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Centro Crimina
Universidad Miguel Hernández
Bilbao, 28 de febrero de 2014
DELITOS SIN VÍCTIMA
Resumen
Edwin M. Schur ha sido el autor que más atención ha depositado al tema de delitos
sin víctima desde una perspectiva criminológica. Dos de sus numerosos libros reflejan
el estudio y la dedicación a este tema : Crimes Without Victims y Victimless Crimes:
Two Sides of a Controversy.
En palabras de Schur (1965), los delitos sin víctima hacen referencia a “conductas
que implican siempre una transacción o intercambio voluntario entre adultos de bienes y
servicios con una fuerte demanda y legalmente proscritos (prostitución, salud pública,
auxilio o inducción al suicidio)”. Estas conductas se han definido como ilegales, pero no
hay ninguna víctima que pueda alegar haber sido dañada o perjudicada, o si hubiese
acontecido daño alguno, es negado , ya que los participantes han actuado
voluntariamente y han dado su consentimiento para realizar la actividad delictiva (Stitt,
1988).
También reciben el nombre de delitos contra la moral pública, engloban
comportamientos que la sociedad juzga reprobables y de cuyo análisis participan tres
disciplinas diferentes: la filosofía del derecho; la filosofía moral y la sociología de la
desviación (Lamo de Espinosa, 1989).
En la actualidad, existe cierto desacuerdo sobre qué delitos forman parte de este
tópico, cinco de los delitos sin víctima comúnmente identificados son: los juegos de
azar; el uso y tráfico de drogas; la prostitución; la pornografía y la homosexualidad
(Brown, Esbensen y Geis, 2010).
Este conjunto de comportamientos son considerados delictivos, y por tanto, incluidos
en los respectivos Códigos Penales de cada país. Son vistos como comportamientos
antisociales y peligrosos que deben ser sancionados, bien, mediante penas o mediante
medidas de seguridad.
Según Lamo de Espinosa (1989,) existe tres características distintivas de los delitos
sin víctima:
- Inexistencia (o duda razonable de inexistencia) de víctima.
- Son conductas contrarias a la moral pública
- Implican una transacción (monetaria o no) ilegal y voluntaria entre adultos de
bienes o servicios.
Un claro ejemplo de delito sin víctima que reúne estas tres características sería la
prostitución. Un/a profesional mantenido por la demanda de sus servicios por parte de
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otras personas “honestas”, lo que origina un mercado ilegal, todo ello sometido al
control o represión policial. La prostitución es un acto voluntariamente decidido,
siempre y cuando no haya una mafia u organización criminal de por medio (punto que
se tratará más adelante), cuyo alto riesgo de contraer una enfermedad de transmisión
sexual es aceptado por la persona involucrada haciéndose cargo de las consecuencias de
sus actos.
A su vez, los delitos sin víctimas pueden ser clasificados en cuatro formas distintas:
- Los crímenes consensuados, sin daño material, como el tráfico de drogas, nadie
es perjudicado y por lo tanto, puede considerarse un delito sin víctima.
- Los delitos en el que el daño causado es cargado abrumadoramente al autor,
como por ejemplo, el suicidio y el uso de drogas. El autor de los hechos ha
elegido voluntariamente sufrir los efectos que puedan causar estas acciones, no
es considerada una “víctima” en el sentido propio de la palabra.
- Los delitos en los que el coste corre a cargo de una sociedad o grupo de personas
abstractos, sin un marco claro, ni una víctima directa. Por ejemplo, la
conducción de un vehículo sin seguro.
- Los delitos contra los que no son víctimas, entidades no humanas, como es el
caso de los gobiernos. No son consideradas víctimas no porque no se produzca
ningún daño, sino porque el destinatario de ese daño no ha sido considerado una
verdadera víctima. Se trata de una aclarecer la definición de víctima, en lugar de
una cuestión de los efectos del delito.
Además de la clasificación anterior, Newman (1975) confeccionó una lista de los
diferentes tipos de delitos sin víctima, desglosándolos en varias categorías:
- Delitos contra la protección de la salud: uso de drogas, delitos contra el tráfico,
el suicidio, la eutanasia…
- Delitos contra la juventud: consumo de alcohol y tabaco, erotismo, uso de
tarjetas de crédito, restricciones de ropa en las escuelas…
- Delitos contra la declaración de Derechos Humanos: Leyes RICO, Ley patriota
de 2001…
- Delitos contra la libertad sexual: prostitución, sodomía, exhibicionismo,
aborto…
- En función de la perspectiva, pueden considerarse delitos, o no: pornografía,
normas de tráfico, edad de consentimiento sexual, salario mínimo, licencias
profesionales…
DELITOS SIN VÍCTIMA
La lista expuesta por Newman tiene un claro supuesto, los delitos sin víctima, no
dañan a otra persona, no le quita sus libertades ni le prohíben encontrar la felicidad.
podrían cometer otros delitos (robos, asesinatos, agresiones…) para obtener la droga
que necesitan (Meier y Geis, 1997).
Los críticos que están en contra de la penalización de los delitos sin víctima,
argumentan que las personas, por lo general, participan en actos que son indirectamente
perjudiciales para su persona y entorno, tales como invertir de forma imprudente en el
mercado de valores; la ingesta de comida rápida que se traduce en problemas
cardiovasculares, y otras prácticas que no son ilegales. La ley no puede prohibir todas
las conductas que son potencialmente dañinas, por lo que tampoco debe prohibir las
prácticas menos aceptadas(inmorales) por la sociedad Meier y Geis, 1997).
Para algunos autores, este razonamiento no es válido, ellos defienden que los delitos
sin victima son perjudiciales y necesitan un control y penalización. Para ello, proponen
la teoría de las ventanas rotas, James Q. Wilson y George Kelling en 1982, enfatizan la
modificación del ambiente para prevenir el delito.
El crimen es el resultado inevitable del desorden, el delito es mayor en las zonas
donde prevalece el descuido, la suciedad y el destrozo del mobiliario urbano. Los
autores de esta teoría afirman que una buena estrategia para prevenir el vandalismo es
arreglar los problemas cuando aún son pequeños. “Si una ventana rota es un edificio no
se repara pronto, propiciará que todas las demás ventanas sean dañadas, lo que a su vez,
será el preludio para que exista la posibilidad de que los vándalos ocupen el edificio”.
Por lo tanto, un área que permanece desordenada (ventanas rotas), es vulnerable a la
invasión por parte de los delincuentes, lo que afecta a la calidad de vida de sus
residentes, y sus efectos económicos pueden ser potencialmente devastadores. La
prostitución, la existencia de tiendas de licor, el mercado de drogas ilegales, la venta de
pornografía…esta relacionada con el incremento de la delincuencia en un barrio.
Los barrios cuyos habitantes creen que pueden regular la conducta pública mediante
controles informales tienden a ser áreas que desalientan la actuación de posibles
infractores. Por el contrario, las áreas que parecen tolerar el desorden, en las que nadie
se preocupa por cuidar y controlar el entorno físico, se convierten en áreas que alentan a
la aparición de otros tipos más graves de delincuencia.
De esta manera, el desorden y los delitos sin victimas deben ser desalentados con el
fin de proteger a los vecindarios y sus residentes.
Durante los años 1960 y 1970, y como consecuencia de la teoría de las ventanas
rotas, muchos delitos sin víctima fueron penalizados en muchos estados. Lugares,
particularmente grandes como Chicago y Nueva York, realizaron enormes esfuerzos
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para detener a los implicados en este tipo de delitos. Este cambio en la política de estas
ciudades fue justificado en base a la evidencia de que los delitos sin víctima conducen a
más delitos que tienden a desalentar a los negocios locales y al turismo, e interfieren en
la calidad de vida de sus habitantes (Harcourt, 1999).
c) Sistema de justicia penal
Otra cuestión que ha sido objeto de debate hace referencia al impacto de las leyes
sobre delitos sin víctima en el sistema de justicia penal. La aplicación de las leyes
destinadas a la lucha contra los delitos sin víctimas esta asociada a la discrecionalidad
policial y al aumento de la corrupción policial, además de también estar unida a la
violación de las libertades civiles de los ciudadanos (Acuri, Gunn y Lester, 1987). Un
estudio realizado a cerca de la discreción policial, indicó que la policía no veía estos
delitos como un problema grave, y tendían a creer que es inútil intentar controlar tales
actos (Wilson, Cullen, Latessa y Wills, 1985).
Los intereses privados condicionan el funcionamiento de los poderes públicos,
perjudicando el ejercicio de los derechos individuales y colectivos garantizados por el
propio estado. Desde este punto de vista, la corrupción podría considerarse un tipo más
de delito sin víctima, en el que no hay un directo perjudicado, pero si un daño colectivo
y difuso. Sobornado y sobornador participan de un mismo interés por la ejecución y
posterior encubrimiento de un acto, motivo por el cual su tasa de esclarecimiento es
muy baja (Caparrós, 2008).
Por otro lado, Taylor (2001), afirma que la correcta aplicación de estas leyes conduce
a un aumento significativo de la población reclusa en un centro penitenciario, lo que
conlleva un aumento considerable en costes para la administración. Además, existe la
preocupación de que la aplicación de estas leyes puedan desviar el tiempo y los fondos
económicos y materiales para el sistema de justicia penal, destinados en un principio, a
la lucha contra delitos más graves o a cuestiones más importantes (Skolnick, 1978).
Uno de los mayores problemas que se ha asociado a los delitos sin víctima ha sido la
vinculación de estos con el crimen organizado. A menudo, los delitos sin víctima
proporcionan una fuente de ingresos, bienes y servicios, como por ejemplo los
relacionados con el juego de azar, la prostitución y el tráfico de drogas, delitos para los
que existe una demanda considerable. El crimen organizado es capaz de ofrecer estos
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Conclusiones
A lo largo de este trabajo se ha analizado como determinadas actividades humanas
son consideradas esencialmente inmorales, los llamados delitos sin víctima, y que debe
imponerse mediante la fuerza del estado que los ciudadanos renuncien a ellas.
En todos los casos, el denominador común de estas actividades prohibidas es la
búsqueda de placer. Muchas de ellas hacen referencia a las necesidades primarias de las
personas, que se ven potenciadas por la prohibición impuesta por el estado y la
sociedad. Las actividades ilícitas no logran desaparecer por completo, sino que son
relegadas al rincón oscuro del tráfico ilícito, como el crimen organizado.
Todo mercado negro tiene sus problemas, los delitos sin víctima se relacionan con la
inseguridad, la indefensión y la criminalización.
La cuestión más grave es pretender controlar la vida de los ciudadanos, imponer
pautas de conducta y legitimarlas en función del bienestar de esos mismos ciudadanos.
Stuart Mill (1970) reaccionó contra lo que el consideraba una idea absurda y
contradictoria sobre una moralidad impuesta por la fuerza del Estado. Este autor afirma
que se debe aceptar una sociedad plural en la que pueden y deben darse diversidad de
criterios tanto de lo bueno como de lo malo. Hay que lograr el desarrollo del individuo,
el desarrollo de una variedad de personalidades y caracteres, y también el fomento de
autogobierno frente a la práctica de la delegación.
Sus principios se posicionan en el marco del más clásico liberalismo, su postulado
principal es que grupos sociales distintos pueden aceptar morales distintas, y que eso,
mientras no dañe a los demás, no sólo no es antiético, sino que constituye la misma
esencia de la ética.
Otro de los autores que realizaron una crítica inteligente del principio de la moral que
afectan a los delitos sin víctimas fue Hart (1963), quien se planteo la siguiente pregunta:
¿Debe la inmoralidad como tal ser un delito?. Su respuesta está basada en tres puntos:
- Distinguir entre inmoralidad, como un comportamiento privado e indecencia,
como un comportamiento público. Por ejemplo, una pareja haciendo el amor en
su casa no comete ninguna inmoralidad, pero si llevan acabo el acto en plena
calle ya se considea indecente; la decencia puede y debe ser impuesta, la
moralidad, no.
- La idea de que la lealtad a la democracia implica el populismo moral, es decir,
que la mayoría tiene derecho a dictar como debemos vivir todos, es
sencillamente errónea.
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claramente aceptadas, como por ejemplo, saber lo que significa “daño”; “delincuente” o
“víctima” en relación a los delitos sin víctima. Como ya se ha mencionado con
anterioridad, la cuestión del daño es un punto importante de discusión, ya que no está
claro si debe delimitarse a las acciones de los individuos involucrados, o si el potencial
daño a los demás o a la sociedad debe ser un factor, y en qué grado considerarlo. Lo que
si parece estar claro es que la política parece tener consecuencias tanto positivas como
negativas, tanto para los ciudadanos como para el sistema de justicia criminal.
• Conceptos relacionados
• Referencias externas
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Bibliografía
Becker, H.S. (1963). Outsiders. Studies in the Sociology of Deviance. New York: The
Free Press.
Brown, S.E., Esbensen, F. y Geis, G. (2010). Criminology: Explaining crime and its
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Fernández, P. (2013). La Ley de Vagos y Maleantes, invento republicano.
Caparrós, E. (2008). La Corrupción de los servidores públicos extranjeros e
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Rodríguez, Corrupción y delincuencia económica.
Gusfield, J.R. (1963). Symbolic Crusade, Status Politics and the American Temperance
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Hart, H.L. (1963). Law, Liberty and Morality. New York: Vintage Books.
Lamo de Espinosa, E. (1989). Delitos sin Víctima. Orden Social y Ambivalencia Moral.
Madrid: Alianza.
Mill, S. (1970). Sobre la libertad. Madrid: Alianza Editorial.
Nestares, C.R. (s.f.). Crimen organizado transaccional: definición, causas y
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http://www.uam.es/personal_pdi/economicas/cresa/text11.html
Rico, J.M. (1979). Las sanciones penales y la política criminológica contemporánea.
México: Siglo XXI editores.
Schur, E. (1965). Crimes without Victims: Deviant behavior and public policy.
Englewood Cliffs NJ: Prentice-Hall.
Stitt, B. G. (1988). Victimless crime: A definitional issue. Journal of Crime and
Justice, 11 (2), 87–102.
• Notas