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Lección No.

43 23 de octubre de 2018
DIOS SIEMPRE ESCUCHA
NUESTRA ORACIÓN
Lectura bíblica: Hechos 10:1-4.
Texto áureo: Salmos 65:2.

Introducción

Hermanas, seguramente alguna vez habremos dudado de la bondad de Dios para escuchamos
siempre. Pues déjeme decirle que el Señor no solamente nos escucha, además nos contesta. Oír la oración
del impío pidiéndole que lo perdone y reciba como hijo suyo es parte de los atributos de nuestro Padre
Celestial, y ya como hijos suyos escuchamos cuando le necesitamos, por eso el salmista fue inspirado por
Dios para decimos que el Padre se agrada y deleita de que oremos a Él, pues cuando nosotros invocamos
su bendito nombre, tenemos la seguridad que el Señor nos escucha, porque conoce nuestra necesidad.
Orar no es una práctica exclusivamente cristiana, pues se ha vuelto un fenómeno universal, pero en
ninguna secta o práctica religiosa, se ha realizado al Señor directamente como se ha hecho con sus siervos
Moisés, David o Pablo y por supuesto con el Señor Jesús, de forma genuinamente personal, porque:

I. UNO DE LOS ATRIBUTOS DE DIOS ES OÍR Y ESCUCHAR NUESTRA ORACIÓN, EN CADA GENERACIÓN,
HE. 13:8.
Una gran particularidad del carácter de Dios es escuchar en todo tiempo nuestras oraciones, pues es la más
grande forma de comunicación que hay entre Dios y el hombre, y seguirá habiendo a través de todas las
generaciones hasta que regrese Cristo en su gran Gloria por nosotros. Esto nos garantiza que no estamos
solos porque Cristo vive en nosotros, aun cuando en el mundo no tengamos la menor compañía.

a) Por su gran amor, Mt. 17:20.


El Señor Jesucristo es el mismo de ayer, hoy y por los siglos que da a sus hijos la misma importancia a
través de las generaciones. Y así como ha tratado con su pueblo desde los primeros tiempos
escuchándolo y atendiéndolo con amor, de igual forma nos escucha cuando le clamamos por amor a
su nombre.
Dios quiere estar comunicado con nosotros porque nos ama, y sabe que nosotros necesitamos de Él en
todas las cosas que realizamos, pues no importa si nuestra necesidad es material, de sanidad o
espiritual, para que nos conteste, la respuesta también tiene que ver con la fe que tengamos.

b) Por su nombre, Jn.14:13.


Hermana, el Señor Jesucristo nos enseñó que todo lo que pidamos al Padre Celestial en el nombre
precioso de nuestro Salvador nos será dado, porque su nombre es sobre todo nombre en todos lados,
y lo único que pide Dios es que al orar lleguemos con una buena actitud, con el corazón contrito y
humillado, después de haber confesado y renunciado a nuestros pecados, en un contexto de armonía
y dedicación a Dios, porque si no la oración sería vana.

c) Bajo la dirección y dinámica del Espíritu Santo, Jud.1:20.


Nuestro gran Consolador, pero sobre todo guía es el Espíritu Santo de Dios; es el que nos dirige para
que en todo momento nuestra oración se realice de la forma correcta, con reverencia, adoración y
sumisión, porque no podemos llegar ante Dios como hijos malagradecidos con reclamos y en una
posición altiva. Antes bien, en la Palabra del Señor se nos hace mucho énfasis en llegar al Padre con el
corazón contrito y humillado, no como quién llega a dar pleito por su inconformidad porque sus padres
no le compraron un par de zapatos, y ahora viene a reclamarle, sino como aquel que comprende que
no se merece el amor del Padre Celestial porque sabe que es un pecador.

En el entendido que Dios es amor, sabemos que su Santo Espíritu nos guarda con poder y amor de una
manera diferente a cada uno según lo que Él nos quiere dar, porque conoce nuestras necesidades.

II. DIOS CONTESTA A NUESTRAS ORACIONES CUAN¬DO DEMOSTRAMOS FE Y PERSEVERANCIA,


He.11:1.
Muchas veces como cristianos, cuando llegamos ante Dios, nos enfrentamos al silencio del Señor,
pero no es porque no quiera contestar nuestras oraciones, es porque seguramente quiere medir nuestra
fe, porque muchas veces cuando estamos en espera de su respuesta nos podremos desesperar, pero Dios
nos dice:

a) La fe es la certeza de lo que se espera He. 11:1.


Cuando vivimos de continuo en la presencia del Señor y conocemos de su bendita Palabra nada ni nadie
nos puede apartar de la cabeza y del corazón que es donde mora nuestra fe; la certeza de que en primer
lugar seremos escuchados y que recibiremos respuesta, y esta debiera ser la convicción de todos
aquellos quienes esperan en el Señor, pues aun cuando no le hemos visto, conocemos de su poder para
resolvemos cualquier cosa por más difícil, ilógica o trivial que nos parezca.

b) Que seamos esforzados y valientes, Jos. 1:9.


Si ya como seres humanos nos esforzamos para obtener cualquier cosa que queremos, como hijos de
Dios, sabemos que para las cosas del Señor debemos ser todavía más esforzados, porque cuando
esperamos en Dios con esfuerzo y dedicación tenemos la seguridad que seremos recompensados. Y esa
garantía no la podemos tener en las cosas del mundo, porque lo que hay en él, sabemos por la
experiencia que nos puede defraudar la respuesta.

c) Que seamos pacientes, Sal.40:1.


Como sus hijos debemos ser pacientes, porque es un mandamiento de Dios, pues si no podemos caer
en desesperación, y de esa forma solamente nos hacemos daño y demostramos que no tenemos fe.
Pero si esperamos cumpliendo su bendita Palabra sin desfallecer, seguros que el Dios omnipotente
todo lo puede, grandes cosas suceden, porque Dios se agrada de los que esperan en Él, porque “los que
esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán;
caminarán, y no se fatigarán” (Is.40:31).

Conclusión

El Padre celestial responde a nuestras oraciones de fe porque ve nuestras actitudes valientes y


esforzadas, para servirle, para acercamos a Él. Responde cuando ve que no vacilamos ni por un instante,
cuando nos gozamos en su esperanza, sufrimos en la tribulación, pero somos constantes en la oración, Ro.
12:12.

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