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FERRO, Marc (1990). Nacimiento de la estética. The UNESCO Courier, 43 (12): 41-44.

El texto “Nacimiento de la estética” del historiador francés Marc Ferro analiza la estética
como disciplina, y como la vanguardia ha marcado un antes y un después en el arte
contemporáneo. La belleza ya no es reconocido como un concepto común en el mundo
objetivo, en cambio, debe ser construida por el autor. Y ante esto, sufre una crisis debido a la
subjetividad del receptor. Existe una contradicción debido a la innovación ¿puede producirse
que la idea de romper con lo convencional se repita tanto que pase a ser algo común, incluso
tradición?. Y si la belleza ya no es reconocida como un concepto común, y en cambio es
subjetiva y depende del receptor ¿puede existir un consenso respecto a lo que se clasifica
como grandes obras? Aquí recaería el problema principal de la estética como disciplina.

El autor comienzo el texto explicando como para el común de personas, el lenguaje corriente,
la estética, la filosofía del arte, la teoría de la belleza son expresiones más o menos
equivalentes. Pero en realidad la estética, es una disciplina por sí sola, que ha surgido
recientemente y que está ligada a una “revolución de la mirada que se posa sobre el
fenómeno de la belleza” (FERRO, 1990, p41).

La estética como disciplina nace recientemente, dado que en la antiguedad las pinturas
cumplian una funcion sagrada y tenian una objetividad, y en ese contexto, no era de
importancia quien las realizaba, sino la realidad divina que captaban. Ferry ejemplifica esto
con los gatos egipcios del museo británico. Nadie se pregunta quien o quienes eran los
autores de esas estatuas, porque no es relevante para el fin que cumple la obra. “Lo esencial
es que se trata de un animal sagrado, transfigurado como tal en el espacio del arte”
(FERRO, 1990, p42).

Bajo el contexto de las obras de arte como representación de lo divino, podríamos unir el
pensamiento de Ferro al texto “el nacimiento por la muerte” del filósofo y escritor francés
Regis Debray. El explica el significado de la “angustia mágica” como la imagen en oposición
a la muerte, y como el hombre tiene la necesidad de comunicarse con lo desconocido, lo
divino, y la representación gráfica le permite visualizarlo. Para Debray “el artista antiguo es
más un intermediario entre los hombres y los dioses que un verdadero demiurgo” (DEBRAY,
1990, p43)
Esta situación respecto a las obras de arte, ha cambiado completamente. La obra ya no es el
reflejo de un mundo común, en donde la religión era la base de la vida. Ahora las obras de
arte son la expresión del autor y su personalidad. El artista antiguo era intermediario entre
los hombres y lo divino.

Esta revolución que protagonizan los autores, lleva el germen de la ideología de vanguardia
que ha marcado al arte contemporáneo. Lo que se considera bello en el arte, no debe ser
reconocido como un conocimiento común, existente en el mundo objetivo. Ahora debe ser
inventado “puesto que cada momento de la renovación se sitúa en el seno de una historia del
arte cuya encarnación institucional es el museo” (FERRO, 1990, p43).

Ferro añade que la vanguardia está en crisis, unida al concepto de subjetividad. “Existe una
contradicción interna que afecta a la idea de innovación absoluta” (FERRO, 1990, p43). El
quiebre de las obras de arte tradicionales y la creación cosas nuevas se convirtió en sí mismo
en un tradición. Es por esto que la idea de romper con lo convencional ya no nos sorprende.
Según el autor “ se han democratizado hasta el punto de entrar también en los museos junto
a las obras más clásicas” (FERRO, 1990, p43).

El autor también se refiere en su texto a la noción de gusto por parte del espectador. Al
parecer, el escritor Baltasar García fue el primero en emplear el término, para referirse a “la
capacidad totalmente subjetivo que poseen los hombres para distinguir lo bello de lo
feo”(FERRO, 1990, p43). Es decir, a diferencia de lo que pasaba con las obras de arte
tradicionales, la belleza no se refiere a un conjunto de características que son propias de
ciertos objetos. Al contrario, la belleza es subjetiva, y reside esencialmente en lo que nos
satisface por gusto o sensibilidad.

Debido a que la belleza es una cualidad subjetiva, nace el problema central de la estética: el
criterio. ¿Existe un consenso respecto a qué creaciones califican como “grandes obras”, si lo
que consideramos bello es subjetivo?

Ante esto, Marc Ferro afirma en su texto que el desgaste que a sufrido lo “teológico-cultural”
no ha sido reflexionado en profundidad, donde a menudo se enfrentan dos posiciones. Los
optimistas ven la modernidad como un proceso lento de emancipación de las tradiciones, en
cambio, los pesimistas ven en la modernidad una lógica de la “decadencia”. Para el autor,
esta discusión es sólo un síntoma de la “transformación en el orden de una cultura, que ha
adoptado en los tiempos modernos la forma de lo estético” (FERRO, 1990, p44)

Sería absurdo pensar en la modernidad como decadencia, porque estaríamos otorgando a la


modernidad un juicio de valor sin comprender lo que realmente es, pero a su vez, no es
posible ignorar la transformación radical que ha tenido el arte desde la invención de la
estética moderna, y la superioridad del autor sobre el mundo. Para Ferro, el arte se ha
inclinado ante el imperativo de ser un arte “a escala humana”. Y para lograrlo, solo ha tenido
que romper los lazos con lo sagrado, volviéndose la vanguardia, el eje de una ruptura que ha
llegado tan lejos como ha sido posible. Es por esto que para el autor, la cuestión consiste en
saber si el espacio que se ha abierto con la separación de la obra de arte como reflejo de una
realidad divina, será posible recrear un mundo común “sobre la base de un rechazo radical
de toda trascendencia” (FERRO, 1990, p44).

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