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EN TORNO A LA LOCUCIÓN Y LA COLOCACIÓN: SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS

M. García-Page (UNED, Madrid)

1. INTRODUCCIÓN
Actualmente, la mayoría de los fraseólogos adscribe el moderno fenómeno de la
colocación a la Fraseología, junto al vetusto de la locución, aunque situándolo en la
zona periférica, frontera con la Gramática (Corpas Pastor 1996, 1998a, 1998b y 2001;
Castillo Carballo 1997; Ruiz Gurillo 1997; Alonso Ramos 2003 y 2004...) 1; de este
modo, la clásica categoría de la locución, que, durante más de cien años de soledad, ha
campado a sus anchas por ese vasto dominio apenas explorado, se topa, de golpe y
porrazo, con un vecino, nunca antes conocido (aunque sí insinuado) por los gramáticos,
un vecino con el que, andando el tiempo, habrá, como era de esperar, de enemistarse,
precisamente por uno de esos molestos y controvertidos litigios de lindes de tierras
lingüísticas y bienes inmuebles de la filología, habida cuenta de cuán difícil es a veces
cercar las fincas propias, y cuánto más aún, las ajenas. Tan difícil es a veces la
distinción que algunas expresiones se resisten férreamente a ser etiquetadas de una
forma concreta y precisa, y es extremadamente fácil encontrar traspapelada una
colocación en un corpus de locuciones o extraviada una locución en un corpus de
colocaciones, cuando no, una u otra, perdida o desperdigada en un corpus de individuos
de otra raza gramatical, como el de los compuestos sintagmáticos o impropios (o, a la
inversa, un compuesto deportado o desterrado a un campo específico de locuciones o
colocaciones)2.
Una de las posibles causas del traspapeleo o extravío, pérdida o
desperdigamiento, es, como sucede con otros hechos lingüísticos, la diversa
interpretación de que son objeto los fenómenos de la colocación y la locución. Aunque
pueda tenerse conciencia de la definición de cada concepto, esta definición será siempre
aproximada. La tremenda abundancia de ejemplares de una y otra categoría y, sobre
todo, la diversidad de formas que estos adoptan son quizá los primeros responsables de
que no puedan establecerse definiciones precisas, perfectamente acotadas, límpida y
cabalmente diferenciadas. En la base de este problema está la indiscreción de la ciencia
llamada Lingüística, vicio –o virtud– que han heredado todas sus áreas o disciplinas: la
Morfología, la Sintaxis…, y también la Fraseología. Por cuanto que no todas las
unidades de una clase presentan por igual todas las propiedades características de la
clase y por cuanto que algunas unidades son capaces de participar a la vez de las
propiedades de varias clases, estas, las clases que se delimiten, no pueden concebirse
como celdas o habitáculos estancos, de impenetrables paredes uniformes, ángulos
rectos, vanos ciegos y cierre hermético: no hay categorías discretas, definibles con
absoluta perfección, y las unidades se sitúan en distintos estadios de un continuum3. Los
gramáticos levantan –o sueñan con levantar– altos, gruesos, macizos muros medianeros
entre clases vecinas, que revocan con primor con atractivas, e incluso imponentes,
teorías, lúcidas y luminosas, pero, más tarde o más temprano, esos mismos muros, en un
1
Un ejemplo representativo es el DFDEA (Seco y otros 2004) que otorga un sentido muy amplio al
término locución con vistas a incluir las colocaciones, aparte de otras clases de estructuras.
2
En diversos trabajos nuestros, en especial en García-Page (2008 y 2010a), hemos puesto de manifiesto
cómo no hay acuerdo entre los autores a la hora de describir una determinada expresión (por ejemplo, lo
que para unos es una locución, para otros es una colocación y para otros, un compuesto), incluso cómo se
advierten ciertas incongruencias en algunos estudios entre la teoría y la ejemplificación. Así, tanto en
Casares (1950) como en la RAE (2009), por citar solo dos autoridades, muchos compuestos sintagmáticos
son descritos como locuciones nominales. Algunos autores llegan a considerar los compuestos como
unidades fraseológicas.
3
Es generalizada la teoría del continuo en fraseología. Todos los estudios coinciden en reconocer que los
hechos fraseológicos son graduales. En gramática, también los hechos son graduales.

1
tiempo tan resistentes y vigorosos, ceden y empiezan a desvencijarse, y a desconcharse
o deslucirse, dejando asomar delgadas, aunque acaso profundas, grietas y diminutos
intersticios, a vista de pájaro imperceptibles, por donde se cuelan algunos individuos de
ambas vecindades: los más intrépidos, los más rebeldes o incómodos con las rigurosas
leyes impuestas por los gramáticos a cada clase, los menos apropiados a las propiedades
específicas de la clase que les han adjudicado.
Otra razón hay que buscarla, claro está, en la concepción ancha de la fraseología
que adoptan algunos estudiosos4. Hay, en efecto, quienes, para no entrar en materia y
evitar, así, pillarse los dedos, confiesan públicamente adoptar una visión vaga y
abarcadora de la Fraseología, llamando a todo por igual, indiscriminadamente –sea
locución, sea refrán, sea colocación, sea modismo, sea frase proverbial, sea
compuesto…–, y entremezclando a diestro y siniestro, sin miramiento ni pudor alguno,
unidades de acá y allá o acullá, ahorrándose así el esfuerzo que supone la tarea de
determinación, con precisión y rigor, de sus señas de identidad y su clasificación; de
este modo se forjan términos ampulosos, gruesos, orondos, hinchados de vacío, como
unidad fraseológica, expresión fija, fraseologismo, expresión idiomática…:, y las
distintas categorías se definen del mismo modo: “la locución es una unidad
fraseológica”, “el refrán es una unidad fraseológica”, “la colocación es una unidad
fraseológica”, etc.; “la locución es una expresión fija”, “el refrán es una expresión fija”,
“la colocación es una expresión fija”, etc.; “la locución es un fraseologismo”, “el refrán
es un fraseologismo”, “la colocación es un fraseologismo”, etc.; “la locución es una
expresión idiomática”, “el refrán es una expresión idiomática”, “la colocación es una
expresión idiomática”, etc. Todos los distintos fenómenos son unidades fraseológicas;
todos son expresiones fijas, o fraseologismos, o expresiones idiomáticas…5

2. LO CUCIÓN Y COLOCACIÓN FRENTE A FRENTE

2.1. En torno a la colocación


Quienes se han empeñado en extender el ya vasto dominio de la Fraseología
incluyendo la colocación en uno de sus recintos no han escatimado esfuerzos en atribuir
a las colocaciones propiedades que favorecieran su asimilación, cuando no
identificación, con las locuciones. En no pocos manuales de fraseología y trabajos sobre
las colocaciones es fácil ver definidas las colocaciones como “unidades fraseológicas”
que comparten con las locuciones los rasgos de “fijación (en distinto grado)”,
“idiomaticidad (parcial)”, “co-ocurrencia” o “combinación frecuente” e
“institucionalización” (p. ej., Corpas Pastor 1996). Sin embargo, estas teorías se
tambalean, y caen o se desploman por su propio peso con solo aducir ejemplos como
vadear un río, trinchar la carne o levar el ancla, que son incuestionables e indiscutibles
colocaciones, de estructura verbonominal, colocaciones completamente legítimas, de
pata negra, pues, para empezar, nada tienen de fraseológico (el término fraseológico no
es sino un simple adjetivo relacional que, como tal, pone la colocación “en relación
con” la Fraseología, o, dicho de otro modo, clasifica la colocación como objeto de la
Fraseología), ni son fijas (en ningún grado), ni son parcialmente idiomáticas (ni siquiera
4
Por supuesto, otra razón es la falta de rigor con que algunos atrevidos autores acometen el estudio de las
locuciones o las colocaciones, sean cándidos principiantes y aprendices o avezados veteranos de larga
estela o alto copete, acaso llevados por el afán, cual intrépidos aventureros, de experimentar en esta
materia para ellos novedosa. Menudean en los ensayos afirmaciones y teorías débilmente fundamentadas,
frágiles y deleznables, de pronto desmoronamiento, no pocas veces ilustradas con ejemplos poco certeros,
si no errados o, simplemente, incongruentes con el análisis que llevan a cabo o la teoría que intentan
demostrar.
5
Estos términos sólo podrán ser válidos y de útil aprovechamiento si se toman única y exclusivamente
como hiperónimos de las distintas clases que pueden representar en calida de términos genéricos.

2
exigua o mínimamente), ni son, estadísticamente, frecuentes (salvo en contextos o
registros de habla muy determinados), ni están en puridad institucionalizadas y aun
menos –según entienden algunos autores la institucionalización– lexicalizadas. Lo que
no puede negarse es que esas expresiones satisfacen escrupulosamente el criterio de co-
ocurrencia, si este concepto se toma en el sentido de que, entre los dos lexemas que se
combinan formando normalmente un sintagma, existe una más o menos fuerte
restricción semántica, que es, justamente, la piedra angular que sustenta la colocación:
sólo se vadean ríos (o arroyos, torrentes…), sólo se trincha la carne (o el pescado), sólo
se levan anclas; entre los verbos vadear, trinchar y levar y los sustantivos río, carne y
ancla, respectivamente, se celebra una suerte de relación de “solidaridad léxica” que
favorece su combinatoria frecuente; y de ahí, muy probablemente, proceda la extendida
presunción de que forman un grupo trabado y compacto asimilable a la locución. Esta
solidaridad léxica tiene carácter unidireccional, es una relación orientada: siempre va
del colocativo a la base. Los colocativos son los elementos que imponen restricciones,
más o menos fuertes, a sus bases; en las construcciones verbonominales el colocativo es
el verbo y la base, el sustantivo: vadear implica a río y trinchar implica a carne, mas no
a la inversa. En las colocaciones sustantivoadjetivales, como error garrafal o comida
opípara, el adjetivo (garrafal, opípara) es el colocativo y el sustantivo (error, comida),
la base; y en las colocaciones verboadverbiales, del tipo llover torrencialmente o
prohibir terminantemente, el adverbio (torrencialmente, terminantemente) es el
colocativo y el verbo (llover, prohibir), la base.
Las expresiones arriba citadas cumplen, además, religiosamente otro precepto de
la colocación, muchas veces olvidado por los lingüistas: la configuración de una
estructura binomial o binaria; la combinación o co-ocurrencia se forja en virtud del
vínculo semántico entre dos lexemas, independientemente de que el sintagma verbal
contenga otros complementos (“vadear el ancho río a pie”, “trinchar hábilmente la
carne de ternera”, “levar con suma rapidez las anclas del barco ballenero”).
La solidaridad léxica puede entenderse como la expresión de una relación típica
entre los lexemas implicados. K. Koike (2001: 28-29), siguiendo en parte a Írsula Peña
(1994), intenta explicar dicha solidaridad con su teoría sobre la “tipicidad” de la
relación (“Las colocaciones expresan una relación típica entre sus componentes”) 6: lo
típico de una guitarra, remedando al lingüista japonés, no es que sea guardada o
limpiada, sino que sea tocada, tañida o rasgueada, y de ahí que tocar una guitarra,
tañer una guitarra o rasguear una guitarra sean colocaciones, pero no guardar una
guitarra ni limpiar una guitarra, como tampoco lo serían comprar una guitarra o
romper una guitarra, que sólo expresan relaciones semánticamente banales: “[…] el
sustantivo guitarra sólo puede establecer relación típica como instrumento musical”.
Asimismo, vadear un río es una acción típica, pero no lo es contemplar un río; trinchar
la carne es una acción típica, pero no comerla; y levar el ancla es una acción típica, pero
no limpiarla o engrasarla. Quizá se entienda mejor la teoría de Koike diciendo que
tocarla, tañerla o rasguearla es lo propio o específico de una guitarra, como vadearlo es
lo propio o específico de un río, trincharla es lo propio o específico de la carne, y
levarlas es lo propio o específico de las anclas de una embarcación. Lógicamente, todos
estos objetos o entidades pueden establecer otras relaciones típicas o propias.
La solidaridad léxica entre dos lexemas o tipicidad de una relación puede
explicarse en términos de intensión y extensión semánticas. El significado de los
colocativos verbales rasguear, vadear, trinchar y levar se define intensionalmente; el
de comprar (una guitarra), contemplar (un río), comer (la carne) y engrasar (el ancla)
se define extensionalmente. El conjunto de objetos que pueden ser rasgueados,
6
Véase también Muñiz Álvarez (2004 y 2007).

3
vadeados, trinchados y levados es reducido; el conjunto de objetos que pueden ser
comprados, contemplados, comidos o engrasados es muy amplio, casi ilimitado. Podría
decirse, con otras palabras, que, en el primer caso, la selección es de carácter semántico
y, en el segundo, referencial. El primer conjunto se define denotativamente y el
segundo, designativamente. Cuanto mayor es la intensión, mayores posibilidades de que
una combinación sintagmática pueda categorizarse como una colocación.
En relación con la intensión y extensión está el carácter gradual con que puede
manifestarse el vínculo o la solidaridad, en unos casos más fuerte o intenso y en otros
casos más débil o tenue. Este hecho será fácil de apreciar si tomamos como ejemplo las
colocaciones verbonominales con el sustantivo guitarra antes mencionadas (tocar una
guitarra, tañer una guitarra, rasguear una guitarra), a las que añadimos rasgar una
guitarra. Aun expresando las cuatro colocaciones una relación típica, es evidente que
las combinaciones más psicológicamente impactantes son las dos últimas, rasguear una
guitarra y rasgar una guitarra, y eso se debe, sencillamente, a que rasguear y rasgar
denotan una acción que se aplica exclusivamente o casi exclusivamente a la guitarra y
no a otro instrumento musical7; de ahí que sea más fuerte el vínculo entre los verbos
rasguear / rasgar y el sustantivo guitarra; de ahí también que pueda forjarse la ilusión
de que verbo y sustantivo forman un bloque unitario, que puede aprehenderse de
memoria y habitualizarse, como si de una locución se tratara. Por el contrario, el vínculo
entre tocar y guitarra es bastante más débil, porque no es exclusiva de la guitarra la
acción de tocar, dado que cualquier instrumento musical puede ser tocado (una guitarra,
un tambor, una trompeta, un acordeón, unas castañuelas, un piano, una ocarina, una
gaita, etc.). En un estadio intermedio se ubicaría la colocación tañer una guitarra; la
menor intensidad del vínculo, respecto de rasguear / rasgar una guitarra, se debe,
simplemente, a que la acción de tañer tampoco es exclusiva de la guitarra, pero sí
específica, pues, además de cualquier otro instrumento de cuerda (como el arpa, el
stradivarius o la bandurria), esa acción puede practicarse con un instrumento de
percusión (como la campana, el tambor o el tamboril). Así pues, gracias al mayor grado
de especificidad o precisión, rasgar / rasguear la guitarra representaría la predilección
léxica o selección preferente, aunque las cuatro expresiones denoten acciones típicas 8.
Una escala gradual de especificidad semejante cabría trazar entre los colocativos
transgredir, quebrantar, violar, quebrar y traspasar en su combinación con el
sustantivo ley: el vínculo con transgredir es el más estrecho porque sólo pueden
transgredirse las leyes, normas, órdenes o preceptos, seguidamente de quebrantar, que,
además de leyes o normas, se pueden quebrantar (‘romper’) objetos y quebrantar
(‘profanar’) lugares sagrados, amén de otras acciones, y de violar, que, aparte también
de leyes o normas, se pueden violar a personas, profanar lugares sagrados y deslucir o
ajar un objeto, quedando al final quebrar y traspasar, que pueden combinarse con un
mayor número de sustantivos y, por tanto, denotar otras acciones. Algo similar cabría
decir de los pares de colocaciones cancelar (o anular) un contrato / rescindir un
contrato, levantar (o recoger) el ancla / levar el ancla, pudrirse la fruta / macarse la
fruta, perdonar una deuda / condonar una deuda, etc., en los que el primer colocativo
es más neutro y el segundo es más específico o está más restringido.

7
Según el DRAE (2001), rasguear significa ‘Tocar la guitarra u otro instrumento rozando varias cuerdas
a la vez con las puntas de los dedos’; y rasgar, ‘Tocar la guitarra rozando a la vez varias cuerdas’.
8
Un grado de especificidad similar al que se obtiene con rasgar/rasguear, se logra con puntear y
arpegiar, en la medida en que representan otras formas particulares de tañer un instrumento de cuerda.
Existen también otros términos específicos relativos al modo como es tocada la cuerda, que
permiten, además, diferenciar instrumentos musicales de cuerda: cuerda golpeada (piano…), cuerda
frotada (viola, violín, violonchelo, contrabajo…), cuerda pellizcada (guitarra, bandurria, mandolina…).

4
Por tanto, a la tipicidad de la relación que se establece habría que sumar la
especificidad, que permite determinar grados de mayor o menor exclusividad. En
algunos estudios nuestros hemos utilizado el término de “implicación semántica”, que
serviría oportunamente para explicar este proceso: el verbo o colocativo rasguear o
rasgar implica necesariamente el sustantivo guitarra, lo reclama imperiosa e
inexcusablemente; no así tocar, porque es un verbo semánticamente más neutro o
menos específico; también lo implica tañer, pero no necesariamente, en exclusividad.
Asimismo, rescindir implica contrato, mas no cancelar; levar implica ancla, mas no
recoger; macar(se) implica fruta, mas no pudrir(se), etc. Cuanto más específico es el
colocativo, más inmediata o directa es la implicación, y más estrecho, el vínculo
solidario. Consecuentemente, cuanto mayor es la especificidad, mayores posibilidades
de categorizar la combinación como colocación. A veces se forjan maridajes de
monogamia perfecta o casi perfecta, en las que el colocativo se combina (casi)
exclusivamente con una determinada base (formatear un disquete, resetear un disco,
esnifar cocaína, polinizar la flor, aborregarse el cielo, atiplar la voz, atusar el pelo,
aliñar la ensalada, cauterizar una herida, cierre hermético, batalla campal, tiempos
inmemoriales, lucha intestina, craso error, calor sofocante, comida frugal, comida
pantagruélica, victoria pírrica, llover torrencialmente, comer opíparamente, locamente
enamorado, perdidamente loco…); estas colocaciones suelen resultar más auténticas, y
estar más expuestas a su asimilación con las locuciones, o incluso con los compuestos
en el caso de las colocaciones de estructura nombre + adjetivo.
La gradación indicada lleva parejo un problema de difícil solución. A veces, el
doblete de verbos colocacionales se conforma, por un lado, con un verbo
semánticamente similar a los indicados, o sea, un verbo dotado de significado léxico
que participa en la colocación con sentido figurado, y, por otro lado, con un verbo
soporte o de apoyo, es decir, un mero auxiliar sin significado léxico; es el caso de
albergar esperanzas y tener esperanzas, prestar atención y poner atención, impartir
clases y dar clases, formular una pregunta y hacer una pregunta, cometer un error y
tener un error, etc. Lógicamente, para los estudiosos que entienden que los predicados
de verbo soporte son colocaciones léxicas de pleno derecho (Corpas Pastor 1996, Koike
2001…), no hay problema alguno, porque se reproduciría la misma situación de antes,
aunque no explican cuál de los dos verbos es más específico o establece una relación
típica más consistente. Para Koike (2001: 70-72), el problema se resuelve considerando
que los verbos léxicos señalados no son léxicos, sino funcionales. En nuestra opinión,
los verbos soportes no están habilitados para conformar colocaciones léxicas al carecer
de significado léxico: si la colocación se fundamenta en una restricción semántica,
resulta poco defendible la catalogación como colocaciones de concurrencias en que un
componente está semánticamente vacío, como tener esperanza, tener un deseo, tener
miedo, tener un error, tomar una decisión, tomar el relevo, poner atención, dar clases,
dar un paseo, dar permiso, dar color, hacer un viaje, hacer vivac, hacer alusión, etc.
Adviértase que una gran parte de las construcciones de verbo soporte admiten la
paráfrasis léxica por un verbo de igual radical que el sustantivo con función de objeto o
de significado análogo: tener esperanza > esperanzarse, tener un deseo > desear, tener
miedo > temer, tomar una decisión > decidir, tomar el relevo > relevar, poner atención
> atender, dar clases > enseñar, dar un paseo > pasear, dar permiso > permitir, dar
color > colorear, hacer un viaje > viajar, hacer vivac > vivaquear, hacer alusión >
aludir, etc. La paráfrasis léxica es impensable en las colocaciones verbonominales
(levar el ancla, rescindir el contrato, trinchar la carne…), salvo en aquellas en las que
un verbo léxico contiende con un verbo soporte o, dicho de otra manera, cuando un

5
verbo soporte constituye una alternativa del verbo léxico, como las citadas cometer un
error, prestar atención o formular una pregunta.

2.2. Locución y colocación: semejanzas y diferencias


Por mucho que algunos lingüistas, de manera especial los fraseólogos, se
empeñen en asimilar las colocaciones a las locuciones e interpretar aquellas como
unidades propias de la Fraseología, las diferencias entre la colocación y la locución son
muchas y profundas (hasta cierto punto, abismales). En diferentes trabajos nuestros (p.
ej., García-Page 2008c) hemos insistido en que deben discriminarse correctamente
ambos fenómenos, aislándolos o ubicándolos en áreas distintas: el primero, en el
ámbito de la Gramática (Sintaxis), y el segundo, en el de la Fraseología. Acabamos de
señalar que lo verdaderamente específico de la colocación es que se entabla una relación
solidaria entre dos lexemas basada en una restricción (o selección) de índole semántica,
lo que favorece que esos dos lexemas concurran con regular frecuencia; pero nada nos
permite afirmar que sea una estructura fija, que su significado sea idiomático o no
composicional, que sea una unidad institucionalizada o listema, o que sea un grupo
lexicalizado, apto para ser registrado en el diccionario, frente a lo que sucede con las
locuciones. Piénsese, por ejemplo, en locuciones como meter la pata, tomar el pelo,
cortar el bacalao o tomar el portante, que son, a carta cabal, unidades fijas e
idiomáticas, institucionalizadas y lexicalizadas: nada tienen estas locuciones que
permita asimilarlas a las colocaciones.
Las diferencias básicas o primarias entre la colocación y la locución son de dos
tipos: estructurales y semánticas. Desde el punto de vista formal, la estructura
sintagmática que pueden adoptar las colocaciones difiere considerablemente de la que
presentan las locuciones, cuyo número es, además, menor (piénsese, simplemente, en
las locuciones pronominales, adjetivas, adverbiales, prepositivas, conjuntivas e
interjectivas, que carecen de contraparte colocacional); desde el punto de vista
semántico, la diferencia más relevante estriba en la opacidad mayor o menor de las
locuciones y la transparencia de las colocaciones, que habilita el análisis semántico
composicional. La única matización que cabe hacer al respecto de este último criterio es
la existencia de colocaciones que presentan algún grado de figuración o idiomaticidad,
como amasar una fortuna, depositar la confianza, esgrimir un argumento o albergar
una esperanza; en casos como estos se produce una sencilla transposición semántica o
metáfora basada en la incompatibilidad de rasgos semánticos: los verbos amasar,
depositar, esgrimir y albergar seleccionan regularmente seres u objetos [+ concretos]
(amasar el pan, depositar el papel (en el cubo), esgrimir un sable o albergar a un
huésped). Desde este punto de vista, podría decirse que hay dos clases de colocaciones:
las estrictamente literales o de sentido recto (tañer una guitarra, vadear un río, trinchar
la carne, levar el ancla) y las figuradas o de sentido metafórico (amasar un fortuna,
depositar la confianza, esgrimir un argumento, albergar una esperanza)9. La
transposición que acontece en las colocaciones figuradas se fragua siempre de la misma
manera: el colocativo (amasar, depositar, esgrimir, albergar) interviene con sentido
metafórico y la base (fortuna, confianza, argumento, esperanza), con sentido recto.
Otra diferencia de orden semántico tiene que ver con la gradación antes
comentada, esto es, el mayor o menor grado de vínculo semántico. Mientras que es
dable determinar series de colocaciones aislables en virtud de una más o menos fuerte
restricción del colocativo (rasguear / rasgar / tañer / tocar una guitarra, cancelar /
anular / rescindir un contrato, negar categóricamente / tajantemente / radicalmente /
rotundamente, precio desorbitado / exorbitante / astronómico, hambre atroz / canina /
9
Cfr., por ejemplo, Koike (2006); en ese estudio se habla de metafórica con otro sentido.

6
calagurritana…), esta práctica es inviable en las locuciones. Sí cabe agrupar locuciones
semánticamente vinculadas en torno a un concepto, sean locuciones sinónimas,
antónimas o formen una relación de jerarquía hiperonimia-hiponimia o, simplemente, de
cohiponimia (por ejemplo, son sinónimas las locuciones verbales cortar el bacalao,
llevar la batuta, dirigir la orquesta y ser el amo del cotarro y escribir el guión, entre
otras; y son antónimas ir al grano y andarse por las ramas); y también cabe determinar
variantes fraseológicas agrupables en razón del idéntico significado que denotan
(colgar/ahorcar los hábitos, untar el eje/carro, alzarse con el santo y la limosna/cera).
Pero estas aparentes similitudes entre locución y colocación no deben llamar a engaño:
en el primer caso (locuciones sinónimas, antónimas, cohipónimas, etc.), las locuciones
son formalmente distintas y no comparten normalmente ningún elemento, y, para su
consecución, no interviene la operación de conmutación léxica, frente a lo que ocurre en
las series de colocaciones; en el segundo caso (variantes fraseológicas), la conmutación
no produce variación semántica alguna, frente a lo que ocurre en las colocaciones, en las
que el cambio léxico sí supone un cambio de significado, mayor o menor: en las
locuciones, por el carácter integrado o compacto del significado de la expresión donde
cada constituyente ha perdido su propia autonomía semántica, las alternativas léxicas
vienen a funcionar como sinónimos o comportar el mismo significado, aunque sean
completamente distintas si se tratan individualmente como piezas aisladas del código
lingüístico.
En el plano formal, la diferencia estructural es muy acusada; son muchas las
diferencias que pueden trazarse.
La primera distinción que cabe hacer atiende al número de estructuras que puede
adoptar una colocación. Así, aunando las diferentes taxonomías de colocaciones
propuestas por los fraseólogos (en especial, Corpas Pastor 1996 y Koike 2001), la
colocación, en principio, puede presentar las siete siguientes estructuras sintácticas:

a) V + NCD (rescindir un contrato) / V + Nsuj. (estallar un conflicto)


b) V + SP (poner en práctica)
c) V + Adv (llover torrencialmente)
d) V + A (salir ileso)
e) N + A (éxito clamoroso)
f) N + de + N (gajo de limón)
g) A + Adv (rematadamente loco)

No cabe duda de que el número de estructuras diversas que la locución puede


presentar es infinitamente mayor. Por ejemplo, son muchas las locuciones verbales u
oracionales que exhiben una estructura más compleja, compuesta de tres o cuatro
miembros (llámense sintagmas o complementos, si se prefiere), no respetando así el
criterio del binarismo propio de la colocación: buscar los tres pies al gato, no dar el
brazo a torcer, tirar la casa por la ventana, poner los puntos sobre las íes, no saber
hacer la o con un canuto, tener la mosca detrás de la oreja, echar balones fuera, matar
dos pájaros de un tiro, meter a alguien las cabras en el corral, estar la pelota en el
tejado, poner toda la carne en el asador, poner el cascabel al gato, llevarse el gato al
agua, llevar el agua a su molino, no tenerlas todas consigo, matar moscas a cañonazos,
etc. Huelga decir que los componentes de estas locuciones son fijos e irreductibles,
ineludibles, en el sentido de que no tolerarían su elusión si lo que se pretende es
conseguir una construcción binomial conforme al esquema a): *buscar los tres pies, *no
dar el brazo, *tirar la casa, etc.

7
Hay otra estructura típicamente locucional que de ningún modo puede
conformar una colocación. Muchas locuciones, generalmente verbales, están
compuestas por un clítico de referente desconocido o incierto; este componente
pronominal es obligatorio e insustituible por el sintagma nominal que pudiera eludir, y
suele presentar la forma femenina la, las: diñarla, palmarla, liarla, cagarla, etc.
(Casares 1950, Fajardo Aguirre 1987, Delbecque 1997, García-Page 2008c y 2010b). Es
evidente que no se trata de la pronominalización natural de un sintagma nominal con
función de objeto directo, operación practicable en cualquier colocación verbonominal:
izar la bandera > izarla, levar el ancla > levarla, trinchar la carne > trincharla,
expectorar una flema > expectorarla, etc. Además, algunas locuciones con clítico
presentan estructuras peculiares o idiosincrásicas que resultan atípicas en la colocación,
como vérselas y deseárselas, cargársela, apañárselas, dársela con queso, no tenerlas
todas consigo, llevar las de ganar / perder, traérsela floja, enchufársela, pasarlas
moradas/canutas, tomar las de Villadiego, habérselas con alguien, tenerlo crudo /
negro, no contarlo, sin comerlo ni beberlo, etc. Por tanto, la locución y la colocación no
son fenómenos asimilables, y no lo son no sólo porque la colocación tenga vetada la
posibilidad de conformarse estructuralmente con un pronombre átono de objeto directo
sin referente expreso, sino porque la pronominalización es inviable, salvo muy raras
excepciones, en las locuciones (meter la pata > meterla, tomar el pelo a alguien >
tomárselo, pero tirar la casa por la ventana > *tirarla por la ventana, coger una liebre
> *cogerla, cantar las cuarenta a alguien > *cantárselas, poner pies en pared >
*ponerlos en pared, poner toda la carne en el asador > *ponerla en el asador), siendo,
por el contrario, completamente regular en las colocaciones. Este contraste es una
prueba contundente de que se trata de fenómenos completamente distintos, de que las
colocaciones son unidades de la Gramática y no de la Fraseología.
Hay muchas otras estructuras típicamente locucionales que no pueden formar
colocaciones, como la comparativa (más sordo que una tapia) y la consecutiva (va que
chuta)10.
Vayamos ahora, paso a paso, estructura por estructura, escrutando los esquemas
sintácticos de las colocaciones arriba indicados, contrastándolas, cuando sea preciso,
con las locuciones. Iremos de las que tiene menos representatividad en las locuciones a
las que pueden plantear mayores dificultades de delimitación con éstas.
En trabajos nuestros anteriores (García-Page 2008c) hemos señalado que
algunos esquemas colocacionales no se advierten entre las locuciones, de modo que el
estudio comparativo colocación / locución no resulta pertinente; como es el caso, por
ejemplo, del esquema (g) [«A + Adv»]. Aunque son, probablemente, al menos una
docena las colocaciones adjetivoadverbiales –es decir, de estructura «adjetivo +
adverbio» (herido mortalmente, gravemente enfermo, locamente enamorado,
perdidamente enamorado, rematadamente loco, clínicamente muerto, estrechamente /
íntimamente relacionado, políticamente correcto, diametralmente opuesto,
mundialmente famoso, sobradamente conocido, materialmente imposible, altamente
fiable, terminantemente prohibido…)–, no existe, creemos, ninguna locución adjetiva
que obedezca a dicho esquema. El quid de la cuestión está en el adverbio de modo en
-mente: es impensable, por lo que a continuación explicamos, que un adverbio de modo
en -mente concurra con un adjetivo para construir una locución.
En similar situación está el esquema (c) [«V + Adv»] si dicho esquema se
modifica ligeramente como «verbo + adverbio -mente», esto es, incluyendo la restricción

10
No obstante, las comparativas podrían formar colocaciones complejas, tal como han sugerido algunos
autores, del tipo rojo + como un tomate o dormir + como un tronco. Véanse, entre otros, Koike (2005) y
García-Page (2005, 2008ª, 2008b, 2008c y 2011a).

8
formal de que el adverbio debe ser de manera en -mente (García-Page 1994-1995,
2001a, 2001-2002, 2008c). En tanto que son más de un centenar las colocaciones
verboadverbiales –es decir, de estructura «verbo + adverbio-mente»– existentes (llover
torrencialmente, nevar copiosamente, cerrar herméticamente, comer opíparamente /
frugalmente, pasar olímpicamente, rogar encarecidamente, mentir compulsivamente,
herir mortalmente, mirar fijamente, fracasar estrepitosamente, oponer(se)
diametralmente/ frontalmente/ radicalmente, negar / rechazar / afirmar
categóricamente, desear fervientemente/ ardientemente/ vivamente, felicitar
efusivamente, prohibir terminantemente/ tajantemente, discutir acaloradamente, rezar /
pedir fervorosamente, luchar encarnizadamente, trabajar / esforzarse denodadamente,
trabajar afanosamente, zanjar / cortar tajantemente/ radicalmente, guardar
celosamente, permanecer / durar perennemente…), no hay ninguna locución verbal en
español que siga dicho esquema. La razón hay que buscarla, lisa y llanamente, en la
ausencia de adverbios en -mente capaces de formar parte de una locución; dicho de otro
modo, no hay, salvo muy raras excepciones (tan ricamente, lisa y llanamente…),
locuciones en español que contengan, entre sus componentes, un adverbio de manera en
-mente11.
Como también hemos expuesto en otros trabajos anteriores, creemos que la
estructura (d) [«V + A»], que es posiblemente la propuesta más reciente (primero Koike
2001 y después otros autores, como Castillo Carballo 2001 y 2001-2002), no es una
estructura colocacional, entre otras razones, porque no existe una restricción léxica
evidente entre el verbo y el adjetivo: si bien es cierto que adjetivos como ileso, indemne
o malparado se combinan frecuentemente con los verbos salir o resultar, además de
otros verbos resultativos, también es cierto que el número de adjetivos que pueden
formar parte de esa co-ocurrencia es muy alto, lo suficientemente alto como para evitar
hablar de colocación; además, tales adjetivos habrían de compartir casilla con adverbios
y construcciones de gerundio, así como expresiones valorativas: salir airoso, quedar
maltrecho, resultar bien, salir perdiendo, resultar un desastre, resultar una broma, etc.
En nuestra opinión, se trata de una simple construcción sintáctica sometida a no menos
restricciones semánticas que otras combinaciones sintagmáticas de la técnica libre
(García-Page 2008c).
Por otra parte, la estructura «V + A» está escasamente representada en el corpus
de locuciones verbales: ir listo, ir dado, hilar fino, venir rodado, jugar sucio, etc. En
algunos casos, como las locuciones atar corto, caer gordo o traer frito, la semejanza
estructural es solo aparente, pues, en realidad, tales locuciones se construyen
obligatoriamente con otro elemento de referencia variable, generalmente un
complemento directo al que se aplica el adjetivo o un complemento indirecto: atar a
alguien corto, caer gordo a alguien, traer frito a alguien. En algunos casos, como el
citado hilar fino, podría interpretarse como una secuencia de verbo + adverbio corto o
adjetival.
El esquema (b) [«V + SP»] está ilustrado, en todos los autores (p. ej., Corpas
Pastor 1996), con ejemplos de predicados complejos de verbo soporte (poner en
funcionamiento, poner en práctica, poner en evidencia, poner de ejemplo, poner de
manifiesto, tomar en consideración, etc.); por ello, debería ser eliminado si somos
11
No obstante, éstos pueden aparecer como incrementos opcionales en algunas locuciones verbales, como
ocurre en la locución ir al grano, que puede enriquecerse léxicamente con el adverbio directamente (ir
directamente al grano). Adviértase que los incrementos léxicos de este tipo no son complementos
verbales libres, sino que su elección está prefijada, frente a lo que podría decirse de los adverbios
descaradamente y continuamente en las locuciones tomar el pelo descaradamente a alguien y meter
continuamente la pata.

9
consecuentes con nuestra hipótesis de que los verbos soporte no dan lugar a
colocaciones léxicas. Si lo mantenemos, será porque quizá sí sea dable localizar algunos
verbos de significado léxico que llevan un complemento preposicional regido. La
nómina de supuestas colocaciones con esta estructura es más bien escueta; creemos que
podrían formar parte de dicha nómina combinaciones verbonominales como incurrir en
un error, adolecer de una enfermedad (dolencia, falta), apostatar del arrianismo (u otra
creencia religiosa o ideológica), abjurar del arrianismo (u otra creencia religiosa o
ideológica), convalecer de una enfermedad, desistir de un plan (teoría, proyecto…),
gozar de (buena) salud, incautarse de un alijo, prodigarse en elogios, prorrumpir en
sollozos (aplausos…), reincidir en una falta (error…), renegar de la fe, abdicar del
trono, etc. El principal escollo que encubre este esquema para listar colocaciones es
determinar el grado de restricción que debe imponer el colocativo, o, en otras palabras,
el número de bases con que este ha de poderse combinar, para evitar que puedan
infiltrarse combinaciones sintácticas enteramente libres que no deben etiquetarse como
colocaciones. Más que un vínculo con un lexema, o con dos, lo que aquí parece
producirse es un vínculo con un rasgo o propiedad que puede ser común a un conjunto
más amplio de bases (piénsese, por ejemplo, en los predicados reincidir y adolecer, que
exigen nombres de valoración negativa: falta, delito, enfermedad, etc.). En este sentido,
una vez descartadas las construcciones de verbo soporte, proponer este esquema
colocacional resulta, a nuestro juicio, muy aventurado.
El esquema (f) [«N + de + N»] tampoco está libre de controversia. Para algunos
gramáticos, se trata de compuestos (sintagmáticos de tipo preposicional o sinápticos);
para otros, son meros sintagmas nominales12; y, para otros (Corpas Pastor 1996, Koike
2001), colocaciones. La mayoría de los fraseólogos que suponen que expresiones como
gajo de limón o enjambre de abejas son colocaciones discrimina dos tipos de grupos
nominales, aquel en que N1 denota ‘porción o parte divisible’ de N2 (gajo de limón,
diente de ajo, rebanada de pan, loncha de jamón, onza de chocolate, rodaja de melón,
raja de sandía, copo de nieve, etc.) y aquel en que N1 denota ‘conjunto’ de N2
(enjambre de abejas, manada de bisontes, rebaño de cabras, banco de peces, jauría de
perros, bandada de pájaros, piara de cerdos, colonia de líquenes, ristra de ajos,
ramo/ramillete de flores, racimo de uvas, gavilla de mieses, piña de plátanos, etc.). En
el primer grupo suelen incluirse otras combinaciones sintagmáticas similares, del tipo
pastilla de jabón, bombona de butano, tableta de chocolate, lingote de oro, bote de
cerveza, tarrina de mantequilla, barra de pan, terrón de azúcar, lata de sardinas,
cajetilla de cigarrillos, mazorca de maíz, etc., donde N1 denota ‘unidad’ de N213. El
segundo tipo representa un caso regular de nombres colectivos donde N 2 especifica la
clase de individuos que conforman el conjunto, frente a lo que sucede con otros
sustantivos colectivos “específicos” o “determinados”, que, al llevar implícita la clase
de individuos (salvo que se empleen con sentido figurado o extendido), no necesitan ser
complementados por N2: ejército, pelotón, regimiento, flota, orquesta, coral, coro,
quinteto, biblioteca, bibliografía, alfabeto, florilegio, poemario, constelación,
archipiélago, trígono, pilotaje, clero, feligresía, profesorado, cabildo, alameda, etc.
Aun con todo, como puede advertirse, el vínculo entre los dos nombres no es igual en
todos los grupos: en unos es más intenso y en otros, más tenue; por ejemplo, piara se
12
Este tipo de estructuras ha recibido distintas caracterizaciones (García-Page 2008c). Para su análisis
como sintagma, véanse, por ejemplo, Varela Ortega (2005) o RAE (2009).
13
En muchos casos, este primer sustantivo es o equivale a una unidad de medida del referente designado
por el segundo sustantivo, que suele ser un nombre continuo o de masa, o bien denota ‘contenedor’, es
decir, el continente o recipiente que almacena el producto manufacturado, con que se indica la forma
característica como éste se comercia. Véase, además, Bosque (1999).

10
aplica sólo al cerdo, pero manada se aplica a un vasto número de mamíferos, en tanto
que rebaño se aplica a varias clases de estos.
Sin embargo, no suele indicarse como colocación un grupo nominal que se
conforma gracias a la restricción semántica que caracteriza la colocación, y, de hecho,
puede describirse como una estructura derivada de la colocación verbonominal que
sigue el esquema (a); es el caso de las nominalizaciones rescisión de contrato (<
rescindir un contrato), apertura de una cuenta (< abrir una cuenta), acuse de recibo (<
acusar recibo), acantonamiento / acuartelamiento de la tropa (< acantonar / acuartelar
la tropa), repique de campanas (< repicar campanas), enarbolado de la bandera (<
enarbolar la bandera), rasgueo de la guitarra (< rasguear la guitarra), prórroga de un
plazo (< prorrogar un plazo), aleación del metal (< alear el metal), amarre del barco (<
amarrar el barco), articulación del sonido (< articular el sonido), etc. Prácticamente,
todas las colocaciones verbonominales, gracias a su condición de productos sintácticos,
disponen de una colocación nominal paralela de estructura «N [+ deverbal] + de + N». Este
hecho, como veremos luego, es una prueba fehaciente de que la colocación se
fundamenta en un vínculo semántico entre dos lexemas, y no, sin más, entre dos
palabras: la base lexemática de rescindir y rescisión o de abrir y apertura es la misma.
La estructura «N1 + de + N2» sí es recurrente entre las locuciones nominales
(cabeza de turco, alma de cántaro, lengua de víbora, pedazo de alcornoque, torre de
marfil, flor de estufa, cajón de sastre, caballo de batalla, cabeza de chorlito, tabla de
salvación, cortina de humo, talón de Aquiles, valle de lágrimas, paño de lágrimas, caza
de brujas, pájara de cuenta, juego de niños, canto de sirena, piedra de toque, carne de
cañón, merienda de negros, etc.), pero su confusión con las colocaciones es
prácticamente imposible. Una de las diferencias más notables es que, como se ha
indicado, en las colocaciones N1 o bien denota ‘porción, unidad o conjunto’ de N2 o bien
es un derivado deverbal (nominalización) de una locución de verbo + sustantivo;
contextos que, en términos generales, no se dan en las locuciones: por un lado, no hay
ninguna locución en que N1 denote ‘porción, unidad o conjunto’ de N214; por otro lado,
las locuciones con esa estructura en que N1 es un sustantivo deverbal son muy pocas y
siempre o casi siempre, como en las colocaciones, proceden de la nominalización del
predicado verbal de una locución de verbo + sustantivo: puesta al día < ponerse al día,
tomadura de pelo < tomar el pelo, comida de coco < comer el coco, metedura de pata <
meter la pata, etc.15 Más que locuciones propiamente dichas, suelen tratarse como
variantes o variaciones contextuales de las locuciones verbales originarias.
Hay, además, una diferencia crucial entre la colocación y la locución nominal:
según nuestra hipótesis, las locuciones nominales no son unidades designativas al modo
de los compuestos, es decir, signos que designen entes u objetos físicos, sino
denotativas, signos que expresan propiedades, caracterizaciones o valoraciones,
mayormente de las personas dado el carácter antropocéntrico de la fraseología: alma de
cántaro, lengua de víbora, pedazo de alcornoque…; por el contrario, todas las
colocaciones de estructura «N1 + de + N2» que no correspondan a una nominalización
14
Expresiones como lengua de víbora o cabeza de chorlito, que podrían constituir contraejemplos, no son
en absoluto asimilables a las colocaciones: desde el punto de vista gramatical, los N 1 que denotan ‘parte
de’ (lengua, cabeza) son co-merónimos de cuerpo (holónimo), y, desde el punto de vista semántico-
pragmático, no son porciones o segmentos individualizables que se usen o puedan usarse como unidades
de medida; además, desde el punto de vista sintáctico, no admiten modificadores: puede decirse un gajo
del limón pelado o una onza de chocolate negro, pero no *la cabeza del chorlito envenenado o *la
lengua de víbora parda; desde el punto de vista semántico, gajo de limón y onza de chocolate son
unidades composicionales, de significado recto, mientras que lengua de víbora y cabeza de chorlito son
unidades no composicionales, de significado figurado o idiomático.
15
Son raras las locuciones con nombre deverbal que no derivan de una locución verbal: corte de mangas
[< *cortar mangas], caza de brujas [< *cazar brujas]), etc.

11
designan objetos físicos: gajo de limón, enjambre de abejas… Las nominalizaciones
denotan ‘acción’ o ‘acción y efecto’: rescisión de contrato, apertura de una cuenta, etc.;
las locuciones nominales compuestas con nombre deverbal denotan principalmente
‘efecto’ o ‘entidad abstracta’ (“Se pasa todo el día haciendo cortes de mangas”, “La
investigación emprendida por la fiscalía es una auténtica caza de brujas”).
Formalmente, la locución nominal con estructura «N 1 + de + N2» puede
presentar variantes formales que la colocación de igual estructura no puede presentar
(García-Page 2008c). Así, hay algunas locuciones que se construyen obligatoriamente
con artículo antepuesto a N2: (el) ojo del huracán, (la) cresta de la ola, (la) manzana de
la discordia, (la) ley del embudo, (la) cuenta de la vieja, (el) cuento de la lechera, (las)
cuentas del Gran Capitán, (el) chocolate del loro, (la) docena del fraile, (la)
cuadratura del círculo, el gusanillo de la conciencia, la fe del carbonero, gajes del
oficio, la punta del iceberg, la niña del los peines, flor de la maravilla, etc. (comp. *(el)
diente del ajo, *(el) gajo del limón, *(la) bombona del butano, etc.16
Ahora bien, las colocaciones nominalizadas se diferencian de las locuciones
porque pueden, además, llevar complementos: la rescisión del contrato basura, la
apertura de la cuenta corriente, etc. / *el ojo del huracán Katerina, *la cresta de la ola
gigantesca (tales expresiones no son agramaticales, pero son fraseológicamente
incorrectas: deben reinterpretarse con sentido recto); en el caso de que el segundo
sustantivo (N2) de una locución nominal lleve complemento, este tiene carácter fijado y
es, por ello, ineludible: la familia del tío Maroma, la gallina de los huevos de oro, ave
de mal agüero, mujer de vida alegre, espada de doble filo, pintor de brocha gorda, culo
de mal asiento, etc. (comp.: * la familia del tío, *la gallina de los huevos, *ave de
agüero…).
Hay locuciones nominales en las que es N1 el sustantivo que lleva complemento:
el garbanzo negro del cocido, la oveja negra de la familia, etc. (García-Page 2008c).
Este contexto sintáctico es inviable tanto en las colocaciones en que N1 denota ‘porción,
unidad o conjunto’ como en las nominalizadas, ya que el complemento incidiría en el
conjunto, aun en el caso de romper aparentemente la continuidad: gajo pequeño de
limón, diente de ajo mohoso, rebaño enorme de ovejas, etc.: [[pequeño] [gajo de limón]]
/ *[[pequeño gajo] [de limón]], [[diente de ajo] [mohoso]] / *[[diente] [de ajo mohoso]],
[[enorme][rebaño de ovejas]] / *[[enorme rebaño] [de ovejas]]…
A este grupo cabría adscribir otras locuciones de estructura similar, pero no
idéntica, seña de identidad de una formación idiosincrásica, que de ningún modo
comportan las colocaciones con sintagma preposicional: la casa de tócame Roque, el
cuento de nunca acabar, burro cargado de letras, etc. (García-Page 2008c).
Las colocaciones, nominalizadas o no, admiten la coordinación del complemento
(N2): la apertura de una cuenta y (de) un plan de pensiones, manadas de búfalos y
elefantes; posibilidad vetada a las locuciones incluso cuando éstas se construyen con un
nombre deverbal: *la caza de brujas y (de) meigas, prohibición que deriva directamente
del principio de la fijación que rige el código fraseológico. Las colocaciones admiten
también la coordinación con elusión de N 1 por un pronombre anafórico: un gajo de
limón y otro de naranja, operación impensable en las locuciones.
Hay otra diferencia en relación con la preposición. La preposición que introduce
el segundo sustantivo o grupo nominal de un reducido conjunto de locuciones
nominales no es de, sino otra (alma en pena, etc.); por el contrario, la preposición de es

16
No obstante, esta restricción no afecta a las colocaciones nominalizadas, las cuales, en calidad de
combinaciones libres, sí pueden construirse con artículo: la rescisión del contrato, la apertura de la
cuenta, etc. (comp., p. ej., el acuse de recibo). Como puede apreciarse, la locución suele emplearse como
una expresión definida con artículo determinado.

12
la única que puede aparecer en los dos tipos de colocaciones indicados (García-Page
2008c): por un lado, la nominalización de un predicado verbal impone invariablemente
la preposición de cómo índice funcional del grupo que antecede; por otro, el primigenio
valor partitivo de las colocaciones no nominalizadas está íntimamente asociado a la
preposición de.
Las colocaciones que obedecen a los dos esquemas que faltan, (a) y (e), son las
que más fácilmente pueden entrar en colisión con las locuciones, habida cuenta de que,
por los argumentos que hemos ido exponiendo, las estructuras previas no resultan
polémicas, o lo son en un despreciable porcentaje, con respecto a las locuciones.
No obstante, el esquema colocacional (e) [«N + A»] no plantea apenas
problemas de límites con las locuciones de idéntica estructura, sobre todo si se atiende
al aspecto semántico, en la medida en que las locuciones nominales son completamente
idiomáticas (noche toledana, arca cerrada, chivo expiatorio, perrito faldero, cabeza
hueca, cabeza cuadrada, niño gótico, lugar común, cardo borriquero, mosquita muerta,
pez gordo, pájaro gordo, pájara pinta, golpe bajo, pan perdido, papel mojado, punto
muerto, piedra angular, tela marinera, bala perdida, puñalada trapera, viejo verde,
gramática parda, cara mitad, música celestial, guerra sucia, diablo cojuelo, bicho raro,
bicho viviente, asignatura pendiente, juego sucio, círculo vicioso, toro corrido, etc.),
mientras que las colocaciones son composicionales, tenga o no el colocativo sentido
figurado: fe ciega, prueba fehaciente, argumento concluyente, golpe contundente, ganas
locas, fuente fidedigna, obra pía, batalla campal, módico precio, sueldo modesto,
pingües beneficios, jugosa ganancia, pregunta capciosa, apretada agenda, cierre
hermético, conducta intachable, calor bochornoso, idea descabellada, ajustada
victoria, dura competencia, resultados discretos, competencia desleal, etc. Este
contraste puede advertirse en pares con cierta afinidad léxica o semántica como calor
sofocante / calor humano, letra endiablada / letra muerta, aire viciado / círculo vicioso,
fe ciega / mala fe, ánimo (o ambiente) caldeado / patata caliente, etc., donde el primer
miembro de cada par es una colocación y el segundo, una locución.
Hay varios aspectos que ayudan a interpretar como colocación una combinación
sintagmática de nombre + adjetivo («N + A»).
Uno de ellos, de orden semántico, es que el adjetivo tiene, quizá en la mayoría
de los casos, un valor intensificador o enfático (García-Page 2001b, Koike 2000): calor
sofocante / asfixiante, error garrafal, ganas locas, ignorancia supina, enemigo
acérrimo, fe ciega, cifra astronómica, sueldo irrisorio / ridículo, precio exorbitante /
desorbitado / exorbitado, ruido infernal, silencio sepulcral, lluvia torrencial, hambre
atroz / calagurritana / canina, comida opípara, comida frugal, obra faraónica, esfuerzo
ímprobo, actividad frenética / febril, miedo cerval, fumador empedernido, férrea
voluntad / disciplina, memoria portentosa / prodigiosa, éxito clamoroso / fulgurante,
victoria aplastante / apabullante, diferencia abismal, fracaso estrepitoso, debut
apoteósico, suerte loca, rabiosa actualidad, crimen horrendo, frío tremendo / glacial /
siberiano, oposición frontal / radical, afirmación categórica / rotunda / tajante,
aburrimiento soporífero, deseo ardiente / ferviente / vivo, fervoroso seguidor, ruego
encarecido, calurosa acogida / recibimiento, importancia capital / vital, momento
crucial, limpieza / trabajo impecable, fuerza titánica / colosal / descomunal / bestial,
música celestial, remota posibilidad, encendido elogio, discusión acalorada, odio
mortal, dolor acerbo, imperiosa / perentoria / acuciante / acuciosa necesidad,
aparatoso accidente, etc. El valor elativo del adjetivo bloquea la posibilidad de ir
modificado por un cuantificador adverbial: *error muy garrafal, *ganas muy locas,

13
*ignorancia muy supina, etc. Por el contrario, el adjetivo de una locución nominal no
tiene por qué comportar valor enfático17.
Otro aspecto distintivo de las colocaciones de nombre + adjetivo es que muchas
de ellas son capaces de desarrollar colocaciones verboadverbiales de estructura verbo +
adverbio («V + Adv»), entre las que cabe establecer una doble correlación –del nombre
con el verbo y del adjetivo con el adverbio–: prueba fehaciente - probar
fehacientemente, lluvia torrencial - llover torrencialmente, comida opípara - comer
opíparamente, comida frugal - comer frugalmente, nevada copiosa - nevar
copiosamente, relación estrecha/íntima - estar estrechamente/íntimamente relacionado,
influencia decisiva - influir decisivamente, deseo ardiente - desear ardientemente,
ruego encarecido - rogar encarecidamente, fracaso estrepitoso - fracasar
estrepitosamente, etc. Paralelismos como estos son impensables en las locuciones; los
únicos paralelismos que cabe diseñar son los que establecen las citadas
nominalizaciones con sus bases de formación verbonominales: tomar el pelo -
tomadura de pelo, poner al día - puesta al día, etc. Bien es verdad que son también
muchas las colocaciones que no disponen de contraparte verboadverbial, aun cuando
preexista en el código el adverbio en -mente: lucha intestina - *luchar intestinamente,
error garrafal - *errar garrafalmente, esfuerzo ímprobo - *esforzarse ímprobamente,
etc. Como se indicó anteriormente, la existencia de colocaciones paralelas de esta suerte
es una prueba de que la colocación consiste en una relación entre dos lexemas, no entre
dos palabras, esto es, la colocación se conforma gracias a una restricción semántica.
Como construcciones libres que son, las colocaciones se prestan a sufrir las
transformaciones gramaticales propias de los sintagmas nominales; por ejemplo,
admiten la coordinación del adjetivo con otro adjetivo: una influencia decisiva y
transcendental, un argumento contundente y fiable, etc.; no obstante, en muchos casos,
sobre todo cuando el adjetivo tiene valor enfático, la coordinación ofrece mayor
resistencia y puede resultar más forzada, precisamente en virtud del propio significado
elativo; aunque sí puede formar parte de una enumeración con yuxtaposición, ubicado
comúnmente al final si constituye una gradación ascendente o clímax: un error grave,
mayúsculo, garrafal; un ruido muy molesto, infernal; etc.
Otro aspecto característico de las colocaciones que no se advierte normalmente
en las locuciones es la posibilidad de formar series de colocativos sinónimos o
cuasisinónimos mediante conmutación: calor sofocante / asfixiante, error garrafal /
craso / mayúsculo, fuente fiable / fidedigna, deseo ardiente / vivo / ferviente, éxito
clamoroso / apoteósico / rotundo, triunfo o victoria apabullante / aplastante / sonado /
sonoro, precio exorbitado / exorbitante / desorbitado / astronómico / disparatado,
fuerza titánica / colosal / descomunal / bestial, hambre canina / atroz / tremenda /
calagurritana, memoria portentosa / prodigiosa, necesidad imperiosa / perentoria /
acuciante / acuciosa, etc.; las escasísimas locuciones nominales que admiten
alternativas son meras variantes fijadas que, como piezas léxicas extraídas de la
locución, no necesariamente comparten significado alguno; es el caso de las locuciones
pez gordo y pájaro gordo.
Otro aspecto formal que permite establecer una diferencia (gradual) es la clase
de adjetivo: mientras que una gran parte de las colocaciones se forma con un adjetivo
típicamente relacional (canina, astronómico, calagurritana, infernal, soporífero,
radical, faraónico, febril, férreo, sepulcral, celestial, pírrica, titánico, etc.), la mayoría
17
Podrían interpretarse como excepciones los adjetivos opcionales que encarecen algunas locuciones,
como hacer su santa voluntad, meterse en un auténtico berenjenal, pasarse todo el santo día + oración,
dar la real gana, no tener ni pajolera idea, etc. El valor enfático de otras locuciones no proviene
directamente del adjetivo, sino del conjunto de la expresión: de puta madre (*de madre), no tener la más
mínima idea (*no tener la idea), etc.

14
de las locuciones contiene un adjetivo puramente cualitativo (cabeza cuadrada, pájaro
gordo, viejo verde, golpe bajo, pájara pinta, pan perdido, manos rotas, etc.). Se da, sin
embargo, la circunstancia de que el adjetivo relacional, cuando forma parte de una
locución (noche toledana, martirio chino, cuento chino, niño gótico, tela marinera,
piedra angular, piedra filosofal, etc.) o de una colocación metafórica, pierde las
propiedades de su clase, pasando a significar como un adjetivo cualitativo.
Como sintagmas nominales que son, el sustantivo puede construirse en plural:
errores garrafales, pruebas contundentes, etc. La inmensa mayoría de las locuciones de
estructura «N + A» también puede formarse en plural (lugares comunes, cuentos chinos,
noches toledanas, etc.), pero algunas locuciones fijadas en plural rechazan el singular
(malas artes / *mal arte). No obstante, también algunos adjetivos se construyen solo en
plural al formar colocación con un sustantivo determinado, único: tiempos
inmemoriales, cantidades industriales, ganas locas…
Así pues, el parentesco entre las locuciones nominales y las colocaciones de
nombre + adjetivo es muy limitado, y las posibilidades de confusión, prácticamente
nulas (la delimitación de las locuciones con los compuestos sintagmáticos, no sólo con
la estructura «N + A», es, en cambio, infinitamente más difícil, cuestión que aquí no
trataremos).
La colocación de estructura «V + N» (a), más concretamente la de «V + N CD»
(rescindir un contrato, trinchar la carne, vadear un río, levar el ancla, izar la bandera,
amputar un miembro, infligir un castigo, incoar un expediente, infringir la ley, derogar
una ley, promulgar una ley, formular una pregunta, bruñir un metal, alear el metal,
engastar una piedra, acicalar las uñas, atusar el pelo, mesar la barba, anillar un ave,
engastar un diamante / rubí…, etc.), es, sin lugar a dudas, la que ofrece mayores
dificultades de delimitación respecto de la locución verbal de similar esquema
sintáctico, entre otras razones porque son muy pocas las locuciones oracionales de
estructura binomial «V + Nsuj.» (sonar la flauta, rodar cabezas, cartas cantan, pintar
bastos, cambiar las tornas, despuntar el alba, picarse el mar, romperse / quebrar el
mar, trocar(se) las manos, etc.) con las que puedan litigar las colocaciones de idéntica
composición (estallar un conflicto, borbotar el agua, atracar / zarpar un barco,
aterrizar un avión, declararse un incendio, atracar / zarpar un barco, aterrizar un
avión, aborregarse / encapotarse el cielo, etc.); en cualquier caso, el aspecto semántico
de la opacidad y composicionalidad es decisivo en los posibles casos de colisión: las
locuciones son idiomáticas en mayor o menor grado, según se advierta o no motivación,
y las colocaciones son transparentes, aunque algunos colocativos verbales puedan
usarse con sentido metafórico.
También el aspecto semántico distancia considerablemente la locución verbal de
estructura «V + NCD» de la colocación verbonominal de idéntica estructura, si bien la
idiomaticidad se presenta de modo diverso en las locuciones: hay una amplia gama de
niveles intermedios entre las locuciones verbales completamente opacas (meter la pata,
tomar el pelo, ver las estrellas, coger una liebre, caer en la cuenta, estar en el ajo, etc.)
y las locuciones verbales más transparentes con alto grado de motivación (pedir la
Luna, doblar el espinazo, sudar la camiseta, vestirse por los pies, etc.).
Este aspecto semántico, junto con otras pruebas de índole formal, es de suma
relevancia para determinar la naturaleza fraseológica o sintáctica de una expresión de
“doble nacionalidad” (García-Page 2008c), es decir, una construcción verbonominal que
puede adscribirse a dos categorías distintas o naciones lingüísticas distintas, la locución
y la colocación, la Fraseología y la Sintaxis. Es evidente que algunas locuciones se han
formado sobre una colocación, mediante un proceso de metaforización, con un
significado específico (Koike 2008a, 2010). Así, la expresión abrir la veda se analiza

15
como colocación cuando significa ‘quitar la prohibición de cazar animales’ y como
locución cuando, por extensión, significa ‘quitar la prohibición de algo’ o bien
‘comenzar la persecución con permiso de la autoridad’; correr la cortina es colocación
si equivale a descorrerla y locución cuando significa ‘descubrir lo oculto y difícil de
entender’ o bien ‘ocultar algo o pasar en silencio’ (adviértase que, como locución, no
admite la variante verbal descorrer); templar gaitas se analiza como una colocación si
templar se usa con su sentido literal (templar un instrumento), y como una locución si la
expresión tiene el significado de ‘actuar con miramiento para evitar enfrentamientos o
para concertar voluntades o desenojar a alguien’; remachar un clavo es colocación
cuando se usa con su sentido recto y locución cuando tiene el significado ‘añadir a un
error otro mayor, queriendo aumentar el desacierto’ o bien ‘añadir más argumentos en
pro de una aserción ya aumentada por anteriores razones’; arriar la bandera es
colocación en su sentido literal del lenguaje militar o de marinería y locución cuando,
dicho de un buque, en el lenguaje de la marinería, significa ‘rendirse al enemigo’; levar
anclas es colocación con el sentido de ‘desengancharlas’ y locución con el sentido de
‘ponerse en marcha algo o alguien’; declarar la guerra (a alguien) es colocación cuando
significa ‘hacer pública la guerra, notificarla’ y locución cuando significa ‘rivalizar,
competir con otros’; colgar los hábitos podría interpretarse como una colocación, en
sentido amplio (“colgar la ropa”), y es una locución cuando significa ‘abandonar el
ministerio o los estudios eclesiásticos’ y, por extensión, ‘abandonar un oficio o una
misión’; si echar anclas se analiza como una colocación, en un sentido amplio, cuando
significa ‘lanzarlas para sujetar la embarcación’, entonces colisionaría con su
contraparte locucional, que, en el lenguaje marinero, tiene el significado de ‘dejar de
faenar’ o, por extensión, ‘detenerse alguien por tiempo indefinido’; la expresión alzar o
levantar la caza puede significar ‘ojearla’ y, entonces, cabe describirla como
colocación, o ‘dar a conocer algo que estaba oculto’ y, entonces, debe describirse como
locución, que tiene por variantes alzar la liebre y alborotar la caza; llamar la atención,
con el sentido de ‘atraerla, despertar el interés’, suele describirse como una colocación,
y, con el significado de ‘reprender, reconvenir’ o de ‘sorprender‘, es una locución (en el
primer caso, el sujeto puede ser un sustantivo no animado, pero, en el segundo, debe ser
humano); la expresión frecuente tocarle la lotería (o el gordo) a alguien, con el sentido
literal de ‘ser agraciado con el premio’, podría acaso ser descrita como una colocación,
mientras que, con el sentido irónico de ‘sobrevenirle una desgracia o un encargo
enojoso’, debe analizarse como locución. A veces la diferencia semántica entre la
colocación y la locución tiene un correlato sintáctico, en el sentido de que el
comportamiento gramatical de la locución y el de la colocación no es idéntico. Así, hay
algunas locuciones que activan un argumento verbal (destinatario) que no es regular o
propio del predicado cuando se usa con sentido literal, lo que permite diferenciar la
locución de la colocación; así, cardar la lana es una colocación cuando se emplea con
su sentido recto entre ganaderos y una locución cuando significa ‘reprender
ásperamente’ o ‘ganar a otro mucho dinero en el juego’, en cuyo caso debe llevar un
complemento indirecto (cardar la lana a alguien); roer los huesos es colocación con su
sentido recto y una locución cuando significa ‘murmurar de alguien’, en cuyo caso es
obligatoria la presencia de un complemento indirecto (roer los huesos a alguien);
levantar la voz podría analizarse como una colocación en un sentido amplio (comp. voz
alta / voz baja, en voz alta) y como locución cuando significa ‘hablarle
descompuestamente o sin el respeto que merece’, en cuyo caso lleva un complemento
de persona (levantar la voz a alguien), y, además, admite la variante verbal alzar la voz,
que no es verbo colocacional; la expresión meter un gol, cuando se usa como colocación
en el lenguaje del deporte, no suele llevar complemento, o bien puede variar entre un

16
complemento circunstancial o de régimen (en la portería, en propia meta, etc.), y,
cuando se emplea como locución (‘engañarlo’), selecciona obligatoriamente un
complemento indirecto (a alguien); la expresión echar raíces, aplicada a una planta,
puede analizarse como una colocación, pero es una locución si, aplicada a personas,
significa ‘consolidarse en un sitio o puesto tras un cierto periodo de tiempo’; entonces,
suele llevar un complemento circunstancial de lugar (echar raíces en un sitio). Deben,
además, tenerse en cuenta otros aspectos, como la estructura morfológica del sustantivo
y la clase de determinante: en las locuciones, tanto la forma flexiva del nombre como la
clase de determinante están fijadas: *correr las cortinas, *templar la gaita, *remachar
varios clavos, *roer un hueso, *colgar el hábito, etc. En algunos casos, la locución
presenta variantes fijadas; por ejemplo, arriar la bandera puede construirse sin artículo,
arriar bandera, que, como sintagma verbal, es una construcción anómala.
Algunas expresiones de doble nacionalidad ponen en relación una locución y un
predicado de verbo soporte, no una colocación léxica; así, dar un baño (con un objeto
indirecto libre: a alguien) es una construcción de verbo soporte cuando puede
parafrasearse por el verbo simple bañar, y una locución cuando significa ‘aleccionar,
reconvenir, mostrarle su superioridad’; como verbo soporte, se emplea más
frecuentemente como construcción reflexiva, opción completamente inviable cuando se
emplea con sentido figurado; cuando hacer la cama funciona como colocación, con el
sentido de ‘componerla, prepararla’, no exige un complemento directo que exprese el
beneficiario de la acción, aunque puede llevarlo (“La madre siempre les hace la cama a
sus hijos”); en cambio, cuando se usa como locución (‘trabajar secretamente para
perjudicarlo’), este complemento es obligatorio (hacer la cama a alguien); dar cuenta
(de algo) es una construcción de verbo soporte si significa ‘contar, informar’ y una
locución si comporta el significado de ‘darle fin, destruyéndolo o malgastándolo’;
cuando el sustantivo lleva como complemento el adjetivo buena, la locución dar buena
cuenta de algo significa ‘agotarlo o consumirlo totalmente’ (este complemento puede
aparecer cuando el verbo es soporte); cuando tomar medidas equivale a ‘prevenir, tomar
precauciones’ y tomar es sustituible por el verbo pleno adoptar, es analizable como
predicado de verbo soporte, y, cuando significa ‘estudiar algo o a alguien con detalle’ [el
DRAE 2001 restringe su aplicación a personas] y el verbo es irremplazable (*adoptar
medidas a alguien), debe describirse como una locución, siendo, en este caso,
obligatoria la presencia de un complemento indirecto; el verbo dar es soporte en dar
una lección cuando equivale a ‘impartir’ y constituyente obligatorio de dicha expresión
cuando significa ‘aleccionar, enseñar con la experiencia o el ejemplo’ o ‘dar un
escarmiento, hacer comprender el error cometido’; en este caso, dar una lección es una
locución, que exige la presencia de un complemento destinatario (“Le ha dado una
lección de humildad”), y dar es irremplazable por impartir (*“Le ha impartido una
lección de humildad”); asimismo, el sustantivo suele construirse en singular; la doble
nacionalidad de la expresión tomar nota consiste en el doble análisis que puede recibir:
como construcción de verbo soporte, parafraseable por el verbo léxico anotar, y como
locución, con el sentido de ‘aprehender, fijarse bien, reconocer un error para corregirlo
o evitarlo’; como locución, admite el incremento léxico buena (tomar buena nota), no
así cuando funciona como predicado de verbo soporte; igualmente, hacer los deberes
(el DRAE 2001 lo registra en singular y con determinante posesivo: hacer su deber)
admite dos interpretaciones: como predicado de verbo soporte, expresión propia del
argot estudiantil equivalente a hacer la tarea, y como locución, con un sentido figurado
derivado de aquél: ‘cumplir o llevar a cabo una misión o encargo encomendados’; dar
el golpe puede significar ‘causar sorpresa’ y, entonces, se categoriza como locución o,
simplemente, ‘pegar, golpear’ y, entonces, debe analizarse como una construcción de

17
verbo soporte, donde dar puede sustituirse por atizar, asestar o pegar y selecciona un
argumento destinatario (a alguien), y el determinante es variable (dar un golpe, dar
golpes, etc.); como locución, el determinante es invariable y el predicado pierde un
argumento; dar la bendición (también echar la bendición), dicho de un religioso en
ciertas ceremonias eclesiásticas, puede interpretarse como una estructura de verbo
soporte y como locución cuando significa ‘casar a dos personas mediante ceremonia
religiosa’ (entonces, de acuerdo con el DFDEA, el sustantivo presenta normalmente el
morfema flexivo de plural: echar las bendiciones); con echar, el DRAE (2001) recoge,
además, otras dos acepciones figuradas: ‘levantar la mano en algún negocio, no querer
ya mezclarse en él’ y ‘renunciar a toda relación con alguien’; tomar el pulso es una
colocación cuando puede parafrasearse por el verbo pulsar, como expresión propia del
lenguaje médico, y una locución cuando, por extensión’ significa ‘tantear, intentar
conocer las características o condiciones’ (en el primer caso, exige un complemento
humano: tomar el pulso a alguien, mientras que, en el segundo, este complemento
puede ser un nombre de persona o, más comúnmente, de cosa: tomar el pulso a alguien
o a algo)18.
Por otra parte, hay componentes formales o estructurales que favorecen la
distinción de la locución y la colocación Así, la presencia junto al verbo de una forma
pronominal con valor reflexivo o medio o un dativo expletivo bloquea la interpretación
como colocación de una construcción de estructura binaria de verbo + grupo nominal
(CD), ya que las colocaciones se conforman con verbos transitivos puros; en cambio,
abundan las locuciones con un se de esas características: comerse el coco, comerse el
mundo, ponerse las botas, dejarse la piel, quemarse las pestañas, rasgarse las
vestiduras, quitarse el sombrero, etc.; el verbo de estas construcciones es pronominal o
se comporta como tal (Martínez Marín 1989, García-Page 2007a, 2007b, 2008c).
Otro elemento estructural de bloqueo de la interpretación colocacional, ya
indicado al principio, es el pronombre átono de objeto la, las, que aparece en más de
una veintena de locuciones verbales con estructura binaria: palmarla, diñarla, cagarla,
armarla, liarla, trincarla, etc. Por razones gramaticales (requiere la presencia de un
lexema) y semánticas (el pronombre carece de significado, por lo que no se establece
ninguna restricción semántica), ninguna colocación se construye con un clítico de objeto
directo, salvo que se trate de la nominalización de una estructura verbonominal
(trinchar la carne > trincharla, etc.).
Las colocaciones admiten normalmente la operación de coordinación del
complemento, si bien en algunos casos podría resultar forzada: trinchar la carne y el
pescado, enarbolar la bandera y el pendón, promulgar una ley y un decreto, etc.; en
muchos casos, los miembros coordinados son co-hipónimos o co-merónimos: amputar
un brazo y una pierna, bruñir el bronce y la plata, trinchar el besugo y el atún, atusar
la barba y el cabello, etc. En virtud del criterio de fijación fraseológica, ningún
complemento de una locución verbal admite su coordinación a otro sustantivo o
sintagma nominal (*tomar el pelo y la barba, *estirar la pata y el brazo, *ver las
estrellas y la luna, etc.), salvo que el complemento esté fijado con esa estructura:
prometer el oro y el moro, echar sapos y culebras, aguantar carros y carretas, mover
cielo y tierra, decir el sueño y la soltura, hacer carne y sangre, necesitar Dios y ayuda,
dar palabra y mano, etc.
Asimismo, el sustantivo de la colocación admite cualquier tipo de modificador:
guiñar el ojo izquierdo, trinchar el pescado congelado, izar la bandera de España, etc.
Las locuciones, salvo muy raras excepciones, no pueden incrementarse con
18
La doble nacionalidad pone a veces en relación una locución y un compuesto, como ilustra, por
ejemplo, las expresiones talón de Aquiles y la plana mayor. Cfr. también Koike (2009).

18
complementos libres; si el sustantivo de una locución verbal lleva complemento, éste
estará fijado: llevar la voz cantante, pagar los platos rotos, sudar la gota gorda, etc.
Otro aspecto diferenciador estriba en la clase de verbo que interviene en una y
otra categoría. Aunque hay verbos comunes, se podría confeccionar una larga lista de
verbos que integran locuciones que nunca forman colocación con un sustantivo (entre
ellos, los más comunes y más extensos semánticamente: hacer, ser, tener, poner, dar,
etc., pero también otros: beber los vientos, sudar el hopo, cantar las cuarenta, leer la
cartilla, untar el eje, etc.) y, a la inversa, una lista, más breve, de verbos colocacionales
que nunca encabezan una locución verbal (trinchar, enarbolar, esnifar, formatear,
resetear, vadear, izar, rescindir, incoar, atusar, etc.).
Otro factor de bloqueo de la interpretación colocacional de una secuencia es de
orden léxico: el sustantivo de algunas locuciones verbales de estructura verbo + nombre
es una palabra idiomática (Zuluaga 1980; García-Page 1990, 1991, 2008c): hacer el
paripé, hacer pajaril, sudar el hopo, calzar el coturno, echar la contera, hacer tilín, dar
la tabarra, hacer mutis, etc.; esta posibilidad está completamente vetada a las
colocaciones, debido precisamente a la imperiosa necesidad de que se establezca una
relación semántica entre el verbo y el sustantivo. Como es sabido, las palabras
idiomáticas –que abundan en otras clases de locuciones, sobre todo adverbiales (en un
santiamén, al alimón, a reculones, a trompicones, sin ton ni son, a traque barraque, a
granel, ni oxte ni moxte, a troche y moche, etc.)– carecen de significado, aunque, en
algunos casos, sean interpretables. Cabe, no obstante, señalar que algunos colocativos,
si bien de colocaciones con otra estructura, se comportan de modo similar a las palabras
idiomáticas en la medida en que su uso está limitado exclusivamente o casi
exclusivamente a una determinada colocación; es el caso de los adjetivos garrafal,
craso, bizantino, torrencial, hermético, etc., o los adverbios tajantemente,
terminantemente, perdidamente, torrencialmente, etc.
En relación con la adición de nuevos elementos está el hecho de que algunas
colocaciones verbonominales quedan desdibujadas al importar el sustantivo otro
nombre que funciona como su núcleo sintáctico: declararse una oleada de incendios,
sofocar la ola de incendios, reprimir la espiral de violencia, proferir una catarata de
insultos, formular un torrente de preguntas, interponer una lluvia de recursos, cometer
una cadena de errores, desatarse una torrentera de polémicas, etc. Koike (2001, 2003,
2008b, 2010) habla de “colocaciones encubiertas”, porque la colocación, aunque
aparentemente enmascarada, existe al concurrir los dos lexemas relacionados
semánticamente: declararse un incendio (*declararse una oleada), sofocar un incendio
(*sofocar la ola), reprimir la violencia (*reprimir la espiral), etc. El sustantivo que
funciona como núcleo sintáctico funciona de modo similar a los llamados sustantivos
ligeros (Koike 2003); piénsese, por ejemplo, en el valor semánticamente superfluo de
expresiones del tipo atravesar por una situación crítica, condenar los actos terroristas,
etc., donde quedan encubiertas las colocaciones atravesar una crisis (*atravesar por
una situación), condenar el terrorismo (*condenar los actos), etc. Sin duda, este tipo de
configuraciones sintagmáticas es impensable en las locuciones.
Hay otros procesos particulares de las colocaciones que no pueden llevar a cabo
las locuciones. Uno de ellos es la formación de cadenas de colocaciones, que se
obtienen mediante un cruce de colocaciones distintas con una base común, sobre todo la
colocación de verbo + sustantivo y la de sustantivo + adjetivo, siendo el sustantivo la
base común (García-Page 2011b): cometer un error garrafal/craso, tomar medidas
drásticas, rendir/tributar un encendido homenaje/elogio, tributar un caluroso
recibimiento, cosechar una victoria aplastante/apabullante, cosechar un éxito
clamoroso/rotundo, amasar una inmensa fortuna, guardar una relación estrecha,

19
entablar/mantener una amistad estrecha, acariciar la remota posibilidad (de), esgrimir
un argumento contundente/ concluyente, formular una pregunta capciosa, etc.; v. gr.:
cometer un error + error garrafal/craso, tomar medidas + medidas drásticas, tributar
un homenaje + encendido homenaje/elogio, tributar un recibimiento + caluroso
recibimiento homenaje, cosechar una victoria + victoria aplastante/apabullante,
cosechar un éxito + éxito clamoroso/rotundo, amasar una fortuna + inmensa fortuna,
guardar/entablar una relación + relación estrecha, entablar/mantener una amistad +
amistad estrecha, acariciar la posibilidad + remota posibilidad, esgrimir un argumento
+ argumento contundente / concluyente, formular una pregunta capciosa + pregunta
capciosa, etc. Koike (2001: 147) habla de “colocaciones concatenadas” –a partir de lo
que Corpas Pastor (1996: 117, 249) llama, como de puntillas, “concatenaciones de
colocados” (que ilustra únicamente con el ejemplo abrir la puerta de par en par, que no
es propiamente una cadena, sino, en todo caso, un cruce: abrir la puerta + abrir de par
en par, no siendo abrir la puerta una colocación)–, si bien el predicado de algunos
ejemplos es un verbo soporte (hacer un elogio encendido, hacer una acalorada
defensa), o incluso un verbo no colocacional (recibir un fervoroso homenaje). Las
locuciones no pueden formar cadenas similares, ni siquiera formar una cadena con una
colocación; así, por ejemplo, la locución verbal ciscarse de miedo no puede encadenarse
a la colocación miedo cerval, donde el sustantivo miedo fuera el elemento común que
permite construir la cadena: *ciscarse de miedo cerval; asimismo, la locución nominal
cortina de humo ‘estratagema de ocultamiento’ no puede formar cadena con la
colocación verbonominal descorrer la cortina, donde el sustantivo cortina sería el
eslabón de engarce: *descorrer una cortina de humo.
Los sustantivos ligeros pueden aparecer en las colaciones concatenadas: cometer
una cadena de errores garrafales, formular una lluvia de preguntas capciosas, esgrimir
un tropel de argumentos contundentes, etc.
Otro proceso propio de la colocación, que no se advierte en la locución, es la
formación de colocaciones complejas (Koike 2001 y 2005; García-Page 2004, 2005,
2008c y 2011a), constituidas por una base regular y una locución como colocativo. La
colocación compleja más habitual es la que adopta la estructura verbo + locución
adverbial, del tipo llorar a moco tendido, hablar en plata, repetir al pie de la letra,
saber al dedillo o cumplir a rajatabla, difícil a veces de diferenciar de las locuciones
verbales que están formadas por un sintagma preposicional con función adverbial.
Aunque quizá más controvertida, es también común la colocación compleja de nombre
+ locución adjetival o adjetivo + locución adverbial, del tipo memoria de elefante, loco
de remate, tonto del capirote / del bote / del haba, fraile de misa y olla, militar de
cuchara, etc.19
Sin embargo, las locuciones, frente a las colocaciones, presentan la
particularidad de poder aparecer incrustadas unas dentro de otras o incluso dentro de un
refrán; es el caso de las locuciones adverbiales a machamartillo y a puño cerrado, que
aparecen en la locución verbal creer en Dios a machamartillo o a puño cerrado; o de la
locución adjetiva de oro y azul ‘muy adornado’, que aparece en la locución verbal
poner (a alguien) de oro y azul ‘maltratarlo’; de las locuciones adverbiales a sangre y
fuego (o a fuego y sangre) ‘con rigor, con violencia’ y de balde, que se incrustan,
respectivamente, en las locuciones verbales meter/poner a sangre y fuego ‘destruir un
país’ y no comer el pan de balde; de las locuciones nominales el rey Perico o el rey que

19
Las colocaciones complejas de verbo + locución nominal que propone Koike (2001: 56-57, 2005), del
tipo prometer el oro y el moro, sopesar los pros y los contras, aguantar carros y carretas, etc., resultan
más controvertidas aún: no hay unanimidad entre los lexicógrafos y fraseólogos a la hora de decidir, por
ejemplo, si la locución es prometer el oro y el moro (loc. verbal) o el oro y el moro (loc. nominal).

20
rabió por gachas, que se integran en las locuciones acordarse del tiempo del rey
Perico / el rey que rabió por gachas, ser del tiempo del rey Perico / el rey que rabió por
gachas o en tiempos del rey Perico / el rey que rabió por gachas; o de las locuciones
verbales escarmentar en cabeza ajena y tomar las puertas a Dios, que forman parte de
los refranes Escarmentar en cabeza buena, doctrina buena y ¿Tomar las puertas a Dios
pensáis? Mucho lo erráis.
Otro proceso característico de las colocaciones que no aparece en las locuciones
es la formación de dobletes de colocaciones según la actuación del sentido recto o
figurado del colocativo (Bosque 1982, Koike 2001): esgrimir una espada / esgrimir un
argumento, incubar un huevo / incubar una enfermedad, amasar el pan / amasar una
fortuna, fruncir la tela / fruncir la frente o el ceño, etc.
Frente al carácter fijado de la locución, que rechaza, en principio, cualquier
reemplazamiento, la restricción léxica que caracteriza a la colocación permite que, en
aquellos casos en que los lexemas solidarios no constituyen un matrimonio fiel y
perfecto, se formen colocaciones semánticamente afines, agrupables en clases o
paradigmas: escanciar {ciertas bebidas: vino, sidra…}, nidificar / anidar {ave:
canario, cigüeña…}, espigar {cereal: trigo, centeno…}, herrar {ganado: caballo,
yegua…}, condimentar {carne, guisado…}, entumecer {partes del cuerpo: músculo,
pierna…}, macarse {fruta: melocotón, pera…}, etc.; las bases mantienen entre sí una
relación de co-hiponimia o co-meronimia.

3. CONCLUSIONES
Frente a la teoría más extendida, creemos que la colocación es, ante todo, una
combinación libre de palabras, aunque esté fundamentada en una restricción léxica, y
que, por tanto, es una unidad de la Sintaxis y no de la Fraseología; por el contrario, la
locución es una combinación fija de palabras, aunque pueda ser estudiada desde una
perspectiva gramatical, y constituye la unidad básica de la Fraseología (en una
concepción estrecha).
Aunque compartan rasgos comunes y pueda defenderse en alguna medida la
teoría del continuum, tanto la locución como la colocación presentan características
peculiares, formales y semánticas, que propician su estudio separado.

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