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Profesora Patrocinante:
Dra. María Claudia Rodríguez Monarca
Instituto de Lingüística y Literatura
Modalidad: Tesina
(J. Torres)
Con especial dedicación a mi hijo Alonso, mis padres, mis hermanos y sus familias. A
Maira, mi compañera. A mis amigos que han estado presentes en este camino: Rocío,
Sofía, Camilo, Jaime. Y a todos los payasos del circo.
Agradezco a mis padres por acompañarme y ayudarme siempre. Y agradezco también a los
profesores que desde hace muchos años me han guiado por buen camino: Alexie, Yenny,
Claudia, Roberto.
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Índice
1. Introducción ............................................................................................................................... 4
2. Marco Referencial ...................................................................................................................... 7
2.1.“Yo fisgón profesional, observo por el ojo de la llave” .......................................................
Una revisión de cierta historia literaria .......................................................................... 7
2.2.“Soy un poeta con domicilio conocido” .............................................................................
Entre lo vernáculo y lo foráneo ..................................................................................... 12
2.3.“Respeto las reglas del juego”............................................................................................
Una lectura semi biográfica de Jorge Torres ................................................................. 18
3. Marco Teórico .......................................................................................................................... 24
3.1.Algunos aspectos sobre la identidad.............................................................................. 24
3.2.Consideraciones del ser latino ....................................................................................... 26
3.3.Consideraciones del ser chileno ..................................................................................... 27
3.3.1.La memoria...................................................................................................... 29
3.3.2.La diferencia .................................................................................................... 30
3.3.3.La palabra ........................................................................................................ 31
3.4.Suralidad: Antropología Poética..................................................................................... 32
3.4.1.Territorio ......................................................................................................... 36
3.4.2.Tradición y modernidad .................................................................................. 38
3.4.3.Globalización ................................................................................................... 41
4. Análisis...................................................................................................................................... 43
4.1. Territorio ....................................................................................................................... 44
4.2.Tradición y Modernidad ................................................................................................. 47
4.3.Globalización .................................................................................................................. 52
5. Conclusión ................................................................................................................................ 55
6. Bibliografía ............................................................................................................................... 58
7. Anexos ...................................................................................................................................... 62
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1. Introducción
Decir que esta investigación trata sobre la identidad sería quizás un mal chiste;
decir que se discutirá sobre la identidad en la poesía sería excesivamente ambicioso —y en
realidad imposible—; hablar de la identidad chilena sería otro camino, tal vez eterno y no
muy provechoso. Y es que tanto se ha dicho en torno a la identidad que al menos una idea
está lo suficientemente clara: identidades hay tantas como personas, grupos, regiones,
culturas, y las infinitas clasificaciones individuales, colectivas y temporales en las que nos
desenvolvemos a diario.
Ahora bien, situándonos en un punto cada vez más específico, la discusión sobre
la construcción de identidad en nuestro país es un tema complejo. Si tomamos en cuenta la
organización política, vemos cómo se intenta homogeneizar una cultura tan diversa como
lo es el extenso territorio que habitamos. Cómo podría ser de otra forma, si por ejemplo en
el año 1979, en el decreto N° 23 firmado por Augusto Pinochet y algunos ministros, se
establece la cueca como baile nacional, como genuina expresión del alma nacional. Pero
sabemos que no se zapatea igual de norte a Sur.
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Esta problemática en torno al centro y la periferia del país no solo se expresa en
términos políticos, sino que de forma muy similar se expresa en el sistema literario
nacional, puesto que el canon, desde siempre en nuestro país, se ha concentrado en la
capital, donde si bien hay una proliferación de autores, los escritores de otras regiones
muchas veces han debido emigrar a Santiago en busca de oportunidades de publicación,
difusión y reconocimiento, y son las excepciones aquellos que permanecen en sus ciudades
de origen y desde allí se logran posicionar dentro del canon. Entonces, comprendemos que
así como se viven culturas diferentes de un extremo a otro, encontraremos literaturas
diversas que pueden responder a estas construcciones culturales heterogéneas, o bien
ajustarse al canon centralista, sin importar su procedencia.
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Para esta investigación he decidido analizar cierta parte de la obra de Jorge Torres
Ulloa —poeta valdiviano que publica su primera etapa de producción entre 1975 y 1987—
compilada en el texto Graves, Leves y Fuera de Peligro, buscando responder la
interrogante de ¿Cómo en la poesía inicial de Jorge Torres, se construye una identidad del
Sur, tomando en cuenta las categorías de la Suralidad como prisma de lectura?
Torres fue uno de los pocos autores que ante todo permaneció en su ciudad
lluviosa, ante un canon centralista, ante una dictadura peligrosa para gran parte de los
poetas y artistas, ante una vida marcada por la enfermedad renal que siempre lo acompañó
y que no debió ser sencillo llevar en una comuna pequeña, comparada con la metrópolis. Él
fue de los pocos que siempre estuvo allí, un testigo autorizado —como dicen algunos—
para contar la historia de lo que aquí pasaba (Epple, 1994; Shuster, 1994; Torres, 2012).
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2. Marco Referencial
Con la lucidez que nos entrega Torres, en este capítulo traeremos al recuerdo
algunos hechos de la historia literaria, política y social, los cuales nos posicionarán en un
momento determinado, en el cual se produce y difunde una parte de la obra poética del
valdiviano.
Son muchas las maneras con las que podríamos dar inicio a un análisis de la
poesía chilena. Podría decir, por ejemplo, que “Los cuatro grandes poetas de Chile/ Son
tres/ Alonso de Ercilla y Rubén Darío”, citando a Parra. Podría aparecer la guerrilla
literaria que se dio entre Huidobro, Neruda y De Rokha, y entre uno que otro antologador.
Pero esta vez no volveré a los antecedentes más allá de la mitad de siglo recién pasado, lo
cual ya es un extenso e intenso período de producción literaria, y un intenso período socio
cultural cargado de matices políticos que son responsables del Chile que vivimos hoy. No
iré más allá, considerando también que el poemario del cual se seleccionarán algunos
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textos para su análisis pertenece a Jorge Torres Ulloa, autor que nace el 25 de septiembre
de 1948, en la ciudad de Valdivia.
Un breve repaso del acontecer literario nacional, de los hechos que determinan el
quehacer poético de Torres, nos permite remontarnos al inicio de la empresa de demolición
de Nicanor Parra. El discurso Poetas de la claridad (1958) da inicio al proyecto
antipoético de Parra, atacando de manera directa aquella forma de escribir bajo la
institucionalidad, criticando la élite, la poesía hermética, desrealizada, aquella tradición de
pocos que buscaba cargar con una herencia cultural. Y desde este punto es que se propone
la poesía al alcance de todos, de lo cotidiano, lo popular, que utiliza un lenguaje común
(Carrasco, 1999). El mismo Parra define su trabajo de la siguiente manera:
El antipoema, que, a la postre, no es otra cosa que el poema tradicional enriquecido con la
savia surrealista —surrealismo criollo o como queráis llamarlo— debe aún ser resuelto
desde el punto de vista psicológico y social del país y del continente a que pertenecemos,
para que pueda ser considerado como un verdadero ideal poético. Falta por demostrar que
el hijo del matrimonio del día y la noche, celebrado en el ámbito del antipoema, no es una
nueva forma de crepúsculo, sino un nuevo tipo de amanecer poético (1958: 48).
Al bajar la poesía del Olimpo, Parra genera una irrupción liberadora que otorgó a
las generaciones posteriores un amplio espacio de desarrollo. Autores destacados que
tomaron este impulso haciéndolo propio fueron Jorge Teillier y Enrique Lihn, quienes
quizás no habrían alcanzado el nivel de importancia en la literatura chilena sin el envión
del antipoeta (Riedemann y Arellano, 2012).
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vanguardias, que se reinventa por la década del 50. Tomando el legado de Parra, Enrique
Lihn se apodera del humor y la ironía, situando su imaginario en lo urbano, en la
construcción cosmopolita, en la metrópolis, asumiendo el patetismo de una realidad,
intentando dar cuenta de la falsedad del pensamiento. Por su parte, Jorge Teillier se apropia
del lenguaje coloquial, de la sencillez de lo cotidiano, alejándose de lo complejamente
retórico, asumiendo el rol del derrotado que creó Parra, que se expresa en la defensa de la
comunidad tradicional, sobrepasada por la industria (Riedemann y Arellano, 2012).
Dice Ana Traverso, citando a Javier Campos y Naín Nómez, que la poesía de
Teillier se sitúa en el contexto del capitalismo imperialista, marcado por la
industrialización, la crisis de 1930, la expansión de la burocracia, lo cual explicaría la idea
de “las contradicciones del sujeto urbano fragmentado de la modernidad” (Cit. en
Traverso, 2007). Esta poesía responde entonces como un discurso antimodernización, dado
que en Chile y el mundo se comienza a construir un nuevo orden cultural. Señala Traverso:
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En palabras de Riedemann y Arellano (2012), luego de que Nicanor Parra
obtuviese el Premio Nacional de Literatura (1969) y, por su parte, Neruda recibiese el
Nobel (1971), se cierra la institución del vate universal. Además, por aquella época hay
muchos autores dispersos a lo largo de Chile que comienzan a organizarse en grupos
literarios; es el Sur de Chile una tierra fértil para esta forma de organización, que no
tendría problemas desde los años 60 hasta 1973, año en que se produce el golpe de estado.
Podemos mencionar algunos grupos destacados como Trilce, en Valdivia y Arúspide de
Concepción, entre otros.
Trilce, liderado por Omar Lara, es el grupo que alcanzó mayor resonancia a nivel
nacional, ayudando a la descentralización del quehacer poético de la época. A partir de
1964, las actividades del grupo valdiviano aportaron a consolidar un ambiente de inquietud
intelectual, artística y literaria, muy vinculado a la Universidad Austral de Chile, donde se
realizaron diferentes actividades. Trilce es uno de los grupos más destacados de la época
en la literatura, “contribuyendo a debilitar la centralidad de Santiago en la institución
literaria chilena” (Carrasco y González, 2000: 10). Este grupo estuvo integrado en el inicio
por Enrique Valdés, Luis Zaror, Eduardo Hunter, Claudio Molina y Carlos Cortínez, más
tarde se integrarían Juan Epple, Walter Höefler, Guido Eytel, entre otros. Además, estos
autores fueron tutelados por Félix Martínez Bonati, Luis Oyarzún, Jorge Millas, Eleazar
Huerta, Grínor Rojo, Fernando Santiván, y otros autores y académicos destacados. Pero a
pesar del impacto que tuvo el grupo Trilce, y de la importancia de sus integrantes en la
literatura, Jorge Torres no tuvo una buena relación con su quehacer. En una entrevista para
Carlos Trujillo, publicada en primera instancia en el Diario Austral de Puerto Montt, en
1992, dice Torres:
Para nada me vinculaba con “Trilce”, para nada; tenía una pésima visión de ellos, era un
grupo cerrado, entre maldito y oficialista, una mezcla extraña. Entonces para nada con
Trilce, cuando me hablaban de ellos me erizaba yo, aunque con Omar Lara me unía una
vieja amistad; pero al margen de las consideraciones, hay que decir las cosas como uno
las percibió en el momento. (…) La prueba de ello es que prácticamente pasé
desapercibido en ese momento y no supe tomar en cuenta el hecho histórico de haber sido
una suerte de continuador, como me reconocían estos jóvenes valdivianos, como los que
venían de afuera a estudiar. Bueno, porque en primer lugar yo no podía
“Cachiporrearme”, no podía decir: “yo pertenecí al grupo Trilce y me quedé aquí”.
(Trujillo, 1994: 2015).
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Antes de la aparición de Trilce, el Sur ya había producido poetas de notable
importancia, Neruda, por ejemplo, pero sistemáticamente emigraban a Santiago, donde
podían desarrollar su trabajo literario (Mansilla, 1999). Y es recién en la década del 60 que
se comienza a producir y difundir poesía en la provincia, en el Sur de Chile, tomando como
impulso la institucionalidad intelectual que genera la fundación de la Universidad Austral
de Chile en 1955.
Walter Höefler, quien se incorporó de manera tardía a Trilce, fue el único poeta
que permaneció en la Universidad luego del golpe militar, cumpliendo el rol de puente
entre los autores pasados y aquellos que se integraban a la literatura de la época. Quien, a
pesar de tener una larga trayectoria de producción, ha conservado una cierta modestia y
pudor, publicando, en palabras de Rojo, de manera azarosa en revistas colectivas (2007).
Su trabajo es la “poesía de la poesía y del poetizar” (Cit. en Calderón et al., 2013: 142), y
sería él quién abriría la puerta de entrada a Jorge Torres, escribiendo un breve prólogo,
para la primera publicación del valdiviano: Recurso de amparo (1975). Este hecho no fue
sencillo para Torres, quien cuenta: “curiosamente mi libro tiene un prólogo fallido de
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Walter Höefler, fallido porque prácticamente tuve que quitárselo de las manos porque no lo
terminaba nunca, entonces está inconexo, tiene cosas incoherentes, en fin, yo dije para que
este libro no nazca solo ‘coloquémoslo’ y lo coloqué” (Cit. en Schuster, 1994: 56).
Para Carlos Trujillo, Jorge Torres es uno de los poetas más conocidos de la
antigua Décima Región, hoy región de Los Ríos. Y a pesar de la relación compleja que
declara el poeta valdiviano con el grupo Trilce, dice Trujillo: “Jorge Torres puede ser
considerado como el nexo entre la generación trilceana y los poetas que surgieron después
del golpe de estado (1994: 201).
Po – Chu – I
Poeta de la antigua china,
leía sus versos
a campesinos ignorantes
para comprobar si le entendían
(según rezan remotas crónicas)
Yo se los leo a mi perro,
a mis gatos,
a mis gallinas,
Y ME ENTIENDEN.
APOSTARÍA MI CABEZA A QUE ME ENTIENDEN.
A Raíz del inicio del totalitarismo, el contexto nacional se vio obligado a cambiar,
así como también la producción literaria. Tomás Moulián señala que existe una etapa de
terrorismo que comienza en 1973 y llega a su fin en 1980 cuando se impone una nueva
Constitución para Chile, y así se legaliza la dictadura (Cit. en Nómez, 2007), y dentro de
este período de terrorismo se puede hacer una lectura de la cultura y las fases de
transformismo o travestismo por la cual pasa el país: el proceso de cambio en dictadura
(Nómez, 2007).
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Para Naín Nómez “existe también una relación directa entre esta fase terrorista de
la dictadura con la incapacidad de los escritores para comunicar el imaginario que se vive
debido a la pérdida de toda comunicación y recepción crítica” (2007: 142). Predomina en
este período la publicación secreta y artesanal, es el caso de Jorge Torres, a quien se le
atribuye la primera publicación de un libro de poesía luego de 1973. Recurso de amparo
(1975) es el primer texto del valdiviano, publicado de manera independiente. En relación a
esto el poeta declara
debí haber publicado entre 1969-1973 un libro de poemas, pero la dinámica social de la
época nos arrolló, como a muchos de mi generación, en tareas inmediatas para
prepararnos a vivir lo que hoy desaprensivos cientistas políticos y sociólogos llaman
“Utopía” (…) lo cierto es que pasado el período del terror inmovilizante, en el año 1975,
publico un libro titulado Recurso de amparo, breve en su contenido, como todos los que
le precedieron y controvertido también cuando la realidad objetiva supera a la
connotación literaria (…) Bueno, son poemas de distintas épocas que nacen de la
necesidad de romper esa situación de silenciamiento (…) Poemas todos atravesados por
el signo de la nostalgia y las excusas innecesarias, alegato vocinglero e inútil. (Cit. en
Chihuailaf, 1994: 195).
Según Óscar Galindo, es necesario comprender ante a todo que “La palabra no
sólo dice al mundo sino que también lo funda” (1993: 205). Es así que los procesos de
ficcionalización comienzan a transformarse en esta época, se comienza a trabajar en una
poesía que genera “estrategias textuales desde las rasgaduras o la opacidad del
silenciamiento” (Epple, 1994: 17).
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poesía joven de la zona sur, lo que al poco tiempo se convertiría en una publicación que
llevaría el mismo nombre, que incluye textos de Clemente Riedemann, Sergio Mansilla,
Germaín Flores y Rubén González.
En el caso de la literatura chilena, las antologías han jugado un rol privilegiado no sólo
para la colección de textos relevantes, sino también para advertir las relaciones e
influencias con otras literaturas y para reflexionar sobre la constitución del canon literario
y, por consiguiente, sobre la idea de identidad discursiva y, eventualmente, nacional en
juego. (2006: 82).
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Son dos las antologías del Sur en las cuales aparece el nombre y parte de la obra
poética del valdiviano Jorge Torres: Poetas actuales del Sur de Chile. Antología crítica
(1993), trabajo realizado por Óscar Galindo y David Miralles, donde se reúne a poetas
desde Concepción a Chiloé; y Poesía Universitaria en Valdivia. Antología (2000),
recopilación que hacen Iván Carrasco y Yanko González, incluyendo solo a autores que
hayan tenido algún vínculo con la Universidad Austral de Chile. Retomando las ideas de
Galindo en relación a las antologías de poesía chilena: “Los antologadores tienen
conciencia de que están contribuyendo a redefinir no sólo una literatura, sino también, y a
través de ella, una idea de nación, que permite advertir escenificaciones identitarias que
caracterizan el dominio de diversas sensibilidades culturales y literarias” (2006: 82).
(…) la poesía chilena tiene una distribución geográfica relativamente amplia, a pesar de
ello las antologías editadas tienden a dar cuenta de esta situación en forma sólo parcial.
Nuestro trabajo pretende, en consecuencia, contribuir a ampliar el registro poético de las
últimas décadas, aspecto que resulta imprescindible para comprender la realidad literaria
y cultural del país (Galindo y Miralles, 1993: 232).
De cierta forma, existe una sensación de marginalidad vivida por los poetas del
Sur. En relación a esto Sergio Mansilla señala que esto es una periferia del mundo artístico
literario del país, donde poco se sabe de lo que pasa en el centro y los lugares más cercanos
a él (Cit. en Galindo y Miralles, 1993), se pone énfasis en lo extra literario, lo que guarda
relación con el acceso a los centros de poder e información.
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colonización europea, principalmente alemana, el aislamiento geográfico, entre otras tantas
características (1994).
La intervención militar provocó una escisión, una fragmentación cultural que, por un
lado, inhibió las fuerzas productivas de la literatura del interior, y por otro, produjo un
vuelco fundamental en la escritura de los poetas que salieron al exilio o que vivían fuera
del país desde antes. El golpe militar representó un corte que modificó formas, temas,
relaciones territoriales, maneras de difundir las producciones, incluyendo las limitaciones
de su recepción crítica. (2007: 142).
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natural encapsulamiento y retrotraimiento para la protección de la identidad cultural,
generando, a partir de los nuevos cruces entre identidad local y el avasallamiento de la
cultura transnacional, la necesidad de protección de la particularidad. (1999: 11).
Tolstoi, citado por González, dice: “describe tu aldea y serás universal” (1999: 5),
idea que vendría a reforzar esta intención de dar forma a una identidad local, intención de
no responder a las necesidades del canon literario centralista, sino que responder a una
construcción cultural particular. Y el valdiviano Jorge Torres no se aleja de esta idea, quien
en más de una oportunidad manifestó su convicción de crear identidad local. Dice Torres:
“Es necesario buscar la propia voz para no ser la caja de resonancia de nadie —reconozco
lo pretencioso de la propuesta— pero de esta manera, con autocrítica ¿cuánto majadero
quedaría hablando solo y cuánto ganaría la poesía? ¿Será mucho pedir?”. (Cit. en
Chihuailaf, 1994: 197).
Así se gesta una visión crítica, fuertemente marcada en Valdivia por la presencia
de estudiantes de diversos lugares, principalmente Chiloé. Según González, las
universidades “Fueron precisamente las moduladoras de la incipiente descentralización y
desconcentración de la producción literaria que, Santiago, como centro, mantenía
hegemónicamente” (1999: 7), y desde aquí es que se comienza a resaltar la diferenciación
ya no extra literaria, sino que desde la forma y el contenido de los textos.
una lucha empecinada y constante por abrir circuitos y legitimar la palabra literaria en un
país que por más de 20 años no tuvo mecanismos reguladores, homeostáticos,
equilibradores en la distribución plural y democrática de diversos productos culturales
literarios de «provincia» (…) los escritores se vieron obligados a reconstruir personal y
artesanalmente el tejido comunicacional para la expresión de sus obras. (González, 1999:
8).
mientras que Torres responde a Carlos Trujillo una pregunta en relación a esta esta
diferenciación del centro y el Sur. Señala al respecto:
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Yo creo que hay diferencias de fondo y forma. Hay mucha pluralidad. Creo que la poesía
que se escribe en esta zona es una poesía que de una manera u otra está traspasada por la
naturaleza, por el entorno geográfico; en particular en la gente venida de Chiloé (…) hoy
en día se ha dado ciertas categorías en la poesía, se habla de la poesía etnocultural, se
habla de la poesía “lárica tardía”, hay muchas clasificaciones de las cuales yo no soy muy
amigo. (1994: 208).
En el año 2012, Ediciones Kultrún publica las Obras completas de Jorge Torres
Ulloa, texto que congrega todas las publicaciones del autor; sus seis títulos de poesía, un
texto de comidas al estilo de Pablo de Rokha y otros textos recopilados. Todo esto
acompañado un CD que incluye los dos cassettes que publicó de las Noches de Boleros,
además de la cercana presentación de su hija, igualmente poeta, Antonia Torres, y la
edición de su amigo y editor de varias de sus publicaciones, Ricardo Mendoza.
Hace pocos años, en una de las tantas ferias del libro que se realizan en Valdivia,
estuvo presente Editorial Kultrún, y figuraban estas Obras Completas en la lista de ventas.
Conversando con algunos lectores y con la amable joven que atendía el puesto de libros
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pude ver cómo el texto “se vendía como pan caliente”, y será acaso que su hija tiene razón:
“Confundidos con su ausencia, se convirtió en el más vivo de todos nuestros muertos”
(2012: 8). Es quizás esta publicación motivo suficiente para reabrir sus páginas, refrescar
la memoria y volver a dar vida a sus versos, cada cual con su lectura más o menos
detenida, pero siempre cercanas, cotidiana, como es la poesía de Torres.
El poeta, hijo de José María Torres Quezada y Teodisa Ulloa Palma, valdiviano
que en sus 53 años de vida nunca dejó su ciudad natal, más que por breves viajes y un
fallido intento de emigrar. Hijo del primer alcalde socialista de la ciudad, fue estudiante de
la Escuela Normal Camilo Henríquez, donde se titula de profesor en el año 1965.
Fue durante su paso por la Universidad que las letras inundan su quehacer y lo
acompañarían de ahí en adelante. El mismo Jorge Torres cuenta en una entrevista para
Carlos Trujillo su acercamiento a la literatura, y la poesía más particularmente:
Yo siempre he sido un buen lector, desde niño, y mi acercamiento a la poesía fue bastante
extraño, por su distanciamiento tal vez, porque no había libros de poesía en mi casa, yo
no tenía una cultura literaria propiamente tal (…) Pero siempre me llamaba la atención
escucharle a mi padre muchos poemas de memoria (…) Esa forma de saber compendiado,
de saber resumido, me atrajo muchísimo (…) Yo comencé a escribir en los años de la
enseñanza profesional. Por alguna razón mi interés estaba más por el ámbito del teatro
que de lo literario propiamente tal. (1994: 202).
Si bien la lectura de una obra literaria desde la biografía del autor es solo un
fragmento de lecturas posibles en la que podemos, por ejemplo, situar un texto
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históricamente, estamos de acuerdo en que, para este caso, y como bien lo dice Antonia
(2012), muchas narraciones de la vida de Jorge Torres pueden iluminar algunos versos, y
es que no es posible separar su producción poética de la experiencia personal que debió
vivir, tanto de manera personal como de la coyuntura histórica en la que se sitúa.
Dice su hija
En su caso diría que fueron dos los sucesos principales que signaron su vida, y lo que es
lo mismo, su obra: la enfermedad crónica que lo fue deteriorando desde el punto de vista
físico (y, paradójicamente, vitalizándolo desde un punto de vista creativo); y —del mismo
modo que a muchos de sus pares generacionales— la enfermedad social que supuso la
dictadura y los efectos privados de la historia colectiva. (2012: 9).
Él “quedó aislado en una zona quizás más difícil que la del exilio externo: el de la
ciudad otra vez provinciana” (Epple, 1994: 21), lo que finalmente lo deja en la situación de
ser un testigo presencial, una voz autorizada de todo el acontecer nacional. Obligado a
reinventarse, atendiendo una botillería, administrando una librería, donde además reparaba
libros, y por su puesto en todo momento dio forma a su obra poética y a su fructífero
trabajo teatral.
Yo tengo que decir que ese libro significó la reubicación de mi persona espiritual dentro
del entorno físico y del entorno histórico que estaba ocurriendo y que, por cierto, nos
obligó a muchos a volver a la mirada sobre sí mismos y a volver a leer y a releer en un
proceso de verse a sí mismo y, en mi caso, de situarme dentro del contexto de la poesía
que se iba a empezar a escribir. (Cit. en Trujillo, 1994: 206).
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Más adelante publicaría Palabras en desuso (1978), un texto breve que justamente
se aleja de todo lenguaje poético; recopila aquellas frases del día a día. Se resalta aquí una
idea entre parriana y de los lares, este sujeto sin voz autorizada, decadente, que va en busca
del recuerdo perdido, aquello que abandonamos, pero recobra valor en los versos del poeta.
A pesar de que se podría ajustar a cierta forma de escritura anterior entre Teillier y Parra,
abandonaría este camino no por desprecio, sino por continuar la búsqueda de la voz propia,
aquella empresa que continuamente dejó de manifiesto diciendo que “siempre habrá un
poema escrito, parecido al nuestro y, lo peor, mejor escrito”, pero agregaría más adelante
que “el poeta recrea y testimonia su propia circunstancia y por ende, la de su tribu. Se
recoge lo mejor de la tradición poética cultural de quienes lo antecedieron para hacer
avanzar, marcar el paso o retroceder a la poesía” (Cit, en Chihuailaf, 1994: 197).
En 1987, luego del trasplante de riñón, el cual donó su hermano mayor, José
Santiago, dio vida a su tercera publicación: Graves, Leves y Fuera de Peligro. Un texto
que desde el título nos refiere al parte médico, donde reúne sus poemas anteriores, suma
otros, algunos epígrafes y dedicatorias. Es un libro donde se “metaforiza el vía crucis del
cuerpo social y cultural del país, sometido a una drástica e inmovilizadora operación
quirúrgica” (Epple, 1994: 22), y será aquí donde abunde el tópico clásico de la vida como
tránsito, donde según Epple hay una poesía entendida como bitácora de viaje (1994).
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que Torres nunca estuvo ajeno al tema. Responde a una pregunta de Yanko González para
el texto Héroes Civiles y Santos Laicos
Los escritores de esta parte de la geografía chilena que nosotros hemos llamado “sur de
Chile”, hemos reaccionado frente a la casi nula y ya histórica mirada del centro hacia
nuestra producción literaria —léase recepción crítica, participación en eventos, estímulos
y premios literarios, etc.— nos hemos mostrado algo hastiados por la práctica de la
mirada superficial y paternalista de quienes detentan la administración del poder en los
ámbito culturales y literarios santiaguinos (…) “Santiago es Chile”, se dice. Nosotros
hemos querido salirle al paso a esa creencia casi mitológica, por lo menos en el ámbito de
nuestra incumbencia. (1999: 117).
será esta disputa un tema que no abandonará hasta sus últimos días, refiriéndose al trabajo
antologador de Calderón, Harris y Calderón, por ejemplo, como una muestra más de
arbitrariedad, cargada de sentimiento de deuda y/o gratitud que se funda en lo extraliterario
hacia los poetas. Se refiere al “olvido casual, difícil de creer como excusa para las
exclusiones en una antología” (Cit. en González, 1999: 118). Pero afirma de manera
certera que las antologías se construyen también de las ausencias y el porqué de estas
ausencias.
En el año 2000, Torres, junto a otros autores del Sur, dan vida a la revista Pluvial,
en la cual él ocuparía el cargo de director, pudiendo publicar dos ediciones antes de su
muerte. En la línea editorial de cada revista emerge esta discusión continuamente: en la
edición N° 1, a modo de presentación, se resalta la importancia de que el equipo de trabajo
de la revista esté compuesto por gente del Sur, que permaneció en el Sur. Pero que no es un
espacio cerrado, pues busca posicionar a Valdivia como tierra fértil para el florecimiento
de productos artísticos y culturales, señalando que
Se trata de sacar a la región de la región, abriendo, de paso, el círculo que puede llevar a
la asfixia por falta de desarrollo, oxigenando así el ambiente para medir la calidad de
nuestro trabajo y el ajeno, rompiendo la estrechez de los círculos caracterizados
desdeñosamente como «provincianos», sabedores de que el «provincianismo» es una
actitud mental más que geográfica. (Torres, 2000: 2).
bastará intentar calzar las sandalias de los que allí se manifiestan (en la Plaza de la
República) junto a sus problemas, para darse cuenta del estado de disconformidad, el
grado de «malestar de la cultura» y la desconexión con un interlocutor que valide,
escuche, respete sus reclamos, para que sean atendidos y no pasen a configurar una parte
más de la utilería citadina, elementos de la tramoya de una pieza teatral que se repite
como parte del paisaje en las plazas públicas de la patria. (Torres, 2001: 4).
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Es Jorge Torre un poeta del Sur y para el Sur. Como dijimos en un comienzo, uno
de los pocos que no abandonaron el Sur de Chile y fueron capaces de hacer escuchar una
voz relegada, una voz silenciada por un sistema creado y recreado por el centro, por la
metrópolis, el ajetreo santiaguino y los círculos de poder que allí se gestan. Pero fue el
valdiviano, y sigue siendo, un sujeto capaz de reconocer un pasado histórico, un origen y a
la vez proyectarlo al futuro, recrear la palabra para hacerla propia, si al final en palabras
del mismo poeta: “Ya sabemos que las vanguardias terminan todas siendo retaguardias”
(2013: 14).
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3. Marco Teórico
Al inicio de esta investigación no es antojadiza la idea del mal chiste que sería
hablar de la identidad así, sin más. Es por ello que poco a poco la decantación de las ideas,
conversaciones y lecturas han dado como resultado esta pequeña revisión del tema de la
identidad nacional, enfocada sobre todo en la zona sur del país, aquella que hace pocos
años algunos autores han denominado Suralidad (Riedemann y Arellano, 2012).
24
colectividad, tanto en el sentido de la semejanza y la diferencia de unos y otros. Para
Larraín esto podría definirse de la siguiente manera: la identidad es “una cualidad o
conjunto de cualidades con las que una persona o grupo de personas se ven íntimamente
conectados. En este sentido la identidad tiene que ver con la manera en que individuos y
grupos se definen a sí mismos al querer relacionarse —“identificarse”— con ciertas
características” (2001: 23). Pero es importante señalar que estas características creadoras
de la identidad no apuntan hacia lo que hemos sido, donde el pasado claramente no deja de
ser importante, pues tenemos un trayecto recorrido, sino que se construyen y reconstruyen
con vista al futuro, buscando dar respuesta a la pregunta ¿Quién quiero ser yo?
En este sentido, la respuesta del quién soy, o quiero ser yo, tiene diferentes
elementos que según Larraín aportarían a esta construcción de la identidad: la cultura, lo
material y los otros. Estos tres elementos serían pilares fundamentales de un sujeto, puesto
que
Por otra parte, la idea de que las posesiones son capaces de determinar lo que
somos, Larraín atribuye esta idea original a William James, quien dice:
Es claro que entre lo que un hombre llama mí y lo que simplemente llama mío la línea
divisoria es difícil de trazar... En el sentido más amplio posible... el sí mismo de un
hombre es la suma total de todo lo que él puede llamar suyo, no sólo su cuerpo, sino sus
ropas y su casa, su mujer y sus niños, sus ancestros y amigos, su reputación y trabajos, su
tierra y sus caballos, su yate y su cuenta bancaria. (Cit. en Larraín, 2001: 26).
El tercer pilar, según afirma Larraín, es la presencia de otros: “la construcción del
sí mismo necesariamente supone la existencia de “otros” en un doble sentido. Los otros
son aquellos cuyas opiniones acerca de nosotros internalizamos. Pero también son aquellos
25
con respecto a los cuales el sí mismo se diferencia y adquiere su carácter distintivo y
específico” (2001: 28).
Esta capacidad y necesidad humana del vínculo con el otro es factor fundamental
de la construcción de la identidad, y así como se generan las individualidades, también al
momento de agruparnos nos definimos como colectivo. Así
sabemos que la identidad personal, aquella que el sujeto desarrolla con el tiempo, está
mediada por una serie de influencias que a lo largo de la vida irán transformando a la
persona inicial, generando así un recorrido para construir el ser; estas interacciones,
posiblemente, serán infinitas y dependerá del punto en que nos situemos hacer nuestra
lectura: si nos enfocamos, por ejemplo, en una lectura latinoamericana, chilena, valdiviana,
y acercándonos cada vez más a lo finito del tema.
En primer lugar, debemos considerar la teoría, donde los autores traspasan la línea
entre las identidades nacionales y latinoamericana constantemente. Por otra parte, debemos
26
tomar en cuenta la importancia no solo de los teóricos de las ciencias sociales, sino
también a los productores de la narrativa, la poesía, la música, entre otras, quienes han
configurado un paisaje latino a través de sus obras. Así, por ejemplo, podemos referirnos a
Neruda, Martí, Darío, Vallejo, García Márquez, Cortázar, por nombrar a algunos, citados
por el mismo Larraín.
En el año 2003, con vista al bicentenario de Chile, Sonia Montecino recopila una
serie de voces nacionales que abren un camino importante a la reflexión de lo que es elser
chileno. Aquí se plantea la “voluntad de superar los discursos hegemónicos sobre la
historia de Chile, y abrirse a la consideración de las historias, de un conjunto de relatos que
componen una trama móvil donde aparecen con igual poder las vivencias de las mujeres,
de los indígenas, de los pobres, de los jóvenes, entre otras particularidades”. Pero a 200
años de la independencia, más de 500 años de la colonización y quizás unos cuantos miles
sin historia escrita, hay voces que piden a gritos la palabra para decir quiénes somos
realmente. Sin embargo, este impulso renovador hacia la superación de un discurso
totalitario, hacia el reconocimiento de la diferencia, puede ser una buena entrada para
definirnos en la palabra.
27
Ante estas dudas sobre lo que es ser chileno, ante esta dicotomía entre lo
hegemónico y lo disidente, nacen cuestionamientos bastante evidentes, como “¿Existe la
identidad chilena? Si es así ¿qué elementos la constituyen?” (Cordua, 2003: 29); o se
podría ir más a fondo y preguntar “¿cuántos caracteres o rasgos idénticos se necesitan para
darnos algo así como una identidad que consta de muchos elementos homologables? ¿es
esto algo que se puede calcular, cuantificar, evaluar con precisión, o siquiera discutir con
rigor como para que de la discusión puedan resultar conclusiones válidas?” (Cordua, 2003:
31).
(…) no deja de sorprender la escasa importancia y reflexión que se la ha dado en este país
al problema de la identidad nacional. Sin embargo, también es posible explicarse dicha
ausencia de análisis frente al tema, al contrario de lo que sucede con la mayoría de los
países latinoamericanos donde se da como un hecho asumido e interiorizado y se
considera a la identidad como parte natural del pasado y de la cultura que se respira a
diario (el caso de México, Perú, Cuba, Guatemala, Ecuador), ya que en nuestro país no se
habla precisamente, por un lado, porque nadie tiene muy claro qué se entiende por
identidad y, por otro, porque sería escarbar en algo que a la mayoría no le interesa o
desdeña pues significa asumir el legado indígena y la realidad ineludible del mestizaje
espiritual, cultural y lingüístico que él conlleva. (2003: 118).
28
3.3.1. La memoria
29
3.3.2. La diferencia
Nuestro país, desde el principio de la historia, escrita desde la llegada del europeo,
se ha creado desde la diferenciación, desde el conflicto, la tensión entre los unos y los
tantos otros. Así “La nación, en Chile, se conformó en el espíritu de la separación —la
frontera—” (Pizarro, 2003: 86) en un conflicto constante entre la metrópolis y otros
sectores, habitados por culturas diversas.
(…) el pueblo mapuche fue bravo, y más que sofisticación cultural, su fuerte era la
estrategia guerrera. Frente a ello, y a la larga ofensiva que debió desarrollar para
combatirlo y expandir el capitalismo agrario, que recién logró llevar a cabo a fines del
siglo XIX, la gran burguesía agraria del valle central se fue también fortaleciendo.
Concentró así su poder frente al resto del territorio, al resto de la sociedad. Entones vio
erguirse su hegemonía frente al “otro”: el mapuche, el aymara, el sureño y el nortino, y
generó los patrones culturales que conducirían la vida republicana del país naciente.
(2003: 86).
Es así como sabemos que la cultura chilena se ha truncado, “Nos hemos quedado
sin saber lo que somos al rechazar y desconocer esa otra parte que vive dentro de nosotros
y conforma nuestra otra mitad espiritual y cultural” (Valdivieso, 2003: 122). Hablamos de
30
un país unificado, de “LA” sociedad chilena, pero “la sociedad no es toda la sociedad, sino
el discurso de las voces que lo hegemonizan” (Pizarro, 2003: 89).
3.3.3. La palabra
31
(Vergara y Gundermann, 2007), siempre y cuando esto sea coherente. Haciendo sentido el
refrán: del dicho al hecho, hay un buen trecho.
Para Larraín, el asunto se determina de esta manera: “la identidad de una nación
es en el fondo una interacción entre los discursos públicos sobre esa identidad, y las
prácticas de la gente común (…). Sin embargo, precisamente porque se trata de una
interacción entre el discurso público y los modos de vida de la gente, (hay) una dialéctica
que no es siempre de perfecta correspondencia” (2003: 68).
“Potter (…) consigna que siempre que se expresan palabras se construyen hechos”
(1998 Cit. en Cárdenas, 2011). Entonces parece muy convincente la idea de Gilberto
Triviños (2003), quien acusa el abuso del género del ensayo, por parte de los teóricos, a la
hora de hablar y reflexionar en torno a la identidad. Pues hay voces que han existido desde
el inicio, que son creadoras de la narrativa, la poesía o el drama, y muchas veces son
reflejo de algunas realidades, son portadoras de cultura, son visiones y creaciones de
identidad.
Quizás con cierto recelo nos hemos aislado más de la cuenta; de vez en cuando
aparecen voces que dicen que “Para el área metropolitana nosotros no existimos. No sé si
32
por miopía intelectual, por esa soberbia natural del que se sabe en el centro de las cosas;
pero lo cierto es que el problema es de ellos” (Bohle Cit. en Riedemann y Arellano, 2012:
135), aunque oportunidades hemos tenido varias, quizá, donde podríamos sacar la voz.
En la década de los ˂80 y <90, los poetas del sur radicalizarían esta actitud —actitud
teillieriana—, más que en sus obras, en sus discursos extra-literarios o públicos
(entrevistas, columnas de opinión, editoriales, etc.). Por lo tanto, y dado que el espacio
literario del sur surge de manera sistemática en el debate socio-literario como un espacio
prácticamente político y determinado por la discusión centro/periferia, creo que a estas
alturas se puede afirmar que uno de los rasgos identitarios (pero no estéticos) propios de
la llamada «poesía del sur», es precisamente estarse preguntando siempre acerca de su ser
y su sentido. Existe y ha existido desde sus inicios, una necesidad de definirse por la
diferencia. Es decir, en preguntarse en qué nos diferenciamos de ese centro. Una poesía
conflictuada con su tiempo, con su entorno, con su ánimo por ser reconocida por el
centro. (Cit. en Riedemann y Arellano, 2012: 165).
33
González, esta antología no tuvo mayor recepción más que entre nosotros mismos los
sureños (Cit. en Riedemann y Arellano, 2012) y es que “nos siguen mirando
peyorativamente (y) creo que les acomoda mirar las cosas de ese modo” dice Marlene
Bohle (Cit. en Riedemann y Arellano, 2012: 144).
La literatura del sur es una tradición que se construye en gran medida «por oposición» al
centro, por un lado; y por «resistencia» a los efectos de la modernización, en otros casos.
Es decir, desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, esta poesía se ha caracterizado
marcadamente por desarrollarse estética y políticamente bajo la forma de una resistencia
cultural e ideológica respecto de un «centro» simbólico, geográfico, político y/o
administrativo, según el conflicto o la coyuntura histórica de turno. (Torres Cit. en
Riedemann y Arellano, 2012: 165).
En cuanto al territorio, este se identifica como “tema insoslayable para los autores
y autoras (…) donde el entorno ecológico filtra sus textos y opiniones, configurando
atmósferas sureñas «típicas» como tamiz de fondo en sus disquisiciones lexicológicas”
(Ridemann y Arellano, 2012: 14), como mencionan los autores de la Suralidad, el territorio
conforma un soporte semiótico del quehacer poético de los autores del Sur (2012).
En segundo lugar, mencionamos el origen étnico, lo que implica mucho más que
lo indígena —que mucho se ha comentado en el último tiempo—. Aquí nos referimos a la
multiplicidad étnica que habita el Sur de Chile. Este concepto, acuñado por Iván Carrasco,
apunta a que “Por lo general, la pregunta por la identidad de un pueblo, nación o sociedad
se ha planteado en singular: se consulta por “la” identidad como si existiera sólo la
posibilidad de una identidad única, estable y definida, lo que supone negar otras
alternativas, como las de identidades plurales, indefinidas o inestables” (Carrasco, 2003:
391). Concretamente, y a simple vista, podemos identificar en el Sur a mapuches,
34
españoles, criollos, alemanes, holandeses, entre otros, que conviven y dan forma a
comunidades diversas que se entrecruzan.
Si bien son cinco las categorías planteadas por Riedemann y Arellano (2012) que
sustentan cierta forma de construir la identidad del Sur en la literatura, para el propósito de
esta investigación solo serán profundizadas tres de ellas: el territorio, la tradición y
modernidad y la globalización. Particularmente, estas tres categorías son homologables a
los elementos que Jorge Larraín plantea como sustentos de identidad.
3.4.1. Territorio
36
poetas del Sur, dan vida a estas imágenes que se hacen presentes en sus obras y a la vez la
determinan.
Por una parte, hablamos de la lluvia. El elemento más recurrente en las voces de
los poetas citados en la Suralidad es el agua, el clima. Delia Domínguez, Guido Eytel,
Marlene Bohle, por mencionar algunos, concuerdan en que es este fenómeno, el ciclo del
agua, es un rasgo característico del Sur. “El factor geográfico y climático es un
componente común para todos los poetas del mundo”, dice Mario Contreras (Cit. en
Riedemann y Arellano, 2012: 130); similares a las palabras de Eytel: “Creo que ese paisaje
está de alguna manera presente en toda la poesía de acá” (Cit. en Riedemann y Arellano,
2012: 124).
El azul, la lluvia… Agua, agua, agua… Pero un agua que no daña, un agua que limpia
(…) yo creo que en esta zona se cultiva tanto la poesía justamente porque tenemos esta
gran colega nuestra que es la lluvia (…) esa nostalgia por la vieja casa de madera, esa
nostalgia por las costumbres antiguas de la lumbre encendida y sobre ella chisporroteando
una tetera, con el mate presto. (Cit. en Riedemann y Arellano, 2012: 138).
y esta agua trasciende de la naturaleza al espacio privado, al hogar, que también guarda un
sinfín de características particulares.
37
(471), resaltando este rasgo protector de las inclemencias de la ya mencionada lluvia del
Sur.
Finalmente, creo importante destacar las palabras de Jaime Huenún, quien dice
que “La comprensión de un territorio determinado implica una experiencia larga en el
tiempo (…) pienso que la poesía se construye con una experiencia válida de conocimientos
y la asunción de cierto lenguaje característico, pero también con cierta luz, con ciertas
historias propias de este territorio” (Cit. en Riedemann y Arellano, 2012: 146). Es, en este
sentido, el territorio —rural y urbano, natural y arquitectónico—, un espacio creador y
creado. Desde allí se aprende y se aprehende, para luego dar nueva vida a lo que nos rodea.
38
infancia, trayendo consigo una voz cercana a lo lárico, ya establecida por Teillier tiempo
atrás.
Por su parte, los memoriosos esencialistas, según la Suralidad, son aquellos que
perseveran en la idea de la memoria colectiva, la nostalgia por un pasado mejor,
“persistiendo en una vuelta constante a lo prístino, a la infancia primordial, insistiendo en
la invocación de una casa que se sobrepone al tiempo, como un albergue secreto de la
colectividad que se mantiene en la memoria” (Riedemann y Arellano, 2012: 54). Pero, más
allá de clasificaciones —no menos importantes—, la manera en que se articula la
modernidad en el Sur de Chile es curiosa, por adjetivarla de alguna manera. Si bien dice
Riedeman: “nuestra modernidad acepta todavía vínculos con la naturaleza y tiene una
oportunidad de respetar las formas de adaptación de los grupos humanos a los diferentes
nichos ecológicos” (2003: 440). Y es que la modernidad, esta visión en que se
pone al ser humano en el centro del mundo, lo erige en la medida de todas las cosas, en
contra de la visión del mundo teocéntrica que prevalece en la Edad Media. El ser humano
pasó a ser “el sujeto”, la base de todo conocimiento, el señor de todas las cosas, el punto
de referencia necesario de todo lo que sucede. (Larraín, 1996: 94).
Si bien señala Larraín que “La cultura moderna es mediada de manera creciente
por la electrónica. Los medios orales y escritos son suplantados y hasta cierto punto
reemplazados por modos de transición electrónicos” (1996: 30), estando a un paso de la
39
globalización y la tecnología, los poetas y, en suma, la cultura del Sur de Chile, persisten
en una resistencia a no entregarse por completo al hoy moderno y modernizante.
Según Jorge Larraín, “Hay una tendencia a la homogeneización pero también una
fascinación con lo diferente. Lo global no reemplaza a lo local, sino que lo local opera
dentro de la lógica global. La globalización no significa el fin de las diferencias culturales
y étnicas” (1996: 31). Es entonces posible que aparezcan voces que digan: “Mi abuela
siempre decía que si uno no sabía quién era, no podría saber para dónde iba, porque desde
esa certeza tú te construyes hacia delante” (Bohle Cit. en Riedemann y Arellano, 2012:
133).
Así nos encontramos con las palabras de algunos poetas, citados en la Suralidad,
en que la mayoría concuerda con este aprecio y respeto por la tradición. Dice Rosabetty
Muñoz: “Presto oído especialmente a los antiguos, donde se encuentra un capital valioso,
pero también converso y escucho a los menores, porque sus voces abren la posibilidad de
rastrear los cambios naturales” (Cit. en Riedemann y Arellano, 2012: 140). Sigue Bohle:
“se bebe de tantas aguas y, cada una, se recibe en herencia, peculiaridades que tienen que
ver con nuestra identidad y con el sentido de pertenencia” (Cit. en Riedemann y Arellano,
2012: 134).
Por su parte Mario Contreras sostiene “Creo que uno sigue volviendo al origen,
que todos volvemos al momento del primer verso” (Cit. en Riedemann y Arellano, 2012:
130). Partiendo de la idea de Delia Domínguez, “La identidad está asociada al obligo,
donde diste tu primer grito. Después la gracia está en que ese ombligo no deje de
alimentarte de los ancestros que vienen desde los bisabuelos a los abuelos” (Cit. en
Riedemann y Arellano, 2012: 118) y así es que, en el Sur de Chile, con vista al futuro se
construye desde la memoria, tomando en cuenta nuestra historia y siempre pensando en el
origen.
40
3.4.3. Globalización
Si tomamos en cuenta las palabras de Jorge Larraín (1996), podríamos decir que
la zona Sur de Chile, dada su multiplicidad étnica, es quizás un lugar que tiende a la
globalización, ya que aquí conviven culturas del mundo y se agrupan y dialogan entre
distintas voces y visiones.
Jaime Huenún manifiesta que “la globalización apuesta a ocultar aún más ciertas
realidades, porque solamente se visibiliza aquello que pudiera tener algún interés desde el
punto de vista de la economía neoliberal” (Cit. en Riedemann y Arellano, 2012: 149), pero
más allá de modelos económicos, y en oposición a Huenún, se me hace interesante resaltar
la reflexión de Guido Eytel, en torno al tema de la globalización, y es que más que una
amenaza es una oportunidad.
41
Sur, intentando extender el horizonte de expectativas de las obras aquí producidas. Aquí es
donde Eytel de manera muy certera expone: “La poesía universal, para mi gusto, está
hecha de poesías locales. No hay una poesía universal que exista allá arriba, en esa especie
de limbo, sino que a quienes leemos como universales (…) nosotros, después, le damos el
rango de universal” (Cit. en Riedemann y Arellano, 2012: 124). Entonces, es que es trabajo
de los autores y quienes somos sus lectores iniciales abrir las posibilidades a la
globalización: aquel espacio de diálogo universal.
42
4. Análisis
Al fin de cuentas
es voluntad
del mar
besar
la playa
Para efectos de nuestro análisis, se han seleccionado diez poemas, además del
prólogo, una dedicatoria y algunos títulos que ayudan a la lectura del texto a través de la
Suralidad. Los poemas dan cuenta de una o dos de las categorías definidas, y no guardan
relación entre sí en su estructura, ya que la mayoría utiliza un verso libre y estrofas
irregulares.
43
4.1. Territorio
Aquí vuelve a aparecer Jorge Teillier como un primer impulsor de esta idea de
volver al Locus amoenus, siendo el espacio quien nos determina como sujetos.
Particularmente, el poema Cuando llueve en Julio guarda la siguiente dedicatoria: “A Jorge
Teillier, natural de Arcadia”, y no es un detalle menor, considerando la naturaleza de y en
sus versos.
Torres, quien deslumbró con sus Poemas Renales (1992), se caracteriza por la
marca de la enfermedad, y desde hace mucho tiempo que estaba invadido por estas ideas
de la vida y la muerte, de la permanencia. Y es que a pesar de que pone en duda la
existencia del bosque, finaliza este poema diciendo: “empapado de lluvia / enterrado en el
1
Retomar capítulo 3, página 38. Riedemann y Arellano, quienes defienden esta idea sobre la identidad del
sur en el texto Suralidad: Antropología Poética del Sur de Chile (2012), el autor ya comentaba ciertos
aspectos en Revisitando Chile (2003).
44
lodo / soy un árbol más”. Pasando entonces a ser él quien da vida al bosque, siendo él el
guardián del mito, tal como lo proponía Teillier, en su ensayo Los poetas de los Lares.
La ciudad desaparecerá.
Esta vez no será el cataclismo,
ni el incendio
ni el desborde de sus ríos.
Será la lluvia.
La lluvia diluirá su historia
convirtiéndola en la nueva Pompeya
2
Juan Armando Epple y Hans Schuster denominaron la poesía inicial de Jorge Torres como lárica, en 1994
con la publicación de En libre plática. Propuestas de lectura de una cierta zona de la poesía chilena.
Aproximaciones a la poesía de Jorge Torres.
3
Retomar capítulo 3, página 36-38. En relación al territorio, y la forma en que los poetas lo perciben y
proyectan en sus obras.
4
“1960. El 20 de mayo tiene lugar el gran terremoto y posterior tsunami, que devastará Valdivia y otras
ciudades y la costa de la zona Sur de Chile” (Cit. en Cronología de Jorge Torres, Obras Completas, 2013).
45
Y así como convivimos, también Torres hace evidente —soñando con un gran
éxodo de valdivianos, diciendo que “los habitantes nos iremos / más al norte / o más al sur
/ más lejos siempre” —, que esta fuerza de la naturaleza la llevaremos con nosotros, pues
“nos llevaremos / un poco de sus ríos / un poco de sus árboles / un poco de su barro / un
poco de su niebla / en los bolsillos”. Y dice el poeta que quienes nos vayamos iremos
muriendo de nostalgia, siendo latente aún la idea lárica de que como dicen uno vuelve
siempre a los viejos sitios donde amó la vida5. A pesar de la inclemencia de la naturaleza,
ella nos construye, nos da vida, nos hace sureños, y con ese sentimiento de pertenencia, no
podemos abandonarla.
Pero esta relación de admiración por la belleza del bosque, por la fuerza de la
naturaleza, no está exenta de conflictos, y es que a pesar de que vivimos bajo la lluvia, se
hace común escuchar por la calle que ojalá dejara de llover. En una zona donde se dice que
llueve los trece meses del año —enero a diciembre y el mes de María, decía mi abuelo—
Torres suma un par de versos muy especiales en el poema Estos amigos míos.
Aquí vemos, luego de unos versos dedicados a sus amigos, donde los bosqueja
con bastante humor: atrasados, un poco ebrios, pero presentes, que la lluvia parece
interminable y solo se espera la llegada del sol, dándole importancia al cambio de estación,
dando paso a la primavera. Creo necesario, además, resaltar la importancia del verso que
dice: “para sacarse esta ropa de lana”, la lana se ha vuelto un ícono importante de lo que
somos, a la venta en mercados y ferias, como el infaltable souvenir de los viajeros que aquí
andan de paso, como herramienta principal para combatir el frío de estas tierras.
5
Cita de Canción de las simples cosas, de Armando Tejeda y César Isella. Popularizada por Chavela
Vargas, Mercedes Sosa, entre otros artistas.
46
Queda en evidencia que hay una naturaleza que se impone, que trasciende en los
versos del poeta Jorge Torres, pero hay también rasgos de una arquitectura y una cultura en
relación a los espacios públicos. Torres se refiere a la “ciudad de utilería”, su hija Antonia
más adelante hablará de la “ciudad despeinada”6 7, pues Valdivia en particular tiene
algunos elementos que le dan una identidad especial. Aquí destaco el poema Esbozo de la
Plaza de Valdivia, también llamada de la república, el poeta posado en un escaño. Con un
título ambicioso, que nos sitúa en la única Plaza de la República de nuestro país, ya que en
esta ciudad la plaza de Armas perdió ese nombre hace bastantes años, dando paso a la
República, lugar habitado por palomas, escaños y Tilos, como consigna el poeta.
6
“La ciudad despeinada”, cita del poema Nada tenemos que ver, publicado en Las Estaciones Aéreas
(1999).
7
Antonia Torres se referirá en la introducción de las Obras Completas (2013) de Jorge Torres de manera
sutil a la intertextualidad que se evidencia entre los textos de padre e hija.
8
Jorge Torres publica dos cassettes, En Nosotros (1993) y En Tinta Roja (1998), el primero una
compilación de boleros y el segundo dedicado al tango.
47
comprendidos en otros lugares, es por ello que la relación con la naturaleza no es
contradictoria con un quehacer modernizante, sino que confluyen en esta cultura particular.
9
Recordar la resistencia de algunos autores a dar paso a la modernidad, apegándose a lo anterior. Remitirse
al capítulo 3, página 38-40.
48
admiración de la naturaleza y a la necesidad de guardar algo de esto para el futuro. Esa
sensación de que no podemos abandonar por completo estos rasgos particulares.
Con estos versos tal vez queda demostrado que entre los poetas que se resisten al
paso de la tradición a la modernidad esté el valdiviano Jorge Torres. Pero asume la
responsabilidad de hacerse cargo de esta memoria, siendo él parte de “los más precavidos”
en guardar algo de lo que hoy tenemos, sin dejar ir por completo lo anterior, aunque
seamos la “nueva Pompeya” como dice entre sus versos, si lo abandonamos todo, sin
resguardo de nada, nos expondremos a la nostalgia y la muerte. Pero además de la
nostalgia, sentimiento necesario que se reitera en el poemario de Jorge Torres, aparecen
versos con cierta forma narrativa en que se personifica a quienes ya no están. En el poema
Espectro —título muy definitorio, por cierto— se hace evidente este traspaso de lo anterior
a lo nuevo, de la tradición a la modernidad. “Aquí hay muertos que caminan” dice el
hablante lírico, y será que estos muertos, estos espectros son nuestros ancestros a quienes
debemos lo que somos, y son aquellos que, así como el bosque y la naturaleza, no debemos
dejar en el olvido.
Como sureño, leo estos versos y me siento parte de ellos, y es que no dejo de ver
caminar a los muertos que
49
con el futuro. Así estos espectros se acercan a los niños y se hacen notar. Hay una
dicotomía, pues se hacen presentes: “A veces dan golpes a las puertas / asustando a
tranquilos moradores / mas, / luego tuercen el rostro de vergüenza”, pero una vez que
reconocemos su existencia se quedan sin más, con vergüenza.
Podríamos catalogar este poema como una elegía hacia el pasado y el recuerdo de
los muertos. Podríamos encasillar estos versos como un ejercicio necesario de permanencia
del pasado. Aquí se expresa la necesidad de que no se acabe la memoria, dice Torres: “No
estorban. / No molestan. / Sólo piden / les dejen transitar en paz”. Entonces, se expresa en
este poema la convivencia de los recuerdos, de los fantasmas del pasado, que se acercan al
presente y al futuro, representado en los niños mencionados en el poema.
Serán estos mismos fantasmas que se reiteran nuevamente en el poema Los viajes,
que se inicia con el verso “atrás sólo polvo”, que podríamos entender de manera peyorativa
con el pasado. Sin embargo, al referirse a la “ciudad sin sentido”, el verso inicial cobraría
razón diferente, y es que, en la lógica de la tradición y la modernidad ¿cómo podría haber
sentido, si solo reconocemos polvo en el pasado? Este poema, que Torres dedica a su hija,
nos sitúa en dictadura —el mal llamado Gobierno Militar—, momento de conflicto, de
tensión social, lo que explica que aparezcan versos como: “insultando peatones”,
“eludiendo policías”, pues por aquella época la forma de construir nuestra cultura fue
puesta en duda. Como señalábamos en el segundo capítulo de esta investigación, muchos
artistas fueron silenciados de manera voluntaria u obligatoria, siendo exonerados,
exiliados, encarcelados, muertos.
Parece ser un ejercicio poco fructífero en aquel momento, pues con la sutileza que
describe Torres uno de los momentos más tensos de la historia de nuestro país, pareciera
50
ser que la búsqueda del tiempo pretérito es una empresa sin destino, pues la metáfora de la
bicicleta sin ruedas ni pedales difícilmente podría llegar lejos. Se plantea la búsqueda del
pasado, sin un destino ni un modo de alcanzar su fin.
Por otra parte, se reiterará la idea del retorno al pasado, y he llegado a pensar en el
acto poético de criar un hijo como el mecanismo más claro que utiliza torres para hacer
llegar la tradición, la memoria y la historia a los años venideros. Esto porque así como ya
he mencionado algunas dedicatorias, como pistas que nos deja el poeta, el texto Promesas,
escrito a Antonia, su hija, se plantea la necesidad de retomar el pasado. Ya lo hacía
evidente, de cierta forma, al citarlo como epígrafe del tercer capítulo de esta investigación:
es necesario escarbar en lo que dijeron otros, para así comprender lo que somos.
Deja ver entre sus versos ciertas indicaciones de cómo deberíamos llegar a la
historia. En este esfuerzo por traspasar aquello que sabe, el poeta se esmera por contar a su
hija de tal manera que ella lo comprenda y lo resguarde. “Con cautela y entrelíneas” parece
ser el verso más apropiado para referirnos a la memoria, pues la historia no solo la escriben
los que ganan, sino que podríamos encontrar cientos de respuestas acertadas según cuál sea
nuestra búsqueda.
10
Recordar la calidad de exonerado político de Jorge Torres, cuando debió abandonar su trabajo por su
militancia en el partido socialista.
51
Modernidad, pues aquí no se bosqueja la forma de nuestra arquitectura, no se da cuenta de
la manera en que se levantan los muros en la ciudad, como señalábamos en el capítulo
anterior, en palabras de Edward Rojo, sino que es aquella muralla un testigo más de lo que
aquí pasa. El poeta ubica cerca de esta muralla a todos quienes aquí transitan, se convierte
en símbolo de permanencia y de separación de mundos y tiempos, mientras “ella
permanece impertérrita”.
4.3. Globalización
No pretendo poner el parche antes de la herida, pero es, sin duda, complejo
referirse a las relaciones de intertextualidad en la poesía de Torres 11, pues sus referentes
dan cuenta de un autor lo suficientemente letrado como para referirse a diversas culturas, y
autores de lugares lejanos. Es por ello que digo que podría nacer desde aquí una
11
El mejor ejemplo de intertextualidad en la poesía de Jorge Torres es la publicación de sus Poemas
Encontrados y Otros Pre-Textos (1980-1990), donde el autor ofrece la palabra a otros, recopilando recortes,
fotos y citas de textos. Ejercicio que según Yanko González habría, además, copiado al poeta argentino
Esteban Peicovich, llegando incluso a plagiar algunos poemas del libro Poemas Plagiados, del mismo autor.
52
investigación que indague los aspectos más importantes de aquella literatura citada por el
valdiviano, aquellos referentes que dan vida a su poesía, de manera más certera que este
acercamiento poco pretencioso.
Es interesante regresar al texto que se cita a modo de prólogo, este fragmento del
Libro del Desasosiego12, texto escrito a principio del siglo XX, de Bernardo Soares, uno de
los heterónimos del poeta portugués Fernando Pessoa, y que el mismo Torres incluye con
el nombre del autor. Este texto en prosa, que a modo de manifiesto expresa visiones de la
vida y los quehaceres literarios, abre el trabajo de Torres. Pero además se acompaña de un
breve fragmento del peruano Cesar Vallejo13, que introduce de manera sutil la nostalgia, la
idea de la vida como tránsito hacia la muerte y el olvido.
En este afán intercultural aparece una sección de poemas de Torres, titulados Vox
Populi, Silentium, Caecus, Cautus, Pittacium, introduciendo el latín entre sus versos. Si
bien, la traducción no restaría significado en relación al objeto lírico de cada poema,
podríamos asumir este uso de la lengua no como un diálogo intertextual, sino que
retornando a la lengua materna primera, un intento por volver a un origen aún más lejano,
retornando a la noción de Tradición y modernidad, en búsqueda de un inicio, pero que esta
vez se aleja hasta el principio de nuestro lenguaje.
12
Escrito entre 1913 y 1935, pero publicado por primera vez en 1982.
13
Fragmento del poema Y si después de tantas palabras.
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funcionamiento a modo de metatexto da cuenta de una poesía sencilla, cercana a la voz
teilleriana, bajando la poesía del olimpo como decía Parra. Al citar a Po-Chu-I, es posible
que nos refiramos a esta poesía al alcance de todos, pues como se cuenta, el poeta chino
leía sus poemas a campesinos sin educación para comprobar que se entendiera lo que
decía. Aunque lo plantea de manera bastante irónica, al indicar Torres a sus animales como
evaluadores de su poesía, esta idea está siempre presente en sus versos. A pesar de su
trabajo intertextual con referentes quizás complejos de rastrear y comprender, la voz
cotidiana se hace presente, siempre están en su poesía las palabras en desuso.
Lo lárico no solo se ve reflejado entre sus versos, sino que también en los
referentes que utiliza, así el epígrafe que inicia el poema Reivindicación de la Protesta,
dice: “Jamás vi que algún infame / sufriera de insomnio”, y pertenece a Sergei Esenin,
autor ruso, de principios del siglo XX, que fue traducido por Gabriel Barra y Jorge Teillier.
Finalmente, guardo especial aprecio por la presencia de John Wayne entre los
versos de Torres, quien lo incluye en el poema Matiné, con claras referencias al cine de
este famoso actor estadounidense, capaz de traspasar fronteras y generaciones, tal como los
versos de un buen poeta que sabe reconocer la riqueza del mundo y expresarla en la
palabra.
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5. Conclusión
Ya estás ebrio
amigo mío.
Yo también.
De eso no te quepa
la menor duda.
Hemos cumplido lo que nos prometimos.
Si bien los Poemas Encontrados y Otros Pre-Textos y los Poemas Renales dan
cuenta de un trabajo aún más acabado, un ejercicio poético aún más maduro, eso queda
dicho por la crítica que puso su atención en aquellos textos desde que fueron publicados.
Sin embargo, a través de este retorno al inicio pongo en evidencia el comienzo de un
trabajo literario, donde se demuestra que existe la apropiación del espacio, la apropiación
de la palabra.
A partir de aquí espero dejar la puerta abierta, y las hojas sueltas, para que lleguen
otros que, con mayor experticia o ideas más claras, puedan seguir leyendo la poesía de
Jorge Torres Ulloa, sin el prejuicio de ser autor poco conocido, sin la tonta idea de que al
no aparece antologado en algún trabajo sobre poesía chilena no merezca de nuestra
atención. Él, como muchos otros, da vida a nuestra cultura y conserva aquello que
olvidamos.
Si bien, los textos de Jorge Torres pueden servir como ejemplos para procesos
cognitivos iniciales, como reconocer o identificar algunos aspectos en relación a la
estructura del texto poético o la presencia de figuras retóricas —a partir de 7° básico en
adelante— (MINEDUC, 2014), es en el programa de 3° y 4° medio de Literatura e
Identidad, donde se ajustaría de mejor manera la presente investigación. En el marco de
este curso nos ajustamos a los objetivos fundamentales 1 y 3: “Apreciar la significación e
importancia del tema de la identidad en algunos de sus aspectos y manifestaciones
literarias” y “Valorar la literatura como medio de expresión y de conocimiento de los
56
procesos y problemas de constitución y afirmación de las identidades personales, culturales
e históricas” (MINEDUC, 2012).
57
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61
7. Anexos
62
Textos poéticos en Graves, Leves y Fuera de Peligro, por Jorge Torres Ulloa
ESPECTROS
63
vigía y guardia de un sitio vacuo,
debe tener pactos con la lluvia,
siempre tan aséptica, tan blanca
pues ni el orín humano ni perruno
han logrado macular;
con esas púas amenazantes
los filosos vidrios de su cima
para que nadie la atraviese
Pero anoche
mano y brocha anónima
ha escrito un descomunal
NO
MATINE
64
PROMESA
65
APOSTARIA MI CABEZA
Po - Chu -I
poeta de la antigua China,
leía sus versos
a campesinos ignorantes
para comprobar si le entendían
(según rezan remotas crónicas).
Yo se los leo a mi perro,
a mis gatos,
a mis gallinas,
Y ME ENTIENDEN.
APOSTARIA MI CABEZA
A QUE ME ENTIENDEN.
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PROFECÍA
La ciudad desaparecerá.
Esta vez no será el cataclismo,
ni el incendio
ni el desborde de sus ríos.
Será la lluvia.
La lluvia diluirá su historia
convirtiéndola en la nueva Pompeya
y sus habitantes nos iremos
mis al norte
o mis al sur
más lejos siempre.
Algo sí
ocurriría con certeza:
los mis precavidos
nos llevaremos
un poco de sus ríos
un poco de sus árboles
un poco de su barro
un poco de su niebla
en los bolsillos
aun cuando
en el éxodo,
inexorablemente todos
nos iremos muriendo
de nostalgia.
FIN DE FIESTA
Día domingo.
Ciudad barrida hacia adentro.
La viuda abre el lecho y acepta
gozosa la simiente del amante.
Sonríe en la tumba el esposo.
El día ha cambiado de nombre.
67
ESBOZO DE LA PLAZA DE VALDIVIA, TAMBIEN
LLAMADA DE LA REPÚBLICA, CON EL POETA POSADO
EN UN ESCAÑO
LOS VIAJES
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VOX POPULLI
Comparto
un vino tristísimo
con amigos
que saben
que lo nuestro
es una ficción
SILENTIUM
Se acerca el verano.
Se secan las charcas.
Se callan las ranas.
Sólo yo sigo croando
mi nostalgia.
CAECUS
Esa mano
que toma tu mano
en esta antigua foto,
no es la mía,
como se podría asegurar.
Convengamos
que es la de un ciego
con su lazarillo.
CAUTUS
Tengo la certeza
de que la historia
será extremadamente benigna
contigo.
Por eso
todo este aspaviento
por desmejorar tu imagen.
69
PITTACIUM
Pedazo a Pedazo
como un puzzle
busco letras coincidentes
de esa carta
que rompí
cuando te fuiste.
70