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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

Decanato de Estudios de Postgrado


Coordinación de Postgrados de Ciencia Política
Doctorado en Ciencia Política

Reflexiones sobre Totalitarismo

Carla Chacón
Marzo, 2016
El totalitarismo ha formado parte fundamental del sistema de dominación,
conformándose como antítesis de la política que reconoce al individuo como libre
e igual frente al Estado, además forzando principios de justicia. En esta
oportunidad, se presente realizar un breve ensayo sobre los elementos
característicos del totalitarismo basado en la obra de Hannah Arent.

La conceptualización sobre el totalitarismo podemos localizarla como un sistema


de dominación que se contrapone discursivamente al imperialismo y
antisemitismo, buscando la emancipación en una sociedad burguesa que tiene
conflictos entre Estado – Sociedad, por lo que el totalitarismos tiene estrechas
relaciones con el Fascismo, el Nacismo, el Autoritarismo y Socialismo
(Brumkhorst, 2006). Pretendiendo la total supresión de la política, conformándose
como una ideología que impone la interpretación única de la historia para la
posterior transformación de la humanidad, anclado en el racismo con ansias de
generalizar un nuevo humano con una tipología y forma de acción específica.

Al pretender la generación de un nuevo humano, lo que implica la destrucción de


la humanidad que funciona para el proyecto total, el inicio de este tipo de
regímenes se encuentra en un Estado pero con miras a traspasar fronteras para
alcanzar su fin último, una sola visión, sin libertades y con hombres- masa (Arent,
1951)

En principio, el totalitarismo recrea un ambiente político de inestabilidad e


incertidumbre, en el cual existe ausencia de la continuidad y culto al personalismo,
por lo que hay un líder que tiene el poder de constituir las reglas itinerantes del
régimen político. Para poder concretar el culto al personalismo, se coloca a la
sociedad como una masa amorfa y sin sentido, útil para formar fanáticos que
pretende ordenar a través de una organización partidista dirigida por el líder
político de este tipo de régimen.

El líder cuenta con la bandera de la autoridad y la “verdad”, lo que hace es


incuestionable las decisiones de este tipo de actores, es así como el gobierno se
conforma como una herramienta burocrática para los fines del régimen, actuando
como estructura legal y propagandísticas que limitan y forman a las masas dentro
de los valores previstos para la invisibilización del sujeto como individuo.

El líder goza de una legitimidad que le permite determinar los objetivos de la


sociedad y sus formas de alcanzarlos, por lo que los errores, crisis y desvanes del
sistema son responsabilidad de los “enemigos” internos y externos; en el caso de
los enemigos internos son todos aquellos que no se pliegan a la dominación,
asociados a enemigos externos causantes de la situación de conflicto. Todo está
subversión está presente en todo momento, siendo elemento fundamental para
sembrar el terror como forma de dominación, que además elimina cualquier
posibilidad de responsabilidad frente al conflicto.

Por otro lado, el líder tiene como mano ejecutora a un jefe (Arendt, 1951), el cual
tiene como función ser el vínculo entre el líder y el resto de la estructura
burocrática totalitaria, así como la responsabilidad de los erros del régimen solo si
es reconocido por el líder, sin embargo no tolera críticas de los subordinados, ya
que es el jefe el reinterprete del líder. Resulta ser una especie de edecán
presidencial.

A pesar de que la masa es definida como sujeto sin sentido, de alguna manera,
este tipo de sistema localiza y potencia la necesidad de la misma para
organizarse, lo que brinda la posibilidad de éxito una política unipartidista. “La
verdad es que las masas surgieron de los fragmentos de una sociedad muy
atomizada cuya estructura competitiva y cuya concomitante soledad sólo habían
sido refrenadas por la pertenencia a una clase. La característica principal del
hombre-masa no es la brutalidad y el atraso, sino su aislamiento y su falta de
relaciones sociales normales.” (Arendt, 1951: 262)

Es desde aquí, que las masas juegan dos roles, en principio resultan ser el apoyo
para movilizaciones, así como la activación del pueblo como masa que necesita
de un norte para reivindicaciones sociales, políticas y económicas, lo que
finalmente conforma los 2 espejismos expresados por Hannah Arendt en su obra
“Los Orígenes del Totalitarismo”.
Arent efectúa una acotación importante en las formas de acción de la ciudadanía,
por un lado realiza una separación conceptual entre masa y pueblo, para luego
definir las diferencias entre pueblo y populacho. Tal como se ha mencionada
anteriormente la masa no tiene sentido, sin embargo el pueblo tiene valores por lo
que puede cambiar radicalmente un sistema político, siendo el garante de la
ejecución de las revoluciones; es aquí donde interviene un elemento fundamental,
la autora conceptualiza al populacho como todo aquel que se manifiesta de forma
violenta, por decirlo de otra manera, el populacho es el que quema cauchos y
manifiesta en la calle, en cambio el pueblo reflexiona y elige. “Pretende resolver la
dificultad de representar al pueblo resucitando su unidad y su homogeneidad de
un modo imaginario, en una toma de distancia radical con aquello a lo que se
supone que se le opone: el extranjero, el enemigo, la oligarquía, las elites”
(Rosanvallon, 2007: 258).

La necesidad de identificar un sujeto colectivo dentro de los regímenes totalitarios,


garantiza la malversación del bien común y la invisibilización de individuo como
sujeto de derecho, por lo que las libertades democráticas son anuladas por un
supuesto de bienestar anclado en otro tiempo futuro mejor. Para lograr estos fines,
se conforma una maquinaria discursiva y organizativa que fundamenta la
destrucción de las relaciones sociales y política, que exige fidelidad al sistema sin
necesariamente tener sentido para el sujeto.

Dentro de las estructuras principales para mantener el orden y la dominación


dentro del totalitarismo se encuentra lo que denomina la Arent (1951) el
movimiento totalitario, el cual utiliza como instrumento organización la
propaganda, por lo que se realizan presiones para fortalecer los vínculos con
dicho movimiento sin implementar una violencia (o una violencia que puede ser
disfrazada), creando una realidad para sus afiliados que, además, será la cara
internacional del régimen.

A pesar de que el totalitarismo resulta ser un régimen de terror, cuenta con el


apoyo de muchos, es decir, tal como lo analiza Arent, el Fascismo y el Nacismo
contó con apoyo popular, la propuesta de un Estado de este tipo alcanzó el apoyo
de las mayorías, siendo parte de la tiranía.

El factor inquietante en el éxito del totalitarismo es más bien el


verdadero altruismo de sus seguidores: puede ser comprensible que un
nazi o un bolchevique no se sientan flaquear en sus convicciones por
los delitos contra las personas que no pertenecen al movimiento o que
incluso sean hostiles a éste; pero el hecho sorprendente es que no es
probable que ni uno ni otro se conmuevan cuando el monstruo
comienza a devorar a sus propios hijos y ni siquiera si ellos mismos se
convierten en víctimas de la persecución, si son acusados y
condenados, si son expulsados del partido o enviados a un campo de
concentración. Al contrario, para sorpresa de todo el mundo civilizado,
pueden incluso mostrarse dispuestos a colaborar con sus propios
acusadores y a solicitar para ellos mismos la pena de muerte con tal de
que no se vea afectado su status como miembros del movimiento
(Arendt, 1951, 254)
La conjugación del personalismo, el terror y el movimiento totalitarismo controla la
vida, el individuo no es dueño de su destino, lo que contradice los principios
básicos de los sistemas democráticos, los cuales pueden ser utilizados como
armaduras vacías para alcanzar objetivos totalitarios, por lo que ningún sistema
político se encuentra exento de poseer rasgos totalitarios.

Uno de los casos que llaman mi atención, es la definición de movimiento totalitario


como actor maniqueo de fines dominante, contrastando las afirmaciones d Arent
con el surgimiento de los movimientos sociales con salvadores del sistema
político. Con esto, planteo el cuestionamiento de tesis de movimiento social como
sujeto que posee una visión de sociedad que pretende alcanzar a través de
valores compartidos que manejan las organizaciones que conforman dicho
movimiento.

Específicamente me refiero a tendencias como al Melucci y Boaventura de Sousa,


quienes llenan de cargas valorativas el fin de movimiento del sistema político,
invisibilizando los peligros de una concepción única de sociedad que además
concibe al movimiento como agente revolucionario y atomizador del individuo.
Quizás este planteamiento es un poco radical, sólo es una alerta conceptual a una
categoría que autores como Alain Touraine lograr redefinir y ubicar en términos de
sujetos que buscan su propia liberación, lo que trae la discusión de la libertad.

Desafortunadamente, el tema del totalitarismo no forma parte de una historia


superada, continua siendo una amenaza, en ocasiones desfragmentada, desde el
punto de vista de los medios de comunicación, los actores emergentes y los
lideres cada vez más personalistas.

Los sistemas políticos democráticos se enfrentan a la representación de la


voluntad general, la satisfacción de necesidades y al acoplamiento con el espacio
público trasnacional, acercándose a lo que Bauman describe como modernidad
liquida. El fortalecimiento de la ideología de YO, ignora la dependencia que tiene
el ser humano uno del otro y la existencia de la utopía, resulta ser un panorama
bastante desalentador, sin embargo, dentro de este mar de “descreencias”
parecen surgir nuevas esperanzas ideológicas (entre ellas la discusión de los
principios democráticos) capaces de contra restar la ideología del Yo y el
totalitarios, que finalmente se contraponen pero pueda que logren panoramas
similares.

Esta adoración del Yo ha traído consigo la desconfianza en el otro, cosa que


hasta cierto punto se ha manifestado a través del cuestionamiento de los sistemas
de gobierno, la democracia. Entonces, tenemos dos lados de una misma moneda,
por un lado a un sujeto superindividualizado que pretender no necesitar del otro y,
por otra parte, la invisibilización del individuo frente al Estado.

La instantaneidad del mundo supertecnológico en el cual se desarrollan los


sistemas políticos actuales, deja de lado la posibilidad de las democracias
directas, la voluntad general se transforma en la formulación y ejecución de
planes que permitan el sustento de los sistemas políticos.

“La democracia del futuro no podrá mantenerse aferrada, en primer


lugar, al sueño de la espontaneidad y la inmediatez, tal como sugiere
todavía quienes estando convencidos de que la democracia debería
encarnar la verdadera voluntad de los ciudadanos” (Greppi, s/f: 20)
El mundo difumina sus fronteras económicas, políticas y sociales, aunque no
culturales, lo que hace necesaria la existencia de un sistema de conjugue
elementos proteccionistas a los derechos y deberes, en mira del reconocimiento
de la diversidad originada por la movilidad de este nuevo mundo. Dentro de estos
elementos proteccionistas se encuentran la intolerancia a los intolerantes, en
virtud del respeto a la diversidad.

Resulta fundamental detenerse en lo que es llamado virtudes ciudadanas desde


la nutrición teórica de la virtud cívica de autores como Aristóteles, Maquiavelo,
Harringtong, Rousseau y Arendt. La discusión de la virtud cívica abarca el debate
de lo público y lo privado, y como el individuo delimita ambos espacios.
Fundamentalmente, la virtud cívica, según los autores anteriormente
mencionados, está relacionada al sometimiento de la voluntad individual a la
voluntad general, demostrando la necesidad de la construcción del bien común.

Además, la virtud cívica debe estar acompañada de la participación del individuo


en el espacio público, debido a que este es la esfera de discusión, conformación y
legitimación de la voluntad general, a través de la búsqueda de puntos de
encuentro entre los individuos que permitan la compatibilidad de los intereses
individuales con los intereses colectivos.
Referencias

Arent, H. (1951) Los orígenes del totalitarismo.

Brunkhorst, H. (1999) El legado filosófico de Hannah Arendt. Editorial Biblioteca


Nueva

Greppi, Andrea. Concepciones de la democracia en el pensamiento político


contemporáneo.

Touraine, A. (1994) ¿Qué es la Democracia? Fondo de Cultura Económica,


México.

Rosanvallon, P. (2007): La contrademocracia. Buenos Aires, Manantial

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