Sei sulla pagina 1di 132
See Near ADOLFO COLOMBRES TICIO ESCOBAR HACIA UNA TEORIA AMERICANA DEL ARTE Prdtoge de Adolfo Golambres Serie Antropologica EDICIONES DEL SOL Acha, Juan te una teoria americana del arte / Juan Acha, Adolfo Colombres y Ticio Escobar. - 1%, ed. 1° xeimp. - Buenos Aires : 008. 7 p.; 20x11 cm, — (Serie antropolégica) ISBN 950-9413-40-2 ofia de las artes. Teoria de las bellas artes. [. Adolfo 1. Fil c Colombres. II. ‘Vicio Escobar. 111. Vitulo. CDD 701 Coleccién dirigida por Adolfo Colombres Diseiio y diagramacién: Ricardo Deambrosi Hustracién de tapa: Indigena chamacoco prepazindose para la ceremonia de los Anabsoro (foto de Ticio F'scobar) + edicion / 1* reimpresion ciones del Sol SRL. 4x Callao 737 / 023AAA) Buenos Aires - Argentina Distribucién exclusiva: Ediciones Colihue $.R.L. Av Diaz Vélez 5125 1405DCG) Buenos Aires - Argentina ecolihue@colihuc.com.ar seww.colihuc.com.ar N. 950-9413-40-2 in bsi cy 11.723 Queda hecho el depésito que marca la ley IMPRESO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA GBREBREBEBEABB Prélogo Este libro nace de la conciencia de que lo que podriamos liamar ciencias del arte (teorta y critica) sufren en América un gran retraso con relacién a la misma prdctiea artistica. En efecto, abundan aquf obras que no vacilamos en incluir entre lo mas representativo de nuestro ser en el mundo, pero falta un pensa- miento capaz de contextualizarlas debidamente, con toda la auto- nom{a conceptual que demanda su especificidad, porque para destacar su valor no se posee de hecho mds pardmetros que los proporcionados por los paises centrales, al parecer los inicos indicados para teorizar al respecto. La funcién de esas ciencias det arte a cuyo desarrollo queremos contribuir sera entonces la de situar al artista y su produccién en un proceso histérico deter- minado, vincularlo a los valores (cambiantes, no estables) que vertebran a su comunidad. Ningin arte verdadero se da al mar- Sen de todo grupo social, de un contexto cultural que le confiera sentido. Cegados por un falso universalismo, muchos de nuestros artistas crearon aqut como si fueran europeos 0 norteamerica- NOS, Como si no pertenecieran a un mundo dominado sino a las metrépolis que regulan las modas, y eso empobrecio su obra, segregéndola de la auténtica universalidad. Lo mds triste es que muchos de ellos extraviaron el rumbo no por una irrestistible fas- cinaci6n frente a esos modelos importados, sino por falta de un pensamiento visual independiente del hegeménico y definido con la misma altura y claridad. Antes de aventurarse por un mar tenebroso que parecia no conducir mds que al folklorismo y a populismo estético, se sometieron'sin reservas a la conceptual i- dad metropolitana, que ciertas vanguardias aert ticas se encarge in siempre de exaltar como una cumbre del espiritu valida en ” las partes, y no sdlo en un determinado medio. Porque aqui todo “ imité, menos la originalidad, como advertia ya en el siglo pasado Simén Rodriguez, el maestro de Boltvar. La actual declinacion del vanguardismo bajo los embates de la llamada posmo lerni- dad, abre una amplia brecha que no se puede desperdiciar: antes de que nos abrumen nuevos ismos debemos avanzar en la formu- id) estré propia estética. we hecho, como ve sefiald, nuestra practica artistica ha dado pasos significativos, pero no sé puede pedir alos artistas que hagan todo el trabajo: los criticos y tedricos del arte deben ae dir en su apoyo, elaborando categorias de andlisis a partir @ esa misma practica, y no de las ajenas. El buen arte de aqui expresa y testimonia lo que somos, pero el pensamiento simbé' ie precisa ser complementado con el analitico, como una forma ‘e ahondar la conciencia del fenémeno y enriquecer ast tanto re perspectiva del creador como lo que se ha dado en llamar la “estética de la recepcién”. Juan Acha destaca que durante muchos aios los cambios se centraron en lo visual, y que ahora hacen falta cambios en lo conceptual, 0 sea, una teorla que ela- bore tales hallazgos, en la certeza de que eso contribuird a nutrir y renovar las artes visuales. Paul Klee decia que la percepcién visual es pensamiento visual, lo que implica que este altimo con- diciona a aquélla. En consecuencia, la teorfa del arte que logre - mos articular modificard no sdlo las obras, sino también la per- idn de las mismas. : iste pensamiento visual carecerd de sentido sino persigue desde un principio su autonomta, si no despeja el camino hacia una autodeterminacion estética. Tal autodeterminacion ha de darse dentro de un pensamiento nacional y americano, lejos de ese falso universalismo con el que se nos coloniza, pero sin car tampoco en el nacionalismo como exaltacion acritica de lo nacional. Lo propio, lo que nos identifica, no es una esencia metafisica inmutable, como pretende cierto sustancialisme ahis- lorico que glorifica el “alma nacional” , sino un producto istéri- co y dialéctico, es decir, mutable. Y buscar lo propio, los rasees singulares de nuestra creacion y su relacion con el inframundo del simbolo, no implica de por si erigir esos rasgos en yalores 10 supremos. La valorizacién (o no) de los mismos viene después de su identificacién. O sea, hay un problema gnoseolégico previo ai axiolégico, pero ambos procesos son necesarios para la defini- cidn y consolidacién de nuestra modernidad, es decir, de una forma actual (no pasada ni cerrada al | futuro) y propia de ser en el mundo. Dicha autodeterminacion estética no implica separa- tismo cultural, y tampoco aislamiento, extremo que el desarrollo de los medios de comunicacién vuelve cada vez mds ilusorio. Suele acusarse de ello a los indigenas embarcados en procesos de autogestién, sin ver que se trata sdlo de crear las condiciones para un auténtico didlogo, que siempre requiere la existencia de dos entidades independientes. Es preciso desterrar la idea de que todo intento de afirmacién de lo propio implica aislamiento o regresion historica, porque la misma responde a un ecumenismo colonialista contrario al pluralismo democrdtico. Aun mds, ese pensamiento visual propio no podrd jamas reali- zarse con total prescindencia de los cdnones generados a lo largo de la historia del arte occidental. Adoptard muchos de sus principios y postulados, pero el conjunto seré diferente, por tra- tarse de una teoria situada en otro espacio y al servicio de otros Srupos sociales, que tienen una historia y cultura distintas. O Sea, esos elementos occidentales serdn seleccionados y adopta- dos en calidad de préstamos culturales, y tras una seria reflexion y adaptacién, en las que probablemente seran resemantizados ¥ refuncionalizados, Porque también es preciso acabar con esa pereza mental de importar aparatos conceptuales completos para no tomarnos el trabajo de imaginar la realidad desde aqut, de captar las categorias que la misma nos propone. Siempre es mds facil ilustrar con ejemplos locales las teortas Gjenas y creer que basta eso para configurar aun pensamiento como propio. Uno sabe que estd pisando el terreno del arte cuando una teo- réa artistica se lo indica, porque es justamente la teorta lo que nos ayuda a separar al arte de los fendmenos que no lo son. En Cconsecuencia, y aunque parezca una enormidad, es ta teorta lo que hace posible el arte. Por eso el crecimiento de las artes plas- ticas, nos dice Acha, no puede ser ajeno a la existencia de un pensamiento plastico, y si éste no es independiente de la teorta estética occidental, por mds que se apoye en muchos de sus prin- cipios, no habré en América un arte independiente. El problema es nuevo, porque recién en los afios 50 se empie- za a hablar recurrentemente en nuestro medio de la identidad u

Potrebbero piacerti anche