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CAPITULO IV

El MIMETISMO Y El HOMBRE
La ambivalencia del discurso colonial
El mimetismo emerge como una de las estrategias más elusivas y eficaces del poder y del
conocimiento colonial, el mimetismo representa un compromiso irónico, el mimetismo
colonial es el deseo de un Otro reformado, reconocible, como 'sujeto de una diferencia
que es casi /0 mismo, pero no exactamente. El mimetismo emerge como la
representación de una diferencia que es en sí misma un proceso de renegación.
El mimetismo es, entonces, el signo de una doble articulación; una compleja estrategia de
reforma, regulación y disciplina, que se “apropia” del Otro cuando éste visualiza el poder,
es también el signo de lo Inapropiado, una diferencia u obstinación que cohesiona la
función estratégica dominante del poder colonial, intensifica la vigilancia, y proyecta una
amenaza inmanente tanto sobre el saber "normalizado" como sobre los poderes
disciplinarios.
Lo que emerge entre la mímesis y el mimetismo es una escritura, un modo de
representación, que marginaliza la monumentalidad de la historia, el mimetismo repite
más que re-presenta. La menace del mimetismo es su doble visión que al revelar la
ambivalencia del discurso colonial también perturba su autoridad. Y la doble visión es
resultado de lo que he descripto como la representación/reconocimiento parcial del objeto
colonial. La mirada de vigilancia retorna como la mirada desplazante del disciplinado,
donde el observador se vuelve el observado y la representación "parcial" rearticula toda la
noción de identidad y la aliena de su esencia.
El deseo de mimetismo colonial tiene objetivos estratégicos que llamaré la metonimia de
la presencia. Esos significantes inapropiados del discurso colonial (la diferencia entre ser
inglés y ser anglicizado; la identidad entre estereotipos que, mediante la repetición,
también se vuelven diferentes; las identidades discriminatorias construidas a lo largo de
normas y clasificaciones culturales tradicionales, el Negro Simio, el Asiático Mentiroso)
todos son metonimias de la presencia.
El mimetismo, como la metonimia de la presencia, es, en realidad, esa misma estrategia
errática y excéntrica de la autoridad en el discurso colonial. El mimetismo, como el fetiche,
es un objeto parcial que revalúa radicalmente los conocimientos normativos de la
prioridad de raza, escritura, historia. El mimetismo rearticula la presencia en términos de
su "otredad", aquello que reniega. La escisión del discurso colonial, persisten dos
actitudes hacia la realidad externa; una de ellas toma en consideración la realidad
mientras que la otra la reniega y la reemplaza por un producto del deseo que repite,
rearticula la "realidad", como mimetismo.
Son los efectos de una renegación que niega las diferencias del otro, pero produce
en su lugar formas de autoridad y creencia múltiple que alienan los supuestos del
discurso "civil”.
CAPITULO V
ASTUTA URBANIDAD
La visión de Mill del valor de la independencia individual, "Una concepción vívida y una
creencia fuerte", articulada con un "'poder emocional vivo” y directo que se difunde de las
palabras dichas a las cosas significadas y fuerzan a la mente a tomada en consideración
y conformada con la fórmula". Para Mill el signo de urbanidad es el brioso sonido de la vox
populi, comprometido como individuo en la discusión pública, ese "firme hábito
comunitario de corregir sus propias opiniones y cotejadas con las ajenas"
Cicerón "los individuos deben ponerse a sí mismos en la mentalidad de los que piensan
diferente de ellos'" sólo para usado de modo ambivalente: como el principio que preserva
la libertad de la individualista "esfera pública" occidental, y como una estrategia para
controlar el espacio colonial cultural y racialmente diferenciado.
El "registro escrito" de Mili ahora incorpora la práctica de la escritura como una estrategia
de la reglamentación colonialista, y la adecuación mimética de proyecto y despacho
queda puesta hasta cierto punto en duda.
Lo que es articulado en la duplicación del discurso colonial no es simplemente la violencia
de una nación poderosa escribiendo la historia de otra, es un modo de afirmación
contradictorio que reinscribe en forma ambivalente, a través de relaciones de poder
diferenciales, tanto al colonizador corno al colonizado. Pues revela una incertidumbre
agonística contenida en [a incompatibilidad de imperio y nación, pone a prueba el discurso
mismo de la urbanidad dentro de la cual el gobierno representativo reclama su libertad y
el imperio, su ética. Ser el padre y el opresor, justo e injusto, moderado y rapaz, vigoroso
y despótico: estos casos de creencia contradictoria, doblemente inscriptos en la
interpelación postergada del discurso colonial, plantean preguntas sobre el espacio
simbólico de la autoridad colonial.
Lo que amenaza la autoridad del mando colonial es la ambivalencia de su interpelación
(padre y opresor, o, alternativamente, gobernado y vilipendiado) que no se resolverá en
un juego dialéctico de poder.
En el discurso colonial, ese espacio del otro siempre está ocupado por una idee fixe:
déspota, pagano, bárbaro, caos, violencia.

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