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CÍRCULO DE LECTORES
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CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
SESIÓN 1
10:40- ¿Cómo funcionan A través de la participación de los Atiende las expectativas y Hoja impresa
11:00 docentes que expongan ante el necesidades de los estudiantes y lápiz
los círculos en los
grupo cómo funciona el círculo de contribuye a la solución de los
centros? lectores en su centro. Qué papel problemas de la escuela
desempeñan en ello. mediante el esfuerzo común con
otros docentes, directivos y
miembros de la comunidad.
11- RECESO
11:30
11:30- Explorando las Preguntar al grupo que papel tiene Identifica las características Hoja impresa
12:00 la lectura en su práctica cotidiana y propias de los estudiantes en lo lápiz
prácticas de los
propiciar el análisis y reflexión de individual y en grupo, y
docentes con éste aspecto. desarrolla estrategias docentes
respecto a la lectura apropiadas.
12:12:30 Consejos para que Formar equipos para que Identifica las características Texto
represente cada equipo un consejo propias de los estudiantes en lo
un estudiante
para aborrecer la lectura. individual y en grupo, y
aborrezca la lectura Reflexión grupal al final de la desarrolla estrategias docentes
representación apropiadas.
12:30- Armar una Plantearles la pregunta ¿cómo Fomenta el gusto por la lectura y Documento
13:00 puedo formar una biblioteca en mi por la expresión personal en impreso
biblioteca en el
centro? forma oral y escrita. Hojas
centro escolar Diseña planes de trabajo basados Cartulinas
en la investigación, la lectura y la Pinturas
realización de proyectos, Listón
orientados a la formación de Galón
competencias. Papel bond
Hojas de color
Propuesta para armar Leer el texto y comentar de que Diseña planes de trabajo basados Hojas blancas
13:00- una biblioteca en el manera pueden llevarlo acabo en en la investigación, la lectura y la lápiz
13:30 centro su centro. realización de proyectos,
orientados a la formación de
competencias.
13:30- Dejar de tarea la lectura
de un texto por equipo
2
14:00
Para la sesión siguiente.
Evaluación de la sesión
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13:00 Recomendaciones Lectura individual de texto Fomenta el gusto por la Texto impreso
Horacio Quiroga : Manual del
13:30 para escribir un lectura y por la expresión Hojas
perfecto cuentista.
cuento Intercambio de experiencias. personal en forma oral y lápiz
Comentar el texto. escrita.
Motivar a los docentes para
que escriban un cuento
.Tarea para la sesión
siguiente.
13:30- Evaluación de la sesión 13:30-14:00
14:00
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SESIÓN 3
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CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
Introducción
Los círculos de lectores tienen como propósito primordial fomentar el gusto por la lectura, la
expresión oral y escrita; parten de considerar a la lectura como un proceso básico y
fundamental para acceder a la información, el conocimiento y la cultura. La lectura es una
fuente primordial para el esparcimiento, el gozo y disfrute. El autor puede trasportar al lector,
a través de sus líneas, a conocer mundos inimaginados, formas de pensar y sentir diversos y
variados. Para ello, el lector parte de sus conocimientos y experiencias previas, que le
permiten dar un significado al texto y en el que a través de su lectura, recrea, goza y lo disfruta
. De ahí que no hay una única interpretación del texto, sino diversas, pues cada lector lo
significa y recrea de manera diferente. No es un lector pasivo, sino todo lo contrario, pues
adopta una postura ante el texto que le permite tomar de éste aquello con lo que se identifica;
replantear aquello que el considera pertinente, e incluso ir más allá de lo que el mismo autor le
comunica. Además, la lectura potencia sus capacidades intelectuales e imaginación. El practicar
la lectura día a día, permite al estudiante, ampliar su vocabulario, conocer otras formas de
expresión y visualizar la forma correcta en que se escriben las palabras.
En los círculos de lectores los participantes se reúnen y comparten la lectura de un texto que
eligieron, a partir de sus intereses y gustos. A partir de este momento, lo confrontan con sus
experiencias, observaciones y conocimientos, comentan lo que entendieron del texto
(comprensión); intercambian opiniones, para de ahí externar su reflexión y/o crítica, con
respecto al texto. Este, es el momento más enriquecedor para la formación del estudiante
pues es lo que les permite, incorporar nuevos conocimientos, potenciar el pensamiento
reflexivo y crítico, incrementar su vocabulario y practicar su expresión oral (posteriormente su
expresión escrita). Es imprescindible que el docente, coordine la participación de los chicos,
aclare alguna duda, les lea en voz alta, motive y/u oriente a los estudiantes hacia la búsqueda
de textos que les permita ahondar sobre un tema que haya despertado su interés durante la
reunión1. En otras palabras, el docente no es quien debe dominar la palabra en el intercambio
de comentarios y/u opiniones, sino los estudiantes; el docente sólo acompaña a los jóvenes
durante la actividad y propicia un ambiente de comunicación, respeto y apertura a ideas y
formas de pensar diferente.
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El tema que investiguen puede emplearse para que cada quien comparta lo que encontró en la próxima reunión del
círculo.
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La presente antología se integra de una serie de lecturas que abordan algunos de los elementos
ya señalados en la presente introducción. Al final se indican los documentos que se consultaron
para seleccionarlas y que el lector puede consultar para una lectura completa .
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La mochila
Cuentan que Júpiter, antiguo dios de los romanos, convocó un día a todos los
animales de la tierra.
Cuando se presentaron les preguntó, uno por uno, si creían tener algún defecto.
De ser así, él prometía mejorarlos hasta dejarlos satisfechos.
-¿Qué dices tú, la mona? -preguntó.
-¿Me habla a mí? -saltó la mona-. ¿Yo, defectos? Me miré en el espejo y me vi
espléndida. En cambio el oso, ¿se fijó? ¡No tiene cintura!
-Que hable el oso -pidió Júpiter.
-Aquí estoy -dijo el oso- con este cuerpo perfecto que me dio la naturaleza.
¡Suerte no ser una mole como el elefante!
-Que se presente el elefante...
-Francamente, señor -dijo aquél-, no tengo de qué quejarme, aunque no todos
puedan decir lo mismo. Ahí lo tiene al avestruz, con esas orejitas ridículas...
-Que pase el avestruz.
-Por mí no se moleste -dijo el ave-. ¡Soy tan proporcionado! En cambio la jirafa, con
ese cuello...
Júpiter hizo pasar a la jirafa quien, a su vez, dijo que los dioses habían sido
generosos con ella.
-Gracias a mi altura veo los paisajes de la tierra y el cielo, no como la tortuga que
sólo ve los cascotes.
La tortuga, por su parte, dijo tener un físico excepcional.
-Mi caparazón es un refugio ideal. Cuando pienso en la víbora, que tiene que vivir a la
intemperie...
-Que pase la víbora -dijo Júpiter algo fatigado.
Llegó arrastrándose y habló con lengua viperina:
-Por suerte soy lisita, no como el sapo que está lleno de verrugas.
-¡Basta! -exclamó Júpiter-. Sólo falta que un animal ciego como el topo critique los
ojos del águila.
-Precisamente -empezó el topo-, quería decir dos palabras: el águila tiene buena
vista pero, ¿no es horrible su cogote pelado?
-¡Esto es el colmo! -dijo Júpiter, dando por terminada la reunión-. Todos se creen
perfectos y piensan que los que deben cambiar son los otros.
Suele ocurrir.
Sólo tenemos ojos para los defectos ajenos y llevamos los propios bien ocultos,
en una mochila, a la espalda.
Jean de La Fontaine
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La lectura se contagia.
Juan Villoro
Obligarle a leer.
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Trasmite valores.
Mejora del rendimiento académico.
Mejora el uso de la ortografía y gramática.
Enriquece el nivel cultural y vocabulario.
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Una larga frecuentación de personas dedicadas entre nosotros a escribir cuentos, y alguna
experiencia personal al respecto, me han sugerido más de una vez la sospecha de si no hay, en
el arte de escribir cuentos, algunos trucos de oficio, algunas recetas de cómodo uso y efecto
seguro, y si no podrían ellos ser formulados para pasatiempo de las muchas personas cuyas
ocupaciones serias no les permiten perfeccionarse en una profesión mal retribuida por lo
general y no siempre bien vista.
Esta frecuentación de los cuentistas, los comentarios oídos, el haber sido confidente de sus
luchas, inquietudes y desesperanzas, han traído a mi ánimo la convicción de que, salvo contadas
excepciones en que un cuento sale bien sin recurso alguno, todos los restantes se realizan por
medio de recetas o trucos de procedimiento al alcance de todos, siempre, claro está, que se
conozcan su ubicación y su fin.
Varios amigos me han alentado a emprender este trabajo, que podríamos llamar de divulgación
literaria, si lo de literario no fuera un término muy avanzado para una anagnosia elemental.
Un día, pues, emprenderé esta obra altruista, por cualquiera de sus lados, y piadosa, desde
otros puntos de vista.
Hoy apuntaré algunos de los trucos que me han parecido hallarse más a flor de ojo. Hubiera
sido mi deseo citar los cuentos nacionales cuyos párrafos extracto más adelante. Otra vez será.
Contentémonos por ahora con exponer tres o cuatro recetas de las más usuales y seguras,
convencidos de que ellas facilitarán la práctica cómoda y casera de lo que se ha venido a llamar
el más difícil de los géneros literarios.
Comenzaremos por el final. Me he convencido de que, del mismo modo que en el soneto, el
cuento empieza por el fin. Nada en el mundo parecería más fácil que hallar la frase final para
una historia que, precisamente, acaba de concluir. Nada, sin embargo, es más difícil.
Encontré una vez a un amigo mío, excelente cuentista, llorando, de codos sobre un cuento que
no podía terminar. Faltábale sólo la frase final. Pero no la veía, sollozaba, sin lograr verla así
tampoco.
He observado que el llanto sirve por lo general en literatura para vivir el cuento, al modo ruso;
pero no para escribirlo. Podría asegurarse a ojos cerrados que toda historia que hace sollozar a
su autor al escribirla, admite matemáticamente esta frase final:
"¡Estaba muerta!"
Por no recordarla a tiempo su autor, hemos visto fracasar más de un cuento de gran fuerza. El
artista muy sensible debe tener siempre listos, cómo lágrimas en la punta de su lápiz, los
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admirativos.
Las frases breves son indispensables para finalizar los cuentos de emoción recóndita o
contenida. Una de ellas es:
Y cuando la amargura y un cierto desdén superior priman en el autor, cabe esta sencilla frase:
Y ésta, por fin, que por demostrar gran dominio de sí e irónica suficiencia en el género, no
recomendaría a los principiantes:
"El cuento concluye aquí. Lo demás, apenas si tiene importancia para los personajes".
Esto no obstante, existe un truco para finalizar un cuento, que no es precisamente final, de gran
efecto siempre y muy grato a los prosistas que escriben también en verso. Es este el truco del
"leitmotiv".
Final: "Allá a lo lejos, tras el negro páramo calcinado, el fuego apagaba sus últimas llamas..."
Comienzo del cuento: "Silbando entre las pajas, el fuego invadía el campo, levantando grandes
llamaradas. La criatura dormía..."
De mis muchas y prolijas observaciones, he deducido que el comienzo del cuento no es, como
muchos desean creerlo, una tarea elemental. "Todo es comenzar". Nada más cierto, pero hay
que hacerlo. Para comenzar se necesita, en el noventa y nueve por ciento de los casos, saber a
dónde se va. "La primera palabra de un cuento -se ha dicho- debe ya estar escrita con miras al
final".
De acuerdo con este canon, he notado que el comienzo exabrupto, como si ya el lector
conociera parte de la historia que le vamos a narrar, proporciona al cuento insólito vigor. Y he
notado asimismo que la iniciación con oraciones complementarias favorece grandemente estos
comienzos. Un ejemplo:
"Como Elena no estaba dispuesta a concederlo, él, después de observarla fríamente, fue a coger
su sombrero. Ella, por todo comentario, se encogió de hombros".
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Yo tuve siempre la impresión de que un cuento comenzado así tiene grandes posibilidades de
triunfar. ¿Quién era Elena? Y él, ¿cómo se llamaba? ¿Qué cosa no le concedió Elena? ¿Qué
motivos tenía él para pedírselo? ¿Y por qué observó fríamente a Elena, en vez de hacerlo
furiosamente, como era lógico de esperar?
Véase todo lo que del cuento se ignora. Nadie lo sabe. Pero la atención del lector ya ha sido
cogida por sorpresa, y esto constituye un desiderátum, en el arte de contar.
He anotado algunas variantes a este truco de las frases secundarias. De óptimo efecto suele ser
el comienzo condicional:
"De haberla conocido a tiempo, el diputado hubiera ganado un saludo, y la reelección. Pero
perdió ambas cosas".
A semejanza del ejemplo anterior, nada sabemos de estos personajes presentados como ya
conocidos nuestros, ni de quién fuera tan influyente dama a quien el diputado no reconoció. El
truco del interés está, precisamente, en ello.
"Como acababa de llover, el agua goteaba aún por los cristales. Y el seguir las líneas con el dedo
fue la diversión mayor que desde su matrimonio hubiera tenido la recién casada".
Nadie supone que la luna de miel pueda mostrarse tan parca de dulzura al punto de hallarla por
fin a lo largo de un vidrio en una tarde de lluvia.
De acuerdo con mis impresiones tomadas aquí y allá, deduzco que el truco más eficaz (o
eficiente, como se dice en la Escuela Normal), se lo halla en el uso de dos viejas fórmulas
abandonadas, y a las que en un tiempo, sin embargo, se entregaron con toda su buena fe los
viejos cuentistas. Ellas son:
¿Qué intriga nos anuncian estos comienzos? ¿Qué evocaciones más insípidas, a fuerza de
ingenuas, que las que despiertan estas dos sencillas y calmas frases? Nada en nuestro interior se
violenta con ellas. Nada prometen ni nada sugieren a nuestro instinto adivinatorio. Puédese, sin
embargo, confiar en su éxito... si el resto vale. Después de meditarlo mucho, no he hallado a
ambas recetas más que un inconveniente: el de despertar terriblemente la malicia de los
cultores del cuento. Esta malicia profesional es la misma con que se acogería el anuncio de un
hombre al que se dispusiera a revelar la belleza de una dama vulgarmente encubierta:
"¡Cuidado! ¡Es hermosísima!"
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Existe un truco singular, poco practicado, y, sin embargo, lleno de frescura cuando se lo usa con
mala fe.
Este truco es el del lugar común. Nadie ignora lo que es en literatura el lugar común. "Pálido
como la muerte" y "Dar la mano derecha por obtener algo" son dos bien característicos.
Llamamos lugar común de buena fe al que se comete arrastrado inconscientemente por el más
puro sentimiento artístico; esta pureza de arte que nos lleva a loar en verso el encanto de las
grietas de los ladrillos del andén de la estación del pueblecito de Cucullú, y la impresión sufrida
por estos mismos ladrillos el día que la novia de nuestro amigo, a la que sólo conocíamos de
vista, por casualidad los pisó.
Esta es la buena fe. La mala fe se reconoce en la falta de correlación entre la frase hecha y el
sentimiento o circunstancia que la inspiran.
Ponerse pálido como la muerte ante el cadáver de la novia es un lugar común. Deja de serlo
cuando al ver perfectamente viva a la novia de nuestro amigo, palidecemos hasta la muerte.
"Yo insistía en quitarle el lodo de los zapatos. Ella, riendo, se negaba. Y, con un breve saludo,
saltó al tren, enfangada hasta el tobillo. Era la primera vez que yo la veía; no me había seducido,
ni interesado, ni he vuelto más a verla. Pero lo que ella ignora es que, en aquel momento, yo
hubiera dado con gusto la mano derecha por quitarle el barro de los zapatos".
Es natural y propio de un varón perder su mano por un amor, una vida o un beso. No lo es ya
tanto darla por ver de cerca los zapatos de una desconocida. Sorprende la frase fuera de su
ubicación psicológica habitual; y aquí está la mala fe.
El tiempo es breve. No son pocos los trucos que quedan por examinar. Creo firmemente que si
añadimos a los ya estudiados el truco de la contraposición de adjetivos, el del color local, el
truco de las ciencias técnicas, el del estilista sobrio, el del folklore, y algunos más que no
escapan a la malicia de los colegas, facilitarán todos ellos en gran medida la confección casera,
rápida y sin fallas, de nuestros mejores cuentos nacionales...
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Nada más provechoso puede hacerse para mejorar en todos sus órdenes la vida
nacional, que multiplicar los lectores, fomentar la afición a leer diarios, revistas y, sobre
todo, libros. Tarea enorme y difícil en la que mucha gente trabaja y que no puede
llevarse a cabo en poco tiempo.
Felipe Garrido
Centro de Enseñanza para Extranjeros, UNAM
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En los últimos años, la mayor parte de los mexicanos ha sido alfabetizada; es decir, ha
aprendido a leer y escribir, al menos en forma rudimentaria. En la actualidad, sin
embargo, unas doce o trece de cada cien personas mayores de ocho años todavía son
analfabetas. Eso significa que, en principio, hay más de 60 millones de mexicanos
capaces de leer y escribir.
Los lectores habituales, sin embargo, son pocos, y los lectores de libros son todavía
muchos menos. Relativamente, abundan quienes leen diarios, revistas, fotonovelas,
historietas... Se calcula que unos doce millones de personas suelen comprar esta clase
de publicaciones. En cambio, se estima que hay apenas poco más de medio millón de
compradores de libros.
¿Es malo leer fotonovelas o historietas? No. Lo malo es que alguien no sea capaz de leer
nada que vaya más allá de las fotonovelas y las historietas. Que no tenga la costumbre
de leer un texto más o menos largo, de páginas completas, en lugar de las frases
elementales de los globitos, donde no hay espacio para profundizar en las ideas, en la
información ni en la naturaleza de los personajes.
Quien está tan acostumbrado a leer sólo fotonovelas, historietas y otras publicaciones
por el estilo, que no puede leer textos más extensos y complicados, en realidad nunca
ha aprendido a leer de a de veras.
Significa que se ha descubierto que la lectura es una parte importante de la vida; que la
lectura es una fuente de experiencias, emociones y afectos; que puede consolarnos,
darnos energías, inspirarnos. Significa que se ha descubierto el enorme poder de
evocación que tiene la lectura. Que alguien lea por puro gusto, por el placer de leer, es
la prueba definitiva de que realmente es un buen lector, de que tiene la afición de leer.
Hay más de catorce millones de niños en primaria que cada día tienen en las manos por
lo menos el libro único de texto. Hay millón y medio de estudiantes de nivel superior. Si
incluimos uno y otros extremos, hay en total unos veintitrés millones de estudiantes
que leen y consultan muchos libros de texto. Estas personas, ¿no son lectores?
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En realidad, la mayoría de ellos no lo son. Casi siempre los libros de texto se leen sólo
por obligación, y por lo mismo leen mal, sin comprenderlos bien, sin que cumplan con
su función más importante, que sería abrir nuevos horizontes. Por eso la mayoría de los
estudiantes, aunque pasen muchos años en la escuela y consulten o lean muchos libros
de texto, finalmente no se convierten en lectores auténticos.
Además, al salir de primaria la mayor parte de los niños no tienen libros ni revistas en su
casa, ni están acostumbrados a conseguirlos en una biblioteca, de manera que
difícilmente pueden seguir leyendo.
Hay un solo camino: se aprende a leer leyendo. Las habilidades que necesita el lector se
forman con la propia lectura. La enseñanza de la lectura no puede reducirse a la simple
alfabetización, a la mera adquisición de la habilidad de reconocer las letras y las
palabras; debe incluir el desarrollo de la capacidad de entender y sentir el texto, así
como de la afición a la buena lectura.
El lector auténtico se reconoce porque lee por su propia voluntad, porque comprende y
siente lo que lee, porque le gusta y necesita leer.
Leer significa adquirir experiencias e información; ser activo. Se lee atribuyendo a los
signos escritos o impresos un sentido; se lee organizando las palabras, las frases y la
totalidad de una obra en unidades de significado. Por otra parte, este proceso
contribuye enormemente al desarrollo de las facultades del intelecto, las emociones y la
imaginación.
Para lograr una buena lectura hace falta seguir, sentir y comprender el texto no por las
palabras sueltas, sino combinando las frases, los párrafos, las secciones o capítulos en
unidades de significado cada vez más amplias, hasta llegar a la comprensión de una obra
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Sólo quien lee mucho llega a ser buen lector. Los conocimientos, las expectativas y las
experiencias de cada persona desempeñan un papel decisivo en esta tarea. Para cada
lector, la lectura de un mismo texto se vuelve algo personal.
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Si los padres leyeran a sus hijos quince minutos cada día; si los
maestros leyeran a sus alumnos quince minutos cada día —no para
estudiar, sino por gusto, por divertirse—;
si lográramos fundar muchos Rincones y talleres de lectura para niños, para jóvenes y
para adultos, en todo el país;
Para leer con los hijos, con los alumnos, con los amigos, con los compañeros de trabajo,
hace falta que los padres, los maestros, los bibliotecarios, los promotores de clubes,
centros, grupos y talleres de lectura sean ellos mismo lectores, que estén interesados en
comunicar su gusto por la lectura, y dispuestos a dedicar ganas y tiempo a esta
actividad.
Padres, maestros, bibliotecarios y promotores deben conocer las habilidades, gustos y
antipatías de sus hijos, alumnos y compañeros, para saber qué deben leerles; deben
contar con una variedad de materiales de lectura y tener acceso a un acervo de libros o
a una biblioteca apropiados; estar conscientes de sus fallas y de sus logros; trabajar
intensamente para hacerse cada vez mejores lectores. Es decir, también ellos deben leer
todos los días y buscar que sus lecturas sean cada vez de mayor calidad.
que usted puede hacer, si no tiene otras personas con quién leer, es ocuparse de su
propia carrera de lector.
Lea con sus hijos o con sus alumnos o con sus compañeros libros que le interesen
y le gusten y que usted intuya que pueden entretener y gustar a sus hijos o a sus
alumnos de inmediato, sin complicaciones. Si un libro le aburre a usted, lo más
probable es que fastidie también a los niños y a los lectores menos experimentados.
Lean en voz alta a sus hijos o a sus alumnos con la mayor frecuencia posible. Lo
ideal es que la lectura, como las comidas, sea todos los días.
En los Rincones, los talleres y los grupos de lectura las sesiones deben ser al menos una
vez por semana, pues la repetición, la frecuentación de una actividad es lo que va
formando un hábito, una afición.
Trate de establecer un momento fijo para la lectura en voz alta. Después de la
merienda o antes de dormir, en la casa. Al comenzar o al terminar la jornada, en la
escuela. Así, el tiempo de lectura se irá convirtiendo en un momento especial, previsible
y esperado. Leer juntos, comentar lo que se lee, ayudará a todos a comprender las
lecturas y a expresarse.
No presione a los niños ni les pida que estén quietos o callados, permítales reaccionar a
la lectura —también en la escuela pueden reírse o asustarse o asombrarse. Permítales
expresarse. Déjelos hablar y escribir. Si quiere, deles papel, lápices, piezas de madera
para que estén ocupados durante la lectura. El arte de escuchar y de comprender lo que
se escucha se desarrolla con el tiempo. No espere resultados de un día para otro.
Empiece leyendo textos cortos y vaya alargándolos poco a poco para que aumente
la capacidad de atención de quienes lo escuchan. Cuando llegue a libros más
extensos, lea una parte por día hasta terminarlos.
No empiece a leer una obra sin conocerla; podría suceder que a media lectura descubra
que no es suficientemente interesante o que resulta inconveniente para determinado
grupo. Si finalmente un libro termina por ser aburrido, déjelo de lado. La lectura debe
ser, sobre todas las cosas, una ocupación gozosa. No tema experimentar con otros libros
que usted crea interesantes.
Para dar la entonación, el volumen y el ritmo que cada lectura necesite, lo más
importante es haberla comprendido. Con las inflexiones de la voz, con las pausas, con el
ritmo se le da intención a la lectura y se hace comprensible el texto.
Siempre que salga, tenga un libro a la mano, sobre todo si va con niños. Los viajes, las
salas de espera, los transportes públicos, las colas pueden ser lugares y ocasiones
propicios para leer.
Ponga el ejemplo. Si los demás lo ven leer, lo imitarán; aprenderán a tratar los libros, a
leer con sentido, a compartir su interés, su entusiasmo y su curiosidad. Aprenderán a
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hablar y a escribir sobre lo que escuchan y lo que leen. Responda con buen ánimo y
detalladamente toda pregunta que suscite la lectura.
La influencia del ambiente familiar y escolar es decisiva para los intereses de los jóvenes.
Es muy importante la cantidad y el tipo de libros a que tiene acceso el niño. Mientras
mayor sea la variedad, mejor para ellos. La lectura de obras literarias ejerce una gran
influencia en el desarrollo del lenguaje; es el único medio para formar el buen gusto de
los lectores, y un recurso invaluable para explorar y conocer, en su sentido más amplio,
la naturaleza de los seres humanos.
En ningún lugar el lenguaje se utiliza de manera más amplia, más rica, más compleja,
más llena de significados que en las obras literarias. Un lector que no disfruta los
cuentos, las novelas, los ensayos, el teatro y la poesía es un lector a medias.
Para interesar a los lectores en formación, hay que buscar libros que correspondan a su
nivel; que les interesen; que traten de sus preocupaciones y problemas, que les
permitan identificarse con los personajes, proyectar sus propios deseos y esperanza.
Libros que se ocupen de explorar las necesidades fundamentales de los seres humanos
—compañía, seguridad, amor—; que provoquen emociones, ofrezcan experiencias y
ejerciten el intelecto.
Una persona alfabetizada —niño o adulto— puede repetir cada palabra de una página
sin entender lo que dice, como sucede cuando leemos sobre una materia o en una
lengua que desconocemos. Esa clase de lectura desaliente a cualquiera y no sirve de
nada.
Muchos niños —y adultos— no leen libros porque los primeros dos o tres que trataron
de leer fueron demasiado difíciles para ellos.
Muchos niños —y adultos no leen libros porque no saben leer bien, porque no
entienden lo que leen; y no pueden leer bien ni entender lo que leen porque no han
leído suficientes libros. Hay que romper este círculo vicioso ayudándolos a que
encuentren lecturas a su alcance, que tengan interés y sentido para ellos. Leer es un
modo de madurar fisiológica y culturalmente.
Los libros más difíciles no forman los mejores lectores si no se leen a su debido tiempo.
Los mejores lectores son los que han leído más libros, en un camino de superación,
leyendo materiales que tengan cada vez mayor calidad. Los mejores lectores son
quienes han tenido mayor oportunidad para disfrutar libros suficientemente accesibles,
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que les han dado más confianza y seguridad. Esos lectores ya se irán ocupando de libros
cada vez más difíciles.
En general, un libro es más difícil de leer mientras tenga más niveles de significado, más
planos descriptivos y narrativos; mientras profundice más en los temas que toca.
Lo más importante es cuidar que la lectura sea interesante: que responda a los
intereses básicos de los lectores y se pueda entender. Nadie encontrará interesante lo
que no entiende.
4)los que encuentran placer en el lenguaje mismo. Estos intereses pueden encontrarse
combinados en cada lector.
Es importante que los lectores incipientes aprendan a poner en tela de juicio lo que
leen. Una lectura crítica puede y debe desarrollarse desde muy temprana edad.
Anime al niño —y al adulto— para que tenga su pequeña o su gran biblioteca personal,
con libros regalados y con libros que cada quien, incluso los niños, debe comprar con su
propio dinero.
Conviene que usted hable con sus hijos, sus alumnos, sus compañeros; que les cuente
historias; que lea con ellos en voz alta todas las veces que sea posible. Que les permita
hablar, contar historias, leer con usted. Hablar y escribir, escuchar y leer son
actividades íntimamente relacionadas. No puede leer quien no comprenda lo que se le
cuenta. No puede escribir quien no sea capaz de expresarse hablando.
Lea fragmentos a sus hijos, sus alumnos, sus compañeros, y luego deje que ellos
terminen por su cuenta.
Participe en las lecturas de sus hijos, sus alumnos, sus compañeros. Platique con ellos
acerca de lo que han leído y sobre sus experiencias como lectores.
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CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
Haga que, en una historia, sus hijos, sus alumnos, sus compañeros lean las partes de los
diferentes personajes y del narrador. Lea con ellos de esta manera las obras de teatro.
Acostumbre a sus hijos, sus alumnos, sus compañeros a visitar, conocer y utilizar las
bibliotecas y las librerías.
Llegado el momento, estimule en sus hijos, sus alumnos, sus compañeros, la lectura
personal, en silencio.
Un ejercicio de utilidad probada en escuelas y talleres de lectura es el siguiente: el
maestro o el coordinador cuenta la tercera parte de una historia. En seguida lee en voz
alta unas cuantas páginas. A continuación pide que cada quien continúe con la lectura
en silencio. Unos diez o quince minutos antes de terminar la clase o la sesión de
organiza una discusión sobre cómo puede concluir la historia y cada quien propone un
final.
¿Cuál es el final que imaginó el autor? Para descubrirlo, cada quien termina de leer en
casa. Una o dos semanas después se vuelve a discutir el texto en grupo. Lo habitual es
que se haya leído con interés y que todo el mundo participe con entusiasmo, pues cada
quien tiene algo que decir.
Vale la pena repetirlo: a leer se aprende leyendo. Únicamente la lectura de libros nos
enseña a reconocer las unidades de significado. Únicamente la lectura de libros, de
muchos libros, forma los buenos lectores.
Los lectores de libros disponen de treinta a cuarenta veces más palabras —para
pensar, para expresarse, para comprender— que quienes leen solamente
materiales demasiado sencillos.
Hace falta que el prestigio de la lectura aumente, en toda la sociedad. Una vez que esto
se haya logrado, nadie seguirá considerando la enseñanza de la lectura como la simple
alfabetización, o como algo prescindible, sino como la adquisición de un medio esencial
para obtener experiencias e información de modo voluntario y gozoso.
La lectura es una actividad placentera que contribuye de manera muy importante al
enriquecimiento espiritual y cultural, a la consolidación de la identidad personal y
nacional. La lectura es la más útil herramienta para el estudio, el trabajo y la
superación personal.
En el camino que va de la lectura de los padres y los maestros a la que el niño hace por
él mismo, pueden distinguirse varias etapas (las recomendaciones de edades son
aproximadas; un niño que sea buen lector puede adelantarse a estas indicaciones):
1. La fase de los libros ilustrados (desde le nacimiento hasta los cuatro o cinco años).
Después de los tres o cuatro años, el niño comienza a interesarse en la trama de los
cuentos, y hay que contárselos y leérselos. Sus primeros libros deben tener ilustraciones
muy llamativas, frases cortas, vocabulario sencillo. Los padres y maestros han de estar
dispuestos a leerlos una y otra y otra vez, pues los niños no se cansan de escucharlos. A
veces los memorizan en parte, y aun por completo. Este ejercicio les ayudará a leer con
fluidez.
*Señale con el dedo cada palabra que vaya leyendo. Los niños descubrirán que no
sólo las ilustraciones son importantes.
*Platique con los niños sobre la historia y las ilustraciones. Los dibujos les
ayudarán a comprender palabras nuevas. Es importante subrayar la relación
entre las ilustraciones y el texto.
*No presione a los niños para que lean por su cuenta. Eso ya llegará. Lo
importante es fomentar el amor, el gusto por la lectura. Lo importante es que
haya un contacto cotidiano con los materiales de lectura. Felicítelos por cada uno
de sus esfuerzos.
*No se preocupe si el niño escucha el relato sin ver el libro. Lo importante es que
el niño esté en contacto con la lectura y la disfrute. Ya se ocupará de los libros
cuando esté listo para eso.
29
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
2. La fase de los cuentos fantásticos (de los cuatro a los ocho o nueve años). El niño se
interesa sobre todo por lo maravilloso. Al mismo tiempo se aficiona por el ritmo y la
rima, por los versos, por los juegos de palabras y las expresiones de lo absurdo.
3. La fase de las historias realistas (de lo siete u ocho a los once o doce años). El niño
comienza a orientarse en el medio circundante y va interesándose cada vez más en las
aventuras, las historias de animales, los lugares remotos, las costumbres exóticas.
*En esta etapa y en la anterior el niño empieza a tomar algunos libros por su
cuenta; es importante que le permitan sentirse confiado y seguro como lector. El
vocabulario debe ser sencillo y las frases cortas, pero no olvide que cualquier
niño de esta edad que vea televisión puede comprender más de dos mil palabras.
Si un libro es demasiado elemental le parecerá aburrido.
*Distinga los libros que se deben leer al niño y lo que él puede leer solo. Los
primeros podrán ser más difíciles.
4. La fase de las narraciones heroicas (de los once o doce años a los catorce o quince). El
niño va adquiriendo conciencia de su personalidad y se identifica con los personajes
heroicos. Le interesan las hazañas físicas, espirituales e intelectuales, así como las
historias sentimentales.
*El niño que comienza a leer por su cuenta seguirá disfrutando los libros bien
ilustrados. No lo abandone; siga leyéndole en voz alta.
*Es probable que ahora también él quiera leer en voz alta. Téngale paciencia. No
sea exigente. No quiera corregir cada uno de sus errores; nada más desalentador
30
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
5. La fase de crecimiento hacia la madurez (de los trece o catorce a los dieciséis o
diecisiete años). El adolescente,comienza a descubrir su realidad interior, a tomar
conciencia de su persona, a planear el futuro y a establecer una escala de valores
propia.
*Surge una amplia gana de intereses de lectura, desde el gusto por los usos del
lenguaje mismo hasta la política, la historia, el teatro, la poesía y el futuro de la
humanidad.
Supongamos que esta guía ha sido convincente y usted quiere leer en voz alta con sus
hijos, con sus alumnos. ¿Con qué libros comenzar? Con lo que le gusten a usted mismo,
los que disfrutó cuando niño. Los que estimulan la autoestima del niño. Los que se
refieren a sus temores y sus conflictos, como la necesidad de ternura o el miedo a la
oscuridad y a la soledad. Intercambie información con otros padres, con otros maestros.
Si encuentra un buen libro, regálelo, recomiéndelo, delo a conocer.
Recuerde que un buen lector se forma más fácilmente si está rodeado de otros lectores.
Los maestros y los padres tienen que hacerse lectores ellos mismos.
Asómese a las librerías y a las bibliotecas. Hágalo con espíritu de aventura. Aproveche
los cuentos tradicionales, las leyendas, las obras clásicas, pero busque también autores
y libros nuevos. Los editores mexicanos tienen un interés creciente en la literatura
infantil y han publicado cada vez más libros para niños. Hay muchas sorpresas
esperándolo.
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CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
MUERE LENTAMENTE
· Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los
días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color
nuevo y no le habla a quien no conoce.
· Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y
los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan
el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y
sentimientos.
· Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien
no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite
por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
· Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no
encuentra gracia en sí mismo.
· Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia
incesante.
· Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un
esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Pablo Neruda
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CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
LA LECTURA SE CONTAGIA
Alfonso Reyes
“...nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y a nadie
se le ha otorgado poder para pedirnos cuentas sobre esta intimidad.”
Daniel Pennac
LA LECTURA SE CONTAGIA
Felipe Garrido**
Fragmento del texto El buen lector se hace, no nace
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CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
Si queremos formar lectores hace falta que leamos con nuestros niños,
con nuestros alumnos con nuestros hermanos, con nuestros amigos, con
la gente que queremos. Se aprende a leer leyendo.
1 O, para llevar las cosas a su último extremo, a su más desnuda verdad, jamás
podrán decir, con Gabriel Zaid, que "leer no sirve para nada; es un vicio, una felicidad".
"Interrogantes sobre la difusión del libro", Vuelta, núm. 234, mayo de 1996, p. 10.
[1999]
35
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
¿Por qué leer literatura? Porque los textos literarios actúan no sólo
sobre el intelecto, la memoria y la imaginación, como cualquier texto, sino
también sobre estratos más profundos, como los instintos, los afectos y la
intuición, y en consecuencia consolidan una inclinación mucho más intensa
hacia la lectura. Por otra parte, los textos literarios son los que más exigen
del lector, los que mejor lo ejercitan para comprender el leguaje escrito.
Los lectores así formados podrán después leer por su cuenta.
Comprenderán mejor lo que lean. Poemas, teatro, ensayos y
narrativa, pero también textos técnicos, científicos, legales y de
cualquier otra clase.
2 Naturalmente, para eso hace falta que los maestros se hagan buenos lectores. Lo
dice con vehemencia Vasili Sujomlinsky; "Lectura, lectura y otra vez lectura. No bajo la
36
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
¿Qué hace falta para lograr diez o doce minutos diarios de lectura por
placer en las aulas?
presión ni el control del director de la escuela, sino como primera necesidad espiritual,
como el pan para el hambriento. El gusto de leer, el deseo de ahondar en los libros, el
saber estar con el libro, la aptitud de meditar. [...] La fuente de la riqueza intelectual de
la colectividad es ante todo la lectura individual del maestro. Un pedagogo auténtico un
amante de los libros." ("La escuela es ante todo el libro", Cero en Conducta, México,
año 7, núm. 29-30, enero-abril de 1992, p. 39. Tomado de Pensamiento pedagógico,
Editorial progreso, Moscú, 1973.) [1999]
Nada puede sustituir a esta verdad elemental. Y yo debo centrar esta nota en
un llamado a que llenemos este país de talleres de lectura, de presentaciones de
escritores cuyo fin último será no la presencia del público en tales actos, sino
llevarlo a leer por su cuenta. ¿Dónde? En los hogares escuelas, centros de
trabajo, casas de la cultura, lugares públicos de reunión. Debemos invadir los
medios con literatura: la radio, la televisión, la prensa, los muros...
El marco
1 Roman Jakobson, "Lingüística y poética", en Ensayos de lingüística general, Seix Barral Barcelona, 1975, pp.
347-395
39
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
Los talleres
Se propone la formación de talleres, grupos, clubes, círculos de lectura, y la
de una materia de lectura en las escuelas que no fuera calificada pero tuviera
vigencia en los planes de estudio.
Los objetivos de tales talleres y de dicha materia serían; a) despertar y
fortalecer el gusto por la lectura, hasta convertirla en una necesidad para los
participantes; b) mejorar el dominio del lenguaje; esto es, mejorar los niveles
de comprensión de la lectura, y de expresión y comunicación, lo mismo
hablando que por escrito, y c) ofrecer a los participantes una selección de
lecturas básicas encaminadas a profundizar su conocimiento de la naturaleza
2 J.S. Bruner, Hacia una teoría de la instrucción, Unión tipográfica editorial hispanoamericana, México, 1969, p.
143
3 "El lenguaje escrito expande enormemente la memoria humana haciendo posible almacenar más
conocimientos remotos que los que ningún cerebro es capaz de guarda. Aún más, el lenguaje escrito nos vincula
con las personas en lugares lejanos y tiempo distinto, con autores muertos, etc. El lenguaje escrito puede ser
reproducido a bajo costo y repartido ampliamente, la información llega a ser una fuente de poder. Las limitaciones en
la alfabetización o en su uso llegan a ser limitaciones de poder en el orden personal y social." (Ken Goodman,
"Lenguaje total: la manera natural de desarrollo del lenguaje", Cero en Conducta, México, año 7, núm. 29-30, enero-
abril de 1992, p. 21. Tomado de What's wole in whole, Heinemann Educational Books, 1986.
Traducido por Rosa María Zúñiga.) [1999]
40
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
humana, de la historia, los problemas y los valores del país, de las opciones
de la imaginación.
La materia de lectura debería ser obligatoria para los estudiantes de todo
nivel, sin que importe la especialidad que cada uno de ellos siga.
Hace falta que un maestro imparta la materia y dirija los talleres.
Las funciones primordiales del maestro serían:
4
Con la claridad que acostumbra, Gabriel Zaid examina esta manera de construir el sentido
de un texto en su artículo "Interrogante sobre la difusión del libro", publicado en Vuelta, núm.
234, mayo de 1996. Cito un par de párrafos de la página 10: "El nivel siguiente, en el cual se
quedan "deletreando" como esos campesinos, muchos médicos, ingenieros, maestros,
investigadores, es ver un libro de golpe, como una totalidad. ¿Cómo va a leer libros nadie que
los recorra dificultosamente en una marcha lenta de días, semanas y meses, que cuando llega
a la "z", ya perdió el sentido de la totalidad? [...] ¿Hay manera más segura de hacer un libro
ininteligible que leerlo suficientemente despacio? Es como ver un mural a dos centímetros de
distancia y recorrerlo a razón de diez centímetros cuadrados cada tercer día durante un año,
como una lagartija miope. Así no hay lugar de integrar la totalidad, de llegar a ver el mural de
un golpe.
41
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
3ª Los textos que se lean deben responder claramente a los intereses y las
preocupaciones de los participantes.
"[...] esos pocos que sí leen libros y que llegaron a leer hasta un libro diario [...], con una
voracidad indigesta de la cual luego suelen avergonzarse, sin darse cuenta de que gracias a
esa práctica aprendieron a leer, porque leyendo a esa velocidad es como se aprende a ver
totalidades de golpe [...]
42
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
¿Quién es un lector?
Alguien que
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CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
**Felipe Garrido
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CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
Hace muchos años he alentado el convencimiento de que la lectura puede contribuir a mejorar casi
cualquier problema. En cierta ocasión, tuve la oportunidad de poner a prueba esta certeza, en
circunstancias especialmente difíciles, en la ciudad de Torreón.
Torreón se encuentra en el extremo sur del estado de Coahuila, en el centro-norte del país. Junto
con Gómez Palacio y Lerdo, poblaciones que corresponden al estado de Durango, pero con las cuales
está conurbada, Torreón cuenta, según sus habitantes, con casi un millón de pobladores. La laguna,
como se llama a esta comarca, debió su desarrollo al cultivo del algodón; actualmente tiene importancia
industrial y en ella se halla la cuenca lechera más rica del país. Por esquemáticos que sean, estos datos
pueden dar una idea del escenario en que se desarrolló la experiencia que ahora presento.
En 1991-1992, tuve la oportunidad de trabajar, con un programa de lectura, en una casa hogar
para varones que estaba en Torreón y dependía del DIF municipal. La institución servía para recluir,
proteger y ayudar a niños entre seis y dieciséis años de edad que, por varias razones, no tenían dónde
vivir. Algunos de ellos habían sufrido malos tratos de sus familiares; otros, sencillamente no tenían
familia y habían sido encontrados vagando en la calle; otros más habían cometido algún delito: robos,
droga y, en un caso, el asesinato de un compañero, por celos. El culpable de este crimen, uno de los
muchachos de mayor edad, vivía con un enorme sentido de culpa y solía andar armado, con un cuchillo
que escondía en una de las botas que calzaba. Según me contaron, al caer la noche comenzaba a sentir
que alguien estaba a punto de saltar la barda de la casa con la intención de matarlo.
La población de la casa hogar, como es fácil imaginar, era muy heterogénea y tenía una gran
rotación. Algunos de los niños regresaban con sus familias, otros se escapaban, y con frecuencia
llegaban nuevos inquilinos. Todos compartían un pasado de violencia y privaciones; todos tenían miedo
y desconfianza. No era fácil trabajar con ellos. Yo iba a verlos para leer en su compañía, para acercarlos a
la lectura, dos o tres veces por semana, hacia mediodía, cuando terminaban sus clases.
46
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
Hasta entonces, yo había trabajado en este tipo de tarea con niños de unas cuantas escuelas en el
Distrito Federal. Niños que llevaban una vida protegida, con sus familias, en ambientes muy diversos al
de la casa hogar de Torreón.
Los primeros dos o tres meses fueron desastrosos. Yo les llevaba lecturas que habían funcionado
bien en mis experiencias anteriores, pero allí no despertaban el menor interés. Ellos se encargaban de
demostrármelo con absoluta claridad, pues hacían a un lado las hojas de papel y los lápices con que se
entretenían mientras escuchaban, se dejaban caer de los pupitres y se echaban al suelo a dormir.
Cuando la mitad del grupo comenzaba a roncar, yo prefería invitarlos a jugar fútbol y salíamos todos,
porque todos despertaban en seguida, a organizar una cascarita que servía para conocernos, para
establecer una relación, para tener materia de conversación. Fuimos entrando en confianza, fuimos
hablando de sus vidas y de la mía pero eso no mejoraba en nada su atención a las lecturas.
Un día, por casualidad, llegué con El corrido mexicano, de Vicente T. Mendoza. En cierto
momento, cuando ya seis o siete de los niños estaban durmiendo, comencé a leer un corrido sobre la
toma de Zacatecas. Fue cosa de magia. A medida que iban cayendo los nombres de Pánfilo Natera, de
Felipe Ángeles, de Pancho Villa, los muchachos fueron aproximándose; algunos se treparon a la gran
mesa en que yo me apoyaba; los que dormían no se quedaron atrás. Ese día tuve que dejarles el libro
que había llevado. Ese día no jugamos fútbol
No tardé en comprender qué sucedía. La laguna es tierra villista. Los antepasados de esos
muchachos pelearon en la revolución y sufrieron tanto sus glorias como sus desórdenes. En la comarca
está vivo el recuerdo de aquellos días. Los nombres que el corrido mencionaba son familiares, forman
parte de la vida cotidiana. Aquella lectura tenía un interés verdadero para esos niños.
En las sesiones siguientes leímos y hablamos de otros corridos, cuentos de Rafael F. Muñoz, Los
de abajo... Mis amigos de la casa hogar contaron lo que sabían. Después de una semana pudimos
incursionar en otros temas. Un día terminamos una de mis novelas favoritas, que antes había fracasado:
La isla del tesoro. Aquellos niños, ninguno de los cuales conocía el mar, siguieron emocionados las
aventuras que Stevenson imaginó.
Muchas veces había leído, en las obras especializadas, que la lectura debe tener sentido para el
lector. Nunca lo vi demostrado de manera más clara. Sin ese interés, la lectura es una ocupación inútil.
De allí en adelante, la lectura comenzó a formar parte de las actividades de la casa hogar, aun en
los días en que yo no iba a leer. Llevé otros libros; con la ayuda de algunos laguneros interesados,
llegamos a formar una colección de casi doscientos libros: cuentos, novelas, poesía.
Es difícil hacerse lector si no hay alguien que nos acerque a la lectura, que lea y cuente en voz
alta, que invite al comentario y la discusión a partir de las lecturas. Nadie se hace lector si no tiene la
oportunidad de incursionar en libros diversos. Nadie se hace lector si no llega a leer por voluntad propia,
por el placer de dialogar con el libro.
Cuando recuerdo a aquellos muchachos vuelvo a pensar que la lectura puede ayudar a los niños
de la calle. Algunos de ellos, estoy seguro, donde quiera que se encuentren, tendrán un libro en las
manos y ese libro los ayudará a intuir otra oportunidad de vida.
47
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
El hecho de que la formación de lectores haya cobrado auge en los últimos veinte años
no debe hacernos suponer que es nuestra generación la primera que se ha ocupado de estos
asuntos. Entre quienes lo hicieron antes debo destacar al veracruzano Rafael Ramírez (1885-
1959), maestro distinguido y prolífico autor de obras sobre educación. Virtualmente todo lo que
hoy se dice sobre la lectura y la escritura lo dejó escrito Ramírez hace medio siglo. Para
probarlo, entresaco libremente citas de una de sus obras: 14
Es cosa útil y hermosa saber manejar el idioma propio con destreza, pues así la
comunicación social es más efectiva y grata y las necesidades de autoexpresión se
ven mejor satisfechas. (p. 15)
Una de las funciones más importantes de la escuela básica es enseñar a los niños
a usar la lengua materna con alguna perfección y con cierta destreza, la necesaria
para la eficaz comunicación social, hablando o escribiendo. (p.15)
La expresión oral y la expresión escrita, como destrezas que son, sólo pueden
aprenderse hablando y escribiendo. (p.17)
14
La enseñanza del lenguaje y de la aritmética. Secretaría de educación pública. Instituto federal de
capacitación del magisterio. México, 1964.
48
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
Los ejercicios de recitación deberán elegirse y enseñarse de tal modo que los
alumnos los entiendan bien y que contengan ideas y sentimientos que puedan
experimentar a las edades en que se encuentran, que sean adecuados a su
educación moral y que merezcan, por su valor literario, conservarse en la memoria.
(p.19)
Formar en los niños la habilidad para relatar sus experiencias personales. (p.24)
Arrancar siempre, para la enseñanza del lenguaje escrito, de una situación social
real, dejando a los alumnos que piensen y organicen sus ideas y que las expresen
en su propio estilo; que no se convierta la clase de redacción en una clase de
corrección de errores, y, sobre todo, que no sea el maestro el que piense y redacte
en lugar de los alumnos. (p.57)
49
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
La lectura se usa en la vida con varios propósitos, de los cuales los cuatro que
siguen son los más sobresalientes: el de entretenimiento y recreación, el
vocacional, el instructivo y el de utilización práctica. (p. 75)
La habilidad para escuchar, que es oír con concentrada atención, es cosa que los
niños deben adquirir; es decir, que deben aprender. (p.91)
Todo esto lo escribió Rafael Ramírez de los treinta a los cincuenta del siglo XX: ¿Por qué
seguimos comentándolo con tono de novedad? ¿Por qué seguimos quejándonos de los
mismos vicios en el aula? ¿Nadie aprovechó sus lecciones?
Quizá nadie lo leyó con atención. Es siempre más fácil llevar a alguien a la Rotonda de
los hombres ilustres, como se hizo con Ramírez, que seguir sus enseñanzas. También
podemos creer que, como dije, cuando Ramírez escribió, la formación de lectores era asunto
que preocupaba a poca gente; no existía una masa crítica que permitiera aprovechar lo que él
—y otros— dijeron.
Vivimos tiempos distintos. La formación de lectores va siendo cada vez más una
preocupación colectiva. La oferta de libros para niños y jóvenes es más amplia que nunca. Los
50
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
docentes empiezan a reconocer que no estaría mal que ellos mismos fueran lectores —algo
que para un maestro como Ramírez ni siquiera podía ser motivo de duda—. Tal vez haya
llegado el momento de releer a Rafael Ramírez.
Con el exceso de erudición quiero decir que algunos promotores son verdaderos pozos
de sabiduría: conocen página por página lo que dijeron y escribieron Smith, Trelease,
Bettelheim y compañía. Discuten teoría por teoría, avanzan por la vida sembrando de citas sus
conversaciones... viven tan absortos en hacer crecer sus referencias que lo único que queda
más allá de su capacidad es formar lectores.
Con el exceso de animación quiero decir que algunos promotores son capaces de poner
a jugar con las técnicas de animación de la lectura a 30, 40 o 50 niños al mismo tiempo:
inventan palabras, las hacen crecer o las reducen, dibujan, cantan, bailan y gritan.... lo único
que estos promotores no consiguen es que sus animados seguidores lean un libro y a veces ni
siquiera un texto —un cuento pequeñito, un poema, una obrita de teatro— completo; mucho
menos que vayan haciendo de la lectura una ocupación cotidiana.
En uno y otro caso se atiende a la teoría o al juego más que a la lectura. En uno y otro
caso hay una profunda desconfianza subterránea hacia la lectura. Porque la lectura, en
realidad, no necesita para imponerse otro argumento que la propia lectura.
Cada vez veo trabajar a estos promotores recuerdo a doña Guadalupe, mi abuela
materna: sentada en una silla, a la puerta de su casa, en Torreón, se ponía un libro en las
rodillas y nos leía cuentos de príncipes y hadas. Los muchos nietos formábamos un corro
silencioso al que se sumaban algunos vecinos. Cuando el tiempo le apagó la vista, doña
Guadalupe nos los contaba de memoria, mezclados con sus aventuras en los días terribles de
la revolución —contar es tan importante como leer—. Mi abuela no había leído una línea de
Goodman ni de Elkind ni de Hidalgo Guzmán. Mi abuela jamás nos puso a jugar. Sencillamente
nos contaba o nos leía historias chuscas, terroríficas, maravillosas. Sencillamente nos enseñó a
amar la lectura, puso su parte para que aprendiéramos a leer.
PAULO FREIRE
Divinizar o satanizar la tecnología o la ciencia es una forma altamente negativa y
peligrosa de pensar errado. De manifestar a los alumnos, a veces con aires de
quien es dueño de la verdad; un rotundo desacierto. Pensar acertadamente, por
el contrario, demanda profundidad y no superficialidad en la comprensión y en la
interpretación de los hechos. Supone disponibilidad para la revisión de los
hallazgos, reconoce no sólo la posibilidad de cambiar de opción, de apreciación,
sino el derecho de hacerlo.
51
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
Quien piensa acertadamente está cansado de saber que las palabras a las que les
falta la corporeidad del ejemplo poco o casi nada valen. Pensar acertadamente es
hacer acertadamente.
Hay una relación entre la alegría necesaria para la actividad educativa y la
esperanza. .La desesperanza es la negación de la esperanza. La esperanza es una
especie de ímpetu natural posible y necesario, la desesperanza es el aborto de
este ímpetu. Es necesario que quede claro que la desesperanza no es una manera
natural de estar siendo del ser humano, sino la distorsión de la esperanza. Yo no
soy primero un ser de la desesperanza para ser convertido o no por la esperanza.
Yo soy, por el contrario, un ser de la esperanza que, por "x" razones, se volvió
desesperanzado. De allí que una de nuestras peleas como seres humanos deba
dirigirse a disminuir las razones objetivas de la desesperanza que nos inmoviliza.
Como profesor debo saber que sin la curiosidad que me mueve, que me inquieta,
que me inserta en la búsqueda, no aprendo ni enseño. La construcción o la
producción del conocimiento del objeto implica el ejercicio de la curiosidad, su
capacidad crítica de "tomar distan- cia" del objeto, de observarlo, de delimitarlo,
de escindirlo, de "cercar" el objeto o hacer su aproximación metódica, su
capacidad de comparar, de preguntar.
Estimular la pregunta, la reflexión crítica sobre la propia pregunta, lo que se
pretende con esta o con aquella pregunta en lugar de la pasividad frente a las
explicaciones discursivas del profesor, especie de respuestas a preguntas que
nunca fueron hechas. En este sentido, el buen profesor es el que consigue,
mientras habla, traer al alumno hasta la intimidad del movimiento de su
pensamiento. De esa manera su aula es un desafío y no una "canción de cuna".
Sus alumnos se cansan, no se duermen. Se cansan porque acompañan las idas y
venidas de su pensamiento, descubren sus pausas, sus dudas, sus incertidumbres.
Antes de cualquier discusión tentativa sobre técnicas, sobre materiales, sobre
métodos para una clase dinámica como ésa, es preciso, incluso indispensable, que
el profesor "descanse" en el saber de que la piedra fundamental es la curiosidad
del ser humano. El ejercicio de la curiosidad convoca a la imaginación, a la
intuición, a las emociones, a la capacidad de conjeturar, de comparar, para que
participen en la búsqueda del perfil del objeto o del hallazgo de su razón de ser.
Un ruido, por ejemplo, puede provocar mi curiosidad. Observo el espacio donde
parece que se está verificando, Aguzo el oído. Procuro comparar con otro ruido
cuya razón de ser ya conozco. Investigo mejor el espacio. Admito varias hipótesis
en tomo de la posibilidad del origen del ruido. Elimino algunas hasta que llego a
su explicación.
Enseñar exige seguridad, competencia profesional y generosidad .La seguridad
52
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
LECTURAS
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CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
http://www.sololiteratura.com/rul/rulnooyes.htm
Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol,
ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.
Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después; que no se
podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos.
Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del
humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.
Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando una plasta como
la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan cayendo más y las buscamos con los
ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve. Ahora si se mira el cielo se ve a la nube aguacera
corriéndose muy lejos, a toda prisa. El viento que viene del pueblo se le arrima empujándola
contra las sombras azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y
la desaparece en su sed.
¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh?
Hemos vuelto a caminar. Nos habíamos detenido para ver llover. No llovió. Ahora volvemos a
caminar. Y a mí se me ocurre que hemos caminado más de lo que llevamos andado. Se me
ocurre eso. De haber llovido quizá se me ocurrieran otras cosas. Con todo, yo sé que desde que
yo era muchacho, no vi llover nunca sobre el llano, lo que se llama llover.
No, el Llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no ser unos
cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas; a no
ser eso, no hay nada.
Y por aquí vamos nosotros. Los cuatro a pie. Antes andábamos a caballo y traíamos terciada una
carabina. Ahora no traemos ni siquiera la carabina.
54
CÍRCULO DE LECTORES TELEBACHILLERATO
Yo siempre he pensado que en eso de quitarnos la carabina hicieron bien. Por acá resulta
peligroso andar armado. Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda hora con "la 30" amarrada
a las correas. Pero los caballos son otro asunto. De venir a caballo ya hubiéramos probado el
agua verde del río, y paseado nuestros estómagos por las calles del pueblo para que se les bajara
la comida. Ya lo hubiéramos hecho de tener todos aquellos caballos que teníamos. Pero también
nos quitaron los caballos junto con la carabina.
Vuelvo hacia todos lados y miro el Llano. Tanta y tamaña tierra para nada. Se le resbalan a uno
los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo unas cuantas lagartijas salen a asomar la
cabeza por encima de sus agujeros, y luego que sienten la tatema del sol corren a esconderse en
la sombrita de una piedra. Pero nosotros, cuando tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para
enfriarnos del sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tapetate para que la
sembráramos.
Nos dijeron:
-Del pueblo para acá es de ustedes.
Nosotros preguntamos:
-¿El Llano?
-Sí, el Llano. Todo el Llano Grande.
Nosotros paramos la jeta para decir que el Llano no lo queríamos. Que queríamos lo que estaba
junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles llamados casuarinas y las
paraneras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca que se llama Llano.
Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía a conversar con nosotros. Nos
puso los papeles en la mano y nos dijo:
-No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos.
-Es que el Llano, señor delegado...
-Son miles y miles de yuntas.
-Pero no hay agua. Ni siquiera para hacer un buche hay agua.
¿Y el temporal? Nadie les dijo que se les iba a dotar con tierras de riego. En cuanto allí llueva, se
levantará el maíz como si lo estiraran.
-Pero, señor delegado, la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado se entierre en esa
como cantera que es la tierra del Llano. Habría que hacer agujeros con el azadón para sembrar la
semilla y ni aun así es positivo que nazca nada; ni maíz ni nada nacerá.
-Eso manifiéstenlo por escrito. Y ahora váyanse. Es al latifundio al que tienen que atacar, no al
Gobierno que les da la tierra.
-Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nada contra el Centro. Todo es
contra el Llano... No se puede contra lo que no se puede. Eso es lo que hemos dicho... Espérenos
usted para explicarle. Mire, vamos a comenzar por donde íbamos...
Pero él no nos quiso oír.
Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo,
para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará de aquí. Ni zopilotes. Uno los ve allá
cada y cuando, muy arriba, volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto dposible de este
blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando.
Melitón dice:
-Esta es la tierra que nos han dado.
Faustino dice:
-¿Qué?
Yo no digo nada. Yo pienso: "Melitón no tiene la cabeza en su lugar. Ha de ser el calor el que lo
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hace hablar así. El calor, que le ha traspasado el sombrero y le ha calentado la cabeza. Y si no,
¿por qué dice lo que dice? ¿Cuál tierra nos han dado, Melitón? Aquí no hay ni la tantita que
necesitaría el viento para jugar a los remolinos."
Por encima del río, sobre las copas verdes de las casuarinas, vuelan parvadas de chachalacas
verdes. Eso también es lo que nos gusta.
Ahora los ladridos de los perros se oyen aquí, junto a nosotros, y es que el viento que viene del
pueblo retacha en la barranca y la llena de todos sus ruidos.
Esteban ha vuelto a abrazar su gallina cuando nos acercamos a las primeras casas. Le desata las
patas para desentumecerla, y luego él y su gallina desaparecen detrás de unos tepemezquites.
-¡Por aquí arriendo yo! -nos dice Esteban.
Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo.
La tierra que nos han dado está allá arriba.
El hijo
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Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar
la estación. La naturaleza, plenamente abierta, se siente satisfecha de sí.
Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza.
-Ten cuidado, chiquito -dice a su hijo, abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y
que su hijo comprende perfectamente.
-Si, papá -responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su
camisa, que cierra con cuidado.
Sabe que su hijo es educado desde su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro,
puede manejar un fusil y cazar no importa qué. Aunque es muy alto para su edad, no tiene sino
trece años. Y parecía tener menos, a juzgar por la pureza de sus ojos azules, frescos aún de
sorpresa infantil. No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir con la mente
la marcha de su hijo.
Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al monte a través del abra de espartillo.
Para cazar en el monte -caza de pelo- se requiere más paciencia de la que su cachorro puede
rendir. Después de atravesar esa isla de monte, su hijo costeará la linde de cactus hasta el
bañado, en procura de palomas, tucanes o tal cual casal de garzas, como las que su amigo Juan
ha descubierto días anteriores. Sólo ahora, el padre esboza una sonrisa al recuerdo de la pasión
cinegética de las dos criaturas. Cazan sólo a veces un yacútoro, un surucuá -menos aún- y
regresan triunfales, Juan a su rancho con el fusil de nueve milímetros que él le ha regalado, y su
hijo a la meseta con la gran escopeta Saint-Étienne, calibre 16, cuádruple cierre y pólvora blanca.
Él fue lo mismo. A los trece años hubiera dado la vida por poseer una escopeta. Su hijo, de
aquella edad, la posee ahora y el padre sonríe...
No es fácil, sin embargo, para un padre viudo, sin otra fe ni esperanza que la vida de su hijo,
educarlo como lo ha hecho él, libre en su corto radio de acción, seguro de sus pequeños pies y
manos desde que tenía cuatro años, consciente de la inmensidad de ciertos peligros y de la
escasez de sus propias fuerzas.
Ese padre ha debido luchar fuertemente contra lo que él considera su egoísmo. ¡Tan fácilmente
una criatura calcula mal, sienta un pie en el vacío y se pierde un hijo!
El peligro subsiste siempre para el hombre en cualquier edad; pero su amenaza amengua si desde
pequeño se acostumbra a no contar sino con sus propias fuerzas.
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De este modo ha educado el padre a su hijo. Y para conseguirlo ha debido resistir no sólo a su
corazón, sino a sus tormentos morales; porque ese padre, de estómago y vista débiles, sufre
desde hace un tiempo de alucinaciones.
Ha visto, concretados en dolorosísima ilusión, recuerdos de una felicidad que no debía surgir
más de la nada en que se recluyó. La imagen de su propio hijo no ha escapado a este tormento.
Lo ha visto una vez rodar envuelto en sangre cuando el chico percutía en la morsa del taller una
bala de parabellum, siendo así que lo que hacía era limar la hebilla de su cinturón de caza.
Horrible caso... Pero hoy, con el ardiente y vital día de verano, cuyo amor a su hijo parece haber
heredado, el padre se siente feliz, tranquilo y seguro del porvenir.
Sin prestar más atención al nimio acontecimiento, el hombre se abstrae de nuevo en su tarea.
El sol, ya muy alto, continúa ascendiendo. Adónde quiera que se mire -piedras, tierra, árboles-, el
aire enrarecido como en un horno, vibra con el calor. Un profundo zumbido que llena el ser
entero e impregna el ámbito hasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida
tropical.
El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos al monte. Su hijo debía estar
ya de vuelta. En la mutua confianza que depositan el uno en el otro -el padre de sienes plateadas
y la criatura de trece años-, no se engañan jamás. Cuando su hijo responde: "Sí, papá", hará lo
que dice. Dijo que volvería antes de las doce, y el padre ha sonreído al verlo partir. Y no ha
vuelto.
El hombre torna a su quehacer, esforzándose en concentrar la atención en su tarea. ¿Es tan fácil,
tan fácil perder la noción de la hora dentro del monte, y sentarse un rato en el suelo mientras se
descansa inmóvil?
El tiempo ha pasado; son las doce y media. El padre sale de su taller, y al apoyar la mano en el
banco de mecánica sube del fondo de su memoria el estallido de una bala de parabellum, e
instantáneamente, por primera vez en las tres transcurridas, piensa que tras el estampido de la
Saint-Étienne no ha oído nada más. No ha oído rodar el pedregullo bajo un paso conocido. Su
hijo no ha vuelto y la naturaleza se halla detenida a la vera del bosque, esperándolo.
¡Oh! no son suficientes un carácter templado y una ciega confianza en la educación de un hijo
para ahuyentar el espectro de la fatalidad que un padre de vista enferma ve alzarse desde la línea
del monte. Distracción, olvido, demora fortuita: ninguno de estos nimios motivos que pueden
retardar la llegada de su hijo halla cabida en aquel corazón.
Un tiro, un solo tiro ha sonado, y hace mucho. Tras él, el padre no ha oído un ruido, no ha visto
un pájaro, no ha cruzado el abra una sola persona a anunciarle que al cruzar un alambrado, una
gran desgracia...
La cabeza al aire y sin machete, el padre va. Corta el abra de espartillo, entra en el monte, costea
la línea de cactus sin hallar el menor rastro de su hijo.
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Pero la naturaleza prosigue detenida. Y cuando el padre ha recorrido las sendas de caza
conocidas y ha explorado el bañado en vano, adquiere la seguridad de que cada paso que da en
adelante lo lleva, fatal e inexorablemente, al cadáver de su hijo.
Ni un reproche que hacerse, es lamentable. Sólo la realidad fría, terrible y consumada: ha muerto
su hijo al cruzar un... ¡Pero dónde, en qué parte! ¡Hay tantos alambrados allí, y es tan, tan sucio
el monte! ¡Oh, muy sucio ! Por poco que no se tenga cuidado al cruzar los hilos con la escopeta
en la mano...
El padre sofoca un grito. Ha visto levantarse en el aire... ¡Oh, no es su hijo, no! Y vuelve a otro
lado, y a otro y a otro...
Nada se ganaría con ver el color de su tez y la angustia de sus ojos. Ese hombre aún no ha
llamado a su hijo. Aunque su corazón clama par él a gritos, su boca continúa muda. Sabe bien
que el solo acto de pronunciar su nombre, de llamarlo en voz alta, será la confesión de su muerte.
Nadie ni nada ha respondido. Por las picadas rojas de sol, envejecido en diez años, va el padre
buscando a su hijo que acaba de morir.
-¡Hijito mío..! ¡Chiquito mío..! -clama en un diminutivo que se alza del fondo de sus entrañas.
Ya antes, en plena dicha y paz, ese padre ha sufrido la alucinación de su hijo rodando con la
frente abierta por una bala al cromo níquel. Ahora, en cada rincón sombrío del bosque, ve
centellos de alambre; y al pie de un poste, con la escopeta descargada al lado, ve a su...
Las fuerzas que permiten entregar un pobre padre alucinado a la más atroz pesadilla tienen
también un límite. Y el nuestro siente que las suyas se le escapan, cuando ve bruscamente desembocar
de un pique lateral a su hijo.
A un chico de trece años bástale ver desde cincuenta metros la expresión de su padre sin machete
dentro del monte para apresurar el paso con los ojos húmedos.
La criatura, así ceñida, queda de pie; y como comprende el dolor de su padre, le acaricia
despacio la cabeza:
-Pobre papá...
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-Me fijé, papá... Pero cuando iba a volver vi las garzas de Juan y las seguí...
-No.
Nimio detalle, después de todo. Bajo el cielo y el aire candentes, a la descubierta por el abra de
espartillo, el hombre vuelve a casa con su hijo, sobre cuyos hombros, casi del alto de los suyos,
lleva pasado su feliz brazo de padre. Regresa empapado de sudor, y aunque quebrantado de
cuerpo y alma, sonríe de felicidad.
A nadie ha encontrado, y su brazo se apoya en el vacío. Porque tras él, al pie de un poste y con
las piernas en alto, enredadas en el alambre de púas, su hijo bienamado yace al sol, muerto desde
las diez de la mañana.
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2. http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar
3. http://www.youtube.com/watch?v=SRBQcMfKB6A
4. http://www.uv.mx/lectores/programa/lineamientos.html
Textos:
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