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Carla Chacón
Marzo, 2016
El totalitarismo ha formado parte fundamental del sistema de dominación,
conformándose como antítesis de la política que reconoce al individuo como libre
e igual frente al Estado, además forzando principios de justicia. En esta
oportunidad, se presente realizar un breve ensayo sobre los elementos
característicos del totalitarismo basado en la obra de Hannah Arent.
Por otro lado, el líder tiene como mano ejecutora a un jefe (Arendt, 1951), el cual
tiene como función ser el vínculo entre el líder y el resto de la estructura
burocrática totalitaria, así como la responsabilidad de los erros del régimen solo si
es reconocido por el líder, sin embargo no tolera críticas de los subordinados, ya
que es el jefe el reinterprete del líder. Resulta ser una especie de edecán
presidencial.
A pesar de que la masa es definida como sujeto sin sentido, de alguna manera,
este tipo de sistema localiza y potencia la necesidad de la misma para
organizarse, lo que brinda la posibilidad de éxito una política unipartidista. “La
verdad es que las masas surgieron de los fragmentos de una sociedad muy
atomizada cuya estructura competitiva y cuya concomitante soledad sólo habían
sido refrenadas por la pertenencia a una clase. La característica principal del
hombre-masa no es la brutalidad y el atraso, sino su aislamiento y su falta de
relaciones sociales normales.” (Arendt, 1951: 262)
Es desde aquí, que las masas juegan dos roles, en principio resultan ser el apoyo
para movilizaciones, así como la activación del pueblo como masa que necesita
de un norte para reivindicaciones sociales, políticas y económicas, lo que
finalmente conforma los 2 espejismos expresados por Hannah Arendt en su obra
“Los Orígenes del Totalitarismo”.
Arent efectúa una acotación importante en las formas de acción de la ciudadanía,
por un lado realiza una separación conceptual entre masa y pueblo, para luego
definir las diferencias entre pueblo y populacho. Tal como se ha mencionada
anteriormente la masa no tiene sentido, sin embargo el pueblo tiene valores por lo
que puede cambiar radicalmente un sistema político, siendo el garante de la
ejecución de las revoluciones; es aquí donde interviene un elemento fundamental,
la autora conceptualiza al populacho como todo aquel que se manifiesta de forma
violenta, por decirlo de otra manera, el populacho es el que quema cauchos y
manifiesta en la calle, en cambio el pueblo reflexiona y elige. “Pretende resolver la
dificultad de representar al pueblo resucitando su unidad y su homogeneidad de
un modo imaginario, en una toma de distancia radical con aquello a lo que se
supone que se le opone: el extranjero, el enemigo, la oligarquía, las elites”
(Rosanvallon, 2007: 258).