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ANÁLISIS DE TEXTO

​Semiología General
​Cát. Accorinti

Grupo conformado por: Fabiana Balastegui, Bruno


Borgna y Danae Pienica
ANTÍGONA

A continuación presentamos el análisis de la tragedia griega “Antígona” escrita por


Sófocles.Con base en el texto de Roland Barthes, observamos que la estructura
dramática de esta obra se divide en tres grandes núcleos, construyendo así una
secuencia narrativa donde a grandes rasgos podemos distinguir las siguientes
características:

Primero tenemos el núcleo inicial, donde se nos presenta el conflicto a partir de la


aparición de dos personajes como lo son Antígona e Ismene. Tenemos luego el
núcleo soporte, que comienza con la noticia de que alguien enterró a Polinices,
donde descansa el conflicto de la totalidad de la obra y por último, tenemos el
núcleo desenlace, que comienza a partir de la anagnórisis de Creonte y el camino a
su verdadero destino trágico al no obedecer la Ley de los Dioses.

Comenzaremos por lo tanto, con el NÚCLEO INICIAL:

El prólogo comienza con las didascalias (función informante), que forman parte de la
estructura externa del relato, y que a partir de ciertas unidades de sentido nos
infieren ya como primer instancia la unidad de espacio. Se encuentran al frente de la
escena el palacio real de Tebas, y al fondo la montaña. Esto nos indica que la
escena se está representando fuera del palacio, en las escalinatas, y por lo tanto
nos sugiere que hay dos espacios que no vemos pero que son de suma importancia
para el desarrollo de la estructura dramática. El espacio interior del palacio no es el
espacio de la escena, por lo que funciona como un espacio virtual no representado,
al igual que las montañas, y según Barthes, todos los núcleos de acción fuertes
suceden fuera de escena, lo cual funciona como metalenguaje.

Como base del conflicto primordial de la obra, tenemos dos perspectivas. El interior
del palacio representa a Creonte, a la ley moral y humana impuesta por los hombres
(Creonte), y las montañas, representando la Ley primera de los dioses (Antígona).
Es importante en términos simbólicos que toda la acción se desarrolle en el medio,

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ya que la encrucijada moral que la historia relata en su última expresión es si se
debe seguir a los dioses o a los hombres para tomar una decisión correcta.

Aparecen nuestros primeros personajes, Antígona e Ismene, hijas de Edipo cuyos


dos hermanos varones fueron asesinados entre sí por disputarse el poder sobre
Tebas. Dicho evento fue profetizado, por lo tanto la temática del destino trágico y el
peso familiar son presentadas por primera vez. El conflicto principal de la obra va a
estar alrededor de la importancia de la sepultura, y la connotación que tuvo siempre
esto en la Historia de la humanidad como acceso al terreno del Hades.
Como estrategia discursiva, se está apelando a un espectador que conozca
previamente la historia del mito de Edipo, que conozca este universo.
El hecho de que esté ligado a tal figura las vincula a ellas con todas las desgracias
que sucedieron y nunca van a dejar de suceder en su familia, pero a la vez las
vincula a la Ley Divina. Esto trabaja desde un pasado lejano, el cual es una
continuidad de desgracias, y cumple la función de unidad de tiempo. Entonces, a
nivel temporal, tenemos la idea de un pasado lejano que se perpetúa en el presente
como un destino trágico, un pasado cercano haciendo referencia a lo sucedido con
sus hermanos, y por otro lado tenemos el signo del hoy, del presente, cuando
nombra al edicto proclamado por Creonte. A nivel de connotación, podemos
observar como Antígona construye a la figura de Creonte, que sería casi como un
dictador.

En este parlamento se da a entender que se conoce la historia sobre la que elabora


Sófocles, tomada de un canon conocido por los griegos para representaciones
dramáticas y motivos didácticos en los que describen sus valores y problemáticas, la
tragedia de Edipo. Los primeros temas traídos son entonces el pasado lejano, el
destino trágico, la continuidad de desgracias familiares y la profecía. Es también en
este momento donde se da el primer indicio de la muerte de Antígona, que ella
acepta al menos en ese momento sin apaño.

Los estatutos de personaje de ambas son homologados en todo sentido, ambas


sufren la pérdida de sus hermanos, ambas acompañaron a Edipo, las dos son

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hermanas de la misma sangre, por lo que no hay conflicto inicial entre ellas. Sólo
hay un signo opuesto, sin embargo, que actúa como función oposicional, que es el
saber del edicto. Estos estatutos de personaje son actualizados en este momento; a
Antígona se la ve como fuerte y decidida a hacer lo que ella cree que es correcto
para con los dioses (ya que debe agradarles a ellos por más tiempo que a los
mortales), sin importar el castigo o su posición de mujer dentro de la sociedad
griega. Le son más importantes su familia y leyes primordiales que aquellas dictadas
por un hombre en contra de sus principios. Ismene, por otra parte, está más
preocupada por su vida pública y por el posible castigo que Creonte pueda hacer
caer sobre ella, tiene miedo. Decide evitar el peligro y no desea perder también a su
hermana, por lo que asume un rol de mayor obediencia y cautela ante la situación,
aunque es herida por las palabras de su hermana ante lo que ella cree es más
seguro.

A partir del parlamento de Ismene donde invita a Antígona a reflexionar sobre su


decisión de hacer justicia dándole un sepulcro digno a su hermano Polinices,
podemos observar que comienza una función catálisis, ya que queda establecido
que Antígona no quiere la ayuda de su hermana, y la conversación no afecta a la
estructura dramática de la historia. A través de una didascalia siguiente, informando
que amanece, ​se da a entender que estaban hablando durante la noche, es decir,
secretamente. Acá termina una primer secuencia para dar lugar a una segunda
secuencia.

Luego de esto comienza el Párodo, una pausa donde aparecen el Coro y el Corifeo
dando más trasfondo de lo sucedido hasta el momento, aquello que no se ve en la
obra pero de lo que es hablado. El Corifeo le hace contrapunto al Coro a través de
la Estrofa y la Antiestrofa, y usan simbologías y prosa poética para hacer entender
al público la situación en la que se encuentran los personajes, marcando la temática
y la dialéctica que estará presente a través de la obra. El Coro tiene una función
informante, habla de todo lo que sucedió en el pasado, pero no de aquello que va a
pasar. A la vez constituye el espacio entre el espectador y la escena representada.

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El Corifeo es la parte del coro que interactúa con los personajes. A diferencia del
Coro, que cumple una función de narrador omnisciente y cuyo valor de diálogo
semántico es hacia el público, el Corifeo encuentra un diálogo con los personajes
donde los lleva a una reflexión personal, a una catarsis, a partir de su conciencia
omnisciente presente en el coro.

Aparece una nueva unidad de tiempo, el nuevo amanecer, el nuevo día, simbolizan
la presencia de nuevas situaciones, nuevos comienzos: es donde sucede la verdad
ante los ojos de todos y donde se evidencian creencias personales y resoluciones
de conflictos. Antígona ya enterró a su hermano. El Párodo es cerrado por el Coro y
el Corifeo anunciando la llegada de Creonte.

Terminado el Párodo, un pequeño intermedio, comienzan los Episodios seguidos


por sus Estásimos, cinco en total de cada uno como es tradicional en la tragedia
griega. Cada uno contendrá interacciones importantes entre diversas combinatorias
de personajes, lo que servirá tanto para avanzar la historia como para demostrar los
ideales de cada uno de ellos y las situaciones en las que se encuentran, las
relaciones que se dan entre ellos y a través de dichos canales, que valores se
ponen en juego en situaciones de conflicto en un nivel arquetípico.

El primer Episodio comienza con un largo monólogo de Creonte dirigiéndose al


pueblo de Tebas, de función núcleo, donde declara las razones por las cuales le
negó el entierro, los ritos funerarios y los honores fúnebres a Polinices. En éste
momento se actualiza su estatuto de personaje como un hombre firme, de leyes y
conocimiento político, con la firmeza para penar de muerte a quien lo contradiga.
Cuando termina, el Corifeo le responde y se da una pequeña serie de intercambios
de tipo catalítico, donde hay una pequeña actualización al estatuto de personaje del
Corifeo donde promete no aliarse con quienes entierren a Polinices. Sirve también
para dar un respiro antes de que llegue el Guardia, la próxima interacción que
además de todo marcará el principio del NÚCLEO SOPORTE.
El primer parlamento del Guardia es parte fundamental del núcleo ya que avanza la
historia hacia la revelación a Creonte de que alguien enterró el cuerpo, y luego de

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un par de intercambios cortos entre ambos, de función catalítica, la historia completa
es revelada. Como una gran parte de la acción en el teatro griego, tanto por una
necesidad técnica de presentar avances a la historia hablando sobre ellos luego de
que hayan sucedido (ya que no había telones ni cambios de escenografía posibles)
como por su efecto dramático, la acción transcurre fuera de la vista del público y le
es relatada por un personaje. Estos dos momentos sirven para dar cuenta de qué
tipo de personaje es el Guardia: su estatuto se actualiza como temeroso de Creonte,
obediente a las leyes, y consciente de su posición y función en la sociedad, cauto de
no enojar a quien lo gobierna por su propio bien.

Cuando el Guardia termina su relato, el Corifeo le comenta a Creonte que piensa


que tal acción debe de ser un signo divino. Esto es un indicio, ya que al final de la
obra se revela que lo correcto es honrar siempre y accionar para satisfacer a los
dioses, cuyo deseo está siendo cumplido en este momento, pero que Creonte
mandará deshacer y en última instancia castigar. A la pregunta de Corifeo, el
soberano responde con enojo y desdén, mostrando su hybris en acción y
exponiendo su punto de vista nuevamente, acusando además al Guardia de actuar
por interés económico y amenazándolo a él y todos los otros con la tortura si no
encuentran al culpable de tal acto. Hay una vez más, en formato que se verá
repetido a través del texto, una pequeña serie de intercambios catalíticos que sirven
a que la escena baje su tensión antes del cierre, donde además el Guardia jura no
regresar si no se encuentra al culpable, y al final vemos una didascalia señalando
que Creonte entra al Palacio y el Guardia se dirige a las montañas. Esto es una vez
más representativo de los lugares de pertenencia de cada uno, y los roles que
cumplen en la obra.

Terminado el primer Episodio comienza el primer Estásimo, lugar nuevamente de


reflexión del Coro (sólo que esta vez sin el Corifeo, quien ahora es parte de la
historia), y de la Estrofa y la Antistrofa. Aquí se presenta la idea de que así como el
hombre puede ser de cualidades altamente admirables, no deben entablarse
relaciones con quienes obren mal.

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En el segundo Episodio se comienza nuevamente un núcleo cardinal en el momento
en el que el Guardia lleva a Antígona ante Creonte. El primero, quien había jurado
no volver, explica al segundo el relato de lo que, una vez más, sucede fuera de
escena, cuando Antígona intentó enterrar a su hermano, quien había sido expuesto
a orden de Creonte. Estos dos personajes se ven afirmados en su concepción
inicial; el Guardia hace lo necesario para salvarse a sí mismo y Creonte está
iracundo con la situación, mucho más cuando la desobediencia viene de una mujer,
pero cumple con su palabra y libera al Guardia de toda responsabilidad y castigo.

Dirigiéndose a Antígona, Creonte pregunta si lo relatado es cierto y ella se valida en


su postura, justificando sus acciones como correctas para los dioses. Esta
interacción es también nucleica ya que de haberse arrepentido cambiaría el curso
de la historia, al mismo tiempo que actualiza a Antígona como verdaderamente fiel a
sus creencias, firme contra la adversidad que se le presenta y orgullosa de haber
hecho lo que hizo.

Creonte explica a continuación que la pena por sus acciones es la muerte, lo que
Antígona al menos en este primer momento acepta impasible y erguida, y que
enorgullecerse por sus actos es insulto además de injuria. Cae él en este momento
en la Hamartia, como se verá después, el error del héroe trágico causado por la
hybris mencionada antes. A pesar de las advertencias y diversas posturas que se
presentan intentando disuadirlo de matar a Antígona, Creonte está iracundo y es
soberbio, llegando tan lejos como para matar a su propia sobrina, prometida de su
hijo, una mujer, y de la aristocracia; sus decisiones están agravadas por el vínculo.
Terminado el parlamento del soberano contra Antígona, se da nuevamente la
distensión de la escena a través de diálogos catalíticos con tono de riña, intentando
ser el que tenga la palabra final a través de la habilidad oral para refutar al otro.

Esto funciona a su vez como espera para que salga del Palacio Ismene, cuya
interacción será el próximo núcleo cardinal del texto. Ella clama haber ayudado a
Antígona a enterrar a Polinices pero Antígona le niega esa posibilidad; mientras
Ismene quiere poder morir con su hermana ya que prefiere esto antes que vivir sin

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ella, Antígona quiere ser la única responsable de su decisión, y que no muera su
hermana injustamente, uno podría asumir. Esto lo expresa bajo el pretexto de que
no quiere que alguien que no fue parte de su acción noble tome honores que no le
corresponden. Menciona que le duele hacerle sorna a su hermana, y que desea que
se salve ella de una muerte innecesaria. En este momento, ante su propia
mortalidad, parece pedir perdón por su enojo anterior, y comprende que no desea
esto para su familia. Creonte irrumpe en la charla y cambia el foco de la interacción
a él e Ismene, ya terminada mayormente la función núcleo pero sí diciendo dos
cosas de importancia: en principio, que las bodas de Hemón (su hijo) y Antígona se
harán en el Hades (refiriéndose a que nunca se realizarán, pero siendo un indicio de
lo que sucede al final de la obra, y atribuyendo a los dioses algo nacido de su propia
pasión), y algo que actualiza su estatuto de personaje, la línea “Hay otros campos
para arar”. Esto es dicho refiriéndose a que Hemón podrá encontrar otras mujeres
para cumplir sus funciones maritales, que es para lo único que ve útiles a las
mujeres en la sociedad.

Terminado este parlamento comienza el segundo Estásimo, una vez más


atravesado por una explicación apuntada al público sobre los eventos que tomaron
lugar recientemente a través del uso de símbolos, historias comunes al pueblo
griego, y reflexiones sobre los eventos, pero quitados los personajes: esto revela la
situación en su mayor desnudez y sin confusiones devenidas por el apego de las
relaciones que se dan entre ellos, mostrando los ámbitos arquetípicos.

Comenzando el tercer Episodio, la interacción nuclear que vemos de manera


aislada es la de Creonte con su hijo Hemón. Mientras al principio parece que el
segundo no va a criticar a su padre y le recuerda que desea lo mejor para él, de lo
cual Creonte se complace, esto es sólo una manera de suavizar a su padre antes de
expresar que no concuerda con su posición y que debería aprender de los jóvenes,
que no se asientan en una posición pensando que es correcta sino se mantienen
flexibles para poder aprender. El Corifeo comenta brevemente sobre la sensatez de
la postura de Hemón, quien también alude a que él puede oír todas las voces de
Tebas que ocultan información de su gobernador por miedo. Creonte da antes de

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esto un largo discurso sobre los beneficios de los hijos obedientes y la honra a los
padres, y se ve enfurecido una vez más al oír las opiniones de su hijo, quien
también está herido por la posibilidad de perder a su novia por mano de su propio
padre.
Esto funciona para reforzar a Creonte como ya lo hemos visto, un patriarca soberbio
que no escuchará la segunda advertencia a recapacitar sobre su decisión, incluso
viniendo de su hijo. Esto lo hace caer nuevamente en la Hamartia.

Hemón se forma como un personaje que respeta a su padre y ama a Antígona, por
lo cual se ve dividido en la situación actual en la que debe elegir un bando de dos
que son contrarios, pero que aunque teniendo cuidado de no herir a su padre, cree
que su prometida tiene razón, intentando apelar al lado sensible de Creonte. Es en
éste momento donde se ve otro indicio, cuando Hemón informa a su padre que si el
mata a Antígona no será la única muerte. Esto es interpretado como una amenaza a
su persona, pero a lo que Hemón se refiere es que tomará su propia vida si
Antígona muere. Una vez más, su soberbia no le deja ver la verdad. Ante la
pregunta de Corifeo de si ha de matar a las dos, Creonte responde, pasado su
enojo, que es cierto que Ismene debería vivir. Su comentario final es sobre la
manera en la que dará muerte a Antígona, enterrándola viva. haciendo uso de su
poder para torturarla con la angustia y la ironía.

El tercer estásimo sigue el modelo de los dos anteriores, pero siendo bastante más
corto que los otros (sólo una Estrofa y Antistrofa), y meditando sobre dónde nos
llevan las pasiones del corazón, y como nublan nuestro razonamiento.

En el cuarto Episodio se rompe el formato anterior; Corifeo es el primero en hablar y


en declarar algo en pos de su personaje, ya que Antígona es acarreada por los
guardias a su muerte. Corifeo se lamenta de esto, y Antígona comienza por primera
vez, y representando de alguna manera una procesión fúnebre, una serie de
parlamentos cardinales en Estrofa y Antistrofa, a los cuáles Corifeo hace sus
aportes. A través de esta dinámica de contrapunto en la que las palabras de uno
complementan a las del otro, Antígona se lamenta de morir sin casarse y sin

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himeneo, haciendo referencias a que su casamiento será con Aqueronte (el remero
de Hades), habitando por primera vez no un discurso literal sino la referencia
simbólica, más abstraída de su particularidad, de lo penoso de su situación. Estas
son reflexiones sobre la injusticia y qué es lo correcto, y aquelo que deviene a los
que deciden hacer el bien cuando reinan la ignorancia, la soberbia y la falta de
honor. Corifeo intenta animarla, explicándole que sus pasiones son nobles, ella es
sin culpa de su situación, y que su destino trágico es culpa de sus padres, de los
cuales ella expía culpas. Por primera vez su personaje es actualizado como alguien
vulnerable o algo más que iracundo, ya que ve la angustia de su propia muerte por
delante. Corifeo es a su vez actualizado como alguien que más allá del poder que lo
manda, es sensible con las tragedias de los demás y no está ciego a la injusticia de
Creonte, rebelándose en su opinión sobre aquello que es injusto.

Luego de la segunda Antistrofa comienza el Épodo, su lamentación final, y el


resumen de su historia. A esto sale Creonte, simplemente ordenando que se
concrete su mandato de llevarla a su muerte. Corifeo observa cómo Antígona es
aún así abatida por las mismas opiniones que la llevaron a su situación, y el
comentario anteúltimo de ella es una última pena por cómo haber hecho lo correcto
pudo haberla llevado a su destino trágico. En este momento comienza un momento
de catálisis, y Creonte manda a sus esclavos a que se apresuren a dirigirla a su
sepulcro, amenazándolos con castigos si no se apuran. Antígona se despide de
Tebas y de sus conciudadanos, y marcha a su muerte.

Cuando comienza el cuarto Estásimo, las tres primeras secciones son usadas para
mencionar historias del Canon griego que guardan relación con la situación de
Antígona; la de Dánae, el hijo de Driante y los hijos de Fineo. Todas ellas son
determinadas por la intersección de dioses en los destinos humanos, lo que lleva a
sus destinos trágicos. La segunda Antistrofa comenta cómo su llanto es común al de
Antígona.

El quinto Episodio muestra la última advertencia de Creonte, venida de su


interacción con Tiresias, el adivino que pone la palabra de los dioses sobre la tierra,

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de no castigar a Antígona. Ésta interacción es cardinal para la obra, Tiresias informa
a Creonte como todas las señales de los pájaros que intenta interpretar le señalan
que la tragedia caerá sobre Tebas, por su arrogancia y juicio nublado. Creonte
responde con ira una vez más, y el ciego le dice que si no retrae sus pasos, sufrirá
la pérdida de miembros de su casa. Creonte no escucha la advertencia y le dice que
se retire, cayendo por tercera vez sobre la Hamartia y habiendo ignorado en este
punto a su consejero político, su familia, y la palabra de los dioses con su sustituto
humano. Tiresias es un personaje de gran autoridad y de advertencia para quienes
lo encuentran, y es ofendido por la manera en la que es recibido.

Cuando Tiresias se retira, en vez de tener un momento de catálisis, comienza otro


núcleo con Corifeo, quien exhorta a Creonte, dudoso sobre sus acciones y su
decisión, a liberar a Antígona. Él obedece y se apresura a llegar al sepulcro para
poder deshacer su ofensa. Sus personajes se actualizan con esta nueva
información, Creonte como arrepentido por sus acciones y Corifeo por primera vez
con autoridad en un momento de crisis sobre Creonte.

El quinto Estásimo sirve como un momento de reflexión final y como pie para el
NÚCLEO DESENLACE, cuyo paso es marcado a su vez por el comienzo del Éxodo.

Al comenzar esta nueva parte se presenta el Mensajero, cuya interacción con


Corifeo y la esposa de Creonte, Euridice, será cardinal para el final de la obra.
Informa a los presentes sobre lo que sucedió en el sepulcro de Antígona, a quien
hayan colgada, y de el suicidio de Hemón frente a su padre. Su personaje es
sincrónico con su nombre, lo único que hace es traer las malas noticias de lo
acontecido, y su función no se extiende más que ello. Entra junto con Eurídice,
quien tuvo un solo parlamento que la caracteriza como una madre amorosa y
preocupada por su familia, al palacio. La retirada silenciosa por parte de ella es un
indicio de lo que sucederá a continuación y marca su melancolía profunda, siendo la
segunda mujer con un destino trágico en la historia.

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Esta interacción termina y aparece Creonte cargando a Hemón, cantando como hizo
Antígona previamente su lamento en Estrofa y Antistrofa. Una vez más, esto es
cardinal y actualiza a Creonte como penitente de su ceguera y su soberbia, cayendo
ahora la Até, castigo divino, sobre él. El mensajero que vimos previamente sale y le
informa que Eurídice ha tomado su vida también, por lo que su pena se acrecenta a
pesar de su profundidad. Las meditaciones de Corifeo, ya no de su lado sino como
una crítica a sus acciones pasadas, cierran la segunda Antistrofa con la reflexión y
moraleja de la historia; la prudencia es un gran don y aquellos que son soberbios
encuentran castigo prontamente.

Un comentario sobre las estrategias discursivas en los planos semánticos y


sintácticos

A través del texto se ven ciertas estrategias tanto en la escritura del texto como en
su relación con el público. En principio, los parlamentos importantes suelen ser los
más largos y aquellos en los que los personajes se ven caracterizados, encarnados
más por la postura y el rol arquetípico que juegan para que avance la historia (es
decir, las dinámicas que habilita su presencia, sus puntos de vista, y las pujas de
poder con otros personajes) que por su individualidad. En este sentido, hay poco
contenido que sea puramente catalítico y no cumpla una función para la obra (ya
que las interacciones cortas entre los personajes luego de un núcleo cardinal sirven
para deshacer la tensión, dando contraste entre los momentos de importancia), y en
este nivel la obra funciona con sus componentes mínimos usados de manera
inteligente. Esto no es sólo buena escritura, sino que estaba basada también en las
necesidades, limitaciones, y formas técnicas de la época en la que fue escrita,
siendo éstas la presencia del escenario, la falta de telón o de representar otros
espacios con escenografía, la división episódica, el deber del Coro, y la poética
aristotélica.

El Corifeo realiza pocos parlamentos de opinión donde se lo pueda caracterizar


firmemente, sino que comenta de vez en cuando (de manera a veces imperceptible
para los personajes) sobre las cosas que suceden, manteniendo a los espectadores

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al tanto de las dinámicas y los poderes que se ponen en juego. Esto lo hace actuar
como un sustituto del público dentro de la obra, manifestando lo que quiere ser
expuesto. Son pocas las instancias donde su personaje se expande en más que
esto más allá del Párodo o de su interacción inicial con Creonte, de vez en haciendo
una pregunta a algunos de los personajes que sirve para atar cabos sueltos o
resolver instancias menores. Cerca del final su personaje toma más relevancia
aunque sigue siendo la presencia del público dentro de la situación, lamentándose
junto a Antígona, y dándole el ánimo que seguramente los espectadores querrían
darle, y explicando la reflexión final de la historia.

Los personajes son usados, quizás en mayor medida que en la dramaturgia más
reciente, para encarnar ideales sociales y valores de lo que es correcto y lo que no.
La distancia entre el nivel literal y sintáctico de los personajes y su condición
arquetípica, simbólica, semántica, es mucho menor en el teatro griego. Se ponen en
juego a través de ellos situaciones que se usan para señalar la prudencia, el
respeto, la observación de las leyes primordiales, el peligro de las pasiones, el
castigo merecido o inmerecido, y la condición humana de estar sujetos a cosas
sobre las que no tenemos control, consciencia de lo cual es en última instancia
aquello que nos vuelve seres capaces de conceptualizar la tragedia. Esto se apoya
en el esquema tradicional de la tragedia para poder crear momentos de tensión
(cardinales), contrastados con aquellos de distensión (catalíticos), junto con las
intervenciones del Coro (siempre informantes, ya que completan nuestra visión de lo
que sucede y no afectan a la historia), y para quién lea la obra, las didascalias,
direcciones actorales de naturaleza informante también. Junto con el uso a indicios
de aquello que va a suceder, que se usan para resignificar la obra en su final, todo
esto da a lugar a una dinámica emocional que se resuelve en el desenlace.

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