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EL PSICOANALISIS

Rank fue internado para extraerle un cálculo renal. Se repuso algunos 4


días después, pero tuvieron que volver a internarlo el 28 de octubre,
a raíz de un dolor de garganta y fiebre alta. Murió el lunes 31, un mes Sándor Ferenczi
después de Freud. "La última palabra que se le escuchó pronunciar fue
ko1nisch [cómico, raro, extraño]." 19 ·
La tarea más importante de la terapia psicoanalítica
Lo komisch de una familia que quería hacer un cerrajero de un mucha-
cho que tenía el alma de un artista. De un Freud que se felicitó de no tener
nada que reprocharse en todo lo que le había sucedid? a R~nk. De .una
mujer que, en vez de responder a su esperanza, prefin~ un calculo -Irre-
prochable, doy fe- de sus intereses profesionales y af~wvos. Su; hablar de La vida y la obra de Otto Rank tienen un carácter conmovedor por-
una muerte que lo golpeó en el momento en que la vida lo destmaba a un que plantean este interrogante: ¿es posible que un sujeto se encuentre, sin
nuevo amor, cuando el cadáver de Freud todavía estaba caliente. saberlo, en la posición de analizante? Y más precisamente, ¿es posible que
haga así de su propia muerte un acto que insiste, que repite su mensaje no
reconocido? En El trauma del nacimiento Rank afirma que, sin el padre
como agente de la amenaza de castración, para el hombre sería imposible
cualquier acceso a la mujer e incluso a la vida. Consecuentemente, el he-
cho de que su muerte se haya producido apenas algunas semanas después
de la de Freud, en momentos en que contemplaba la posibilidad de dejar
la costa Este de los Estados Unidos para vivir con su nueva mujer a orillas
del océano Pacífico, suena como una prueba. Del tipo de la que un cami-
nante propone para probar el movimiento.
Un acting out de ese orden nos recuerda que Freud no solo descubrió
el inconsciente. No solo mostró que los sueños, los síntomas y los actos
fallidos, existentes desde la noche de los tiempos, encubrían pensamien-
tos. Ni que estos lograban hacerse oír mediante procesos que él calificó
de "primarios", para diferenciarlos de los de la lógica. Al hacer suya la
"cura por la palabra" inaugurada por esa histérica genial que era Anna
0., Freud también hizo cobrar existencia a una nueva entidad: la que
denominamos, con Lacan, el "verdadero sujeto" o el "sujeto absoluto".
Este sujeto es bastante problemático, sin duda, por ser rebelde a toda
objetivación. Por ser inherente a una significatividad que, por cierto, tiene
su propio movimiento y su propia dirección (que tratamos de discernir
cuando planteamos la cuestión del fin del análisis), pero que desafía el
control del yo y la intencionalidad de su discurso. Ni siquiera sabemos
si es el soporte de significatividad inconsciente o esta lo soporta, o si de-
bemos más bien concebirlo, con Lacan, como lo no realizado, destinado
a advenir conforme a la máxima freudiana Wo Es wm; sol! Ich werden.
Pero, suceda lo que sucediere con nuestros esfuerzos por teorizado co-
rrectamente, hoy no puede hacerse como si ese sujeto no existiera, porque
el psicoanálisis mismo existe. Y al mostrarnos hasta qué punto la reali-
19 E. J. Lieberman, La Volonté en acte ... , op. cit., p. 456. zación de un "verdadero sujeto" depende del reconocimiento de quien
EL J.!OVIMIENTO Fl!EUDMNO

EL PSICOANALISIS
el c.arácter
enttdad así tan constitutivo como confl·tcttvo
denominada. . de nuestra relación con la
ocupa, para él, el lugar del Otro, el ejemplo de Rank nos permite además
apreciar la magnitud de la responsabilidad del analista. Ferenczi notó la tendencia de Freud a .
de Edipo es una enfermedad inf ·¡ constderar que "la enfermedad
Con su distinción entre la verdad del saber y la de la experiencia vivi- ci' 1 ann como el saram · • " • E
on ta vez no haga justicia al p ' . p10n . sta observa-
da, Rank y Ferenczi fueron los primeros analistas en abordar ese sujeto eha, e¡ arttculo
· de este "El sep ensamtento
lt . d del maestro, pero, por desdi-
absoluto. Lo cual no tiene nada de sorprendente, si se piensa que Ferenczi desmiente. No era fácii en con~e amte~to el complejo de Edipo", no la
fue, con Rank, el único analista que compartió la posición de analizante a Ferenczi. Por un Jad~ podí ~uendctda, el problema que se le planteaba
frente al padre del psicoanálisis. Un aspecto que, por lo demás, varios • · recapitulaba' la fil a sm
ontogenests , .u a apoyarse en 1a 1"dea de que la
historiadores reconocen cuando hablan con naturalidad de la "transfe- r
de un fundamento situado má~~~~e~s do~ar de. tal modo a la pulsión
rencia" de Ferenczi hacia Freud. Y de hecho, vamos a ver que, aun cuando otro, ¿cómo atribuir a la naturaleza te ~ ex~stencm i~dividual. Pero, por
Ferenczi finalmente se haya situado, respecto a Rank, del lado de Freud y recuperación de un estado antert·or~ ·lien den.ctals regrestvas apuntadas a la
los otros miembros del comité secreto, su contribución al psicoanálisis no La solucton · • de Ferenczi consistió · (.d en "fina a natu ra 1eza una memoria?
fue menor que la de aquel, ni menos trágico su destino. co~y situar lo psíquico en lo b" 1_e~ t en~t car lo pulsional con lo psíqui-
Sándor Ferenczi era un hombre que no vacilaba en \levar hasta sus .. to ogtco mtsmo As'1 0 d' d"
de 1a pu1ston genital en la tende . . d. .d · • P ta tscernir la raíz
consecuencias más extremas cualquier idea que conquistara su convicción. del estado fetal. E incluso ver en ~~~~ _m tVl ual a recuperar la seguridad
Un ejemplo impresionante de ello es su teoría de la genitalidad, tal como empuja a todos los seres vivos a supcton ~n el!a la tendencia universal que
la formula en Thalassa. No hay casi dudas de que advirtió muy tempra· por la catástrofe del desecamiento deralr ?se ectos traumáticos inducidos
namente la novedad introducida por el concepto freudiano de pulsión. Preci e a tterra.
Este concepto, presuntamente biológico, designa en realidad un tipo de samente para evitar una hi óte i .
con suponer una "falta bás· , PI s_s seme¡ante Balint se conformó
necesidad que se distingue de cualquier necesidad natural por su indiferen- mar e tea en a ratz de toda
. tgna. on ello tenía en mente toda f l
. ., b
repettcton, enigna o
cto una relación idealmente tranq T : ta capaz de ~oner en tela de jui-
cia al objeto. Contrariamente a la periodicidad de la necesidad natural, la
constancia de la pulsión traduce la búsqueda incesante de una satisfacción
a la que uingúu objeto apropiado responde: esto es, ningún objeto capaz
par~ la distinción tajante entre ~t ~:.et~ra, slm '?nfltcto, en la que desa-
una .idea de esa falta y de esa rel . . 1 . Y e ob¡eto. Podemos hacemos
tomar problemática nuestra rela~~~~n ~~ pe~~am?s en todo lo que puede
de desencadenar una acción específica que condicione dicha satisfacción.
Frente a la ausencia de tal objeto, que se sustrae tanto a la intencio-
nalidad como a la denominación, no queda sino atribuir un carácter pri- ~con el aire que respiramos, a la ve~ e~v~ mano ta? poco problemáti-
nor de nuestros pulmones. Pero en l. d d trua extertor y sustancia inte-
mario a la satisfacción cuya búsqueda constituye la energía de la pulsión. clcl carácter originario de la falt' 1 rea t, a d' aunque se aproxime a la idea
En otras palabras, no queda sino asociar tal satisfacción primaria a una medida la audacta . de Thalassa a,p a teona e Balint no aprecta . en toda su
experiencia que forma parte de un pasado perimido. En lugar de una bús· dad aquí es que Ferenczi fue el . _uesto qu~ lo que debemos ver con clari-
queda en el sentido común y corriente, que apunta a un objeto situado·en la imposibilidad de una deduc~~:~: ~~a!tst~en reconocer expresamente
10 0 1
el futuro, nos enfrentamos aquí, por tanto, a una búsqueda cuyo objeto
actúa desde el pasado. Toda pulsión es, en efecto, una regresión, fundada
Según la historia oficial del psic 1
? .'~ ~la pulsión genital.
. era ante todo un médico y: oana tsts, echa para uso de la IPA
en la reminiscencia de una primera satisfacción. Y su actividad, indefini· sanandi. Pero esta versión es d'. co~obltalp, estaba obsesionado por el
damente repetitiva, traduce un vano intento: el de asimilar el efecto ttau· llll!~tiinidlad que su tdentidad
· profesional . . l sostenerse con mayor
tscutt e. uede
mático resultante de \o que nos separa de manera definitiva de ese tipo de La prueba está en que una ve . ongmad no tenía nada de irre-
satisfacción primaria.freudiana de \a pulsión es indiscutiblemente esclare· JIIIi:Ul:trirni·íentos freudianos, Ferenczi
' z mternaa oelJen E
renunció los · d
Esta concepción a. n cammos
una carta ea los
un
cedora, pero hasta cierto punto. De hecho, así como se aplica a las claras
a las fases pregenitales del desarrollo de la libido, pierde toda validez
en el plano del deseo genital. Y aquí es importante retomar el término orrortu, 1997].
l
~~or..Fer~nczi,Journa/ clinique: janvier·o t b
. : • esp.: Sin simpatfa no hay curación- ~· r~ 191~2? París: Payot, 1986 p. 254
. e tDTIO e mtco de 1932, Bueno~ Aires:
"deseo" . No solo porque permitió a Lacan aligerar un tanto los lazos
' t.. :~•~~:~ ,.;..," r..,.mhiPn noroue nos hace rec:or,dar
U A!OVIMIENro FREUDIANO

u nrcoANAUSIS
psicoanálisis, ¿cuál es el resorte de su poder? Si la cuestión se planteaba
do la costumbre de no responder a l~s ataques de la manera más candente era, justamente, porque el psicoanálisis era la
amigo confiesa haber toma l . análisis "el único oficto que co·
ue los no iniciados lanzan contra e pstco al'tsta ~o tenía para él en modo única disciplina que desmentía la máxima de que "saber es poder". De he-
q cho, una simple mirada, tanto sobre las sociedades de analistas como sobre
nozco un tanto , .1 p or otra parte' ser un an , dico como lo testtmonta . · su
. . .fi ación que ser un me ' f " sus resultados, mostraba que el psicoanálisis no curaba más a los propios
alguno la mtsma stgm e ., stt'o' n del "análisis pro ano ' a
. onceston en 1a cue l d' psicoanalistas de lo que curaba a sus pacientes. Entonces, empujado por su
rechazo de cualquter e . • podía hacer fracasar a gran to·
sar de saber muy bien que esa cuesttol_n . , La firmeza de Ferenczi al maximalismo intelectual, Ferenczi hizo la pregunta fatal para el narcisismo
pe . d · ternacíona tzacton. de los psicoanalistas: ¿qué justifica la diferencia sobre la cual se basa la
sa empresa freud tana e tn 1' bastante facilidad de su muerte.
ones se conso o con ·· s la distribución de la situación psicoanalítica entre psicoanalista y paciente?
respecto era tal que J • as del telegrama que envió a Etttngon tra Su experimentación incesante en el dominio de la práctica psicoa·
Estas son algunas de las hne d 1933· "El único consuelo es una amar·
muerte de aquel, el 29 de mayo e . ·. to que amenace con provocar nalítica estaba destinada a responder a esas cuestiones y evaluar sus
hay un acontectmten b implicaciones. Nadie estaba más lejos que él del espíritu urgido del "via-
ga verda d'que ya n0 . . . to internacional" .l En pocas pa1a ras, jante de comercio". Fue incluso el primer analista en conducir análisis
un estallido en el pro.p to :~~~~~:rado de un obstáculo fastidioso. de varios años de duración. Así, en la medida en que tenia una relación
la muerte de Ferenczt lo. a t , trastaba pues claramente con .la
La posición del anahsta hungaro c?n alquier precio la internacto· con el tiempo, su interrogante se modulaba de otra manera. Y pasaba
ll a cu. duda la prueba ·trrefutable
· • resuelto a consegutr a ser: una vez que la neurosis a secas ha cedido su lugar a la neurosis
del maestro vtenes, ,
. 'ento Veta en e o, sm ' T . de transferencia, ¿cómo hacer para que el psicoanálisis no se convierta,
nalización de su movtmt . h'b' t da reducción del psicoana tsts a una
según las palabras lapidarias de Karl Kraus, en la enfermedad misma de
de una universalidad que pro ta ~ 1
aración de los norteamericanos,
"ciencia judía". Frente a la amenaza e sepl . • con la definición misma la que pretende curar al paciente? En otras palabras, ¿cómo evitar que
. · 1 a ceder en re acton b el análisis se transforme en hábito, en virtud del amor de transferencia?
además, Freud llego ·~:uso . bargo había dedicado una o ra
• . · tlOn a la que stn em En síntesis: ¿tiene el análisis un fin? Y si lo tiene, ¿cuál es? Tal como
del psicoana1tsts, cues . ' . te las razones que acen ·un·
• h
E \ e exphca prectsamen , . · · resultaron las cosas, sus experiencias no fueron concluyentes. Pero el
fundamenta1.4 n a qu . . . ' bdivisión de la medicma, o asum·
osible asimilar el psicoanahstsfa una dsu . c·tcio de esta. Una solución de psicoanálisis, pese a todo, le debe mucho, porque fue, junto con Freud
P • · cierta orma e eJer dar el único analista en darnos de sus prácticas experimentales descripcio~
lar siquiera su practica a d . nte "sacrificio"' para recor
compromiso alcanzada a\ precio . e ~eme):e un regusto de derrota contun~ nes lo bastante detalladas, y lo bastante argumentadas, para permitirnos
la palabra utilizada por Bleuler, de)a stemp Freud haya concebido respecto comprender por qué no fueron concluyentes.
dente. No es de s?rprender, po.r tanto; ~~mo, al decir de Helene Deutseh, Con el paso de los años, y sobre todo después de su casamiento en
de los norteamencanos un odb•? tdena ' odt'o no escapó además a la trans·
1919, Ferenczi concentró cada vez más sus actividades científicas en la
' ct tur 10 e ese d' · cuestión de la técnica psicoanalítica, que es de hecho la de la eficacia mis-
sabía tenerlos. E\ cara er . fiere varias veces a él en su tano.
ferencia negativa de Ferenczt, que se re 'd en analista Ferenczi no tardó ma del psicoanálisis. Por eso es lícito plantear la hipótesis de un vínculo
. entre la orientación creciente de sus investigaciones y el fracaso de su pro-
Comoqmera que sea ' apenas . . d o. ·qué es lo que califica como
. convertt
. ogante mas mcomo o. ~ • . al pio análisis con Freud. Ese fracaso es innegable y su alcance mucho más
en plantear el mterr 'b e cierto poder terapeunco .
tal a un analista? y puesto que se atrt uy grande por la imposibilidad de atribuirlo simplemente a un conocimiento
insuficiente del análisis por pane de Freud. Comenzaremos pues por exa-
. qu't e'veille" en CEuvres comptefn, minar con mayor detenimiento sus razones. En efecto, aunque Ferenczi
. . · dort sctence ' d "C'encia
1
~!i.d~rp~~Í~~~¡;~~~~~c;i~~~-;~6,,P;~s(fb~~t~~!,~~;,~~~:~l~t~: 19els§:~ 92~: F distara de ser un fanático de la verdad, aunque fuera uno de los primeros
analistas en reconocer que la mentira revela tanto mejor la verdad por el
ue duerme, clencta que espterta 'e 981} ..
':oanálisis m, Madrid: ~pasa-Cnlp~,plaladí~ et grand viúr secret, París: ÉdtUODS hecho de querer ocultarla, es muy probable que el fracaso de su análisis
Citado en Pierre Sabourm, FerctJCZI, con lireud haya avivado su ideal de sinceridad y franqueza psicoanalíti-
universitaires, 1985, p. 207: d l'analyse profane, París: Gallima.r.d, 2003,.c:ol. Cis. Ese examen nos permitirá poner de relieve los prejuicios acerca del
~ Sigmund freud, La QuestJOnp ed los legos ejercer el análisis? Dtalogos con"" edipo y su lugar en la vida psíquica, de los que Ferenczi siempre fue rehén.
"Folio bilingue"ltr a~tP·l ¿2;e
juez ímparcral, en 0
• vo · '
0;~cit., pp. 165-242].
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EL fSICOANAUSIS

E.L .\10\'IMifNTO FI!E.UD


Mucho antes de tenderse por primera vez en el diván de Freud, en Lue IANO
1914, Ferenczi ya había adoptado la posición de analizante frente a su " g~, en respuesta a otra cana de F
maestro. Y para convencerse de ello basta con leer la corresponden- quend_o hijo", Ferenczi escribe el 3 ¡eud~ ~n la que vuelve a llamarlo
cuyo pnmer párrafo es el si·g . , e Icrembre de 1911 una m· .
cia entre ambos, muy particularmente después del retorno del viaje de UJente: • JSiva
1909 a los Estados Unidos. De todos modos, su transferencia no era
solo un amor transferencia}, que signa el cierre del inconsciente. Varios Querido señor profesor:
testimonios coincidentes nos muestran incluso que, para Ferenczi, ha- No tengo aún derecho alguno a d 1
cer un análisis con Freud representaba la mejor, si no la única manera gente que rengo de hablarle de . ec ararme mayor; la necesidad ur-
de llegar a ser analista. Por consiguiente, su trabajo transferencia\ se dudable de mi posición infantil ~: ~sumos personales es un signo in~
puso en marcha de una manera notable, a la que su venerado interlo- ~nas ~alabeas, en las que exp~esab astado con que usted me enviase
cutor, polo de esa transferencia, permaneció absolutamente desatento. srtuactón, para que me sea preciso a s~ coimprensión por mi difícil
contarse o todo.
Como prueba, citemos algunas \íneas de su cana a Freud del 26 de
Y Ferenczi se explaya f¡ •
octubre de 1909: "En lo personal, me encontré bien (psíquicamente) en que ha tom d ? ~ .ecttvamente, sobre ese tod Q
hasta estos últimos días, a tal punto que me fue posible estar a menudo Pálos (J - a o en analtsrs a una tal El ma h..1 d o. ue se resume
con la señora !solde (la llamaré así, como se la nombraba en uno de
mis sueños)".
s.~~~~:~d~d~~aa ~~e~:~~~ F~eud y'su ~:~fli:~ ;:~;:·t:~~e~l:
que él h: a
c?.ntrarransferencia, sin poder apa;encia de su pacrente por un amor de
Si es cierto que una metáfora del sueño, sobre todo cuando conlleva
cJo.n. e~ure esas dos mujeres va a con::s~, empero, de su madre. La oscifa-
una pizca de ironía, exige, no diré una interpretación sino una respuesta,
por parte de Freud lo mínimo habría sido preguntar al interesado quién
~nalts~ de Ferenczi, y constituirá el s· ltlrse en lo sucesivo en el centro del
era el rey en ese asunto. Pero hay que creer que, en momentos en que es- e s~ VIda. Su incapacidad aparente ;~tom; q.ue este tendrá hasta el final
~ e s~s canas, él mismo pudo com ra e egir entre ellas era tal que, en
taba apasionadamente suspendido del fantasma de un príncipe heredero
que asegurara la perennidad de su obra, la idea de un hijo asesino era más mur;:s ¡ugaba~~ como se juega al fút},~~arse a una pelota con la cual esas
tntervencton masiva del d .
historiador. En él no hab~:e~ad; Fr.e_ud en este amorío no escapó a
tolerable para Freud que la de un hijo renegado.
Dejado sin respuesta a su mensaje, a Ferenczi no le quedaba pues otra
"t.SlÚ!.
a ~",?ra G., su adepta. y fue el ro e~ acJon algu~a: prefería claramente
cosa que conformarse con la reivindicación de una franqueza mutua, to-
tal, tanto respecto a la "señora G." (otra Yocasta a la que pronto vamos a : J:i'o a ~asarse con ella, ponien~o c~:~re~d quien empujó a su "queri-
erenczJ, ya que, como era ocho - a as esperanzas de paternidad
conocer) como respecto a Freud. Pero este declinó la idea de repetir con
Ferenczi su experiencia con Fliess, aunque fuera invirtiendo la posición en pasad~ la edad de la maternidad F:~~~ ma~or que él, la señora G. había
que en su época había puesto a este último. Por lo tanto, la única puerta raa;:;tdad qu:lmer~cia considera~ión era ~:h;;~ba ~in duda qu_e la única
que quedaba abierta para Ferenczi era la de su independencia. Cosa que he ~suya, a hiJa de todas fsusJ i . a.~ ra. y en pnmer lu ar
rencta a su querido h.·,·o E e nquJetudes , que deseaba d . g
él no deja de mencionar con elocuencia, sobre todo en su carta del 14 de . n etecto F d · eJar en
como ~~-colaborador tanto más cod reu Siempre consideró a Ferenczi
¡rus•on apostólica en nombre de ~abl~ cuanto que se había asignado
noviembre de 1911, donde describe sus tentativas fallidas de independi-
zarse, tanto de Freud como de la "señora G.". A lo cual Freud responde
u;'a
con una carta, fechada el17 del mismo mes, en la que lo llama "querido
r9o, a posdata agregada por Ferenczi ~ o ra. Es lo que indica, por ejem-
hijo" y le recomienda, en suma, permanecer donde sus complejos lo han L_:~,Jjdonde describe sus veleidades d s~ ~ana del14 de noviembre de
... 5'11 ~ta de asociaciones que se me e ~n e~endencia: "Hoy hice una
puesto: "El hombre no debe querer exterminar sus complejos sino poner· esta: ;Stgo siendo 'h¡'J·o· t l" .•ocurnan frbremente· la más b IJ
se de acuerdo con ellos: son los directores de orquesta calificados de su e d , engo re tgtOn!". ' e a era
comportamiento en el mundo". A su turno, Ferenczi responde mediante . uan o Freud aceptó su dem d
1111 duda a.yudarlo a "adaptarse a a~sa de an~lis~s en 1914, esperaba
una carta que es una obra maestra del equívoco, porque en eiJa reduce
su deseo de independencia a una reivindicación igualitaria de franqueza
ele F.erenczt un_ colaborador decidido compl~Jos ' con el fin de hacer
Abraham, SI no Ja temt"bl ti . ' que tuviera Ja normalidad s 'J"d
total, una reivindicación antes mencionada y reconocida como un errot e e cacia de 1 p oI a
que merecen señalarse en relac·, ones. ero hay a fa sazón dos
ton con ese análisis.
EL PSICOANAUSIS EL AIOVI/'.1/f.NTO FREUDIANO

El primero es que la cuestión ~e la elección ent~e las dos m..ujeres tom?, ~e la enunciaci~n, la figura a partir de la cual el sujeto del enunciado se
de entrada para Ferenczi el senttdo de saber a cual deseaba realme~te mcluye en el umversal de los hombres sometidos a dicha función
(así se expresa en la carta del 10 de iuli~ de 1916) .Y cuál era el obJeto P.odría apostarse en grande que Lacan era un buen lector de Ferenczi
de una elección neurótica e incluso infantil. Ahora bten, su problema era anahzante de Freud, al menos tanto como de este mismo. Podría además
muy distinto. Consistía antes bien en que no podía decidi~se a. escoger a describirse un análisis hecho en la huella de las ideas generale; lacania~
una sin renunciar al mismo tiempo a otra; en consecuencta, sm aceptar! nas .como una demolición de todas las imágenes en las que el sujeto se
en ambos casos, cierto "sacrificio". En síntesis, lo que ~echazaba -y aqm equ1voca de padre, para desembarazarse de todo salvo la sola acción de
tocamos el núcleo de la recuperación lacaniana del edtpo- era q~e se le s~ no~bre. Pero se entiende entonces que el análisis de Ferenczi no po-
negara un goce: los quería todos. Ahí estaba el goce que subyacta a su dla mas que desembocar en una transferencia negativa. En efecto ·cómo
síntoma. Tengo por prueba de ello el siguiente pasaje de la carta a la que habría podido Freud pensar en aliviarlo de su deseo de padre, cu;ndo ese
acabo de aludir: deseo se topaba con el suyo? De hecho, el 4 de agosto de 1932 Ferenczi
escribe en su diario una nota donde afirma que "contra rodas las reglas
En el plano de la teoría es muy interesante conocer p~r qué el.paciente ~~a~lecidas por é_l mismo, [F~eudJ ha adoptado al doctor E casi como un
en análisis no puede no estar agradecido con su medtco. Es cterto que hlJ? ·Y es ademas .en esa mtsma entrada, unas líneas más abajo, donde
el médico le ha "devuelto la salud"; en otras palabras, le ha enseñado a atr~buye a Freud la 1dea, a la que ya he aludido, de que "la enfermedad de
hacer frente a las exigencias reales de la vida. Pero le ha quitado el goce Edtpo es una enfermedad infantil, como el sarampión".
que, en el inconsciente, acompañaba todos sus síntomas, por desagra- Este enunciado nos acerca íntimamente al segundo punto que se des-
dables y hasta mortales que fueran. [Las bastardillas son del autor.] prende del análisis de Ferenczi con Freud.
En efecto, ~in ser falso,,~~ enunc!ado polémico de Ferenczi deja no
Los de Ferenczi eran efectivamente mortales. Puesto que, sin duda, .s~ o?stante espac1o para la crmca. Es c1erto que Freud escribió un artículo
oscilación perpetua entre la madre y la hija lo liberó de sus responsabth- celeb~~ sobr~ 1~ desaparición del complejo de Edipo, con un objetivo
dades frente a la cuestión más espinosa y grave a la que un hom~re deba tamb1en polem1co respecto de Rank y su libro El trauma del nacimien-
responder. A saber, la de tener que elegir una mujer (o :lgunas muJeres): lo to.. Con todo,.más adelante veremos que ese artículo no presentaba una
que Freud llama la figura (o las ~guras) de su destino. Pero, de e~ modo, tes1s qu~ pud1era tenerse por definitiva. Por lo demás, en una carta a
Ferenczi siguió siendo la presa mdefensa de una culpa desconoctda, q~e ~eren~z¡ fechada el 10 de enero de 1910, Freud lo hace partícipe de las
quizá no contribuyó en poco a debilitarlo orgánicamente hasta conductr- mcert1dumbr~s que ya ~iene acerca del tema: "Me parece", dice, "que
lo, en definitiva, y como Tristán, a la muerte. en lo concermen~e a la mfluencia ~e las pulsiones sexuales no podemos
Y sin embargo, la asombrosa veracidad de ese hombre era ta?ta q~e llegar ~ nada mas que permutaciOnes, desplazamientos, y jamás a la
muy pronto puso de manifiesto el nudo donde se funda la reststencta renunc1~, al desacostumbra miento, a la resolución del complejo (¡el se-
al análisis. En una carta del 25 de octubre de 1912 di~igida a Freud~ ~e creto mas absoluto!)".
expresa en estos términos con respecto a Jung: "Identifica la. c~nfeston Con~i~ne también recordar aquí una de sus primeras observaciones
con el psicoanálisis y no sabe, evidentemente, que el. reco.noctmt~~to de en relac1on con sus Tres ensayos de teoría sexual. En efecto Freud se
los pecados solo es la menor de las tareas de la terapta pstcoanahuca: la J.?Crcató mu~ rápidamente de que el aspecto más perturbador de ese
más importante es la demolición de la imagen paterna, que escapa ~or l~bro no tema que ver con el descubrimiento de la sexualidad infantil
completo a la confesión" (las bastardillas s~n del ..~utor). Ahora b~en~ smo con. el infantilismo de la sexualidad. Lo cual equivale a decir, en
para ellacaniano que yo soy, ¿qué quiere dec1r ~~a tmagen pate~a,, Sl nues~ra J~rga~ que en materia de sexualidad no todo es mero asunto
no es la del al-menos-uno que dice no a la functon ~e la c~stracton. La de h1stona, smo que también se trata de una cuestión de estructura.
excepción que goza de todas las mujeres y proporciona as1, en el plano Pero n~ por es~ es menos cierto que Freud describe con frecuencia el
compleJo ~e Ed1po como una oposición entre el deseo y la ley. Por un
lado esta.na el deseo. de la madre, originado en el deSpertar precoz de
Véase su cana a Ferenczi del 9 de julio de 1913. la sexualidad en el ntvel de la zona genital. Por otro estaría la ley de la
EL PSICOANALISIS

EL ltiOI'IAIIEI'{T() FREUDIANO
prohibición del incesto. Hay que reconocer que ese tipo de oposición
frontal, entre dos términos exteriores uno a otro, es un error simplista. causa traumática del síntoma. Esta inversión t • . .•
Por lo demás, encontramos en el propio Freud la indicación clara de autores, dos ventajas cuya import . • enta, en optmon de nuestros
que, quiérase o no, se reconoce a la madre como prohibida y por lo tanto La primera es que, propuestas ~~e~~ sena i~P_osible exagerar.
perdida durante el nacimiento mismo del deseo. Entonces, ¿en qué reside concernientes a las experienct' s 1 asdcon~tctones, las construcciones
asumtan • para él una fuerte 'd a Y .as ten enctas repnmt · ·das del paciente
el edipo? En la línea de la enseñanza de Lacan, su virtud no es poca. Puesto evt encta que se . b
una manera que nunca se ale gran¡ea a su adhesión. y de
que el edipo es lo que transforma la impotencia real del niño en una falta .• anza cuando se 1
expreston del saber del anal· L e presentan como fa mera
dictada por el orden simbólico. Excluida como objeto, la madre es elevada . f tsta. a segunda v .
especta preferencia de Ferenczt' . • enta¡a, que gozaba de la
, al poner er acento en
pues al carácter de causa del deseo del sujeto, en cuanto este la reencuentra . . .
la repettcton, era posible abo d ' conststta en que
. .
en otra (o varias otras) mujer(es). En síntesis, en cuanto repite su pérdida. ni podían haber dejado ning~ ar expeJtenctas t~aumáricas que no habían
En este aspecto nada delata mejor la fijación del sujeto, su negativa a reco-
no analítico hacia una forma ~:ecuer ?· Y_abnrse de tal modo un cami-
nocer su deuda simbólica, que el fantasma de tenerlas a "todas", que para-
de la reminiscencia y que en e ex~dertencta, por decirlo así, al margen
liza toda elección. Y desde ese punto de vista el edipo no es simplemente el . , se sentt o suponí .• .
terreno en el cual se libra el combate entre fuerzas opuestas, sino el rodeo
Los escnros de Ferenczi han s.d b' d a una represton pnmaria.
que determina la constitución del deseo en el "hablaser".
y los anaiistas siempre pueden t o ol¡et? e abundantes comentarios.
relación con la famosa "escuche~r~er eccto?~s de su lectura, no solo en
Lo que Ferenczi conservó de la enseñanza de Freud es su concepción E me· 1uso con su preocupación a smo tambten 1 · d
del edipo definido por su contenido. Es ese conjunto de pulsiones sexuales " ~on a mtra a analítica.
la asociación libre" que m por ayu~a~ a~ pactente a seguir fa regla de
y agresivas que se remontan a la infancia, pero que no cesan de espolear al .
de1mconsctente. . ' e parece un smontm d l
adulto, sin dejarse corregir por el saber aportado por la edad, punto sobre el Me gustaría, de todas {¡ o e ve ar por la apertura
cual Ferenczi insiste con mayor firmeza que Freud. A partir de ahí los cami-
cularmente en su "terapia activa" or~a~, concentrarme más parti-
la repetición en el análisis para ,bque const~tt~ en esencia en privilegiar
nos de pensamiento de los dos "F" tienden a divergir cada vez más. Freud, • · o tener remm1 ·
mas a¡ustadas a la verdad del s . yh scenctas o construcciones
es cierto, introdujo el concepto de represión originaria que, por decirlo así, · UJeto. acerlo a fin d
cond u¡ o esa terapia a su noción d " fu . • e comprender cómo
constituye el alma del inconsciente. Eso no impidió que el hecho de poder la ruptura con Freud. e con ston de lenguas" y finalmente a
sanar por reminiscencia indujera a pensar que las experiencias patógenas
eran afectadas por una represión simplemente secundaria y, en ese carácte¡; En su exposición sobre el problema del fi , . .
re a una observación de Fre d , l n del analtsts Ferenczi se refie-
eran recuperables por el saber consciente. Por añadidura, Freud considera-
pronósrico, había un signo f~v~;=~~~ a¡'ual, "~esde el punto de vista del
ba la reminiscencia como un remedio contra la repetición. A su juicio, para
.ma, en el hecho de que el pacient , e presagto de una curación próxi-
el paciente la cuestión pasaba por recordar en vez de repetir.
de que, durante toda su enfermed:~xpre~a~~ d~ improviso la convicción
Ferenczi y Rank escribieron un libro en común, cuya publicación coin- Esa observación le sirve de paf , no ha ta echo más que simular" 6
cidió con el comienzo de la enfermedad de Freud. Tengo esa publicación e 1
rorme a a cual "no puede t n
anca para acer u r· ..
na genera tzacton con-
.
por un acontecimiento decisivo de la historia del movimiento psicoanaü- . e erse por curado l •. . '
renuncte al placer de la fantasmar· . . . a neurotJco tntentras no
tico y le dedicaré todo el último capítulo de esta primera parte. Veremos · mconsctente",7
bra · . Ahora b' b tzacton mconsctente,· es d ectr
. a la meo-
entonces que la hipótesis clave de nuestros dos herejes consistía precis~­ decía respecto del "goce" quten, basta cofn ~ecordar aquí lo que Ferenczi
mente en invertir la secuencia freudiana. Para ellos se trataba, al contrano 1a renuncta · a él y la renuncia
' ale su e
yace a smtom
a, para comprender que
de Freud, de alentar la repetición para obtener el recuerdo, en lugar de , . rantasma son todo p
ta mas pantcularmenre a r:oerenczt· uno. ero 1o que orien-
buscar el recuerdo para detener la repetición. Como señaló Balint, esta • .r, en esta comu · · •
<!la con una opinión corriente en I • E ntcacton es su divergen-
inversión se apoyaba en un principio sugerido por Freud, a saber, el de a epoca. n efecto, "se suponía que
reciprocidad de la representación y el afecto. Así como e! ~ec~erdo.del
acontecimiento patógeno suscita afectos poderosos como SI stgUlera v1vo, ' Sándor Ferenczi, "le probleme de la fi d 1'
del mismo modo, el estímulo de la repetición en el análisis puede facilitar ~Ydhlana~y~~ '!,- 1927-1933, París: Pay~r,el-9~~alys~~fen CEuvres ~ompletes, vol. 4,
e anahsrs 'en Obras completas 1 4 , p. trad. esp.: El problema del
la rememoración o, al menos, la construcción de la experiencia que fue la 7 Espasa-Calpe, 1984 pp. 49-SSJ 'vo · • 1927-1933: psicoanálisis IV Madrid·
lbid.,p.45. ' . ' .
INTROOVCCIÓN

EL PSICOANÁUSIS
Su mención de los serrallos donde se cobijan las instancias freudianas
.d f ntasmático representa también una apunta inconfundiblemente hacia lo que Lacan destacó de manera tan
saber en qué medida dese .c~?~em ou~ recuerdo de esa realidad, solo te_nía sumaria como exhaustiva bajo el término de Otro. Ese "gran otro" se ha
realidad concreta, es ectr. tstca, o 1 tamiento y su éxito" Ahora bten,:j descrito como el lugar de la verdad, pero se advertirá que es igualmente el
una importancia secundana p~a e ~rad todo no caía del cielo. y como
segu'n su parecer el fantasma, espuels h~ • . a' recordemos el fantasma de la mentira, dado que solo permite al sujeto significantes ya filtrados por
amente a a tstenc ' 'd una censura primaria en la cual reconocemos la Urverdriingung freudia-
Ferenczi se re6ere expres esta neurosis, para tener una 1 ea na. Puesto que, sin duda, prohíbe como enunciable la vil verdad del deseo
con que nos topamos m.uchas veces en
pero no sin que dicha verdad determine una repetición sin absolución:
más "plástica" de su tests. b .do seducida por su padre, según
Para la histérica no se trata de ~a er;' d sino de ser deseada por él. Con esto no quiero decir en modo alguno que Ferenczi haya anticipado
el modelo de los neurotíca d;l dn:~~s [::p~ros de su discur~o. Pero ¿de
el concepto del Otro y menos aún la lógica de sus efectos, que debemos
a Lacan. A lo sumo puede señalarse que se indinaba íntima, espontánea-
Ese fantasma se delata a naves e ... retación" sería muy tnopormno
qué sirve decírselo? Proponerle es~ .mterpde endosarle artificialmente una mente en esa dirección. Y que, a no dudar, contaba para ello con la ayuda
orque de ese modo se correría e nesg~ lo ama es él quien me ama, . del viejo proverbio: "Los padres comieron el agraz, y los dientes de los
P . ·d . "
r soy yo qusen '
posición C3Sl paranOI .e. 0 1 • eSÍS de ese fantasma de }os moment~S
De hecho, cuesta desvmcu ar . a ger 1 r de enseñar a su hija a nadar. sm
hijos sufren la dentera".
Hemos visto que Ferenczi consideraba la repetición como un factor
indispensable para la eficacia de la cura. Pero ¿cómo pudo llegar, por este
deliciosos en qu~ Pater ~a t~md~:s p r~:enitores les gusta distender.se con camino, a atribuir toda la sexualidad infantil a las experiencias traumáti-
hablar de otros JUegos on e a _P 1 na vez que han reaparectdo los
.. Ah b. para Ferenczt, so o u . cas que la inducen? Esa es la última cuestión que querría abordar en este
sus hilos. or~ sen, rte de la relación con su padre una mterpreta- capítulo. Y para ayudarnos a introducirla, me gustaría volver una vez más
recuerdos relauvos a esa pa · histérico en su verdad, Y de
ción así tiene posibilidades de t~ar_ ~1 suJeto a la paciente histérica presa del fantasma del deseo paterno. La historia de
una manera que arrastre su colnvsccto~; de saber de dónde viene la re- este tipo de pacientes muestra a veces, en efecto, que sin haberse apartado
d~ ~a moral, su padre había encontrado seguramente en ella el fruto pro-
Pero entonces se p1antea . a cuestton
D 1 Otro diría un lacaniano. ¿Cua•1 es,
. • n del fantasma menttroso. e ., ' hibtdo de su deseo. Pero eso no se dice. La mentira de la que se trata aquí
Presto · · • d 1 propto
.
Ferenczt. no está pues en lo reprimido sino en la censura original, que constituye el
empero, la opmlOn e . . t ncia en su caso es porque e'1 es-
Si la cuestión se plantea con mdsts e . cero y franco que mentir" ·' mecanismo por cuyo conducto la moral sigue transmitiendo la culpa, en
. •s cómo o ser sm , vez de lavar su deseo.
tima "mdudab1emente ma d d . todo cuando créanme, sena tan
. o se pue e ectr ' ' 'd d" En su célebre comunicación al duodécimo Congreso Internacional de
Entonces, ¿por que n .. olo puede ser por "la necest a .
. 1 '> St' se impone la represton, s Psicoanálisis celebrado en Wiesbaden en septiembre de 1932, y publica-
stmpe. . da con ~1 título de "Confusión de lengua entre los adultos y el niño", 11
¿Cuál? Escuchemos a Ferenczt:
Herenczt vuelve a su método basado en la repetición. En ese artículo pre-
. . e nombres de hermosa sonoridad com~ senta sus últimas experiencias en la materia en estos términos: "La repe-
Lo que destgnamos medtant d be 'ct'o'n a una supresión deh-
. d ryó e su apan . tición alentada por el análisis había resultado demasiado bien" .12 Lo cual
idea\, tdeal e1 yo, supe . , l l que por \o tanto, es prectso
berada de mociones pulstona es rea es, los s'entimienros morales, im- quiere decir, al parecer, que en realidad había fracasado. Y Ferenczi habla
. . ue los preceptos Y d de •un caso de estados de angustia nocturna repetidos, donde dice haber
desmenur, mtentras q d n una insistencia exagera a.
d · • se estacan co . constatado que la tendencia a la repetición asumía entonces proporciones
puestos por la e ucacton, d . . los teólogos de la moral se sten-
Aun cuando los profesores .e edttca ~ r que mentira y moral tienen
tan dolidos no podemos de¡ar e a rma 11
' 10 Sándor Ferenai, "Confusion de langue entre les adulces et l'enfant: le langage de
algo que ver una con otra. la tendresse et de la passion", en CEtwres completes, vol. 4, op. cit., p. 125 [trad.
esp.: "Confusión de lengua entre los adultos y el niño: el lenguaje de la ternura y
la pasión", en Obras completas, vol. 4, op. cit., pp. 139-149).
Ibid. 11 Ibid., p. 126; las bastardillas son del autor.
' Ibid., p. 46.
" Ibid.
EL MOVIMIENTO f REUDIANO

EL r SICOANÁU SIS

,. . d neraba en una crisis de pacientes? Según Ferenczi, nos enseña que nunca se podrá exagerar la
tales que la seston psicoanahttca mtsma ege importancia del trauma, y en particular del trauma sexual, como factor
angustia histérica. rrencia de las críticas y los repro· patógeno. En una franca alusión a Freud, Ferenczi menciona a continua-
1 recu
Alertado por ese fra~a.so y da ando al analista (aun cuando ción la objeción según la cual "se trataba de fantasmas del propio niño, es
1 s pacientes dmgen e vez en cu , decir mentiras histéricas" . 16 A su entender, esa objeción "pierde desdicha-
ehes que o - l l illos or decirlo así), comenzo pues a
dejen pronto de. ~nsenar o~ corm ue ~! asociaciones podían "contener damente su fuerza a raíz de la cantidad considerable de pacientes que, en
prestarles atencton. y a senalda ~ b" d a la tendencia de los pacientes a análisis, confiesan por su propia cuenta haber pasado a las vías del hecho
odio y desprecio"' no expresa os e t o_ . l Tal vez se recordará aquí con niños" Y
. 1 nalista más que a crmcar o. d A partir de ahí, cada uno de sus pasos alejará a Ferenczi un poco más
identt6carse con e a . ' .h , Freud por no haber interpreta o
la crítica que el propto ~ere~cz• .l act~ ~s por cierto difícil no escuchar en de Freud. Y ante todo en lo referido a la cuestión de la infancia, que es la
lo suficiente sus tendenctas ostt des. 't'tca Pero pase lo que pasare inocencia misma, "el lenguaje de la ternura" . Ferenczi no niega el edipo
, . d aquel un eco e esta en . ' , ni la sexualidad infantil en general, pero estos hacen su entrada en el niño
esa autocnuca e . do por su atención lo llevo a una
con este punto, el nuev? camtno to~:e párrafo clave de su exposición: por intermedio del "lenguaje de la pasión" de los adultos. El incesto es, en
conclusión que Ferenczt expresa en e primer lugar, el de los padres y sus equivalentes imaginarios: maestros; go·
bernantas, curas, amigos de la familia, etc. Cuando se advierte hasta qué
,. e rimida concierne a lo que podríamos
Una gran parte de la cnttca r P , 1 paciente punto Ferenczi se preocupaba por eximir al niño de toda culpa, cuesta no
, #. • 1 A ogemos con cortesta a pensar, una vez más, en la suya propia, que su transferencia hacia Freud
llamar la hipocresra pro,eswna . e al tanto de sus asociaciones, le
cuando llega, le pedimos que nos pongate y consagrar todo nuestro in· no hizo sino agravar. En efecto, ¿qué puede ser más culpabilizante, para
, scucharlo atenramen . 1 un hombre en análisis, que dejar a su analista la responsabilidad de elegir
prometemo_s, ast, e 1 b .o de dilucidación. En realidad, es postb e
terés a su btenestar Ya rra aJ d¡ · xternos e a su mujer? Un analista que lo empuja a casarse, no con la que podría
dT ·¡soportar ciertos rasgos e pactente, e darle hijos (un anhelo del analizante en cuestión), sino con la que él mis-
que nos sea muy 1 tct 1 . , de análisis genera una perrur-
. O b'en sentimos que a seston mo prefiere, sin dejar de saber al mismo tiempo que esas nupcias cierran
mternos. 1 . • d profesional más importante o
bación desagradable en una mqmetu tampoco veo otra el acceso a la paternidad anhelada por su analizante?
en una inquietud personal.e íntima. En estoep~tosptre~~orno y hablar de él Pero Freud solo tenía en cuenta los servicios prestados a la causa. Su
. nciencta de nuestro pr ., hostilidad hacia "La confusión de lengua" y su autor fue tan grande que,
sahda que tomar co . . t nto posibilidad sino tambten
con el paciente, admturlo, no so o en cua tras escuchar la exposición de Ferenczi, desaconsejó su comunicación y
en cuanto hecho real. 11 se marchó sin estrechar la mano tendida por su autor. No habría que
quitarle toda la razón, pues lo cierto es que la concepción de Ferenczi
, 1 e distingue la situación analítica del es-
Pero entonces, ¿que _es o d~cir en la infancia, causó la enfermed~d? llega al punto de desconocer la existencia de la fase genital precoz. Y por
tado de cosas que antano, esf 1 tancia de la conclusión extratda ende lo que en ella da a luz un deseo, cuya constitución misma, como
¡
Nada esencia\. y esa es en e ecto sus orlo tanto de que ella no haya culpa, atestigua su anudamiento esencial a lo prohibido. Sin embargo, en
por Ferenczi: "No hay qu~ s~rpren. erse, ~iferente q~e el propio trauma el punto en que nos encontramos, creo que resulta claro que entre los dos
podido alcanzar un resu ta o meJor o hombres imperaba un malentendido fundamental. Para Freud, en efecto,
1 la cuestión del trauma concernía a la realidad del acto atribuido al otro,
primitivo" · ~ • hi ocresía nos hace ganar la confianza
En cambto, la renuncta a 1a/ p rca el contraste entre el presen- en tanto que Ferenczi presentía que remitía antes bien a su deseo.
del paciente. "Esa confianza es 0 quema, · "u En consecuencia, ¿qué Su comunicación tenía pues resonancias a las que los congresistas, a
d · s portable y traumatogemco · no dudar, fueron sordos, pero que impiden reducir su contenido al mero
te y un pasa o m ~ , " , , . , así establecida entre el analista y sus
nos enseña la relacton mas mttma desconocimiento que acabo de indicar. En efecto, habida cuenta de que

16 !bid., p. 129.
u lbid., p. 127; las bastardilldas,son del autor. 17
14 lbid.; las bastardillas son e autor.
/bid.
ls lbíd.; las bastardillas son del autor.
EL rSICOANJ.LISIS
EL AIOVIAIIENTO FREUDIANO

seguía estando atrapado en la concepción del edipo como drama indi- profesaba a Ferenczi. Pero eso no le impedía sentirse muy apenada por
vidual, Ferenczi no podía, desde luego, ir más lejos. Pero eso no impide e~ hecho de que él se alejara de la enseñanza del profesor, de quien siguió
que su insistencia en la dependencia de la sexualidad del niño respecto de stendo fiel adepta hasta el fin de sus días. En una carta dirigida a Freud
la del adulto (y de lo que esta tenía de traumático para él) represente el durante.el período de la enfermedad fatal de su marido, ella le decía que
punto más lejano al que podía llegarse, en su tiempo, en la comprensión era prectso tratar a este "como un niño". No sospechaba que de ese modo
del deseo como deseo del Otro. Proposición cuyo sentido y alcance estruc- enunciaba la verdad misma. En efecto, al hacerlo casarse con la señora G.,
tural serán puestos de relieve más adelante por Lacan. De igual manera, Freud, en más de un sentido, daba una madre a ese doctor F. a quien había
es importante recordar aquí que Ferenczi concebía "la tarea más difícil "adoptado casi como un hijo" .
del trabajo psicoanalítico" como la demolición de la imagen patema. En una nota del diario de Ferenczi, fechada el 2 de octubre de 1932
Demolición que, lo hemos visto, solo debía dejar lugar a la acción de su. poco tiempo antes de su muerte en la primavera de 1933, leemos: "Y, asÍ
nombre. Ahora bien, desde esta óptica resulta igualmente claro que es en como ahora debo generar nuevos glóbulos rojos, ¿debo (si puedo) crear-
Ferenczi donde encontramos el germen de la transformación lacaniana me una nueva base de la personalidad y abandonar como falsa y poco
del edipo en "función fálica". confiable la que he tenido hasta el día de hoy? ¿Puedo elegir entre morir
Tras el congreso de Wiesbaden, Sándor Ferenczi se encontró en una y 'reacondicionarme', cuando tengo cincuenta y nueve años?". 18 Sin em-
situación sin salida. Freud había lanzado un anatema contra su comunica- bargo, ya era demasiado tarde para hacerse esa pregunta: para Ferenczi
ción, en la que solo veía un retomo a su primera teoría, a la que él, ~r su esa elección no existía más. Y apenas algunas líneas antes encontramos las
parte, había sabido renunciar. Si Ferenczi no lo lograba, quería dectr que frases más trágicas jamás escritas por un discípulo de Freud: "En mi caso
había sucumbido al despertar de su neurosis infantil, que lo llevaba a en- ha sobrevenido una crisis sanguínea en el momento mismo de compren-
tregarse a especulaciones pueriles y lo alejaba de la acción de los hombres d.er que no solo no puedo contar con la protección de un 'poder superior'
y su combate por la causa. Perdida estaba, en consecuencia, toda esperanza s1~o que_,al co~trario, ese poder indiferente me pisotea ahora que voy por
de absolución por parte del maestro. Por otro lado, el de la señora G., su mi propio cammo, y no por el suyo" . 1!1
desesperanza no podía más que agravarse. Pero por una razón que en rea- A decir verdad, el poder freudiano era indiferente no a su camino -de
lidad no obedecía a ella. Puesto que la señora G. era sin duda sensible a la ~a~er ~ido así no se hab~ía tomado el trabajo de pisoteado- sino a lo que
sinceridad de Sándor y la conmovía profundamente lo que había de paté- el stgmficaba como anahzante que lo seguía. En síntesis, a su transferencia
rico y auténtico en su "vuelo hacia las estrellas". En una carta a Groddeck, auténtica. Y si asigno tanta importancia al caso de Ferenczi y Rank es
Ferenczi destaca incluso hasta qué punto ella comprendía la diferencia en- desde luego precisamente por eso. Porque, de toda la pandilla del co~ité
tre la veracidad de la palabra y la verdad de lo que compete al saber. secreto, Ferenczi fue el único, junto con Rank, que hizo una transferencia
Y de hecho, podría apostarse en grande que esa distinción, que Ferenczi tan fecunda con Freud. Ambos pagaron un precio bastante alto, por se-
tenía desde siempre presente, era para él lo más importante de todo. Allí parado y cada uno a su manera, pero también juntos, como ahora vamos
está el resorte de la tarea a la que consagró su vida. Y el resorte, también, a ver.
de sus intentos incesantes de englobar, en una visión de conjunto, verdad
del saber y veracidad de la palabra. Prueba y signo. Es decir, por un lado,
la marca de nuestro acceso adecuado a la cosa y de nuestro poder sobre
ella, y por otro, el sentido de nuestro sometimiento a una falta cuya causa
se sustrae a lo que creemos estar en condiciones de dar.
Por desdicha para él, su costumbre constante de echarse atrás era la
imagen inversa del estilo aplomado y prudente de Freud. A quien mono-
polizaba, además, la organización de su institución a escala planetaria. Y
que también era incapaz de sospechar el uso que él mismo hacía, con los
paladines del comité secreto, del complejo de Edipo. Puesto que, reiteré- 11
S. Ferenczi,]ouma/ cliniqr~e... , op. cit., p. 284.
maslo, no puede ponerse en duda el afecto y la ternura que la señora G. tt lbid.; las bastardillas son del autor.

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