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A pesar de los esfuerzos por darle visibilidad al acoso escolar, la mayoría de los
casos de bullying aun pasan inadvertidos. Según una encuesta realizada por el
Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA, 1 de cada 4 alumnos entre 10 y
18 años manifestó tenerle miedo a alguno de sus compañeros.
El 32% dice sufrir a veces agresiones físicas y el 62%, agresiones verbales. Aunque
también hacen autocrítica: el 62% confió haber maltratado a sus compañeros a
veces y el 6% continuamente.
Uno de los principales desafíos para los docentes y padres es distinguir este
problema, definirlo y poder entender sus implicancias.
Por lo general los maestros y padres son los últimos en enterarse del problema,
ante reiterados hechos de violencia, el 57% de los niños se calla y, del resto, el 70%
se lo comunica a sus amigos, después a los padres y finalmente, al docente. Esto
hace que se incremente su invisibilidad, sea tan difícil de prevenir y mucho más
complejo delinear estrategias para tratarlo.
¿Qué es el bullying?
Si bien hay determinados rasgos que nos hacen pensar que un chico tiene más
posibilidades de verse involucrado en una situación de bullying, como hostigado o
como hostigador, todos los que participan en alguna medida están siendo afectados.
- No tiene amigos ni amigas o tiene menos que otros estudiantes; poco popular,
suelen elegirlo último o última para formar grupos o equipos.
- Toma el pelo, molesta o irrita a otros, los provoca y no sabe cuándo parar.
- Frecuentemente enfermo.
- Repentino tartamudeo.
- Tiene una diferencia de carácter físico que lo aparta de sus iguales: lleva anteojos,
tiene sobrepeso o pesa menos de lo que debería, es más alto o más bajo que sus
compañeros, habla raro o tiene un aspecto raro.
* Respirar y no tomárselo tan seriamente. Que los chicos puedan ver que “ese chico
es malo con todos, no es solo contigo”.
* Escuchar. Cuando los chicos escuchan de un adulto que el bullying está mal, eso
ya ayuda a la autoestima y la confianza en si mismos.
* Educar las emociones. Ayudar a que los chicos puedan nombrar y registrar la
gama de emociones.
* No usar frases como “no le hagas caso”, “aguántatela”. Esto cierra los canales de
comunicación. Utilizá esta oportunidad para sostener conversaciones abiertas en
donde puedas enterarte lo que esta ocurriendo en el colegio y así poder armar un
plan de acción.
El acoso escolar, o lo que llamamos bullying, es un tema que hoy despierta mucha
sensibilidad social y genera diferentes interrogantes. Si bien es cierto que no
estamos frente a un fenómeno nuevo, durante mucho tiempo permaneció oculto y
en silencio al dañar no solo a los afectados, sino a toda la comunidad educativa.
Hoy en día la gran difusión de información en torno al tema lo ha convertido en un
asunto prioritario en las agendas de las escuelas y en una preocupación recurrente
para muchos padres y docentes.
Otras hipótesis hacen responsables a la competencia que se pueda crear dentro del
aula como un factor desencadenante, así como a las malas calificaciones, a una
autoestima muy pobre, o una baja sensación de seguridad y confianza. De hecho,
es frecuente atribuir la poca valoración que el hostigador tiene de sí mismo para
explicar su comportamiento.
Hoy en día, las investigaciones nos dicen que muchos de ellos tienen la autoestima
muy alta, que están satisfechos consigo mismos y que el hecho de molestar a otras
personas los posiciona mejor en su grupo de pertenencia. Es decir que, en la mayor
parte de los casos, el bullying no tiene que ver con una mayor o menor autoestima
sino con el hecho de tener poder y ejercer dominio sobre otros compañeros.
A su vez, se cree erróneamente que son los estudiantes con sobrepeso, aquellos
que usan anteojos, tienen un origen étnico diferente, o hablan en un idioma
desconocido los que con más facilidad se convierten en blancos para ser víctimas.
Lo que se sabe es que estas condiciones físicas y rasgos de dominación no son tan
relevantes a la hora de entender el bullying, como la percepción de debilidad que
tenga el niño hostigado sobre sí mismo. Aquellas explicaciones que ponen el acento
en clásicas apariencias físicas, son sólo prejuicios que hay que erradicar.
Todas estas argumentaciones ponen, en definitiva, foco en una sola causa para
explicar el acoso, cuando lo que sabemos que se trata de un fenómeno multicausal
que se desarrolla a partir de la asociación de diferentes factores de riesgo que,
combinados entre sí, generan más probabilidad que un niño padezca bullying, como
así también que otro se convierta en un hostigador.
Así podríamos enumerar un sin fin de mitos: "el acoso no son más que bromas y
burlas", "los acosadores desaparecen si se los ignora", "la mejor manera de
defenderte es devolver el golpe", entre otras. Hasta incluso afirmaciones tales como
"el bullying es algo normal de los chicos en edad escolar". Estos no son más que
mitos que hay que desterrar a fin de poder comprender la importancia del tema, y
poder así actuar de manera adecuada y sobre todo a tiempo.
Que se burlen de una persona, que se metan con ella, que la avergüencen en
público, la amenacen, la acosen, la insulten, le hagan daño y que se haga de esto
algo reiterado en el tiempo no es algo normal del desarrollo de un niño, ni tampoco
algo que los adultos deberíamos aceptar y normalizar como "algo que dejará de
suceder". La realidad es que como padres, maestros y profesionales: necesitamos
involucrarnos.
A todos aquellos padres que tienen un hijo que está en esta situación, les
recomendamos aplicar la regla de las 3R:
* Refuerzo de la autoestima: un niño que está siendo hostigado tiene una visión
disminuida de sí mismo. Por lo tanto, el padre debe encargarse de demostrarle lo
contrario. Una de las maneras es ayudando a que pueda encontrar y desarrollar
amistades y otras relaciones con pares fuera de la escuela a través de actividades
y grupos. También, poné especial atención en sus habilidades y virtudes y no
pierdas la oportunidad de reforzarlas y potenciarlas.
* Inseguridad.
* Ansiedad.
* Miedo.
* Baja autoestima.
* Disminución del rendimiento escolar.
* Aislamiento.
* Trastornos del sueño.
* Trastornos del humor.
En la clínica se puede ver que lo más difícil frente a un caso de bullying es poder
detectarlo. El niño debe romper el silencio y dejar a un costado cierto espíritu que
lo lleva a conservar el “secreto”.
Una vez detectado el caso, el adulto responsable, sea padre o docente, puede
alojar al niño para que se sienta contenido y le brinde información concreta sobre
los acosadores, para posibilitar un posterior trabajo.
En la escuela los gabinetes psicológicos muchas veces trabajan con los agresores
y la víctima para resolver el acoso. Resulta importante poder integrar en este
proceso a los educadores y a los padres de ambas partes para poder crear una
red de sostén y diálogo.
En muchas familias, algunos padres piensan: “son cosas de chicos”, “qué quiere
que haga, tiene alma de líder” o “los hombres se hacen a golpes”. En estos casos,
el trabajo con los padres es esclarecedor y los resultados son asombrosos.
CIBERACOSO
Quien observa aprende aunque parezca difícil de creer uno de los principales
aportadores a la violencia escolar es la televisión. Ya que la exposición a la violencia
aumenta las interacciones agresivas entre extraños, compañeros de clases y
amigos.
La familia es el primer gran paso para lograr erradicar este problema y aunque es
muy difícil identificarlo, ya sea el hijo un agresor o un acosado.
Lo primero es no dejar pasar esta conducta ya que está comprobado que si se sigue
con esto tendrá grandes probabilidades de ser un delincuente. Lo primero es dejarle
claro que no se van a tolerar el acoso, se debe ser un modelo positivo ante el ya
que casi todo lo que aprende lo hace de sus padres. Por último para ambos casos
es necesario buscar ayuda profesional ya que ellos están especializados.
CONCLUSIÓN