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Juan II (1406-1454) accedió al trono siendo un niño, por lo que fue necesario constituir una

regencia, de la que formaban parte su madre, Catalina de Lancaster, y su tío, el infante Don
Fernando. Este último, conquistó, en el año 1410, de la plaza de Antequera, tomada a los
musulmanes de Granada, pasó a ser rey de Aragón en 1412 en virtud de lo acordado en el
Compromiso de Caspe. Pero Fernando dejó en Castilla a sus hijos, los llamados «infantes de
Aragón», muy bien instalados. Eran estos infantes Juan, duque de Peñafiel; Enrique, maestre de
la Orden militar de Santiago, y Sancho, maestre de la Orden militar de Alcántara. Pronto va a
surgir un enfrentamiento entre los «infantes de Aragón», que querían ser imprescindibles en el
gobierno de Castilla, y el monarca Juan II, el cual tuvo como hombre de confianza a don Alvaro de
Luna. Este personaje era de origen aragonés que escaló rápidamente posiciones en la corte del
monarca castellano. Alvaro de Luna tenía como principal objetivo fortalecer al máximo el poder
regio. La relación entre el rey de Castilla y su favorito fue tan estrecha que, según se dice en la
Crónica del halconero de Juan II Pedro Carrillo de Huete, no se conoce hombre que tan gran
poderío tuviese, ni tanto amado fuese de su Rey como él hera. Paralelamente hubo algunos
sectores de la nobleza castellana que, en determinados momentos, estuvieron al lado de los
«infantes de Aragón», lo que suponía enfrentarse a su propio monarca.

Juan II de Castilla El conflicto entre los dos sectores


tuvo varias fases. Inicialmente la pugna se planteó como si fuera un choque entre los reinos de
Castilla y de Aragón. Las treguas de Majano, firmadas en el año 1430 con el monarca aragonés
Alfonso V, suponían un claro triunfo castellano y en concreto de don Alvaro de Luna, que en el año
1423 había recibido el nombramiento de condestable. En los años siguientes la figura de don
Alvaro de Luna fue marcando un rumbo ascendente, como se pone de relieve en el triunfo que
obtuvo sobre los nazaríes en la batalla de La Higueruela (1431), pero también en su
nombramiento como maestre de la Orden militar de Santiago. Una parte de la nobleza castellana
logró que el favorito del rey, al que acusaban de tirano, fuera desterrado (1439). Pero unos años más
tarde, en 1445, el bando realista, en el que se hallaba nuevamente don Alvaro de Luna, venció en la
batalla de Olmedo a los «infantes de Aragón» y a los nobles que les secundaban. Juan II envió
cartas a las ciudades y villas de sus reinos notificándoles el triunfo que acababa de alcanzar. A partir
de aquella fecha los «infantes de Aragón» prácticamente desaparecieron de la escena castellana, al
tiempo que se repartieron sus despojos. Sin embargo, a raíz de aquel éxito, comenzó el declive de
don Alvaro de Luna. Unos años más tarde, en 1453, el que había sido hombre de confianza de Juan
II fue detenido en Burgos, acusado de haber sido el instigador de un crimen. Dos meses más tarde,
Alvaro de Luna era ejecutado en la villa de Valladolid, con la previa autorización del propio
monarca. Al año siguiente 1454 moría el que había sido durante tanto tiempo su protector, Juan II.

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