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Adolfo V.

Bordagorry
Abogado

DERECHO COLECTIVO DEL TRABAJO

1. CONCEPTO

El Dr. MARIO E. ACKERMAN, al abordar el tema en su Tratado de


Derecho del Trabajo 1, destaca la trascendencia de esta disciplina al
señalar, citando a KAHN-FREUND, que “el ordenamiento que regula
las relaciones laborales constituye una de las ramas más importantes
del Derecho”, opinión que tiene su razón de ser en la concepción de
este autor, que es imposible no compartir, de que éste “es la base
jurídica sobre la que la gran mayoría de las personas obtiene su
medio de vida”, en tanto comporta una realidad incontestable la
importancia que tienen en toda comunidad el trabajo y
fundamentalmente, el que se ejecuta en relación de dependencia.

El Derecho del Trabajo, como conjunto de normas y principios de


derecho privado con dispositivos de orden público instituidas con el
objeto de regular las relaciones individuales y colectivas entre
trabajadores dependientes y sus empleadores, su subdivide en dos
ramas recíprocamente interdependientes y a la vez autónomas: El
Derecho Individual del Trabajo, que contempla todo lo concerniente a
las interacciones entre trabajadores y empleadores cuya fuente reside
en el contrato y/o la relación de trabajo, y el Derecho Colectivo del
Trabajo, que comprende las relaciones sectoriales, constituyendo el
1
Cfr. Tomo VII, RELACIONES COLECTIVAS DE TRABAJO, Tomo I, pág.
12

1
elemento diferenciador de unos y otros el interés subyacente, que en
el primero es un interés esencialmente particular, personalizado y
concreto, y en el segundo el interés grupal o propio de una categoría
profesional, esto es, de todos y cada uno de los trabajadores de una
determinada actividad, oficio o profesión, que es común a quiénes
pertenecen a la misma, así como también despersonalizado y
genérico y se halla presente en los tres institutos que comprende, a
saber: a) la regulación de las asociaciones profesionales, actualmente
circunscripta a las organizaciones de trabajadores creadas con
carácter permanente; b) la negociación colectiva; y c) los
procedimientos de solución de contiendas sectoriales.

Y si bien es cierto que el Derecho Individual del Trabajo ha


preexistido en el tiempo al Derecho Colectivo, no es sin embargo
menos cierto que actualmente ambos se complementan a pesar de
sus diferencias, pues mientras el primero de ellos permite la
conformación de agrupamientos aptos para que el segundo pueda
cumplir sus fines, este último lo nutre con el establecimiento de
normas –sea por vía de negociación colectiva y en algunos casos
mediante la sanción de leyes– orientadas a regular los contratos
individuales de trabajo.

2. FINES

Los fines esenciales del Derecho Colectivo del Trabajo son:

• la protección de los trabajadores, en tanto posibilita constituyan


asociaciones sindicales con el objeto de encarar la defensa de sus
intereses sectoriales y el mejoramiento de sus condiciones de vida,

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así como también que a través de éstas ejerzan el poder económico y
social que les corresponden concertando con los empleadores
condiciones de trabajo y remuneración, ejerzan el derecho de huelga,
encaren medidas de acción directa y recurran a la conciliación y al
arbitraje, tal como lo reconoce el segundo párrafo del art. 14 bis de la
Constitución Nacional;

• la autonomía colectiva, que implica no solamente la facultad de


constituir asociaciones sindicales y sancionar, respetando los
parámetros fijados por la reglamentación, las normas destinadas a
organizarlas y regular su funcionamiento, sino también la de
concertar acuerdos sectoriales con cláusulas de carácter obligatorio
para todos los trabajadores y empleadores pertenecientes a la
actividad e incluso establecer procedimientos de solución de conflictos
individuales y/o colectivos; y

• la consecución de la paz social mediante la solución de los


conflictos sectoriales por aplicación de los procedimientos de
conciliación y arbitraje establecidos por vía de negociación colectiva o
por el Estado.

3. SUBSIDIARIEDAD

La subsidiariedad del Derecho Colectivo del Trabajo deviene


incontestable en tanto constituye la única rama del ordenamiento
jurídico que habilita a los sujetos que operan en su ámbito –esto es,

3
a los trabajadores jurídicamente organizados y a los empleadores– a
establecer normas que regularán sus interacciones complementando
las sancionadas por el Estado.
Ello determina que éste haya puesto un énfasis especial en
reglamentar la organización de tales sujetos, que inicialmente
comprendiera tanto las organizaciones de empleadores como las de
trabajadores, según surge de lo establecido en el DL. 2669/43 de
efímera vigencia por haber sido suspendida su aplicación a los pocos
meses de dictado, luego se limitara a las de estos últimos (DL.
23852/45) y casi 8 años después volviera a hacerse extensiva a las
de los dadores de trabajo por la posteriormente derogada L. 14295
del año 1951 y que a partir de 1956 se redujera exclusivamente a
las asociaciones sindicales de trabajadores (D. 9720) y L. 14445
(1958), 20615 (1973), 22105 (1980) y 23551 (1988), sin
establecerse normas que regulen la constitución y actuación de las
coaliciones y quedando las entidades representativas de los
empleadores sometidas a las disposiciones del derecho Común.

A tal efecto y al regular la organización y funcionamiento de las


organizaciones integradas por los trabajadores, el Estado Argentino
ha observado el principio de libertad sindical reconocido en el Tratado
de Versalles (1919), que inspirara también los DL. 2669/43 y
23852/45 y el D. 9720/56 y que con la Reforma del año 1957
adquiriera rango constitucional al enunciarse en la parte final del
primer párrafo del actualmente denominado art. 14 bis como derecho
de los trabajadores el de “organización sindical libre y democrática” y
consagrarse en su segundo párrafo garantías que aseguran la plena y
efectiva vigencia de las prerrogativas que implica su ejercicio a nivel
colectivo, así como también las L. 14445, 20615, 22105 y

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23551,pues al precisar esta última en su art. 1, en concordancia con
aquél, que “La libertad sindical será garantizada por todas las normas
que se refieren a la organización y acción de las asociaciones
sindicales” resulta más que suficiente explícita sobre el particular.

4. LIBERTAD SINDICAL.

§ CONCEPTO

La libertad sindical, de la cual no puede prescindirse de tratar en


la medida de que constituye el pilar en que se sustenta el Derecho
Colectivo del Trabajo, comporta una de las máximas expresiones de
las libertades civiles en tanto asegura el pleno ejercicio de la acción
sindical a través de las entidades constituidas por los actores sociales
para bregar en defensa de sus intereses, pues sin ella no podrían
existir asociaciones profesionales con aptitud para desarrollar válida y
eficazmente una actividad orientada a lograr la consecución de los
fines en el contexto de éstos perseguidos.

2
Es, como lo enseña Justo López , “el conjunto de poderes
individuales y colectivos, positivos y negativos, que aseguran
la independencia de sus respectivos titulares en orden a la
fundación, organización, administración y gobierno y actividad
externa de las asociaciones profesionales de trabajadores”.

2
Cfr. “ASPECTOS DE LA LIBERTAD SINDICAL”, en LT, Tomo XX, pág.
673

5
Su principal y más significativa característica es la de que, ade-
más de asimétrica, es también una garantía compleja en la
medida de que no se limita exclusivamente al plano individual por
trascender al grupal, con las consecuencias que de ello se derivan, ya
que las necesidades propias del conjunto pueden entrar, por diversos
motivos, en colisión con los derechos y prerrogativas individuales de
sus integrantes 3.

Además, la libertad sindical constituye una prerrogativa inherente


a la persona de la cual gozan tanto quiénes trabajan en relación de
dependencia como aquellos que desarrollan su actividad en forma
autónoma y que de acuerdo a lo establecido en los Convenios 87 y 98
de la O.I.T. también es un derecho que asiste a los empleadores,
4
ostentando desde esta óptica el carácter de garantía asimétrica
antes señalado, en tanto la protección jurídica otorgada por el Estado
para su ejercicio no tiene el mismo grado de intensidad respecto de
este último sector ni similar trascendencia como medida de política
social en razón de las diferencias socioeconómicas, estructurales y
operativas que distinguen a las organizaciones sindicales de
trabajadores de aquellas que agrupan a los empresarios.

Por esta razón, atento la trascendencia de este principio –al cual


CORTE califica de “general y rector de muestro ordenamiento
jurídico positivo en materia de relaciones laborales colectivas” y le
asigna la jerarquía “de uno de los derechos fundamentales del
hombre” 5 – y al hecho de que la Asociación Profesional constituye el
medio a través del cual se materializa el ejercicio de la libertad

3
Cfr. CORTE “EL MODELO SINDICAL ARGENTINO”, Ed. 1994, pág. 77
4
Cfr. GIUGNI: “DIRITTO SINDICALE”, pág. 65
5
Cfr. “EL MODELO SINDICAL ARGENTINO”, pág. 73

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sindical y canaliza la actividad desplegada por los trabajadores a
través de éstas, pues su finalidad esencial es “remover los obstáculos
que dificultan la realización plena del trabajador” como persona
humana y destinatario de la especial protección legal que en su
condición de tal le confiere el ordenamiento jurídico 6, el tratamiento
del tema se circunscribirá a su operatividad con relación a estos
últimos.

§ EVOLUCIÓN HISTÓRICA. ETAPAS

Cabe señalar que si bien la libertad sindical constituye una


prerrogativa inherente al individuo que integra el plexo de sus
derechos como ser humano y trasciende de su ámbito interaccional
para instalarse también en el correspondiente a las organizaciones
por éste conformadas, su reconocimiento no ha transitado un
derrotero similar al de aquellos, pues si bien las Constituciones
sancionadas luego de la Revolución Francesa proclamaran que uno de
los Derechos del Hombre era el de “libre asociación”, las legislaciones
estatales contemporáneamente instituidas prohibían la creación de
organizaciones destinadas a concertar condiciones de trabajo y
remuneración por calificarlas como “conspiraciones contra la libre
actividad económica y la libre contratación” y las penalizaban como
delitos.

Esta etapa ha sido denominada “de la represión” y sus más fieles


exponentes son, a modo de ejemplo, en Francia el decreto del 17 de
6
Cf. L. 23551 de Asociaciones Sindicales, art. 3

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marzo de 1891 que proclamaba la libertad de trabajo e industria, la
célebre Ley “Le Chapelier” del mismo año que aboliera todas las
corporaciones del mismo estado o profesión y todo intento de
restablecerlas, impidiendo que los profesionales, empresarios u
obreros pudieran reunirse, designar autoridades, adoptar
resoluciones o establecer reglamentos relativos a sus intereses
comunes, o celebrar entre ellos acuerdos o convenios orientados a
fijar precios para sus productos o trabajos, así como también que
amenazaran a quiénes aceptaran precios o salarios inferiores,
sancionando a los infractores con multas, suspensión de sus derechos
cívicos e incluso prisión, y el Código Penal de Napoleón, que tipificara
y sancionara como “delitos de coalición” los acuerdo patronales para
reducir salarios y las huelgas y otras medidas colectivas adoptadas
por los trabajadores que interfirieran sobre la libertad de trabajo e
industria; y en Gran Bretaña, las “Combinations Acts” de 1799 y 1800
que declararan ilegales todos los convenios celebrados por los
trabajadores a nivel grupal para obtener aumentos salariales o
disminución de las jornadas de labor, calificándolos como
conspiraciones contra la libertad de comercio e industria penalmente
punibles.

Sin embargo, tales medidas de carácter legislativo, a las que


adhirieran otros Estados, no impidieron que los trabajadores se
organizaran sindicalmente, aunque conllevaron a que las nacientes
asociaciones gremiales se desenvolvieran en la clandestinidad,
afrontando los riesgos que ello implicaba y adoptando al efecto la
apariencia de “sociedades de socorros mutuos”, “hermandades” y
“clubes”, entre otras, para soslayar de este modo las prohibiciones
legales.

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A la etapa citada siguió una segunda, llamada “de tolerancia” y


caracterizada por la aceptación tácita de la organización y la acción
sindical como una actividad permitida cual manifestación de la
libertad genérica de asociación, encuadrándose a los sindicatos como
personas jurídicas del Derecho Civil, aunque sin conferirse a los
acuerdos celebrados por éstos con los empleadores exigibilidad
alguna en sede judicial o a lo sumo, tan sólo efectos de contratos
sometidos al régimen general regulado por el Derecho Común, y la
ulterior derogación de las normas prohibitivas sancionadas con
anterioridad, que se iniciara con la abrogación por Gran Bretaña de
las “Combinations Acts” en 1824, a la cual en Francia siguiera la ley
“Olivier” de 1864 que eliminara del Código Penal los delitos de
coalición y huelga y posteriormente la institución de leyes de similar
contenido en Bélgica (1866), Alemania del Norte (1869), Austria
(1870), Holanda (1872) e Italia (1890).

Luego sobrevino una tercera etapa, denominada “del


reconocimiento jurídico”, en la cual y ante la insuficiencia del Derecho
Civil para resolver los problemas inherentes a la organización y
desenvolvimiento de la actividad sindical, se dictaron normas
específicas destinadas a ello, entre las cuales cabe señalar las “Trade
Union Acts” sancionada en Gran Bretaña en 1871 por la cual los
sindicatos fueran reconocidos y legitimados como tales y la ley
“Waldeck-Rosseau” de Francia (1884), entre otras.

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Posteriormente y en la llamada etapa de “consagración
constitucional e internacional”, la libertad sindical se consolidó
jurídicamente al ser expresamente reconocida como una garantía
fundamental en las Constituciones de los Estados y en Tratados
celebrados por éstos, constituyendo el primer antecedente la
Constitución Mexicana de 1917 con la consagración de la libertad de
agremiación, el derecho de huelga para los trabajadores y el de paro
para los empleadores, así como también de la conciliación y el
arbitraje y la creación de un organismo especializado para la solución
de los conflictos individuales o colectivos que entre ellos se
suscitaren.

En el orden internacional, a su vez, el reconocimiento de la


libertad sindical y de los derechos que de la misma dimanan, fue
efectuado en el Tratado de Paz de Versalles (1919), con el cual el
constitucionalismo social adquirió gran auge a partir de las
declaraciones, que fueran plasmadas en el Preámbulo de la
Organización Internacional del Trabajo por él creada, estableciendo
que “el trabajo no es mercancía”, que la Paz Universal “no puede
fundarse sino sobre la base de la Justicia Social” y que “la no
adopción por una nación cualquiera de un régimen de trabajo
realmente humano pone obstáculos a los esfuerzos de las
demás naciones deseosas de mejorar la suerte de los obreros
de sus propios países”, principios que no han perdido actualidad y
constituyen la piedra angular del Derecho del Trabajo y han sido
desarrollados en los Convenios 87 y 98 de la Organización
Internacional del Trabajo.

§ LA LIBERTAD SINDICAL EN NUESTRO DERECHO

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En la República Argentina el primer acto estatal de


reconocimiento de la libertad sindical puede hallarse en la
consagración del derecho de “asociarse con fines útiles” contenida en
el art. 14 de la Constitución de 1853, pese a que el mismo no fuera
concebido como una garantía destinada a tutelar los intereses
individuales y sectoriales de los trabajadores dependientes o de sus
empleadores, pues por entonces el concepto no tenía en nuestro país
la importancia posteriormente adquirida y del cual recién se tuviera
plena conciencia a medida que se incrementara la acción sindical
iniciada en las últimas décadas del siglo XIX y que se intensificara en
las cuatro primeras del siglo XX provocando trascendentales cambios
socio-políticos, culturales y económicos en el país.

Esta contingencia determinó que el Estado, al ver que la represión


no conducía sino a profundizar la brecha entre los trabajadores y el
Gobierno, adoptara medidas regulatorias del fenómeno laboral,
sancionando entre otras las L. 5291 (1907), modificada por la L.
10903 (1919), a su vez derogada por la L. 11317 (1924),
reemplazada por la L. 11932 (1934) sobre trabajo de menores, la L.
9688 (1915) sobre accidentes de trabajo y la L. 11544 (1929) sobre
limitación de la jornada de labor.

Sin embargo, recién en el año 1945 y en el marco de otras


disposiciones orientadas a proteger el trabajo ejecutado en relación
de dependencia, se instituyeron normas destinadas a regular la

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acción sindical, tales como las contenidas en el DL. 33302 de ese
año, que estableciera un régimen de pluralismo sindical con unidad
de representación con un sistema de protección para delegados
denominado fuero sindical que impedía su despido.

Al DL. 33302/45, del cual puede afirmarse con Justicia que consti
tuyera el primer acto expreso de reconocimiento formal de la libertad
sindical como derecho de los trabajadores siguió la Reforma
Constitucional del año 1949, en la cual la libertad sindical fue
reconocida y regulada con carácter restrictivo al no incluirse como
parte de la misma el derecho de huelga debido a la concepción que
por entonces se tenía de la función que en la sociedad incumbía a los
trabajadores dependientes, a quiénes se atribuía el carácter de
columna vertebral del Estado.

Luego de derogada en 1955 la Constitución surgida de dicha


Reforma, la cuestión retornó al esquema anterior, pues las
disposiciones contenidas en el DL. 33302/45 fueron reemplazadas por
las sancionadas en el D. 9270/56, de efímera vigencia y rechazado
unánimemente por el sector sindical, que substituyera el régimen de
pluralismo consagrando en su reemplazo el de reconocimiento de la
aptitud negocial a todas las asociaciones gremiales sin exigir otro
recaudo para ello que su inscripción como tales en el registro especial
a cargo de su Autoridad de Aplicación, persiguiendo con la institución
de este sistema atomizar el movimiento sindical y restarle fuerza en
la defensa de los intereses de los trabajadores, sobre todo en lo
concerniente a los procesos de negociación colectiva.

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Con la sanción del actualmente conocido como art. 14 bis de la
Constitución Nacional surgido de la reforma del año 1957, la libertad
sindical adquirió definitivamente el rango de garantía constitucional,
convirtiéndose en un derecho subjetivo público que, siguiendo a
7
LINARES QUINTANA , estimo alcanza tanto a los trabajadores
dependientes como a los autónomos y entre éstos, a quiénes
ostentan la ca
lidad de empleadores.

Sin embargo, esta opinión no es pacífica, pues otros autores (vgr.


GIUGNI 8), lo consideran limitado exclusivamente a los trabajadores
dependientes por entender que extenderla a los autónomos y a los
empresarios implicaría enrolarse en una concepción corporativista y
contraria por lo tanto a la que es propia de un Estado democrático.

Este criterio no es compartido por el Convenio 87 de la O.I.T.


(SAN FRANCISCO (E.U.A.), Junio 17 de 1948) –que a partir de la
Reforma Constitucional del año 1994 ostenta no sólo el carácter de
norma de jerarquía superior a las leyes, sino también de jerarquía
constitucional en virtud de lo dispuesto en el art. 8 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el art.
22, inciso 3, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos–
en tanto en su art. 2 reconoce a “los trabajadores y los empleadores,
sin ninguna distinción… el derecho de constituir las organizaciones
que estimen convenientes, así como el de afiliarse a estas
7
Cfr. “TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL”, Tomo V, pág. 517
8
Cfr. obra citada, pág. 64 y 65

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organizaciones, con la sola condición de observar los estatutos de las
mismas” y en sus arts. 3 (inciso 1), 4, 5, 6, 7 y 8 (inciso 1) precisa
las prerrogativas que ello se derivan.

5. RAMAS DEL DERECHO COLECTIVO

El Derecho Colectivo del Trabajo se divide en tres ramas:

• la que contempla la organización y funcionamiento de las


asociaciones profesionales, también conocida como “Derecho
Sindical” y sucesivamente reglamentada por el DL. 33302/45, el
D. 9270/56, las L. 14445 (1958), 20615 (1973), 22105 (1977)
y 23551 (1989), constituyendo esta última con sus
complementarias y modificatorias el régimen actualmente
vigente;

• la que comprende todo lo concerniente a la negociación


colectiva, reglamentada por las L. 14250 (1953) y sus
modificatorias y complementarias, entre éstas las L. 23546
(1988) y 25877 (2004); y

• la que trata de los medios de acción directa utilizados en


presencia de conflictos colectivos de trabajo y los procedimiento
de solución de éstos, regulada por la L. 14786 (1958) con las
modificaciones introducidas por la L. 25877.

Corrientes, Marzo de 2018.

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