Introduccion a la literatura
mexicana
José Luis Martinez
Las tres grandes épocas
a primera peculiaridad que se advierte en el conjunto que extensi-
vamente llamamos literatura mexicana es el hecho de que no esta
L formado por un proceso continuo sino que se encuentra dividido en
tres grandes épocas, diferenciadas constitutiva e histéricamente, y que de
hecho consideramos a menudo separadas: la literatura indigena o prehis-
panica, la literatura colonial y la literatura del México independiente.
Cada una de estas épocas tiene sus propias caracteristicas y cierta
unidad, aunque también aparecen relacionadas entre si y siguiendo un
proceso natural de complejidad y desarrollo crecientes.
Las articulaciones de una a otra época ocurrieron, con perturbador
paralelismo, en las segundas décadas de ciertos siglos: el fin del México
antiguo y el principio de la dominacién espaiiola se registré entre 1517 y
1521; el fin de la Colonia y el principio del México independiente pasé en
1810-1821; y el fin de la dictadura porfirista y el surgimiento del México
moderno con la Revolucién mexicana ocurrié en 1910-1921.
La encrucijada histérica del siglo XVI
Histéricamente, el proceso mexicano puede parecer natural, Con la Con-
quista, se formé un nuevo pueblo mestizo que, tras de pasar un periodo
formativo, alcanzé su autonomia y mas tarde su madurez, Pero, desde la
perspectiva de la expresién literaria, los hechos no parecen ya tan natu-
rales y presentan, en cambio, una evidente irregularidad.
La expresién literaria tiene como presupuestos indispensables una
lengua y una cultura comunes que pertenezcan a un territorio y un
pueblo, en lo posible, homogéneos. A este conjunto llamamos tradicin.
Al sobrevenir la conquista espafiola, la cultura y la expresién literaria
de los pueblos indigenas quedaron segadas. El nuevo pueblo mestizo que
fue configurandose debié aprender una nueva lengua y debié forzar su
9propio paso para insertarse en la culminante tradicién cultural espafiola
y europea. Los dos primeros elementos basicos de la expresién literaria
-lengua y cultura— tuvieron, pues, que ser cambiados e improvisados
con admirable capacidad de aprendizaje y adaptacién- para que sdlo un
siglo después del violento vuelco histérico aleanz4ramos ya manifesta-
ciones literarias eminentes. Nuestra infancia cultural no pudo consen-
tirse titubeos ni obras de rudo primitivismo; nuestra infancia cultural
tuvo que nutrirse del Renacimiento: de Fernando de Rojas y Garcilaso, de
Erasmo y Vives, de Cervantes y Lope, de Tomas Moro y Vitoria, que los
pueblos europeos habian madurado después de siglos de aprendizaje.
Acaso por ello, a pesar de que se escribieran en México sonetos al estilo
italiano, comedias dentro de la escuela de Lope y Tirso y didlogos a la
manera humanista, al mismo tiempo estabamos cruzando una infancia
cultural, que a veces se transparenta en obras como el teatro de evange-
lizaci6n del siglo XVI, que recurre a técnicas y estilos primitivos, ya en
desuso, o como el “corrido” del siglo XIX, que parece un brote tardio del
espiritu lejano del romancero.
Tardiamente, pues, proseguimos una cultura en cuya formacién no
participamos y empleamos una lengua a cuyo desarrollo y a cuyo genio
profundo éramos extrafios. Para armarnos una tradicién y afirmarnos en
lo que nos era propio, adoptamos y adaptamos, como un trasfondo clAsico
y heroico, al pasado indigena; denunciamos como una oscura edad media
a los siglos coloniales de formacién, y vinimos a nacer plenamente, como
nacién y como pueblo mexicano, con la independencia de 1810.
Pero, {cual era nuestro pasado cultural? {Qué pasado, qué tradicién
cultural podia reconocer un escritor del siglo XVI, digamos Francisco de
Terrazas, y otro del XVII, digamos Sor Juana? Al remontarse a su pasado,
épodrian acaso parar en las fechas del descubrimiento y conquista, 0 bien
podrian reconocerse absolutos herederos de la tradicién espaiiola o de la
indigena? Ruiz de Alarcén fue a Espajia y alla lo sintieron extraiio, y a
Sor Juana le rindieron todos los miramientos pero sintiéndola aparte. Y
ademds, {cémo podrian ligarse nuestros escritores a la tradicién indige-
na, que acaso estaba fatalmente en ellos, pero que ignoraban? Esta dupli-
cidad de tradiciones puede registrarse, con cierta precisin, en la poesia
de Sor Juana en la cual, junto a las formas, ideas y escuelas peninsu-
lares, aparecen de pronto las notas indigenas, como en los graciosos vi-
lancicos tradicionales rematados con tocotines indios.
Existe, pues, una encrucijada histérica radical, la del encuentro de dos
culturas a principios del siglo XVI, que determina una problematica o una
bifurcacién de tradiciones para nuestra cultura. Las tres grandes épocas
de la literatura mexicana son, en cierta manera, auténomas aunque se
10encuentren articuladas entre si en diferentes formas. La literatura inde-
pendiente no puede explicarse sin el antecedente colonial, de la que es su
continuidad evolucionada, y sin el trasfondo indigena, que le da su propio
caracter. Pero la literatura indigena, en cambio, no condiciona en absolu-
to a la colonial, ya que ha intervenido un elemento extraiio e inesperado:
la dominacién del imperio espafiol que arrasé al indigena.
La literatura indigena
El cuerpo de poemas liricos, épicos y religiosos, de piezas teatrales, de
cuentos y adivinanzas, de textos morales, didacticos y filoséficos y de
relaciones histéricas, heroicas y mitolégicas que hasta ahora conocemos y
Iamamos literatura indigena fue creacién de los pueblos que formaban el
complejo cultural de la altiplanicie mexicana, que se expresaba en lengua
nahuatl y tenia tres nicleos principales: Tenochtitlan, Tezcoco y
Tlaxcala, y del pueblo maya del sureste mexicano y parte del territorio
guatemalteco. Esta literatura comenzé por ser oral pues se conservaba en
la memoria y con apoyo en ciertos cdices ceremoniales e histéricos. Es
obra de autores cuya identidad ignoramos, aunque gracias a las investi-
gaciones de Angel Maria Garibay y de Miguel Leén-Portilla se han iden-
tificado y estudiado a varios poetas indigenas de nombres conocidos. Uno
de ellos, Nezahualcéyotl, rey poeta de Tezcoco, goza de antigua fama.
Estas creaciones literarias pudieron llegar a nuestro conocimiento en vir-
tud de que, desde las primeras décadas después de la Conquista, fueron
registradas en escritura europea y en su propia lengua néhuatl e
ilustradas por los cronistas misioneros, fray Bernardino de Sahagtin en
primer lugar, por sus informantes indios o por otros naturales celosos de
sus tradiciones.
Las caracteristicas tematicas de la poesia indigena de la altiplanicie
-la creacién mas importante de la literatura prehispdnica-— son los temas
heroicos y teogénicos, incitacién al sacrificio del guerrero y la insistente
alusién a la muerte y a la vida efimera, que mueven a los poetas a pro-
porer el disfrute de la alegria del momento. Sus procedimientos de estilo
mas notorios son el empleo de paralelismos o balanceos de vocablos, el
difrasismo y la recurrencia de estribillos y ritornelos; un repertorio
metaforico de flores, aves de plumajes finos y piedras preciosas, que alu-
den por lo general a la sangre y a la muerte en guerra; y en los himnos
rituales, cierta esotérica oscuridad que parecia reservar a los iniciados su
cabal comprensién.
El conocimiento que hoy disfrutamos de la literatura de los pueblos
indigenas de México, y singularmente de la literatura en lengua néhuatl,
ii