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LA IGLESIA Y EL PROBLEMA SOCIAL

Ninguna solución a este problema es aceptable sin recurrir a la religión y a la Iglesia. La


Iglesia trata de conciliar los ánimos entre patronos y obreros y regir la vida y costumbres de
cada uno mediante instituciones benéficas que acaban mejorando la condición de las clases
proletarias, pero para llevas a cabo su labor necesita de la colaboración de todos ricos y
obreros.

La encíclica también condenó al capitalismo como causa de la pobreza y degradación de


muchos trabajadores, retomando el concepto de John Locke de que la apropiación excesiva
era injusta.
Recordó a los ricos y patrones que:
no deben considerar al obrero como un esclavo; que deben respetar la dignidad de la
persona y la nobleza que a esa persona agrega el carácter cristiano.
Afirmó que cada trabajador debe recibir un salario que le permita subsistir y tener una vida
razonablemente cómoda y que, si aceptaba malas condiciones laborales debido a la necesidad
o al temor, el trabajador era una víctima de la injusticia.
Partiendo de la competencia del magisterio de la Iglesia en cuestiones sociales manifestó la
necesidad de adoptar medidas en favor de los obreros, con la consiguiente intervención del
Estado (normas de higiene y seguridad en el trabajo, tutela del descanso dominical,
limitación de horarios y jornadas laborales, etc.).
Concordia no lucha

Es imposible eliminar todas las desigualdades de la sociedad civil, por naturaleza todos los
hombres somos diferentes. La diferencia beneficia a la sociedad ya que esto hace que unos
hombres estén mejor dotados que otros para desempeñar ciertos oficios. Es ley divina el que
el hombre tenga que trabajar como penitencia por sus pecados, y nadie puede librar al hombre
de tales obligaciones.

Pero es absurdo suponer que una clase social es enemiga de la otra. Es más bien lo contrario
ya que ambas clases se necesitan mutuamente, y ninguna puede prescindir de la otra ya sean
los proletarios, ya los ricos.

El cristianismo ayuda a acabar con la lucha ya que concilia a unos y a otros recordando a
cada cual su deber.

Patronos y obreros

Obligaciones de justicia son para el obrero el cumplir lo pactado en libertad y justicia, y no


dañar ni al capital ni a su propietario, y para el patrón respetar la dignidad del obrero como
persona y como cristiano. El patrón también debe cuidar de que el obrero tenga tiempo libre
para cumplir sus deberes religiosos, y no se exponga al peligro de pecar. Los trabajos que se
le impongan a un obrero deben de adecuarse a su sexo y edad.
El principal derecho de los patronos es dar a cada uno lo que se merezca, esto es justo salario,
y no dañar en modo alguno los ahorros de los obreros, ya que infligir estas leyes es pecado.

La Iglesia aún asi aspira no solo a conciliar ambas clases sino aún a hacerlas amigas. Dios
no nos ha creado para bienes frágiles y temporales sino que la riqueza verdadera son los
bienes eternos y celestiales, por lo que poco o nada importa abundar en los bienes terrenales
o no para conseguir la eterna felicidad. Ya dijo Dios afortunados los pobres porque de ellos
será el reino de los cielos.

Riquezas, posesion y uso

Sobre el uso de las riquezas hay que distinguir entre uso legítimo y posesión ilegitima. Una
vez satisfecha la necesidad es un deber socorrer a los necesitados con lo que para nosotros
mismos es superfluo. Y en los casos de extrema necesidad ya no solo por justicia sino por
caridad cristiana. La ley suprema y el juicio de Cristo nos enseñan que es mejor dar que
recibir. Es decir que a quien Dios dota de mayores bienes lo hace para servirse de ellos como
administradores de la providencia divina.

Trabajo

Cristo nos enseño con su ejemplo que la verdadera dignidad y grandeza del hombre dependen
tan solo de las obras virtuosas se obtendrá el premio de la eterna bienaventuranza. Además
Dios tienen especial predilección por los infelices, lo que acorta las distancias entre las dos
clases y las hace amigas.

Bienes de naturaleza y de gracia

Si las dos clases siguen los mandatos de Cristo acabarán por darse el abrazo del amor fraterno,
porque todos provienen de Dios y todos se dirigen a Dios en su fin último. Todos se hallan
unidos entre sí y a Cristo Señor por una santa fraternidad. Los bienes de naturaleza y de
gracia son patrimonio del linaje humano por lo que nadie será desheredado de los bienes
celestiales.

La Iglesia intenta influir en los hombres para que se dejen gobernar por los divinos preceptos
y solo ella tiene verdadera eficacia ya que los instrumentos empleados para mover los ánimos
le fueron dados por Jesucristo y tienen virtud divina. Gracias al cristianismo se transformo
plenamente la sociedad humana y esto fue un verdadero progreso. Si existe algún remedio
para los males de la humanidad este es la vuelta a las costumbres y a la vida cristiana. La
perfección de toda sociedad es llegar al fin para el que fue instituida.

La Iglesia llama a los hombres a la virtud y a las costumbres cristianas, que refrena el ansia
de placeres y de los bienes materiales y a ayudan a que los proletarios salgan de su
desgraciado estado, y suplan la escasez de salario con el ahorro.

Caridad de la iglesia
La Iglesia contribuye directamente al bien de los proletarios, Entre los primitivos cristianos
era frecuente ver al rico despojarse de sus bienes para socorrer al más desfavorecido. Era
misión de los diáconos ejercitar la beneficencia diaria. San Pablo no dudo en llevar
personalmente los resultados de las colectas a los cristianos más pobres. Existían voluntarios
que se encargaban de alimentar y sepultar a los pobres, y auxiliar a niños huérfanos ancianos
y náufragos.

Poco a poco se fue formando el llamado patrimonio de la Iglesia que se tomó como herencia
de los pobres, y libero a estos de la vergüenza de pedir. Poco a poco se fueron creando
numerosas instituciones benéficas, que se encargaron de socorrer cualquier tipo de miseria.
Hoy algunos censuran a la Iglesia por esa caridad diciendo que esta es deber del Estado, pero
ninguna caridad puede igualar la infinita caridad cristiana.

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