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La política económica de la corona castellana respecto a las colonias, se
correspondía con las ideas mercantiles de la época.
El poder nacional significaba poder militar y naval, el cual era mantenido por el
dinero y el dominio de determinados productos esenciales, los cuales debían
asegurarse mediante una política económica que ofreciera protección
preferente a ciertas industrias y actividades.
El comercio de España con América, fue una maquina más o menos pasiva, un
artificio por medio del cual se canalizaba, bajo fiscalización real, el suministro
de mercaderías al resto de Europa. Contribuía poco al desarrollo de la industria
o al acrecentamiento del bienestar del pueblo.
“Todo lo que los españoles traen de las Indias, adquirido con largas, prolijas y
peligrosas navegaciones, y lo que juntaron con sudor y trabajo, lo trasladan los
extranjeros a su patria con descanso y con regalo, haciéndose en sus
provincias, suntosísimos palacios con la riqueza de España”. Fernández de
Navarrete.
Se tendieron líneas cada vez más estrechas. El tráfico con América se convirtió
en todos sus aspectos, en un monopolio puesto en manos de las más grandes
casas comerciales de Sevilla. Desde mediados del siglo XVI, además, nadie
podía cruzar el Atlántico para comerciar, a menos que embarcara mercaderías
por un cierto valor mínimo (300 mil maravedís).
La economía privada debía quedar excluida. Sin embargo, los reyes, no podían
sufragar los altos costos de las nuevas expediciones descubridoras, y tuvieron
que dar parte a la economía privada.