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Black Mirror es una de esas joyas de la televisión que, en lugar de hipnotizarnos y hacer que olvidemos el
mundo que nos rodea, nos motiva para que seamos más críticos con nuestra realidad cotidiana. No es una
serie al uso, no hay conexión entre episodios, no hay por qué verla en orden, tampoco nos obliga a hacer
una maratón de horas y, a veces, resulta difícil de digerir.
Hoy traemos un episodio de la tercera temporada titulado Nosedive, un capítulo que, pese a lo futurista,
nos recuerda enormemente al mundo en el que vivimos. Esto no es algo distinto en Black Mirror, pues
como el propio creador, Charlie Brooker, ha indicado en más de una ocasión, su inspiración no viene de la
fantasía, sino de nuestra propia contemporaneidad.
Nosedive nos recuerda enormemente a la invasión de las redes sociales que vivimos en la actualidad y hace
que tomemos conciencia de lo peligrosas e irreales que pueden ser.
Protagonizado por Bryce Dallas Howard en el papel de Lacie, Nosedivenos presenta un mundo perfecto,
donde no hay grises y todo son colores pastel, desde la ropa hasta las casas y los muebles. Todo es
maravilloso e idílico en este futuro, no tan lejano; sin embargo, igual que ocurre con las redes sociales, este
mundo esconde una cara muy muy amarga.
Lacie es la protagonista de esta historia, de este ecosistema en el que se mide a las personas por su
popularidad en una aplicación muy parecida a Instagram, donde 0 es la puntuación más baja y 5 es el
máximo. Gracias a las valoraciones de los demás y a la red de contactos se puede obtener un mejor puesto
de trabajo, comprar un apartamento y obtener un gran número de beneficios. ¿Qué pasaría si nos
tomáramos totalmente en serio lo que vemos en Instagram? ¿Qué pasaría si comenzáramos a clasificar a
las personas por su popularidad en una red social?
Black Mirror, una vez más, nos recuerda la cara más oculta de nuestro mundo, pone ante nuestros ojos una
verdad que conocemos, pero que parece que ignoramos. Si no has visto el episodio, es mejor que no sigas
leyendo, pues me veo obligada a hacer algún spoiler para tratar los temas más importantes que plantea.
A diario, consultamos Facebook, Instagram, Twitter… cada uno tiene sus preferencias, pero es indiscutible
que las redes sociales se han convertido, en poco tiempo, en parte de nuestras vidas. Son la imagen que
queremos dar al mundo, lo que nos gustaría ser, pero no somos; la mejor cara de nuestra vida cotidiana.
En Black Mirror, la aplicación estrella sirve para calificar a la gente, muy similar a los likes de Instagram, con
la diferencia de que esos puntos son puntos sociales, funcionan más allá de las redes y determinan tu vida
en la realidad.
Lacie es una joven popular, aunque no pertenece a la élite, tiene un buen trabajo, pero su vida podría ser
bastante mejor. Está completamente enganchada a la red y constantemente trata de captar la atención de
una antigua amiga de la infancia, Naomi, una joven guapa y con una vida perfecta que está a punto de
casarse.
Las votaciones pueden ser públicas o anónimas y la repercusión de tener una mala calificación puede ser
devastadora. Por este motivo, todos los habitantes de este mundo tratan de comportarse de acuerdo a las
normas, de ser amables y de aparentar ser “perfectos”.
Pensemos por un momento en Instagram, en las cuentas que seguimos, en las más populares… todas ellas
están llenas de una felicidad falsa, de una belleza dolorosamente perfecta, ¿qué ocurriría si trasladásemos
esto a la vida real? Podemos probar infinidad de filtros para salir bien en una foto, podemos medir cada
cosa que publicamos, pero no podemos agradar a todo el mundo en nuestro día a día.
Nosedive supone trasladar los códigos de nuestras redes sociales al mundo real, donde no solo
actuaríamos falsamente intentando agradar y mostrando nuestra mejor cara, sino que esos likes que
recibimos en Instagram o Facebook servirían para determinar nuestra posición social.
En Black Mirror, todos actúan correctamente con los demás, con una cordialidad que molesta porque, en el
fondo, sabemos que no es real, es puro egoísmo. No tratan de agradar o de ayudar, sino que tratan de
mejorar su propia imagen.
Naomi le propone a Lacie ser su dama de honor en la boda, Lacie acepta sin dudarlo, pese a las insistencias
de su hermano que le recuerda que Naomi le hizo mucho daño en el pasado. Lacie necesita ir a esa boda
porque estará llena de personas con puntuaciones muy altas y podrá lograr el 4.5 necesario para poder
financiar el apartamento en el que está interesada.
Naomi, por su parte, tampoco invita a Lacie por ser una buena amiga o para compartir recuerdos de la
infancia, sino que lo hace porque cree que puede ser interesante traer a una amiga del colegio con un
4.2. Nadie actúa de verdad, nadie piensa en el otro, únicamente existe el “yo” y la imagen que proyecto de
mi “yo”.
Esta extrema preocupación por la imagen, por la proyección de nosotros hacia el mundo, nos recuerda
enormemente a nuestra realidad. Nosedive no nos resulta improbable y, seguramente, nos recuerde a
situaciones experimentadas por nosotros mismos.
Todos queremos compartir imágenes de una suculenta comida, de una maravillosa noche con amigos, de
un viaje inolvidable, de un simple café en una terraza… medimos absolutamente todo lo que publicamos,
pensamos en quién lo verá y qué pensarán los demás.
Vivimos en un mundo que, cada día, es un poquito menos humano y más tecnológico, pero por suerte,
todavía, conservamos el contacto, el trato diario con nuestros compañeros y amigos y tenemos un
pequeño espacio donde ser nosotros mismos.
Todos sabemos lo que queremos ser, algunos incluso tienen a quien imitar. Pero, ¿de verdad es lo que
queremos? A lo largo del episodio observamos cómo la personalidad de Lacie está extremadamente
condicionada, no elige su comida, come lo que socialmente está bien; no le gusta la galleta que viene con
el café, pero finge que sí. Este condicionamiento, esta nueva forma de interactuar y la falsedad extrema
hacen que los personajes no sean capaces de manejar un conflicto, de decir lo que piensan por miedo a
bajar su puntuación.
Black Mirror nos sumerge magistralmente en un baile de máscaras contemporáneo, de filtros en la vida
real, donde todo es color pastel, todo es en apariencia perfecto, pero nadie es feliz en realidad. Nadie
puede ser tan feliz, nadie puede estar contento siempre y nadie puede adorar a todo el mundo.
Este Instagram extremo, unido a la invitación a la boda, harán que Lacie se obsesione con la popularidad,
algo que se verá truncado por una serie de imprevistos que llevarán a Lacie a ser ella misma, a dejar a un
lado la máscara, convirtiéndose en humana.
Es humano tener sentimientos, no pensar igual que el de al lado, es humano expresar un enfado. Pero en
este mundo tan perfecto, lo humano no tiene cabida. La caída de Lacie no es más que una liberación,
termina en la cárcel, pero es libre.
No son las paredes las que la oprimen, era la sociedad y, una vez al margen, por fin puede gritar, puede ser
ella misma. La escena final en la que Lacie “ha perdido la cabeza”, cuando se da cuenta de que ya no tiene
su móvil y entra en un bucle de gritos con su compañero de la cárcel es una escena liberadora,
esperanzadora. No hay mayor cárcel que uno mismo, no hay mayor esclavitud que un mundo
deshumanizado.
NADIE PUEDE SER TAN FELIZ
Black Mirror