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HABILIDADES DEL TERAPEUTA COGNITIVO-CONDUCTUAL DE NIÑOS

Children cognitive-behavioral therapist skills

Lic. Beatriz Toledo Arezo y Lic. Paola Ceraolo Araújo.

Correspondencia: Lic. Beatriz Toledo. belatole@adinet.com.uy

Disertación original presentada en el VII Congreso Latinoamericano de Psicoterapias Cognitivas, II


Congreso Uruguayo de Psicoterapia Cognitivo Conductual (Montevideo, 8 al 10 de mayo de 2008),
en el Simposio sobre “Habilidades y Formación del Terapeuta”.

Datos sobre los autores:

Autor: Lic. Beatriz Toledo Arezo


Psicóloga. Psicoterapeuta cognitivo-conductual de niños y adolescentes.
Postgraduando en Psicología Clínica, orientación Cognitiva. Docente de postgrado
en Universidad Católica del Uruguay. Supervisora de terapeutas infantiles.
Institución: SUAMOC - UCUDAL
Dirección: Ramos 4407/605 – Montevideo
Teléfono: 613 19 31
E-mail: belatole@adinet.com.uy

Autor: Lic. Paola Ceraolo Araújo


Psicóloga. Psicoterapeuta cognitivo-conductual. Docente de la Licenciatura en
Psicologia, Universidad Católica del Uruguay.
Institución: UCUDAL
Dirección: Lavalleja 727 – Las Piedras
Tel éfono: 365 47 64 – 099 599 807
E-mail: paolacer@adinet.com.uy

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RESUMEN

La Terapia Cognitivo-Conductual en niños surge inicialmente como una adaptación creativa de los
procedimientos terapéuticos desarrollados para adultos, por lo cual, en la formación y en la práctica
de los terapeutas infantiles, ha ido cobrando un papel cada vez más relevante el entrenamiento en
las habilidades necesarias para llevar a cabo esa adaptación con el fin de un desarrollar un contexto
terapéutico adecuado. Establecer una buena alianza terapéutica y promover la motivación hacia la
psicoterapia en niños, son habilidades imprescindibles para un proceso eficaz. Generar un clima de
confianza y aceptación desde el comienzo, ayudar al niño a comprender la función del terapeuta e
identificar los problemas que recibiran tratamiento, son habilidades y estrategias explicadas en el
presente trabajo. Otras aspectos abordados, más relacionados con el desarrollo del trabajo
terapéutico en sí, son la habilidad de llevar a cabo actividades lúdicas en un contexto clínico,
utilizar el lenguaje acorde al nivel de desarrollo infantil y efectuar entrevistas con maestros y
padres. El objetivo es, por tanto, presentar y ejemplificar estas habilidades, en un trabajo que
procura ser tanto teórico como ilustrativo y de aplicación práctica. Se deriva de la propia
experiencia como terapeutas de niños, de la práctica de la docencia y supervisión de terapeutas
infantiles. Viene a llenar una necesidad presente en el ámbito de la terapia cognitivo-conductual por
identificar, estudiar –y también entrenar– las habilidades que los terapeutas necesitan desarrollar
para efectuar una practica eficiente.

Palabras clave: terapia infantil, habilidades del terapeuta

ABSTRACT

Cognitive-behavioral therapy with children initially emerges as a creative adaptation of therapeutic


procedures developed for adults, so that, in children’s therapists training and clinical practice, the
training of skills for professional competence has been taking more and more importance, so
therapists has become able to improve these adaptations and develop an adequate therapeutic
context. Achieving a therapeutic alliance and promoting motivation to therapy in children, are
essentials skills for therapists. Creating a confident acceptance climate from the beginning, helping
children to understand the role of therapist and identifying the problems to be treated, are of upmost
skills and strategies to be explained in this article. Other significant skills described are related to
the development of assessment and treatment itself, such as the skill that explains the ability to
improve play therapy, the use of the language according to children’s level of development.
Interviews with parents and teachers will be carried out. The aim of this work is to provide with
sustainable information and exemplify these therapist skills, both in a theoretical and applied
approach. Results comes out from the experience of the authors as children’s therapist, and
therapists trainees. Thus, it attemps to contribute to the increasing need in cognitive-behavioral
therapy, to identify, to learn and train, the skills to be developed in order to implement an effective
therapy practice.

Key words: children’s therapy, therapist skills

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Tradicionalmente, la formación para la práctica clínica implicaba un entrenamiento sólido en la
teoría, que posibilita comprender y conceptualizar los problemas del paciente, y en las técnicas de
intervención, a ser integradas en el plan de tratamiento. Los abordajes cognitivos y conductuales en
psicoterapia se han caracterizado desde sus inicios por el énfasis en la validación empírica tanto de
sus postulados como de sus técnicas de intervención. Esto ha permitido profundizar y perfeccionar
ambas instancias, a la vez que consolidar esta orientación como una modalidad terapéutica de
eficacia ampliamente reconocida para un rango cada vez mayor de afecciones en salud mental.

De las investigaciones y la reflexión sobre las variables que hacen al tratamiento eficaz es que
comienza a centrarse el interés en estudiar las habilidades específicas de la persona del terapeuta
para lograr el cambio esperado en el paciente, más allá de los conocimientos teórico-prácticos sobre
su orientación psicoterapéutica propiamente dicha. “Esta cuestión de las habilidades del terapeuta,
su relevancia en el proceso de cambio, su identificación y entrenamiento en los programas de
formación de terapeutas ha pasado a ocupar, en estos últimos años, el foco de interés en lo que
refiere a la formación de terapeutas cognitivo-conductuales”(Fernández Alvarez, 1999). Teoría,
técnica y habilidades terapéuticas se conjugan y se integran como los 3 ejes básicos en la formación
para la psicoterapia.

“Una habilidad es la capacidad de hacer algo bien, y se desarrolla a través del conocimiento y la
práctica”(Watson y Tharp, 1985, en Caballo y cols., 2003). Cuando hablamos de habilidades
terapéuticas nos referimos fundamentalmente a los comportamientos necesarios para establecer
una adecuada relación terapéutica y proporcionar un contexto terapéutico adecuado. En la
bibliografía sobre el tema se van listando aquellos aspectos que se inscriben bajo este rótulo:
empatía, habilidades de comunicación interpersonal, habilidades para la entrevista (escucha activa,
presentar elementos lingüísticos y paralingüísticos adecuados, demostración de comprensión, etc.),
habilidades para la conceptualización de los problemas del paciente, habilidades para diseñar y
autoevaluar su accionar terapéutico (Caballo y cols, 2003; Muñoz Rivas, 2005, en Caballo, 2005)

La clínica cognitivo-conductual de niños, surgida originariamente como extensión y aplicación


creativa de los procedimientos desarrollados para adultos, posee aspectos que son particulares y
propios, y que se derivan, fundamentalmente, de:

a) la condición del niño como un ser en desarrollo (físico, cognitivo, emotivo y social), lo cual, a
nivel de la formación requiere, además de los sólidos conocimientos propios del paradigma, el
dominio de la psicopatología infantil y de la psicología evolutiva, en especial, las pautas normativas
para cada rango de edad;

b) las condiciones en que se da la consulta infantil, ya que, como hace notar Kendall (1991), los
niños no llaman ni se remiten a sí mismos a psicoterapia, por el contrario la iniciativa de buscar
tratamiento suele partir de los adultos (padres, derivación del pediatra o los maestros).

c) la consideración del niño contextualizado, como parte de un sistema familiar, escolar y social

Por lo antedicho, también son específicas al trabajo con esta población, las habilidades que el
terapeuta debe poseer para desarrollar un tratamiento eficaz, las cuales hemos de desarrollar desde
un enfoque que procura ilustrar y dotar de ideas de aplicación práctica.

1. Habilidad para generar un clima de confianza y aceptación

Transmitir seguridad, confianza y aceptación incondicional de la persona del niño, son


fundamentales para el establecimiento de un vínculo terapéutico adecuado. Todo niño que viene a
terapia seguramente tenga alguna necesidad básica no satisfecha, y generalmente, la de ser amado

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sin condiciones es una. Desde el primer encuentro, debe sentir aceptación, no importa sus acciones,
sentimientos o pensamientos acerca de su mundo, de sí mismo o del propio terapeuta.
Esencialmente, como señalara Doris Omdahl (2000), en su seminario sobre Terapia de juego, cuatro
son los mensajes que debemos comunicar al niño en nuestros gestos, actitudes y palabras: estoy
aquí, te escucho, te entiendo, me preocupo por ti.

Aceptar a la persona del niño tal como es, implica reconocerle como una persona valiosa. Cuando
se trata de problemas de conducta o rendimiento los que motivaron la consulta, esto es
particularmente importante. Aceptar incondicionalmente es enfatizar y enseñar que la valía personal
tiene que ver con cómo uno es – resaltando los aspectos más positivos del ser de cada niño –, y no
con lo que hace, tiene o logra. Este hecho genera el clima necesario para que éste se anime a hablar
de los problemas sin temor a ser rechazado, lo que seguramente ocurre en su entorno escolar o
familiar.

Comprender y reflejar los sentimientos que motivan las acciones, aún las “peores”, abre la puerta
a la creación de un canal de comunicación amplio y extendido en el tiempo, para que, a través de él
nos cuente sus secretos, sus miedos, sus creencias más ocultas o avergonzantes, las que antes, por
interferencias en otros canales creados con otras personas, nunca han podido salir afuera. Al mismo
tiempo, se genera de esta manera una vía de ida y vuelta, con la posibilidad de proponer nuestra
ayuda comprometida y sincera Ejemplos de Comprensión y reflexión de sentimientos son los
siguientes:

“te entiendo, estabas tan enojado…;


“claro, el enojo te hizo decir esas palabras feas...”
“y si,…perdiste el control de ti mismo y te tiraste arriba de tu compañero…”
“con tanta rabia estabas como enceguecido…”
“si la maestra no te detiene, tu no podías frenarte a ti mismo...”
“no solo te entiendo, sino que tengo una idea de cómo hacer para que te saques la bronca sin
perder el control”.

2. Habilidad para ayudar al niño a comprender qué hace un terapeuta, cómo funciona la
terapia e identificar los problemas que recibirán tratamiento

Explicar quienes somos, qué hacemos, en qué ayudamos a los niños y en qué habremos de ayudarle
a este pequeño paciente en particular, serán intervenciones cruciales en cuanto al establecimiento
del vínculo con unos roles y una finalidad claros para nuestros futuros encuentros. El juego será un
medio de comunicación y expresión muy importante, a través del cual exploraremos diversos
aspectos de interés (creencias, atribuciones, estilo de procesamiento, distorsiones cognitivas, etc.)
así como también, enseñaremos, modos más adaptativos y cogniciones más racionales. Es tarea del
terapeuta, aclarar al niño y sus padres que el juego cualquiera sea éste, dentro del encuadre del
proceso terapéutico, - el que no tiene porqué remitirse solamente al consultorio -, tiene una finalidad
terapéutica.

El psicoterapeuta, como una persona “que ha estudiado para comprender los sentimientos y
pensamientos de los niños y ayudar a resolver problemas”, suele ser una buena fórmula para
presentarnos con pequeños en edad escolar. Con los más chiquitos, según nuestra experiencia, suele
ser útil agregar la idea del “doctor de sentimientos”.

Brindarle ejemplos variados de por qué otros niños han venido a nosotros, - algunas situaciones
diferentes y otras más cercanas a la suya- así como los beneficios que obtuvieron después de unas
consultas con nosotros, serán buenas estrategias para situar nuestros roles y objetivos:
 en qué podemos ayudarte…

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 en qué te gustaría mejorar…
 cómo serías más feliz…
 si tuvieras una varita mágica, ¿qué cambiarías en la escuela? (casa, amigos, recreo, a la
hora de…, cuando llegas de…, cuando te toca…, etc.)

En nuestra practica hemos encontrado con frecuencia que los problemas por los que los padres
consultan no son facilmente admitidos e identificados por los niños. Por tanto, identificarlos y
reconocer los beneficios que le puede proporcionar el tratamiento, será también crucial en el
establecimiento de una adecuada relación terapéutica y en la consecución de un tratamiento eficaz.

Al formular los objetivos de la intervención debemos proponer metas terapéuticas que sean
atractivas, interesantes, y para eso necesitamos mucha información por parte de los padres de cómo
el problema afecta la vida del niño, las verbalizaciones del niño al respecto y cómo sería mejorar
para los padres y para el niño. De este modo, al formular las metas, procurar anticipar los beneficios
que esperamos obtenga del trabajo terapéutico que haremos juntos, promover expectativas positivas
y anticipar la obtención de reforzadores. La clave está en formular los objetivos de una manera que
entusiasme, que le haga pensar al niño: “Ah! Qué bueno, eso me gusta!”

Algunas estrategias para ello serían:

 “Tus padres dicen que tú te tenés mucha vergüenza cuando la maestra te pregunta algo en
clase, y, aunque sepas la respuesta, no te animas a contestar. ¿Eso es así?...Vamos a
imaginarnos que tú ya no tenés esa vergüenza, que sos esta nena (usando muñecas como
niños de una clase con la maestra, o láminas de situaciones escolares), que se llama…, y que
sos tú, cuando hayas aprendido a ganarle a la vergüenza.” “Imagínate tú, cuando seas como
ella, que sepas que podes y te animás, que frenes los nervios y levantes la mano, en vez de
quedarte colorada y que otra vez un compañero diga lo que vos sabías y no te animaste a
responder, que en vez de eso, levantes la mano y lo digas vos, y la maestra te diga ‘buena
idea, muy bien’”; “que aprendas a hacerte más amigas y dejes de sentirte sola, y entonces te
inviten más a jugar, y que te animes a invitar a amigas a tu casa, y tengas con quien
conversar, y jugar, y divertirte...”;
 “¿Sabes porqué estás acá? Porque yo te puedo ayudar a que tengas más amigos…, a que
llores menos…, a que puedas hacer los deberes sin tantos berrinches…, a que tus
compañeros dejen de molestarte…, a que tus padres dejen de rezongarte…, a que te animes
a ir a los cumples de tus amigos…
 “Te cuento que es lo que yo hago a ver si algo de esto te sirve a ti. Yo ayudo a los niños
a…”. Al darle ejemplos variados de problemas, algunos diferentes y otros parecidos al que
presenta él, en los que solemos ayudar a los niños, concluir con la pregunta “¿algo parecido
te pasa a ti?, porque a ti también te puedo ayudar” “Una vez tuve un niñito que le pasaba
algo que lo tenía muy mal, estaba cansado de que en la escuela la maestra lo rezongara
porque no prestaba atención, molestaba, no terminaba los trabajos, se paraba del asiento, y
de que le mandara cartitas a los padres, además, los compañeros ya no querían jugar con él,
se burlaban, pero vino varias veces, trabajamos terapéuticamente y logramos lo que ese niño
necesitaba: que la maestra no tenga que decirle millones de veces ‘fulanito, atendé’ y sus
compañeros dejaron de reírse de él porque ya no los molestó más con sus payasadas, pudo,
terminar tus trabajos y la maestra empezó a decirle ‘muy bien! lo hiciste rapidísimo!’”.
 Usando títeres le proponemos construir juntos la historia de un niño que viene al
terapeuta (como se llama, por qué viene). Recordarle que esa persona ayuda a los niños a
sanar los sentimientos, preguntarle cómo cree que podría mejorar ese niño que está muy
enojado todo el día, que el hermano lo pelea, que en la escuela le va mal, pero que lo traen
acá y no le gusta, ¿qué está pensando sobre venir al terapeuta? ¿tiene miedos, como le pasa
a otros niños? (esto lo habilita a sentir lo mismo que le pasa a otros); “tal vez piensa que

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viene para hacer feliz a papá o mamá, o tal vez no quiere venir porque no cree que nadie
puede hacer que los amigos dejen de burlarse de él”, etc.
 Otros ejemplos de objetivos terapéuticos: “que se acaben las peleas en casa y haya más
paz, que estén menos peleados, tu madre te grite menos y se enoje menos contigo, porque ya
no vas a necesitar molestar a tu hermano, porque tu hermano te va a dejar de molestar a
ti....”; “que recuperes tu alegría, tus ganas, tu buen humor... y si algo te sale mal, si te
equivocas, no sea una catástrofe... y entonces puedas animarte, mostrar toda tu inteligencia y
te sientas orgulloso de ti mismo y digas ‘lo logré’”.

3. Habilidad para llevar a cabo actividades lúdicas en un contexto clínico

Sin lugar a dudas el juego será la actividad por excelencia en la terapia con niños. Es su lenguaje, su
medio natural de comunicación y exploración de sus pensamientos, sentimientos, experiencias y
comportamientos; representa una tentativa del niño de organizar sus experiencias y así nos muestra
cómo concibe su mundo (feliz, confuso, ansioso, traumático). El juego puede hacer manejable lo
inmanejable de su mundo interno, y, a la vez, indicarnos su nivel de desarrollo motor, lingüístico,
sus habilidades sociales, sus habilidades para resolver problemas, sus creencias, su visión del
mundo, de sí mismo, sus miedos, sus estrategias compensatorias.

Llevar a cabo actividades lúdicas en un contexto clínico, implica que el terapeuta debe ser capaz de:

a) construir el vínculo terapéutico mientras juega,


b) seleccionar actividades lúdicas acordes a los objetivos de la sesión y metas del tratamiento,
c) obtener información mientras juega,
d) aplicar reforzamiento y extinción mientras juega,
e) modelar alternativas de pensamientos, sentimientos y conductas,
f) variar las actividades lúdicas en la sesión y entre sesiones.

Debe tener a disposición variedad de juegos, tanto terapéuticos, que son aquellos que se venden por
catálogo, con finalidad de trabajar los sentimientos como la ira, la impulsividad, el abandono, el
duelo, el divorcio, la adopción, etc. como los comunes. Dentro de éstos, hay juegos para distender
en momentos difíciles, juegos que crean vínculo (“pasarnos algo”, “ahora tú, ahora yo”) como
pelotas, arcos, tiro al blanco, juegos que mueven sentimientos fuertes como rabia por perder,
venganzas, revanchas como armas, esposas, capas, máscaras, otros que estimulan la comunicación
verbal como las manualidades, otros para la atención y memoria, para el razonamiento y la
discriminación perceptiva, para observar la motricidad, impulsividad o estrategias de planificación
de jugadas. No pueden faltar las familias de diferentes animales tanto salvajes violentos como
amigables, y de personas incluidos los abuelos y bebes, amigos y otros adultos, cubos, maderas para
armar casas, muebles, camas, escuelas, maestras, bancos de clase, pistas con autos, todo esto para
estimular situaciones de la vida cotidiana del niño. Todo esto debe estar a la vista o a la mano del
paciente o ser seleccionados previamente por el terapeuta acorde a los objetivos de la sesión.

También es necesario tener láminas con imágenes de situaciones cotidianas de diversa índole, con
caras que reflejen los más variados sentimientos en diferentes personas que encarnen roles distintos
dentro de la sociedad, en cualquier situación. El objetivo es que el niño pueda imaginar cuentos
donde refleje qué piensan, qué sienten los personajes, qué está sucediendo, qué problema está
ocurriendo, con qué figura se está identificando y cómo resuelve la situación problemática.

El terapeuta, debe estar al día con los programas televisivos más vistos por las niñas y niños que
tenga en terapia, pues, le llegaremos más si estamos al tanto de su mundo de fantasías, de héroes,
heroínas, villanos, malos y buenos de hoy día. Es importante la diferencia de sexos y de edades en
todo esto, pues los varones tienen intereses bien diferentes a las niñas. Temas de fútbol, basketball

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algo de hokey, tal vez rugby, tennis o handball; los nombres de los mejores jugadores del momento,
los equipos que van ganando; los álbumes de figuritas de moda, las cartas de tal o cual tema, las
marcas de autos, el nintendo, los video juegos, las redes sociales de Internet, el Chat, los boliches de
“onda” para los adolescentes o las “matinees” para los que recién empiezan, y demás
entretenimientos según la edad, deben ser bien conocidos por el terapeuta. Los terapeutas más
jóvenes suelen ser en este aspecto más habilidosos para el trabajo con niños, si bien, es mejor que
estén supervisados por los más experimentados en cuanto a la conceptualización del caso y el
planteo del plan de tratamiento, así como el seguimiento de los logros y el asesoramiento
concomitante a los padres y maestros.

4. Habilidades de comunicación de un modo acorde al nivel de desarrollo infantil

Adecuar nuestras palabras y traducir conceptos complejos de manera que sean entendibles por los
pequeños, atendiendo a su nivel de desarrollo (lenguaje acorde, claro y sencillo), y,
fundamentalmente, siendo cuidadosos a la hora de formularles preguntas. Por regla general, se
recomienda reducir las demandas verbales al niño, esto es: preguntar poco, con mínimas palabras
y de manera clara, simple y comprensible. Más que preguntar, se trata de proponer o explorar
opciones de sentimientos, pensamientos o conductas, guiados por la conceptualización del caso
previamente realizada, más que interrogar. Cuando hacemos un interrogatorio tal como: “¿Como
estás? Nos va a contestar: “Bien” (dato irrelevante, pregunta inútil); ¿Qué hiciste hoy en la escuela?
“No se, no me acuerdo” (típica respuesta evasiva a una pregunta muy genérica).

Ejemplos de preguntas en sesión de terapia (niña de 9 años con déficit en Habilidades Sociales y
Resolución de Problemas)
Terapeuta: ¿Te noto medio cansada hoy?
Paciente:¡Claro, con todo lo que tuvimos que trabajar hoy, y encima, en el recreo, me sacaron la
merienda y no pude comer nada!
T: ¡Qué rabia! Te sacaron la merienda
P: Si, ¡siempre lo mismo, ese maldito niño, ya me tiene cansada! (llora)
T: Te da mucha rabia que Matías otra vez te moleste en el recreo
P: ¡Qué crees! Siempre me agarra a mí, y me pega, y la maestra no le dice nada.
T: Qué hiciste tú esta vez
P: Lo corrí por todo el recreo, pero no lo alcancé.
T: ¿Y después?
P: Después me senté en el pasto y me quedé llorando.
T: ¿Qué esperabas que ocurriera?
P: Nada.
T: ¿Nada?
P: Bueno, que viniera mi madre y me trajera otra merienda.
T: ¿Hiciste algo para que eso ocurriera?
P: No
T: ¿Entonces?
P: ¿Tenés algunas galletitas?

A diferencia de los adultos, a quienes el terapeuta puede preguntar cuando sintió mucha rabia en
esta semana, pedirle que evalúe la intensidad de esa emoción y que recuerde qué estaba pensando
en ese momento, el desarrollo del cerebro de los niños no admite esta exigencia en términos de
trabajo cognitivo. Esto no significa que no existan los esquemas cognitivo-afectivos, ni que no se
puedan explorar, sino que el método debe ser otro, menos sofisticado lingüísticamente.

Una manera que hemos encontrado sumamente útil en el abordaje de los problemas y el trabajo
cognitivo ha sido la práctica lingüística de la externalización, proveniente del ámbito de la Terapia

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Narrativa y formulada inicialmente por los terapeutas familiares australianos Michael White y
David Epston (1989, 1997,1990). A través de esta técnica el niño concretiza el problema y lo puede
ver y manejar mejor.

Veamos un ejemplo: Juguemos a que es una nube negra que se aproxima cuando tu rabia que se va
agrandando. Es necesario detener la nube antes de que llegue a tocarte porque si te toca, explotás y
perdés el control (y entonces decís todas esas palabras feas y la maestra te manda a la dirección, o tu
madre se enoja y te reta, o tu hermana le cuenta a tu padre y él se deja sin tele). Hay que parar la
nube negra de la rabia. Hay “palabras mágicas” que alejan la nube y son el “self-talking” que
expresa el paro del pensamiento.

Las características de la “externalización” son


 Separa la persona de “los problemas”.
 Crear una representación externa del problema (que puede ser un personaje, una metafora
del problema).
 El foco de atención se centra en la relación niño-problema.
 Es una forma de ver las cosas, lo que no implica que el problema está afuera o “yo no fui”.
 Se usa como un juego; jugar a que el problema está fuera para poder concretizarlo mejor.
 Es muy útil para el miedo y el enojo.

5. Habilidad para llevar a cabo, oportuna y eficazmente, entrevistas padres, maestros, u otros
adultos involucrados en el tratamiento.

La intervención terapéutica necesariamente implica al contexto familiar-escolar-social, tanto, en la


evaluación como en la intervención propiamente dicha. Como señala Ronen (1998, en Friedberg y
MacClure, 2004), “el foco de la Terapia Cognitivo-Conductual está en el tratamiento de los niños
dentro de su ambiente natural, sea familia, escuela o su grupo de pares”; siendo necesario que los
terapeutas de niños evalúen estas “cuestiones sistémicas” o de lo contrario estarían “volando a
ciegas”. El involucramiento de la familia, así como las reuniones con maestros escolares, son
cruciales para el inicio, mantenimiento y generalización de los cambios terapéuticos (Friedber y
MacClure, 2004).

Por lo tanto, los terapeutas de niños, tienen que tener habilidades para el manejo de adultos y
sería ideal que conocieran aspectos de la psicopatología que pueden presentar, ya que éstos tienen
que ser incluidos en el tratamiento del niño. No se puede modificar comportamientos en el
consultorio, si están siendo reforzados o modelados en la casa. Esto significa que los que mantienen
el esquema cognitivo del niño son las figuras significativas de su vida, las que conviven la mayor
parte del tiempo y frente a los cuales se desencadenan las emociones más primarias y
comportamientos asociados a ellas como la ira, el miedo al abandono, la inseguridad de ser amado o
protegido, los sentimientos de no ser aceptado, o serlo con condiciones, la creencia de ser
incompetente, el sentimiento de inseguridad frente a los desafíos de la vida. Frente a esto, se van
desarrollando malas estrategias de afrontamiento para lidiar con la angustia de tales emociones
negativas, comportamientos éstos, que son, por lo general, el objetivo de la consulta. Todo esto, es
necesario clarificar a los padres en una tarea difícil de psicoeducación, que tocará resortes muy
profundos de sus respectivas personalidades y los llevará a cuestionamientos importantes de sus
propias vidas como padres, como hijos, así como también sobre sus propios padres, y muchas
veces discrepancias con el integrante de la pareja más difícil de modificar. Estas dificultades
requieren de otras habilidades además de las presentadas en este artículo.

Sumariamente, el trabajo con padres, debe tocar los siguientes puntos, además de la psicoeducación
en el trastorno específico del niño en cuestión y las técnicas específicas para el mismo.

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Introducción al modelo de desarrollo
 Modelo C-C del desarrollo de la personalidad, concepto de esquema y su mantenimiento,
distorsiones cognitivas, desarrollo de estrategias de afrontamiento
 Estilos de crianza como factores que influyen en el desarrollo de la personalidad
 Necesidades básicas del niño
 Temperamento y apego

Temario del asesoramiento:


 Objetivos del comportamiento inadecuado y técnicas de extinción
 Cómo evitar la sobreprotección
 Sugerencias para facilitar el desarrollo de un autoconcepto positivo
 Técnicas de comunicación eficaz
 Técnicas de resolución de problemas
 Técnicas de disciplina
 Técnicas de autocontrol emocional
 Técnicas asertivas y habilidades sociales

Los maestros también son parte del equipo de intervención, porque pueden ayudar, desde su lugar, a
modificar comportamientos del niño por medio de la aplicación de técnicas operantes que nosotros
enseñamos oportunamente, o bien, pueden ser parte del problema en tanto, sea por su personalidad,
o por las características del colegio que las condiciona, no pueden apoyar el tratamiento. Conocer
actualizadamente las instituciones educativas de nuestro medio, tanto públicas como privadas, el
perfil de las maestras, las de preescolares y las de primaria, la enseñanza secundaria, las
características de cada colegio, el grado de apertura que tienen a recibir al terapeuta y escuchar su
propuesta, es obligación del terapeuta de niños. Se requiere de experiencia, mucha práctica
sentido común, flexibilidad, tolerancia y cautela en el manejo de la información para mantener el
secreto profesional a la vez que proporcionar los datos necesarios para que el colegio se involucre lo
suficiente en la ayuda del niño y su familia.

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REFERENCIAS

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psicológicos”. Madrid: Pirámide.

Dinkmeyer, D., McKay, G. (1981) “Padres Eficaces con Entrenamiento Sistemático” Minesota:
American Guidance Services.

Freeman,J., Epston, D., Lobovits, D. (2001). Terapia Narrativa para niños. Aproximación a los
conflictos familiares a través del juego. Buenos Aires: Paidós.

Friedberg y MacClure (2004) “A pratica clinica da terapia cognitiva com crianças e adolescentes”
Porto Alegre: Artmed

Kendall, Philip (1991) “Terapia infantil y adolescente: procedimientos cognitivo-conductuales”.


New York: The Guildford Press.

Marinho, Caballo y Silveira (2003) “Cuestiones olvidadas en la terapia conductual: las habilidades
del terapeuta” en Psicología Conductual, vol. 11, Nº1.

Meyers y Craighead (1984) “Terapia conductista con niños” New York: Plenum Press.

Millon, Theodore. (1998). “Trastornos de la personalidad. Más allá del DSM IV: Barcelona:Masson

Monk, G., Winslade, J., Crocket. K y Epston, D., editors (1997). Narrative Therapy in Practice.
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Omdhal, Doris (2000). Seminario de terapia de juego. III Congreso de Psicoterapias Cognitivas
Latino-Americanas, I Congreso Uruguayo de Psicoterapias Cognitivas. Montevideo, 6 al 8 de abril
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Stallard, Paul. (2004) “Bons pensamentos – bons sentimentos: manual de terapia cognitivo-
comportamental para crinças e adolescentes”. Porto Alegre: Artmed.

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