41.

[37]

[38]
DE ENZINAS, Francisco, Op cit, Tomos I, pp 95-100. Este diálogo lo
describe Enzinas en sus memorias.
[39]

[40]
Como él mismo expresa en sus memorias. (N. del A.)
[41]
Enzinas fue encarcelado el 13 de diciembre de 1543 en la ciudad de
Bruselas.

[42]
Estos libros son Dos tratados sobre el Papa y la Misa y la Historia de la
Muerte de Juan Díaz.
[43]
José Luis Beltrán comenta en el libro coordinado por GARCÍA CÁRCEL,
Historia de España Siglos XVI y XVII, Cátedra, Madrid, 2003. pp 178-179.
[44]
Ibídem. 169.
[45]
Segundo marqués de Villena.

[46]
Bataillon vio en este libro la clara influencia de Erasmo. Nieto cree que
las influencias de Valera venían de mano de los dexados y Alcaraz y que su
proyecto del Diálogo de doctrina cristiana es anterior a la estancia en Alcalá.
NIETO, Juan de Valdés y los orígenes de la Reforma en España e Italia,
Fondo Cultura Económico, Madrid, 1979. p 178.
[47]
Citado por NIETO, Op cit, p 231. Del libro de Llorente Historia Crítica
de la Inquisición.
[48]
Esposa del virrey de Nápoles.
[49]
Menéndez y Pelayo, Marcelino, Op cit, Tomo I,. Capítulo sobre Alfonso
de Valdés. (edición de Froben, año 1538)

[50]

[51]

[52]

[53]
Nieto, Valdés y la Reforma… Op cit, p 109.
[54]
Según nos informa Nieto, por desgracia esta traducción se ha perdido.
NIETO, Op cit, p 109.

[55]
Menéndez Pelayo informa en su libro que Alfonso de Valdés la tradujo al
italiano, lo que no tiene sentido, ya que no era este un idioma cotidiano para
Carlos V. MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino, Op cit, Tomo I, Capítulo sobre
Alfonso de Valdés.
[56]
Thomas, Werner, La represión del protestantismo… Op cit, pp 9-19.

[57]
Biblioteca Nacional Madrid. Sección de Manuscritos y raros, Signatura,
Mss/10129(h.149r.-202r.).
[58]

[59]

[60]

[61]
DE MADRID, Fernando, Silva Palentina, Tomo II, p. 359.
[62]
Licenciado en teología en 1533, maestro en Alcalá hasta 1536. Predicador
de Carlos V desde 1542. Canónigo en Salamanca del 1552-1556. Pertenecía
al Consejo Real. Pero al parecer su conversión se realizó en la propia
Valladolid influido por su familia.

[63]
Alonso de Burgos, Jesús, Op cit, Pp. 60-65.

[64]

[65]
CODOIN, tomo 5, Madrid, 1844, 530-531.

[66]
Nieto, José C. , Op cit, p. 419.
[67]
Burgos, Jesús, Op. Cit, p 60. Citando al libro de MENÉNDEZ PELAYO,
Op cit, Tomo I, p 966.

[68]
Novalín, José Luis G., El Inquisidor general Fernando de Valdés, Cartas
y documentos, Universidad de Oviedo, Oviedo, 1971.

[69]
Al parecer Carlos de Seso era hijo del Obispo de Plasencia. (N. del A.)

[70]
Tellechea, J. Ignacio, Tiempos recios, Sígueme, Salamanca, 1977. P. 107.

[71]
Ginés de Sepúlveda, Op cit, Tomo IV, p.53, Sepúlveda hace descripción
de los hechos ocurridos en el proceso inquisitorial y en los autos de fe.

[72]
Alonso de Burgos incluye en su estudio una descripción del pintor
Gutierrez Solano, que incluimos en el apéndice. (N. del A.)

[73]
GUTIÉRREZ Solano nos da este dato sobre el auto de fe. Este autor habla
de 16 reconciliados y 9 quemados.
[74]
Burgos, Jesús, Op cit, . Pp 64. Aproximadamente 31 reconciliados, de un
total de unos cincuenta acusados. Sepúlveda habla de 29 condenados en total.
[75]
Ginés de Sepúlveda, Op cit, Tomo IV, p 50. Sepúlveda habla de quince
condenados a muerte y un judaizante portugués.

[76]
De Herrezuelo dice Sepúlveda: quien pertinaz de carácter como era,
mantuvo con pertinencia sus errores...

[77]
Alonso Burgos, Jesús, Op cit, p 114. Burgos toma estas cifras de los libros
de Llorente, Historia Crítica de la Inquisición, y Menéndez y Pelayo,
Historia de los Heterodoxos españoles.

[78]
Ginés de Sepúlveda, Op cit, Tomo IV, p 54. Sepúlveda confirma los
condenados a muerte, de los que 9 fueron quemados vivos. Antonio de la
Carrera nos habla de 34 penitentes.

[79]
Este hecho lo narran: Cabrera, Historia de Felipe II, lib V, Cap III, Fr.
Agustín de Ávila, Baltasar Porreño.
[80]

[81]

[82]

[83]
González de Montes, R., Op cit. , TomoV, RAE, p. 244.

[84]
Ibídem, , pp. 274-276. Montano habla de cómo planearon la huida y sobre
el destino, que no era otro que Ginebra.

[85]
Ibídem, Tomo V, RAE, P. 273. Montano habla de la influencia del
monasterio en la ciudad, los pueblos cercanos.

[86]
De Valera, Cipriano, Op cit, Tomo VI, RAE, pp 249-250.
[87]
Montano nos habla entre otros de Juan Ponce de la Fuente, Conde de
Bailen. González de Montes, R., Op cit, TomoV, RAE, p. 219.
[88]

[89]
Menéndez y Pelayo, Marcelino, Op cit, , Tomo II, Pp. 80-81.

[90]
Lo narra Montano y lo corrobora MENÉNDEZ PELAYO. Op cit, Tomo
II, p 80.

[91]
Ibídem, Tomo II, p. 83.

[92]
Nieto, José C., Op cit, p. 438.

[93]

[94]
De Valera, Cipriano, Op cit, Tomo VI, RAE, p. 248.
[95]
Menéndez y Pelayo, Marcelino, Op cit, Tomo II, p. 115.

[96]
Nieto, José C, Op cit, p. 468.

[97]

[98]
De este personaje hablan largamente tanto Montano, González de Montes,
R., Op cit, Tomo V, RAE, Pp.. 258-281. y DE VALERA, Cipriano, Op cit,
Tomo VI, RAE, Pp. 247-251.

[99]

[100]

[101]

[102]

[103]

[104]
Según nos cuenta Hauben, tomado de un libro de Van Schelven. Hauben,
Paul J. , Op cit, p. . 138.
[105]

[106]

[107]

[108]
Hauben, Paul J. , Op cit, p. 97.
[109]

[110]

[111]

[112]
De Valera, Cipriano, Op cit, Tomo VI, RAE,.
[113]

[114]

[115]

[116]
Menéndez y Pelayo, Marcelino, Op cit, Tomo II, Pp. 87-144.

[117]
De Castro, Adolfo, Historia de los Protestantes Españoles perseguidos
por Felipe II, Imprenta revista Médica, Madrid, 1851.

[118]
Llorente, Juan Antonio, Op cit, Tomo II.
[119]

[120]
Llorente, Juan Antonio, Op cit, Tomo II, Pp. 255-351.
[121]
Thomas, Werner, Los protestantes y la Inquisición española en tiempos
de la Reforma y Contrarreforma, Leuven University Press, Louvain, 2001.

[122]
[123]
Robles, Laureano, Epistolario Americano (Universidad de Salamanca,
1996), pág. 90.
[124]
García Araujo, Religión in The Republic of Spain, (World Dominion
Press, London, 1933), pág. 68-102.
[125]
Hughey, Historia de los bautistas en España (JBP, Barcelona, 1964), p.
68. Religion in Spain (Broodmand Press, Nashville, 1955) pág. 136-192.
[126]
Hughey, Historia de los bautistas, pág. 69-70.
[127]
Cortes, Samuel, Cien años de historia evangélica en Rubí, (Terrasa,
1981).
[128]
González, Pastor, Un segler de protestantismo a Catalunya, (Edicions
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[129]
Rubios, J, Asilos y canjes durante la guerra civil española. Aspectos
humanitarios de una contienda fratricida, (Planeta, Barcelona, 1979), pág.
60-66.
[130]
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[131]
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[132]
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los pastores protestantes al ministro de Justicia. Barcelona, 8 diciembre 1937.
[133]
Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nacional, 3 de marzo 1938.
[134]
Informe reservado sobre actividades antinacionales atribuidas a los
protestantes de Galicia. Cfr. Vilar. Minorías protestantes bajo el franquismo,
pág. 388-389.
[135]
Según narración del libro La Guerra Civil española de Hugh Thomas.
[136]
Era hijo primogénito de don Adolfo Araújo, gerente en España de la
Bible Society y figura destacada en la IERE.
[137]
La Iglesia de Marín es una de las iglesias evangélicas más antiguas de
España con testimonio cristiano desde 1882. Pertenecía al movimiento de los
Hermanos surgido en Inglaterra ese mismo siglo.
[138]
Thomas, La Guerra Civil española, (DeBolsillo, Barcelona), pág. 450-
451.
[139]
Si sumamos los simpatizantes.
[140]
Vought, Protestants in Modern Spain, (W. Carey, South Pasadena,
California, 1973), pág. 23-25. Vid. También López Rodríguez .: La España
protestante. Crónica de una minoría marginada (1937-1975), (Sadmay,
Madrid, 1976), pág 23.
[141]
Primer discurso de Juan Carlos I como rey de España dado el 22 de
noviembre de 1975.
[142]
Constitución de 1978. Artículo 16.
[143]
JOHNS, C. B., Pentecostal Formation, cit., p 69.
[144]
Villafañe, The Liberating Spirir: Toward an Hispanic American
Pentecostal Social Ethic, (Grand Rapids, Eerdmans, 1993), pág 202.
[145]
Reina Valera de 1960. 1 Timoteo 1:18-19.
[146]
Reina Valera 1960. Romanos 4:18.

[NA1]Mira, este es un caso de ejemplo en lo que te decía de las comas. Te lo


pongo en punto y seguido porque las dos frases tienen dos sujetos diferentes
(“España” y “su neutralidad”), y deben ir separadas. Pero al poner la coma
parece que “su neutralidad” se refiere a “una situación económica”, y la
verdad es que causa lío al leerlo. Te lo señalo porque lo he visto en muchas
ocasiones en este texto y recuerdo que también lo corregí mucho en Gernika,
y creo que es bueno compartirlo para que sepas cómo solucionarlo.
[NA2]Te lo he puesto así porque CREO que eso es lo que quiere decir,
porque la frase original no se entiende.

[NA3]No tiene sentido esta frase.

[NA4]¿QUÉ COSAS habían sido suspendidas? ¿No será la Constitución? (y


sería “que había sido suspendida”).

[NA5]¿No se sabe su nombre? En tal caso señalar que no se sabe su nombre.


[NA6]No entiendo esta frase. ¿De quién son los hombres?

[NA7]No se entiende bien, no estoy segura de corregirlo. ¿No sería “después


de ser capturado”? ¿Y por qué le capturaron a él y a los demás no?

[NA8]¿Están relacionadas las dos frases?, porque no entiendo nada.


[NA9]¿Feria del libro o Sant Jordi? Especificar, en Barcelona es importante.

[NA10]En cuanto a la nota: no, no se ha citado antes, está mal puesta.

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