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LIDERAZGO DE

JESÚS
ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA

INSTITUTO BÍBLICO BETEL ANEXO AHUACHAPÁN


POR MERCEDES CAROLINA PALACIOS RAMOS
INTRODUCCIÓN
En estos tiempos que vivimos, hay una gran necesidad de líderes. La gente busca modelos a
seguir y anhela encontrar quién le ayude a caminar por el sendero de la vida, ya sea en el ámbito
laboral, familiar y personal; desafortunadamente, como Jesús lo mencionó “los obreros son
pocos”.

Ante esta falta de líderes, la Iglesia del Señor tiene una gran oportunidad de levantar el
estandarte de Cristo y dar a conocer al mundo, a nuestro líder por excelencia. Pero para que las
personas conozcan a Jesús, es necesario que los que hemos sido llamados al ministerio, también
aprendamos del Maestro.

Es por ello que en las siguientes páginas se realiza un breve estudio de Jesús como líder, con el
objetivo de conocer su estilo de liderazgo, sus características y su propósito, para que de esa
manera, la Iglesia pueda decir como el apóstol Pablo: “sed imitadores de mí, así como yo de
Cristo”.
EL LIDERAZGO DE JESÚS
Jesús se nos presenta en las páginas de los Evangelios como el modelo por excelencia de un
liderazgo efectivo. Hay varios elementos en su experiencia como líder que se destacan y que son
paradigmáticos para el liderazgo cristiano. Numerosas instancias en los Evangelios nos
presentan estos elementos, que debemos tomar en cuenta como líderes, ya que son relevantes
para la comprensión del posterior ministerio de los apóstoles y de toda la iglesia a lo largo de la
historia del testimonio cristiano.

Jesús fue un líder llamado

Una constante en el registro de la revelación divina es que Dios llama y el ser humano responde.
Así fue con Cristo (He. 5:4–6) y así es con cualquier líder en el reino de Dios. Cuando Pablo dice
que “él nos ha capacitado para ser servidores (gr. diakónous) de un nuevo pacto” (2 Co. 3:6) no
está expresando algo nuevo sino una constante de la revelación. En cuanto a los apóstoles, Jesús
es el que llama, escoge o elige, y él es también el que envía. Los Sinópticos prefieren utilizar el
término griego apostéllo (de aquí viene el vocablo apóstol) para enviar, mientras que Juan utiliza
preferentemente el vocablo pempo. El primer término destaca el carácter de representante
personal que reviste el enviado con respecto al que lo envía, mientras que el segundo destaca
el hecho mismo de enviar en cuanto tal.

Jesús fue un líder enviado

Jesús se presenta como el enviado de Dios (Mt. 15:24). El propósito de la misión que le fue
encomendada era un propósito redentor (Jn. 3:17). Raúl Caballero Yoccou destaca la
comprensión que tenía Jesús como un líder enviado por Dios. Dice él: “Uno de los temas clave
en la predicación de Cristo era que había sido enviado al mundo. Casi en cada capítulo del
Evangelio de Juan sobresale (esto) como un tema básico necesario para confirmar los objetivos
de su venida.”

¿Cómo jugó este concepto en la actitud personal de Jesús? Esto se ve en su agonía en el


Getsemaní y en sus palabras en Juan 12:27 frente a la hora difícil que le tocaba vivir: “¡Si
precisamente para afrontarla he venido!” Los apóstoles son enviados con este mismo propósito.
Jesús no escogió a sus enviados al azar, sino que oró, consultó con el Padre, los llamó, los escogió
y los nombró “apóstoles” o enviados (Lc. 6:12, 13). Él entendió este envío como el suyo propio
(Jn. 17:18). Es el Señor de la cosecha quien envía los obreros que son necesarios para la atención
de su campo (Mt. 9:38).
Los versículos más importantes en cuanto al carácter de Jesús como enviado de Dios son los que
definen su ministerio por contraposición o contraste. Él no fue enviado o no vino para ser
servido, sino para servir (Mr. 10:45; Mt. 20:28). Tampoco fue enviado o vino para llamar a justos,
sino a pecadores al arrepentimiento (Lc. 5:32). Él no fue enviado o no vino para perder las almas,
sino para salvarlas (Lc. 9:56, RVR). Él no fue enviado o no vino para condenar al mundo, sino
para salvarlo (Jn. 3:17).

Jesús fue un líder dedicado

Jesús cumple su ministerio como alguien llamado y enviado por Dios, pero lo hace con total
entrega y dedicación. No hay ministerio posible sin este llamado de Dios y sin este tipo de
respuesta total por parte del ser humano. Cuando alguien intenta servir por su cuenta o sin una
entrega total no puede haber resultados positivos. El Señor no acepta otra respuesta a su
llamado y envío que no sea una dedicación absoluta (Lc. 9:57–62; 18:18–30). Esto presupone un
alto grado de responsabilidad personal, que está en línea con el carácter representativo del
ministerio cristiano. El ministro cristiano actúa en representación de Jesús y de Dios que lo envió
(Mt. 10:40; Mr. 9:37; Lc. 9:48; 10:16; Jn. 13:20).

Jesús, un líder humilde

El líder por excelencia, Jesús de Nazaret, manifestó en el momento crucial ante sus discípulos la
cualidad más sobresaliente del líder bíblico: la humildad. El Apóstol Juan, siendo testigo ocular,
nos relata la manera como el Maestro dejó entrever su modelo de liderazgo, no dando un
discurso ni haciendo un gran milagro, lo hizo lavándoles los pies a sus discípulos, aun sabiendo
que ellos estaban a punto de abandonarlo. ¡Qué lección tan profunda para quien aspire a servir
a Dios!

En Mateo 11:20–30, Jesús invita a “los trabajados y los cargados” a venir a él con el fin de llevar
el yugo y aprender de él. ¿Aprender qué? La respuesta es: humildad. En el segundo estudio,
Pablo en Filipenses 2:1–12 muestra la humildad como la garantía de la unidad entre los
hermanos.

Juan apunta a la misma verdad cuando narra la última cena que tuvo Jesús con sus discípulos.
Después vendría la enseñanza verbal desde Juan 13:31 hasta Juan 17:26; esta enseñanza sería
la herencia rica que Jesús dejaría a los suyos, la enseñanza incomparable del nuevo
mandamiento (13:1–38), los discursos de Aposento Alto sobre su salida, la venida del Espíritu
Santo y, por fin, su Oración Pontifical por ellos y hasta por nosotros (17:1–26).
Es interesante notar que Jesús no empezó con el discurso teológico, sino con un acto genuino
de humillación y amor. Más vale el ejemplo que el discurso, la praxis (práctica) que la teoría.

Es en este punto donde el liderazgo cristiano y el del mundo son diferentes. La diferencia de
estilo entre un tipo de liderazgo y el otro la expresó Jesús en sus conocidas palabras registradas
en Marcos 10:32–45, especialmente el versículo 45: “Porque ni aun el Hijo del hombre vino para
que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”. Según Jesús, liderazgo
no es sinónimo de señorío o avasallamiento del prójimo. Los líderes cristianos somos llamados
a ser siervos y no jefes, esclavos y no amos. La autoridad del líder no significa señorío ni mando
ni autoritarismo. Es cierto que los líderes merecemos respeto porque somos dirigentes,
conductores y guías (1 Ts. 5:12), e incluso se nos debe obedecer (He. 13:17) en razón de la
autoridad espiritual que ostentamos y la responsabilidad pastoral que tenemos. Pero el énfasis
de Jesús no se centró en la autoridad del líder-gobernante, sino en la humildad del líder-siervo.
La autoridad del líder cristiano no se ejerce mediante el poder sino mediante el amor, no es por
la fuerza sino por el ejemplo, no emplea la coacción sino la persuasión razonada. Los líderes
cristianos tienen poder, pero ese poder sólo está a salvo de abusos en las manos de aquellos
que se humillan para servir. La autoridad y el poder que ejerce un líder no le pertenecen por
derecho propio, sino que son delegados por Dios para que pueda servir mejor a los demás.

¿Cuál es el modelo para un liderazgo de servicio humilde?

El modelo por excelencia para un liderazgo caracterizado por el servicio humilde como expresión
fundamental es Jesús. El ejemplo de su vida en relación con sus discípulos es el modelo que todo
líder cristiano debe seguir e imitar. Sobre todas las cosas, él vino a servir y quienes le siguen
deben seguir su ejemplo. Éste fue su método de liderazgo. Su abnegación y entrega no resultó
en servilismo, sino en su exaltación y gloria. Todo lo que él hizo lo hizo para bien de sus
seguidores y entregándose totalmente. Con ello, no buscó el aplauso o reconocimiento de los
seres humanos y mucho menos de los poderosos y encumbrados, sino la gloria del Padre y la
manifestación de su reino.

Cuando consideramos el liderazgo de Jesús, según el testimonio de los Evangelios, descubrimos


cuatro elementos paradigmáticos, que haríamos bien en imitar. (1) El liderazgo de Jesús se
concentró en las personas. Su conversación personal con Pedro (Jn. 21:15–22) es un buen
ejemplo de la manera en que él se dio a sí mismo a fin de establecer su vida y su ministerio en
cada uno de sus seguidores. (2) El liderazgo de Jesús se concentró en las Escrituras. Su modo de
tratar con la verdad absoluta de Dios no se diluyó en filosofías relativistas. Jesús tuvo al Antiguo
Testamento en la más alta estima. Los rabinos habían deformado la revelación de Dios registrada
en su Palabra, y ahora el Líder de los líderes venía para darle su significado original. Por eso, una
y otra vez se le oyó decir: “Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados… pero yo les digo…”
(Mt. 5:21–48). (3) El liderazgo de Jesús se concentró en él mismo. Seguramente en más de una
ocasión, Jesús sintió la necesidad de decirle a sus discípulos lo que le dijo a Felipe, según Juan
14:9: “¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me
ha visto a mí, ha visto al Padre”. (4) El liderazgo de Jesús se concentró en un propósito. Él
estableció metas claras para su ministerio terrenal y determinó un tiempo específico en el cual
debía lograrlas. Si supieras que tendrías que abandonar tu ministerio actual dentro de tres años
y medio, y entregarlo a individuos completamente sin experiencia alguna a los cuales deberías
preparar durante ese período, ¿cómo lo harías? No habría nada mejor para hacer que seguir el
ejemplo de Jesús, y el resultado probablemente sería muy parecido al liderazgo que caracterizó
a la iglesia del Nuevo Testamento.

¿Por qué razón Jesús hace tanto hincapié en el servicio del líder?

Porque uno de los peligros más arteros en el liderazgo es el orgullo. A todos los seres humanos
nos gustan los títulos, el aplauso y los honores. En el caso de los líderes, la tentación a estas
cosas se potencia. Pero, además, Jesús enfatizó la actitud de servicio porque el servicio a los
demás significa el reconocimiento tácito de su valor. Las personas son un fin no un medio y el
servicio es un medio y no un fin. El servicio humilde se puede usar como herramienta para ganar
poder sobre los demás. Es decir, el servicio puede tener una motivación equivocada. T. W.
Manson ha señalado: “En el reino de Dios el servicio no es un trampolín a la nobleza; es la
nobleza misma, la única clase de nobleza que goza de reconocimiento.”

¿Por qué Jesús identificó el servicio con la grandeza?

Una de las enseñanzas más sublimes de Jesús es la que les dio a sus discípulos en respuesta a
una querella que se había planteado entre ellos en cuanto un pedido descabellado de los
hermanos Jacobo y Juan. Movidos por una ambición carnal de poder y de grandeza mundana, le
pidieron a Jesús ocupar una posición de privilegio en su reino. Cuando los otros diez discípulos
oyeron la conversación se indignaron y el Señor señaló: “Como ustedes saben, los que se
consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su
autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre
ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos”
(Mr.10:42–44). De este modo, Jesús identificó el servicio con la verdadera grandeza, en términos
del reino de Dios.
Básicamente, la grandeza en el liderazgo cristiano, según Jesús, consiste en el servicio abnegado
a las personas. Esto es así por el valor intrínseco de los seres humanos, que son el fin del servicio
cristiano. J. Oswald Sanders señala que “la verdadera grandeza, el verdadero liderazgo no se
logra reduciendo a los hombres al servicio propio, sino entregándose uno mismo al servicio
desinteresado a los demás.” Las personas deben tener prioridad sobre los proyectos, los
programas y las actividades. Las personas no deben ser manipuladas ni manejadas, sino que
deben ser el objeto de la entrega amorosa de quien las sirve como líder.

¿Cuál es la mejor manera de servir como líder cristiano?

A la luz de lo señalado hasta aquí, la mejor manera de servir como líder cristiano es no sirviendo
a los intereses propios sino a los de los demás. Como dice el apóstol Pablo: “Cada uno debe velar
no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás” (Fil. 2:4). Esto
libera al líder cristiano del individualismo y el aislamiento excesivo, y de la construcción
egocéntrica de un imperio personal. El servicio en equipo es la mejor fórmula para terminar con
los personalismos y las actitudes egoístas. El servicio en equipo es más sano que el servicio
individual. Esto es así porque los miembros de un equipo se complementan unos a otros,
aportando cada uno los dones y pericias que les son propios. Además, los miembros de un
equipo se animan unos a otros. La Palabra señala con sabiduría: “Más valen dos que uno, porque
obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene
quien lo levante! Si dos se acuestan juntos, entrarán en calor; uno solo ¿cómo va a calentare?
Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe
fácilmente!” (Ecl. 4:9–12).

Por otro lado, los miembros de un equipo son responsables los unos delante de los otros. Esta
responsabilidad mutua ayuda a la disciplina y madurez personal.
CONCLUSIÓN
El estilo de liderazgo del mundo es aquel en donde los que están en autoridad buscan sus propios
intereses, el liderazgo de Jesús busca el interés de las demás personas.

Jesús nos demostró con su vida que el verdadero líder es aquella persona humilde, que tiene un
propósito y lucha aún con su propia vida para alcanzarlo.

La vida de Jesús narrada en los Evangelios también nos muestra que un líder no es una persona
que solamente hace cosas por la gente, ni tampoco es una persona que únicamente manda a la
gente a cumplir con una misión. Jesús nos enseñó que un verdadero líder es quien da el ejemplo,
capacita a las personas y se multiplica a través de las personas para extender su servicio a todos
aquellos que no han sido alcanzados.

Aprendamos del liderazgo de Jesús, y la Iglesia del Señor avanzará aún más en el cumplimiento
de la Gran Comisión.

BIBLIOGRAFÍA
Deiros, P. A. (2008). Liderazgo Cristiano. Buenos Aires: Publicaciones Proforme.

Johnson, G. E. (2011). Liderazgo Desde la Cruz: Principios y Personajes Del liderazgo bíblico.
Edinburg, TX: Editorial Rio Grande.

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