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UAPA
Serie Auto-Aprendizaje
Dedicatoria
A todos los estudiantes que aspiran a ejercer su profesión con dignidad y eficiencia,
especialmente a mis ex alumnos, quienes me estimularon y me hicieron sentir la
necesidad de escribir sobre temas que nos motivan a dar cumplimiento a los
principios rectores del bien.
Por estar estructurado como texto y material de apoyo didáctico, el libro incluye
orientaciones para el estudio, objetivos en cada unidad. Después, se presenta el
contenido. En seguida se desarrollan los puntos más importantes de cada tema, utilizando
encabezados y subencabezados para facilitar y guiar la lectura. Luego se presenta un
resumen en bloques del tema.
• Actividades sugeridas
• Preguntas para el repaso
• Ejercicios de autoevaluación
• Análisis de textos
Espero que la estructura didáctica de este libro, así como la claridad y amenidad con
que se exponen los contenidos, contribuyan a despertar en los estudiantes el deseo de
conocer más a fondo los problemas morales y les ayude a cultivar un espíritu crítico
frente a los mismos.\
CONTENIDO
1
5.6 La Ética de Platón………………………………………..77
2
Unidad 8: La Conciencia Moral……………………………………..124
9.7.1 La eutanasia………………………………………….152
9.7.2 El aborto……………………………………………..154
3
UNIDAD 1: NATURALEZA DE LA ÉTICA
En esta unidad encontrarás las herramientas para conocer a fondo la naturaleza de la Ética, su
objeto de estudio y la importancia que tiene en la vida particular de cada ser humano.
Comprenderás, además, que cada quien es personalmente responsable de su vida, pues tiene
que ejecutar unos actos y abstenerse de otros, tomar decisiones y adquirir hábitos, asumir o
modificar actitudes. Te sugiero leerla con mucho detenimiento y con ánimo de sacarle
provecho.
Objetivos de la Unidad
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1.1 Breve Historia de la Moral
Hemos distinguido, pues, dos sentidos de la palabra moral: primero el primordial, que
más adelante estudiaremos con detenimiento, consistente en el carácter constitutivo de la vida
humana como “quehacer”, como “conducta” en la acepción de “conducción”. El hombre se
conduce a sí mismo inventando su vida, esto es, proyectándola por modo original y realizando
este proyecto suyo; segundo, esta invención, aun sin dejar nunca de ser, en alguna medida,
propiamente tal, es por lo general bastante más modesta de lo que podría parecer según la
acepción anterior. Moral significa ahora, en un sentido prefilosófico, el conjunto de reglas de
comportamiento vigentes en un mundo histórico social determinado, reglas procedentes de la
religión, del ethos o idea de perfección propia de este mundo, de la conciencia común y la
experiencia. 5
De estos sentidos, el primero ha permanecido hasta ahora oculto, para la filosofía
moral, pese a su primordial importancia. Filosofía moral que, por lo demás, trabaja siempre
sobre los datos de una moral ya existente. Pues, como escribe Maritan en su libro “La
Philosofía Morale”, “los hombres no han esperado a los moralistas para tener reglas
morales, y los moralistas justifican un dato que les preexiste y que tiene más consistencia
práctica y más densidad existencial que las teorías por las que intentan dar razón de él”.
Esta historia de la moral en el sentido pleno de la palabra, que por un lado beneficie a
los importantes descubrimientos de la antropología cultural, así como de la historia general, y
que por otra parte recoja las aportaciones de la reflexión filosófica: por ejemplo, la de los
moralistas, poniendo de manifiesto su relación directa con la realidad moral del medio
histórico-social correspondiente, está aún por hacer
El general se designa a la Ética como la ciencia que se ocupa de las acciones morales.
Esta universal opinión se funda en la idea de que se puede determinar, al menos por
aproximación, en qué consiste la moralidad de un acto, esto a su vez se apoya en el
presupuesto más hondo de que ya se conoce lo que propiamente constituye lo ético.
Para evitar ideas preconcebidas en el momento de ponernos a dar una definición del
concepto de Ética, lo más prudente será describir, en primer término, el fenómeno de lo moral
con el fin de establecer claramente hasta qué punto y en qué sentido es posible una ciencia de
lo ético. Una vez que hayamos conocido la estructura esencial de lo ético podremos abordar
la cuestión de si existe una ciencia del comportamiento moral en forma de catálogo de
normas.
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A pesar de la libertad que tenemos para elegir si haremos o no un acto, sentimos
también que, no lo somos, en alguna forma, en aquello que fue objeto de la elección. Somos
psicológicamente libres, ya que en lugar del bien podríamos haber elegido el mal; pero, por
encima de esto, nos percatamos de que en aquella libre elección estábamos bajo la singular
presión de una exigencia que partía del bien. ¿Por qué es el bien, y no el mal, el que nos hace
sentir esa exigencia? Es preciso que de alguna forma haya en nosotros un algo que, desde las
mismas raíces de su naturaleza, produzca en nuestro interior aquel mandato. Para que tal
objeto pueda actuar de esa forma tiene que ser asumido por el sujeto y transformado en
sentimientos de valoración.
Lo peculiar en este caso es que esa conciencia de responsabilidad respecto al bien nos
persigue insistentemente, haciendo valer sus exigencias, sin otra justificación que ella misma
y sin que muestre señales de dependencia. Nosotros sabemos que no hacemos el bien por
razones de utilidad, sino porque da lugar en nuestro interior a una responsabilidad de la que
no nos podemos librar. Arthur Fridolin Utz confirma esta realidad con las siguientes
palabras: “La libertad por su mismo concepto, no impone obligaciones, sino que más bien
está obligada”. Esto quiere decir que la conciencia de responsabilidad está por encima de la
libertad como “dirección a seguir” (Manual de Ética Profesional, pág. 15).
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Si la Ética se atuviera exclusivamente a este método de las ciencias experimentales,
sus resultados serían también puramente de significado experimental. Sería únicamente una
ciencia descriptiva del nacimiento y evolución del sentido de la responsabilidad, de la
conciencia del bien y del mal. Se concretaría a dar, de esa forma, una explicación descriptiva
de la conciencia de culpabilidad y de la apreciación de los valores en general.
Las ideas expuestas en los párrafos anteriores confirman que la experiencia externa no
basta para explicar satisfactoriamente lo moral en cuanto fenómeno. La Ética tiene que tener
en cuenta los datos de la experiencia interna. Está comprobado que cada individuo toma sus
decisiones morales en dependencia de una norma que le dicta su conciencia de
responsabilidad; y que dentro de cada uno se hace presente un sentimiento de satisfacción o
de culpa, según haya obrado o no de acuerdo con aquella norma.
Como el análisis estrictamente personal que nos aclara si llevamos dentro de nosotros
una norma que sea válida universalmente, el moralista tiene, por consiguiente, que investigar
si esa conciencia de responsabilidad que en nosotros suscita la norma es sentida de manera
inmediata y primaria, como propia de nuestra calidad de personas, tan necesariamente ligada a
nuestra naturaleza de seres humanos que nos suministre el conocimiento de que determinadas
normas son válidas por igual para todos los hombres. Aristóteles dijo en una ocasión que no
es misión de la filosofía demostrar los principios; sólo le toca mostrarnos aquellos principios
que nos sirven de punto de partida, y sin los cuales carecería de sentido tanto el pensar como
el obrar; se trata, por lo tanto de unos principios que tienen que ser aceptados por nosotros, si
queremos poder seguir pensando y viviendo.
Ya vimos que en el terreno práctico existe un primer principio, sin el cual sería
imposible hacer nuevas formulaciones en el orden de las acciones, puesto que la conciencia
moral no puede subsistir si es despojada del principio que manda hacer el bien y evitar el mal.
La Ética surge, como una disciplina filosófica, con las escuelas Socráticas, donde lo
que más importaba era la obtención de la sabiduría, entendida ésta como conducta en el
mundo y no como simple saber acerca de él. Esas escuelas encontraron el fundamento de la
sabiduría en la virtud, que consiste en vivir de acuerdo con la naturaleza.
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Sócrates pretendía inculcar en sus oyentes las normas de una vida recta. Fue, pues, un
reformador de costumbres, en las que influyó tanto con sus enseñanzas como con su personal
ejemplo. Su propósito era investigar aquello que pueda ayudar al hombre para gobernar y
dirigir su existencia de una manera sabia y justa. Por eso los socráticos, al igual que su
maestro, estaban conscientes de que la principal meta del hombre era llegar a obtener la
sabiduría, pues el que conoce tiene mayores posibilidades que el ignorante para gobernar y
dirigir su vida con rectitud.
La disciplina filosófica que tratamos se conoce con dos nombres: Ética y Moral.
Procedente del griego, uno; del latín, el otro. La palabra Ética, se deriva del griego ethos,
significa “carácter”, “modo de ser”, y, a su vez, el suelo firme, el fundamento de la praxis, la
raíz de la que brotan todos los actos humanos. La expresión “moral” deriva del latín Mos,
Moris, que significa costumbre, comportamiento.
Según la tradición filosófica a partir de Aristóteles, esta es la acepción más usual del
vocablo ethos. Según ella, significa “modo de ser’ o “carácter”. Xavier Zubiri ha precisado
esta significación con las siguientes palabras: “El vocablo ethos tiene un sentido
infinitamente más amplio que el que damos hoy a la palabra Ética”. Lo ético comprende
ante todo, las disposiciones del hombre en la vida, su carácter, sus costumbres y,
naturalmente, también lo moral. En realidad se podría traducir por “modo o forma de vida”.
(José Aranguren, Ética, pág. 25)
El carácter como personalidad moral, como resultado de actos que, uno a uno, he
elegido, es lo que, por haberlo preferido, he hecho de mí mismo…con los demás. Me hago y,
a la vez, soy hecho por los otros; me hago y, haciéndome, contribuyo a hacer a los demás. Y
esto, claro es, tanto positiva como negativamente.
Todo esto nos indica que el carácter no es estático, sino cambiante. Nadie nace con
una personalidad moral definida, sino que la va adquiriendo a medida que va viviendo.
Cuando una persona se habitúa a realizar actividades que empañan su propia dignidad,
entonces su forma de conducirse será deficiente; pero si, por el contrario, se habitúa a hacer el
bien y a rechazar el mal, su forma de conducirse será altamente positiva. Por esta razón
consideramos una necesidad que cada quien se esfuerce por fortalecer su propia personalidad.
Conscientes de las ideas anteriores y de lo difícil que resulta dar una definición exacta
de lo que se entiende por Ética, nos solidarizamos con las ideas externadas por algunos
eminentes moralistas, quienes la definen de distintas maneras.
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Aquiles Menédez la define “como la parte de la filosofía que trata de la moral y de
las obligaciones del hombre” (Ética Profesional, pág. 12). De aquí se infiere que una de las
características fundamentales de la Ética es su obligatoriedad, la cual encierra el concepto del
deber de dar cumplimiento a los principios rectores del bien. En nuestro interior
experimentamos una sensación de responsabilidad sobre cada una de las cosas que hacemos
libre y voluntariamente. Estamos comprometidos como personas. De alguna manera nos
sentimos responsables, obligados. Quiere esto decir que dentro de nosotros hay una
percepción de valores acompañada de un carácter de imperativo en el que se expresa que
debemos rechazar el mal y hacer el bien. Nos sentimos satisfechos de nuestra acción cuando
estamos convencidos de haber obrado bien, pero si nuestra conciencia nos acusa de haber
obrado mal, entonces nos vemos como malos y despreciables.
En cuanto a la moralidad de los actos debemos precisar que son actos humanos
aquellos que son realizados libre y voluntariamente. Esto significa que para poder evaluar
una acción como buena o como mala tiene que haber sido materializada sin obstáculo y con
deseo. Sólo un ser que actúe con libertad y voluntariedad puede ser considerado como moral
o inmoral. Otorgamos el calificativo de moral al que cumple con sus deberes, al que ajusta su
comportamiento a los principios rectores del bien. Calificaciones de inmoral al hombre que,
comprendiendo lo que debe hacer, no lo hace, al que incumple con sus deberes.
Otras definiciones las encontramos en R. Simon, quien la define por un lado, como
“una ciencia práctica cuyo objeto formal está constituido por la conformidad o
disconformidad con los valores morales”. Por otro lado, la define como “una ciencia
normativa de la conducta a la luz de la razón” (Moral, Pág. 37)
Creemos, al igual que José Luis Aranguren, que la Ética no es, en rigor, una ciencia
especulativa pura, sino una ciencia “especulativamente práctica”. Práctica porque busca el
conocimiento para poder dirigir. Especulativa porque no se propone dirigir, sino conocer. Es
una ciencia directiva del obrar humano. Pero solamente en cuanto a los principios generales.
No se propone decir a cada cual lo que ha de hacer u omitir. Su objeto formal está constituido
por la moralidad de los actos humanos.
Ciencia especulativa y ciencia práctica difieren, pues, por sus fines. Pero hay que
precisar. En efecto, la ciencia práctica tiene como objeto “algo que puede ser hecho o que
puede ser obrado”. Pero esto no basta para caracterizar la ciencia práctica, pues lo operable
puede ser también objeto de una ciencia puramente especulativa: los actos humanos pueden
ser objeto de la metafísica.
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En otros términos, asignar como objeto a la ciencia práctica un “operable” (aquello
que puede ser realizado) es designar sólo su objeto material. Una ciencia es práctica sólo si el
objeto es un operable considerado como operable, si pertenece a su esencia dirigir de cerca o
de lejos la producción de una obra o la realización de una acción. La inteligencia se convierte
entonces en “Luz directriz medida de la acción, idea realizadora” (R. Simon, Moral, Pág.
31)
Una ciencia especulativa pretende conocer solamente por conocer. Aunque el objeto
del conocimiento fuera una actividad, desde el momento en que la ciencia como tal no tiene
otra finalidad que el saber, es una ciencia teórica o especulativa y no una ciencia práctica.
Una ciencia especulativa se organiza alrededor de la noción de verdad teórica (conformidad
del conocimiento con lo que es)
Una ciencia práctica intenta conocer para dirigir. Esta finalidad es esencial a una
ciencia tal. Se organiza alrededor de la noción de “verdad práctica” (conformidad del
conocimiento con las exigencias del fin que la realización debe alcanzar)
La moral es una ciencia práctica “en cuanto a sus finalidades propias y en cuanto a
las condiciones del objeto”. En efecto, la moral, como toda ciencia práctica, y por la misma
naturaleza de su objeto, no se propone solamente conocer por conocer, sino conocer para
dirigir la acción.
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El hombre debe estar consciente de que la ley que sale de su conciencia es la ley de su
propia conducta. Cualquier desobediencia a sus rectos dictámenes implica degeneración.
Resulta difícil, por no decir casi imposible, apartarnos de sus normas sin caer en defecto. Por
tal razón, la Ética debe ser considerada como constante disciplina para la vida. Ella nos
obliga a realizar nuestras labores con eficacia y a mantener una actitud de rechazo frente a
todo lo que signifique degradación de la propia dignidad.
En el tema anterior hemos definido a la Ética como la parte de la filosofía que trata el
aspecto moral de los actos humanos.
La cuestión que se plantea ahora es la de saber con mayor precisión cuál es el objeto,
tanto material como formal, de la Ética y, al mismo tiempo, la importancia que tiene tanto en
el orden especulativo como en el orden práctico. Antes de definir el objeto material y el
objeto formal de la Ética debemos señalar que muchas de las acciones que realizamos se
producen sin la representación consciente por nuestra parte y sin intervención de nuestra
libertad. Son acciones, por así decir, que radican en el hombre sin pertenecerle: “actos del
hombre” pero no “actos humanos”.
En efecto, hay una gran diferencia entre los “actos del hombre” y los “actos
humanos”. Los primeros son actos hechos por el hombre, voluntarios o no. Los segundos
son actos propios del hombre y que, por tanto, provienen de su voluntad libre. Los actos que
el hombre realiza inconscientemente no comprometen su libertad. Si por ejemplo, uno de
estos actos perjudica a alguien, puedo sentir tristeza, pero no puedo arrepentirme ni sentir
remordimiento. Sin duda no parece que procedan de mi yo más real y más auténtico; yo no
soy responsable de ellos. En todo caso, estos actos, considerados en sí mismos, no son
morales.
Algo muy distinto sucede cuando, por ejemplo, yo decido materializar, libre y
conscientemente, una acción determinada. En este sentido se trata de un acto estrictamente
humano, puesto que intervienen la voluntad y la libertad. De ahí que el acto moral implique
una referencia a la fuente de donde emana, a saber, la voluntad libre. En otros términos, obrar
humanamente es obrar libremente; pero obrar libremente es obrar con miras a un fin.
De lo dicho anteriormente se infiere que el objeto material de la Ética son los actos
humanos, los hábitos o costumbres, el carácter de la persona. La vida, decía Ortega y Gasset,
es un quehacer, una tarea. El hombre va haciendo su modo de ser, y cuanto mayor sea el
número de actos, tanto mayor la determinación del ser humano. “Puede decirse que el ir
viviendo o existiendo consiste en ir haciendo cosas, no sólo materiales sino inmateriales, y
al ir haciendo las unas y las otras, ir haciéndose cada cual a sí mismo; y lo que cada cual
va haciéndose es lo que va siendo”. (Aranguren, Op.Cit., pág. 395)
El ethos, carácter o personalidad moral, va siendo definido a través de cada uno de los
actos humanos. Con cada nueva posibilidad que nos apropiamos, con cada actualización de
un vicio o una virtud, describimos, corregimos o subrayamos los rasgos de nuestro carácter.
Como se puede observar, hay, pues, un círculo entre estos tres conceptos, modo ético
de ser, hábitos y actos, puesto que el primero sustenta los segundos y éstos son los principios
intrínsecos de los actos, pero, recíprocamente, los hábitos se engendran por repetición de
actos y el modo ético de ser se adquiere por hábito. Estudiaremos, pues, a continuación, y en
general, los actos, los hábitos y el carácter, considerados como objeto material de la Ética.
Empezando por los actos, lo primero que debemos preguntar es cuáles, entre los actos
que el hombre puede ejecutar, importan a la Ética. La Escolástica establece dos divisiones.
Distingue, por una parte, los que el hombre no realiza en cuanto tal y los “actus hominis”, es
decir, actos del hombre y en cuanto tal hombre. Sólo estos constituyen propiamente objeto de
la Ética, porque sólo éstos son perfectamente libres y voluntarios.
La Ética Escolástica también admite los hábitos como objeto material de la Ética, en
cuanto que los considera como “principio intrínseco de los actos”. En realidad, la
personalidad moral se define a través de cada uno de los actos y de los hábitos, por lo cual
éstos no pueden ser relegados a un segundo término al hablar del objeto de la Ética. La vida
como totalidad nos remite a los actos que la resumen – el “instante, la repetición” y al
“carácter” en que queda impresa. Al hablar de la vida en su totalidad no debe olvidarse que
ésta no es sólo duración, sino también futurición y emplazamiento:
“En el tiempo como futurición proyectamos el destino moral que vamos a forjar.
En el tiempo como emplazamiento y “mientras llega la muerte”, estamos a tiempo de
rehacer este destino moral…el hombre proyecta y se propone, se esfuerza y se afana en el
tiempo; dispone de un tiempo limitado para hacerse a sí mismo, para realizar su cualidad
ética”. (José Luis Aranguren Op. Cit. Pág. 195-196)
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El objeto formal de la Ética está constituido por el aspecto moral de los actos
humanos. Todas las actividades realizadas libre y voluntariamente son buenas o malas, justas
o injustas. Por eso, cuando un acto implica degradación de la propia dignidad enseguida lo
catalogamos como inmoral; pero si en lugar de desagradarla la engrandece, entonces lo
calificamos como positivo. De ahí que la misión principal de la Ética consista en juzgar el
aspecto moral de nuestros actos, valorar si las actividades que cada persona realiza son o no
compatibles con su propia dignidad.
Debemos tener presente que el trato social es más exigente para el profesional que
para el hombre común, pues mientras a éste se le perdonan faltas quizás por su ignorancia
frente a las normas éticas, se presume que el profesional sea, por el contrario, una persona
preparada, con una buena formación moral y con principios relevantes en el terreno del bien.
Tiene el deber ineludible de ser ejemplo de rectitud en su proceder.
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El hombre que adquiere una moral bien pertrechada espiritualmente se convierte en un
ferviente defensor de la justicia y en un fermento de renovación en todos los aspectos de la
vida.
Todo el que tiene sentido de su dignidad se respeta a sí mismo, mantiene a raya sus
pasiones y se convierte en un modelo tanto en su vida privada como en su vida pública
ciudadana.
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RESUMEN
El ser humano es inevitablemente moral, pues tiene que hacer su vida ejecutando unos
actos y absteniéndose de otros. Tiene la obligación de conducir su propia existencia y
buscarle sentido a través del hacer o dejar de hacer cosas.
Los seres humanos han hecho y hacen su vida, se han conducido y se conducen
conforme a determinadas formas de vida, conforme a “reglas morales”.
La auténtica moralidad brota del corazón del ser humano, de sus más íntimas
estructuras personales y le lleva a actuar acorde con su vocación humana.
La Ética surge, como disciplina filosófica, con las escuelas socráticas, donde lo que
más importaba era la obtención de la sabiduría, entendida ésta como conducta en el
mundo y no como simple saber acerca de él.
Los socráticos, al igual que su maestro, estaban conscientes de que quien conoce tiene
mayores posibilidades que el ignorante para gobernar y dirigir su vida con rectitud.
La palabra “Ética” deriva del griego êthos, que significa “carácter”, “modo de ser”.
La expresión “moral” deriva del latín mos, moris, que significa “costumbre”,
“comportamiento”.
Existe una relación de criterios de orígenes griego y latino, a tal punto, que los filósofos
emplean la Ética como sinónimo de moral.
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El carácter es la personalidad que hemos conquistado a través de la vida, lo que hemos
hecho de nosotros mismos, viviendo.
El carácter no es estático, sino cambiante. Nadie nace con una personalidad moral
definida, sino que la va adquiriendo a medida que va viviendo.
Cada persona adquiere, a través de su existencia, una serie de deberes a los cuales no
debe renunciar jamás. Esos deberes son mayores o menores dependiendo de su
preparación. Se exige más al que puede dar más.
Sólo un ser que actúe con libertad y voluntariedad puede ser considerado como moral o
inmoral. Actúa con moralidad aquel que ajusta su comportamiento a los principios
rectores del bien; es inmoral quien comprendiendo lo que debe hacer no lo hace, aquel
que incumple con sus deberes.
La Ética es una ciencia especulativa y práctica, pues intenta conocer para dirigir la
acción.
La Ética tiene un carácter normativo, pues establece normas de conducta para que el ser
humano pueda gobernar y regir su comportamiento con rectitud.
Cada ser humano descubre las verdades éticas fundamentales a medida que va
madurando su capacidad de razonar. La experiencia como un hecho de experiencia
interna.
La Ética debe ser considerada como constante disciplina para la vida. Ella nos obliga a
realizar nuestras labores con eficacia y a mantener una actitud de rechazo frente a todo
lo que signifique degradación de la propia dignidad.
El objeto material de la Ética son los actos humanos, los hábitos o costumbres, el
carácter de la persona. Mientras que el objeto formal está constituido por el aspecto
moral de esos actos.
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ACTIVIDADES SUGERIDAS
a) Investiga la forma de conducirse, tanto a nivel público como privado, de algunas de las
personas que conoces y contesta los siguientes planteamientos.
b) Análisis de Texto
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PREGUNTA PARA EL REPASO
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EJERCICIO DE AUTOEVALUACIÓN
a) Selección múltiple
2. Para que los actos y la vida sean morales el ser humano debe actuar:
a. Libremente
b. Arbitrariamente
c. A y b son correctas
a. Arbitrariamente
b. Incoherentemente
c. Conforme a determinadas formas de vida
a. La religión
b. La conciencia común y la experiencia
c. a y b son correctas
2. Todos y cada uno de los seres humanos, por poco o nada filósofos que sean, tienen
que “conducirse”._____
3. Para que una persona se conduzca bien debe ejecutar todos sus actos sin abstenerse de
ninguno._____
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4. Cada quien se hace a sí mismo a lo largo de la vida y la humanidad a los largo de su
historia. ______
10. El ser humano descubre las verdades éticas fundamentales desde su mismo
nacimiento. _____
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BIBLIOGRAFÍA
4. René Le Senne. Tratado de Moral General. Ed. Gredos, S.A., Madrid, 1973.
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