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RUBÉN DARIO Y EL MODERNISMO

Rubén Darío y el Modernismo

Dicen que Lorca le escuchó recitar una vez uno de sus versos y sólo entendió una
conjunción. Rubén Darío jamás buscó la sencillez ni la sobriedad. Entremezcló casi toda la
historia literaria del planeta, anterior y contemporánea y lo llamó “Modernismo”, la misma
palabra que le tiraban a la cara despectivamente. El Renacimiento, el Barroco o el
Romanticismo cruzan sus versos franceses, parnasianos, simbolistas, asomándose el
esteticismo de un, por ejemplo, Wilde, “el arte por el arte” dedicado a las musas y los azules
y los cisnes como santo y seña. Su obra es prácticamente un homenaje a la Literatura
completa, una renovación, una adaptación, y, sobre todo, una pura creación y recreación
personal, única, y, como solemos decir, intransferible. Fue padre poético de los Machado o
de Juan Ramón e inspiración para un Valle-Inclán que lo convirtió en personaje de sus Luces
y sus Bohemias, y su sombra se proyecta por todo el siglo XX como una obra tan irrepetible
como imborrable.

El modernismo

Desde su origen periférico, con un pasado donde se habían constituido las bases del
discurso cultural y literario, el modernismo emerge en las décadas finales de los ochenta
del siglo XIX, en un contexto donde su presencia es un signo más de un momento de crisis
y de polémicas; ahora, el antiguo escritor político, debe asumir que hay un sujeto que
también discute, porque es su espacio de acción, esto es, el intelectual y el artista, los
hombres que por antonomasia se dedican a hacer y a influir culturalmente, una figura
nueva derivada de los cambios de fines de siglo.

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