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Estos datos indican que gracias a las ocupaciones culturales, muchos ecuatorianos
se benefician de la generación de ingresos y de una mejor calidad de vida. Por otra
parte, las ocupaciones culturales permiten la creatividad y el ejercicio de los
derechos culturales, y gracias a las características únicas del sector de la cultura y de
su dependencia de micro, pequeñas y medianas empresas locales, el empleo cultural
también facilita la distribución de la riqueza a los más necesitados.
GASTO CULTURAL: 3.41% (2003)
En 2003, el 3.41% de los gastos de consumo de los hogares de Ecuador se dedicaron
a actividades, bienes y servicios culturales (403,066,224.24 USD). El 47% se gastó en
bienes y servicios culturales centrales, y el 53% en bienes y servicios de
equipamiento/apoyo. La compra de libros fue responsable de la mayor parte de
gastos de los bienes y servicios centrales (15.6%), seguido por el consumo de
servicios culturales (10.3%). Los servicios culturales incluyen las entradas a cines,
museos, teatros, conciertos, parques nacionales y sitios patrimoniales, y, el alquiler de
equipos para la cultura (televisores, videocasetes, etc.). La compra de equipos para la
recepción, grabación y reproducción de sonido e imágenes (31%), tales como
televisores, radios, equipos de música, etc.), y la compra de equipos para el
procesamiento de la información (16%), fueron responsables de los mayores gastos en
bienes y servicios de equipamiento y apoyo.
Este resultado muestra una importante demanda de los bienes culturales, aunque se
pueden observar, según los quintiles de ingresos, variaciones en el consumo de bienes
y servicios culturales, sugiriendo que un aumento en el consumo de bienes culturales
corresponde a un aumento del poder adquisitivo. Así es, mientras que el quintil de
menores ingresos gasta el
2.12% de sus gastos totales del hogar en cultura, los hogares del quintil con ingresos
más altos gastan el 4.28% en cultura. Por otra parte, entre los quintiles de ingresos,
cabe señalar que los hogares con ingresos bajos gastan proporcionalmente más en
bienes de equipamiento/apoyo, que suelen ser un requisito para acceder a
determinadas formas de contenido cultural, mientras que los hogares más
acomodados gastan proporcionalmente más en bienes y servicios culturales
centrales. Estos datos deben tenerse en cuenta al analizar las políticas y mecanismos
existentes para permitir a las personas de todos los grupos de ingresos, participar en
las actividades culturales y en el consumo de bienes y servicios culturales.
Justificación del problema
La economía creativa está basada en una nueva forma de pensar y hacer que centra su
atención en el talento y en las capacidades de las personas para la generación y
explotación de conocimientos e información que crean valor agregado.
La economía creativa es utilizada en el siglo XXI como estrategia de desarrollo de varios
países desarrollados como el Reino Unido donde uno de cada cinco empleos pertenece
a esta rama, Dinamarca cuyo incidencia en el PIB es de 5,3%, Países Bajos, Alemania
y Estados Unidos. Por otro lado, algunos países en vías de desarrollo como Brasil y
Colombia comenzaron a incursar su economía creativa en el ámbito global al poner
práctica políticas para incentivar su desarrollo, no obstante el potencial y las
capacidades de esta economía permanecen ocultas aunque cuentan con material
creativo ligado a la diversidad cultural y talentos (Economía creativa, 2011:1).
Dentro de la economía creativa, la creatividad es el factor de la producción más
representante, mientras que el capital queda en segundo plano, es por eso que aquellos
que son poseedores de las ideas son más poderosos que los que poseen las máquinas
(Howkins, 2001).
La creatividad, entendida como capacidad de aportar respuestas nuevas y más
eficaces frente a los retos a que se enfrentan individuos, sociedades o territorios, se
ha convertido en concepto de uso cada vez más frecuente en la bibliografía
internacional de los últimos años. El interés que suscita la referencia a las
industrias creativas, la clase creativa o la ciudad creativa ha multiplicado la bibliografía
científica dedicada a estas cuestiones, pese a las frecuentes imprecisiones que
acompañan la traslación del concepto al ámbito de los estudios sobre desarrollo
territorial. Como han señalado varios autores (Tremblay, 2008), aunque el origen de
las industrias culturales, embrión del concepto de economía creativa, se encuentra en
los trabajos de Adorno (1964) habrá que esperar hasta los años setenta para que
estas ideas calen en los trabajos académicos y hasta los noventa para que sean
absorbidos por el concepto de economía creativa.
Las industrias creativas fueron impulsadas inicialmente por Nueva Zelanda y Australia
(informe Creative Nation, 1994), pero quien más insistió en su importancia estratégica
fue el Gobierno británico, particularmente durante los mandatos de Tony Blair y Gordon
Brown. El Department of Culture, Media and Sports creó en 1997 la Creative Industries
Task Force, que en 1998 presentó el informe Creative Industries Mapping Document en
el que se proponía y desarrollaba una nueva metodología para medir conjuntamente el
sector cultural y creativo, distinguiendo en él trece subsectores: Publicidad, Arquitectura,
Artes y Antigüedades, Artesanías, Diseño, Moda, Cine y Vídeo, Software de
entretenimiento, Música, Artes Escénicas y Radio-televisión. Dicha propuesta ha tenido
mucha influencia en todo el mundo, sobre todo en los países de la Commonwealth. En
el Reino Unido supuso la primera tentativa seria de medir la contribución económica de
las industrias creativas en su conjunto. Los datos que presentó sorprendieron: el informe
atribuyó al sector un peso económico del 4 % del producto industrial bruto (PIB) en 1998.
En el informe de 2001, más amplio y sistemático, se detectó un crecimiento del sector
de un 16 % durante el bienio 1997-98, siendo así que la economía británica había
crecido un 6 % en dicho período. En conjunto, el sector SCC aportó un porcentaje del 5
% del PIB en 2001. Este porcentaje ha seguido creciendo en Gran Bretaña en los últimos
años, hasta superar en 2010 el 9 %
En el informe de 2001, el DCMS definió las industrias creativas como:
“aquellas industrias que tienen su origen en la creatividad, habilidad y talento
individuales y que tienen el potencial de crear riqueza y empleo mediante la generación
y explotación de la propiedad intelectual”.
Esa definición fue adoptada por otros países, los cuales siguieron el modelo británico,
aun introduciendo algunas variaciones: Nueva Zelanda (2002), Australia (2003),
Singapur (2003) y Hong Kong (2003)31.
Austria publicó en 2003 un estudio sobre el sector industrial y creativo, partiendo
también del modelo británico32. Tanto en sus estudios estadísticos como en sus
políticas públicas, todos esos países aceptaron la importancia estratégica de las
industrias creativas y desarrollaron instrumentos para medirlas y compararlas.
En su libro de 2001, John Howkins añadió incluso la generación de conocimiento
científico al sector creativo. De seguir ese criterio, las actividades de investigación y
desarrollo pasarían a formar parte de la economía creativa, cosa que pocos países han
aceptado. También tuvo mucha repercusión un libro de Caves (2000) en el que señaló
agudamente una serie de especificidades de las industrias creativas, en particular la
incertidumbre (“nobody knows”) en relación al éxito o al fracaso de las propuestas
creativas.
La clasificación de la UNCTAD plantea una distinción inicial entre actividades
artísticas de diversa índole o relacionadas con el patrimonio cultural y downstream
activities publicidad, diseño, edición, productos audiovisuales y multimedia, junto a
otras actividades similares. Con esa base, divide los sectores culturales y creativos en
cuatro grupos.
Investigación Histórica:
Esta investigación es histórica porque dependemos de datos observados por
otras personas, estos datos son de dos clases: fuentes primarias, derivadas de
la observación y registro directo de acontecimientos por su autor; fuentes
secundarias, cuyo autor informa observaciones realizadas en primer lugar por
distintas personas.
Investigación documental:
Esta investigación es documental porque se hizo recolección, selección, análisis
y presentación de información coherente a partir del uso de documentos.
Recopilación adecuada de datos e información que permitió redescubrir hechos,
sugerir problemas, orientar hacia otras fuentes de investigación
El uso de diferentes técnicas e instrumentos para la localización y clasificación
de datos, análisis de documentos y de contenidos
Investigación descriptiva:
Esta investigación es documental porque tratamos de determinar cuál es la
situación actual del país y de la región frente a la economía creativa o naranja
Marco de referencia
Marco Teórico
Industrias culturales
Industria cultural: estructura funcional del medio, interpretaciones actuales y
trascendencia del término.
Las industrias culturales suelen ser llamadas también de primera comunicación (Dr.
Eduardo Vizer, 2011). De hecho el siglo XX es considerado el siglo de la primera
comunicación, pues se basó en el congelamiento del tiempo y su reproducción
tecnológica.
Desde el punto de vista del consumidor, las industrias culturales, tienen una
naturaleza de bienes indivisibles e inagotables, como la de todos los productos
basados en la información, porque necesitan de intermediarios para seleccionar
las obras y guiar el consumo. Ellos son los críticos y espacios mediáticos
especializados, pero también las marcas y los sellos editoriales (Quiroz, 2006, p.
114)
Las industrias culturales pueden ser identificadas como un grupo de sectores que
ofrecen: servicios en los campos de entretenimiento, educación e información p.ej.
películas, música grabada, medios impresos o museos) y productos manufacturados a
través de los cuales los consumidores elaboran formas distintivas de individualidad,
autoafirmación y manifestación social (p.ej. ropa de moda o joyería) (Traducción de
Scott, 2004, Definición de industrias culturales adoptada en estudio del BID para
América Latina y el Caribe (Quartesan et al., 2007)
Industrias creativas
Las industrias creativas son aquellas que están basadas en la creatividad, talento y
habilidades individuales. Tienen el potencial para la creación de riqueza y empleo a
través del desarrollo de la propiedad intelectual. (Definición de industrias creativas
del DCMS (2001)
Si bien los términos Industrias Culturales e Industrias Creativas en algunos casos
parecen ser casi intercambiables, la diferencia entre los dos tipos de industrias radica
en lo que genera el valor del bien o servicio producido. Por ejemplo, los bienes y
servicios producidos por las industrias culturales son fruto de la herencia, el
conocimiento tradicional y los elementos artísticos de la creatividad. Por otro lado, las
industrias creativas derivan su producción de la creatividad individual, la innovación, las
habilidades y el talento en la explotación de la propiedad intelectual.
En general, tanto las industrias culturales como las creativas están relacionadas con el
aprovechamiento de la noción de propiedad intelectual, pero éstas no son las únicas
que generan valor a partir de los derechos de autor. Precisamente, la OMPI divide las
industrias protegidas por derechos de autor en cuatro grupos:
Industrias que dependen principalmente del derecho de autor
Industrias interdependientes del derecho de autor
Industrias que dependen parcialmente del derecho de autor
industrias de apoyo.
Según la OMPI (2003), las industrias que dependen principalmente del derecho de autor
son aquellas que se dedican a la creación, producción y fabricación, interpretación o
ejecución, radiodifusión, comunicación y exhibición, o distribución y venta de obras y
otro material protegido por el derecho de autor.
Las industrias interdependientes del derecho de autor se dedican a la producción y venta
de equipos cuya función consiste, total o principalmente, en facilitar la creación, la
producción o la utilización de obras y otro material protegido. Las industrias que
dependen parcialmente del derecho de autor son aquellas para las cuales parte de sus
actividades está relacionada con las obras y otro material protegido y puede consistir en
la creación, producción y fabricación, la interpretación o ejecución, la radiodifusión, la
comunicación y la exhibición, o la distribución y venta. Finalmente, las industrias de
apoyo generan productos y servicios para facilitar la radiodifusión, la comunicación, la
distribución o la venta de obras y otro material protegido, pero se dedican a otro tipo de
actividades no protegidas por el derecho de autor (transporte, telefonía, etc.).
De acuerdo con estas definiciones, las industrias culturales incluyen actividades como:
artes escénicas, producción audiovisual (sin incluir videojuegos), artes visuales,
editorial, música y artesanías. Las industrias creativas incluyen, además de las
anteriores actividades, otras como: videojuegos y diseño industrial. Finalmente, las
industrias protegidas por el derecho de autor incluyen en las industrias básicas, además
de varios de los anteriores, sectores como bases de datos de software y sociedades de
gestión colectiva de derechos de autor; así mismo, las industrias interdependientes
incluyen equipos necesarios para la producción de los bienes y servicios como por
ejemplo: pintura, escultura, fotografía y artes gráficas
Marco epistemológico
Economía creativa
El término “economía creativa” fue popularizado en 2001 por el escritor y gestor de
medios de comunicación británico John Howkins, que lo aplicó a 15 industrias que iban
desde las artes hasta la ciencia y la tecnología. Según los cálculos de Howkins, en el
año 2000 la economía creativa tenía un valor de 2.2 billones de dólares estadounidenses
a nivel mundial y crecía al año a una tasa de 5%. La noción es, y sigue siendo, muy
amplia, porque no sólo abarca bienes y servicios culturales, sino también juguetes y
juegos, así como todo el ámbito de “investigación y desarrollo” (I+D).
Por tanto, aun cuando reconozca las actividades y los procesos culturales como el
núcleo de una nueva y poderosa economía, también se ocupa de manifestaciones
creativas en ámbitos que no serían contemplados como “culturales”.
Industrias culturales
El término “industrias culturales” se remonta a los primeros trabajos, en las décadas de
1930 y 1940, de la Escuela de Frankfurt, que mordazmente denunció la mercantilización
del arte en tanto que aportaba una legitimación ideológica a las sociedades capitalistas
y la aparición de una industria cultural popular.
Esta visión pesimista sobre la relación entre la cultura y la empresa capitalista todavía
es mantenida por algunos.
Este es, especialmente, el caso de la izquierda, sobre todo en el contexto de debate
actual sobre la amenaza de la homogeneización cultural global.
Esta visión también se basa en una perspectiva de la cultura y la economía como
mutuamente hostiles, cada una guiada por lógicas tan incompatibles que, cuando ambas
convergen, la integridad de la primera siempre se ve amenazada.
No obstante, a comienzos de los años 60, muchos analistas empezaron a reconocer
que el proceso de mercantilización no siempre o no necesaria mente acaba resultando
en degeneración de la expresión cultural. De hecho, a menudo sucede lo contrario,
porque los bienes y servicios generados industrialmente (o digitalmente) poseen
claramente muchas cualidades positivas. Por consiguiente, en la década de 1980, el
término industrias culturales ya no implicaba connotaciones peyorativas y empezó a ser
utilizado en círculos políticos y académicos como una calificación positiva.
Con el término, se hacía referencia a formas de producción y consumo cultural que
tenían un elemento expresivo o simbólico en su núcleo.
También fue propagado por la UNESCO en la década de 1980 y ha pasado a abarcar
campos muy diversos como la música, el arte, la escritura, la moda, el diseño y las
industrias de los medios (por ejemplo: la radio, la industria editorial el cine y la
producción de televisión).
Su alcance no se limita a la producción intensiva con base en la tecnología, en tanto
que una gran parte de la producción cultural de los países en desarrollo es artesanal.
La inversión en artesanía rural tradicional, por ejemplo, puede beneficiar a las artesanas,
dándoles la posibilidad de que tomen las riendas de su vida y generen ingresos para
sus familias, sobre todo en áreas en las que las oportunidades para conseguir otras
fuentes de ingreso son limitadas.
Todos estos ámbitos productivos tienen un valor económico significativo, pero también
son vectores de profundos significados sociales y culturales.
Industrias creativas
El término industrias creativas se aplica a un conjunto productivo mucho más amplio,
incluyendo los bienes y servicios que producen las industrias culturales, así como
aquellas que dependen de la innovación, incluyendo muchos tipos de investigación y
des- arrollo de software. La expresión empezó a introducirse en la formulación de
políticas, por ejemplo, en la política cultural nacional de Australia de principios de 1990,
seguida por el influyente Ministerio de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte del
Reino Unido, que promovió la transición para pasar de industrias culturales a industrias
creativas al final de la década. Este uso también tiene su origen en la asociación que se
comenzó a hacer entre creatividad, desarrollo económico urbano y planificación de la
ciudad. Así, recibió un primer impulso muy significativo a través del importante trabajo
llevado a cabo por el consultor británico, Charles Landry, sobre la “ciudad creativa”. Un
segundo y suma- mente influyente impulso a nivel internacional fue el trabajo de Richard
Florida, teórico norteamericano de estudios urbanos que reflexionó sobre la “clase
creativa” que las ciudades necesitaban atraer con el fin de garantizar un desarrollo
exitoso. Esta “clase creativa” resulta ser una agrupación muy amplia de muchos tipos
distintos de trabajadores técnicos, directivos y profesionales (no sólo trabajadores
creativos de industrias creativas y culturales), quienes producen innovación de varios
tipos. Juntos, forman la “clase” que Florida tomó como fuente de energía innovadora y
dinamismo cultural en las sociedades urbanas de hoy en día.
En una variante del pensamiento reciente de la economía creativa, algunos alegan que
las industrias culturales y creativas no sólo impulsan el crecimiento a través de la
creación de valor, sino que también se han convertido en elementos clave del sistema
de innovación de toda la economía. Según este punto de vista, su importancia primordial
radica no sólo en la contribución de las industrias creativas al valor económico, sino
también en los modos en los que estimula la aparición de nuevas ideas o tecnologías, y
los procesos de cambio transformativo.
Por tanto, la economía creativa debería ser vista “como un complejo sistema que obtiene
su ‘valor económico’ a partir de la facilitación de la evolución económica; un sistema que
produce atención, complejidad, identidad y adaptación a través del recurso primario de
la creatividad”.3 Según esta visión, las industrias culturales y creativas son pioneras,
nutriendo de disposiciones sociales generales que estimulan la creatividad y la
innovación, y con las que se trabaja en beneficio del conjunto. No obstante, los críticos
destacan que los mecanismos que permiten que esta creatividad se irradie nunca se
identifican con claridad, aunque parece completamente plausible que las expresiones
culturales pueden ser una fuente de ideas, historias e imágenes que pueden ser
reproducidas en otras formas en diferentes sectores económicos. Análisis recientes de
tablas de in- sumos y productos encuentran pruebas poco sólidas de que las empresas
con cadenas de suministro vinculadas a las industrias creativas sean más innovadoras
que aquellas que no tienen ese vínculo. Sin embargo, eso no dice mucho sobre esta
relación y, por tanto, no ofrece indicios en lo que se refiere a la causalidad.
Puede ser que simplemente las empresas más innovadoras compren más insumos de
la industria creativa como diseño, posicionamiento de marca o publicidad.
Es difícil alegar, por tanto, que todos los aspectos de la creatividad económica, social o
política son generados únicamente (o incluso, principalmente) por los procesos mismos
de las industrias culturales y creativas. Por este motivo, el término “economía creativa”
será utilizado en este Informe para favorecer las actividades que impliquen creatividad
cultural y/o innovación. La mayor parte de los estudios de caso y los ejemplos son, por
tanto, extraídos de actividades que también podrían ser clasifica- das como industrias
culturales, con el objeto de revelar las relaciones cada vez más simbióticas entre cultura,
economía y lugar. El potencial social emancipador de esta última está implícito en su
misma constitución, y el caudal de expresión es en sí mismo un medio para encontrar
formas de liberación. Este potencial no puede separarse de factores que sustentan el
éxito de las industrias creativas en términos exclusivamente económicos.
Contexto y contornos de la economía creativa
Porque difiere de otros sectores económicos, la economía creativa necesita políticas
modificadas. En este ámbito, la formulación de políticas ha tendido a seguir modelos
industriales genéricos, a pesar del hecho de que la economía creativa funcione de forma
distinta. El enfoque que existe en este ámbito sigue siendo demasiado uniformizador, lo
que perjudica la particularidad local y regional.
Por consiguiente, hay pocos marcos políticos actuales que estén bien posicionados
para alentar un enfoque como éste. La economía creativa se diferencia de otros sectores
a través de sus formas organizacionales y el riesgo de mercado asociado con nuevos
pro- ductos. La microempresa es más común en este sector que en otros, sobre todo
en los países en desarrollo. Pero incluso allí, hallamos tres niveles: productores
independientes de pequeña escala; sucursales semiindependientes que trabajan para
empresas más grandes; y compañías muy grandes (a menudo, multinacionales) en
ámbitos como el cinematográfico y el editorial.
La economía creativa está simultáneamente vinculada a los sectores público, no
lucrativo e informal, por lo cual se convierte en un complejo híbrido. Además, sólo un
aspecto de la economía creativa se expresa en información de precios e ingresos,
mientras que otros parámetros cruciales de su éxito están más vinculados a identidades
y valores intrínsecos. Su gobernanza, entonces, requiere conciencia de una especie de
complejidad que atraviesa una serie de inquietudes políticas.
También requiere nuevos enfoques, de cara a las emergentes y libremente configuradas
redes de productores y consumidores culturales que impulsan la innovación. Todo esto
es muy distinto a los intereses e instituciones sumamente visibles y de gran escala en
que la mayoría de las políticas culturales aún tienden a centrarse, y que continúan
siendo la fuente de subvenciones y apoyos.
Como la economía creativa es de alto riesgo y difícil gestión, a las grandes
organizaciones que puedan extender el riesgo a una cartera de productos y servicios
les será más fácil prosperar. En cuanto a los bienes materiales, las grandes economías
de escala tienen el control de la producción y de los sistemas de distribución, por lo
que son una barrera significativa para entrar en el mercado. En la mayoría de las
actividades relacionadas con la economía creativa, los ingresos reales provienen de la
venta al por mayor, por ende, para los nuevos integrantes es muy difícil abrirse camino
en merca- dos establecidos. A su vez, la predominancia de los países del Norte global
presenta un desafío de enormes proporciones para cualquier nuevo integrante,
especialmente del Sur global, aunque también es cierto que los mercados se crean en
torno a bienes y servicios que representan motivos e idiomas locales. En otras palabras,
las industrias culturales y creativas son intrínsecamente idiosincrásicas y se benefician
de las dinámicas de la competencia imperfecta. Aun así, en todos los entornos de
países en desarrollo, los vínculos históricos, las relaciones y las trayectorias
dependientes son factores cruciales para el éxito.
Estado del arte
Formato
Conclusiones
Bibliografía