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31/10/2018 A la mierda el trabajo | ctxt.

es

A la mierda el trabajo

El mercado laboral ha fracasado, como casi todos los demás. Ya no hay


bastantes trabajos disponibles y los que quedan no sirven para pagar las
facturas. ¿Y si el trabajo no es la solución, sino el problema?

JAMES LIVINGSTON

Fotograma de The Wall (1982).


MGM

16 DE DICIEMBRE DE 2016

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Para nosotros, los estadounidenses, el trabajo lo es todo. Desde hace siglos, más o
19K
menos desde 1650, creemos que imprime carácter (puntualidad, iniciativa, honestidad,
autodisciplina y todo lo demás). También creemos que el mercado laboral, donde
encontramos el trabajo, ha sido relativamente eficiente en lo que a asignar
oportunidades y salarios se refiere. Y también nos hemos creído, hasta cuando es una
mierda, que trabajar da sentido, propósito y estructura a nuestras vidas. Sea como sea,
de lo que estamos seguros es de que nos saca de la cama por las mañanas, de que paga
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las facturas, de que nos hace sentir responsables y de que nos mantiene alejados de la
televisión por las mañanas.

Estas creencias ya no están justificadas. De hecho, ahora son ridículas, porque ya no


hay bastantes trabajos disponibles y porque los que quedan ya no sirven para pagar las
facturas, a no ser, claro está,  que hayas conseguido un trabajo como traficante de
drogas o banquero en Wall Street, en cuyo caso, en los dos, te habrás convertido en un
gánster.

Hoy en día, todos a izquierda y a derecha, desde el economista Dean Baker al


científico social Arthur C. Brooks, desde Bernie Sanders hasta Donald Trump,
pretenden solucionar el desmoronamiento del mercado laboral fomentando el “pleno
empleo”, como si tener un trabajo fuera en sí mismo una cosa buena, sin tener en
cuenta lo peligroso, exigente o degradante que pueda ser. No obstante, el “pleno
empleo” no es lo que nos devolverá la fe en el trabajo duro o en el respeto de las
normas o en todas esas cosas que suenan tan bien. Actualmente, la tasa de desempleo
oficial en EE.UU. está por debajo del 6 %, muy cerca de lo que los economistas siempre
han considerado “pleno empleo”, y sin embargo la desigualdad salarial sigue
exactamente igual. Trabajos de mierda para todos no es la solución a los problemas
sociales que tenemos.

Pero no es que lo diga yo, para eso están los

“ EN EE.UU. MÁS DE UN
CUARTO DE LOS
números. En EE.UU. más de un cuarto de los
adultos actualmente con trabajo cobra salarios
ADULTOS ACTUALMENTE
más bajos de lo que les permitiría superar el
CON TRABAJO COBRA
SALARIOS MÁS BAJOS umbral oficial de la pobreza, y por este motivo
DE LO QUE LES un quinto de los niños estadounidenses viven
PERMITIRÍA SUPERAR EL
sumidos en la pobreza. Casi la mitad de los
UMBRAL OFICIAL DE LA
POBREZA adultos con trabajo en EE.UU. tiene derecho a


recibir cupones de comida (el Programa
Asistencial de Nutrición Suplementaria, SNAP
por sus siglas en inglés, que proporciona ayuda
a personas y familias de bajos ingresos, aunque la mayoría de las personas que tiene
derecho no lo solicita). El mercado de trabajo ha fracasado, como casi todos los
demás. 

Los trabajos que se evaporaron durante la crisis económica no van a volver, diga lo que
diga la tasa de desempleo (el aumento neto en el número de trabajos creados desde
2000 se mantiene todavía en cero) y si vuelven de entre los muertos, serán zombis, del
tipo contingente, de media jornada o cobrando el salario mínimo, y con los jefes
cambiando tus horarios todas las semanas: bienvenido a Wal-Mart, donde los cupones
de comida son una prestación.

Y no me digas que subir el salario mínimo a 15$ por hora es la solución. Nadie duda
del enorme significado ético de la medida, pero con este salario, el umbral oficial de la
pobreza se supera solo después de haber trabajado 29 horas por semana. El salario
mínimo federal está en 7,25 $, pero para superar el umbral de la pobreza en una

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semana de 40 horas, habría que cobrar al menos 10$ por hora. Entonces, ¿qué sentido
tiene cobrar un sueldo que no sirve para poder ganarse la vida, sino para demostrar
que se tiene una ética de trabajo?

Pero, calla, ¿no es este dilema una fase pasajera más del ciclo económico? ¿Qué pasa
con el mercado de trabajo del futuro? ¿No se ha demostrado ya que esas voces
agoreras de los malditos maltusianos estaban equivocadas porque siempre aumenta la
productividad, se crean nuevos campos empresariales y nuevas oportunidades
económicas? Bueno, sí, hasta ahora. La tendencia de los indicadores durante la mitad
del siglo pasado y las proyecciones razonables sobre el próximo medio siglo se basan
en una realidad empírica tan bien fundamentada que es imposible desestimarlos como
ciencia pesimista o sinsentidos ideológicos. Son exactamente iguales que los datos
sobre el cambio climático: si quieres puedes negarlo todo, pero te tomarán por tonto
cuando lo hagas.

Por ejemplo, los economistas de Oxford que

“ LOS ECONOMISTAS DE
OXFORD QUE ESTUDIAN
estudian las tendencias laborales nos dicen
que casi la mitad de los trabajos existentes,
LAS TENDENCIAS
incluidos los que conllevan “tareas cognitivas
LABORALES NOS DICEN
QUE CASI LA MITAD DE no rutinarias” (pensar, básicamente) están en
LOS TRABAJOS peligro de muerte como consecuencia de la
EXISTENTES ESTÁN EN
informatización que tendrá lugar en los
PELIGRO DE MUERTE
COMO CONSECUENCIA
próximos 20 años. Estos argumentos no hacen
DE LA más que profundizar en las conclusiones a las
INFORMATIZACIÓN QUE que llegaron dos economistas del MIT en su
TENDRÁ LUGAR EN LOS
libro Race Against the Machine (La carrera
PRÓXIMOS 20 AÑOS
contra las máquinas), 2011.  Mientras tanto, los

” tipos de Silicon Valley que dan charlas TED


han comenzado a hablar de “excedentes
humanos” como resultado del mismo proceso: la producción cibernética. Rise of the
Robots (El alzamiento de los robots), 2016, un nuevo libro que cita estas mismas
fuentes, es un libro de ciencias sociales, no de ciencia ficción.

Así que nuestra gran crisis económica (no te engañes, no ha acabado todavía) es una
crisis de valores tanto como una catástrofe económica. También se la puede llamar
impasse espiritual, ya que hace que nos preguntemos qué otra estructura social que no
sea el trabajo nos permitirá imprimir carácter, si es que el carácter en sí es algo a lo que
debemos aspirar. Aunque ese es el motivo de que sea también una oportunidad
intelectual: porque nos obliga a imaginar un mundo en el que trabajar no sea lo que
forja nuestro carácter, determina nuestros sueldos o domina nuestras vidas.

En pocas palabras, esto hace que podamos exclamar: ¡basta ya, a la mierda el trabajo!

Sin duda, esta crisis hace que nos preguntemos: ¿qué hay después del trabajo? ¿Qué
harías si el trabajo no fuera esa disciplina externa que organiza tu vida cuando estás
despierto, en forma de imperativo social que hace que te levantes por las mañanas y te
encamines a la fábrica, la oficina, la tienda, el almacén, el restaurante, o adonde sea

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que trabajes y, sin importar cuanto lo odies, hace que sigas regresando? ¿Qué harías si
no tuvieras que trabajar para obtener un salario?

¿Cómo sería nuestra sociedad y civilización si no tuviéramos que “ganarnos” la vida, si


el ocio no fuera una opción, sino un modo de vida? ¿Pasaríamos el tiempo en el
Starbucks con los portátiles abiertos? ¿O enseñaríamos a niños en lugares menos
desarrollados, como Mississippi, de manera voluntaria? ¿O fumaríamos hierba y
veríamos la tele todo el día?

Mi intención con esto no es proponer una

“ ¿CÓMO SERÍA NUESTRA


SOCIEDAD Y
CIVILIZACIÓN SI NO
reflexión extravagante. Hoy en día, estas
preguntas son de carácter práctico porque no
hay suficientes trabajos para todos. Así que ya
TUVIÉRAMOS QUE
“GANARNOS” LA VIDA, es hora de que hagamos más preguntas
SI EL OCIO NO FUERA prácticas: ¿Cómo se puede vivir sin un trabajo,
UNA OPCIÓN, SINO UN
es posible recibir un sueldo sin trabajar para
MODO DE VIDA?
obtenerlo? Para empezar, ¿es posible?, y lo que

” es más complicado, ¿es ético? Si te educaron


en la creencia de que el trabajo es lo que
determina tu valor en esta sociedad, como fuimos educados casi todos nosotros,
¿sentiríamos que hacemos trampas al recibir algo a cambio de nada?

Ya disponemos de algunas respuestas provisionales porque, de una u otra manera,


todos estamos cobrando un subsidio. El componente de la renta familiar que más ha
crecido desde 1959 han sido los pagos de transferencia del gobierno. A principios del
siglo XXI, un 20% de todos los ingresos familiares provenía de lo que también se
conoce como asistencia pública o “ayudas”. Si no existiera este suplemento salarial, la
mitad de los adultos con trabajos a jornada completa viviría por debajo del umbral de
la pobreza, y la mayoría de los estadounidenses tendría derecho a recibir cupones de
comida.

Pero, ¿son realmente rentables los pagos de transferencia y las “ayudas”, ya sea en
términos económicos o morales? Si seguimos este camino y continuamos
aumentándolos, ¿estamos subvencionando la pereza, o estamos enriqueciendo el
debate sobre los fundamentos de la vida plena?

Los pagos de transferencia, o “ayudas”, por no mencionar los bonus de Wall Street (ya
que estamos hablando de recibir algo a cambio de nada) nos han enseñado a saber
diferenciar entre la obtención de un salario y la producción de bienes, aunque ahora,
cuando es evidente que faltan trabajos, hace falta replantear este concepto. Da igual
cómo se calcule el presupuesto federal, nos podemos permitir cuidar de nuestro
hermano. En realidad, la pregunta no es tanto si queremos, sino más bien cómo
hacerlo.

Sé lo que estás pensando: no podemos permitírnoslo. Pues no es así, sí que es posible y


no es tan difícil. Subimos el arbitrario límite de contribución máxima a la Seguridad
Social, que ahora mismo está en los 127$, y subimos los impuestos a las ganancias

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empresariales, revirtiendo lo que hizo la revolución de Reagan. Con solo estas dos
medidas se solucionaría el problema fiscal y se crearía un superávit económico donde
ahora solo hay un déficit moral cuantificable.

Aunque claro, tú dirás, junto con todos los demás economistas, desde Dean Baker
hasta Greg Mankiw, de derechas o de izquierdas, que subir los impuestos a las
ganancias empresariales es un incentivo negativo para la inversión y por tanto para la
creación de puestos de trabajo, o que hará que las empresas se vayan a otros países
donde los impuestos sean más bajos.

En realidad, subir los impuestos a los beneficios empresariales no puede causar estos
efectos.

Hagamos el camino inverso y vayamos hacia

“ SI TE EDUCARON EN LA
CREENCIA DE QUE EL
atrás en el tiempo. Las empresas son
“multinacionales” desde hace ya algún tiempo.
TRABAJO ES LO QUE
En las décadas de 1970 y 1980, antes de que
DETERMINA TU VALOR
EN ESTA SOCIEDAD, surtieran efecto las rebajas impositivas que
COMO FUIMOS Ronald Reagan impulsó, aproximadamente un
EDUCADOS CASI TODOS
60% de los bienes manufacturados que se
NOSOTROS,
¿SENTIRÍAMOS QUE importaban eran fabricados por empresas
HACEMOS TRAMPAS AL estadounidenses en el exterior, en el
RECIBIR ALGO A CAMBIO extranjero. Desde entonces, este porcentaje ha
DE NADA?
aumentado ligeramente, pero no tanto.

” Los trabajadores chinos no son el problema,


sino más bien la idiotez sin hogar y sin sentido de la contabilidad empresarial. Por eso
es tan risible la decisión tomada en 2010 gracias a Citizens United (Ciudadanos
Unidos), que sostiene que la libertad de expresión es aplicable también a las
donaciones electorales. El dinero no es una expresión, como tampoco lo es el ruido. La
Corte Suprema ha evocado un ser viviente, una nueva persona, de entre los restos del
derecho común, y ha creado un mundo real que da más miedo que su equivalente
cinematográfico, ya sea este el que aparece en Frankenstein, Blade Runner o, más
recientemente, en Transformers.

Pero la realidad es esta: la inversión empresarial o privada no genera la mayoría de los


trabajos, así que subir los impuestos a la ganancia empresarial no tendrá ningún efecto
sobre el empleo. Has leído bien. Desde la década de 1920, el crecimiento económico
ha seguido aumentando a pesar de que la inversión privada se ha estancado. Esto
significa que los beneficios no sirven para nada, excepto para anunciar a tus
accionistas (o expertos en compras hostiles) que tu compañía es un negocio que
funciona, un negocio próspero. No hacen falta beneficios para “reinvertir”, para
financiar la expansión de tu mano de obra o de tu productividad, como ha quedado
claramente demostrado gracias a la historia reciente de Apple y de la mayoría de las
demás empresas.

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Eso hace que las decisiones en materia de inversión que realizan los directores
ejecutivos de las empresas tengan solo un efecto marginal sobre el empleo. Hacer que
las empresas paguen más impuestos para poder financiar un Estado del bienestar que
permita que amemos a nuestros vecinos y que cuidemos de nuestros hermanos no es
un problema económico, es otra cosa, es una cuestión intelectual o un dilema moral.

Cuando tenemos fe en el trabajo duro, estamos deseando que imprima carácter, pero
al mismo tiempo estamos esperando, o confiando, que el mercado de trabajo asigne
los ingresos de manera justa y racional. Ahí es donde está el problema, que estos dos
conceptos van juntos de la mano. El carácter puede provenir del trabajo sólo cuando
vemos que existe una relación inteligible y justificable entre el esfuerzo realizado, las
habilidades aprendidas y la recompensa obtenida. Cuando observo que tu salario no
tiene ninguna relación en absoluto con tu producción de valor real, o con los bienes
duraderos que el resto de nosotros podemos utilizar y apreciar (y cuando digo
duradero no me refiero solo a cosas materiales), entonces empiezo a dudar de que el
carácter sea una consecuencia del trabajo duro.

Cuando veo, por ejemplo, que tú estás

“ FORJAR MI CARÁCTER A
TRAVÉS DEL TRABAJO ES
haciendo millones lavando el dinero de los
cárteles de la droga (HSBC), que vendes
UNA TONTERÍA PORQUE
deudas incobrables de dudoso origen a los
LA VIDA CRIMINAL SALE
RENTABLE, Y LO QUE gerentes de fondos de inversión (AIG, Bear
DEBERÍA HACER ES Stearns, Morgan Stanley, Citibank), que te
CONVERTIRME EN UN
aprovechas de los prestatarios de renta baja
GÁNSTER COMO TÚ
(Bank of America), que compras votos en el

” Congreso (todos los anteriores), también


llamado un día más en la rutina de Wall Street,
mientras que yo tengo problemas para llegar a fin de mes aun teniendo un trabajo a
tiempo completo, me doy cuenta de que mi participación en el mercado laboral es
irracional. Sé que forjar mi carácter a través del trabajo es una tontería porque la vida
criminal sale rentable, y lo que debería hacer es convertirme en un gánster como tú.

Por ese motivo, la crisis económica que estamos sufriendo también es un problema
ético, un impasse espiritual y una oportunidad intelectual. Hemos apostado tanto por la
importancia social, cultural y ética del trabajo, que cuando falla el mercado laboral,
como lo ha hecho ahora de manera tan espectacular, no sabemos explicar lo que ha
pasado ni sabemos encauzar nuestras creencias para encontrar un significado diferente
al trabajo y a los mercados.

Y cuando digo “nosotros” me refiero a casi todos nosotros, derechas e izquierdas,


porque todo el mundo quiere que los estadounidenses vuelvan al trabajo, de una u otra
manera, el “pleno empleo” es un objetivo tanto de los políticos de derechas como de
los economistas de izquierdas. Las diferencias entre ellos se basan en los medios, no en
el fin, y ese fin incluye intangibles como la adquisición de carácter.

Esto equivale a decir que todo el mundo ha redoblado los beneficios asociados al
trabajo justo cuando este está alcanzando su punto de evaporación. Garantizar el
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“pleno empleo” se ha convertido en el objetivo de todo el espectro político justo


cuando resulta más imposible a la par que más innecesario, casi como garantizar la
esclavitud en la década de 1850 o la segregación en la década de 1950.

¿Por qué?

Pues porque el trabajo lo es todo para nosotros, habitantes de sociedades mercantiles


modernas, independientemente de su utilidad para imprimir carácter y distribuir
ingresos de manera racional, y bastante alejado de la necesidad de vivir de algo. El
trabajo ha sido la base de casi todo nuestro pensamiento sobre lo que significa disfrutar
de una vida plena desde que Platón relacionó el trabajo manual con el mundo de las
ideas. Nuestra manera de desafiar a la muerte ha sido la creación y reparación de
objetos duraderos, puesto que sabemos que los objetos significativos durarán más que
el tiempo que tenemos asignado en este mundo y que nos enseñan, cuando los
creamos o reparamos, que el mundo más allá de nosotros, el mundo que existió y
existirá, posee una realidad propia.

Detengámonos en el alcance de esta idea. El trabajo ha sido una manera de


ejemplificar las diferencias entre hombres y mujeres, por ejemplo, cuando fusionamos
el significado de los conceptos de paternidad y “sostén familiar”, o como cuando, más
recientemente, intentamos disociarlos.  Desde el siglo XVII, se ha definido la
masculinidad y la feminidad, aunque esto no significa que se consiguiera así, por
medio del lugar que ocupan en una economía moral, en términos de hombre
trabajador que recibía un salario por su producción de valor en el trabajo, o en
términos de mujer trabajadora que no cobraba nada por su producción y
mantenimiento de la familia. Por supuesto, hoy en día estas definiciones están
cambiando a medida que cambia el significado de la palabra “familia” y a medida que
se producen cambios profundos y paralelos en el mercado de trabajo, la entrada de la
mujer es solo uno de ellos, y en las actitudes hacia la sexualidad.

Cuando desaparece el trabajo, la diferencia

“ EL TRABAJO HA SIDO LA
BASE DE CASI TODO
NUESTRO PENSAMIENTO
entre los sexos que produce el mercado de
trabajo se diluye. Cuando el trabajo
socialmente necesario disminuye, lo que un
SOBRE LO QUE
SIGNIFICA DISFRUTAR día se conocía como trabajo de mujeres
DE UNA VIDA PLENA (educación, atención sanitaria o servicios) es
DESDE QUE PLATÓN
ahora nuestra industria primaria, y no una
RELACIONÓ EL TRABAJO
MANUAL CON EL MUNDO
dimensión “terciaria” de la economía
DE LAS IDEAS cuantificable. El trabajo relacionado con el

” amor, con cuidarse los unos a los otros y con


aprender a cuidar de nuestros hermanos (el
trabajo socialmente beneficioso) se convierte no sólo en posible, sino más bien en
necesario, y no solo en el interior del núcleo familiar, donde el afecto está a nuestra
disposición de manera rutinaria, no, me refiero también a lo que hay ahí fuera, en el
vasto mundo exterior.

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El trabajo también ha sido la manera estadounidense de producir “capitalismo racial”,


como lo llaman hoy en día los historiadores, gracias a la mano de obra de esclavos, de
convictos, de medieros y luego de mercados laborales segregados, en otras palabras,
un “sistema de libre empresa” edificado sobre las ruinas de cuerpos negros o un
entramado económico animado, saturado y determinado por el racismo. Nunca hubo
un mercado libre laboral en esta unión de Estados. Como todos los demás mercados,
este siempre estuvo cubierto por la discriminación legal y sistemática del hombre
negro. Hasta se podría decir que este mercado con cobertura creó los aún hoy
utilizados estereotipos sobre la vagancia de los afroamericanos mediante la exclusión
de los trabajadores negros del trabajo remunerado y su confinamiento a vivir en los
guetos de días de ocho horas.

Y aun así, aun así, aunque a menudo el trabajo ha significado una forma de
subyugación, de obediencia y jerarquización (ver más arriba), también es el lugar
donde muchos de nosotros, seguramente la mayoría de nosotros, hemos expresado de
manera consistente nuestro deseo humano más profundo: liberarnos de autoridades u
obligaciones impuestas de manera externa y ser autosuficientes. Durante siglos nos
hemos definido a nosotros mismos de acuerdo con lo que hacemos, de acuerdo con lo
que producimos.

Sin embargo, ya debemos ser conscientes de que esta definición de nosotros mismos
lleva adscrita el principio productivo (de cada cual según sus capacidades, a cada cual
según su creación de valor real por medio del trabajo) y nos obliga a alimentar la idea
inane de que nuestro valor lo determina solo lo que el mercado de trabajo puede
registrar, en términos de precio. Aunque también debemos ser conscientes de que este
principio marca un cierto camino cuya consecuencia es el crecimiento infinito y su fiel
ayudante, la degradación medioambiental.

Hasta ahora, el principio productivo ha servido

“ ¿PODEMOS DEJAR QUE


LA GENTE RECIBA ALGO
como principio real que hizo que el sueño
americano fuera posible: “Trabaja duro, acepta
A CAMBIO DE NADA Y
las reglas y saldrás adelante”, o “cosechas lo
AUN ASÍ TRATARLOS
COMO HERMANOS Y que siembras, labras tu propio camino y
HERMANAS, MIEMBROS recibes con justicia lo que has ganado con
DE UNA PRECIADA
honradez”, u homilías y exhortaciones
COMUNIDAD?
parecidas que se usaban para entender el

” mundo. Sea como sea, antes no sonaban


ilusorias, pero hoy en día sí.

En este sentido, la adhesión al principio productivo es una amenaza para la salud


pública y para el planeta (en realidad, estas dos cosas son lo mismo). Comprometernos
con algo que sabemos imposible es volvernos locos. El economista ganador del Nobel
Angus Deaton dijo algo parecido cuando explicó las anómalas tasas de mortalidad que
se estaban registrando entre la población blanca que habita los Estados de mayoría
evangelista (Bible belt) alegando que habían “perdido la narrativa de sus vidas”, y

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sugiriendo que habían perdido la fe en el sueño americano. Para ellos, la ética del
trabajo es una sentencia de muerte porque no pueden practicarla.

Por esta razón, la inminente desaparición del trabajo plantea cuestiones fundamentales
sobre lo que  significa ser humano. Para empezar, ¿qué propósito podríamos elegir si el
trabajo, o la necesidad económica, no consumieran la mayor parte de las horas que
pasamos despiertos y de nuestras energías creativas? ¿Qué posibilidades evidentes,
aunque todavía desconocidas, aparecerían? ¿Cómo cambiaría la misma naturaleza
humana cuando el antiguo y aristocrático privilegio sobre la ociosidad se convierte en
un derecho innato del mismo ser humano?

Sigmund Freud insistía en que el amor y el trabajo eran los ingredientes esenciales de
la existencia humana saludable. Tenía razón, por supuesto, pero ¿podría el amor
sobrevivir a la desaparición del trabajo como compañero de buena voluntad que se
necesita para alcanzar la vida plena? ¿Podemos dejar que la gente reciba algo a
cambio de nada y aun así tratarlos como hermanos y hermanas, miembros de una
preciada comunidad? ¿Te imaginas el momento en el que acabas de conocer en una
fiesta a una persona extraña que te atrae, o estás buscando alguien en Internet, a quien
sea, pero no le preguntas: “¿y, en qué trabajas”?

No obtendremos ninguna respuesta a estas preguntas hasta que no nos demos cuenta
de que hoy en día el trabajo lo es todo para nosotros, y que de ahora en adelante ya no
podrá ser así. 

_______________

Traducción de Álvaro San José.

James Livingston es profesor de Historia en la Universidad de  Rutgers en Nueva Jersey.


Es autor de varios libros, el último No More Work: Why Full Employment is a Bad
Idea (2016).
 

Este artículo se publicó originalmente en la revista Aeon.


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