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Primera Guerra Mundial: 5 grandes mitos

sobre la Gran Guerra


Dan Snow Historiador. Especial para la BBC

Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption La Primera Guerra Mundial tuvo lugar
entre 1914 y 1918.
Ninguna guerra en la historia atrae más controversia y genera más mitos que la Primera Guerra
Mundial.
Mucho de lo que pensamos que sabemos del conflicto que tuvo lugar entre 1914 y 1918 es errado.
Para los soldados que lucharon fue, en algunos aspectos, mejor que enfrentamientos anteriores y,
en otros, peor.
• ¿Se olvidó EE.UU. de la Primera Guerra Mundial, el conflicto que ayudó a consolidar su
influencia global?
Pero resaltarla como excepcionalmente horrible nos deja ciegos no sólo a la realidad de ese
conflicto sino también a la de la guerra en general.
También nos puede llevar a no entender la experiencia de soldados y civiles atrapados en otros
innumerables combates de ayer y hoy.

1. Fue la guerra más sangrienta en la historia hasta ese


momento
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Fin de las recomendaciones
Cincuenta años antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, el sur de China fue destrozado
por un conflicto aún más sangriento.
Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Las muertes tanto de soldados como de
civiles alcanzaron cifras de millones durante la Primera Guerra Mundial.
Estimados conservadores del número de muertos en los 14 años de la rebelión de Taiping empiezan
entre los 20 y 30 millones de personas.
Unos 17 millones de soldados y civiles perdieron la vida en la Primera Guerra Mundial.
2. Nadie ganó
Grandes extensiones de Europa quedaron en ruinas, millones murieron o fueron heridos. Los
sobrevivientes vivieron con severos traumas mentales. Es raro hablar de victorias.
No obstante, en un obtuso sentido militar, Reino Unido y sus aliados lograron una victoria
convincente.
Los buques de guerra alemanes fueron contenidos por la Armada Real británica al punto que sus
tripulaciones prefirieron amotinarse en vez de lanzar un ataque suicida.
El ejército alemán colapsó tras una serie de poderosos golpes de los aliados que segaron sus
supuestamente inexpugnables defensas.
Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Muchos de los sobrevivientes de la
llamada Gran Guerra padecieron severos traumas mentales.
Para finales de septiembre de 1918, el emperador alemán y su asesor militar Erich Ludendorff
admitieron que no había ninguna esperanza de ganar y que Alemania debía rogar por paz. El
armisticio del 11 de noviembre fue esencialmente una rendición alemana.
A diferencia de Adolf Hitler en 1945, el gobierno alemán no insistió en mantener una lucha inútil y
sin sentido hasta que los aliados llegaran a Berlín, una decisión que salvó innumerables vidas pero
que sirvió luego para alegar que Alemania nunca perdió realmente.

3. El tratado de Versalles fue extremadamente duro


El tratado de Versalles confiscó 10% del territorio de Alemania pero la dejó como la nación más
grande y rica de Europa central.
No había casi fuerzas de ocupación, las reparaciones financieras fueron vinculadas a su habilidad de
pagar y, en todo caso, en su mayoría no fueron reclamadas.
El tratado era marcadamente menos duro que los que le pusieron punto final a la Guerra franco-
prusiana de 1870-71 y la Segunda Guerra Mundial.
Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption El Tratado de Versalles (1919) fue
firmado por más de 50 países.
Los alemanes victoriosos en el conflicto franco-prusiano anexaron grandes trozos de dos ricas
provincias francesas, en las que se producía el hierro francés. Además, le pasaron a París una
enorme cuenta de cobro para pagar inmediatamente.
Respecto al final de la II Guerra Mundial, Alemania fue ocupada, dividida, las maquinarias de sus
fábricas destrozadas o robadas y millones de prisioneros fueron forzados a quedarse con sus
captores y trabajar como esclavos.
Alemania perdió todo el territorio que había ganado en la Primera Guerra Mundial y otro pedazo
gigante.
Versalles no fue un tratado duro pero fue presentado como tal por Hitler, que buscaba crear una ola
de sentimiento en contra del acuerdo que le impulsara hacia el poder.
4. Las tácticas en el Frente Occidental no cambiaron a pesar
de repetidos fracasos
Nunca han cambiado las tácticas y tecnología tan radicalmente en cuatro años de lucha.
Fue un momento de innovación extraordinaria.
En 1914, los generales galopaban a caballo a través de los campos de batalla mientras que hombres
con prendas de paño se abalanzaban contra el enemigo sin las defensas necesarias. Ambas partes
estaban armadas más que todo con rifles.
Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Las armas de guerra estaban mucho
más perfeccionadas hacia el final del conflicto.
Cuatro años más tarde, equipos de combate con cascos de acero avanzaban protegidos por cortinas
de proyectiles de artillería.
Estaban armados con lanzallamas, metralletas portátiles y granadas que se disparaban con rifles.
Arriba, aviones, que en 1914 habrían sido inimaginablemente sofisticados, surcaban el cielo,
algunos cargando radios experimentales y reportando en vivo.
Enormes piezas de artillería disparaban con precisión, pues usando tan sólo fotos aéreas y
matemáticas lograban dar en el blanco con un sólo tiro.
Los tanques habían pasado de la mesa de diseño al campo de batalla en sólo dos años, cambiando la
guerra para siempre.

5. Todo el mundo la odió


Como con cualquier guerra, depende de la suerte.
Puede ser que uno sea víctima de horrores inimaginables que lo dejan mental y físicamente
incapacitado de por vida, o que no le pase nada.
Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Docenas de países se enfrentaron en
esta sangrienta guerra.
Los soldados que tuvieron suerte en la Primera Guerra Mundial, no participaron en ninguna gran
ofensiva y la mayor parte del tiempo estaban en mejores condiciones que en casa.
Los británicos, por ejemplo, comían carne todos los días -un lujo que no se repetía mucho en la vida
civil-, tenían cigarrillos, té y ron, y una dieta diaria de más de 4.000 calorías.
Los índices de absentismo debido a enfermedades, un barómetro importante de la moral de las
unidades, se mantuvieron -notablemente- casi iguales que en tiempos de paz.
Muchos jóvenes disfrutaron de los salarios garantizados, la intensa camaradería, la responsabilidad
y una libertad sexual más grande que en tiempos de paz.

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