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A partir de 1955, el gobierno revolucionario aplica una política de desperonizacion sin

excepciones que alcanza a todos los aspectos de la vida nacional: desde la persecución y
encarcelamiento de centenares de dirigentes peronistas hasta el decreto que prohibió
nombrar a Perón. A menos de dos meses de haber sido designado presidente, Lonardi
debió renunciar y fue reemplazado por Aramburu. El nuevo gobierno acordó la
intervención de la CGT y designo en todos sus sindicatos a supervisores militares. Llevo
adelante una persistente política de represión e intimidación del sindicalismo y sus
activistas en los segmentos más populares. El gobierno de Aramburu asume plenamente
la decisión de desmontar el aparato peronista. Las convenciones colectivas son
suspendidas, y en el marco de una fuerte crisis cíclica durante 1956, los salarios reales
caen fuertemente a partir de 1957. Allí se encuentra una de las fuentes de la firme
resistencia de los trabajadores. Algunos se limitan a formas de resistencia simbólica, pero
también las huelgas son numerosas y combativas, sobre todo en 1956. Desde 1955 se
practica cada variante posible e imposible de gobierno sin Perón: dictadura militar directa
(55-58), gobierno civil votado y elegido con respaldo de Perón (58-62), gobierno civil no
electo y basado en fracciones militares (1962), nuevamente gobierno civil votado y
elegido, pero sin respaldo peronista y con completa exclusión del peronismo (63-66) y
nuevamente dictadura militar directa (desde 1966). Cada uno de estos ensayos falla en el
intento de desalojar al peronismo del espectro de preferencias políticas de los votantes.
Hay una inestabilidad y crisis política permanente ya que no hay gobierno que pueda
sostenerse sin el apoyo de Perón, pero el golpe de 1955 inaugura un absoluto veo militar
sobre cualquier experimento que recree la participación de Perón en el escenario político.
Con el golpe de 1966, se origina lo que se ha definido como el “Estado Burocrático
Autoritario” que es un tipo históricamente especifico de Estado capitalista. El EBA es el
resultado de la atemorizada reacción de la burguesía frente a un proceso acaecido en
sociedades dependientes pero altamente industrializadas que, impulsado por una creciente
activación popular, parece amenazar los parámetros capitalistas y las afiliaciones
internacionales de estos países. El EBA es un Estado capitalista autoritario, su base social
es la gran burguesía. En èl tienen un peso decisivo las organizaciones coactivas, pues se
trata de un sistema de exclusión política de un sector popular previamente activado para
lograr la consolidación de la dominación social. Su régimen implica el cierre de los
canales democráticos de acceso al gobierno y, junto con ellos, de los criterios de
representación popular o de clase. Dicho acceso queda limitado a quienes ocupan la
cúpula de las grandes organizaciones, especialmente, a las FFAA y las grandes empresas.
La llamada Revolución Argentina se presenta entonces como un intento por superar la
inestabilidad política crónica. Con este nuevo gobierno el Estado cuenta con la fuerza
suficiente como para imponerse a una sociedad inmersa en una crisis de dominación, y
para conseguir un efecto buscado dicta un Estatuto de la Revolución Argentina y supedita
a él la Constitución Nacional. Entre algunas de las cuestiones que preocupan al nuevo
gobierno se encuentra el comunismo, que comienza a ser reprimido principalmente en la
Universidad, considerada como un foco de las ideas subversivas y por consiguiente
intervenida. A su vez, las medidas de ajuste liberal tomadas por el gobierno afectan a
sectores que resultan profundamente perjudicados con las mismas: sector rural
perjudicado por las restricciones a la exportación; los sectores empresariales nacionales
por falta de protección y por la desnacionalización; los sectores medios y
fundamentalmente los trabajadores. Este es el momento de la intervención militar. La
intervención militar es una respuesta a la intensificación del conflicto social; sirve para
detener la rápida movilización de las fuerzas sociales en la política y en la calle. La
violencia social del momento requiere que las organizaciones coactivas asuman un papel
preponderante. El descontento social llega a su límite cuando estalla en 1969 el
Cordobazo. Este hecho inicia una serie de protestas que caracteriza a un nuevo activismo
sindical. Este nuevo movimiento inaugura una era de violencia que incluye la ocupación
de plantas industriales, la toma de rehenes y una importante movilización de la sociedad.
Esta situación social y ,por otro lado, económica no benefician la imagen del gobierno:
inflación, caída del salario, fuga de divisas y desempleo lo cual agravan el estado general
económico financiero y social del país. En 1972 el Partido Justicialista obtiene la
personería política y logra imponerse Campora como presidente electo. Las elecciones
son celebradas como un gran paso hacia el logro de una solución política. Pero la
experiencia de Campora está condenada desde el principio, puesto que solo representa las
opiniones e intereses de una porción minoritaria del movimiento. Se intensifica la fricción
entre Perón y Campora debido a la orientación política de este último. Perón en julio de
1973 logra imponer la renuncia de Campora. Perón como candidato presidencial obtiene
el 65,1 por ciento de los votos. Los grupos juveniles oscilan entre cierta apariencia de
aceptar las nuevas reglas de juego y una actitud de enfrentamiento abierto y de apoyo a
las actividades violentas. Los sucesivos hechos violentos llevados a cabo por los
movimientos armados que no han depuesto las armas aunque Perón haya sido elegido
democráticamente producen, en este periodo, un ascenso progresivo del ala derecho del
movimiento, representada por Isabel y López Rega. Son ellos quienes adquieren creciente
influencia, si bien no alcanzan el control completo de la situación hasta la muerte de
Perón.

Estas dos décadas analizadas, se caracterizaron por un permanente cambio, siendo la


inestabilidad y el caos las características dominantes. Para intentar comprender esta rauda
sucesión de conflictos, debemos considerar que el país no pudo encontrar una fórmula
política estable. La crisis permanente llevó a la división no solo de peronistas y
antiperonistas, civiles y militares sino, que involucró a todos los partidos políticos que se
desprestigiaron ante la población. En pocos años, se había estado bajo gobiernos ilegales
surgidos de golpes de Estado o bajo gobiernos legales pero ilegítimos, puesto que habían
logrado su triunfo impidiendo la participación de amplios sectores de la sociedad. La
utilización de la fuerza en la política se había hecho frecuente y cada vez más habitual.
Estas circunstancias hicieron que, gran parte de la sociedad mantuviera un descreimiento
hacia la democracia. Muchos sectores, comenzaron a considerar que esta, era la causa de
las divisiones y enfrentamientos; otros, la rechazaban porque no estaban incluidos en ella;
y otros, creían que la democracia era un sistema incapaz de generar soluciones de fondo.
Todo esto, posibilitaba que, las Fuerzas Armadas intervinieran en la vida política como
si se trataran de otro partido y esto era admitido por la sociedad de manera mayoritaria,
incluso por las fuerzas políticas.

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