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Pastoral Educativa.

La familia como comunidad de evangelización y educativa.


Aún resuenan en mi mente las palabras que se dijeron en el curso: “Evangelizar
educando, y educar evangelizando”, y creo que uno de los ambientes privilegiados para
la enseñanza es la familia. Es cierto que hoy en día no contamos con el cien por ciento de
familias bien constituidas (papá, mamá e hijos) y es por eso que debemos atenderlas, sea
cual fuere su conformación actual, y llevar a todos el Evangelio, el Kerigma, que es el
anuncio del amor de Dios manifestado en su hijo Jesucristo.
Es necesario que la Iglesia esté presente en los grupos humanos por sus hijos,
que viven entre ellos o que a ellos son enviados. Porque todos los fieles
cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el
ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra…1
Si los católicos educamos a nuestras familias, a los padres a la vez que a los hijos,
si nuestra tarea evangelizadora-educadora la enfocamos a ellos, a imagen de Jesús nuestro
Maestro, no sería un esfuerzo en vano. La carta del Papa Benedicto XVI que trabajamos
en el curso, hablaba de la “crisis de la educación”, de que “no hay transmisión de
generación en generación” acerca de las enseñanzas morales, etc., y esto creo que es
porque la familia, al igual que muchas instituciones en la actualidad, está pasando por una
gran crisis.
Hoy estamos experimentando como Iglesia que cada vez son menos las personas
que se acercan. Si presentamos a Jesús como el Salvador, como nuestro Maestro, como
aquél que murió por nosotros, anunciamos el kerigma. Entonces, ¿por qué las personas
no se acercan? ¿Cuál es el ambiente que propiciamos en nuestras parroquias? ¿Buscamos
un ambiente familiar-comunitario? Ya lo decía el Papa Benedicto XVI en su discurso al
final del rezo del Rosario en el Santuario de Aparecida, y lo retomó el documento final
en su numeral 246:
¡La Iglesia es nuestra casa! ¡Esta es nuestra casa! ¡En la Iglesia Católica
tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad y de
consuelo! ¡Quien acepta a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad,
tiene garantizada la paz y la felicidad, en esta y la otra vida!
Después de esta afirmación, y en el contexto en el que estamos viviendo, es más
que bueno preguntarnos ¡¿Qué estamos haciendo?! Como Iglesia, como Sacramento de
Cristo2, como instrumento de salvación3, creo que al igual que un educador que se pone
en su lugar, que toma conciencia de su tarea, que piensa y prepara lo que va a transmitir,
también nosotros debemos hacer eso, y no quedarnos simplemente en eso, sino, salir, ir
al encuentro. Pero, ¿ir al encuentro de quién? Al encuentro de todo aquel con quien
convivimos, con quien nos relacionamos, con quien compartimos el instituto donde
estudiamos, con quien compartimos el lugar de trabajo, a quienes tenemos de vecinos; no

1
Ad Gentes n. 11.
2
Cfr. CEC 780; RAHNER, Karl, Curso fundamental sobre la fe, 1979 Ed. Herder, Barcelona, p. 474.
3
CEC 776.
debemos olvidar que todos, de una u otra manera, pertenecemos a una familia. Creo que
de esta manera vamos evangelizando las familias.
Hoy en día, ¿qué ambiente propiciamos en nuestras parroquias? ¿Es un clima de
fraternidad en el cual el que se acerca no se siente juzgado? ¿Donde realmente
experimenta el Amor de Dios como aquel publicano que entra al Templo al encuentro de
Dios? Creo que la acogida es más que fundamental en una forma de enseñar al otro que
es Jesús quien lo recibe.
Ya nos decía el Papa Juan XXIII:
…A esta Iglesia, columna y fundamento de la verdad, ha confiado su
santísimo Fundador una doble misión: engendrar hijos, educarlos y regirlos,
guiando con materno cuidado la vida de los individuos y de los pueblos…4
Una de las tareas de la Iglesia como Madre es la de educar. ¿Educar qué? Educar en la
Fe, la Esperanza y la Caridad. Las familias, a mi parecer, deben ocupar un lugar
importante en nuestra pastoral; no debemos desatenderlas.
Cuando la Iglesia se contempla a sí misma descubre “a la familia como la
iglesia doméstica, en la que los padres han de ser para sus hijos los primeros
predicadores de la fe, tanto con su palabra como con su ejemplo”. La familia
es la primera escuela de virtudes sociales, así como escuela de fe y de vida
cristiana5
También nuestro Magisterio Particular insiste en la misma dirección. Por ello, creo que
como Iglesia debemos apuntar hacia las familias, a acompañarlas, a escucharlas, a
anunciarles el “amor de Dios manifestado en Cristo Jesús” (Rom 8, 39).
Miguel Isaías Marecos Lezcano.

4
Mater el Magistra, n. 1b.
5
IV Sínodo Arq. De Montevideo 2005 n. 275.

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