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Cuestiones de género y autoría

La Retórica clásica en la Instrucción


de Titu Cusi Yupanqui

Marguerite Cattan

The written mediation we encounter in Titu Cusi Yupanqui’s Instrucción goes


much further than simply influencing the form of the text. This study focuses on
the various classical rhetorical elements found in the document which strongly
influence its content. The evidence of such rhetorical devices questions the Inca’s
authorship and points towards a possible co-author of the document.

Keywords: Titu Cusi Yupanqui, Instrucción, rhetoric, authorship, discourse,


mediation

El título de la Instrucción al Licenciado don Lope García de Castro (1570) ha variado


con el tiempo en sus distintas ediciones. Este documento ha sido conocido como
Instrucción del Inca Don Diego de Castro Titu Cusi Yupanqui al Licenciado don Lope
García de Castro, también como La Instrucción y Relación de Titu Cusi Yupanqui, e
inclusive ha llegado a ser conocido como Relación de la Conquista del Perú.
Este cambio en títulos se debe, en cierta medida, a que el texto contiene tres
documentos distintos. La relación del inca está enmarcada dentro de otros dos
documentos, una instrucción al licenciado García de Castro, incluida como in-
troducción del texto, y una carta poder universal al licenciado anexada como
documento final. La instrucción y carta poder son documentos legales que si-
guen procedimientos y formalidades notariales propios de la época y es de común
aceptación que estos segmentos responden a la mediación escritural del escribano
Martín Pando y del traductor fray Marcos García.
La relación que hizo el penúltimo inca, Titu Cusi Yupanqui, sobre su ver-
sión de los hechos acontecidos tras la llegada de los españoles conforma el texto

Revue Romane 49:1 (2014), 120–146.  doi 10.1075/rro.49.1.06cat


issn 0035–3906 / e-issn 1600–0811 © John Benjamins Publishing Company
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principal y el grueso de la obra. Por ello, el título relación –alabra utilizada como
subtítulo dentro del texto — resultaría en cierta medida más adecuado para deno-
minar a la obra.
El término relación se entendió en el siglo XVI como una “narración o infor-
me que se hace de alguna cosa que sucedió” (Diccionario de Autoridades, 556).
Durante la conquista de América, se usó sobre todo para un tipo específico de
informe que debía seguir pautas establecidas. Según Mignolo, una relación era un
informe solicitado por la Corona y, como tal, no plasmaba una observación libre
sino que respondía al pedido oficial y a un formato de reporte específico — se in-
formaba sobre las poblaciones, los primeros conquistadores, el tipo de de recursos
y frutos, entre otras cosas (Mignolo, 2008, pp. 71–72).
Si bien el texto respondió al pedido oficial del licenciado García de Castro1, y
tuvo como objetivo informar al rey de España sobre los hechos sobrevenidos tras
la llegada de los españoles, su contenido se aleja de los parámetros establecidos
para el género de dichos informes. Para Chang-Rodríguez, el documento es esen-
cialmente una probanza donde el autor destaca los buenos servicios de sus antepa-
sados y suyos en espera de una recompensa (Chang-Rodríguez, 1991, p. 19).
Sin embargo, es sobre todo el discurso oral incluido en la Instrucción la carac-
terística que aleja a esta obra del género de relación o probanza. Este discurso oral
ha sido reconocido por varios críticos como una característica netamente incaica,2
pero trataré de demostrar que puede haber una explicación distinta de esta proble-
mática, y que se basa en la consideración de que el texto principal, la denominada
relación, responde a pautas de la retórica clásica que acercan su contenido más a
un discurso retórico típico que a una relación de sucesos. Dichas pautas retóricas
establecen su estructura, orden y disposición de partes, también determinan la
exposición de los hechos y argumentación, así como las figuras y lugares comunes
utilizados. En este sentido, me atrevería a sugerir que el título “El discurso de Titu
Cusi Yupanqui” resultaría en cierta medida más adecuado para este documento. El
intento de este estudio es, pues, brindar una nueva lectura del texto considerando

1.  Titu Cusi confirma dicha solicitud en su carta a García de Castro del 24 mayo 1569. Carta
publicada en Dunbar Temple, pp. 625–627.

2.  Según Julien, “Titu Cusi’s incorporation of speeches simply followed Inca ‘literary’ models,
it is also possible that these speeches reflect a kind of formalized internal political discourse
between the Inca and his advisors” (Julien, 2006, p. xx). Bauer afirma que los discursos de la
Instrucción son “a formal feature typical of Inca oral tradition, as the Inca language had no way
of indicating indirect discourse” (Bauer, 2005, p. 30). Para Song No, la dramatización narrativa
es parte de “la oralidad discursiva expuesta por Titu Cusi con el propósito de revalorizar la cul-
tura oral incaica” (No, 2005, p. 89).
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los signos compositivos de la retórica clásica que le dan forma e influyen en su


fondo.

Campo de la retórica

Algunos críticos han hecho mención a la retórica incaica de la Instrucción.3 El


término retórica incaica es en sí mismo un anacronismo, ya que hablar de retórica
alude necesariamente a la tradición grecolatina que lo incaico, sin contacto occi-
dental previo, no podría contener. Aún si se acepta la utilización de retórica en una
acepción amplia, aludir a una retórica incaica significaría encontrar un discurso
o estilo incaico, es decir, un discurso proveniente de una oralidad primaria.4 La
Instrucción, a mi parecer, se aleja de las características orales y obedece más bien
a una tradición escrita normada por reglas de retórica heredadas de la antigüedad
clásica.
Como se sabe en su origen griego el radio de acción de la retórica no estaba,
de ninguna manera, vinculado a lo literario, sino al discurso judicial y político.
Un rhetor era un orador público. La retórica se estableció como una técnica para
expresarse de manera adecuada y correcta con el propósito de conseguir la per-
suasión de un tribunal o una asamblea. Así, pasó a convertirse en una disciplina
de aprendizaje incluida entre las siete artes liberales, y junto con la Gramática y la
Dialéctica pasó a componer el campo de estudio del Trivium.
La Edad Media heredó la tradición retórica clásica. Este arte se extendió du-
rante el Renacimiento cuando proliferó la publicación de retóricas. Aunque el
discurso se plasmaba ahora en forma escrita, mantenía su finalidad de persua-
sión y los elementos de la retórica clásica. En el siglo XVI, cuando se escribió la
Instrucción, la retórica, en su objetivo original de crear discursos, era mayormente
practicada como el arte de predicar y hacer sermones y su esencia seguía man-
teniendo características de las leyes de la retórica clásica. Características que se
encuentran en la obra de Titu Cusi Yupanqui.

3.  Entre los autores que han señalado rasgos incaicos están Ralph Bauer y Catherine Julien.
Presentan como características incaicas: la repetición triple y cuádruple; la simetría rítmica; los
discursos directos de Manco Inca; su aspecto representativo teatral.

4.  Siguiendo los principios propuestos por Ong, entiendo como culturas orales primarias a
aquellas que no han tenido contacto con ninguna forma de escritura. Según Ong, el pensamien-
to y expresión verbal en una cultura oral primaria resulta muchas veces extraño y obedece a
ciertas características particulares, como: aditiva, agregatoria (no analítica), redundante, tradi-
cionalista, tono agonístico, participativa, homeostática y situacional (no abstracta).
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Rasgos de la retórica en la Instrucción

1. La ocasión (kairos)
En retórica kairos se refiere al momento y lugar oportunos para presentar un dis-
curso. A fin de ganar un argumento, un buen rhetor debe comprender y no dejar
pasar las circunstancias que se presentan y le exigen hablar. Ese momento se pre-
sentó con el regreso del licenciado García de Castro a España. El discurso de Titu
Cusi, dirigido al rey Felipe II, encontraba un buen portador en el exgobernador
del Perú, simpatizante y protector de los intereses del inca.
me ha parecido que pues su Señoría va de estos reinos a los de España y es persona
de valor y gran cristiandad, no podría yo hallar quién con mejor título y voluntad
me favoreciese en todos mis negocios que ante su Majestad haya de presentar y
tratar (Yupanqui, 1992, p. 3).5

El momento oportuno de presentar este discurso no sólo se daba por las circuns-
tancias del viaje del licenciado, pero resultaba también inminente por la inseguri-
dad que Titu Cusi sentía con el próximo cambio de gobierno.6 El inca — o posi-
blemente García de Castro7 — necesitaba establecer y confirmar que sus intereses
serían atendidos y los términos de la Capitulación de Acobamba cumplidos.
El discurso-relación de Titu Cusi, con su versión de la historia, puntos de vista
e implícitas peticiones, tuvo la finalidad de ser presentado ante la corte de España
por su representante. No se sabe con seguridad si el discurso debería haber sido
expuesto oralmente por el licenciado.8 Sin embargo, sabemos que García de Castro
conservó el original, el cual sólo facilitó a la corte para ser copiado –esta copia es
la que se conserva en la Biblioteca del Escorial. En cualquier caso, la finalidad de
persuasión — objetivo de todo discurso retórico– está presente en la obra, fuese
esta expuesta oralmente o no, y la ocasión de hacer llegar este discurso al rey se
presentaba con el viaje del licenciado. La comprensión que los participantes de la
producción de la Instrucción tuvieron de kairos se confirma en el hecho de incluir
en este documento una instrucción y una carta poder.

5.  La ortografía del español de todos los segmentos citados de la Instrucción ha sido moderni-
zada.

6.  Titu Cusi escribió al licenciado García de Castro, “muchas veces las mudanzas de señores y
gobernadores que rigen y gobiernan tierras extrañas suelen causar escándalo y alteración”. Carta
del 24 de mayo 1569. En Dunbar Temple, pp. 625–627.

7.  En otro estudio he presentado los esfuerzos de don Lope García de Castro en finalizar la
Capitulación de Acobamba y cumplir sus condiciones (Cattan, 2011).

8.  Julien considera que “the History was created for oral communications (between the
Licenciate Castro and Philip II)” (Julien, 2006, p. xxi).
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2. Su género de causa (genera causarum)


El relato histórico de la Instrucción presenta características de un discurso de per-
suasión. Es el discurso de Titu Cusi Yupanqui presentando su pasado, circunstan-
cias y abogando por su bienestar futuro ante el rey Felipe II. Como tal, se inserta
dentro de uno de los tres géneros de causa de la Retórica, el género deliberativo.9
Las características que comparte el discurso de la Instrucción con el género
deliberativo son varios. Fue un discurso concebido para presentarse ante una
asamblea, en este caso el rey Felipe II y su Consejo de Indias. Su finalidad fue
persuadir a esta audiencia sobre las injusticias cometidas ante Manco Inca, sobre
la legitimidad de Titu Cusi para suceder a su padre en el trono inca y sobre su
derecho a ser reconocido y gratificado como tal. Además, el tipo de participación
del destinatario fue servir de árbitro y deliberar sobre el caso. Como árbitro el rey
de España deliberaría sobre una acción futura, el futuro y bienestar de Titu Cusi,
el legítimo inca. Por último, su asunto trataba implícitamente sobre uno de los
acostumbrados temas de este género, las formas de gobierno.
La Instrucción se circunscribe dentro del género deliberativo sobre todo por-
que pretende una acción futura, la gratificación del inca en reconocimiento a su
ascendencia. Titu Cusi afirma que con su relato-discurso quiere dar a entender al
rey de España:
quién soy y la necesidad que, a causa de poseer su Majestad y sus vasallos la tierra
que fue de mis antepasados, en estos montes padezco. […] para que le conste
a su Majestad más por extenso la razón que arriba he dicho para gratificarme
(Yupanqui, 1992, pp. 3–4).

Otro elemento importante en los discursos del género deliberativo era aludir al
pasado presentando hechos anteriores o empresas similares que ejemplificaran la
posición manifestada. Así, la narración de la Instrucción se remonta al pasado para
ejemplificar el maltrato recibido por Manco Inca en manos de los españoles, un
mal ejemplo que no debiera repetirse. Un pasado que no sólo presenta una justi-
ficación de la rebelión de su padre y su consiguiente refugio en Vilcabamba, pero
que debe inclinar a la audiencia a corregir el error cometido en su descendencia,
Titu Cusi Yupanqui.

9.  Aristóteles dividió la oratoria en tres ramas: oratoria judicial (o forense), oratoria delibera-
tiva (o legislativa) y oratoria demostrativa (o ceremonial). El discurso del género deliberativo
se presentaba ante una asamblea popular y el asunto se centraba en una acción futura, algo que
podía suceder o no. Este discurso trataba de persuadir sobre la conveniencia o no de embarcarse
en dicha acción.
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3. Su disposición (dispositio)
El documento en cuanto a su disposición –estructura, partes del discurso y orden–
también obedece a criterios de la retórica. La estructura general de la Instrucción
es una estructura tripartita que implica la existencia de un principio, un medio y
un fin de la obra. Además, este texto está organizado siguiendo las partes tradi-
cionales del discurso: exordio (exordium), exposición (narratio), argumentación
(confirmatio) y peroración o epílogo (peroratio).10
3.1 El exordium
La introducción está dirigida al licenciado García de Castro con la instrucción para
que éste presente su caso ante el rey Felipe II en España, e incluye las salutaciones
y respeto debidos. Esta manera indirecta que se elige para dirigir la versión de los
hechos al rey manifiesta humildad de autoría (humilitas autorial), tópico de perso-
na adecuado a ser incluido en el prólogo.
Es también habitual establecer en el exordio credibilidad de la audiencia con
pruebas de persuasión de ethos (carácter), es decir, pruebas que establecen su fia-
bilidad. Por ello, Titu Cusi se presenta y establece su linaje, “yo soy el hijo legítimo,
digo el primero y mayorazgo […] mi padre Mango Inga Yupanqui […] fue el señor
principal de todos los reinos del Perú” (Yupanqui, 1992, p. 4). Confirmando así su
autoridad en el tema que va a tratar.
Titu Cusi expone también en el exordio que el tema será:
[la] razón por donde yo ahora estoy con tanta necesidad en estos montes, en los
cuales me dejó mi padre […] la manera y cómo y en qué tiempo los españoles en-
traron en esta tierra del Perú y el tratamiento que hicieron al dicho mi padre todo
el tiempo que en ella vivió hasta darle la muerte (Yupanqui, 1992, p. 4).

Además, no podía faltar en el exordio un tópico de la creación literaria, en este


caso aludir a que ofrece cosas nunca dichas. Así, Titu Cusi no se detiene a contar
cosas “que por nuevas de muchas personas se habrá publicado” (Yupanqui, 1992,
p. 4), sino que presenta su propia recopilación de los hechos que ocurrieron desde
el “tiempo [que] los españoles entraron en esta tierra del Perú” (Yupanqui, 1992,
p. 4). Y también aludiendo a la escritura y la creación literaria añade:
Y porque la memoria de los hombres es débil y flaca y si no nos acurrimos [sic]
a las letras para nos aprovechar de ellas en nuestras necesidades era cosa imposi-
ble podernos acordar por extenso de todos los negocios largos y de importancia
(Yupanqui, 1992, p. 3).

10.  Algunos discursos incluían, además, división (partitio) y refutación (refutatio).


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Esta cita es otra mediación occidental aludiendo al concepto Verba volant, scripta
manent.11 Este es otro lugar común resaltando la fugacidad de las palabras frente
a la permanencia de lo escrito.
3.2 La narratio y la refutatio
La narratio presenta la exposición y desarrollo de los hechos desde la llegada de los
españoles hasta los días del autor, y está dividida en tres grandes momentos histó-
ricos: la historia de Atahualpa, la historia de Manco Inca y, finalmente, una breve
historia de Titu Cusi. La historia de Manco Inca, base fundamental del discurso de
Titu Cusi, es la más desarrollada. Paralelamente a la exposición de los hechos se va
presentando la refutatio con pruebas de argumentación que confirman lo expuesto
— estas dos partes serán desarrolladas en las páginas a continuación.
3.3 La peroratio
El discurso no estaría completo sin un epílogo que generalmente debe incluir una
recapitulación de lo tratado. La Instrucción presenta dicha recapitulación.
he procurado por la vía arriba dicha declarar sumariamente sin especificarlo más
la manera y vivienda de mi padre y el suceso y el fin de mis negocios hasta el fin e
punto en que ahora estoy (Yupanqui, 1992, p. 67).
El objetivo de resumir y subrayar lo tratado hace que la audiencia retorne a la
idea expuesta al comienzo de la obra, es decir, recuerde porqué el inca está refu-
giado en Vilcabamba y pasando tantas necesidades.
El epílogo termina, comúnmente, con otro lugar común de la Retórica, el tó-
pico de conclusión de no querer cansar a la audiencia. Dicho tópico se encuentra
en el epílogo de la Instrucción.
por ahora paréceme que basta esto. Aunque había otras muchas cosas que avisar
e que decir […] todo lo dejo por evitar prolijidad y porque no hacen a nuestro
propósito acerca de lo que vamos tratando (Yupanqui, 1992, p. 67).

Además, en forma de conclusión, la Instrucción culmina con una despedida exten-


dida al licenciado, reiterando la súplica de Titu Cusi Yupanqui de presentar su caso
ante el rey y señalando la mira final de su discurso, ser favorecido.
Sólo suplicaré a vuestra señoría, pues en todo me ha hecho merced, en dar muy de
veras y con todo calor a entender esto que aquí va escrito a su Majestad, me haga
merced muy grande, pues tengo entendido que siempre me ha de favorecer como
mi señor [énfasis mío] (Yupanqui, 1992, p. 67).

11.  Cita latina tomada de un discurso de Caio Titus al senado romano que significa “las palabras
vuelan, lo escrito queda”.
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Esta es una nueva recapitulación, ahora en cuanto al objetivo buscado, su grati-


ficación. Luego, el documento cierra con las debidas firmas y testigos y presenta,
como documento anexo, la carta poder.
3.4 El orden
En cuanto a su orden, la relación de Titu Cusi sigue un orden lineal (ordo natu-
ralis). La Instrucción presenta una narración cronológica –al margen de algunas
anticipaciones– que abarca unos treinta y ocho años de historia, de 1532 a 1570.
La obra refiere sucesos desde el encuentro de los españoles con Atahualpa hasta el
momento presente de la relación.
El orden cronológico responde a otra mediación, pues, como explica Ong, la
trama de una historia en la memoria oral no atiende una secuencia temporal. Es
común a las culturas orales primarias iniciar en media res y pasar de un episodio a
otro (Ong, 2002, p. 140). La rígida trama lineal de esta obra y las varias menciones
a lo arriba dicho sólo se pueden concebir dentro de una cultura escrita. Por lo tan-
to, esta característica del texto proviene también de la herencia retórica española.
4. Las pruebas de persuasión (pistis)
El objetivo fundamental de la retórica es persuadir a la audiencia. Según Aristóteles,
la persuasión se lograba a través de tres tipos de constancias o pruebas: logos (ra-
zón), pathos (emoción) y ethos (carácter). Estas pruebas eran cualidades que el
orador (autor) y su discurso debían demostrar y contener, pues la credibilidad del
discurso se lograba en parte por el carácter del autor, por su razonamiento lógico
y por su habilidad de apelar a las emociones de la audiencia.
Estas tres pruebas de persuasión están presentes en la Instrucción y dan forma
a los tres momentos históricos del relato de Titu Cusi Yupanqui. Así, tenemos que
el relato de Atahualpa principalmente apela a logos, pues en esta parte de la narra-
ción se trata de persuadir a través de argumentos lógicos sobre el comportamiento
y mal proceder de este inca. La historia de Manco Inca principalmente apela a
pathos, a las emociones y a la simpatía de la audiencia, dando a conocer todas las
injusticias cometidas contra el inca. Finalmente, la historia de Titu Cusi apela a
ethos dando a conocer el carácter del autor y su autoridad en el tema.
No planteo que estas tres constancias de la retórica estructuren el discurso
de la Instrucción, más bien se entremezclan en el texto. Sin embargo, cada una de
estas formas de persuasión se halla más enfatizada en cada momento histórico del
relato. Procederé a ejemplificar cada prueba con los lugares comunes y las figuras
retóricas encontradas en el relato.
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Atahualpa y el logos

El logos significa persuadir por el uso del razonamiento. Busca la coherencia del
mensaje, la claridad de la demanda, la lógica de sus razones y la eficacia de las
pruebas. La relación-discurso de Titu Cusi comienza apelando al logos. Un razo-
namiento que se irá construyendo desde la llegada de los españoles y los motivos
por los que los indígenas los consideraron dioses, a razones del comportamiento
de Atahualpa y los españoles durante sus encuentros, hasta finalmente llegar a un
razonamiento del porqué los españoles procedieron a matar a Atahualpa.
Todos los tópicos de invención o lugares comunes (topoi) se consideran for-
mas de proporcionar apoyo para los argumentos lógicos, mejorando así la apela-
ción a la razón o logos. Sin embargo, cada rama de la oratoria tiene un tipo apro-
piado de discurso con figuras específicas. Veremos ahora las figuras que sirven
para persuadir la lógica y que han sido utilizadas en esta primera parte del tratado,
así como el recurrente tópico de invención de causa y efecto.
La narración del discurso comienza con la llegada de los españoles al Perú y
cómo los indios al verlos llegar los creyeron dioses. Explica que los consideraron
así por tener traje y semblante diferente, por llegar en animales muy grandes con
pies de plata (herraduras), porque hablaban con paños blancos (libros), porque se
diferenciaban mucho entre ellos con sus barbas negras y bermejas, porque comían
en plata y porque poseían truenos (arcabuces).
Desde el primer párrafo de la narración se está utilizando un razonamiento
retórico del logos. Este razonamiento se presenta mediante una serie de silogismos
truncados, figura conocida como enthymeme donde una de las premisas del silo-
gismo ha quedado implicada. Las premisas son: los españoles eran diferentes, los
dioses son diferentes –silogismo implicado– por tanto, eran dioses.
El siguiente párrafo de la relación-discurso pasa a describir el primer encuen-
tro de los españoles con Atahualpa y el conocido incidente cuando el inca arro-
jó el libro sagrado al suelo. El alegato de este evento sigue un razonamiento que
justifica tal proceder. En la narración de Titu Cusi fue Atahualpa el primero en
entregar un vaso de chicha, su bebida sagrada, a un español quien la derramó, lo
cual encolerizó al inca. Paso seguido, los españoles mostraron a Atahualpa su texto
sagrado pero, habiéndose visto el inca afrentado por tirar la chicha, éste arrojó a
su vez el libro al suelo. Se presenta aquí el tópico de invención de causa y efecto, la
ofensa de los españoles trae como resultado la afrenta de Atahualpa. El efecto ha
sido un acto retributivo, ambos objetos sagrados fueron por igual desacralizados
por la cultura ajena. Este incidente conllevó una secuela negativa, pues todos los
españoles contaron lo que habían visto y les había pasado con Atahualpa. Esto es
una predisposición a eventos posteriores, ya que el ánimo de los españoles estaba
preparado contra el inca.
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Nuevamente los españoles se encontraron con Atahualpa en los baños de


Conoc. Aquí se refiere que los españoles dijeron a Atahualpa que venían a cono-
cerlo por mandato de Dios y que el inca “oyó lo que decían atendió a ellos y calló”
(Yupanqui, 1992, p. 6). Acto seguido, Atahualpa ofreció nuevamente a beber la
chicha sagrada para ver si la derramaban como los otros, pero los españoles “ni
bebieron ni hicieron caso” (Yupanqui, 1992, p. 6). Viendo el inca que tan poco caso
hacían de sus cosas, dijo a los españoles “pues vosotros no hacéis de mí ni yo lo
quiero hacer de vosotros” (Yupanqui, 1992, p. 6).
Este diálogo directo se trata de la figura de pathos conocida como aganactesis.
Figura mediante la cual el hablante, Atahualpa, hace una exclamación de gran
indignación. La reacción del inca obedece de nuevo a un razonamiento de causa
y efecto. Atahualpa brindó el debido respeto para escuchar la palabra sagrada de
Dios, su bebida sagrada no fue respetada de la misma forma, como resultado, jus-
tificada y razonablemente, el inca se levantó enojado. En este segundo intento de
comunicación entre las culturas no hay un acto de correspondencia.
Los eventos hasta este momento de la narración han seguido un argumento
del logos, pero el acto que sigue no es explicado por un razonamiento lógico. Los
indios fueron sitiados y atacados por los españoles y Atahualpa fue apresado. El
relato subraya que ellos no estaban armados, con ello realza la violencia, lo poco
merecido e impropio del acto, la guerra injusta. Este incidente más bien apela a la
emoción.
Sin embargo, se retorna inmediatamente a la razón en el episodio siguiente,
cuando los españoles interrogan al inca durante su prisión y lo incriminan. La
razón se apela mediante la figura de anthypophora. Los españoles hacen un razo-
namiento en voz alta, formulando preguntas a su adversario sobre lo que puede
decir en su favor o en su contra.
¿Eres tú el rey de esta tierra? Y él respondió que sí, y ellos dijeron ¿No hay otro nin-
guno que lo sea sino tú?, porque nosotros sabemos que hay otro que se llama Manco
Inga. ¿Dónde está éste? Y mi tío respondió: En el Cuzco […] tornaron a decir los
españoles: Pues luego ese que está en el Cuzco, porque como nosotros tenemos por
nueva es la cabeza principal de esta tierra, debe ser el rey. Y mi tío dijo: De ser, sí
es, porque mi padre mandó que lo fuese, pero porque es muy mozo, gobierno yo la
tierra por él. Y los españoles dijeron: Pues aunque sea mozo, será justo que sepa de
nuestra llegada (Yupanqui, 1992, p. 7).

Esta figura permite esperar la respuesta del adversario o responderse uno mismo.
En el pasaje citado vemos que ambas situaciones ocurren. Esta interrogación pone
a Atahualpa bajo una luz negativa, pues si bien durante los primeros encuentros el
soberano inca actuó incitado y como resultado del comportamiento de los espa-
ñoles, ahora éstos cuestionan su derecho de soberanía.
130 Marguerite Cattan

El texto hasta este punto ha ido presentando los atributos, palabras y actos
de Atahualpa, lo que resulta propicio para persuadir el razonamiento formando
lugares de persona (loci a persona). Se hace uso del razonamiento para hacer un
extenso vitupero de Atahualpa. En cuanto a su nacimiento, descendía por parte
de madre de sangre soez y baja. En cuanto a su naturaleza, era ilegítimo porque,
aunque fue hermano mayor de Manco Inca, era bastardo.12 En cuanto a su modo de
vida, talante y carácter presentaba innumerables defectos, debilidades e indiscre-
ciones. Se mostró irrespetuoso ante la Sagrada Escritura que arrojó por allí. Tenía,
además, deseos de afrentar a los españoles al darles de beber la chicha “para ver
si se lo derramaban como los otros” (Yupanqui, 1992). Actuaba no por generosi-
dad sino por conveniencia, pues sólo entregó el tesoro de oro y plata para que le
favoreciesen en contra de sus hermanos, Manco Inca y Huáscar. Fue fraticida, al
enviar a matar a Huáscar y encima recibió de ello sumo contento. Se guiaba por la
codicia y ambición, pues era usurpador del trono inca. Además, no hizo un buen
recibimiento de los españoles ni fue consecuente con sus solicitudes. Su compor-
tamiento es más censurable ya que teniendo la fortuna de ser poderoso no es justo
ni generoso, es ambicioso y, además, tirano. En este último punto se presenta el
tema de las formas de gobierno. Como mencioné anteriormente, este es un tema
de interés al genera causarum en el que se inserta el discurso de la Instrucción, el
género deliberativo.
Así, paralelamente a la historia de los eventos con Atahualpa, la narración
va introduciendo ciertos hechos y afirmaciones sobre Manco Inca con el fin de
comparar a los dos monarcas, la exaltación de Manco Inca en contraste con la
vituperación de Atahualpa. Titu Cusi afirma,
mi padre, Manco Inga Yupanqui era el [rey] verdadero de toda la tierra, a quien
todos respetaban, tenían y acataban por señor, y que Atahualpa, su hermano ma-
yor, poseía el reino tiránicamente (Yupanqui, 1992, p. 10).

La comparación entre lo bueno y lo malo responde a otro tópico de la retórica


clásica. Además de presentar las virtudes de Manco Inca (el bueno) versus los
defectos de Atahualpa (el malo), también se subraya la legitimidad de un amado
soberano versus un rey tiránico quien había usurpado su reino sin justicia. Así los
dos soberanos contrastan en sus formas de gobierno, uno bueno versus uno tiráni-
co. El interés de presentar estas pruebas de razonamiento sirve como preparación

12.  Los términos al describir a Atahualpa como bastardo, tiránico, ilegítimo y de sangre soez son
aseveraciones que siguen una lógica española de soberanía y legitimidad, pues dentro de una
lógica de soberanía incaica no tienen la misma relevancia. Consisten, pues, en otra mediación
occidental.
Cuestiones de género y autoría 131

al discurso del gobernante ilegítimo, despótico y tirano contra el cual se justificará


hacer guerra.
Llegando al final del relato de Atahualpa, se vuelve a utilizar el tópico de in-
vención de causa y efecto. Así, se refiere que el inca planteó a sus capitanes elimi-
nar a los españoles.
Si os parece démosles en la cabeza y muertos todos estos, porque me parece que
aunque es poca gente es valerosa, no dejaremos de tener la suprema en toda la tierra
como antes teníamos […] porque mi hermano está muy enojado contra mí y si hace
llamamiento de toda la tierra hará capitanes a éstos, y él y ellos no podrían dejar
de matarnos; por eso, si os pareciese, ganémosle nosotros por la mano (Yupanqui,
1992, p. 12).

El inca mismo reconoce la posible consecuencia que si saliese mal el negocio los es-
pañoles tendrían que matarlo. Elige, pues, el camino equivocado. Acto que prepara
a aceptar los eventos posteriores y justifica los resultados, pues
sabido por el Marqués la traición que estaba armada para matarles […] Sin dila-
ción ninguna mandó sacar a la plaza a Atahualpa, mi tío, y en medio de la plaza,
en un palo, sin ninguna contradicción le dio garrote (Yupanqui, 1992, p. 12).

Atahualpa como resultado de sus propios actos recibió una apropiada condena. El
razonamiento del discurso presenta suficientes pruebas para justificar su muerte,
el carácter vil de este personaje, ser un soberano ilegítimo y tiránico, aunada a su
traición a los españoles. Por ello, nadie contradijo el hecho e inclusive el rey legíti-
mo, Manco Inca, demostró su aquiescencia pues brindó su apoyo a los españoles
al mandar fuerzas armadas para protegerlos. El razonamiento de este argumento
culmina con el sentimiento general de los hechos expresado por las palabras de
Manco Inca, “[Atahualpa] no quedó sin castigo, porque fue castigado según su
merecido” (Yupanqui, 1992, p. 10).

Manco Inca y el pathos

El logos en la historia del Atahualpa sirve para justificar los actos de los españoles y
condenar al inca. En el caso de la historia de Manco Inca se recurre al razonamien-
to para detallar las cualidades de su carácter y ascendencia. Ante Atahualpa, el mal
soberano contra el que se justificó hacer la guerra, se contrasta el buen gobierno
de Manco Inca, ante el cual no se justifican todas las iniquidades cometidas por
los españoles.
La Instrucción es en general un tratado sobre la injusticia cometida ante
Manco Inca, y este es el topoi general y constante en el texto. Oportuno al tema de
132 Marguerite Cattan

la justicia versus injusticia era favorable contrastar el bien versus el mal y así ape-
lar a la razón. Una vía para lograr esto era a través del encomio y vituperio de las
partes en cuestión. Así, como en la sección anterior se vitupera a Atahualpa, ahora
es necesario presentar el encomio de Manco Inca. La razón no se apelaría del todo
si el tratado retórico no fijase su atención en los lugares de persona de este inca y
nombrara sus numerosas cualidades en cuanto a su nacimiento, naturaleza, modo
de vida, fortuna y talante.
Por nacimiento el comportamiento del padre de Titu Cusi, a semejanza del de
su familia, es recto. Manco Inca ni sus antepasados mienten, como él mismo con-
firmó, “sabéis y habréis entendido cuáles mis antepasados y yo solemos parar a los
mentirosos” (Yupanqui, 1992, p. 8). Por extensión, esta aseveración confirmaría
que su descendencia, es decir, Titu Cusi el originador del documento, tampoco
miente. Se asienta así un aspecto importante del ethos del autor del documento, su
credibilidad.
El encomio de Manco Inca es amplio. En cuanto a su ascendencia, fue hijo
legítimo de sangre real, descendiendo en línea recta de los soberanos incaicos. Su
naturaleza noble se confirmaba en su comportamiento y, por ello, era admirado,
respetado y temido por su pueblo. Pero, además, fue respetado y reverenciado
por los españoles quienes a la altura de su rango besaban sus manos. Ayudó a los
españoles cuando estuvieron en aprietos. Procedió como un buen anfitrión con
los recién llegados a su tierra enviando para su camino muchas comodidades, y
llegados al Cuzco los recibió muy honradamente y los mandó proveer de todo lo
necesario. De acuerdo a su fortuna como hombre poderoso y sumamente rico, era
enormemente generoso, pues llenó a los españoles de regalos valiosos y un gran
tesoro. Era de buen talante, pues se holgó mucho con la llegada de tan buena gente
a su tierra, y también de buena voluntad, ya que les dio su palabra de hacer todo
lo que le rogasen.
Sin embargo, aunque el segmento dedicado a Manco Inca no deja de presentar
argumentos de la razón,13 principalmente trata de persuadir a las emociones de la
audiencia. Así, si bien las cualidades del carácter y ascendencia de Manco Inca
son razonamientos que apelan a logos, la historia de su vida tras la llegada de los
españoles fundamentalmente apela a pathos.
La apelación al pathos tiene como fin que la audiencia no sólo responda emo-
cionalmente, sino que se identifique con el punto de vista del orador (autor) y
sienta lo mismo que él. Este segmento de la Instrucción intenta que el público co-
nozca las injusticias cometidas contra Manco Inca y comprenda sus razones para

13.  Según Burton, Aristóteles deseó que toda comunicación se basara en apelar el logos, es decir
la razón, y se lamentaba que debido a la debilidad humana se tenía que recurrir a apelar las
emociones y la credibilidad (www.rhetoric.byu.edu).
Cuestiones de género y autoría 133

sublevarse. El discurso nos lleva a reconocer y compartir el punto de vista de Titu


Cusi y sufrir14 con él en cuanto a las infamias cometidas contra su padre. Lo que
se busca con pathos es que el aspecto emocional del mensaje logre la simpatía de la
audiencia, en este caso el rey, y la mueva a la decisión y acción esperada.
Por ello, el relato de Manco Inca está lleno de carga emotiva. Desde el inicio
del relato cuando el inca obtuvo noticia de la llegada de los españoles se subraya
el agrado que éste tuvo con tales nuevas. Quizás el ejemplo más significativo del
regocijo del inca se demuestra durante el primer encuentro entre Pizarro y Manco
Inca. La emoción va a evocarse mediante muestras de extraordinaria alegría, figu-
ra del pathos denominada exultatio.
el cual marqués viéndolo recibió muy gran contento, y mi padre yendo que iba en
sus andas de oro y cristal y corona real, se apeó de ellas y abrazó al marqués que
ya se había apeado de su caballo y ambos, mi padre y el marqués; se confederaron
en uno (Yupanqui, 1992, p. 13).

Notemos que el júbilo es compartido entre ambos mandatarios. La emoción de


este encuentro contrasta con el previo encuentro ocurrido con Atahualpa, resal-
tando con ello las buenas intenciones de uno hacia los españoles versus las malas
del otro. La exaltada alegría del momento apela a simpatizar con este soberano de
tan nobles sentimientos.
Tanto el amor y alegría de Manco Inca ante la llegada de los españoles es exal-
tada, como lo es la pena que siente ante el mal proceder de su hermano Atahualpa
y los indios rebelados contra los españoles. El argumento, en todo momento, mue-
ve a apelar la emoción de la audiencia –el rey de España– y a avenirse a este sobe-
rano inca que se solidariza hasta en el sentir con los españoles.
La simpatía hacia Manco Inca se acrecienta con sus actos. Muestra sus nobles
intenciones al mandar a su gente que respetase y tuviese en mucho al Marqués y a
los suyos y los proveyesen de todo lo necesario y, también, al brindarles su apoyo
ofreciendo ir en pos del traidor Quisquis, con quien estaba sumamente enojado
por el amor y afición que había cobrado a los españoles. Manco Inca demostrará
este sentimiento de afecto y voluntad hacia los españoles inclusive durante los
postrimeros días de su vida, lo cual realzará más la injusticia del trato que recibirá
a cambio.
Las escenas siguientes continúan apelando al pathos, cuando Manco Inca no
permitió que Pizarro se sacrificase en la guerra contra Quisquis y lo obligó a que-
darse holgándose en el Cuzco. El inca sólo paró su persecución del traidor a soli-
citud de Pizarro quien le comunicó “la gran soledad que padecía por su ausencia”
(Yupanqui, 1992, p. 15) y le rogó mucho se volviese. A lo cual Manco Inca accedió

14.  Pathos en griego significa sufrimiento, experiencia.


134 Marguerite Cattan

únicamente “por el amor que al Marqués tenía” (Yupanqui, 1992, p. 15). Aunque
la narración presenta eventos bélicos, los intercambios entre los gobernadores son
conmovedores y llenos de pasión.
De regreso al Cuzco, Manco Inca siguió dando signos de amor hacia los espa-
ñoles proporcionándoles muy buen hospedaje y decretando que su pueblo les die-
se tributo para su sustentación. Signos que contrastan con el maltrato que Manco
Inca recibió a cambio. Tres veces los españoles intentaron dar prisión al inca y
tres veces el inca reclamó sobre las injustificadas razones y se lamentó de haber
confiado en ellos. Las emociones crecen con los malos tratos recibidos durante sus
encarcelamientos y las necias palabras de los españoles. Con ello crece también la
simpatía hacia el inca, hasta llegar al clímax durante el último intento de prisión
que resulta en la justificada rebelión del inca.
Toda la relación de las prisiones de Manco Inca está poblada de diálogos entre
el inca y los españoles o sus capitanes e inclusive entre los españoles y los capitanes
incas. Algunos de los parlamentos están construidos en forma de preguntas, otros
como declaraciones y exclamaciones. Algunos críticos han encontrado los parla-
mentos de Manco Inca característicos de una oralidad incaica y resultado de la
autoría de Titu Cusi.15 Considero, en cambio, que estos pasajes de la Instrucción se
deben leer dentro de las normas de la retórica clásica. Son discursos que tienen la
finalidad de estimular las pasiones y emociones de la audiencia, por lo que inclu-
yen numerosas figuras de pathos. A continuación, ejemplifico algunos.
En la primera captura los españoles acusaron a Manco Inca de quererse levan-
tar contra ellos, como lo hizo su hermano Atahualpa, y quererlos matar. Ante ello
el soberano inca presentó un parlamento usando una figura de pathos denomina-
da epiplexis.
¿Qué os he hecho yo? ¿Por qué me queréis tratar de esa manera y atarme como
a perro? ¿De esa manera me pagáis la buena obra que os he hecho en meteros en
mi tierra y daros de lo que en ella tenía con tanta voluntad y amor? Mal hacéis.
¿Vosotros sois los que decís que sois viracochas y que os envía el Tecsi Viracochan?
No es posible que vosotros sois sus hijos, pues pretendéis hacer mal a quien os hace y
ha hecho tanto bien […] ¿no tomasteis a mi hermano Atahualpa todo el tesoro que
allí yo tenía de mis antepasados? ¿no os he dado en este pueblo todo lo que habéis
querido[?] […] ¿no os he dado servicio para vosotros y vuestros criados y he man-
dado a toda mi tierra os tributen? ¿qué queréis más que haga? Juzgadlo vosotros y
veréis si tengo razón de quejarme (Yupanqui, 1992, p. 17).

Esta figura es un tipo de pregunta retórica pero con el fin de reprender, causar des-
consuelo o vituperar. En el pasaje citado se logran los tres propósitos. Manco Inca

15.  Referirse a la nota 2.


Cuestiones de género y autoría 135

reprende a los españoles por pagar su buena voluntad y amor con malos tratos.
Logra causar desconsuelo el hecho que sus carcelarios lo aten como a un animal.
Además, vitupera a los españoles aludiendo a su avaricia y falta de cristianismo y,
por ello, no pueden ser hijos de Dios.
Manco Inca incrementa su protesta con una exclamación de gran indignación,
“Verdaderamente digo que vosotros sois demonios y no Viracochas” (Yupanqui,
1992, p. 17). Nuevamente esta es otra figura de pathos conocida como aganactesis.
Si durante la narración de la llegada de los españoles éstos fueron compara-
dos con dioses, desde este punto los españoles empezarán a ser desacralizados.
Los españoles no son dioses, pero además no se comportan como caballeros ni
cristianos, caen más bajo que la peor calidad de humanos conocida por el inca,
los yungas. Así, el inca les recrimina “peores sois que los yungas, los cuales por un
poquillo de plata matarán a su madre y a su padre y negarán todo lo del mundo”
(Yupanqui, 1992, p. 34). Siguiendo esta vez un razonamiento del logos ese compor-
tamiento sólo puede pertenecer al demonio.
Acto seguido, Manco Inca congregó a sus súbditos para pedirles reuniesen el
oro y plata solicitados para su rescate e hizo otro parlamento, ahora con una vívida
descripción de los hechos y las consecuencias acaecidas.
Hermanos e hijos míos: los días pasados os hice juntar otra vez de esta manera para
que vieses un género de nueva gente que había aportado a nuestra tierra […] os
mandé que todos vosotros les sirvieses y acatases como a mi persona misma y les
dieses tributo de lo que en vuestras tierras tuvieses, pensando que era gente grata y
enviada de aquel que ellos decían que era el Tecsi Viracochan […] [y] me ha sali-
do al revés de lo que yo pensaba, porque […] no son hijos del Viracochan sino del
demonio, porque me hacen y han hecho, después que en ella están obras de tales,
como podéis ver por vuestros ojos, que me parece que no podéis dejar, si me amáis
verdaderamente, de recibir gran pena y congoja en ver a mí vuestro rey aprisionado
con prisiones y tratado de esta manera sin merecerlo (Yupanqui, 1992, pp. 18–19).

En esta cita se presenta otra figura de pathos conocida como descriptio. El pro-
pósito de esta figura es incitar a la audiencia a través de las vívidas descripciones.
Si bien, la finalidad sería provocar las emociones del público implícito –el rey de
España– el sentimiento esperado se manifiesta explícitamente en la respuesta de
los súbditos del inca, quienes dicen “¿Qué corazón hay en el mundo que viéndote
así… no se haga pedazos y de lástima no se derrita?” (Yupanqui, 1992, p. 20). El
autor presenta aquí su posición en espera de que el rey Felipe II comparta su punto
de vista.
Las descripciones vívidas, así como los numerosos detalles sensoriales presen-
tes en las escenas de la vida de Manco Inca forman parte de la técnica de persua-
sión del pathos. Por ejemplo, el relato describe cómo los españoles trataban al inca
136 Marguerite Cattan

como si fuera su criado o su llama y en su prisión le echaron cadena al pescuezo y


grillos a los pies. También, cómo oprimían a los indígenas a quienes hasta con sus
capas los hacían limpiar la suciedad de los caballos. Describe vívidamente las lágri-
mas de los ojos de Manco Inca y el gran llanto y llamados en alta voz que hicieron
sus súbditos al verlo preso, quienes prometieron juntar el oro, aunque para ello
tuvieran que venderse ellos mismos, sus mujeres e hijos y arañar con sus manos
debajo de la tierra. Estas y muchas otras son muestras de vívidas descripciones y
apelación al pathos.
Otra técnica para apelar a las emociones de la audiencia se logra a través del
uso del lenguaje. Es decir, por medio de una cuidadosa selección de palabras y su
connotación emocional. Las palabras utilizadas por Manco Inca en su recrimina-
ción a los españoles, “no me vencisteis vosotros a mí por fuerza de armas sino por
hermosas palabras” (Yupanqui, 1992, p. 25) es un ejemplo de ello.
La integridad de Manco se demuestra inclusive al momento de pagar su resca-
te. El inca sin tener a menos a los españoles les propuso que “de aquí en adelante
todos tengamos paz y vivamos de amor y compañía” (Yupanqui, 1992, p. 22). A lo
cual los españoles prometieron quedar en obligación de servirlo y no darle ningu-
na pena. Se presenta aquí otra figura de pathos, una promesa de afecto y constan-
cia, conocida como eustathia.
Hernando Pizarro dando la palabra por todos dijo así: todos estos caballeros y yo
hemos recibido sumo contento con la merced que nuestra merced nos ha hecho en
todo; quedamos en obligación de lo servir toda nuestra vida y protestamos de que
ahora ni en ningún tiempo […] estos caballeros ni yo no le daremos ninguna pena.
(Yupanqui, 1992, p. 23).

Esta promesa de afecto y constancia de los españoles pareciera aparecer en el dis-


curso sólo para subrayar lo falso de sus palabras. Este acto de buena voluntad de
Manco Inca y promesas de respeto mutuo se repiten en su encuentro con Pizarro.
La amplificación o prolongación de la materia es también otro procedimiento re-
tórico.
La amplificación no sólo es un ornamento de la retórica, sino que era conside-
rada de utilidad en el arte de predicar. Fray Marcos García, seguramente acostum-
brado a utilizar esta estrategia retórica en la elaboración de sermones,16 la presenta
en numerosas ocasiones en este tratado. La finalidad de las amplificaciones no era
tratar de ser repetitivo, pero intentar recalcar algún aspecto, tema o idea.
El triple aprisionamiento de Manco Inca parece responder a la estrategia
de amplificación, posiblemente con el fin de insistir en la finalidad del discurso,

16.  Ricardo de Thetford en su Arte de amplificar Sermones afirmó que “la función retórica
primordial del predicador es amplificar un ‘tema’ ” (Murphy, 1986, p. 336).
Cuestiones de género y autoría 137

persuadir sobre las injusticias cometidas con el inca. En cuanto a estas tres captu-
ras de Manco Inca, Bauer afirma que, aunque estos eventos pudieron ser históri-
cos, él no ha encontrado ninguna otra fuente del siglo XVI que confirme la versión
de tres aprisionamientos. Dice, “Most likely, this three-fold repetition is a stylis-
tic device that was, as Niles notes, common to Inca oral traditions” (Bauer, 2005,
p. 30). Lo que Bauer –y Susan Niles– procuran no mencionar es que el número
tres tiene históricamente, desde el tiempo de los griegos, un gran simbolismo en
la tradición occidental y no dejemos de mencionar su importancia dentro de la
tradición cristiana. Dentro de una lectura retórica del texto, la repetición triple del
aprisionamiento apunta tanto a la estrategia de amplificación, como a otro lugar
común, negarlo tres veces. Manco Inca recriminó dicho acto durante su segundo
encierro.
Y así vosotros, no se os acordando de tanto bien que de mí habéis recibido, amán-
doos yo con tanta voluntad y deseando vuestra amistad, me habéis negado por un
poco de plata [énfasis mío] (Yupanqui, 1992, p. 34).

Así como San Pedro negó a Jesús tres veces, igualmente cegados por su avaricia los
españoles negaron a Manco Inca tres veces.
Esta repetición de aprisionamientos incrementa la tensión narrativa. Por se-
gunda vez, los españoles acusaron a Manco Inca de estar concertado contra ellos
y lo tomaron preso. Durante su segunda prisión el inca hizo otro importante par-
lamento retórico.
Por ventura ¿soy yo perro o carnero o algún oyua [sic] vuestro que porque no me
huya me atáis de esta manera? ¿Soy ladrón o he hecho alguna traición al Viracochan
o a vuestro Rey? Si que no, pues si no soy perro ni ninguna cosa de las que dicho
tengo ¿qué es la causa porque de tal manera me tratáis? (Yupanqui, 1992, p. 28).

Aquí la repetición de la palabra soy busca amplificar la idea de qué es Manco Inca
sino un soberano digno de respeto y persigue una respuesta emotiva, pues él no es
tratado como merece. Esta es otra figura de pathos conocida como conduplicatio.
El parlamento sigue con más recriminaciones del inca y una amenaza de re-
tribuir el maltrato, pues advirtió a los españoles que miren “quién yo soy y cuyo
hijo, y el poderío que he tenido y tengo, el cual por vuestro respeto he dejado”
(Yupanqui, 1992, p. 28). Esta forma de amenaza es también otra figura de pathos
denominada cataplexis. Amenaza que, en este caso, cumple una doble función.
Primero, enfatizar que el inca, aunque podía, no se había rebelado ante los espa-
ñoles, lo cual nuevamente lograría obtener la simpatía de la audiencia. Segundo, es
un anticipo a futuros eventos.
La emotividad de la escena es acrecentada con el alboroto y llanto de sus capi-
tanes al atestiguar tales malos tratos y la recriminación de Vila Oma.
138 Marguerite Cattan

Hoy te prenden mañana te sueltan. Parece que andan contigo jugando a juego de
niños, pero no me maravillo que te traten de esta suerte, pues tú te lo quisiste metien-
do en tu tierra de tu voluntad, sin nuestro parecer, gente tan mala […] Mira, señor,
hasta cuánta bajeza nos has hecho venir por quererlo tú […] te dije cuando tuvimos
nuevas que habían llegado a la tierra, que yo iría por la posta con diez o doce mil in-
dios y los haría pedazos a todos y tú nunca me dejaste (Yupanqui, 1992, pp. 29–30).

Esta figura cuando el inferior reprende al superior es conocida en retórica como


asperitas. Dicha incriminación trata de preparar el ánimo de Manco Inca en con-
tra de los españoles. Así, Vila Oma siguió sugiriendo terminar con todos ellos,
“dame licencia que yo te soltaré y a estos barbudos los acabaré bien breve, porque
gente tienes tú en tu tierra que me ayudará” (Yupanqui, 1992, p. 30). La figura de
pathos conocida como adynaton es la sugerencia de algo que parece imposible,
en este caso la libertad del inca. Vila Oma explica cómo con la ayuda del pueblo
puede lograr lo imposible. La respuesta del inca es obviada, pero esta insinuación
sirve como otra antelación de los eventos venideros.
Las pruebas de pathos han ido escalando. El sinfín de injusticias cometidas
contra Manco Inca ha aumentado su congoja, su desilusión de los españoles y el
reconocimiento de su error en haber creído en ellos. También han aumentado la
pena y recriminaciones de sus súbditos. Esta ascensión de tensiones predispone a
la audiencia a admitir el vituperio que seguirá de los españoles. Ahora el uso del
razonamiento demuestra que los españoles son sumamente codiciosos, ingratos,
traicioneros, embaucadores, opresores y su único motor es la avaricia, seguido del
pecado de lujuria.
Así, durante la segunda prisión de Manco Inca, no contentos con el tesoro
obtenido también exigieron la entrega de la coya Cura Ocllo. Nuevamente la na-
rración presenta descripciones sumamente vívidas en cuanto al forcejeo de los
españoles con la mujer entregada –que no era la coya sino una india con la que la
suplantaron– y los gritos de ésta. Es interesante señalar el apostrophe que el autor
presenta aquí:
Entienda el que esto leyere que cuando estos negocios pasaron del dar la coya, y
la prisión de las cadenas y grillos, el Marqués don Francisco Pizarro ya era ido a
Lima […] y por eso no piense nadie que en todo se halló (Yupanqui, 1992, p. 36).

Después de tan amplio vituperio de los españoles, que implicaba un mal gobierno
de los españoles, el apóstrofe quizás intenta contentar a la audiencia estableciendo
que el gobernador del Perú –representante de la Corona– no fue el culpable, sino
sus hermanos y soldados.
Al tercer intento de prisión, Manco Inca presenta un razonamiento (esta vez
apelando a logos) enumerando los motivos por los que, después de ofrecer tanto
amor y amistad a los españoles, sólo ha recibido a cambio burlas y malos tratos. La
Cuestiones de género y autoría 139

razón justifica su pérdida de confianza en ellos y la necesidad de levantarse contra


ellos.
El conocido resultado fue el sitio de Cuzco y las batallas consiguientes con un
intento de reestablecer la soberanía incaica. Aunque el discurso trata de justificar
la rebelión de Manco Inca, ante los ojos del monarca español, esta rebelión contra
la corona no podría llegar a encontrar suficientes argumentos para su justificación.
Por eso, rematando la narración de esa guerra se presenta el relato del ajusticia-
miento de Cura Ocllo, ejecutada en represalia de Manco Inca.
la cual dijo estas palabras cuando la asaetearon: ¿En una mujer vengáis vuestros
enojos? ¿Qué más hiciera otra mujer como yo? Daos prisa a acabarme porque se
cumpla vuestro apetito en todo. Y así la acabaron de presto (Yupanqui, 1992, p. 58).

Las palabras de increpación de la coya, señalando que se vengan en una mujer,


vuelven a apelar al pathos y retornar la atención del público hacia las injusticias co-
metidas por los españoles contra ese pueblo, inclusive contra los más indefensos.
La historia de Manco Inca termina durante su retiro en Vilcabamba. Refiere
cómo durante esos años el inca recogió y dio asilo a un grupo de españoles, a quie-
nes dio muy buen alojamiento y trató como a hermanos. Lamentablemente, éstos
serían los últimos españoles en que pudiese confiar, pues terminaron matándolo a
traición. La escena describe cómo los españoles descargaron sobre el inca con pu-
ñales, cuchillos y espadas, siete contra uno y sin que el inca tuviese arma ninguna.
Agresión que Titu Cusi presenció y de la cual se salvó por salir corriendo monte
abajo. La descripción vívida del ataque al inca y persecución de Titu Cusi presenta
otra escena del pathos, que hace recordar el asedio en la plaza de Cajamarca donde
los nativos desarmados fueron atacados. Las emociones son apeladas y los españo-
les nuevamente personificados como la esencia del mal.
El inca vivió sólo tres días –nuevamente la presencia del número tres– y en su
lecho de muerte reunió a sus capitanes y les pidió obedecer y respetar a su hijo Titu
Cusi como sucesor del trono inca y les encomendó:
miréis por él, pues sabéis que es la lumbre de mis ojos y que yo le tenía a ese mucha-
cho no solamente por hijo, mas por hermano, por el mucho entendimiento que tiene,
y así le he encomendado yo mire y tenga cuenta con todos vosotros y con todos mis
hijos como yo pudiera tener, y os ruego que así como lo habéis hecho conmigo, lo
hagáis con él (Yupanqui, 1992, pp. 60–61).

Finalmente, bendijo a Titu Cusi, encomendándole velar por todos sus hermanos y
hermanas, su madre y su pueblo, y ordenándole tener cuidado con los españoles.
Mira que te mando que perpetuamente nunca tengas ley perfecta con semejante
gente que ésta, porque no te acontezca a ti otro tanto como a mí. No consientas
140 Marguerite Cattan

que entren en tu tierra, aunque más te conviden con palabras porque sus palabras
melosas me engañaron a mí y así harán a ti si los crees (Yupanqui, 1992, p. 61).

Dentro de la emotividad de la escena, el discurso gira hacia un razonamiento ló-


gico de causa y efecto que reafirma el comportamiento de Manco Inca y explica
el futuro proceder de su hijo. Primero, el inca se lamenta de su equivoco de ha-
berse fiado tanto de esta gente española que sólo ha desembocado en su muerte.
Luego, recuerda a su gente mantener en la memoria todo lo acontecido en Cuzco y
Tambo. Finalmente, advierte a su hijo sobre los españoles y le ordena no aceptarlos
en su tierra.
Así, el estado de Vilcabamba se justifica. Esta no fue una rebelión instaurada
por Titu Cusi sino implantada por su padre como consecuencia de los actos de los
españoles. Desde esta perspectiva, la visión de Vilcabamba se transforma de un
centro de sublevación a un refugio necesario de los incas. Antes de expirar, Manco
Inca reafirmó la legitimidad de Titu Cusi al trono diciendo:
eres mi primero hijo y heredero de mi reino y esta es mi postrimera voluntad. Yo
confío de su bondad de todos ellos que te acataran y respetaran por tal, y que no
harán más de lo que yo les he mandado y tu les dijeres (Yupanqui, 1992, pp. 61–62).

Pathos ha acompañado la historia de Manco Inca hasta el último episodio.


Nuevamente las descripciones vívidas del ataque al soberano inca así como el peso
de sus últimas palabras estremecen las emociones de público. El relato-discurso de
la vida de Manco Inca apela a la audiencia a identificarse con Titu Cusi y compartir
sus sentimientos, pena y amor ante el injuriado inca e indignación y animosidad
hacia los abusivos españoles. También, justifica el porqué del refugio de Titu Cusi
en Vilcabamba.

Titu Cusi y ethos

Ethos se refiere a la fiabilidad en el orador (autor). Esta credibilidad se logra a


través de su carácter –su integridad, si es agradable, digno de respeto– así como
por su reputación y autoridad sobre el tema y, por supuesto, a través del uso de sus
palabras. La percepción que la audiencia tiene sobre el ethos del autor influenciará
la recepción de su mensaje.
Hasta este punto de la narración la credibilidad de Titu Cusi ha sido asentada
por lo menos en tres puntos: su autoridad sobre el tema, como hijo de Manco Inca
y testigo de ciertos hechos (como la muerte de su padre); su buena cualidad de
no mentir como su padre; y ser el primogénito y legítimo sucesor al trono inca.
Cuestiones de género y autoría 141

Este último sería un aspecto importante de su reputación, calificándolo como un


personaje digno de respeto.
Además, Manco Inca, en su lecho de muerte, corroboró otros dos aspectos del
carácter de Titu Cusi, fue un amado hijo y de gran entendimiento. A la vez, Titu
Cusi demostró devoción hacia su padre, por las lágrimas que derramó a su muerte,
y respeto a su memoria, por haber cumplido hasta el momento su promesa de no
abandonar Vilcabamba. Es, por lo tanto, su refugio en Vilcabamba no un desacato
a la Corona pero un juramento hecho a su padre en su lecho de muerte. Todos
estos detalles dan forma al buen carácter moral del autor y contribuyen a formar
el ethos de Titu Cusi.
El tercer relato, la narración de la vida de Titu Cusi, es el más breve de todos.
Como preámbulo el autor menciona el tema que va a tratar.
En esta quiero declarar el cómo yo me he habido después de sus días [de Manco
Inca] y la manera por dónde me he venido a tornar cristiano y tener paz con los
españoles, que fue mediante Dios (Yupanqui, 1992, p. 62).

Es mediante estos dos aspectos, su voluntad de paz y respetabilidad como cristia-


no, que el autor construirá más su ethos.
Titu Cusi refiere las negociaciones que tuvo con diferentes virreyes españoles,
con la finalidad de aseverar su buena voluntad hacia los tratados y subrayar que en
todo momento deseaba que se efectuase de una vez la paz. Sin embargo, no deja de
mencionar las amenazas de agresión que intercambió con el doctor Cuenca, pero
justifica sus acciones por haber sido provocado por Cuenca. Finalmente, men-
ciona como llegó a la Capitulación de Acobamba y la ratificación de paz, todo
gracias al licenciado García de Castro, quien también fue la principal causa de su
conversión y bautismo.
Trata de justificar también el porqué no recibió el cristianismo hasta ese mo-
mento, afirmando que si no lo hizo fue por acordarse del tratamiento que los es-
pañoles habían hecho a su padre. Refiere su buena voluntad hacia la religión cris-
tiana al recibir sacerdotes en su tierra para evangelizar a su gente. Cuenta sobre el
bautismo de su hijo, Felipe Quispe Tito, y también sobre su propia catequización
y bautismo. Toda esta narración reafirma su actuar como un buen cristiano y su
buena intención de convertir a la gente de su tierra, fortaleciendo con ello su ethos.
Aristóteles afirmaba que hay tres cualidades que inspiran confianza en el ca-
rácter (ethos) de un orador: su buen sentido, su buen carácter moral y su buena
voluntad (Freese, 1926, p. xxxvi). El buen sentido de Titu Cusi lo confirma su pa-
dre al calificarlo como una persona de gran entendimiento y dejarlo a cargo de su
pueblo. Su buena voluntad la demuestra a través de sus deseos de paz, conversión y
sometimiento a la Corona. Finalmente, su buen carácter moral es establecido por
142 Marguerite Cattan

su respetabilidad de acuerdo a su linaje, la devoción a la memoria de su padre, su


humildad, su cualidad de decir la verdad y por su calidad de buen cristiano.

Autoría de la retórica en la Instrucción

Titu Cusi dictó su relación en quechua e indudablemente la narración original


debió obedecer a características de su expresión oral. Pero en el texto existen dos
mediaciones, la traducción y la translación. El secretario, Martín Pando, sirvió de
escribano y una intervención mayor a simplemente transcribir lo que se le dictaba
es difícil de concebir. Él mismo confirma su tipo de participación en la conclusión
de la Instrucción.
Yo, Martín de Pando, escribano de comisión […] doy fe que todo lo arriba escrito,
lo relató y ordenó el dicho padre, a insistión del dicho don Diego de Castro [Titu
Cusi], lo cual yo escribí por mis manos propias de la manera que el dicho padre
me lo relataba (Yupanqui, 1992, p. 68).

El padre al que hace referencia el escribano es fray Marcos García, quien como el
mismo escribano afirma fue el que relató y ordenó el documento. Algunos críti-
cos, ya han propuesto que fray Marcos fue más autor de lo pensado. Jákfalvi, por
ejemplo, dice que “Marcos García es el autor del discurso español ordenado de un
texto oral quechua, que pondrá en forma escrita Martín Pando” (Jákfalvi, 1993,
p. 266). Para ella, los tres comparten la autoría. Benoist, por su parte, alega que la
Instrucción fue traducida para un receptor español cristiano y, además, familia-
rizado con la retórica de Las Casas y de Vitoria. Por ello, valores incaicos fueron
traducidos a valores culturales españoles. Encuentra en ello la posible mano me-
diadora de fray García (Benoist, 2007). Es decir, en su labor de traductor García
habría adaptado la obra para que el público español pudiese identificar sus valores
en ella.
Sin embargo, la obra además de haber sido ajustada a valores cristianos, tam-
bién ha sido adecuada a representar un discurso retórico. Si bien, Benoist concede
que los valores cristianos contenidos pudieron provenir de un evangelizado Titu
Cusi (Benoist, 2007), encuentro que los recursos retóricos tuvieron que proceder
de fray Marcos. La formación de cualquier clérigo de la época comprendía el es-
tudio del latín y el aprendizaje de dicha lengua incluía la enseñanza del Trivium.
Pero, además, fray Marcos pertenecía a la orden de los agustinos y como tal se
ceñía a la doctrina de San Agustín. Recordemos que San Agustín escribió un im-
Cuestiones de género y autoría 143

portante tratado de retórica17 y su doctrina recomendaba que era necesario que


el predicador aprendiera los recursos retóricos a fin de llevar a los creyentes al
conocimiento de la verdad.
Podemos conjeturar que fray Marcos era versado en este arte y, por tanto, fue
el creador de la retórica de la Instrucción. En este caso, la participación de García,
al que se supone el simple traductor de la Instrucción, habría sido mayor a lo consi-
derado. Y si bien, Titu Cusi fue el depositario de la tradición histórica presentada
en el texto, el fraile debió manipular la narración original para conformar dicha
información según patrones clásicos por él conocidos y producir con ello un dis-
curso a ser presentado ante el rey de España. Esto implicaría una re-escritura de
la versión oral –mediación mayor a la que habría en una traducción literal– y, por
ello, fray Marcos debería reconocerse como coautor de la obra.

Consideraciones finales

Algunos críticos han descartado similitud de la Instrucción con escritos españoles


por no encontrar un precedente parecido. Por ejemplo, Julien compara la obra
con Demócrates secundus de Juan Ginés de Sepúlveda y Coloquios de la Verdad de
Pedro Quiroga –obras que también incluyen diálogo pero para presentar punto de
vista opuestos– y concluye que el uso del diálogo en la Instrucción de Titu Cusi,
“differs from the Renaissance dialogic form in that it relies on verbal encounters
between diverse individuals and groups to advance the plot and to portray aspects
of character or emotional state, not to explore abstract concepts” (Julien, 2006,
p. xix). Sin embargo, hemos visto que los mismos aspectos de carácter y estados
emocionales, que Julien no encuentra en estas obras, pueden responder a modos
de persuasión del pathos usados por la retórica clásica.
Aunque el bagaje de reglas y normas retóricas estaba previsto en detalle y mu-
chos de los tratados discursivos de la época seguían un modelo y líneas generales
de composición, este gran depósito de reglas y parámetros de ninguna manera
establecía principios inamovibles para la confección del discurso retórico. Según
Pujante, Quintiliano consideraba que las reglas variaban con las circunstancias, la
ocasión y la necesidad, dado que el fin siempre es lo apropiado a cada discurso y
el interés de la causa particular (Pujante, 2003, p. 99). Fray Marcos García se en-
contraba ante un caso particular posiblemente sin precedente del que se pudiera

17.  Según Pujante, el puente entre la Retórica antigua y la del Medievo es De doctrina christiana
de San Agustín. San Agustín, el autor más importante sobre el tema que brindó la Edad Media,
defendió el uso de la Retórica como instrumento de evangelización.
144 Marguerite Cattan

servir como guía y ejemplo; contaba, además, con un enorme arsenal retórico a su
disposición y la libertad de jugar con sus piezas.
Por otro lado, varios autores han advertido características incaicas y andinas
en la obra. A las mismas características que han sido señaladas como rasgos in-
caicos –la repetición triple y cuádruple; la simetría rítmica; los discursos directos
de Manco Inca; su aspecto representativo teatral (Bauer, 2005; Julien, 2006)– se les
puede dar una nueva lectura dentro de pautas retóricas. Así, encuentro que el uso
del número tres es un lugar común en la cultura occidental. Los diálogos direc-
tos incluidos en la Instrucción presentan figuras retóricas específicas, mayormen-
te figuras de persuasión de pathos. Finalmente, su aspecto representativo teatral
puede entenderse como parte de la representatividad que un discurso oral debía
contener. Otro rasgo andino ha sido encontrado en la Instrucción por Lienhard,
el de la reciprocidad. Por ejemplo, cuando Manco trata con amor a los españoles
y cuando trata a sus súbditos como queridos hermanos e hijos míos (Lienhard,
1990, pp. 238–239). Sin embargo, ambos ejemplos de tratamiento al prójimo tie-
nen resonancias del ejemplo cristiano y, por tanto, se explican también desde una
perspectiva occidental.
Otros autores descubren en la obra un punto de vista andino o incaico.
Chang-Rodríguez encuentra en ella un fuerte punto de vista andino que mane-
ja la historia distorsionando hechos y frecuentemente inventado eventos ficticios
(Chang-Rodríguez, 1982, p. 58). Uno de los casos al que alude es el hecho de que
Manco Inca no fue tan reverenciado por sus súbditos como la Instrucción trata de
demostrar. Por su parte, Regalado encuentra que la Instrucción presenta el punto
de vista no solamente andino sino de un sector de la élite incaica. Dicha élite actuó
desatinadamente por dejarse llevar por la apariencia y sobre todo la palabra de los
españoles, por lo cual aprendieron a disimular –a desconfiar– de ellos (Regalado,
1997, p. 115–116). Sin embargo, en estos ejemplos, no puede descartarse la posi-
bilidad de que fuese fray Marcos quien tratase de apelar al pathos introduciendo
situaciones emotivas. Por consiguiente, la fervorosa devoción de los súbditos de
Manco y la realzada falsedad de los españoles pudieron ser estrategias retóricas del
agustino con el fin de reivindicar la figura de Manco Inca.
Además, Salomon afirma que los escritores andinos intentaron preservar el
pensamiento andino recreándolo dentro del pensamiento histórico europeo.
Alude a que Titu Cusi introduce de contrabando normas de legitimidad incaica
en el futuro dominado por españoles (Salomon, 1984, p. 83). Sin embargo, la obra
reclama el derecho de Titu Cusi Yupanqui al trono inca, basado en ser el hijo
mayor y legítimo y, además, establece la transmisión de la herencia establecida
por el mayorazgo. Estas pautas no presentan normas de legitimidad incaicas sino
más bien se rigen bajo normas europeas — por ende, pudiera debatirse si fueron
Cuestiones de género y autoría 145

introducidas libremente por Titu Cusi o por recomendación de alguien entendido


en el pensamiento occidental.
He dado libertad a mi lectura de la Instrucción en cuanto no he tratado de ba-
sarme en un precedente de un discurso escrito. Más bien, partiendo de la premisa
que fray Marcos García era versado en el arte de predicar y preparar sermones
(homilías), he tratado de encontrar las características de la retórica que plasmó en
esta obra. Encuentro que el documento responde a parámetros retóricos en cuanto
a su forma, a su estructura, orden y disposición de las partes. Además, responde
al arte del discurso oral en cuanto a su consideración de la ocasión, sus caracterís-
ticas de género deliberativo, la exposición de los hechos y su presentación de las
pruebas de persuasión, las que incluyen figuras y lugares comunes. Por los nume-
rosos signos de la retórica clásica que contiene la obra, y su esencial finalidad de
persuadir mediante sus argumentos, su género debería ser reconsiderado como un
discurso. También por ello su autoría debería ser reconsiderada, pues la mediación
de Marcos García parece haber sido mayor de lo que hasta ahora se ha propuesto.

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