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Con las diversas revoluciones a finales del siglo pasado, se pretendía eliminar la invisibilidad
del subalterno y mostrarlo como un ser activo en la dinámica nacional. Por ejemplo, “la
revolución mexicana marcó una desviación con respecto a el modelo blanco, patriarcal,
oligárquico y eurocéntrico de desarrollo” (GLES 3) reivindicando la figura del indio y del
mestizo. Los estudios postcoloniales se nutrieron, en la segunda mitad del siglo XX, de las
teorías postestructuralistas; lo que enriqueció la visión genealógica del subalterno y permitió
la visualización de discursos de poder sin explorar. Además, más adelante, con la
consolidación de las teorías feministas, se empezaron a problematizar las diferentes formas
de sometimiento enraizadas en el dominio hegemónico patriarcal. En conclusión, el
postcolonialismo, en su conjunto, busca la reestructuración de las dinámicas de poder
adaptándose a los discursos vigentes de cada tiempo.
Luego de romper con la rigidez del sistema binario del género, posibilita una infinidad de
variantes de exploración sexual, evitando el encasillamiento en estructuras inflexibles de
género sexual (como lo son la heterosexualidad, el homosexualismo y el bisexualismo) y
abriendo las puertas a un continuo moldeamiento sin determinantes ni absolutos. Además, la
teoría queer problematiza la estructura heteropatriarcal dominante, pues esta impide el
desarrollo libre de la identidad sexual e impone patrones rígidos de comportamiento.
Trabajos citados
- De las Heras Aguilera, Samara, Una aproximación a las teorías feministas. 2008.
- Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos [GLES], Manifiesto Inaugural.
Boundary 2, 1995.
- Said, Edward W, Orientalismo. Debolsillo, 2002.