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SEGUNDO LIBRO

ANALITICA DE LO SUBLIME

§ 23 embargo, una totalidad de la misma,


de tal modo que parece tomarse lo
Tránsito de la facultad de juzgar bello como la exposición de un con­
lo bello a la de lo sublime cepto indeterminado del entendi­
miento, y lo sublime como la de un
Lo bello tiene de común con lo concepto semejante de la razón. Así
sublime que ambos placen por sí es la satisfacción unida allí con la
mismos. Además, ninguno de los dos representación de la cualidad; aquí,
presupone un juicio sensible deter­ empero, con la de la cantidad. Tam­
minante, ni uno lógico determinan­ bién esta última satisfacción es muy
te, sino un juicio de reflexión; con­ diferente de la primera, según la es­
siguientemente, la satisfacción no pecie, pues aquélla (lo bello) lleva
depende de una sensación, como la consigo directamente un sentimiento
de lo agradable, ni de un concepto de impulsión a la vida, y, por tanto,
determinado, como la satisfacción en puede unirse con el encanto y con
el bien, siendo, sin embargo, referi­ una imaginación que juega, y ésta,
da a conceptos, aunque indetermi­ en cambio (el sentimiento de lo su­
nado queda cuáles; por tanto, la sa­ blime), es un placer que nace sólo
tisfacción se enlaza con la mera ex­ indirectamente del modo siguiente:
posición o facultad de la misma, produciéndose por medio del senti­
mediante lo cual la facultad de ex­ miento de una suspensión momentá­
posición o imaginación es considera­ nea de las facultades vitales, segui­
da, en una intuición dada, en con­ da inmediatamente por un desborda­
formidad con la facultad de los con­ miento tanto más fuerte de las mis­
ceptos del entendimiento o de la mas; y así, como emoción, parece
razón como impulsión de esta últi­ ser, no un juego, sino seriedad en
ma. De aquí también que los juicios la ocupación de la imaginación. De
de esas dos clases sean particulares, aquí que no pueda unirse con en­
y se presenten, sin embargo, como canto; y siendo el espíritu, no sólo
universalmente valederos en consi­ atraído por el objeto, sino sucesiva­
deración del sujeto, aunque no ten­ mente también siempre rechazado
gan pretensión más que al sentimien­ por él, la satisfacción en lo sublime
to de placer y no a un conocimiento merece llamarse, no tanto placer po-.
del objeto. sitivo como, mejor, admiración o
Pero hay también entre ambos di­ respeto, es decir, placer negativo.
ferencias considerables, que están a Pero la diferencia más importan­
la vista. Lo bello de la naturaleza te e interna entre lo sublime y lo
se refiere a la forma del objeto, que bello es la siguiente: que si como
consiste en su limitación; lo subli­ es justo, consideramos aquí primera­
me, al contrario, puede encontrarse mente sólo lo sublime en objetos de
en un objeto sin forma, en cuanto la naturaleza (lo sublime del arte se
en él, u ocasionada por él, es repre­ limita siempre a las condiciones de
sentada ilimitación y pensada, sin la concordancia con la naturaleza),
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la belleza natural (la independien­ pecto al uso del Juicio, en lo que


te) parece ser una finalidad en su toca a los fenómenos, de tal modo
forma, mediante la cual el objeto que éstos han de ser juzgados como
parece, en cierto modo, ser determi­ pertenecientes no sólo a la natura­
nado de antemano para nuestro Jui­ leza en su mecanismo sin finalidad,
cio; en cambio, lo que despierta en sino también a la analogía con el
nosotros, sin razonar, sólo en la arte. Aquélla, pues, no amplía, des­
aprehensión, el sentimiento de lo su­ de luego, nuestro conocimiento de
blime, podrá parecer, según su for­ los objetos de la naturaleza, pero sí
ma, desde luego, contrario a un fin nuestro concepto de la naturaleza,
para nuestro Juicio, inadecuado a añadiendo al mero mecanismo el
nuestra facultad de exponer y, en concepto de ella como arte, lo cual
cierto modo, violento para la imagi­ invita a profundas investigaciones
nación; pero sin embargo, sólo por sobre la posibilidad de semejante
eso será juzgado tanto más sublime. forma. Pero en lo que tenemos cos­
Por esto, empero, se ve, desde lue­ tumbre de llamar sublime no hay
go, que nos expresamos con total fal­ nada que conduzca a ¡principios ob­
sedad cuando llamamos sublime al­ jetivos particulares y a formas de la
gún objeto de la naturaleza, aunque naturaleza que de éstos dependan,
podamos correctamente llamar be­ pues ésta despierta la idea de lo su­
llos muchos de entre ellos, pues blime, las más de las veces, más
¿cómo puede designarse con una ex­
bien en su caos o en su más salvaje
presión de aplauso lo que es apre­
hendido en sí como contrario a un e irregular desorden y destrucción,
con tal de que se vea grandeza y
fin? Sólo podemos decir que el ob­
jeto es propio para exponer una su­ fuerza. Por esto vemos que el con­
cepto de lo sublime en la naturaleza
blimidad que puede encontrarse en
el espíritu, pues lo propiamente su­ no es, ni con mucho, tan importante
blime no puede estar encerrado en y tan rico en deducciones como el
forma sensible alguna, sino que se de la belleza en la misma, y que no
refiere tan sólo a.ideas de la razón, presenta absolutamente nada de fi­
que, aunque ninguna exposición ade­ nalidad en la naturaleza misma, sino
cuada de ellas sea posible, son pues­ sólo en el uso posible de sus intui­
tas en movimiento y traídas al espí­ ciones para hacer sensible en nos­
ritu justamente por esa inadecuación otros una finalidad totalmente inde­
que se deja exponer sensiblemente. pendiente de la naturaleza. Para lo
Así, no se puede llamar sublime el bello de la naturaleza tenemos que
amplio Océano en irritada tormen­ buscar una base fuera de nosotros;
ta. Su aspecto es terrible, y hay que para lo sublime, empero, sólo en
tener el espíritu ya ocupado con nosotros y en el modo de pensar que
ideas de varias clases para ser deter­ pone sublimidad en la representa­
minado, por una intuición semejan­ ción de aquélla. Esta es una nota
te, a un sentimiento que él mismo previa muy necesaria, que separa
es sublime, viéndose el espíritu es­ totalmente la idea de lo sublime de
timulado a dejar la sensibilidad y a la de una finalidad de la naturaleza
ocuparse con ideas que encierran y hace de su teoría un simple suple­
una finalidad más elevada. mento al juicio estético de la finali­
La belleza independiente natural dad de la naturaleza, porque me­
nos descubre una técnica de la na­ diante la idea de lo sublime no es
turaleza que la hace representable representada forma alguna particu­
como un sistema, según leyes cuyo lar de la naturaleza, sino que sólo es
principio no encontramos en toda desarrollado un uso conforme a fin,
nuestra facultad del entendimiento, que la imaginación hace de su repre­
y este es el de una finalidad con res­ sentación.
CRÍTICA DEL JU IC IO 239

dada será juzgada sólo en conside­


§ 24 ración de esas facultades (sin fin ni
interés), y como entonces la prime­
De la división de una investigación ra es añadida al objeto como una
del sentimiento de lo sublime disposición matemática, la segunda
como una disposición dinámica de
En lo que se refiere a la división la imaginación, de aquí que aquél
de los momentos del juicio estético, sea representado como sublime en
en relación con el sentimiento de lo esa pensada doble manera.
sublime, podrá la analítica seguir
adelante según el mismo principio
que empezó en el análisis de los jui­ A. De lo s u b l im e m a t e m á t ic o
cios de gusto, pues como Juicio re­
flexionante estético, debe la satisfac­ § 25
ción en lo sublime, como la de lo
bello, ser de un valor universal, se­ Definición verbal de lo sublime
gún la cantidad; carecer de interés,
según la cualidad; hacer represen­ Sublime llamamos lo que es abso­
table una finalidad subjetiva, según lutamente grande. Ser grande, empe­
la relación, y hacerla representable ro, y ser una magnitud, son concep­
como necesaria, según la modalidad. tos totalmente distintos (magnitudo
El método, aquí, no se apartará, y quantitas). Igualmente, decir sen­
pues, del de la anterior sección, a cillamente (simpliciter), que algo es
menos que haya que tenerse en cuen­ grande, es también totalmente dis­
ta que allí en donde el juicio-esté­ tinto de decir que algo es absoluta­
tico se refería a la forma del objeto, mente grande (absolute, non com-
comenzamos por la investigación de parative magnum). Lo último es
la cualidad, y aquí, en cambio, a aquello que es grande por encima de
causa de la falta de forma que pue­ toda comparación. Ahora bien: ¿qué
de haber en lo que llamamos subli­ quiere decir ¡a expresión algo es
me, comenzaremos con la cantidad grande, o pequeño, o mediano? Lo
como primer momento del juicio es­ que mediante ella es indicado no es
tético sobre lo sublime; pero el mo­ un puro concepto del entendimiento;
tivo de esto se ve en los párrafos menos aun una intuición sensible, y s
anteriores. tampoco un concepto de la razón,
Pero hay una división que el aná­ porque no lleva consigo principio
lisis de lo sublime necesita, y que alguno del conocimiento. Tiene que
no necesitó el de lo bello; es, a sa­ ser, pues, un concepto del Juicio, o
ber: la de sublime matemático y su­ provenir de uno de éstos, y tener su
blime dinámico. base una finalidad subjetiva de lá
Pues como el sentimiento de lo representación en relación con el
sublime lleva consigo, como carác­ Juicio. Que algo es una magnitud
ter suyo, un movimiento del espíri­ (quantum), se puede conocer por la
tu unido con el juicio del objeto, y, cosa misma, sin comparación algu­
en cambio, el gusto, en lo bello, su­ na con otras, a saber: cuando una
pone y mantiene el espíritu en con­ pluralidad de lo idéntico, juntado,
templación reposada, y como ese constituye un uno. Pero el cómo sea
movimiento debe ser juzgado como de grande exige siempre otra cosa,
subjetivamente final (porque lo su­ que también es una magnitud para
blime place), resulta que será refe­ medirlo. Pero como en el juicio so­
rido por la imaginación, o a la facul­ bre la magnitud, importa no sólo la
tad de conocer, o a la facultad de pluralidad (el número), sino tam­
desear; pero, en ambas relaciones, bién la magnitud de la unidad (de
la finalidad de la representación medida), y como la magnitud de
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ésta necesita siempre de nuevo otra la magnitud de una cierta virtud o


cosa, como medida con que se la de la libertad y justicia públicas en
pueda comparar, así vemos que toda un país, o, en lo teórico, la magni­
determinación de magnitud de los tud de la exactitud o inexactitud de
fenómenos no nos puede dar, de nin­ una observación o de una medida
gún modo, concepto alguno absolu­ hechas. . . , y otras. . .
to de una magnitud, sino solamente Ahora bien: aquí es de notar que,
siempre un concepto de compara­ aunque no tengamos interés alguno
ción. en el objeto, es decir, que su exis­
Ahora bien: cuando digo sencilla­ tencia nos sea indiferente, sin em­
mente que algo es grande, parece bargo, la mera magnitud del mismo,
que no tengo en el sentido compara­ incluso cuando se le considera como
ción alguna, al menos, con una me­ informe, puede llevar consigo una
dida objetiva, pues mediante aquello satisfacción universalmente comuni­
no se determina de ningún modo cable, y, por tanto, encierra la con­
cuán grande el objeto sea. Pero aun­ ciencia de una finalidad subjetiva en
que la medida de la comparación sea el uso de nuestras facultades de co­
subjetiva, no deja por eso el juicio nocer, pero no una satisfacción en el
de pretender a una aprobación uni­ objeto, como en lo bello (puestó que
versal; los juicios como: el hombre puede ser informe), en donde el Jui­
es bello y él es grande, no se limi­ cio reflexionante se encuentre dis­
tan al sujeto solo, sino que desean, puesto como conforme a un fin en
como los juicios teóricos, la aproba­ relación con el conocimiento en ge­
ción de cada cual. neral, sino una satisfacción en el
Pero como en un juicio mediante ensanchamiento de la imaginación
el cual algo es sencillamente indica­ en sí misma.
do como grande no se quiere decir Cuando nosotros (bajo la citada
solamente que el objeto tiene una limitación) decimos sencillamente
magnitud, sino que ésta le es atri­ de un objeto que es grande, no es
buida, al mismo tiempo, con ventaja este un juicio determinante-matemá­
sobre otros muchos objetos de igual tico, sino un mero juicio de refle­
especie, sin que se declare determi­ xión sobre la representación de
nadamente esa ventaja, resulta que aquél, la cual tiene una finalidad
se pone, de seguro, a la base del jui­ subjetiva para un determinado uso
cio una medida que se supone poder de nuestras facultades de conocer en
¡er aceptada como exactamente la la apreciación de las magnitudes; y
misma por todo el mundo, pero que entonces unimos a la representación
no es aplicable a ningún juicio ló­ siempre una especie de respeto, así
gico (matemáticamente determina­ como a aquello que llamamos sen­
do), sino sólo al juicio estético de cillamente pequeño unimos un des­
la magnitud, porque ella es una me­ precio. Por lo demás, el juicio de
dida meramente subjetiva que está las cosas como grandes o pequeñas
a la base del juicio que reflexiona se aplica a todo, incluso a todas las
sobre magnitudes. Por lo demás, propiedades de las mismas: de aguí
puede ella ser empírica, como, por que, incluso la belleza, la llamemos
ejemplo, la magnitud media de los grande o pequeña, y la base de esto
hombres conocidos por nosotros, de hay que buscarla en que lo que quie­
animales de una determinada espe­ ra que sea que expongamos en la
cie, de árboles, casas, montes, etc..., intuición (y, por tanto, represente­
o puede ser una medida dada a prio- mos como estético), según prescrip­
ri, la cual, por la imperfección del ción del Juicio, todo ello es fenóme­
sujeto que juzga, es limitada a con­ no, y por tanto, también un quan­
diciones subjetivas de la exposición tum..
irt concreto, como es. en lo práctico, Pero cuando llamamos una cosa,
c r ít ic a " d e l íu ic io 241

no solamente grande, sino grande de la disposición del espíritu, mediante


todos modos, absolutamente, en todo una cierta representación que ocupa
respecto (sobre toda comparación), el Juicio reflexionante.
es decir, sublime, se ve en seguida Podemos, pues, añadir a las ante­
que no consentimos en buscar para riores formas de la definición de lo
ella, fuera de ella, una medida que sublime esta más: Sublime es lo que,
le convenga, sino sólo consentimos sólo porque se puede pensar, de­
en buscarla dentro de ella. muestra una facultad del espíritu
Es una magnitud que sólo a sí que supera toda medida de los sen­
misma es igual. De aquí se colige tidos.
que se ha de buscar lo sublime, no
en las cosas de la naturaleza, sino § 26
solamente en nuestras ideas; deter­
minar, empero, en cuál de ellas se De la apreciación de las magnitudes
encuentra, debemos dejarlo para la de las cosas naturales exigida para
deducción. ¡a idea de lo sublime
La definición anterior puede ex­
presarse también así: Sublime es■ La apreciación de las magnitudes
aquello en comparación con lo cual mediante conceptos de números (o
toda otra cosa es pequeña. Se ve fá­ sus signos en el álgebra) es mate­
cilmente por esto que nada puede mática; pero la de la mera intuición
darse en la naturaleza, por muy (por la medida de los ojos) es esté­
grande que lo juzguemos, que no tica. Ahora bien: no podemos adqui­
pueda, considerado en otra relación, rir conceptos determinados de cómo
ser rebajado hasta lo infinitamente sea de grande una cosa más que por
pequeño, y, al revés, nada tan pe­ números (en todo caso, aproxima­
queño que no pueda, en compara­ ciones por series de números, pro­
ción con medidas más pequeñas aun, gresando en lo infinito), cuya uni­
ampliarse en nuestra imaginación dad es la medida; y en este respecto,
hasta el tamaño de un mundo. El te­ toda apreciación lógica de las mag­
lescopio nos ha dado una rica ma­ nitudes es matemática. Pero como
teria para hacer la primera observa­ la magnitud de la medida hay que
ción; el microscopio, para la segun­ admitirla, sin embargo, como conoci­
da. Nada, por tanto, de lo que pue­ da, esta medida no debiera apreciar­
de ser objeto de los sentidos puede se a su vez más que por números,
llamarse sublime, considerándolo de cuya ^unidad tendría que ser otra
ese modo. Pero justamente porque medida, es decir, matemáticamente,
en nuestra imaginación hay una ten­ no podríamos nunca tener una me­
dencia a progresar en lo infinito y dida primera o fundamental, y, por
en nuestra razón una pretensión a tanto, concepto alguno determinado
totalidad absoluta, como idea real, de una magnitud dada. Así, pues, la
por eso esa misma inacomodación apreciación de la magnitud de la me­
de nuestra facultad de apreciar las dida fundamental tiene que consistir
magnitudes de las cosas en el mundo solamente en que se la pueda apre­
sensible es, para esa idea, el desper­ hender inmediatamente en una in­
tar del sentimiento de una facultad tuición y usarla por medio de h ima­
suprasensible en nosotros, y el uso ginación para ia exposición de los
que el Juicio hace naturalmente de cpnceptos de número, es decir, toda
algunos objetos para este último (el apreciación de magnitudes de los ob­
sentimiento), perol no el objeto de jetos de la naturaleza es, en último
los sentidos, es lo absolutamente término, estética (es decir, subjetiva
grande, siendo frente a él todo otro y no objetivamente determinada).
uso pequeño. Por lo tanfo, ha de Ahora, bien: para la apreciación
llamarse sublime, po el objeto, sino matemática de las magnitudes no
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hay ningún máximo (pues la fuerza serva, que es que no hay que acer­
de los números va al infinito); pero carse mucho ni tampoco alejarse mu­
para la apreciación estética de las cho de las pirámides para experi­
magnitudes hay, en cambio, un má­ mentar toda la emoción de su mag­
ximo, y de éste digo que cuando es nitud, pues en este último caso, las
juzgado como una medida absoluta partes aprehendidas (las piedras,
por encima de la cual no es posible unas sobre otras) son representadas
ninguna subjetiva mayor (para el oscuramente, y su representación no
sujeto que juzga), entonces lleva hace efecto alguno en el juicio esté­
consigo la idea de lo sublime y de­ tico del sujeto. Pero en el primer
termina aquella emoción que nin­ caso, la vista necesita algún tiempo
guna apreciación matemática de las para terminar la aprehensión de los
magnitudes por medio de números planos desde la base a la punta, y
(a no ser que aquella medida fun­ entonces apáganse siempre, en par­
damental sea conservada allí vivien­ te, los primeros, antes de que la ima­
te en la imaginación) puede produ­ ginación haya recibido los últimos, y
cir, porque esta última expone siem­ la comprensión no es nunca comple­
pre solamente las magnitudes rela­ ta. Lo mismo puede bastar también
tivas por comparación con otras de para explicar el estupor o especie
la misma clase, y aquella primera de perplejidad que, según cuentan,
expone las magnitudes -absolutamen­ se apodera del espectador, a su pri­
te en cuanto el espíritu puede apre­ mera entrada en la iglesia de San
henderlas en una intuición. Pedro, en Roma. Pues aquí es un
Para recibir intuitivamente en la sentimiento de la disconformidad de
imaginación un quantum, a fin de su imaginación con la idea de un
poder usarlo como medida o como todo, para exponerla en donde la
unidad para la apreciación de mag­ imaginación alcanza su máximo, y,
nitudes, por medio de números, se en el esfuerzo para ensancharlo, re­
requieren dos actividades de aquella cae sobre sí misma, y, mediante todo
facultad: aprehensión (apprehensio) eso, se sume en una emocionante sa­
y comprensión (comprehensio ces- tisfacción.
thetica). Con la aprehensión no tie­ No quiero aún adelantar nada so­
ne ella nada que temer, pues con bre el fundamento de esa satisfac­
ella puede ir al infinito; pero la ción, el cual está unido con una re­
comprensión se hace tanto más di­ presentación de la que menos se po­
fícil cuanto más lejos retrocede la día esperar eso y que nos hace notar
aprehensión, y pronto llega a su má­ la disconformidad, y consiguiente­
ximo, a saber, a la mayor medida mente también la objetiva falta de
estética de la apreciación de los finalidad de la representación para
grandores, pues cuando la aprehen­ el juicio en la apreciación de las
sión ha llegado tan lejos que las re­ magnitudes: me limito a observar
presentaciones parciales de la intui­ que si el juicio estético ha de darse
ción sensible, primeramente aprehen­ puro (sin mezcla de juicios teleoló-
didas, empiezan ya a apagarse en la gicos, como juicios de razón), y con
imaginación, retrocediendo ésta para él un ejemplo totalmente adecuado
aprehender algunas de ellas, enton­ a la Crítica del Juicio estético, hay
ces pierde por un lado lo que por que mostrar lo sublime, no en los
otro gana y hay en la comprensión productos del arte (verbigracia, edi­
un máximo del cual no puede pasar. ficios, columnas, etc.), donde un fin
Puede explicarse así lo que Sava- humano determina, tanto la forma
ry,x en sus noticias sobre Egipto, ob-
licía con Napoleón I y acompañó a
1 Savary, duque de Rovigo, el famo­ éste en la expedición de Egipto. (N.
so general que fue ministro de la Po- del T.)
CRÍTICA DEL JU IC IO 243

coma la magnitud, ni en las cosas La imaginación marcha, en la


naturales cuyo concepto lleve ya comprensión que es necesaria para
consigo un determinado fin (verbi­ la representación de magnitudes, por
gracia, animales de una determina­ sí misma, adelante en el infinito; el
ción natural conocida), sino en la entendimiento, empero, la conduce
naturaleza bruta (y aun en ésta sólo por medio de conceptos de números,
en cuanto no lleve consigo, en sí, para lo cual ella tiene que dar el es­
encanto alguno o emoción dfe verda­ quema, y en este proceder, como per­
dero peligro), en cuanto solamente teneciente a la apreciación lógica 3e
encierra magnitud, pues en esta cla­ las magnitudes, si bien hay algo de
se de representación, la naturaleza finalidad objetiva, según el concepto
no contiene nada que sea monstruo­ de un fin (cada medida es uno de
so (ni espléndido ni horrible): la ellos), no hay nada final para el Jui­
magnitud aprehendida puede ser cio estético ni nada que dé placer.
todo lo aumentada que se quiera, No hay tampoco, en esta intencio­
con tal de que pueda ser compren­ nada finalidad, nada que obligue a
dida por la imaginación en un todo. elevar la magnitud de la medida, y,
Monstruoso es un objeto que, por su por tanto, de la comprensión de ía
magnitud, niega el fin que constitu­ pluralidad en una intuición, hasta el-
ye su propio concepto. Pero colosal límite de la facultad de la imagina­
se llama la mera exposición de un ción, por muy lejos que ésta pueda
concepto casi demasiado grande llegar en exposiciones. Pues en la
para toda exposición (que confina apreciación de las magnitudes por d
con lo relativamente monstruoso), entendimiento (aritmética) se llega
porque el fin de la exposición de un igual de lejos, élévese la compren­
concepto se encuentra dificultado, sión de las unidades hasta el núme­
por ser la intuición del objeto casi ro 10 (en la decàdica), o sólo hasta
demasiado grande para nuestra fa­ el 4 (en la tetráctica), pero la pos:
cultad de aprehender. Un juicio puro terior formación de magnitudes en
sobre lo sublime empero, no debe el comprender, o, cuando el quan­
tener como fundamento de determi­ tum es dado en la inunción, en el
nación fin alguno del objeto, si ha aprehender, se realiza sólo progresi­
de ser estético, y no confundirse con vamente (no comprensivamente) se­
algún juicio de entendimiento o de gún un principio de progresión
razón. adoptado. En esta apreciación mate­
Ya que todo lo que debe compla­ mática de las magnitudes, si la ima­
cer sin interés al Juicio meramáite ginación elige como unidad una
reflexionante tiene que llevar consi­ magnitud que se puede aprehender
go, en su representación, finalidad de un golpe de vista, verbigracia, un
subjetiva, y, como tai, de valor uni­ pie o una vara, el entendimiento se
versal; y como, sin embargo, aquí encuentra tan bien servido y tran­
no hay, a la base del juicio finali­ quilizado como si elige una milla
dad alguna de la forma del objeto alemana o todo un diámetro terres­
(como lo hay en lo bello), se pre­ tre, cuya aprehensión es ciertamente
gunta: ¿Cuál es esa finalidad sub­ posible, pero no la comprensión en
jetiva? ¿Quién la prescribe como una intuición de la imaginación (no
norma para proporcionar un funda­ mediante la comprehensio ossthetica,
mento a la satisfacción universal en aunque sí mediante la comprehensio
la mera apreciación de las magnitu­ logica en un concepto de número).
des, en una apreciación, por cierto, En ambos casos, la apreciación ló­
que ha sido llevada hasta la discon­ gica de las magnitudes va sin trabai
formidad de nuestra facultad de la hasta el infinito.
imaginación en la exposición del Ahora bien: el espíritu oye en sí
concepto de una magnitud? la voz de la razón, que en todas las
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magnitudes dadas, incluso en aque­ tido teórico para la facultad del co­
llas que, aunque no puedan nunca nocimiento, pero sí como ensancha­
ser totalmente aprehendidas, son, miento del espíritu que se siente ca­
sin embargo (en la representación paz de saltar las barreras de la sen­
sensible), juzgadas como totalmen­ sibilidad en otro sentido (el prác­
te dadas, exige totalidad, y, por tan­ tico) .
to, comprensión en una intuición, Sublime es, pues, la naturaleza en
pide! una exposición para todos aque­ aquellos de sus fenómenos cuya in­
llos .miembros de una serie de nú­ tuición lleva consigo la idea de su
meros en progresión creciente, e in­ infinitud. Esto último, ahora bien,
cluso no exceptúa de esa exigencia no puede ocurrir más que mediante
lo infinito (espacio y tiempo pasa­ la inadecuación incluso del mayor es­
do) , sino que hasta hace inevitable fuerzo de nuestra imaginación para
el pensarlo (en el juicio de la razón la apreciación de la magnitud de un
común) como totalmente (según su objeto. Ahora bien: para la aprecia^
totalidad) dado. ción matemática de las magnitudes,
Lo infinito, empero, es absoluta­ la imaginación está adecuada con
mente (no sólo comparativamente) todo objeto para darles una medida
grande. Comparado con él, todo lo suficiente, porque los conceptos de
otro (magnitudes de la misma espe­ número del entendimiento pueden
cie) es pequeño. Pero (y esto es lo adecuar, por progresión, toda me­
más importante) el poder solamente dida a toda magnitud dada. Tiene;
pensarlo como un todo denota una pues, que ser en la apreciación es­
facultad del espíritu que supera toda tética de las magnitudes en donde
medida de los sentidos, pues para el esfuerzo para la comprensión su­
ello sería necesaria una compren­ pere a la facultad de la imagina­
sión que ofreciera como unidad una ción, en donde se sienta la aprehen­
medida que estuviera con el infini­ sión progresiva, para concebir en
to en una relación determinada in- un todo de la intuición y se perciba
dicable en números, lo cual es impo­ al mismo tiempo, además, la inade­
sible. Pero, sin embargo, para poder cuación de esa facultad sin límites
sólo pensar el infinito dado sin con­ en el progresar, para aprehender una
tradicción, se exige en el espíritu medida fundamental que sirva, con
humano una facultad que sea ella el menor empleo del entendimiento,
misma suprasensible, pues sólo me­ a la apreciación de las magnitudes
diante ella y su idea de un noúme­ y para aplicarla a la apreciación de
no, que no consiente intuición algu­ las mismas. Ahora bien: la medida
na, pero que es puesto como sus­ fundamental propiamente inmutable
trato para la intuición del mundo de la naturaleza es el todo absoluto
como fenómeno, es totalmente com­ de la' misma, el cual, en ella, como
prendido lo infinito del mundo sen­ fenómeno, es una infinidad com­
sible bajo un concepto, en la pura prendida. Pero como esa medida fun­
intelectual apreciación de las mag­ damental es un concepto contradic­
nitudes, aunque en la matemática, torio err-sf mismo (a causa de-la im­
mediante conceptos de números, no posibilidad de la absoluta totalidad
pueda jamás ser totalmente pensado. de un progreso sin fin, aquella mag­
Hasta la facultad de poder pensar nitud de un objeto natural, en la
como dado el infinito de la intuición cual la imaginación emplea toda su
suprasensible (en su sustrato inteli­ facultad infructuosamente, tiene que
gible) supera toda medida de la sen­ conducir el concepto de la natura­
sibilidad, y es grande por encima leza a un sustrato suprasensible (que
de toda comparación, incluso con está a su base y también a la de
la facultad de la apreciación mate­ nuestra facultad de pensar), que es
mática; no, desde luego, en el sen­ grande por encima de toda medida
CRÍTICA DEL J U IC IO 245

sensible, y nos permite juzgar como ble; el diámetro terrestre, para el


sublime, río tanto el objeto como sistema planetario conocido de nos­
más bien la disposición del espíritu otros, y éste para el de la vía lác­
en la apreciación del mismo. tea; mas la inmensa multitud de se­
Así, pues el Juicio estético, así mejantes sistemas de la vía láctea,
como en el juicio de lo bello refiere bajo el nombre'uc nebulosas, las
la imaginación, en su libre juego, al cuales, a su vez, forman entre sí un
entendimiento para concordar con sistema semejante, no nos permite
los conceptos de éste en general (sin aquí esperar límite alguno. Ahora
determinación de ellos), de igual bien: lo sublime en el juicio esté­
modo en el aprecio de una cosa tico de un todo tan inmenso está,
como sublime refiere la misma fa­ no tanto en lo grande del número
cultad a la razón para concordar como en este hecho, a saber: que lle­
con las ideas de ésta (sin determi­ gamos siempre a unidades tanto ma­
nar cuáles), es decir, para producir yores cuanto más adelantamos, a lo
una disposición del espíritu con­ cual contribuye la división sistemá­
gruente y compatible con la que el tica del edificio del nfundo, repre­
influjo de determinadas ideas (prác­ sentándonos siempre, repetidamente,
ticas) produciría en el espíritu. toda magnitud de la naturaleza
Por esto se ve también que la ver­ como pequeña, y más propiamente
dadera sublimidad debe buscarse al representarnos nuestra imagina­
sólo en el espíritu del que juzga y ción en toda su ilimitación y con
no en el objeto de la naturaleza ella la naturaleza, desapareciendo
cuyo juicio ocasiona esa disposición frente a las ideas de la razón cuando
de aquél. ¿Quién ha querido llamar aquélla ha de proporcionar a éstas
sublime masas informes de monta­ una exposición adecuada.
ñas en salvaje desorden, amontona­
das unas sobre otras, con sus pirá­
mides de hielo, o el mar sombrío y § 27
furioso, etc?. . . El espíritu, empero,
se siente elevado en su propio juicio De la cualidad de la satisfacción
cuando, abandonándose a la contem­ en el juicio de lo sublime
plación de esas cosas, sin atender a
su forma, abandonándose a la imagi­ El sentimiento de la inadecuación
nación y a una razón unida con ella, de íjiuestra facultad para la consecu­
aunque totalmente sin fin determina­ ción de una idea, que es para nos­
do y sólo para ensancharla, siente otros ley, es respeto. Ahora bien: la
todo el poder de la imaginación, in­ idea de la comprensión, en la intui­
adecuado, sin embargo, a sus ideas. ción de un todo, de cada uno de los
Ejemplos del sublime matemático fenómenos que nos puede ser dado,
de la naturaleza en la mera intuición es una de las que nos es impuesta
nos proporcionan todas aquellas co­ por una ley de la razón, y que no
sas en que nos es dado para la ima­ reconoce otra medida determinada,
ginación, no tanto un mayor concep­ valedera para cada cual, e inmuta­
to de número como más bien una ble, más que el todo absoluto. Pero
gran unidad de medida (para abre­ nuestra imaginación, aun en su ma­
viar las series de números). Un ár­ yor esfuerzo, muestra sus límites y
bol que apreciamos por medio de la su inadecuación en lo que toca a la
altura de un hombre nos da, desde comprensión que se le reclama de
luego, una medida para un mónte, y un objeto dado en un todo de la in­
éste, si tiene cosa como una milla tuición (por tanto, para la exposi­
de alto, puede servir de unidad para ción de la idea de la razón); pero al
el número que expresa el diámetro mismo tiempo demuestra su deter­
terrestre, y hacer este último intui- minación para efectuar su adecúa-
246 M A N U EL KANT

ción con ella como una ley. Así, dida de la sensibilidad es inadecua­

(mes, el sentimiento de lo sublime en


a naturaleza es de respeto hacia
da a las ideas de la razón.
El espíritu se siente movido en la
nuestra propia determinación, pero representación de lo sublime en la
que nosotros referimos a un objeto naturaleza, estando en contempla­
de la, naturaleza, mediante una cier­ ción reposada en el juicio estético
ta subrepción "(confusión de un res­ sobre lo bello de la misma. Ese mo­
peto hacia el objeto, en lugar de la vimiento puede (sobre todo, en su
idea de la humanidad en nuestro principio) ser comparado con una
sujeto): ese objeto nos hace, en cier­ conmoción, es decir, un movimiento
to modo, intuible la superioridad de alternativo, rápido, de atracción y
la determinación razonable de nues­ repulsión de un mismo objeto.
tras facultades de conocer sobre la Lo trascendente para la imagina­
mayor facultad de la sensibilidad. ción (hacia lo cual ésta es empuja­
El sentimiento de lo sublime es, da en la aprehensión de la intui­
pues, un sentimiento de dolor que ción) es para ella, por decirlo así,
nace de la inadecuación de la imagi­ un abismo donde teme perderse a
nación, en la apreciación estética de sí misma, pero para la idea de lo su­
prasensible en la razón, el producir
las magnitudes, con la apreciación
semejante esfuerzo de la imaginación
mediante la razón; y es, al mismo
tiempo, un placer despertado, por la no es trascendente sino conforme a
su ley; por lo tanto, es atractivo jus­
concordancia que tiene justamente tamente en la medida en que es re­
ese juicio de inadecuación de la ma­ pulsivo para la mera sensibilidad.
yor facultad sensible con ideas de la El juicio mismo, sin embargo, sigue
razón, en cuanto el esfuerzo hacia aquí siempre siendo estético, porque
éstas es para nosotros una ley; es, a sin tener a su base concepto alguno
saber, para nosotros, ley (de la ra­ determinado del objeto, representa
zón), y entra en nuestra determina­ solamente el juego subjetivo de las
ción el apreciar como pequeño, en facultades del espíritu (imaginación
comparación con las ideas de la ra­ y razón), incluso como armónico en
zón, todo lo que la naturaleza, como su contraste, pues así como la ima­
objeto sensible, encierra para nos­ ginación y el entendimiento, en lo
otros de grande, lo que en nosotros bello, mediante su unanimidad, de
excita el sentimiento de esa deter­ igual modo, aquí, la imaginación y
minación suprasensible concuerda la razón, mediante su oposición, pro­
con aquella ley. Ahora bien: el ma­ ducen una finalidad subjetiva de las
yor esfuerzo de la imaginación en la facultades del espíritu, esto es, un
exposición de la unidad para la apre­ sentimiento de que tenemos una ra­
ciación de la magnitud es una refe­ zón pura, independiente, o una fa­
rencia a algo absolutamente grande, cultad de apreciación de las magni­
consiguientemente una referencia a tudes, cuya ventaja no puede hacer­
la ley de la razón de adnjitir sólo se intuible más que por ía insuft;
eso como medida suprema de las ciencia de la facultad misma, que eri\
magnitudes. Así, pues, la percepción la exposición de las magnitudes (de
de la inadecuación de toda medida objetos sensibles) es ilimitada.
sensible con la apreciación por ra­ Medir un espacio (como aprehen­
zón de las magnitudes es una con­ sión) es al mismo tiempo descubrir­
cordancia con leyes de la misma y lo, y, por tanto, es un movimiento
un dolor que excita en nosotros el objetivo en la imaginación y una
sentimiento de nuestra determina­ progresión (progressus); la compren­
ción suprasensible, según la cual es sión de la pluralidad en la unidad,
conforme a fin, y, por lo tanto, es no del pensamiento, sino de la in­
un placer el encontrar que toda me­ tuición, por tanto, de lo sucesiva­
CRÍTICA DEL J U IC IO 247

mente aprehendido en un momento, depende de un concepto de número:


es, por lo contrario, una regresión pero en una apreciación estética de
(regressus) que anula a su vez la las magnitudes, el concepto de nú­
condición de tiempo en la progre­ mero tiene que desaparecer o ser
sión de la imaginación y hace intui- cambiado, y la comprensión de la
ble la simultaneidad. Es, pues (pues­ imaginación para unidad de la
to que la sucesión temporal es una medida (por lo tanto, con exclusión
condición del sentido interno y de del concepto de una ley de sucesiva
toda intuición), un movimiento sub­ producción de los conceptos de mag­
jetivo de la imaginación, mediante el nitudes) es sola por sí conforme a
cual ésta hace al sentido interno una fin. Ahora bien: cuando una magni­
violencia que debe ser tanto más tud alcanza casi el máximo de nues­
notable cuanto mayor sea el quan­ tra facultad de comprender en una
tum que la imaginación comprende intuición, y, sin embargo, la imagi­
en una intuición. Así, pues, el es­ nación es requerida, mediante mag­
fuerzo de recibir en una intuición nitudes numerales (para las cuales
única una medida para magnitudes tenemos consciencia de que nuestra
que exija para aprehenderse un facultad no tiene límites), para com­
tiempo notable es una especie de re­ prender estéticamente una unidad
presentación que, considerada sub­ mayor, entonces nos sentimos en el
jetivamente. es contraria a fin, pero espíritu encerrados estéticamente en
objetivamente es necesaria para la límites; sin embargo, el dolor, en
apreciación de las magnitudes, v, consideración a la extensión necesa­
por tanto, conforme a fin; en Ío ria de la ihiaginación para adecuar­
cual, sin embargo, esa misma violen­ se con lo que en nuestra facultad
cia que ha sufrido el sujeto median­ de la razón es ilimitado, es decir,
te la imaginación es juzgada como con la idea del todo absoluto, y con
conforme a fin para la toial deter­ el dolor, por tanto, también la in­
minación del espíritu. adecuación de la facultad de la ima­
La cualidad del sentimiento de lo ginación con las ideas de la razón
sublime es que es un sentimiento de y su excitación son representados
dolor sobre el Juicio estético en un como conformes a un fin. Justamen­
objeto, el cual sentimiento, sin em­ te por eso, empero, viene el juicio
bargo, ai mismo tiempo es represen­ estético mismo a ser subjetivo-final
tado como conforme a fin, lo cual para la razón como fuente de las
es posible, porque la propia incapa­ ideas, es decir, de una comprensión
cidad descubre la conciencia de una intelectual, para lo cual toda com­
ilimitada facultad del mismo sujeto, prensión estética es pequeña, y el ob­
y el espíritu puede juzgar esta últi­ jeto es recibido como sublime, con
ma sólo mediante aquélla. un placer que sólo es posible me­
En la apreciación lógica de las diante un dolor.
magnitudes, la imposibilidad de al­
canzar la absoluta totalidad por me­
dio de la progresión de la medida B. De lo s u b l im e d in á m ic o
de las cosas del mundo sensible en el DE LA NATURALEZA
tiempo y el espacio fue conocida
como objetiva, es decir, como una § 28
imposibilidad de pensar lo infinito
como totalmente dado, y no como De la naturaleza como una fuerza
meramente subjetiva, es decir, como
incapacidad de aprehenderlo, por­ Fuerza es una facultad que es su­
que aquí no se atiende para nada al perior a grandes obstáculos. Lo mis­
grado de comprensión en una intui­ mo significa un poder, aunque éste
ción como medida, sino que todo es superior a la resistencia incluso
248 M A N U E L KA NT

de lo que tiene fuerza. La natura­ tentó. Pero éste, cuando viene de la


liberación de un peligro, es un con­
leza, en el juicio estético, considera­
da como fuerza que no tiene sobre tento con la resolución de no vol­
nosotros ningún poder, es dinámico- verse más a exponer al mismo; aun
sublime. más: no hay gana ni siguiera de vol­
ver a pensar con agrado en aquella
Si la naturaleza ha de ser juzgada
por nosotros dinámicamente como sensación, y mucho menos de buscar
sublime, tiene que ser representada ocasión para ello.
como provocando el temor (aunque Rocas audazmente colgadas y, por
no, recíprocamente, todo objeto que decirlo así, amenazadoras, nubes de
provoque temor es, en nuestro juicio tormenta que se amontonan en el
estético, tenido por sublime), pues cielo y se adelantan con rayos y con
en el juicio estético (sin concepto),truenos, volcanes en todo su poder
la superioridad sobre obstáculos pue­devastador, huracanes que van de­
de ser juzgada solamente según la jando tras sí la desolación, el Océa­
magnitud de la resistencia. Ahora no sin límites rugiendo de ira, una
bien: aquello a lo que nos esforza­ cascada profunda en un río podero­
mos en resistir es un mal, y si nos­ so, etc. . . , reducen nuestra facultad
otros no encontramos nuestra facul­ de resistir a una insignificante pe-
tad capaz de resistirle, entonces es queñez, comparada con su fuerza,
un objeto de temor. Así, pues, para Pero su aspecto es tanto más atrac­
el Juicio estético, la naturaleza pue­tivo cuanto más temible, con tal de
de valer como fuerza, y, por tanto, que nos encontremos nosotros en lu­
como dinámico-sublime, sólo en gar seguro, y llamamos gustosos su­
cuanto es considerada como objeto blimes esos objetos porque elevan
de temor. las facultades del alma por encima
Puédese, empero, considerar un de su término medio ordinario y nos
objeto como temible, sin sentir te­ hacen descubrir en nosotros una fa­
mor ante él, cuando, por ejemplo, cultad de resistencia de una especie
lo juzgamos pensando solamente el totalmente distinta, que nos da valor
caso en que quisiéramos oponerle al­ para poder medirnos con el todo-
guna resistencia, y que entonces todapoder aparente de la naturaleza.
resistencia sería, y con mucho, vana. Pues así como en la inconmensu­
De ese modo teme a Dios el virtuo­ rabilidad de la naturaleza, y en la
so, sin sentir temor ante él, porque incapacidad de nuestra facultad para
resistir a él y a sus mandatos, lo tomar una medida proporcionada a
piensa como un caso que no le preo­ la apreciación estética de las magni­
cupa; pero en cada uno de esos ca­ tudes de su esfera, hemos encontra­
sos, que no piensa en sí como im­ do nuestra propia limitación, y, sin
posibles, Lo 2 conoce como temible. embargo, también, al mismo tiempo,
El que teme no puede en modo en nuestra facultad de la razón, otra
alguno juzgar sobre lo sublime de la medida no sensible que tiene bajo sí
naturaleza, así como el que es presa aquella infinidad misma como uni­
de la inclinación y del apetito no dad, y frente a la cual todo en la
puede juzgar sobre lo bello. Aquél naturaleza es pequeño, y, por tanto,
huye la vista de un objeto que le en nuestro espíritu, una superioridad
produce miedo, y es imposible en­ sobre la naturaleza misma en su in­
contrar satisfacción en un terror que conmensurabilidad, del mismo modo
fuera seriamente experimentado; de la irresistibilidad de su fuerza, que
aquí que el agrado que proviene de ciertamente nos da a conocer nuestra
la cesación de una pena sea el con­ impotencia física, considerados nos­
otros como seres naturales, descu­
2 Er. la primera y segunda edición bre, sin embargo, una facultad de
dice «lo». (N. del T.) juzgarnos independientes de ella y
CRÍTICA DEL JU IC IO 249

una superioridad sobre la naturale­ tomado de muy lejos, muy enrevesa^


za, en la que se funda una indepen­ do, y; por tanto, por encima de un
dencia de muy otra clase que aque­ juicio estético; pero la observación
lla que puede ser atacada y puesta del hombre muestra lo contrario, y
en peligro por la naturaleza, una in­ que puede estar a la base de los jui­
dependencia en la cual la humani­ cios más ordinarios, aunque no siem­
dad en nuestra persona permanece pre se tenga consciencia de él. Por­
sin rebajarse, aunque el hombre ten­ que ¿qué es lo que, incluso para el
ga que someterse a aquel poder. De salvaje, es objeto de la mayor admi*
ese modo, la naturaleza, en nuestro ración? Un hombre que no se ate­
juicio estético, no es juzgada como rra, que no teme, que no huye el
sublime porque provoque temor, peligro, y, al mismo tiempo, empe­
sino porque excita en nosotros nues­ ro, va a la obra tranquilo y con to­
tra fuerza (que no es naturaleza) tal reflexión. Incluso en el estado
para que consideremos como peque­ social más civilizado perdura aque­
ño aquello que nos preocupa (bie­ lla preferente consideración hacia el
nes, salud, vida); y así, no conside­ guerrero: sólo que se desea además
ramos la fuerza de aquélla (a la que éste muestre al mismo tiempo
cual, en lo que toca a esas cosas, es­ todas las virtudes de la paz, bondad,
tamos sometidos), para nosotros y compasión y hasta un cuidado con­
nuestra personalidad, como un po­ veniente de su propia persona, jus-
der ante el cual tendríamos que in­ tamente porque en ello se conoce la
clinamos si se tratase de nuestros invencibilidad de su espíritu por el
más elevados principios y de su afir­ peligro. De aquí que, por más que se
mación o abandono. Así, pues, la discuta, en la comparación del hom­
naturaleza se llama aquí sublime por­ bre de Estado con el general, sobre
que eleva la imaginación a la expo­ la preferencia del respeto que uno
sición de aquellos casos en los cua­ más que el otro merezca, el juicio
les el espíritu puede hacerse sensi­ estético decide en favor del último.
ble la propia sublimidad de su deter­ La guerra misma, cuando es llevada
minación, incluso por encima de la con orden y respeto sagrado de los
naturaleza. derechos ciudadanos, tiene algo de
Nada pierde esa apreciación pro­ sublime en sí, y, al mismo tiempo,
pia porque tengamos que vemos en hace tanto más sublime el modo de
lugar seguro para sentir esa satis­ pensar del pueblo que la lleva de
facción que entusiasma, ni por el he­ esta manera cuanto mayores son lo>
cho de que, como no hay seriedad peligros que ha arrostrado y en ellos
en el peligro, tampoco (según Do- se ha podido afirmar valeroso; en
dría parecer) puede haber seriedad cambio, una larga paz suele hacer
en la sublimidad de nuestra facultad dominar el mero espíritu de nego­
del espíritu. Pues la satisfacción, cio, y con él el bajo provecho pro­
aquí, se refiere tan sólo a la deter­ pio, la cobardía y la malicia, y re­
minación de nuestra facultad que en bajar el modo de pensar del pueblo.
tal caso se descubre, así como la Contra este análisis del concepto
base para esta última e^stá en nues­ de lo sublime, en cuanto atribuido
tra naturaleza, mientras que el des­ a la fuerza, parece alzarse el hecho
arrollo y ejercicio de la misma sigue de que solemos representarnos a
siendo de nuestra incumbencia y Dios en la tempestad, en la tormen­
obligación. Y en esto está la verdad, ta, en los terremotos, e tc ..., enco­
por mucha consciencia que el hom­ lerizado, pero, al mismo tiempo, pre­
bre tenga de su real impotencia pre­ sentándose en su sublimidad, por lo
sente, cuando prolonga hasta ahí su cual, pues, el imaginar una superio­
reflexión. ridad de nuestro espíritu sobre los
Desde luego, parece ese principio, efectos, y, según parece, sobre las in­
25Ó M A N U E L KANT

tenciones de una fuerza semejante, someterse espontáneamente al dolor


sería locura y también sacrilegio. de la propia censura para destruir
No el sentimiento de ía sublimidad poco a poco sus causas. De ese modo
de nuestra naturaleza propia, sino se distingue internamente religión de
más bien sumisión, abatimiento y superstición: esta última funda en el
sentimiento de la total impotencia espíritu, no la veneración a lo subli­
parece ser aquí la disposición del es­ me, sino el temor y el miedo del ser
píritu que cuadra con el fenómeno todopoderoso a cuya voluntad se ve
de semejante objeto, y que suele ge­ sometido el hombre atemorizado, sin
neralmente ir unida con la idea del apreciarlo, sin embargo, altamente;
mismo en semejantes sucesos natu­ de lo cual, por cierto, no puede se­
rales. En la religión, sobre todo, pa­ guramente nacer otra cosa que la
rece el prosternarse y rezar con la solicitación del favor, la adulación,
cabeza caída, con -ademán y voz de y no una religión de la buena con­
contrición y de miedo, ser el único ducta en la vida.
comportamiento conveniente en pre­ Así, pues, la sublimidad no está
sencia de la divinidad, y la mayoría encerrada en cosa alguna de la natu­
de los pueblos lo han admitido por raleza, sino en nuestro propio espí­
eso y lo observan aún. Pero esa dis­ ritu, en cuanto podemos adquirir la
posición de espíritu no está tampo­ conciencia de que somos superiores
co. ni con mucho, unida en sí, y ne­ a la naturaleza dentro de nosotros,
cesariamente, con la idea de la su­ v por ello también a la naturaleza
blimidad de una religión y de su fuera de nosotros (en cuanto pene­
objeto. El hombre que teme verda­ tra en nosotros). Todo lo que exci­
deramente, porque encuentra en sí ta en nosotros ese sentimiento, en­
motivo para ello al tener consciencia tre lo cual está la fuerza de la na­
de haber pecado, por sus sentimien­ turaleza que provoca nuestras facul­
tos condenables, contra una fuerza tades, llámase entonces (aunque im­
cuya voluntad es al mismo tiempo propiamente) sublime; y sólo bajo
irresistible y justa, ese hombre no la suposición de esa idea en nos­
se encuentra, de ningún modo, en la otros, y en relación con ella, somos
situación de espíritu requerida para capaces de llegar a la idea de la su­
admirar la magnitud divina, para lo blimidad del ser que no sólo por
cual se exige una disposición a la la fuerza que muestra en la natura­
contemplación reposada y al juicio leza produce en nosotros respeto in­
totalmente libre. Sólo cuando tiene terior, sino aun más por la facultad
consciencia de sus sinceros senti­ puesta en nosotros de juzgar aqué­
mientos gratos a Dios sirven aque­ lla sin temor y de pensar nuestra
llos efectos de la fuerza para desper­ determinación como sublime por en­
tar en él la idea de la sublimidad de cima de ella.
aquel ser, en cuanto reconoce en sí
mismo una sublimidad de sus senti­
mientos, adecuada a la voluntad de § 29
aquél, y entonces se eleva por enci­
ma del temor ante aquellos efectos De la modalidad del juicio sobre
de la naturaleza, que no reconoce lo sublime de la naturaleza
ya como los estrépitos de su cólera.
La humildad misma, como juicio se­ Hay innumerables cosas de la na­
vero de las propias faltas que, por turaleza bella sobre las cuales exigi­
lo demás, teniendo la consciencia mos derechamente, y hasta, sin equi­
de buenos sentimientos, podrían en­ vocarnos notablemente, podemos es­
cubrirse fácilmente con la fragilidad perar', conformidad del juicio de
de la naturaleza humana, es una dis­ cualquier otro con el nuestro; pero
posición sublime del espíritu: la de con nuestro juicio sobre lo sublime
CRÍTICA DEL JU IC IO 251

en la naturaleza no podemos tan fá­ jeros, o para poder dar de ellos al­
cilmente lisonjearnos de penetrar en guna vez una descripción patética?
los demás, pues parece que es nece­ Pero su intención era la instrucción
saria una mucho mayor cultura, no de los hombres, y aquel hombre emi­
sólo del Juicio estético, sino también nente tuvo y dio además a los lec­
de las facultades de conocimiento tores de sus viajes una sensación que
que están a la base de ésta para po­ eleva las almas.
der enunciar un juicio sobre la exce­ Pero porque el juicio sobre lo su­
lencia de los objetos de la natura­ blime de la naturaleza requiera cul­
leza. tura (más que el juicio sobre lo be­
l a disposición del espíritu para llo) , no por eso es justamente pro­
el sentimiento de lo sublime exige ducido originariamente por la cultu­
una receptividad del mismo para ra e introducido algo así como con­
ideas, pues justamente en la inade­ vencionalmente en la sociedad, sino
cuación de la naturaleza con estas que tiene sus bases en la naturaleza
últimas, y, por tanto, sólo bajo la humana y en aquello justamente
suposición de las mismas y de una que, además del entendimiento sano,
tensión de la imaginación para tra­ se puede al mismo tiempo exigir y
tar la naturaleza como un esquema reclamar de cada cual, a saber, la
de ellas, se da lo atemorizante para disposición para el sentimiento de
la sensibilidad, lo cual, 'a l mismo ideas (prácticas), es decir, la moral.
tiempo, es atractivo, porque es una En esto se funda ahora la necesi­
violencia que la razón ejerce sobre dad de la concordancia del juicio de
aquélla sólo para extenderla adecua­ otros sobre lo sublime con el nues­
damente a su propia esfera (la prác­ tro, lo cual atribuimos al mismo
tica) y dejarle ver más allá en lo in­ tiempo a éste, pues así como tacha­
finito, que para aquélla es un abis­ mos de falto de gusto a aquel que
mo. En realidad, sin desarrollo.de en el juicio de un objeto de la na­
ideas morales, lo que nosotros, pre­ turaleza encontrado bello por nos­
parados por la cultura, llamamos su­ otros se muestra indiferente, de igual
blime, aparecerá al hombre rudo modo decimos del que permanece in­
sólo como atemorizante. Él verá en móvil ante lo que nosotros juzga­
las demostraciones de poder de la mos como sublime que no tiene sen­
naturaleza, en su destrucción y en timiento alguno. Pero ambas cosas
la gran medida de la fuerza de ésta l^s exigimos a cada hombre y las
frente a la cual la suya desaparece suponemos en él si tiene alguna cul­
en la nada, sólo la pena, el peligro, tura: sólo con la diferencia que la
la congoja que rodearían al hombre primera, como en ella el Juicio re­
que fuera lanzado allí. Así, aquel fiere la imagen sólo al entendimien­
bueno y por lo demás inteligente al­ to como facultad de los conceptos,
deano sabovano llamaba, sin más la exigimos, sin más, a cada cual;
reflexión, locos (según cuenta el Sr. pero la segunda, como en ella el
de Saussure)3 a todos los aficiona­ Juicio refiere la imaginación a la ra­
dos a la nieve de las montañas. Y zón como facultad de las ideas, la
¿quién sabe si quizá no hubiera te­ exigimos sólo bajo una suposición
nido razón, de haber arrostrado subjetiva (que. sin embargo, nos
aquel observador los peligros a que creémos autorizados a exigir de cada
se expuso sólo por afición, como cual), a saber, la del sentimiento
suelen hacer la mayoría de los via­ moral en el hombre, y por esto atri­
buimos, a su vez, necesidad a ese
juicio estético.
3 Sabio ginebrino, geólogo y geógra­
fo. Dícese que fue el primero en reali­ Esta modalidad de los juicios es­
zar la ascensión del Mont-Blanc. (N. téticos, a saber, la necesidad que
del T.) les es atribuida, constituye un mo-
252 M A N U E L KANT

mentó principal para la Crítica de subjetivamente, según el sentimien­


Juicio, pues nos da justamente a co­ to que inspira (el objeto del senti­
nocer en ellos un principio a priori, miento moral), como la determina-
y los saca de la psicología empírica, bilidad de las facultades del sujeto
en donde permanecerían, sin eso, en-, mediante la representación de una
terrados entre los sentimientos de ley que obliga absolutamente, se dis­
alegría y pena (sólo con el epíteto tingue principalmente, mediante la
de si itimientos más finos, que no modalidad, de una necesidad apoya­
dice nada), para ponerlos ellos, y da en principios a priori que encie­
por ellos el Juicio, en la clase de los rra en sí no sólo pretensión, sino
que tienen por base principios a mandato de la aprobación de cada
priori, y, como tales, elevarlos hasta cual, y no es de la competencia del
la filosofía trascendental. Juicio estético, sino del Juicio puro
intelectual, y se atribuye, no en un
juicio meramente reflexionante, sino
Sota general a la exposición de los en uno determinante, no a la natu­
juicios estéticos reflexionantes raleza, sino a la libertad. Pero la
determinabilidad del sujeto por me­
En relación con el sentimiento de dio de esa idea, tratándose de un
placer, un objeto se ha de contar: o sujeto, por cierto, que puede sentir
entre lo agradable, o lo bello, o lo en sí obstáculos en la sensibilidad,
sublime, o la (absolutamente) bue­ pero al mismo tiempo superioridad
no (jucundum, pulchrum, sublime, sobre la misma, mediante la victoria
honestum) . sobre ella, como modificación de su
Lo agradable, como motor de los estado, es decir, el sentimiento mo­
apetitos, es enteramente de una sola ral, está emparentada con el Juicio
clase, venga de donde venga y por estético y sus condiciones formales,
muy específico-diferente que sea la en tanto en cuanto sea útil para ella
representación (del sentido y de la el que la conformidad con leyes de
sensación, objetivamente considera­ la acción, por deber, se haga al mis-
dos). De aquí que dependa, en el mo tiempo representable como esté­
juicio del influjo del mismo sobre tica, es decir, como sublime, o tam­
el espíritu, sólo de la multitud de bién como bella, sin perder su pure­
encantos (simultáneos y sucesivos) za, cosa que no ocurriría si se la
y, por decirlo así, sólo de la masa quisiera poner en enlace natural con
de sensación agradable, y ésta no se el sentimiento de lo agradable.
hace comprensible mediante nada Si se saca el resultado de la expo­
más que la cantidad. Lo agradable sición, hasta ahora, de las dos clases
no cultiva, sino que pertenece al de juicios estéticos, se seguirán de
mero goce. aquí las siguientes breves definicio­
Lo bello, en cambio, exige la re­ nes:
presentación de cierta cualidad del Bello es lo que en el mero juicio
objeto que también se hace compren­ (no, pues, por medio de la sensa­
sible y se deja traer a conceptos ción del sentido, según un concepto
(aunque en el juicio estético no sea del entendimiento) place. De aquí
traída a ellos), y cultiva enseñando se deduce, por sí mismo, que tiene
a poner atención a la finalidad en que placer sin interés.
el sentimiento del placer. Sublime es lo que place inmediata­
Lo sublime consiste sólo en la re­ mente por su resistencia contra el in­
lación en la cual lo sensible, en la terés de los sentidos.
representación de la naturaleza es Ambas, como definiciones del jui­
juzgado como propio para un uso cio estético de valor universal, se re­
posible suprasensible del mismo. fieren a fundamentos subjetivos de
Lo absolutamente bueno, juzgado la sensibilidad, por una parte en
CRITICA DEL TUICIO 253

cuanto estos tienen una finalidad Esa idea, empero, de lo suprasensi­


con relacipn al sentimiento moral, ble, que nosotros no podemos deter­
en favor del entendimiento contem­ minar más, y, por lo tanto, con cuya
plativo, y por otra en cuanto la tie­ exposición no podemos conocer la
nen en contra de la sensibilidad y naturaleza, sino sólo pensarla, es
en cambio a favor de los fines de la despertada en nosotros mediante un
razón práctica; ambos modos, sin objeto cuyo juicio estético pone en
embargo, unidos en el mismo sujeto. tensión la imaginación hasta sus lí­
Lo bello nos prepara a amar algo, mites, sea de extensión (matemáti­
la naturaleza misma, sin interés; lo cos) , sea de fuerza sobre el espíritu
sublime, a estimarlo altamente, in­ (dinámicos), fundándose en el sen­
cluso contra nuestro interés (sensi­ timiento de una determinación de
ble). éste que excede totalmente la esfera
Puede describirse así lo sublime: de la imaginación (el sentimiento
es un objeto (de la naturaleza) cuya moral), y en consideración del cual
representación determina el espíritu la representación del objeto es juz­
a pensar la inaccesibilidad de la na­ gada como subjetivamente final.
turaleza como exposición de ideas. En realidad, no se puede pensar
Tomadas literalmente y considera­ bien un sentimiento hacia lo subli­
das lógicamente, no pueden las ideas me de la naturaleza sin enlazar con
ser expuestas. Pero cuando nosotros él una disposición del espíritu seme­
ampliamos nuestra facultad de re-' jante a la disposición hacia lo mo­
presentación empírica (matemática o ral; y aunque el placer inmediato
dinámica) para la intuición de la na­ en lo bello de la naturaleza supone
turaleza, viene inevitablemente, ade­ y cultiva igualmente una cierta libe­
más, la razón, como facultad de la ralidad del modo de pensar, es de­
independencia de la absoluta totali­ cir, independencia de la satisfacción
dad, y produce el esfuerzo del espí­ del mero goce sensible, sin embargo,
ritu, aunque éste sea vano, para ha­ mediante él, la libertad es represen-
cer la representación de los sentidos tadá en el juego, más bien que en
adecuada con aquélla. Ese esfuerzo una ocupación, conforme a la ley,
mismo y el sentimiento de la inac­ que es la verdadera propiedad de la
cesibilidad de la idea por medio de moralidad del hombre, en donde la
la imaginación, es una exposición de razón debe hacer violencia a la sen­
la finalidad subjetiva de nuestro es­ sibilidad; solamente que en el jui­
píritu en el uso de la imaginación cio lestético sobre lo sublime esa vio­
para la determinación suprasensible lencia es representada como ejercida
del mismo, y nos obliga a pensar por la imaginación misma como ins­
subjetivamente la naturaleza misma trumento de la razón.
en su totalidad, como exposición de La satisfacción en lo sublime de
algo suprasensible, sin poder realizar la naturaleza es, por eso, también
objetivamente esa exposición. sólo negativa (mientras que la de lo
Pues pronto nos apercibimos de bello es positiva), a saber: un sen­
que a la naturaleza en el espacio y timiento de la privación de libertad
el tiempo falta completamente lo in- de la imaginación por sí misma, al
condicionado, y, por tanto, la magni­ ser ella determinada de un modo
tud absoluta, que pide, sin embargo, conforme a fin, según otra ley que
la razón la más vulgar. Justamente la del uso empírico. Mediante eso
por eso se nos recuerda también que recibe una extensión y una fuerza
no tratamos más que con una natu­ mayor que la que sacrifica, pero
raleza como fenómeno, y que esta cuyo fundamento permanece escon­
misma hay que considerarla como dido para ella misma, y, en cambio,
mera exposición de una naturaleza siente el sacrificio y la privación y,
en sí (que la razón tiene en la idea). al mismo tiempo, la causa a que está
254 M A N U E L KANT

sometida. La estupefacción, que con­ concepto de un fin, pues entonces,


fina con el miedo, el terror y él tem­ la finalidad sería o teleológica, o
blor sagrado que se apoderan del es­ fundada, en la mera sensación de un
pectador al contemplar masas mon­ objeto (deleite o pena), y, por lo
tañosas que escalan el cielo, abismos tanto, en el primer caso no sería es­
profundos donde se precipitan furio­ tética, y en el segundo no sería me­
sas las aguas, desiertos sombríos que ramente formal. Así, cuando se lla­
invitan a tristes reflexiones, etcéte­ ma sublime el espectáculo del cielo
r a , no es, sabiéndose, como se estrellado, no se debe poner a la
sabe¿ que se está en lugar seguro, base del juicio del mismo conceptos
temor verdadero, sino sólo un ensa­ de mundos habitados por seres ra­
yó para ponemos en relación con la cionales, ni considerar esos puntos
imaginación y sentir la fuerza de esa luminosos con que vemos lleno el
facultad para enlazar el movimiento espacio en derredor nuestro como
producido mediante ella en el espí­ sus soles, moviéndose en círculos'
ritu con el estado de reposo de la arreglados para ellos de un modo
misma, y así ser superiores a la na­ muy conforme a fin, sino tal como
turaleza en nosotros mismos; pór lo se le ve, como una amplia bóveda
tanto, también a la exterior a nos­ que todo lo envuelve, y sólo en esta
otros, en cuanto ésta puede tener in­ representación debemos poner la su­
flujo en el sentimiento de nuestro blimidad que un juicio estético puro
bienestar, pues la imaginación, se­ atribuye a ese objeto. De igual
gún la ley de asociación, hace depen­ modo, el espectáculo del Océano no
der nuestro estado de contento de hay que considerarlo tal como lo
condiciones físicas; pero ella misma pensamos nosotros, provistos de toda
también, según principios del esque­ clase de conocimientos (que, sin em­
matismo del Juicio (consiguiente­ bargo, no están encerrados en la in­
mente, en cuanto sometido a la li­ tuición inmediata), como una espe­
bertad) , es instrumento de la razón cie de amplio reino de criaturas
y de sus ideas, y, por tanto, una acuáticas, o como el gran depósito
fuerza para afirmar nuestra indepen­ de agua para las evaporaciones que
dencia contra los influjos de la natu­ llenan el aire de nubes para las tie­
raleza, para rebajar cómo pequeño rras, o también como un elemento
lo que según esta última es grande, que, si bien separa unas de otras
y así para poner lo absoluto-grande partes del mundo, sin “embargo hace
sólo en nuestra propia determina­ posible entre ellas las mayores rela­
ción (la del sujeto). Esa reflexión ciones, pues todo eso proporciona
del íuicio estético paar elevar la na­ no más que juicios teleológicos, sino
turaleza a una adecuación con la ra­ que hay que poder encontrar subli­
zón (sólo que sin un concepto de­ me el Océano solamente, como lo
terminado de la misma) representa hacen los poetas, según lo que la
el objeto, incluso mediante lá inade­ apariencia visual muestra; por ejem­
cuación objetiva de la imaginación plo, si se le considera en calma,
en su mayor extensión para Ta razón como un claro espejo de agua, limi­
(como facultad de las ideas), sin tado tan sólo por el cielo, pero si
embargo, como subjetivamente final. en movimiento, como un abismo que
Hay que poner aquí cuidado, eri amenaza tragarlo todo. Eso mismo
general, en lo ya recordado de que ha de decirse de lo sublime y de lo
en la estética transcendental del Jui­ bello en la figura humana, en la
cio se debe tratar solamente de jui­ cual nosotros no debemos referirnos
cios estéticos puros; consiguiente­ a los conceptos de los fines para los
mente, no se pueden tomar los ejem­ cuales todos sus miembros están allí,
plos de los objetos bellos o sublimes como bases de determinación del jui­
de la naturaleza que presuponen el cio, ni dejar que la conformidad con
CRITICA DEL IU IC IO 255

ellos influya en nuestro juicio esté­ bre en nosotros una insondable pro­
tico (entonces ya no puro), aunque fundidad de esa facultad suprasen­
es, desde luego, una condición nece­ sible con sus consecuencias, que se
saria también de la satisfacción es­ extienden adonde ya no alcanza la
tética el que no les contradigan. La vista), resulta que la satisfacción,
finalidad estética es la conformidad considerada en la parte estética (en
a la ley del Juicio en su libertad. La relación con la sensibilidad), es ne­
satisfacción en el objeto depende de gativa, es decir, contra ese interés,
la relación en que queremos poner pero en la intelectual es positiva y
la imaginación, con tal de que por unida con un interés. De aquí se de­
sí misma entreténga el espíritu en duce que el bien (el bien moral)
libre ocupación. En cambio, cuando intelectual, conforme en sí mismo a
es otra cosa, sensación de los senti­ fin, debe representarse, no tanto
dos o concepto del entendimiento, como bello, sino más bien como su­
lo que determina el juicio, éste, si blime, de suerte que despierta más
bien es conforme a la ley, no es, sin el sentimiento del respeto (que des­
embargo, el juicio de una libre fa­ precia el encanto) que el del atpor
cultad del Juicio. y la íntima inclinación porque la na­
Así, pues, cuando se hable de be­ turaleza humana concuerda con
lleza o sublimidad intelectual: pri­ aquel bien, no por sí misma, sino
meramente, estas expresiones no son sólo por la violencia que la razón
del todo exactas, porque hay modos hace a la sensibilidad. Recíproca­
de representación* estéticos que si mente, lo que llamamos sublime en
fuéramos meramente inteligencias la naturaleza, fuera de nosotros, o
puras (o nos pusiéramos también, también en la interior (verbigracia,
por el pensamiento, en esa cuali­ ciertas emociones), se representa
dad) , no podrían encontrarse de como una fuerza del espíritu para
ningún modo en nosotros; segunda- elevarse por encima de ciertos obs­
mente, aunque antes, como objetos táculos de la sensibilidad por medio
de una satisfacción intelectual (mo­ de principios morales,4 y por ello
ral), pueden, desde luego, enlazarse vendrá a ser interesante.
con la satisfacción estética, en tanto En esto último voy a detenerme
en cuanto no descansan en interés un poco. La idea del bien con emo­
alguno, sin embargo, es difícil unir­ ción se llama entusiasmo. Este es­
las, por otra parte, con ella, porque tado de espíritu parece ser de tal
deben producir un interés, lo cual, manera sublime, que se opina gene­
si la exposición ha de concordar en ralmente que sin él no se puede rea­
el juicio estético con la satisfacción, lizar nada grande. Ahora bien: toda
no ocurriría en éste más que me­ emoción5 es ciega, o en la elección
diante un interés sensible que se en­
laza con él en la exposición, pero 4 En las tres ediciones dice «huma­
entonces se daña y se impurifica la nos»; pero desde Hartenstein, todos
finalidad intelectual. los editores escriben «morales». Adop­
El objeto de una satisfacción inte­ to esta versión, aunque la de «huma­
nos» podía adelantar muchas y buenas
lectual pura e incondicionada es la razones en su favor. (N. del T.)
ley moral, en su fuerza, que ella 5 Las emociones se distinguen espe­
ejerce en nosotros por encima de to­ cíficamente de las pasiones. Aquéllas
dos y cada uno de los móviles del se refieren sólo al sentimiento: éstas
espíritu que la preceden; y como esa pertenecen a la facultad de desear, y
fuerza no se da propiamente a co­ son inclinaciones que dificultan o im­
nocer estéticamente más que por me­ posibilitan toda determinabilidad de la
voluntad mediante principios; aquéllas
dio de sacrificios (lo cual es una son tormentosas y sin premeditación:
privación, aunque en favor de la in­ éstas, perseverantes y reflexivas. Así,
terior libertad, y, en cambio, descu­ la indignación, como cólera, es una
256 M A N U E L KA NT

de su fin, o, aun cuando éste lo haya to de dolor (animum languidum) ,


dado la razón, en la realización del no tiene en sí nada de noble, pero
mismo, porque es el movimiento del puede contarse entre lo bello de la
espíritu que hace incapaz de orga­ especie sensible. De aquí que los
nizar una libre reflexión de los prin­ sentimientos, que pueden crecer en
cipios para determinarse según ellos. fuerza hasta la emoción, sean tam­
Así, que de ninguna manera puede bién muy diferentes. Se tienen sen­
merecer una satisfacción de la ra­ timientos valerosos y se tienen tier­
zón. Estéticamente, empero, es el en­ nos. Estos últimos, cuando crecen
tusiasmo sublime, porque es una ten­ hasta la emoción, no sirven para
sión de las fuerzas por ideas que dan nada; la inclinación a ellos se llama
al espíritu una impulsión que opera sensiblería. Una pena de compasión
mucho más fuerte y duraderamente que no admite consuelo, o en la que,
que el esfuerzo por medio de repre­ cuando se refiere a desgracias ima­
sentaciones sensibles. Pero (y esto ginadas, nos sumimos deliberada­
parece extraño) la falta misma de mente hasta la ilusión, por la fanta­
emoción (apatheia, phlegma, in sig- sía, como si fuera verdadera, mues­
nificatu bono) de un espíritu que tra y hace un alma tierna, pero al
sigue enérgicamente sus principios mismo tiempo débil, que indica un
inmutables es sublime, y, en modo lado bello, y puede, desde luego, ser
mucho más excelente, porque tiene llamada fantástica, pero ni siquiera
de su parte al mismo tiempo la sa­ entusiasta. Novelas, dramas llorones,
tisfacción de la razón pura. Un insípidas reglas de costumbres, que
modo semejante del espíritu se lla­ juegan con los llamados (aunque fal­
ma sólo noble, y esta expresión se samente) sentimientos nobles, pero
aplica también después a cosas; ver­ que, en realidad, hacen el corazón
bigracia, edificios, un traje, manera mustio, insensible para la severa
de escribir, actitud corporal, etc... , prescripción del deber, e incapaz de
cuando éstos producen, no tanto es­ todo respeto hacia la dignidad de
tupefacción (emoción en la repre­ la humanidad en nuestra persona,
sentación de la novedad, que supera hacia el derecho de los hombres (lo
lo que se esperaba) como admira­ cual es algo totalmente distinto de
ción (una estupefacción que no cesa su felicidad), y, en general, de todo
al perderse la novedad), lo cual ocu­ firme principio; un discurso religio­
rre cuando ideas sin intención y sin so, inclusive, que recomiende baja
arte concurren, en su exposición, y rastrera solicitación del favor y
con la satisfacción estética. adulación, y que nos haga abando­
Cada una de las emociones de la nar toda confianza en la facultad
especie enérgica, a saber: la que ex­ propia para sentir el mal, en lugar
cita la consciencia de nuestras fuer­ de la firme resolución de ensayar
zas para vencer toda resistencia (ani- las fuerzas que nos queden libres, a
mi stremii), es estético-sublime; ver­ pesar de toda nuestra debilidad para
bigracia, la cólera, la desesperación dominar las inclinaciones; la falsa
misma (la indignada, pero no la modestia que pone en el desprecio
abatida). Pero la emoción de la es­ de sí mismo, en el lagrimoso e hipó­
pecie deprimente, la que nace del es­ crita arrepentimiento y en una con­
fuerzo mismo para resistir un obje- cepción de espíritu meramente pa­
ciente, la cínica manera de compla­
emoción; pero como odio (deseo de cer al más alto ser, nada de eso se
venganza), es una pasión. Esta última compagina siquiera con lo que pue­
no puede nunca y en ninguna relación de contarse entre las bellezas, y mu­
ser llamada sublime, porque en la emo­
ción, la libertad del espíritu queda, cho menos aun con la sublimidad
desde luego, suspendida, pero en la del modo i¡ie ser del espíritu.
pasión es anulada. Pero los movimientos tempestuo­
CRÍTICA DEL J U IC IO 257

sos del espíritu enlázanse con ideas supresión de sus barreras; y esa abs­
religiosas, bajo el nombre de edifi­ tracción es, pues, una exposición de
cación, o con ideas que tienen un lo infinito, que por eso mismo, cier­
interés social, como sólo pertene­ tamente, no puede ser nunca más
cientes a la cultura, y no pueden que una exposición meramente nega­
tampoco, por muy gran tensión en tiva, pero que, sin embargo, ensan­
que pongan la imaginación, preten­ cha el alma. Quizá no haya en el li­
der al honor de una exposición su­ bro de la ley de los judíos ningún
blime, si no dejan tras sí una dis­ pasaje más sublime que el manda­
posición de espíritu que, aunque sólo miento: «No debes hacerte ninguna
indirectamente, tenga influjo en la imagen tallada ni alegoría alguna, ni
conciencia del propio vigor y de la de lo que hay en el cielo, ni de lo
decisión para lo que lleva consigo ‘que hay en la tierra, ni de lo que
pura intelectual finalidad (para lo hay debajo de la tierra. .. , etcéte­
suprasensible), pues si no, todos ra. . . 6 Ese solo mandamiento pue­
esos sentimientos pertenecerán al de explicar el entusiasmo que el
movimiento, el cual se estima a cau­ pueblo judío, en su período civiliza­
sa de la salud. La agradable laxitud, do, sintió por su religión, cuando se
que es la consecuencia de semejante comparó con otros pueblos o con
excitación mediante el juego de las aquel orgullo que inspira el maho­
emociones, es un goce del bienestar, metismo. Lo mismo, exactamente,
nacido del equilibrio, restablecido ocurre con la representación de la
en nosotros, de las diversas fuerzas ley moral y de la capacidad de mo­
de la vida, el cual, al cabo, viene a ralidad en nosotros. Es una preocu­
parar a lo mismo que aquel otro que pación totalmente falsa la de que,
los voluptuosos del Oriente encuen­ si se la privase de todo lo que pue­
tran tan deleitoso, al hacerse, por de recomendarla a los sentidos, ven­
decirlo así, amasar el cuerpo y opri­ dría entonces a llevar consigo no
mir y plegar músculos y articulacio­ más que un consentimiento sin vida
nes; sólo que allí el principio motor y frío y ninguna fuerza o sentimien­
está, en gran parte, dentro de nos­ to motriz. Es exactamente lo con­
otros, y aquí, en cambio, totalmente trario, pues allí donde los sentidos
fuera. Algunos creen haberse edifi­ no ven ya nada .más delante de sí,
cado por una predicación allí don­ y, sin embargo, permanece imborra­
de, sin embargo, nada ha sido cons­ ble la idea de la moralidad, que no
truido (ningún sistema de buenas se pued.e desconocer, más bien sería
máximas), o haberse mejorado por necesario moderar el ímpetu de una
un drama, cuando sólo se sienten imaginación ilimitada, para no de­
alegres de haber entretenido feliz­ jarla subir hasta el entusiasmo, que,
mente el fastidio. Así, pues, lo su­ por temor a la falta de fuerzas de
blime debe siempre tener relación esas ideas, buscar para ellas una ayu­
con el modo de pensar, es decir, pro­ da en imágenes y en un pueril apa­
porcionar en máximas a las ideas rato. Por eso también han permitido
intelectuales y de la razón una fuer­ gustosos los Gobiernos que se pro­
za superior sobre la sensibilidad. vea ricamente la religión de ese úl­
No hay que temer que el senti­ timo aditamento, y han tratado así
miento de lo sublime se pierda por de quitarle al súbdito el trabajo,
esta manera de exposición abstracta, pero al mismo tiempo la facultad
que, en lo que toca a lo sensible, es de ampliar las facultades de su alma
totalmente negativa, pues la imagi­
nación, si bien, nada encuentra por 6 La cita está y se repite frecuente­
encima de lo sensible, en donde se mente en la Biblia, Éxod., 20, 4; Deut.,
ueda mantener, se siente, sin em- 4, 15, 20; Jos., 24, 14; Ps, 96, 7. (TV.
argo, ilimitada, justamente por esa del T.)
258 M A N U E L KANT

por encima de las barreras que se le comunicar), sin embargo, la separa­


pueden, imponer arbitrariamente, y ción de toda sociedad es considera­
mediante las cuales se le puede tra­ da como algo sublime cuando des­
tar fácilmente como meramente pa­ cansa en ideas que miran más allá,
sivo. por encima de todo interés sensible.
Esa exposición pura, elevadora del Bastarse a sí mismo y, por lo tanto,
alma y meramente negativa, de la nó necesitar sociedad, sin ser, sin
sensibilidad, no encierra, en cambio, embargo, insociable, es decir, sin
peligro alguno de exaltación, que es huirla, es algo que se acerca a lo
una ilusión de querer v e r más allá sublime, como toda victoria sobre
de todos los límites de la sensibili­ las necesidades. En cambio, huir los
dad, es decir, soñar según principios hombres por misantropía. porque se
(delirar con la razón), justamente les odia o por antropofobia (miedo
porque la exposición en aquélla es del hombre), porque se les teme
meramente negativa, pues la impo­ como enemigos, es, en parte, feo y
sibilidad de conocer la idea de liber­ en parte, despreciable. Sin embargo,
tad cierra el camino totalmente a hay una (muy impropiamente llama­
toda positiva exposición; pero la ley da) misantropía, cuyas raíces suelen
moral es, en nosotros, suficientemen­ encontrarse, con la edad, en el es­
te y originariamente determinante, píritu de muchos hombres que pien­
tanto que ni siquiera es permitido san bien, que en lo que se refiere a
buscar fuera de ella un motivo de la benevolencia, es bastante filantró­
determinación. Si el entusiasmo se pica, pero que se aparta mucho, a
compara con el deliriot la exaltación causa de una larga y triste experien­
es de comparar con la demencia, y cia, de la satisfacción en los hom­
esta última, entre todas, se acomoda bres: de ésta son pruebas la tenden­
menos que ninguna con lo sublime, cia al retiro, la aspiración fantástica
porque es soñadoramente ridicula. hacia un punto de la tierra alejado
En el entusiasmo, como emoción, la o también (entre los jóvenes) la fe­
imaginación no tiene freno; en la licidad soñada de poder pasar su
exaltación, como pasión incubada y vida en un desierto desconocido de
arraigada, no tiene regla. El primero, lo restante del mundo con una pe­
es un accidente que pasa y que ata­ queña familia; de ella saben muy
ca a veces al entendimiento más bien hacer uso los escritores de no­
sano; la segunda, una enfermedad velas o imaginadores de robinsona-
que lo desorganiza. das. Falsedad, ingratitud, injusticia,
Sencillez (finalidad sin arte) es, lo pueril de los fines que nosotros
por decirlo así, el estilo de la natu­ mismos tenemos por importantes y
raleza en lo sublime, y también de grandes, y en cuya persecución los
la moralidad, que es una segunda hombres mismos se hacen unos a
(suprasensible) naturaleza; de ésta otros todo el mal imaginable, están
conocemos sólo las leyes, sin poder tan en contradicción con la idea de
alcanzar, mediante la intuición, la lo que pudieran ser los hombres, si
facultad suprasensible en nosotros quisieran, y se oponen tanto al vivo
mismos que encierra el fundamento anhelo de verlos mejores, que, para
de esa legislación. no odiarlos, ya que amarlos no se
Hay que notar aún que aunque Ja puede, el renunciar a todas las ale­
satisfacción en lo bello, así como la grías de la sociedad parece no ser
de lo sublime, no sólo se distingue más que un pequeño sacrificio. Esa
conocidamente entre los otros juicios tristeza, no sobre el mal que el des­
estéticos por la universal comunica­ tino dispone para otros hombres
bilidad, sino que también recibe por (cuya causa es la simpatía), sino so­
esa cualidad un interés en relación bre el que ellos mismos se ocasio­
con la sociedad (en donde se deja nan (que descansa en la antipatía
CRÍTICA DEL J U IC IO 239

de principios), es sublime, porque en el miedo, es decir, en un dolor


descansa eri ideas, mientras que la que, como no llega hasta la verda­
primera, en todo caso, sólo puede dera alteración de las partes del
valer como bella. El tan ingenioso cuerpo, produce movimientos que,
como profundo Saussure, en la des­ limpiando los vasos, más finos, o los
cripción de su viaje por los Alpes, más groseros, de obstrucciones peli­
dice de Bonhomme, una de las mon­ grosas o pesadas, se encuentran en
tañas saboyanas: «Allí mismo domi­ estado de excitar sensaciones agra­
na una cierta insípida tristeza.» Co­ dables, no ciertamente placer, sino
nocía, pues, una tristeza interesante, una especie de temblor satisfactorio,
que mana de la vista de un desierto, cierta paz que está mezclada con te­
en donde desearían hombres sumirse rror». Lo bello, que él funda en el
para no oír nada más del mundo ni amor (del cual, sin embargo, quiere
aprender de él, pero que no debe considerar el deseo como separado),
ser, sin embargo, tan inhospitalario lo reduce (páginas 251-252) a «el
que ofrezca para los hombres sólo relajamiento, la distensión y embo­
una penosísima estancia. Hago esta tamiento de las fibras del cuerpo, y,
observación solamente con la inten­ por tanto, un enternecimiento, des­
ción de recordar que también la enlace, agotamiento; un sumirse,
aflicción (no la tristeza abatida) agonizar y disolverse de placeres.»
puede contarse entre las emociones Y después justifica ese modo de
vigorosas, cuando tiene su base en explicación, no sólo en casos en que
ideas morales; pero cuando se fun­ -la imaginación se une al entendi­
da en la simpatía y, por tanto, es miento, sino incluso en otros en que
amable, pertenece tan sólo a las emo­ se une a una sensación de los sen­
ciones deprimentes, y así atraigo la tidos, para despertar en nosotros,
atención a la disposición de espíri­ tanto el sentimiento de lo bello como
tu, que sólo en el primer caso es el de lo sublime. Como observacio­
sublime. nes psicológicas, esos análisis de los
fenómenos de nuestro espíritu son
grandemente hermosos, y proporcio­
Ahora se puede comparar con la nan rica materia a las investigacio­
exposición trascendental, hasta aquí nes preferidas de la antropología
llevada, de los juicios estéticos, la empírica. No se puede tampoco ne­
fisiológica, como la han trabajado gar que todas nuestras representa­
un Burlce y muchos hombres pe­ ciones, sean, del punto de vista obje­
netrantes, entre nosotros, para ver tivo,’solamente sensibles, o sean to­
adonde conduce una exposición me­ talmente intelectuales, pueden, sin
ramente empírica de lo sublime y de embargo, subjetivamente, ir unidas
lo bello Burke,7 que, en ese modo con deleíte o con dolor, por muy
de tratarla, merece ser nombrado poco que se noten ambos (porque
como el autor más distinguido, con­ ellas afectan del todo el sentimiento
sigue, por ese camino (pág. 223 de de la vida, y ninguna de ellas, en
su obra), la solución siguiente: «que cuanto es modificación del sujeto,
el sentimiento de lo sublime se fun­ puede ser indiferente), y hasta que,
da en el instinto de conservación y como opinaba Epicuro, el placer y
el dolor son -siempre, en .último tér­
7 S'sgún la traducción alemana de su mino, corporales, aunque partan de
escrito «Philosophische Untersuchun­ la imagen y hasta de representacio­
gen über den Ursprong unserer Beg­ nes del entendimiento, porque la
riffe vom Schönen und Erhabenen»,
Riga, bei Hartknoch, 1773; «Investiga­ vida, sin sentimiento del órgano cor­
ciones filosóficas sobre el origen de poral, es sólo consciencia de la pro­
nuestros conceptos de lo bello y de lo pia existencia, pero no sentimiento
sublime». del bienestar o malestar, es decir, de
260 M A N U E L KA N T

la excitación, de la suspensión de cionar la materia para una investi­


las facultades vitales, pues el espíri­ gación más alta; pero una explica­
tu, por sí solo, es todo vida (el prin­ ción trascendental de esa facultad
cipio mismo de la vida), y las resis­ es, sin embargo, posible, y pertene­
tencias, las excitaciones, hay que ce esencialmente a la crítica del gus­
buscarlas fuera de él, y, sin embar­ to, pues, sin tener éste principios a
go, en el hombre mismo, por lo tan­ priori, le sería imposible regir los
to, en la unión con su cuerpo. juicios de otros y fallar sobre ellos,
Pero si la satisfacción en el ob­ aunque sólo fuera con alguna apa­
jeto se funda únicamente en el he­ riencia de derecho, por medio de
cho de que éste deleita mediante en­ sentencias de aprobación o repro­
canto o emoción, entonces no se pue­ bación.
de exigir a ninguna otra persona que Lo que aun queda de la analítica
esté de acuerdo con el juicio estéti­ del Juicio estético está encerrado,
co que enunciamos, pues sobre eso, ante todo, en la
cada uno interroga, con razón, sólo
su sentido privado. Pero entonces
toda censura del gusto cesa también DED U CCIÓN DE LOS JU IC IO S
totalmente, pues habría que hacer ESTÉTICOS PUROS
del ejemplo , que otros dan, por la
concordancia casual de sus juicios, § 30
una orden de aplauso para nosotros,
y contra este principio, sin embargo, La deducción de los juicios estéticos
nos alzaríamos probablemente, y sobre los objetos de la naturaleza
apelaríamos al derecho natural de no puede ser aplicada a la que en
someter el juicio que descansa en el ésta llamamos sublime, sino sólo a
sentimiento inmediato de la propia lo bello
satisfacción, a nuestro sentido pro­
pio y no al de otros. La pretensión de un juicio estéti­
Así, pues, si el juicio de gusto no co a una validez universal para cada
ha de valer como egoísta, sino que, sujeto exige, como todo juicio que
según su naturaleza interior, es de­ debe apoyarse en algún principio a
cir, por sí mismo y no por los ejem­ priori, una deducción (es decir, le­
plos que otros dan de su gusto, ha gitimación de su pretensión) que
de valer necesariamente como plu­ debe aún añadirse a la exposición
ralista; si se le estima de tal modo del mismo, cuando se refiere a una
que se pueda pedir al mismo tiempo satisfacción o desagrado en la forma
que cada cual deba adherirse a él, del objeto, y de esta clase son los
entonces tiene que tener a su base juicios de gusto sobre lo bello de la
algún principio a priori (subjetivo naturaleza, pues la finalidad tiene
u objetivo), al cual no se puede lle­ entonces su base en el objeto y su
gar nunca acechando leyes empíri­ forma, si bien no muestra la rela­
cas de modificaciones del espíritu, ción de éste con otros objetos según
porque éstas no dan a conocer más conceptos (para el juicio del cono­
que cómo se juzga, pero no mandan cimiento) , sino sólo se refiere a la
cómo se debe juzgar, y aun de tal aprehensión de esa forma, en cuan­
modo, que la ley sea incondiciona- to ésta se muestra conforme en el
da; esto es lo que los juicios de gus­ espíritu, tanto con la facultad de los
to presuponen al pretender que la sa­ conceptos como con la de la exposi­
tisfacción vaya inmediatamente uni­ ción de los mismos (que es la misma
da con una representación. Así, que la de la aprehensión). Puédese,
pues, la exposición empírica de los pues, también, en lo que toca a lo
juicios estéticos puede, desde luego, bello de la naturaleza, alegar cues­
constituir el comienzo para propor­ tiones de diversa índole, que se re­
CRÍTICA DEL JUICIO 261

fieren a las causas de esa finalidad pretensión de un juicio semejante a


de sus formas; v. gr., cómo se va a una validez universal y necesaria.
explicar por qué la naturaleza ha No tendremos, pues, que buscar
multiplicado por todas partes tan más que la deducción de los juicios
pródigamente la belleza en el fondo de gusto, es decir, de los juicios so­
mismo del océano, donde sólo rara bre la belleza de las cosas naturales,
vez la vista humana (para la cual y así satisfaremos en su totalidad la
sólo aquélla es conforme a fin) ha tarea de todo el Juicio estético.
alcanzado a ver. . . , y otras más...
Pero lo sublime de la naturaleza
— cuando sobre él enunciamos un
juicio estético puro, no mezclado
con conceptos de perfección como
finalidad objetiva, en cuyo caso se­
ría un juicio teleológico— puede ser
considerado como informe o sin fi­
gura y, sin embargo, como objeto
de una satisfacción pura, y mostrar
finalidad subjetiva cíe la representa­
ción dada; y aquí se trata de saber
si en el juicio estético de esta clase
puede pedirse, además de la exposi­
ción de lo que en él se piensa, una
deducción ae su prétensión a un
principio (subjetivo) a priori.
A esto sirve de respuesta que lo
sublime de la naturaleza se llama
así impropiamente, y que propia­
mente sólo puede atribuirse al modo
de pensar, o más bien a los funda­
mentos para el mismo en la natura­
leza humana. La aprehensión de un
objeto, por lo demás informe y dis­
conforme a fin, da meramente la
ocasión de tener consciencia de ello,
y ese objeto es usado de ese modo
subjetivo, finalmente, pero no juzga­
do como tal por sí y por su forma
(por decirlo así, species firtalis ac-
cepta, non dato) . De aquí que nues­
tra exposición de los juicios sobre
lo sublime de la naturaleza fuera
también al mismo tiempo su deduc­
ción, pues cuando hemos analizado
la reflexión del Juicio en ellos, en­
contramos una relación, conforme a
fin, de las facultades de conocer, la
cual debe ser puesta a priori a la
base de la facultad de los fines (la
voluntad) , y, por tanto, es ella mis­
ma a priori conforme a un fin, lo
cual contiene en seguida la deduc­
ción, es decir, la justificación de la

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