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United Symptoms
l. Esta primera clase del seminario de Éric Laurent y Jacques-Alain Miller, promm-
ciada en el marco de la Sección Clínica del Departamento de Psicoanálisis de París VIII,
fue editada por Catherine Bonningue y Béatrice Chahtoussi y publicada en La Causefrezl-
dielme N° 35, París, Navarin-Seuil, 1997, con la amable autorización de los autores.
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2. Juego de palabras: errer significa en francés tanto «errar••, «vagar>> como «equivo-
carse>>. [N. de la T.]
3. Noms-d!l (nombres del) es homófono de I!OI!-dupes (desengañados). [N. de la T.]
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sis, es tma crisis de lo real. Pero ¿es una crisis? Tal vez se prefiera a esta
la palabra malestar -y podría decirse que hay malestar respecto de lo
real-, pero este término freudiano está a punto de ser superado.
En efecto, la inmersión del sujeto contemporáneo en los semblantes
problematiza lo real de allí en más para todos. Y no es exagerado afir-
mar que esta problematización se esboza sobre un fondo de angustia.
Hay en esto sin duda tma inversión paradójica. Fue el discurso de
la ciencia el que, desde la edad clásica, fijó para nuestra civilización el
sentido de lo real. Y -recordémoslo- a partir de la seguridad de esta Ji-
xion4 científic.a de lo real, Freud descubrió el inconsciente e inventó el
dispositivo secular que seguimos utilizando (aún funciona), la prácti-
ca que nos dedicamos a perpetuar con el nombre de psicoanálisis.
Esta práctica se volvió posible por la fixion científica de lo real, que se
sostenía en tiempos de Freud e incluso era objeto de una valorización es-
pecial bajo la forma de la ideología cientificista (en la que Freud partici-
pó ampliamente). Ahora bien -y aqtú me adelanto-, el mtmdo de los
semblantes, salido exclusivamente del discurso de la ciencia, se dedicó
en:lo sucesivo (no es algo concluido hoy, pero está encurso}adestruir la
fixion de lo real, hasta tal punto que la pregunta ¿qué es lo real? solo tiene
respuestas contradictorias, inconsistent~s,~ todos lgs casos,.]nci~rtas. ___
4. Fixion: en francés, neologismo formado a partir de fixl!r (fijar) y ftction (ficción). [N.
de la T.]
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todo caso, es un comentario del esquema que dio Lacan del discurso
analítico. Pero, igualmente, el uso de los semblantes es vano, inoperan-
te, hasta profundamente nocivo si se omite lo real en juego.
Hay real en la experiencia analítica. La inexistencia del Otro no es
antinómica de lo real, sino correlativa. Pero este real (del que dije: hay
real en In experiencia analítica) no es el del discurso ele la ciencia, no es ese
real gangrenado por los semblantes mismos salidos de él, y que no te-
nemos más remedio que abordar, como se hace desde siempre, por los
números. Se trata, por el contrario, de lo real propio del inconsciente o
por lo menos de ese real que, segím Lacan, el inconsciente testimonia.
A medida que se extiende el imperio ele los semblantes, resulta ca-
da vez más importante mantener en el psicoanálisis la orientación ha-
cia lo real. Este es el sentido, el alcance de la última tentativa de Lacan,
que consiste en mostrar lo real propio del psicoanálisis, volviéndolo
presente, visible, palpable, manipulable, en forma de nudos borro-
mees y demás. Concluyente o no, esta tentativa prueba que la orienta-
ción lacaniana es la orientación hacia lo real, porque el nudo, suscepti-
ble de manifestarse en las formas visibles más diversas, ese objeto por
excelencia flexible, plural, que está allí y también se escurre, escapan-
do, corno expresa Mallarrné, ese objeto inconstante, diverso, aparente,
con innumerables facetas, no es un semblante. Pertenece, al igual que
el número, al orden de lo real. Por eso Lacan habría querido volverlo
el testirnonio,la manifestación de lo real propio del psicoanálisis. Aun-
que se modifique, atmque tenga aspectos múltiples e inasequibles, no
es tm semblante.
El nudo entonces es, al igual que el número, del orden de lo real,
pero posee respecto del nú_rnero el privilegio de no estar cifrado y no
tener sentido. La lección que puede extraerse es, si me p~rrniten, que
resulta importante en el psicoanálisis mantener el rumbo hacia lo real.
Pero esto no solo es importante en el psicoanálisis ... También impor-
ta en el malestar en la civilización, que dejamos en singular aunque exis-
tan las civilizaciones y que ya se ammcie, para el siglo XXI, que la histo-
ria se hará con el choque, la rivalidad, la guerra de las civilizaciones (po-
dríamos detenemos tm momento este año en esta tesis reciente y muy
discutida de un profesor norteamericano). Pero también está, por su-
puesto, la civilización en singular, el hegemón (de hegemonía) científico
y capitalista, cuya influencia totalitaria hoy se volvió patente, y que lla-
mamos aqtú, en nuestra comarca, globq.lización. Esta globalización
arrastra, atraviesa, agrieta y quizás incluso ya fusiona las civilizaciones.
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en todos los niveles del Amerimn way of lije (que se distingue por com-
pleto de lo que había en tiempos del informe de Roma), desde el con-
trato de trabajo hasta el modo de relación sexual?
¿Qué permanece invariable de la homosexualidad y qué cambia
cuando el Otro social la recibe de una manera completamente diferen-
te y cuando se está elaborando una norma nueva que confiere tma le-
gitimidad inédita y masiva al lazo homosexual? Y no es algo confina-
do a San Francisco.
Cabe agregar que el año pasado vi formarse en Italia comités es-
pontáneos de ética -que antes de Éric Laurent se llamaban charlas de ca-
fé-, cuando (¡sorpresa!) una africana ganó la corona de Miss Italia.
La soberbia que testimoniaba el ¿cómo se puede ser persa? se extingue
hoy para dar lugar a ¿cómo se puede ser francés? Cómo se puede seguir
siendo francés es una pregunta que atormenta a tm pueblo -hasta, se-
gím se comenta, la depresión colectiva- cuyos ideales universalistas,
establecidos sobre certezas identificatorias milenarias, desmiente la ac-
tual globalización.
Este seminario no solo no podrá abstraerse de este contexto, sino
que no sabría hacerlo. Por eso este año enconh·aremos nuestras referen-
cias electivas en los fenómenos de la civilización norteamericana. Para
decirlo rápidamente, los síntomas de la civilización deben primero des-
cifrarse en los Estados Unidos; y no es en vano hacerlo desde Francia,
que es en muchos sentidos el Otro de ese país. Universalismo frente a
globalización: ese será nuestro capítulo US (léase Llnited Symptoms).
Al final del quinto capítulo de «El malestar en la cultura», Freud
aclara que resiste la tentación de iniciar tma crítica del estado actual de
la culh1ra en Norteamérica. Pues bien, nosotros tenemos la intención
de no resistirnos a esta crítica que recae, por otra parte, sobre tm ptm-
to muy preciso que él esboza: mientras que en Europa se practica más
fácilmente la identificación vertical con el líder, que pone en acción la
sublimación de una manera poderosa (y tiene su mérito haberlo dicho
en ese momento, porque esa identificación condujo a sus contemporá-
neos a cierto nínnero de problemas en la civilización), los Estados Uni-
dos la sacrifican en beneficio de lo que se puede llamar la identifica-
ción horizontal de los miembros de la sociedad entre ellos. No identi-
ficación con el más tmo, sino identificación horizontal de los miembros
de la sociedad entre sí.
No es excesivo ver en esto el presentimiento del Otro que no existe
y su reemplazo por la circulación de los comités de ética.
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Dioses locales
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sales o de los ideales que pretenden abrazar vastos dominios. Nos en-
frentamos con una pérdida de confianza en los significantes amo, una
nostalgia por los grandes designios.
Al seguir al Otro del imperativo, surgen problemas locales cada vez
más numerosos que se rebelan y objetan su aplicación. La urgencia de
nuestra modernidad no nos hace olvidar, por supuesto, que la dialéc-
tica del imperativo y la casuística fue tm constante tormento.
El imperativo puede contornear el obstáculo de diversas maneras:
ya sea ritualizando, inventando un ritual local, ad hoc, que permita cir-
etmscribir la dificultad, ya, por el contrario, saliendo del apuro con al-
tura, creando tm mandato más generalizado que sostenga de manera
completamente inverosímil que no existe ningtma dificultad de aplica-
ción y que el honor es mayor si se logra aplicar el mandato donde no
se puede.
La casuística ritual de la ley puede identificarse con la ley misma:
por ejemplo, el modo en el que en la common law inglesa se pasó al ré-
gimen moderno de la ley; o, por el contrario, sobre el modelo cristiano
del mandamiento simple se puede querer un espacio aligerado, sin
mucha ley, donde el imperativo saldría engrandecido. Este era el anhe-
lo de Saint-Just.
-T~;;i~os-derecho a tod~ ciesp11és q11e el monoteís~-o u.rUversalnos____ - ----
alejó del recurso a los dioses locales. Para cada problema había, no 1.m
imperativo, sino un dios. ¿Problema sexual? Templo de Venus por la
mañana, templo de Venus por la tarde. Las dificultades en 1.m sitio po-
dían superarse en otro. Se obtenía ciertamente un universo poblado de
dioses -que no estaba plagado de imperativos-, poblado de goces lo-
cales, contradictorios, cuyas insignias y atributos o prescripciones
arrojaban listas inconsistentes, enigmáticas, que dejaban la voluntad
d~ los dioses en busca de alg(m intérprete (cualesquiera que fueran las
listas que se multiplicaban). Por eso en la multiplicidad de las ciuda-
des griegas se daban cita en por lo menos tres lugares para ir en busca
del oráculo, la solución que no enunciaba ni lo verdadero ni lo falso,
pero indicaba dónde se ¡Üojaba el problema del goce culpable.
·De este modo procederá Edipo, quien irá a Delfos a buscar el orá-
···--- ----c:ul:opata:encontrarse-a-sí-mismo:-Y·sea-cual-fuere-la-diversidad-de-dis- --------------
cursos sobre los dioses y sus dorninios,.que varían seg(m las ciudades
y las épocas, se encuentra el suficiente aire familiar para que en Ol.i:rn-
pia, Delfos y Delos algunos se encarguen de mantener el rumbo del
discurso sobre lo divino.
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Los griegos limitaban el amor al Otro a aquel que podía ser digno
de ocupar ese lugar, y la cu~stión permitía excltúr a bastante gente. Sin
embargo, la phílía no dejaba de asegurar la cohesión de la ciudad de los
hombres libres.
Los comités de ética se inscriben en tma civilización en la que co-
existen religiones, sabidurías, poderes de Estado, el culto de la razón,
la ciencia, sin que unos prevalezcan sobre los otros, sin que tengan que
hacerlo. En este mtmdo, las guerras de religión producen cada vez más
estragos y, al mismo tiempo, podemos reunirnos en rituales eclécticos
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ra,,, inspirado en lo que Georges Ba taille llamó el sen tido moral de in so-
ciología, en un famoso artículo de 1946. De manera admirable sitúa en
dicho texto un corte ético entre las culturas de los siglos XX y XIX, que
termina antes de la Primera Guerra Mtmdial:
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can en la página 746 de «Kant con Sade», para que la máxima dicte la ley
se necesita y basta «que ante la prueba de tal razón pueda retenerse co-
mo universal por derecho lógico». Restablecer el todo no es fácil porque
se escurre y porque el relativismo cultural, el debilitamiento de las na-
ciones en general, del modelo europeo de desarrollo económico en par-
ticular y del consenso de la nación para terminar, no hacen sencilla la co-
sa. La dificultad reside en que el sujeto liberal, perfectamente democrá-
tico, no supone un todo previo. El todo, la comunidad, solo surge al fi-
nal del debate democrático y no antes, a priori. Ahora bien, el imperati-
vo categórico solo vincula al sujeto a través del todo. Lacan precisa la di-
ficultad en «Kant con Sade»: solo es posible aplicar el universal de la má-
xima kantiana en democracia porque el hecho de que sea válido como
universal no significa que se imponga a todos. Pero la restauración del
neokantiano, y la manera más o menos sutil con la que opera, encuentra
un tope en el relativismo cultural, otro nombre de la confusión de goces;
y está el problema de lo real en este imperativo. Deberemos examinar
los distintos modos en los que se intenta constihlir comunidades sufi-
cientemente estables~para enfrentar el goce del sujeto.
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para avanzar, supone sin embargo la existencia del gran Pan. Y esto
implica que cuando se dihmde la novedad: El gmn Pan Iza muerto, deja
de existir. Podemos no obstante retomar en la perspectiva del Otro que
no existe las pregtmtas clásicas: ¿existían los dioses de Epicuro?, ¿qué
era ese diálogo en el que se convocaba al dios y se llegaba a conversar
con él?, ¿creían en él o no? Se necesita una creencia fundamental. La
cuestión misma estaba limitada a esos círculos, esas bases de operación,
que eran las sociedades filosóficas.
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20 de noviembre de 1996
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