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Para este trabajo se habrá de analizar la relación conflictiva que se suscita entre los
conceptos de discurso, ideología y hermenéutica, esta reflexión se dará en torno al marco de
las relaciones que la crítica contemporánea ha suscitado en torno a estos conceptos, y que
no estarán exentos de ambigüedades, en tanto existe una imposibilidad de establecer una
definición estable que se apegue desde el ámbito de la interpretación textual al ámbito de la
materia discursiva, la cual se ve problemáticamente permeada por la noción de ideología.
Así, se comienza con una serie de relaciones de índole confuso en el sentido de que las áreas
del conocimiento y de aprehensión del lenguaje están determinadas a su vez por el devenir
histórico, social y cultural, que, en sus medios de producción, de recepción y los agentes que
se encargan a su vez de este proceso, encuentran la conformación de una hegemonía que
determinará negativamente a los sujetos. A partir de estas relaciones de supeditación
encontradas en esta pequeña historia o conformación de las relaciones pertinentes entre los
ámbitos de este estudio, se desligan las propiedades de verdad y falsedad que los hermeneutas
tradicionales han buscado desde el principio en la labor de interpretación textual.
De este mismo modo, la labor teórica se ha enfocado en la búsqueda del sentido y la verdad
que se desprende de los medios discursivos, así, la materialidad del discurso, es decir lo dicho
y lo escrito, se presta como un medio para la expresión de la verdad, concepto que se torna
ilusorio en tanto el discurso se trastocará por medio de los influjos que sobre él tienen los
medios del poder y de la hegemonía que toman forma en las distintas instituciones que giran
en torno al establecimiento de un poder cultural y económico que determina las relaciones
sociales, implicando un desengaño respecto de las verdades universales que la tradición
clásica ha venido esgrimiendo durante siglos.
Dadas las anteriores condiciones, encontraremos a Foucault diciendo que “el discurso, por
más que en apariencia sea poca cosa, las prohibiciones que recaen sobre él, revelan muy
pronto, rápidamente, su vinculación con el deseo y con el poder” (Foucault, p.6),
hablándonos de un deseo inherente al discurso y donde el objeto de este se habrá de encontrar
precisamente en las cualidades que este posee como un medio de consecución de los
objetivos que cada singularidad posee, esto es en búsqueda del deseo inherente a cada ser
humano, una búsqueda donde la forma discursiva, se ve influenciada por esta subjetividad
que tiene su expresión en el habla, en el uso de un código específico.
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A través de estas consideraciones el pensador francés, nos muestra una dimensión del sujeto
que se entiende en cuanto a la incompletitud, a su carácter fantasmal, de este modo el
discurso, como medio de la obtención del deseo, se presente de manera anfibológica, puesto
que este mismo “no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de
dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que
quiere uno adueñarse” (Foucault, p.6), así, el discurso se configura contradictoriamente en
consonancia con las características que la modernidad misma le imprime, se hace objeto de
sí mismo y se autorefiere en cuanto, muestra y oculta al mismo tiempo, aquella verdad que
se banaliza a medida que el discurso se ve profundizado en el campo del uso por parte de la
hegemonía.
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De esta manera, el discurso en función de los dispositivos ideológicos funciona en modo de
cooptación, o de fagocitación, de la materia textual enunciada por el otro, para esto lo
discursivo se plantea desde el ámbito retórico clásico desde donde el discurso se hace un
medio de convencimiento del otro, un medio de persuasión que se vale de mecanismos que
se ocultan con tal de poder lograr su objetivo; en ese sentido Zizek dice respecto a los
estudios respecto a la ideología, que su importancia “reside en la externalización del resultado
de una necesidad interna, y aquí la tarea de la crítica de la ideología es precisamente
identificar la necesidad oculta en lo que aparece como una mera contingencia” (Zizek, p.4),
de esto se desprende el hecho de que haya una convergencia del discurso con la necesidad de
un uso utilitarista de este, la base primordial para la estabilización de este en el sistema
capitalista tardío, es que comience mediante formas insignificantes a significar cosas más
grandes, el discurso en su calidad intencional se expande a modo de herramienta, donde su
eficacia estará dada por “la legitimación de la relación de dominación [que] debe permanecer
oculta para ser efectiva” (Zizek, p.6). Se ha visto entonces, por medio de los anteriores
ejemplos como la ideología se relaciona principalmente y en base al discurso, por el empleo
de este en función de una tarea que implica la eventual apropiación del discurso del otro, la
ideología funciona como tal, en cuanto tiene algún otro material con el que compararse, la
ideología es ella en tanto otra.
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Bajo estos presupuestos, puede encontrarse que el poder posee un carácter político dado a
que este esta en manos de las esferas de control ciudadano tales como el estado o el estrato
social dominante, que enlaza sus propias verdades con una que pretende ser de corte
universal, pero que en la fragmentariedad moderna, esta destinada al fracaso; así, la
contemporaneidad permite la búsqueda de nuevos modelos y aprehensiones de la realidad y
la experiencia, la noción de verdad se vacía y el discurso también lo hace, la cualidad
principal de este ahora estará dada por su constante discurrimiento a través de la forma y de
la búsqueda de un contenido que en realidad ya no existe como una verdad o sentido unívoco,
el rompimiento de la hermenéutica clásica por parte de Gadamer y su expansión hacia al
territorio de la recepción de la obra literaria, tomando en consideración la importancia del
público, permite que el proceso discursivo se enfoque en el receptor del discurso, donde la
deíxis, las marcas textuales, serán las únicas en mostrarnos las marcas de la subjetividad que
moviliza al discurso. De este proceso de movilización del discurso, de muda de contenido
se obtiene que “…un texto cuyo significado público “oficial”, bajo la influencia de intereses
sociales (de dominación, etc.) inconfesos, está abruptamente separado de su intención real,
es decir, un texto en el que nos enfrentamos a una tensión, sobre la que no se reflexiona, entre
el contenido del texto explícitamente enunciado y sus presuposiciones pragmáticas” (Zizek,
p.8) lo que se nos está diciendo es precisamente que ya no existe correspondencia entre la
intención de la enunciación y el objetivo que esta enunciación posee, así , se observa que el
discurso en la época del capitalismo tardío ya no tiene ninguna consideración respecto a si
dice la verdad o la mentira, lo que le importa es ser verosímil con tal de lograr una persuasión,
con tal de trasladar la intención, de mantenerla oculta, “llego un día en que la verdad se
desplazó del acto ritualizado, eficaz y justo, de enunciación, hacia el enunciado mismo”
(Foucault, p.9), el objeto del discurso, como se vio antes se desplaza hacia el producto de sí
mismo, se busca entonces desatar este peligro subyacente al acto enunciativo, la prohibición
que el acto político inherente al discurso posee, en tanto este se mantenga apegado al
concepto de estado o de hegemonía.
Por otra parte, el discurso se presta al mismo tiempo para la configuración de una fuerza
opositora en relación a un proceso de acumulación progresivo, en este ámbito del discurso se
encuentran aquellos tropos, aquellos lugares comunes donde la experiencia del ser humano
se presenta como una anulación, y como una resistencia a ella, así Foucault nos plantea la
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existencia de lugares de desviación, heterotopías de desviación, donde el pensamiento
individual se desmarca del pensamiento institucional que busca limitar los poderes de la
alteridad por medio de una configuración ideológica del discurso. Por otra parte, el discurso
del poder selecciona a sus hablantes y decide si pueden o no callar.
En consecuencia, de los procesos descritos con anterioridad, podemos decir que la relación
de la literatura con su época, tanto en el plano textual como el discursivo, se hace complicado
en el sentido de que ha habido un vaciamiento de la verdad en el discurso por medio del
falseamiento de las intenciones, lo que responde a su vez al planteamiento de Zizek que
plantea que “la única posición no ideológica es renunciar a la noción misma de la realidad
extraideológica y aceptar que todo lo que tenemos son ficciones simbólicas, una pluralidad
de universos discursivos, nunca la realidad”(Zizek, p.13) de este modo la realidad se
encuentra escindida entre fragmentos de realidad presentes las subjetividades de cada cual,
ya no se logra percibir el origen de la realidad ni de la verdad sobre estas, la intertextualidad
se muestra entonces como un proceso de superación del origen, una comunión entre las
disidencias del pensamiento.
Se ha visto entonces a lo largo de este estudio, las variadas relaciones que se suscitan a partir
de una configuración conflictiva entre las fuerzas y poderes relacionados con el ámbito
ideológico o de las formas de aprehensión de la realidad propia y alterna, por medio del
discurso y de su intencionalidad que se sustenta a su vez, en el giro hermenéutico que centra
su capacidad interpretativa en la capacidad sugestiva que la intención subjetiva del discurso
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posee en contraposición con la dimensión textual; esta construcción ambigua de la mecánica
discursiva, se plantea como el poder al que quieren acceder los dispositivos de control y de
perpetuación de la hegemonía, ya que el discurso en sí mismo se busca y se refiere a sí mismo,
implementando una capacidad de expansión ideológica, pero que se perpetua en la
materialidad por medio de los individuos que terminan siendo fagocitados por los sistemas
de dominio y control humanos, fortaleciendo así mismo al poder que Eagleton define como
“una red de fuerza penetrante e intangible que se entrelaza con nuestros más ligeros gestos y
nuestras manifestaciones más íntimas” (Eagleton, p.26) , que están determinadas a su vez por
la manipulación de la realidad que el lenguaje crea para cada sujeto, haciendo del discurso
una herramienta más de un establecimiento de un mundo basado en el castigo y la prohibición
institucionales, que generan a su vez, discursos sobre el mundo y la verdad de este, que
terminan por engañarnos, y por supeditar las voluntades de tantos sujetos.