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ANALITICA DE LO SUBLIME
hay ningún máximo (pues la fuerza serva, que es que no hay que acer
de los números va al infinito); pero carse mucho ni tampoco alejarse mu
para la apreciación estética de las cho de las pirámides para experi
magnitudes hay, en cambio, un má mentar toda la emoción de su mag
ximo, y de éste digo que cuando es nitud, pues en este último caso, las
juzgado como una medida absoluta partes aprehendidas (las piedras,
por encima de la cual no es posible unas sobre otras) son representadas
ninguna subjetiva mayor (para el oscuramente, y su representación no
sujeto que juzga), entonces lleva hace efecto alguno en el juicio esté
consigo la idea de lo sublime y de tico del sujeto. Pero en el primer
termina aquella emoción que nin caso, la vista necesita algún tiempo
guna apreciación matemática de las para terminar la aprehensión de los
magnitudes por medio de números planos desde la base a la punta, y
(a no ser que aquella medida fun entonces apáganse siempre, en par
damental sea conservada allí vivien te, los primeros, antes de que la ima
te en la imaginación) puede produ ginación haya recibido los últimos, y
cir, porque esta última expone siem la comprensión no es nunca comple
pre solamente las magnitudes rela ta. Lo mismo puede bastar también
tivas por comparación con otras de para explicar el estupor o especie
la misma clase, y aquella primera de perplejidad que, según cuentan,
expone las magnitudes -absolutamen se apodera del espectador, a su pri
te en cuanto el espíritu puede apre mera entrada en la iglesia de San
henderlas en una intuición. Pedro, en Roma. Pues aquí es un
Para recibir intuitivamente en la sentimiento de la disconformidad de
imaginación un quantum, a fin de su imaginación con la idea de un
poder usarlo como medida o como todo, para exponerla en donde la
unidad para la apreciación de mag imaginación alcanza su máximo, y,
nitudes, por medio de números, se en el esfuerzo para ensancharlo, re
requieren dos actividades de aquella cae sobre sí misma, y, mediante todo
facultad: aprehensión (apprehensio) eso, se sume en una emocionante sa
y comprensión (comprehensio ces- tisfacción.
thetica). Con la aprehensión no tie No quiero aún adelantar nada so
ne ella nada que temer, pues con bre el fundamento de esa satisfac
ella puede ir al infinito; pero la ción, el cual está unido con una re
comprensión se hace tanto más di presentación de la que menos se po
fícil cuanto más lejos retrocede la día esperar eso y que nos hace notar
aprehensión, y pronto llega a su má la disconformidad, y consiguiente
ximo, a saber, a la mayor medida mente también la objetiva falta de
estética de la apreciación de los finalidad de la representación para
grandores, pues cuando la aprehen el juicio en la apreciación de las
sión ha llegado tan lejos que las re magnitudes: me limito a observar
presentaciones parciales de la intui que si el juicio estético ha de darse
ción sensible, primeramente aprehen puro (sin mezcla de juicios teleoló-
didas, empiezan ya a apagarse en la gicos, como juicios de razón), y con
imaginación, retrocediendo ésta para él un ejemplo totalmente adecuado
aprehender algunas de ellas, enton a la Crítica del Juicio estético, hay
ces pierde por un lado lo que por que mostrar lo sublime, no en los
otro gana y hay en la comprensión productos del arte (verbigracia, edi
un máximo del cual no puede pasar. ficios, columnas, etc.), donde un fin
Puede explicarse así lo que Sava- humano determina, tanto la forma
ry,x en sus noticias sobre Egipto, ob-
licía con Napoleón I y acompañó a
1 Savary, duque de Rovigo, el famo éste en la expedición de Egipto. (N.
so general que fue ministro de la Po- del T.)
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magnitudes dadas, incluso en aque tido teórico para la facultad del co
llas que, aunque no puedan nunca nocimiento, pero sí como ensancha
ser totalmente aprehendidas, son, miento del espíritu que se siente ca
sin embargo (en la representación paz de saltar las barreras de la sen
sensible), juzgadas como totalmen sibilidad en otro sentido (el prác
te dadas, exige totalidad, y, por tan tico) .
to, comprensión en una intuición, Sublime es, pues, la naturaleza en
pide! una exposición para todos aque aquellos de sus fenómenos cuya in
llos .miembros de una serie de nú tuición lleva consigo la idea de su
meros en progresión creciente, e in infinitud. Esto último, ahora bien,
cluso no exceptúa de esa exigencia no puede ocurrir más que mediante
lo infinito (espacio y tiempo pasa la inadecuación incluso del mayor es
do) , sino que hasta hace inevitable fuerzo de nuestra imaginación para
el pensarlo (en el juicio de la razón la apreciación de la magnitud de un
común) como totalmente (según su objeto. Ahora bien: para la aprecia^
totalidad) dado. ción matemática de las magnitudes,
Lo infinito, empero, es absoluta la imaginación está adecuada con
mente (no sólo comparativamente) todo objeto para darles una medida
grande. Comparado con él, todo lo suficiente, porque los conceptos de
otro (magnitudes de la misma espe número del entendimiento pueden
cie) es pequeño. Pero (y esto es lo adecuar, por progresión, toda me
más importante) el poder solamente dida a toda magnitud dada. Tiene;
pensarlo como un todo denota una pues, que ser en la apreciación es
facultad del espíritu que supera toda tética de las magnitudes en donde
medida de los sentidos, pues para el esfuerzo para la comprensión su
ello sería necesaria una compren pere a la facultad de la imagina
sión que ofreciera como unidad una ción, en donde se sienta la aprehen
medida que estuviera con el infini sión progresiva, para concebir en
to en una relación determinada in- un todo de la intuición y se perciba
dicable en números, lo cual es impo al mismo tiempo, además, la inade
sible. Pero, sin embargo, para poder cuación de esa facultad sin límites
sólo pensar el infinito dado sin con en el progresar, para aprehender una
tradicción, se exige en el espíritu medida fundamental que sirva, con
humano una facultad que sea ella el menor empleo del entendimiento,
misma suprasensible, pues sólo me a la apreciación de las magnitudes
diante ella y su idea de un noúme y para aplicarla a la apreciación de
no, que no consiente intuición algu las mismas. Ahora bien: la medida
na, pero que es puesto como sus fundamental propiamente inmutable
trato para la intuición del mundo de la naturaleza es el todo absoluto
como fenómeno, es totalmente com de la' misma, el cual, en ella, como
prendido lo infinito del mundo sen fenómeno, es una infinidad com
sible bajo un concepto, en la pura prendida. Pero como esa medida fun
intelectual apreciación de las mag damental es un concepto contradic
nitudes, aunque en la matemática, torio err-sf mismo (a causa de-la im
mediante conceptos de números, no posibilidad de la absoluta totalidad
pueda jamás ser totalmente pensado. de un progreso sin fin, aquella mag
Hasta la facultad de poder pensar nitud de un objeto natural, en la
como dado el infinito de la intuición cual la imaginación emplea toda su
suprasensible (en su sustrato inteli facultad infructuosamente, tiene que
gible) supera toda medida de la sen conducir el concepto de la natura
sibilidad, y es grande por encima leza a un sustrato suprasensible (que
de toda comparación, incluso con está a su base y también a la de
la facultad de la apreciación mate nuestra facultad de pensar), que es
mática; no, desde luego, en el sen grande por encima de toda medida
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ción con ella como una ley. Así, dida de la sensibilidad es inadecua
en la naturaleza no podemos tan fá jeros, o para poder dar de ellos al
cilmente lisonjearnos de penetrar en guna vez una descripción patética?
los demás, pues parece que es nece Pero su intención era la instrucción
saria una mucho mayor cultura, no de los hombres, y aquel hombre emi
sólo del Juicio estético, sino también nente tuvo y dio además a los lec
de las facultades de conocimiento tores de sus viajes una sensación que
que están a la base de ésta para po eleva las almas.
der enunciar un juicio sobre la exce Pero porque el juicio sobre lo su
lencia de los objetos de la natura blime de la naturaleza requiera cul
leza. tura (más que el juicio sobre lo be
l a disposición del espíritu para llo) , no por eso es justamente pro
el sentimiento de lo sublime exige ducido originariamente por la cultu
una receptividad del mismo para ra e introducido algo así como con
ideas, pues justamente en la inade vencionalmente en la sociedad, sino
cuación de la naturaleza con estas que tiene sus bases en la naturaleza
últimas, y, por tanto, sólo bajo la humana y en aquello justamente
suposición de las mismas y de una que, además del entendimiento sano,
tensión de la imaginación para tra se puede al mismo tiempo exigir y
tar la naturaleza como un esquema reclamar de cada cual, a saber, la
de ellas, se da lo atemorizante para disposición para el sentimiento de
la sensibilidad, lo cual, 'a l mismo ideas (prácticas), es decir, la moral.
tiempo, es atractivo, porque es una En esto se funda ahora la necesi
violencia que la razón ejerce sobre dad de la concordancia del juicio de
aquélla sólo para extenderla adecua otros sobre lo sublime con el nues
damente a su propia esfera (la prác tro, lo cual atribuimos al mismo
tica) y dejarle ver más allá en lo in tiempo a éste, pues así como tacha
finito, que para aquélla es un abis mos de falto de gusto a aquel que
mo. En realidad, sin desarrollo.de en el juicio de un objeto de la na
ideas morales, lo que nosotros, pre turaleza encontrado bello por nos
parados por la cultura, llamamos su otros se muestra indiferente, de igual
blime, aparecerá al hombre rudo modo decimos del que permanece in
sólo como atemorizante. Él verá en móvil ante lo que nosotros juzga
las demostraciones de poder de la mos como sublime que no tiene sen
naturaleza, en su destrucción y en timiento alguno. Pero ambas cosas
la gran medida de la fuerza de ésta l^s exigimos a cada hombre y las
frente a la cual la suya desaparece suponemos en él si tiene alguna cul
en la nada, sólo la pena, el peligro, tura: sólo con la diferencia que la
la congoja que rodearían al hombre primera, como en ella el Juicio re
que fuera lanzado allí. Así, aquel fiere la imagen sólo al entendimien
bueno y por lo demás inteligente al to como facultad de los conceptos,
deano sabovano llamaba, sin más la exigimos, sin más, a cada cual;
reflexión, locos (según cuenta el Sr. pero la segunda, como en ella el
de Saussure)3 a todos los aficiona Juicio refiere la imaginación a la ra
dos a la nieve de las montañas. Y zón como facultad de las ideas, la
¿quién sabe si quizá no hubiera te exigimos sólo bajo una suposición
nido razón, de haber arrostrado subjetiva (que. sin embargo, nos
aquel observador los peligros a que creémos autorizados a exigir de cada
se expuso sólo por afición, como cual), a saber, la del sentimiento
suelen hacer la mayoría de los via moral en el hombre, y por esto atri
buimos, a su vez, necesidad a ese
juicio estético.
3 Sabio ginebrino, geólogo y geógra
fo. Dícese que fue el primero en reali Esta modalidad de los juicios es
zar la ascensión del Mont-Blanc. (N. téticos, a saber, la necesidad que
del T.) les es atribuida, constituye un mo-
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ellos influya en nuestro juicio esté bre en nosotros una insondable pro
tico (entonces ya no puro), aunque fundidad de esa facultad suprasen
es, desde luego, una condición nece sible con sus consecuencias, que se
saria también de la satisfacción es extienden adonde ya no alcanza la
tética el que no les contradigan. La vista), resulta que la satisfacción,
finalidad estética es la conformidad considerada en la parte estética (en
a la ley del Juicio en su libertad. La relación con la sensibilidad), es ne
satisfacción en el objeto depende de gativa, es decir, contra ese interés,
la relación en que queremos poner pero en la intelectual es positiva y
la imaginación, con tal de que por unida con un interés. De aquí se de
sí misma entreténga el espíritu en duce que el bien (el bien moral)
libre ocupación. En cambio, cuando intelectual, conforme en sí mismo a
es otra cosa, sensación de los senti fin, debe representarse, no tanto
dos o concepto del entendimiento, como bello, sino más bien como su
lo que determina el juicio, éste, si blime, de suerte que despierta más
bien es conforme a la ley, no es, sin el sentimiento del respeto (que des
embargo, el juicio de una libre fa precia el encanto) que el del atpor
cultad del Juicio. y la íntima inclinación porque la na
Así, pues, cuando se hable de be turaleza humana concuerda con
lleza o sublimidad intelectual: pri aquel bien, no por sí misma, sino
meramente, estas expresiones no son sólo por la violencia que la razón
del todo exactas, porque hay modos hace a la sensibilidad. Recíproca
de representación* estéticos que si mente, lo que llamamos sublime en
fuéramos meramente inteligencias la naturaleza, fuera de nosotros, o
puras (o nos pusiéramos también, también en la interior (verbigracia,
por el pensamiento, en esa cuali ciertas emociones), se representa
dad) , no podrían encontrarse de como una fuerza del espíritu para
ningún modo en nosotros; segunda- elevarse por encima de ciertos obs
mente, aunque antes, como objetos táculos de la sensibilidad por medio
de una satisfacción intelectual (mo de principios morales,4 y por ello
ral), pueden, desde luego, enlazarse vendrá a ser interesante.
con la satisfacción estética, en tanto En esto último voy a detenerme
en cuanto no descansan en interés un poco. La idea del bien con emo
alguno, sin embargo, es difícil unir ción se llama entusiasmo. Este es
las, por otra parte, con ella, porque tado de espíritu parece ser de tal
deben producir un interés, lo cual, manera sublime, que se opina gene
si la exposición ha de concordar en ralmente que sin él no se puede rea
el juicio estético con la satisfacción, lizar nada grande. Ahora bien: toda
no ocurriría en éste más que me emoción5 es ciega, o en la elección
diante un interés sensible que se en
laza con él en la exposición, pero 4 En las tres ediciones dice «huma
entonces se daña y se impurifica la nos»; pero desde Hartenstein, todos
finalidad intelectual. los editores escriben «morales». Adop
El objeto de una satisfacción inte to esta versión, aunque la de «huma
nos» podía adelantar muchas y buenas
lectual pura e incondicionada es la razones en su favor. (N. del T.)
ley moral, en su fuerza, que ella 5 Las emociones se distinguen espe
ejerce en nosotros por encima de to cíficamente de las pasiones. Aquéllas
dos y cada uno de los móviles del se refieren sólo al sentimiento: éstas
espíritu que la preceden; y como esa pertenecen a la facultad de desear, y
fuerza no se da propiamente a co son inclinaciones que dificultan o im
nocer estéticamente más que por me posibilitan toda determinabilidad de la
voluntad mediante principios; aquéllas
dio de sacrificios (lo cual es una son tormentosas y sin premeditación:
privación, aunque en favor de la in éstas, perseverantes y reflexivas. Así,
terior libertad, y, en cambio, descu la indignación, como cólera, es una
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sos del espíritu enlázanse con ideas supresión de sus barreras; y esa abs
religiosas, bajo el nombre de edifi tracción es, pues, una exposición de
cación, o con ideas que tienen un lo infinito, que por eso mismo, cier
interés social, como sólo pertene tamente, no puede ser nunca más
cientes a la cultura, y no pueden que una exposición meramente nega
tampoco, por muy gran tensión en tiva, pero que, sin embargo, ensan
que pongan la imaginación, preten cha el alma. Quizá no haya en el li
der al honor de una exposición su bro de la ley de los judíos ningún
blime, si no dejan tras sí una dis pasaje más sublime que el manda
posición de espíritu que, aunque sólo miento: «No debes hacerte ninguna
indirectamente, tenga influjo en la imagen tallada ni alegoría alguna, ni
conciencia del propio vigor y de la de lo que hay en el cielo, ni de lo
decisión para lo que lleva consigo ‘que hay en la tierra, ni de lo que
pura intelectual finalidad (para lo hay debajo de la tierra. .. , etcéte
suprasensible), pues si no, todos ra. . . 6 Ese solo mandamiento pue
esos sentimientos pertenecerán al de explicar el entusiasmo que el
movimiento, el cual se estima a cau pueblo judío, en su período civiliza
sa de la salud. La agradable laxitud, do, sintió por su religión, cuando se
que es la consecuencia de semejante comparó con otros pueblos o con
excitación mediante el juego de las aquel orgullo que inspira el maho
emociones, es un goce del bienestar, metismo. Lo mismo, exactamente,
nacido del equilibrio, restablecido ocurre con la representación de la
en nosotros, de las diversas fuerzas ley moral y de la capacidad de mo
de la vida, el cual, al cabo, viene a ralidad en nosotros. Es una preocu
parar a lo mismo que aquel otro que pación totalmente falsa la de que,
los voluptuosos del Oriente encuen si se la privase de todo lo que pue
tran tan deleitoso, al hacerse, por de recomendarla a los sentidos, ven
decirlo así, amasar el cuerpo y opri dría entonces a llevar consigo no
mir y plegar músculos y articulacio más que un consentimiento sin vida
nes; sólo que allí el principio motor y frío y ninguna fuerza o sentimien
está, en gran parte, dentro de nos to motriz. Es exactamente lo con
otros, y aquí, en cambio, totalmente trario, pues allí donde los sentidos
fuera. Algunos creen haberse edifi no ven ya nada .más delante de sí,
cado por una predicación allí don y, sin embargo, permanece imborra
de, sin embargo, nada ha sido cons ble la idea de la moralidad, que no
truido (ningún sistema de buenas se pued.e desconocer, más bien sería
máximas), o haberse mejorado por necesario moderar el ímpetu de una
un drama, cuando sólo se sienten imaginación ilimitada, para no de
alegres de haber entretenido feliz jarla subir hasta el entusiasmo, que,
mente el fastidio. Así, pues, lo su por temor a la falta de fuerzas de
blime debe siempre tener relación esas ideas, buscar para ellas una ayu
con el modo de pensar, es decir, pro da en imágenes y en un pueril apa
porcionar en máximas a las ideas rato. Por eso también han permitido
intelectuales y de la razón una fuer gustosos los Gobiernos que se pro
za superior sobre la sensibilidad. vea ricamente la religión de ese úl
No hay que temer que el senti timo aditamento, y han tratado así
miento de lo sublime se pierda por de quitarle al súbdito el trabajo,
esta manera de exposición abstracta, pero al mismo tiempo la facultad
que, en lo que toca a lo sensible, es de ampliar las facultades de su alma
totalmente negativa, pues la imagi
nación, si bien, nada encuentra por 6 La cita está y se repite frecuente
encima de lo sensible, en donde se mente en la Biblia, Éxod., 20, 4; Deut.,
ueda mantener, se siente, sin em- 4, 15, 20; Jos., 24, 14; Ps, 96, 7. (TV.
argo, ilimitada, justamente por esa del T.)
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