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HISTORIA DE LIBERTAD RELIGIOSA EN EL PERU

ESTRACTO DEL LIBRO:


“LA LIBERTAD RELIGIOSA EN EL PERU”
POR EL DR. HERBERT MONEY
EDITORIAL: LA ANTÁRTIDA S. A.
Calle: Los Ópalos 164 – Balconcillo. 1965.

INTOLERANCIA RELIGIOSA EN EL PERÚ

La historia de la República comienza con la prohibición total del culto no


católico. El Estatuto Provisional dado por el Protector, don José de San Martín,
es muy explícito al respecto. Su sección primera comienza como sigue:
“Art. 1º: La religión católica, apostólica y romana es la religión del Estado. El
gobierno reconoce como uno de sus primeros deberes el mantenerla y conservarla
por todos los medios que estén al alcance de la prudencia humana. Cualquiera
que ataque en público o privadamente sus dogmas y principios, será castigado
con severidad a proporción del escándalo que hubiere dado.
Art. 2º: Los demás que profesan la religión cristiana y disienten en algunos
principios de la religión del Estado, podrán obtener permiso del Gobierno con
consulta de su consejo de Estado para usar del derecho que les compete, siempre
que su conducta no sea trascendental al orden público.
Art. 3º: Nadie podrá ser funcionario público si no profesa la religión del
Estado”.

El proyecto de Constitución presentado al Congreso en 1827, en su Art. 3º


simplificó como sigue:
“La religión del Estado es católica, apostólica y romana; la nación la protege por
todos los medios conforme al espíritu del evangelio, y no permite el ejercicio
público de otra alguna”.

Esta era la situación en 1886, cuando la colonia inglesa decidió construir su


templo propio en la calle Pacae en la ciudad de Lima. Para poder actuar dentro
del marco legal y conseguir su personería jurídica, era formar una asociación
denominada: “La Sociedad Anglo – Americana de Instrucción Primaria y
Conferencias” y disfrazar el templo con una fachada que presentaba el aspecto
de una casa particular distinguida solo por una pequeña placa de bronce con el
letrero: “Iglesia del Buen Pastor”.

Francisco Penzotti, cuando llegó a Callao fue detenido y encarcelado bajo


el Art. 4º de la Constitución, por orden del Obispo de Arequipa por haber
ofrecido en venta las Sagradas Escrituras y haberlas comentado en la vía
pública. El presidente de la República, General Andrés A. Cáceres, ordenó la
libertad de Penzotti y cortó el proceso judicial que dio lugar la denuncia del
Obispo. Penzotti volvió a Callao para continuar su labor de colportaje, fue
denunciado nuevamente por violación del mismo Artículo y encarcelado en el
Real Felipe del Callao. Tras un proceso sensacional, fue absuelto por la Corte
Suprema y puesto en libertad el 28 de marzo de 1891. El proceso judicial que se

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siguió a causa de persecución de Penzotti resultó en oficial la tolerancia de
Culto de facto. “En adelante era posible celebrar cultos evangélicos en forma
clandestina sin la interferencia de las autoridades civiles”.

LUCHA POR LA LIBERTAD RELIGIOSA


La historia de la lucha por la libertad religiosa en el Perú comienza en
“La Platería” una pequeña aldea a orillas del Lago Titicaca, donde nació Manuel
Zúñiga Camacho. La familia había conocido mejores tiempos pero se sumió en la
miseria cuando el padre de Manuel vendió la chacra que constituía el
patrimonio familiar, y dejó a sus dependientes sin medios de sostén. En estas
circunstancias, un tío tuvo compasión del joven Manuel y le llevó consigo a los
yacimientos salitreros de Tarapacá. Allí el joven pudo asistir a la escuela y echar
las bases de una buena educación. Con ésta preparación para la vida comenzó a
trabajar como salitrero y a practicar el ahorro. Tan bien le fue en Tarapacá, que
en 1904, pudo volver a “La Platería” adquirir terrenos y comenzar a hacer algo
para mejorar la suerte de sus paisanos. Con esta finalidad, puramente altruista,
fundó la primera escuela primaria en la comunidad.
Este paso pronto despertó una vigorosa reacción de parte del clero local,
que, encabezado por el Obispo de Puno, don Valente Ampuero, organizó una
misión católica en “La Platería” con la finalidad de convencer a los indios que no
era la voluntad de Dios que recibieran instrucción de esa índole, y que si insistían en
enviar a sus niños a la escuela, se derramaría sobre ellos la ira de divina en
forma de peste, hambruna y el desencadenamiento general de las fuerzas de la
naturaleza en contra de ellos. El periódico “El Siglo” de Puno, informó de este
sermón, en que el Obispo destacó la idea de que no era la intención de Dios que el
indígena fuera otra cosa que dócil labrador de la tierra y humilde pastor de ganado.
Al ver lo poco que había logrado por estos argumentos, el Obispo
inauguró en seguida una campaña de difamación y calumnia contra la escuela y
su dueño. Camacho el fundador de la escuela fue acusado de actividades
subversivas y de intento de sublevación de la indiada contra el orden
establecido. El señor Camacho, creyendo que la presencia de un extranjero en la
comunidad serviría de freno contra estas injusticias, apeló a los misioneros
señores Juan Ritchie y Juan Jarrett y les instó a sentar sus bases cerca de él. Puesto
que ni el uno ni el otro estaban libres para aceptar esta invitación, Camacho hizo
extensiva una invitación al gran pionero de la obra Adventista en el sur, el misionero
F. A. Stahl, quién se estableció en “La Platería” en 1910. La combinación de la
obra educacional de Camacho con los servicios médicos, sociales y religiosos del
Stahl, pronto produjo una transformación radical en la vida de la comunidad.
Hubo una mengua marcada en el alcoholismo y el uso de la coca, y un
correspondiente énfasis en el aseo y la industria de la región.

La Furia del Clero


La segunda fase de la campaña episcopal para la clausura de la escuela fue
más violenta y tomó la forma de un ataque a mano armada contra los
protestantes un 03 de marzo de 1912. En compañía del gobernador y los jueces
de paz de Chuchito, y una turba de unos doscientos hombres, estimulados por
el alcohol, el Obispo se dirigió a los dominios de Camacho y Sthl. Ambos estaban
ausentes en esas fechas. Habiendo destrozado las puertas de sus casas, la turba

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destruyó todo lo que pudo encontrar. El guardián de la misión fue azotado y
todos los protestantes que estaban a la vista fueron tratados con la mayor
brutalidad. Luego fueron amarrados y obligados a marchar como prisioneros
hasta Puno. Apenas había comenzado la marcha se presentó Camacho mismo, de
regreso a su hogar. Fue denunciado en seguida por los exaltados como el gran
corruptor de los indios. Al verle, el Obispo se puso furioso, y en el curso de su
arenga a la compañía, acusó a don Manuel Z. Camacho de toda clase de
subversiones y de sediciones, y afirmaba que llevaba órdenes del Presidente de
la República para acabar con las actividades de Camacho y extirpar la herejía en
el departamento. Camacho tuvo la temeridad de responderle, que si fuera esto
cierto, las instrucciones serían tramitadas por intermedio del señor Prefecto, y
no por el Obispo. Entonces, respondiendo a las acusaciones de corruptor de los
indígenas, procedió a hacer una comparación entre la borrachera fomentada
por las fiestas religiosas y el cambio operado en la vida de la gente por el
Evangelio y la educación. Al oír esto, la ira del Obispo se desbordó por
completo. Ordenó que Camacho fuera atado como los demás, pero era tal el
respeto que le guardaba el pueblo, que nadie se movió, hasta que un cura,
habiéndose apeado de su caballo, le azotó con un látigo e instó a los demás a
seguir su ejemplo. El pobre Camacho, con sus ropas destrozadas y cubierto de
sangre, estaba en peligro de su vida hasta que el Obispo, ante los ruegos de su
menor hijo, ordenó que fuera amarrado con los otros y que se renovara la
marcha hacia Chucuito, Puno.
Llegados a dicho pueblo, el Obispo hizo repicar las campanas de la
iglesia a fin de que la comunidad se reuniera para ver lo que les esperaba a los
atrevidos que faltasen en obediencia al “taita cura”. En seguida, los presos
fueron encarcelados sin alimentos y trasladados al día siguiente a Puno, donde
sufrieron una semana de prisión, hasta el 11 de marzo, en que fueron puestos
en libertad por orden del Juez, Dr. Solórzano y referido el asunto a la Corte
Suprema de Lima.
Una vez en Lima, el señor Camacho entregó copias de su protesta contra
estos abusos al diputado por Huanta, Dr. Manuel Jesús Urbina, quien los hizo
leer en la Cámara de Diputados. Los diputados apoyaron la referencia del
asunto a la Corte Suprema y pidieron la aplicación, a los autores de los abusos,
de las sanciones correspondientes. El ejecutivo ordenó una investigación
confidencial de la situación de los indios en la región del Titicaca, pero nunca
fueron publicadas sus conclusiones. Corrieron voces, sin embargo, que no eran
nada favorables para las autoridades eclesiásticas.

Repercusiones Inesperadas
Ni los señores Camacho, ni Stahl, ni mucho menos el Obispo de Puno
soñaba que los sucesos en “La Platería” iban a preparar el camino para la
modificación de la Constitución de la República, pero efectivamente así era en
la providencia de Dios.
En ese momento nadie podía prever la emergencia de un factor, todavía
incógnito, que estaba destinado a cambiar el rumbo de la historia. Era la
intervención del ilustre pionero misionero escocés, Juan Ritchie. Precisamente
cuando se estaba desbordando la ira del Obispo de Puno contra los benefactores
de la comunidad indígena de “La Platería”, el señor Ritchie regresaba al Perú

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después de sus vacaciones en su tierra natal. Todavía no supo nada de estos
sucesos, pero sintió en lo más profundo de su ser que Dios lo estaba llamando a
mover cielo y tierra en un esfuerzo para conseguir la modificación del Art. 4º de
la Constitución y abrir el camino en el Perú para la libertad religiosa.

El Proyecto de Enmienda
La denuncia de Camacho contra el abuso e injusticia del clero surtió
efecto. El lunes 25 de agosto de 1913, el Dr. Bezada, Senador por Puno, presentó
su pedido de reformar el Art. 4º que dice: “Nación profesa la Religión Católica,
Apostólica y Romana, el Estado la protege y no permite el ejercicio público de otra
alguna”. La reforma consistía en suprimir la parte final que dice: “y no permite el
ejercicio público de otra alguna”.
La moción fue admitida a debate y referida en seguida a la Comisión de
Constitución para su estudio y recomendaciones.

Entra en Acción, Juan Ritchie


Al día siguiente del proyecto de enmienda presentado por el Senador Dr.
Bezada, el “Comercio” comunicó la noticia al público. Al leer el señor Ritchie
supo que la hora para la acción había llegado. Sin pérdida de tiempo redactó
una carta circular informando a los amigos de la libertad acerca de la iniciativa
del senador por Puno, e instándoles a bombardear a sus representantes en
ambas Cámaras, con cartas y telegramas instando su apoyo para tal medida. Al
mismo tiempo preparó formularios de petición y los envió a todas las logias,
sindicatos y demás grupos anticlericales en el país. En compañía del pastor
metodista Ruperto Algorta y el misionero adventista Maxwell, visitó al Dr. Bezada,
senador por Puno con el fin de felicitarle y asegurarle el apoyo de la comunidad
evangélica en su cruzada a favor de la libertad religiosa, quién rápidamente les
explicó que era católico hasta sus huesos, que había presentado el proyecto de
enmienda solamente para satisfacer a los liberales de su electorado. Los
pastores salieron de la oficina del Dr. Bezada decepcionados. En esos
momentos, el señor Ritchie recordó el nombre del doctor Mariano Cornejo, el otro
senador por Puno, destacado orador y hombre de vasta cultura. El Dr. Cornejo le
recibió con la mayor cordialidad, e informado de la situación, le aseguró su
simpatía y apoyo. Le dio, además, las buenas noticias de que él mismo era el
Presidente de la Comisión de Constitución. Acto seguido, los dos, trazaron su
plan de acción. El señor Ritchie se encargaría de la propaganda entre los
elementos anticlericales, y el Dr. Cornejo conseguiría la aprobación de la
Comisión de Constitución y buscaría la ocasión para presentar el proyecto en el
Senado.

Informe de la Comisión de Constitución


El 18 de setiembre de 1913, la Comisión de Constitución presentó su informe
ante la “Cámara de Senadores”, el tenor central del informe decía:
“Vuestra comisión no puede menos que felicitarse de la iniciativa del honorable
señor Bezada, que viene a llenar una necesidad clamorosamente sentida por
cuantos desean que Constitución del Perú no sea una triste excepción en los
pueblos liberales de América y Europa. El culto impuesto por la fuerza o
perseguida por los gendarmes corresponde a ideas tan lejanas de nuestro modo

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de pensar, que apenas concebimos hubieran podido existir alguna vez. Son como
los fósiles, vestigios de formas de vida que alguna vez habitaron el planeta y que
hoy nos causan extrañeza que hubieran podido existir.
Por eso vuestra comisión creería ofender la ilustración de la Cámara,
demostrando la justicia de los propósitos. Lo único que necesita observar es la
razón por la cual vuestra comisión no avanza hasta el punto, indiscutible en la
teoría, de la separación de la Iglesia del Estado, esta razón es, como bien se
comprende, la necesidad de no herir el sentimiento católico predominante en el
país, ni los intereses creados a su sobra.
Así pues la religión católica queda como religión oficial, protegida por el
Estado. La única innovación consiste en no perseguir por la fuerza las
manifestaciones de los cultos disidentes. En esta virtud, vuestra comisión os pide
que aprobéis el proyecto del honorable señor Bezada”. (Firmado por M.H.
Cornejo, y G. Schereiber, y A. Souza).

En aquel tiempo había en la “Cámara de Senadores” siempre dos sacerdotes


como senadores católicos, también en la “Cámara de Diputados” otros dos
sacerdotes. En sacerdote Valencia Pacheco apoyado por otros dos senadores
propusieron que el proyecto pase a la “Comisión de Culto Público” o se
reconsidere la discusión, ninguno de los pedidos prosperaron; ante las protestas
reiteradas de los sacerdotes senadores, se registró en el acta los siguiente: “Por
primera vez en muchos años en el Parlamento se estaba llevando a cabo un reforma
significativo para el progreso de la nación”, dijo un senador de apellido Ballón. El
proyecto fue sometido a votación y quedó aprobado con solo tres votos en
contra, dos de los cuales eran clericales.

Noticias y Comentarios al Día Siguiente:


La polvareda “provocada” en los círculos clericales por la decisión del Senado
fue “fantástica”. El periódico episcopal “La Unión” en su editorial expresó
como atropello la decisión del Senado, con comentarios a favor de la iglesia
católica y satanizando los cultos disidentes como heréticos, y que esta decisión
el país entrará en corrupción total.

Por su parte los diarios de mayor circulación como el “Comercio” y la


“Crónica” hicieron comentarios más tolerantes y no criticaron la decisión de la
Cámara de los Senadores.

El Arzobispado publicó una “carta pastoral” en argumentos en contra del


proyecto, con largos comentarios de que ésta decisión el Perú se llenaría de
religiones peligrosas con consecuencias desastrosas para la nación.
Una delegación de “Unión Católica Femenina” visitó al Presidente de la
República el Sr. Billinghurt con el propósito de que solicite al Senado la
reconsideración del asunto. Al enterarse que eso no procedía, le pidió su
influencia sobre la Cámara de Diputados para conseguir su rechazo al proyecto.
Además redactaron un manifiesto con muchos argumentos para sus adeptos
instándoles a luchar en defensa de la fe y para que los diputados no lo aprueben
el proyecto de modificación del artículo en cuestión.

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En la Cámara de Diputados:
El 25 de septiembre del año 1913, la Cámara de Diputados recibió el oficio del
Senado, remitiendo para su revisión del proyecto de reforma en cuestión. El
diputado de apellido Chaparro pidió que se someta de inmediato a aprobación,
con éstas palabras: “Yo creo que la honorable Cámara no puede discutir este punto y
que por dignidad debe dispensársele del trámite de comisión y dar preferencia en el
debate, pues no es posible que el Perú aparezca ante las naciones civilizadas como que
recién se va dando cuenta de que existe en su carta fundamental un baldón contra la
libertad del pensamiento, y que recién trata de reaccionar para hacerlo desaparecer”.

El sacerdote diputado, Sr. Sánchez Díaz apoyado por algunos se opuso a la


moción, sus observaciones provocaron una enérgica reacción del diputado
Chaparro, quien dijo: “…. El celo de mis compañeros Sánchez Díaz y Santos
defienden la permanencia en nuestra constitución de un artículo que es un privilegio
para la religión católica; pero muy por encima deben estar los grandes intereses de la
nación. Por eso se ha iniciado la reforma del Art. 4° de nuestra Carta Fundamental;
reforma que permite gocen de igualdad de derechos todos lo que pueden manifestar o
exteriorizar públicamente sus sentimientos religiosos, porque no hay razón para dar a
unos lo que no se concede a otros….”.

Comenzó la discusión con oposición acalorada de diputados sacerdotes y el


apoyo algunos allegados. Obviamente hubo largas discusiones con aplausos y
vivas desde los balcones de barras a favor de discursos en defensa católica. Los
diputados sacerdotes habían preparado largos discursos a favor de la fe católica
y en contra de evangélicos que serían la desgracia de la nación.

Las intervenciones de los diputados liberales que defendían la “libertad de


pensamiento y conciencia” eran interesantes y favorecían la libertad religiosa,
tales como el comentario del Sr. Quimper:
“Ahora comprendo, Excelentísimo Señor, el por qué después de varios siglos de la
dominación de la conciencia, la Iglesia nos dejó un 90% de ignorantes y analfabetos;
precisamente para que no estuviesen preparados para la reforma”

El diputado Balbuena, dijo: “…. La iglesia y el Estado actúan en dos centros


distintos y tienen finalidades distintas; entonces consignando el respeto a todas las
creencias, resulta incompatible que en la carta o ley fundamental de un Estado o
Institución política se contemple exclusiones que se refieren al orden religioso. Esto es
tan fundamental y sustantivo, excelentísimo señor, que basta exponer estas ideas y
consideraciones para demostrar la urgencia que existe, para que desaparezca de nuestra
carta fundamental un principio como lo que consigna el Art. 4°……”.

Había un quórum de 63 representantes, los diputados que estuvieron de


acuerdo con la modificación del famoso artículo, suprimiendo la última frase se
pusieron de pie y el proyecto fue aprobado por la mayoría el día 3 de Octubre
de 1913, con un aplauso ensordecedor.

Problemas de Promulgación:

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Había pasado un año y no habían dado el trámite debido, faltaba emitir el
dictamen y su promulgación. El senador de apellido Bezada el proponente del
proyecto de modificación del artículo 4°, propuso nuevamente en la Cámara
Alta para resuelva el asunto lo más inmediato.

Después de postergaciones y largas discusiones, especialmente un esfuerzo


gigantesco del clero católico con su representante el sacerdote y senador
Sánchez Díaz, más las amenazas de la gente desde las galerías diciendo: “Viva
la iglesia católica y mueran los herejes”; en la sesión del día 11 de noviembre de
1915, fue aprobado el proyecto de la libertad religiosa.

El momento de la promulgación:
Ante los bulliciosos reclamos y protestas de las gentes en los balcones, el
presidente del congreso anunció el propósito de la reunión y promulgó la
siguiente ley: “……El Congreso de la República Peruana, ha dado la ley siguiente:
Artículo único. – Suprímase del Artículo 4° de la Constitución la parte final que dice:
<Y no se permite el ejercicio público de otra alguna>; quedando concebido este artículo
en los siguientes términos:
Artículo 4°. – La nación profesa la Religión Católica, Apostólica y Romana, y el Estado
la protege. Comuníquese al Poder Ejecutivo para que disponga lo necesario a su
cumplimiento. Dada en la sala de sesiones del Congreso. Lima a los 23 días de
Noviembre de 1915.

Por su puesto, terminada la lectura de la promulgación de ley, hubo reacciones


violentas de los que no estuvieron de acuerdo. Las mujeres en las galerías
protestaron a voz en cuello, los senadores sacerdotes y los que le apoyaban se
levantaron de sus escaños avanzaron en actitud amenazadora hacia el estrado.
En un arrebato de furor el sacerdote Sánchez Díaz agarró la ley del despacho y
la rompió en pedazos. Los legisladores estuvieron escandalizados. El hemiciclo
era un pandemonio. El presidente gritó por encima del tumulto: “Se levanta la
sesión”.

Esta sesión colocó al Perú a la par con las demás naciones Latinoamericanas.
Los temores del clero no se realizaron, sus profecías no de desastre no se
cumplieron, el Perú ha sobrevivido la prueba, los evangélicos son buenos
ciudadanos como el que más, y después de medio siglo de libertad de culto, el
porvenir de la Patria es más brillante que nunca.

Después del 11 de Noviembre de 1915, ya era lícito, y teóricamente posible,


construir templos no católicos sin necesidad de ocultar su verdadero carácter.
El primer templo evangélico construido en el Perú era el de los Metodistas en la
Victoria, inaugurado en 1924. Sin embargo, y no obstante el levantamiento de la
prohibición contra el culto público no católico, seguía siendo difícil conseguir la
autorización necesaria para la construcción de templos evangélicos, debido a la
influencia clerical en la administración civil.

Por otro lado, Decretos Supremos como el de 04 de Enero de 1945 demuestran


claramente que no existe plena libertad religiosa en el Perú:

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“Art. 1º: El culto correspondiente a todas las religiones se realizará
exclusivamente dentro de los respectivos templos, excepto de la religión que el
Estado protege, conforme a la Constitución.
Art. 2º: Se prohíbe realizar reuniones o actos de propaganda religiosa no
católica en parques, plazas y demás lugares públicos.
Art. 3º: Los que contravengan las disposiciones del presente Decreto serán
denunciados como autores del delito a que se refiere el inciso primero del Art.
393 del Código Penal”.

Dicho Decreto fue diversamente interpretado durante mucho tiempo, y con


frecuencia ha sido invocado en las provincias para impedir las reuniones
evangélicas en casas particulares y aun en locales alquilados para los cultos. No
solo impedían reuniones de cristianos evangélicos, sino también impedían la
venta de la Biblia.

NOTA IMPORTANTE

La ley de la Libertad de Culto es todo un proceso que se va desarrollando e


implica años de lucha.

La prohibición total de confesiones no católicas se dio con la “tolerancia de


facto”. Término de latín, que significa “de hecho”, es decir no reconocida
formalmente, pero que en la práctica se da obligado por las circunstancias, pero
no legalmente. La tolerancia “de facto” llevó a la “tolerancia de jure”, es decir
tolerancia “por derecho”. Lo que significa se tolera en base a una ley
oficialmente dada.

Actualmente existe aparentemente “libertad de culto”, en base al principio de la


libertad de conciencia, igualdad y la no discriminación que el actual
Constitución del país lo reconoce. Sin embargo, no existen normas para tratar
por igual a las confesiones no católicas, el Estado peruano sigue protegiendo y
favoreciendo a la Iglesia Católica.

Resumen hecho por Vidal Bravo.

Libertad Religiosa.doc

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