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El atún contam inado por m ercurio en Colom bia y la obligación de


encontrar la verdad

Marco Fidel Zambrano M1.


Mg. En Sociología

Tres meses antes de morir, en junio de 1984, el filosofo francés Michael Foucault
hablaba de la actitud de algunos seres humanos de autoimponerse una obligación
de hablar con la verdad para el bien común, incluso asumiendo por esto un riesgo
individual. La situación no ha cambiado significativamente. Desde los tiempos de
Galileo las sociedades humanas muestran una resistencia importante frente al tema
de la verdad, si bien ahora se han creado métodos más sutiles para asumirla a costa
de las posibilidades del bienestar de millones de seres humanos. Son incontables
las victimas y el costo de esta refracción con relación a la verdad, sea esta social,
política o científica. Esta es exactamente la situación, que se repite una vez más y
que muy seguramente se repetirá en el futuro, con la investigación científica
realizada por el ingeniero Juan Manuel Sánchez Londoño sobre la contaminación
por mercurio de latas de atún en diversos supermercados en la ciudad de
Cartagena.

La investigación del ingeniero Sánchez titulada “Evaluación de la concentración de


mercurio en diversas marcas de atún enlatado comercializadas en la ciudad de
Cartagena de Indias” se adelantó en el año 2011 dentro de los requisitos para
optar por el título a Magister en Toxicología dentro de un convenio entre el
Departamento de Toxicología de la Facultad de Medicina de la Universidad
Nacional de Colombia y la Universidad de Cartagena. El Director del trabajo fue el
Ph.D. Jesús Tadeo Olivero Verbel e igualmente se contó con el apoyo del Grupo de
                                                                                                               
1
Sociólogo Universidad Nacional de Colombia. Especializado en medios de comunicación
de la Universidad de los Andes. Magister en Sociología Universidad Nacional de Colombia.
Investigador principal proyecto: Contaminación de Alimentos por Metales Pesados en
Colombia – Implicaciones de política pública - En el Instituto de Estudios y Servicios
Ambientales de la Universidad Sergio Arboleda. E-Mail: marcofza@gmail.com

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Química Ambiental y Computacional de la Universidad de Cartagena. Difícil, pero
no improbable, tratar de debilitar la reputación científica tanto de las instituciones
como de los investigadores.

El diseño de la muestra consistió en 41 muestras, pertenecientes a 4 marcas


comerciales de atún, (3 nacionales y una importada), las cuales fueron compradas
en 12 diferentes supermercados de la ciudad durante los meses de marzo y abril de
2011. Los resultados son claros: dos de las muestras nacionales evaluadas no están
cumpliendo la normatividad vigente. No cumplen ni con la normatividad
establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) ni la establecida por la
legislación colombiana. La tercera marca nacional igual supera los dos limites
mencionados pero en un menor grado. Los resultados igualmente indican que
solamente la marca importada presenta concentraciones de mercurio dentro de los
limites considerados. Hasta aquí los resultados de una investigación seria,
elaborada sin ningún interés de protagonismo por profesionales competentes, en
dos instituciones serias. Siendo realizada la investigación en el año 2011 solamente
son ventilados de manera pública sus resultados en el año 2013. No se evidencia
ninguna prisa ni afán protagónico que desvirtúen los resultados alcanzados.

Días después de publicado un resumen de los resultados de la investigación de


Sánchez en el periódico institucional de la Universidad Nacional, el 13 de abril de
2013, El Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA),
entidad adscrita al Ministerio de la Protección Social, afirmó a través de los medios
de comunicación, que no existe ningún riesgo para la salud en el consumo de atún
en el territorio nacional. La entidad afirmó que todos los establecimientos que
procesan y comercializan atún en Colombia están controlados y certificados bajo el
Sistema de Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control, se explicó que se
ejercen acciones recurrentes de inspección vigilancia y control sobre el atún que se
comercializa y consume en el país. Sobre la investigación del ingeniero Sánchez se
limitó a afirmar que era una tesis de grado de un estudiante del año 2011 que no se
relaciona en absoluto con las actividades y competencias del INVIMA. La estructura
simbólica del comunicado permite inferir que nos encontramos frente a un caso de
descalificación pasiva e indirecta de una investigación científica utilizando una
posición de autoridad.

No presenta el INVIMA evidencia científica clara, que controvierta los resultados de


la investigación del ingeniero Sánchez. No presenta series de datos que permitan
comparaciones, no presenta aval de autoridades independientes ni nacionales ni
internacionales; es decir no facilita la dura tarea de encontrar la verdad. Se limita a
ratificar toscamente su posición de autoridad, recordando de alguna manera los
tribunales del Santo Oficio de la Inquisición cuando en el año de 1633 le advirtieron

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a Galileo Galilei que el planeta Tierra no se movía y que el Sol no era el centro de
nuestro sistema planetario. En lugar de facilitar la discusión científica en un tema
que afecta de manera directa la vida de los colombianos, la actitud del INVIMA
clausura la discusión. Todo está bien, podemos comer todo el atún que queramos.
Grave alejamiento con relación a la verdad.

Diez días después de la respuesta inicial del INVIMA y ante una discusión
controversial con el Diario El Espectador sobre el tema, la Institución de vigilancia
no proporciona, a pesar de las solicitudes expresas por parte del medio de
comunicación, sus informes oficiales ni datos sobre la concentración del metal en el
atún a fin de que la comunidad científica, los medios de comunicación y la sociedad
en general pueda realizar los análisis y balances respectivos. Algo no está bien en
el discurso con el cual la institución descalifica la investigación en discusión.

De manera adicional la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) a


través del Dr. Enrique de la Vega, Ph.D en Biología Marina, tercia a favor del
INVIMA, repitiendo el 8 de Mayo los argumentos esgrimidos por esta institución el
26 de Abril. Controladores y controlados, reguladores y regulados asumen el
mismo discurso frente a alguien que es considerado como un interlocutor no válido.
La investigación de Sánchez es simplemente la tesis de grado de un estudiante que
obtiene resultados de una manera aislada sobre algo que se encuentra plenamente
controlado. Se clausura así la posibilidad de encontrar la verdad científica sobre el
tema y ante todo la posibilidad de encontrar correctivos ante una situación que
puede ser catalogada como catástrofe: la contaminación sistemática de los
alimentos, no sólo del atún, que consumen los colombianos.

En realidad son muchos los problemas que se evidencian en la situación


presentada. Estos problemas ameritan la intervención de las más altas instancias
estatales, de la ciudadanía y de las instituciones universitarias en su conjunto. Para
empezar la investigación de la Universidad Nacional no ha sido refutada en el plano
científico, las respuestas han sido esencialmente políticas frente a una investigación
que muestra todo el rigor, respaldo y seriedad de cualquier investigación científica
en el mundo. Para complejizar más la situación debe advertirse que los análisis de la
investigación del ingeniero Sánchez se realizaron en los propios laboratorios del
INVIMA y con el apoyo científico de investigadores del Instituto. La idea de
imponer una autoridad sin discusión ni evidencia científica, una mordaza de hierro
para enjaular el pensamiento, revela una política de tierra arrasada en el objetivo
válido y humano de encontrar la verdad.

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Como resultado de la presión y del talante que adoptó la discusión, el 9 de mayo, a
través de la Agencia de Noticias de la Universidad Nacional el ingeniero Sánchez
manifestó en forma asustadiza:

"Nunca he dicho que mi investigación es concluyente. Fue un estudio piloto que


realicé sin ninguna intención de afectar marcas o mercados y sobre las que
resultaron unas conclusiones serias dirigidas al Invima sobre la necesidad de realizar
estudios más rigurosos sobre los niveles de mercurio que se concentran en estos
enlatados”

Razones para el temor no le podrán faltar al investigador. El problema es que con


investigadores y científicos acorralados es muy difícil adelantar la tarea de encontrar
la verdad y sin verdad es muy difícil que la humanidad pueda enfrentar los retos de
garantizar su subsistencia.

Existen antecedentes recientes importantes de científicos crucificados o


indebidamente interferidos en su labor investigativa. El climatólogo de la Nasa
Drew Shindell, denunció como sus informes sobre el futuro calentamiento de la
Antártica eran revisados y editados por dos representantes políticos de la Casa
Blanca en el año 2004. Igual sucedió con científicos de la Administración Nacional
Oceánica y Atmosférica durante ese mismo periodo. El caso de linchamiento
científico global más dramático en la historia reciente ha sido protagonizado por el
profesor de biología molecular de la Universidad de Caen, el francés Gilles-Eric
Seralini quien adelantó investigación sobre los riesgos para la salud por el consumo
de maíz genéticamente modificado (GM). En poco tiempo la discusión científica
abrió paso a las lógicas no siempre transparentes de la acusación política y los
mecanismos de desprestigio. Igual ya en 1998 el Doctor Putzsai había sido
expulsado del Instituto Roweet de Aberdeen (Escocia) acusado de poco rigor
científico en sus resultados cuando comunicó que ratas alimentadas con patatas
modificadas genéticamente habían desarrollado cambios significativos en su
sistema inmunológico. Estos ejemplos muestran que el estatus de la verdad en las
llamadas sociedades democráticas no es radicalmente diferente del que
encontramos en los tiempos de Galileo. Continua siendo el poder el que determina
qué es verdadero y que no lo es.

Una confusión se entrevera en la manera como se configura inicialmente el


escenario del atún contaminado. Se asume que los resultados de la investigación
van encaminados a erosionar la actividad empresarial de las atuneras del país,
algunas de las cuales son maravillosas historias de espíritu y emprendimiento
empresarial. Activados los mecanismos de defensa no queda camino diferente sino

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atacar al enemigo imaginario. Históricamente el país ha sido un terreno
extremadamente fértil para construir enemigos de todo tipo. En los inicios de la
presente década, según documento de trabajo del Ministerio de Agricultura de
marzo de 2005, la industria atunera del país representaba el 52% del valor de las
exportaciones realizadas por el sector pesquero y se estimaba igual por esa época
que el valor de la infraestructura (empresas, flota y planta de proceso) superaba los
110 millones de dólares. Para 1999, según datos de la ANDI la cadena generaba
cerca de 17.000 puestos de trabajo. 93.6 millones de latas son consumidas
anualmente por los colombianos, esto sin contar unos niveles de exportación y
conquista de mercados internacionales crecientemente exitosos. A ningún ser
racional del planeta se le cruzaría por la mente erosionar un sector tan exitoso e
importante. Asunto diferente es advertir sobre un problema ambiental y de salud
pública que posee todas las características de una catástrofe. El problema no se
origina en el sector pesquero-industrial, pero lo involucra de manera estructural. No
sólo en el caso colombiano, sino de manera global. El camino no es abatir al
investigador, arremeter al mensajero, sino enfrentar con los capitales morales que
dispongamos, el establecimiento ético de la verdad científica y construir de manera
conjunta, Estado, Empresas y Universidades las soluciones posibles. El problema
con todas sus implicaciones, debe ser una oportunidad para construir capital moral.

Existe un conjunto de elementos que podrían estar indicándonos que el INVIMA no


se encuentra exactamente del lado de la verdad científica y que tiene dificultades
para cumplir con su misión institucional. Mientras que en la Unión Europea se
producen a través del RASFF (Sistema de Alerta Rápida para Piensos y Alimentos)
cerca de un centenar de alertas cada año sobre extralimitación de niveles de
metales en diversos tipos de peces, y en los Estados Unidos la Agencia de
Protección Ambiental (EPA) advierte sobre el riesgo de extralimitarse en la cantidad
de atún enlatado que cada persona, de acuerdo a su peso, puede ingerir “sin
riesgo”; para el INVIMA todo está bien, todo el tiempo, a pesar de las evidencias
de diversos estudios como el del ingeniero Sánchez. Esta omisión de
responsabilidad se vuelve aún más dramática en un país como Colombia, que
ostenta, como titulo adicional a sus diversos problemas, el de ser el país con mayor
contaminación por mercurio en América, según la Mercury Watch, organización que
realiza el seguimiento sobre el uso del mercurio en la minería e oro artesanal y de
pequeña escala.

La misma lógica de negar la verdad, con procesos similares de imposición de


autoridad en contra de las evidencias, con diferentes actores, se viene dando a lo
largo del tiempo. El caso del agua contaminada en Bogotá, a lo único que condujo
fue a la destitución del Director del laboratorio de la Empresa de Acueducto y
Alcantarillado de Bogotá (EAAB), soslayando la compleja situación sobre la calidad

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del agua que consumen los bogotanos. Las investigadoras, Adriana Lozano y Ana
María Campos, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, fueron igualmente
sutilmente confundidas y desautorizadas en el 2009, cuando advirtieron sobre los
peligros para la salud de consumir de manera exagerada atún, bagre, robalo y
pargo.

Las dificultades para cumplir con sus responsabilidades frente a este riesgo global
no serían sólo del INVIMA. Se evidencia igualmente una dificultad por parte de
diversos gobiernos para enfrentar con criterios morales el tema. En el 2011 el
gobierno español fue acusado de esconder un estudio sobre los tóxicos en el
pescado durante siete lustros. En ese mismo año, el gobierno chileno fue acusado
de engavetar durante cerca de año y medio una investigación sensible sobre los
niveles de mercurio en el atún que consumen los habitantes de ese país. De otra
parte existen preocupaciones en diversas instancias por las altas concentraciones de
mercurio total en atún enlatado proveniente de mercados latinoamericanos. Se
resalta en cualquier caso, que es una catástrofe global que exige respuestas
nacionales, regionales y locales que brillan por su ausencia.

A excepción del INVIMA, la mayor parte de investigaciones que a lo largo del


tiempo se vienen realizando sobre el tema, reportan problemas que afectan la salud
de los colombianos y que merecen una actitud más responsable por parte de las
instancias gubernamentales. Desde la década de los setenta los peces de la bahía
de Cartagena reportan altos niveles de mercurio. En el año 2007, confirmando
investigaciones realizadas desde 1995, en investigación financiada por
COLCIENCIAS, la Universidad de Cartagena, estableció que poblaciones completas
de pescadores del sur del Departamento de Bolívar viven en medio del mercurio
sobrepasando de manera clara los limites establecidos como normales. Es llamativo
que en ese estudio se encontró a una niña de 3 años que vivía en el Corregimiento
de la Raya y que presentaba una concentración de mercurio de 20.1 de ppm
cuando el limite establecido es de 1 ppm.

Para otras regiones del país el panorama tampoco es halagador. En el año 2000, en
investigación doctoral realizada por Claudia Ardila en el Departamento de Ecología,
de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid, se establece
que los habitantes ubicados de las bahías de Tumaco y Buenaventura se encuentra
en una situación de alto riesgo debido a las concentraciones de mercurio en los
peces que utilizan a diario para su alimentación. Ningún pronunciamiento de fondo
por parte de las autoridades frente a esta situación. Como igual no se produjo
ningún pronunciamiento ni acción de fondo frente a la investigación en el año 2008
realizada por la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional con relación a la
calidad del agua de riego y su impacto en especies hortícolas cultivadas en la

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cuenca alta y media del río Bogotá. Dicha investigación estableció que existe un
importante número de metales pesados en hortalizas como la lechuga, el rábano y
el apio entre otros. El panorama puede ser aún peor. Recientemente las Naciones
Unidas (ONUDI) declaró a los municipios de Segovia y Remedios en el nordeste
antioqueño como la región más contaminada del planeta. ¿La respuesta? Escasas
discusiones sobre el tema.

En el magnifico trabajo de Paul Greenberg sobre los últimos peces salvajes,


podemos encontrar un panorama inicial para comprender el escenario de la
contaminación del atún. En el mundo industrializado el mercurio ingresa al medio
ambiente a través de las centrales eléctricas de carbón. Otras fuentes importantes
es la quema de desechos hospitalarios, la minería de mercurio e incluso los
amalgames de la práctica dental. Una vez en el agua, el mercurio se transforma en
metilmercurio, una forma extremadamente tóxica del mercurio que se adhiere
inmediatamente a los tejidos vivos. Este metilmercurio es absorbido por el plancton
y después pasa a la cadena alimentaria hasta llegar a los pequeños peces que a su
vez sirven de alimento a otros, hasta llegar a los grandes depredadores como el
atún. Por su tendencia a bioacumularse, los peces con mayores niveles de mercurio
suelen ser los más grandes y longevos. Difícil, en opinión de Greenberg encontrar
un pez mayor y más longevo que el atún. Una especie que recorre las mismas rutas
que el atún es el pez espada, el cual junto con el atún rojo ha sido restringido para
mujeres embarazadas y niños menores de siete años por la agencia Española de
Seguridad Alimentaria y Nutrición (EASAN). Contaminaciones criticas por mercurio
se muestran igual en delfines, tiburones y ballenas. ¿cómo decir que no pasa nada?,
¿qué todo se encuentra bien?

Es igualmente importante crear los espacios científicos, comunitarios e


institucionales para identificar las razones científicas por las cuales se estableció que
el limite permisible de mercurio en Colombia es de 1.0 ppm. en tanto que la
organización Mundial de la Salud recomienda 0,5 ppm. Identificar por otra parte,
porqué circunstancias no se le ha advertido de manera apropiada a la población
colombiana que debe restringir su consumo de atún de acuerdo a su edad y peso.
La Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (US EPA) establece que
un hombre de más de 70 kilos puede ingerir atún claro cada tres días, en tanto un
niño que pesa 15 kilos puede hacerlo sólo cada 2 semanas. Surge un conjunto de
interrogantes que requieren respuesta. ¿Como afecta esta restricción en el
consumo de atún a un país en donde amplios sectores poblacionales pasan hambre
y en donde la canasta familiar presenta una fuerte variación de acuerdo a las clases
sociales? ¿Se podría afirmar que mientras las clases medias y altas consumen el
atún en forma de Sushi, los sectores más empobrecidos lo hacen en lata?. ¿Cómo
se distribuye el mercurio de acuerdo a las clases sociales?. Como se puede ver son

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bastantes las preguntas y muy pocos los recursos y los espacios institucionales para
responderlas.

El problema se enreda aún más con la globalización. En los supermercados


colombianos ya es posible encontrar pescados provenientes de diversas partes del
mundo. Mariscos de Tailandia, calamares de Vietnam, Salmón chileno y de
Noruega. Si la respuesta del INVIMA frente a los casos señalados es tan ambigua y
unilateral, ¿que podemos esperar de alimentos sobre los cuales desconocemos sus
condiciones y circunstancias?.

En el Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Sergio Arboleda una


hipótesis orienta nuestros esfuerzos en esta materia. La contaminación global de las
fuentes hídricas en el país, sin contar con la contaminación profunda de las aguas
marinas, origina un efecto de contaminación sistémica en los suelos, pastos, cultivos
y animales que sirven de alimento a los colombianos. Los agentes contaminantes
que pretendemos alejar arrojándolos a los ríos, retornan en los alimentos para
ingresar y acumularse de diversas maneras y con impredecibles impactos en los
tejidos corporales de los humanos y animales que habitan el territorio nacional. Las
investigaciones hasta ahora realizadas solamente confirman casos aislados de lo
que constituye un panorama de contaminación sistémica, estructural y cruzada. Esta
situación no es exclusiva del país. Cada nación enfrenta un panorama de
contaminación sistémica que varía de acuerdo a sus circunstancias particulares. El
comportamiento de la enfermedad del cáncer y el surgimiento de epidemias
silenciosas (tiroides y sistema inmune entre otras) son un reflejo indirecto de esta
situación.

En lugar de concentrar los esfuerzos en menoscabar tanto la investigación del


ingeniero Sánchez, como las investigaciones que vengan en el futuro, el INVIMA
con el Ministerio de Ambiente, de Salud y las Universidades junto con las
comunidades de pescadores y de consumidores, deben conformar una Comisión,
que con recursos y agenda de trabajo, permita establecer la verdad en la
contaminación del atún. Para problemas grandes se requiere grandeza. Con el
simple gesto de enterrar la verdad esta no desaparece e igualmente obtener
ganancias o legitimidad, a través de la negación, puede ser muy poco ético y a la
larga improductivo.

La condena a Galileo retrasó en varios siglos el conocimiento que la humanidad


podía tener sobre el sistema planetario en el cual se encuentra el planeta tierra.
Ignorar la contaminación de los alimentos puede causar sufrimiento y diversas
enfermedades para millones de seres humanos en este mundo.

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