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CULTURA DE
LA L EGALIDAD
cultura de la legalidad
CULTURA DE
LA LEGALIDAD
México, 2008
C OORDINADOR G ENERAL
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
D OCUMENTACIÓN
Marco Antonio Garfias Aguilar
Ernesto Reyes Cadena
Claudia Ivette Ángeles Villegas
Thania Coral Salgado Ponce
Valentina Alexandra Ramírez Mejía
C ULTURA DE LA L EGALIDAD
PRIMERA EDICIÓN, AGOSTO DE 2008
© 2008
SECRETARÍA DE GOBERNACIÓN
DIRECCIÓN GENERAL DE COMPILACIÓN Y
CONSULTA DEL ORDEN JURÍDICO NACIONAL
http://www.gobernacion.gob.mx
http://www.ordenjuridico.gob.mx
http://www.testamentos.gob.mx
DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY
ISBN: 978-970-824-032-1
PRESENTACIÓN
cegal
E
cultura de la legalidad
9
Entre las acciones que la Secretaría de Gobernación tiene a su cargo en esta
materia están nuevos servicios jurídicos que con carácter general y gratuito, en coor-
dinación con los poderes federales, los gobiernos locales y municipales, instituciones
educativas y organizaciones profesionales de la sociedad civil, contribuyen a difundir
la Cultura de la Legalidad y la fortalecer la seguridad y certeza jurídicas de los mexi-
canos.
El gobierno federal, conciente de la importancia que tiene para la gobernabilidad
democrática y la vigencia plena del Estado de Derecho el conocimiento y exigencia de
las leyes y demás normas jurídicas por autoridades y particulares, orientó las atri-
buciones de la Secretaría de Gobernación hacia una mayor interlocución con la
sociedad en todos los ámbitos, y en particular, a la construcción de un diálogo jurídico
permanente para construir y arraigar la Cultura de la Legalidad como característica
de una nueva convivencia nacional.
Como parte de la adecuación institucional para este propósito, se creó la
Dirección General de Compilación y Consulta del Orden Jurídico Nacional, de
la Subsecretaría de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos (DGCCOJN), unidad que
tiene como funciones principales, entre otras, integrar la compilación jurídica nacional
–federal, estatal y municipal– y ponerla al alcance de todo público, gratuitamente,
en Internet; y la investigación y publicación de temas relativos al orden jurídico
nacional para divulgar de manera sistematizada y actualizada el universo normativo
del país.
Derivado de lo anterior, la Secretaría de Gobernación ha convocado a través
de la DGCCOJN a diversos congresos y reuniones para propiciar el encuentro entre
especialistas y servidores públicos responsables de áreas trascendentes para la lega-
lidad, con el público en general, principalmente estudiantes, para divulgar los avances
y perspectivas de las distintas ramas del conocimiento jurídico y la actividad cientí-
fica y gubernamental.
En 2003 se realizó el Primer Congreso Nacional Cultura de la Legalidad e
Informática Jurídica; en 2004 se realizó el Encuentro para la Consolidación del
Registro Nacional de Avisos de Testamento y el Primer Congreso Internacional
El Orden Jurídico para la Consolidación Democrática; en 2005, el Segundo
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10 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Congreso Nacional Cultura de la Legalidad e Informática Jurídica, y en 2006, la
Reunión Nacional de Directores de Diarios, Periódicos, Gacetas y Boletines Oficiales de
los Estados Unidos Mexicanos, y el Segundo Congreso Internacional El Orden Jurídico
de la Consolidación Democrática.
En abril y mayo de 2007 se llevaron a cabo los Foros de Consulta Popular con
el tema Fomento de la Cultura de la Legalidad y Fortalecimiento del Estado Demo-
crático de Derecho, organizados conjuntamente por la Secretaría de Gobernación
y los gobiernos de los estados de Quintana Roo, Sonora y Jalisco, y el gobierno
local del Distrito Federal, en el contexto de los mecanismos de consulta para el
Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012. En octubre de 2007 se desarrolló el Primer
Congreso Nacional Cultura de la Legalidad, Informática Jurídica y Derecho Infor-
mático.
En todos estos espacios se han presentado, analizado y debatido novedosas
ideas, puntos de vista y propuestas que sin duda contribuyen a generar un diálogo
multidisciplinario que aborda la Cultura de la Legalidad y sus distintas vertientes en
la sociedad y el gobierno, en los ámbitos público, privado y social, hacia una mayor
y mejor comprensión de lo jurídico como el único medio que realmente garantiza
una sociedad con mayores posibilidades de desarrollo colectivo e individual, sobre
bases éticas de convivencia social.
Para contribuir a mantener y enriquecer ese diálogo, la Secretaría de Gober-
nación ha reunido en esta publicación una primera selección de algunas de estas
participaciones y conferencias magistrales impartidas entre octubre de 2003 y octubre
de 2007, cuya temática constituye un importante aporte a la difusión de la Cultura de
la Legalidad desde la perspectiva académica, profesional, del servicio público o la
investigación social, siempre con el ánimo de mejorar y fortalecer el Estado demo-
crático de Derecho mediante el conocimiento, el respeto y la exigencia en el
cumplimiento de la ley.
D ERECHOS H UMANOS
LA CULTURA DE LA LEGALIDAD EN
EL PLAN NACIONAL DE DESARROLLO
2007-2012
3 DE OCTUBRE DE 2006
cegal
PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 2007-2012, publicado en
el Diario Oficial de la Federación el 31 de mayo de 2007
“H
cultura de la legalidad
Objetivos nacionales
15
2. Garantizar la vigencia plena del Estado de Derecho, fortalecer el marco institucional
y afianzar una sólida cultura de legalidad para que los mexicanos vean realmente
protegida su integridad física, su familia y su patrimonio en un marco de convivencia
social armónica.
3. Alcanzar un crecimiento económico sostenido más acelerado y generar los empleos
formales que permitan a todos los mexicanos, especialmente a aquellos que viven
en pobreza, tener un ingreso digno y mejorar su calidad de vida.
4. Tener una economía competitiva que ofrezca bienes y servicios de calidad a precios
accesibles, mediante el aumento de la productividad, la competencia económica, la
inversión en infraestructura, el fortalecimiento del mercado interno y la creación de
condiciones favorables para el desarrollo de las empresas, especialmente las micro,
pequeñas y medianas.
5. Reducir la pobreza extrema y asegurar la igualdad de oportunidades y la ampliación
de capacidades para que todos los mexicanos mejoren significativamente su calidad de
vida y tengan garantizados alimentación, salud, educación, vivienda digna y un medio
ambiente adecuado para su desarrollo tal y como lo establece la Constitución.
6. Reducir significativamente las brechas sociales, económicas y culturales persistentes en
la sociedad, y que esto se traduzca en que los mexicanos sean tratados con equidad
y justicia en todas las esferas de su vida, de tal manera que no exista forma alguna
de discriminación.
7. Garantizar que los mexicanos cuenten con oportunidades efectivas para ejercer a
plenitud sus derechos ciudadanos y para participar activamente en la vida política,
cultural, económica y social de sus comunidades y del país.
8. Asegurar la sustentabilidad ambiental mediante la participación responsable de los
mexicanos en el cuidado, la protección, la preservación y el aprovechamiento racional
de la riqueza natural del país, logrando así afianzar el desarrollo económico y social sin
comprometer el patrimonio natural y la calidad de vida de las generaciones futuras.
9. Consolidar un régimen democrático, a través del acuerdo y el diálogo entre los
Poderes de la Unión, los órdenes de gobierno, los partidos políticos y los ciudadanos,
que se traduzca en condiciones efectivas para que los mexicanos puedan prosperar
con su propio esfuerzo y esté fundamentado en valores como la libertad, la legalidad,
la pluralidad, la honestidad, la tolerancia y el ejercicio ético del poder.
10. Aprovechar los beneficios de un mundo globalizado para impulsar el desarrollo
nacional y proyectar los intereses de México en el exterior, con base en la fuerza
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16 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
de su identidad nacional y su cultura; y asumiendo su responsabilidad como pro-
motor del progreso y de la convivencia pacífica entre las naciones.
Los ejes de política pública sobre los que se articula este Plan Nacional de Desarrollo
establecen acciones transversales que comprenden los ámbitos económico, social,
político y ambiental, y que componen un proyecto integral en virtud del cual cada
acción contribuye a sustentar las condiciones bajo las cuales se logran los objetivos
nacionales.
Este Plan, partiendo de un diagnóstico de nuestra realidad, articula un conjunto
de objetivos y estrategias en torno a cinco ejes:
Cada eje establece el camino para actuar sobre un amplio capítulo de vida de
la nación. Es por ello que este Plan Nacional de Desarrollo reconoce que la actua-
ción de toda la sociedad y el Gobierno es necesaria para lograr el Desarrollo Humano
Sustentable. Aún más, es responsabilidad del Gobierno actuar para promover la partici-
pación de la sociedad en las tareas que implican estos ejes de política pública. De
tal suerte, el Gobierno propone un plan de acción conjunta respecto a la sociedad
y, al hacerlo, acepta un compromiso indeclinable.
Eje 1.
Estado de Derecho y seguridad
LA CULTURA DE LA LEGALIDAD
cultura de la legalidad EN EL P LAN N ACIONAL DE ... 17
personas necesitan garantías de seguridad para su Desarrollo Humano Sustentable.
De otra manera, las personas no podrían actuar y desarrollarse en forma libre y
segura. En definitiva, los mexicanos deben contar con la tranquilidad de que, en el
futuro, no perderán los logros que son frutos de su esfuerzo.
El Gobierno es el primer obligado a cumplir y hacer cumplir la ley de modo
que exista un auténtico Estado de Derecho en México. Sólo garantizando que la
vida, el patrimonio, las libertades y los derechos de todos los mexicanos están debi-
damente protegidos se proveerá de una base firme para el desarrollo óptimo de
las capacidades de la población. Se requerirá, de igual forma, que los ciudadanos
cumplan con sus obligaciones legales.
Es crucial advertir que la vigencia de las leyes es absolutamente necesaria,
independientemente de que en determinados casos requieran ser modificadas o
reformadas. De esta primera obligación del Gobierno parte la vigencia, en sí misma,
del Estado de Derecho como un todo. Cumplida esta condición, podrá plantearse
la reforma a la ley de acuerdo con los términos que planteen los ciudadanos y los
actores políticos en general, o lo que dicte el interés superior de la nación dentro
del marco de la división de poderes.
La función del Gobierno debe ser ejemplar para la ciudadanía. Si éste se compro-
mete claramente con el cumplimiento de la ley, entonces se generarán los incentivos
correctos para que los ciudadanos ordenen su convivencia. De tal suerte, ha de
generarse un círculo virtuoso entre vigencia cabal de la ley y una convivencia social
ordenada, pacífica y propia para el desarrollo de la participación social y política.
Sólo en un orden social de tales características es que la libertad y la respon-
sabilidad de todos se encontrarán cada vez más vinculadas, apoyándose la una en
la otra. Sólo de esta forma es que se respetará la integridad física y el patrimonio
de las familias, así como el libre tránsito de personas, bienes, servicios y capitales.
En correspondencia con lo anterior, la ciudadanía sabe y confía en un marco legal
que es respaldado por instituciones imparciales y sólidas.
Claramente, el Estado de Derecho logra que los procesos sociales en todos
los ámbitos de la vida se desenvuelvan con eficacia. Ejemplo de ello son las activi-
dades y los procesos que tienen lugar en la esfera económica: cuando se cumple
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el principio de certidumbre sobre los derechos de propiedad, toda la actividad econó-
mica se beneficia, ya que los actores económicos tienen incentivos a emprender e
invertir.
La seguridad pública y el Estado de Derecho forman un binomio esencial para
hacer realidad el Desarrollo Humano Sustentable. El Gobierno debe ser capaz de
sancionar con objetividad e imparcialidad a quienes no respeten las disposiciones
contenidas en la ley, a fin de garantizar la seguridad de todos los mexicanos. Es la
propia ciudadanía la que proporciona información clave sobre la manifestación pública
del fenómeno delictivo. Bajo esa inteligencia, este plan propone integrar la partici-
pación de la ciudadanía al sistema de seguridad.
Una primera perspectiva para el avance de la seguridad consiste en aplicar el
principio de prevención. En efecto, en la medida en que se establezcan condiciones
de vida digna para más mexicanos y se protejan los derechos del ciudadano, la pre-
vención del crimen avanzará considerablemente, al tiempo que se consolidará el
goce pleno de los derechos y las libertades individuales.
Una segunda perspectiva supone combatir y sancionar activamente la comisión
de delitos mediante la mejora de los instrumentos con que cuentan las policías, los
ministerios públicos y los peritos investigadores, así como la capacidad del sistema
penitenciario. Es necesario establecer convenios de colaboración a nivel intranacional
e internacional con la finalidad de mejorar el combate al crimen organizado, particu-
larmente el tráfico de drogas, de personas y de mercancía, delitos que afectan
considerablemente al desarrollo humano.
Eje 1.
Estado de Derecho y seguridad
LA CULTURA DE LA LEGALIDAD
cultura de la legalidad EN EL P LAN N ACIONAL DE ... 19
Además de ser un elemento fundamental en la convivencia armónica de la
sociedad, el respeto a la ley constituye un elemento determinante para el desarrollo
del país. La vigencia plena del Estado de Derecho favorece el crecimiento econó-
mico, pues disminuye costos de transacción y, en general, mejora las posibilidades
de atraer las inversiones necesarias para la creación de empleos de calidad. A su
vez, esto permite elevar el nivel de vida de los ciudadanos y contribuye a reducir
la brecha de desigualdad, lo que es indispensable para alcanzar un desarrollo de la
población de manera sostenida.
La vigencia del Estado de Derecho depende, fundamentalmente, de la confianza
de la ciudadanía en su gobierno y en las leyes que lo rigen. Para ello es indispensable
una actuación íntegra y transparente de la autoridad, que brinde a los ciudadanos
la certidumbre de que cuentan, en todo momento, con instituciones que garantizarán
el respeto a sus derechos mediante la aplicación de la ley. Es también obligación
del Estado promover la adecuación del marco legal para que éste sea justo y res-
ponda a la realidad nacional, de manera tal que la ciudadanía esté convencida de
que su interés está mejor protegido dentro de la legalidad que al margen de ella.
México ha dado pasos importantes para la consolidación de un auténtico régimen
de libertades producto de la democracia, pero queda aún pendiente la enorme
tarea de garantizar a todos los mexicanos la misma seguridad en sus personas y en
sus bienes. También es imperativo garantizar el acceso efectivo a la justicia y que
ésta se aplique a todos por igual. Ello resulta indispensable para la consolidación de
una verdadera Cultura de la Legalidad que norme la conducta de los ciudadanos y
forme parte integral de la vida cotidiana.
La sociedad quiere un México en el que haya leyes modernas, suficientes, claras
y sencillas que normen de manera efectiva todos los ámbitos de la vida nacional,
quieren que la ley se cumpla y se haga cumplir. En suma, la sociedad exige un Estado
democrático de derecho, con una sólida Cultura de la Legalidad, con certeza jurídica
y seguridad para todos.
En ese sentido, es necesario impulsar la consolidación de una administración
ética y eficaz, transparente y responsable, que sea transparente y rinda cuentas, que
combata y castigue la arbitrariedad, la corrupción y la impunidad, que siga abriendo
espacios a la participación ciudadana y amplíe los espacios de escrutinio social.
C ULTURA DE
20 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Es inaplazable fomentar la Cultura de la Legalidad entre los mexicanos, garan-
tizar el apego de los servidores públicos a la ley y sancionar a quienes no lo hagan.
Hoy es tiempo de responder al histórico reclamo de los mexicanos por una
justicia real y expedita. Para ello se debe impulsar una reforma que fortalezca los
cimientos del Estado de Derecho, que permita ampliar el impacto social del Poder
Judicial, mejorando sus respuestas a las demandas de los ciudadanos y aumentando
la eficiencia y eficacia de todas las instituciones involucradas en el sistema de justicia.
El Gobierno de la República reitera el compromiso de trabajar estrechamente
con la sociedad, así como con los poderes Legislativo y Judicial para que se respeten
de manera absoluta los derechos humanos, y sean debidamente tutelados por la
legislación.
En este primer eje de política pública, el Plan Nacional de Desarrollo establece
objetivos y estrategias para garantizar la plena vigencia del Estado de Derecho, lo
que es necesario para proteger cabalmente la integridad y los derechos de las personas,
así como para propiciar un clima de orden y paz para el desarrollo integral de México.
Estado de Derecho
Diagnóstico
1
Secretaría de Gobernación, Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas, 2005.
LA CULTURA DE LA LEGALIDAD
cultura de la legalidad EN EL P LAN N ACIONAL DE ... 21
en México sólo el 28 por ciento de los ciudadanos piensa que se puede confiar en la
mayoría de las personas;2 otras encuestas sitúan esta cifra en alrededor del 15 por
ciento.3 Este clima de desconfianza es preocupante, pues la predisposición negativa
sobre el comportamiento de los demás inhibe la formación de redes ciudadanas y
de capital social indispensables para articular e implementar soluciones a los problemas
de la esfera pública.
De acuerdo con Transparencia Internacional, en su Índice de Percepción de la
Corrupción 2006, México está ubicado en el lugar 70 de un total de 163 países,
con una calificación de 3.3 en una escala de 0 a 10. De acuerdo a este índice, la
percepción de la sociedad sobre la falta de transparencia del gobierno no ha mejo-
rado durante los últimos diez años. Esto da cuenta de la necesidad de incrementar
decididamente las medidas anticorrupción para revertir con hechos esta imagen
negativa y superar en 2012, al menos, el valor medio de esta escala. Por otra parte,
el Gobierno de la República reconoce que en el país existen lagunas en la legislación
que abren espacios al abuso y a la violación de los derechos fundamentales. La
impunidad, la corrupción y la violación de los derechos humanos son prácticas lesivas
que no sólo merman el Estado de Derecho, sino que han impedido que la legalidad
sea un verdadero instrumento para que nuestro país avance en materia de equi-
dad social, justicia, seguridad y progreso económico.
Se requiere cohesión en los esfuerzos y persistencia en las acciones para revertir
estas tendencias nocivas, así como la articulación de las medidas y reformas nece-
sarias para garantizar la plena probidad en el ejercicio del poder y el apego a la
legalidad en los ciudadanos.
2
Corporación Latinobarómetro, Informe Latinobarómetro, 2006. Disponible en:
www.latinobarometro.org. Resultado con base en la pregunta: ¿Diría usted que se puede confiar en
la mayoría de las personas o que uno nunca es lo suficientemente cuidadoso en el trato con los
demás?, (margen de error +/- 3 por ciento).
3
ITAM, Encuesta nacional sobre filantropía y sociedad civil, 2005. Disponible en:
www.filantropia.itam.mx/enafi/enafi.html. Resultado con base en la pregunta ¿Cree usted que se
puede confiar o no en la mayoría de las personas?, 15 por ciento: se puede confiar en la mayo-
ría de las personas (margen de error +/- 3.5 por ciento). SEGOB, Encuesta nacional sobre cultu-
ra política y prácticas ciudadanas, 2005. Disponible en: www.segob.gob.mx/encup. Resultado con
base en la pregunta ¿Qué tanto puede confiar en las demás personas?, 16 por ciento: se puede con-
fiar mucho (margen de error +/- 1.4 por ciento).
C ULTURA DE
22 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Por otro lado, es necesario que el sistema jurídico responda a las realidades
sociales, económicas y políticas del país. En particular, se requiere fortalecer la per-
secución del delito y la impartición de justicia, brindando al Poder Judicial mejores
elementos para hacer más eficiente su labor, al introducir factores de equilibrio entre
los poderes de la Unión y cerrar definitivamente espacios a la discrecionalidad.
El sistema de procuración e impartición de justicia se ha ido modernizando a
través de los años, principalmente en lo referente a la independencia del Poder
Judicial. Permanecen, sin embargo, graves rezagos que limitan la eficacia con que
se desempeña, y que se traducen en una mayor desconfianza de los ciudadanos
frente a las instituciones encargadas de protegerlos.
La percepción de la población a la respuesta de la autoridad ante la denuncia de
delitos del fuero común se ha deteriorado a través del tiempo. La Encuesta Nacional
Sobre Inseguridad Urbana4 señala que una de cada cinco víctimas denuncia el delito.
Asimismo, revela que la no-denuncia ocurre principalmente por la baja eficacia que
percibe la población del sistema de justicia.
De acuerdo con un estudio especializado, las procuradurías de justicia en México
se encuentran entre las instituciones de menor prestigio ante los ciudadanos, lo cual
está relacionado con las cifras de efectividad: de cada 100 averiguaciones previas
que se levantan, sólo en 23 se concluyen las investigaciones; de éstas 23, menos
de 12 se consignan ante un juez, y sólo en 3 de estos casos se dicta sentencia.5
Todo esto se refleja en el incremento de los niveles de impunidad y de inse-
guridad, así como en la disminución de los niveles de confianza del ciudadano, que
ante la comisión de un delito que afecte a su integridad, asume que el responsable
no será sancionado por la autoridad.
Otro aspecto destacable con respecto al problema del marco jurídico es el
relativo al Sistema Penitenciario Federal. La ausencia de un marco constitucional y
4
Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, Encuesta Nacional sobre Seguridad Urbana,
2006. Disponible en: www.icesi.org, Información levantada en el 2005 y publicada en el 2006.
5
Zepeda Lecuona, Guillermo, Ineficiencia al servicio de la impunidad: las organizaciones de procu-
ración de justicia en México, 2003. En J. Bailey y J. Chabat, compiladores, Crimen transnacional y
seguridad pública: desafíos para México y EUA, México.
LA CULTURA DE LA LEGALIDAD
cultura de la legalidad EN EL P LAN N ACIONAL DE ... 23
legal adecuado se manifiesta en muchos casos en el abuso de la prisión preventiva
de reos en proceso de sentencia, así como la ausencia de métodos y procedimien-
tos legales para operar eficazmente un sistema retributivo de penas. En los centros
penitenciarios del país hay un número importante de internos cuyos casos todavía
están en proceso.
Las consecuencias de este problema son un sistema carcelario que en muchos
casos, lejos de ofrecer un espacio de detención digno y respetuoso de los dere-
chos humanos, son lugares de corrupción e incluso centros de operación del crimen
organizado.
El narcotráfico es una de las manifestaciones más lesivas de la delincuencia orga-
nizada, no sólo por los altos niveles de violencia que implica, sino también por la
amenaza que representa a la salud física, emocional y moral de un importante
número de mexicanos. De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Adicciones,6
del total de la población del país entre los 12 y 65 años de edad, el 5.03 por ciento
ha consumido drogas alguna vez en su vida, lo que equivale a más de tres y medio
millones de personas.
Es probable que dicho número subestime la magnitud de la población que se
ha visto afectada por este problema, sobre todo considerando las acciones de los
narcotraficantes en colonias, parques y escuelas para inducir a más niños, jóvenes y
adultos al consumo de las drogas. El número de adictos a alguna droga o al alcohol
en el país se ha incrementado dramáticamente en los últimos años. Nadie duda del
gran daño y deterioro social que genera no sólo el tráfico, sino también el consumo
de drogas en México.
Junto a los altos niveles de violencia y fragmentación social que genera, el narco-
tráfico es una industria de alto valor económico. Ello simplemente convierte a la
producción y distribución de narcóticos en un negocio muy rentable para quienes
están involucrados. Ante ello, el Estado mexicano no puede ni debe renunciar a
combatir este problema con todos los recursos a su alcance.
6
Consejo Nacional contra las Adicciones, Encuesta Nacional de Adicciones, 2002. Disponible en:
http://www.conadic.gob.mx/interior/descargas/investigacion_y_estadistica/observ_mex/obs2003_
ii.pdf.
C ULTURA DE
24 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Una modalidad reciente para la comercialización de drogas es el narcomenudeo.
Este método implica atomizar los puntos de venta y el contacto directo con los
consumidores. El narcotráfico busca diversificar los canales de distribución y ampliar
el número potencial de adictos, además de invadir espacios públicos como escuelas,
parques y lugares de recreo.
La desarticulación de bandas dedicadas al narcotráfico muestra un incremento
importante en años recientes, según la información proporcionada por la Procura-
duría General de la República. Este proceso se debe a la labor de inteligencia que
se desarrolla en la PGR y otras instancias encargadas del combate al narcotráfico, al
intercambio de información con las distintas policías del país y del mundo, así como
a la elaboración de currículas criminales, lo que ha facilitado el reconocimiento de
los delincuentes.
La información especializada en la materia no fluye con la facilidad que debería
entre las instituciones que la requieren. Actualmente los diversos sistemas y bases
de datos que conforman el Sistema Único de Información Criminal del Sistema
Nacional de Seguridad Pública carecen de interconexión y de metodologías para el
uso y explotación de la información necesaria para hacer frente al problema de la
inseguridad. Eliminar duplicidades e ineficacias en el tema es una prioridad para el
objetivo de garantizar la seguridad.
La modernización de los instrumentos con los que se cuenta para hacer efec-
tivo el respeto a la ley y a los derechos de víctimas y delincuentes es impostergable.
Cultura de la Legalidad
LA CULTURA DE LA LEGALIDAD
cultura de la legalidad EN EL P LAN N ACIONAL DE ... 25
Para los ciudadanos, la Cultura de la Legalidad significa llevar a cabo el estricto
cumplimiento de las obligaciones que la ley les impone para garantizar la convivencia
social y, por otra parte, que el ejercicio de sus derechos se realice en apego a las
disposiciones legales.
Además, la Cultura de la Legalidad también impone a los gobernados el deber
de exigir a las autoridades el cumplimiento puntual de la ley; esto es, denunciar las
irregularidades, abusos y actos ilícitos.
Objetivo 11
Fomentar el desarrollo de
una Cultura de la Legalidad
Estrategia 11.1
C ULTURA DE
26 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
22 y 23 de octubre de 2003
cultura de la legalidad
cegal
DE LA HISTORICIDAD DEL DERECHO Y
LA JURIDICIDAD DE LA HISTORIA
DR. ANDRÉS LIRA GONZÁLEZ,
Presidente del Colegio de México, AC.
cultura de la legalidad
E
A MANERA DE INTRODUCCIÓN
29
explicar cuidadosamente para percatarnos de la complejidad de aquella sociedad y la
correspondiente incidencia de niveles y órdenes normativos que en ella coincidían.
De esa suerte, el mandamiento resulta invaluable testimonio de la vida política y
social, pero para apreciarlo debidamente, para no quedarnos con las simples aparien-
cias, es menester advertir los medios de orden normativo, públicos y coercitivos
–esto es, jurídicos– de los que se está echando mano en tan breve y simple manda-
miento: la autoridad del virrey en conflicto con la local y la de la audiencia, las
demandas o reclamos de quienes le han llevado a actuar así, las instancias y perso-
nalidades con las que cuenta el virrey o con las que no cuenta, viéndose obligado
a valerse de jueces indios que entiendan la trama del asunto y eviten intromisiones,
etcétera. De tal suerte que no es menester buscar en nuestro archivo testimonios
de mayor complejidad procesal y extensión para percatarnos de la trama jurídica
con la que se ha tejido y de la que han resultado estos documentos.
Hay, claro está, muchos testimonios que no resultan de acto jurídico, por ejemplo,
fotografías, objetos que aquí se custodian, etcétera; pero lo que no podemos soslayar
es que el Archivo General de la Nación se crea y se organiza en virtud de dispo-
siciones jurídicas, siendo las más evidentes la dictada en 1790 por el virrey Segundo
Conde de Revillagigedo, cuando determinó agrupar y ordenar sistemáticamente la
documentación que obraba en la Secretaría del Virreinato, y luego la dictada en
agosto de 1823 por el Secretario de Relaciones, Lucas Alamán, para crear con el
carácter de Archivo Nacional y Público un repositorio para la memoria de la nación
independiente, que habría de actualizarse permanentemente y sustentar el conoci-
miento de la historia de nuestro país.
Así pues, con todas sus transformaciones, con sus posibilidades y dificultades,
la institución que hoy nos aloja nos hace ver la esencial relación entre Derecho y
conocimiento histórico, lo que nos lleva a reflexionar, así sea muy brevemente,
sobre la historicidad del Derecho y la juridicidad de la Historia.
C ULTURA DE
30 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
dispuestos en diversas épocas, desde aquellos en los que se procura recoger una
real o supuesta tradición decantada a lo largo de siglos, hasta aquella en las que se
pretende superar la variabilidad de los tiempos construyendo un sistema rígido a
prueba de vaivenes. De alguna manera, la organización sistemática de los cuerpos
legales es la lucha contra la incertidumbre que impone la Historia como proceso
impredecible que es, y esa lucha es, a su vez, reveladora del carácter histórico del
Derecho.
Se acusa éste con más obviedad en las recopilaciones en que se recogen y
ordenan disposiciones casuísticas, dictadas para atender y resolver casos concretos,
con ánimo de afirmar criterios generales y dar a la disposición un carácter general
para los casos de índole semejante que se presenten en el futuro. Tal fue el ánimo
que guió la confección del famoso Cedulario Indiano de Diego de Encinas, publi-
cado en Madrid en cuatro tomos el año de 1596, y el que inspiró los diversos
cedularios confeccionados en las audiencias americanas, como los de Vasco de Puga
y Alonso de Zorita, en la de México. Obra acabada de esta índole es la Recopilación
de Leyes de los Reinos de Indias, promulgada por Carlos II en 1681, y en virtud de
la cual se daba fuerza de ley –es decir, de disposición de más alto rango– a las
disposiciones agrupadas en los nueve libros subdivididos en títulos, que con criterio
sistemático, por riguroso orden de materias, se ordenaron en esa obra de varias
generaciones. Tanto en los cedularios como en la recopilación, en la que se pre-
tende un mayor sistema y sólo se toma la parte dispositiva de las reales cédulas y
demás documentos recopilados, se acusa el lugar, la autoridad y la fecha de cada
disposición, dejando ver la procedencia y consistencia histórica de cada una de ellas.
En la recopilación, por más que se señale como un orden definitorio o cuasi-
definitivo, es palpable ese componente desde el momento que se señala como
hecho culminante de un proceso al que se pone fin y, siguiendo un ejemplo claro
ya en el Código justinianeo, dando por exhaustiva y acabada la recopilación y prohi-
biendo glosas e interpretaciones de la letra ahí recopilada y elevada al rango de ley.
Ley que, como lo repetimos, acusa su procedencia o índole histórica no sólo por
el señalamiento de lugares y fechas de cada disposición, sino por la fatalidad misma,
pues al otro día de promulgada la recopilación se dictaron nuevas cédulas que com-
C ULTURA DE
32 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
de páginas mucho mayor del texto que hoy manejamos como vigente; imaginemos
también una composición de ese texto sumado, en el que se acusaran fechas y
orden de legislaturas federales que han dispuesto esas reformas y adiciones, tendría-
mos así un ejemplar en el que las indicaciones nos recordarían las apostillas de la
Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias de 1681, en las que se indica quien
y cuándo dictó la disposición incluida; eso es, la imagen de un cuerpo sistemático y
atemporal desaparece tan pronto se fecha. Así, en el ordenamiento jurídico de
mayor pretensión general y sistemática, la historicidad se hace patente al ponerse
en evidencia los tiempos en que fue promulgado y reformado, pese al orden prees-
tablecido y bien cuidado para la realización de las reformas. Es más, a un observador
sensible, la consistencia de esas reformas le llevaría a percibir cambios y motivos de
los cambios frente al texto liso y llano trastocado por exigencia de los tiempos. Los
artículos 1o, 3o, 4o, 27, 28 y 123 de nuestra Constitución –para mencionar sólo
los sustantivos o dogmáticos, sin hacer referencia a los orgánicos e instrumentales–
denotan contenidos fechables a primera vista sobre la tábula rasa del constitucionalismo
liberal con el que se inicia la vida de México como nación independiente. Nacionali-
dad e independencia que se acogen bajo el principio de la soberanía nacional, como
fundamental del Estado, y que ahora se cuestiona y modifica a la luz de experiencias
inéditas, pues por la vía de tratados y acuerdos internacionales, y aún por el trans-
curso del trato comercial incontrolado, se va llegando a la formación de entidades
regionales en las que se disuelven fronteras y ámbitos que hasta no hace mucho
se consideraban insalvables e intransferibles.
Pero incluso en constituciones que, como la de Estados Unidos, han sufrido pocas
reformas y enmiendas, muestran su historicidad tan luego se aprecia el significado
de las pocas reformas y enmiendas y, sobre todo, el carácter de la interpretación
que llevan a cabo los órganos judiciales. Se trata en ocasiones de auténticos virajes
en la apreciación de los hechos y de los intereses complicados en la política general,
verdaderos cambios que marcan épocas en la organización de la sociedad.
Si eso ocurre en la superficie político–normativa, por decirlo así, tenemos que
pensar –no hay tiempo más que para una sugerencia– en otros niveles de la vida
jurídica, en los que tropezamos con interesantes paradojas de variación y perma-
C ULTURA DE
34 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
cedor resulte evidente el cambio de uso y de significado de las fórmulas que se
consideran inconmovibles. Es más, desde hace mucho tiempo, observadores sagaces
como Henry Sumner Maine (1822-1888), estudioso del Derecho antiguo y de las
sociedades tradicionales, advirtió en las fórmulas racionales del Derecho Romano
los elementos de organizaciones arcaicas que el moderno civilista, el usuario contem-
poráneo de esas fórmulas no veía, ni tenía por qué verlas, puesto que su cometido
era implementarlas con provecho dentro de sociedades regidas por las fuerzas del
mercado de la sociedad industrial de su época, algo muy lejano al mundo romano
de la antigüedad.
El practicante del Derecho actual sabe que ciertas fórmulas, las que llegan a
nuestros días como artículos de los códigos vigentes son el medio para lograr el fin
práctico de la seguridad y la certeza indispensables en el trato cotidiano, objeto
inmediato y principal de su desempeño profesional, y esto le basta. Si movido de
la curiosidad –como ocurre a algunos– se diera a desmenuzar los componentes
de esas fórmulas hallaría muchas cuestiones que le distraerían de su quehacer práctico
y utilitario. En tal situación tendría que plantearse el problema diciéndose: o estudio
o trabajo; y quizá optara por lo segundo y estaría bien, aunque no estaría demás
el darse el tiempo para divertirse y gozar advirtiendo la dimensión histórica de los
instrumentos de los que dispone en su presente. Apreciaría la historicidad de su
profesión como lo hacen algunos, lo cual puede obrar en bien de un oficio poco
apreciado por el vulgo y por esa suerte de plebe jurídica, como decía un viejo
maestro mío, impresionado por la insensibilidad de abogados y profesores entre-
gados a la práctica y a la repetición rutinarias.
En el Derecho como disciplina científica, como objeto de conocimiento y ense-
ñanza formal, hallamos también interesantes paradojas. Inmovilidad conceptual frente
a cambios evidentes en el ordenamiento de la vida social, algo que impone distancias que
cuesta mucho recorrer una vez terminados los estudios para llegar a un desempeño
profesional acorde con la práctica. Quizá la prueba más evidente de esto sea la
persistencia de algunos libros de texto con los que se cubren los programas esco-
lares, libros que en algunos casos tienen ya más de 50 años, señal en algunos casos
de solidez conceptual, pero que no siempre se compensa con el complemento en
LA JURIDICIDAD DE LA HISTORIA
C ULTURA DE
36 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Y esto hay que ponderarlo, pues a veces la más extensa y clara relación de los
hechos responde a quien persigue un acto de autoridad para definir una situación
en la que se haya comprometido.
No entro en ejemplos que podría traer a cuento sacando algunos entre los
agrupados en los legajos de los diferentes ramos de este archivo, pues para la juri-
dicidad de la Historia resulta más ilustrativo acudir a la historiografía, es decir, a las
versiones que se nos entregan como elaboración razonada y objetiva –verdadera,
se dice– de los acontecimientos.
Ejemplo cercano y bien conocido es la Historia Verdadera de la Conquista de
la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, en la que los estudiosos han advertido
no tanto la narración del soldado conquistador que rebate la versión del culto histo-
riador cortesiano Francisco López de Gómara, sino la relación de méritos y servicios
encaminada a lograr el reconocimiento y las recompensas, conforme a un orden
jurídico medieval que se venía abajo y cambiaba frente a la afirmación de la auto-
ridad real, como lo destacó en su momento Silvio Zavala al estudiar las instituciones
jurídicas de la conquista de América y los intereses particulares en la conquista de la
Nueva España. Joaquín Ramírez Cabañas, por su parte, advirtió en la Historia de
Bernal esa consistencia de relación de méritos y servicios de gran pretensión, y
señaló cómo creció y se alteró pretendiendo la calidad de historia verdadera, al
conocer la obra de Gómara.
Y no hay que batallar mucho para encontrar en la trama de la obra de Bernal
Díaz y de otros contemporáneos y sucedáneos suyos la argumentación y contra
argumentación abierta, en las que se invocan órdenes de Derecho de la época.
En efecto, hay en la Historia de Bernal Díaz referencias a la obra del obispo
de Chiapas, Fray Bartolomé de Las Casas, el gran impugnador de los conquistadores
y encomenderos –uno de estos era el propio Bernal Díaz. La brevísima relación
de la destrucción de las Indias y otros libros breves que Las Casas imprimió sin
licencia en Sevilla y los hizo llegar a América, conmovieron a todos los implicados en
la conquista y dominio de estas tierras. Pero lo interesante es resaltar que esos libros
son verdaderos alegatos jurídicos en contra del dominio español tal cual se venía
estableciendo y en ellos se invoca el Derecho natural, el eclesiástico y el divino, para
C ULTURA DE
38 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Iturrigaray, procesado en España; pero he aquí que la obra crece y al calor de los
acontecimientos va cobrando utilidad de gran argumento jurídico-político para ter-
minar en un libro XIV que es la gran exposición de la constitución histórica de Nueva
España, en virtud de la cual el autor justifica la insurgencia como movimiento conciente
de la independencia de una nación, la Nueva España, antiguamente Anáhuac, que se
levanta contra el infausto intento de los peninsulares reunidos en Las Cortes, quienes
habiendo desconocido el pacto original con el monarca español (monarca que ya
para ese entonces no valía nada para nadie) han pretendido imponer una Consti-
tución espuria y artificial a los americanos, la Constitución de Cádiz.
Este es, no el principio, sino el desarrollo cabal de un constitucionalismo histórico
que cobra sentido en ese momento de crisis y que no dejará de estar presente en
momentos posteriores, donde la gran historiografía política, indispensable como
explicación y legitimación para el Estado liberal de Derecho, se desarrollará siguiendo
los principios y creencias de la época, refiriendo logros y fracasos del régimen polí-
tico constitucional.
Díganlo si no obras tan posteriores como la de Justo Sierra, Evolución política
del pueblo mexicano, que nos lleva con ánimo comprensivo y responsable por los
avatares de nuestro Siglo XIX para hacernos ver cómo, pese a fracasos de sucesi-
vos regímenes constitucionales y a las dificultades para lograr la plena vigencia de
1857, la sociedad mexicana había logrado evolucionar y afirmarse materialmente;
faltaba, en consecuencia, la afirmación moral que en la política es la libertad como
base de la democracia. Esto lo decía Justo Sierra en 1900 frente a la permanencia
de Porfirio Díaz en el poder, poder que permitió a Sierra realizar en gran parte su
obra como educador precisamente en los años siguientes, durante la primera década
del Siglo XX.
Hay una apreciación semejante y de carácter pesimista, escrita por un miembro
de la generación que siguió a la de Justo Sierra, La Constitución y la dictadura, de
Emilio Rabasa, aparecida en 1912, y en la que se acusa el conflicto entre la ley
entendida como conceptuación que esclarece el acaecer fenoménico, y las normas
en las que se proyectan ideales y se sancionan conductas a fin de realizarlos.
Mucho podría decirse sobre el conflicto entre el mundo fáctico y el orden normativo
que pretende dar certeza transformando las posibilidades de conducta en regulari-
dades, asumidas mediante normas inflexibles, con una consecuente sanción pública
para quien no acata las normas. Esto es lo que se ofrece como evidencia clarísima
del Derecho, que, pese a su propósito de firmeza y duración –o quizá precisamente
por esto– se ve desvirtuado y obligado a cambiar y a reorientar fines indicados y
modalidades concretas, asumiendo así el proceso histórico, construyéndose constan-
temente como proceso histórico y haciendo evidente su historicidad. Al registrarse
y explicarse esto se hace patente la juridicidad de la Historia, pues ésta, como relación
razonada del acontecer de las sociedades políticamente organizadas y desorganizadas,
tiene que dar cuenta de ese orden y de los órdenes en conflicto, acusando así la
evidencia de la juridicidad de la Historia, por demás patente aquí y ahora en el lugar
en el que estamos.
23 DE OCTUBRE DE 2003
cegal
INFORMACIÓN, PODER Y DEMOCRACIA
DRA. PATRICIA GALEANA,
Universidad Nacional Autónoma de México
U
cultura de la legalidad
41
Desde el Siglo XVI, se instituyó también en México el principio de la intole-
rancia religiosa, correspondiendo al dogmatismo de contrarreforma y al absolutismo
del Imperio español. La secularización de la sociedad llevó largo tiempo, Se inició
en el Siglo XVIII, con el gobierno de Carlos III, pero la intolerancia prevaleció hasta
el triunfo de la reforma liberal en la segunda mitad del Siglo XIX. Esta cultura reforzó
un sistema autoritario antidemocrático y la cultura de la secrecía.
En el México independiente, en el proceso de construcción del Estado nacional,
se dieron cinco constituciones, que nunca estuvieron cabalmente en vigor. Prevaleció
la máxima de obedézcase pero no se cumpla y las diversas constituciones fueron
una utopía por alcanzar. Todas buscaban el marco jurídico ideal para resolver los
problemas del país.
Al triunfo de la República sobre la Monarquía se pretendió, sin lograrlo, refor-
mar a la Constitución de 57 mediante un plebiscito anticonstitucional. Por ello la
Constitución escrita se guardó en una vitrina y se modificó de facto la Constitución
real. Décadas después Carranza logró la reforma a la Constitución del 57, que Juárez
no culminó y la Constitución del 17, dejó de ser una Constitución semiparlamen-
taria para convertirse en la presidencial que tenemos hasta la fecha.
La dictadura porfirista fue legalista, lo cual nos debe hacer reflexionar sobre la
necesidad de generar una cultura jurídica más que una meramente legal. La cultura
jurídica es más amplia, incluye el conjunto de ideas, convicciones, percepciones,
tradiciones y conductas relacionadas con la organización, el funcionamiento y la evo-
lución de las instituciones.
En el Siglo XX, México tuvo una Constitución de vanguardia, al ser la primera
que incorporó los Derechos sociales.1 Emanada de una revolución, esta Constitución
1
La primera revolución social del Siglo XX, culminó con la promulgación de la primera Consti-
tución del mundo que acuñó los derechos sociales. Tomó las ideas federalistas que se habían mani-
festado desde la Carta Magna de 1824 y que se habían consolidado en la de 1857. El capítulo de
las garantías individuales de la Constitución de 1857 pasó íntegramente al texto de 1917, pero
para que quedaran incluidos los derechos de los trabajadores del campo y la ciudad, se decidió
hacer una reforma a la Constitución del 57.
Mientras que los constituyentes de 1857 formaban un grupo más homogéneo en cuanto a su for-
mación intelectual, los de 1917 constituían un grupo de diferente formación, producto natural de
un movimiento social. De esta forma, para llegar a un consenso se incluyeron normas que hubie-
ran podido quedar en leyes secundarias o reglamentarias.
C ULTURA DE
42 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
incorporó en su cuerpo normativo una serie de disposiciones reglamentarias, que
no tenían por qué formar parte de la Ley Suprema. Esta es una de las razones por
las que ha sido necesario hacerle una serie de reformas. Algunas de fondo, otras
de forma, unas indispensables, otras superfluas.
Mientras una dictadura es estática, una democracia es dinámica. Por ello, es
menester difundir entre la ciudadanía las diferencias entre dichas reformas, ya que
existe una idea generalizada de que es una Constitución parchada, que no responde
al espíritu de la Constitución original. Ello propicia que autoridades y ciudadanía la
incumplan. Esta percepción del imaginario colectivo contraria a la propia Constitu-
ción, es altamente nociva para avanzar hacia una cultura jurídica y la vigencia plena
de un Estado de Derecho.
Generar una nueva mentalidad de respeto al marco jurídico, empezando desde
luego por las propias autoridades, es condición indispensable para la vida democrática.
Implica la aplicación de la ley y el respeto a los derechos de la persona humana.
La legalidad es un elemento esencial del Estado de Derecho, ya que la ley
encarna la voluntad general y es la manifestación racional de la soberanía. La lega-
lidad implica obligatoriedad y su incumplimiento genera responsabilidad.
La ley es el gobierno del hombre por sí mismo. Por ello Jules Michelet consi-
deró que la ley era la máxima expresión de la civilización frente a la barbarie. El
fascismo llevó a la crisis de la legalidad, porque todo aquello que era legal era legí-
timo. Pero en una democracia la ley es el instrumento esencial de protección de
los individuos.
La legalidad es un principio básico de la democracia y de la ideología liberal.
Es también una de las tres formas típicas de la legitimidad. De acuerdo con Max
Weber, presupone una modernización racional, por ello los sistemas de control de
la constitucionalidad y los sistemas de protección de los Derechos Humanos no
son, estrictamente, sino sistemas de control de la legalidad.2
Mientras los gobiernos autoritarios establecen la cultura de la secrecía, las
democracias deben ser transparentes. En este sentido la Ley Federal de Transparencia
2
Tamayo, Rolando, Enciclopedia Jurídica Mexicana, México, Porrúa, UNAM, 2002, páginas 885 a
la 891.
C ULTURA DE
44 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
autónomo del Estado para concentrar la documentación histórica y dar las normas
archivísticas conducentes.
La Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo y la Comisión Federal
de Mejora Regulatoria organizaron el Foro Metropolitano de Consulta sobre trans-
parencia y acceso a la información gubernamental, que culminó con la iniciativa del
Ejecutivo en la materia.
La Ley Federal de Transparencia y Acceso a la información, propuesta por el
Ejecutivo estuvo diseñada para aplicarse a los tres poderes, así como a los organismos
constitucionales autónomos (IFE, CNDH, Banco de México, universidades y tribunales
administrativos). En ella se propuso la creación de una Comisión de Garantías de
la Información, conformada por tres ciudadanos autónomos, para atender los recla-
mos que pueda presentar la ciudadanía frente a la clasificación de documentos que
estableciera el jefe de la unidad administrativa de cada dependencia.
El 11 de junio de 2002, se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley
Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental con los
diversos cambios que el Poder Legislativo hizo a la iniciativa presidencial. Se cambió
el tiempo de acceso a la información, de un periodo de 20 años a sólo 12 años
(artículo 15), y se estableció que dicha documentación puede ser pública antes, si
desaparecen las causas que dieron origen a su reserva.
El Instituto Federal de Acceso a la Información fue creado en diciembre de 2002,
con el objetivo expreso de garantizar que los asuntos públicos sean del dominio
público, mediante su transparencia. Su creación fue aprobada con el voto unánime
de los legisladores. El IFAI está integrado por cinco Comisionados, en vez de tres,
como había planteado el Ejecutivo.
Desde el mes de febrero del 2002, la Secretaría de Gobernación había transfe-
rido la documentación del Centro de Investigación y Seguridad Nacional a su propio
órgano desconcentrado, el Archivo General de la Nación, en cumplimiento del
acuerdo presidencial del 27 de noviembre del 2001. Por su parte la Secretaría de la
Defensa Nacional, que no había transferido ninguna documentación al AGN desde
1932, envío también la correspondiente de 1965 a 1985.
C ULTURA DE
46 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
el interés de una nación, no la notoriedad de un gobierno en un momento político
determinado.
Que no ocurra con los archivos lo que con otras instituciones: que sean objeto
de uso y desgaste político, porque perderían credibilidad en la ciudadanía. La con-
fianza en las instituciones es indispensable para fortalecer a nuestra democracia.
La mejor definición de lo que es la democracia, es la que está contenida en
el artículo 3o. constitucional, cuya redacción se debió a Jaime Torres Bodet. En ella,
señala que la democracia es una forma de vida, en ella se deben alcanzar los con-
sensos por medio del debate de ideas.
Todo ello hace imperioso llegar a los acuerdos políticos necesarios en toda
democracia, para hacer la reforma de Estado con la correspondiente actualización de
nuestro marco jurídico para que el cambio político que hemos vivido se traduzca
en una verdadera transición democrática.
Desde los depósitos documentales egipcios del Tel-el-Amarna, del Archeion
griego o el Tabullarium romano, los archivos han sido reservorios culturales de los
pueblos, fuente para la defensa de sus derechos y fundamento de su juridicidad,
centro neurálgico de la toma de decisiones de una buena administración y sede por
excelencia de investigaciones históricas.
Parafraseando las ideas de Karl Popper sobre los libros, los archivos guardan
una de las máximas realizaciones humanas, los documentos, que –en el soporte
que sea– requieren de la conjunción de todas las facultades del hombre y marcan el
inicio de la conciencia histórica. De tal manera que, si se requiere del arduo esfuerzo
mental del mundo del lenguaje para producirlos, no deben escatimarse esfuerzos y
recursos para preservarlos, ordenarlos y ponerlos al servicio de la comunidad.
La eficiencia de nuestros archivos influye en el desarrollo económico, al garan-
tizar con su buen funcionamiento que se evite el mal uso de los recursos, tanto
por duplicidad de acciones, como por falta de continuidad en los programas o por
malos manejos de los mismos.
En este sentido, la transparencia de los archivos constituye la mejor garantía de
una administración honesta, íntegra y, por ende, de una democracia plena, en la cual
los ciudadanos pueden constatar en sus acervos públicos el por qué de la toma de
decisiones. Por ello, el acceso a la información es esencial a la democracia.
3
El personal técnico en materia de archivos debe tener una formación mínima de nivel de bachi-
llerato para cumplir con las tareas básicas operativas.
El profesional archivista ocupará los mandos directivos y deberá contar con una base suficiente de
conocimientos para poder interactuar con otras disciplinas: Historia, Derecho y Administración
Pública, así como Biblioteconomía, Paleografía e Informática, entre otras. Se requiere también formar
especialistas con nivel de posgrado, capaces de hacer ciencia archivística y recrear sus principios
teóricos para diseñar nuevos programas de desarrollo archivístico.
C ULTURA DE
48 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
almacenar información, si no se sigue una disciplina archivística, se generan verda-
deros monstruos de información que se terminan por eliminar en forma por demás
irresponsable.
Por ello es indispensable aplicar las reglas fundamentales de la archivística: el
principio de procedencia y de orden original, en las redes de transmisión de datos.
Los documentos electrónicos envuelven una relación e interdependencia más compleja
que la que se tiene con documentos en soportes tradicionales.
Mientras no se asegure la permanencia de los archivos electrónicos durante
todo el ciclo vital de los documentos en soporte de papel, éstos se tendrán que
seguir produciendo, de lo contrario, poco y en algunos casos nada quedará como
constancia del desempeño de las Instituciones o las personas.
Aunque la calidad del papel es inferior a épocas pasadas, no obstante la vida
de los documentos electrónicos es todavía menor. Las compañías de cómputo han
elaborado insumos perecederos, de ahí la necesidad de seguir utilizando el papel.
La revolución tecnológica y la velocidad de cambio de los equipos de cómputo
tiene importantes implicaciones para la preservación a largo plazo de los documentos
electrónicos, por lo que para asegurar que los que fueron creados en sistemas ante-
riores permanezcan disponibles en forma entendible y utilizable por los usuarios, se
deben migrar o transferir a nuevos sistemas de cómputo. Por ello requerimos de
archivistas informáticos, para asegurar que los documentos electrónicos se preserven
deben definirse estándares de trabajo que se constituyan en verdaderas Redes de
Archivos.
Existen diferencias abismales en los archivos públicos, mientras unos se encuen-
tran a la vanguardia tecnológica con la digitalización de sus fondos y su incorporación
a la red, otros no cuentan ni siquiera con un local y los muebles mínimos indis-
pensables para ordenarlos. Pero aún en los primeros, se encuentran archivistas que
desconocen el manejo de los documentos electrónicos.
La Constitución contempla que la legislación de archivos es de competencia
estatal. Por ello la mayoría de los estados cuentan con un marco jurídico en la materia;
los más hacen referencia a un sistema estatal de archivos que debe estar coordi-
nado por el AGN. Dicho sistema hasta la fecha no ha funcionado por falta de soporte
y el INAH, ya que la ley orgánica del INAH incluye también entre sus funciones el
cuidado de los archivos históricos.
La Ley de Bienes Nacionales considera a los documentos históricos como
monumentos constitutivos del patrimonio de la nación. No obstante, no existe una
reglamentación que especifique cómo se define la historicidad de los mismos.
Por otra parte, a partir de la reforma del Poder Judicial, este poder ha empren-
dido la organización de sus propios archivos históricos a costa de desintegrar la
documentación del AGN, y de los archivos estatales. Ello ha venido a romper la inte-
C ULTURA DE
50 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
gración de los pocos archivos organizados del país, afectando su estructura y unidad
institucional. Afortunadamente hoy día, gracias a la informática, la documentación se
puede digitalizar y facilitar su acceso, donde quiera que ésta se encuentre.
Desde antes de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Públi-
ca Gubernamental, la ley de responsabilidades de los funcionarios públicos incluía la
obligatoriedad de hacer entrega de los archivos bajo su responsabilidad, al término
del encargo. Hoy se especifican sanciones administrativas ante su incumplimiento.
Esperamos que al cambio de autoridades, los nuevos funcionarios reciban las gavetas
llenas y las computadoras completas.
Hemos vivido un cambio político, que para convertirse en una verdadera transi-
ción democrática, requiere de una profunda reforma del Estado, mediante la revisión
de la Constitución. En ese sentido, hemos propuesto una reforma constitucional en
la que, con base en el artículo 73 constitucional con respeto absoluto a nuestro
federalismo y de acuerdo a la cooperación entre los estados, se establezca la facul-
tad de regular los archivos públicos y la creación de un órgano autónomo del Estado
responsable de esta tarea, así como garantizar el habeas data, derecho humano
inalienable de tercera generación.
Una Ley de Archivos redundaría en una administración más eficiente, en cuanto
las propias autoridades cuenten con la información necesaria para la adecuada toma
de decisiones, al tiempo que se evitará que continúe la pérdida de la memoria
histórica de la nación.
El ejercicio del derecho a la información permitirá que una ciudadanía mejor
informada, que pueda participar de manera más consciente y responsable en la vida
democrática del país.
Resolver conflictos, atender demandas, renovar instituciones, satisfacer expec-
tativas y anticipar problemas. Alentar en suma, el espíritu transformador de una
sociedad abierta y dinámica, buscando la concordancia entre la Constitución escrita y
la Constitución real.
Conciente de la importancia de preservar la memoria histórica, se debe a José
María Lafragua la primera iniciativa para legislar en materia de archivos y reglamentar
la concentración de los documentos en el Archivo General y Público de México.
cegal
EL ESTADO DE DERECHO
EN EL ÁMBITO MUNICIPAL
DRA. TERESITA RENDÓN HUERTA BARRERA,
Departamento de Investigaciones Jurídicas de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Guanajuato
P
cultura de la legalidad
INTRODUCCIÓN
ensar en la hora presente, qué representa la vida municipal, con sus historia,
sus vivencias y sus leyes, es recobrar lo propio, volver a las raíces, es creer
que el Municipio es simiente espléndida y fecunda de la verdadera democracia,
en donde debe necesariamente surgir la Cultura de la Legalidad.
No obstante los avances de la ciencia y la tecnología, la carencia de lo más
elemental se expande por todas las regiones de nuestro país. Entre todas esas
carencias, la consecución de un verdadero Estado de Derecho, surge como impe-
rativo inaplazable.
No basta decir que todo Estado, por su connaturalidad con el Derecho, es
Estado de Derecho. Esta fórmula implica más bien un compromiso fundamental: el
de que el poder político, para mantener, en condiciones normales, el equilibrio
entre la libertad y el orden normativo, se someta a éste y no traspase sus mandatos.
Y el de que el propio orden jurídico encarne satisfactoriamente, en cada época, los
valores de justicia y seguridad en que reposa la comunidad humana a la que se
pretende servir.
La evolución misma de la sociedad, demanda un enorme impulso a la Cultura
de la Legalidad en múltiples aspectos, sobre todo en el conceptual, en el jurídico,
en el de la comunicación social y en el terreno de la informática. Este es un reto
53
sin precedentes que habrá de enfrentarse a partir de la educación y el respeto a la
dignidad del ser humano, con todo lo que ello implica.
La falta de atención a este factor, durante largos períodos de nuestra historia,
se traduce hoy con frecuencia, en la incapacidad de valorar, aprovechar y defender
nuestras instituciones.
De lo anterior se desprende la dimensión y la enorme trascendencia, de pasar
de la retórica a los hechos, para construir un real Estado de Derecho en el ámbito
municipal, aprovechando los medios que la tecnología pone a nuestro alcance.
ESTADO DE DERECHO Y
ESTADO SOCIAL DE DERECHO
1
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, Diccio-
nario Jurídico Mexicano, México, editorial Porrúa, 1989, tomo D-H, pagina 328 y siguientes.
2
Villoro Toranzo, Miguel, Derecho Público y Derecho Privado, México, editorial Jus, 1975.
C ULTURA DE
54 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
No es posible partir de un Estado sin Derecho, ni de la identificación del Estado
con el Derecho, como lo pretendía Hans Kelsen, al afirmar que El Estado es la
personificación del orden jurídico. Más bien debemos hablar de una continua interacción
de ambos conceptos, que viven en una constante tensión dialéctica que se resuelve
por una síntesis de colaboración y armonía.3
• (D) sin (E) una mera idealidad normativa, norma sin efectividad.
3
Gonzalez Uribe, Héctor, Teoría Política, México, editorial Porrúa, 1982, 3ra. edición, página 222.
4
Pedroso, Manuel, Relación entre Derecho y Estado, y la Idea de Soberanía, México, en Revista
de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, UNAM, 1950, tomo XII, número 46, página 123.
A pesar de las variantes introducidas, la concepción del Estado social de Derecho con-
serva, en buena medida, las características y exigencias señaladas anteriormente como
propias del Estado de Derecho: en particular, la sujeción de los órganos estatales al
Derecho; pero, simultáneamente, el que las leyes emanen de un órgano popular repre-
sentativo, bajo procedimientos previstos por otras normas jurídicas; la distribución y
control del ejercicio del poder político; la legalidad de la administración y un control
judicial suficiente; la garantía de los derechos y libertades fundamentales, etcétera. Claro
está que algunas de esas instituciones jurídico-políticas requieren ligeras modificaciones
–como ocurre por ejemplo con las limitaciones al anteriormente, desmedido liberalismo
económico– a efecto de dar cumplimiento a los objetivos económico-sociales del
Estado social de Derecho. Así pues, para poder afirmar que se está en presencia de un
5
Porrúa Pérez, Francisco, Teoría del Estado, México, editorial Porrúa, 1969, página 139.
C ULTURA DE
56 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Estado social de Derecho, se requiere que el mismo satisfaga, además de sus objetivos
sociales, las exigencias que se han considerado propias del Estado de Derecho.6
Los principios fundamentales que deben cumplirse y de los cuales debe partir
la formulación de tales reglas en un Estado de Derecho son:
1. La existencia de una Constitución escrita y rígida, que determine con claridad cuales
son los órganos del Estado.
2. La delimitación legal de las correspondientes atribuciones y competencias.
3. La supremacía constitucional sobre cualquier otra norma.
6
Op. Cit. supra nota 9, página 330.
C ULTURA DE
58 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
que corresponde a las últimas décadas, en que se precisan y afianzan las nuevas
doctrinas sobre los problemas fundamentales del Derecho.7
Ciertas corrientes contemporáneas parten de la idea de que no hay lagunas en
la ley, y de que para aplicar el Derecho positivo no se requiere acudir a las fuentes
supletorias del Derecho, en virtud de que es en el ordenamiento jurídico, donde
debe encontrarse la solución a todos los casos que plantea la realidad, lo que sin
duda pone de manifiesto la necesidad de replantear la validez de esa afirmación.
Tales asertos adquieren una enorme dimensión en países que como el nuestro,
tienen fincada su tradición jurídica en el Derecho escrito y que basan la actuación
de sus órganos estatales en el principio de legalidad, por estar inmersos dentro de
un Estado de Derecho.
CULTURA DE LA LEGALIDAD EN
EL ORDEN MUNICIPAL
7
Enciclopedia Jurídica Omeba, Buenos Aires, editorial Bibliográfica Omeba (Driskill), 1982, tomo
XXIV, página 528.
8
González Uribe, Héctor, Hombre y Estado, México, editorial Porrúa, 1988, página 43.
9
Suárez Hernández, Daniel, Responsabilidad por Daños causados con el desempeño anormal de la
Administración de Justicia, México, Vid, Revista Investigaciones Jurídicas, Departamento de Inves-
tigaciones Jurídicas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Guanajuato, 1996, número
61, página 264.
10
Villoro Toranzo, Miguel, Derecho Público y Derecho Privado, México, editorial Jus, 1975, páginas 32
y 33.
C ULTURA DE
60 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
seguirá recurriendo a las marchas, plantones, huelgas de hambre, tomas de edifi-
cios y otras medidas similares que perturban la paz social.
Ante nuevas realidades, empezamos a ver una nueva sociedad que demanda
nuevos ideólogos, nuevos operarios, que promuevan y mejoren el proceso de
defensa de los gobernados desde el punto de vista técnico-jurídico, abiertos a otras
ideas, capaces de vivir en lo local y de actuar en lo global, sensibles al dolor y a
las necesidades, de los demás.
El principio de legalidad en la dinámica del Estado de Derecho, implica el someti-
miento de cualquier órgano de la Administración Pública Municipal, a las disposiciones
jurídicas.
El desarrollo de este postulado, conduce necesariamente, al reconocimiento
de la primacía de un orden jurídico basado en la dignidad, integridad y dimensión
social del ser humano.
La urgencia de establecer sistemas jurídicos cada vez más completos de control
de la legalidad y a la vez de defensa de los derechos de los particulares, es real-
mente evidente, urgencia que se acentúa precisamente en estos tiempos en que
estamos todavía lejos de haberlos alcanzado, pese a los esfuerzos que se han reali-
zado. Pero para estar en posibilidad de crearlos o perfeccionarlos con la premura
que exigen las circunstancias, es preciso captar la problemática que con mayor inci-
dencia registra la comunidad y buscar con diligencia el planteamiento de soluciones
a la misma.
Respecto a la legalidad, nuestra Ley Fundamental establece los siguientes prin-
cipios:
1. A ninguna ley se dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna. Nadie podrá
ser privado de la vida, de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos,
sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos, en el que
se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las leyes
expedidas con anterioridad al hecho;
2. Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones,
sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y
motive la causa legal del procedimiento;
Hoy día la lucha por el Derecho adquiere renovada y notable actualidad, lucha
civilizada que debe darse a través de las instituciones y del limpio ejercicio de las
disciplinas jurídicas. Falta mucho camino por recorrer, muchas acciones por realizar;
desde la tarea del legislador que establezca las normas sustantivas, orgánicas y pro-
cesales, hasta la labor del investigador y del catedrático.
Bajo este contexto, es preciso insistir en la necesidad de consolidar también,
el Derecho Constitucional Estatal, como forma para alcanzar un real federalismo y
un real Estado de Derecho.
27 y 28 de mayo de 2004
cultura de la legalidad
cegal
EL ARTÍCULO 121 CONSTITUCIONAL EN
EL CONTEXTO DE UN NUEVO ORDEN
JURÍDICO NACIONAL
DIP. JULIÁN ANGULO GÓNGORA,
Presidente de la Comisión de Gobernación de
la Cámara de Diputados del H. Congreso
E
de la Unión, LIX Legislatura
cultura de la legalidad
65
mos hacerla a través de contratos como la compraventa, la permuta, la donación,
etcétera, pero existe como sabemos, el testamento, que es un acto que surte efectos
por la ausencia del sujeto, es decir mortis causa, situación ésta que nos obliga a ser
especialmente cuidadosos para brindar certeza y confianza a quienes lo utilizan, que
dicho sea de paso bueno sería promover una cultura del testamento, publicitando
sus bondades y seguridad jurídica, haciéndolo asequible a la población toda.
En este orden de ideas permítaseme citar algunos antecedentes de la propiedad
privada y enunciar las características y efectos jurídicos del testamento sin que pre-
tenda hacer toda una disección de esta institución del Derecho Civil, creo que nos
resultará útil para explicar mejor el tema.
Como sabemos, los romanos concibieron a la propiedad como la manera más
completa de gozar de los beneficios de una cosa. Estos beneficios comprendían la
facultad de servirse de ella conforme a su naturaleza; el derecho a percibir el pro-
ducto de la misma; el poder de distribuirla y el derecho a su reclamo de otros
detentadores o poseedores. Por supuesto, este derecho no podía ser absoluto, por
lo que los romanos establecieron algunas limitaciones en función del interés social.
Pero en suma, la propiedad resulta ser el dominio que se ejerce sobre la cosa poseída.
Para Rafael Rojina Villegas, la propiedad es el poder que una persona ejerce en
forma directa e inmediata sobre una cosa, para aprovecharla totalmente en sentido
jurídico, siendo oponible este poder a un sujeto pasivo universal, por virtud de una
relación que se origina entre el titular y dicho sujeto.
De aquí que efectuado el acto de apropiación por cualquiera de los medios
consignados para ese propósito en la ley, el propietario goza y dispone de la cosa
sin más limitaciones que las previstas en las leyes.
Esta exposición doctrinaria y antecedentes, se materializan en nuestro Derecho
Positivo, cuando el artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos en su primer párrafo establece que, la propiedad de las tierras y aguas
comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponden originaria-
mente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio
de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada.
Este tipo de propiedad ha sido reconocida como garantía en el curso del consti-
tucionalismo mexicano. Así, en los antecedentes de nuestra Constitución también
C ULTURA DE
66 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
se ha privilegiado el derecho a la propiedad privada, lo mismo en los textos consti-
tucionales de 1824 y 1857 siendo una república federal, como en la norma suprema
de 1836 y 1843 con la figura de república central. José María Morelos en los Senti-
mientos de la Nación, contundentemente expresaba: Que a cada uno se le guarden
sus propiedades y respete en su casa, como en un nido sagrado, señalando penas
a los infractores. Ahora bien, debemos reconocer el alcance social que el texto
vigente da a la propiedad privada, a la que considera como un derecho público
subjetivo, ya no la adopta en un sentido clásico individualista, sino por el contrario la
reconoce como una propiedad limitada, derivada y precaria.
Pues bien, llegamos al punto en que una de las formas de poder transmitir esa
propiedad de la que he venido hablando, es el testamento.
El testamento es un acto jurídico y como tal crea, modifica o extingue derechos
y obligaciones. Es unilateral, personalísimo, revocable, libre y formal y a través de
éste, una persona física, capaz, dispone de sus bienes y derechos y declara o cumple
deberes para después de su muerte. Como podemos darnos cuenta, es una insti-
tución jurídica muy completa.
De aquí que debamos todos coadyuvar a promover una cultura del testamento,
como dije al principio, ya que desafortunadamente la nuestra no es una cultura de
prevención.
Con nuestra legislación vigente, con todas las bondades del testamento y con
las medidas administrativas para su registro, debemos estar ciertos de que testando
en Quintana Roo o en Sonora, se conozca y cumpla la última voluntad del autor de
la herencia. Y para conseguir esta seguridad deben perfeccionarse las instituciones e
instrumentos jurídicos.
En la radicación de un procedimiento sucesorio, el juez o el notario, en su
caso, manda pedir informes al Archivo General de Notarías y al Registro Público
de la Propiedad sobre la posible existencia de un testamento, pero lo hace en la
entidad federativa de su residencia y en el mejor de los casos, en las entidades donde
se presume pudo el autor de la sucesión haber dejado disposición testamentaria. A
finales del año 2000, se da un avance al conjuntar esfuerzos la Secretaría de Gober-
nación, la Asociación Nacional del Notariado Mexicano y el Colegio de Notarios
a) Las leyes de un Estado sólo tendrán efecto en su propio territorio, y por consiguiente,
no podrán ser obligatorias fuera de él.
b) La segunda de las bases que establece el precepto sujeto a estudio, consiste en
determinar que los bienes muebles e inmuebles se regirán por la ley del lugar de su
ubicación
c) La tercera base que debe observarse en la expedición de la ley, se refiere a las sen-
tencias pronunciadas por los tribunales de un Estado.
C ULTURA DE
68 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
En la segunda hipótesis se habla de las sentencias sobre derechos personales,
estableciendo que sólo podrán ser ejecutadas en otro estado, cuando la persona
condenada se haya sometido expresamente o por razón de domicilio, a la justicia que
las pronunció y siempre que haya sido citada personalmente para ocurrir a juicio.
Y por último, las fracciones IV y V del artículo 121 establecen como impera-
tivo, que los actos del estado civil ajustados a las leyes de un estado tendrán validez
en los otros; y los títulos profesionales expedidos por las autoridades de un Estado,
con sujeción a sus leyes, serán respetados en los otros.
En este supuesto vale la pena mencionar un ejemplo en el que la legislación
del estado de Tamaulipas establecía el matrimonio por equiparación, que lo hacía
consistir en la unión sexual continuada de un solo hombre y una sola mujer, La
Suprema Corte de Justicia de la Nación concluyó que el precepto es inconstitucional
por ir en contra del contenido de la fracción IV del artículo 121 de la Constitución,
al no poder tenerse por acto relativo al estado civil un matrimonio por equipa-
ración.
Como podemos darnos cuenta, el escenario jurídico a cubrir por una nueva
legislación es amplísimo y muy necesario.
El artículo 121 constitucional tiene antecedentes sui géneris, veamos:
Los tratadistas nos dicen que su texto, el del párrafo primero, es una copia fiel
del texto establecido en la sección 1 del artículo IV de la Constitución de los Estados
Unidos de América, que dice que se dará entera fe y crédito en cada Estado a
los actos públicos, registros y procedimientos judiciales de todos los demás. El Con-
greso podrá prescribir, mediante leyes generales, la forma en que dichos actos,
registros y procedimientos se probarán y el efecto que producirán.
Hablar de este texto, es hablar del federalismo, por eso mi cita al principio de
la exposición. Vamos brevemente a hablar del proceso histórico de los vecinos del
norte como un modelo del sistema federal e inmediatamente del nuestro.
Las trece colonias independientes asentadas en el territorio que ocupan los
Estados Unidos de América, no tenían problemas ni estaban unidas entre sí, hasta
que el Parlamento y la Corona británicos emitieron disposiciones de carácter tribu-
tario que afectaron a los colonos, como fueron la Ley del Timbre, y la del Té, que
fueron expedidas sin la intervención de los contribuyentes de las colonias de América.
CONCLUSIONES
La Constitución debe prever normas que regulen el ejercicio del poder autónomo de
los estados miembros, con vista a obtener un resultado armónico, manifestaciones
de unidad, garantía de equilibrio y base de seguridad y facilidad en las relaciones en
C ULTURA DE
70 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
que varios estados intervienen. De ahí que formulo la siguiente propuesta que hoy
comento con ustedes y que formalizaré ante la Cámara de Diputados en términos
del artículo 71 constitucional.
cegal
EL TESTAMENTO AGRARIO
AGR. ABELARDO ESCOBAR PRIETO,
Director en Jefe del Registro Agrario Nacional
A
cultura de la legalidad
73
como Procede, en el cual confluyen los esfuerzos de todas las instituciones que
integramos el Sector Agrario.
Para darles una idea de la dimensión de nuestras responsabilidades como insti-
tución, permítanme citar algunos datos:
• Más del 50 por ciento del territorio nacional es propiedad social. Es decir, 103.5
millones de hectáreas distribuidas en 29,942 núcleos agrarios. De ese gran total,
27,664 son ejidos y 2,278 son comunidades.
• Hasta el momento (2004), el 82.8 por ciento de los núcleos agrarios están regula-
rizados. Están pendientes 5,125 núcleos.
• En cuanto a superficie, de las 103.5 millones de hectáreas, se han regularizado 76.2
millones y certificado 69.03 millones de hectáreas.
• Esto significa que nos falta por regularizar 27.3 millones de hectáreas, pero de este
total, 9.6 millones no son regularizables debido a que corresponden a cuerpos de
agua, caminos e infraestructura.
• En concreto, tenemos que regularizar 17.7 millones de hectáreas y el compromiso
con el presidente Vicente Fox es que al término de su administración toda esa pro-
piedad social estará documentada y certificada.
• Para cumplir con este objetivo, este año vamos a medir 6 millones de hectáreas y
tenemos programado que las restantes se atiendan en los próximos dos años.
De tal manera que toca al Registro Agrario Nacional emitir y resguardar esa
documentación que da certidumbre jurídica en la tenencia de la tierra a los cam-
pesinos y que es el detonador de las inversiones en el campo.
Esto nos plantea el manejo de una cantidad enorme de expedientes. Hasta el
día de hoy tenemos 44 kilómetros lineales de documentos en nuestro archivo central,
aquí en la Ciudad de México, y en las delegaciones estatales.
Para hacer manejable y útil toda esta información estamos desarrollando dos
programas: uno, de digitalización de nuestro archivo para que, vía Internet, se puedan
solicitar y adquirir copias certificadas de los expedientes desde nuestras delegaciones.
Y, dos, la modernización y actualización del catastro rural. Pensamos que para
acelerar el flujo de inversiones al campo –que es la etapa para la que estamos traba-
C ULTURA DE
74 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
jando con la certificación de la propiedad social–, necesitamos ofrecer información
actualizada sobre la ubicación de los predios, datos del poseedor y, desde luego, la
vocación de la tierra.
Con este propósito hemos firmado convenios, a través de la Secretaría de la
Reforma como cabeza de Sector, con los gobiernos de los estados para unificar los
sistemas informáticos y así poder intercambiar datos.
Se trata de que nosotros les proporcionemos la información actualizada que
tenemos sobre la propiedad social en sus entidades y que ellos nos transmitan la
que poseen sobre la propiedad rural privada.
De esta forma vamos a tener un catastro único y nacional con toda la informa-
ción actualizada y con tecnología que permita su consulta en forma ágil y confiable.
Un catastro con estas características facilitará, sin duda alguna, la toma de deci-
siones en cuanto al diseño y planeación del uso potencial de la tierra, por parte del
Estado, y de los propios inversionistas.
Con estas líneas generales sobre quiénes somos y qué hacemos, quiero pasar
ahora al tema que nos reúne.
EL TESTAMENTO AGRARIO
Se habla mucho sobre los múltiples problemas que aquejan al campo. De alguna
manera siempre los hemos conocido.
Pero además de ese atraso en su modernización y las grandes desventajas que
tienen los campesinos mexicanos para competir en este mundo globalizado, se
presenta otro fenómeno que, día tras día, se agudiza: el envejecimiento de los hom-
bres y mujeres de nuestro medio rural.
Se estima que el 70 por ciento de los sujetos agrarios son de edad avanzada:
la mitad supera los 50 años y el 20 por ciento tiene más de 65 años de edad.
Para prevenir que ese proceso de envejecimiento, aunado a la fuerte migra-
ción de los jóvenes, propicie el retorno de la inseguridad jurídica, en el 2001 se
puso en marcha el Programa Hereda, operado fundamentalmente por la Procura-
duría Agraria y el Registro Agrario Nacional.
C ULTURA DE
76 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
No es posible incluir válidamente en un testamento agrario otros bienes inmue-
bles, como es el caso de los solares propiedad del autor de la sucesión y que han
sido titulados, debido a que ya no se encuentran sujetos al régimen ejidal sino a
las disposiciones que marque el Código Civil de la entidad correspondiente.
Tampoco pueden ser parte de un testamento agrario disposiciones de herederos
que versen sobre cualquier otro bien de carácter patrimonial, como fincas urbanas o
rústicas de propiedad particular, tractores, mobiliario, ganado, herramienta, aperos
de labranza, antigüedades, etcétera.
Estas disposiciones datan de 1992, a raíz de las modificaciones constitucionales
al artículo 27. Antes de ese año, los campesinos eran usufructuarios y posesionarios
de la tierra y no dueños, como lo comenzaron a ser a raíz de que se reformó el
27 constitucional.
Lo que tenemos en nuestros archivos son miles y miles de listas de sucesión
que se elaboraron durante las últimas seis o siete décadas y que son jurídicamente
válidas, debido a que cumplen con las disposiciones contenidas en los diversos códigos
y leyes que estuvieron vigentes hasta la expedición de la actual Ley Agraria.
En su mismo estudio sobre Las sucesiones agrarias, Luis Agustín Hinojos define
la lista de sucesión como ...el documento que contiene la designación de sucesores
formulada y ratificada en forma individual o colectiva por el Titular de un Derecho
Agrario legalmente reconocido, ya sea ante el comisariado ejidal o ante la Asamblea
del Núcleo, la cual debía ser inscrita en el Registro Agrario Nacional, por disposición
expresa de la propia Ley.
Estas listas de sucesión comenzaron a formalizarse a partir de 1915 y dejaron
de levantarse el 26 de febrero de 1992.
A partir de marzo de ese año y hasta la fecha, se han estado levantando los
testamentos agrarios, que en esencia son las mismas listas de sucesión pero forta-
lecidas por la Ley Agraria con derechos inherentes.
Quiero hablarles ahora sobre las mejoras que se realizaron al pasar de las listas
de sucesión al testamento agrario.
En primer lugar, las listas de sucesión no se realizaban con fedatarios. Estos no
eran necesarios. Ahora, para los testamentos agrarios es indispensable la interven-
C ULTURA DE
78 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
aspecto formal como material, ya que no existe impedimento legal para expedir
copia certificada o constancia de las inscripciones y asientos relativos a las mismas,
para quien lo solicite.
Tampoco existe obstáculo alguno para que el público consulte o revise las ins-
cripciones relativas y los documentos que obren en el referido registro, porque es
parte de la publicidad material.
Sobre este mismo punto de la publicidad registral, pero con respecto del testa-
mento agrario, desde el momento en que la Ley Agraria vigente dispuso que la
designación de sucesores se realice ante un registrador o fedatario, así como su
resguardo en sobre sellado –el cual se deposita en la bóveda del Registro Agrario
Nacional–, dichos documentos se encuentran sujetos a un deber legal de discre-
ción y de reserva.
La apertura de estos sobres sellados sólo puede efectuarse cuando se com-
prueba legalmente que el testador falleció, previa solicitud de quien acredita tener
interés jurídico para ello, en presencia de testigos. Es evidente que este procedi-
miento permite que escape a la publicidad registral.
Otra diferencia que existe entre las listas de sucesión y el testamento agrario,
es la que se refiere a la dependencia económica con el testador y que en el pasado
era condición para ser designado sucesor.
Aunque en un principio era aceptable que cuando menos viviera en familia con
el ejidatario titular del derecho agrario, ya que al fallecimiento de éste el sucesor
se convertía en el jefe de la familia.
Esta dependencia debía subsistir cuando menos al momento de ser formalizada
la lista de sucesión.
En el testamento agrario toda esta situación de dependencia se elimina. El sucesor
no tiene que acreditar nada de esto. Tampoco requiere demostrarla ante el Registro
Agrario Nacional para promover la adjudicación de los bienes del difunto.
Todo fue modificado el 22 de febrero de 1992 por el Congreso de la Unión
al aprobar la Ley Agraria y, sobre este aspecto en especial, el Artículo 17.
Para formalizar ante fedatario público, el testador debe identificarse plenamente
y en caso de que no tuviera identificación, requerirá de dos testigos con identifica-
• Derecho de acción para ser reconocido por el núcleo agrario como ejidatario o
comunero; de petición para solicitar que se convoque a asamblea; de representación
para ser representado ante las asambleas por un apoderado legal.
• Otros derechos como el votar y ser votado para ocupar cargos en los órganos de
representación; de acrecentar sus derechos y consolidarse en el núcleo mediante la
compra de otras parcelas o solares; de ejercer su derecho de tanto; de dar en garantía
el usufructo de sus parcelas; de constituir fondos de garantía para afrontar sus créditos.
• Tiene derecho también a recibir indemnizaciones por la expropiación de sus parcelas
o tierras de uso común; a recibir los beneficios, apoyos y subsidios de programas como
Procede, Procampo, Oportunidades, Kilo por Kilo, Peso a Peso.
• A estímulos fiscales, a realizar importación de maquinaria, equipo e insumos, y a
muchos otros más que incluyen becas de estudio y capacitación conferidos en dife-
rentes cuerpos legales.
Quiero abordar ahora, la naturaleza jurídica que da sustento tanto a las listas
de sucesión como al testamento agrario.
C ULTURA DE
80 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
A raíz de la Ley Agraria de 1992, la designación del sucesor preferente y el
instrumento que hemos denominado listas de sucesión, poseen naturaleza jurídica
de auténtico testamento.
Adicionalmente, podemos considerar que la nueva lista de sucesión que con-
tiene el artículo 17 de la Ley Agraria es, en esencia, un acto de última voluntad,
mediante el cual la persona está disponiendo de ciertos bienes y derechos de natu-
raleza agraria, a los que asigna un destino después de su muerte.
Al analizar esto, podemos percatarnos de que dicho acto contiene algunos ele-
mentos jurídicos propios de los testamentos civiles que lo hacen ser unilaterales,
personalísimos, esencialmente revocables, libres y, en ciertos casos, formales y
solemnes.
Dichos elementos jurídicos podríamos sintetizarlos de la siguiente manera:
1. Ningún otro documento, ni siquiera el testamento formal ante notario, es tan eficaz
para proteger el patrimonio familiar y evitar que la tierra no se quede ociosa cuando
fallezca el titular, debido a que la ley favorece que el sucesor entre de inmediato en
posesión del bien con toda la seguridad jurídica que le otorga el certificado agrario.
C ULTURA DE
82 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Igualmente pueden juzgar y ser instrumento contencioso en aquellos casos que
se lleguen a presentar con motivo de la impugnación de las listas de sucesión inscritas
en el Registro Agrario Nacional, y también sobre los testamentos agrarios deposi-
tados en la institución o formalizados ante fedatario público.
A manera de síntesis podríamos decir que, por su originalidad y características
propias, el testamento agrario es un acto jurídico especial y muy diferente al que
realizan otras instituciones de carácter sucesorio de naturaleza civil, tanto nacionales
como de otros países.
Es evidente que para un campesino que ha nacido y pasado toda su vida en
la tierra que ocupa, le es difícil decidir sobre su herencia. Las implicaciones cultu-
rales y hasta económicas, se constituyen en un fuerte impedimento para el avance
del Programa Hereda.
No obstante, las metas iniciales fijadas se han superado y confiamos en que
sigan avanzando.
Para ello, seguiremos otorgando todas las facilidades que estén a nuestro alcance,
porque sabemos que cuando no existe lista de sucesión las disputas por la herencia
terminan desintegrando a las familias y alterando la paz social del núcleo agrario.
De acuerdo con las estadísticas del Sector, más del 30 por ciento de los litigios
que se ventilan en los tribunales agrarios, tienen su origen en disputas por la herencia.
Como institución, estamos trabajando para que el Registro Agrario Nacional
sea confiable, con autoridad moral plena, respetado y con credibilidad por parte de
los sujetos agrarios.
Creemos que esta es la mejor forma de apoyar al presidente Vicente Fox en
su propósito de ser visto por los campesinos, por los comuneros, ejidatarios, por
los indígenas, como el Presidente que solucionó las peleas entre hermanos, que
trajo la paz al campo para inaugurar una nueva era de prosperidad.
Pero además, en el Sector Agrario sabemos que los hombres y las mujeres
del campo requieren algo más que instituciones modernas y eficientes.
Exigen un trato digno y respetuoso. Un trato, en esencia, humano, congruente
entre lo que se dice y lo que se hace.
Esta es la filosofía que estamos aplicando quienes trabajamos en el Sector Agrario
y esperamos que contribuya en parte a saldar la deuda histórica que tenemos con
los que menos tienen y reclaman nuevas oportunidades de desarrollo.
cegal
REGISTRO NACIONAL DE TESTAMENTOS
DIP. ANGÉLICA DE LA PEÑA GÓMEZ,
Presidenta de la Comisiòn Especial de la Niñez,
Adolescencia y Familia de la Cámara de Diputados del
A
H. Congreso de la Unión, LIX Legislatura
cultura de la legalidad
85
enorme desventaja frente a la eventual gestión jurisdiccional por parte de las personas
que por su edad o por su ignorancia, son endebles y vulnerables a la manipulación
alevosa frente al interés que puede provocar la ambición de los sobrevivientes del
testador. Las viudas, los hijos menores de edad, los padres ancianos, entre otros
familiares o no, se encuentran a expensas del leguleyo, cercano o desconocido, que
actúa sin escrúpulos.
La vida está llena de historias alrededor de las controversias que surgen de un
intestado o de un testamento mal planificado. Incluso se podrían escribir miles de
anécdotas resumiendo juicios civiles de intestados en donde los parientes que los
promueven han fallecido. Estas situaciones afectan la estabilidad de las familias y
dejan sin la debida protección que deberían gozar las personas menores de edad
quienes enfrentan una realidad en condiciones de gran desventaja.
También es importante señalar que las consecuencias de la falta de testamento
o de uno mal sustentado se evidencian en los barrios y en las comunidades; por
ejemplo: decenas de casas protegidas por el INAH en los centros históricos de nuestras
ciudades o municipios no pueden ser tocados para su rehabilitación o restauración
porque están inmersos en una litis derivada de algún proceso intestamentario y pasan
los años y los edificios o lo que queda de ellos, se han convertido en verdaderos
basureros. El Estado gasta más en el seguimiento de juicios intestamentarios que
pueden durar toda una vida, incluso existen casos en donde las personas en conflicto
han desaparecido y el juicio sigue su curso interminable.
Por eso ha sido muy pertinente la gestión de la Asociación Nacional del Nota-
riado Mexicano y el Colegio de Notarios del Distrito Federal para incidir en la
creación del Registro Nacional de Testamentos. Igualmente aplaudimos la creación
de la Dirección General de Compilación y Consulta del Orden Jurídico Nacional
en el marco de la Secretaría de Gobernación. Estos espacios y en particular estos
instrumentos son indispensables para que todas las partes interesadas e involucradas
discutan y reflexionen sobre cómo coadyuvar en la solución de los errores y pro-
blemas derivados de estas circunstancias y lo obsoleto de nuestra legislación.
Por lo tanto, una de las cuestiones de primer orden que es necesario impulsar
y fomentar es la nueva cultura a favor del testamento. Trascender esa idea de que
sólo el testamento es para aquellos que están cercanos a la muerte.
C ULTURA DE
86 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Porque aún existiendo disposiciones en el Código de Procedimientos Civiles
para el Distrito Federal por ejemplo, para aquellos casos en los que a la muerte
de uno no se haya previsto hacer un testamento y las autoridades tomen medidas
para asegurar los bienes del difunto (artículos 769 a 789), es importante hacer
hincapié de que en algún momento, y eso desgraciadamente es inevitable, todos
nosotros vamos a fallecer, y qué mejor alivio que para cuando llegue ese momento
tengamos resuelto a quiénes corresponderá todo lo que en nuestros años de existencia
logramos y que en casi todos los casos los legatarios son nuestros familiares cercanos.
En la actualidad al momento de hacer un testamento éste se queda consignado
en alguno de los siguientes registros, según sean las disposiciones de los Códigos
de cada estado en la materia:
C ULTURA DE
88 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
al ámbito local en los términos del artículo 124 constitucional. No creo que sea
correcto que frente a las dificultades que se enfrenta en el ámbito administrativo,
se pretenda su resolución modificando la Constitución Federal. Me parece, con mucho
respeto, que al pretender modificar la Constitución, en concreto el artículo 121 en
su fracción IV como se sugiere, nos puede enfrentar a su impugnación y a la pro-
moción de controversia constitucional por parte de cualquier estado de la república
contra el constituyente permanente, en el supuesto de que se aprobase.
Sin duda, la intención es legítima y sincera: homologar los criterios y establecer
con claridad la creación, instauración y observancia general que respalde al Registro
Nacional de Testamentos para garantizar el intercambio de información, asimismo, la
coordinación y la administración de los datos a nivel nacional; sin embargo el Con-
greso de la Unión no puede modificar lo esencial de nuestra Constitución, a menos
que se establezca una nueva constitucionalidad en el marco de una reforma del
Estado.
Concretaría modestamente algunas propuestas con la intención de comple-
mentar el trabajo promovido y sustentado en los convenios de colaboración con
las entidades federativas y propiamente el impulsado por la Dirección General de
Compilación y Consulta del Orden Jurídico Nacional:
C ULTURA DE
90 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
4 y 5 de octubre de 2004
cultura de la legalidad
cegal
LA CONSTITUCIÓN DE EUROPA ¿PUEDE EL
PROYECTO DE TRATADO CONSTITUCIONAL
MEJORAR LAS ACTUALES DEFICIENCIAS
DEMOCRÁTICAS DE LA UNIÓN EUROPEA?
FERNANDO LOSADA FRAGA,
Junior Researcher del Departamento de Estudios Europeos
del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset,
E
Madrid, España 1
cultura de la legalidad
l presente estudio pretende evaluar los efectos que la aprobación del nuevo
Tratado constitucional supondrá para la Unión Europea, haciendo especial
referencia a su incidencia en las deficiencias democráticas que salpican este
avanzado proceso de integración. Para ello comenzaremos realizando una sucinta
exposición de esas deficiencias, ya estructurales, para constatar después que el pre-
tendido texto constitucional no cumple los mínimos requisitos procedimentales que
le permitirían gozar de tal condición. A renglón seguido nos adentraremos en el
contenido de ese texto para valorar sus novedades, que en la mayor parte de los
casos continuarán poniendo en evidencia la frágil legitimidad sobre la que se asienta
el proceso de integración europea. Finalmente realizaremos una breve descripción
valorativa de las propuestas de reforma de la gobernanza europea, con las que la
Comisión pretende mejorar la percepción que los ciudadanos tienen de la actividad
de la Unión y reforzar así, en la medida de lo posible, el apoyo al proceso de inte-
gración.
1
El presente estudio parte de las investigaciones sobre el proyecto de Tratado constitucional que
ha realizado Agustín José Menéndez, a quién deseo expresar mi agradecimiento por sus agudos
comentarios, origen en gran medida de los aciertos que pudiera tener el texto. Los errores que
en él se encuentren, en cambio, han de ser atribuidos en exclusiva al autor.
93
INTRODUCCIÓN
2
Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), Tratado de la Comunidad Euro-
pea de la Energía Atómica (CEEA) y Tratado de la Comunidad Económica Europea (CEE). El primer
Tratado se firmó en 1951, y su éxito propició la firma de los otros dos en 1957.
3
Esos parámetros se exigían inicialmente de forma implícita, pero desde la entrada en vigor del
Tratado de Ámsterdam fueron incluidos de forma expresa en el articulado del Tratado de la Unión
Europea (TUE) al modificar aquél la redacción del artículo 49 TUE (antiguo artículo 0), que des-
de entonces literalmente establece que cualquier Estado europeo que respete los principios enun-
ciados en el apartado 1 del artículo 6 podrá solicitar el ingreso como miembro en la Unión (…).
Dicho artículo, también modificado en Ámsterdam, afirma que la Unión se basa en los principios
de libertad, democracia, respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales y el
Estado de Derecho, principios que son comunes a los Estados miembros.
4
No obstante, conviene no olvidar que en más de un oscuro episodio algunos Estados miembros
no han sido fieles a esos principios tan solemnemente proclamados. Como ejemplos simplemente
señalamos la actuación del ejército francés en Argelia o el asunto GAL en España.
5
Grecia ingresó en la CEE en 1981 y Portugal y España lo hicieron en 1986.
C ULTURA DE
94 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
si no definitivo, hacia el respeto de los caracteres democráticos y la consolidación
de las diferentes democracias nacionales.
Pero el proceso de integración europea propicia en los ya miembros, además,
una revisión permanente del respeto de los principios anteriormente enunciados,
especialmente desde que se incluyó en los Tratados la posibilidad de suspender
determinados derechos atribuidos a los Estados (incluido el de voto en la toma de
decisiones comunitarias)6 en caso de no respetar los presupuestos democráticos
esenciales.
No obstante, el verdadero reto de la Unión Europea en lo relativo a la conso-
lidación democrática se refiere no a las democracias nacionales, sino al propio orden
supranacional. Efectivamente, los Tratados fundacionales pretendían la consecución de
una integración económica tanto sectorial (Tratados CECA y CEEA) como general
(Tratado CEE), pero siempre puesta al servicio de un proceso más amplio de inte-
gración política.7 En una Europa desolada tras el fin de la II Guerra Mundial, el ideal
de esa unión política caló con fuerza y se convirtió en predominante, de modo que
en el ánimo de los dirigentes de los Estados fundadores la firma de los Tratados
estaba subordinada a un objetivo superior al expresado en los mismos, lo que
impregnó de un contenido adicional a esos textos y determinó la interpretación que de
ellos habría de realizarse. Por lo tanto, a partir de la firma de unos tratados interna-
cionales sui generis como los comunitarios, ha ido configurándose un sistema político
6
Esta cláusula fue introducida por el Tratado de Ámsterdam y definitivamente comunitarizada en
la reforma llevada a cabo en Niza. Hasta el momento, tan sólo se ha amenazado con su aplica-
ción en 2000, con motivo de la llegada al poder en Austria de un partido defensor de ideas de
contenido xenófobo. En esa ocasión, el informe realizado a petición de la presidencia de la Unión
Europea por tres observadores independientes (Informe acerca del compromiso austriaco con los
valores europeos comunes, en particular en lo relativo a los derechos de las minorías, de los refu-
giados y de los inmigrantes) concluyó que el nuevo gobierno respetaba los principios democráticos.
No cabe descartar, sin embargo, que hayan sido precisamente la amenaza de las posibles sanciones
y el control de los observadores los factores decisivos a la hora de que el gobierno austriaco no
pusiese en práctica los puntos más controvertidos de su ideario político.
7
De hecho, en 1954 los seis Estados fundadores de las Comunidades estuvieron a punto de dar
un paso definitivo en ese sentido, pues proyectaban crear una Comunidad Política Europea (CPE)
como colofón al movimiento en pro de la integración que supondría la puesta en marcha de la
Comunidad Europea de Defensa (CED). Sin embargo, la Asamblea francesa rechazó en el último
momento y de forma inesperada la ratificación del Tratado CED, lo que supuso el desvanecimiento
de toda esperanza de alcanzar la ansiada comunidad política por esa vía y encauzó el proceso de
integración hacia la CEE.
El ámbito de influencia del sistema político comunitario, apoyado por ese orden
jurídico propio en el que se fundamenta, no ha dejado de ampliarse desde el
8
Los dos hitos unánimemente aceptados como los fundadores de ese nuevo orden jurídico son las
Sentencias del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (TJCE) Van Gend en Loos, de 5
de febrero de 1963 (as. 26/62); y Flaminio Costa C. ENEL, de 15 de julio de 1964 (as. 6/64).
9
Sirva como ejemplo Schmitter, Philippe C. y su contribución al debate acerca de la democrati-
zación de la Unión Europea: How to democratize the European Union... and why bother?, Rowman
& Littlefield, Boulder, 2000. Sobre los problemas democráticos y de legitimidad de la Unión Europea
puede acudirse, además, a Scharpf, Fritz, Democratic Policy in Europe, European Law Journal, julio
de 1996, volumen 2, número 2; y Governing in Europe: Effective and Democratic?, Oxford,
Oxford University Press, 1999 (existe una versión en castellano: Gobernar en Europa. ¿Eficaz y
democráticamente?, Madrid, editorial Alianza, 2000); a Odvar Eriksen, Erik y Fosum, John Erik
(editores), Democracy in the European Union. Integration trough Deliberation, Routledge, Londres,
2000; o a Lord, Chritopher, A Democratic Audit of the European Union, Palgrave, Hampshire,
2004, por poner algunos ejemplos.
C ULTURA DE
96 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
momento en el que se firmaron los Tratados. No se trata únicamente de que el
número de materias sobre las que la Unión Europea decide se haya incrementado
de forma incesante, sino que, además, su influencia en cada una de ellas es cada
vez mayor. Esta vis atractiva del Derecho Comunitario se traduce en la limitación del
margen de maniobra de los Estados miembros, es decir, supone una merma en la
capacidad de éstos para actuar de forma independiente (buena prueba de ello es
que casi dos tercios de las normativas aprobadas en los parlamentos nacionales
constituyen implementaciones de normas comunitarias). Atendiendo simplemente a
este dato se comprende la importancia de los estudios acerca del respeto de los
principios democráticos en ese ámbito que en multitud de ocasiones suplanta o
coarta al nacional a la hora de adoptar decisiones, es decir, en la Unión Europea.
En este sentido hemos de mencionar algunas deficiencias democráticas detec-
tadas en el ámbito comunitario, bien sean coyunturales, bien estructurales. Entre las
primeras debemos señalar, aunque sea brevemente, la evolución en la protección de
los derechos y libertades fundamentales a lo largo del proceso de integración europea.
Teniendo en cuenta que inicialmente no se consideraba que las disposiciones previs-
tas en los Tratados pudiesen lesionar los derechos fundamentales de los ciudadanos,
no se incluía en ellos cláusula o disposición alguna al respecto. No obstante, de forma
pretoriana el TJCE no sólo controló el efectivo respeto de esos derechos, sino que
lo impuso como parámetro de validez del derecho comunitario.10 En la actualidad
los derechos fundamentales siguen siendo protegidos en la Unión Europea de la
misma forma, aunque el proyecto de Tratado por el que se instituye una Consti-
tución para Europa (en adelante proyecto de Tratado constitucional) recoge la Carta
de Derechos Fundamentales de la Unión Europea solemnemente proclamada en
Niza11 y le otorga plena eficacia jurídica, con lo que los ciudadanos dispondrán por
10
La jurisprudencia en la que se desarrolló esta doctrina acerca de los derechos fundamentales
parte de tres resoluciones esenciales: las sentencias TJCE Erich Stauder C. Ville d’Ulm-Sozialamt,
de 12 de noviembre de 1969 (as. 29/69); Internationale Handelgesellschaft mbH C. Einfuhr-und
Vorratsstelle für Getreide und Futtermittel, de 17 de diciembre de 1970 (as. 11/70); y J. Nold,
Kohlen-und Baustoffgrobhandlung C. Comisión, de 14 de mayo de 1974 (as. 4/73).
11
La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea fue concebida con el objeto de hacer
visibles a los ojos de los ciudadanos, de forma ordenada y sistemática, los derechos que ya les
eran reconocidos de forma casuística en la Unión Europea.
12
El artículo 190.4 TCE establece que el Parlamento Europeo elaborará un proyecto encaminado
a hacer posible su elección por sufragio universal directo, de acuerdo con un procedimiento uni-
forme en todos los Estados miembros o de acuerdo con principios comunes a todos los Estados
miembros. No obstante, no parece que esta carencia vaya a ser remediada a corto plazo.
C ULTURA DE
98 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
La Comisión Europea, por otra parte, es el órgano que representa los intereses
generales de la Unión, aunque su elección no depende de los ciudadanos, sino de
los Estados miembros (decisión que ha de ser ratificada por el Parlamento Europeo).
Por esta razón se tiende a considerar que su labor es meramente técnica, aunque
como veremos esto dista de ser así.
Finalmente el esquema institucional de la Unión lo completa el Tribunal de Justicia
de las Comunidades Europeas (TJCE), formado por jueces nombrados directamente
por los Estados miembros (uno por Estado). La peculiaridad propia del TJCE es que se
configura no como mero foro de resolución de conflictos acerca de la interpretación
y el cumplimiento de los Tratados, como es habitual en el Derecho Internacional,
sino como un tribunal de Derecho obligatorio ante el que se sustancian asuntos
materiales. Gracias a esta especial naturaleza, el TJCE ha podido moldear el proceso
de integración europea con su jurisprudencia, convirtiéndose en uno de los actores
cruciales (si no en el crucial)13 del mismo.
Esta original estructura institucional, motivada por la concepción de las Comu-
nidades como una construcción jurídica a medio camino entre las organizaciones
internacionales clásicas y las federaciones de Estados, da lugar a un reparto de los
poderes legislativo, ejecutivo y judicial que no responde al habitual esquema propio
de los Estados. Si bien el poder judicial es ejercido por el TJCE en estrecha colabora-
ción con los tribunales nacionales, que aplican el Derecho Comunitario como Derecho
interno, los poderes tanto ejecutivo como legislativo están más fraccionados. El pri-
mero recae en la Comisión Europea y los Estados miembros, obligados por los
propios Tratados a respetar el Derecho Comunitario.14 Así pues, la Unión Europea
no dispone de una administración propia, sino que son las administraciones nacionales
las que, en virtud de un modelo de federalismo ejecutivo, ejercen esas funciones.
13
Así lo considera Joseph H. H. Weiler en The Transformation of Europe, The Yale Law Journal,
junio de 1991, volumen 100, número 8, (puede encontrarse traducido al castellano como La
transformación de Europa en Weiler, Europa, fin de siglo, Madrid, Centro de Estudios Constitu-
cionales, 1995).
14
La conocida como cláusula de lealtad comunitaria está recogida en el artículo 10 TCE, cuyo tenor
literal es el siguiente: Los Estados miembros adoptarán todas las medidas generales o particulares apro-
piadas para asegurar el cumplimiento de las obligaciones derivadas del presente Tratado o resultan-
tes de los actos de las instituciones de la Comunidad. Facilitarán a esta última el cumplimiento de
su misión. Los Estados miembros se abstendrán de todas aquellas medidas que puedan poner en
peligro la realización de los fines del presente Tratado.
C ULTURA DE
100 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
mercado común. Los retrasos derivados de las lentas y costosas negociaciones con
objeto de armonizar los estándares mínimos exigidos para comercializar los produc-
tos (integración positiva) impedían alcanzar el ansiado objetivo del mercado interior,
para lo cual resultó de vital importancia el principio de reconocimiento mutuo. Este
principio, instaurado por el TJCE en su sentencia Cassis de Dijon,15 considera que todo
producto legalmente comercializado en su Estado miembro de origen puede igual-
mente comercializarse en el resto de los miembros (encarna, por tanto, la integración
negativa).16 Esta forma de integración minimiza las exigencias para acceder al mer-
cado, favoreciendo al tiempo la consecución del mercado interior. No obstante, tal
vez el coste que implica sea demasiado alto, pues la integración negativa no tardó
en hacer patente la necesidad de normas que protegiesen los derechos de los con-
sumidores, la salud de los mismos o un cierto nivel de calidad de los productos (se
trata tan sólo de algunos ejemplos) en el ámbito comunitario, dada la ineficacia que
presentaban las soluciones nacionales a estos problemas ahora comunes. Y mien-
tras estas normas no eran adoptadas, nuevamente debido a que las diferentes con-
cepciones sobre las soluciones a tomar conducían al desacuerdo, los Estados se vieron
abocados a competir entre sí para conseguir atraer los factores de producción a sus
territorios, produciéndose el efecto denominado como desregulación competitiva.
Esta desregulación afecta a las políticas sociales de todos los Estados miembros, y
solamente la adopción en el ámbito comunitario de normas sociales comunes a
todos los miembros podrá solventar el desequilibrio entre la desregulación que da
origen al mercado interior y la infructuosa regulación social en el ámbito nacional.
La instauración del principio de reconocimiento mutuo en el ámbito del mercado
interior conlleva, por tanto, una reducción a la baja de los parámetros de protec-
ción de los ciudadanos que todavía no encuentra remedio en el ámbito comunitario.
15
Sentencia TJCE Rewe-Zentral ag C. Bundesmonopolverwaltung für Branntweil, de 20 de febrero de
1979 (as. 120/78).
16
La distinción entre integración positiva e integración negativa y las implicaciones que conlleva han
sido puestas de relieve, entre otros, por Scharpf, Fritz W. en Negative and positive integration in the
political economy of European Welfare State, en Marks, Gary, Scharpf, Fritz W., Schmitter, Philippe
C. y Streeck, Wolfgang, Governance in the European Union, Londres, Sage publications, 1996.
17
Si bien su motivación principal consistía en acomodar el viejo sistema institucional ideado para
seis miembros a una Unión de veinticinco Estados.
18
Tal y como enunció Max Weber.
C ULTURA DE
102 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
el tema.19 En primer lugar, no parece claro que existiese un momentum constitu-
cional, es decir, una voluntad generalizada de reelaborar el marco institucional en el
que se desarrolla la actividad política. Al menos, esa voluntad no superó los círculos
políticos y académicos de los que partió20 para permitir considerar al conjunto de
la Unión Europea como la artífice de la puesta en marcha del proceso constituyente.
En segundo lugar, dado el especial carácter del que se pretendía dotar al texto
constitucional, se abandonó el sistema tradicional de reforma de los Tratados, con
el que se acudía a una Conferencia Intergubernamental (CIG) en la que los repre-
sentantes de los Estados miembros acordaban el contenido del texto conforme a
los cánones del Derecho internacional clásico (se precisaba, por tanto, el voto uná-
nime de las partes) y, en su lugar, se recurrió a una fórmula ya empleada para la
elaboración de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, a
saber, la formación de un foro de representantes (la Convención)21 que debatiera y
propusiera la redacción del texto. Si bien esta segunda Convención presenta
mejoras respecto de la primera,22 su labor concluye con la presentación de una
propuesta, recayendo todavía la decisión última en la CIG. Si a ello le añadimos que
19
En este sentido, conviene destacar el trabajo de Fosum, John Erik y Menéndez, Agustín José, The
Constitution’s Gift: From Treaty to Constitution, Working Paper 1/04 del Departamento de Estudios
Europeos del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, enero de 2004; que ha tenido
continuidad en Menéndez, Agustín José, Between Laeken and the Deep Blue Sea. A Deliberative-
democratic Assessment of the Draft Constitution of the European Union, Working Paper 4/04 del
Departamento de Estudios Europeos del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset,
julio de 2004.
20
El punto de arranque del proceso constituyente se acepta comúnmente que se produjo con el
discurso del Ministro de Asuntos Exteriores alemán, Joschka Fischer, en la Universidad de Hum-
boldt. En el ámbito académico, sin embargo, el debate comienza mucho tiempo atrás. Sirvan como
ejemplo los escritos de Joseph H. H. Weiler, Does Europe need a Constitution? Demos, Telos, and
the German Maastricht Decision; Dieter Grimm, Does Europe need a Constitution?; y Jürgen
Haberlas, Remarks on Dieter Grimm’s ‘Does Europe need a Constitution?, todos ellos incluidos en
European Law Journal, volumen 1, número 3, noviembre de 1995. Además, ya con el proceso
político iniciado, Jürgen Haberlas, Why Europe needs a Constitution, New Left Review, volumen
11, septiembre-octubre 2001.
21
Con ese nombre, que remite al de los órganos constituyentes clásicos, se autodenominó la primera
asamblea, pretendiendo incrementar la legitimidad de su propuesta mediante criterios puramente
formales.
22
La primera Convención contaba con 62 miembros (15 representantes personales de los gobiernos
de los Estados miembros, un representante de la Comisión, 16 eurodiputados y 30 diputados nacio-
nales), mientras que en esta segunda el abanico de instituciones representadas era mucho más
amplio, debido a que se quería conceder la apariencia de constituyente al proceso de reforma de los
Tratados. Por esta razón participaron de sus debates 16 eurodiputados, dos representantes de la
Comisión, 28 representantes de los gobiernos de los Estados miembros o de los entonces candi-
datos, y 56 representantes de los parlamentos nacionales de los Estados miembros o de los entonces
candidatos. Asimismo se permitió la contribución de todos los interesados en el proceso.
23
De hecho, los Estados reunidos en la CIG modificaron multitud de cláusulas de la propuesta pre-
sentada por la Convención, siendo especialmente conflictiva (y en muchos casos pública) la
negociación acerca de los criterios de votación de las decisiones en el seno del Consejo.
C ULTURA DE
104 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
legítima constitución democrática. Es más, si bien la pregunta a la que a lo largo de
los próximos meses se verán sometidos los ciudadanos europeos pretenderá
culminar el proceso constituyente, es decir, conocer su disposición acerca del esta-
blecimiento de un texto dado como Constitución Europea, la falta de un debate
articulado tanto en el plano nacional como a escala europea sobre el mismo harán
que la respuesta de aquellos que decidan alzar su voz en las urnas se refiera al
hecho mismo de que exista una Constitución en Europa y no al texto en concreto;
en otras palabras, su respuesta corresponderá a lo que debería ser el punto de
partida del proceso constituyente, la constatación de que el momentum constitu-
cional es el propicio, y no al punto final del mismo. Lamentablemente, el texto a
refrendar ya ha sido fijado de mutuo acuerdo por los Estados miembros y no parece
que pueda ser modificado. Es presumible, por tanto, que la opinión de los ciuda-
danos europeos no se referirá al texto de casi 350 páginas sino al hecho mismo
de que exista una Constitución, lo que no deja de suponer un riesgo enorme para
el proceso de integración europea: los europeos otorgarán rango constitucional a
normas que prácticamente la totalidad de ellos desconocen, sin perjuicio de las
repercusiones que esas normas tengan sobre el ordenamiento jurídico (muchas de
ellas permanecerían ocultas incluso aunque los ciudadanos hubiesen leído el texto
con atención).
Pero al margen de la dificultad que supone su lectura y comprensión, la reduc-
ción de la opinión que merezca el contenido de un texto tan extenso a un sí o un
no sin mayores matices, como se propondrá en los próximos referenda, y sin que
la sociedad haya procedido a un debate serio sobre el mismo, difícilmente contri-
buirá a legitimar la Unión Europea.
24
La versión definitiva del mismo, a la que nos referiremos si no se indica otra cosa, lleva el enca-
bezamiento Tratado por el que se establece una Constitución para Europa (documento CIG 87/04)
y está fechado el 6 de agosto de 2004. Puede encontrarse en:
http://ue.eu.int/igcpdf/es/04/cg00/cg00087.es04.pdf.
25
No nos resistimos a recomendar la lectura de algunos análisis críticos, los primeros, sobre ver-
siones preliminares del texto, como los de Kokott and Rüth, The European Convention and its
Draft Treaty Establishing a Constitution for Europe: Appropriate answers to the Laeken questions?,
Common Market Law Review, volumen 40, 2003; Anne Peters, European Democracy after the
2003 Convention, Common Market Law Review, volumen 41, páginas 37-85, 2004; o el ya citado
Between Laeken and the Deep Blue Sea. A Deliberative-democratic Assessment of the Draft Cons-
titution of the European Union, Working Paper 4/04 del Departamento de Estudios Europeos del
Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, julio de 2004, de Agustín José Menéndez.
De especial interés, por la importancia de los participantes y la variedad de sus contribuciones,
puede resultar la consulta de Joseph H. H. Weiler y Christopher L. Eisgruber (editores) Altneu-
land: The EU Constitution in a Contextual Perspective, Jean Monnet Working Paper 5/04, disponible
en http://www.jeanmonnetprogram.org/papers/04/040501.html.
C ULTURA DE
106 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
trapropuestas intensamente debatidas en el seno de la Convención, se concedió el
trabajo de simplificación y adaptación de esta parte III a un grupo de especialistas
en Derecho Comunitario. Este proceder no sería objetable si esas normas se sub-
ordinasen al contenido del propio texto constitucional, es decir, si su rango fuese
equiparable a lo que en el ámbito nacional es el rango legal, pero en el último
momento se optó por la introducción de esta tercera parte en el núcleo constitu-
cional. Esta sobreconstitucionalización producirá serias disfunciones, pues permite
que formen parte del bloque de constitucionalidad no sólo las normas que confi-
guran el sistema político comunitario, sino también normas que suponen la adopción
implícita de decisiones políticas y que solamente se pueden modificar mediante la
práctica de la reforma constitucional (para lo que se precisaría un acuerdo entre los
veinticinco miembros).
Pero si a los ciudadanos les llamará la atención la extensión del texto, los ya
familiarizados con la jerga comunitaria encontrarán varias novedades de interés al
examinar el proyecto de Tratado constitucional. Una de las más llamativas se refiere
a la variación de la nomenclatura empleada para identificar los actos jurídicos de la
Unión, tras la que los antiguos reglamentos (normas directamente aplicables en
todos los Estados miembros) y directivas (normas que obligan a los Estados miembros
a alcanzar un objetivo) pasarán a denominarse leyes y leyes marco comunitarias.
Tras la decisión de imponer esta nueva nomenclatura se esconde la idea de intentar
incrementar la legitimación de los actos comunitarios simplemente a través de la
redenominación de los mismos (recordemos que la ley es la expresión de la volun-
tad popular). Sin embargo, esta redenominación es un arma de doble filo, pues en
el caso de que una ley o una ley marco establezca ciertas disposiciones que no
sean mayoritariamente aceptadas por los ciudadanos europeos, éstos podrían plan-
tearse la revisión de la legitimidad del procedimiento por el que el acto ha sido
aprobado, poniendo en cuestión la del conjunto del sistema de adopción de deci-
siones comunitarias. En ese caso, además, el recurso de los gobiernos nacionales
a que la decisión ha sido impuesta por la Unión carecería de sentido. Hasta ahora
los ciudadanos podían soportar ciertas imposiciones de los reglamentos y directivas
26
Como bien señala Menéndez, Agustín J., La antigua terminología reglamento/directiva es un
recordatorio permanente de la insuficiente democratización del procedimiento legislativo comuni-
tario; en Ni Constitución ni tratado, sino todo lo contrario. Un análisis del proyecto de Tratado
Constitucional desde la perspectiva de la democracia deliberativa, Draft paper en poder del autor.
27
El artículo I-25 del proyecto de Tratado constitucional, en su apartado primero, dispone que la
mayoría cualificada se definirá como un mínimo del 55 por ciento de los miembros del Consejo
que incluya al menos a 15 de ellos y represente a Estados miembros que reúnan como mínimo
el 65 por ciento de la población de la Unión. Una minoría de bloqueo deberá sumar por lo menos
cuatro miembros del Consejo, a falta de lo cual la mayoría cualificada se considerará alcanzada.
El segundo apartado de este mismo artículo completa el régimen al afirmar que no obstante lo
dispuesto en el apartado 1, cuando el Consejo no actúe a propuesta de la Comisión o del Minis-
tro de Asuntos Exteriores de la Unión, la mayoría cualificada se definirá como un mínimo del 72
por ciento de los miembros del Consejo que represente a Estados miembros que reúnan como
mínimo el 65 por ciento de la población de la Unión.
28
Debemos tener en cuenta que según lo acordado en la reforma de los Tratados realizada en
Niza, a España, con una población de 40 millones de personas, le correspondían 27 votos en el
Consejo, mientras que Alemania, con 80 millones de habitantes, debía conformarse con 29 votos.
29
Concretamente el artículo I-34.1 del proyecto de Tratado constitucional establece que las leyes
y leyes marco europeas serán adoptadas (…) por el procedimiento legislativo ordinario (…).
C ULTURA DE
108 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
amplio, pero se reduce en último término al veto de la propuesta, lo que en ningún
caso es equiparable a la última palabra legislativa que se le asigna al Consejo. Existe
un desequilibrio, por tanto, entre los poderes del Consejo y los del Parlamento
Europeo.30
Pero además, a la pretensión de hacer de la codecisión el procedimiento
de adopción de decisiones comunitarias ordinario, se contrapone la imposición de
numerosas excepciones al mismo. Lo más importante a destacar aquí, en lugar
de proceder a la enumeración exhaustiva de esos ámbitos, es que se trata de aquellos
en los que el papel de los Estados es todavía predominante, bien por tratarse de
materias sujetas al ámbito intergubernamental, bien por ser materias comunitarizadas
en las que aun es precisa la unanimidad. Lamentablemente, en este último grupo
se encuentran los aspectos más sociales de la integración, con lo que se constitu-
cionalizan las deficiencias detectadas entre la integración económica y la social, que
se ve relevada al ámbito nacional. Pero la eficacia de la actuación de los Estados
miembros en estas materias se ve limitada por la movilidad de los factores produc-
tivos impuesta por los Tratados, lo que trágicamente conduce, como vimos, a la
desregulación competitiva, siempre ventajosa para las empresas pero no para los
ciudadanos, lo que repercutirá de nuevo en el cuestionamiento popular de la legi-
timidad de las acciones comunitarias.
El proyecto de Tratado constitucional presenta también algunas medidas que
pueden contribuir a paliar la carencia de legitimidad del procedimiento de toma de
decisiones comunitario, como es el caso de la inclusión de la posibilidad de que la
iniciativa legislativa provenga de los ciudadanos.31 Pero nuevamente la propuesta
puede resultar nociva para la legitimidad de la Unión, pues en el caso de que con
la iniciativa popular se solicite la aprobación de una medida contraria a un precepto
30
Ver artículo III-396 del proyecto de Tratado constitucional. Un análisis detallado de este artículo
permite concluir, además, que las mayorías exigidas al Parlamento Europeo son más gravosas a
la hora de vetar o presentar enmiendas a la propuesta que a la de aprobar la misma, lo que cons-
tituye un nuevo desequilibrio a favor del Consejo.
31
El artículo I-47.4 establece que un grupo de al menos un millón de ciudadanos de la Unión,
que sean nacionales de un número significativo de Estados miembros, podrá tomar la iniciativa
de invitar a la Comisión, en el marco de sus atribuciones, a que presente una propuesta adecuada
sobre cuestiones que estos ciudadanos estimen que (sic) requiere un acto jurídico de la Unión
para los fines de la aplicación de la Constitución. (…).
32
Artículo I-50.2 del proyecto de Tratado constitucional.
33
Se trata del Protocolo sobre las funciones de los parlamentos nacionales en la Unión Europea
(en adelante, protocolo sobre los parlamentos nacionales), que se complementa con el Protocolo sobre
la aplicación de los principios de subsidiariedad y proporcionalidad (en adelante, protocolo
sobre la subsidiariedad).
34
Artículo 1 del protocolo sobre los parlamentos nacionales en combinación con el artículo 4 del
protocolo sobre la subsidiariedad.
C ULTURA DE
110 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Pero además, desde el momento en que entre en vigor el Tratado constitucio-
nal (si es que finalmente lo hace) los parlamentos nacionales participarán en el proce-
dimiento legislativo de la Unión Europea, aunque no interviniendo en la formación de
la voluntad común, sino en la defensa de sus competencias nacionales. Efectivamente,
el protocolo dotará a esos parlamentos de la posibilidad de controlar la conveniencia
de que la actividad normativa deba realizarse en el ámbito comunitario y no en el
nacional. Por tanto, se les permite presentar una alerta temprana para verificar que
la iniciativa legislativa de la Comisión respeta el principio de subsidiariedad, según el
cual en el caso de que las competencias sean compartidas entre la Unión y los Esta-
dos miembros la actuación se realizará en el nivel más cercano posible a los ciudadanos
que permita alcanzar los objetivos perseguidos. No obstante, esta alerta temprana tan
sólo podrá presentarse respecto de la propuesta legislativa de la Comisión y en un
plazo de seis semanas desde que es remitida al Consejo, al Parlamento Europeo y
a los Parlamentos nacionales.
La imposición de ese plazo de seis semanas responde a la necesidad de no
retrasar en exceso el procedimiento legislativo comunitario. No obstante, no parece
que sea ese un tiempo de reacción suficiente para que los Parlamentos nacionales
analicen el contenido de la propuesta y, en caso de considerarla lesiva de sus inte-
reses, presenten un dictamen que fuerce a la Comisión a revisar su iniciativa, pues
el protocolo sobre la aplicación de los principios de subsidiariedad y proporcionalidad
exige para ello la presentación de este tipo de dictámenes por un tercio de las
cámaras parlamentarias nacionales.35 No obstante, los efectos de esta queja se reducen
a que la Comisión motive suficientemente la decisión que finalmente adopte, ya
sea la retirada de la iniciativa, la modificación de la misma o el mantenimiento del
texto intacto. En este sentido, las nuevas funciones otorgadas a los parlamentos
nacionales apenas varían la realidad existente, pues en la redacción actual del pro-
tocolo ya se obliga a la Comisión a motivar la necesidad de actuación en el ámbito
comunitario de acuerdo con el principio de subsidiariedad.36
Así lo establece el actual protocolo sobre la aplicación de los principios de subsidiariedad y pro-
36
motivos en los que se basa con vistas a justificar que cumple los principios de subsidiariedad y
proporcionalidad; las razones para concluir que un objetivo comunitario puede lograrse mejor a
nivel de la Comunidad deben justificarse mediante indicadores cualitativos o, cuando sea posi-
ble, cuantitativos) y, especialmente, en el 9 (Sin perjuicio de su derecho de iniciativa, la Comi-
sión debería (…) justificar la pertinencia de sus propuestas en relación con el principio de sub-
sidiariedad; en caso necesario el memorandum explicativo que acompañe a una propuesta dará
precisiones a este respecto).
37
Así lo hace el artículo 6 del protocolo sobre la subsidiariedad al establecer que incumbirá a
cada Parlamento nacional o a cada cámara de un Parlamento nacional consultar, cuando proceda,
a los Parlamentos regionales que posean competencias legislativas.
C ULTURA DE
112 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
la posibilidad de que esta alerta temprana sea empleada por parlamentos nacionales
como un apoyo legítimamente cualificado al rechazo de una iniciativa por parte del
ejecutivo (situación nada improbable, dado que en muchas democracias europeas
el gobierno es directamente soportado por el legislativo), lo que redundaría en la
deslegitimación de la norma comunitaria final; si atendemos a todas esas circunstancias,
como decíamos, podemos concluir que la participación de los parlamentos nacio-
nales en el ámbito comunitario producirá situaciones complejas que habrán de ser
resueltas de forma casuística, pero que en ningún caso corregirán las deficiencias
que históricamente han permitido que sus competencias legislativas se hayan visto
drásticamente reducidas.
LA REFORMA DE
LA GOBERNANZA EUROPEA
COMO ESTRATEGIA
PARALELA DE LEGITIMACIÓN
38
Comisión Europea, La gobernanza europea. Un libro blanco, COM (2001) 428 final, de 25 de julio
de 2001. Para una valoración crítica de sus propuestas debe acudirse a Christian Joerges, Yves
Mény y Joseph H. H. Weiler (editores), Mountain or Molehill? A Critical Appraisal of the Comi-
sión White Paper on Governance, Jean Monnet Working Paper 6/01, Florencia y Harvard, 2001.
39
Una bibliografía básica al acerca de la formulación teórica de la gobernanza debería incluir a
Jan Kooiman (editor), Modern Governance. New Government-Society Interactions, Londres,
C ULTURA DE
114 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Es indudable que la apertura de la actividad comunitaria, ejemplificada en la
exigencia de mayor transparencia en la labor de las instituciones a lo largo de todo
el proceso legislativo, debe ser bien recibida. Asimismo, la creación de canales para
que los ciudadanos participen en ese proceso exponiendo sus opiniones, preocupa-
ciones, críticas, etcétera, parece aconsejable. Sin embargo, no saludaremos con tanto
entusiasmo estas innovaciones si nos aproximamos a la realidad de las propuestas
presentadas.
Según el Libro Blanco de la Gobernanza, no sólo los ciudadanos tienen dere-
cho a acceder a los documentos de las instituciones y a participar en el proceso
legislativo (o al menos en la configuración de la iniciativa a presentar por la Comi-
sión), sino que también los intereses privados deben disfrutar de ambas concesiones.
Estas propuestas, que ya han sido incluidas en la redacción final del proyecto de
Tratado constitucional (concretamente en los artículos I-46.3, I-47 y I-50.1), crean
un conflicto de entidad, pues significan que o bien la comunidad política europea
está integrada tanto por ciudadanos como por organizaciones, asociaciones, etcétera
(lo que supondría una novedad sin precedentes y de repercusiones que merecerían
un estudio aparte), o bien que la participación de los ciudadanos está siendo utili-
zada como un instrumento al servicio de la mayor eficacia de la Unión, y no es
considerada como un fin en sí mismo sustentado en los legítimos derechos políticos
de aquellos. Y, a buen seguro, ninguna de ambas conclusiones resultará reconfor-
tante para los europeos.
Pero la situación se agrava aun más al examinar el papel central que ha de
desempeñar la Comisión en el modelo de gobernanza que propone, pues sería en
esta institución en la que recaería la función de sopesar los intereses privados,
expuestos por la sociedad civil, y los públicos, que ella misma debería defender,
para conjugarlos en su iniciativa legislativa. Un nuevo problema surge si tenemos en
cuenta que los intereses públicos deberían ser tanto defendidos como ponderados
en relación a los privados por instituciones legitimadas para expresar la voluntad
popular, es decir, por instituciones representativas, condición de la que la Comisión
carece. Así pues, todo parece indicar que el interés público saldrá perjudicado de la
introducción de estas propuestas en el proyecto de Tratado constitucional, sin descar-
41
Para el estudio y comprensión de este fenómeno es obligada la referencia a Christian Joerges y
Ellen Vos (editores), EU Committees: Social Regulation, Law and Politics, Londres, Hart Publishing,
1999.
42
Sobre las agencias reguladoras, conviene acudir a Giandomenico Majone (editorial), Regulating
Europe, Londres, Routledge, 1996; Michelle Everson, Independent Agencies: Hierarchy Beaters?,
European Law Journal, Julio de 1995, volumen 1, número 2; o Alexander Kreher (editorial), The EC
Agencies between Community Institutions and Constituents: Autonomy, Control and Accountabi-
lity, Florencia, European University Institute, 1998.
C ULTURA DE
116 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
mayor. Sus propuestas en este sentido pretenden aumentar la eficacia de la activi-
dad comunitaria a través de la mejora de la ejecución del Derecho Comunitario,
para lo que se proponen consultas con los afectados por las normas, los entes
nacionales, regionales y subregionales que las aplicarán, etcétera, a fin de tener en
cuenta ya en el momento de la aprobación de las mismas el contexto en el que
habrán de aplicarse.
Dejando a un lado el espinoso debate acerca de si la legitimidad de resultado
puede sustentar por sí misma un proceso de integración supranacional como el
europeo, no cabe duda de que la eficacia de la acción comunitaria al menos contri-
buiría a mejorar la percepción que los ciudadanos tienen de la Unión. Se trata, por
tanto, de un adecuado complemento a la legitimidad de origen de las Comunida-
des, tan cuestionada hoy en día.
Finalmente, el último principio con el que el Libro Blanco pretende conseguir
una Europa más legítima es el de coherencia. Parece indudable que la coherencia
del conjunto de la actividad comunitaria redundará en una mejor comprensión del
proyecto de integración europea por parte de los ciudadanos, al impedir enfoques
sectoriales en el desarrollo de las políticas comunitarias o actuaciones contradictorias
en la ejecución de éstas, por ejemplo. Sin embargo, la coherencia exige, ante todo,
priorizar unos objetivos sobre otros, adjudicándoles recursos económicos, materiales
y humanos en función de la importancia de cada uno de ellos. Esto implica la exis-
tencia de un proyecto político que prima los objetivos de unas políticas sobre los
de otras y la de un poder político decisorio que lo aplica. Y todo poder político de
estas características debe estar directamente legitimado por los ciudadanos, lo que nos
permite concluir que, debido a que la Unión carece de tal carácter, el conjunto de
las propuestas del Libro Blanco de la Gobernanza no harán sino ahondar las defi-
ciencias democráticas del proceso de integración europea.
CONCLUSIÓN
C ULTURA DE
118 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
ante la redenominación de los actos jurídicos comunitarios o la sobreconstituciona-
lización de determinados ámbitos del Derecho Comunitario, reformas claramente
contraproducentes si lo que se pretende es incrementar la legitimidad de la Unión.
Respecto de la segunda estrategia de legitimación, la propuesta por la Comi-
sión bajo el emblema de la gobernanza, no podemos más que señalar que su puesta
en marcha supondrá una merma notable de la legitimidad de la Unión al hacer
patente que las decisiones comunitarias no responden a un programa político elegido
por los ciudadanos, sino impuesto por una institución supranacional, la Comisión,
en nombre de un ideal de progreso y convivencia pacífica. Sin renunciar en ningún
caso a esos ideales, debemos recordar que a lo largo de la historia todos los ejemplos
de paternalismo similares han finalizado con el despertar de la sociedad dirigida. Y
tal vez la frustración del sueño constitucional suponga el amanecer malhumorado
de los europeos.
4 DE OCTUBRE DE 2004
cegal
LOS PARLAMENTOS DEL MUNDO
LIC. MORELOS CANSECO GÓMEZ,
Coordinador de Asuntos Jurídicos del
Comité Estatal del PRI en Tamaulipas
S
cultura de la legalidad
121
Decía yo que el tema es amplísimo porque prácticamente todo Estado Moderno
tiene un parlamento. Por lo menos 140 países han decidido ingresar a la Unión Parla-
mentaria Internacional, aunque desde luego es más el número de países que cuentan
con Parlamento, pero por lo menos 140 han decidido participar en la Organización
Mundial de Parlamentarios y ceñirse a ciertas reglas o premisas básicas del principio
de postulación básico de la democracia representativa.
Adentrándome en lo que son los parlamentos afiliados a la Unión Parlamentaria
Internacional, encontré que lo que a primera vista pueden parecer enormes diferen-
cias, en algún momento había determinados hilos conductores, algunas diferencias
muy básicas que debemos recapitular que van desde los diseños de los recintos.
Por ejemplo el parlamento westminsteriano con las bancadas una frente a la otra, reto-
mando la tradición de que la palabra impera y por tanto la distancia que impera entre
una bancada y otra es de un brazo de un hombre extendido con una espada que
no se toca; si del otro lado estuviera igual una persona con una espada extendida,
ahí se debate, hablamos, deliberamos y no llegamos como a veces se llega en algu-
nos escenarios a las manos.
Hay diferencias; por ejemplo en el uso de la tribuna, el Parlamento británico,
la madre de los parlamentos de la tradición de Westminster, no tiene una tribuna
para que los oradores hagan uso de la palabra, cada quién habla desde su lugar,
se levanta, el speaker, el presidente de la mesa de debates lo ve y si estima pertinente
le cede el uso de la palabra; desde luego no nos pasa inadvertido que hay diálogo
entre los partidos para alternar el uso de la palabra y desde luego para dar prefe-
rencia a determinados oradores, como premisas sobre entendidas para que el
debate se produzca.
Desde luego hay diferencias entre el número de legisladores que integran la
asamblea y que tiene relación tanto con el número de habitantes de un Estado,
como con los antecedentes históricos de las instituciones parlamentarias específicas
y desde luego hay diferencias incluso en el número de cuerpos representativos que
cada Estado decide tener: algunos Estados se deciden por un sistema bicameral y
otros optan, ciertamente el menor número de ellos, por el sistema unicameral
C ULTURA DE
122 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Pero frente a esas diferencias, que no quise dejar de mencionar y que requieren
el análisis específico, cuando nos adentramos en el estudio de un Congreso o de
un Parlamento en específico, pues sí estaba obligado a buscar los hilos conductores.
Habida cuenta de la soberanía popular y la representación política que entraña
la función del parlamento, nos encontramos con un cuerpo colegiado que tiene
ante todo una función de equilibrio, una función básica a la manera de lo expresado
por Montesquieu: El poder limita al poder. El Poder Legislativo se erige en un freno o
en un contrapeso particularmente del Poder Ejecutivo para garantizar el imperio del
orden jurídico, esto es el contrapeso del Ejecutivo.
No obstante esta noción trascendental en nuestras democracias occidentales,
del equilibrio del parlamento, también hay una constante que podemos encontrar
y es que en el mundo se habla, no de ahora sino de algunos años, por lo menos
alguna literatura de los 60’s ya la consigna perfectamente, de la declinación o la
decadencia de los parlamentos.
Sale el mundo de la Segunda Guerra Mundial con una decepción de las asam-
bleas y de los poderes legislativos y una afirmación del Poder Ejecutivo que en parte
nos persigue hasta estos momentos.
Frente a esta circunstancia de la declinación o de la depreciación frente al elector
de los parlamentos, creo que es necesario apreciar, y lo adelanto tan sólo unos
minutos, la perspectiva de tres relaciones fundamentales al interior del Poder Legis-
lativo, que son: en una primera instancia, la relación del Poder Legislativo con el
Poder Ejecutivo; en un segundo momento, las relaciones entre la mayoría y las
minorías o la oposición; y tercero, las relaciones entre el representante y los repre-
sentados.
Desde luego que ninguno de estos tres tipos de relaciones sea con el Ejecu-
tivo, sea al interior del Congreso por la conformación de las fuerzas políticas o del
representante con los representados, podemos pasar por alto que van a tener su
expresión en tres de las tres relaciones fundamentales de los parlamentos. Desde
luego hay otras, pero recapitulo, tres en este momento: la facultad de hacer las
leyes, de legislar que en mucho da nombre a este poder del estado y que en un
momento es la tarea preponderante; una segunda función que en mi opinión es la
C ULTURA DE
124 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Pero regreso para hablar de relaciones Ejecutivo-Legislativo, Legislativo-Ejecutivo,
ya que damos por sentado que en ese cumplimiento de las tres funciones funda-
mentales está implícita la legitimidad de representación y la legitimidad del método
deliberativo de los congresos.
No podemos analizar o referirnos a los parlamentos, en el momento actual
del mundo y desde hace mucho tiempo para acá sin tomar en cuenta a un actor
político fundamental que ya he mencionado y que son los partidos políticos. No
concebimos hoy prácticamente en el mundo el funcionamiento de las asambleas
representativas sin un sistema de partidos. La calidad de sistema de partidos, si me
permiten afirmarlo así, está directamente relacionada con la calidad del parlamento
que podemos observar. Si el sistema de partidos está integrado por organizaciones que
postulan principios, ideas y programas de acción política para hacer posible el acceso
del ciudadano al ejercicio del poder público en los cargos que se definen por el
sufragio popular, si contamos con ese tipo de organizaciones, creo que tenemos un
plus para hablar de un sistema de partidos adecuadamente integrado.
Si me permiten una pequeña digresión, el tema muy de nuestro tiempo, de
la alternancia en el poder requiere de partidos políticos que cumplan en parte o
en mucho con el sentido o la connotación que me permito hacer de partido polí-
tico; si no existe esa organización, si no existen esos principios que dan cause a la
acción política, y si no existen cuadros políticos para el acceso al ejercicio del poder,
languidecen los integrantes del sistema de partidos, languidece la posibilidad de tener
un parlamento con los elementos suficientes para contribuir al cumplimiento cabal
de sus funciones constitucionales.
Las relaciones entre el Legislativo y el Ejecutivo nos llevan desde luego a un
tema que ha estado en el debate nacional los últimos días, que nos lleva al tema
del sistema presidencial, sistema parlamentario o sistema semipresidencial para resumir
en tres grandes acepciones.
De lo que se aprecia en el mundo, y sin ser yo demasiado atrevido, no podemos
dejar de apuntar dos ideas: la adopción de cualquiera de estas determinaciones polí-
ticas está directamente relacionada con la historia del país y con la idiosincrasia del
pueblo, del Estado. No son soluciones que sean transferibles de una realidad nacional
C ULTURA DE
126 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Un segundo hilo conductor para el análisis de esta crítica a la declinación de
los parlamentos o a su ubicación baja en la percepción pública, es desde luego lo
que ocurre al interior de los congresos, las relaciones entre una hipotética mayoría y
minorías o entre la mayoría y la oposición. Dejo por sentado, por la brevedad del
tiempo, que desde luego estamos ya implícitos en que tenemos un sistema de parti-
dos y que los partidos políticos en tanto tengan mayor cercanía a la noción de
organizaciones eventualmente eficaces para hacer gobierno, estarán más cerca
de la posibilidad de ajustar esa relación mayoría-minoría de aquellas opciones que
tengan una menor posibilidad de acreditar esa capacidad de gobierno.
Algunas ideas muy apretadas, es en la experiencia mundial y derivado en gran
parte de lo que ocurrió en Gran Bretaña hace más de 200 años, la instituciona-
lización de la oposición o el reconocimiento de que la oposición también tiene
una entidad constitucional y que bajo la premisa de lo que resiste apoya, el tener una
oposición, dicen los británicos, leal dentro de la Constitución, nos permite que los
comportamientos parlamentarios ante la eventualidad de ser gobierno después de
la próxima elección tengan una dosis mayor de responsabilidad.
Regreso a la premisa, es decir reconocer los espacios a la oposición, hacer
posible la negociación política, los entendimientos, los acuerdos y sí posible los
consensos para llegar a decisiones donde esté la impronta de todas las fuerzas políti-
cas generan, por lo menos en mi opinión y a la luz de experiencias mundiales, una
oposición responsable. Y una oposición responsable resiste apoyando, su escenario
futuro hipotético es hacerse cargo de la dirección de los asuntos públicos, entonces
es posible invitarlo a que asuma un papel diferente.
Metiéndonos un poco para analizar mayorías-minorías ya en la arquitectura o
en el diseño arquitectónico de lo que ocurre al interior de las asambleas, sí parece
fundamental la experiencia del mundo. Recientemente recogida en nuestro país,
donde es necesario afirmar distinguiendo la dirección parlamentaria de las asambleas
y la mesa directiva con criterios que representan la unidad del Parlamento, la unidad
de la Cámara, la unidad del Congreso y la función de ser custodios de la Consti-
tución y la ley en los procedimientos y por otro lado dirección política de la asamblea
donde de acuerdo a las relaciones mayoría-minorías o conjunto de partidos políticos
C ULTURA DE
128 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
organización política, a qué me refiero y dicho en términos muy coloquiales, los
parlamentarios no pueden ser concebidos, en mi modesta opinión como los man-
daderos del partido que los postuló y a partir del cual resultaron electos porque
tienen una función constitucional que cumplir y esa función constitucional está no sólo
sustentada con la postulación sino con las tareas implícitas para el cuerpo colegiado.
Regresando a lo que decía hace unos minutos, si repasamos el sentido de la
actuación de los poderes legislativos, de los parlamentos y la crítica que a éstos se
hacen desde diferentes perspectivas fundamentalmente que se dirigen a señalar su
desgaste en todos sentidos, me parece que la respuesta al fortalecimiento del Poder
Legislativo es si analizamos sus funciones constitucionales y podemos robustecer la
participación del Parlamento en la toma de decisiones políticas y en el señalamiento
de la dirección política del Estado, sea legislando, sea en el ejercicio del control de
la gestión pública o sea en la discusión de los principales asuntos de interés nacional.
4 DE OCTUBRE DE 2004
cegal
LA DEMOCRACIA EN LA FAMILIA
ANA TERESA ARANDA OROZCO,
Directora General del Sistema Nacional DIF
A
cultura de la legalidad
131
He aquí que el Estado a través de sus órdenes de gobierno debe actuar a la
altura de las circunstancias.
Para ejemplificar un poco la situación a la que nos enfrentamos, podemos afirmar
que actualmente el 48 por ciento de los hogares son familias con pareja casada por
ambas leyes; y un 18 por ciento de las parejas sólo están casadas por el civil, esto
es: el 66 por ciento de las familias están regidas por las leyes mexicanas. Mientras
que el resto que viven separados legalmente o no, en unión libre también están
sujetos a los beneficios y obligaciones que la ley les impone.
No obstante, una de las estimaciones en la investigación nos indica que la familia
actual está siguiendo, en buena parte, un tránsito de lo formal a lo informal, por
diversas problemáticas que se van marcando cada vez con mayor fuerza, que van
desde el retraso en la formación de parejas y vida en común sin matrimonio, divorcios,
separaciones, nuevas uniones, familias ensambladas, familias con un solo progenitor,
varios grupos familiares emparentados que deciden compartir una vivienda por
deterioro de las condiciones económicas.
Por lo anterior, es urgente que desarrollemos políticas públicas con perspectiva
familiar y comunitaria, así como una política pública familiar que brinde alternativas
de soluciones a los problemas familiares de hoy.
En lo que toca al marco jurídico la investigación nos ha arrojado datos intere-
santes y de profunda preocupación. Hoy sabemos con la base científica que no
existe un régimen unitario sino una diversidad de regímenes con elementos comunes.
La visión de que todos los códigos civiles locales siguen las disposiciones del
Código Civil Federal en materia de familia, de modo que no obstante la variedad de
códigos se tiene un régimen único, no puede sostenerse actualmente. Ya hay
muchas e importantes diferencias entre los diversos códigos locales, que más bien
justifican que se hable de una diversidad de regímenes familiares en la República Mexi-
cana que tienen sin embargo ciertos elementos comunes.
Las diferencias más grandes, en número e importancia, se localizan en los
siguientes temas:
a) Respecto del matrimonio: en las diversas definiciones del matrimonio, las actitudes
hacia el concubinato, la definición de los impedimentos matrimoniales, el contenido
C ULTURA DE
132 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
de los derechos y obligaciones entre los cónyuges, y las numerosas diferencias en
cuanto al régimen de bienes entre los consortes.
b) Respecto de la nulidad del matrimonio: la expresión de la diferencia entre nulidad
relativa y nulidad absoluta, los efectos de la sentencia que declara la nulidad respecto
del cuidado y custodia de los hijos.
c) Respecto del divorcio: la aceptación o rechazo del divorcio voluntario simplificado o
administrativo, los requisitos para el divorcio voluntario y el deber de los esposos,
en tal tipo de divorcio, de proporcionarse alimentos; la lista de causas para demandar
el divorcio necesario o judicial, la consideración del perdón tácito o expreso como
impedimento de la demanda de divorcio, las medidas provisionales que debe tomar
el juez al admitir la demanda, los criterios para determinar en la sentencia de divorcio
necesario a quién corresponde la custodia y la patria potestad sobre los hijos y el
deber de alimentarlos, y los criterios para determinar en la misma sentencia el deber de
los esposos de darse alimentos.
d) Respecto de la obligación de pagar alimentos: los criterios para determinar el conte-
nido de la obligación y especialmente el relativo a si es una obligación de pagar una
cantidad fija o una cantidad variable que se incrementa proporcionalmente, la deter-
minación de si los concubinos tienen o no esta obligación a su cargo y los criterios
para fijar el contenido de esta obligación entre cónyuges divorciados.
e) Respecto de la violencia familiar: la inclusión de estas reglas en el código o fuera de
ellas, las diferentes definiciones de violencia familiar.
f) Respecto de la filiación: la aceptación o rechazo de la distinción entre las pruebas
de la filiación de los hijos de matrimonio y las pruebas de la de los hijos extrama-
trimoniales, las reglas sobre el reconocimiento de los hijos fuera de matrimonio y
especialmente de los casos en que la madre puede hacerlo, las reglas para contra-
decir el reconocimiento de hijos y las personas que pueden contradecirlo, y los casos
en que se admite la investigación de la paternidad.
g) Respecto de la adopción: los requisitos que deben cumplir los adoptantes, las perso-
nas que deben consentir la adopción y especialmente la aceptación o rechazo de
diferentes tipos de adopción (simple, plena).
h) Respecto de la patria potestad: la definición de los deberes de comportamiento entre
padres e hijos, las limitaciones al ejercicio de la patria potestad, la definición de las
personas en quienes recae la patria potestad a falta de los padres, el contenido del
Es previsible que las diferencias entre los distintos códigos se vayan ampliando
a medida que se den cambios legislativos y se acentúa la independencia de las legis-
laturas locales respecto de la legislación civil federal.
Ante la diversidad que se va descubriendo, cabe plantear la conveniencia de
procurar un régimen común en materia familiar, que permita tener una unidad en los
contenidos fundamentales (unidad material en lo esencial), sin perjuicio de la diversi-
dad que puede mantenerse en aspectos secundarios y de la diversidad de legislaciones
(diversidad formal).
Esto se hace más necesario, toda vez que la Constitución General de la Repú-
blica, establece (artículo 121-IV) que los actos del estado civil ajustados a las leyes
locales tendrán validez en los otros estados. De modo que, por ejemplo, el matri-
monio con una persona enferma de SIDA, es válido en algunos estados, pero no en
otros, por lo que si los que quieren casarse viven en un Estado en que el SIDA es
impedimento matrimonial, basta que vayan a casarse a otro Estado, donde eso no
sea impedimento y, de acuerdo con el precepto constitucional, su matrimonio debe ser
reconocido como válido en los demás estados de la república. Lo mismo se puede
hacer respecto de otros actos del estado civil, como la adopción, el reconocimiento
o desconocimiento de hijos o el divorcio.
El precepto constitucional viene a dar como resultado que más que tener leyes
obligatorias en materia de familia, lo que existe es una especie de menú u oferta
de diversas leyes familiares, respecto de las cuales los interesados en realizar algún
acto del estado civil pueden escoger la que les resulte mejor, sabiendo que el acto
que realicen tendrá validez en toda la república.
Esta situación tenderá a agravarse a medida que aumenta, como va aumentando,
la movilidad entre la población del país, por lo que cada vez es más frecuente que
C ULTURA DE
134 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
las familias migren de unas ciudades a otras, de modo que resulta que se casan en
un Estado, registran a sus hijos en otro, y viven su vejez o se divorcian en otro.
Todo esto suscita dificultades para determinar cuál es la ley aplicable cuando hay
algún conflicto en materia familiar. Puede ser también un obstáculo en la implemen-
tación de las políticas públicas que tengan por objeto apoyar, fortalecer o promover
la estructura y la vida familiar.
El procurar un Derecho común en materia familiar –y no necesariamente una
legislación uniforme– parece una necesidad ineludible si se quiere mantener un país
que tenga una unidad cultural propia, la cual depende, en su base, de la familia.
Esta intención no es contraria al federalismo ni a las soberanías locales, ya que la
unidad de la legislación familiar existe, aun formalmente en un solo Código, en países
netamente federales como la República Federal Alemana, o en países que reconocen
las autonomías locales como España.
La cuestión entonces es, el procurar una forma que permita conseguir una unidad
de régimen material en sus aspectos esenciales e importantes, que al mismo tiempo
permita la diversidad por razones locales o de preferencias culturales, sin eliminar
la diversidad de leyes, con la búsqueda del consenso y el compromiso de los estados
con el fin de caminar todos juntos en beneficio y protección de la familia.
Se trata entonces, de promover una unidad material en el régimen legal, que
sea fruto de la comunicación de las experiencias y de la definición por convenci-
miento de las áreas importantes en que se requiere la unidad, que sea al mismo
tiempo respetuosa de las diversas éticas que practican las familias mexicanas, y sea
así mismo el resultado de un mínimo de convicciones éticas compartidas. Tarea nada
fácil, que no puede quedar condicionada por los tiempos políticos, pero que hoy
parece necesaria para mantener y fomentar la vida familiar que da a México su sello
característico entre la comunidad de naciones.
Cuando hablamos de construir un gobierno con rostro humano, de bien
común, de bienestar colectivo y de solidaridad debemos pensar que el inicio para
lograrlo es en la familia, ahí está lo verdaderamente fundamental.
La democracia parece ser una flor frágil, y las sombras de un pasado vuelto
inercias aún se ciernen sobre nuestro futuro: de ahí que la democracia debe culti-
varse desde la esfera más elemental de la política: las personas y sus familias.
cultura de la legalidad
cegal
CULTURA DE LA LEGALIDAD
Y DERECHOS FUNDAMENTALES
DR. MIGUEL CARBONELL SÁNCHEZ,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM
cultura de la legalidad
E
INTRODUCCIÓN
139
Lamentablemente, el interés de individuos y organizaciones no se ha visto
siempre y en todos los casos correspondido con una actuación coherente y compro-
metida con los derechos por parte de los poderes públicos de los diversos niveles
de gobierno, con excepción de lo realizado por la Comisión Nacional de los Dere-
chos Humanos, que ha servido como una institución clave para el desarrollo de (y
la toma de conciencia sobre) los derechos en los últimos años en México.
1
Una propuesta de reforma integral a la Constitución en materia de derechos fundamentales se
encuentra en Carbonell, Miguel, Un sistema moderno de derechos: Propuestas de reforma a la
Constitución mexicana, México, 2006 (en prensa).
C ULTURA DE
140 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
que es cierto que bajo el contenido y la redacción vigentes las limitaciones para la
generación de una Cultura de los Derechos Fundamentales empiezan desde el propio
texto constitucional, lo cual es muy grave.
2
De este tema me he ocupado en Carbonell, Miguel, Los guardianes de las promesas. Poder judi-
cial y democracia en México, México, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional,
julio-diciembre de 2004, número 2, páginas 25 a la 43; ídem, ¿El tercero ausente? Poder judicial
y democracia en México, México, Metapolítica, julio-agosto de 2003, número 30, páginas 94 a
la 101; ídem, El nuevo papel del poder judicial y la transición a la democracia en México,
Madrid, Jueces para la Democracia, Información y debate, marzo de 2003, número 46, páginas
91 a la 95.
Se trata de una institución que ha dado muy buenos resultados tanto en tri-
bunales de constitucionalidad de otros países como en tribunales internacionales.
Entre los primeros puede citarse a la Suprema Corte de los Estados Unidos, cuyo
debate ha sido nutrido en asuntos muy importantes por las aportaciones que han
hecho personas ajenas a las partes en el litigio. Entre los tribunales internacionales,
y con gran interés para México, puede citarse a la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, que expresamente permite la figura gracias a una modificación de su
reglamento del año 2000.
Como lo ha expuesto Víctor Bazán, los amici curiae pueden constituir herramien-
tas válidas para funcionar en la resolución de casos controversiales y que presenten
significativos dilemas éticos o de otra índole, por ejemplo, de análisis constitucional
de una normativa de importancia o sensibilidad públicas, en la que la decisión por
recaer sea susceptible de marcar una guía jurisprudencial para otros casos pendientes.
Es decir, asuntos en los que esté en juego un interés público relevante cuya dilu-
cidación judicial ostente una fuerte proyección o trascendencia colectivas…4
3
Ver sobre el tema la reflexión de Bazán, Víctor, El amicus curiae en clave de Derecho Compa-
rado y su reciente impulso en el Derecho argentino, México, Cuestiones Constitucionales. Revista
Mexicana de Derecho Constitucional, enero-junio de 2005, número 12, página 29 y siguientes;
del mismo autor, sobre el tema, Amicus curiae, transparencia del debate judicial y debido pro-
ceso, Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano 2004, Montevideo, 2004, página 251
y siguientes.
4
Bazán, Víctor, El amicus curiae en clave de Derecho Comparado y su reciente impulso en el
Derecho argentino, cit., página 38.
C ULTURA DE
142 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
LA TAREA DE LOS TEÓRICOS Y
DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
5
Un resumen de la misma se encuentra en la revista Este País. Tendencia y Opiniones, México,
agosto de 2002, número 137.
6
Ver su voto concurrente en Whitney vs. California de 1927.
C ULTURA DE
144 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
derechos humanos que se han sucedido en México a cambio de seguir disfrutan-
do de una serie de prebendas y beneficios que ha obtenido bajo la sombra de los
poderes públicos. Como señala Luigi Ferrajoli, depende también de la cultura jurí-
dica que los derechos, según la bella fórmula de Ronald Dworkin, sean tomados
en serio, ya que no son sino significados normativos, cuya percepción y aceptación
social como vinculantes es la primera, indispensable condición de su efectividad.7
LAS VIOLACIONES A
LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
Los puntos que se acaban de referir, a pesar de su gravedad, no son sino la cara
amable –por decirlo de alguna manera– de la problemática de la Cultura de los
Derechos Fundamentales en México. Un obstáculo mucho más importante para la
misma lo constituyen las reiteradas violaciones que, cotidianamente, se hacen a los
derechos fundamentales. Si la población no percibe más que violaciones masivas a
los derechos y un evidente desprecio de las autoridades hacia ellos, es seguro que
no les dará la suficiente importancia como para generar una cultura para su pro-
tección y tutela. En otras palabras: la población no tomará en serio los derechos si
las autoridades no ponen de su lado para evitar, al menos, sus violaciones más
evidentes y clamorosas. En este contexto, todo parece indicar que los datos dispo-
nibles no nos permiten ser muy optimistas.
Todavía en su informe anual 2001 (que analiza los hechos sucedidos durante
el año precedente), la organización Human Rights Watch ha documentado la exis-
tencia en el país de desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, torturas,
denegación y dilación de justicia, corrupción de los agentes encargados de aplicar
la ley, etcétera.8 Vale la pena detenerse en algunos puntos de ese texto.
El informe comienza con las siguientes palabras: Las graves violaciones a los
derechos humanos, entre ellas la tortura y la detención arbitraria, continuaron en
7
Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 1999, página 68.
8
Dicho informe se puede consultar en www.hrw.org.
Entre los continuos abusos graves se encuentran los asesinatos extrajudiciales; las desapa-
riciones; la tortura y otras violaciones; la corrupción policial y su presunta implicación
en abusos relacionados con el narcotráfico; las malas condiciones en las prisiones; el
arresto y la detención arbitrarias; la prolongada detención provisional; la falta de debido
proceso; la ineficiencia y la corrupción judicial; los registros ilegales; los ataques y ame-
nazas contra periodistas; cierta autocensura; los atentados, hostigamientos y amenazas
contra observadores de derechos humanos; la violencia y discriminación contra la
mujer; la prostitución y el abuso infantil; la discriminación contra los pueblos indígenas;
9
Ver Carbonell, Miguel, La lucha por los derechos humanos, Reforma, 2 de agosto de 1999.
C ULTURA DE
146 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
la violencia y la discriminación contra las minorías religiosas; la violencia contra los
homosexuales; las limitaciones de los derechos del trabajador; el trabajo infantil abun-
dante en la agricultura y la economía informal; y el tráfico de personas.
10
Recordemos que, como lo ha señalado incisivamente Luigi Ferrajoli; La vida y la seguridad de
los ciudadanos se encuentran en peligro hoy más que nunca, no sólo por la violencia y los pode-
res salvajes de los particulares, ni por las desviaciones individuales o la ilegalidad de específicos
poderes público, sino también, y en medida mucho más notable y dramática, por los mismos
Estados en cuanto tales: guerras, armamentos, peligro de conflictos militares y, en el interior,
torturas, masacres, desaparición de personas, representan actualmente las amenazas incompara-
blemente más graves para la vida humana. Si es cierto, como ya se dijo, que la historia de las
penas es más infamante para la humanidad que la historia de los delitos, una y otra juntas no
igualan, en ferocidad y en dimensiones, a la delincuencia de los Estados: baste pensar, por que-
darnos en nuestro siglo, en los horrores coloniales, los genocidios nazis, los exterminios stalinistas
y todas las variadas formas de violencia predominantemente ilegales con que tantísimos Estados
autoritarios atormentan hoy a sus pueblos, Derecho y razón, 6a edición, Madrid, Trotta, 2004,
página 936.
11
Sobre el tema, Plant, Roger, El imperio de la ley y los desfavorecidos en América Latina: una
perspectiva rural en Méndez, Juan E. y otros (compiladores), La (in)efectividad de la ley y la
exclusión en América Latina, Buenos Aires, Paidós, 2002, página 93 y siguientes.
12
Rodley, Nigel S., Tortura y condiciones de detención en América Latina en Méndez, Juan E. y
otros (compiladores), La (in)efectividad de la ley y la exclusión en América Latina, cit., página
37 y siguientes.
13
Pinheiro, Paulo S., Introducción. La efectividad de la ley y los desfavorecidos en América Latina
en Méndez, Juan E. y otros (compiladores), La (in)efectividad de la ley y la exclusión en América
Latina, cit. página 18.
C ULTURA DE
148 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
los guardias y a la violencia sexual de otros presos incluyen con frecuencia distur-
bios y motines. La reacción de las fuerzas policiales a estas protestas ha generado,
en numerosos países de la región, masacres cometidas en nombre de la restauración
del orden. La cárcel en América Latina es el espacio del desorden que queda en
evidencia como consecuencia de las revueltas carcelarias.
¿CULTURA JURÍDICA
SIN ESTADO DE DERECHO?
Es obvio que, con todo lo que se ha dicho, es muy difícil poder hablar de un régimen
democrático consolidado.14 El Estado en general en América Latina y en México en
particular se ha vuelto sumamente débil. Se debe enfrentar a enemigos muy pode-
rosos, algunos de los cuales operan incluso bajo la protección oficial y desde dentro
de los propios órganos públicos. El fortalecimiento de las redes del crimen organi-
zado –sobre todo del narcotráfico– ha minado aún más las ya de por sí débiles bases
de legitimidad del Estado.
La respuesta frente a la criminalidad no es muy alentadora: se están militari-
zando de forma alarmante los órganos encargados de la seguridad pública. Esto es
lamentable, entre otras cuestiones, porque parece que no nos queremos dar cuenta
de la experiencia de algunos de los países de nuestro entorno, que ya han ensaya-
do antes ese tipo de solución, la cual ha terminado fracasando, bien sea porque los
militares han sido blancos fáciles para la corrupción o bien porque, en un momento
dado, los propios militares deciden que es tiempo de tomar directamente el poder
a fin de estar en condiciones de restablecer el orden de una vez por todas. Con
tal de quedar bien instantáneamente con la opinión pública nuestros gobernantes
olvidan que lo difícil no es sacar a los militares de sus cuarteles, sino hacer que
regresen a ellos.
14
O’Donnell, Guillermo, Las poliarquías y la (in)efectividad de la ley en América Latina en Méndez,
Juan E. y otros (compiladores), La (in)efectividad de la ley y la exclusión en América Latina, cit.,
página 305 y siguientes.
CONCLUSIÓN
Como podrá percibir el lector, el cuadro general que se observa en México en mate-
ria de cultura de los derechos humanos no permite ser muy optimistas, si bien hay
datos que hacen suponer que algo se ha avanzado en los últimos años; por lo
menos el tema ya figura dentro de la agenda pública nacional. No es poco.
15
Méndez, Juan E., Problemas de violencia ilegal. Una introducción en Méndez, Juan E. y otros
(compiladores), La (in)efectividad de la ley y la exclusión en América Latina, cit., página 34.
C ULTURA DE
150 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
En las páginas anteriores se han intentado ofrecer algunos elementos necesarios
para emprender una reflexión de más largo alcance sobre la Cultura de los Derechos
Fundamentales. Los mencionados elementos son de dos tipos distintos:
a) Algunos se refieren a lo que se debería realizar para fortalecer una Cultura de los
Derechos Fundamentales que actualmente es muy endeble a lo largo y ancho del
país (en este punto se ubican las propuestas sobre la mejor redacción del texto cons-
titucional y sobre las innovaciones institucionales dentro del quehacer de nuestros
tribunales); y
b) Otros elementos intentan destacar los enormes obstáculos que existen para poder
consolidar una cultura de los derechos (como por ejemplo las violaciones masivas o
la falta de conocimiento general de lo que dispone la Constitución en materia de
derechos).
cegal
CRITERIOS JURISPRUDENCIALES
EN MATERIA ELECTORAL
MAGISTRADO JOSÉ DE JESÚS RODRÍGUEZ MARTÍNEZ,
Magistrado de la Sala de Segunda Instancia del
Tribunal Electoral del Poder Judicial del Estado
D
de San Luis Potosí
cultura de la legalidad
153
adaptar la legislación al caso concreto, permite unificar el derecho en todo el país
y darle cierta estabilidad a los criterios jurisdiccionales en aras de la seguridad jurídica.
Por la brevedad de su enunciado y la amplitud en su contenido podemos definir
la jurisprudencia, como lo hace Eduardo García Máynez, al decir que es el conjunto
de principios y doctrinas contenidas en la resolución de los Tribunales.
Doctrinariamente la jurisprudencia puede ser confirmatoria de la ley, supletoria e
interpretativa. Mediante la primera las sentencias ratifican lo preceptuado por la ley.
La supletoria colma los vacíos de la ley creando una norma que la complementa.
Mientras que la interpretativa explica el sentido del precepto legal y pone de mani-
fiesto el pensamiento del legislador.
En el Poder Judicial de la Federación son dos los sistemas de formación de
jurisprudencia: Por reiteración y por unificación.
Mediante la reiteración, el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
sus Salas y los Tribunales Colegiados de Circuito pueden integrar jurisprudencia obli-
gatoria para todos los tribunales y juzgados del país; a condición de que el criterio
haya sido producto de cinco resoluciones en un mismo sentido y ninguno en con-
tra y que estas resoluciones hayan alcanzado una votación especial. (Artículo 94,
octavo párrafo Constitución Política y 192 y 193 Ley de Amp.)
La integración de la jurisprudencia se logra mediante el mecanismo de unifica-
ción de tesis contradictorias de los Tribunales Colegiados y de las Salas de la Suprema
Corte. En virtud de este mecanismo se dota a las Salas y al Pleno de la competen-
cia necesaria para que resuelvan contradicciones y unifiquen criterios y esa resolución
se hace obligatoria para todos los tribunales del país. (Fracción XIII Artículo 107
Constitución Política y 192, 197 y 197-A Ley de Amp.)
Mediante la reforma constitucional del año de 1996 se incorporó el Tribunal
Electoral al Poder Judicial de la Federación y con posterioridad se expidieron las
leyes reglamentarias de la materia.
Para el tema que nos ocupa es importante señalar que las disposiciones que
regulan la jurisprudencia en materia electoral están contenidas en los artículos 232
a 234 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación.
C ULTURA DE
154 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
La jurisprudencia del Tribunal Electoral se establece en los casos y conforme a
las reglas siguientes:
C ULTURA DE
156 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
respectivamente de las elecciones de Gobernador, Diputados y Ayuntamientos, se
sostuvo que el derecho de los partidos políticos para la presentación del Recurso
de Inconformidad en contra de la nulidad de votación recibida en casillas para las
elecciones mencionadas, debe ejercitarse conforme a la Ley Electoral del estado
dentro del término de tres días siguientes a la celebración de los comicios, por lo
que no quedan eximidos de la obligación de combatir la nulidad de votación de
casillas en el momento oportuno, toda vez que la consecuencia jurídica de esta
impugnación, en el caso de que se actualizaran las causales invocadas, sería la anula-
ción de los votos y en cambio el efecto de combatir los resultados consignados en
las Actas de Cómputo respectivas, sería la rectificación del error y la recomposición
de la votación.
El criterio anterior, fue revocado por la Sala de Segunda Instancia del Tribunal
Estatal mediante los recursos de reconsideración que se promovieron en contra y
de los cuales se interpusieron los Juicios de Revisión Constitucional Electoral corres-
pondientes, en los que la Sala Superior confirmó el criterio sustentado por la Sala
de Primera Instancia, al señalar que de no presentarse oportunamente el recurso de
inconformidad en el término antes mencionado, el derecho de hacerlo se extingue
por caducidad, por lo que posteriormente sólo se podrán combatir las irregularidades
cometidas en el procedimiento específico o en el acta de cómputo correspondientes a
la elección que se impugna, pero no la nulidad de la votación recibida en las casi-
llas, toda vez que la legislación potosina es diferente a la generalidad de las leyes
electorales del país, incluyendo la federal, es decir que el sistema legal potosino
prevé la procedencia del recurso directo contra las actas de escrutinio y cómputo
levantadas por las mesas directivas de casilla, sin necesidad ni posibilidad de esperar
la realización de actos subsecuentes, como pueden ser los cómputos distritales o
municipales o el cómputo estatal de las diversas elecciones, dado que no se advierte
en la ley la posibilidad de la acumulación en un solo escrito, de la impugnación de
dos o mas actos de los enumerados en el artículo 191 de la legislación electoral
potosina.
Estas resoluciones trajeron como consecuencia que mediante el Decreto 364
que modificó diversos artículos de la Ley Electoral del Estado de San Luis Potosí y
C ULTURA DE
158 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
3 DE OCTUBRE DE 2005
cegal
EL CONTROL CONSTITUCIONAL DE LEYES
ELECTORALES COMO PREMISA EN
LA CONSOLIDACIÓN DE LA DEMOCRACIA.
ALGUNOS CRITERIOS RELEVANTES DE LA
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
MINISTRA OLGA SÁNCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS,
Suprema Corte de Justicia de la Nación
E
cultura de la legalidad
n otros tiempos, hablar de justicia electoral en México era poco menos que
imposible. Las razones de ello, algunas muy obvias, otras no tanto, comparten,
a mi modo de entender, un lugar común: el sistema de Derecho que privó
por muchos años.
A lo largo de la historia, muchos fueron los pioneros del establecimiento de
un sistema de justicia electoral que pugnara por proteger cierta clase de derechos
que difícilmente encontraban protección en las leyes. La historia de este proceso,
puede bien expresarse a través de varias etapas. La primera de ellas –remota crono-
lógicamente, pero cercana en cuanto a contenido– derivó de aquella disputa, aún
más lejana todavía entre Don José María Iglesias y Don Ignacio L. Vallarta,1 fundada
en las tesis de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que negaron a los derechos
políticos la categoría de garantías individuales y les proscribieron, por consecuencia,
1
Fue precisamente este último, Ignacio L. Vallarta, quien sostuvo por primera vez en nuestro país
que la Corte no podía ni debía inmiscuirse en los asuntos de carácter político. Vallarta se pregun-
taba: “¿Qué garantía puede haber de que la pasión política no se introduzca a este tribunal al
dictar fallos que sólo la justicia debe inspirar? De nuestra Constitución –decía– no emana ello,
sino que por el contrario, reprueba en muchos textos esta subordinación de todos los poderes a
la voluntad de la Corte”. En efecto, Vallarta pensaba que si se le conferían a la Suprema Corte facul-
tades para entrometerse en asuntos de naturaleza política, se crearía una verdadera dictadura
judicial, lo cual, en su opinión, a todas luces resultaba inaceptable. Ortíz Mayagoitia, Guillermo,
El control de la constitucionalidad de las leyes electorales en México. Ferrer Macgregor, Eduardo
(Coordinador), Derecho Procesal Constitucional, México, Porrúa, 2a. edición, 2001.
159
del control constitucional. En esta etapa, la discusión se centraba en saber si en
México debía haber o no justicia electoral.
En una etapa más reciente, en contraste y oposición con la anterior, comenzó
a plantearse el problema de si los derechos políticos eran o no derechos funda-
mentales y si, en alcance de ello, debían ser protegidos mediante mecanismos
procesales.
Si tomamos en cuenta que, hasta antes de 1994, el juicio de amparo era prác-
ticamente el único medio de control constitucional que operaba2 y que, debido a
los criterios establecidos en otras épocas de la integración de la Corte, los actos
político-electorales escapaban del control de constitucionalidad, entonces podemos
afirmar que no existía una verdadera justicia constitucional en materia electoral. Ello,
como hemos visto, en aras de aislar al Poder Judicial de la Federación del desprestigio
que usualmente acarrea resolver este tipo de asuntos político-electorales.3
En esta tesitura, el 31 de diciembre de 1994, nuestra Norma Fundamental fue
objeto de una reforma en la que, de manera sustancial, el Poder Judicial de la Fede-
ración sufrió modificaciones importantísimas, tanto en su estructura como en su
competencia, debido a que fueron reformados diversos artículos, entre ellos el
105 constitucional.
Al adicionarse la fracción II del artículo 105 de la Constitución para instituir la
acción de inconstitucionalidad como procedimiento especial para denunciar la posible
contradicción entre una norma general con la propia Constitución, ésta contenía una
limitación importante: se dispuso expresamente que en ningún caso se podría incoar
una acción de inconstitucionalidad en contra de leyes que se refiriesen a la materia
electoral.4
2
Sánchez Cordero de García Villegas, Olga, Medios de control constitucional, gobierno y país. De
lo singular a lo plural. A diez años de la Novena Época, Discursos. Suprema Corte de Justicia de la
Nación, Vid, agosto 1995.
3
De hecho, hay que recordar que en esa época quienes calificaban las elecciones eran los res-
pectivos Colegios Electorales, tanto de la Cámara de Diputados Federal, como de los respectivos
Congresos locales, por lo que, a final de cuentas, esta calificación era política y no jurídica.
4
Artículo 105. La Suprema Corte de Justicia de la Nación conocerá en los términos que señale la
ley reglamentaria, de los asuntos siguientes: …II. De las acciones de inconstitucionalidad que
tengan por objeto plantear la posible contradicción entre una norma de carácter general y esta
constitución, con excepción de las que se refieran a la materia electoral...
C ULTURA DE
160 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Paradójicamente, durante la vigencia de este texto se presentó ante la Suprema
Corte de Justicia de la Nación la primera acción de inconstitucionalidad, la 1/95,
promovida por una minoría de la entonces Asamblea de Representantes del Distrito
Federal, en la que se argumentaba la contravención de algunos preceptos de la Ley
de Participación Ciudadana del Distrito Federal con la Norma Fundamental y, para
cuya procedencia, se tuvo que determinar por primera vez el sentido y alcances
del término materia electoral, toda vez que las autoridades que la emitieron y promul-
garon adujeron que la mencionada ley era, precisamente, de ese carácter.
La resolución del asunto generó un gran debate al interior del Pleno de la
Suprema Corte, quien finalmente al interpretar dicho precepto que lo limitaba a cono-
cer de las acciones de inconstitucionalidad referidas a materia electoral, realizó una
interpretación restringida del contenido de la norma, con la finalidad de que fueran
pocas las leyes que escaparan al control de su constitucionalidad por versar sobre
materia electoral. Así, el Tribunal Constitucional determinó que únicamente debía
entenderse por leyes electorales, aquéllas normas de carácter general que estable-
cen el régimen conforme al cual se logra la elección o nombramiento, a través del
voto de los ciudadanos y dentro de un proceso democrático, de las personas que
han de fungir como titulares de órganos de poder representativos del pueblo, a
nivel federal, estatal, municipal o del Distrito Federal.5
La prohibición que hemos mencionado sólo duró dos años, puesto que, por
Decreto publicado el 22 de agosto de 1996, se reformó nuevamente la fracción II
del artículo 105 constitucional.6
5
Materia electoral. Concepto de, para los efectos de la improcedencia de la acción de inconstitu-
cionalidad.
6
Artículo 105. La Suprema Corte de Justicia de la Nación conocerá, en los términos que señale la
ley reglamentaria, de los asuntos siguientes: II. De las acciones de inconstitucionalidad que tengan
por objeto plantear la posible contradicción entre una norma de carácter general y esta Constitu-
ción. Las acciones de inconstitucionalidad podrán ejercitarse, dentro de los treinta días naturales
siguientes a la fecha de publicación de la norma, por: f) Los partidos políticos con registro ante
el Instituto Federal Electoral, por conducto de sus dirigencias nacionales, en contra de leyes elec-
torales federales o locales; y los partidos políticos con registro estatal, a través de sus dirigencias,
exclusivamente en contra de leyes electorales expedidas por el órgano legislativo del Estado que
les otorgó el registro. La única vía para plantear la no conformidad de las leyes electorales a la
Constitución es la prevista en este artículo. Las leyes electorales federal y locales deberán pro-
mulgarse y publicarse por lo menos noventa días antes de que inicie el proceso electoral en que
vayan a aplicarse, y durante el mismo no podrá haber modificaciones legales fundamentales...
Materia electoral
Me gustaría iniciar esta síntesis de criterios, con el que conlleva, a mi juicio, el con-
cepto más genérico, el que se refiere precisamente a la materia electoral. Como
ya lo señalábamos, en 1995 la Suprema Corte tuvo que establecer un concepto
de materia electoral para determinar la improcedencia de la acción de inconstitu-
cionalidad, el cual, como ya también lo mencionamos, era restrictivo, puesto que
estaba acotado únicamente al término elección.
En el mes de febrero de 1999, la Corte –al resolver la acción de inconstitu-
cionalidad 10/98, promovida por una Minoría Legislativa del Congreso del Estado
de Nuevo León, en la cual se planteaba la inconstitucionalidad de ciertos precep-
tos de la Ley del Servicio Profesional Electoral de dicho Estado– determinó que
resultaba importante establecer si las disposiciones combatidas eran o no de natura-
leza electoral. Dado que, a pesar de que de ello no dependía la procedencia de la
acción (pues, para esas fechas, ya no subsistía la prohibición de que la Corte se
avocase al conocimiento de la constitucionalidad de leyes electorales), sí había que
definir nuevamente el concepto materia electoral, pues la Ley Reglamentaria de las
Fracciones I y II del Artículo 105 de la Constitución establece, como ustedes saben,
un trámite especial y sensiblemente distinto al ordinario en tratándose de la impug-
nación de leyes electorales.
C ULTURA DE
162 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Con motivo de la resolución de este asunto, la Corte estableció el criterio que
continúa vigente para efectos de las acciones de inconstitucionalidad, que consiste
en que las normas generales electorales no son sólo las que establecen el régimen
normativo de los procesos electorales y que el legislador ha denominado así; sino
que, además, deben considerarse como tales aquellas otras que, aunque no estén
directamente relacionadas con el proceso electoral, se encuentran insertas en este
tipo de ordenamientos y, asimismo, las que aún encontrándose en ordenamientos
no electorales, tengan relación, directa o indirecta, con el proceso electoral.
Bajo esta premisa, la ejecutoria concluyó diciendo que: cualquier disposición de
carácter electoral, con independencia de la materia específica que regule, será consi-
derada como electoral para los efectos de la acción de inconstitucionalidad.7
Legitimación para
interponer acciones
Precisamente otro problema que generó que se ampliara el ámbito de tutela de las
acciones de inconstitucionalidad a las leyes de contenido electoral, fue precisamente
el establecer la interpretación de quiénes cuentan con legitimación para impugnar
ese tipo de normas.
En la acción de inconstitucionalidad que recién hemos comentado, las autori-
dades que emitieron y promulgaron la norma que se combatió, adujeron que la
minoría parlamentaria promovente carecía de legitimación para iniciar la acción,
puesto que la norma controvertida era de carácter electoral y, en su concepto, sólo
podía ser impugnada por un partido político.
El Pleno de la Corte, al pronunciarse sobre este aspecto, señaló que con motivo
de la reforma de 22 de agosto de 1996 a que nos hemos referido, se estableció
un régimen genérico, un régimen general en virtud del cual todas las partes legiti-
madas por la fracción II del 105 constitucional pueden acudir a dicha vía para impugnar
leyes electorales, sin más limitantes que las que los propios incisos establecen.8
7
Tesis de jurisprudencia 25/99, de rubro: Acción de inconstitucionalidad. Materia electoral para
los efectos del procedimiento relativo.
8
Ni que la adición del inciso f) y los dos párrafos siguientes del mismo, que autorizan a los partidos
políticos a impugnar leyes electorales en esta vía, no significaba que únicamente los partidos
Legitimación de
los Partidos Políticos
fueran quienes pudieran impugnar leyes electorales, pues de ser así, el Poder Reformador expre-
samente lo hubiera señalado; ni que, el hecho de que enseguida del inciso se hubiera adicionado
un párrafo en el que se establece que la única vía para impugnar leyes electorales sea la acción,
tampoco implica que se refiera únicamente a los partidos políticos, pues tal disposición debe
entenderse como parte del sistema general.
9
Este criterio dio origen a la tesis de jurisprudencia 27/99, de rubro: Acción de inconstitucionali-
dad. Los partidos políticos no son los únicos que pueden combatir en esta vía leyes electorales.
10
y estableció la tesis de jurisprudencia número 55/2000 Acción de inconstitucionalidad. El presi-
dente de un Comité Ejecutivo Estatal carece de legitimación para promoverla en representación
del partido político nacional.
C ULTURA DE
164 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
estableció como criterio que las Agrupaciones Políticas Nacionales carecen de legi-
timación para iniciar una acción, pues aunque el artículo 33 del Código Federal de
Instituciones y Procedimientos Electorales las contempla como formas de asociación
ciudadana que coadyuvan al desarrollo de la vida democrática y de la cultura política,
así como a la creación de una opinión pública informada, el artículo 22 del mismo
código dispone que no son partidos políticos, sino que para alcanzar esta calidad
deben demostrar que se les otorgó el registro correspondiente.11
Geografía Electoral
Uno de los temas que ha generado un mayor número de criterios, algunos bas-
tante polémicos, ha sido el relativo a la geografía electoral. Esto es, a la forma en
que la autoridad electoral realiza la división territorial de un Estado para determinar
el número de distritos electorales en la entidad.
A ese respecto, es conveniente mencionar que el artículo 53 de la Constitu-
ción Federal establece que la demarcación de los distritos electorales uninominales
será la que resulte de dividir la población total del país entre los distritos señalados,
y que la distribución de éstos entre las entidades federativas se hará con base en
el último censo general de población, sin que en ningún caso la representación de
un estado pueda ser menor de dos diputados de mayoría, esto es, dicho precepto
acoge tanto un principio poblacional, como uno geográfico, para la división territorial
de los distritos electorales.
Sin embargo, conforme al sistema normativo que prevé la propia Constitución
Federal, la citada disposición sólo tiene aplicación en el ámbito federal, es decir, para
la integración de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión y no así para las
entidades federativas, cuya reglamentación está prevista expresamente en el artículo
116, fracción II, de la Constitución Federal, precepto que prevé que para efectos
11
La tesis de jurisprudencia que contiene este criterio es la número 38/2004, de rubro Acción
de inconstitucionalidad. Las agrupaciones políticas nacionales carecen de legitimación para pro-
moverla.
12
Este criterio se encuentra plasmado en la tesis 2/2002, cuyo rubro señala: Distritos Electorales
Uninominales en los estados. Para efectos de su demarcación debe atenderse al criterio poblacio-
nal que prevé el artículo 116, fracción II, de la Constitución federal.
13
Al efecto el Alto Tribunal emitió la tesis 4/2004, de rubro: Distritos electorales uninominales.
El artículo 31, segundo párrafo, de la Constitución Política del Estado de Campeche, contraviene lo
dispuesto en el numeral 116, fracción II, primer párrafo, de la Constitución federal, al atender a
un criterio geográfico para la demarcación de aquéllos.
C ULTURA DE
166 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
los distritos electorales, sin embargo, no se pudo obtener la declaración de invalidez
de dicho precepto, por las razones que a continuación les comento.
En el mes de noviembre de 2003, la Legislatura del estado de Quintana Roo
reformó el artículo 53 de la Constitución local, e introdujo como criterio para la
demarcación de los distritos electorales el factor socioeconómico y el geográfico.
Esta reforma constitucional, a pesar de ser contraria al texto fundamental no fue
combatida por quienes se encuentran legitimados para ello.
Es el caso que, en el mes de marzo de 2004, se expide la Ley Electoral que
se combatió en la acción, la cual en su artículo 28, fracción I, reproduce casi ínte-
gramente el contenido del mencionado artículo 53 de la Constitución local, esto
es, introdujo los criterios mencionados para demarcar los distritos electorales.
Al momento de emitir la resolución correspondiente, la Corte se enfrentó a
diversas disyuntivas: la primera, si declaraba la invalidez del artículo 28 de la Ley
Electoral, quedaba vigente para la autoridad electoral la disposición constitucional
local para delimitar los distritos electorales con base en el criterio socioeconómico;
la segunda, declarar la invalidez del artículo 28, y como consecuencia el artículo 53
de la constitución local, situación que no era viable, en atención a que este último
precepto no era materia de la acción, además de que la invalidez de un precepto
secundario no puede hacerse extensiva a una norma de mayor jerarquía de la cual
depende; y, una tercera, declarar la validez de la norma en atención a que los efec-
tos de inconstitucionalidad no podrían materializarse.
Como lo señalé, esta problemática generó una gran discusión en el Pleno de
la Corte, a grado tal que la propuesta de invalidez del precepto legal en cuestión
no alcanzó la mayoría necesaria –esto es, ocho votos de los Ministros– para obtener
tal declaratoria, motivo por el cual la acción de inconstitucionalidad tuvo que desesti-
marse. Situación que implica, por una consecuencia práctica, que la norma cuestionada
continúa en vigor.
Sin embargo, al resolver la acción de inconstitucionalidad 18/2005, promovida
por una minoría legislativa del Estado de Sonora el criterio poblacional quedó plena-
mente confirmado al resolver que el artículo 176 del Código Electoral del Estado
de Sonora, no es acorde con los principios de geografía y representación electoral
A MODO DE CONCLUSIÓN
14
Tesis de jurisprudencia 41/2000, de rubro: Acción de inconstitucionalidad. Al estar facultada
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, conforme al artículo 41, fracción v, de la ley reglamen-
taria de las fracciones I y II del artículo 105 de la Constitución federal, para declarar la validez o
invalidez de las disposiciones o actos combatidos, también puede declarar su inaplicabilidad tem-
poral. Tesis de jurisprudencia 25/2001, de rubro Acción de inconstitucionalidad. El decreto “450”,
por el que se reformó el artículo 47, párrafo segundo, parte final, de la Constitución Política del
Estado Libre y Soberano de Tabasco, debe declararse inaplicable para el próximo proceso electo-
ral extraordinario que tendrá verificativo en esa entidad, por no haberse emitido con la antici-
pación debida.
15
Tesis de jurisprudencia 1/2004: Precampaña electoral. Forma parte del sistema constitucional
electoral. Precampaña electoral. Concepto y función, conforme a la Ley Electoral de Quintana Roo.
Precampañas electorales. El artículo 268 de la Ley Electoral de Quintana Roo, al facultar a los
ciudadanos que no sean militantes o simpatizantes de algún partido político para que las realicen,
no contraviene el sistema de partidos políticos, ni los principios rectores de la materia electoral,
previstos en los artículos 41 y 116 de la Constitución federal. Precampañas electorales. El artículo
278 de la Ley Electoral de Quintana Roo, al establecer un límite a los gastos y obligar a los par-
tidos políticos a llevar una contabilización especial al respecto, no interfiere con el sistema electoral
federal. Precampañas electorales. El artículo 276 de la Ley Electoral de Quintana Roo, es contrario
al principio de certeza contenido en la fracción IV del artículo 116 de la Constitución federal.
Precampañas electorales. El artículo 280 de la Ley Electoral de Quintana Roo establece las moda-
C ULTURA DE
168 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
tipo de procedimientos;16 entre tantos otros, que me llevaría no sólo la tarde de
hoy sino mucho más tiempo detallar.
Quedan por tanto en el tintero criterios de suma relevancia; pero me queda
la intención de sembrar en ustedes la inquietud de conocer a profundidad el acervo
jurisprudencial que en la materia ha emitido nuestro Alto Tribunal y la inquietud de
estar pendientes de los nuevos criterios que vayan surgiendo con motivo de esta
importante materia: la materia electoral.
Como señalé en un principio, hablar de justicia electoral en otros tiempos
hubiera significado hablar al aire o en vano. Hoy, afortunadamente, no nos encontra-
mos en la coyuntura de discutir si establecemos o no un sistema de justicia electoral
en México.
Hoy podemos discutir de otros temas, porque ese, para fortuna de todos, ha
sido ya superado. Nuestra labor, actualmente, considero, es generar un sistema
electoral efectivo y eficaz, y eso sólo se logra en la medida en que los actores invo-
lucrados, ustedes mismos, por supuesto, pero también y preponderantemente los
órganos encargados de impartir la justicia constitucional electoral, asumamos nuestra
responsabilidad histórica.
cultura de la legalidad
cegal
LA JURISPRUDENCIA DE LA SUPREMA
CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
EN MATERIA DE PUBLICACIÓN DE LEYES
MINISTRA MARGARITA BEATRIZ LUNA RAMOS,
Suprema Corte de Justicia de la Nación
E
cultura de la legalidad
173
Constitución, en el que respetando cada una de estas etapas se le dé a la ley la
formalidad y la obligatoriedad necesarias para que todos los ciudadanos nos sintamos
sometidos a ella.
De esta manera se establecen en nuestra Constitución, específicamente en el
artículo 72, las etapas que conforman el proceso legislativo: la iniciativa, la discusión,
la aprobación, la sanción, la promulgación y la publicación.
En la práctica se confunde la promulgación con la publicación, incluso el propio
artículo 72 constitucional en alguna parte las utiliza de manera sinónima. Asimismo,
existen numerosas tesis de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que le dan
prácticamente esta connotación de sinónimo. Sin embargo, si acudimos a la Teoría
Legislativa podemos ver que en realidad se trata de actos distintos.
¿Por qué razón? porque la promulgación es aquella que llega al Presidente de
la República para que autentifique la existencia de la ley, la reconozca y ordene su
publicación; esa es, prácticamente, la promulgación, y la publicación es el hecho
material en sí mismo de hacer del conocimiento general la ley correspondiente. Por
tanto, sí existe una diferencia aunque sea desde el punto de vista teórico, no obstante
que en algunas ocasiones tanto en la legislación como en la jurisprudencia se le dé
una connotación similar.
En el proceso legislativo, que emana de la Constitución, perfectamente bien
reglamentado en las leyes correspondientes, intervienen dos tipos de autoridades,
tanto la autoridad ejecutiva como la autoridad legislativa, que en este proceso es la
que lleva la batuta y la actuación preponderante. Sin embargo, tampoco podemos
soslayar que la intervención del Ejecutivo en un momento dado resulta también
crucial, en ocasiones desde la misma iniciativa, por supuesto el ejercicio del derecho
de veto puede hacer que la iniciativa correspondiente no salga. Entonces, es la inter-
vención de dos órganos, que de alguna manera están en diferentes ámbitos, los
que tienen una injerencia directa en la elaboración de las leyes.
Por su parte, la publicación de las leyes emana prácticamente de otro principio
relacionado con la publicidad y con la transparencia. ¿Por qué? porque la idea funda-
mental de la publicidad y de la transparencia es que la ciudadanía la conozca, ese
es precisamente el problema de la publicación, pues de confundirse con la promul-
C ULTURA DE
174 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
gación, el cumplimiento por la sociedad no es claro, y más porque si no se publica
no puede obligarse su cumplimiento.
Entonces, si vemos el proceso legislativo como tal, entenderemos que la publi-
cación, la publicidad y la transparencia se encuentran perfectamente determinados
en este procedimiento. Las sesiones de las Cámaras correspondientes son públicas,
pueden acudir a ellas los ciudadanos interesados, porque las votaciones se dan de
la misma manera, las discusiones, los acuerdos y las decisiones que se tomen en
este tipo de discusiones que se llevan a cabo en las Cámaras también son suscep-
tibles de ser publicadas, además de ser escuchadas de manera presencial. Tenemos
la publicación oficial que se da en el órgano establecido para esto, el Diario Oficial
de la Federación. Entonces, sí contemplamos en esto nuestros principios de publi-
cidad y transparencia.
Pero ¿cuál es la finalidad de la publicidad? ¿cuál es la razón de ser de la publi-
cidad de la leyes? la razón de ser de la publicación de las leyes es dar a conocer
su texto a la ciudadanía, con el objeto de hacer obligatorio su cumplimiento.
Pues ya que hemos llevado a cabo la publicación de las leyes ordenada por el
Presidente de la República, una vez que ha sido promulgada la ley correspondiente,
entramos al aspecto de la publicación. En este caso, esa ley es obligatoria para todos
y aquí surge el principio de que la ignorancia de la ley no exime su cumplimiento
¿por qué razón? porque ya fue publicada y desde ese momento cuando entra en
vigor tenemos la obligación de cumplirla.
El otro principio, y éste surge de la Jurisprudencia de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, es precisamente el que la ley no necesita ser probada, la ley
no es objeto de prueba y debo decirles que esta es una tesis incluso muy vieja de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que me extraña no haya sido reiterada
en épocas posteriores, sin embargo, sigue vigente y tiene su aplicación, pues se
hace cotidianamente, en la gran mayoría de los asuntos en los que se impugna la
legalidad de alguna ley.
Existen dos criterios fundamentales que se nos presentan respecto de la obliga-
toriedad de la ley.
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 175
Revisando las tesis que se han emitido tanto por la Suprema Corte de Justicia
de la Nación como por algunos Tribunales Colegiados en materia de publicación de
leyes, llaman la atención los criterios que ha establecido la Suprema Corte de Justicia
de la Nación cuando se trata de problemas relacionados con la Fe de Erratas.
Si sabemos que existe la necesidad de emitir un documento y trátese de la
autoridad de que se trate: Ejecutivo, Legislativo o Judicial, en el que se manifieste
la decisión de cualquiera de estas autoridades, evidentemente existe también el riesgo
de que al emitir este documento pudiera haber ciertos errores que en un momento
dado pueden tener algún tipo de corrección.
Pero aquí hay que distinguir cuando estamos en posibilidad de modificar la ley
correspondiente y cuando estamos en posibilidad de publicar una Fe de Erratas en
la que simplemente se dice: aquí hubo un error y por esta razón se está haciendo la
Fe de Erratas correspondiente. Esto ha dado lugar a algunos juicios que se han presen-
tado ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación precisamente para determinar
cuándo sí es procedente la Fe de Erratas y cuándo hay una violación a las garantías
de seguridad jurídica.
En el momento que se está determinando que es a través de la Fe de Erratas
como se está modificando prácticamente la ley correspondiente y por principio de
cuentas encontramos un criterio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación que
nos dice primero que nada, qué formalidades debe reunir esta Fe de Erratas, y
establecer ¿quién la puede hacer? ¿Existe la necesidad en la Fe de Erratas de deter-
minar la autoridad de quién la lleva a cabo? La Corte dice que no, que esto no es
necesario ¿Por qué razón? porque en el momento en que se establece la Fe de
Erratas ésta forma parte inherente a la ley o al dictamen correspondiente que ya
ha sido publicado, entonces, si en la misma publicación de la ley no tenemos que
motivar y fundar la competencia de quién realiza la publicación, porque es por
demás entendido que la hace el Director del Diario Oficial de la Federación. Enton-
ces, evidentemente cuando se trata de una Fe de Erratas, pues tampoco tenemos
que determinar de manera expresa quién es la autoridad que está formulando esa
Fe de Erratas, eso no quiere decir que desde el punto de vista interno, de respon-
sabilidad interna dentro de la Secretaría, no se tengan los controles necesarios para
C ULTURA DE
176 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
poder saber de quién fue el error, pero esto no implica que invalide la ley el hecho
de que no se establezca quién emitió esa Fe de Erratas correspondiente. Esto ya
está establecido por la Corte.
Por otra parte, es inherente a la propia ley, entonces se considera que una vez
que se haya hecho la corrección respectiva con la Fe de Erratas ésta forma parte
del documento mismo de la ley y por tanto, si se llegara a impugnar esta ley siempre
habrá que tomar en consideración la Fe de Erratas respectiva.
¿Qué es lo que podemos corregir a través de una Fe de Erratas? ¿Por qué
razón se establecen este tipo de preguntas? porque a la Suprema Corte han llegado
diversos asuntos donde en ocasiones se han hecho correcciones que quizás van
más allá de las posibilidades que se pueden realizar a través de una Fe de Erratas,
constituyéndose precisamente en modificadores de la disposición correspondiente
sin tener en un momento dado la competencia para ello.
Cito algunos ejemplos que de alguna manera clarifican esta situación, y al
menos nos presentan la posibilidad de entender más fácilmente cuándo estamos
en posibilidad de hacer una corrección a través de este medio y cuándo esto no es
posible: uno es el que establece en una jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación que los errores se pudieran cometer en las diferentes etapas del pro-
ceso legislativo. Tenemos la discusión de la ley y luego tenemos la aprobación de
la ley, después la promulgación y la publicación, pudiera ser que dentro de la dis-
cusión de la ley al seno de las Cámaras de los Legisladores pudiera determinarse
cierta situación pero en el momento que esto sea aprobado no lo sea de la manera
específica en que se discutió, pero la aprobación dada a través de la votación corres-
pondiente queda de determinada manera.
Entonces ha sucedido que en ocasiones se llegan a promover juicios de amparo
diciendo que podría darse una Fe de Erratas porque de alguna forma se discutió y
se entendió que la ley debía de tener tal o cual sentido, o tal o cual palabra, no
obstante esto, en la aprobación no pasa en los mismos términos, entonces se dice que
es motivo de una Fe de Erratas porque evidentemente fue lo que el legislador quería,
y aquí la Suprema Corte de Justicia de la Nación lo que ha dicho, es que no se
puede en un momento dado a través de la Fe de Erratas hacer ese tipo de correc-
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 177
ciones porque, independiente de que durante la discusión se hubiera podido tomar
el tema, lo que importa para efectos de la publicación es realmente cómo quedó el
documento final, lo que realmente llegó a ser promulgado por el Presidente de la
República y de lo que se ordenó la publicación correspondiente, porque de lo con-
trario, el Diario Oficial ya no solamente se convierte en el órgano publicador de la
ley sino en el interpretador de lo que quiso decir la Cámara correspondiente o las
Cámaras correspondientes en el momento de la discusión, es decir, yo entendí que
quiso decir esto, quizás no se puso de manera puntual, entonces yo hago la correc-
ción correspondiente.
Esto no es factible, si se llega a dar una situación de esta naturaleza estamos
desvirtuando la competencia del Director del Diario Oficial de la Federación. Sin
embargo, cuando se trata de obtener la invalidez de un acto de aplicación de una
ley pues se recurren a muchos tipos de argumentos tales como éste que han dado
lugar a estas tesis de jurisprudencia en el sentido de manifestar que no pueden ir
hasta la determinación de una Fe de Erratas.
Por otro lado, también pudiera darse el caso de que en un momento dado
cuando pasa de la discusión al dictamen correspondiente hay la intervención del
Presidente de la Cámara y el Secretario correspondiente que son los encargados
de elaborar el documento en el cual va a quedar plasmada la ley; hay ocasiones
en que ellos mismos realizan un cambio, un cambio en la redacción, un cambio en
el estilo, entonces aquí estamos pensando de que si se da ese cambio de estilo,
podemos acudir a un juicio de amparo para decir:
Esto no fue lo que quiso decir el legislador y por tanto, da lugar a la modifi-
cación de la ley a través de una Fe de Erratas, pues tampoco podríamos hacerlo.
Porque finalmente la discusión es la que determina el dictamen correspondiente y
no es ni el presidente ni el secretario el que tendría la facultad de interpretar lo
dicho por la Cámara, finalmente, lo que ellos van a hacer es determinar a través
de un documento cuál fue el resultado que arrojó la Cámara correspondiente, pero
no pueden determinar si ellos quisieron o no decir tal cosa, porque exceden la
competencia de sus atribuciones.
C ULTURA DE
178 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Otra posibilidad de modificación que se puede dar es cuando llega a los efectos
de la promulgación, es decir, llega al Presidente de la República para el reconoci-
miento y autentificación y en ese momento se dice: Yo creo que no está bien
entendida la ley, por ello le vamos a hacer esta pequeña modificación. Esto tam-
poco se puede hacer, no es el momento. El Presidente de la República podrá tener
la posibilidad de ejercer su derecho de veto pero nunca de modificar lo que en un
momento dado ya constituye la decisión del Órgano Legislativo, y por tanto, una
situación de esta naturaleza tampoco es motivo de una Fe de Erratas.
En estas circunstancias ¿qué es motivo de una Fe de Erratas? ¿qué es lo que
nos da materia a esta posibilidad? lo que nos da materia a esta posibilidad es preci-
samente que lo emitido a través del documento que ha sido aprobado por las
Cámaras, sancionado y promulgado por el Presidente de la República, en el momen-
to en que pasa al órgano de publicación y se está llevando a cabo la copia de este
documento, o bien haya faltas de ortografía, eso sería imperdonable, que no se
pudieran corregir a través de una Fe de Erratas, o bien, que en un momento dado
por omisión, se pudiera evitar la trascripción o la copia de determinada parte de
este documento y que en el momento que se lea para su publicación se advierte que
no fue completo, pero sí existía en el documento que ya fue reconocido desde su
publicación, esto sí nos da lugar a una Fe de Erratas ¿por qué motivo? porque sí
fue la voluntad del legislador, sí fue el documento promulgado por el Presidente de
la República y simplemente de lo que se trata es de un error de publicación.
En síntesis, estamos en posibilidad de hacer una Fe de Erratas cuando tenemos
un error de publicación, no un error de interpretación que se de a la discusión, a
la aprobación o a la promulgación del decreto correspondiente. De esta manera, la
Corte ha tratado de establecer esta diferencia entre las posibilidades de entender
cuándo estamos ante la posibilidad de una Fe de Erratas; cuando estamos en la pre-
sencia prácticamente de la modificación de la ley habrá que emitir otra vez un acto
administrativo, cambiar la voluntad del legislador.
Es importante porque se han suscitado muchos juicios ante la Suprema Corte
de Justicia de la Nación en los que se hacen planteamientos de esta naturaleza. Sin
embargo, existen tesis de jurisprudencia que nos definen de manera tajante y expresa
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 179
cuándo estamos en presencia de esta posibilidad y cuándo nos excedemos inter-
pretando lo que en un momento dado hubiera querido decir el legislador, pues no
es esa la razón de ser del Director del Diario Oficial.
Otra de las jurisprudencias que en un momento dado se ha emitido por la
Suprema Corte de Justicia de la Nación y por los Tribunales Colegiados en materia
de publicación es sobre una causal de improcedencia que se hace valer con bastante
frecuencia, la relativa a la consumación de los actos.
El artículo 73 de la Ley de Amparo, en su fracción IX, establece que no podrá
proceder el Juicio de Amparo cuando el acto reclamado haya sido consumado de
manera irreparable y se nos dice normalmente en los informes con justificación que por
lo regular vienen de las Cámaras, se dice que es improcedente el Juicio de Amparo,
porque esta causal es valedera precisamente porque si ya se llevó a cabo práctica-
mente todo el proceso legislativo y ya culminamos incluso con su publicación, se
trata de actos consumados de manera irremediable. Por tanto, ¿Qué se puede ofrecer
en el juicio? esto, evidentemente, no es posible ¿Por qué razón? porque la impro-
cedencia a la que se refiere la causal de la fracción IX, es decir la consumación a
la que se refiere, está ligada precisamente a actos consumados de manera irrepa-
rable, es decir, que aquellos que aunque se llegue a conceder la protección federal
solicitada, ya no va a ser posible restablecerlos.
Cuando estamos en presencia de un Juicio de Amparo y llegamos a tener una
sentencia estimatoria, los efectos de la sentencia del Juicio de Amparo quedan estable-
cidos en el artículo 80, es que se retrotraigan las cosas al estado en que se encontraban
antes de la violación, es decir, que se dejen como estaban ¿Por qué? porque el acto
fue inconstitucional. Si estamos en presencia de la impugnación de una ley, una ley
que ya pasó por todo un procedimiento que ya se culminó, pero esa culminación que
fue como acto último la publicación de esa ley ¿Podemos entender que es consu-
mada irreparablemente para efectos del Juicio de Amparo? pues no, porque si se
publicó la ley, tan se publicó que por eso causó perjuicio, si no se hubiera publicado
no estaríamos en posibilidades de impugnarla, porque si no está publicada, no causa
ningún agravio, no es obligatoria y por tal motivo no resiento perjuicio alguno,
entonces si no resiento perjuicio alguno mi Juicio de Amparo es improcedente, tan
C ULTURA DE
180 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
sencillo como esto, no causa perjuicio y por tanto no se tiene interés jurídico para
acudir al Juicio de Amparo.
Entonces la ley sí necesita estar vigente, la ley necesita estar publicada, estar
concluido el procedimiento legislativo. Sin embargo, esa consumación del procedi-
miento legislativo no tiene la característica de irreparabilidad a que se refiere la
fracción IX del 73. ¿A qué irreparabilidad se refiere la fracción IX del 73? la irrepa-
rabilidad a la que se refiere este artículo normalmente está ligada a aquellos actos
que entrañan dentro de sus posibilidades normalmente cuestiones de carácter pere-
cedero, es decir, que el acto reclamado fue referido a una situación en la que se
encontraba, por ejemplo, un establecimiento en el que vendían frutas y verduras,
que es clausurado y no podemos en un momento dado conseguir el amparo para
esta situación o no se suspendió ese acto, ya no nos importa que se conceda, ¿Por
qué? pues porque seguramente las frutas y verduras pasado determinado tiempo
ya se descompusieron, es decir, ya se acabaron.
Ahora también puede suceder que el objeto de nuestro acto reclamado pudiera
ser un obra de arte, pudiera ser un monumento histórico que en el momento de ser
destruida, evidentemente aunque concediéramos el amparo, la irreparabilidad para
retrotraer las cosas al estado en que se encontraban antes de la violación práctica-
mente se vuelve imposible ¿Por qué? porque aunque tuviéramos la mejor intención
de construir el inmueble en la forma más parecida al que estaba, evidentemente
jamás podrá ser el monumento histórico o la obra de arte de que se trataba ¿Por
qué razón?, porque sus autores hace muchos años quizá hayan fallecido y que
por esa razón no es posible reparar.
Entonces tomando en consideración que cuando se trata de actos reclamados
de esta naturaleza, es a ésta a la irreparabilidad a la que se refiere la fracción IX del
artículo 73, no a la consumación de un acto que en un momento dado esa consu-
mación implica la posibilidad de su impugnación porque si no se estableciera esa
consumación no estaríamos en la posibilidad auténtica de poderla impugnar a través
del Juicio de Amparo, ¿por qué?, porque no nos estaría dando perjuicio, tan sencillo
como eso, no estaríamos en posibilidad de impugnarla.
Otra de las situaciones que resulta importante mencionar es la vigencia en un
momento dado de las leyes ¿A partir de qué momento cobran vigencia las leyes?
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 181
ésta sería prácticamente la última etapa del procedimiento legislativo, la anterior es la
publicación, y precisamente la publicación es la que en muchas ocasiones o en todas
las ocasiones además de la obligatoriedad nos va a determinar la vigencia de la ley.
Si el decreto correspondiente no nos determina de manera expresa a partir
de qué momento comienza la vigencia de la ley, no tenemos ningún problema,
simplemente acudimos a lo que establecen de manera expresa los artículos 3 y 4
del Código Civil Federal en el que nos dice que todo acto legislativo podrá tener
vigencia tres días después de su publicación, incluso nos da aquella posibilidad de
que en lugares que son muy distantes, ir contando un día más por cada 40 kiló-
metros de lejanía. Es texto anacrónico tomando en consideración los medios de
comunicación que actualmente existen, aunque de todas maneras no desconoce-
mos que es precisamente el Diario Oficial de la Federación el único medio oficial
hasta este momento, de publicación.
Aunque también entendemos que la tecnología de alguna manera está avan-
zando de forma tan galopante que llegaremos al momento en que quizás se recurra
a otro tipo de medios electrónicos y tecnológicos mucho más avanzados para lograr
un tipo de publicación mucho más ágil, mucho más rápida, pero esto necesaria-
mente amerita una reforma legal, no se puede establecer de manera específica con
la buena intención de querer mejorar la comunicación a través de este tipo de
medios; sí necesitamos una reforma legal que autentifique la posibilidad de realizar
este tipo de notificaciones a través de otros medios.
La vigencia de las leyes se da a través del decreto correspondiente y cuando
éste no lo establece de manera tajante recurrimos al Código Civil, pero hay oca-
siones en que los transitorios normalmente son los que nos dicen en qué momento
la ley va a entrar en vigor, son los que nos determinan prácticamente a partir de
qué momento es ésta obligatoria, y así existen posibilidades de que se de al día
siguiente de su publicación, y a veces períodos prolongados precisamente para
hacer los preparativos necesarios para la aplicación de la ley.
Sin embargo, también hay ocasiones en que la ley al momento de ser publi-
cada establece que su obligatoriedad y su vigencia se darán a partir del momento
de su publicación. Esto ha sido combatido en muchas ocasiones ante la Suprema
C ULTURA DE
182 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Corte de Justicia de la Nación, precisamente diciendo que no les dan la oportunidad
suficiente para poder preparar lo necesario para el cumplimiento a la ley, y si el
Código Civil establece la posibilidad de que la vigencia se de en tres días, que no
les parece en ocasiones correcto que la vigencia se de el mismo día.
Sin embargo, también en ese sentido la Suprema Corte de Justicia de la Nación
ha emitido criterios para manifestar que no importa si la ley determina su vigencia
a partir del mismo día, que esa será su vigencia correspondiente, por lo que no
nos deja en estado de indefensión ¿Por qué no nos deja en estado de indefensión?
pues simple y sencillamente porque cuando estamos ante la impugnación de una
ley que bien puede ser de carácter autoaplicativo o heteroaplicativo, si estamos en
el segundo caso de una ley heteroaplicativa tendremos cuando menos quince días
a partir de que se nos notifique el acto de aplicación, ni siquiera es el acto mismo
de la vigencia de la ley a través de la publicación en el Diario Oficial de la Federa-
ción, es hasta que se nos aplique, ya sea por un particular, ya sea por una autoridad
o porque el propio quejoso se auto coloque en el supuesto de la norma, a partir
de ese momento tenemos quince días para su impugnación, entonces en realidad
no hay ningún estado de indefensión para determinar que la vigencia establecida el
mismo día pueda causarnos este tipo de perjuicios.
Y tampoco puede establecerse respecto de las leyes autoaplicativas. ¿Por qué?
para éstas tenemos un plazo distinto, de 30 días para su impugnación y esto nos da
la posibilidad de mayor tiempo para la preparación de la demanda correspondiente,
independientemente sobre todo en leyes como las fiscales que son en un momento
dado las más combatidas, porque nos dejan generalmente erogación pecuniaria y
es la que más nos afecta: Existen despachos especializados que desde que se está
gestando la reforma fiscal correspondiente, ya están trabajando sobre las demandas
y sobre los asuntos que publican, precisamente para ver qué ley van a impugnar,
si la van a impugnar como ley autoaplicativa, si la van a impugnar como heteroa-
plicativa y qué es lo que van a hacer valer de este problema, entonces tampoco
existe de ninguna manera la posibilidad de establecer un estado de indefensión.
Habíamos mencionado también un criterio que se dio en materia de contro-
versia constitucional, habíamos mencionado que durante el proceso legislativo de
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 183
alguna manera, se involucran dos tipos de autoridades que son la Legislativa y la
Ejecutiva. Sin embargo, tuvimos en la Suprema Corte de Justicia de la Nación una
controversia constitucional porque se emitió un artículo en la Constitución local del
Estado de Aguascalientes en la que se permitía que si el Gobernador del Estado
no ejercía el derecho de veto o sin ejercerlo no regresaba la ley en el tiempo
correspondiente al Congreso del Estado, era el Congreso del Estado el que tenía
la posibilidad de ordenar la publicación. Esto dio lugar a una controversia constitu-
cional, ¿por qué? pues porqué si nosotros analizamos la Constitución en el artículo
72, tenemos que es el Presidente de la República como representante del ejecutivo
el que, normalmente a través de la promulgación, ordena la publicación de la ley y
quizá esto nos haya hecho concebir que debe ser ésta la autoridad encargada pre-
cisamente de ordenar esta publicación.
Entonces con esta idea acude el Gobernador del Estado de Aguascalientes
impugnando la inconstitucionalidad del artículo que había establecido el Congreso
del Estado diciéndole: te mando la ley para efectos que determines si ejerces o no
el derecho de veto o de una vez la promulgues, tienes diez días para hacerlo, si en
diez días no me la regresas ni te pronuncias a favor o en contra de la ley, entiendo
que tácitamente ya la estás aceptando pero como no me la regresas, yo debo man-
darla a publicar porque si no lo único que haces, Gobernador, así le dice el Congreso,
es entorpecer la función del Legislativo, ¿por qué razón?, porque se dio el caso de
que mandándole la ley al Gobernador para efectos de que si ejercía o no su dere-
cho de veto o si la promulgaba, se quedó callado, no hizo absolutamente nada.
Así, decían ellos: Nuestra Constitución lo único que nos decía era que en diez
días nos tenía que regresar la ley, y que en esos diez días si él establecía alguna
observación o ejercía el derecho de veto, nosotros teníamos a través de las dos
terceras partes del Congreso determinar si aceptábamos o no la promulgación
correspondiente, si reunían la mayoría calificada, bien podían en un momento
dado contestar las observaciones realizadas por el Gobernador; pero resultó que ni
siquiera hizo caso, ni siquiera la regresó y no dio la oportunidad de que estableciera
la mayoría calificada para determinar o no las observaciones, sino que simplemente
se quedó con la ley y al quedarse con la ley, pues no hubo ley, ni veto, ni apro-
bación, ni observaciones, ni nada.
C ULTURA DE
184 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Entonces, el Congreso de manera muy diligente legisló y le dijo: Pues cuando
no me la regreses, ni ejerzas el derecho de veto, ni me hagas observaciones y sim-
plemente te la guardes en el cajón, en ese momento transcurridos los diez días yo
ordeno su publicación, y esto dio lugar a esta Controversia Constitucional y en la
Corte se decía que por qué el Congreso se excedía en sus facultades, porque ésta
debía entenderse como una facultad exclusiva del Ejecutivo del Estado, el Gober-
nador era el único que podía ordenar esta promulgación. Entonces se dijo no, en
nuestro sistema jurídico se acepta que intervenga el Ejecutivo y que lleve a cabo
este tipo de observaciones, que lleve a cabo la promulgación, es perfectamente
válido, pero esto no quiere decir que el Legislativo en una situación donde le da
prácticamente la oportunidad de desarrollar la función que le corresponde dentro
del proceso legislativo al Ejecutivo y si éste no la hace, entonces con tal de que no
se entorpezca la función legislativa que se lleve a cabo el proceso con la celeridad
y prontitud que la ley amerita.
Evidentemente, es constitucional que se establezca una orden de publicación
por parte del propio Legislativo, y así fue aceptado y así fue resuelto. Fue novedoso
en su momento pues se dijo que no puede el Legislativo promulgar una ley. Sin
embargo, en situaciones de esta naturaleza, los argumentos resultaron lógicos, cohe-
rentes, acordes a la función legislativa, se determinó esta situación.
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 185
26 DE ABRIL DE 2006
cegal
EL SEMANARIO JUDICIAL DE
LA FEDERACIÓN Y DEMÁS PUBLICACIONES
DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE
LA NACIÓN
LIC. RAFAEL COELLO CETINA,
Secretario Ejecutivo de Asuntos Jurídicos de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación
T
cultura de la legalidad
odos tenemos presente que los textos constitucionales tanto a nivel federal
como a nivel local prevén, como una etapa del proceso legislativo, la publi-
cación de las leyes. Incluso a nivel federal, tratándose de normas inferiores
a partir del año 2000 ya contamos con disposición expresa en a Ley de Procedi-
miento Administrativo en el sentido de que para que ese tipo de normas puedan
surtir efecto jurídico es indispensable que previamente se publiquen en el Diario
Oficial de Ia Federación.
En este orden de ideas debo señalarles que en la Suprema Corte de Justicia
de la Nación se tiene conciencia plena del gran esfuerzo que se realiza tanto en el
Diario Oficial de la Federación como en gacetas, periódicos y demás boletines a
nivel local para publicar oportunamente y divulgar en Ia medida de lo posible todas
las disposiciones de observancia general que son emitidas por los órganos del Estado.
Somos testigos en Ia Suprema Corte, dado que tenemos un departamento de
compilación de leyes que está en contacto directo con los organismos de publicación
oficial, de Io revelador de Ia intención de mejora de todos estos organismos para
la oportuna publicación de las sentencias donde la Suprema Corte declara Ia inva-
lidez de leyes o reglamentos, bien sean federales a locales.
Hemos visto cómo, oportunamente se realiza esa publicación que tiene tal
relevancia que el propio Pleno, en sus sentencias fija y precisa que los efectos de
la declaración de invalidez tendrán lugar hasta el momento en que se publique la
187
sentencia respectiva; de ahí Ia gran relevancia de esa labor, que viene a transformar
el orden jurídico dado que, como ustedes saben, las sentencias de invalidez dictadas
en acciones de inconstitucionalidad y controversia constitucionales en determinados
supuestos, da lugar a que Ia norma respectiva ya no pueda aplicarse.
Debemos de reconocer entonces este esfuerzo también de estos medios de
publicación local en cuanto a cumplir lo dispuesto en el articulo 44 de la Ley Regla-
mentaria de las fracciones I y II del artículo 105 constitucional donde se establece
que las sentencias a las que me referí, se publiquen en el medio oficial donde se haya
publicado la norma declarada inválida.
Estamos en presencia de una auténtica ley suprema de Ia Unión, una ley que
no solamente incide en el ámbito federal sino también en los ámbitos local, muni-
cipal, del Distrito Federal, y validamente vincula a autoridades que no pertenecen
a la Federación, una auténtica ley suprema de Ia Unión en términos del 133 cons-
titucional, que es relevante sobre todo para las pronunciamientos que en algunos
meses emitirá el Pleno sobre Ia jerarquía en tratados internacionales y el resto del
orden jurídico nacional.
Precisado Io anterior, esta relevancia de las actividades que realizan ustedes
puede ir entonces al ámbito del Poder Judicial de Ia Federación, aquí vamos a
encontrar un medio de difusión, una publicación oficial de gran relevancia que por
dos vías contribuye a la publicación y divulgación del orden jurídico nacional, por un
lado Ia difusión que se realiza de Ia jurisprudencia tanto de la Suprema Corte como
de los Tribunales Colegiados de Circuito, y por otro lado la publicación de los Acuerdos
Generales tanto de la Suprema Corte como del Consejo de la Judicatura Federal.
Antes de profundizar en Ia relevancia de estas dos actividades vale la pena que
hagamos referencia a los antecedentes del Semanario Judicial de Ia Federación.
Debo decirles que desde el año de 1850 existió una publicación denominada Sema-
nario Judicial de la Federación; sin embargo, ésta no era una publicación oficial, pero
a través de ella se divulgaban las sentencias de Ia Suprema Corte de Justicia. Este
medio persistió hasta 1855 y los múltiples problemas que sabemos que acontecían
en esta etapa de nuestra historia dieron lugar a que se suspendiera Ia publicación
del Semanario Judicial. Posteriormente, con motivo de la Constitución de 1857 viene
C ULTURA DE
188 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Ia primera Ley Reglamentaria de Ia Constitución en materia de Juicio de Garantías
y Ia Ley de Amparo de 1861. En el artículo 32 de esta ley se estableció que todas
las sentencias que se dictaran se publicarían en los periódicos. Después vino un
Reglamento de la Suprema Corte que comenzó a impulsar esa publicación a través
de diversos órganos. Pero fue hasta 1870 cuando el Presidente de Ia Republica Don
Benito Juárez expidió un decreto el 8 de diciembre de 1870, en el que estableció
el Semanario Judicial de Ia Federación para que se publicaran todas las sentencias
definitivas dictadas por los tribunales federales y, además, se prevé el sistema de
financiamiento de este órgano de difusión. Un sistema bastante rudimentario en
comparación del que existe actualmente, pero allí está, por primera vez establecida
en una disposición oficial, el Semanario Judicial de Ia Federación.
Debo decirles que a partir de 1870 diversos acontecimientos históricos han
dado lugar a que tengamos nueve épocas del Semanario Judicial de Ia Federación.
Por supuesto, la primera época comenzó en 1870 y de allí a 1917 se desarrolla-
ron 4 épocas que se dividieran atendiendo a las acontecimientos históricos jurídicos
relevantes. Toda la jurisprudencia que se publicó en aquella época actualmente se
le conoce como jurisprudencia histórica y quiero decirles que se encuentra digitali-
zada, inclusa existe un disco compacto que está a disposición del público, con las
sentencias y jurisprudencia de aquella época. Incluso ha llegado a suceder que un
gobernado de algún estado solicita este disco, pero sucede que en la Casa de
Cultura Jurídica respectiva –la Suprema Corte tiene Casas de la Cultura Jurídica en
más de treinta ciudades– no hay en existencia. ¿Qué sucede en este caso? el Comité
de Acceso de la Suprema Corte ha sostenido que existe la obligación del área compe-
tente para que de inmediato, ante esa solicitud, reproduzca el original en otro disco
compacto y la remita al gobernado que lo está solicitando. Entonces, hay un fácil
acceso a esta jurisprudencia histórica, que es relevante para conocer la evolución
de los criterios de la interpretación de la Suprema Corte y del resto de las tribu-
nales federales.
En 1917 se da un cambio radical en nuestro sistema jurídico y surge la quinta
época del Semanario Judicial de la Federación, que inicia el 1o de junio de ese año.
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 189
Qué mayor trascendencia para el Juicio de Amparo que, por ejemplo en 1917,
ya se establecían dos vías para acudir a este juicio. Antes de 1917 únicamente se
podía acudir primero ante un Juez de Distrito y después en revisión a la Suprema
Corte. En 1917 se quedan dos vías, una vía indirecta que ya existía primero ante
el Juez y después la intervención ante a Suprema Corte y se dijo: tratándose de
sentencia de Tribunales, si ya se escuchó a los gobernados vamos a establecer una
vía diferente donde se pueda llegar de inmediato a Ia Suprema Corte, por eso surge
Ia vía directa, el hoy Amparo directo, que ya no tiene nada de directo ni es una
instancia como Io era o lo fue históricamente en 1917.
Estos y otros cambios fundamentales de Ia legislación de Amparo dieron lugar
a que surgiera Ia quinta época que fue bastante trascendente y duró hasta junio de
1957. Es sin duda Ia época con mayor duración. ¿De esta época que podemos
destacar? en principio que comienza la distinción relevante entre jurisprudencia y
tesis jurisprudencial, una discusión que debemos tener presente en todo momento,
para distinguir Io que es el criterio jurisprudencial, es decir, las consideraciones, los
argumentos que se rigen del órgano jurisdiccional, de la tesis o extracto: qué se va
a extraer, qué se va a sintetizar de ese criterio jurisprudencial. Para que exista juris-
prudencia basta que existan esas fallas donde estén plasmadas esas consideraciones.
Para efectos de difusión, a partir de 1917 se comienza a estilar el redactor un extracto
donde se plasme en forma abstracta el criterio donde viene Ia sentencia y surge
entonces Ia que es Ia tesis jurisprudencial.
No confundir entonces jurisprudencia con tesis jurisprudencial, hay un matiz
muy relevante, puede ser que no se haya redactada ese extracto, que por las cargas
de trabajo el órgano jurisdiccional todavía no redacte ni apruebe la tesis, pero el
simple hecho de que ya existan las sentencias que cumplan con los requisitos para
considerar que existe jurisprudencia ya va a tener los efectos vinculatorios a los que
se refiere Ia Ley de Amparo y como veremos también otros ordenamientos.
Debo decirles que actualmente existe una fuerte crítica a Ia existencia y a la
forma en que se realizan estas tesis jurisprudenciales, se dice que da lugar a trabajo
extraordinario para los tribunales, pues no solamente tienen que redactar la senten-
cia, sino también tienen que hacer una redacción y un esfuerzo de síntesis respecto
a lo plasmado en la sentencia.
C ULTURA DE
190 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Hay unas muy interesantes, una del Dr. Oropeza donde criticó este sistema y
lo compara con los existentes en otros países y se advierte que prácticamente en
México es el único país donde se redactan tesis con un rubro, con un texto, con
datos de identificación, que si bien permiten una mejor y mayor divulgación del cri-
terio, sí generan cargas de trabajo extraordinarias para los tribunales.
Al respecto debo decirles que soy un convencido de la necesidad de estas tesis
jurisprudenciales, dado que no existiría un mejor sistema que permita a los gober-
nados conocer cuál es el criterio que queda contenido en las sentencias, hay que
buscar Ia forma en que no se convierta en carga extraordinaria; pero también no
debemos dejar de reconocer que la responsabilidad de Ia aprobación de esas tesis
recae en el órgano respectivo. En esta quinta época, las tesis no las aprobaba el órgano
que las emitía, es decir, tenían las sentencias del Pleno, de las Salas y el departa-
mento del Semanario Judicial es el que redactaba Ia tesis, y así sucedió hasta Ia
séptima época con un grave riesgo. Por allí se menciona que existían tesis, que se
hacían para quien las pedía, Ia que le favorecía al presentarla a los tribunales; por
tanto, se corría ese grave riesgo de que no fuera el propio órgano jurisdiccional el
que aprobara Ia tesis respectiva. Esto es necesario porque va a ser la forma de darle
difusión a su criterio y tiene que velar porque sea adecuada y correcta esa síntesis
que se realiza.
También en esta época es importante distinguir entre la que es la tesis juris-
prudencial y la tesis aislada. La tesis jurisprudencial es aquélla que va a reflejar un
criterio que ya tiene Ia fuerza vinculatoria en Ia jurisprudencia, que ya obliga los
tribunales, que incluso obliga a las autoridades administrativas como ya Io mencio-
naré. En cambio tenemos las tesis aisladas, por algunos también denominados como
criterios. La tesis aislada es un criterio sostenido en una sentencia, pero que por
algún motivo no tiene fuerza jurisprudencial, bien sea porque requiere ser reiterada
o bien porque la votación que le dio el sustenta no es Ia suficiente para que tenga
esas efectos, pero se publica porque es ilustrativa, porque nos permite conocer qué
sostuvo el tribunal al conocer de un caso concreto, cuando hubo el problema de
interpretar una ley o de darle determinados efectos a un acto jurídico.
Entonces también tomemos en cuenta la distinción entre tesis jurisprudencial y
tesis aislada, ambos se publican en le Semanario Judicial de la Federación.
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 191
En ese momento, en Ia quinta época, solamente existía un sistema de integra-
ción de jurisprudencia; a partir de 1917 solamente teníamos la jurisprudencia por
reiteración, el clásico sistema de reiteración de jurisprudencia, sin precedentes en
el mismo sentido de no interrumpir su labor.
Pero en 1951, ya casi al final de Ia quinta época, se crearon los Tribunales
Colegiados de Circuito con Ia finalidad de descargar a Ia Suprema Corte que con
motivo del Amparo directo, a través del cual se estaba conociendo que los juicios
de garantías contra las sentencias dictadas por todos los tribunales del país –esta dio
lugar a que existieran bodegas más grandes que este auditorio llenas de expedientes
que no se podían todavía estudiar, había un rezago espantoso en Ia Suprema Corte,
no era humanamente posible estar desahogando la carga de trabajo que llegaba de
toda la República–. Dio lugar entonces a que se crearan los Tribunales Colegiados
de Circuito para desahogar gradualmente esa carga de trabajo, y ¿qué sucedió? Se
estableció otra forma de integrar jurisprudencia. En 1951 al crearse los Tribunales
Colegiados se reconoce que esto podría dar lugar a que se sustentaran criterios
contradictorios dentro de los Tribunales Colegiados de Circuito y esos criterios con-
tradictorios tenían que dilucidarse a la brevedad por seguridad jurídica, si no ¿qué
sucedería? Pues que dependiendo del Tribunal al que se llegara, se iba a obtener
una resolución favorable a desfavorable; de allí que surge coma forma de integración
de jurisprudencia la resolución de las contradicciones de tesis.
Aparece entonces en 1951 esta forma de integración que requiere únicamente
de un solo fallo, con uno sola sentencia donde se dilucide la contradicción; ya se
va a establecer jurisprudencia, y esa determinación ya no va a trascender a las
sentencias donde se sostuvieron esos criterios contradictorios, esas ya son cosas de
fiar; esta jurisprudencia será aplicable a partir de que se haya emitida el folio de esa
contradicción y, curiosamente, tampoco hay un requisito especial de votación para
que surja Ia jurisprudencia al rendir una contradicción de tesis.
Por ejemplo, actualmente, hablando del Pleno, por Io regular, si se va a resolver
una contradicción de tesis y solamente están siete ministros, baste con que cuatro
voten en un sentido para que ese folio de contradicción de tesis tenga efectos
jurisprudenciales. Actualmente se dan incluso contradicciones de tesis sobre incons-
C ULTURA DE
192 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
titucionalidad de leyes locales entre los Tribunales Colegiados. Puede suceder que
llegue a Ia Segunda Sala la contradicción, siendo cinco ministros con un quórum de
cuatro, bastará la votación de tres contra una para que se establezca jurisprudencia
sobre la inconstitucionalidad de una ley local.
Es en Ia quinta época, a finales, cuando surge esta institución de la jurisprudencia
por contradicción de tesis.
Los cambios relevantes con motivo del surgimiento de los Tribunales Colegiados
de Circuito dieron lugar a que se dividiera la competencia para conocer del Amparo
directo, un sistema muy interesante, como ustedes saben.
En una demanda de Amparo directo se pueden hacer valer violaciones proce-
sales o violaciones contenidas en la sentencia, procésales por vicios acontecidos en
el procedimiento, vicios en la sentencia como su propio nombre lo dice, vicios que
tiene la determinación judicial importante. Por eso se estableció en 1951 que para
desahogar a Ia Suprema Corte el Amparo directo se dividiría para su competencia
entre Colegiados y Corte; el Colegiado se pronunciaría sobre violaciones procesales;
si prosperara Ia violación procesal se concedería el Amparo y ya tenia que llegar a
Ia Corte, si no prosperaban las violaciones procesales una vez estudiadas todas ellas,
se remitía el asunto a la Suprema Corte, entonces teníamos ya un Amparo directo o
uniinstancial, que comenzó a partir de dos instancias porque primero tenía que ir
al Colegiado y después a la Corte.
Por supuesto que todos los gobernados hacían valer las violaciones procesales
y todos los Amparos directos tenían que dar Ia vuelta por el Colegiado y luego en
ocasiones llegar a Ia Suprema Corte. Este sistema se agotó a partir de 1951 y da
lugar a que en 1957 se estime que era el momento de iniciar una nueva época.
Inicia entonces la sexta época. Aquí ya se emiten las bases que van a regir al Sema-
nario Judicial de Ia Federación de 1957, y en estas bases nuevamente se deja la
redacción de las tesis en manos de las secretarios proyectistas y de los secretarios
de acuerdo, tanto de la Corte como de los Tribunales Colegiados. Ellos cuidaban
que estuvieran bien redactados y los remitían al Semanario Judicial.
En esta sexta época se expiden apéndices al Semanario Judicial, que son compi-
laciones de jurisprudencia donde en orden alfabético se enumeran las jurisprudencias
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 193
que están vigentes al momento de expedirse ese apéndice, incluso en aquella época
todavía se aplicaba ese estilo que en el apéndice después de Ia Tesis Jurisprudencial,
se adicionaran las tesis aisladas relacionadas, nada más para ilustrar al lector, en
términos relativos a Ia jurisprudencia, para con algún aviso o alguna diferencia. Aquí
entonces se agregó el apéndice de 1917 a 1965.
Este sistema de dividir la competencia entre Suprema Corte y Tribunales Cole-
giados generó muchos problemas. Por eso en 1967 se decide, mediante reforma
constitucional, modificarlo y otorgarle competencia plena a los Colegiados pero cono-
cer el Amparo directo, pero siempre y cuando se dieran determinados supuestos, por
ejemplo en materia civil que los juicios fueren de una cuantía menor a determinada
cantidad fijada en Ia ley o en materia penal que no se tratara de penas de muerte
ni se tratara de penas cuya media aritmética fuera mayor a 5 años; si se trataba de
estas penas se establecía que tenía que ir a la Corte el Amparo directo y allí se veían
tanto violaciones procesales como violaciones de la sentencia. Si no se daban los
supuestos y eran menores esas penas, irían al Tribunal Colegiado de Circuito. Igual
en materia laboral si se impugnaban folios, laudos de la Junta Federal a la Corte, si
se impugnaban laudos de conflictos individuales de Juntas Locales a los Colegiados.
Esto entonces dio lugar a que surgiera la séptima época del Semanaria Judicial de
Ia Federación.
Esta época abarcó del 1o de enero de 1969 hasta el 14 de enero de 1988.
Pedemos destacar de esta época, primero, que se emiten las bases que van a regirla
y nuevamente se deja en manos de los secretarios proyectistas y de los secretarios
de acuerdos responsabilizarse por el texto de las tesis jurisprudenciales y de las tesis
aisladas, con los riesgos que ya comenté. En esta época se publicaron dos apéndices:
el apéndice 1775 y el apéndice 1788; Ia labor de estos apéndices implica revisar
la jurisprudencia desde 1917 porque hoy en día sigue vigente jurisprudencia de
1918 y 1919 donde el marco jurídico no se ha modificando y se sigue compar-
tiendo con Ia Corte, o no se ha emitido un fallo en contra respecto de aquellos
criterios que se sostuvieron. El otro apéndice fue el de 1788, prácticamente al fina-
lizar Ia séptima época.
En 1988 se advierte que es necesario fortalecer a Ia Suprema Corte como tri-
bunal constitucional y por ende debe suprimirse de su competencia el conocer el
C ULTURA DE
194 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Amparo directo. Se traslada a los Tribunales Colegiados de Circuito la competencia
plena para conocer de estas demandas, siendo ya irrelevante la naturaleza de Ia
sentencia impugnada.
Todos los juicios de garantías promovidos contra sentencias definitivas, propi-
ciadas por tribunales judiciales, laborales y administrativos serian de la competencia
de los Tribunales Colegiados de Circuito y se prevé un recurso de revisión que
podrá interponerse contra esas sentencias ante la Suprema Corte cuando se den
determinados supuestos; es una procedencia que podemos denominar extraordi-
naria. Pero esto implica que Ia Corte se dedique fundamentalmente a conocer de
problemas de constitucionalidad de leyes bien fuera en Ia revisión del Amparo directo
o en la revisión del Amparo indirecto, recuerden aquella vía donde primero había
que ir al Juez de Distrito después a la Corte.
En esa también se fue dividiendo Ia competencia para conocer los recursos de
revisión de las sentencias de los jueces. Se fue dejando la revisión cuando hubiera
problemas de legalidad a los Colegiados y la revisión cuando implicara problemas
de constitucionalidad de normas generales a la Suprema Corte, ese es el gran cam-
bio de 1988.
Debo decirles que se emitió un Acuerdo General plenario hacia 1989 en el
cual se establece un procedimiento para la aprobación de las tesis y se señala que
debe ser el órgano que emitió las sentencias el que apruebe la tesis. Se dice en
nuestra jurisprudencia que se trata de un acto administrativo que le da efectos rele-
vantes a la jurisprudencia, no sólo su divulgación sino que puede ser el mecanismo
a través del cual se pueda fincar la responsabilidad administrativa a aquel que no
cumpla con la jurisprudencia, si no conoció de ella por otro medio, pero ya publi-
cado en el Semanario Judicial, entonces sí será sancionable su conducta contraria a
la jurisprudencia tratándose cuando menos de juzgadores federales, del Tribunal
Colegiado, del Tribunal Unitario y de los Juzgados de Distrito.
Aquí viene la relevancia de aquella época donde comienza a regularse de una
manera más adecuada la publicación de las tesis de jurisprudenciales y las tesis
aisladas.
En 1995, con Ia reforma constitucional que todos recordamos, se modifica Ia
integración de Ia Suprema Corte, se disminuye el número de ministros para quedar
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 195
en 11, se establece Ia acción de inconstitucionalidad, se reglamenta, se formulariza
la controversia constitucional y esta, pues, justificó plenamente el inicio de una nueva
época.
Comienza entonces la novena época, con un Acuerdo emitido el 19 de junio de
1995. Claro está que Ia época que comenzó desde febrero de 1995, y debo decir-
les que aquí en este Acuerdo General se habla expresamente de otra función del
Semanario Judicial, ya no solamente es difundir las tesis jurisprudenciales y las tesis
aisladas, sino también difundir los Acuerdos Generales aprobadas por el Pleno de Ia
Suprema Corte, por el Presidente de Ia Suprema Corte, por las Comités de Minis-
tros o por el Pleno del Consejo de la Judicatura Federal.
Como ven ustedes, hablar del Semanario Judicial de la Federación implica estoica-
mente esa referencia, dada la importancia de la jurisprudencia de la Suprema Corte
y de los Tribunales Colegiados de Circuito. Tomando en cuenta entonces el origen y
Ia evolución del Semanario Judicial, vale la pena que nos acerquemos a Io que es la
jurisprudencia y a su relevancia para las disposiciones del orden jurídico nacional,
por Ia importante actividad que se está realizando al buscar una mejor divulgación
de estas normas.
Como ustedes ya lo saben, podemos entender por jurisprudencia a los crite-
rios sostenidos por los tribunales terminales que es un elemento fundamental; me
estoy refiriendo a una definición jurídica de la jurisprudencia. Tenemos muchas defi-
niciones, yo les hablo de Ia que emana de nuestro ordenamiento; jurisprudencia
son los criterios sostenidos por los tribunales terminales que al interpretar una ley
o al darle determinados efectos a un hecho y con una votación determinada o en
su caso den un sólo fallo o bien con un número reiterado de éstos, viene a vincular
a otros tribunales e incluso a otros órganos del Estado.
¿A qué me refiero con órganos terminales? La jurisprudencia tiene que emanar
de órganos terminales, porque nuestro legislador únicamente le da efectos jurispruden-
ciales a las sentencias emitidas por aquellos órganos jurisdiccionales que en determinada
materia constituyen la última instancia, a nivel Poder Judicial de la Federación, un
Juez de Distrito, un Tribunal Unitario no son órganos de última instancia, digamos
como el Colegiado y la Corte.
C ULTURA DE
196 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Estamos hablando nada más de Amparo, entonces quién puede establecer o
qué órgano puede establecer jurisprudencia; los Colegiados. ¿Qué son terminales?
En materia de legalidad tienen Ia última palabra sobre la interpretación de las leyes
en los juicios de los que conocen y en materia de constitucionalidad de leyes la
Suprema Corte es el órgano terminal y el que puede establecer jurisprudencia con
esos efectos; pero esto no dio lugar a desconocer que otras tribunales también
pueden establecer jurisprudencia y también se les puede considerar formalmente
como órganos terminales.
En muchas estados de Ia República, al Tribunal Superior de Justicia se le ha
reconocido la posibilidad de establecer jurisprudencia, y se reconoce que dentro
del orden jurídico estatal constituye un órgano terminal, y si bien a través del juicio de
Amparo pueden modificarse esos criterios, esto nos da para reconocer que se trata
de un juicio extraordinario, un juicio de control de Ia constitucionalidad, pero que
válidamente en el tribunal, sus criterios puedan tener efectos jurisprudenciales cuando
cumple con ciertos requisitos y vincular a los órganos jurisdiccionales inferiores.
Hay varios estados donde así sucede, también lo vemos con los Tribunales de
lo Contencioso Administrativo, lo vemos con el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y
Administrativa, del cual Ia nueva Ley de Procedimiento Contencioso Administrativo
a nivel federal ya nos dice que quedará suspendida la jurisprudencia de ese Tribu-
nal con motivo de Ia emisión de jurisprudencia de la Suprema Corte y que sea
contraria a la del Tribunal. Se está buscando concatenar los sistemas de jurispru-
dencia a nivel federal, y diría que a nivel nacional porque no inciden únicamente
en el orden jurídico federal, sino en todo el orden jurídico nacional. Se ha estado
buscando concatenar estos sistemas y vale la pena intentarlo.
¿Qué más podemos decir al ras de esa naturaleza terminal de esos órganos?
En cuanto a la votación, por lo regular solamente los órganos jurisdiccionales cole-
giados van a ser dotados de la atribución para establecer jurisprudencia, los órganos
unitarios integrados por una sola persona no van a tener la facultad de establecer
jurisprudencia, va a ser el órgano colegiado el encargado de dar reglas de votación,
cuántos votos se requieren para que el fallo tenga efectos jurisprudenciales; y tam-
bién vamos a encontrar reglas sobre la necesidad o no de que el criterio se reitere,
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 197
porque el Juicio de Amparo, sabemos muy bien, requiere de cinco criterios; en una
contradicción de tesis –ya lo mencionamos– basta uno sola sentencia y no hay
problema de votación, basta que la mayoría la apruebe para que tenga efectos jurispru-
denciales.
En materia de controversias constitucionales de acciones de inconstitucionalidad
¿qué sucede? Aquí se requiere, que el fallo haya sido emitido por cuando menos
ocho votos, una mayoría de ocho votos para que tenga efectos jurisprudenciales.
Aquí hay problemas muy interesantes porque, como saben ustedes, por ejemplo,
si un Municipio impugna un ley federal o una ley estatal y ésta se declara inválida,
el efecto será únicamente beneficiar a ese Municipio, y será aplicable en los otros
Municipios, pero ya tenemos jurisprudencia sobre la inconstitucionalidad de la ley,
y si bien el fallo no vincula por sí mismo a las autoridades de los otros Municipios,
las autoridades municipales sabrán –y las estatales– que si aplican esa ley y el acto se
impugna en un juicio, un juicio de legalidad en tribunal que conozca de ese acto o
que de alguna manera vea si se aplica o no esa norma, estará obligado a no aplicarla y
perderá validez ese acto de autoridad, pero aquí por efectos de la jurisprudencia, los
efectos jurisprudenciales del fallo, los efectos propios de la declaración de invalidez.
Entonces hay temas ahí relevantes en cuanto a la validación y en cuanto a la
necesidad de que se reitere o no. La fuerza vinculatoria de la jurisprudencia es un
tema de gran relevancia, en un principio debemos señalarlo, la jurisprudencia no es
analogable a una disposición de observancia general, al día de hoy no tiene la fuerza
jurídica que tiene una disposición de observancia general, ¿por qué? Pues porque no
modifica las leyes la jurisprudencia, únicamente nos dice en qué sentido debe enten-
derse lo establecido por la ley, únicamente esclarece, rige el alcance de ley y de
cualquier disposición de observancia general.
Recuerden ustedes que no siempre la jurisprudencia ha podido establecerse
por la Suprema Corte y los Tribunales Colegiados respecto de cualquier disposición
de observancia general. Antes de la década de los 60's solamente la jurisprudencia
podía versar sobre la Constitución de la República, sobre tratados internacionales,
leyes federales y reglamentos federales, no podía haber jurisprudencia sobre dispo-
siciones locales.
C ULTURA DE
198 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
A partir de 1967 me parece, impulsada por el Ministro Iñárritu, se reforma la
Constitución para establecer que al tratarse de fallos no emitidos por un órgano
federal sino por un órgano nacional, la función era establecer jurisprudencia sobre
leyes locales y cualquier disposición diversa del orden jurídico nacional; entonces
aquí es donde mencionábamos es el problema de la fuerza vinculatoria. En principio
en el artículo 192 de la Ley de Amparo con toda claridad nos dice: la jurisprudencia
de Ia Suprema Corte obliga a los siguientes tribunales, ¿cuáles son? pues todos,
todos los que formalmente constituyen tribunales. Pero qué sucede con las autori-
dades administrativas, pues que en términos del 192 no están vinculadas, pero ha
habido una evolución importante. Si vemos la Ley Federal de Procedimiento Conten-
cioso Administrativo vamos a advertir, como ya se prevé, que si las autoridades
administrativas emiten un acto contrario de la jurisprudencia que en materia de lega-
lidad establezca la Suprema Corte, estaremos en presencia de una falta grave, así
lo dice el artículo 4o de esta ley, entonces comienza a expandirse cada día más la
fuerza vinculatoria de la jurisprudencia.
¿Qué relevancia tiene entonces la difusión de la jurisprudencia a través del
Semanario Judicial? Creo que no podía existir la menor duda que en cuanto a que
si queremos conocer, comprender el alcance de las disposiciones de observancia
general emitidas por el orden jurídico nacional, los que en muchas ocasiones son
completas, es necesario que conozcamos lo que nos dice la jurisprudencia tanto de
la Suprema Corte como de los Tribunales Colegiados de Circuito.
Por ello considero que cualquier labor de divulgación del orden jurídico nacional
debe ir acompañado de la divulgación de la jurisprudencia del Poder Judicial de la
Federación.
¿Qué hace la Suprema Corte actualmente para realizar esta doble divulgación,
tanto de la ley como de la jurisprudencia que la interpreta? Primero, se ha agilizado
la publicación y distribución del Semanario Judicial, si ustedes comparan lo que sucedía
hace 20 años con lo que sucede actualmente, ha cambiado radicalmente. Se pone
a la venta a precios muy bajos versiones electrónicas del Semanario Judicial de la
Federación, se han elevado los tirajes de la obra tanto en versión impresa como
en versión electrónica, se otorgan a las instituciones públicas interesadas tanto la
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 199
versión electrónica como la versión impresa, basta que se soliciten para que se
otorgue la donación respectiva; se editan discos compactos sobre la interpretación
jurisprudencial realizada respecto de específicos ordenamientos jurídicos, tenemos
discos sobre legislación mercantil donde se acompaña con precepto las tesis que se
han emitido al respecto, legislación civil, legislación penal y legislación fiscal.
También la Suprema Corte edita en esas hojas tanto de compilación de prece-
dentes como de análisis jurisprudencia. Actualmente con el Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la UNAM se están publicando estudios jurisprudenciales. También se
ponen a la venta todas estas abras en las librerías de las Casas de la Cultura Jurídica,
todas esas obras las pueden conseguir en las más de treinta y una librerías espar-
cidas en toda la República. Se organizan a lo largo del país diversos seminarios,
diplomados, conferencias, para hacer del conocimiento de Ia sociedad los criterios
jurisprudenciales. Y también próximamente a través del canal del Peder Judicial de
Ia Federación ya se están preparando los programas para difundir los criterios juris-
prudenciales. Como ven ustedes, el Semanario Judicial de la Federación lleva gran
relevancia no sólo para la divulgación de Ia jurisprudencia sino también para coadyuvar
a que los gobernados comprendan y se interesen aún más por el orden jurídico
nacional.
C ULTURA DE
200 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
27 DE ABRIL DE 2006
cegal
LA COMPILACIÓN JURÍDICA
NACIONAL EN MEDIOS ELECTRÓNICOS
DR. EDUARDO DE JESÚS CASTELLANOS HERNÁNDEZ,
Director General de Compilación y Consulta del
Orden Jurídico Nacional, Secretaría de Gobernación
cultura de la legalidad
E
CONSIDERACIONES PREVIAS
201
La consolidación democrática requiere así de un orden jurídico eficaz y por lo
tanto, su publicidad deviene en esencial. La difusión jurídica adquiere la caracterís-
tica de interés público y permite no sólo delimitar la actuación de la autoridad, sino
la medición de dicha actuación por la sociedad. El grado de apego a la legalidad
por las autoridades nos indica así, el nivel de eficacia del sistema jurídico y la plenitud
de un Estado de derecho.
A la ciudadanía corresponde informarse y ejercer plenamente los derechos de
acceso a la información y exigencia de responsabilidades. Parte de la información
pública son tanto los actos y acciones del gobierno como su marco normativo. Esto
da los parámetros correctos para medir una actuación apegada a la ley.
Cultura de la Legalidad es conocer los derechos y los límites de los ámbitos
individual, colectivo y estatal. Por su capacidad de cobertura y por la eficacia que
una divulgación tenga en tanto versión oficial la publicación y difusión de las normas
jurídicas debe ser un servicio público a cargo del Estado.
El conocimiento de la ley y la cultura que deriva de su práctica no se limita a
un ámbito de gobierno, cubre al Estado en su conjunto. Por ello, en el orden
jurídico nacional encontramos todas las normas jurídicas federales, estatales y muni-
cipales de carácter general y obligatorio, así como los instrumentos internacionales
incorporados al derecho nacional, con los requisitos constitucionales respectivos.
La actuación de los gobiernos federal, locales y municipales debe fundamentarse
siempre en la legalidad, ya sea en el ejercicio de atribuciones expresas o en aquellos
aspectos discrecionales, donde la responsabilidad, el sentido de servicio y el propio
espíritu de la ley se convierten en los límites para el gobernante.
Sólo en la normatividad encontramos la existencia y legitimidad de la autori-
dad, de su organización, atribuciones y competencia. Respetar esto es la esencia del
Estado de derecho y la condición indispensable para la consolidación democrática.
A continuación se comentará el proyecto de compilación electrónica del orden
jurídico nacional que ha emprendido la Secretaría de Gobernación y la aportación
que puede proporcionar a la Cultura de la Legalidad en el Estado mexicano un ser-
vicio de esta naturaleza.
C ULTURA DE
202 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
INTERÉS PÚBLICO DE
LOS SERVICIOS JURÍDICOS
A CARGO DEL ESTADO
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 203
bilidades de armonía, orden y justicia con base en el cumplimiento de la ley, tanto
en la esfera pública como privada.
En este contexto, se hace evidente que el conocimiento del orden jurídico y
el acceso irrestricto al mismo, así como la exigencia en el cumplimiento de la ley
por particulares y gobernante, es una característica definitoria del Estado de derecho.
El orden jurídico se materializa cotidianamente en la sociedad en cada relación,
acto, hecho o procedimiento que el derecho prevé, regula y da consecuencias, y en la
actividad estatal, a través de las funciones administrativas, legislativas o jurisdiccionales.
En el Estado de derecho los espacios que se crean para la actuación pública o
privada de los ciudadanos siempre hay una normativa que establece los requisitos,
formalidades, trámites, atribuciones y efectos necesarios para que el acto en cues-
tión sea legalmente válido y los derechos y obligaciones que así se han generado,
sean a su vez, exigibles ante las autoridades creadas precisamente para conocer de
esa exigencia y resolverla.
Por su parte, la existencia, organización, atribuciones y competencia de esas
autoridades también están determinadas expresamente por la ley. Los límites a su
actuación claramente marcados y los requisitos para ello también. En el Estado de
derecho, la ley se convierte en el límite entre acto de autoridad y arbitrariedad.
Esta característica de legalidad cubre todo acto de gobierno, inclusive actos
mixtos sociedad-gobierno como los electorales, y aquellos de control interno (de
auditoría y contraloría) y desde luego, en los sujetos a escrutinio ciudadano, ya sean
por requerimiento de información pública –que es la que genera, procesa, almacena
cualquier área del Estado–, transparencia en el manejo de los recursos financieros,
materiales y humanos, o de responsabilidades administrativa y política de los servi-
dores públicos.
A partir de estas consideraciones, podemos concluir que los servicios jurídicos que
proporciona el Estado son la expresión material del derecho de los gobernados
para acceder a la información jurídica y de la obligación del Estado de proporcionarla.
El proporcionar información jurídica requiere no sólo de destinar recursos
específicamente avocados a ello, sino prever y crear estructuras orgánicas atribuidas
expresamente para prestar dicho servicio con un fundamento legal que sustente sus
acciones.
C ULTURA DE
204 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Esto tiene dos motivos. En primer lugar, porque al contar con normas que pre-
vean los medios de acceso y suministro de información jurídica, el Estado convierte
en garantía materializable el hasta entonces abstracto derecho a la información y, en
segundo lugar, porque al dotar a la Administración Pública –y en general a los poderes
constituidos– de áreas para ello con un fundamento legal expreso, da a estas áreas y
a sus actividades la legalidad indispensable a todo acto de autoridad.
Es decir, los servicios jurídicos no son discrecionales o voluntarios, sino la forma
en que el Estado garantiza el ejercicio del derecho de acceso a la información jurídica
de la población.
En ese sentido, el carácter de interés público resulta evidente en cuanto estos
servicios implican el conocimiento de la normatividad que establece o reconoce
derechos y obligaciones subjetivos, públicos o privados y la estructura, atribuciones
y competencias de la autoridad. Para gobernantes y gobernados el acceso a los textos
jurídicos, a su contenido y a los medios para hacerla valer se convierte en una nece-
sidad de primer orden en la medida que la Cultura de la Legalidad arraiga como
la esencia misma del Estado.
A partir de estas consideraciones, plenamente válidas para el actual proceso de
consolidación democrática en México y de coyuntura electoral, se hace evidente
que los servicios jurídicos que tiene a su cargo la Secretaría de Gobernación, tienen
una relevancia particular en cuanto reflejan la nueva concepción de la política interna
en nuestro país.
Estos servicios, que previamente ya se habían perfilado en los documentos rec-
tores de las políticas públicas de gobernabilidad democrática, tales como el Plan
Nacional de Desarrollo 2001-2006, y el Programa Especial para el Fomento de la
Cultura Democrática, cubren, como se mencionó, el suministro de información jurí-
dica sistematizada, exhaustiva y actualizada; investigaciones y publicaciones gratuitas
sobre el orden jurídico nacional; la certificación de textos legales; la concentración
y custodia del aviso de disposiciones testamentarias y poderes notariales otorgados
en todo el país.
Con la alternancia política y los nuevos espacios de participación ciudadana, la
sociedad mexicana ya no tolera controles, mordazas o represión arbitraria, velada
o no.
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 205
Ahora, la madurez política del pueblo, y la experiencia democrática en los pro-
cesos electorales y de transparencia y responsabilidad en la toma de decisiones
requiere de una amplia base de sustento jurídico.
Es decir, que ya no es sólo la negociación política y la mayor o menor legiti-
midad de los medios empleados para obtener consensos, ni la transacción o el cargo
público en sí mismo lo que determina y orienta a la sociedad en su conjunto y a
la estructura estatal, sino el cumplimiento puro y simple de la ley.
LA COMPILACIÓN DEL
ORDEN JURÍDICO NACIONAL A CARGO DE
LA SECRETARÍA DE GOBERNACIÓN
• Qué compilar
• Cómo compilar, y
• Cómo difundir los textos compilados.
Desde luego, un proyecto como éste fue posible materializarlo a partir de las
reformas de noviembre del 2000, por las que se dotó a la Secretaría de Gober-
nación con la atribución de realizar dicha compilación y de los medios para ello.
C ULTURA DE
206 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Así, diversas compilaciones, si bien no creadas específicamente con la finalidad
de integrar bancos de datos nacionales, han sido elaboradas por poderes, dependen-
cias y entidades gubernamentales como parte del esfuerzo de dar a conocer sus
actividades y poner a disposición pública la normatividad que las regula, objetivo que
les daba un carácter específico y por ende limitado. Sin embargo, como se señaló,
no tenían un propósito más amplio.
Por su parte, las compilaciones privadas, impresas y comercializadas por editores
particulares cumplen una función de difusión tan amplia como el mercado editorial
jurídico lo permite, y los precios y la demanda de estos materiales rigen sus conteni-
dos, volúmenes y oferta. Este servicio mercantil tiene la ventaja, para sus adquirentes,
de la competencia entre editores que les obliga a proponer mejores productos en
extensión y actualidad, pero a su vez tiene la desventaja de los precios y la distri-
bución.
Lo cierto es que, por otra parte, siempre ha sido una aspiración de la socie-
dad, y en primer lugar de sus ámbitos jurídicos tanto públicos como particulares, el
contar con archivos completos y confiables de la legislación nacional y organizados
de tal manera que permitan su consulta inmediata sin el problema de la dispersión
propia de las codificaciones especializadas por ramas o por órdenes de gobierno,
e incluso por competencias.
Por ello es importante que la actividad compiladora se oriente tanto por su
objetivo final –poner a disposición del público la información compilada–, como por
objetivos parciales u operativos de eficiencia y eficacia que midan el avance en la
compilación y en el suministro de la información respectiva.
Es obligado el recurso a las ventajas que nos brinda el progreso tecnológico a
fin de garantizar tanto la rapidez en el inicio del servicio como su cobertura y opera-
ción cotidiana de búsqueda, sistematización y almacenaje de datos.
La informática es el mejor vehículo actual para la difusión de cualquier tipo de
información. Su cobertura mundial y rapidez proporcionan sólidos argumentos, frente
a los textos impresos, para su elección como medio de divulgación del banco de
datos del orden jurídico nacional.
De igual manera, el desarrollo de diversos medios y formatos electrónicos facilita
la labor de compilación, y permite su ampliación no sólo a las normas más generales,
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 207
como las leyes y los reglamentos, sino a otras más específicas y menos difundidas
–decretos, acuerdos, circulares– o que injustificada y erróneamente no son gene-
ralmente incluidas en las compilaciones ordinarias, como los tratados internacionales.
Con esta amplitud se trata de cubrir el objetivo de exhaustividad y dar respuesta
oportuna a la demanda de información generada en cualquier nivel organizativo del
Estado y de cualquier tipo de norma. Asimismo, el aspecto informático facilita, y
con mucho, la actualización permanente del banco de datos en cuestión.
De igual manera, la informatización de los bancos de datos jurídicos permite
un acceso general a los mismos y su difusión prácticamente instantáneos y presenta,
a su vez, opciones de acceso, captura y procesamiento variados que facilitan en
mayor medida la disponibilidad de información jurídica por los usuarios del servicio.
Desde luego, existe una variada gama de bancos de datos electrónicos en línea
o en formatos de lectura óptica –discos compactos o programas– con amplias
opciones de consulta, pero sus usuarios naturales son áreas de determinado sector
gubernamental, académico o profesional.
Esto se debe, como se apuntó, tanto al carácter especializado de los contenidos
y destinatarios, como a la intención de sus emisores de cubrir un nicho particular
de la demanda y no de prestar un servicio público de divulgación como elemento de
culturización jurídica de la población. Objetivo que sí fundamenta a la compilación
de la Secretaría de Gobernación y su difusión pública y gratuita.
Ahora bien, para que un servicio como el indicado tuviera una trascendencia
real y una perspectiva razonable de efecto social, su integración debía ser nacional.
Primero en los elementos a compilar –normatividad federal, local y municipal–, y a
continuación, en su operatividad, mediante el involucramiento de todos los emisores
de normas jurídicas en los tres órdenes de gobierno, a través de su colaboración
permanente y coordinada.
Para ello, se definieron y consensuaron los términos de tal colaboración así
como los diversos aspectos conceptuales y de operación del servicio proyectado
en convenios de coordinación entre la Federación y los estados para implementar el
sistema compilación y consulta del orden jurídico nacional.
En estos convenios administrativos se definió como objetivo general el que
gobernantes y gobernados puedan contar, de manera sencilla, inmediata y confia-
C ULTURA DE
208 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
ble, acceso a los textos de las normas que integran el orden jurídico nacional. En
los mismos términos, se especifica que una premisa fundamental para lograr una
plena Cultura de la Legalidad es el conocimiento de la norma jurídica y un fácil
acceso a la misma por parte de la población en general. En otras palabras, se reco-
noce y reitera el carácter público de toda norma jurídica y por lo tanto, el acceso
a su texto no puede ser, por naturaleza, objeto de obstrucción alguna.
Así queda manifestado que la Cultura de la Legalidad y la transparencia en su
difusión y arraigo son absolutamente necesarias para la gobernabilidad democrática
y el Estado de derecho.
Por ello, al asumir a la ley como fundamento y control del poder, el conoci-
miento de ésta nos garantiza que su ejercicio se realiza con las condiciones y finalidades
que la propia ley prevé, de tal suerte que el antídoto en la democracia para toda
forma de autoritarismo es el conocimiento de las leyes y la exigencia de su cum-
plimiento.
La difusión del orden jurídico nacional como un servicio público a cargo del
Estado es una expresión rotunda de que el proceso democrático en México es una
vivencia cotidiana, que reclama respuestas apropiadas a las nuevas realidades. Nuevas
realidades en la práctica política, económica, social y cultural; nuevas realidades
que reclaman un orden normativo que les de sustento jurídico y permanencia bajo
instancias adecuadas e instituciones capaces de procesarlas administrativa, judicial y
legislativamente.
Así se va construyendo el régimen jurídico en esta interacción sociedad-gobierno
y el compromiso con la observancia del mismo y la práctica de esta observancia
por sus actores se traduce en el Estado de Derecho, tal y como se señaló ante-
riormente. La asunción de estos valores por parte de quienes detentan las funciones
públicas, más allá del compromiso formal que impone la ley, como una verdadera
ética personal contribuye plenamente a un servicio público de calidad, con mística
y responsabilidad.
Sin embargo, no es suficiente la convicción en someterse a la ley sino que se
debe aceptar que ésta es el único medio para garantizar a la sociedad y a cada uno de
nosotros el espacio necesario para convivir con expectativas razonables de desarrollo
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 209
personal y colectivo. Por eso, cuando la ley no nos favorezca su acatamiento debe
ser aún más firme y convencido, porque lo mismo esperamos de los demás, en
las mismas circunstancias.
Esta convicción, elevada o convertida en cultura evita y erradica cualquier arbitrio
distinto al colectivamente plasmado en la ley. Utilizar tendenciosamente a la ley
o defraudar su espíritu con una interpretación a modo es defraudar a la sociedad
en su conjunto.
Cumplir la ley descansa tanto en su conocimiento como en la buena fe. Por
ello maniobrar artificiosamente o aparentar acatarla causa tanto o más daño que
infringirla abiertamente, porque vulnera la confianza tanto en la ley como fuente de
orden y legitimidad, como en los servidores público, en tanto de garantes de la
legalidad.
Con esta certeza, la Dirección General de Compilación y Consulta del Orden
Jurídico Nacional definió las etapas de desarrollo del proyecto de compilación jurí-
dica y los mecanismos para su implementación y difusión, de conformidad con los
términos señalados normativamente.
A partir del año 2002, cuando inició sus actividades, la Dirección General de Compi-
lación y Consulta del Orden Jurídico Nacional, definió dos etapas para la integración
del banco de datos del orden jurídico nacional –compilación– y las modalidades de
consulta pública y difusión.
La primera etapa, concebida para un inicio inmediato del servicio, consistió en
la búsqueda informática en las páginas electrónicas de las instancias federales, esta-
tales y municipales emisoras de normas generales, de los textos vigentes de éstas,
y en la creación de un acceso directo a cada uno de aquellos.
A su vez, se elaboró un listado jerárquico de las normas jurídicas y su distri-
bución por poderes y órdenes de gobierno. Las ligas electrónicas se activaron en
el lugar respectivo en esas listas creándose así un panorama relativamente completo
del orden jurídico nacional, al menos en cuanto a los textos disponibles en Internet.
C ULTURA DE
210 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
El motivo de este método de integración por enlaces electrónicos fue la inexis-
tencia de un banco nacional completo inicial, así como la proporción del trabajo a
realizar en los órdenes local y municipal, donde la carencia de información jurídica
o su dispersión se agravaba con la falta de informatización de ésta o, sobre todo a
nivel municipal, de páginas electrónicas donde hacer la búsqueda y enlace.
Por otra parte, el acceso directo a los textos de su emisor en principio asegura
–o hace presuponer– la actualización de éstos o sus modificaciones y el estado de
vigencia en general, mediante el monitoreo constante de la permanencia activa del
link respectivo.
En este caso, los principales problemas de esta etapa inicial fueron la falta de
páginas, de información jurídica, su actualidad dudosa o exhaustividad incompleta e
incluso, el acceso restringido o mediante pago.
Por su parte, la segunda etapa, perfeccionada en cuanto a su proyección a
partir de las experiencias tanto en la búsqueda de textos como en la interlocución
que se generó a raíz de la propia búsqueda y sistematización de los datos, con los
emisores, se basa en la creación de un gran banco de datos nacional, nutrido direc-
tamente por los emisores, bajo criterios uniformes y prácticamente autoactualizable
y evaluable de manera desconcentrada y descentralizada.
El resulta será, sin duda y una vez en plena operación, un servicio público efi-
ciente, funcional y plenamente confiable en cuanto a su contenido, actualización y
pertinencia.
Los emisores tendrán la responsabilidad de sus respectivas parcelas de infor-
mación, en cuanto la incorporación de nuevos textos, cambios a los ya existentes,
y la eliminación de las partes derogadas de éstos o bien, eliminar en su totalidad
los que sean abrogados.
La Secretaría de Gobernación, por su parte, asume la administración funcional
del sistema informático y el procesamiento de la información, la operación general del
banco y la disponibilidad de la información contenida para su consulta pública, a fin
de garantizar la permanente eficiencia del servicio.
Los mecanismos de concertación del servicio y su operación por los emisores
son los convenios de cooperación y la actividad de los órganos colegiados de
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 211
seguimiento y evaluación de los mismos, integrado interinstitucionalmente y con
actividades y atribuciones específicas –de los que ya se han instaurado dieciocho–,
con lo que se cubre plenamente el aspecto administrativo –materialmente hablando–
del servicio.
A la fecha, se han suscrito ya treinta y un convenios entre la Federación y las
entidades federativas, así como con los poderes de la Unión y organismos autónomos
por ley (Cámara de Diputados, Suprema Corte de Justicia de la Nación, Universidad
Autónoma Metropolitana, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación, Instituto Politécnico Nacional).
Este servicio se proporciona electrónicamente porque, además de determinarse
así normativamente, esto permite cubrir los requisitos de inmediatez, actualidad y
cobertura a usuarios, así como permanencia, con más posibilidades reales de impacto
que otros medios o recursos, como el ya señalado tradicional texto impreso.
Respecto de éstos, si bien aún está bastante arraigada la cultura del papel tanto
en el medio practicante como en el académico, tanto por la aún incompleta cultura
informática del medio jurídico, como por la amabilidad de su consulta, las publica-
ciones de normas están sujetas finalmente a desactualización, distribución incompleta
o lentitud y mayores costos en su producción, al requerir más recursos en edición,
formación, impresión, etcétera.
Desventaja que no tiene la difusión electrónica y a la cual le podemos encontrar
las limitaciones en equipo y disponibilidad de redes para su consulta, sin embargo, la
generalización cada vez mayor de Internet nos permite ver con optimismo este
medio de comunicación.
Ahora bien, las ventajas que presenta esta opción son inmejorables para el pro-
pósito que se persigue: rapidez, fidelidad, exhaustividad y actualización al momento
de la consulta.
Las posibilidades del manejo informático del banco de datos del orden jurídico
nacional permite controlar todas las variantes que la vigencia de las normas jurí-
dicas presentan y el resultado es un servicio confiable para la ciudadanía.
Otra forma de difusión electrónica son las compilaciones contenidas, sistemati-
zadas y especializadas para su distribución, en discos compactos. Estas publicaciones
C ULTURA DE
212 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
electrónicas han potenciado el alcance de los servicios de divulgación del orden jurí-
dico y complementan la compilación general, facilitando la consulta de textos
específicos por rama o tema.
A título de ilustración, la lista de estos materiales elaborados y publicados entre
el año 2003 y el presente 2006 por la DGCCOJN es la siguiente:
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 213
COMENTARIO FINAL
C ULTURA DE
214 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Conforme se perfecciona la compilación electrónica y se descubre el universo
normativo nacional, puede hacerse una estimación válida de un aproximado de
120,000 ordenamientos entre los tres órdenes de gobierno, universo que además
está en continuos crecimiento y modificación –reformas, adiciones, derogaciones y
abrogaciones–, haciendo de la reunión de éste una actividad verdaderamente espe-
cializada basada en un cooperación indispensable entre emisores, coordinadores,
evaluadores y usuarios.
Situación que ha mejorado con las políticas de transparencia que imponen la
obligación de difundir los marcos normativos aplicables en los distintos órdenes de
gobierno, y la publicación de las leyes respectivas.
Prueba del volumen de la información y del cuidado que requiere la integración
del banco de datos es el progreso en los documentos disponibles para consulta
inmediata:
• 2003: 13,742
• 2004: 14,073
• 2005: 15,751
• Marzo 2006: 20,837.
R EUNIÓN N ACIONAL DE
cultura de la legalidad DIRECTORES DE DIARIOS, PERIÓDICOS... 215
piladora como el medio de concentrar, preservar y divulgar sistemáticamente las
normas jurídicas.
Y desde luego, esta Reunión Nacional de Directores de Diarios, Periódicos,
Boletines y Gacetas Oficiales de los Estados Unidos Mexicanos, organizada por la
Secretaría de Gobernación a través de las Subsecretarías de Gobierno y de Asuntos
Jurídicos y Derechos Humanos.
Por último, se ha propuesto, a partir de las conclusiones de los foros arriba
mencionados, en particular el Primer Congreso Nacional Cultura de la Legalidad e
Informática Jurídica, una iniciativa de reforma al artículo 120 constitucional, para elevar
a este rango el sistema de compilación y consulta del orden jurídico nacional y el
servicio público respectivo, a fin de no sujetarlo a las eventualidades que podría
presentarse en la operación simultánea de los convenios de coordinación y dotarlo
de una base jurídica expresa y de aplicación general.
El texto que se propone es el siguiente:
C ULTURA DE
216 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
2 y 3 de octubre de 2006
cultura de la legalidad
cegal
¿GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA
Y REFORMAS INSTITUCIONALES EN
AMÉRICA LATINA? DIEZ CONCLUSIONES
DR. DIETER NOHLEN,
Universidad de Heidelberg, Alemania
E
cultura de la legalidad
219
ASPECTOS CONCEPTUALES Y METODOLÓGICOS
C ULTURA DE
220 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Tendencias en América Latina
Mi segunda conclusión: Las propuestas de reforma tienen que revertir las prio-
ridades en sus orientaciones y privilegiar el aumento de la efectividad de los sistemas
políticos. La legitimidad de las estructuras proviene del cumplimiento de las expec-
tativas vinculadas con sus funciones.
La forma de gobierno
El presidencialismo es, por muchas razones, el sistema más conveniente para América
Latina. A mi modo de ver, debe respetarse esta decisión histórica. El parlamenta-
rismo no es una opción para Latinoamérica. Hay que tomar en serio el contexto
histórico y socio-cultural de América Latina, la importancia que tiene la figura del
presidente –el recurso político que representa en tiempos de crisis y cambio– el hecho
de que a lo largo de 200 años en ningún país de la región el parlamentarismo haya
podido demostrar su viabilidad y eficiencia, y la falta de patrones institucionales
(partidos políticos) así como de conducta en el medio latinoamericano para que el
parlamentarismo pueda funcionar bien. Desde el inicio del debate en los años 1980,
he defendido la postura de reformar o renovar los sistemas políticos en América
Latina dentro del molde presidencialista (ver Nohlen/Fernández 1991 y 1998). Mi
sugerencia se centra en la flexibilización de la relación entre presidente y parlamento,
C ULTURA DE
222 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
incluyendo según el caso la introducción de la figura del Jefe de Gobierno si resul-
tara pertinente. La propuesta de reformar el presidencialismo mexicano a través de
la introducción del gobierno de gabinete puede entenderse entonces como una
estrategia de reforma en el marco presidencial conforme a mis ideas originales.
Quisiera añadir que no veo la utilidad de abrir una nueva ronda de debate en
los términos alternativos de formas de gobierno. Considero más fructífero concen-
trarse en las relaciones entre el ejecutivo y el legislativo, vinculando a este punto
las reflexiones y sugerencias. No es recomendable tampoco detenerse en cuestiones
conceptual-tipológicas a la hora de introducir reformas que de todos modos alterarán
el carácter clásico de las relaciones entre los poderes.
Así, es poco conveniente proponer reformas en términos categoriales como
es el caso del semipresidencialismo o subcategorias de esta forma híbrida de gobierno,
muy controvertida en la ciencia política. Se trata de considerar elementos institu-
cionales y/o prácticas políticas según países que puedan flexibilizar las relaciones
existentes entre ambos poderes y contribuir a una mayor gobernabilidad. La modali-
dad más destacada es la práctica de consensuar políticas públicas entre los poderes del
Estado. Es en función de esta práctica que resultaría adecuado pensar en cambios de
tipo institucional o actitudinal que lo promuevan. El medio más propicio para ello
consiste en dotar al presidente de un apoyo firme y estable en el parlamento. De
allí la importancia de los sistemas electorales, percibidos como los factores más efec-
tivos para incidir en la estructura de la representación política en el parlamento.
La cuarta conclusión: Para América Latina parece más adecuada una renovación
de los sistemas presidenciales por países que se centre en las relaciones Ejecutivo-
Legislativo.
Mientras tanto, la corriente parlamentarista en el debate se ha renovado. Res-
pecto al presidencialismo, hay estudiosos que distinguen ahora entre casos positivos,
es decir, casos en que según su esquema analítico el presidencialismo dio buenos
resultados y no impidió la gobernabilidad democrática, y casos negativos, es decir,
casos en que el presidencialismo siguió causando serios problemas de gobernabilidad.
Su énfasis en sustituir el presidencialismo por un sistema político diferente, prefe-
rentemente por el parlamentarismo, se restringe ahora a estos casos de inestabilidad
C ULTURA DE
224 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
activamente en la labor legislativa. El rol del presidente sería aquí similar al de su
homólogo en un sistema parlamentario.
2. Un presidente muy poderoso, tanto en el ámbito ejecutivo como en el legislativo,
que desempeña un rol clave en el sistema político. Su rol es muy similar al de su
homólogo en el presidencialismo.
3. El presidente y el jefe de gobierno mantienen un equilibrio de poder y ambos tienen
que cooperar.
C ULTURA DE
226 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
un presidente de partido diferente. Para mantener o fortalecer la gobernabilidad
democrática, es de primer orden impedir que las propuestas institucionales tengan
efectos contraproducentes.
Por otra parte, el intento de transferir el semi-presidencialismo al estilo francés
a otros países hace cuestionar incluso su existencia como sistema sui generis. Su
construcción interna lleva a abandonarlo. Después de hartos conflictos de poder
entre el presidente y el parlamento, el semi-presidencialismo se ha ido transformando
en Polonia en un sistema parlamentario, en Rusia, por el contrario, en un sistema
presidencial. Del inevitable proceso de bifurcación no escapa tampoco Portugal que
se cita a menudo como ejemplo positivo del semi-presidencialismo, donde el presi-
dente conserva importantes poderes en situaciones de crisis parlamentarias y el paso
a un sistema parlamentario ha sido más suave. En síntesis, la experiencia empírica
internacional señala que la opción semi-presidencial tiende a transformarse rápida-
mente en la alternativa entre modalidades de gobierno que representan variantes
del presidencialismo y del parlamentarismo. De este modo, y para evitar conflictos
paralizadores entre los poderes del Estado, incluso dentro del Ejecutivo, parece
oportuno determinar la cuestión de la preponderancia institucional entre presidente
y parlamento ya desde un inicio. Por otra parte, si nuevamente la alternativa se acerca
a la existente entre las categorías clásicas, entonces los argumentos en contra del
parlamentarismo se contraponen también a la opción semi-presidencial con supuesto
de preponderancia para el parlamento.
En contraste con estas propuestas de alguna manera problemáticas (el parla-
mentarismo y el semi-presidencialismo estilo francés), mi postura es la de renovar
el presidencialismo. Esto implica que las posibles reformas institucionales se enmar-
can dentro del modelo básico presidencialista de las formas de gobierno. En caso
de introducir una modalidad de un sistema semi-presidencial, el presidente sigue
siendo la figura de mayor gravitación política. El objetivo sería flexibilizar las relaciones
existentes entre los poderes ejecutivo y legislativo, medio para contribuir a una mayor
gobernabilidad. La renovación puede referirse a prácticas políticas y/o reformas institu-
cionales. La modalidad más destacada sería la práctica de consensuar políticas públicas
entre ambos poderes, y en función de su materialización pensar en cambios de
tipo institucional con consecuencias actitudinales que lo faciliten.
C ULTURA DE
228 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
La quinta conclusión destaca, más allá de la conveniencia de diseñar reformas
de la forma de gobierno dentro del molde presidencialista, la importancia de factores
no estrictamente constitucionales en el logro de una mayor flexibilidad y efectividad
en las relaciones ejecutivo-legislativo.
A pesar de esta conclusión, es conveniente proponer medidas institucionales
tendentes a flexibilizar las relaciones entre el ejecutivo y el legislativo. En última ins-
tancia, se trata de romper con la lógica del the winner takes all del presidencialismo
clásico. De todos modos, no conviene desilusionarse en caso de que las reformas
constitucionales no tengan lugar. El continuo discurso sobre la necesidad de cam-
bios institucionales puede conducir a cambios en las actitudes y los comportamientos
informales de la clase política que finalmente sustituyen y hacen prescindibles los
cambios formales.
C ULTURA DE
230 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
es probable que se opte por un sistema de mayoría absoluta. Esta consideración
alude a la causalidad circular entre los factores observados, lo que ha de tenerse
siempre presente.
Sexta conclusión: Para aquellos países donde todavía no se aplica el sistema de
pluralidad con barrera legal y existen problemas de legitimidad (por el voto minori-
tario en que se apoya el candidato electo) o de fragmentación (debido a la primera
vuelta electoral), la propuesta es introducir el sistema de pluralidad con un mínimo
de votos requerido.
Una consideración adicional es la determinación del parlamento como órgano
encargado de definir finalmente la elección en el marco del sistema de mayoría
absoluta. Esta propuesta es positiva en la medida en que el parlamento cuente con
la libertad fáctica de votar por el candidato capaz de formar una coalición mayoritaria
no sólo para su elección sino también para su acción de gobierno. Esta prescrip-
ción resulta teóricamente convincente y ha arrojado buenos resultados en la práctica,
como lo muestra el caso boliviano. En el Chile preautoritario, sin embargo, el parla-
mento no contó con esta libertad eligiendo automáticamente al candidato más votado
sin contar con una mayoría parlamentaria para su desempeño gubernamental.
Incluso en Bolivia, la libertad del parlamento existente en un principio para elegir
como presidente uno de los tres candidatos más votados se redujo finalmente por
razones de legitimidad a los dos primeros. Lo que incitó este cambio fue la expe-
riencia de haber salido elegido quien había llegado tercero en la votación popular.
En este ámbito, no conviene revertir la tendencia general de que la elección del
presidente se defina por votación popular.
C ULTURA DE
232 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
de los sistemas de partidos en general no concuerdan con las expectativas teóricas
sobre los efectos de los tipos de sistemas electorales, salvo por supuesto ciertas
excepciones. Se confirma que no existe ninguna relación lineal entre el sistema elec-
toral, el grado de proporcionalidad y la estructura del sistema de partidos. En una
perspectiva histórica, sin embargo, se puede observar que las reformas electorales
en los últimos decenios tendieron a reforzar la función de representación y partici-
pación, y raras veces (como en Colombia 2003) la de concentración o efectividad.
Octava conclusión: La función de la concentración, a pesar de ser la que menos
se presta a generalización debido a que algunos países escapan a la tendencia general,
es la menos atendida en la región.
En el ámbito de los sistemas de partidos, se observa simultáneamente en varios
países una enorme pérdida de capacidad de formar mayorías parlamentarias. Basta
con comparar el voto del partido más fuerte, alcanzado en la primera elección
postautoritaria y en la última para darse cuenta del declive dramático de la efectividad
electoral. El mecanismo más apropiado para revertir esta tendencia es la introduc-
ción de barreras legales allí donde no hay ninguna barrera natural (es decir el tamaño
del distrito) que impida la dispersión del voto. Existe una cierta reticencia respecto
a esta medida –por equivocación–. Se considera que la representación proporcional
exige que los votos sean no sólo en su valor numérico iguales, sino también en su
valor de logro. La paradoja, sin embargo, es que en la medida en que se aumente
la proporcionalidad teórica en el diseño de un sistema electoral, más se pierde efec-
tivamente en el valor de logro equitativo por la alta dispersión de los votos, de los
cuales muchos se pierden por quedar por debajo del mínimo requerido para elegir
un diputado. A fin de impedir que se sobrepase esta barrera a través de la formación
de alianzas electorales, sería conveniente introducir barreras legales escalonadas,
que aumenten el mínimo exigido según la cantidad de partidos que integran las
alianzas electorales.
Novena conclusión: Conforme al leitmotiv de esta contribución, la propuesta
general en relación a los sistemas electorales parlamentarios sería entonces consi-
derar en mayor medida la efectividad del sistema. La propuesta concreta sería la
introducción de barreras legales, donde las condiciones específicas llamen a una
C ULTURA DE
234 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
a otro (el transfugismo) no es un camino adecuado para el conseguir el apoyo parla-
mentario del presidente, además de estar muy mal connotado en la opinión pública.
Décima y última conclusión: No existe una influencia lineal de los sistemas
electorales sobre los sistemas de partidos políticos, ni tampoco existe una relación
definida entre el formato del sistema de partidos y la gobernabilidad democrática.
Sólo conociendo la configuración específica de las variables en juego, se pueden
formular propuestas para la reforma del sistema electoral parlamentario.
Notas bibliográficas,
referidas a obras del mismo autor
en idioma castellano e inglés:
cegal
LAS CONTROVERSIAS CONSTITUCIONALES
Y LA COMPETENCIA DE LA SUPREMA CORTE
MINISTRO JOSÉ DE JESÚS GUDIÑO PELAYO,
Suprema Corte de Justicia de la Nación
I
cultura de la legalidad
237
En nuestra cultura judicial, que por supuesto incluye al foro y a los justiciables,
la ampliación de la competencia de los órganos de control constitucional: Juzgados
de Distrito, Tribunales Colegiados de Circuito y Suprema Corte de Justicia de la
Nación, se considera y, en realidad lo es, que estas medidas extienden la cobertura
protectora que se brinda a los justiciables, sean éstos particulares, órganos del Estado,
o niveles de gobierno y en consecuencia, se valora de manera positiva, porque
refleja, al decir de muchos, un espíritu liberal y progresista, hoy se diría además
garantista.
Ser liberal, progresista y garantista, son cualidades en sí mismas muy deseables,
pues son calificativos que a todos halagan y que, además, confieren buen prestigio
tanto personal como institucional.
De ahí que la restricción de competencias se enfrente en primer lugar a un
obstáculo de carácter cultural. Sin embargo, esta manera de pensar y de sentir, ha
traído entre sus consecuencias, cancelar la posibilidad de estructurar un sistema de
justicia real y efectivamente federal, como intentaré demostrar a lo largo de esta
exposición. Además, claro está, de la saturación de los órganos judiciales federales, lo
que ha producido un crecimiento desmedido de los mismos, con los problemas
presupuestarios y de organización que esto conlleva, temas, estos últimos, de los que
no me habré de ocupar por ahora.
Las competencias de los tribunales constitucionales se encuentran de modo
fundamental en la Constitución, sucede que los tribunales constitucionales son los
intérpretes últimos y definitivos de la Constitución, por lo que al final del día son
ellos los que determinan su propia competencia, vía interpretación constitucional. Si
alguna competencia residual quedara, en su Ley Orgánica, ésta también se encuentra
bajo su control absoluto.
En el caso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se advierte, a lo largo
de la historia, una tensión entre la autorrestricción y el activismo. Por razones muy
loables de justicia, de resolver no sólo los problemas de constitucionalidad sino también
de legalidad, en los casos en que una interpretación federalista de la constitución podrá
llevarla sólo con los asuntos constitucionales, como ya lo ha intentado en alguna
época de su historia.
C ULTURA DE
238 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Pero una pregunta que me parece que es fundamental: ¿a partir de qué norma
o principio constitucional puede estructurarse un sistema judicial federal?
La respuesta a mi entender, no representa dificultad alguna, recordarán ustedes
que el artículo 40 de nuestra constitución, dispone que: es voluntad del pueblo
mexicano constituirse en una república representativa, democrática y federal, com-
puesta por estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interno,
pero unidos en una Federación establecida según los principios de esta ley funda-
mental; y el artículo 41, establece que el pueblo ejerce su soberanía por medio de
los Poderes de la Unión, en casos de la competencia de éstos y por los de los
estados en los que toca a sus regímenes interiores, en los términos respectivamente
establecidos por la presente Constitución Federal y las particulares de los estados,
las que en ningún caso podrán contravenir las estipulaciones del pacto federal.
No me ocuparé de los demás preceptos de la Constitución, que inciden en la
configuración de nuestro régimen federal de gobierno, éstos nos alejarían de nuestro
propósito, tampoco abordaré aquí la distinción que establece el tratadista Felipe Tena
Ramírez, entre soberanía y autonomía para concluir que los estados son autónomos
no soberanos porque dicha discusión, en buena medida de carácter académico, no
afecta el análisis que pretendo compartir con ustedes.
De la lectura de los artículos 40 y 41, se desprende:
C ULTURA DE
240 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Entonces, me voy a permitir leer, únicamente los considerandos de esa sen-
tencia donde se refleja con claridad el criterio federalista en que se sustentó esta
resolución.
Así es como hoy debe estimarse la declaración hecha con respecto al diputado
Llamas, que en consecuencia ha sido legítima y competente la Legislatura de Morelos
al expedir la Ley de Presupuestos, es decir, como se trata de una cuestión relativa
al régimen interno, y aún cuando se detecta la aparente violación de la constitución
local, la Corte se abstiene de pronunciarse.
Considerando en cuanto a la manera en que fue electo el gobernador que
sancionó la ley:
• Primero, que el vicio que se le objeta por haber obtenido los dos tercios de los votos
del estado, no es de estimarse por la justicia federal por no ser ese derecho de la
esencia del sistema, sino propio del estado y de su exclusiva responsabilidad.
C ULTURA DE
242 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
consideración: que los artículos 105 fracción I inciso i de la Constitución General
de la república y artículo 10 fracción I de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la
Federación, dice: limitan su competencia aquellas controversias que versen sobre
constitucionalidad de los actos o disposiciones generales impugnados, desprendién-
dose de ahí que se trata de violaciones a disposiciones constitucionales del orden
federal, por lo tanto, carece de competencia para dirimir aquellos planteamientos
contra actos de los que sólo se atribuyan violaciones a la Constitución del estado,
o leyes locales cuyo remedio corresponde establecer al constituyente local o a la
legislatura de los estados. Hasta aquí la cita.
Como podrá advertirse, existe gran similitud, casi identidad, con los razona-
mientos vertidos en la sentencia del llamado Amparo Morelos, resuelto más de 120
años antes; no obstante ésta controversia parece inspirada en aquel.
Segundo, sigue diciendo la Corte, tomando en cuenta las pretensiones del
actor, se procedió a determinar cuáles son propias de la competencia de la Corte,
para concluir que es parcialmente fundada la excepción de incompetencia invocada
por la demandada. Las demandadas invocaron esta excepción de incompetencia que la
Corte estimó parcialmente fundada, ya que muchos de los planteamientos formu-
lados en el escrito inicial, iban encaminados a aducir violaciones a la Constitución
del estado de Nuevo León o a las leyes locales, o bien a la interpretación de las
mismas, lo cuál, como se dijo, es del conocimiento exclusivo de las autoridades
locales.
Para mayor ilustración, se menciona que los conceptos de invalidez que no
fueron analizados por la Corte, fueron textualmente los siguientes:
El inciso B, porque la interpretación que se pidió sobre el alcance del artículo
105 de la Constitución del estado de Nuevo León, no trasciende al ámbito de la
Constitución federal. Inciso C, porque se pretendía una interpretación del artículo
115 de la Constitución local en relación con la Ley de Responsabilidades Administra-
tivas de los Servidores Públicos del estado de Nuevo León; se estimó que tampoco
trascendía a la Constitución federal el inciso F, subinciso A.
Y, segundo, porque aún cuando en éstos últimos el actor alude la invasión de
la esfera municipal por parte del Congreso estatal, esa invasión no se hace derivar
C ULTURA DE
244 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
legislativo, que culminó con el ordenamiento combatido, que de ser fundadas, lo
invalidarían:
Este alto tribunal, estima que esta apertura es acorde con la finalidad perseguida
en los artículos 105 constitucional, de someter a la decisión judicial, el examen inte-
gral de validez de los actos impugnados.
Tan sólo un breve comentario:
¿Con base en qué criterio debe determinarse cuándo las violaciones indirectas
a la Constitución están vinculadas de modo fundamental con la ley o el acto y
cuándo no?
¿Por qué en la controversia 3 del 93, la del Municipio de Garza García, las vio-
laciones indirectas a la Constitución federal, como la interpretación y alcance de los
artículos 105, 115 y 129 de la Constitución local, no se consideraron como vinculadas
de modo fundamental con el acto o ley reclamado?
No hay razón, la verdad es que sí hubo un cambio radical de criterio.
El tiempo de que disponemos, no nos permite analizar todos los casos en que
la Suprema Corte ha sustentado algún criterio importante, respecto a su compe-
tencia como tribunal constitucional, como el caso Tabasco, el caso Valle de Bravo,
el caso Jalisco, etcétera; prefiero centrarme en el análisis del caso Temixco, que es,
a mi juicio, el más trascendente porque abre la posibilidad de analizar cualquier
violación que se reclame, con independencia de su contenido, basado en un supuesto
bienestar de la persona. Es un caso que a mí parece que es sumamente trascendente,
posiblemente el más trascendente que se haya dictado en materia de controversias
constitucionales. Y cuando hablo de trascendencia, no me refiero a que sea bueno
o malo el criterio, en lo personal me he manifestado en contra de este criterio,
porque considero que termina de manera definitiva con el régimen federal.
El Ayuntamiento de Temixco, estado de Morelos, promovió controversia en
contra del Congreso del mismo estado, demandando la invalidez del decreto
mediante el cual se reconocía jurisdicción al municipio de Cuernavaca, Morelos, en
las áreas geográficas que especificaban dicha resolución. La mayoría de los integrantes
del Pleno resolvió declarar procedente la controversia constitucional e infundados
los actos impugnados, para efecto de que dentro de un plazo de 30 días hábiles,
C ULTURA DE
246 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
En mi entender, esta lógica nos llevaría a concluir que todos los medios de
justicia constitucional, tienen por objeto salvaguardar toda la Constitución. Esto no
tiene por que ser así, no existen limitantes ni inconveniente alguno para que el
constituyente cree medios de justicia constitucional que tengan por objeto salva-
guardar una parte específica de la Constitución; basta con que el medio en cuestión
tenga por objeto reparar una violación constitucional para que pueda considerarse
un instrumento de justicia constitucional.
Este poder todopoderoso no es válido.
En nuestro sistema constitucional, no hay poder que todo lo pueda, no hay
poder que esté sobre todos los demás, no hay poder que se pueda pronunciar
respecto de todo. Los poderes ilimitados quedaron enterrados mucho tiempo atrás
en la historia y en la actualidad no podemos interpretar que la Corte ni ningún otro
poder u órgano detente el poder sin límites, menos so pretexto de salvaguardar la
supremacía del orden jurídico constitucional. Esto atenta incluso, contra los princi-
pios fundamentales que abraza la propia Constitución.
Tercero, a partir de la concepción bienestarista –recuerden que uno de los
argumentos fundamentales es que el bienestar de la persona es lo que legitima a
resolver todo tipo de violación, todo tipo de infracción. Yo lo que no entiendo es
que se trataba de un mero problema de límites entre Temixco y Cuernavaca, donde
quedaba el bienestar de la persona. Bueno, pero eso nunca lo entenderé–, que la
mayoría tiene respecto a lo que implica tener encomendada la resolución de diver-
sos mecanismos de justicia constitucional, hay que notar que no conoce de todos,
se ha concluido que ello no permite a esta Suprema Corte, admitir limitación alguna
respecto de su jurisdicción, pues eso, dice, iría en contra del pueblo soberano.
Entonces, pregunto ¿la competencia de la Corte o de cualquier otro órgano
deriva de que pretenda a través del acto a emitir la realización del bienestar? ¿El
bienestar del pueblo según quién? ¿Según los ministros de la Suprema Corte? ¿Acaso
no se supone que el sistema jurídico abraza ya los valores esenciales en determi-
nada nación?
Si finalmente, la competencia o el alcance de la competencia de un órgano se
definirá en tanto se produzca o no un bienestar con el acto que se pretende emitir
C ULTURA DE
248 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
bien hay arbitrariedad cuando el orden constitucional ha sido violentado, y segundo,
las violaciones directas a la Constitución, por supuesto, que serán materia de estudio
de la controversia constitucional, y en el caso de que éstas fueran violaciones indi-
rectas, serían a la vez violaciones a otros ordenamientos respecto de los cuales no
hay limitantes para que el legislador ordinario o local pueda prever su solución.
Quiero adicionalmente, manifestar que no comulgo con el criterio de la mayoría,
por las consecuencias que considero que produce como son:
Primero, el centralizar la toma de decisiones de los órganos estatales en la
Suprema Corte so pretexto del control constitucional, pues la Corte se convierte
en un órgano que tiene la posibilidad de examinar todo acto de autoridad estatal
aun cuando se refiera a cuestiones de su régimen interno, respecto al cual, los estados
son libres y soberanos, atento a lo dispuesto por el artículo 40 constitucional.
Segundo, pone en entredicho la capacidad de autodeterminación de las auto-
ridades federativas.
Tercero, convierte a la Suprema Corte en un poder central, revisor de los actos
de autoridad estatales, atentando así en contra del federalismo, valor que también
tiene encomendado salvaguardar la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Con ésta apretada síntesis, de algunos de los casos más relevantes, he querido
dar un panorama general de la problemática que presenta la competencia de la
Suprema Corte en materia de controversias constitucionales.
Como ustedes pueden observar, aún queda mucho por discutir.
Esta conferencia, esta platica, la titulé: Las controversias constitucionales y la
competencia de la Suprema Corte, un debate que apenas comienza y que por
supuesto, todos ustedes serán parte del mismo y pueden intervenir en él.
cegal
LA PROCURACIÓN DE JUSTICIA EN
LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA
DE MÉXICO
LIC. DANIEL FRANCISCO CABEZA DE VACA HERNÁNDEZ,
Procurador General de la República. Leído por
el Lic. Francisco Javier Valdés de Anda, Coordinador de
A
Asesores del C. Procurador General de la República
cultura de la legalidad
251
Ahora, a nosotros nos toca consolidar todo ese esfuerzo de décadas; nos toca
hacer de la nuestra, una democracia estable y funcional: una democracia con futuro.
La tarea comprende tres grandes rubros:
• En primer término, está la vertiente electoral, que tiene que ver con la celebración de
elecciones libres y confiables, y con la existencia de ciudadanos activos, que participan
en los asuntos públicos y que comparten los valores democráticos.
• En segundo término, está la vertiente administrativa, que se asocia directamente con
la eficacia y la eficiencia del régimen. Aquí, no se trata sólo de respetar el veredicto
de los ciudadanos expresado en las urnas sino, sobre todo, de traducir esa voluntad de
la mayoría, en políticas públicas para el desarrollo.
Se trata de traducir esa voluntad en programas, en leyes, y en acciones que mejoren
la calidad de vida de la población.
Como lo han señalado diversos tratadistas: para consolidarse, la democracia debe asumir
un espíritu socialmente responsable. Esto es la democracia en ejercicio.
• Finalmente, en tercer término, está la vertiente del Estado de Derecho. Como se
observa en los casos más ilustrativos, una democracia consolidada es aquella en la
cual las leyes se cumplen. En una democracia consolidada, el orden constitucional es
respetado por los diversos actores, y por la sociedad en su conjunto.
Respetar las reglas del juego es, en esencia, respetar la democracia misma.
Por ello, el Estado de Derecho constituye la columna vertebral del régimen.
En donde existe un Estado de Derecho efectivo, las trasgresiones a la ley son
sancionadas, de manera oportuna y ejemplar. En donde existe un Estado de Derecho
efectivo, los gobiernos funcionan eficaz y responsablemente. En donde existe un
Estado de Derecho efectivo, la democracia se consolida de modo irreversible. De
ahí la gran importancia que tiene esta vertiente en nuestra realidad actual.
Sin embargo, la búsqueda por instituir un verdadero Estado de Derecho, tiene
un principio pero no un final. Existe un punto de partida, en el cual la sociedad
decide poner fin al abuso, y dar paso al imperio de la ley. Pero una vez que ello
ocurre, la tarea se vuelve permanente. Se trata un quehacer cotidiano por garan-
tizar el cumplimiento de la norma jurídica.
C ULTURA DE
252 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Este quehacer diario involucra dos aspectos centrales: el fomento a la Cultura
de Legalidad, y el fortalecimiento de la procuración y administración de justicia.
En México, afortunadamente, hemos recorrido una gran distancia en esta materia.
A lo largo de seis años de gobierno, hemos trabajado intensamente para difundir
la Cultura de Legalidad, y hemos implementado los cambios necesarios para contar
con una procuración de justicia más acorde con nuestro régimen democrático.
La democracia exige una procuración de justicia imparcial, transparente y de
pleno respeto a los derechos humanos. En ello hemos concentrado nuestros esfuerzos.
Ha sido premisa fundamental de la Procuraduría General de la República, institucio-
nalizar la apertura.
Bajo el gobierno del presidente Vicente Fox, se ha instaurado un nuevo diálogo
con la sociedad. Hemos despojado a la Procuraduría de las viejas fórmulas que
durante años la mantuvieron alejada de los ciudadanos, y hemos dado paso a una
procuración de justicia cercana a la gente, cercana a la víctima del delito, cuyo único
fin es garantizar la integridad física y patrimonial de los mexicanos.
Los resultados obtenidos hasta ahora, avalan la palabra empeñada: el esfuerzo
realizado en el combate al narcotráfico, al narcomenudeo, al secuestro, a la pirate-
ría, no tiene precedentes en la historia de nuestro país.
A lo largo de seis años de trabajo, hemos asegurado más de 10 mil toneladas
de marihuana, y casi 140 toneladas de cocaína.1 Asimismo, hemos detenido a cerca de
75 mil personas implicadas en delitos contra la salud. Esta cifra rebasa en un 50
por ciento, el número total de detenidos por estos delitos durante la pasada admi-
nistración.2
Finalmente, hemos constituido más de 50 unidades mixtas de atención al narco-
menudeo, cuyo papel central es alejar las drogas de nuestras calles, combatir las
adicciones, y contribuir al sano crecimiento de los niños y jóvenes de México.
En materia de secuestro, a través de la agencia federal de investigación, la AFI,
1
Datos actualizados al 31 de julio de 2006, sobre el reporte Resultados de alto impacto, PGR.
2
Datos del diario Reforma, 18 de septiembre de 2006.
C ULTURA DE
254 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Sin duda, un Ministerio Público autónomo, representa la culminación de un largo
esfuerzo en favor de la imparcialidad en la investigación y persecución de los delitos.
Esto, aunado a otras reformas en materia de justicia penal, es nuestra defensa
frente al abuso o la negligencia, y es, sobre todo, nuestro aval de igualdad ante la
ley, como lo ordena la constitución.
En suma, un Ministerio Público autónomo, es la mejor apuesta hacia la conso-
lidación de nuestra democracia.
En el ámbito del Estado de Derecho y del imperio de la ley, una reforma de
esta naturaleza, abonaría terreno a la transparencia, a la eficacia, y a la confianza de la
sociedad en nuestro sistema de justicia.
Desde luego, sacar adelante esta iniciativa tomará tiempo, esfuerzo, y voluntad
de las distintas fuerzas políticas representadas en el Congreso, pero se trata del
siguiente paso hacia un México moderno y exitoso.
Es el siguiente paso, hacia el fortalecimiento de las instituciones de la república,
que son nuestro mayor tesoro nacional.
Es el siguiente paso, hacia una procuración de justicia expedita, que contribuya
eficazmente a la consolidación de nuestra democracia. Una democracia que, estoy
seguro, llegó para quedarse.
cegal
LA FUNCIÓN NOTARIAL
LIC. EDUARDO GARCÍA VILLEGAS,
Notario 15 del Distrito Federal
cultura de la legalidad
Es cierto que fui joven y casi ya soy viejo, durante toda mi vida escudriñé los misterios
del arte notarial ayudado de la divina gracia, leyendo, reflexionando y practicando
sin descanso este ejercicio: mis manos examinaron en prolongadas y continuas
prácticas este arte, adquiriendo firmes pruebas de su importancia, tanto oyendo a
otros como palpando y viendo sus resultados. En cualesquiera negocios humanos
de cuya ordenación legal se ocupe el notario conviene advertir dos extremos, a
saber: el Ius y el Factum; la cuestión de Derecho y de hecho. En efecto, el Derecho
lleva de la mano al conocimiento del arte notarial; el hecho a la facilidad en el
ejercicio: se engaña quien, sin estos dos recursos, pretenda conocer el arte notarial;
de donde se deduce que han de armonizarse en un buen notario. De uno y otro
surgirá cierta coyunda armoniosa para que sin arte no yerre como ciego en la apli-
cación de las leyes, ni resulte infructuoso por falta de habilidad en el ejercicio notarial.
De acuerdo con el artículo 42, la Ley del Notariado para el Distrito Federal dispone
que el notario es el profesional del Derecho investido de fe pública por el Estado,
y que tiene a su cargo recibir, interpretar, redactar y dar forma legal a la voluntad
de las personas que ante él acuden, y conferir autenticidad y certeza jurídicas a los
257
actos y hechos pasados ante su fe, mediante la consignación de los mismos en ins-
trumentos públicos de su autoría. Por su parte, el artículo 26 de este importante
ordenamiento jurídico que rige nuestro quehacer profesional en la Ciudad de México,
señala que la función autenticadora es la facultad otorgada por la ley al notario para
que se reconozca como cierto lo que éste asiente en las actas o escrituras públicas que
redacte, salvo prueba en contrario.
La función autenticadora deberá ejercerla de manera personal y en todas sus
actuaciones de asesoría, instrumentación y juicio, conducirse conforme a la prudencia
jurídica e imparcialmente. La función notarial es el conjunto de actividades que el
notario realiza conforme a las disposiciones de esta ley, para garantizar el buen
desempeño y la seguridad jurídica en el ejercicio de dicha función autenticadora.
Posee una naturaleza compleja: es pública en cuanto proviene de los poderes del
Estado y de la ley, que obran en reconocimiento público de la actividad profesio-
nal de notario y de la documentación notarial al servicio de la sociedad. De otra
parte, es autónoma y libre, para el notario que la ejerce, actuando con fe pública.
Por último, el artículo 27 de la ley en comento precisa que siendo la función notarial
de orden e interés públicos, corresponde a la ley y a las instituciones que contem-
pla procurar las condiciones que garanticen la profesionalidad, la independencia, la
imparcialidad y autonomía del notario en el ejercicio de la fe pública de que está
investido, a fin de que esta última pueda manifestarse libremente, en beneficio de
la certeza y seguridad jurídicas que demanda la sociedad y sin más limitaciones ni
formalidades que las previstas por la ley.
Así, estos tres preceptos legales citados, nos abren una amplia multiplicidad de
temas para reflexionar. En efecto, la función notarial es pública ya que proviene del
Estado, autónoma y libre para el profesional del Derecho investido de fe pública.
Preguntaron en una ocasión a Federico de Montefeltro, Duque de Urbino,
acerca de lo que se necesitaba para bien gobernar un reino, a lo que él simple-
mente respondió: essere umano, ser humano. Así, la primera condición para que
un notario ejerza debidamente su función es que sea un humano con sus atributos
interactuantes de razón, emociones, cuerpo y espíritu. Ahora bien, este ser humano
ha sido investido de fe pública por el Estado y es, precisamente dentro del Estado
en donde se ejerce la función notarial.
C ULTURA DE
258 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
A partir de la Ley del Notariado expedida por Maximiliano se empezó a usar
la expresión funcionario para definir al notario.1 La Ley de 1901 también calificó
al notario como funcionario público así como las posteriores de 1932, 1945, y en el
texto original de la de 1980 siguieron este criterio. Fue hasta el 13 de enero de
1986 cuando se estableció que el notario es un profesional del Derecho. Vale la pena,
en este sentido, recordar que el artículo 24 de la Ley Reglamentaria del Artículo
5o. Constitucional, Relativo al Ejercicio de las Profesiones en el Distrito Federal, dis-
pone que por ejercicio profesional debe entenderse la realización habitual a título
oneroso o gratuito de todo acto o la prestación de cualquier servicio propio de
cada profesión. Lo anterior, a pesar de que dicha ley no define en su texto lo que
debe entenderse por profesión ni por profesional, ni por profesionista.
Hay quienes sostienen que no puede separarse la actividad del notario con una
función del Estado, porque desde la clásica teoría de la división de poderes, o debe
pertenecer al Poder Judicial o al Poder Ejecutivo o al Poder Legislativo, en donde
menos ubicación puede tener, pero no puede estar fuera. Otros dicen: las funciones
del Estado son efectivamente esas, pero no toda función del Estado debe confundirse
con la función pública, pues hay funciones públicas que no son propiamente funcio-
nes del Estado en el sentido de actividad jurisdiccional, de actividad administrativa
de algún poder o de actividad legislativa, pero no dejan de ser, precisamente, funciones
públicas. Incluso, se ha llegado a sugerir que la función notarial es parapública, esto,
para reafirmar que tiene un matiz complejo, muy especial.
Resulta claro que los notarios no son servidores públicos, y a esto contribuye
la siguiente tesis del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación:
Notarios. No son servidores públicos. Conforme al artículo 108 de la Consti-
tución Política de los Estados Unidos Mexicanos se reputan como servidores públicos,
entre otros, los representantes de elección popular y quienes desempeñen un empleo,
cargo o comisión en la administración pública. Ahora bien, toda vez que el notario
actúa por medio de una patente otorgada por el Estado, no puede ser conside-
1
El Notario Público es un funcionario revestido por el Soberano de la fe pública para extender y
autorizar las escrituras de los actos y contratos inter vivos o mortis causa. Ley Orgánica del Nota-
riado y del Oficio de Escribano de 21 de diciembre de 1865, artículo 1o.
2
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, julio de 2005, tomo: XXII, Tesis: P./J. 75/2005,
página 795.
C ULTURA DE
260 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
No obstante, pese a la eficacia de las instituciones jurídicas peninsulares, la nueva
realidad humana, geográfica, social y económica, hicieron casi imposible la aplica-
ción del ordenamiento legal castellano. En consecuencia, se hacía necesaria una
legislación distinta, apta para el mundo nuevo.
Tuvieron que promulgarse normas jurídicas reguladoras de lo que como nuevo
representaba a los legisladores peninsulares. Nació así el Derecho Indiano que
pronto alcanzó frondosidad extraordinaria y que en muchos aspectos de la vida
social económica y jurídica, desplazó a un segundo plano al Derecho castellano tra-
dicional. En sí, para los españoles, el extraordinario hecho de haber hallado a América,
conllevaba la imperiosa necesidad de contar con personas aptas para dar testimonio
y fe de los nuevos descubrimientos. Con el primer descubridor llegó a América el
primer notario, Don Rodrigo de Escobedo. Posteriormente, Diego de Godoy
nombrado escribano por los conquistadores dio fe de la fundación de la Villa Rica
de la Vera Cruz el 21 de abril de 1519 lo que constituyó así el primer acto nota-
rial en nuestro país, y si bien a fines de 1573 se empezó a gestar la organización
del notariado con la Cofradía de los Cuatro Santos Evangelistas, no fue sino hasta
1592 que se fundo oficialmente. En dicha cofradía, se impartían clases teóricas y
técnicas para ejercer la escribanía, se integraba por los escribanos y sus familiares,
con la finalidad de auxiliar moral y económicamente a sus cofrades o miembros, a
manera de mutualidad que los apoyaba en caso de defunción. Fue en 1776 cuando
un grupo de escribanos inicio gestiones ante el rey, para erigir su Colegio de Escri-
banos, y en 1792, el rey de España le participó a la Audiencia de México haber
concedido a los escribanos autorización para que pudiesen establecer Colegio con
el titulo de real, autorizado para usar sello con armas reales y gozando de los privi-
legios reales y el 27 de diciembre del mismo año, se erigió con solemnidad el Real
Colegio de Escribanos de México, primero en el continente y que ha funcionado des-
de entonces en forma ininterrumpida, hasta nuestros días, ahora bajo el nombre de
Colegio de Notarios de la Ciudad de México, con cerca de 214 años de existencia.
Puede afirmarse que en la vida jurídica colonial, la institución notarial tuvo una
vigencia y un desarrollo semejante y paralelo a la de los demás países de Europa,
como lo muestra la incesante labor efectuada desde finales del siglo XVIII por el
C ULTURA DE
262 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Su imparcialidad y probidad debe extenderse a todos los actos en los que inter-
venga de acuerdo con ésta y con otras leyes. De su contenido resulta con claridad
que guarda una íntima conexión con la seguridad jurídica, así como con la libertad,
autonomía e intimidad de las personas.
La institución del notariado latino, acallando contundentemente a aquellas
opiniones peregrinas que la consideran anacrónica y rebasada por el tiempo, es la
vanguardista piedra angular de la seguridad jurídica, de la confianza, de la prevención,
y de la economía procesal, muy acorde con las sociedades que han adoptado el
sistema de Derecho escrito.
A la luz de las reflexiones anteriores, podemos estar de acuerdo con Carral y de
Teresa en que la función notarial es una función jurídica (y en ella destaca la actividad
profesional del jurista); es función privada (calificada, con efectos de publicidad, con
valor similar al de una función pública, y en ella destaca la actividad documental); y
es una función legal porque su existencia y atributos derivan de la ley. Estos carac-
teres al concentrarse en la función notarial, le proporcionan el carácter de autonomía.3
La función notarial –como afirmó el profesor Martínez Segovia– es como la
luz, que quien la produce es el notario, que quien la enciende son los que ruegan
al notario, pero el campo luminoso no los abarca solamente a ellos sino que también
abarca a los terceros. Por eso cuando estamos ejerciendo la función notarial, estamos
tratando con intereses privados, con relaciones privadas o sea constatando hechos.
La profesión del notario es una profesión de servicio y es en esto en lo que se parece
al servicio público. No es el notario un servidor público pero desempeña una función
esencialísima para la sociedad. Es fedante, porque actúa en el documento con su fe
pública, pero también es fedatario porque la comunidad le devuelve la creencia
en esa fe pública y tiene confianza en él. Así, la comunidad valora y aprecia al
notario.4
3
Carral y de Teresa, Luis, Derecho Notarial y Derecho Registral, México, Porrúa, 2005, páginas 83
a la 84.
4
Aguirre Godoy, Mario, La función notarial, Revista de Derecho Notarial, enero de 1988, año
XXXI, número 97.
Artículo 121. En cada Estado de la Federación se dará entera fe y crédito a los actos
públicos, registros y procedimientos judiciales de todos los otros. El Congreso de la
Unión, por medio de leyes generales, prescribirá la manera de probar dichos actos,
registros y procedimientos, y el efecto de ellos, sujetándose a las bases siguientes:
I. Las leyes de un Estado sólo tendrán efecto en su propio territorio, y, por consi-
guiente, no podrán ser obligatorias fuera de él.
II. Los bienes muebles e inmuebles se regirán por la ley del lugar de su ubicación.
III. Las sentencias pronunciadas por los tribunales de un Estado sobre derechos reales
o bienes inmuebles ubicados en otro Estado, sólo tendrán fuerza ejecutoria en éste,
cuando así lo dispongan sus propias leyes.
Las sentencias sobre derechos personales sólo serán ejecutadas en otro Estado,
cuando la persona condenada se haya sometido expresamente o por razón de
domicilio, a la justicia que las pronunció, y siempre que haya sido citada personal-
mente para ocurrir al juicio.
IV. Los actos del estado civil ajustados a las leyes de un Estado, tendrán validez en los otros.
V. Los títulos profesionales expedidos por las autoridades de un Estado, con sujeción
a sus leyes, serán respetados en los otros.
Por su parte, para el Distrito Federal, el artículo 122, base primera, fracción V,
inciso h es el fundamento local de la función notarial al disponer lo siguiente:
La Asamblea Legislativa, en los términos del Estatuto de Gobierno, tendrá las siguientes
facultades:
h) Legislar en las materias civil y penal; normar el organismo protector de los derechos
humanos, participación ciudadana, defensoría de oficio, notariado y registro público
de la propiedad y de comercio.
C ULTURA DE
264 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
El artículo 3o. de la LNDF hace eco de esta disposición postulando que en el
Distrito Federal corresponde al notariado el ejercicio de la función notarial, de
conformidad con el artículo 122 de la Constitución.
Como se ha podido apreciar, el artículo 121 constitucional consta de un párrafo
y cinco fracciones. El primer párrafo, en el que nos detendremos en esta diserta-
ción, dispone que en cada Estado de la Federación se dará entera fe y crédito a
los actos públicos, registros y procedimientos judiciales de todos los otros, asimismo,
el texto constitucional prevé que el Congreso de la Unión, por medio de leyes
generales, prescriba la manera de probar dichos actos, registros y procedimientos,
y el efecto de ellos, sujetándose a cinco bases específicas.
Un primer aspecto al que queremos hacer referencia es a la consagración consti-
tucional de la fe pública. La fe es sinónimo de certeza o seguridad, es decir, creer
en algo que no nos consta, que no hemos percibido por alguno de los sentidos, y
tal como nos comentan diversos estudiosos el tema,5 según el origen de la autoridad,
la fe es religiosa o humana. La religiosa es la que proviene de la autoridad divina
que ha revelado algo a los seres humanos. La humana proviene de afirmaciones
hechas por el hombre. Si la fe humana proviene de una autoridad privada, es decir,
común, se llama fe privada. A esa clase pertenecen los documentos privados, es
decir, firmados por particulares, y que no tienen nada de fe pública si no son recono-
cidos legalmente ante alguna autoridad. Si el documento, por el contrario, proviene
de o es emitido por una autoridad pública, o por una persona investida de fe pública,
estamos en presencia de un documento público y por lo tanto en un caso de docu-
mento que tiene aparejada la fe publica.
Son muy diversas las fuentes que llaman fe publica a la calidad de documentos
determinados, suscritos por funcionarios cuyas aseveraciones, cumplidas determina-
das formalidades, tienen la virtud de garantizar la autenticidad de los hechos narrados,
y por consiguiente, su validez y eficacia jurídica. En función de la fe pública se imprime
5
Carral y de Teresa, L., Derecho Notarial y Derecho Registral, México, Porrúa, 1997. Pérez
Fernández del Castillo, B., Derecho Notarial, México, Porrúa, 1995. Ríos Hellig, J., La práctica del
Derecho Notarial, México, McGraw-Hill, 2004. Sepúlveda Sandoval, C., Nuestra fe publica ante
el Tratado de Libre Comercio, México, Lazcano Garza Editores, 1993.
6
Hiram Pozo, José, Fe pública, Buenos Aires, Enciclopedia Jurídica Omeba, tomo XII, 1987, página 64.
C ULTURA DE
266 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
consecuencia, la fe pública dejó de ser exclusivamente una especie de concesión
soberana o desprendimiento del poder de imperio para lograrse por la actuación social
y privada que condensó la confianza pública. Por tanto, nació un poder jurídico que,
obedeciendo a exigencias de la realidad, se acentúa en la misma medida que pierden
vigor las formas oficiales. El tabellion, letrado y experto en las solemnidades preve-
nidas, redactaba los documentos que poseían las garantías de veracidad y legalidad a
las que los magistrados denominaban instrumenta pública confecta.
La segregación que implicó desasir a la función notarial de la dependencia judi-
cial, no constituyó una simple bifurcación sino que, por su esencia, su plenitud jurí-
dica y la enjundia de su contenido adquirió pronto el carácter axiológico que se le
reconoce. En suma, la fe pública notarial es el paradigma de la institución.
Dicha fe pública siempre debe constar en forma documental, la tiene y crea
el Estado con el fin de brindar seguridad jurídica. La fe pública es, por una parte,
obligatoria, esto es, no depende de la voluntad de los individuos en particular; la
sociedad tiene el deber de creer en ella, y por otra, nace del Estado por su dere-
cho a autodeterminarse de manera soberana (ius imperium) y es así como el Estado
determina la forma de otorgar seguridad jurídica al conglomerado pasivo universal,
que es uno de sus fines primordiales.
La fe pública del notario significa la capacidad para que aquello que certifica sea
creíble. Esta función del notario contribuye al orden público, a la tranquilidad de la
sociedad en que actúa, y da certeza que es una finalidad del Derecho. Si bien la fe
pública es la garantía que da el Estado, la fe notarial es la garantía que da el notario
al Estado y al particular al determinar que el acto se otorgó conforme a Derecho y
que lo relacionado en él es cierto, proporcionando así la seguridad jurídica.
El artículo 121 es la raíz que sustenta la función profesional de los notarios al
establecer que en cada estado de la Federación se dará entera fe y crédito a los
actos públicos, registros y procedimientos judiciales de todos los otros.
Ahora bien, como no se contiene en el resto de los preceptos constitucionales
disposición alguna a través de la cual se le haya transmitido a la Federación la facultad
de dar fe en relación a los hechos o actos en los que intervienen los gobernados,
se entiende que en virtud del referido pacto federal, es un ámbito de competencia
7
Hay que tener presente lo dispuesto por el artículo 124 constitucional: Las facultades que no
están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden
reservadas a los Estados.
C ULTURA DE
268 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
Tienen plena vigencia las palabras de Ortega y Gasset quien afirmó que Esta
fe no sería una opinión individual, sino al revés, una opinión colectiva, es decir, una
realidad independiente de los individuos y con la cual tienen éstos que contar, quie-
ran o no. Lo específico, lo constitutivo de la opinión colectiva es que su existencia
no depende de que sea o no aceptada por un individuo determinado. La realidad,
por decirlo así, tangible de la creencia colectiva no consiste en que yo o tú la acep-
tamos, sino al contrario, es ella quien con nuestro beneplácito o sin él nos impone
su realidad y nos obliga a contar con ella.8
Recordemos que la confianza puede entenderse como la expectativa que surge
dentro de una comunidad de comportamiento normal, honesto y cooperativo,
basada en normas comunes y compartidas por todos los miembros de dicha comu-
nidad.9 Esta aseveración parece hacernos retomar nuestra ruta hacía los propios
orígenes de la fe pública, como una creación jurídica invaluable para mitigar las incer-
tidumbres que surgen en la compleja e incesante interacción humana. Podemos, en
consecuencia, postular que la complejidad del mundo presente y futuro se reduce
gracias a la existencia de la fe pública.
La fe pública es uno de los tesoros develados del mundo del Derecho que en
mayor medida contribuye a la generación de confianza. Y así, el clima de confianza
existente entre los miembros de una sociedad puede incidir simultáneamente en
diversos aspectos, como el grado de cohesión social; las expectativas mutuas; la
gobernabilidad y la capacidad de concertación entre Estado y sociedad.
Asimismo, al analizar la función notarial, la Suprema Corte de Justicia de la
Nación precisa que la fe pública es originalmente un atributo del Estado que tiene
por virtud de su imperio y es ejercitada a través de los órganos estatales y del notario.
De acuerdo con el sistema jurídico mexicano, el notario, sin formar parte de la
organización del Poder Ejecutivo, es vigilado por él y por disposición de la ley recibe
la fe pública del Estado, por medio de la patente respectiva. La fe pública notarial
8
Ortega y Gasset, José, Historia como sistema, Madrid, Obras completas, 1952, tomo 6, página 19.
9
Fukuyama, Francis, Confianza. Las virtudes sociales y la capacidad de generar prosperidad,
Buenos Aires, Atlántida, 1996, página 492.
La función notarial en
la Doctrina Internacional
C ULTURA DE
270 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
En la Junta de Consejo Permanente celebrada por la Unión Internacional del
Notariado Latino en La Haya en marzo de 1986 fue aprobada, entre otras, la
siguiente base fundamental del notariado de tipo latino:
La función notarial es una función pública que el notario ejerce de forma independiente
sin estar encuadrado jerárquicamente entre los funcionarios al servicio de la administra-
ción del Estado u otras corporaciones públicas.
10
Gómez-Ferrer Sapiña, Rafael, La función notarial y el campo de su actuación: economía de mer-
cado, libertades económicas y globalización de la economía, Revista de derecho notarial, abril de
1998, año XXXIX, número 111.
Entre los valores que ocupan los niveles más altos de la escala axiológica se encuentran
los valores éticos y los valores sociales. Dichos valores generan sus correspondientes
responsabilidades éticas y sociales. La responsabilidad ética se vincula estrechamente
con la responsabilidad social, toda vez que una sociedad que carece de un acuerdo
sobre sus valores centrales, o lo que es igual, una sociedad sin justicia, carece también
de viabilidad y termina destruida por sus contradicciones internas. Para los profe-
sionistas del Derecho, en particular para los notarios, tener esto muy claro resulta
crucial. No hay república civilizada que no tenga, además de leyes buenas y malas,
necesidades grandes y pequeñas, y la ética es una de las más grandes.
Los profesionistas hemos ejercido nuestro derecho a la educación y llegado a
sus más altos niveles. El Estado tiene una multitud de responsabilidades respecto a sus
ciudadanos, sin embargo, un principio ético y social que debería interiorizarse
institucionalmente en todos los profesionistas del mundo es el de ningún derecho
sin responsabilidad.
En consecuencia, los notarios no hemos sido ajenos a este enorme reto y ceñi-
mos nuestra función profesional a una serie de sólidos principios éticos. Como bien
lo anota nuestro colega Jorge Ríos Hellig, la Deontología notarial o la ética notarial
debe estar basada en los principios que ordenan que el notario deba ser imparcial,
C ULTURA DE
272 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
calificado, colegiado y libre del poder público. La imparcialidad, calificación y colegia-
ción son características que obligan al notario a cumplir con sus fines deontológicos.11
CONCLUSIÓN
11
Ríos Hellig, Jorge, Los principios éticos notariales en la Ley del Notariado para el Distrito Federal,
México, Porrúa-Colegio de Notarios del Distrito Federal, 2001, página 9.
12
Pérez Fernández del Castillo, Derecho Notarial, México, Porrúa, 1993, página 151.
13
Artículo 108. CPEUM. Para los efectos de las responsabilidades a que alude este Título se repu-
tarán como servidores públicos a los representantes de elección popular, a los miembros del Poder
Judicial Federal y del Poder Judicial del Distrito Federal, los funcionarios y empleados, y, en gene-
ral, a toda persona que desempeñe un empleo, cargo o comisión de cualquier naturaleza en la
Administración Pública Federal o en el Distrito Federal, así como a los servidores del Instituto
Federal Electoral, quienes serán responsables por los actos u omisiones en que incurran en el des-
empeño de sus respectivas funciones.
14
Fukuyama, Francis, Confianza. Las virtudes sociales y la capacidad de generar prosperidad,
Buenos Aires, Atlántida, 1996.
15
Luhmann, Niklas, Confianza, México, UIA-Anthropos, 1996.
C ULTURA DE
274 LA L EGALIDAD cultura de la legalidad
abril-mayo de 2007
cultura de la legalidad
cegal
19 DE ABRIL DE 2007
PENSANDO EN LA CULTURA DE
LA LEGALIDAD
DR. SANTIAGO CARASSALE REAL,
Coordinador de la Especialidad en Cultura de
la Legalidad de la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO-México)
cultura de la legalidad
E
LA EVIDENCIA DEL SENTIDO COMÚN
277
ALGUNAS IDEAS HEREDADAS:
C ULTURA DE
278 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
LOS PROBLEMAS DE
LA CULTURA DE LA LEGALIDAD
Esta cita apunta a que la falsedad se da en estos patrones institucionales con carac-
terísticas democráticas; pero la realidad crea la eficiencia de la constitución de un
orden que tiene rasgos de autoritarismo desde el ámbito político, cultural y hasta
económico. Yo diría, también, que lo que hace la democracia es poner en evidencia,
una vez más, esta estructura desigual y combinada de patrones autoritarios. Considero
que actualmente se da más énfasis en cómo se relaciona esta tensión social, más que
en cómo se relacionan las reglas de actos de control y de procedimiento del régi-
men político, lo pienso, digamos, en el momento en que nos ubicamos en la idea
de transición, tema del cual han surgido recientemente muchos estudios, mismos
que se han centrado en el problema del régimen político, lo que ya ha sido reba-
sado, por lo que habría que preguntarse qué hay más allá del régimen político y
cuáles son las condiciones que hacen posible un Estado de transición. En este sentido
podríamos pensar en cómo el Estado texturiza a la sociedad, lo que significa la posi-
bilidad de que el Estado regule e instituya diversos patrones culturales que de alguna
manera sustenten este régimen político democrático.
También tenemos el caso de los Estados de transición que emergieron en el
Cono Sur, en los que se pasó de una dictadura militar a un sistema democrático,
creo que el caso mexicano es más complejo y que el concepto de dictadura del
gobierno que tenemos en el Cono Sur no es como en el caso mexicano, creo que la
transición en verdad ha sido mucho más larga y seguirá siendo más de lo que cual-
quiera piensa, de acuerdo a los ejemplos del Cono Sur. Creo que esa transición no
es sólo el paso de una cúpula que gobierna a otra, sino que es el paso también
de una estructura de regulación y orden en el Estado de excepción, no es sólo
ocupación de un sector en el gobierno, sino de las prácticas del Estado como una
actividad política de resolución de conflictos que permite muchas veces dejar de
lado a la propia legalidad.
Pero por otro lado debemos pensar que la sociedad, cada vez más deman-
dante, juega un papel político y electoral en el ámbito de las instituciones, por lo
que debíamos discutir también si existe ya una texturización inversa, es decir, si la
C ULTURA DE
280 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Es necesario considerar que en el fondo de esta discusión también debemos
pensar en dónde comienza este movimiento de sinergia, ya que a veces está la
tensión de esperar que la otra parte dé el primer paso y a veces en la realidad hay
un sentido que sobrepasa las expectativas, lo que solamente puede dar comienzo
a otras cosas. También tendremos que pensar que la Cultura de la Legalidad debe
ser un proceso de sinergia entre estas dos formas de concretización legal, por otra
parte creo que lo que está atrás y lo que se planteó como problema de esta sinergia
negativa autoritaria es lo que unos llaman legislación nominable y nominal.
HERMOSILLO, SONORA
cegal
26 DE ABRIL DE 2007
CULTURA DE LA LEGALIDAD Y
LA JUSTICIA
LIC. HÉCTOR RODRÍGUEZ ESPINOZA,
Catedrático de las Universidades del Noreste y de Sonora
cultura de la legalidad
G
CULTURA
283
DERECHO
Por su parte los juristas que –como ironizaba Kant desde el Siglo XVIII– seguimos
buscando, sin encontrarla, una definición universal e irrefutable del concepto del
Derecho, al menos coincidimos en que es un orden coactivo de conducta, según
Hans Kelsen; o, con Eduardo García Máynez, es un orden concreto, instituido por
el hombre para la realización de valores colectivos, cuyas normas –integrantes de
un sistema que regula la conducta de manera bilateral, externa y coercible– son
normalmente cumplidas por los particulares y, en caso de inobservancia, aplicadas
o impuestas por los órganos del poder público.
Los conceptos de cultura y de Derecho coinciden en que constituyen un orden
del ser y del deber ser, jurídico y de moralidad laica, de la vida social en cierta época
y lugar.
Pero la cultura y el Derecho operan a través de las instituciones del Estado
mediante la Política, término ampliamente utilizado a partir del Siglo V antes de Cristo
en Atenas, gracias a Aristóteles. Es el proceso y actividad orientada ideológicamente
a la toma de decisiones de un grupo para la consecución de unos objetivos. La
Teoría del Estado o Ciencia Política estudia dicha conducta.
Los estudiosos de la historia de las ideas políticas, sus contenidos y métodos
concluyen que la disciplina cuenta con suficiente presencia académica, publicaciones y
se prodigan los manuales didácticos. Sabemos de ciclos de conferencias publicadas
que cubren toda la evolución histórica desde la Edad Media.
CULTURA DE LA LEGALIDAD Y
DE LA JUSTICIA
C ULTURA DE
284 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
La historia de la Cultura de la Legalidad en México no es nueva. Su inicio se
remonta a los Sentimiento de la Nación, al sentimiento de lo justo que brotó un
día, hace ciento noventa y tres años, en aquel maravilloso documento que lleva por
nombre el Decreto Constitucional de Apatzingán. Las palabras proceden de Morelos,
del Capitán del Anáhuac, que fue el primer socialista humanista de América:
Luego del año 1824, cuando fue electo el primer presidente Guadalupe Victoria,
fueron creadas las cámaras de senadores y de diputados, para muchos el nacimiento
de nuestro Estado de Derecho.
La Cultura de la Legalidad es la aceptación jurídica y moral laica de un marco
jurídico constitucional y legal –previamente promulgado– por parte de los ciudadanos
y habitantes de un Estado. Actúa sobre la política nacional del Estado de Derecho,
pues tiene que ver con la actuación del gobierno.
Es un mecanismo de autorregulación individual y regulación social que exige,
de todos y cada uno de los ciudadanos, una armonía entre el respeto a la ley, las
convicciones morales y las tradiciones culturales. Es crear la costumbre de mane-
jarse cotidianamente con legalidad, sin que una tercera persona tenga que forzarnos.
Es estar conciente de que si uno actúa de esa forma, se está colaborando a mejorar
la sociedad de la que siempre nos quejamos, pero que nosotros deterioramos. No
actuar con legalidad puede ir desde una mínima infracción de tránsito, hasta crímenes
graves. Cualquiera de ellos enferma a la sociedad y hace que la convivencia sea
cada vez más imposible.
CARACTERÍSTICAS Y EJERCICIO
1. Las personas de una sociedad conocen las partes esenciales de las leyes más impor-
tantes del documento oficial que las rige.
C ULTURA DE
286 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
8. Se condena a la delincuencia y corrupción.
Ya dijimos que prácticamente no. La corrupción es otro ingrediente que no puede
soslayarse y nos pide un alto.
CORRUPCIÓN
Mal endémico de México, sabemos que la corrupción por medio del soborno es
un fenómeno universal, y todas las culturas, con pequeñas excepciones, desaprue-
ban los actos de reciprocidad, las dádivas a cambio del favor de un funcionario.
Las narraciones sobre la aplicación del Derecho hispánico en las tierras de la
Corona Española dan cuenta de medios de control, en las visitas y en los Juicios
de residencia. Las primeras, en el momento en que la sospecha o la denuncia surgie-
ran, mientras que las segundas sólo se exigían al terminar su mandato la autoridad
residenciada.
El propio Hernán Cortés, gobernante de México, después de conquistarlo fue
sujeto a un juicio de residencia, por su irregular forma de actuar.
No siempre fue igual el Juicio de Residencia. Se perfeccionó y podían ser sus
sujetos los virreyes, gobernadores, militares, intendentes, presidentes de audiencias
y oidores, entre otros.
En agosto de 1997, un grupo de investigadores alemanes de la Universidad de
Gottingen lanzó al ciberespacio la primera clasificación internacional que mide niveles
de corrupción en el mundo y empezó por analizarla en 41 países.
Transparencia Internacional calificó a nuestro país, en su primer informe público,
en un deshonroso lugar, entre 41 países.
De momento la clasificación incluyó sólo a países, pero la medida no está circuns-
crita al gobierno, sino que refleja el nivel de corrupción promedio en el país con
todos sus sectores.
INSEGURIDAD PÚBLICA
C ULTURA DE
288 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Realizaron un estudio en 16 ciudades de más de 500,000 habitantes que arrojó
que en 9 de ellas el porcentaje de personas que se dijo especialmente preocupada
por la inseguridad y la violencia fue superior al 50 por ciento.
El tema está ciertamente en la agenda de los gobiernos, ocupa espacios impor-
tantes en la de los organismos internacionales, y circula en los medios académicos
una vasta producción intelectual. Sin embargo los datos sugieren que la inseguridad
en su dimensión objetiva y en la subjetiva no cede un ápice, está ahí en el incre-
mento constante de hechos delictivos y de sus víctimas, en el miedo que modela
conductas y actuaciones de los individuos.
El reto continúa siendo profundizar el diagnóstico, sobre todo explorar modelos
de intervención que resuelvan de raíz el problema y propicien nuevas realidades.
En una visita que realizó a la Ciudad de México el alcalde de Palermo, Leoluca
Orlando, con el prestigio internacional de haber revertido de manera significativa
tendencias delictivas en la cuna de la mafia y que tuvo como objetivo conocer el
proyecto comunidad segura de la ciudad de México, señaló que el único antídoto
que existe contra la inseguridad es la Cultura de la Legalidad. y su extrañeza de que
los políticos se dedicaran a hablar únicamente del combate a la inseguridad, pero
nunca aludieron a la legalidad.
Desde 1995 Alducin y Asociados, por encargo de la Dirección de Desarrollo
Político de la Secretaría de Gobernación realizó un estudio sobre Cultura de la
Legalidad centrado en el fenómeno de la corrupción. El propósito fue tratar de
excavar detrás de ese fenómeno, sus motivaciones, sus causas, y entender por qué
en México se ha convertido en un medio para evadir la burocracia, un método
para la redistribución de la riqueza; el aceite que hace que funcione una máquina
social muy compleja.
Salta a la vista la conciencia de los entrevistados sobre la inexistencia en México
de una Cultura de Legalidad y de la justicia: el que sólo 14.6 por ciento se haya
pronunciado de acuerdo con la idea de que en México la gente sí respeta la ley,
no es asunto menor.
Debemos conocer más a fondo qué es lo que se está diciendo; plantearse si
será posible que la legalidad forme parte de nuestro ser y actuar como individuos
C ULTURA DE
290 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
hemos leído o escuchado que las autoridades correspondientes se han tenido que
desistir de tal o cual proceso que se le sigue a un delincuente, simple y sencilla-
mente porque testigos que podrían declarar rehuyen esta responsabilidad?
C ULTURA DE
292 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Enfatizó que la misión de Dato Param resultó nociva, porque en lugar de hacer
una investigación para ver en qué forma se apoyaba la independencia de los jueces
–que era su mandato–, lo que hizo fue denostarla.
En Ginebra, la verdad no peca, pero incomoda, fue la frase que utilizó Dato
Param Cumaraswamy, en respuesta a las críticas y ataques de la judicatura mexicana
al informe de su misión.
Al poco tiempo después, en una especie de unas por otras, el Presidente de
la Corte recibió el premio Rule of Law que otorga la American Bar Association. El
evento se realizó en el Instituto Cultural de México en Washington, donde por pri-
mera vez una Suprema Corte de América Latina es acreedora a este reconocimiento.
Góngora comentó que dicha distinción es un aliciente para seguir el camino
que nos hemos trazado desde hace ocho años y que no es otro, que el estricto
apego al Estado de Derecho, a los derechos de los individuos y a la convivencia
armoniosa entre órganos del poder.
Aunque reconoció que el avance logrado en el sistema judicial no se debe úni-
camente al avance aislado que ha tenido la Corte, también al esfuerzo de todos
los jueces y magistrados quienes desde la trinchera, día a día, han tenido que
enfrentar los embates de las circunstancias adversas que en múltiples ocasiones se
presentan inesperadamente.
ESTADO DE DERECHO
ÉTICA Y MEDIOS
C ULTURA DE
294 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
apelar a diversos artilugios, chicanas, prescripciones y sobornos. Su perversidad es
que casi todos ellos son recursos amparados por el marco de la ley.
Mientras la sociedad civil no respete las reglas compartidas, mientras los poderes
del Estado no sancionen los delitos cometidos, mientras no se respete la institución
del justo castigo, no sólo no funcionaremos exitosamente; seguiremos expuestos
todos, pero absolutamente todos, a una peligrosa y mortífera desprotección.
La idiosincrasia del mexicano medio, a la hora de construir ídolos como los
que surgen de la TV, se vale del simulacro; a menudo depende de que se arme
una escena donde los actores sociales –trátese de locutores, vedettes de turno o
futbolistas– juegan un determinado rol. Y dado que es un monstruo que se muerde
la cola, esa escena es retroalimentada por otros programas donde se repite o critica
a los mismos actores sociales en esos mismos roles.
La frase el fin justifica los medios se impone con fuerza de ley. Pareciera que
sólo una ética basada en una estrategia de medios y fines, imperara en los vínculos
interpersonales. Todo tiene que servir para algo, como si la utilidad fuera el único valor
atendible. Miles de veces me han preguntado, por ejemplo, ¿para qué sirve la filo-
sofía? Y dan deseos de responder: para nada. Porque lo cierto es que reducir el valor
de algo a su utilidad es caer, precisamente, en una postura donde el imperativo
ordena la obtención de un fin, sin atender a los medios necesarios para alcanzarlo. Y
los medios –y en qué medida nos sometemos a ellos– suelen ser tan importantes
como los fines.
¿Puede una sociedad como la nuestra, con tantas paradojas, sobrevivir imper-
térrita por mucho tiempo más?
Vivimos en una cultura que, si nos guiamos por lo que se nos suele mostrar,
hace un culto de valores light, donde no existe el compromiso y donde la palabra
es bastardeada. Los medios exaltan y canalizan lo siniestro, y omiten destacar todo
lo destacable. Hemos incorporado la corrupción como algo normal. Todavía esta-
mos en deuda para con los jóvenes, a quienes no supimos legar un país adulto. Y
aunque a menudo se pase por alto, sólo alentando una conducta ética en la esfera
individual, estaremos genuinamente capacitados para ser guardianes de la república.
ESTRATEGIAS
C ULTURA DE
296 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
PROSPECTIVA
cegal
9 DE MAYO DE 2007
CULTURA DE LA LEGALIDAD,
ESTADO DE DERECHO Y DEMOCRACIA
DRA. KARINA ANSOLABEHERE SESTI,
Académica de la Especialidad en Cultura de
la Legalidad de la Facultad Latinoamericana
L
de Ciencias Sociales (FLACSO-México)
cultura de la legalidad
299
mos que existe un largo camino por recorrer. La Cultura de la Legalidad, como
veremos rápidamente, no ha sido objeto de conceptualización ni de investigación
directa y esta es una asignatura pendiente. En este contexto, creemos necesario
establecer coordenadas de lectura de las inscripciones que encontramos en su
muro. Es posible visualizar a grandes rasgos, dos tipos de inscripciones:
Normativas: entre cuyas variaciones encontramos a la Cultura de la Legalidad
entendida como una cuestión moral individual y la Cultura de la Legalidad como un
deber ser con contenidos predefinidos consonantes con el modelo político o el
modelo económico.
Descriptivas: entre cuyas variaciones encontramos a la Cultura de la Legalidad
funcionando como variable dependiente y como variable independiente.
A continuación intentaremos armar un mapa de las diferentes inscripciones de
la Cultura de la Legalidad, y proponer una vía de lectura compatible con el espacio
en que se ubica nuestro muro: México en particular y América Latina en general.
COORDENADAS DE LECTURA
C ULTURA DE
300 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
En esta línea de reflexión proponemos el siguiente esquema a manera de coor-
denadas de análisis del tema en la clave propuesta.
Mapa conceptual de
la Cultura de la Legalidad
• Existe corrupción porque la Cultura de la Legalidad de los ciudadanos del país x es baja,
• Los países con menor grado de Cultura de la Legalidad presentan un menor nivel de
desarrollo.
C ULTURA DE
302 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
se obedecería (o no) la ley. En este sentido encontramos también por aproximación
dos grupos de trabajos.
Un primer grupo, que podríamos denominar socioculturales, según los cuales
una baja Cultura de la Legalidad está asociada con la existencia de ciertas caracte-
rísticas socioculturales como la educación, el nivel socioeconómico, etcétera.
Los trabajos que dan cuenta de los condicionantes de la cultura política demo-
crática son un buen ejemplo de ello. El supuesto básico de este grupo de trabajos
es que las condiciones del contexto inciden sobre el nivel de Cultura de la Legalidad
de los ciudadanos.
Un segundo grupo de trabajos, que podríamos denominar exponentes de una
mirada estratégica de la Cultura de la Legalidad, proponen que una adscripción de
las acciones individuales a la ley está vinculada con que ésta última sea la distancia
más corta entre dos puntos. La ley se constituirá en un elemento que influencia la
conducta de los agentes sociales si y sólo si los beneficios de su cumplimiento son
mayores que los costos del mismo. El supuesto aquí es que los actores sociales
son racionales y autointeresados y que actuarán con arreglo a las leyes, no por sus
valores cívicos, sino por un cálculo costo beneficio sobre su cumplimiento (Olson,
1992).
Pero también en torno de la Cultura de la Legalidad encontramos inscripciones
normativas, esto es inscripciones que consideran a la Cultura de la Legalidad como
un deber ser con características determinadas a las cuales deben adscribir los actores
para ser buenos ciudadanos. Inscripciones que son las que hegemonizan el terreno
de la reflexión sobre el tema por lo menos en México y donde el término adquiere
entidad propia y no es un subproducto derivado de otros conceptos como cultura
política, o cultura cívica, etcétera.
En este caso encontramos dos tipos de coordenadas posibles en nuestro mapa
conceptual.
La primera considera a la Cultura de la Legalidad como un problema de moral
individual. Quien no cumple la ley es porque tiene un déficit en su capacidad de
distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. La posibilidad de hacer lo correcto está
vinculada con el hecho de que quien no lo hace incorpore los valores necesarios.
ACLARANDO EL MURO
C ULTURA DE
304 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
de nuestro mapa conceptual, este es un denominador común por la negativa: la
falta de un concepto claro.
No existe una definición clara o por lo menos aproximada de la Cultura de la
Legalidad. Desde los trabajos que asumen una perspectiva descriptiva, la Cultura de
la Legalidad no está directamente presente, se considera con un subproducto de la
cultura política, del capital social, de la confianza, etcétera. Para la perspectiva norma-
tiva es sinónimo de obediencia a la ley. En este sentido, la definición analítica de un
concepto es una tarea necesaria.
Otra de las características de nuestro muro y sus inscripciones que no puede
dejar de señalarse es que aún en las aproximaciones más descriptivas sobre la cues-
tión, la Cultura de la Legalidad tiene connotaciones deterministas. Subyace un modelo
de relación adecuada entre los actores sociales y la ley, aquella que con connota-
ciones weberianas considera que la forma de organización más adecuada para lograr
el desarrollo de un país es la regulación y estandarización de las conductas a través
del Derecho lo cual aumenta la previsibilidad de éstas. La actuación con arreglo a
leyes es positivamente valorada teniendo como parámetro la experiencia de los países
más desarrollados como exponentes exitosos de este tipo de conducta. El respeto
de la ley es un problema de los ciudadanos y no de los diseños institucionales.
En este contexto, la posibilidad de reflexión académica en torno de la Cultura
de la Legalidad inscripta en el contexto latinoamericano, tiene varias asignaturas
pendientes. La primera de ellas es trabajar en la definición de un concepto no deter-
minista y operacionalizable. La segunda, estrechamente vinculada con la primera,
poner énfasis, sin perder de vista las perspectivas normativas en la posibilidad de
estudiar empíricamente: ¿Por qué la Cultura de la Legalidad es cómo es en nuestros
países? Dejar de mirar lo que debe ser y conocer mejor lo que es y las causas por
las que es cómo es, o en todo caso mirar lo que debe ser desde nuestras particula-
ridades. Pensar en la posibilidad de desculturalizar el estudio de la Cultura de la
Legalidad para incorporar otros elementos como la relación entre cambio cultural
y cambio institucional, entender de manera más compleja por qué la ley no siem-
pre es la distancia más corta entre dos puntos. Entendimiento que implica centrar
la mirada no sólo en los valores de las personas sino en el funcionamiento de las insti-
tuciones.
cegal
17 DE MAYO DE 2007
CULTURA DE LA LEGALIDAD
YESTADO DE DERECHO
DR. PEDRO SALAZAR UGARTE,
Académico de la Especialidad en Cultura de
la Legalidad de la Facultad Latinoamericana
Y
de Ciencias Sociales (FLACSO-México)
cultura de la legalidad
307
puede narrarse teniendo como eje orientador a los diferentes documentos políticos
de naturaleza constitucional. Desde la Constitución aprobada por las Cortes reunidas
en Cádiz el 18 de marzo de 1812, en donde participaron algunos representantes de
la llamada América Septentrional Española, hasta la Constitución vigente en la actuali-
dad, aprobada en Querétaro el 5 de febrero de 1917, es posible verificar la constante
tendencia hacia la institucionalización constitucional de nuestro proceso político. No
sobra repasar el elenco de los principales documentos jurídicos que confirman esta
tesis.
En plena lucha de independencia, el 22 de octubre de 1814, se redactó la lla-
mada Constitución de Apatzingán que, aunque sólo tendría un valor histórico, marca el
punto de partida de la carrera hacia la constitucionalización del México independiente.
Ya consumada la independencia se fueron sucediendo los siguientes documentos
constituyentes: el Acta Constitutiva del 31 de enero de 1824; la Constitución Federal
de los Estados Unidos Mexicanos del 4 de octubre de ese mismo año; las Siete
Leyes Constitucionales del 29 de diciembre de 1836; las Bases Orgánicas del 12
de junio de 1843; el Acta de Reformas del 18 de mayo de 1847 que modificaba
a la Constitución Federal de 1824 recientemente restituida (22 de agosto de 1846);
las Bases para la Administración de la república del 22 de abril de 1853, la Cons-
titución Federal del 5 de febrero de 1857 que, con una breve y conflictiva pausa
(en su vigencia general por el Imperio de Maximiliano), se mantuvo formalmente
vigente hasta la entrada en vigor de la Constitución actual.1
Ciertamente el proceso de constitucionalización fue sumamente complejo, ines-
table y convulso. No olvidemos que, como nos ha enseñado Bobbio, la política y
el Derecho son las dos caras de una misma moneda.2 Detrás de cada una de esas
constituciones bullía una intensa lucha por el poder entre bandos que defendían
proyectos, intereses e ideologías alternativas y encontradas. Observando un periodo
1
Cfr. a. Martínez, Báez, El Derecho Constitucional en México y la Cultura, México, Secretaría de
Educación Pública, 1961, página 942.
2
N. Bobbio, Teoria Generale della Politica, op. cit.
C ULTURA DE
308 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
particularmente intenso del Siglo XIX mexicano, Emilio Rabasa, sintetizó la comple-
jidad de ese proceso de construcción constitucional:
En los veinticinco años que corren de 1822 en adelante, la Nación mexicana tuvo siete
congresos constituyentes que produjeron, como obra, un acta constitutiva, tres consti-
tuciones y un acta de reformas, y como consecuencia, dos golpes de Estado, varios
cuartelazos en nombres de la soberanía popular, muchos planes revolucionarios, mul-
titud de asonadas e infinidad de protestas, peticiones, manifiestos, declaraciones y de
cuanto el ingenio descontentadizo ha podio inventar para mover el desorden y encender
los ánimos.3
Sí y no. Cuando enfrentamos este lugar común las cosas comienzan a complicarse.
Cualquier observador que eche un vistazo a la Constitución mexicana concluirá que
nuestro país no sólo es un Estado jurídico sino que también es un Estado de Derecho.
3
E. Rabasa, La Constitución y la Dictadura, México, Porrúa, 1912, página 9.
Nunca he oído hablar tanto de Constitución como en esos países en los que la Cons-
titución se viola todos los días. Eminentes juristas discuten seria y concienzudamente la
significación de los textos de los cuales los políticos se burlan, y si uno sonríe, los doc-
tores apuntan con el dedo los artículos que son la garantía del Derecho. La ley no tiene
majestad sino en las palabras.5
4
S. Ramos, El Perfil del Hombre y la Cultura en México, UNAM, 1934.
5
A. Siegfried, Amerique Latine, citado en Ibid., página 61.
C ULTURA DE
310 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
En el Laberinto de la Soledad, referente obligado para quien reflexiona de la
cultura del mexicano, Octavio Paz también subrayó esta particularidad latinoameri-
cana, sellándola con una categórica sentencia. Paz nos recuerda que las naciones
latinoamericanas, una vez terminadas sus respectivas luchas de independencia, fueron
adoptando constituciones más o menos liberales y democráticas. Pero nos advierte
que, a diferencia de lo que sucedió en Europa y en Estados Unidos de América,
dichas leyes no correspondían a una realidad histórica latinoamericana sino que tenían
como finalidad vestir a la moderna las supervivencias del sistema colonial.6 Por ello,
en nuestros países, la ideología liberal y democrática, lejos de expresar nuestra situa-
ción histórica concreta, la ocultaban. La mentira política se instaló en nuestros pueblos
casi constitucionalmente.7 Y con ello, sentencia Paz definitivo, el daño moral ha sido
incalculable y alcanza a zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la
mentira con naturalidad.8
La denuncia de Siegfried y las reflexiones de Paz nos ayudan a entender la
génesis de la enorme distancia entre el discurso constitucional y la realidad social y
política que ha marcado la historia moderna de nuestros países latinoamericanos.
Los teóricos del Derecho y los líderes políticos entendieron desde muy temprano
que el constitucionalismo era un proyecto político orientado hacia la limitación del
poder y, cuando veía acompañado del ingrediente democrático, hacia la distribución
del mismo. Y rescataron ambos ideales de las tierras que los vieron nacer pero
nunca se preocuparon por analizar el terreno en el que serían cultivados ni mucho
menos en estudiar las condiciones que harían posible su puesta en práctica. Más
bien vale lo contrario: buscaron la forma de mantener el desorden detrás de la
fachada.
La Constitución se convirtió en una bandera legitimante, en instrumento retó-
rico del discurso oficial y no maduró como un verdadero proyecto político hacia el
futuro. Triste paradoja: el Estado social y democrático de Derecho se quedó en
el papel, legalizando y legitimando a los poderosos, y condenando a la realidad a
6
O. Paz, El Laberinto de la Soledad, Fondo de Cultura Económica, 1959, página 96.
7
Ibid.
8
Ibidem.
9
H. Concha, (et al.), Cultura de la Constitución en México, UNAM, TEPJF, COFEMER, 2004, página 47.
No es baladí recordar que desde el artículo 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789 el significado de la Constitución tiene que ver con dos elementos impres-
cindibles: los derechos humanos y la separación de poderes (que sirve para proteger a los pri-
meros).
C ULTURA DE
312 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
TERCER LUGAR COMÚN:
LOS MEXICANOS NO CUMPLEN CON LA LEY
Los párrafos anteriores abren las puertas para el análisis de este lugar común y pare-
cen confirmar la siguiente reflexión de Héctor Aguilar Camín, rescatada por los
autores del estudio al que sobre la Cultura de la Constitución al que se ha hecho
referencia:
10
H. AGUILAR CAMÍN, El México vulnerable. Un recuento de las zonas vulnerables de México a la
hora del cambio, México, Nexos, marzo 1999, páginas 35 a la 39; citado en Ibid., página 21.
11
En los años recientes se han realizado múltiples y muy interesantes estudios de opinión que
indagan sobre la Cultura de la Legalidad en México y en Latinoamérica. Sería interesante recu-
perar algunos de los datos que dichos estudios arrojan pero, para evitar que este trabajo quede
atado a la temporalidad que inevitablemente acota el alcance de los estudios de opinión, prefiero
limitarme a señalar al lector algunas indicaciones bibliográficas: La democracia y la Economía.
Latinobarómetro 2003 (informe-resumen), en: www.latinobarometro.org; Encuesta Nacional sobre
Cultura Política y Prácticas Ciudadanas, SEGOB. ENCUP 2001, en: www.gobernación.gob.mx; La
Democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos elaborado por
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2004; J. Flores, y Meyenberg,
Ciudadanos y cultura de la democracia. Reglas, Instituciones y valores, IIS-UNAM, IFE, 2000.
12
Diego Valadés, en las Consideraciones Preliminares al estudio sobre Cultura de la Constitución
en México hace una interesante reflexión sobre estos acontecimientos: Si trasladamos (estos) epi-
sodios a otro contexto, e imaginamos qué pasaría si el Capitolio de Washington fuera invadido
por un grupo de jinetes, o si un grupo de jinetes armados desfilara por los Campos Elíseos, o si
personas enmascaradas hablaran en el Parlamento británico, o si el alcalde de Berlín desconocie-
ra las sentencias del Tribunal Constitucional, no se dudaría en afirmar que en cualquiera de esos
países se estaría viviendo una crisis institucional., H. Concha, et al., op. cit., página XIV.
C ULTURA DE
314 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Fernando Escalante, autor de otro libro fundamental para entender la formación
del México moderno,13 ha reflexionado sobre las falacias que encierra el lugar común
que ahora nos ocupa. Escalante advierte que los mexicanos sí cumplimos con la ley
(o, mejor dicho, con muchas leyes) en ejemplos quizá evidentes pero no por ello
menos significativos: cotidianamente utilizamos el papel moneda para realizar toda
clase de transacciones, respetamos los horarios de los servicios públicos, observa-
mos principios constitucionales como la no reelección, etcétera.14 Tiene razón. La
idea de que los mexicanos no cumplen la ley debe acotarse para evitar que se con-
vierta en una profecía que se autorealiza. Aunque exista la impresión de que los
mexicanos tienden a incumplir las normas, la realidad nos indica que hemos logrado
implantar un nivel mínimo aceptable de respeto de (una parte) de la normatividad
vigente. Esta realidad es el horizonte hacia el que debemos apostar para consolidar
una Cultura de la Legalidad democrática en México y no hacia un lugar común que,
reforzándose en la apariencia, puede convertirse en realidad.
13
Cfr. F. Escalante, Ciudadanos imaginarios, El Colegio de México, 1993. En particular páginas
189 y siguientes.
14
Cito de memoria algunas reflexiones expuestas por Fernando Escalante en una conferencia
impartida en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en el marco de la Especialidad en
Cultura de Legalidad organizada por dicha institución, por la Secretaría de Educación Pública y por
el Instituto Federal Electoral durante 2004 y parte de 2005.
15
S., Morris, Corrupción y política en el México contemporáneo, Siglo Veintiuno editores, 1992,
página 14.
16
Cfr. Ibidem. En este mismo sentido y para el Siglo XIX es digno de mención el libro de F.
Escalante, ya citado, Ciudadanos imaginarios, páginas 241 a la 257.
17
Cfr. Ibid. página 36.
18
Sobre algunos de estos casos se recomienda, P. Salazar (coordinador), El poder de la transpa-
rencia. Sus derrotas a la opacidad, IFAI-IIJ, México, 2005.
C ULTURA DE
316 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
entre los más pobres y entre los más ricos.19 Soborno y extorsión son males que
involucran a funcionarios y ciudadanos de todos los niveles y (al menos casi) en
todas partes.20 Pero hay sistemas políticos que encumbran la corrupción como
engranaje fundamental de su funcionamiento. Ese fue el caso de la maquinaria ins-
titucional mexicana durante muchos años.21 La personalización de la política y la
simulación en el lenguaje que caracterizaron a muchos gobiernos posrevolucionarios
constituyen un ejemplo de corrupción institucionalizada difícilmente superable. Como
bien lo advertía Morris:
19
Sobre la institución de la mordida, Cfr. K. Ansolabehere, La mordida, caso de estudio para el
primer módulo de la Especialidad en Cultura de la Legalidad, IFE, SEP, FLACSO, 2004.
20
Sobre los conceptos de corrupción, soborno y extorsión y sobre la dimensión mundial y multisis-
témica de los mismos, Cfr. M. Carbonell, R. Vázquez, Poder, Derecho y Corrupción, IFE, ITAM, Siglo
XXI, 2003.
21
Creo que lo mismo podríamos decir del sistema político italiano durante las décadas que siguie-
ron a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, el actual gobernante, Silvio Berlusconi, representa la
peor cara de los escándalos de corrupción de su país.
22
S. Morris, Corrupción y política en el México contemporáneo, op. cit., página 63.
23
Ibid. página 66. Debo mencionar que Fernando Escalante da cuenta de esta misma tendencia a
lo largo del Siglo XIX. Cfr. F. Escalante, Ciudadanos imaginarios, op. cit., páginas 251 a la 257.
Subrayo dos datos de la cita que nos ofrecen coordenadas nuevas para retomar
el discurso:
24
Cfr. Ibid. Con las palabras de Morris (quien cita a Purcell y a Knight al respecto): El uso de la
corrupción para integrar una élite y estabilizar el sistema “comprando” apoyo resultó decisivo en
el desarrollo histórico del estable régimen mexicano, S. Morris, Corrupción y política en el Méxi-
co contemporáneo, op. cit. página 89.
25
S. Morris, Ibid. página 94.
C ULTURA DE
318 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
En un contexto en el que (al menos en apariencia) todos roban, el que no lo
hace destaca por su imbecilidad y los que sí lo hacen diluyen su acción en el actuar
colectivo: ¿porqué no he de aprovecharme si todos los demás se aprovechan?
Además corre como pólvora la tranquilizante idea de que abstenerse del robo indi-
vidual de nada sirve para frenar el atraco generalizado. Nadie duda que existan leyes
en la materia y que la corrupción sea un acto jurídicamente sancionado pero todos
calculan los costos que pagaría aquel que arroje la primera piedra. Es así como se
fue gestando una cultura de la corrupción, reflejo de una verdadera cultura de la
ilegalidad, durante largos años: tú robas, yo robo, todos robamos.
Pero no perdamos de vista que el sistema político mexicano ha cambiado
sustantivamente en los últimos años. Nadie puede negar la transformación demo-
cratizadora de las últimas décadas: hoy en día todos los partidos políticos compiten
en condiciones equitativas para ganar el voto popular en contiendas limpias y transpa-
rentes. A pesar de las múltiples interpretaciones que se han dado a nuestra transición
hacia la democracia no es posible negar los datos duros que la realidad ofrece: alter-
nancia en todos los niveles de gobierno, pluralidad política expresada en partidos
políticos competitivos, autoridades electorales confiables, limitaciones recíprocas
entre los diferentes poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), libertad de expresión
como ejercicio permanente, etcétera.26 Sin duda falta mucho por hacer para consoli-
dar la vida política democrática del país (sobre todo en términos de lo que se suele
llamar gobernanza) pero los cambios están ahí ante los ojos incluso de quienes se
niegan a reconocerlos.
De esta forma, poco a poco y después de un largo proceso de reformas,
la realidad nacional se ha venido acercando al proyecto constitucional. Negarlo sería
miope. Si a esto le sumamos una mayor independencia judicial que, aunque todavía con
enormes rezagos, crece día con día y una sociedad civil mucho más organizada
y actuante que en el pasado reciente (la teoría indica que las organizaciones sociales
26
Cfr. Becerra, R., (et al.), La mecánica del cambio político en México. Elecciones, Partidos y Refor-
mas, México, Cal y Arena, 2000. En la tercera edición (2005) se incluye un texto de mi autoría
en el que reflexiono en torno de algunas lecturas que se han hecho de la transición mexicana a
la democracia.
27
Cfr. ibid. páginas 153 a la 163.
C ULTURA DE
320 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
democracias consolidadas son el mejor recordatorio de la persistencia de este mal
inevitable), pero enfrentamos una coyuntura inédita para avanzar en el frente de la
transformación cultural. Convencernos a nosotros mismos y convencer a los demás
de que ahora, con las nuevas reglas y por el bien de todos, el que transa no debe
avanzar es el primer paso para evitar que los corruptos y la cultura de la corrupción
sigan avanzando.
Este triste lugar común, confirmado por la realidad, es la negación de ilustres ideales:
Nadie por encima de la ley, La ley es la misma para todos, La ley no distingue
entre las personas. Frases hechas que son la negación de este lugar común que,
en positivo, evocan uno de los ideales liberales y democráticos más valiosos: todo
individuo, por el solo hecho de serlo, deberá obtener el mismo trato que los
demás. Al menos formalmente. ¿Qué quiere decir esto?
Simple: que recibiremos el mismo trato de las autoridades, que éstas actuarán
de manera imparcial en los conflictos entre individuos y que podremos prever las
consecuencias jurídicas de nuestros actos en igualdad de condiciones.
Esta igualdad jurídica también promueve una especie de igualdad sustantiva:
aquella que nos dice que todos somos iguales en derechos fundamentales y que el
Estado debe garantizar que los derechos de todos sean debidamente satisfechos.
En teoría esto vale para los derechos de libertad (medalla del pensamiento liberal),
para los derechos políticos (conquista del pensamiento democrático) y para los
derechos sociales (bandera del pensamiento socialista). Regresamos a nuestro punto de
partida: el Estado (social y democrático) de Derecho promueve la igualdad en dere-
chos de todas las personas. Pero en México, durante años y aunque las cosas han
comenzado a cambiar, ese ideal revolucionario no ha dejado de ser una proclama
enunciada elocuentemente en la Constitución. De ahí el tino del lugar común.
Formalmente somos iguales ante la ley pero en la práctica recibimos un trato dife-
28
Nuevamente quizá el único frente en el que este lugar común ha sido considerablemente rever-
tido es en el que se refiere a los derechos políticos: en la medida en la que se ha logrado la lim-
pieza electoral, los votos de los mexicanos han comenzado a tener un peso igual (cada cabeza un
voto y todos los votos valen lo mismo).
29
S. Ramos, El Perfil del Hombre y la Cultura en México, op. cit., página 31. El propio Paz denun-
ciaba que casi todos los forjadores del México independiente pensaban, con un optimismo hereda-
do de la Enciclopedia, que basta con decretar nuevas leyes para que la realidad se transforme. O.
Paz, El laberinto de la Soledad, op. cit., página 97.
30
F. García Calderón, Les Democraties Latines de l’Amerique, página 341. Citado en ibidem.
C ULTURA DE
322 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Ni siquiera ahora que podemos presumir un clima de libertades civiles y
políticas sin precedentes en nuestra historia. La realidad indica que detrás de la des-
igualdad jurídica descansa una indignante y apremiante desigualdad económica que
nos recuerda que nuestros rezagos siguen siendo estructurales. Desigualdad, esta
última, que trae aparejadas divergencias alimenticias, educativas, de salud, de opor-
tunidades, etcétera. Parecería que, en una triste paradoja, al quedar plasmada en la
Constitución, la igualdad abstracta quedó como la única igualdad posible. Paz lo
había denunciado con su particular agudeza: …al fundar a México sobre una noción
general del Hombre y no sobre la situación real de los habitantes de nuestro terri-
torio, se sacrificaba la realidad a las palabras y se entregaba a los hombres de carne
a la voracidad de los más fuertes.31 A los más fuertes que siguen estando ahí disfru-
tando sus privilegios. Y esto, inevitablemente, pesa sobre la conformación de la
cultura. De unos, de otros, y de los de en medio.
Me atrevo a contar una anécdota real que testimonié hace unos diez años en
la casa de campo de la familia de un empresario que también ha tenido una des-
tacada trayectoria política y que, me parece, ilustra cómo se consolida una cultura
de la desigualdad entre desiguales de facto. En aquella ocasión compartían la mesa
empresarios y políticos de relevancia nacional con sus respectivas familias. A media
tarde, cuando los adultos se disponían a beber un digestivo y a disparar al blanco
con escopeta, la prudencia sugirió alejar a los menores: un grupo de pequeños y
pequeñas que gustosamente aceptaron ir a dar la vuelta en una carreta jalada por
un caballo que, a su vez, sería tirado por otros pequeños cuyas familias no perte-
necían al selecto grupo. Los hijos de los trabajadores trabajaban para los hijos de
los patrones como tiradores de caballo. Niños y niñas, en ambos lados de la carreta,
que estaban aprendiendo que en este país no todos son iguales. Unos van arriba y
otros van abajo. La discriminación y el recelo hacia los otros, los distintos se incuba
en esas postales de domingo. Sobra mencionar que ninguno de los adultos pareció
extrañarse. Unos se preparan para gobernar, los otros siguen ensillando sus caballos:
toda una cultura de la desigualdad.
31
O. Paz, El laberinto de la Soledad, op. cit., página 100.
Nuestra historia política y nuestra realidad social brindan algunas claves para delinear
algunos rasgos de la Cultura de la Legalidad en México. Atando cabos es posible
entrever en la ambigüedad un posible hilo conductor: México, desde 1917, ha sido
un Estado social y democrático de Derecho en el que el Estado ha pasado desde un
autoritarismo que negó el rasgo democrático, descuidó el carácter social y muchas
veces pisoteó las garantías que supone el apelativo de Derecho; hacia una demo-
cracia que no ha sido capaz de enfrentar el rezago social y que busca dar vigor a
su naturaleza de Derecho pero sin la legitimidad suficiente para utilizar la fuerza del
Estado (o lo que le queda de ella). Nuestra cultura ha quedado atrapada en esa ambi-
güedad. En medio de tanta complejidad es difícil encontrar el nudo gordiano que
atrapa nuestra (in)cultura de la (i) legalidad y, mientras no lo encontremos, será
imposible cortarlo. Mi hipótesis es que el combate contra la desigualdad en todos sus
C ULTURA DE
324 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
niveles puede ser la clave para recomponer nuestras relaciones con las autorida-
des, con los otros y con las leyes. Una Cultura de la Legalidad democrática es una
cultura de la igualdad en derechos que sólo florece cuando una base de igualdades
materiales, educativas, etcétera, le dan sustento.
Transformar la cultura de la desigualdad, de la corrupción y del miedo en una
Cultura de la Legalidad democrática es una tarea titánica que solo será realizable si
superamos la ambigüedad que existe entre lo que dicta el discurso y lo que mues-
tran los hechos.
Mientras nuestra sociedad sea el reino de la desigualdad (económica, social, de
facto jurídica) seguirá siendo cuna de la violencia, civil o política, privada o estatal y
de los discursos que reclaman una Cultura de la Legalidad a secas.
En cambio, la Cultura de la Legalidad que imagino, la que exige un Estado
democrático de Derecho, tiene más que ver con la solidaridad, la corresponsabi-
lidad, el sentido de lo público, la tolerancia y el contacto interpersonal que con el
uso de la fuerza pública, la fortificación de lo privado, el aislamiento interpersonal,
la envidia y la desconfianza. Ciertamente el Estado tiene la obligación de garantizar la
paz social, los derechos patrimoniales de las personas y, sobre todo, sus derechos
fundamentales a la integridad física y a la vida. Pero el camino para hacerlo no es
restringiendo libertades, enseñando los dientes y exigiendo un cumplimiento ciego
de las normas. Todo lo contrario: la única manera de proteger los derechos de
unos cuantos es garantizando los derechos de todos y eso se logra cuando existe una
conciencia compartida de los principios que dan sustento a la democracia constitu-
cional. Empezando por el mínimo de derechos sociales que permitan tener una
vida digna, como miembros activos de su sociedad, a las nuevas generaciones de
los que nada tienen. Una cultura afianzada en estos principios es la única compatible
con un Estado social y democrático de Derecho. Una cultura de la corresponsabi-
lidad social y del respeto mutuo entre personas que se reconocen como iguales.
cegal
17 DE MAYO DE 2007
E
cultura de la legalidad
327
Lo que sí queda muy claro, y es una distinción que se usa con frecuencia en
la retórica política, es que hemos de distinguir y pasar de ser un Estado de Leyes
a un Estado de Derecho.
Hay muchos datos que en nuestro país, y en muchas otras latitudes por igual,
nos señalan retos y pendientes para el Estado de Derecho: la inseguridad, el creci-
miento de las organizaciones criminales y su globalización, la corrupción y en general
todo aquello que implica un quebrantamiento de la ley.
Sin embargo, y es el punto de novedad que quisiera presentar, el verdadero
fin último del Estado de Derecho no lo es la ley, volveríamos a confundir Estado
de Derecho con Estado de Leyes, sino los Derechos Humanos.
La violación a la ley no es en sí mismo el problema a atajar sino la razón por
la que cumplir la ley es importante, y esa razón es respetar los derechos de los otros.
La relación de respeto entre personas con derechos mutuos es la esencia del
Estado de Derecho.
Pero para profundizar un poco más en esta idea, podemos recordar cómo fue
el surgimiento del concepto de Estado de Derecho y su evolución.
Su aparición es uno de los mayores logros de la ciencia jurídica contemporánea.
Surge como una barrera contra la arbitrariedad de los gobernantes. No más gobierno
de personas por sus intereses, para pasar al gobierno de leyes.
Se trata sin embargo de un concepto muy amplio que puede ser llenado de
muchos contenidos, es como una vasija a la cual se le puede poner muchos tipos
de líquidos
En la descripción que hace Zagrebelsky en su texto sobre el Derecho dúctil,
nos recuerda que en su origen significó tres cosas: aplicación estricta de la ley,
respeto a los derechos de los ciudadanos y, en tercer término, independencia de
los juzgadores.
Sin embargo aún teniendo estos parámetros las formas de aplicarlo han sido
muy diferentes, como ejemplo de ello tenemos el distinto significado del Rechstaat
alemán y del Rule of Law inglés. En el primero la primacía de la actividad jurídica
está en el Legislativo, en el segundo, con una aproximación más casuística, se le da
al poder judicial.
C ULTURA DE
328 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Hay otro paso también fundamental en este proceso que consiste en la apari-
ción del Estado Constitucional como un paso más adelante del Estado de Derecho.
Sin contraponerse el Estado de Derecho y El Estado Constitucional significan cosas
distintas o al menos ponen acentos en lugares distintos.
Tan esa sí que, como lo reconoce la doctrina actual y en ella se puede leer al
mismo Zagrebelsky, en realidad el Estado Constitucional actual no es sólo un paso
más dentro del Estado de Derecho del Siglo XIX, sino una total transformación.
El crecimiento de los tribunales constitucionales, el surgimiento del término
constitucionalidad como el parámetro final para juzgar la legalidad y, si se me permite,
la justicia de los actos, nos lleva a comprender esta realidad.
Todos estos esfuerzos que ha hecho la ciencia jurídica han estado dirigidos a
evitar que se vuelvan a repetir las calamidades del Siglo XX, especialmente las de
la primera mitad. Donde las guerras mundiales y otros genocidios se cometieron,
aunque suene muy fuerte, bajo el amparo del Estado de Derecho.
Por eso es fundamental analizar el concepto uniendo el Derecho a sus fines:
la seguridad, el bien común, pero fundamentalmente la justicia.
No tiene sentido hablar de Estado de Derecho si no entendemos y no logramos
con ello, conseguir estos fines.
A este respecto quisiera comentar hoy o recordar, para los que ya lo conocen,
aquella discusión entre varios autores, entre ellos Radbruch, sobre la armonía o la
tensión imposible de evitar, entre justicia, seguridad y bien común, que se llevó
a cabo a fines de los años 30’s.
Después de años de discusión, sin llegar a una conclusión clara, lo que al final
parecían decir es que aunque se trata de fines compatibles en la teoría, en la práctica
chocan. Buscar la seguridad o el bien común, pueden implicar algunos actos de injus-
ticia. Como se comprendería que por el bien común se pueden sacrificar bienes
individuales y concretos.
Como se puede ver, esta reflexión puede resultar muy útil para las circunstan-
cias actuales de nuestro país, necesitado de sembrar las bases de seguridad y de
justicia para todos.
Es en este punto donde quiero volver a plantear la importancia de tener la
perspectiva de los derechos fundamentales, es decir de los derechos humanos.
C ULTURA DE
330 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Para finalizar estas reflexiones, las sintetizaría de la siguiente manera, quizá no
se pueda esperar que de la aplicación del Estado de Derecho se logre la solución de
todos los problemas sociales, pero al menos sí, como un mínimo ético, el respeto y
cumplimiento de los derechos humanos.
El Estado de Derecho es un concepto que debe ser colmado de contenido,
ni la ley, ni la democracia lo logran. Una correcta interpretación de los fines del Dere-
cho, nos debe llevar a enfocar el Estado de Derecho como un Estado de Derechos.
22 y 23 de octubre de 2007
cultura de la legalidad
cegal
LOS DATOS PERSONALES, ACCESO A
LA INFORMACIÓN Y DERECHO A LA
PRIVACIDAD
MTRO. ALONSO LUJAMBIO IRAZABAL,
Presidente del Instituto Federal de Acceso a la Información
A
cultura de la legalidad
335
crediticio, una tarjeta de crédito. Y ustedes se preguntan: ¿De dónde habrá obte-
nido este banco mi teléfono, si yo no se lo doy a nadie? ¿Y por qué este acto de
molestia? ¿No se sienten acaso invadidos en su privacidad?
En fin, les llega a su correo electrónico información de personas que no cono-
cen, les llega a su casa propaganda de productos respecto de los cuales no tienen
interés alguno.
Quiero dar otros ejemplos. Su expediente médico, supongo que no les gustaría
que una persona ajena a ustedes tuviera acceso a su expediente y supiera cuáles son
las intervenciones quirúrgicas que se les han practicado, cuáles son las medicinas
que han tomado, cuáles son los diagnósticos que los médicos han hecho de su
salud en el tiempo.
Son ejemplos simplemente para ilustrar que hay datos personales que tienen
que ver con nuestra preferencia ideológica, con nuestra preferencia sexual, con nues-
tra preferencia política, con nuestro estado de salud, con nuestra dirección, con
nuestro teléfono; en fin, hay mucha información que tienen diversos agentes privados
y públicos que podrían incluso juntarse y prácticamente reconstruir partes impor-
tantes de nuestra personalidad.
Si alguna señora va a un supermercado con alguna frecuencia, éste podría
reconstruir sus patrones de consumo. Si vamos también con frecuencia a comprar
libros, alguien podría reconstruir nuestros patrones de lectura.
Imaginen la cantidad de información que hay respecto de ustedes, quizá dispersa
en relación con diversos agentes económicos y no económicos en los espacios
públicos y privados, que podrían –insisto– vulnerar si hay acceso irrestricto a estas
bases de datos su privacidad. Y esto es muy grave.
En la medida también en que las bases de datos se pueden estar transfiriendo
y comprando, incluso de una empresa a otra, de un país a otro, por la enorme
facilidad que hoy nos supone la existencia de Internet y de los medios electrónicos
de comunicación, pues entonces estamos ante un eventual problema mayúsculo.
¿Qué es lo que el legislador mexicano ha querido? En primer lugar, a través
de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental,
aquí está el primer desarrollo de la protección de los datos personales, es el año 2002.
C ULTURA DE
336 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
¿Qué se hace en 2002? Se legisla en la materia de acceso a la información
pública, pero se establece que el acceso a la información pública tiene unos límites,
debe tener unos límites.
¿Cuál es el primer límite? La información reservada, la reservada por un tiempo.
Un ciudadano pidió a través de la Ley de Transparencia cuántos miembros del
ejército mexicano por municipio ocupaban Chiapas por mes, desde enero de 1994
hasta la fecha.
Bueno, esta información, así lo dijo el Ejército –y con razón–, era reservada,
porque abrir a la opinión pública el tablero del ajedrez estratégico de la Secretaría
de la Defensa Nacional, pues es tanto como renunciar a la posibilidad de tener
inteligencia militar.
Por lo tanto, esa información está reservada por 12 años, que es el máximo
que establece la ley, y eventualmente puede ser renovada por otros 12 años.
Hay información que tiene que ver con la seguridad nacional que no puede
divulgarse, porque hay principios que están por encima de la transparencia, son
excepcionales, eso sí, en la ley, pero existen.
Alguien pidió los niveles antibalísticos de los chalecos antibalas de la Policía
Federal Preventiva, bueno, pues si hace público esta información, por error o de
buena o de mala fe, pues le estamos diciendo a los maleantes cuál es el calibre de las
armas que necesitan para perforar los chalecos. Esa no es información pública.
Puedo poner otros ejemplos, insisto, son excepciones al principio general de
la publicidad, de la información pública, que debe ser pública por supuesto, salvo
–insisto– estas excepciones: seguridad nacional, seguridad pública, la estabilidad de
las relaciones internacionales, la estabilidad económica del país. Así dice la ley, ésta
es la información reservada, es un límite al acceso a la información.
Pero el otro límite al acceso a la información es la privacidad, es decir, el acceso
que tienen las personas a la información pública debe tener, entre otros, un límite
importante, no invadir la esfera de la privacidad de las personas.
Por lo tanto, la Ley de Transparencia por primera vez en México desarrolló un
capítulo de datos personales de información en posesión del gobierno ciertamente.
C ULTURA DE
338 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
No existe una legislación que permita, por ejemplo, que yo reciba la llamada y le
diga a la operadora: Quiero en este momento que me dé un número, un código de
mi salida de su base de datos, porque exijo que usted no me vuelva a llamar y que
me quiten de la base de datos que tienen en la empresa de donde me llamó.
Y en ese momento, si hubiera esa legislación, la señorita estaría obligada a
darme un código y una fecha, obviamente la fecha del día de lo que sucedió, para
que tú tengas un registro de que te has salido de una base de datos, si no quieres
ser molestado una vez más por esa persona.
Esa legislación no existe en México y se está construyendo, pero se ha cons-
truido de una manera un poco equívoca y es lo que les quiero contar. Y no me
extraña, porque estamos ante un tema complejo cuya expresión constitucional no
se ha desarrollado a cabalidad.
El senador García Torres, michoacano, del Partido Revolucionario Institucional,
presentó una iniciativa de Ley de Protección de Datos Personales del Sector Privado.
Se aprobó la ley y se mandó como minuta a la Cámara de Diputados, y la
Cámara de Diputados rechazó la iniciativa bajo la premisa de que no había una
base constitucional para emitir esa legislación.
Es decir que el artículo 73 de la Constitución, que establece aquello que el
Congreso está habilitado para legislar, no desarrollaba o no incluía la protección de
los datos personales, como una materia de la legislación federal.
Ciertamente el artículo 124 de la Constitución, ustedes bien lo saben, establece
que las facultades no expresamente concedidas a los funcionarios federales se entien-
den reservadas para los estados.
Por lo tanto, si en el artículo 73 ni en ningún otro de la Constitución se estable-
cía que la Federación podría legislar en la materia, se entendía que estaba reservada
para los estados.
Lo que transmitió de algún modo el dictamen de la Cámara de Diputados, es
que era necesaria una reforma constitucional que le diera fundamento a la Ley de
Protección de Datos Personales, que estaba presentado en ese momento el senador
García Torres.
C ULTURA DE
340 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Yo puedo requerir al Instituto Mexicano del Seguro Social los datos que el
médico asentó sobre mí en el expediente clínico. Por lo tanto, tengo acceso a la
información que me concierne a mí, como persona.
Por otro lado, está la R, la rectificación. Cuando pido los datos y me doy cuenta
de que están mal, tengo derecho a exhibir que se rectifiquen.
Por ejemplo, no está bien mi Clave Única de Registro de Población, tiene un
error; no está bien la entidad federativa en la que nací, porque no nací en Tabasco,
nací en Campeche. En fin, el derecho de rectificación es ese derecho que tenemos
de, sabedores de la información que se tiene de nosotros, corregirla.
La cancelación, la C, de los derechos arco, es la facultad del titular de requerir
que sus datos sean suprimidos de un sistema de datos personales.
Lo anterior puede deberse a que ya no sean necesarios para el ejercicio de
las atribuciones de la entidad o bien por la simple decisión del titular de los datos,
que es una persona.
En fin, esto puede limitarse, de acuerdo con la legislación correspondiente.
Por ejemplo, en las cuestiones crediticias creo que es importante que exista el
derecho al olvido. Es decir, si en una base de datos se encuentra el dato de que
yo no he sido buen pagador de mi tarjeta de crédito y esto está en una base de
datos, tal que se consulta por otros que eventualmente me van a dar crédito y ya
saben que soy mal pagador, pues no me van a querer dar crédito.
¿Por cuánto tiempo no me van a querer dar crédito? ¿Qué pasa si después de
20 años de que tuve problemas de pago, sistemáticamente soy buen pagador?
No podría decirse que no soy un buen sujeto de crédito cuando llevo 20 años
pagando mi crédito.
Por lo tanto tengo derecho al olvido, tengo derecho a que se cancelen mis
datos sobre el hecho pretérito de que fui mal pagador porque ya no lo soy.
Por lo tanto, el derecho de cancelación puede tener muchas vertientes pero
es importante, sobre todo para los que menos tienen porque son los que tienen
dificultades para obtener crédito porque eventualmente son quienes han tenido difi-
cultades para realizar sus pagos.
C ULTURA DE
342 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
va a ser, en los próximos meses, una vez que se apruebe esta reforma constitu-
cional, un equilibrio entre estos dos extremos; digamos –quizás– un extremo
norteamericano, donde parece que los datos personales circulan con una facilidad
extraordinaria, como si fueran estrictamente datos de mercado.
Y el extremo europeo, quizá el español, que es más significativo, en que son
muy, muy restrictivos en la posibilidad de que los datos personales circulen entre
agentes económicos.
El equilibrio –pues– entre la posibilidad de optar por la salida, una vez que se
sabe que uno está en una base de datos, puede quizás generar un consenso entre
las fuerzas políticas próximamente.
Pero quiero volver un poco al Derecho Constitucional, pidiéndoles a todos
ustedes, que son expertos en la materia, que disculpen que un politólogo se meta
en su tema.
Ciertamente una de las grandes complejidades del derecho de acceso a la
información no solamente estaba en la necesidad de explicitarlo en relación con
la protección de datos personales en el artículo 16 constitucional, con los derechos
arco, que son –creo– la novedad más importante que se introduce al 16.
Creo que también algo importante es la reforma que también se aprobó ese
mismo día en la Cámara de Diputados al artículo 73 constitucional, que establece
precisamente la exclusividad que tendrá en la materia el Congreso de la Unión.
¿Qué quiero decir con esto?
Ciertamente hay muy pocos estados que tienen ya leyes de protección de
datos personales. Pienso en Colima, en primer lugar; pero también hay normas
sobre la materia en Guanajuato o en Jalisco particularmente.
El problema es que se si se empiezan a generar en cada estado leyes de pro-
tección de datos personales se va a llegar a un momento en que una empresa tenga
que estar transfirieron bases de datos de sus clientes de una oficina a otra, de la
propia empresa, teniendo que satisfacer legislaciones diversas al interior de un mismo
país.
Esto puede generar una colisión de derechos y de normas y un problema
extraordinario de aplicación de la ley.
C ULTURA DE
344 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
El IFAI se levanta sobre dos grandes pilares, son las dos grandes tareas del Ins-
tituto: es garante del acceso a la información y es protector de datos personales.
Sin embargo, cuando el legislador le llamó al Instituto, Instituto Federal de Acceso
a la Información subrayó una de sus facetas y olvidó la otra. Sería ciertamente un
nombre muy largo el de Instituto Federal de Acceso a la Información y Protector
de Datos Personales. Entiendo que el legislador, por economía de lenguaje, no quiso
llamarle así, pero el hecho es que le llamó así y esto ha hecho que de algún modo
la otra gran columna sobre la que se levanta y se sostiene el Instituto Federal de
Acceso a la Información sea tan poco conocida o quizá tan poco valorada.
Necesitamos ciertamente desarrollar no solamente una cultura del acceso a la
información, sino también una cultura de la protección de nuestros datos personales.
Estamos, pues, en una faceta inicial, de arranque del desarrollo de estos dos dere-
chos en términos culturales también.
Pero algo, insisto, que tendrá que determinar el legislador es si el IFAI, que hoy
es protector de datos personales y garante de acceso a la información en el sector
público también va a ser garante del principio de privacidad en el sector privado,
o si va a haber una institución nueva que se encargue de ser garante de este dere-
cho establecido en el 16 constitucional. Este es otro dilema importante.
En Francia, por ejemplo, hay dos institutos, uno que es garante de acceso a la
información y otro es garante de privacidad. En Alemania no, en Alemania es una
misma institución la que es garante de esos dos derechos; en Inglaterra también lo es.
En Canadá se da un fenómeno muy peculiar, porque a nivel federal tienen dos
instituciones, uno garante de acceso a la información, otro garante de privacidad y,
sin embargo, en las provincias de Canadá una sola institución atiende los dos asuntos.
En fin, estamos ante una diversidad extraordinaria de arreglos institucionales y
el legislador mexicano tendrá que optar, si es que quiere que sea el Instituto Federal
de Acceso a la Información el que garantice la efectividad de este derecho o si es
otra institución, quizá dependiente de otra instancia, esto habría que discutirlo en
su momento y nosotros en el IFAI estaremos más que dispuestos a colaborar con
el legislador para darle elementos de juicio si es que los necesitare para que tome
la mejor decisión para México.
C ULTURA DE
346 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
utiliza energía nuclear ahí en Veracruz, los trabajadores de los estados tienen que
estar sometidos ciertamente a un nivel determinado, estándar internacional de radiación.
Si nosotros dábamos a conocer los estudios de la radiación a las que se some-
ten esas personas, estaríamos dando a conocer el estado de salud de las personas
y ese es un dato personal confidencial.
Si no lo dábamos a conocer, no podíamos someter a escrutinio público a la
Comisión Federal de Electricidad para que se supiera a qué niveles de radiación
está sometiendo a sus trabajadores.
En ese caso, logramos conciliar dos derechos, porque ordenamos a la Comi-
sión que le diera al ciudadano solicitante esa información tachándole los nombres
a todas las personas, de manera que supiésemos los ciudadanos a qué niveles de
exposición de radiación se estaba sometiendo a los trabajadores, pero no supiése-
mos el nombre de los trabajadores específicos y eventualmente el estado de salud
de cada uno.
Lo que les quiero subrayar es que el derecho a la información y el derecho a
la privacidad en muchos casos son dos derechos en colisión que hay que armonizar
a través de una decisión compleja que determina qué norma va a estar por encima,
qué valor se va a poner por encima del otro.
Creo que es algo importante para la democracia mexicana que estos temas se
empiecen a debatir ampliamente y muy importante, a mi juicio, que el legislador
mexicano, concretamente la Cámara de Diputados, haya ya legislado en la materia,
concretamente en el 16 y en el 73 constitucionales, para que empecemos a tener
realmente un debate sólido en México, un debate fuerte sobre estos valores en
tensión, que finalmente van a determinar el grado de nuestra democratización.
cegal
FOMENTO DE LA CULTURA DE LA
LEGALIDAD Y FORTALECIMIENTO DEL
ESTADO DEMOCRÁTICO DE DERECHO
LIC. MIGUEL ALESSIO ROBLES,
Subsecretario de Asuntos Jurídicos y
Derechos Humanos, Secretaría de Gobernación
cultura de la legalidad
E
INTRODUCCIÓN
349
CULTURA DE LA LEGALIDAD Y
ESTADO DEMOCRÁTICO DE DERECHO
C ULTURA DE
350 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Esto es, las instancias que en un Estado operan para asegurar la permanencia
de sus bases económicas, políticas y sociales, y que actúan en los planos jurídico y
social, operan mediante elementos materiales y externos señalados por lo general
en las leyes y demás normas jurídicas, y elementos internos, subjetivos, ideológicos,
que reproducen conductualmente y a nivel mental las características materiales de
la sociedad.
De esta manera, una sociedad se asegura que aquello que considera valioso y
esencial para su sobrevivencia como tal, permanezca en el tiempo como obligación
jurídica (con un derecho correlativo) o como convicción colectiva acerca de tal con-
servación.
En el caso concreto de la Cultura de la Legalidad, ésta viene a comprender
tanto la forma de ser jurídica de un pueblo, como la práctica institucionalizada
(formalmente o a nivel empírico, aún si es técnicamente ilícita) de interacción gober-
nante-gobernado, cuya materialización más visible son las funciones del Estado:
gobernar, legislar e impartir justicia, y en la que ambas partes están involucradas cultu-
ralmente.
En el primer punto, el de la forma de ser jurídica de un pueblo, se trata de
la tradición que sustenta y nutre a un sistema jurídico, dotándolo de una estructura
normativa y de valores desarrollado a lo largo de la historia de ese pueblo, ya sea
una creación propia o no, pero con el tiempo ya asumida como tal.
Así ocurre con las llamadas familias jurídicas, que se originan a partir de un
orden jurídico dominante por diversas causas históricas, extendido, impuesto o
adoptado como un elemento de dominación o identificación, según la experiencia
en cada una: familia romano-cristiana o latina, familia anglosajona, familias de influen-
cia religiosa, o familias mixtas.
En México, cuyo Derecho pertenece a la familia latina, existe en ese sentido
una cultura jurídica muy rica y en constante desarrollo, con un fuerte sentido de
tradición académica y doctrinaria. En nuestro país la producción jurídica es impre-
sionante, tanto en legislación como en obras especializadas y de texto.
Sin embargo, en el segundo caso, el de cultura jurídica como práctica de lo
legal e idea de lo legal en la interacción gobierno-sociedad, es relativamente reciente
el cambio de paradigmas o al menos una tendencia nacional, impulsada desde el
C ULTURA DE
352 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
etapa específica. Sin embargo, salvo las interrupciones monárquicas de 1822-23 y
1864-67, se han conservado líneas rectoras permanentes en el consenso nacional,
sea cual sea el partido o corriente política en el poder.
Estas líneas son el gobierno republicano, el pacto federal y un sistema de garan-
tías individuales. Es cierto que los experimentos centralistas se llegaron a concretar
en normas constitucionales, pero la presión de los Estados para conservar su sobe-
ranía y la lamentable experiencia territorial derivada de esta indefinición política
decantaron definitivamente al país hacia el federalismo.
Con la consolidación del Estado social de Derecho durante el Siglo XX, se incor-
poraron las conquistas sociales del movimiento revolucionario, así como el agrarismo
como la reivindicación de un pueblo eminentemente agrícola y la tutela del Estado
sobre grupos y sectores sociales que la economía de mercado del liberalismo del
Siglo XIX marginó y que ahora encontraban espacios de oportunidad social.
Los nuevos compromisos del Estado se reflejaron en las garantías sociales, que
dieron paso a un sistema de seguridad social y condiciones laborales y agrarias que nive-
laron las desigualdades e hicieron posible el despegue económico del país con una
relativa mejora sostenida de las condiciones de vida.
No obstante esto, el Estado social de Derecho no fue capaz de construir una
estructura política que liderara el impulso nacional de desarrollo con justicia social,
de tal suerte que el propio Estado y más concretamente las prácticas políticas, termi-
naron por inmovilizar al Estado en su conjunto.
Una vez que este modelo de gestión política y ascenso social agotó sus reser-
vas económicas y se detuvo el crecimiento y las expectativas de la sociedad, ésta
asumió la responsabilidad histórica de modificar tal estado de cosas, apostando por
un cambio que, dentro de los márgenes legales, propusiera un nuevo rumbo que
desde el mismo Estado trascendiera a la nación.
Desde luego, no se trató de un cambio brusco o generado espontáneamente.
Ya las diversas instancias del poder involucradas en la política interna y el equilibrio
de fuerzas incluso dentro de la clase política habían comenzado a procesar una
apertura gradual de las instituciones políticas y electorales, con el fin de canalizar
una lucha legítima por el poder sin alterar el orden constitucional.
LA CULTURA DE LA LEGALIDAD EN
EL PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 2007-2012
El gobierno del Presidente Felipe Calderón Hinojosa dio a conocer el Plan Nacional
de Desarrollo 2007-2012 como el instrumento rector de las políticas nacionales de
C ULTURA DE
354 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
desarrollo mediante su publicación en el Diario Oficial de la Federación el pasado
31 de mayo de 2007.
En él se señalan puntualmente los objetivos nacionales conforme a la Visión
México 2030, proyecto a largo plazo que se basa en la premisa del desarrollo
humano sostenible a partir de objetivos concretos durante esta Administración.
Se trata de un proyecto que no queda en avances parciales sexenales, sino
que sienta el fundamento de un gran impulso nacional hacia el desarrollo integral,
mejores formas de convivencia, mayores niveles de vida y una gestión pública efi-
ciente, legal y verdaderamente potenciadora de ese desarrollo.
El apoyo y la confianza ciudadanos resultan por lo mismo, indispensables. De
ahí que en las acciones y líneas de política previstas, se de prioridad a la participación
ciudadana y a la colaboración gobierno-sociedad para concretar las metas planteadas.
Se propone un proyecto compartido, con esfuerzos compartidos, es cierto,
pero también con un gran beneficio común: un mejor país digno de vivirse y trabajar
por él. Un país donde el alcance de nuestros derechos y libertades fundamentales
no tenga otro límite que la propia convicción en el respeto por los demás.
El arraigo de esta Cultura de la Legalidad no puede ser consecuencia de la
mejora en el nivel de vida y la creación de oportunidades conforme se ordene y
avance el entorno económico y social, al contrario, son simultáneos para producirse
con efectos trascendentes y firmes.
El Plan Nacional de Desarrollo señala así como objetivo nacional el garantizar la
vigencia plena del Estado de Derecho, fortalecer el marco institucional y afianzar
una sólida Cultura de la Legalidad para que los mexicanos vean realmente protegida
su integridad física, su familia y su patrimonio en un marco de convivencia social
armónica.
Vemos cómo en el diseño de este objetivo se encuentran los supuestos que
hemos señalado: Observancia del marco jurídico nacional por el Estado y la socie-
dad. Confianza en las instituciones y en su capacidad para mantener la gobernabilidad.
Convicción individual y colectiva en las soluciones que da la ley.
Para realizar este objetivo, el Plan propone, a su vez, como objetivo específico
fomentar el desarrollo de una Cultura de la Legalidad, y como estrategia reforzar
C ULTURA DE
356 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
jurídico nacional, los registros nacionales de información, la certificación de textos
normativos federales y la investigación y publicación de temas relativos al Derecho
nacional.
Estos servicios, gratuitos y públicos por naturaleza, tienen una cobertura nacional
tanto por la utilización de los medios electrónicos para su integración y difusión
como por la participación de los gobiernos locales, municipales, organismos autó-
nomos, poderes públicos y asociaciones profesionales del medio jurídico.
• 2003: 13,742
• 2004: 14,073
• 2005: 15,751
• 2006: 27, 438
• Septiembre 2007: 34, 258
Investigaciones y publicaciones
C ULTURA DE
358 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Por último, se desarrollan anualmente campañas nacionales permanentes sobre
el conocimiento del orden jurídico nacional y el respeto a los símbolos patrios, la
cultura del otorgamiento de testamento y la más reciente, a iniciar en noviembre
de este año, sobre regularización inmobiliaria.
Certificación de
textos normativos federales
CONCLUSIONES
Con estas acciones y las que se deriven del Programa para el Fomento de la Cul-
tura de la Legalidad y el Fortalecimiento del Estado Democrático de Derecho, la
Secretaría de Gobernación mantiene abierto el diálogo jurídico con la sociedad y entre
el Ejecutivo Federal con los diversos órdenes de gobierno y poderes público.
Se trata de un esfuerzo institucional de difusión jurídica con el propósito de
arraigar una Cultura de la Legalidad en todos los aspectos y manifestaciones de la
cegal
LA VIGENCIA DEL ORDEN CONSTITUCIONAL
ANTE LOS RETOS DE LA INFORMATIZACIÓN
MAGISTRADO JORGE ANTONIO CRUZ RAMOS,
Titular de la Unidad de Estadística y Planeación Judicial,
Consejo de la Judicatura Federal
cultura de la legalidad
L
ORDEN JURÍDICO CONSTITUCIONAL
361
La supremacía constitucional descansa, pues, en el papel de la soberanía que
con independencia de tratarse de un concepto que siempre ha sido materia de con-
troversia, en esta sociedad del Siglo XXI, sube al escenario de la discusión, pues
es evidente que las interrelaciones humanas trascienden de la simple localidad para
trasladarse de un Estado a otro.
Esto es, los cambios, evoluciones sociales, culturales, socioeconómicas o tecno-
lógicas en una sociedad traspasan las fronteras del país para convertirse en situaciones
que generan, por ejemplo: conciencia de pertenencia hacia distintos grupos socia-
les de diversas nacionalidades, de igual manera ocurre cuando la inversión económica
hace que las grandes empresas cuyos órganos de dirección no siempre residen en
un país, tomen decisiones que pueden afectar directamente su futuro, pues el mover
los grandes capitales de un lugar a otro pueden incidir directamente en el porvenir
de esa sociedad.
Acontecimientos, que años atrás se veían como acciones no tan fáciles de reali-
zar; hoy en día la movilización social y económica a través de la tecnología permite
que con sólo oprimir un botón se esté decidiendo el destino de una sociedad, lo
que conduce a hablar de un mundo globalizado inmerso en la informática y los
avances tecnológicos.
A su vez, retomando el tema de la supremacía constitucional, para que ésta
sea respetada existen diversos medios de control, como son el juicio de amparo
que protege todas las garantías constitucionales, las controversias constitucionales y
las acciones de inconstitucionalidad.
A ese respecto, si bien la presente exposición no tiene como intención des-
cribir cada uno de estos procedimientos, si está directamente relacionada con el
juicio de amparo, tomando en cuenta que este medio de control, en un porcen-
taje mayor, es el que se resuelve en los órganos jurisdiccionales federales.
De igual manera, conviene mencionar que los ordenamientos legales relacio-
nados con el ejercicio de la acción jurisdiccional que esencialmente regulan el juicio
de amparo de forma general en todas las materias que lo rigen, son la Ley de
Amparo así como el Código Federal de Procedimientos Civiles, lo que significa que
cualquier necesidad de cambio, legal, tecnológico o social en beneficio de los gober-
C ULTURA DE
362 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
nados, a través de una reforma o modificación legal, en lo que al trámite y resolu-
ción de este juicio se refiere, debe reflejarse primordialmente en el texto constitucional
como norma general, y posteriormente en estos dos ordenamientos jurídicos al ser
los fundamentos legales que rigen al juicio mencionado.
Sobre la jerarquía de las normas jurídicas, la Suprema Corte de Justicia de la
Nación emitió, entre otras, la tesis de jurisprudencia de rubro: supremacía consti-
tucional y orden jerárquico normativo, principios de. interpretación del artículo 133
constitucional que los contiene que reitera la supremacía de la Constitución General
de la República.
AVANCES EN TECNOLOGÍAS DE
LA INFORMACIÓN Y COMUNICACIONES
Como es conocido de todos los aquí presentes, los avances en materia de tecno-
logía y comunicación día con día son más impresionantes.
Acciones y resultados en estos primeros años del Siglo XXI, están demostrando
que los esfuerzos de los gobiernos se multiplican e intentan evolucionar conforme
a los avances tecnológicos a nivel mundial, convocando a todos los sectores de la
vida nacional y participando al lado de organizaciones sociales y no gubernamentales,
para que unidos se multiplique su desarrollo.
Términos como la democracia y el fortalecimiento de las instituciones nacionales
fomentan, evidentemente, procesos de reforma y modernización, donde el Poder
Judicial Federal como órgano del Estado independiente y empeñado en ofrecer
garantías y seguridad a los gobernados, se encuentra directamente inmerso en esa
modernización para ser cada vez más eficaz y eficiente.
Dentro de este proceso de modernización del Poder Judicial Federal, como el
de todos los órdenes de gobierno, atiende al respeto a los derechos humanos, la
tolerancia, la transparencia, la solidaridad, así como la implementación de avances
tecnológicos dentro de un marco jurídico constitucional en todos los procesos judi-
ciales federales.
C ULTURA DE
364 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Así, el reto mas importante fue la implementación de nuevos medios de comu-
nicación que por una parte permitieran atender las solicitudes de protección federal
de manera eficaz y, por otra, aligerar las cargas de trabajo para las partes, pero sin
dejar de lado los ordenamientos constitucionales y legales que rigen en el juicio de
amparo.
A ese respecto, los medios electrónicos propuestos y que ahora son un verda-
dero avance y embrión de la transformación del litigio en México, son la Firma
Electrónica para el Seguimiento de Expedientes (FESE), el Expediente Virtual, así
como los programas de promociones, secretario y generación automatizada de lista
de acuerdos, dentro del Sistema Integral de Seguimiento de Expedientes (SISE) de
los que mas adelante hablaré en cuanto a su contenido esencial.
Entre los grandes beneficios que se obtienen con su implementación se pueden
mencionar los siguientes:
El Expediente Virtual
C ULTURA DE
366 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
Se trata entonces de un expediente paralelo al expediente físico, pues las nor-
mas legales obligan a la existencia de este último.
Por cuanto hace a la firma electrónica se conoce como el documento virtual que
asegura que quien ingresó en la red a consultar, ver o enviar un documento, es
quien dice ser, en virtud que su clave es personalísima e intransferible.
Traducido al ámbito de los órganos jurisdiccionales, la utilización de la firma
electrónica ocurrirá cuando una persona intervenga en un expediente judicial, con
la posibilidad real de interactuar con aquello que envía y recibe digitalmente.
Los elementos fundamentales siempre presentes en la firma electrónica son:
Ahora bien, la utilización de este medio, como una realidad dentro de los órga-
nos jurisdiccionales que conforman el Poder Judicial de la Federación se regula a
través del Acuerdo General que crea y autoriza la Firma Electrónica para el Segui-
miento de Expedientes (FESE), donde se establece que el Consejo de la Judicatura
Federal tendrá una Unidad para el Control de Certificación de Firmas, cuya función
es la concentración y control de certificación de firmas electrónicas autorizadas por
los servidores públicos facultados para la expedición de claves personales.
C ULTURA DE
368 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
excepcionales (es decir que obligan a un trámite particular), ya que de no ser así,
el programa de referencia no tendría razón de ser, en atención a que haría las veces
de un procesador de texto.
Artículo 17. …Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribu-
nales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes,
emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial. Su servicio será
gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales.
C ULTURA DE
370 LA L EGALIDAD cultura de la cegalidad
turación como nunca antes, movimientos de capitales mundiales, pertenencia a distintos
grupos nacionales, regionales, internacionales, que piden una justicia rápida, cierta,
predictible, sin obstáculos, que de seguridad a los actos jurídicos y respete el orden
constitucional.
Es por todo esto que el uso de herramientas electrónicas como lo es la firma
electrónica o el expediente virtual, conllevan a la necesidad de que las autoridades
competentes actúen, pues resulta cada vez más necesario elevar al orden norma-
tivo jurídico la obligación de su utilización y consecuencias de su indebido uso, ya
que hay que tomar en cuenta que no sólo permite que la comunicación entre las
partes en un procedimiento judicial sea transparente y mas rápido, sino que tam-
bién un mejor desarrollo, avance y confiabilidad del proceso judicial federal en nuestra
sociedad.
Adicionado, se puede citar como otros grandes beneficios, el ahorro de papel,
pues a pesar que el expediente sigue conformándose con todos los documentos
ofrecidos por las partes y acordados por el órgano jurisdiccional, el expediente virtual
almacena en archivos electrónicos toda la información que cada uno de ellos genera,
en un menor espacio y con mayor seguridad de respaldo de la información.
El eficaz funcionamiento de la firma electrónica para todas las partes en el juicio
disminuye la necesidad de acudir a los órganos jurisdiccionales, reduce el trabajo en
materia de notificaciones, transparenta el trámite y elaboración de acuerdos, pro-
yectos de sentencia o resoluciones interlocutorias, lo que se traduce en beneficios
para los justiciables, quienes no podemos olvidar, ponen en manos de los jueces,
su patrimonio, su libertad, etcétera.
ÍNDICE
cegal
cultura de la legalidad
PRESENTACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
LA CULTURA DE LA LEGALIDAD EN
EL PLAN NACIONAL DE DESARROLLO
2007-2012 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
CULTURA DE LA LEGALIDAD Y
ESTADO DE DERECHO
DR. PEDRO SALAZAR UGARTE,
Académico de la Especialidad en
Cultura de la Legalidad de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales,
FLACSO-México . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
DEL ESTADO DE DERECHO AL
ESTADO DE DERECHOS
DR. RICARDO SEPÚLVEDA IGUÍNIZ,
Profesor de la Escuela Libre de Derecho,
Universidad Anáhuac y Universidad Panamericana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327
PRIMER CONGRESO NACIONAL
CULTURA DE LA LEGALIDAD,
INFORMÁTICA JURÍDICA Y DERECHO INFORMÁTICO
22 Y 23 DE OCTUBRE DE 2007 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
LOS DATOS PERSONALES, ACCESO A
LA INFORMACIÓN Y DERECHO A LA PRIVACIDAD
MTRO. ALONSO LUJAMBIO IRAZABAL,
Presidente del Instituto Federal de
Acceso a la Información . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 335
FOMENTO DE LA CULTURA DE LA LEGALIDAD Y
FORTALECIMIENTO DEL ESTADO DEMOCRÁTICO DE
DERECHO
LIC. MIGUEL ALESSIO ROBLES,
Subsecretario de Asuntos Jurídicos y
Derechos Humanos, Secretaría de Gobernación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349
LA VIGENCIA DEL ORDEN CONSTITUCIONAL ANTE
LOS RETOS DE LA INFORMATIZACIÓN
MAGISTRADO JORGE ANTONIO CRUZ RAMOS,
Titular de la Unidad de Estadística y
Planeación Judicial, Consejo de
la Judicatura Federal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 361
CULTURA DE LA LEGALIDAD
cultura de la legalidad
se terminó el mes de agosto de 2008 en Talleres Gráficos de
México, Canal del Norte No. 80, Col. Felipe Pescador, CP
06280, México, DF, consta de 1,000 ejemplares y estuvo al
cuidado de la Dirección General de Compilación y Consulta
del Orden Jurídico Nacional
ISBN: