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Cristo curó a personas que

sufrían “toda suerte de


dolencia y toda suerte de mal”
.Sanó a ciegos, sordos,
lisiados, leprosos y epilépticos.
En realidad, su poder curativo
no tenía límites.
Cierta noche, mientras Jesús y sus
discípulos navegaban por el mar de
Galilea, se desató una terrible
tormenta. Los discípulos se
asustaron mucho, pero Jesús
sencillamente alzó la vista al cielo y
exclamó: “¡Silencio! ¡Calla!”.
De inmediato, se calmó el temporal
En otra ocasión caminó sobre las
aguas durante una tempestad

Este adversario, al que la Biblia


llama “el último enemigo”, antes o
después nos vence a todos
No obstante, ni siquiera la muerte
supuso un obstáculo insalvable
para Cristo, pues él les devolvió la
vida al hijo de una viuda y a una
muchachita. Pero el caso más
sobresaliente es el de su amigo
Lázaro, quien llevaba muerto
cuatro días cuando Jesús lo
resucitó delante de una gran
multitud.
Por aquel tiempo se celebraba una boda en
Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y estaba
allí la madre de Jesús. Fue invitado también
a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como
faltara el vino, le dice su madre a Jesús:
«No tienen vino». Jesús le responde:
«Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no
ha llegado mi hora». Dice su madre a los
sirvientes: «Haced lo que él os diga».
Había allí seis tinajas de piedra, puestas
para las purificaciones de los judíos, de
unos cien litros cada una. Les dice Jesús:
«Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron
hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y
llevadlo al maestresala». Ellos se lo
llevaron. Cuando el maestresala probó el
agua convertida en vino, como ignoraba de
dónde venía (los sirvientes, que habían
sacado el agua, sí lo sabían), llama al novio
y le dice: «Todos sirven primero el vino
bueno y cuando ya todos están bebidos, el
inferior. Pero tú has guardado el vino bueno
hasta ahora».
Así, en Caná de Galilea, dio Jesús
comienzo a sus signos. Y manifestó su
gloria, y creyeron en él sus discípulos.
Después bajó a Cafarnaúm con su madre,
sus hermanos y sus discípulos, pero no se
quedaron allí muchos días. Se acercaba la
Pascua de los judíos y Jesús subió a
Jerusalén."

Inmediatamente Jesús mandó a los


discípulos que subieran a la barca y que
se adelantaran a la otra orilla, mientras él
despedía a la gente. Y después de
despedirla, subió al monte a orar a solas.
Cuando se hizo de noche seguía él solo
allí. Mientras tanto la barca ya se había
alejado de tierra muchos estadios,
sacudida por olas, porque el viento era
contrario. En la cuarta vigilia de la noche
vino hacia ellos caminando sobre el mar,
se asustaron y dijeron: -¡Es un fantasma!-
y llenos de miedo empezaron a gritar.
Pero al instante Jesús habló: - Tened
confianza, soy yo, no tengáis miedo.
Entonces Pedro le respondió: - Señor, si
eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las
aguas. - Ven- le dijo él. Y Pedro se bajó
de la barca y comenzó a andar sobre las
aguas en dirección a Jesús.
Jesús les preguntó:

— ¿Habéis entendido todas estas


cosas?
Guardaos de los falsos profetas, que
Ellos respondieron:
vienen a vosotros vestidos de ovejas,
—Sí, Señor. pero por dentro son lobos rapaces.

Él les dijo: Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso


se recogen uvas de los espinos o higos
—Por eso todo escriba docto en el de los abrojos?
reino de los cielos es semejante a un
padre de familia que saca de su tesoro Así, todo buen árbol da buenos frutos,
cosas nuevas y cosas viejas. pero el árbol malo da frutos malos.

No puede el buen árbol dar malos


frutos, ni el árbol malo dar frutos
buenos.

Todo árbol que no da buen fruto, es


cortado y echado en el fuego.

Así que por sus frutos los conoceréis.


Pero de aquel día y de la hora nadie
sabe, ni aun los ángeles que están en
el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.

Mirad, velad y orad, porque no sabéis


cuándo será el tiempo.

Es como el hombre que, yéndose lejos,


dejó su casa, dio autoridad a sus
siervos, a cada uno le dio un trabajo y
al portero mandó que velara.

Velad, pues, porque no sabéis cuándo


vendrá el señor de la casa; si al
anochecer, a la medianoche, al canto
del gallo o a la mañana;para que
cuando venga de repente, no os halle
durmiendo.

Y lo que a vosotros digo, a todos lo


digo: ¡Velad!

¿A qué, pues, compararé a los


hombres de esta generación? ¿A qué
son semejantes? Semejantes son a los
muchachos sentados en la plaza, que
se gritan unos a otros y dicen: “Os
tocamos flauta, y no bailasteis; os
entonamos canciones de duelo y no
llorasteis”. Vino Juan el Bautista, que
ni comía pan ni bebía vino, y decís:
“Demonio tiene”. Vino el Hijo del
hombre, que come y bebe, y decís:
“Este es un hombre comilón y bebedor
de vino, amigo de publicanos y de
pecadores”. Pero la sabiduría es
justificada por todos sus hijos.
Pero ¿qué os parece? Un hombre
tenía dos hijos. Llegándose al
primero, le dijo: ´Hijo, vete hoy a
trabajar en la viña.´Y él respondió:
´No quiero´, pero después se
arrepintió y fue. Llegándose al
segundo, le dijo lo mismo. Y él
respondió: ´Voy, Señor´, y no fue.
¿Cuál de los dos hizo la voluntad del
padre?» - «El primero» - le dicen.
Díceles Jesús: «En verdad os digo
que los publicanos y las rameras
llegan antes que vosotros al Reino
de Dios. Porque vino Juan a
vosotros por camino de justicia, y
no creísteis en Él, mientras que los
publicanos y las rameras creyeron
en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os
arrepentisteis después, para creer
en Él

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