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Semiología General
Cát. Accorinti
El prólogo comienza con las didascalias (función informante), que forman parte de la
estructura externa del relato, y que a partir de ciertas unidades de sentido nos
infieren ya como primer instancia la unidad de espacio. Se encuentran al frente de la
escena el palacio real de Tebas, y al fondo la montaña. Esto nos indica que la
escena se está representando fuera del palacio, en las escalinatas, y por lo tanto
nos sugiere que hay dos espacios que no vemos pero que son de suma importancia
para el desarrollo de la estructura dramática. El espacio interior del palacio no es el
espacio de la escena, por lo que funciona como un espacio virtual no representado,
al igual que las montañas, y según Barthes, todos los núcleos de acción fuertes
suceden fuera de escena, lo cual funciona como metalenguaje.
Como base del conflicto primordial de la obra, tenemos dos perspectivas. El interior
del palacio representa a Creonte, a la ley moral y humana impuesta por los hombres
(Creonte), y las montañas, representando la Ley primera de los dioses (Antígona).
Es importante en términos simbólicos que toda la acción se desarrolle en el medio,
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ya que la encrucijada moral que la historia relata en su última expresión es si se
debe seguir a los dioses o a los hombres para tomar una decisión correcta.
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hermanas de la misma sangre, por lo que no hay conflicto inicial entre ellas. Sólo
hay un signo opuesto, sin embargo, que actúa como función oposicional, que es el
saber del edicto. Estos estatutos de personaje son actualizados en este momento; a
Antígona se la ve como fuerte y decidida a hacer lo que ella cree que es correcto
para con los dioses (ya que debe agradarles a ellos por más tiempo que a los
mortales), sin importar el castigo o su posición de mujer dentro de la sociedad
griega. Le son más importantes su familia y leyes primordiales que aquellas dictadas
por un hombre en contra de sus principios. Ismene, por otra parte, está más
preocupada por su vida pública y por el posible castigo que Creonte pueda hacer
caer sobre ella, tiene miedo. Decide evitar el peligro y no desea perder también a su
hermana, por lo que asume un rol de mayor obediencia y cautela ante la situación,
aunque es herida por las palabras de su hermana ante lo que ella cree es más
seguro.
Luego de esto comienza el Párodo, una pausa donde aparecen el Coro y el Corifeo
dando más trasfondo de lo sucedido hasta el momento, aquello que no se ve en la
obra pero de lo que es hablado. El Corifeo le hace contrapunto al Coro a través de
la Estrofa y la Antiestrofa, y usan simbologías y prosa poética para hacer entender
al público la situación en la que se encuentran los personajes, marcando la temática
y la dialéctica que estará presente a través de la obra. El Coro tiene una función
informante, habla de todo lo que sucedió en el pasado, pero no de aquello que va a
pasar. A la vez constituye el espacio entre el espectador y la escena representada.
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El Corifeo es la parte del coro que interactúa con los personajes. A diferencia del
Coro, que cumple una función de narrador omnisciente y cuyo valor de diálogo
semántico es hacia el público, el Corifeo encuentra un diálogo con los personajes
donde los lleva a una reflexión personal, a una catarsis, a partir de su conciencia
omnisciente presente en el coro.
Aparece una nueva unidad de tiempo, el nuevo amanecer, el nuevo día, simbolizan
la presencia de nuevas situaciones, nuevos comienzos: es donde sucede la verdad
ante los ojos de todos y donde se evidencian creencias personales y resoluciones
de conflictos. Antígona ya enterró a su hermano. El Párodo es cerrado por el Coro y
el Corifeo anunciando la llegada de Creonte.
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un par de intercambios cortos entre ambos, de función catalítica, la historia completa
es revelada. Como una gran parte de la acción en el teatro griego, tanto por una
necesidad técnica de presentar avances a la historia hablando sobre ellos luego de
que hayan sucedido (ya que no había telones ni cambios de escenografía posibles)
como por su efecto dramático, la acción transcurre fuera de la vista del público y le
es relatada por un personaje. Estos dos momentos sirven para dar cuenta de qué
tipo de personaje es el Guardia: su estatuto se actualiza como temeroso de Creonte,
obediente a las leyes, y consciente de su posición y función en la sociedad, cauto de
no enojar a quien lo gobierna por su propio bien.
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En el segundo Episodio se comienza nuevamente un núcleo cardinal en el momento
en el que el Guardia lleva a Antígona ante Creonte. El primero, quien había jurado
no volver, explica al segundo el relato de lo que, una vez más, sucede fuera de
escena, cuando Antígona intentó enterrar a su hermano, quien había sido expuesto
a orden de Creonte. Estos dos personajes se ven afirmados en su concepción
inicial; el Guardia hace lo necesario para salvarse a sí mismo y Creonte está
iracundo con la situación, mucho más cuando la desobediencia viene de una mujer,
pero cumple con su palabra y libera al Guardia de toda responsabilidad y castigo.
Creonte explica a continuación que la pena por sus acciones es la muerte, lo que
Antígona al menos en este primer momento acepta impasible y erguida, y que
enorgullecerse por sus actos es insulto además de injuria. Cae él en este momento
en la Hamartia, como se verá después, el error del héroe trágico causado por la
hybris mencionada antes. A pesar de las advertencias y diversas posturas que se
presentan intentando disuadirlo de matar a Antígona, Creonte está iracundo y es
soberbio, llegando tan lejos como para matar a su propia sobrina, prometida de su
hijo, una mujer, y de la aristocracia; sus decisiones están agravadas por el vínculo.
Terminado el parlamento del soberano contra Antígona, se da nuevamente la
distensión de la escena a través de diálogos catalíticos con tono de riña, intentando
ser el que tenga la palabra final a través de la habilidad oral para refutar al otro.
Esto funciona a su vez como espera para que salga del Palacio Ismene, cuya
interacción será el próximo núcleo cardinal del texto. Ella clama haber ayudado a
Antígona a enterrar a Polinices pero Antígona le niega esa posibilidad; mientras
Ismene quiere poder morir con su hermana ya que prefiere esto antes que vivir sin
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ella, Antígona quiere ser la única responsable de su decisión, y que no muera su
hermana injustamente, uno podría asumir. Esto lo expresa bajo el pretexto de que
no quiere que alguien que no fue parte de su acción noble tome honores que no le
corresponden. Menciona que le duele hacerle sorna a su hermana, y que desea que
se salve ella de una muerte innecesaria. En este momento, ante su propia
mortalidad, parece pedir perdón por su enojo anterior, y comprende que no desea
esto para su familia. Creonte irrumpe en la charla y cambia el foco de la interacción
a él e Ismene, ya terminada mayormente la función núcleo pero sí diciendo dos
cosas de importancia: en principio, que las bodas de Hemón (su hijo) y Antígona se
harán en el Hades (refiriéndose a que nunca se realizarán, pero siendo un indicio de
lo que sucede al final de la obra, y atribuyendo a los dioses algo nacido de su propia
pasión), y algo que actualiza su estatuto de personaje, la línea “Hay otros campos
para arar”. Esto es dicho refiriéndose a que Hemón podrá encontrar otras mujeres
para cumplir sus funciones maritales, que es para lo único que ve útiles a las
mujeres en la sociedad.
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esto un largo discurso sobre los beneficios de los hijos obedientes y la honra a los
padres, y se ve enfurecido una vez más al oír las opiniones de su hijo, quien
también está herido por la posibilidad de perder a su novia por mano de su propio
padre.
Esto funciona para reforzar a Creonte como ya lo hemos visto, un patriarca soberbio
que no escuchará la segunda advertencia a recapacitar sobre su decisión, incluso
viniendo de su hijo. Esto lo hace caer nuevamente en la Hamartia.
Hemón se forma como un personaje que respeta a su padre y ama a Antígona, por
lo cual se ve dividido en la situación actual en la que debe elegir un bando de dos
que son contrarios, pero que aunque teniendo cuidado de no herir a su padre, cree
que su prometida tiene razón, intentando apelar al lado sensible de Creonte. Es en
éste momento donde se ve otro indicio, cuando Hemón informa a su padre que si el
mata a Antígona no será la única muerte. Esto es interpretado como una amenaza a
su persona, pero a lo que Hemón se refiere es que tomará su propia vida si
Antígona muere. Una vez más, su soberbia no le deja ver la verdad. Ante la
pregunta de Corifeo de si ha de matar a las dos, Creonte responde, pasado su
enojo, que es cierto que Ismene debería vivir. Su comentario final es sobre la
manera en la que dará muerte a Antígona, enterrándola viva. haciendo uso de su
poder para torturarla con la angustia y la ironía.
El tercer estásimo sigue el modelo de los dos anteriores, pero siendo bastante más
corto que los otros (sólo una Estrofa y Antistrofa), y meditando sobre dónde nos
llevan las pasiones del corazón, y como nublan nuestro razonamiento.
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himeneo, haciendo referencias a que su casamiento será con Aqueronte (el remero
de Hades), habitando por primera vez no un discurso literal sino la referencia
simbólica, más abstraída de su particularidad, de lo penoso de su situación. Estas
son reflexiones sobre la injusticia y qué es lo correcto, y aquelo que deviene a los
que deciden hacer el bien cuando reinan la ignorancia, la soberbia y la falta de
honor. Corifeo intenta animarla, explicándole que sus pasiones son nobles, ella es
sin culpa de su situación, y que su destino trágico es culpa de sus padres, de los
cuales ella expía culpas. Por primera vez su personaje es actualizado como alguien
vulnerable o algo más que iracundo, ya que ve la angustia de su propia muerte por
delante. Corifeo es a su vez actualizado como alguien que más allá del poder que lo
manda, es sensible con las tragedias de los demás y no está ciego a la injusticia de
Creonte, rebelándose en su opinión sobre aquello que es injusto.
Cuando comienza el cuarto Estásimo, las tres primeras secciones son usadas para
mencionar historias del Canon griego que guardan relación con la situación de
Antígona; la de Dánae, el hijo de Driante y los hijos de Fineo. Todas ellas son
determinadas por la intersección de dioses en los destinos humanos, lo que lleva a
sus destinos trágicos. La segunda Antistrofa comenta cómo su llanto es común al de
Antígona.
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de no castigar a Antígona. Ésta interacción es cardinal para la obra, Tiresias informa
a Creonte como todas las señales de los pájaros que intenta interpretar le señalan
que la tragedia caerá sobre Tebas, por su arrogancia y juicio nublado. Creonte
responde con ira una vez más, y el ciego le dice que si no retrae sus pasos, sufrirá
la pérdida de miembros de su casa. Creonte no escucha la advertencia y le dice que
se retire, cayendo por tercera vez sobre la Hamartia y habiendo ignorado en este
punto a su consejero político, su familia, y la palabra de los dioses con su sustituto
humano. Tiresias es un personaje de gran autoridad y de advertencia para quienes
lo encuentran, y es ofendido por la manera en la que es recibido.
El quinto Estásimo sirve como un momento de reflexión final y como pie para el
NÚCLEO DESENLACE, cuyo paso es marcado a su vez por el comienzo del Éxodo.
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Esta interacción termina y aparece Creonte cargando a Hemón, cantando como hizo
Antígona previamente su lamento en Estrofa y Antistrofa. Una vez más, esto es
cardinal y actualiza a Creonte como penitente de su ceguera y su soberbia, cayendo
ahora la Até, castigo divino, sobre él. El mensajero que vimos previamente sale y le
informa que Eurídice ha tomado su vida también, por lo que su pena se acrecenta a
pesar de su profundidad. Las meditaciones de Corifeo, ya no de su lado sino como
una crítica a sus acciones pasadas, cierran la segunda Antistrofa con la reflexión y
moraleja de la historia; la prudencia es un gran don y aquellos que son soberbios
encuentran castigo prontamente.
A través del texto se ven ciertas estrategias tanto en la escritura del texto como en
su relación con el público. En principio, los parlamentos importantes suelen ser los
más largos y aquellos en los que los personajes se ven caracterizados, encarnados
más por la postura y el rol arquetípico que juegan para que avance la historia (es
decir, las dinámicas que habilita su presencia, sus puntos de vista, y las pujas de
poder con otros personajes) que por su individualidad. En este sentido, hay poco
contenido que sea puramente catalítico y no cumpla una función para la obra (ya
que las interacciones cortas entre los personajes luego de un núcleo cardinal sirven
para deshacer la tensión, dando contraste entre los momentos de importancia), y en
este nivel la obra funciona con sus componentes mínimos usados de manera
inteligente. Esto no es sólo buena escritura, sino que estaba basada también en las
necesidades, limitaciones, y formas técnicas de la época en la que fue escrita,
siendo éstas la presencia del escenario, la falta de telón o de representar otros
espacios con escenografía, la división episódica, el deber del Coro, y la poética
aristotélica.
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al tanto de las dinámicas y los poderes que se ponen en juego. Esto lo hace actuar
como un sustituto del público dentro de la obra, manifestando lo que quiere ser
expuesto. Son pocas las instancias donde su personaje se expande en más que
esto más allá del Párodo o de su interacción inicial con Creonte, de vez en haciendo
una pregunta a algunos de los personajes que sirve para atar cabos sueltos o
resolver instancias menores. Cerca del final su personaje toma más relevancia
aunque sigue siendo la presencia del público dentro de la situación, lamentándose
junto a Antígona, y dándole el ánimo que seguramente los espectadores querrían
darle, y explicando la reflexión final de la historia.
Los personajes son usados, quizás en mayor medida que en la dramaturgia más
reciente, para encarnar ideales sociales y valores de lo que es correcto y lo que no.
La distancia entre el nivel literal y sintáctico de los personajes y su condición
arquetípica, simbólica, semántica, es mucho menor en el teatro griego. Se ponen en
juego a través de ellos situaciones que se usan para señalar la prudencia, el
respeto, la observación de las leyes primordiales, el peligro de las pasiones, el
castigo merecido o inmerecido, y la condición humana de estar sujetos a cosas
sobre las que no tenemos control, consciencia de lo cual es en última instancia
aquello que nos vuelve seres capaces de conceptualizar la tragedia. Esto se apoya
en el esquema tradicional de la tragedia para poder crear momentos de tensión
(cardinales), contrastados con aquellos de distensión (catalíticos), junto con las
intervenciones del Coro (siempre informantes, ya que completan nuestra visión de lo
que sucede y no afectan a la historia), y para quién lea la obra, las didascalias,
direcciones actorales de naturaleza informante también. Junto con el uso a indicios
de aquello que va a suceder, que se usan para resignificar la obra en su final, todo
esto da a lugar a una dinámica emocional que se resuelve en el desenlace.
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