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“Valorización de los singular como punto de convergencia hacia una

postura crítica frente a la modernidad: Aportes desde Michael Foucault y


Walter Benjamin”

Francisca Escobar Atuán

Introducción a la Filosofía

Profesor Lenin Pizarro

Septiembre 2018
Actualmente es frecuente escuchar las nociones de razón, critica, pensamiento,
progreso, humanidad, entre otras, pero, ¿Dónde situamos la génesis de aquellas? ¿Hay
manera de pesquisar este momento inflexivo? Durante largo tiempo dentro de filosofía,
y también desde otras disciplinas, se ha dado cabida a esta pregunta, intentando -
mediante diversas estrategias- concluir en una respuesta que esté a la altura de magno
misterio. Además, la íntima relación que guardan éstas nociones con el armazón teórico
que sustenta la denominada época moderna, torna más complejo el panorama al
momento de intentar llegar a una respuesta que contenga en mayor o menor grado
argumentos convincentes.

Es justamente en esta interrelación entre conceptos y época, donde dos grandes autores
de la filosofía occidental convergen, y desde allí lanzan tesis evidentemente críticas con
el momento histórico actual, las cuales pretenden introducir un nuevo tipo de discurso
reflexivo. Este innovador discurso, desea nada menos que penetrar en las premisas
fundamentales en las que se ha configurado todo un proyecto denominado modernidad,
y que según éstos autores, ha fracasado como tal, por lo tanto es necesario salir de ahí
urgentemente. Para escapar, ambos autores coinciden en que es necesario reflexionar
sobre la disciplina histórica y redefinirla, estableciendo nuevos objetivos y métodos que
la caractericen. En esta misma línea histórica, es que a continuación se expondrán y
enfrentarán las principales ideas que emanan desde Michael Foucault, específicamente
del compilado de conferencias que constituyen “Sobre la Ilustración” y desde Walter
Benjamin, concretamente aquellas tesis que configuran su manuscrito titulado como
“Sobre el concepto de historia”.

I. Ilustración y modernidad

Es de conocimiento general que para poder criticar algo, es necesario conocerlo


previamente. Por esto mismo, para poder comprender la critica que M. Foucault y W.
Benjamin realizan de la época moderna, es necesario que conozcamos generalmente el
contexto que posibilita su emergencia y sus características principales.

Por ilustración- en términos kantianos- entendemos aquel hecho situado dentro de la


historia de la humanidad, en el que se hizo evidente la facultad perteneciente a la
naturaleza humana que nos dispone hacia el bien y el progreso (Kant, 1784). Esta
facultad, que es universal dentro de la especie humana, se fundamenta en la premisa de
que todos, sin excepción, somos poseedores de razón y que a la vez ésta, posee la
capacidad de emitir pensamientos crítica. Otro concepto fundamental para explicar la
ilustración, es la libertad, la cual se alza como condición necesaria para el correcto
ejercicio de la razón.

Valiéndose de estos cimientos, es que el proyecto ilustrado comienza a tomar forma en


la Europa del siglo XVIII y junto con él se comienza a gestar una nueva época en la
historia de la humanidad, la época moderna, cuyas características son la extrapolación
de los argumentos teóricos de la ilustración, hacia las prácticas sociales que son propias
de ésta etapa. En otras palabras, ilustración y modernidad pueden utilizarse como
palabras sinónimas, ya que pretender caracterizar un mismo supuesto antropológico:
“debe existir en el género humano alguna experiencia que, como hecho, indique una
cierta aptitud (beschaffenheit) y una facultad de este género que constituiría la causa de
su progreso hacia lo mejor y (puesto que debe ser el acto de un ser dotado de libertad)
el autor del mismo” (Kant, 1784). Este supuesto antropológico lleva consigo la teoría
del conocimiento propuesta por Immanuel Kant, la cual consiste en una forma de
conocer sustentada en la confección de una dicotomía entre el sujeto que conoce y el
objeto que es conocido, alzándose como pregunta central del proceso de conocimiento
la siguiente: ¿qué es? ¿qué puedo conocer?. Desde esta perspectiva se infiere que en el
universo conviven las verdades absolutas, evidenciadas en las características formales
de la representación, y las verdades aparentes, aquellas que son obtenidas mediante la
sensación que experimenta el sujeto de conocimiento, la cual es profundamente
material. Para Kant el conocimiento debe buscarse intentando separar lo más posible
ambas características de la experiencia, centrándose en los aspectos formales más que
en los materiales y esto mediante dos procesos, el juicio y la abstracción, lo cual
valiéndose de la razón total humana nos permite obtener conocimiento universal y
objetivo del mundo, es decir, el conocimiento pasa a formar parte de la historia
trascendental de las ideas.
II. Desenmascarando la fe ilustrada en el progreso y la razón

El supuesto antropológico a partir del cual Kant construye el armazón teórico que
fundamenta la modernidad, propone que el destino de la naturaleza humana- provista
de razón crítica- consiste en progresar sin un límite establecido, ya que delimitar el
conocimiento humano y por lo tanto el proceso de ilustración, seria “violar y pisotear
los sagrados derechos de la humanidad”(Kant, 1784). Esta idea de progreso, justificada
en la razón, es propia de la época moderna, del proceso de ilustración que según Kant
estamos vivenciando como humanidad. Por lo tanto, para criticar la modernidad, es
necesario también cuestionar los conceptos de progreso y de razón.

a) El progreso como dogma de la modernidad - Walter Benjamin

“la idea de un progreso del género humano en la historia es inseparable de la


representación de su movimiento como un avanzar en el tiempo homogéneo y vacío”
(Benjamin, 1942)

En las tesis sobre la historia, el filósofo alemán de origen judío postula que todas las
revoluciones de corte socialista-comunista que se han librado a lo largo de la historia
no han sido auténticas, porque no han cuestionado el “progreso” como fundamento del
liberalismo, el cual permite el capitalismo. Enuncia que los marxistas se han dedicado
a criticar aquello que se predica del concepto de progreso, y no a la idea misma de éste.
Para contrarrestar estos errores en los que se ha incurrido, y con la idea de proponer
una historia verdaderamente histórica y materialista que permita revolucionar la
realidad, es que Benjamin contempla que una crítica hacia la noción de progreso sólo
se puede llevar a cabo si se critica la concepción del tiempo como algo homogéneo y
vacío, es decir, si se critica la idea del tiempo como algo trascendental, inmutable y
eterno. En oposición al tiempo metafísico del que se valen los opositores al marxismo,
Benjamin propone una perspectiva materialista del tiempo, en la cual “el tiempo del
ahora” es proteico y fugaz.

Siguiendo ésta línea, realiza una oposición entre dos posibles concepciones de la
disciplina histórica, por un lado la historia universal que funciona bajo el principio
aditivo, suministrando la cantidad de hechos necesarios para llenar el tiempo vacío y
homogéneo sin poner importancia en la singularidad de cada momento. Por otro lado,
la historia materialista, la cual funciona bajo el principio constructivista, es decir,
abordando los hechos como única y solamente ahí donde se presenta como mónada,
sirviéndose de la particularidad de cada momento y no aspirando a la universalización
de éste (Benjamin, 1942)

Este autor hace el llamado a abrazar la concepción materialista de la historia, ya que es


la única que al comprender el momento actual como el indicado para liberarnos del
yugo de la injusticia al que nuestra libertad nos somete, permite una revolución del
orden social que nos acerque a la felicidad y justicia. En otras palabras, nos interpela a
hacernos cargo del momento actual que vivimos, ya que sólo mediante él podemos
experimentar un estado de detención y equilibrio que nos entregue una unidad de
sentido para nuestra existencia: “sólo a la humanidad redimida le concierne
enteramente su pasado” (Benjamin, 1942)

Desde la perspectiva verdaderamente materialista de la historia, el momento actual no


es la oportunidad para asegurar a los descendientes, sino aquella para liberar a los que
nos precedieron, la oportunidad de hacer justicia. Mediante la redención del pecado al
que la libertad nos condena, somos capaces de acceder a la cara paradisiaca y perfecta
del mundo. Siguiendo esta línea, la tendencia de la naturaleza humana no se dirige hacia
un progreso ilimitado, sino que a la necesidad mesiánica de justicia, la cual solo se
materializa cuando somos capaces de apreciar cada momento en su fértil singularidad,
contextualizándolo y empatizando con los vencidos más que con los vencedores.

A modo de síntesis, Walter Benjamin en sus tesis sobre la historia, critica la modernidad
mediante el cuestionamiento de la noción de progreso, esto a su vez poniendo en duda
el cómo concebimos el tiempo al momento de construir el discurso histórico. Pero, ¿por
qué es importante cambiar el discurso histórico predominante? La respuesta que él nos
otorga es que la necesidad de esta redirección de la disciplina histórica se debe a que
hasta ahora ésta no ha sido un elemento útil para la clase oprimida en su proceso
revolucionario de liberación, en su afán de justicia. La perspectiva histórica que se
contempla a sí misma como historicista y universal es la que ha obstaculizado la
instauración de una sociedad comunista-socialista auténtica, ya que no comprende a
los momentos históricos situados en su contexto, sino que los entiende bajo el
paradigma del tiempo como algo vacío que se debe rellenar con un cúmulo de
acontecimientos neutros y generales.

b) Razón: luz despótica

“Las luces que han descubierto las libertades, han inventado también las disciplinas” i

Para desmantelar el proyecto de la razón, como suele denominarse a la Época moderna,


M. Foucault utilizará la teoría del poder, la cual es el pilar central donde converge todo
su pensamiento. Para esto se empeñará en caracterizar al vínculo, para él innegable y
crucial, entre saber y poder.

Antes de adentrarnos en el corazón de su propuesta teórica, debemos considerar que


M. Foucault se caracterizaba por ser un “historiador del pensamiento”. Partir de esto,
permitirá comprender la importancia que él otorga al discurso histórico en relación con
el filosófico, es decir, anuda firmemente los conceptos de verdad e historia.

En esta misma línea, el filósofo francés comienza su análisis de la Época moderna


haciendo un llamado a considerar la Ilustración como un acontecimiento en reemplazo
de un advenimiento, en otras palabras, ilustración como evento o suceso azaroso y
singular en desmedro de la perspectiva que la caracteriza como una etapa premeditada
o esperada dentro de la historia de la humanidad.

Para argumentar la nueva matriz de análisis que propone, establece una diferencia
entre pensamiento y razón, definiendo al primer concepto como aquella razón situada
en su contexto, es decir, eventualizándola. Ésta diferencia, nos lleva a establecer otra
nueva: historia trascendental de la razón versus historia del pensamiento. Por historia
trascendental de la razón o también denominada historia interna de la verdad, Foucault
considerará a aquel discurso histórico que otorga a la crítica –como instrumento de la
razón- un carácter normativo, sujetando la razón a la trascendencia y por lo tanto,
asignándole la función de establecer la verdad. De esta manera el conocimiento –
entendido como aquel saber que se considera válido- pasaría a ser algo metafísico y por
lo tanto, en parte está fuera del alcance de la razón humana. Esta perspectiva al
considerar la historia como la memoria de un sujeto absoluto, eterno e inmutable,
conserva la dicotomía nóumeno/fenómeno que propone Kant y la idea hegeliana de
que la historia tiene un principio sintetizador y por lo tanto un sentido determinado, es
decir, la noción de la manifestación histórica de la verdad.

Por otro lado, la denominada historia externa de la verdad o historia del pensamiento
constituye un relato histórico-filosófico del desenvolvimiento de la humanidad. Desde
esta perspectiva la pregunta central que hasta ahora se había intentado responder,
¿Qué es? O ¿qué puedo conocer? es reemplazada por ¿Quién conoce? O ¿quién crítica?.
Este es el punto neurálgico de la propuesta foucaultiana, ya que establece que el
conocimiento no es objetivo y metafísico, sino que necesariamente debe ser subjetivo
e histórico. Para llevar a cabo esto es necesario liberar a la crítica del carácter normativo
que se le atribuye, ya que esto impide que se convierta en una crítica total
desfundamentalizadora y verdaderamente transformadora. De esta manera, la crítica
“al volverse contra la razón como fundamento de la validez de la crítica, se hace total” ii

Para M. Foucault el acontecimiento denominado Ilustración, marca un antes y un


después en la historia de la filosofía-y en esto coincide con Kant-, ya que ahora el
presente se alza como el único objeto de análisis de ésta disciplina. Pero no basta con
cambiar sólo el objeto de estudio, sino que además se debe cambiar el método por el
cual se validan los conocimientos. Para esto, Foucault propone aplicar la
“eventualización” de las practicas o formas de pensar, con lo que se pretende situar a la
razón en su contexto, para construir pensamiento, es decir, situar a las ideas en la
historia externa de la verdad, en vez de hacerlo en la historia trascendental. El objetivo
ahora no es demostrar el vínculo entre la verdad y la razón, sino que la íntima relación
entre verdad y la historia, permitiendo mostrar la constitución histórica de nuestra
experiencia analizando las condiciones de posibilidad de la experiencia o el saber en
particular, valorando su singularidad y no en aras de generalizaciones forzosas.

El firme lazo que Foucault estableció entre verdad e historia y la propuesta de la


eventualización como método eficaz, nos lleva a entender que la
genealogía/arqueología foucaultiana responderán a la pregunta qué es la ilustración en
términos de poder y no de legitimidad. Luego de reemplazar los conceptos
conocimiento y dominación por saber y poder y afirmar que su relación es
complementaria y productiva, la propuesta del filósofo francés hará que la noción de
verdad sufra una transformación paradigmática: al establecer conexiones entre
mecanismos de coerción – que poseen forma y justificación racional- y contenidos de
conocimiento - que al ser validos son portadores de efectos de poder- las condiciones
que hacen aceptable, valida o verdadera una práctica o una forma de pensar son
meramente singulares, eventuales e históricas y no producto de una verdad metafísica
iluminada por la razón objetiva y universal.

A modo de resumen, Foucault propone que la Ilustración es el momento en que la


filosofía sufre un desdoblamiento insuperable que refleja la doble cara de la razón:
“razón que aspira a la universalidad pero se desarrolla en la contingencia, autónoma en
su estructura pero lastrada de inercias históricas” iii, es decir, como despotismo y como
luz a la vez.

III. Conclusión

Luego de dar a conocer dos puntos de vista diferentes- tanto por la época y las
motivaciones que lo forjan- podemos dar cuenta, a pesar de que por un lado Benjamin
deseaba criticar a la socialdemocracia y por el otro Foucault pretendía cuestionar las
relación entre verdad y poder, de que ambas convergen en un mismo punto: la
universalidad como dogma constitutivo de la Época moderna.

Este descubrimiento, llevó a ambos a resaltar la importancia de analizar la realidad


desde la materialidad de la existencia, lo cual lleva inevitablemente a utilizar un lente
que enfoque lo particular de cada situación, ya que así y solo así, es posible
revolucionar la realidad, ya sea en términos marxistas o en términos de dominación.

También convergen en la importancia que le otorgan a la disciplina histórica y en la


necesidad de una reforma a ésta, la cual contemple la inclusión da una matriz de análisis
que se enfoque en la particularidad de cada momento histórico y no en una perspectiva
trascendental de ésta, proponen una contramemoria en reemplazo de una memoria.

A mi juicio, con estos dos conceptos, historia y singularidad, se puede hacer un análisis
de la modernidad que nos saque del chantaje de la ilustración, el cual no nos deja más
opciones que optar por la supremacía de la razón o por la irracionalidad. La superación
de éste nos permite acceder a una tercera vía, en la cual al analizar la realidad como un
momento que emerge azarosamente del contexto histórico singular en el que existe y
no como algo que estaba premeditado y de orden superior, éste puede ser
transformado, y ésta revolución está a nuestro alcance, ya que los hechos no
trascendentales sino materiales, no son divinos sino humanos.
Bibliografía

I. I. Kant. “Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?” (1784)


II. M. Foucault. “Sobre la ilustración” Editorial Tecnos, 2° edición, año 2006
III. W. Benjamin. “Tesis sobre la historia y otros fragmentos”, edición y
traducción de Bolivar Echeverría

i
Vigilar y castigar, Michael Foucault, 1975, p. 224

ii
Sobre la ilustración, Michael Foucault, Editorial Tecnos 2° edición año 2006. Esta cita corresponde al
estudio preliminar realizado por Javier de la Higuera, p. XII.

iii
Sobre la Ilustración, Michael Foucault, Editorial Tecnos 2° edición año 2006. Esta cita corresponde al
estudio preliminar realizado por Javier de la Higuera, p. XLI

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