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Cuaderno de Notas V
Este Cuaderno fue escrito por Mariela Helman con la colaboración de Claudia Zysman, Guillermo Mico y los aportes
de todo el equipo nacional CAI: Zulma Alarcón, Valeria Baruch, Jaime Bermúdez, Romina Costa, Silvina Silva, Silvina
Toledo, Adriana Varela, María Inés Zúniga. Coordinación: Gabriela Fiotti y Mónica Barromeres.
Diseño
Gabriela Franca
Armado
Yanina Carla Olmo
Producción
Nicolás Del Colle
Verónica Gonzalez
Karina Giamelo
Natalia Suárez Fontana
Índice
Prólogo........................................................................................................................................ 05
Centralidad en la enseñanza............................................................................................... 15
Las trayectorias escolares (TE) y educativas de los chicos, la escuela y el CAI....................... 15
¿Qué significa fortalecer las TE?
Estrategias: formas, lugares y tiempos para la enseñanza....................................................... 18
Prólogo
Adriana Fontana*
Coordinadora de Programas para la
Inclusión y Retención. DNPS
* Adriana Fontana coordinó el Programa nacional CAI desde su inicio, en el año 2010, hasta el año 2012.
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Como todos los lunes empiezo mi jornada con los chicos dándoles el espacio para poder contar
las cosas que hicieron el fin de semana, en algún lugar del inconciente, supongo, esperaba
escuchar lo que cualquier niño en condiciones comunes contaría… Plaza, cine, casa de los
abuelos o los tíos, tiempo con papá y mamá…
Cada uno contó lo suyo. Lamentablemente, para mí, mucha calle, mucho fútbol, mucha
barrita con chicos más grandes pero, en definitiva nada que pudiera sorprenderme. En medio
del barullo quería darles la palabra a todos. Con insistencia logré que él contara, le cuesta
empezar pensé…
Con mucha naturalidad dijo: “Me fui a juntar papas”.
Tratando de que no se notara mi sorpresa comencé a preguntar: “¿Con quién fuiste?”. “Con
mi tía, y el Cuchi”, que es su hermanito de seis años.
“¿Te pagaron?”. Sonriendo, me dice: “No seño, me dieron las papas…Y las llevé a mi casa…
Y comimos papas fritas y tortilla de papas…estaba riquísima, la hizo mi mamá para todos”…
Fue en ese momento mientras escuchaba a ese niño que tenía enfrente que muchas cosas dentro
de mí se desacomodaron, vinieron a mi memoria cifras, estadísticas, números, del trabajo
infantil, del abuso, del hambre, los derechos de los niños…Ya no eran una estadística fría. Ese
número que cada vez que lo actualizamos nos escandaliza. Esta vez la cifra tenía nombre,
apellido y estaba sentado frente a mí. Era ese mismo niño que yo no podía entender por qué se
me escapaba del aula y en lugar de trabajar salía a jugar por toda la escuela.
No sé cómo siguió la clase, no podía apartar de mi mente la imagen de los chicos llevando la
comida a su casa, y la alegría de realizarlo como si de ellos dependiera la alimentación de sus
hermanitos. Porque él lo contaba con la satisfacción del deber realizado, estaba contento. Y
yo sentía demasiada bronca, demasiada impotencia, tenía que hallar un responsable al cual
culpar…Y claro, lo encontré, por supuesto. Su mamá.
Terminé mi clase y sin dudar me fui a su casa, ¡ya me iban a escuchar!… ¡Hacer trabajar a
los chicos!… Recorrí las seis cuadras en menos de dos minutos… El panorama me desarmó,
tiró abajo todo el discurso…
Pobreza estructural, marginalidad, exclusión, no eran palabras, eran realidad, la más dura
realidad en ese hogar donde vive mi niño. Lo recuerdo y me duele. ¿Qué podía reclamarle
a esa mamá que también fue una niña trabajadora de derechos vulnerados, que como me
explicaba con vergüenza, no sabía leer y por eso no podía ayudar a sus hijos con su tarea?
Me sentí responsable.. Y, paradójicamente, agradecida como pocas veces me había sucedido…
Siento que debo comenzar…o seguir…. aunque todavía no sé bien cómo, por dónde.
* Este relato fue producido en los talleres de escritura ofrecidos por Guillermo Micó en la provincia de
Córdoba, Argentina, en los meses de abril y mayo de 2011.
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1 “Es responsabilidad del educador provocar el deseo de aprender” Meirieu, P. (2007). “Cuadernos
de pedagogía” Nº 373-42-47 - Barcelona
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sas herramientas que intentan dar respuesta a este tipo de situaciones (otros
modos de organización y agrupamiento escolar, extensión de la jornada, ela-
boración de materiales didácticos específicos, entre otras). De esta forma, la
apuesta fuerte en las escuelas y de los docentes es volver a enlazar a los niños con
la escuela. Apuesta sustancial que se renueva cada vez que un alumno vuelve
a la escuela y se recrea y necesariamente se redefine cada vez que un niño o
una niña deja de venir.
“La práctica pedagógica se construye entonces desde una opción ética que asume que la
escuela no le hace un favor a los padres ni a los pobres cuando recibe nuevamente a los
niños y niñas en sus aulas. No es un gesto de caridad, ni de beneficencia; tampoco de
asistencialismo. Es un acto pleno de restitución de la dignidad para cada niño y niña al
garantizar su derecho a la educación. Quienes sostienen esta labor saben que no es una
tarea más para realizar sino que ésta es, precisamente, su tarea”.2
El CAI se inscribe en el tipo de acciones que forman parte de una política inte-
gral que tiene como horizonte la justicia social, dado que representa al Estado
haciéndose cargo del derecho a la educación que todos los niños tienen. No es
un acto de caridad, es nada más ni nada menos que nuestra responsabilidad.
2 Equipo de la Dirección de Nivel Primario (2010).”Entre docentes de escuela primaria. Estrategias para
acompañar las trayectorias escolares”. Ministerio de Educación. Presidencia de la Nación. Pg.8
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Aprendizajes invisibles*
Creo que estoy acá por el Lauchín y por Tatiana; mis compañeros de los últimos años de
primaria.
Lauchín era un compañero que había repetido una o dos veces. Era el único que trabajaba
y, por eso, era el único que llevaba merienda. Pero en lugar de comerla en el recreo la
comíamos, los chicos de los últimos bancos, en horas de clase, a escondidas de la maestra.
Yo era la abanderada del colegio. Lauchín era el peor de la clase. Nos sentábamos juntos (en
esa época era impensado que una chica se sentara con un varón) en la última fila.
Él me convidaba Porteñitas y amistad. Yo le explicaba las tareas y le ayudaba a
completarlas.
Por otro lado estaba Tatiana. Una chica que también había repetido una o dos veces. Era
de una familia numerosa y muy pobre. Éramos compañeras y campeonas de payana en el
recreo. En el aula, también le ayudaba en las tareas.
Recuerdo (con mucho dolor, ahora que lo entiendo) que muchas veces tenía sueño en horas
de clase. Ante mis preguntas, me contaba que se había acostado tarde porque el padrastro
la mandaba a trabajar al playón de los camioneros del cereal. Yo no entendía qué clase de
trabajo tendría que hacer por las noches. Cuando, pocos años más tarde, lo comprendí,
sentí un dolor inmenso y más cariño aún por mi amiga. Ella, obviamente, no siguió
estudiando en el colegio secundario.
En mi caso, desde los dieciocho años, trabajé de administrativa en diferentes empresas durante
dos décadas. También estudié en la Universidad. Pero lo que a uno se le ha sembrado y
marcado de chico, no se borra y en algún momento renace. Ahora soy docente en colegios
secundarios y maestra comunitaria del CAI. Trabajo con muchos Lauchines y Tatianas.
Marisol Greco, MC
* El siguiente relato fue producido en los talleres de escritura ofrecidos por Lili Ochoa de la Fuente
en la provincia de Mendoza, Argentina, en mayo y noviembre de 2014.
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Centralidad en la enseñanza
3 Terigi, F. (2009) “Las trayectorias escolares. Del problema individual al desafío de política educa-
tiva”. Proyecto Hemisférico. “Elaboración de políticas y estrategias para la prevención del fracaso
escolar”. Ministerio de Educación – Organización de los Estados Americanos. Buenos Aires . Pg. 17
que van todos los días a la escuela, que en un año se cumplimenta un grado
escolar y que efectivamente aprenden los contenidos previstos para ese grado.
Muchos sujetos pueden subirse a ese tren e ir avanzando en la escuela según lo
previsto por la TET, pero muchos otros no lo logran; no lo logran ellos y no
logra tampoco el sistema escolar ofrecer en todos los casos las propuestas y las
condiciones para que todos puedan continuar con sus estudios.
Por otra parte, las Trayectorias Escolares Reales (TER) expresan los reco-
rridos concretos que van realizando los sujetos en la escuela. En muchos ca-
sos presentan discontinuidades, repitencias o asistencia irregular a la escuela.
Este “desencausamiento” hay que entenderlo desde la perspectiva de la TET;
por lo general, nuestra mirada sobre los alumnos es desde la perspectiva de la
trayectoria teórica y no desde la real. A modo de ejemplo: el mismo término
“sobreedad” corresponde al modo escolar de mirar la edad de los alumnos.
Entendemos que las diferencias que se presentan entre las TET y las TER no
pueden concebirse como un problema de tipo individual o familiar en aque-
llos alumnos que no realizan recorridos habituales dentro del sistema educati-
vo sino que responden a causas más amplias, algunas de las cuales trascienden
a la escuela pero otras se encuentran en la propia institución escolar.
En este sentido, podríamos preguntarnos cuáles son las situaciones ofrecidas
por la escuela que intervienen en el “desencausamiento” de las trayectorias.
Es decir, cuáles son las características de determinadas prácticas escolares
que no le permiten a la escuela realizar los ajustes necesarios para que todos
y cada uno de los niños pueda ver consagrados sus derechos educativos. Por
ejemplo, podríamos mencionar las siguientes: la expectativa de la asistencia
diaria como único modo de cursar, la repitencia como único modo de recu-
perar saberes que no se han aprendido –volver a hacer lo mismo que ya no
resultó– la exigencia de realizar tareas extraescolares sin considerar si existen
las condiciones para que las mismas puedan realizarse, entre otras. Por eso
entendemos las problemáticas del ausentismo, la repitencia, la sobreedad, el
abandono, no como fenómenos individuales sino como puntos críticos per-
sistentes dentro del sistema educativo (Terigi). Dicha consideración supone
encarar estos temas como desafíos desde la perspectiva de la inclusión edu-
cativa e invita a revisar algunas de las prácticas escolares cotidianas pensando
nuestras acciones específicas desde el CAI como uno de los tantos modos en
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particulares sobre esta cuestión (“yo trabajo con diez los martes y jueves y con
otros diez los lunes y miércoles”, por ejemplo). Tal vez se crea que es poco
trabajar con esa cantidad de niños pero lo cierto es que la tarea es compleja y,
además, se trata de alumnos que requieren un acompañamiento personaliza-
do para fortalecer sus trayectorias. Un acompañamiento que incluye que el
MC pueda tener mucho tiempo para cada niño, pueda trazar junto con él o
ella, recorridos posibles de aprendizajes, pueda estar al tanto de cómo le está
yendo en su grado de pertenencia, pueda juntarse con sus adultos familiares
las veces que considere necesario.
La cantidad de niños que conforman el grupo de acompañamiento es acorde
al trabajo que se realiza; esto no quiere decir que durante todo el año el MC
trabaje solo con diez chicos. Es probable y deseable que, como producto del
mismo trabajo, varios de esos alumnos puedan ir paulatinamente abando-
nando estas instancias de acompañamiento justamente porque les empiece
a ir mejor en la escuela. En dicho caso, el MC puede convocar a otros niños
en función de la lectura de prioridades que establezca conjuntamente con
los maestros de los grados, el equipo directivo y el coordinador del CAI. En
síntesis, son quince niños como máximo pero a lo largo del año no necesa-
riamente son los mismos quince.
Algunas de las situaciones que se presentan como prioritarias son las siguientes:
5 Torres, M.(2010) Serie Piedra Libre. “Grandes viajeros 2. Fernando de Magallanes – Charles Darwin,
Buenos Aires, Argentina. Ministerio de Educación de la Nación. Disponible en: http://repositorio.
educacion.gov.ar/dspace/bitstream/handle/123456789/97039/LEN%20Grandes%20viajeros%2002.
pdf?sequence=4
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Preguntarle en qué cree que necesita ayuda o en qué quiere que se lo ayude
son opciones interesantes para terminar de definir la propuesta con cada uno
de los niños. Estos acuerdos se escriben, se comparten. Cada tanto pueden
“volver” a ellos para ver qué de lo propuesto ya está logrado, qué aún no, qué
otros asuntos han ido apareciendo sobre la marcha.
Otro aspecto a tomar en cuenta en estos encuentros de encuadre de la pro-
puesta, es el del tiempo de trabajo de cada uno de los chicos con el MC. Este
punto es muy importante y suele generar algunas contradicciones o tensio-
nes cuando el trabajo de acompañamiento ya está sucediendo y comienzan
a verse resultados del mismo. Nos referimos a que uno de los objetivos cen-
trales de la tarea, sino el principal, es que cada niño pueda entusiasmarse
con el aprendizaje y con la escuela, lograr avances en estos aspectos y, como
consecuencia, es probable y deseable que el rendimiento mejore. Y aquí se
produce cierta tensión pues parte del impacto de la tarea traerá como re-
sultado que cada chico necesite cada vez menos nuestro acompañamiento.
Esta característica de trabajo del MC (es un acompañamiento por un tiempo
y cuando el niño o niña avanza, el acompañamiento se irá paulatinamente
retirando) debe ser explicitada desde el vamos para los chicos y sus adultos
familiares. Y en este sentido hablamos de tensión o, mejor dicho, comple-
jidad de la tarea: el MC necesita constituirse en un referente para cada uno
de sus alumnos y para ello genera condiciones pedagógicas particulares pero,
al mismo tiempo, también debe generar condiciones que permitan “soltar”
a los chicos confiando en los avances, en las posibilidades y en el impacto
de la propia tarea. Muchos colegas nos comentan que incluso los niños no
quieren dejar de asistir al espacio de trabajo en contraturno, aun cuando ellos
y los maestros de grado consideran que ya no precisan el acompañamiento.
Por eso apostamos a que estas cuestiones propias de la tarea sean explicitadas
desde el comienzo de la misma. Luego, pueden ir pensándose y proponién-
dose alternativas intermedias entre el acompañamiento más sistemático y la
autonomía creciente de los chicos (por ejemplo, dejar abierta la posibilidad
de que ante alguna duda puntual o una prueba el alumno pueda asistir a al-
gún encuentro, o también que en algunas ocasiones pueda venir a ayudar a
otro compañero con algún tema específico).
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La idea es que el MC cuente con toda esta información para poder planificar
secuencias de trabajo que aborden esos temas, u otros similares, que les per-
mitirán a los chicos posicionarse mejor como alumnos en el grado.
Al margen de los temas puntuales que cada docente seleccione y priorice,
algunos ejes de trabajo posibilitan también el aprendizaje de otros conteni-
dos. Entre varios de ellos, destacamos particularmente el abordaje, lectura
y producción de textos. Ofrecer variadas oportunidades donde las prácticas
del lenguaje se ejercen y se efectivizan concretamente, mostrando cómo
se es lector, cómo se es escritor, en los distintos contextos sociales. Traer
y comentar una noticia con los chicos, leer frecuentemente distintos y va-
riados textos (literatura, poesía, descubrimientos científicos, noticias, ins-
trucciones, publicidades, entre otros), de forma tal que en los espacios que
se comparten con el MC los libros y lo escrito circule de diversos modos
y en forma muy recurrente. También consideramos relevante ofrecer otros
caminos para incrementar la información “no visual” de la que dispone un
alumno cuando se encuentra frente a un texto (películas, imágenes, etc…).
Por ejemplo, si los chicos están trabajando en el grado con Robin Hood,
con el MC pueden –entre otras actividades– leer textos informativos sobre
castillos y armaduras, buscar imágenes en Internet que ilustren esas infor-
maciones, mirar alguna de las versiones de la historia en película, etc. El
objetivo es que cuando los chicos vuelvan a relacionarse con el texto tengan
más referencias desde donde leer e interpretar lo escrito. En este sentido,
también sugerimos que, en función del trabajo que el MC realice con los
distintos maestros de grado, pueda en el espacio de acompañamiento, anti-
cipar algunas lecturas con los chicos sobre temas a trabajar o afines, de for-
ma tal que cuando en el grado se aborda determinado contenido los chicos
ya cuenten con informaciones relacionadas al mismo.
Por supuesto que no se trata de que el MC haga lo mismo que hace el docen-
te en el grado, sino que pueda planificar u ofrecer diversas propuestas didác-
ticas para el abordaje de los contenidos. A veces, otro tipo de actividades que
no resulta posible implementar con un grupo grande de alumnos, facilita el
aprendizaje a los chicos. Juegos, libros, películas, búsquedas por Internet,
etc… De lo que se trata es de ofrecer más oportunidades para el aprendizaje,
para la ampliación de los universos culturales de los alumnos.
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6 Para ampliar las estrategias de trabajo sobre este eje, ver: Helman, M.; Micó G.;Vera, A (2014).”La
escritura al servicio de los procesos de reflexión subjetiva. O escribir para pensar (se)”. Revista
Decisio, CREFAL, Nro. 37. México. Pg. 17 a 23. Disponible en: < http://tumbi.crefal.edu.mx/decisio/
images/pdf/decisio_37/decisio37_saber3.pdf>
29
8 Op cit. Pg.17
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9 Helman M, Fridman, M. (2007) “La tarea fuera de la escuela como tarea de la escuela”. Disponible
en < http://servicios2.abc.gov.ar/lainstitucion/organismos/cai/descargas/listado/la%20tarea%20
fuera%20de%20la%20escuela%20como%20tarea%20la%20escuela.pdf>
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hacer para saber que tengo tarea en casa y otra es cómo resolverla concretamente… se
entiende la diferencia? Charlemos entre los tres: ¿Ustedes creen que lo primero que hay
que hacer es entender qué te piden?
Eva y Nico: Y… ¡Claro!
MC: Sí y no. En verdad si no tengo presente que hay tarea, si no me acuerdo que
hay algo que tengo que hacer para la escuela pero que voy a tener que hacerlo fuera de
la escuela, es difícil que se me presente el otro problema de si lo entiendo o no. O sea,
ver de qué forma registro que hay tarea y qué tarea es la que tengo que hacer y para
cuándo…todo eso es parte de aprender a hacer la tarea.
Eva y Nico: aja…
Bueno, por ahí empezaremos entonces. Cómo hacen uds. para tener ese registro? Vos,
Nico, decís que te lo acordás pero después no te lo acordás, no?
(risas)
Eva: yo anoto.
MC: en algún lugar tiene que estar registrado. Donde quieras (la carpeta, el cuaderno,
una agenda, el celular. donde vos sepas que te vas a fijar. ¿Y después? Veamos por
dónde seguir…”
Como podemos observar, la intervención del MC hace foco en algo que
podría parecer obvio pero no lo es (parte de construir el hábito de hacer tarea
incluye las formas de su registro); esta cuestión, entonces, se vuelve objeto de
trabajo en el encuentro pedagógico.
Un trabajo similar podría proponerse a propósito de la enseñanza del uso
de la agenda como instrumento que ayuda a la organización del tiempo, to-
mando también como parte del análisis la diferencia entre tareas que exigen
un trabajo puntual y pueden resolverse en un día, de otras que suponen una
distribución en varios días (por ejemplo, la preparación de un trabajo prácti-
co o el estudio para una evaluación).
Venimos presentando varios ejemplos de temas a abordar en este eje de trabajo,
temas que colaboran tanto en la formación de los chicos como estudiantes
así como en la reflexión sobre ellos mismos respecto de su vínculo con los pro-
cesos de aprendizaje escolar. Particularmente para este aspecto, resulta suma-
mente formativo elaborar con los chicos un registro de la trayectoria escolar.
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2011
como ya hemos visto, una parte importante de este trabajo supone esta-
blecer un diálogo con los chicos, un diálogo que algunas veces será co-
lectivo y otras individual. Esto requiere distanciarse en primera instancia
de las visiones generales que tienen tanto chicos como docentes sobre lo
que es hablar y reflexionar en privado en la escuela. Los chicos han apren-
dido, justamente por el oficio de alumno, que casi siempre cuando los
llama el maestro para conversar, en verdad el maestro ya sabe lo que tie-
ne para decirle y, en general si es en privado se entiende que es para re-
tarlo, decirle lo que está bien y lo que está mal. Podríamos preguntarnos
en verdad quién reflexiona cuando la escuela llama a reflexionar.
Conversando sobre esta cuestión con algunos colegas, resulta interesante
que no solo los chicos “esperan” eso, sino que los propios docentes tam-
bién tienen que aprender a tener este tipo de diálogo en donde de verdad
ambos reflexionan sobre lo que le ocurre al niño en la escuela y donde
el maestro se ofrece como interpretador de posibles sentidos de las co-
sas que los chicos hacen o no hacen, con el objetivo de mostrar cómo se
puede pensar sobre los propios procesos a partir de las palabras.
Como señala Guillermo Micó, estas acciones se explican y se sostienen en
un principio fundamental: el derecho de cada sujeto a narrarse a sí mismo.11
En este sentido, poner a disposición de los sujetos las herramientas necesa-
11 Centros de Actividades Infantiles C.A.I. (2012)”La circulación de las informaciones acerca de los
niños y las niñas en la escuela.” Dirección Nacional de Políticas Socioeducativas (DNPS). Ministerio
de Educación de la Nación.
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rias para armar y desarmar ese relato implica ofrecer algo que en verdad les
pertenece. La posición que estamos proponiendo que asuma el MC cuan-
do conversa con un niño o niña en estas intervenciones, se vincula tam-
bién con la diferencia entre “hablar a” y “hablar con” que distingue Gustavo
Schujman12. Según el autor, se trata de dos acciones muy diferentes: en la
escuela muchas veces hablamos a los niños dado que tenemos muchas cosas
para transmitirles, para decirles. Nadie está en desacuerdo con eso, claro
está. Sin embargo, no en tantas oportunidades hablamos con los chicos. Ha-
blar con supone hacerlo desde un lugar de escucha genuina, donde el niño
reconoce al adulto institucional no solamente como alguien que tiene cosas
para decirle sino también como alguien que lo quiere escuchar.
En estas páginas hemos desarrollado este aspecto de la tarea de acompaña-
miento que realiza el MC. Obviamente, no es solo a través del CAI que se
aborda este aprendizaje sino en las distintas propuestas que los docentes y las
escuelas implementan asumiendo su responsabilidad en la tarea de enseñar
los distintos elementos de la cultura escolar. El CAI, concebido como “más
escuela”, también lo trabaja.
En síntesis, sostenemos que así como se aprende a ser docente, también se
aprende a ser alumno. Y los MMCC han “tomado el guante” y desarrollado
estrategias para acompañar a los chicos en ese aprendizaje, junto con las otras
acciones que la escuela también realiza en este sentido.
* Este relato fue producido en los talleres de escritura ofrecidos por Guillermo Micó en la provincia
de Córdoba, Argentina, en los meses de abril y mayo de 2011.
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más adecuado para el trabajo que con el que tal vez cuenta la escuela, etc. En
todo caso, aun desarrollando esta tarea fuera de la escuela, resulta importante
enmarcarla como una actividad de la escuela y que lo que allí suceda se ins-
criba como parte del trabajo escolar. En este sentido, las consideraciones que
fuimos planteando (contar con un espacio donde se pueda trabajar, contar
con materiales y libros, planificar la tarea que se va a desarrollar con cada
grupo, etc) corresponden también para estos casos.
Cuando esta instancia educativa se organiza en otro espacio que no es el escolar,
esto supone que los MMCC itineren y combinen su caja horaria con algunos
espacios en el centro comunitario para trabajar con los chicos y otros momentos
para ir a las escuelas a reunirse con los docentes de los alumnos, con el objetivo
de intercambiar informaciones y planificar acciones conjuntamente.
13 Centros de Actividades Infantiles C.A.I. (2011) “Cuaderno de Notas IV: Las Maestras y los Maestros
Comunitarios”. Dirección Nacional de Políticas Socioeducativas (DNPS) - Ministerio de Educación
de la Nación Pg. 18 y 19.
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mos en el marco del proyecto CAI tienen por objetivo central colaborar en
la construcción de una escuela inclusiva. Esto nos exige revisar las interven-
ciones y estrategias tradicionales de la escuela porque fueron creadas bajo una
matriz homogeneizadora. Como señala tan contundentemente Siede (2008:
34): “…eso depende de que pongamos en remojo nuestras representaciones
porque también podemos ir a las casas a “civilizar bárbaros” con un ropaje
progresista”. Vamos a las casas de nuestros alumnos partiendo del reconoci-
miento del otro y en pos de generar un encuentro con el otro”14.
En los diferentes encuentros nacionales, regionales o provinciales desarrolla-
dos en el marco de la implementación del programa, hemos discutido sobre
esta estrategia, que en un principio, en la mayoría de las jurisdicciones tomó
el nombre de visita domiciliaria. Conversamos sobre su sentido, sus distintos
modos de concreción y también sobre los efectos que en algunas ocasiones
provocó en el trabajo concreto con niños y familias. En algún momento, nos
pareció adecuado convertirla en objeto de reflexión y análisis para volver a
pensarla como parte de las acciones que el CAI implementa y realizar los ajus-
tes que creyéramos necesarios. En ese contexto, escribimos desde el equipo
nacional un texto que facilitara y orientara esta reflexión15. Recomendamos
su lectura completa pero a los fines de señalar los rasgos centrales de este
aspecto de la tarea del MC tomamos de allí las consideraciones que siguen.
14 Op cit.pg.19
15 Centrosde Actividades Infantiles C.A.I. (2012). “De la visita domiciliaria al encuentro pedagógico
con el grupo familiar de niños y niñas que concurren a un CAI “ Dirección Nacional de Políticas
Socioeducativas (DNPS) - Ministerio de Educación de la Nación. Pg 26.
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Esta acción se articula con otras: unas, a realizar en los hogares; como dia-
logar con los adultos familiares acerca de las circunstancias que impiden
concurrir a la escuela a los niños y las niñas de ese grupo familiar, los modos
de acompañamiento posibles a la escolaridad por parte de algunos adultos,
las características de su relación (de los adultos) con la escuela, etc. Otras
acciones, previas y posteriores, se llevan a cabo en la escuela: solicitar da-
tos, información, sobre los niños y las niñas a cuyos hogares se concurrirá;
compartir luego la información que se construya después de haber dialogado
en los hogares, con el fin de definir las estrategias sociopedagógicas más
convenientes para cada situación en particular. De este modo, podrían co-
nocerse las causas familiares y las institucionales que colocan a cada niño en
situación de desventaja académica y social.
Como ya planteamos, en algunos casos podemos pensar que la alianza entre
la escuela y los adultos familiares puede revitalizarse a través de esta estrategia
educativa y otras que se implementen. Pero en otras situaciones es necesario
inaugurarla, fundarla. También, en muchas ocasiones, requiere ser sanada,
pues –en virtud de diferentes procesos sociales, políticos o institucionales–
ha quedado muy herida, lo cual agrega mayor complejidad a la tarea.
La presencia del MC en las casas familiares, se plantea como una oportunidad
de configurar encuentros, es decir, situaciones que permitan a sus participan-
tes, producir movimientos en su subjetividad. Dicho de otro modo, no ser
el mismo o la misma a partir, y en virtud, de los intercambios producidos y
sostenidos en cada oportunidad, en que en un hogar coincidan niños, niñas,
adultos familiares y adultos institucionales con el objeto de conversar sobre
los procesos escolares y otras cuestiones que hacen al contexto más general
de vida de nuestros alumnos. Es importante, por tanto, despegarse de otras
situaciones en las que la escuela, o el Estado en términos más generales, se ha
hecho presente en los hogares de los alumnos, con otros objetivos pero, sobre
todo, con otras concepciones acerca de los sujetos “visitados”. “La presencia
en un espacio familiar de un docente responsable de una acción educativa pública estatal,
tiene el carácter indudable de una intervención institucional, con sus objeti-
vos y sus contenidos específicos, y en ese sentido es necesario diferenciarla y
evitar su asimilación a otras prácticas que tienen objetivos y contenidos tam-
bién específicos pero diversos de los del ámbito educativo”16. Por eso resulta
16 Op cit. Pg 6
42
17 Op cit. Pg 9
43
En principio puede parecer una obviedad, pero los talleres que se llevan a
cabo en un CAI deben ser ‘talleres CAI’; esto supone que se encuentran vin-
culados con el proyecto socioeducativo (PSE) elaborado por todo el equipo.
Son las reuniones institucionales semanales un espacio pertinente para la
discusión acerca de los aportes y los ajustes necesarios a realizar en las distin-
tas acciones del CAI, en pos de la concreción del mismo proyecto.
La ampliación de los universos culturales involucra, como un punto de par-
tida irrenunciable, la necesidad de reconocimiento de las marcas culturales
nuestras y de los niños y las niñas. La reflexión también resulta una práctica
necesaria a instalar y sostener como uno de los aspectos que posibilitan la
ampliación de los universos culturales, pues no solamente se trata de cono-
cer cosas nuevas sino también de poder mirar de distintas formas y a través
de diferentes herramientas el capital cultural que cada uno ha configurado.
Más allá de la temática puntual de cada taller, debe generarse un espacio
donde la creatividad, la voz de los chicos, la circulación de la palabra, la
posibilidad de elección y participación de los niños tengan lugar de muchas
y variadas formas.
Por tratarse de talleres que planifica e implementa el MC, el docente debe
cuidar particularmente que estas propuestas se diferencien de otras instancias
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que él mismo organiza. Dicho de otro modo: deberá evitar ‘dar clase’ como lo
hace cuando trabaja en contraturno con el grupo de estudiantes que acom-
paña durante la semana. Ni los alumnos que asisten al taller son los mismos
de ese grupo (esto es importante porque de lo contrario esos chicos se per-
derían la posibilidad de participar en otros talleres del CAI), ni los sábados
deben convertirse en una instancia más para trabajar con los contenidos es-
colares. Necesitamos plantearlo de modo enfático y claro: los sábados el MC
no da clase, sino que implementa y coordina un taller cultural pero de modo
tal que en él no se reproduzcan formatos escolares tradicionales.
La duración de los talleres puede ser variada según la temática de que tra-
ten, en algunos casos pueden durar unos meses, en otros, un período más
breve. El objetivo puede ser que cada sábado los chicos que asisten descu-
bran alguna novedad, un aprendizaje, que cada sábado tenga un cierto cie-
rre en sí mismo o es posible planificar pensando en procesos a largo plazo.
Siempre, como en las otras propuestas que también forman parte del CAI,
es necesario planificar el taller.
En algunas de las actividades del taller pueden también participar los adul-
tos familiares de los chicos.
18 Centrosde Actividades Infantiles C.A.I. (2012) “Orientaciones para el trabajo del Maestro Comu-
nitario” Dirección Nacional de Políticas Socioeducativas (D.N.P.S.) Ministerio de Educación de la
Nación.
45
Las semanas de febrero en las escuelas suelen ser períodos en que se terminan
de definir las promociones de varios alumnos, razón por la cual el acompaña-
miento que puedan realizar en este período los MMCC resulta muy valioso.
La idea es, entonces, que organicen su agenda de trabajo priorizando los
encuentros pedagógicos con estos niños.
Presentamos algunas sugerencias de trabajo de modo tal que cada MC pueda
delinear su recorrido para las semanas de febrero.
sante que en caso de ir a las casas, el MC lleve y entregue una hoja donde se
especifiquen qué días y en qué horarios deberán asistir a la escuela o a otros
lugares de encuentro.
Toda esta serie de tareas que tiene por objetivo ubicar y convocar a los chicos,
lejos de ser sólo un trámite, constituye una oportunidad para que la escuela
les haga saber que los espera. Por lo tanto, es probable que estas acciones
lleven un tiempo considerable pero destinar tiempo del trabajo a este con-
junto de acciones, es justamente una dimensión de la tarea de los MMCC.
El compromiso que esperamos de nuestros alumnos puede ser un punto de
llegada que supone una condición previa de compromiso de la escuela para
con cada uno de ellos. Es decir, la presencia de cada uno de los niños es im-
portante, deseada y esperada activamente por la escuela.
Jesús
Lo conocí hace dos años. Su madre, mujer muy flaca y con ojos enormes, vino a pedir
ayuda un sábado para su hijo que estaba por repetir tercer grado.
Cuando nos encontramos por primera vez no dijo casi nada. Era físicamente igual a su
mamá pero con los ojos más tristes que había visto en mucho tiempo. En cuanto vi su cara
se me vino a la mente un fragmento de un poema de Evaristo Carriego[1]: “le cruzan
el rostro, de estigmas violentos,/ hondas cicatrices y quizás le halaga/ llevar imborrables
adornos sangrientos:/ caprichos de hembra que tuvo la daga”.
Cuando lo vi por segunda vez, yo llevaba unos libros para leer. Sus ojos cobraron vida
de repente y comenzó a ojearlos sin reparar en el entorno (había tres niños más en lo de
Doña María, una señora del barrio que nos abre su casa para trabajar con sus nietas y con
los chicos del barrio que lo necesiten).
Ese día sólo leyó. Y no paró más. Cada semana le traíamos libros de la biblioteca popular
de la ciudad. Él los leía y nos los devolvía a la semana siguiente.
Un día, lo llevamos a la biblioteca y se hizo socio. Le confeccionaron un carnet y retiró
libros a su nombre. Desbordaba de felicidad, riendo hacia un costado, como hace siempre,
como si no se pudiera permitir ser feliz completamente.
Ese año pasó de grado, y el siguiente también. Sólo necesitaba que alguien lo tuviera en
cuenta y le presentara ese recorte del universo que es la literatura.
Poco después descubrimos otra virtud asociada: escribía historias maravillosas.
Comenzamos a alentarlo en esta tarea pero, de repente, dejamos de verlo. La realidad se
metió en medio de la ficción con todo su peso: un padrastro violento, una madre indefensa
y sin familia, varios hermanitos, una mudanza y perderle el rastro.
Por algunas personas supimos que estaba en El Carrizal. Más tarde me encontré con su
madre y me lo confirmó. Estaba muy lejos y no podíamos visitarlo. Su padre tampoco lo
permitiría. Siempre creyó que éramos asistentes sociales y no dejaba que trabajáramos con
él. Su madre lo mandaba al CAI a escondidas de su marido.
Hace unos días me topé en la ciudad con su cara triste y mancillada. Me pidió ayuda para
pasar de grado pero creo que era un pedido más extenso.
Mañana vamos a verlo a la escuela. Ahora está en otro distrito. Su vida sigue girando y
nos seguimos encontrando
* El siguiente relato fue producido en los Talleres de escritura ofrecidos por Lili Ochoa de la Fuente
en la provincia de Mendoza, Argentina, en mayo y noviembre de 2014.
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Bibliografía
Citada, consultada y recomendada
Freire, P. (1998) Pedagogía de la autonomía. Segunda edición, México, Siglo XXI Editores.
Helman, M.; Micó, G. y Vera, A. (2014) “La escritura al servicio de los pro-
cesos de reflexión subjetiva O escribir para pensar(se)” (2014). Revista
Decisio, CREFAL. Nro 37. Enero-Abril 2014. (p. 17 a 23). México.
http://tumbi.crefal.edu.mx/decisio/images/pdf/decisio_37/decisio37_saber3.pdf
Terigi, F. (2010) “Las cronologías de aprendizaje: un concepto para pensar las trayec-
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Thisted, S.; Pineau, P.; Béjar, M.; Forster, R.; Seoane, V.; y Trímboli, J. (2013)
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