Sei sulla pagina 1di 32

TEMA 1.

EL LUGAR DE LA FILOSOFÍA EN EL CONJUNTO DEL SABER

1. Introducción

A menudo entendemos la filosofía como algo oscuro, abstracto y difícil. Qué es eso de la filosofía, qué se
da en esas clases y para qué sirve. Preguntas que fácilmente se escuchan cuando comenzamos a hablar con
alguien que se está familiarizando con esta palabra. A la sorpresa y la curiosidad se le une a menudo el
desprecio: la filosofía no sirve para nada, se dice, en una sociedad en la que el mero hecho de valorar las
cosas en función de su utilidad debería ya hacernos reflexionar de un modo filosófico. Por el contrario,
muchos tienden a afirmar que la filosofía es aburrida, incomprensible y no tiene nada que ver con el mundo
en que vivimos. Esta apreciación choca frontalmente con lo que han dicho muchos filósofos: nada hay más
propio del ser humano que la filosofía. Todos somos filósofos, cualquiera se hace preguntas y trata de
buscar respuestas a lo largo de su vida. La condición filosófica es lo que nos hace verdaderamente humanos
y nos diferencia de los animales. En la filosofía encontraríamos, según esto, nuestras más hondas señas de
identidad e ignorarla es una condición para el embrutecimiento. ¿Cómo es posible semejante
contradicción? ¿Puede lo que unos arrinconan y rechazan ser para otros una de las características más
valiosas del ser humano? ¿Qué ha ocurrido para que nuestra cultura e incluso a veces el propio sistema
educativo reniegue de lo que han sido más de dos mil años de tradición, de manera que pasemos por
encima de una actividad que nos define y nos ha dado una identidad como cultura y civilización? Si
queremos comprender estas tensiones y enfrentarnos al mundo en que vivimos hemos de tomar como
punto de partida un conocimiento claro de aquello de lo que estamos hablando. Analicemos la filosofía
para ser capaces de dilucidar después su valor como disciplina (www.miguelsantaolalla.es).

2. Filosofía mundana y filosofía académica

La filosofía, como otras tantas disciplinas, nace de la experiencia humana. Hay por tanto un sentido
cercano, próximo y vivencial de la palabra filosofía (filosofía en sentido mundano), que se convierte así en
una actividad cotidiana del ser humano: cuestionarse a sí mismo y cuestionar nuestro propio entorno es
filosofar. La misma etimología de la palabra “filosofía” nos recuerda que ésta es amor a la sabiduría y la
mejor forma de ser sabio es preguntar. La interrogación se convierte en la actitud filosófica fundamental a
la que sigue, en un segundo momento, una toma de postura: todos tenemos ideas (quizás heredadas o
quizás propias) sobre cuestiones que nos afectan. En consecuencia, filosofía es, también, tomar postura,
algo a lo que la sociedad de hoy nos obliga: nuestra vida consiste en decidir y esto no es posible en un
sentido pleno sin haber reflexionado previamente, a no ser que queramos ser arbitrarios, inconsistentes o
incoherentes. Elegimos las grandes cosas de la vida: qué queremos ser, cómo queremos ser…, pero
también las cotidianas: ver la televisión, comprar en el supermercado, votar a un partido político, realizar
voluntariado dentro de una ONG. Son cosas que no hacemos porque sí, sino porque creemos tener
suficientes razones para ello. En todas estas decisiones aparecen implicadas creencias personales, valores
morales, apreciaciones sobre la realidad que necesariamente encuentran su origen en nuestra forma de
pensar. No hay vida auténticamente humana sin pensamiento que la respalde.

Sin embargo, no es éste el único sentido de la palabra “filosofía". Cabe distinguir una segunda acepción
que implicaría la especialización en esa tarea tan humana como es el pensamiento. Estaríamos hablando
entonces de la filosofía en su sentido académico, entendida como disciplina o asignatura que se enseña y
se ha venido cultivando en nuestra cultura: a lo largo de la historia ha habido quienes han empeñado su
1
vida, su esfuerzo y su tiempo en tratar de dar una respuesta más organizada, más desarrollada a todas esas
cuestiones que, de una forma u otra, nos rondan la cabeza. Desde hace veinticinco siglos esas preguntas
han ido cristalizando en respuestas, muchas de las cuales merecían ser discutidas y conservadas. Gracias a
todos aquellos que han mantenido y transmitido la filosofía podemos empezar hoy nuestro propio camino
filosófico con mucho terreno andado: este es el sentido de una disciplina como la filosofía y su historia. En
este segundo sentido de la palabra, podríamos entender la filosofía como el estudio radical, crítico y último
de toda la realidad, que toma como referencia importante además su propia historia, el discurrir de las
ideas y el pensamiento. Para entender su utilidad podemos retomar una vieja idea medieval: como enanos
apoyados a hombros de gigantes, quizás podamos sustentar nuestras respuestas en las que han dado ya
otros pensadores, cuyas ideas pueden alumbrar nuestra propia experiencia filosófica. Esta y no otra debe
ser una de las funciones centrales de la filosofía, que convertida en disciplina corre el peligro de
encorsetarse en rígidos criterios académicos y entregarse al tedio, al aburrimiento y la revisión histórica de
sí misma. La filosofía y su historia renacen cuando son capaces de dialogar con el presente y languidecen
desde el momento en que pierden el contacto con el mismo (www.miguelsantaolalla.es).

3. El lugar de la filosofía académica en el conjunto del saber

Como ya hemos dicho, la filosofía se define etimológicamente como el “amor al saber” o el “deseo de
saber” (philos: amor; sophía: saber, sabiduría). Dicho anhelo de saber, según Aristóteles, nacería de un
sentimiento de asombro y curiosidad ante la realidad que nos rodea. Sin embargo, si queremos llegar a
entender qué es de verdad la filosofía, debemos ir más allá del mero significado etimológico. No solo el
filósofo es amante del saber, sino que también lo son el biólogo, el físico o el lingüista (cada uno “ama” su
parcela de saber). Además, la filosofía no es solo un anhelo de saber, sino un saber que se alcanza en cierto
grado.

Pero, ¿qué entendemos por saber? Por lo pronto, podemos decir que saber y conocimiento se oponen a
ignorancia. Quien sale de la ignorancia alcanza algún grado de conocimiento y algún tipo de saber. Sin
embargo, no todo conocimiento o saber es por sí mismo siempre verdadero. Hay saberes verdaderos y
saberes falsos. Además, los saberes, independientemente de su verdad, se desarrollan para cumplir alguna
función social, como la cohesión del grupo o la definición de los roles sociales. Debido a esta complejidad,
será muy clarificador abordar qué son los saberes y qué es la filosofía como saber, identificando primero el
momento histórico en el que surgen los distintos saberes, clasificando los principales tipos de saber,
definiendo cada uno de ellos y estableciendo sus relaciones mutuas, para poder, finalmente, delimitar el
lugar de la filosofía académica en el conjunto del saber.

Conocimientos naturales y culturales

La primera diferencia que cabe establecer es entre aquellos conocimientos que se poseen de modo
“natural” y los que vienen dados a través de la “cultura”. Los conocimientos naturales son conocimientos
instintivos o innatos, como el reconocimiento de emociones básicas o la competencia lingüística (Noam
Chomsky). Estos conocimientos se han desarrollado en función de nuestra evolución como especie.

Por su parte, los conocimientos culturales son adquiridos por aprendizaje social en el seno de un grupo
determinado y, en esa medida, son artificiales (artificial, aquí, significa que no derivan de la evolución de la
especie, sino de las tradiciones de un grupo social determinado). En adelante, nos centraremos en los
conocimientos culturales.

2
Culturas bárbaras (primitivas) y culturas civilizadas

Los conocimientos culturales pueden graduarse desde los más primitivos y simples hasta los más
evolucionados y complejos. Los orígenes de la escritura marcan un punto de inflexión en la historia del
desarrollo de los conocimientos. Estas son algunas de las aportaciones trascendentales de la escritura:

1. La escritura permite el almacenamiento de gran cantidad de información.


2. Esta información puede ser transportada físicamente de un lugar a otro.
3. Al mismo tiempo, la escritura posibilita la conservación puntual y precisa de conocimientos de
nuestros antepasados y el registro de los acontecimientos pretéritos (sin escritura no habría
Historia).
4. Por último, hace posible la “objetivación” del conocimiento: gracias a la escritura, los hombres
pueden desarrollar saberes que desborden los límites de sus recuerdos personales y que se
distancien de la influencia ejercida por las tradiciones orales transmitidas por las generaciones
inmediatamente precedentes y compartidas, en general, por todos los miembros del grupo.

Siguiendo el materialismo filosófico de Gustavo Bueno, llamaremos “culturas bárbaras (o primitivas)” a las
culturas sin escritura o ágrafas (la expresión “culturas bárbaras” es empleada aquí en un sentido neutro, sin
ninguna connotación moral negativa). Las culturas con escritura (y, por tanto, con historia) las
denominaremos “culturas civilizadas”. Las culturas civilizadas, habiendo desarrollado un procedimiento de
registro de la información hablada (la escritura), han acumulado una ingente cantidad de conocimientos
propios y extraños. Las sociedades bárbaras, por el contrario, disponen de mucha menos información,
como consecuencia de los límites impuestos por la transmisión oral. Las sociedades ágrafas son, además,
sociedades aisladas, autárquicas, cerradas. Por el contrario, las sociedades civilizadas, de nivel estatal, son
abiertas y cosmopolitas, sus economías están basadas en el comercio y en el intercambio generalizado y, a
partir de ellas, ha surgido la sociedad universal en la que actualmente vivimos. Las culturas bárbaras se
identifican con las sociedades tribales prehistóricas, estudiadas por paleontólogos y arqueólogos, y las de
nuestros contemporáneos primitivos, estudiadas por la Antropología cultural. Se trata de sociedades
preestatales que no tienen historia. Las culturas civilizadas, por su parte, florecen en sociedades estatales
donde una ciudad está en relación con otras muchas, distantes geográficamente, a través del comercio. La
Historia, como disciplina distinta del mito, surge en estas sociedades con escritura.

Las culturas bárbaras poseen unos conocimientos propios que se transmiten oralmente: los mitos, la
magia y la religión. Las culturas bárbaras también poseen conocimientos técnicos: fabricación de hachas,
canoas y utensilios, cerámica, metalúrgica, navegación de cabotaje, técnicas curativas mezcladas con
rituales mágicos, etc. Aunque todas las culturas tienen estos tipos de conocimientos, los de cada una son
diferentes a los del resto. Son conocimientos particulares de cada pueblo.

Con el paso de las culturas bárbaras a las civilizadas, en el contexto helénico, surge un nuevo tipo de
saber esencialmente diferente a todos los anteriores. Un saber racional, crítico y universal: la ciencia. En
contra de lo que a veces se dice, las ciencias no surgen de un saber reflexivo abstracto desligado de los
problemas prácticos: no son hijas de la filosofía. Por el contrario, las ciencias se han constituido siempre a
partir de saberes técnicos anteriores: las ciencias surgen de las técnicas. De la agrimensura, la Geometría;
del comercio y del intercambio, la Aritmética; de la navegación, la Astronomía; de la selección de plantas
curativas, la Medicina, etc. Cada ciencia irá delimitando una parcela de la realidad previamente roturada
por las técnicas precedentes.

3
En el contexto de estos primeros saberes racionales críticos (las ciencias) se producirá el despliegue de
otro saber racional crítico, la filosofía, distinto de las ciencias. La filosofía ya no será, como las ciencias, un
saber especialista, sino que intentará ofrecer una visión global de la realidad, aunque tomará a las ciencias
como modelos de rigor y racionalidad. En todo caso, la reflexión filosófica no se centrará únicamente en los
resultados de las ciencias, porque también se hará cargo críticamente de los saberes primitivos (saberes
mitológicos, mágicos y religiosos) que, como supervivencias del periodo bárbaro, continúan existiendo en la
civilización (una de las tareas principales de la filosofía es la crítica de dichos saberes). La filosofía supone,
pues, el constante esfuerzo de dibujar el mapa de los conocimientos humanos, en cada momento histórico,
y el continuo intento de ubicarse racionalmente en ese mapa.

En las culturas civilizadas, el mito, la magia y la religión conseguirán sobrevivir en territorios más o
menos marginales y aislados del poder de la racionalidad crítica ejercida por las ciencias y la filosofía. No
obstante, como consecuencia del influjo de dicha racionalidad, estos saberes sufrirán, en la mayoría de los
casos, una profunda metamorfosis: los mitos se fragmentarán para dar lugar a las ideologías; la magia se
transformará en las pseudociencias y paraciencias; las religiones formularán teologías; e irá apareciendo,
poco a poco, el sentido común civilizado, modelado por el incremento del conocimiento de todo orden.
Por su parte, cuando el desarrollo de la ciencia adquiera la capacidad de intervenir sobre las técnicas y
remodelarlas a escala del saber científico, se desarrollarán lo que conocemos como tecnologías. Entre la
técnica de construcción de medios de transporte de tracción animal o de fuerza natural (molinos de viento,
de agua, etc.) y la máquina de vapor o el vehículo de motor de explosión, puede medirse la distancia que
hay entre la técnica y la tecnología; ésta es técnica a la que se le ha aplicado un conocimiento científico
(termodinámica, química, etc.).

3.1. Saberes bárbaros (primitivos): mitos, magia, religión y técnica

Mitos

Los mitos se presentan en la forma de relatos poéticos o legendarios, transmitidos fundamentalmente


por vía oral, cuya aceptación descansa en la tradición. Explican el origen, organización y destino de la
comunidad cuya identidad intentan preservar (su surgimiento, su lengua, sus técnicas más importantes,
etc.), así como la totalidad de los fenómenos naturales relevantes en la existencia cotidiana de la misma (el
ciclo de las estaciones, la relación con los animales, las cosechas, las amenazas del medio, la enfermedad, la
muerte, etc.). Ofrecen, en definitiva, una cosmovisión completa, dando sentido a la vida de los miembros
de la comunidad.

Ejemplo: Mito de Perséfone.

Perséfone es hija de Zeus y Deméter (hija de Cronos y Rea, hermana de Zeus, y diosa de la
fertilidad y el trigo). Su tío Hades (hermano de Zeus y dios de los Infiernos), se enamoró de ella
y un día la raptó.

La joven se encontraba recogiendo flores en compañía de sus amigas las ninfas y hermanas de
padre, Atenea y Artemisa, y en el momento en que va a tomar un lirio, (según otras versiones
un narciso), la tierra se abre y por la grieta Hades la toma y se la lleva.

De esta manera, Perséfone se convirtió en la diosa de los Infiernos. Aparentemente, el rapto se


realizó con la cómplice ayuda de Zeus, pero en la ausencia de Deméter, por lo que ésta inició

4
unos largos y tristes viajes en busca de su adorada hija, durante los cuales la tierra se volvió
estéril.

Al tiempo, Zeus se arrepintió y ordenó a Hades que devolviera a Perséfone, pero esto ya no era
posible pues la muchacha había comido un grano de granada, mientras estuvo en el Infierno,
no se sabe si por voluntad propia o tentada por Hades. El problema era que un bocado de
cualquier producto del Tártaro implicaba quedar encadenado a él para siempre.

Para suavizar la situación, Zeus dispuso que Perséfone pasara parte del año en los confines de
la Tierra, junto a Hades, y la otra parte sobre la tierra con su madre, mientras Deméter
prometiera cumplir su función germinadora y volviera al Olimpo.

Perséfone es conocida como Proserpina por los latinos.

La leyenda cuenta que el origen de la Primavera radica precisamente en este rapto, pues
cuando Perséfone es llevada a los Infiernos, las flores se entristecieron y murieron, pero cuando
regresa, las flores renacen por la alegría que les causa el retorno de la joven. Como la presencia
de Perséfone en la tierra se vuelve cíclica, así el nacimiento de las flores también lo hace.

Por otra parte, durante el tiempo en que Perséfone se mantiene alejada de su madre, Deméter
y confinada al Tártaro, o mundo subterráneo, como la esposa de Hades, la tierra se vuelve
estéril y sobreviene la triste estación del Invierno.

En el relato mítico, fruto de la fantasía, entran en juego hazañas de héroes, designios de dioses (en un
contexto politeísta) y fuerzas naturales personificadas. Estos “personajes” no pertenecen al mundo
cotidiano (al tiempo ni al espacio profanos), sino al mundo de lo sagrado y, generalmente, se asocian a
ritos de rememoración de los acontecimientos míticos situados en el “tiempo originario”, de importancia
fundamental para las sociedades arcaicas. Mientras el hombre actual se concibe a sí mismo como el fruto o
resultado de la historia, el hombre de las sociedades arcaicas se concibe a sí mismo como el resultado de
los acontecimientos míticos ocurridos en los tiempos primordiales y, por ello, se ve obligado a reactualizar
ritualmente estos hechos míticos o, por lo menos, a rememorarlos mediante sus prácticas rituales.

Sin embargo, la finalidad principal del mito no estriba en la rememoración de un pasado originario y
fundacional, sino en la capacidad que tiene el relato de influir en el presente, ordenándolo, como una
causa importantísima de cohesión social. Las narraciones míticas tienen carácter simbólico: establecen, a
través de los acontecimientos puntuales que narran, pautas de comportamiento que deben seguirse como
normas y mandatos. Por eso, en las culturas bárbaras, los mitos, una vez aparecidos, no son prescindibles,
sino necesarios (hasta que son sustituidos por un saber más complejo en una cultura civilizada), para
garantizar la estabilidad y continuidad de la comunidad, señalando lo que está prohibido (tabúes
alimenticios o sexuales, etc.) y prescribiendo lo que ha de hacerse (ritos de paso, ceremonias religiosas,
jerarquía social a respetar, etc.).

Cuando analicemos el proceso de surgimiento de la filosofía, hablaremos del “paso del mito al logos”,
siguiendo la célebre fórmula de W. Nestlé. Dicha expresión tiene sus ventajas e inconvenientes. Por una
parte, permite captar la esencia del proceso que dio lugar al surgimiento de la filosofía en torno al siglo VI
a. C. en Grecia, pero, por otra, puede dar a entender que el mito es una forma de saber que permanece
completamente al margen del logos (razón). Para evitar esta interpretación, es necesario aclarar desde el
principio que el mito no es enteramente irracional o prelógico. El mito tiene una racionalidad o lógica
interna, solo que distinta de la científico-filosófica, pero capaz de ordenar el sistema de la vida social de la
comunidad primitiva. En este sentido, el helenista G. S. Kirk ha llamado la atención sobre la posibilidad de
que la racionalidad mitológica hubiera transmitido a la razón científico-filosófica algunos de sus modelos
5
de pensamiento y, en especial, la importancia de la búsqueda del principio en la explicación del Universo.
En este sentido, los mitos habrían descubierto el modelo de explicación genealógico, interpretado desde el
esquema de las operaciones sexuales y las relaciones de parentesco. Dicho modelo sería abandonado por
la ciencia y la filosofía, pero la búsqueda del principio permanecería, sobre todo en la primera fase del
despliegue de la racionalidad filosófica representada por los presocráticos (“los primeros que filosofaron”,
en expresión de Aristóteles).

Ejemplo: Teogonia de Hesiodo.

Antes que nada nació Caos (el vientre, la matriz de la que surge todo), después Gea (la Tierra)
de ancho seno, asiento firme de todas las cosas para siempre, Tártaro (el Infierno) nebuloso en
un rincón de la tierra de anchos caminos y Eros (Amor y Deseo), que es el más hermoso entre
los dioses inmortales, relajador de los miembros y que domeña, dentro de su pecho, la mente y
el prudente consejo de todos los dioses y todos los hombre. De Caos nacieron Erebo (la
Oscuridad) y la negra Noche; de la Noche, a su vez, nacieron

Éter (la Luz) y Día, a los que concibió y dio a luz, tras unirse en amor con Erebo. Gea (Tierra)
primeramente engendró, igual a sí misma, a Urano (el Cielo) brillante para que la cubriera en
derredor por todas partes y fuera un asiento seguro para los dioses felices por siempre.
Alumbró a las grandes Montañas, moradas graciosas de las divinas ninfas, que habitan en los
sinuosos montes. Ella también, sin el deseado amor, dio a luz al mar estéril, al Ponto (fértiles
tierras del nordeste de Asia Menor), hirviente con su oleaje; y después, tras haber yacido con
Urano, alumbró a Océano de profundo vórtice, a Ceo, Crío, Hiperión y Japeto...

Teogonía 116 (en Kirk, G.S. y Raven, J.E., Los filósofos presocráticos, Gredos, Madrid 1969, p.
43-44)

Algunos ejemplos de mitos importantes para esta unidad y/o para las sucesivas:

- Mitos sobre el origen del Mundo: el Génesis, relato de la creación.


- Mitos sobre el origen del Hombre: el Génesis, Adán y Eva y la caída del paraíso; el mito de
Prometeo (Protágoras, Platón).
- Mitos naturalistas: el rapto de Perséfone, explicación del fenómeno de las estaciones.
- Mitos simbólico-normativos: tabúes alimenticios: porcofobia -judaísmo e islam-; porcofilia -Papúa
Nueva Guinea-; carácter sagrado de la vaca –hinduismo, India-; una excepción a un tabú casi
universal: el canibalismo azteca.

Actividades:

1. Busca información sobre el mito de la Creación contenido en el libro del Génesis de la Biblia. ¿Qué
crees que intenta explicar dicho relato? ¿Qué aspectos evidencian su carácter mítico?

2. Busca información sobre el mito de Adán y Eva contenido en el libro del Génesis de la Biblia. ¿Qué
crees que intenta explicar dicho relato? ¿Qué aspectos evidencian su carácter mítico?

3. Explica qué es un tabú.

4. Busca ejemplos de tabúes alimenticios asociados a relatos míticos. ¿Cuál es su función social?

5. Busca ejemplos de otros tabúes no alimenticios asociados a relatos míticos. ¿Cuál es su función
social?

6. ¿Qué son los ritos de paso?


6
7. Busca ejemplos de ritos de paso asociados a relatos míticos. ¿Cuál es su función social? ¿Siguen
existiendo ritos de paso en las sociedades avanzadas? Pon algún ejemplo.

8. Busca ejemplos de mitos y ritos que sigan ordenando la vida de la gente en las sociedades
avanzadas.

Magia

Mientras que los mitos están dirigidos a la totalidad de la población, los conocimientos mágicos son
propios de una casta especializada (los brujos o chamanes) que oculta sus secretos y no permite que los
resultados insatisfactorios invaliden la supuesta eficacia de sus ceremonias (por eso la magia es una forma
de falsa conciencia). Estos “sabios”, llenos de prestigio y de poder, pretenden poseer un dominio sobre los
fenómenos naturales. De esta forma, aunque su saber sea esencialmente falso, arrastran en su actividad
conocimientos que resultan útiles para la tribu o el clan: plantas curativas, preocupación por los fenómenos
meteorológicos y la agricultura, manipulación de objetos para conseguir resultados físicos o psíquicos, etc.
Por eso, destacan como figuras revestidas de una autoridad especial cuya opinión es siempre respetada.

El prestigio y el poder de los magos los convierte en un factor fundamental de cohesión social. Con sus
“encantamientos” y sus “maldiciones”, velan por que se cumplan las normas de comportamiento
contenidas en el acervo mitológico compartido por la comunidad, con sus prescripciones y prohibiciones, y
castigan a quienes las incumplen. De este modo, los magos se presentan, no solo como los antecedentes de
los médicos, y quizá incluso de los científicos, sino también con funciones parecidas a las que hoy
desempeñan policías, jueces y fiscales.

El antropólogo James Frazer atribuye dos principios fundamentales a lo que él denominó “magia
simpática”:

1. Ley de semejanza: “lo semejante produce lo semejante”.

2. Ley de contacto o contagio: “las cosas que una vez estuvieron en contacto siguen influyéndose a
distancia”.

Así, el mago, con técnicas de imitación adecuadas, llegaría a poder producir lo que busca (por semejanza o
por magia homeopática); y, operando sobre un objeto seleccionado, podría producir un mal o un bien a la
persona con que hubiera estado en contacto aquel objeto (por contagio o magia contaminante).

Actividades:

1. Busca información sobre el vudú. ¿A qué tipo de magia pertenece? Razona tu respuesta.

2. Busca otros ejemplos de magia e intenta decir a qué tipo pertenecen.

3. Busca información sobre los experimentos con palomas del psicólogo conductista B. F. Skinner y su
explicación de la conducta supersticiosa. ¿Puede decirse que la conducta del mago es
supersticiosa? Razona tu respuesta.

4. Pon otros ejemplos de conducta supersticiosa.

5. Se ha dicho muchas veces que la magia es el precedente histórico de la ciencia. ¿Estás de acuerdo
con esta idea? Razona tu respuesta.

7
Religión

La religión es una institución que ha estado presente en todas las culturas humanas desde el Paleolítico
Superior. Con independencia de que uno sea creyente, agnóstico o ateo, hay que reconocer la enorme
importancia histórica de la religión y hay que intentar explicar qué es, cómo surge y cómo evoluciona. Hay
muchas teorías que se lo proponen, pero no todas tienen el mismo valor.

Algunas teorías se mueven dentro de la propia creencia religiosa. Por ejemplo, desde el punto de vista
del cristianismo, la religión existe porque Dios existe y se ha revelado a los hombres, que han respondido
rindiendo culto a ese Dios revelado. Los pueblos primitivos han “olvidado” a Dios por obra del diablo y, por
eso, adoran a otras deidades o entidades espirituales. Esta explicación del origen de la religión tiene el
problema de que presupone la existencia de seres como Dios y el diablo cuya realidad, a día de hoy, no ha
sido probada.

Otras teorías, desde fuera de la propia creencia religiosa, apelan a mecanismos psicológicos o sociales
para explicar la religión. Afirman que la religión tiene que ver con el miedo a la muerte, la angustia, que es
producto de la imaginación, la fantasía o el delirio (explicaciones psicológicas), o que es un invento de los
gobernantes para dominar a los gobernados (explicaciones sociológicas): “la religión es el opio del pueblo”
(Marx); “un cura me ahorra cien gendarmes” (Napoleón); “el pueblo, cuando no tiene miedo, es temible”
(Spinoza). Estas teorías tienen el problema de que no reconocen ningún fundamento de realidad a las
religiones, no admiten un fondo de verdad que permita explicar por qué han estado presentes en todas las
culturas a lo largo de toda la historia, y tampoco pueden dar cuenta de las fases por las que la religión ha
atravesado en su evolución a lo largo del tiempo.

Para entender la teoría que aquí vamos a adoptar, la del materialismo filosófico de Gustavo Bueno,
tenemos que aclarar primero su idea de espacio antropológico. El ser humano no está solo en el Universo.
Los hombres no solo se relacionan entre sí, sino también con otras entidades que no son humanas. El
espacio antropológico es el espacio en el que se desenvuelve la existencia de los hombres y sus relaciones:
las de unos hombres con otros y las de los hombres con las cosas no humanas. El espacio antropológico
tiene, por tanto, tres ejes:

- El eje circular contiene las relaciones entre los hombres.


- El eje radial contiene las relaciones de los hombres con las cosas naturales (o culturales) inertes,
impersonales.
- El eje angular contiene las relaciones de los hombres con entidades personales, dotadas de voluntad,
inteligencia y capacidad de acción, no humanas. Los animales pertenecen al eje angular, pero no solo
ellos: también los númenes. Los númenes son seres personales, con voluntad e inteligencia y capaces
de interactuar con los hombres de forma envolvente, desde una posición de poder y dominio, ya sea
amenazándolos o ayudándolos (aquí partimos de que, aun cuando no fueran reales, los hombres han
creído en ellos durante toda su historia). Los númenes constituyen los contenidos de la “experiencia
religiosa”. Por eso puede afirmarse que la religión es el culto a los númenes (la religión se presenta,
ante todo, como un saber práctico referido al trato con los númenes).

En el origen de la religión, en el Paleolítico Superior, los númenes tenían un correlato real: eran los propios
animales con los que los hombres interactuaban. Es cierto que los animales se convirtieron en númenes, a
ojos de aquellos hombres primitivos, cuando sus capacidades intelectuales y su poder fueron
sobrevalorados (atribuyéndoles capacidades lingüísticas que hoy sabemos que no tienen, caracteres y
comportamientos morales, capacidad de regirse por normas morales e inteligencia superior a la que hoy
sabemos que tienen). Por eso, desde su origen, la religión ha tenido contenidos míticos (es, como la magia,
una forma de falsa conciencia). Sin embargo, el correlato real de esos númenes, cuyo reflejo se encuentra
8
en las pinturas rupestres de las cavernas, sí estaba ahí: eran, como decimos, los animales. Estos animales
representaban, para el hombre paleolítico, y lo encarnaban realmente, el papel de númenes, es decir, de
entidades que, sin ser humanas, eran, sin embargo, centros de voluntad y de inteligencia, entidades a las
que había que engañar, rogar, obedecer o matar. Hablamos de religión primaria para referirnos a esta fase
de la evolución de la religión.

Esta fase primaria de la religión se acaba con la extinción de la megafauna del Paleolítico y la
domesticación de los animales. Las figuras animales representadas en la bóveda de las cavernas se
proyectan ahora en la bóveda celeste, en las constelaciones, por ejemplo. Es la fase de la religión
secundaria, religión de los dioses (en un contexto politeísta). Las religiones secundarias se constituyen, a
partir del Neolítico, como una transformación de las religiones primarias, determinada por el progresivo
control que los hombres llegan a tener sobre esos “animales divinos”. Las religiones secundarias cubren
toda la época de las religiones que dan culto a las figuras antropomórficas o zoomórficas que llenan el
panteón del Egipto faraónico, de las culturas hindúes, chinas, mayas, etc. Las moradas de los dioses se
sitúan fuera del espacio humano: en lo alto de ciertas montañas (como el monte Olimpo de los griegos) o
en el cielo, por ejemplo.

Por último, la crítica al antropomorfismo y el zoomorfismo de las religiones secundarias politeístas,


llevada a cabo principalmente por la filosofía griega, conduce a las religiones terciarias, de signo
marcadamente monoteísta. Estas religiones, que maduran al compás de la aparición de la ciencia y la
filosofía, han de dotarse ya de un armazón racional para dar credibilidad a sus creencias: la teología. Los
númenes antropomorfos y zoomorfos son sustituidos por un Dios único e incorpóreo. La idea de Dios se
vuelve tan abstracta y alejada del plano de los hombres que se hace imposible cualquier relación afectiva
con dicha entidad. Por eso, esta religión es, aunque parezca paradójico, la antesala del ateísmo.

Actividades:

1. Busca información sobre los cultos cargo. ¿Qué enseña este ejemplo acerca de la relación entre las
condiciones sociales y económicas en las que surgen y se desenvuelven los cultos religiosos y el
contenido de los mismos?

2. Busca otros ejemplos de cultos religiosos en los que pueda verse la influencia de las condiciones
sociales y económicas en las que surgieron y se desenvolvieron.

Técnica

El desarrollo de la técnica corre en paralelo con la evolución de nuestra especie. El Homo sapiens es,
ante todo, un “homo faber” (un hombre que hace, que sabe hacer). Su inteligencia pasa no sólo por su
cerebro, sino también por sus manos: es un hombre hábil (Homo habilis), pero esta destreza no es sólo
corpórea y manual, sino instrumental, porque reside sobre todo en su capacidad de construir útiles,
instrumentos, herramientas y máquinas para transformar el medio (las técnicas implican siempre un
sistema de operaciones que permite la transformación eficaz del medio) en el que habita, en su lucha por
la supervivencia y mejora de sus condiciones de vida. Desde las hachas de piedra hasta los satélites
artificiales, toda la historia humana es la historia de sus técnicas. Las técnicas fueron cobrando más y más
importancia con la progresiva división del trabajo y la diversificación de éste en especialidades y oficios:
agricultores, ganaderos, herreros, carpinteros, guerreros, navegantes, etc.; e hicieron posible modos de
9
poblamiento más y más estructurados: desde las cuevas, aldeas y poblados, a la aparición de la ciudad,
verdadero potenciador del desarrollo técnico progresivamente acelerado.

La técnica, como la magia, pretende un dominio sobre la naturaleza, pero en su caso este domino llega
a ser efectivo e irreversible: cómo prescindir de la rueda, del carro, de la agricultura... Es por ello un saber
verdadero (en el sentido de eficaz) y constituye siempre el precedente de cualquier ciencia (de las técnicas
de navegación, que incluían el conocimiento de los astros de la bóveda celeste, surgirá la astronomía, por
ejemplo). En el lugar de los chamanes encontramos a los artesanos y a los técnicos. La técnica, por influjo
de la ciencia, acabará convirtiéndose en tecnología: alimentos transgénicos, vitaminas sintéticas, plásticos,
teléfonos móviles, etc.

3.2. El paso de las culturas bárbaras a las culturas civilizadas

El paso de los saberes bárbaros a los saberes civilizados se hizo posible, en el ámbito concreto de la
cultura helénica, por el desarrollo, a partir de los saberes técnicos, de los incipientes saberes científicos,
empezando por la Geometría (Tales, Pitágoras, Euclides, etc.) y continuando con la Aritmética y la
Astronomía. Por supuesto, este proceso fue posible dadas unas condiciones materiales de despegue: la
aparición de la escritura, el refinamiento y proliferación de las técnicas y el desarrollo de las ciudades y del
Estado.

Una vez que los primeros núcleos del saber científico quedaron estabilizados, la visión del mundo que
ofrecían los mitos, la magia y la religión comenzó a reconstruirse de otro modo: en esto consistió la
aparición de la filosofía, en que las cuestiones resueltas mitológicamente se argumentarán, a partir de
entonces, siguiendo de cerca la metodología científica. La racionalidad crítica que había cristalizado en los
primeros saberes científicos, pugnará por extenderse al resto de áreas de conocimiento para sustituir a las
viejas cosmovisiones mitológicas: este fue el desencadenante de la aparición de lo que hoy conocemos
como filosofía.

Sin embargo, para comprender el surgimiento de la filosofía, no basta con tener en cuenta el influjo
ejercido por las ciencias incipientes. También es necesario atender a las condiciones del contexto socio-
político de las colonias griegas del siglo VI a. C.

Con el surgimiento de la polis, los griegos habían alcanzado una organización política de nivel estatal
que, compuesta de múltiples “tribus” y con una economía basada en el comercio, había supuesto el fin de
la autarquía y el aislamiento propios de la “etapa bárbara”. Las necesidades de la actividad comercial
llevarían a los griegos a adoptar dos invenciones fundamentales: la moneda, de los lidios, y la escritura
alfabética, de los fenicios.

El desarrollo del comercio supuso, en un primer momento, riqueza y florecimiento cultural, pero acabó
dando lugar a un crecimiento demográfico descontrolado. Este último factor desencadenó un aumento de
los conflictos sociales. La válvula de escape fue el proceso conocido como la “gran colonización”: las polis
de la Grecia continental fundaron colonias a lo largo de las costas de Asia Menor (la parte más occidental
de la actual Turquía) y la Magna Grecia (en la actualidad, sur de Italia y Sicilia).

10
En las nuevas colonias, cuyas constituciones eran más democráticas que las de las metrópolis, los
colonos se vieron rodeados de “bárbaros” (fundamentalmente persas, en Asia Menor, y cartaginenses, en
la Magna Grecia). Los testimonios escritos sobre la existencia de esas otras culturas, con mitos, ritos y
religiones muy distintas, hicieron necesario organizar de un modo sistemático y selectivo una información
superabundante. La situación de “choque de cosmovisiones” y la necesidad de organizar creencias
enfrentadas de culturas diferentes obligó a adoptar una actitud crítica en el intento de construir ideas
generales sobre el Mundo según criterios de racionalidad: el resultado fue un tipo de conocimiento
completamente nuevo precisamente por su carácter crítico: la filosofía. Los primeros pasos, inseguros,
fueron dados por los pensadores presocráticos, que se encontraban entre los colonos. Los presocráticos se
dieron cuenta de que los mitos de cada comunidad eran válidos solo para esa comunidad, y que no había
forma de establecer acuerdos generales mientras no se abandonaran las narraciones mitológicas. Llegaron,
pues, a la conclusión de que, frente al mito, era necesario instaurar un logos universal, basado en pruebas
y razones, y no meramente en el valor de la tradición y la autoridad en que descansa el mito. Para llevar a
cabo esta transformación, a la que más arriba hemos aludido con la expresión “paso del mito al logos”,
tomaron como modelo las construcciones científicas, en cuyo surgimiento ellos mismos estaban
involucrados, puesto que vieron en ellas el ejemplo más claro de un logos racional y universalizable (válido
para todo sujeto, independientemente de su origen familiar o cultural). Así pues, los presocráticos, en sus
explicaciones, buscaron el principio del Universo (el arjé de la physis) y ofrecieron cosmovisiones
totalizadoras, algo que también hacían los mitos, pero alcanzaron, por influjo de la ciencia, un nivel tal de
racionalidad que ha permitido considerarlos como “los primeros que filosofaron”, en expresión de
Aristóteles.

La conexión entre las técnicas y las ciencias, y entre éstas y la filosofía, no se dio con toda la intensidad y
precisión que el proceso requería sino en el interior de la cultura helénica. En el resto de culturas paralelas
(Egipto, Persia, China, India, Japón) se dieron procesos similares, pero incompletos. En síntesis, en lo que se
conoce como “paso del mito al logos”, surgirán dos modelos de filosofía: el occidental (ligado a la ciencia y

11
crítico con la religión; se instaura como una reflexión de segundo grado o saber critico sobre el resto de
saberes) y el oriental (ligado a la religión y a la moral, pero no a la ciencia; su capacidad crítica ha quedado
solo apuntada y sin desarrollar).

Hablar de filosofía en sentido estricto es referirse, por tanto, a la filosofía occidental nacida con los
presocráticos griegos, cristalizada con Platón, verdadero padre de la filosofía, y continuada por Aristóteles y
las escuelas helenísticas; todo ello trasferido al resto de culturas a través de la helenización de Alejandro
Magno, la romanización, la cristianización y las derivas culturales posteriores ligadas a la expansión de los
distintos imperios. Una de las características esenciales de esta tradición filosófica, que de manera
ininterrumpida llega hasta nosotros, ha sido el mantenerse estrechamente ligada al desarrollo científico y
adoptar una actitud de constante vigilancia crítica frente a los mitos, la magia, la religión y todas las demás
formas de saber.

3.3. Saberes civilizados acríticos: ideología, pseudociencias, teología y tecnología

Ideología

En sentido muy general, puede entenderse por ideología aquel conjunto de ideas que responden a los
intereses de un determinado grupo social en confrontación con otros grupos sociales dentro de la misma
sociedad. Las ideologías, que son múltiples y enfrentadas entre sí, representan disyuntivas entre unos
modelos de vida y otros (capitalismo/socialismo…), entre unos programas de acción y otros (economía
sostenible/libre mercado/intervencionismo de Estado, etc.) y entre unas jerarquías de valores y otras
(orden/libertad/igualdad, etc.). Las ideologías, como las costumbres, suelen absorberse espontáneamente
del medio cultural en el que se vive y, en ese sentido, la mayor parte de sus componentes suelen ser
acríticos, porque no quedan sometidos a revisión racional.

La ideología viene a llenar el hueco dejado por los mitos en las sociedades civilizadas y contribuye,
como ellos, a dar cohesión social, pero, ahora, no a toda la tribu por igual, sino a determinados grupos
sociales que se hallan enfrentados a otros por intereses prácticos que colisionan en el seno del Estado. Por
eso, una sociedad abierta, compuesta por grupos heterogéneos y dividida en múltiples clases sociales no
puede poseer una sola ideología, sino múltiples. Sin embargo, lo habitual es que en toda sociedad
civilizada exista una ideología hegemónica que refleja las ideas de los grupos sociales dominantes, que se
las arreglan para imponerlas al resto de la sociedad por procedimientos más o menos coactivos o
sofisticados. Las ideologías dominantes intentan justificar el orden social presentándolo como natural y
necesario. De este modo, lo revisten de atributos positivos, como la justicia, la bondad o la belleza.
Ofrecen, por tanto, una imagen distorsionada de la realidad. Por eso las podemos considerar formas de
falsa conciencia.

Las ideologías no son armonizadoras, como los mitos, sino que han de criticar las alternativas opuestas
y definirse frente a ellas. En esto se parecen a la filosofía. Sin embargo, las ideologías se hallan, unas frente
a otras, en lucha por el control del poder dentro de la sociedad política. Por eso, su capacidad crítica es
limitada, ya que obedecen a los intereses prácticos del grupo cuya actividad canalizan, de manera que es
difícil que se sometan a un escrutinio tal que pudiera sembrar alguna duda sobre la validez misma de
dichos intereses.

A pesar de que las ideologías presentan carencias crítico-racionales, no es fácil renunciar a ellas. Es
preciso comprometerse, si quiere cambiarse lo que creemos que es injusto. El compromiso a través de

12
alguna ideología supone “mancharse las manos”, porque comporta, en mayor o menor grado, apostar por
un modelo, frente a otros, que necesariamente arrastrará en su conjunto alguna deficiencia. Pero, cuando
aparentemente se aleja uno de toda ideología, convirtiéndose en apolítico o en místico, por ejemplo, esta
pretensión no constituye, probablemente, más que una falsa huida, ya que, de ese modo, con lo que sin
duda se está cooperando es con el orden establecido en un momento dado.

En todo caso, la filosofía tiene como una de sus funciones la crítica de las ideologías, aunque debamos
de reconocer, como acabamos de hacer, su necesidad. Se trataría de dirigirse, a través de la crítica, hacia
ideologías con componentes bajos de falsa conciencia.

Actividades:

1. Busca información sobre la idea de ideología de Karl Marx.

2. Busca información sobre las principales ideologías de la sociedad actual.

Pseudociencias y paraciencias

Pueden definirse como conjuntos de creencias y prácticas cuyos cultivadores desean, ingenua o
maliciosamente, hacer pasar por ciencia, cuando en realidad no cumplen las exigencias del saber
científico. Se basan en un supuesto acceso privilegiado de ciertas personas a ciertos fenómenos y fuentes
secretas de poder que se les escapan al común de los mortales. Estas “ciencias ocultas” parten de la
afirmación de fenómenos revestidos del aura de lo oculto, lo misterioso, lo maravilloso, lo excepcional, lo
sobrenatural, lo paranormal, lo parapsicológico o lo espiritual, dándoles crédito y queriendo ponerlos en
pie de igualdad con los fenómenos que tienen explicación científica. En todo caso, sus métodos no están
sometidos a contrastación empírica. Ni siquiera la parapsicología, que se ha introducido en las cátedras
universitarias (en países como EEUU), ha conseguido pasar la frontera hacia un saber verificable,
contrastable, predictivo y universalizable.

En realidad, las pseudociencias y las paraciencias vienen a llenar el espacio que ha ido dejando la
magia, en trance de desaparecer. A semejanza de la magia, poseen objetivos primariamente prácticos, no
cognitivos, pues pretenden influir en las cosas y en los seres humanos mediante prácticas rituales; al igual
que la magia, son cultivadas por “especialistas” que guardan celosamente sus secretos; como en el caso
de la magia, se perpetúan en el seno de comunidades de creyentes e intentan ampliar el círculo de
adeptos. Aunque se niegan a fundamentar racionalmente sus doctrinas, se aprovechan hábilmente de las
limitaciones fácticas del conocimiento racional para hacer pasar especulaciones desenfrenadas y datos no
controlados por resultados de la investigación científica. Como la ciencia genuina es difícil, la
pseudociencia, que proporciona credos fáciles y promete resultados espectaculares y milagrosos, prende
con gran facilidad, ayudada eventualmente por poderosos grupos de poder (iglesias, partidos políticos…).
Los medios de comunicación de masas, guiados muchas veces por una presunta neutralidad, otras por
sensacionalismo y otras por una simpatía deliberada, contribuyen a hacer accesible la pseudociencia a
millones de personas, favoreciendo negocios multimillonarios que explotan la credibilidad del público.

Algunos ejemplos de saberes pseudocientíficos están hoy muy desacreditados, pero otros son aceptados
por un amplio sector de la opinión pública. El ejemplo más notable es la homeopatía. En todo caso, la
filosofía tiene como una de sus funciones la crítica de las pseudociencias y paraciencias, en lo que tienen
de falsa conciencia.

Actividades:

13
1. Intenta precisar la diferencia, si la hubiera, entre pseudociencia y paraciencia.

2. Busca información sobre la parapsicología.

3. Busca información sobre la homeopatía.

4. Busca información sobre otras cinco disciplinas pseudocientíficas distintas de las anteriores y de las
que se mencionan en el texto.

Teología

Si filosofía y religión mantienen importantes diferencias es, en primer lugar, porque sus presupuestos
son también muy distintos: la religión no es sólo una mirada sobre la realidad, ni tampoco una forma de
estar en el mundo, sino que pone al hombre en relación con algo o alguien distinto de la realidad material
en que vive (los númenes). La religión, a este respecto, es mucho más que una disciplina o un modo de
conocimiento: aspira a ser una experiencia personal que transforme al individuo, orientando su vida y su
actuar en función de lo numinoso o divino. Esa experiencia personal se manifiesta y cristaliza en un
conjunto de creencias, autoridades, ritos, oraciones y tradiciones. Si bien la filosofía puede en algunos
casos constituirse como una experiencia personal, no caben esas “prácticas sociales filosóficas”, por
denominarlas de algún modo. Con otras palabras: no hay creencias filosóficas “obligatorias”, ni rituales
filosóficos, ni una jerarquía filosófica cuyas ideas deban ser respetadas.

Dentro de cada religión, sobre todo en el caso de las religiones terciarias o monoteístas, hay un núcleo
elemental de dogmas o creencias básicas que no pueden ser puestas en duda o negadas, pues en ese caso
se dejaría de pertenecer a esa religión. Además, estas religiones suelen incluir entre sus fuentes de
conocimiento la revelación: sea un texto sagrado o una persona con especiales capacidades para
comunicarse con la divinidad, aparece una fuente de conocimiento que no está basada en la experiencia
empírica, ni tampoco en la razón humana. Para dar la interpretación correcta de estos textos suele haber
un conjunto de especialistas o exégetas (“interpretadores”) que ofrecen las claves imprescindibles para la
comprensión. Frente a esto, la filosofía no admite dogmas o creencias indudables, sino que precisamente
suele husmear entre ellas. Además, no hay textos sagrados o revelados: las ideas y las frases de los más
grandes filósofos son discutidas y criticadas, tanto por especialistas como por aquellos que no lo son.

Estas diferencias se han concretado en la historia de la filosofía en diversos autores que han mantenido
una actitud crítica respecto a la religión. Marx, Nietzsche y Freud (conocidos como los “maestros de la
sospecha”) han formulado tres críticas bien distintas, que están en la base del ateísmo contemporáneo. La
relación de la religión con el poder político y económico, su rechazo por representar una negación de la
vida, o su origen exclusivamente humano como respuesta al miedo a la muerte han sido puestos de
manifiesto por estos filósofos.

Pese a las divergencias señaladas entre filosofía y religión, es preciso reconocer también ciertos puntos
de encuentro. Como acabamos de decir, algunas de las creencias afianzadas dentro de una religión pasan a
establecerse como dogmas (verdades reveladas). Cuando estos dogmas, predicados por una religión
concreta (judaísmo, cristianismo, islam), entran en contacto con las doctrinas filosóficas o con las teorías
científicas, se ven necesitados de fundamentación racional y, entonces, en el seno de esas creencias
asentadas sobre la fe o la costumbre, se desarrollan análisis racionales que imitan a la racionalidad
filosófica. Mientras que de los contenidos dogmáticos surge una teología dogmática o revelada (que
sistematiza los dogmas, derivando unos de otros, por ejemplo), del intento de reflexión racional surgirá la
teología racional o natural, que puede llegar a ser una parte de la filosofía.

14
La teología racional nace, entonces, en el mismo campo de la religión terciaria, cuando ésta trata de
reordenar sus creencias de forma sistemática bajo el rigor de la racionalidad filosófica. Una vez trituradas
las religiones politeístas secundarias, en la dirección del monoteísmo, la teología racional transita de los
caracteres más imaginativos propios de la religión (Dios está en el cielo, escucha nuestras súplicas, etc.),
hacia un Dios revestido de atributos más abstractos: eterno, infinito, simple, inmutable, etc. Este proceso
es esencial para entender el desarrollo del cristianismo en la civilización occidental: en el siglo IV los
primero teólogos cristianos se ven en la necesidad de construir un fundamento filosófico para sus
creencias, con la triple finalidad de homogeneizar la doctrina, defenderla de las múltiples herejías propias
de un tiempo en el que no estaba muy claro en qué había que creer y dotarla de una base racional. Es en
este siglo cuando Agustín de Hipona aprovecha muchas de las ideas de la filosofía griega (particularmente
de Platón) para desarrollar la teología cristiana, lo que le ha valido el título de “padre de la Iglesia”. Por ello
la teología cristiana está impregnada de filosofía desde sus propios inicios. Lo curioso es que a resultas de
este proceso crítico-racionalizador, las religiones teológicas se mantiene siempre en el horizonte del
ateísmo. El Dios de la teología racional deja de ser una entidad finita que guarda cierta proporción con los
hombres, para transformarse en un sujeto de atributos abstractos, que no son más que ideas-límite
(inmovilidad, infinitud, unidad, simplicidad, eternidad, etc.). Este Dios ciega las fuentes del espíritu
religioso, que habrá de ser recuperado constantemente mediante un retorno a ritos y ceremonias
sensibles, en los que puede tener lugar la vivencia religiosa (el culto a la Virgen en los pasos de Semana
Santa, etc.).

Por lo demás, el encuentro entre filosofía y religión es inevitable si nos paramos a pensar en el tipo de
preguntas que abordan cada una de ellas. La pregunta por el sentido de la vida no solo puede responderse
desde la filosofía, sino también desde la religión. Lo mismo ocurre con otras preguntas a las que todos, de
una forma u otra, estamos obligados a responder: ¿Existe Dios? ¿Es posible pensar en una vida más allá de
la muerte? ¿Cómo debemos actuar? Preguntas y temas que la filosofía no puede eludir y no debe
considerar superadas, pues allá donde falte el enfoque racional y crítico inherente a la filosofía se deja
terreno libre para la manipulación del fanatismo y la ausencia de diálogo al respecto.

Actividades:

1. Busca información sobre cinco dogmas fundamentales del cristianismo.

Tecnología

La palabra “tecnología” se utiliza a menudo como sinónimo de “técnica”. Puede matizarse algo más su
significado, cuando entendemos que se trata de una técnica que se ha hecho posible por mediación de
algún conocimiento científico. Las tecnologías operan sobre la naturaleza, como lo hacían las técnicas, pero,
esta vez, ya no sólo para obtener resultados exitosos en la manipulación de las cosas, sino además, en
tanto que ciencia aplicada, para controlar las mismas leyes naturales y pasar, así, a dominar la misma
naturaleza en alguna de sus parcelas.

A partir del siglo XIX y desde la revolución industrial, bajo el potente influjo de las ciencias naturales que
se fueron desarrollando a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII (astronomía, mecánica, dinámica, química,
biología, electromagnetismo, termodinámica, física de partículas, bioquímica, &c.), se harán posibles
aplicaciones prácticas como los vehículos de motor de explosión, los aparatos eléctricos, el radar, el láser, la
radio, las telecomunicaciones, la biotecnología, etc.

15
3.4. Saberes civilizados críticos: filosofía y ciencia

Ciencia y filosofía son las formas de conocimiento más elaboradas que existen. Frente a una opinión a
menudo habitual, la filosofía y la ciencia tienen mucho que ver entre sí. De hecho, durante gran parte de la
historia formaron un bloque de conocimiento y solo a partir de finales del siglo XVIII ambas disciplinas
empezaron a distanciarse. El título de la gran obra de Newton es suficientemente revelador: Principios
matemáticos de filosofía natural (1687). Lo que el gran físico inglés trataba de investigar era, por tanto, la
posible matematización de los grandes problemas de la naturaleza, como por ejemplo el movimiento.

Históricamente, ha habido autores que han destacado en ambas disciplinas: Aristóteles y Descartes son
solo dos ejemplos de una larga lista. En Aristóteles encontramos una de las primeras taxonomías de seres
vivos de la historia y no en vano se le considera fundador de la Biología. La preocupación cartesiana por el
método del conocimiento deriva de sus investigaciones matemáticas, entre las que destaca el desarrollo de
la geometría analítica. Como se ve, históricamente los filósofos han contribuido a lo que hoy denominamos
conocimiento científico y que ellos entendían como una parte más de la filosofía.

Por otra parte, grandes científicos se han dedicado a temas filosóficos. Es habitual que el científico
preocupado por encontrar un fundamento a sus teorías dé el salto (intencionadamente o no) al campo de
la filosofía. Grandes matemáticos como Hilbert o Russell, o físicos de la talla de Einstein, se han adentrado
en cuestiones filosóficas, como una consecuencia más de su hacer científico. Estas relaciones dobles
(filósofos que se interesan por la ciencia y científicos que se interesan por cuestiones filosóficas) se
encuentran en la base de la filosofía de la ciencia, una de las ramas de la filosofía que se encarga de
estudiar problemas relativos a la ciencia. Saber cuál es el valor del conocimiento científico, investigar sus
límites o examinar sus metodologías son tareas indispensables para situarse en un mundo como el nuestro,
en el que la ciencia y la tecnología han logrado un protagonismo innegable (www.miguelsantaolalla.es).

Concretando un poco más, podemos señalar las siguientes características comunes a la ciencia y la
filosofía:

- Son saberes organizados y sistemáticos.


- Son racionales: sus teorías no pueden ser meras creencias (como en los mitos), o supersticiones
(como en la magia y la pseudociencia) o dogmas (como en la religión) o nebulosas de ideas
supeditadas a intereses partidistas (como en la ideología), sino sistemas de conocimiento
organizados de forma lógica, basados en pruebas y razones y desligados de cualquier apelación a la
fe, la autoridad y la tradición como fuentes de certeza y verdad.
- Son críticos: sus teorías están siempre abiertas a la contrastación empírica y tienen que acreditar su
rendimiento en el análisis de la realidad, pudiendo ser revisadas o sustituidas en todo momento
por otras más consistentes, más veraces o más completas. Los mitos, la magia, la religión la
pseudociencia y la ideología no someten sus creencias o dogmas a una crítica verdaderamente
radical.
- En tanto que “saberes civilizados”, se transmiten y desarrollan históricamente.
- Son universales: las ciencias son construcciones válidas en cualquier cultura, son comunes a todos
los pueblos. La filosofía, en la medida en que analiza críticamente mitos, magia, religiones, etc. muy
diversos y de diferentes culturas, conforme a criterios de racionalidad, también es universal, y su
historia, única.
- Llegan a construir verdades (este punto lo desarrollaremos más adelante).

Sin perjuicio de estas semejanzas, la filosofía pude diferenciarse del conocimiento científico. Analizando, a
través de la historia, el modo de ejercer los filósofos su disciplina, podríamos entresacar una serie de
características específicas del saber filosófico:
16
- Podemos decir que la filosofía, entendida en sentido estricto, es un saber de segundo grado
construido sobre otros saberes previos, científicos y no científicos (mitos, religiones, magia,
técnicas, ideologías, etc.), a los que llamamos saberes de primer grado. Estos saberes, en su
desarrollo, van elaborando una serie de conceptos prácticos y precisos que les permiten
desenvolverse en los correspondientes campos o parcelas del mundo sobre los que actúan (el
concepto de célula, en Biología; el concepto de aceleración, en Física; el concepto de falla, en
Geología; etc.). A partir de estos conceptos, y teniendo en cuenta, en especial, los de las ciencias, la
filosofía construye Ideas que intentan superar las contradicciones que se dan cuando un mismo
concepto presenta connotaciones diferentes según el campo o parcela (científica o no científica)
desde el que se lo defina. Tomemos, por ejemplo, el concepto de fuerza. Vemos que es usado con
exactitud por saberes distintos: Física (fuerza gravitatoria), Geología (fuerza de las mareas), Biología
(fuerza muscular), Política (fuerza militar), Economía (fuerza productiva), Religión (fuerza de fe),
etc. Todos estos tipos de fuerza, ¿qué relación tienen entre sí? ¿Son la misma fuerza? Al comparar
los distintos conceptos de fuerza, en busca de parecidos, diferencias, contradicciones, etc., aparece
algo nuevo que ya no es un concepto, pero que los relaciona a todos. Ese algo es a lo que
denominamos “Idea” (en este caso, Idea de Fuerza). Los saberes de primer grado solo saben de su
propio concepto de fuerza y son incapaces de abarcar los conceptos de fuerza de los otros saberes.
Por eso los saberes de primer grado no pueden establecer las relaciones entre conceptos que son
necesarias para llegar hasta las correspondientes Ideas. Establecer esas Ideas requiere de un tipo
de saber que ya no es un saber de primer grado. Dicho saber es, precisamente, la filosofía. Y como
la filosofía se nutre de los saberes de primer grado, por eso decimos que es un saber de segundo
grado. Podría afirmarse, siguiendo a Kant, que los saberes de primer grado son los legisladores de
la razón, porque tienen una sustancia propia y le dictan a aquella su ley, mientras que la filosofía
puede aspirar, a lo sumo, a ser la artista de la razón, una artista que trabaja a partir de la sustancia
que le suministran esos otros saberes.

- Las Ideas construidas por la filosofía no pueden quedar reducidas al campo de una sola ciencia sino
que, por el contrario, se constituyen a partir de los conocimientos de múltiples ciencias y de
saberes no científicos. La Idea de Hombre, por ejemplo, se construye con materiales provenientes
de los campos de la Física, la Química o la Biología, pero también de la Historia, la Sociología, la
Antropología cultural y la Economía política, e, incluso, de la religión, el mito, la técnica y la
tecnología. Esa Idea de Hombre, así construida, no es científica, sino filosófica: pretende recoger,
ordenar y sistematizar todos nuestros conocimientos sobre el hombre. Lo mismo ocurre con las
demás ideas filosóficas, como Evolución, Progreso, Bien, Belleza, Tiempo, Espacio, Dios, Materia,
Espíritu, Justicia, Libertad, Persona, Vida, Verdad, etc.

- Así caracterizada, la filosofía no es, ni puede ser, una ciencia. No se ciñe, como acabamos de ver, al
análisis de conceptos definidos de forma precisa en el marco de un campo bien delimitado, sino
que compara y coordina conceptos de distintas parcelas, construyendo, de este modo, Ideas. Ello
implica una perspectiva de segundo grado y un enfoque totalizador (nada de lo humano es ajeno a
la filosofía, que recoge materiales de todas las disciplinas). Tampoco es la madre de las ciencias
(esta metáfora está en sintonía con el positivismo cientificista propio de nuestra época), porque
éstas vienen de las técnicas, mientras que la filosofía las necesita como saberes previos de los que
se nutre y a los que toma como modelos de racionalidad. Tampoco es una ciencia de las ciencias,
una suerte de ciencia radical que fundamentara a todas las demás (la metáfora de la filosofía como
tronco de un árbol cuyas ramas son las ciencias aparece, por ejemplo, en el logotipo del CSIC),
porque cada ciencia tiene su propia parcela del mundo, en la que es soberana, mientras que la
filosofía no tiene un campo propio ni puede pretender legislar sobre los campos de las ciencias.

17
Además, la filosofía no se alimenta solo del saber científico, sino que, como ya hemos dicho,
también necesita del resto de saberes: los mitos, la magia, la religión, la ideología, etc., puesto que
uno de sus principales cometidos es someterlos a examen crítico.

- Todos los “hombres civilizados” que viven en sociedades abiertas de nivel estatal en las que
convergen multitud de saberes de forma no armónica son filósofos, porque todos ellos necesitan
manejar Ideas y construir un “mapamundi” con el que orientarse en la realidad. Todos tienen una
filosofía, sea ésta mejor o peor, esté ejercitada de forma más o menos consciente. Hablamos, para
referirnos a esta circunstancia, de filosofía mundana. La filosofía académica, la de los filósofos
“profesionales”, intenta formular esas Ideas de un modo abstracto, sistemático, ordenado y crítico,
y ensaya relaciones entre unas Ideas y otras. A estas relaciones las llamamos sistemas filosóficos.

- En los sistemas filosóficos, ni todas las Ideas conectan con todas las demás, como si todo estuviera
relacionado con todo, ni permanecen aisladas unas de otras, como si nada se relacionara con nada.
La estructura de un sistema filosófico es la de una “symploké”. La tesis sobre la symploké de las
Ideas quedó establecida ya por Platón en los mismos inicios de la filosofía, en El Sofista: “Ni todo
está unido con todo, ni todo está desconectado entre sí, sino que algunas cosas están relacionadas
con algunas otras”. Recorrer estas relaciones con capacidad explicativa de la realidad es la tarea de
la filosofía. Como decimos, las relaciones de symploké entre Ideas dan lugar a sistemas filosóficos.
En cada uno de ellos, las Ideas se van vinculando según su mayor o menor proximidad temática y
rango jerárquico, delimitando círculos o disciplinas filosóficas (ver Anexo I).

- Por su carácter global, los sistemas filosóficos suponen la presentación ordenada y crítica de los
conocimientos humanos en un momento dado de la historia. De este modo, ningún tipo de
conocimiento puede quedar fuera de la reflexión filosófica. Hay un carácter de totalización en el
saber filosófico: Husserl afirmaba que el filósofo es el “funcionario de la humanidad”, en cuanto
que es su conciencia crítica y lúcida, sin ninguna limitación ni obediencia a criterios partidistas. La
razón filosófica es lo que comparte o puede compartir el género humano. Sin embargo, esa
totalización ordenada del saber se presenta siempre, más que como algo que se hubiera alcanzado
o pudiera alcanzarse de hecho, como una aspiración que debe orientar los esfuerzos del filósofo.
De ahí que, en su etimología, la filosofía se presente, más que como un saber, como un anhelo de
saber.

- La filosofía va más allá de la ciencia no solo por la extensión de su mirada, que todo lo quiere
abarcar, sino también por la profundidad y radicalidad de la misma. Ortega y Gasset destacó esta
radicalidad como una de las propiedades esenciales de la filosofía: su misión consiste en ir a la raíz,
en no conformarse ni con las primeras impresiones ni con las respuestas dadas (mito de la caverna
de Platón). Buscar la raíz de los problemas, bucear en lo que se nos presenta como dado y
aparentemente insustancial ha sido siempre una de las tareas asumidas por los filósofos.
Frecuentemente esta ambición cuesta un alto precio: la complejidad de las Ideas y las teorías
filosófica responde a menudo a su intento por ir un paso más allá que el resto de disciplinas.
También las ciencias son, como hemos visto, críticas, pero su potencial crítico se detiene a la hora
de enfrentar sus hipótesis últimas: hay ciertos supuestos y ciertas cuestiones que no se discuten
jamás desde la ciencia. En cambio, la crítica filosófica no se detiene ante ningún supuesto y acaba
afectando a su propio quehacer, a su propia disciplina: no es habitual que un libro de física
comience preguntándose qué es la física, o que otro de literatura incluya una reflexión sobre el ser
de la literatura. Frente a eso, muchos de los grandes filósofos de la historia han abordado la
pregunta por su propia disciplina: ¿qué es filosofía?

18
- Los sistemas filosóficos están implantados en el presente histórico que intentan comprender,
aunque puedan servirse de las herramientas proporcionadas por otros sistemas anteriores para
llevar a cabo dicha misión. Sin embargo, la filosofía no es solo una forma de conocimiento, la
contemplación del estado del mundo al que, en cada época, ha conducido el curso de la historia
(“La lechuza de Minerva alza su vuelo al atardecer”, Hegel), porque puede ser también una fuerza
de cambio. La dualidad teoría / praxis es consustancial a la filosofía (mito de la caverna de Platón).
A lo largo de la historia, los distintos sistemas han ido escorando hacia uno u otro de esos dos
polos. Entre los filósofos más comprometidos con la transformación práctica (incluso
revolucionaria) de la realidad, destacan Platón, el fundador de la filosofía, y Marx.

- En cada época histórica coexisten una variedad de sistemas filosóficos diferentes e incompatibles
entre sí, como incompatibles son, por ejemplo, el materialismo y el espiritualismo. No hay acuerdo
entre los filósofos. No existe “la filosofía”, sino muchas filosofías. En su confrontación, habrá que
decidir cuál es más potente. Por de pronto, cabe decir que una filosofía que se precie debe marcar
ciertos límites a la crítica. No se debe incurrir en el hipercriticismo, que conduce al escepticismo de
quien cree que no se puede conocer nada con verdad o al nihilismo de quien directamente niega lo
real. No se puede, por ejemplo, desconfiar por completo de los datos de los sentidos (la
experiencia) para concluir, como Descartes, que solo se puede estar seguro del propio pensar:
“Pienso, luego existo”. No se puede hacer filosofía a partir de una evidencia tan escuálida. Por eso,
la filosofía debe tomar partido por una serie de evidencias, históricamente ya asentadas, tales
como las verdades científicas o las normas éticas, que presentan, por su estructura, una validez
universal, independiente de las condiciones de su génesis. Cualquier filosofía que viviera de
espaldas a estas evidencias o que las negara de forma activa (por ejemplo, la filosofía del nazismo
con su teoría racial) debería ser desechada. Por otra parte, parece razonable exigir a toda filosofía
que reclame para sí el calificativo de crítica la no supeditación a cualquier forma de dogma
religioso o político.

Como decíamos más arriba, ciencia y filosofía se caracterizan por ser actividades que llegan a construir
verdades. Tales verdades se diferencian de los dogmas, las opiniones o las creencias en su pretensión de
objetividad y su carácter marcadamente crítico. Pero, sin perjuicio de sus semejanzas, la verdad científica y
la verdad construida por la filosofía no tienen exactamente el mismo estatuto:

- Como ya hemos dicho, las ciencias son saberes especialistas. Cada ciencia parcela la realidad y
profundiza en el conocimiento de ese terreno que considera propio. Ahí reside la garantía de su
progreso, de forma que los problemas, métodos y propuestas evolucionan. La filosofía, en cambio,
aspira al todo y precisamente por ello, no alcanza a desarrollar conocimientos con el mismo grado
de rigor, estabilidad y universalidad, ni progresa de la manera que lo hace la ciencia.
- Mientras que las teorías científicas son verificables empíricamente y demostrables, las filosóficas
sólo lo son parcialmente y con un mayor grado de provisionalidad.
- Mientras que las teorías científicas se basan en la experimentación y la matematización y tienen
capacidad de predicción, las filosóficas se basan en la mera argumentación racional y no tienen
poder predictivo, sino reordenador del conjunto de saberes científicos y no científicos.
- Por lo que se refiere a la utilidad o aplicación de las teorías científicas y filosóficas, existen también
diferencias importantes. Si bien puede haber teorías científicas que no parezcan directamente
aplicables a la realidad, a menudo se derivan de ellas diversos instrumentos tecnológicos. La
tecnología es ciencia aplicada y es el mejor ejemplo que podemos poner de la utilidad de la ciencia
y de cómo su verdad se cifra, muchas veces, en su eficacia para controlar el mundo que nos rodea.
Frente a esto, la filosofía suele criticarse por su inutilidad. El saber que quiere ser más completo
resulta ser el más inútil de todos (Aristóteles). Con todo, esta crítica debe ser discutida desde una
19
concepción amplia del concepto utilidad: no solo hay quien piensa que la filosofía puede colaborar
a la madurez personal (existen corrientes como la asesoría filosófica) sino que también hay quien
destaca su contribución a la formación de un pensamiento crítico y autónomo. ¿Podríamos decir
entonces que la filosofía es inútil?
- En conclusión: El conocimiento científico alcanza el máximo grado de verdad, hasta el punto de
que, en las ciencias más formadas, se establecen verdades necesarias y universales (ningún sujeto
en su sano juicio mantiene ningún género de reserva respecto de la validez y exactitud del teorema
de Pitágoras, por ejemplo). La verdad de una filosofía descansa, por su parte, en la verdad de las
ciencias de las que se nutre pero, al ser la filosofía un saber de segundo grado cuyo ámbito es
ilimitado, no puede alcanzar el rigor de la verdad científica. Así las cosas, cada filosofía construye
un sistema de Ideas cuya verdad reside, en último término, en su capacidad para ordenar el mapa
de los conocimientos humanos y reexponer de manera crítica otros sistemas alternativos. La
verdad de una filosofía radica, pues, en su capacidad de negar la verdad de otros sistemas distintos
que eventualmente pudieran ser construidos. Por eso la filosofía es, por su propia naturaleza, un
saber polémico (“Pensar es pensar contra alguien”).

ANEXOS

ANEXO I www.miguelsantaolalla.es

Las ramas o disciplinas filosóficas que aparecen a continuación no deben interpretarse como cajones
estancos, independientes y separados del resto. Al contrario, muchos filósofos han planteado teorías
sistemáticas, en las que las diversas preguntas filosóficas aparecen ordenadas de un modo integrado y
coherente, con una articulación interna. Teniendo esta advertencia previa en cuenta y sin querer elaborar
una lista exhaustiva y completa, se podría decir que las principales ramas de la filosofía son las siguientes:

 Metafísica u ontología: es el intento de ofrecer una explicación filosófica de la realidad. Esta


disciplina ha sido duramente criticada en la modernidad y ha visto cómo otras preguntas, otros
temas e inquietudes han suplantado el lugar privilegiado que ha ocupado tradicionalmente. Las
preguntas más propias de la metafísica son: ¿Qué es la realidad? ¿Puede explicarse la realidad en

20
función de la apariencia o hay algo distinto de ella? ¿Qué con las cosas? ¿Necesito conceptos para
comprender el mundo en que vivo? ¿Cuáles? ¿Cómo puedo justificarlos?

 Epistemología o teoría del conocimiento: es la parte de la filosofía que estudia el conocimiento


humano. La teoría del conocimiento estudia cómo conocemos o en qué consiste conocer, pero
desde una perspectiva diferente a la que podría aportarnos la psicología o la fisiología. Los
interrogantes característicos de esta fundamentación filosófica del conocimiento son: ¿Qué es
conocer? ¿Cómo conoce el ser humano? ¿Qué es la verdad? ¿Se conoce a través de la razón o a
través de los sentidos? ¿Acaso es necesaria una colaboración de ambas facultades?

 Filosofía del lenguaje: esta disciplina trata de indagar en las cuestiones que rodean la capacidad
comunicativa del ser humano a través de un código articulado de signos. Plantea cuestiones como
¿cuál es la capacidad expresiva del lenguaje? ¿Cómo es posible que las palabras tengan un
significado? ¿Qué consecuencias implica la utilización del lenguaje para el desarrollo del
conocimiento? ¿Cuántos tipos de lenguajes existen? ¿Es posible traducir un lenguaje a otro sin
perder contenido significativo en este proceso?

 Gnoseología o filosofía de la ciencia: esta disciplina sitúa a la ciencia en el centro de la reflexión


filosófica y formula preguntas como las siguientes: ¿Qué es la ciencia? ¿Cuál es el método del
conocimiento científico? ¿Cuáles son los conceptos centrales de la ciencia? ¿Dónde radica su valor?
¿Es la ciencia sinónimo de verdad universal? ¿Puede conocerse todo de un modo científico? ¿Qué
diferencias existen entre la ciencia y el resto del conocimiento humano?

 Antropología filosófica: si nos remitimos a la etimología sería el estudio del ser humano. Se
concreta en cuestiones como: ¿Qué es el hombre? ¿Existe alguna característica universal que logre
explicar al ser humano? ¿Es el hombre libre? ¿Hasta dónde llega en el ser humano la influencia de
la naturaleza (genética) y la de la sociedad (educación, medios de comunicación)? ¿Qué somos al
margen de estas dos influencias? ¿Cómo vive el ser humano concreto, cuáles son sus estrategias
para desarrollar su propia vida?

 Estética y filosofía del arte: la estética se encarga de la recepción del arte, de la sensación de gusto
que produce una obra de arte, mientras que la filosofía del arte aborda cuestiones relacionadas con
el arte mismo entendido como objeto de reflexión. Evidentemente, ambas disciplinas están muy
relacionadas y pueden llegar a fundirse en una sola dependiendo de la posición teórica que
adoptemos. Algunos interrogantes propios de estas disciplinas son: ¿Qué es la belleza? ¿Es el gusto
universal y objetivo o por el contrario particular y subjetivo? ¿Qué es el arte? ¿Puede ser arte
cualquier cosa? ¿Tiene el arte algo que ver con la belleza? ¿Produce el arte siempre una sensación
agradable? ¿Quién decide qué es arte y qué no lo es? ¿Qué criterios existen para definir el arte?

 Ética o filosofía moral: gira en torno a dos conceptos centrales: la felicidad (o vida buena) y la
justicia. Adopta un punto de vista normativo: no trata de describir cómo vive el ser humano, sino
cómo debería vivir. Algunas de las preguntas éticas más importantes son: ¿Qué es la felicidad?
¿Qué es la justicia? ¿Qué son los valores morales? ¿Por qué valen las normas? ¿Qué debo hacer?
¿Qué solución puedo ofrecer a los problemas morales que me presenta la realidad? Hay que
destacar que estos problemas van desde el aborto y la eutanasia a la investigación biomédica,
pasando por los hábitos de consumo. La vida cotidiana está impregnada de dilemas morales.

 Filosofía política: es aquella rama de la filosofía que analiza los conceptos y principios de la ciencia
política. Somete también a valoración la política real, cuestionando los criterios por los que está
organizado y distribuido el poder, y sometiéndolo a crítica. En la filosofía política aparecen
21
cuestiones como ¿cuál es el fundamento último de la ley? ¿Por qué hemos de cumplirla? ¿Cuál es el
origen del poder? ¿Qué principios hemos de considerar al organizarlo? ¿Cuáles son los métodos de
la ciencia política? ¿Influyen estos métodos en sus resultados?

 Filosofía de la religión: es la rama de la filosofía que investiga la religión como un hecho humano y
cultural. No es propio de la filosofía de la religión asumir preguntas específicamente religiosas o
más cercanas a otras ramas de la filosofía como ¿existe Dios? O ¿existe el alma? Más bien, su
objeto propio es la religión como tal, convertida en objeto de reflexión filosófica: ¿Necesita el ser
humano una religión? ¿Qué es la religión, cuáles son sus características esenciales? ¿Es posible un
enfoque racional y crítico de la religión? ¿Debemos, por el contrario, renunciar a ese tipo de
reflexión y desterrar la religión del terreno filosófico?

ANEXO II. TEXTOS. EL CARÁCTER CRÍTICO DE LA FILOSOFÍA

Platón. Mito de la caverna (República, Libro VII)

“(514a) – Después de eso –proseguí– compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de
educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de
caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las
piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque
las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que
brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un
tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para
mostrar, por encima del biombo, los muñecos.

– Me lo imagino.

– Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y
figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que
pasan unos hablan y otros callan.

– Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.

– Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros,
otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?

– Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.

– ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?

– Indudablemente.

– Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que
pasan y que ellos ven?

– Necesariamente.

– Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro
lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante
de ellos?

22
– ¡Por Zeus que sí!

– ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales
transportados?

– Es de toda necesidad.

– Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si
naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver
el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera
incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le
dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto
hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del
otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en
dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran
ahora?

– Mucho más verdaderas.

– Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose
hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le
muestran?

– Así es.

– Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la
luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de
fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?

– Por cierto, al menos inmediatamente.

– Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con
mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el
agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo
y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del
sol.

– Sin duda.

– Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son
extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.

– Necesariamente.

– Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que
gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.

– Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.

– Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros
de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?

– Por cierto.

23
– Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que
con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor
se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que
fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los
más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y
«preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que
volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?

– Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.

– Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos
por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?

– Sin duda.

– Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han
conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese
estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él
que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar
marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran
tenerlo en sus manos y matarlo? 3

– Seguramente.

– Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho,
comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada–prisión, y la luz del fuego que
hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba
con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando,
y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es
que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha
de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la
luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia,
y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.

– Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.”

24
Immanuel Kant: Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? (1784)

1. Definición de Ilustración y minoría de edad

“Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él
mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por
algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de
entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún
otro. Sapere aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración.”

2. Causas de la minoría de edad: pereza y cobardía

“Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto, menores
de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción
ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros el erigirse en tutores
suyos. Es tan cómodo ser menor de edad. Basta con tener un libro que supla mi entendimiento, alguien que
vele por mi alma y haga las veces de mi conciencia moral, a un médico que me prescriba la dieta, etc., para
que yo no tenga que tomarme tales molestias. No me hace falta pensar, siempre que pueda pagar; otros
asumirán por mí tan engorrosa tarea.”

3. Intereses políticos en mantener a los hombres en minoría de edad

“El que la mayor parte de los hombres (incluyendo a todo el bello sexo) consideren el paso hacia la mayoría
de edad como algo harto peligroso, además de muy molesto, es algo por lo cual velan aquellos tutores que
tan amablemente han echado sobre sí esa labor de superintendencia. Tras entontecer primero a su rebaño
e impedir cuidadosamente que esas mansas criaturas se atrevan a dar un solo paso fuera de las andaderas
donde han sido confinados, les muestran luego el peligro que les acecha cuando intentan caminar solos por
su cuenta y riesgo. Mas ese peligro no es ciertamente tan enorme, puesto que finalmente aprenderían a
caminar bien después de dar unos cuantos tropezones; pero el ejemplo de un simple tropiezo basta para
intimidar y suele servir como escarmiento para volver a intentarlo de nuevo.”

4. Dificultades del individuo solitario para liberarse de los grilletes que lo encadenan a la minoría de edad

25
“Así pues, resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una minoría de edad que casi se ha
convertido en algo connatural. Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace sentirse realmente incapaz
de utilizar su propio entendimiento, dado que nunca se le ha dejado hacer ese intento. Reglamentos y
fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso racional –o más bien abuso- de sus dotes naturales,
constituyen los grilletes de una permanente minoría de edad. Quien lograra quitárselos acabaría dando un
salto inseguro para salvar la más pequeña zanja, al no estar habituado a semejante libertad de
movimientos. De ahí que sean muy pocos quienes han conseguido, gracias al cultivo de su propio ingenio,
desenredar las ataduras que les ligaban a esta minoría de edad y caminar con paso seguro.”

5. Posibilidad de que la Ilustración tenga lugar en una sociedad en la que haya libertad de expresión

“Sin embargo, hay más posibilidades de que un público se ilustre a sí mismo; algo que casi es inevitable,
con tal de que se le conceda libertad. Pues ahí siempre nos encontraremos con algunos que piensen por
cuenta propia incluso entre quienes han sido erigidos como tutores de la gente, los cuales, tras haberse
desprendido ellos mismos del yugo de la minoría de edad, difundirán en torno suyo el espíritu de una
estimación racional del propio valor y de la vocación a pensar por sí mismo. Pero aquí se da una
circunstancia muy especial: aquel público, que previamente había sido sometido a tal yugo por ellos
mismos, les obliga luego a permanecer bajo él, cuando se ve instigado a ello por algunos de sus tutores que
son de suyo incapaces de toda ilustración; así de perjudicial resulta inculcar prejuicios, pues éstos acaban
por vengarse de quienes fueron sus antecesores o sus autores. De ahí que un público sólo pueda conseguir
lentamente la ilustración. Mediante una revolución acaso se logre derrocar un despotismo personal y la
opresión generada por la codicia o la ambición, pero nunca logrará establecer una auténtica reforma del
modo de pensar; bien al contrario, tanto los nuevos prejuicios como los antiguos servirán de rienda para
esa enorme muchedumbre sin pensamiento alguno.”

6. Vivimos en una época de Ilustración pero no una época ilustrada

“Si ahora nos preguntáramos: ¿acaso vivimos actualmente en una época ilustrada?, la respuesta sería: ¡No!,
pero sí vivimos en una época de Ilustración. Tal como están ahora las cosas todavía falta mucho para que
los hombres, tomados en su conjunto, puedan llegar a ser capaces o estén ya en situación de utilizar su
propio entendimiento sin la guía de algún otro en materia de religión. Pero sí tenemos claros indicios de
que ahora se les ha abierto el campo para trabajar libremente en esa dirección y que también van
disminuyendo paulatinamente los obstáculos para una ilustración generalizada o el abandono de una
minoría de edad de la cual es responsable uno mismo. Bajo tal mirada esta época nuestra puede ser
llamada «época de la Ilustración» o también «el Siglo de Federico».”

Friedrich Nietzsche. Filosofar es ir contracorriente (Más allá del bien y del mal, §212)

“Me parece cada vez más que el filósofo, que necesariamente es un hombre del mañana y del pasado-
mañana, se ha encontrado y debía encontrarse siempre en contradicción con el presente: su enemigo ha
sido siempre el ideal de moda. Hasta aquí, todos esos extraordinarios pioneros de la humanidad a los que
llamamos filósofos y que rara vez han tenido el sentimiento de ser enemigos de la sabiduría, que se han
considerado más bien locos desagradables y enigmas peligrosos, se han asignado una tarea dura,
involuntaria, ineluctable, pero grandiosa: ser la mala conciencia de su época.”

ANEXO III. LOS FILÓSOFOS NOS HABLAN DE LA FILOSOFÍA www.miguelsantaolalla.es

26
Puede parecer inaceptable que la disciplina que busca el rigor de los conceptos y la buena argumentación
haya sido incapaz de encontrar una definición de filosofía universalmente aceptada. Más aún si tenemos en
cuenta que no ha sido, ni mucho menos, un tema secundario o ignorado. Al contrario: prácticamente todos
los filósofos han convertido la filosofía en uno de sus temas de reflexión, sin que la disputa alrededor de la
misma haya terminado en nuestros días. Presentamos a continuación algunas caracterizaciones generales.

La Antigüedad: el nacimiento de la filosofía

Ya desde sus inicios distinguieron los presocráticos entre la sabiduría (sophía) y el amor a la sabiduría
(philosophia), reservando la primera a los dioses con lo que se asumía cierta humildad y modestia respecto
a las posibilidades del ser humano: podemos aspirar a ser sabios (como también podemos querer ser
dioses) pero quizás no sea esto más que un deseo, un “amor”. Y como todo deseo y todo amor, la filosofía
se ve acompañada siempre de cierto carácter de aventura: como le ocurre al Ulises que nos presenta
Homero, no podremos estar seguros de que llegaremos a buen puerto.

La comparación entre la filosofía y el amor no es, ni mucho menos, casual. Y no sólo porque el amor sea
también un tema filosófico: Platón, uno de los autores que con más belleza ha abordado este tema,
escribió un pasaje muy conocido en el que explica las similitudes entre la filosofía y el amor, recogiendo en
cierta forma este carácter intermedio de la filosofía que está alejada de la sabiduría, pero también de la
ignorancia. En el Banquete, el autor ateniense lo expresa así:

“La sabiduría es una de las cosas más bellas del mundo, y como el Amor ama lo que es
bello, es preciso concluir que el Amor es amante de la sabiduría, es decir, filósofo; y
como tal se halla en un medio entre el sabio y el ignorante.”

Otra caracterización muy citada y extendida es la del mejor discípulo de Platón: Aristóteles en la obra
titulada Metafísica se refiere a la filosofía como “ciencia buscada”. Igualmente caracteriza la filosofía como
la “ciencia del ser en tanto que es”, siendo en consecuencia el saber más universal. Con todo, podemos
quedarnos con otro de los pasajes de ese mismo libro en el que relaciona la filosofía con el asombro y
ofrece una reflexión sobre la utilidad de la filosofía, a la que caracteriza como un saber propio de hombres
libres. Considerando la relación de estas ideas con la actualidad, conviene reproducirlo íntegramente:

“Que no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde los primeros que
filosofaron: en efecto, los hombres –ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar
al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que
comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose
perplejos también ante cosas de mayor importancia, por ejemplo, ante las
peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo. Ahora bien,
el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe (de ahí que el amante del
mito sea, a su modo, a su modo, «amante de la sabiduría»: y es que el mito se compone
de maravillas). Así, pues, si filosofaron por huir de la ignorancia es obvio que perseguían
el saber por afán de conocimiento y no por utilidad alguna. Por otra parte, así lo
atestigua el modo en que sucedió: y es que un conocimiento tal comenzó a buscarse
cuando ya existían todos los conocimientos necesarios, y también los relativos al placer
y al pasarlo bien. Es obvio, pues, que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino que,
al igual que un hombre libre es, decimos, aquel cuyo fin es él mismo y no otro, así
consideramos que ésta es la única ciencia libre: solamente ella es, en efecto, su propio
fin” (Aristóteles Metafísica, Libro I).

27
A la muerte de Aristóteles, dos filosofías brillan con luz propia: el epicureísmo y el estoicismo. Ambas
conciben la filosofía de un modo práctico. Para los epicúreos su fin no es la sabiduría sino la felicidad del ser
humano, mientras que los estoicos defienden que la ética es la parte más importante de la filosofía. La
influencia de ambas (y también la de Platón y Aristóteles) será patente a lo largo de todo el imperio
romano.

Edad Media: filosofía y teología

Con el inicio de la Edad Media se produce un encuentro de consecuencias muy profundas para la
civilización occidental: el de filosofía y cristianismo. La filosofía se orienta con especial atención al
planteamiento de problemas que vienen sugeridos desde la religión y la teología. Por eso no es de extrañar
que para San Agustín los objetos principales de la filosofía sean Dios, el alma y la felicidad eterna. El mismo
Santo Tomás dirá que la filosofía es, antes que cualquier otra cosa, conocimiento de Dios. De la Edad Media
nos ha llegado también la caracterización de la filosofía como esclava o sierva de la teología (ancilla
theologiae). También medieval es una de las definiciones clásicas de filosofía “ciencia de todas las cosas por
sus últimas causas comparada a la luz de la razón” (scientia omnium rerum per ultimas causas naturali
rationis lumine comparata).

El Renacimiento supondrá no sólo una recuperación del pensamiento clásico (fundamentalmente el de


Platón) sino también una vuelta al ser humano como centro de la reflexión filosófica. Es el tiempo del
humanismo en el que la filosofía dirige de nuevo su mirada hacia cuestiones prácticas. Un buen ejemplo lo
podemos encontrar en Michel de Montaigne (S. XVI), filósofo francés que desde el retiro de su castillo
disfrutó de la reflexión filosófica, dejándonos como producto de esa actividad sus conocidos Ensayos.
Veamos uno de sus fragmentos:

“El alma en la que habita la filosofía, debe, por su salud, hacer sano también al cuerpo.
Debe rezumar reposo y bienestar; debe dar forma en su molde al porte externo
dotándolo por consiguiente de un natural orgullo, de una actitud activa y alegre y de un
aspecto contento y bondadoso. El signo más significativo de la sabiduría es una
constante satisfacción; su estado es igual al de las cosas que están por encima de la
luna: siempre sereno.”

Modernidad: la filosofía como crítica del conocimiento

Será precisamente en el Renacimiento cuando dos hechos históricos afecten de un modo innegable a la
filosofía: el cambio del geocentrismo al heliocentrismo (revolución científica) y la reforma protestante
sitúan el problema del conocimiento en un primer plano. Ante diferentes teorías científicas y diferentes
religiones, ¿qué es la verdad? Por eso la filosofía moderna es fundamentalmente crítica del conocimiento y
por ello también crítica de la propia filosofía.

En consecuencia, no es de extrañar que Descartes dijera de la filosofía que “no hay en ella cosa alguna que
no esté libre de disputa” y que por ello se planteara como objetivo la formulación de un método de
conocimiento que garantizara la certeza. Más lejos fueron los empiristas que en su crítica del conocimiento
humano negaron la posibilidad de que la metafísica pudiera considerarse como un saber válido. Esta idea
se termina extendiendo a toda la filosofía anterior, que es criticada duramente por Hume en las primeras
páginas de una de sus obras más importantes:

28
“Principios asumidos confiadamente, consecuencias defectuosamente deducidas de
esos principios, falta de coherencia en las partes y de evidencia en el todo: esto es lo
que se encuentra por doquier en los sistemas de los filósofos más eminentes; esto es,
también, lo que parece haber arrastrado al descrédito a la filosofía misma” (David
Hume, Tratado de la naturaleza humana).

La “controversia” de la metafísica (entendida como una de las principales ramas de la filosofía) llegará
hasta Kant. En su Crítica de la razón pura la califica como “campo de batalla” de “inacabables disputas”, o
“fuente de errores” que la filosofía debe “taponar”. Su perspectiva es, por tanto, eminentemente crítica: la
razón debe examinarse a sí misma, de la misma forma que la filosofía debe realizar la correspondiente
autocrítica. Desde un punto de vista más general, Kant considera que la filosofía se ocupa de los fines
últimos de la razón humana. Kant concreta esta idea en un fragmento muy conocido:

“El campo de la filosofía se puede concretar en las siguientes preguntas:

1. El saber filosófico

1. ¿Qué puedo saber?

2. ¿Qué debo hacer?

3. ¿Qué me cabe esperar?

4. ¿Qué es el hombre?

La metafísica contesta a la primera pregunta, la moral a la segunda, la religión a la


tercera y la antropología a la cuarta. Pero en el fondo se podrían asimilar todas a la
antropología, pues las tres primeras se refieren a la cuarta” (I. Kant, Lógica)

El siglo XIX: verdad, transformación de la sociedad y crítica a la filosofía

El siglo XIX es controvertido en lo tocante a la valoración de la filosofía. A comienzos de siglo, el filósofo


alemán G.W. F. Hegel entenderá la filosofía como la disciplina que tiene por objetivo la verdad y la
expresión conceptual de la razón. El fin de la filosofía es la verdad y la conceptualización de la razón. En sus
Lecciones sobre historia de la filosofía afirma: “El coraje de la verdad, la creencia en el poder del espíritu, es
la primera condición de la filosofía”. No es de extrañar, por tanto, que para Hegel la filosofía fuera la más
importante de todas las disciplinas, pues ninguna otra forma de conocimiento estaba más cerca de la
verdad, que se manifiesta de un modo más auténtico en la filosofía que en cualquier otro saber.

Reaccionando a esta concepción de la filosofía, Marx planteó una nueva forma de interpretar la filosofía,
alejada de la reflexión intelectual, y mucho más cercana a la realidad y las necesidades del ser humano. Es
en este marco en el que hay que entender su famosa tesis XI sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho
más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Desplegando
su gran potencial crítico, la filosofía será capaz de cambiar la realidad imperante y fomentar un nuevo
orden social.

Esta actitud crítica aparecerá en otro de los grandes filósofos del XIX: Friedrich Nietzsche. Sin embargo, su
crítica apuntará hacia la filosofía misma y hacia el pensamiento racional, incapaz de captar la vida, que se
desborda por sus conceptos. Para Nietzsche la filosofía es un vano esfuerzo de la razón y exceptuando unas
pocas excepciones, todos los filósofos anteriores han traicionando la vida encerrándola irrisoriamente en
conceptos. En una de sus obras expresa esta crítica a la filosofía de esta manera:
29
“Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias
conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos
señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, se vuelven mortalmente peligrosos
para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el
crecimiento son para ellos objeciones, incluso refutaciones. […]¡Ser filósofo, ser momia,
representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero!” (Friedrich Nietzsche,
El crepúsculo de los ídolos).

Filosofía contemporánea: depuración del lenguaje, pensamiento crítico y hermenéutica

La crítica de Nietzsche a la filosofía se dejará sentir, de una forma u otra, a lo largo de todo el siglo XX, en el
que aparece además una característica peculiar y para muchos definitoria del pensamiento filosófico del
siglo XX: el giro lingüístico. Este concepto se refiere a la conversión del lenguaje en uno de los objetos
centrales de la reflexión filosófica. Esta orientación afectará de una forma importante a la concepción de la
filosofía.

Podemos encontrar, por ejemplo, a quienes entienden la filosofía como un análisis exhaustivo del lenguaje.
La figura del filósofo austriaco Wittgenstein puede ser un buen ejemplo que nos sirva de guía. Aunque a lo
largo de su vida defendió dos teorías sobre el lenguaje, en lo referente a la filosofía mantuvo una idea
común: la filosofía debe “vigilar” el lenguaje, velar para que no se expresen problemas sin solución. “No
decir nada más de lo que se puede decir”, afirma en el Tractatus logico-philosophicus, una de sus dos
grandes obras. En la segunda, Investigaciones filosóficas, afirma que la consecuencia de la filosofía son los

“chichones que el entendimiento se ha hecho al chocar con los límites del lenguaje”. La filosofía debe evitar
que se manifiesten estos problemas que están más allá del lenguaje.

Cuando nosotros decimos “no sé salir del atolladero”, la función de la filosofía es “mostrarle a la mosca la
salida de la botella cazamoscas”.

La concepción de la filosofía se ve afectada por el lenguaje también en el caso de Gadamer. La filosofía es


uno más de los lenguajes que interpretan la realidad, por lo que estudiar la filosofía es acercarse a un punto
de vista sobre la misma. Existen, por supuesto, otras interpretaciones, otros lenguajes, como la ciencia, el
arte o la religión. Cada lenguaje, cada interpretación, tiene sus propias reglas y contesta a unas preguntas
determinadas. En este sentido la filosofía es una toma de conciencia de nuestra necesidad del lenguaje.
Cuando empezamos el camino de la filosofía aspiramos a conceptos claros, precisos, bien construidos.
Andar el camino de la filosofía es darse cuenta de la precariedad del lenguaje, de la debilidad de todo
lenguaje:

“[…] éste es el drama pavoroso de la filosofía: que ésta sea el esfuerzo constante de
búsqueda lingüística o, para decirlo más patéticamente, un constante padecer de
penuria lingüística. […] La filosofía tiene en el habla real o en el diálogo, y en ningún otro
lugar, su verdadera y propia piedra de toque” (H.G. Gadamer, La historia del concepto
como filosofía, en Verdad y Método II)

Para terminar esta introducción a la filosofía merece la pena hacer alusión a otra de las concepciones de la
filosofía que encontramos en el siglo XX: la de los autores de la Escuela de Frankfurt. Influenciados por
Marx, esperaban de la capacidad crítica de la filosofía un cambio social, que produjera modos de vida más
justos, en los que el individuo estuviera más protegido de los mecanismos del poder. En siglo XX la filosofía

30
fue también crítica del poder, concepción que quizás pueda seguir vigente en nuestros días. Así lo expresó
Max Horkheimer:

“La verdadera función social de la filosofía reside en la crítica de lo establecido. Eso no


implica la actitud superficial de objetar sistemáticamente ideas o situaciones aisladas,
que haría del filósofo un cómico personaje. Tampoco significa que el filósofo se queje de
este o aquel hecho tomado aisladamente, y recomiende un remedio. La meta principal
de esta crítica es impedir que los hombres se abandonen a aquellas ideas y formas de
conducta que la sociedad en su organización actual les dicta. […] La filosofía es el intento
metódico y perseverante de introducir la razón en el mundo; eso hace que su posición
sea precaria y cuestionada. La filosofía es incómoda, obstinada y, además, carece de
utilidad inmediata; es, pues una verdadera fuente de contrariedades.” (Max
Horkheimer, La función social de la filosofía, en Teoría crítica)

31
Fuentes: Silverio Sánchez Corredera, David Alvargonzález Rodríguez, Juan José Méndez Iglesias, Gustavo
Bueno Martínez y www.miguelsantaolalla.es.

32

Potrebbero piacerti anche