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A inicios de los años noventa nuestro país transitaba por una profunda precarización
del empleo, con remuneraciones deterioradas producto de la hiperinflación. En este
contexto el Gobierno fujimorista aplica un Programa de Ajuste Estructural a través
de un conjunto de medidas políticas que buscaban redefinir los roles económicos del
Estado, del mercado, y las reglas del juego a nivel macroeconómico. El Estado asumió
un rol subsidiario en la economía, y en lo laboral se orientó por un rol flexibilizador a
partir de una desregulación normativa, que buscaba vincular las remuneraciones a la
productividad. Las normas dictan expresamente que las remuneraciones deben estar
directamente vinculadas a la productividad, sin embargo, más allá de la letra, no hay
una materialización del contenido en la política laboral del régimen.
Los ejes de la flexibilización laboral peruana fueron la salarial y la numérica. La
primera se centró en la eliminación de la participación del Estado en la definición
salarial (reglas de mercado salvo al inicio luego del fujishock), supresión de la
indexación salarial (Decreto Legislativo 757) y disociación entre remuneraciones e
inflación. Por su parte la flexibilización numérica opera en sus modalidades interna y
externa. La externa posibilita la subcontratación, lo cual se evidenció con el amplio
margen de uso de las cooperativas de trabajadores inclusive para cubrir actividades
principales y permanentes de las empresas usuarias al igual que la intermediación
laboral; mientras que la interna elimina restricciones para contratar trabajadores
temporales para actividades permanentes, contratar jóvenes fuera de la protección
laboral, eliminar estabilidad laboral absoluta y despedir colectivamente a
trabajadores .