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Sed tengo, paso procesional de laCofradía de las Siete Palabras en laSemana Santa
de Valladolid. Cristo se representa durante la "quinta palabra", pero los sayones que
se juegan la túnica de Cristo aluden a la "primera palabra". 1
Consummatum est, detalle del púlpito de la catedral de Ribe. Representa la "sexta
palabra".2
3. "Madre, he ahí tu hijo ... hijo, he ahí tu madre"; o "Mujer, aquí tienes a
tu hijo ... Aquí tienes a tu madre" -Mulier ecce filius tuus ... ecce
mater tua (Juan, 19: 26-27).
4. "Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado" - Deus meus Deus
meus ut quid dereliquisti me(Mateo, 27: 46 y Marcos, 15: 34).
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1 Primera Palabra
2 Segunda Palabra
3 Tercera Palabra
4 Cuarta Palabra
5 Quinta Palabra
6 Sexta Palabra
7 Séptima Palabra
8 Liturgia y devociones
9 Iconografía
10 Obras musicales
11 Bibliografía
12 Notas
Primera Palabra[editar]
Segunda Palabra[editar]
Tercera Palabra[editar]
Cuarta Palabra[editar]
¿Cómo entender tal desamparo? [...] Dios lo abandonó, como dice la teología, non
recedendo, sed non adiuvando: no alejándose de Él, sino privándole de su socorro.
[...] Un vacío por dentro, una fuga de las entrañas, un removerse de todo soporte
íntimo. [...] Nadie sabrá nunca como el Hijo qué es ser abandonado por el Padre,
porque nadie ha sabido como el Hijo qué es estar unido al Padre, descansar en Él,
servirle y ser regalado por Él.14
Quinta Palabra[editar]
Tengo sed.
Sexta Palabra[editar]
Séptima Palabra[editar]
JESUCRISTO: LUEGO DE SER CRUCIFICADO POR LOS JUDÍOS, PRONUNCIÓ SIETE FRASES COMO
SUS ÚLTIMAS PALABRAS
Jesús es magnánimo y perdona a sus enemigos, porque ellos si sabían lo que hacían, no
podían permitir que viva un día más el intruso que les cuestionaba su corrupto poder en el
Templo de Jerusalén. Después de la feroz agresión que le causaron la muerte, aun así estando
moribundo perdonó a sus enemigos judíos.
3. TERCERA PALABRA:
" MUJER , HE AHÍ A TU HIJO ... HIJO HE AHÍ A TU MADRE"
Jesucristo sabiendo la triste realidad que le esperaba a su Madre María, confía a su discípulo
mas querido JUAN y también Juan a María, así lo entiende Juan, vamos a la Biblia y llegamos
aJuan 19: 25-27.... junto a la cruz de Jesús estaba su madre y la hermana de su madre, María,
esposa de Cleofás y María Magdalena. Jesús al ver a su madre , y junto a ella, a su discípulo
(Juan) al que más quería, dijo a la Madre : "Mujer ahí tienes a tu hijo " y después dijo al
discípulo "Ahí tienes a tu madre". Desde ese momento el discípulo se la llevo a su casa .
Que desgarrador grito, como él era el Hijo de Dios, sacó fuerzas increíbles para gritar por la
desesperación que sentía en sus últimos momentos de su vida.
Jesús también nos decía que tiene sed porque en el mundo se realice el Reino de su Padre.
Jesús tomó hasta la última gota del vino, está cumplida la existencia terrenal del Hijo de Dios,
hecho hombre, y de su semilla en La Tierra, va surgir el hombre nuevo. Lamentablemente el
pueblo escogido: Israel, es ahora un pueblo cruel y gobernado por jefes asesinos, por ejemplo
en la última incursión de las tropas israelíes contra la Palestina, asesinaron a mas de 1,500
personas civiles y además condenó a la inanición a otros miles por el bloqueo impuesto en sus
fronteras con muros de contención.
Jesús, vino al mundo como el Hijo de Dios, era "El MESÍAS", Dios lo envió como su único
hijo primogénito para salvar al hombre del pecado, también es verdad que sembró la semilla
de la justicia y quiso librarnos de los pecados, esa fue la intención de Dios, pero creemos que
casi todo lo hecho por Jesús ahora nadie lo practica, el mundo es cada vez mas cruel, existen
más pecadores y crímenes y desde las esferas de los gobiernos de los países poderosos se
siembra la muerte y el terror bajo la consigna de "salvar al mundo del terrorismo "(que
contradicción con redundancia).
Unos países se han autonombrado "Gobiernos de la Paz " y ejercen el poder con presión de
invasión y para ello tienen una organización de fachada llamada : Organización de las
Naciones Unidas -ONU - que solo obedece las ordenes del Jefe del país mas poderoso. Creo
que necesitamos una segunda venida de Jesús y tal vez así se logre un mundo mas justo y
equitativo y el hombre pueda lograr la gloria y la felicidad eterna de Dios.
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¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? (Mc. 15, 34; Mt. 27, 46)
Jesús no sólo perdona, sino que pide el perdón de su Padre para los que lo han
entregado a la muerte.
Para Judas, que lo ha vendido. Para Pedro que lo ha negado. Para los que han
gritado que lo crucifiquen, a El, que es la dulzura y la paz. Para los que allí se
están mofando.
Y no sólo pide el perdón para ellos, sino también para todos nosotros. Para
todos los que con nuestros pecados somos el origen de su condena y
crucifixión. “Padre, perdónales, porque no saben…”
SEGUNDA PALABRA
(Luc.23, 43)
Sobre la colina del Calvario había otras dos cruces. El Evangelio dice que, junto
a Jesús, fueron crucificados dos malhechores. (Luc. 23,32).
La sangre de los tres formaban un mismo charco, pero, como dice San Agustín,
aunque para los tres la pena era la misma, sin embargo, cada uno moría por una
causa distinta.
Uno de los malhechores blasfemaba diciendo: “¿No eres Tú el Cristo? ¡Sálvate a
ti mismo y sálvanos a nosotros!” (Luc. 23,39).
Había oído a quienes insultaban a Jesús. Había podido leer incluso el título que
habían escrito sobre la Cruz: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”. Era un hombre
desesperado, que gritaba de rabia contra todo.
Pero el otro malhechor se sintió impresionado al ver cómo era Jesús. Lo había
visto lleno de una paz, que no era de este mundo.
Le había visto lleno de mansedumbre. Era distinto de todo lo que había conocido
hasta entonces. Incluso le había oído pedir perdón para los que le ofendían.
¡Cuántas súplicas les hacemos nosotros a los hombres, y qué pocas le hacemos
a Dios!…
Le promete el Paraíso para aquel mismo día. El mismo Paraíso que ofrece a todo
hombre que cree en El.
Pero el verdadero regalo que Jesús le hacía a aquel hombre, no era solamente el
Paraíso. Jesús le ofreció el regalo de sí mismo.
TERCERA PALABRA
(Jn.I9, 26)
Era la presencia de una mujer, ya viuda desde hacía años, según lo hace pensar
todo. Y que iba a perder a su Hijo.
Al ver Jesús a su Madre, presente allí, junto a la Cruz, evocó toda una estela de
recuerdos gratos que habían vivido juntos en Nazaret, en Caná, en Jerusalén.
Sobre sus rodillas había aprendido el shema, la primera oración con que un niño
judío invocaba a Dios. Agarrado de su mano, había ido muchas veces a la
Pascua de Jerusalén… Habían hablado tantas veces en aquellos años de
Nazaret, que el uno conocía todas las intimidades del otro.
CUARTA PALABRA
Y en este momento, incorporándose, como puede, grita: “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?”.
No había gritado en el huerto de los Olivos, cuando sus venas reventaron por la
tensión que vivía. No había gritado en la flagelación, ni cuando le colocaron la
corona de espinas.
Y en este abandono de Jesús, descubrimos el inmenso amor que Jesús tuvo por
los hombres y hasta dónde fue capaz de llegar por amor a su Padre. Porque todo
lo vivió por haberse ofrecido a devolver a su Padre los hijos que había perdido y
por obediencia a Él.
QUINTA PALABRA
2.- La sed que experimentó Jesús en la Cruz fue una sed física. Expresó en
aquel momento estar necesitado de algo tan elemental como es el agua. Y pidió,
“por favor”, un poco de agua, como hace cualquier enfermo o moribundo.
Jesús se hacía así solidario con todos, pequeños o grandes, sanos o enfermos,
que necesitan y piden un poco de agua. Y es hermoso pensar que cualquier
ayuda prestada a un moribundo, nos hace recordar que Jesús también pidió un
poco de agua antes de morir.
3.- Pero no podemos olvidar el detalle que señala el Evangelista San Juan: Jesús
dijo: “Tengo sed”. “Para que se cumpliera la Escritura”, dice San Juan (Jn.19,28).
Jesús habló en esta quinta Palabra de “su sed”. Aquella sed que vivía El como
Redentor.
Poco más de dos años antes, Jesús se había encontrado junto al pozo de Sicar
con una mujer de Samaría, a la que había pedido de beber.”Dame de beber”.
Pero el agua que le pedía no era la del pozo. Era la conversión de aquella mujer.
Ahora, casi tres años después, San Juan que relata este pasaje, quiere
hacernos ver que Jesús tiene otra clase de sed. Es como aquella sed de
Samaría.
“La sed del cuerpo, con ser grande -decía Santa Catalina de Siena- es limitada.
La sed espiritual es infinita”.
Jesús tenía sed de que todos recibieran la vida abundante que El había
merecido. De que no se hiciera inútil la redención. Sed de manifestarnos a Su
Padre. De que creyéramos en Su amor. De que viviéramos una profunda relación
con El. Porque todo está aquí: en la relación que tenemos con Dios.
SEXTA PALABRA
Le habían dicho lo que tenía que hacer. Y lo hizo. Le dijo su Padre que anunciara
a los hombres la pobreza, y nació en Belén, pobre. Le dijo que anunciara el
trabajo y vivió treinta años trabajando en Nazaret.
Le dijo que anunciara el Reino de Dios y dedicó los tres últimos años de su vida
a descubrirnos el milagro de ese Reino, que es el corazón de Dios.
La muerte de Jesús fue una muerte joven; pero no fue una muerte, ni una vida
malograda. Sólo tiene una muerte malograda, quien muere inmaduro. Aquel a
quien la muerte le sorprende con la vida vacía. Porque en la vida sólo vale, sólo
queda aquello que se ha construido sobre Dios.
Las manos de Dios son manos paternales. Las manos de Dios son manos de
salvación y no de condenación.
Dios es un Padre.
Antes de Cristo, sabíamos que Dios era el Creador del mundo. Sabíamos que era
Infinito y todopoderoso, pero no sabíamos hasta qué punto Dios nos amaba.
Hasta qué punto Dios es PADRE. El Padre más Padre que existe.
SÉPTIMA PALABRA
Durante tres años se lanzó por los caminos y por las sinagogas, por las
ciudades y por las montañas, para gritar y proclamar que Aquel, a quien en la
historia de Israel se le llamaba “El”, “Elohim”, “El Eterno”, “El sin nombre”, sin
dejar de ser aquello, era Su Padre. Y también, nuestro Padre.
Y el hecho de que tenga seis mil millones de hijos en el mundo, eso no impide
que a cada uno de nosotros nos mime y nos cuide como a un hijo único.
Y, salvadas todas las distancias, también nosotros podemos decir, lo mismo que
Jesús: “Dios es mi Padre”, “los designios de mi Padre”, “la voluntad de mi
Padre”.
Hay que vivir con la alegre noticia de que Dios es el Padre que cuida de
nosotros. Y, aunque a veces sus caminos sean incomprensibles, tener la
seguridad de que El sabe mejor que nosotros lo que hace. Hay que amar a Dios,
sí. Pero también hay que dejarse amar y querer por Dios.
En las manos de ese Padre que Jesús conocía y amaba tan entrañablemente, es
donde El puso su espíritu.
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PRIMERA PALABRA:
Reflexión:
SEGUNDA PALABRA
Reflexión:
TERCERA PALABRA:
Reflexión:
CUARTA PALABRA
Reflexión:
Señor Jesús, que angustia, que pena más grande, sólo hicisteis el
bien, y por nosotros, por mi pecado, por nuestros pecados, estas
sintiendo tanto dolor, nuevamente Señor, donde están aquellos por lo
que tu sufristeis, y ahora a pocos instantes de la muerte, sufres la
angustia de sentirte abandonado y soportas el dolor de los clavos y
de la flagelación, el dolor causado por mis pecados.
QUINTA PALABRA:
Reflexión:
SEXTA PALABRA
"Cuando hubo gustado el vinagre, dijo Jesús: Todo está acabado…"
Reflexión:
SÉPTIMA PALABRA
"Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrego mi
espíritu... y diciendo esto, expiró" (Lc 23,46).
Reflexión:
Esta oración, fue ofrecida por Cristo para los culpables de su muerte y puede estar dirigida
directamente a los judíos y los soldados romanos que en todo momento, se burlaron del
sacrificio de Jesús.
Esta frase fue la réplica al ladrón arrepentido de sus actos y es clara representación de la
salvación para aquel que se arrepienta a tiempo de sus pecados por la fe puesta en Dios.
Es quizás, uno de los más grandes regalos que le dio Jesús a la humanidad, representada en
esta oportunidad por el apóstol San Juan. La Virgen María es la madre de todos los cristianos
e intercede por nosotros ante el Reino de Dios.
Es una de las escenas donde se ve al Jesús humano. En hebreo se pronuncia: 'Elohi, Elohi,
lĕma' šĕbaqtani'. Cristo se entregó en sacrificio por el bien de la humanidad pero en
naturaleza humana se siente abandonado, tal y como se sintió en el Huerto de Getsemaní,
antes de ser apresado.
5. "Tengo Sed"
Representa la ansiedad que vivió Jesús en la cruz. Primero, la sed fisiológica (considerado
uno de los mayores tormentos para los crucificados) y luego, la sed espiritual que Cristo
experimentó en el episodio del pozo junto a la samaritana.
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Primera palabra
Todas las personas mueren. Unos mueren blasfemando, otros mueren en desesperanza y
con temor. Otros mueren orando. Las últimas palabras de una persona, pueden ser
palabras de juicio, condenación, blasfemia, desespero, miedo, derrota. Más también, las
últimas palabras pueden ser de libertad, bendición, esperanza consuelo y victoria. Los
últimos gestos y palabras de una persona, revelan como una huella de carácter
permanente, lo que la persona hizo con su vida. Cristo desde lo alto de la cruz, pronuncia
siete palabras de bienaventuranza y vida. Después de guardar silencio por el gran
sufrimiento y rechazo que tuvo que soportar, su primera palabra es de perdón: “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen”.
El lugar del Calvario en el Gólgota, era el escenario. Unos se burlaban de Jesús: “Si eres
el Hijo de Dios, baja de esa cruz”, Otros estaban al pie de la misma echando suertes sobre
su única posesión, su túnica. Mientras los judíos y romanos lo maldecían y blasfemaban,
otros a lo lejos, que eran sus seguidores, contemplaban con miedo a ser identificados el
sufrimiento de su Maestro. Jesús frente al insulto y la burla, oraba. Al insulto, Jesús
respondía con la oración. Al odio, respondió con amor. A la venganza, con perdón. Padre,
ésta es la primera palabra que Jesús pronuncia, después del largo silencio, después de las
injusticias del Sanedrín, de Herodes, de Pilatos. El Padre es quien lo envió al mundo para
realizar la obra de la reconciliación.
¡Que diferentes somos los cristianos! Con que facilidad perdemos la confianza en Dios,
cuando viene sobre nosotros alguna prueba. Muchas veces le reclamamos a Dios, cuando
las cosas no salen como nosotros queremos y estamos listos para murmurar contra nuestro
Dios y Padre: No son raras las veces, en que hacemos como el profeta Jeremías, que
acusamos a Dios diciendo “ que en el furor de su ira actuó como un adversario, como un
enemigo, como un oso, como un león que tiende una emboscada” (cf Jer 12). Sigamos a
Cristo, orando a favor de quienes nos persiguen y nos maltratan, sabiendo que ¡Dios es
nuestro Padre!
Mientras Jesús derrama su sangre, suplica por clemencia y misericordia, gracia y perdón:
“¡Padre perdónalos!”: Cristo sabe que Dios castiga a los que profanan, blasfeman y toman
en vano su nombre. Dios abrió la tierra para que esta se tragara a la tribu de Coré.
Carbonizó a los soldados que criticaban al profeta Elías. Envió osos para que devoraran a
los 42 jóvenes que ridiculizaban al profeta Eliseo. ¿Qué castigo les esperaba a aquellos
que se burlaban y blasfemaban del Hijo de Dios?. Por eso Cristo clama al Padre:
“Perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Cristo ora por los soldados que le azotaron,
por aquellos que clavaron sus manos y sus pies, por los sacerdotes y principales del
Sanedrín, por los príncipes y ancianos, por Pilatos, Herodes y por aquellos que gritaban:
“Crucifícalo”, oraba por los discípulos que huyeron despavoridos. Cristo ora e intercede a
favor de todos los seres humanos. El también ora a favor nuestro: “Padre perdónalos”
Segunda Palabra.
“De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso” (San Lucas 23:43)
Jesús en la cruz, le quedan muy pocos minutos de vida. ¿Qué harías tú sabiendo que te
quedan unos pocos minutos de vida?
Uno de los malhechores que estaba al lado de Jesús, le quedan muy pocos minutos
antes de morir, tiene una petición a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vengas en
tu reino” (v.42) Y Cristo pronuncia su segunda palabra desde lo alto de la cruz: “De cierto
te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso”
¡Qué diferencia tan grande con el sistema religioso – filosófico- medieval tomista, que
esclavizó y sumergió a la Iglesia en las tinieblas en cuanto, a la confesión, absolución y
penitencia! En las palabras de Jesús, no existe exigencia de la “enumeración de pecados”,
“ni penitencia post absolución”, “ni sistemas de indulgencias pagas por el penitente”, “ni
purgatorio” y mucho menos, “misas de intercesión por los difuntos”, “para sacarlo del
purgatorio”. Los pecados de este hombre, que eran muchos, habían sido perdonados por
completo” (Sal 32:1). El sacrificio vicario de Jesucristo, canceló totalmente la deuda que
había de nuestro pecado y enemistad contra Dios, a través del “derramamiento de su
preciosa sangre y su inocente pasión y muerte”.(Lutero). El perdón que Jesús da al pecador
arrepentido desde la cruz, es un perdón completo e incondicional. Es un perdón de pura
gracia dado por Dios, que viene a consolar a un corazón que en arrepentimiento y fe,
confiesa su pecado y confía en la pura palabra de Cristo, su Evangelio. No exige nada, ni
de él, ni de sus deudos o familiares si es que estaban cerca. Jesús no exige nada este
hombre, ni de ningún otro hombre, porque las puertas de la eternidad estaban abiertas de
par en par para él, y El lo pagó todo, absolutamente todo. Es por pura gracia, sin méritos
y/o ninguna obra humana.
Cristo perdona a este pecador que viene a él arrepentido, confesando sus pecados, y
le da perdón completo, consuelo, paz, felicidad, gozo, y la certeza de tener vida eterna
,que viene de la confianza en su muerte y resurrección. Así también lo hace con nosotros,
cuando confesamos nuestros pecados y recibimos la absolución de Dios por parte del
ministro que escucha nuestra confesión, así como también recibimos la absolución en
el culto público o Misa. Hay gran alegría y saberse amado y perdonado por Cristo. Ven a
Cristo que te llama con su mirada amorosa y su Evangelio: Y así, si en la hora de la muerte
suplicas: “ Jesús acuérdate de mi”. El te dirá: “De cierto te digo, que hoy estarás
conmigo en el paraíso”.
Señor. Gracias porque tienes compasión de mi, y me das completo perdón, paz y gozo.
Amén.
Tercera Palabra:
Cuanto dolor hay en la vida de esta madre. Su único hijo, que tanto bien hizo al pueblo,
ahora está colgado y crucificado en una cruz. Temblorosa, con los ojos bañados de
lágrimas, llena de dolor, se siente también abandonada y desamparada, aguarda una última
palabra de su hijo. Y Jesús viendo y sintiendo el dolor de su madre le dice: “Mujer, he ahí a
tu hijo” Después mirando a Juan “el discípulo amado” le dice: “He ahí a tu madre”.
Este es el testamento de Jesús. Juan tiene en María una segunda madre. María tiene en
Juan un segundo hijo, un hogar donde pasaría sus últimos días y un hombre que cuide de
ella. El evangelista concluye diciendo: “Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su
casa.
Cristo cumple por nosotros el cuarto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”. El libro
de Proverbios nos exhorta: “No desprecies a tu madre cuando la veas envejecer”. Aún en
medio del dolor, el sufrimiento y la muerte, Cristo amparó a su discípulo y a su madre. En el
día de hoy, él nos ampara : “Invócame en el día de angustia; yo te libraré, y tú me
honrarás”. (Sal 50:14). El apóstol nos exhorta: Confíen en él toda vuestra ansiedad, porque
él tiene cuidado de vosotros”. Aún dentro de la gran multitud, Jesús no se olvida de ti.
Cuarta Palabra:
“Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” (San Mateo 27:46)
Sintiendo y asumiendo el peso de los pecados de toda la humanidad, Cristo siente el rigor
de la soledad y el abandono de Dios. Cristo es abandonado. Cristo lucha por la redención
de la humanidad, aunque no cometió pecado alguno. Cristo carga sobre sí, los pecados de
todos los seres humanos, y se hace así el mayor de todos los pecadores “Aquel que no
cometió pecado, se hizo pecado por nosotros para que fuésemos justicia de Dios en él”.
Por eso el Padre aparta su rostro de Jesús, y Jesús es abandonado de Dios. Sintiendo los
horrores del infierno y el aguijón de la muerte, Jesús exclama: “Dios mío, Dios mío, ¿Por
qué me has desamparado?. Aunque este es el único pasaje de la Escritura en que Jesús no
llama a Dios como Padre, sino Dios mío, él no pierde su confianza en el Padre. Jesús no
desespera de sí, sino que encomienda su causa a quien lo envió, y encomienda su causa al
Padre.
Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? No es un abandono aparente o
ficticio, sino real y verdadero. No fue un momento de debilidad o de tentación, sino un real
abandono del amor y la misericordia de Dios. No fue una ruptura o separación entre el
Padre y el Hijo, más el Padre que es Santo, privó al Hijo en aquel momento, del amor,
consuelo, gracia y misericordia, ya que llevaba sobre sí la culpa y el pecado de todos los
seres humanos, que lo enjuiciaban y lo hacía reo de muerte. Dice el profeta Isaías:
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros lo
tuvimos por herido de Dios y abatido. Mas él, herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su
camino; mas Yahvé cargó el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su
boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció y no abrió su boca” (Isaías 53:4-7)
Cuando alguien nos pregunte: ¿Por qué Cristo exclamó “Dios mío , Dios mío, por que me
has abandonado?” Podremos responder entonces, sin excluirnos diciendo:”Fue por
nuestra culpa y por nuestro pecado, que motivamos su gran dolor”. Y entonces recordarás
agradecido que fue por este abandono de Dios que recibió Jesucristo, que ahora tú estás
amparado por la mano poderosa de nuestro amado Padre celestial.
Los pies que llevaban a Jesús por las plazas, las calles, los lagos, las sinagogas y hacia
el templo… están inmóviles, están perforados por largos clavos. Las manos de Jesús, que
cargaron a tantos niños, señalaba a los muertos para que salieran de sus sepulturas,
manos que abrían los ojos a los ciegos, daba oído a los sordos, bendecía a los pobres, y
confortaba a los abatidos, estas manos estaban presas y clavadas en el “madero de la
maldición”. Los labios de Jesús, que proferían bendición, perdón, vida, consuelo y
salvación, están secos y pálidos. “He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se
descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas. Como
un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar y me has puesto en el polvo de
la muerte” (Sal 22: 14,15) Avanzada la tarde, el rigor del dolor crece, los clavos, de la
corona de espinas y la asfixia que produce estar colgado en una cruz, Jesús tienen
sed. Jesús tiene sed de ver que la justicia de Dios se cumple en él. El es el
“Bienaventurado que tiene hambre y sed de Justicia” La Justicia de Dios es sobre El, para
que El sea nuestra justicia.
“Seca está de sed su lengua; yo Yahvé los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé.
En las alturas abriré ríos y fuentes en medio de valles; abriré en el desierto estanques de
aguas y manantiales de aguas en la tierra seca. Daré en el desierto cedros acacias,
arrayanes y olivos; pondré en la soledad cipreses pinos y bojes juntamente, para que vean
y conozcan, y adviertan y entiendan todos, que la mano de Yahvé hace esto, y que el Santo
de Israel lo realizó” (Isaías 41:17b-20)
Recuerda que Jesús tuvo sed. Es plenamente hombre. Tuvo sed por todos nosotros. La
sed de ser reconciliado por Dios. Jesús tuvo sed de ser el instrumento de reconciliación de
Dios con nosotros. La sed que nosotros no tuvimos por la sequedad de nuestro pecado,
Jesús la asumió sobre si.
Sexta Palabra
Jesús bebió del vino agrio y dijo: Todo está cumplido. (San Juan 19:30)
La salvación estaba completa. El Salvador podía morir en paz pues la misión que le
había sido encomendada por su Padre, fue cumplida en su totalidad.
¡Consumado es!. Consumada estaba su obra redentora que libertó a toda la Creación,
que gemía y perecía bajo los relámpagos de la Ley que afirma que: “el salario del pecado
es la muerte” (Romanos 6:23). Más Jesús no cometió ningún pecado. “Cristo no cometió
pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo trató como el pecado mismo, para así, por
medio de Cristo, liberarnos de culpa. (2 Corintios 5:21)
¡Consumado es! Significa que Cristo hizo todo por nosotros, por pura gracia y
misericordia. La humanidad entera estaba rescatada de la condenación del infierno.
Consumada está su salvación.
Confiemos también en esta promesa del Salvador: “tus pecados te son perdonados; tu fe
te salvó, vete en paz” ( San Lucas 7: 48,50 )
Séptima Palabra.
Muerte, Cristo murió. El hombre tiene miedo de la muerte. Muchos poetas y escritores
hacen referencia a la muerte de manera sombría y muchas veces con desesperanza e
incertidumbre. El pecado es el aguijón que atemoriza al hombre. El pecado es la causa de
la muerte y el que causa el temor en las personas a afrontarla.
Cristo murió. Fue sepultado. Murió por causa de los pecados de toda la humanidad. No
fue porque él haya pecado, ya que, “Jesús nunca pecó ni hubo engaño en su boca”.
La muerte de Jesús fue horrorosa y cruel. Sufrió dolores que no se pueden imaginar. Fue
engañado y vendido por uno de sus discípulos, recibió un juicio injusto. Sudó gotas de
sangre en el huerto de Getsemaní, fue azotado sin clemencia, fue clavado en una cruz y
recibió en la cabeza una corona de espinas. Más el momento de su muerte fue sublime y
bello, lleno de gran paz.
Las personas que están cercanas a la cruz, se dan cuenta a través de estas palabras
quien es Jesús. El centurión romano puede decir: “verdaderamente , este era un hombre
justo” y los que observaban a Jesús comenzaron a “darse golpes de pecho”, después de
escuchar esta última palabra.
Ten presentes las palabras que el Señor tu Dios te da, confía tu vida a sus cuidados, así
cuando llegue la hora del encuentro definitivo, podrás decir con toda seguridad como dijo el
salmista: “Aunque ande en valles de sombra y de muerte, no temeré mal alguno, porque tú
estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Sal 23).
Conserva pues, el regalo que Dios te da, y en la hora de la muerte di con Jesús: “Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu”.
REFLEXIÓN:
Señor, ayúdanos a entender que a pesar de lo que nos puedan hacer otras
personas, lo que Tú pasaste fue mucho más y no les guardaste rencor, antes bien
pediste por ellos. Danos la fortaleza en los momentos de dificultad con otros y la
virtud necesaria para darnos cuenta de la magnitud de nuestras faltas, que
podamos levantar nuestras almas a Ti y repetir : Perdónalos y perdóname!
2. “En verdad te digo hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23, 43)
REFLEXIÓN:
REFLEXIÓN:
¡Qué curioso! Jesús, unos días antes tenía muchos “amigos”, ¿dónde estaban ahora?
En la cruz, los amigos de Jesús eran contados, un apóstol, dos mujeres y su Madre.
A la hora de la verdad, son pocos los que quieren acompañar a Jesús a la cruz,
somos demasiados cómodos. Para Jesús fue un consuelo ver a Juan y a su Madre
padeciendo con él, consuelo y angustia a la vez. Antes de morir Jesús quería
asegurar que su madre no estuviera desamparada y se la entregó al discípulo
amado. A su vez, nos la entregó como Madre de la Iglesia. Es tu Madre y la mía. ¿La
has recibido en tu casa?
4. “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has desampardo?” (Mt 27, 46)
“Desde la hora sexta se extendieron las tinieblas sobre la tierra hasta la hora de
nona. Hacia la hora de nona exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo: Elo, Elo, lama
sabachtani! Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Algunos de los que allí estaban, oyéndolo, decían: A Ellas llama éste” (Mt 27, 45-
47).
REFLEXIÓN:
Jesús gritó con voz fuerte, utilizando la poca respiración que necesitaba para
expresar la terrible angustia que sentía. Se pasó “haciendo el bien” y sus seguidores
lo abandonaron. Sintió en su propia carne el dolor de nuestros pecados, los tuyos y
los míos, fue el precio por nuestra redención.
“Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi
oración no te alcanza.
“Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se
cumpliera la Escritura dijo: Tengo sed. Había allá un botijo lleno de vinagre. Fijaron
en una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la llevaron a la boca”
(Jn 19, 28-29).
REFLEXIÓN:
El vinagre servía de anestesia, por eso Jesús no quiso tomar de ella al principio de
su crucifixión para así mejor sentir el dolor y sobrellevarlo sólo por amor a la
voluntad de su Padre y por la redención nuestra. “Tengo sed”, dijo. No sólo una sed
física buscando un alivio temporero, sino sed de justicia, sed de que se haga el
bien, no el mal. Sed de almas, almas verdaderamente convertidas no sólo de
palabra, pero en las obras, en su forma de vivir. Sed de amor, pues como decía San
Francisco de Asís: “El Amor no es amado! El Amor no es amado!” ¿Qué hacemos por
amor a Jesús, ya hemos leído y meditado lo que él hizo por nosotros, qué vamos a
hacer por amor a Jesús?
REFLEXIÓN:
¡Triunfó Dios sobre las tinieblas del pecado! Jesús llevó a cabalidad su misión. La
humanidad ya está salvada. Adán y Eva al desobedecer a Dios, ofendieron a un Ser
Infinito, Jesús y María al obedecer a Dios, repararon esta ofensa y mostraron cómo
amar al Ser Infinito. Amamos así a nuestro Dios? Nos damos cuenta de que un acto
de obediencia a su palabra puede contribuir a la salvación de muchas almas?
Esta palabra expresa la oblación de la propia vida, que Jesús pone a disposición del Padre. Invoca el
salmo 30,6, en el que el justo atormentado confía su vida al Dios bondadoso y fiel. En Cristo todo
se había cumplido, sólo quedaba morir, lo que acepta con agrado y libertad. Esteban, uno de los
mártires cristianos, imitó a Cristo en la primera palabra, lo hizo también en esta última,
encomendando su espíritu en el Señor Jesús (Hechos 7,59).
Introducción:
A. ¿Qué tan importantes pueden ser las palabras de una persona
que esta a punto de morir? El Señor Jesús antes de morir, desde la
cruz dijo siete frases,
¿Que tan importante han de ser estas siete palabras para nosotros?.
B. Durante su ministerio personal, Jesús tuvo una variedad de
púlpitos: la cima de
una montaña, el tope de un techo, una embarcación, un pozo, pero
nunca antes,
un púlpito como la cruz. Desde este pulpito el Señor dio una de sus
mejores
enseñanzas, analicemos y consideremos estas siete palabras.
IV. Dios mió, Dios mió ¿Por qué me has desamparado? (Mat.27:46)
A. Estas son palabra de sufrimiento Espiritual.
1.Desamparar:es una palabra
triste,significa:abandonar,ausentarse,separarse.
2. El sufrimiento espiritual es peor que el físico. (Jesús padeció
ambos)
B. El Señor Jesús siempre estuvo en plena comunión con su Padre,
y a pesar de estar
cumpliendo y agradando al Padre, fue desamparado por Dios.
1. Estas palabras van mas allá de la compresión humana.
C. El pecado nos separa de Dios. (Isa.59:1-2)
1. Jesús se hizo pecado por nosotros. (2Cor.5:21)
D. ¿Cuan lejos estuvo dispuesto Jesús a ir, para salvarnos a
nosotros? ¿Cómo pudo
Jesús amarnos tanto? Demos infinitas gracias a Dios por su amor y
misericordia.
Conclusión:
A. Por estas palabras el Señor nos enseña grandes lecciones: de
Perdón,
esperanza, soledad, sufrimiento, agotamiento, victoria,
encomendamiento.
B. Aprendamos a apreciar lo que Cristo a hecho por nosotros.