Reflexiones sobre un manual (En “El susurro del lenguaje”)
Los franceses han estado acostumbrados a asimilar la literatura a la historia de la literatura. La
historia de la literatura es un objeto esencialmente escolar, que no existe justamente sino en cuanto constituye una enseñanza. La literatura es eso que se enseña y ya está. La literatura francesa pareciera ser solo un recuerdo de la infancia---Barthes quiere saber de qué componentes está hecho ese recuerdo: 1. Este recuerdo está hecho de ciertos objetos que se repiten, que retornan constantemente, “monemas” de la historia de la literatura---autores, escuelas, movimientos, géneros, siglos. Y luego sobre esos nombres, un número reducido de rasgos que se combinan--- constituyen paradigmas, lista de oposiciones, estructura elemental--- romanticismo-clasicismo, por ejemplo. Incluso los siglos aparecen presentados de una manera paradigmática. Paradigmas míticos. Pequeña gramática de nuestra literatura, una gramática que produciría una especie de individuaciones estereotipadas: autores, movimientos, escuelas. 2. La historia literaria francesas está hecha de censura que habría que inventariar. Existe toda otra historia de nuestra literatura aún por escribir, una contrahistoria, un revés de la historia: la historia de las censuras: a) Las clases sociales (la estructura social que subyace a la literatura rara vez se encuentra en los manuales de historia literaria/lo que opone el manual son atmósferas de clases, no realidades); b) sexualidad---censura en general; c) censura del propio concepto de literatura, que jamás está definido en cuanto a concepto---objeto que se da por supuesto. Es necesaria una historia de la idea de literatura; d) censura que recae sobre los lenguajes---censura que los manuales hacen sufrir a los estados alejados de la norma clásica. 3. Es un recuerdo centrado y su centro es el clasicismo. Es anacrónico pero aún convivimos con él. Identifica a la literatura con el rey, con la monarquía---la imagen escolar de la literatura se construye en torno al nombre de ciertos reyes. Lo que aparece antes del clasicismo lo anuncia; lo que aparece después lo recupera o lo abandona. El recuerdo de la infancia toma su estructura permanente de una pauta escolar---todos los juicios escolares descansan en la concepción de la forma como “expresión del individuo”. La personalidad se traduce en un estilo, este es el postulado que alimenta todos los juicios y análisis sobre los autores. Existe una antinomia profunda e irreductible entre la literatura como práctica y la literatura como enseñanza. Esta antinomia tiene que ver con el problema de la transmisión de saber---ahí reside hoy en día el problema de la alienación, porque si las estructuras de alienación económica han salido a la luz no ha pasado lo mismo con las estructuras de alienación del saber---es necesario un aparato de análisis psicoanalítico. Mientras tanto---reformas provisionales: 1. Darle vuelta al clásico-centrismo y hacer la literatura de adelante atrás: nosotros mismos deberíamos ser el centro de la historia--- historia de la literatura a partir del gran corte que supone lo moderno y organizar la historia a partir de ese corte; de ese modo la literatura pasada se explicaría a partir del lenguaje y la lengua actual. 2. Sustituir autores, escuelas, movimientos por el texto. El texto tratado como espacio del lenguaje, como paso de una infinidad de digresiones posibles, y así, a partir de un determinado número de textos, hacer que irradien un determinado número de códigos de saber que están empleados en ellos. 3. A toda costa y en todo instante, desarrollar una lectura polisémica del texto, reconocer por fin los derechos a la polisemia, edificar prácticamente una especia de crítica polisémica, abrir el texto al simbolismo. Esto supondría una enorme descompresión en la enseñanza de nuestra literatura.